Professional Documents
Culture Documents
ANDRÉS RIVERA S. El Farmer
ANDRÉS RIVERA S. El Farmer
El Farmer
Que en mi epitafio se lea:
Aquí yace Juan Manuel de Rosas,
un argentino que nunca dudó.
No fumo. No tomo vino ni licor alguno. Ni rapé. No asisto a
comidas. No visito a nadie. No recibo visitas: lord Palmerston
me visitó siete veces en doce años.
No voy al teatro. No paseo.
Mi ropa es la de un hombre común.
En mis manos y en mi cara se lee, como en un libro abierto,
cuál es mi trabajo durante los treinta santos días del mes.
Uso botas.
Mi comida es un pedazo de carne asada. Y mate.
No tengo mujer.
No ando de putas.
Soy un campesino que escribe diez cartas diarias.
Soy un campesino que escribe un Diccionario.
El general Bartolomé Mitre, que pretendió traducir, me
dicen, a un poeta blasfemo, declaró que yo fui el representante
de los grandes hacendados y jefe militar de los campesinos.
¿Dónde vio campesinos, el general Mitre, en el país que
supo darnos España?
Aquí, sí, soy un campesino que toma mate, sentado junto al
brasero, que tiene frío, el campesino, sentado junto al brasero.
Soy un campesino, aquí, en el condado de Swanthling,
reino de la Gran Bretaña, a dos leguas escasas de Southampton,
y a muchas más leguas de las que uno puede imaginar de mis
pagos de Monte, la tierra de mis padres, y de los padres de mis
padres.
Y si pronuncio mi nombre por estos campos de la desgracia,
¿quién sabrá decir:
ahí va un hombre cuyo poder fue más absoluto que el del
autócrata ruso, y que el de cualquier gobernante en la tierra?
Soy Juan Manuel de Rosas.
La perra gime.
Como, despacio, la carne que eché en la parrilla del brasero.
Miro a la perra que gime, que me olisquea la botas y gime,
pero como despacio.
En invierno, gasto mucha vela para iluminar el rancho. No
me gusta la oscuridad.
Le tiro un pedazo de carne a la perra. La perra deja de
gemir. Babea.
No me gustan las perras que gimen.
Nieva.
Son las dos de la tarde.
Miro al lobo.
El lobo me mira, plantado en la nieve, gris y joven, y los
ojos le brillan en la tarde que se aleja.
Tomo mate, de pie, en mi rancho, en el calor de mi rancho,
protegido del frío y la nieve por paredes de madera y piedra, por
los vidrios de la ventana, por el carbón que echo al brasero.
Miro las pisadas del lobo en la nieve, su pelambre, los
colmillos que le centellean en la boca roja y furiosa.
¿Sabe el lobo de su orfandad, allí, afuera?
Voy en busca de mi escopeta.