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Transferencias A Non Domino Emilio Garayo
Transferencias A Non Domino Emilio Garayo
DE LA ASUNCIÓN”
ASUNCIÓN
SEPTIEMBRE DE 2020
Resumen
La protección de los terceros de buena fe ante transmisiones onerosas de
propiedad es una de las cuestiones más complejas del ordenamiento civil. Para su
solución, deben conciliarse múltiples intereses contrapuestos, como la seguridad en el
tráfico, certeza en las relaciones y autonomía privada. A tal dilucidación trataremos de
llegar con la presente obra.
Abstract
The protection of the good faith third party buyer is one of the most difficult
cases regarding civil law. To solve this problem, multiple competing interest must be
reconciled, such as legal traffic safety, legal certainty in obligations, and private
autonomy. In this analysis, we will try to arrive at such elucidation.
Keywords: good faith, third party buyer, public faith of registration, legal traffic
safety, legal certainty in obligations, private autonomy.
3
Índice
INTRODUCCIÓN...........................................................................................................7
Desarrollo: Las transferencias a non domino a non domino y los terceros de buena
fe......................................................................................................................................13
I. Premisas generales.............................................................................................13
Conclusiones de la obra................................................................................................49
Bibliografía.....................................................................................................................51
Doctrina..................................................................................................................51
Jurisprudencia.......................................................................................................52
4
INTRODUCCIÓN
Ello no sería posible sin antes indicar, en general y en abstracto, el conflicto que
se plantea: En el tráfico de bienes, los sujetos transmiten ordinariamente bienes que
corresponden a su esfera patrimonial, pero existen otros casos en los que un sujeto es
solo aparentemente titular del bien del que pretende disponer, o es titular en una
situación jurídica susceptible de decaer por impugnación.
1
Aquí resulta relevante el aspecto activo de esta legitimación, es decir, la facultad y subsiguiente
competencia del sujeto para alcanzar los efectos del negocio, que resulta de una relación entre aquél y
el derecho del cual se dispone.
2
Un análisis más detenido de la relación que existe entre la autonomía privada y la legitimación se
realizará en el punto siguiente, a propósito de los fundamentos de la regla nemo plus iuris ad alium
transferre potest quam ipse habet; aquí nos referiremos a él solo con un propósito introductorio.
5
Entre los demás elementos que deben tenerse presentes para comprender la
construcción normativa aquí analizada se erigen, en otro extremo, los principios de
certeza en las relaciones y seguridad del tráfico negocial3.
Este supuesto normativo se encuentra en el texto del art. 363 del Cód. Civ., que,
por su suma importancia, procederemos a transcribir 4: “De los derechos sobre
inmuebles y del acto anulado. Todos los derechos reales y personales transmitidos a
terceros sobre un inmueble por una persona que ha llegado a ser propietaria en virtud
3
Ludwig Enneccerus y Heinrich Lehmann, Derecho de las Obligaciones, T. 1 (Barcelona, España: Librería
Bosch, 1954), 319.
4
Ello sin perjuicio de transcribirlo de vuelta, dado que es la norma referencial de todo el análisis.
6
del acto anulado, quedan sin ningún valor y pueden ser reclamados directamente del
poseedor actual. Los terceros podrán siempre ampararse en las reglas que protegen la
buena fe en las transmisiones.”.
Como puede verse, para la aplicación de la norma deben existir, cuando menos,
tres sujetos: Sujeto “X” –en adelante, propietario desposeído- quien, en razón de un
negocio adquisitivo nulo o anulable, transmite un derecho personal 5 o real sobre un
inmueble al sujeto “Y” –en adelante, adquirente-; luego, “Y” vuelve a transferir el
mismo derecho a un sujeto “Z” –en adelante, sub-adquirente.
5
Sobre la relevancia de la transmisión de derechos personales sobre inmuebles respecto del presente
trabajo nos referiremos líneas abajo.
7
El art. 2408 del Cód. Civ. disciplina la procedencia de la reivindicación, y
determina que, ante una anulación sobreviniente, el propietario desposeído puede
perseguir la reivindicación también contra el tercero poseedor. Luego, establece que la
excepción a dicha regla se encuentra contenida en el art. 2411, que dice: “No son
reivindicables las cosas futuras, ni las cosas accesorias, aunque lleguen a separarse de
las principales, a no ser que éstas sean reivindicadas. Tampoco pueden serlo las cosas
inmuebles de quien las haya adquirido de buena fe. Sin embargo, el propietario
desposeído tendrá acción para impugnar el acto viciado si no tuvo intervención en él, ni
consintió su realización.”
8
Con ello hemos pasado revista de las tres hipótesis que examinaremos; la que,
lejos de ser completa, se realiza al único efecto de que el lector tenga presente el
esquema por el que discurrirá el análisis.
Esas hipótesis serán sometidas a examen a la luz del ordenamiento civil; en tal
operación, realizaremos un proceso de descarte, en el que se desecharán aquellas que,
según la dialéctica que se expondrá, no se encuadren en el paradigma al que adscribe
nuestro sistema. La estructura de ese modelo se develará a través del método de ir
construyéndolo, con base en premisas generales que expondremos en el número
siguiente, y será prevalente a la hora de formular las conclusiones.
