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Conocimiento Humano
Conocimiento Humano
EDUCACIÓN ESPECIAL
Profesorado en Educación Inicial Materia: Filosofía
1-. ¿Qué es el conocimiento humano?
La problemática sobre el conocimiento humano ha sido abordada por la filosofía desde la antigüedad clásica, no
obstante, como disciplina filosófica autónoma recién aparece en la modernidad con el nombre de Teoría del
Conocimiento o Gnoseología o Noetica- Teoría del pensamiento.
En la filosofía antigua encontramos una reflexión inserta dentro de la metafísica sobre el conocimiento en los
Pre-socráticos (siglo V-IV) Sócrates (470-399 a.C), Platón (427-347 a.C) y Aristóteles (949-322 a.C). Es en la
modernidad donde aparecen los primeros escritos sistemáticos sobre el problema del conocimiento. En Francia,
René Descartes (1596- 1650) escribe el “Discurso del Método” en 1637, obra considerada la Carta Magna de la
filosofía moderna. En Inglaterra John Locke (1632-1704) “Ensayo sobre el entendimiento humano” publicada
en 1690. Luego surgen otras obras fundamentales como la de Berkeley (1685-1753) “Tratado sobre los
principios del conocimiento humano” publicada en 1710 y David Hume (1711-1776) “Investigaciones sobre el
entendimiento humano” publicada en 1748. En Alemania la obra de Emanuel Kant (1724-1804) “La crítica de
la razón pura” publicada en 1781 marca un hito importante en el intento de dar una fundamentación crítica del
conocimiento humano y en especial del conocimiento científico.
El conocimiento es una dimensión de la actividad del hombre, donde la dimensión cognoscitiva es fundamental,
es decir el conocimiento es una acción humana, pero no una acción del hombre en general, sino de cada
hombre. Y la acción dentro del dinamismo humano, se encuadra en el “enfrentamiento” con el mundo, con lo
otro, el hombre es un ser que se está haciendo siempre, es inacabado, y en este ir haciéndose tiene un papel
insustituible el encuentro con lo otro, esto es el hombre como ser abierto. Y muchas de las puertas por las que se
abre son cognoscitivas: sentidos, imaginación, inteligencia, razón, esto convierte al hombre en un ser sometido
al bombardeo constante de múltiples y plurales estímulos, la única que dispone de capacidad selectiva al tratarse
de un proceso consciente es el conocimiento, porque por ella nos hacemos dueños y rectores de nuestros
conocimientos. Nos encontramos abocados al análisis de una dimensión del dinamismo del hombre, que es la
dimensión cognoscitiva. Sin dejar de ser animal y estar sometido a los estímulos biológicos e instintivos, el
hombre sobrepasa ese nivel biológico e instintivo en la captación del otro, de lo distinto de él en cuanto sujeto,
interiorizándolo en la red de significaciones que constituyen el bagaje de conocimiento de cada individuo.
La filosofía moderna se caracteriza por la vuelta al sujeto (filosofía del yo). Este giro fue posible de dos
maneras, la vuelta al sujeto como ser racional –racionalismo- y la vuelta al sujeto como ser sensible-empirismo.
1.2 El racionalismo
En la Edad Moderna la matemática se presenta como un ideal de ciencia, a partir de sus principios se elabora
una rigurosa construcción deductiva en base a la cual se organiza y se explican los fenómenos de la naturaleza.
Por ejemplo, la ley del movimiento de Newton (F m a) que se considera válida para cualquier sistema
dinámico considerado, ofrece una definición de todos los movimientos posibles que permite deducir un
movimiento particular.
Así, un saber construido al modo matemático permite establecer sus propias bases y fundamentarse a si mismo
como norma del pensar, espera que a partir de estas normas se formulen las reglas derivadas. El conocimiento al
modo matemático es una forma de concebir las cosas, que parte de principios elaborados por la razón desde los
cuales las cosas se determinan. Constituye así el objeto de manera independiente de la experiencia, desde
principios a priori elaborados por la razón. Tales principios son una construcción mental hecha por el científico
que establece las condiciones de posibilidad de la experiencia del objeto.
