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Lima, abril 5 de 1881

(Recibida) Jauja, abril 7 de 1881

(Contestada) Jauja, abril 8 de 1881

Excmo. Señor Don Nicolás de Piérola

Mi distinguido amigo:

En nuestro país se ha perdido no solo el sentimiento del deber sino hasta la vergüenza. La
policía secreta de los chilenos está servida por hombres y mujeres peruanos.
“Parece imposible (escribe Cornelio Saavedra) la degradación de nuestro pueblo, frailes,
oficiales, jefes, y hasta mujeres vestidas iban a denunciarme los depósitos de armas, por el
mezquino interés de la gratificación pecuniaria. De buena gana habría fusilado a tanta gente
infame. Al fin, Baquedano y yo declaramos que no queríamos mas rifles y cerramos
nuestras puertas a los denunciantes”. Estas líneas (fragmento de una carta publicada en
chile) hacen enrojecer el rostro de todo buen peruano, porque, desgraciadamente, son
verdaderas las afirmaciones.

Hombres que por gratitud, ya que no fue por patriotismo, estaban obligados a ser leales
para usted son hoy los mas ruines cortesanos de García Calderón. Hasta consejeros de
estado, Benavides y Loayza por ejemplo, son patrocinadores de una farsa. Aquí no hay
carácter ni energía en los hombres, y diariamente palpo transacciones que creía imposibles.
Mejor que a Génova es aplicable a Lima aquel proverbio: hombres sin fe, mujeres sin
vergüenza.

Don Nicanor Gonzales va de prefecto a Huaraz. ¿Era esto creíble? Huaraz, por el momento,
se adherirá a Calderón, pues Gonzales es prestigioso en esos pueblos.

Rufino Torrico, después de firmar la enérgica nota que usted conocerá ya, salió haciendo, lo
que llamamos los criollos, carrera de caballo, parada de borrico. ¡Guapo señor Torrico!
Todo estaba combinado para que la farsa calderoniana recibiera el golpe de gracia, cayendo
en medio de la rechifla popular y sin quemarse un grano de pólvora. Pero don Rufino y don
Francisco se entendieron y la argolla salvó el conflicto.

Hasta Cesar Canevaro se ha ligado a los farsantes y para disculparse alega que ha sido
desdeñado por usted.

Yo tengo intima fe en que el pecador gobierno de la magdalena desaparecerá muy pronto,


sea porque los chilenos lo derrumben a puntapiés, sea porque la fuerza de los
acontecimientos lo traiga a usted a Lima. Tengo también fe que esta vez tendrá la energía
que no quiso desplegar antes para reducir a la impotencia a los hombres de la argolla. Por
Dios, señor Don Nicolás. ¡Que no vuelva a ser letra muerta el artículo 8º del estatuto! Fue
usted generoso hasta la debilidad, sembró bienes y ha cosechado horribles desengaños. Sea
usted, pues, en adelante justiciero hasta el rigorismo, rompiendo los anillos de esa serpiente
que se llama argolla. El cuerpo social está amenazado de gangrena: quizá una buena sangría
alcance aun a salvarlo. Si llegase a ser preciso ni aun a sus amigos nos liberte usted del
paravalo. Que contenga a todo el temor de la pena, y si ni aun así alcanza usted a regenerar
el país, quédele hora la conciencia, pues habrá usted puesto de su parte todos los medios.
¿No lo amaron a usted los argollistas, misericordioso para con ellos?

Pues bien amigo mío, que lo teman al menos. No cure usted al enfermo con agua de malvas,
sino con un tratamiento enérgico.

Su amigo.

Ricardo Palma.

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