Por lo demás, aun descartando que sea necesario referirnos a casos que no se
enmarquen en una enajenación entre vivos, ponemos de manifiesto que nos adherimos
al criterio de que la norma de los arts. 363 y 2411 tienden a proteger exclusivamente a
los terceros de buena fe, en tanto formaron parte de un negocio adquisitivo en sentido
estricto: esto es, una adquisición derivativa, y no constitutiva. 9 Esto surgiría del propio
texto, en tanto en la última oración del art. 363 10, y en la segunda oración del art. 240811;
9
en especial la norma de este último artículo refiere, primeramente, a los sub-adquirentes
que obtuvieron el derecho del enajenante; esto importa, pues, un acto de transferencia
en sentido estricto; y, al determinar allí la clase de adquirentes a la que refiere, la
referencia posterior –salvo lo dispuesto en este Código…- se encuentra informado por la
determinación antedicha –clase de adquirentes, en sentido estricto.12
10
I. Premisas generales
Encuadrada la hipótesis, se colige que la norma del primer párrafo del art. 363 -
ya transcripto- introduce a nuestro ordenamiento civil, aunque de manera implícita, la
regla nemo plus iuris, por lo que, en principio, nadie puede transmitir derechos que no
correspondan a su esfera jurídica. Así también, es un corolario lógico de los efectos
retroactivos de la nulidad, disciplinados en las normas de los arts. 356 13 y 36114 del Cód.
Civ. En contraposición a ello, el último agregado del art. 363 consagra el criterio de la
buena fe como limitación o excepción a las reglas antedichas 15. Son, pues, tres los
elementos que precisan ser analizados: (I.I) En primer lugar, la regla nemo plus iuris,
con las correlativas razones que inducen a limitarlo; (I.II.) en segundo lugar, los efectos
propios de la nulidad; (I.III) en tercer lugar, el concepto de buena fe.
Existe, empero, una cuarta cuestión fundamentalísima para el modelo que será
expuesto, cual es la incidencia de la declaración de nulidad en el ámbito del derecho a
resarcimiento (I.IV). Este elemento es esencial para las primeras dos tesis que serán
expuestas, por lo que también es pertinente dilucidar sus respectivas correlaciones.
13
El art. 356 dice: “Los actos nulos no producen efectos, aunque su nulidad no haya sido juzgada, salvo
que la causa de la nulidad no aparezca en el acto, en cuyo caso deberá comprobarse judicialmente. Los
actos anulables se reputarán válidos mientras no sean anulados, y sólo se tendrán por tales una vez
pronunciada la sentencia.”
14
Art. 361: “La nulidad pronunciada por los jueces vuelven las cosas al mismo o igual estado en que se
hallaban antes del acto anulado, e impone a las partes la obligación de restituirse mutuamente todo lo
que hubieren recibido en virtud de él, como si nunca hubiere existido, salvo las excepciones establecidas
en este Código.”
15
Se debe resaltar que a través de la conjunción “o” proponemos una distinción técnica entre excepción
y limitación de la regla general; esta distinción se tendrá presente en la construcción del análisis
subsiguiente.
11
e instrumentos de esta naturaleza son los negocios jurídicos 16. En éstos se regulan los
intereses, y para satisfacerlos, se disponen o constituyen derechos.
De esto resulta que a cada sujeto corresponde una esfera de bienes propios, y,
para obtener la satisfacción de sus intereses, disponen de sus bienes a través de medios
que provoquen consecuencias prácticas. Aquellos medios –negocios jurídicos– son, en
ese sentido, actos en los que los sujetos regulan por sí sus intereses recíprocos; es decir,
actos de autonomía privada. 17
Esta regla, a la vez que reconoce a los sujetos la facultad de regular por sí sus
intereses y de disponer de sus bienes propios, descarta que puedan disponer sobre
bienes ajenos sin una posición respecto de aquéllos que lo justifique.
16
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico (Granada, España: Editorial Comares S.L., 2000) 45.
17
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 47.
18
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 24
19
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 25
20
Para un análisis de la regla nemo plus iuris en un sistema en el que no se tutelaba de manera expresa
la buena fe de los terceros: Luis De Gásperi, Tratado de las Obligaciones, Tomo I (Buenos Aires,
Argentina: Depalma, 1945), 696.
12
quienes no han advertido el defecto en la legitimación del disponente de un derecho,
pese a tomar las provisiones en tal sentido, esperables de cualquier sujeto (criterio
objetivo).
21
Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 50
22
Sobre esto último: Ennecerus y Lehman, Derecho de las Obligaciones, T. 1, 319
13
vicio genético afectaría la situación jurídica resultante del primer negocio adquisitivo –
entre “X” e “Y”– y el adquirente no se encontraría en una posición real o definitiva
respecto del bien transferido a través del negocio irregular, y por tanto, no estaría en una
relación cualificante23 con el bien que justifique la ulterior disposición que del mismo
bien haga el primer adquirente en beneficio del sub-adquirente. Es, en ese contexto, que
se configuraría la transferencia a non domino.24
En esa labor, al tomar posición respecto del supuesto de hecho, puede, a su vez,
valorarlo de forma positiva o negativa, y, en consecuencia, es posible que se proponga
ya favorecerlo o ya combatirlo. En el primer caso, atribuye al hecho aquellos efectos
jurídicos conformes con el fin práctico que normalmente determinan el tipo negocial 26;
en el segundo, le asigna, con preceptos de carácter sancionatorio, efectos jurídicos
23
Adoptamos la expresión “relación cualificante” para significar la legitimación situación jurídica en la
que el sujeto tiene una relación válida con el derecho, que le otorga legitimación para disponer del bien.