Desde allí, Galileo funda la física que tiene como punto de partida
enunciados de la propia ciencia con valor axiomático a partir de los cuales
se explican los fenómenos de movimiento de los cuerpos. Por ejemplo, el
principio de inercia y la ley de gravedad.
En éste marco surge la posición racionalista de René Descartes (1596-1650), cuyo propósito es construir una
fundamentación del saber sobre principios verdaderos. Para esto necesita axiomas que sean evidentes en si
mismo, absolutamente primeros según el modo matemático.
Se llama axioma a una proposición en la cual aquello que se afirma no se toma o no depende de otros
conocimientos o proposiciones y no requiere ser justificado, pues la propia afirmación es evidente e indudable y
verdadera, lo que convierte en la base para fundamentar otros conocimientos.
Tal proposición evidente es lo que Descartes quiere encontrar para fundar el saber sobre bases cuya firmeza esté
más ala de toda duda. Para ello aplicará el método de poner en duda todo saber. Aquellos conocimientos que se
presentan como dudosos y requieran de algún sostén sobre otros saberes para poder justificarse, prueban no ser
evidentes por si mismos y por lo tanto deben ser descartados. Este método llamado duda metódica es el camino
para encontrar un conocimiento que sea seguro. Para aplicarlo, Descartes no necesita dirigirse a los
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conocimientos mismos, sino a las facultades mediante las cuales se los obtienen, a saber. Los sentidos y la
razón. Así al hacer una crítica del saber sensible y el saber racional se asegura de poner en duda los
fundamentos mismos de todo saber.
El conocimiento que nos aportan los sentidos son dudosos porque a veces nos conducen al error. El
conocimiento racional, en cambio, se apoya en ciertos principios como los de identidad, no contradicción y
tercero excluido que se nos presentan como evidentes al espíritu, es decir como indudables y seguros. Sin
embargo, si llevamos el método de la duda al extremo puede existir la posibilidad de que un genio maligno nos
induzca al engaño, dándonos seguridad sobre los principios mismos del conocimiento racional, cuando en
realidad son erróneos.
En éste punto, cuando todo conocimiento se presenta dudoso, Descartes advierte que todo el tiempo ha dudado
y si ha dudado ha pensado, de lo que no puede dudar es que piensa y si piensa, existe. El pienso, existe se
convierte así en la primera certeza. El yo pienso, es el punto de partida axiomático que estaba buscando para
construir todo el edificio del saber. Dicho axioma nos pone ante el primer ente indudablemente existente, la
actividad pensante, la res cogitans, en la que pensar y ser aparecen identificados.
Descartes deduce de este axioma un criterio de verdad: una proposición es verdadera cuando se presente a la
razón de manera evidente y es evidente cuando es clara y distinta. Se entiende por clara que se manifiesta
directamente a la razón y por distinta la idea de algo donde no hay nada que no le pertenezca a ese algo.
El sujeto que conoce debe cuidarse de afirmar o negar algo antes de haber llegado a la evidencia y tener
prevención respecto de los conocimientos que nos han llegado por educación o tradición. Solo aquello que se
haya examinado con la propia razón puede ser válido.
La res cogitans cartesiana es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, imagina, siente. Esta
cosa pensante es independiente del cuerpo y es más evidente que éste. Los estados o manifestaciones de la
razón son los pensamientos (imágenes de cosas, sensaciones, ideas, pasiones) Las ideas son las cosas mismas en
tanto pensadas (las representaciones).
Las ideas para Descartes se subdividen en:
Para el racionalismo se puede alcanzar el conocimiento de las cosas mediante la razón pues el orden y la
conexión de las ideas sería el mismo que el orden y la conexión de las cosas. El conocimiento basado en la
experiencia no constituye un fundamento para el conocimiento sino algo que necesita ser explicado a partir de
principios de la razón.