24
Con ello referimos al supuesto ordinario estatuido en el art. 363 del Cód. Civ.
25
Aludimos a la labor de recepción del derecho en el sentido propuesto por Betti, para significar el
reconocimiento –por parte del derecho- de un acto de autonomía privada como un acto jurídico. Al
respecto: Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 214.
26
Para la relación que existe entre el fin práctico –causa del negocio en sentido objetivo- y los efectos
ordinarios del tipo negocial: Teoría General del Negocio Jurídico, 162. También resulta ilustrativo un caso
resuelto por el Tribunal de Apelación, 3ra. Sala, en el que el Dr. Giuseppe Fossati, en su voto, echó mano
de la función apuntada del elemento causal –fin práctico del negocio- para elucidar los efectos propios
de un negocio jurídico examinado en el fallo, así como la forma requerida para ese tipo negocial:
Rodrigo Masao Martin Nara Flor c/ Rubén Alfredo Flores s/ Rescisión de Contrato, Acuerdo y Sentencia
Nº 47 (Tribunal de Apelación Civil y Comercial, Sala 3, 18 de octubre de 2019).
14
contrarios a tales fines prácticos27; empero, como desde ya puede verse, en ambos casos
existen efectos que se atribuyen, y que presuponen un cotejo del supuesto de hecho con
el tipo normativo, vale decir, con los cánones que permitirían –o no– otorgarle validez.
Otro corolario que se desprende de esta premisa es que el cotejo que realiza el
ordenamiento se desarrolla en una fase inicial del negocio, es decir, en su constitución;
ahora, con este cotejo, dependiendo de la entidad de los vicios, los efectos divergentes
pueden producirse ya de inicio, o bien depender de una reacción del particular afectado
–arts. 356 y 361. En ambos casos, empero, la nulidad debe ser declarada por el órgano
jurisdiccional para que produzca efectos divergentes; los efectos retroactivos se
producen de manera análoga tanto en los casos de nulidad como de anulabilidad.
Es, precisamente, este último dato normativo el que justifica los efectos
retroactivos de la declaración de nulidad, ex art. 361. Es decir, es lógico que la
regulación recíproca de intereses encuentre su eficacia condicionada a que el factum del
negocio sea consistente con los cánones inderogables impuestos por el ordenamiento.
27
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 12
28
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 405
29
Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 404
15
Luego, es necesario delimitar el alcance de la retroactividad generada por la
anulación de los actos; retroactividad que se encuentra representada en la máxima
resoluto iure dantis resolvitur ius accipientis. En este sentido, existen dos posibles
soluciones: Se puede considerar la retroactividad como una regla absoluta y una
necesidad lógica, que no admite limitación alguna; o bien, se puede admitir que, ante la
anulación de un negocio adquisitivo primigenio, un negocio ulterior que se encuentre
relacionado con aquél por un nexo de derivación permanezca, no obstante, válido.
Este contraste, si bien resulta relevante, no es, empero, inexorable en este estadio
del análisis; nos referiremos a esta cuestión a propósito de cada hipótesis.
El art. 363 del Cód. Civ., transcripto supra, no arroja ningún dato directo sobre
el criterio de la buena fe al que alude, sino que ello debe ser inferido del contexto del
texto. Éste determina, ciertamente, su operatividad en el marco de las transferencias de
derechos, por lo que es el marco en cuya función se debe efectuar cualquier intento de
definición o delimitación.
16
A través de la remisión a la disciplina que regula la buena fe de terceros en las
transmisiones, realizada en la norma de referencia, la conclusión a la que se llega es que
debe considerarse la buena fe en conjunción con aquellas reglas, las cuales se
encuentran estatuidas en los arts. 2408 y 2411 del Cód. Civil; y en esta disciplina –de la
reivindicación- se alude al criterio de la buena fe en el mismo contexto que en el art.
363. Esto resulta de una comparación de los supuestos previstos en ambas normas:
Tanto en el art. 363, como en los arts. 2408 y 2411, se refiere a un sub-adquirente, que
confió o pudo confiar en la apariencia d validez de un negocio. Esto nos permite adoptar
un criterio común para ambas disciplinas, lo cual no es un dato menor. Veámoslo a
continuación.
Es decir, existe buena fe por parte de quien creyó legítimamente en la validez del
negocio; y más precisamente, en la existencia de la relación cualificante del disponente
con el bien transferido. Así, en tanto se considera la confianza generada a los sujetos, se
introduce un criterio de valoración que otorga trascendencia a una posición subjetiva de
la persona –una creencia. Ahora, para determinar la existencia de la buena fe, se debe
valorar la conducta del sujeto –en este caso, sub-adquirente, para contrastarla con los
parámetros de diligencia ordinarios y esenciales establecidos en el ordenamiento
jurídico.
30
Betti, Teoría General del Negocio Jurídico, 207
17
ignorancia, pero ésta también debe ser legítima. 31 Se advierte cómo la cuestión de la
buena fe se encuentra estrechamente ligada a la doctrina del derecho aparente.
Para dilucidar tal cuestión, se debe partir de la base de que ambas pretensiones
pertenecen a la categoría general de las sanciones jurídicas; se distinguen, empero, en el
modo en que ellas operan tanto como en las consecuencias que conllevan.
31
Betti, Teoría General de las Obligaciones, T. 1, 78
32
18
En el fenómeno resarcitorio, en cambio, la mecánica de la sanción se presenta de
manera inversa; existe un hecho físico, al que se le asigna el carácter de causa de
determinados efectos jurídicos, es decir, se nos presenta entonces como hecho jurídico.
Existen, por tanto, dos elementos: El primero material, que representa el núcleo interior
y que consiste en el hecho físico; mientras que el segundo es formal y proviene de la
norma jurídica34.
33
Sobre esta perspectiva de la función de las nulidades: Emilio Betti, Teoría General del Negocio Jurídico,
404
34
Adriano De Cupis, El Daño: Teoría General de la Responsabilidad Civil, (Barcelona, España: Editorial
Bosch, 1966), 82
35
Adriano De Cupis, El daño: Teoría General de la Responsabilidad Civil, 165
36
Adriano De Cupis, El daño: Teoría General de la Responsabilidad Civil, 162
37
Sobre la discusión doctrinal en Italia y un cotejo con nuestro sistema de tipicidad del ilícito: Giuseppe
Fossati, Antijuridicidad y Tipicidad en el sistema del ilícito civil, Suplemento Especial de Responsabilidad
Civil, La Ley Paraguaya (Diciembre 2008), 199-206
19
Hechas estas precisiones, estamos en posición de efectuar un correcto
planteamiento del problema, formulándolo en términos de coexistencia; es decir, si de
existir una relación cualificada por un negocio, ella absorbe o no la situación genérica,
tutelada en términos también generales por el ordenamiento jurídico38.
Por ello, en vez de proponer la absorción de una esfera por otra, se debe
considerar que el fin del legislador ha sido suministrar al contratante o sujeto negocial,
en cuanto tal, un instrumento ulterior de defensa de sus intereses, sin privarlo de aquella
otra defensa general que le compete independientemente de su especial cualidad de
contratante.41
20
de ordinario, se debe transitar por la vía de la nulidad, empero, de no ser ello posible, no
existe un impedimento lógico para obtener el restablecimiento del equilibrio patrimonial
a través de la pretensión resarcitoria extra-negocial.42
21
II.- Tesis propuestas
Sentados los dos ejes que sostienen este extremo, que son la inoponibilidad de la
anulación sobreviniente -del primer negocio- al tercero de buena fe, y con ello, la
conservación del derecho adquirido por el susodicho sub-adquirente, debemos describir
dos corrientes diferenciadas, que pretenden dar operatividad a dicha protección de
manera distinta. Al primer orden de ideas, que denominaremos bajo el rótulo “sub A”,
pertenece dialéctica que propone la inoponibilidad, tanto de la nulidad declarada del
primer negocio adquisitivo, como del segundo; es decir, anulado el primer negocio, el
segundo decae, mas la posición del tercero no se encontraría afectada46.
45
Alberto Spota, “Tratado de Derecho Civil – Parte General, T. I, Vol. 3 (Buenos Aires, Argentina:
Depalma Ediciones, 1957): 816.
46
En este sentido: Dalmiro Alsina, “Retroactividad de la anulación de los actos jurídicos”, Jurisprudencia
Argentina, Nº 1950-II (Mayo-Agosto. 1950): 7.
22
primer negocio y el segundo. En efecto, en tanto se reconozca un vicio inmanente al
primer negocio adquisitivo, la anulación que sobrevenga terminaría por extinguir la
situación aparente o irregular de él resultante. Sin embargo, las anulaciones
sobrevinientes no serían oponibles a los terceros de buena fe.
En este sentido, se afirma que la buena fe, por más criterio de corrección que
sea, no es idónea para sanear vicios genéticos de los actos, es decir, un negocio
genéticamente defectuoso, no cambiaría estructuralmente por la buena fe del
contratante, que es un factor, en cierto modo, externo o ajeno. La buena fe no sería,
entonces, idónea para calificar de válido al negocio; encontrar en la buena fe un criterio
que otorgue validez a un negocio genéticamente defectuoso constituiría una ficción.
23
éste el derecho real de manera originaria 48. La adquisición no se apoyaría, pues, en el
derecho del verdadero titular, y no depende de este derecho, sino que existe a pesar de
aquél; es decir, el adquirente entra en relación con un derecho que ya existe en el plano
jurídico49, pero no en razón de un nexo de derivación, por cuanto éste, en puridad, no
existió o decayó con la anulación.
Decir que el derecho del tercero no depende del derecho del transferente, sino
que existe a pesar de él, guarda en sí la diferencia entre adquisiciones derivadas y
originarias. En la transmisión de derechos en razón de un nexo de derivación, el prius es
el desprendimiento del derecho del titular primigenio, y la consiguiente extinción de
éste respecto de aquél; y el posterius es la adquisición del adquirente. Mientras que, en
la lógica expuesta, el prius es la adquisición del tercero de buena fe, sin nexo de
derivación –válido– y el posterius es la extinción del derecho del titular primigenio,
consecuente a la entidad misma del derecho en cuestión, que no puede gravitar en
cabeza de ambos en idéntico sentido.