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A partir de la modernidad comienza a imperar la idea de una razón ordenadora de la legalidad del mundo
humano y natural. Se afirma que el universo entero es racional y que la razón humana tiene en su ser los
elementos esenciales para acceder a las leyes que lo regulan.
1.3 El empirismo
Surge en Inglaterra con Francis Bacon, quien establece el principio de que toda ciencia debe fundarse en la
experiencia siendo la observación y la experimentación los puntos de partida seguros para construir
explicaciones científicas. Plantea que el único método valido para obtener conocimiento es el inductivo.
Considera que el espíritu no nace con ideas ni posee contenidos originarios. El hombre al nacer es como una
página en blanco, que la experiencia va llenando. El espíritu se reduce a ser una mera colección de ideas que se
constituyen a partir de la sensibilidad.
Para Berkeley (1685-1753) el carácter constitutivo del ser, es ser percibido. Los objetos de nuestros
conocimientos son las ideas, las mismas se reducen a sensaciones, las cosas son combinaciones perdurables de
ideas, pero las ideas y sus combinaciones perdurables solo están en la mente, las sensaciones son concretas e
individuales, por lo que las ideas abstractas son ilusorias. Las ideas son sensaciones u operaciones de la mente
sobre sensaciones.
Toda impresión se reproduce en una idea que la representa y toda idea deriva de una impresión correspondiente.
IMPRESIONES E IDEAS se diferencian solo por su vivacidad o intensidad, siendo la impresión más intensa
que la idea. Ejemplo la impresión de dolor es más intensa que su recuerdo.
Además, Hume distingue dos clases de ideas: simples y complejas. Las ideas simples son copias de las
impresiones que permanecen en la mente después que ha ocurrido una impresión, y difiere de ellas sólo en que
son menos fuertes y vivaces. Las ideas complejas son las ideas que crea la imaginación combinando ideas
simples mediante asociación.
Las asociaciones se dan mecánicamente sobre la base de la semejanza, de contigüidad en el espacio y el tiempo
o bien sobre la constitución de ideas complejas, que pueden ser;
Recapitulando, el punto de partida del empirismo es la experiencia considerada como una sucesión de
percepciones diferenciables. Las percepciones son los únicos objetos de conocimiento. Las ideas no es la
representación de los objetos, sino una impresión, la cual no es representativa de ningún objeto. Por ejemplo si
tomamos el caso de silla, de la silla no tenemos una impresión, no vemos ni tocamos a la silla en si misma sino
a sus cualidades, es decir el color –marrón- , su dureza- madera- su forma- estilo antiguo, moderno-. La silla en
si no es más que una colección de ideas simples continuas que designamos con el nombre silla.
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Para Hume, impresiones e ideas proporcionan un inventario completo de los objetos de conciencia, pero no
constituyen conocimiento. Solo se puede conocer el significado de un término si se ha tenido experiencia de las
impresiones necesarias para la formación de la idea correspondiente, y un término que refiera a un objeto que
esté más allá de los límites de la experiencia es un mero sonido sin significado. El conocimiento se formula en
proposiciones. Las proposiciones refieren a ideas que contienen un significado, los términos poseen un
significado solo si refieren a ideas. Las proposiciones que contienen términos sin significado son pseudo-
proposiciones.
EL REALISMO
Para esta posición no existen objetos reales, independientes de la conciencia. El representante más
representativo es Aristóteles (949-322 A.C) para quien “nada hay en la mente que no le haya entrado por los
sentidos”. El conocimiento comienza necesariamente por la experiencia sensible. La mente no puede pensar de
ninguna forma si se ve privada de las representaciones de los sentidos, porque sobre ellas trabaja y elabora las
ideas o conceptos.
La tesis aristotélica de la prioridad del conocimiento sensible trae como consecuencia otra tesis capital de
ontología, “todo conocimiento es a-posteriori, a partir de los datos de la experiencia. El conocimiento parte de la
representación sensible, pero termina en el concepto o idea. La imagen sensible y la idea tienen propiedades
totalmente distintas. El problema que se plantea es el siguiente: ¿cómo la mente logra transformar la imagen
sensible - concreta, singular y material -, en la idea intelectiva – abstracta, universal y espiritual? Es evidente
que ha de haber una elaboración mental que justifique este paso.