En primer lugar, creemos que desconoce la dicotomía que existe entre el plano
social o físico, y el plano jurídico; si partimos de esta última premisa, se debe admitir
que, en el plano social, existe una circulación de bienes; en ese contexto de circulación
existía una situación inicial, luego aconteció un hecho sobreviniente –acto de
48
Dalmiro Alsina, “Los derechos reales en la reforma del Código Civil”, 459
49
Ludwig Enneccerus y Hans Nipperdey, Derecho Civil (Parte General), T. 1, 28
50
Dalmiro Alsina Atienza, “Los derechos reales en la reforma del Código Civil”, 459
24
disposición- que produjo su alteración y, con ello, se constituyó la nueva situación
consiguiente. En esta situación nueva el sub-adquirente está en relación con el bien. Por
ello, desconocer que existió un nexo de derivación, y que sólo a través de éste es que el
tercero resultó partícipe de esa circulación, es cosa que no se puede aceptar. Se ve
cómo, con la tesis arriba expuesta, se pretende realizar, a través de una operación
“quirúrgica”, la separación de la atribución patrimonial, de su antecedente necesario.
25
Luego, también hemos descartado que la ulterior pretensión resarcitoria se
encuentre pendiente de la declaración de nulidad, por lo que tampoco encontramos un
argumento válido aquí, que dé sustento a algún interés, por cuanto el propietario
primigenio puede, aun sin obtener la declaración de nulidad, pretender el resarcimiento
de los daños que el hecho le produjo.
52
Como ya adelantamos supra, en adhesión a esta tesis: Emilio Betti, Teoría General de las
Obligaciones, Tomo I, 102.
53
Esta es la opinión mayoritaria: Alberto Spota, “Tratado de Derecho Civil – Parte General”, T. I, Vol. 3,
816.
26
realizado por quien no está en realidad legitimado, ni según la regla ni según los
criterios excepcionales de legitimación examinados hasta aquí, y sin embargo, está
dotado de eficacia jurídica en virtud de la tutela que se dispensa a los terceros de
buena fe que han depositado su confianza en la legitimación aparente del autor del
negocio. La posición de éste se configura entonces como legitimación aparente. […]
Hablando de legitimación aparente queremos sólo denotar que existen casos, aunque
sean de derecho singular, en los cuales la legitimación nace de la apariencia de
aquellas situaciones que, según los criterios normales, son el substrato de la
legitimación.”54. Así también, en otra ocasión, el mismo autor dijo: “En este mismo
aspecto, se toma en cuenta la buena fe, en cuanto cualifica la adquisición y protege la
legitimación de la persona, frente a la que esa adquisición se produce.”55
En este contexto, la buena fe, como factor cualificante del negocio, suple la
deficiencia en el nexo genético entre el primer negocio y el segundo; es decir, en la
ecuación, se prescinde del factor del nexo, validando la legitimación del disponente que,
sin el factor de la buena fe, sería deficiente; y, a través de esa operación, se reviste de
validez al segundo negocio jurídico, título justificativo del derecho del tercero.
Una sola reserva merece ser señalada, por el momento: Se debe tener presente
que esta tesis supone la necesidad de proteger el título del sub-adquirente, y no su mera
posesión. Empero, la sobrevivencia del título del sub-adquirente -luego de sobrevenida
la anulación del primer negocio- no es una necesidad lógica para la protección de la
posesión del sub-adquirente, que válidamente podría obtenerse bajo la consideración de
54
Emilio Betti, El Negocio Jurídico, 207-208
55
Emilio Betti, Teoría General de las Obligaciones, Tomo I, 79
56
En el marco de las discusiones sobre los efectos retroactivos de la nulidad y la anulabilidad, se han
construido y objetado tesis con base en la irretroactividad de las nulidades respecto de terceros. Para
una exposición histórica de la cuestión: Dalmiro Alsina, “Retroactividad de la anulación de los actos
jurídicos”, 3-6.
27
la buena fe como factor impeditivo de la acción de reivindicación; se reduce, pues, a un
criterio normativo de tratamiento.57
Para desarrollar esta hipótesis, debemos principiar por leer la primera oración
del art. 363 teniendo en mente las ideas expuestas: “Todos los derechos reales o
personales transmitidos a terceros sobre un inmueble por una persona que ha llegado a
ser propietario en virtud del acto anulado, quedan sin ningún valor y pueden ser
reclamados directamente del poseedor actual.”
Este mismo temperamento se encuentra en el art. 2408, que dice: “La acción de
reivindicación se da contra el poseedor que está obligado a restituir la cosa, o que la
adquirió del reivindicante o su autor, aunque fuese de buena fe, por un título nulo o
anulable. Procederá también contra el poseedor actual que la obtuvo de un enajenante
contra quien procedía dicha acción, salvo lo dispuesto en este Código respecto de los
adquirientes de derechos sobre inmuebles a título oneroso y de buena fe.”.
57
En el siguiente número, veremos los planteamientos de una tesis que, precisamente, pretende tutelar
al sub-adquirente en su posesión, impidiendo la procedencia de la acción reivindicatoria en razón del
factor buena fe. Lo que aquí se quiere significar es que el criterio normativo de tratamiento a la cuestión
de la protección del sub-adquirente de buena fe obedece al modo en el que se pretende tutelar al
tercero; si se quiere proteger su adquisición y título, o simplemente su posesión. Tomada una posición al
respecto, una u otra será volcada al sistema jurídico.
58
Sobre esta aseveración, remitimos al lector a nuestras premisas generales (Punto 1.2). En efecto, no se
niega que los vicios de nulidad son genéticos, y que, en los casos más severos, traen consigo los efectos
divergentes de inicio; pero a esta formulación se debe agregar que la nulidad debe ser cotejada y
resuelta por el órgano jurisdiccional, salvo, claro está, si la nulidad resulta patente en el acto, cual es el
supuesto del art. 356, primera parte.
59
Comparte el criterio de la necesaria impugnación dirigida contra el primer adquirente y el sub-
adquirente, a fines de que la declaración de nulidad les sea oponible: Luis De Gásperi, Tratado de las
Obligaciones, 697
28
Vemos, en los pasajes subrayados, que la anulación sobreviniente del título es un
presupuesto esencial para la pretensión reivindicatoria. No consideramos determinante,
empero, que el artículo haga referencia a título nulo o anulable, y no a una “nulidad
declarada”, por cuanto, como ya hemos dicho, la nulidad debe ser declarada por el juez.
En tal sentido, el dato literal del articulado debe ser superado.
Entonces, dadas estas premisas, se tiene que anulado el título del sub-adquirente,
operándose los efectos retroactivos de la nulidad, la titularidad radica en cabeza del
propietario inicial, y en ese contexto, es el titular quien, lógicamente, tendrá mejor título
para obtener la reivindicación. En consecuencia, sobrevenida la nulidad, se abre siempre
la vía para la reivindicación.
60
Emilio Betti, Teoría General de las Obligaciones, Tomo I, 10
29
Precisamente, así lo ha entendido el legislador. La prueba de ello se encuentra en
la ubicación de una norma puntual, resultante de la última oración del art. 363, que dice:
“Los terceros podrán siempre ampararse en las reglas que protegen la buena fe en las
transmisiones.”.
Como se vio, la última oración del art. 363 no establece las condiciones para que
se proteja al tercero de buena fe, sino que, para ello, se remite a lo regulado en materia
de reivindicación. Es en esta sede –de reivindicación- donde se determinan las
condiciones de tutela del sub-adquirente de buena fe, por tanto, la referencia al criterio
de onerosidad es realizado por primera vez en el artículo transcripto; éste, a su vez,
vuelve a realizar una remisión, esta vez, al art. 2411, que dice: “No son reivindicables
las cosas futuras […]. Tampoco pueden serlo las cosas inmuebles de quien las haya
adquirido de buena fe y a título oneroso. Sin embargo, el propietario desposeído tendrá
acción para impugnar el acto viciado si no tuvo intervención en él, ni consintió su
realización.”.
61
Mientras que en materia de nulidades se hizo referencia sólo a la buena fe, aquí viene a integrar el
criterio de onerosidad.
30
Con ello queda determinado que a la buena fe, debe agregarse el criterio de
onerosidad para que el tercero de buena fe encuentre su adquisición tutelada; la
incidencia de la onerosidad no puede ser ignorada, por cuanto reconocer la tutela del
tercero, aún en los casos de adquisiciones a título gratuito, conllevaría un desequilibrio
entre los intereses tutelados.
62
Dalmiro Alsina, “Retroactividad de la anulación de los actos jurídicos”, 7.
31
Esta plausible interpretación viene apoyada por la ubicación de la norma, que,
como resaltamos líneas arriba, se encuentra en la sección de las nulidades de los actos,
específicamente, en el artículo que regula el decaimiento sucesivo de los actos por la
nulidad sobreviniente. La hipótesis no entraría, pues, en un contacto antitético con
aquella lógica elemental.
63
Sobre el interés en las nulidades, nos remitimos a la cita n. 52.
32
Por otro lado, esta hermenéutica tampoco explica el último agregado del art.
2411, que dice: “Sin embargo, el propietario desposeído tendrá acción para impugnar
el acto viciado si no tuvo intervención en él, ni consintió su realización”; más bien,
hasta aquí no se ha hecho referencia a ella, lo cual no es un mero descuido de análisis,
sino una toma de postura a su respecto. En efecto, la construcción de las hipótesis hasta
aquí expuestas ve en esa última oración una reiteración innecesaria, que no tendría
incidencia práctica alguna, pues siempre sería posible impugnar el primer acto
viciado.64Tales aseveraciones, a nuestro criterio, son inaceptables. El último agregado
del art. 2411 tiene una formulación precisa, comprensiva de un supuesto de hecho
puntual; constituye, podría decirse, la confirmación de la regla general en un supuesto
puntual; no nos extenderemos sobre ello en este número, sino que lo haremos en
ocasión del desarrollo de otra hipótesis; la que ve en esa norma un dato normativo
fundamental. Basta aquí con advertir que la norma de referencia refiere expresamente a
la posibilidad de impugnar el primer acto viciado, en el supuesto de que el propietario
desposeído no haya tenido participación en el acto; si la impugnación del primer acto es
siempre posible, ¿a qué fin el legislador permitiría expresamente en el art. 2411 esa
posibilidad?.
Entonces, con base en la regla general del art. 363 del Cód. Civ., sobrevenida la
anulación del primer negocio adquisitivo, decaen los derechos que de él derivan,
anulándose el título de los terceros; en contraposición, las reglas contenidas en materia
de reivindicación obstarían el reclamo del derecho transferido respecto de aquellos
terceros, bajo los criterios de onerosidad y buena fe, mas no impedirían la procedencia
64
33
de la nulidad de sus títulos, o, mejor, de los actos jurídicos que sirven de sustento a
éstos.
La doctrina nacional pareciera haberse decantado por la tesis “b” 65, empero, no
existe una toma de postura que concretamente desarrolle el asunto. Así pues,
analizaremos ambas corrientes, pero antes debemos principiar por señalar los puntos
coincidentes entre ambas.