Aristóteles ofrece una explicación, un tanto detallada, de esta oculta génesis: La percepción sensible ofrece, en
primer lugar, una forma material que se graba en la mente a modo del sello que deja su imagen en la cera
(especie sensible). Cuando se sucede cierto número de estas representaciones iguales en la fantasía o el
recuerdo, se van formando representaciones de una mayor generalidad o universalidad. Es el paso
inmediatamente más próximo a la universalidad de la idea, pero todavía es de carácter sensible (especie
inteligible) y es recibida en el entendimiento pasivo, potencia corruptible y mortal. De esta forma así preparada
se apodera el entendimiento agente que “saca” de ella el concepto o la esencia ideal. Es el paso más importante:
surge, como por una especie de iluminación, la idea suprasensible o espiritual. Aristóteles ve en ello como una
especie de “creación”: lo que era solamente potencial se hace actual por esta potencia esencialmente activa. El
entendimiento agente es, pues, el “nous” o espíritu, principio creador, “separado, impasible y activo”. Por ello,
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el entendimiento agente es algo eterno e inmortal. Aristóteles utilizó la palabra “abstracción” para explicar este
proceso de lo sensible a lo espiritual. Ahora bien, lo universal no se abstrae por un proceso comparativo, sino
que se aprende por una especie de “iluminación” que puede brotar, incluso de una sola percepción; sería, pues,
como una intuición de esencia.
Para el realismo aquello que los humanos conocemos coincide en un todo con aquello que es o existe: las
cosas- lo que existe- son conocidas tal cual, lo conocido- el objeto- determina al que conoce- el sujeto- cuya
actividad se reduce a ser meramente receptiva, reproductiva de las características del objeto tal cual es.
2. El Problema de la Verdad
A lo largo de la historia del pensamiento encontramos enfoques bien distintos acerca de esta cuestión, sin que
sea posible ofrecer una respuesta única y concluyente. Si es cierto, que si la verdad empezó siendo considerada
una propiedad de los seres (verdad metafísica u ontológica), hoy existe casi unanimidad en considerarla una
propiedad del conocimiento, de aquello que afirmamos sobre los seres (verdad epistemológica).
2.1 La verdad metafísica u ontológica.
Para el pensamiento griego, la verdad (aletheia) era lo permanente de las cosas, es decir, lo que había debajo de
las apariencias, que es lo que captan nuestros sentidos. La verdad seria alcanzable únicamente por la mente, por
el pensamiento, mientras que los sentidos solo captan la apariencia, es decir, lo variable de la realidad. De esta
forma identificaban verdad y realidad aun cuando para llegar a esta fuere necesario un proceso de
“desvelamiento”, de ir mas allá de lo captable por lo sentidos, para conocer lo permanente, la autentica realidad.
2.2 La verdad epistemológica y lógica
Un nuevo sentido del concepto de verdad viene introducido por el vocablo latino veritas, que apunta mas bien a
la exactitud y el rigor en aquello que se afirma. Es verdadero aquel relato que es fiel y exacto. De este modo, la
“verdad” se desplaza de los objetos a aquello que se dice los objetos. Deja de constituir una propiedad del ser
para convertirse en una propiedad de nuestro conocimiento de las cosas, hablamos de verdad epistemológica,
por ejemplo, cuando decimos “Juan ha dicho la verdad”
Con todo, este concepto de verdad todavía implica una fuerte relación con el concepto de realidad. Es
verdadero, aquel enunciado que concuerde con la realidad de los hechos, y falso, el que no se corresponde con
dicha realidad. Por ello, surge un tercer concepto de verdad, entendida como un acuerdo del pensamiento
consigo mismo, esto es, como ausencia de contradicción, esta verdad la denominamos verdad lógica.
Bibliografía
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Rabade Romeo, Sergio (2002) Teoría del Conocimiento. Madrid. Ediciones Akal.