En este sentido, la falta del nexo de derivación apuntada trae consigo, a su vez,
la falta de titularidad del primer adquirente respecto del bien transferido de manera
irregular; por lo que éste –el primer adquirente- no ostentaría una relación cualificante
con el bien que le permita disponer de él. Entonces, a esta falta de legitimación del
primer adquirente, acompaña la inoponibilidad de dicha disposición al titular primigenio
del derecho, operando el viejo adagio de que nadie puede transmitir un derecho mejor
65
En ese sentido: Marcelino Gauto, El acto jurídico, Hechos y actos jurídicos, 717-718; José Antonio
Moreno Rodriguez, Hechos y Actos Jurídicos (Asunción, Paraguay: Intercontinental Editora, 2012), 967-
971.
66
Sobre este respecto, n° 1.2
34
del que ostenta; la legitimación o intitulación es, pues, presupuesto esencial para la
validez de todo negocio.
De lo hasta aquí dicho podemos inferir dos cuestiones: a) El defecto genético del
negocio no puede ser subsanado por factores externos; b) Descartada la posibilidad de
que la buena fe pueda incidir en la validez del negocio conforme al tipo, el segundo
negocio, también defectuoso, decae, por falta del nexo genético necesario.
35
El ordenamiento corregiría, pues, la calificación de la situación jurídica
resultante del negocio viciado, a los fines de su conservación con otro efecto. El
resultado, si bien no condice en estricto con la finalidad práctica perseguida por las
partes, se estima conducente para integrarse a la órbita de interés de éstos, en tanto sus
efectos se aproximan, en determinada medida, a los inicialmente previstos. Esto, cuando
menos, desde una apreciación práctica de los resultados.
68
Luis De Gásperi, Tratado de las Obligaciones, T. 1, 697
36
Por ello, en cuanto la segunda oración del art. 363 dispone que “los terceros
podrán siempre ampararse en las reglas que protegen la buena fe en las
transmisiones”, lo que se estaría estatuyendo es que la antedicha facultad de reclamar
encuentra una limitación operativa, que se sustenta en la buena fe de los terceros.
Hasta aquí hemos expuesto la hipótesis sin detallar sus dos derivaciones,
mencionadas al comienzo de esta exposición; a esto nos dedicaremos a continuación.
69
En este sentido se ha expedido la jurisprudencia: Cuper S.A c/ Marta Barrientos Villalba y otros s/
Nulidad de Acto Jurídico, Acuerdo y Sentencia Nº 76 (Tribunal de Apelación Civil y Comercial, Sala 3, 10
de diciembre de 2019).
37
En la segunda derivación70, la tesis ve en aquella última oración del art. 2411 la
confirmación de la regla general, esto es en el caso de que el propietario desposeído no
haya tenido intervención en el primer negocio. Para aceptar esta tesis, se debe,
necesariamente, superar el dato literal del texto, que refiere de manera expresa a la
facultad de impugnación del primer acto viciado.
38
la vasta mayoría supone la necesidad de tutelar la adquisición del sub-adquirente de
buena fe, sin circunscribirlo a la tutela de la posesión; para ello, se proponen dos
soluciones, que fueron expuestas en el numeral anterior. Prueba de ello es que en las
obras citadas siquiera se plantea la posibilidad de privar al sub-adquirente de la validez
del derecho adquirido.
Tampoco consideramos válido superar el dato literal del art. 2411, que refiere
expresamente a la posibilidad de impugnar el primer acto viciado, en el caso de que el
propietario desposeído no haya tenido intervención en él; primero, porque se apartaría
de la secuencia establecida en los arts. 363 y 2408; a esto haremos referencia en el
numeral siguiente, por lo que nos reservamos la objeción para aquel estadio del análisis.
Basta aquí con advertir que para superar el dato literal de un texto, se impone la
necesidad de que la norma resultante de la interpretación, se condiga con el resto del
sistema, lo cual no sucede en el caso aquí examinado –como se probará en adelante.
Por último, ponemos de manifiesto que, si bien nos aproximamos a concluir que
en la presente hipótesis el propietario desposeído no tendría un interés en la declaración
de nulidad del primer acto –y, lógicamente, tampoco del segundo– evitaremos realizar
una afirmación tan severa. Se puede argumentar, en efecto, que el interés radicaría en
obtener de vuelta la titularidad, aunque ello importe en la práctica una titulación o
situación jurídica no “realizable”, en lo sustancial.
71
Las razones de esta interpretación se encuentran en el Nº 2.1., que, por razones de economía
expositiva, no reproduciremos en esta sede.
39
exponer en este numeral, la anulación sobreviniente del primer negocio adquisitivo
determina el necesario decaimiento del segundo negocio, por falta del nexo de
derivación. Entonces, para la tutela del sub-adquirente, debe postularse la
improcedencia de la nulidad respecto del primer negocio adquisitivo, lo que se traduce,
en la práctica, en la inoponibilidad de los vicios de éste –el primer negocio- al sub-
adquirente; todo ello, a excepción del caso reglado en la última oración del art. 2411 del
Cód. Civ. Veamos esta hipótesis a continuación.
Esta consecuencia viene dada por el nexo genético que existe entre las
transmisiones de un derecho; la relación del sujeto con el derecho cualifica su
legitimación, y ésta, a su vez, cualifica al negocio jurídico en el que se regulan los
intereses relacionados a ese derecho. De manera consiguiente, este negocio cualifica la
72
En el n. 2.2. expusimos las razones de estas afirmaciones, por lo que remitimos al lector a aquellas
líneas.
40
situación jurídica resultante, a la vez que ésta tiene el mismo efecto respecto de la
posición del tercer adquirente en relación con el derecho transmitido.
Esto explica, a su vez, la última oración del art. 2411 73. Supuesta la
improcedencia de la impugnación del primer negocio en la mayoría de los casos, se
hace la salvedad de que en el supuesto al que refiere la norma de referencia, el
73
Art. 2411 del Código Civil: “…Sin embargo, el propietario desposeído tendrá acción para impugnar el
acto viciado si no tuvo intervención en él, ni consintió su realización.”.
41
propietario desposeído podrá impugnar el primer acto viciado, y con ello, desencadenar
la secuencia establecida en la primera oración del art. 363 del Cód. Civ.; en efecto, es el
único caso en el que el sub-adquirente no encuentra tutelada su adquisición.
Una consideración histórica del problema nos permite dar cuenta de que uno de
los supuestos que mayor disputa trajo respecto de la protección del sub-adquirente de
buena fe, es el del propietario desposeído sin intervención suya, ya sea a través de
representante o en nombre propio.74
Así, se ha dicho que: “creemos que en los casos descriptos es un poco dura la
vigencia del art. 1051 frente al acto en el cual el propietario no ha tenido ninguna
participación. Si ha actuado disminuido por ser incapaz, o inferiorizado por el vicio
que soportaba, ha actuado; si no ha actuado para nada, la aplicación del art. 1051
implicaría un estandarte enfervorizado de una presunta fe pública, de la apariencia
jurídica, de la seguridad jurídica, pero quizás una injustificada expropiación originada
74
Para una perspectiva histórica del problema, Dalmiro Alsina, “Los derechos reales en la reforma del
Código Civil”, 458-471.
75
Dalmiro Alsina, “Los derechos reales en la reforma del Código Civil”, 458
42
por quien transmitió derechos ajenos sin estar legitimado en sentido estricto, o sea sin
poder de disposición.”76
76
Jorge Alterini, “El art. 1051 del Código Civil y el acto inoponible”, Jurisprudencia Argentina, Nº 1971-II
(Mayo-Agosto), 640.
77
Jorge Llambías, “Diferencia específica entre la nulidad y la inexistencia de los actos jurídicos” Revista
La Ley Argentina, Nº 1948-T.50, (Abril-Junio), 876 y ss.
43
del sub-adquirente. Por último, también explica el sentido de la última oración del art.
2411, dejando abierta la posibilidad de desencadenar la secuencia de efectos
retroactivos del art. 363, si el propietario desposeído no ha tenido intervención en el
acto viciado –primer negocio.
No nos parece proponible que una norma tan plausible, cuya construcción se
remonta a extensas discusiones en otros ordenamientos, pueda ser reducida a una mera
redundancia; menos aún, si nos sostenemos en el báculo de la coherencia sistémica, del
que siempre debe partir toda labor interpretativa.
44
La única censura que podría recibir radicaría en la desprotección del propietario
desposeído, si tuvo intervención en el acto viciado; v.g., vicios de la voluntad o
incapacidad de hecho del enajenante.
78
Adriano De Cupis, El daño: Teoría General de la Responsabilidad Civil, 165.
79
Adriano De Cupis, El daño: Teoría General de la Responsabilidad Civil, 356.
45
Por tanto, conjugándose lo dicho con la premisa de que los vínculos
contractuales refuerzan la tutela de los derechos de los sujetos, se tiene que, al no poder
obtener esa tutela por la vía contractual, no existe impedimento para obtener la
reparación de los daños a través de la vía extracontractual.
Conclusiones de la obra
El análisis propuesto tiene por finalidad proponer una hermenéutica que elucide
un juego de normas que, en determinado sentido, parecieran derivadas de sistemas
distintos.
46
En este sentido, nos decantamos por la tesis expuesta en el n. 3.3, que insiste en
la máxima protección de los terceros de buena fe, por razones de seguridad en el tráfico
jurídico.
Pero, dicho esto, se imponen dos advertencias: En primer lugar, la hipótesis fue
comprobada según el modelo que planteamos. Este modelo es la realidad jurídica según
nuestra visión del sistema, por lo que, como cualquier construcción realizada por un
iniciático del derecho, podría encontrar objeciones válidas que determinarían un cambio
de postura futuro.
47
48
Bibliografía
Doctrina
Jorge Alterini, “El art. 1051 del Código Civil y el acto inoponible”.
Jurisprudencia Argentina. Nº 1971-II (Mayo-Agosto. 1971),
Emilio Betti. 2000. Teoría General del Negocio Jurídico. Granada, España:
Editorial Comares S.L.
49
Raymundo Fernández. 1941. Tratado Teórico-Práctico de la Hipoteca, la
Prenda y demás Privilegios. Buenos Aires, Argentina: Talleres Gráficos de Luis
Rubino.
Jorge Llambías. 1997. Tratado de Derecho Civil Parte General. Buenos Aires,
Argentina: Editorial Perrot.
Alberto Spota. 1957. Tratado de Derecho Civil – Parte General. Buenos Aires,
Argentina: Depalma Ediciones, 1957.
Jurisprudencia
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