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Universidad de San Buenaventura

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales


Programa de Maestría en Filosofía contemporánea
Módulo en Teoría Crítica
Cristian Javier Alonso

Continuidad del proyecto ilustrado desde el Reconocimiento


El iluminismo, que pretendía la emancipación, volcándose a una mitificación de
la razón, tira piedra arriba, y recae en dominación y regresión barbárica. Así se abordó
en el texto anterior la tesis de la primera ola de la teoría crítica respecto a la aporía de la
ilustración, que termina precisamente en autodestrucción. Las críticas realizadas a este
proyecto durante el siglo XX muestran que su juicio estaba finalmente comprometido,
en su proceso se ha alienado, y que su capacidad reflexiva fue en picada hasta quedar en
auge el fascismo –entre otros asuntos que nunca deben dejar de atañer a la historia-.
Ahora bien, se comentó que tras la aporía estos autores parecían contener en su crítica
un sentido pesimista, sin embargo, se planteó que sus esfuerzos se dirigen más bien a
recuperar aquella tradición crítica, poniendo sobre la mesa de juego los límites de la
razón ilustrada, los peligros de la razón instrumental y la recuperación de la razón
crítica y reflexiva en una sociedad objetivada. En este sentido, abordaremos la pregunta
por los desafíos y las posibilidades de la recuperación y pulimentación del proyecto
ilustrado para avizorar posibilidades enmancipatorias desde el reconocimiento. Para
esto, teniendo en cuenta los autores abordados durante el módulo, en un primer
momento se muestra como proceso de crítica a la primera y segunda ola de la teoría
crítica. En un segundo momento, de la mano de Honneth, veremos cómo –en un
esfuerzo enmancipatorio- se recupera la capacidad reflexiva del proyecto de la
ilustración, pulimentándolo con el reconocimiento del otro.

Crítica al Proyecto Ilustrado


Dicho lo anterior, como ya no lo dice Max Horkheimer y Adorno, el propósito
es que “la ilustración reflexione sobre sí misma, si se quiere que los hombres no sean
traicionados por entero. No se trata de conservar el pasado, sino de cumplir sus
esperanzas” (1998, p. 16). Así, estos críticos notan que en la historia el hombre, como
con el espíritu de Odiseo, ha dominado con la razón a la naturaleza, creando una
profunda ruptura con esta y consigo mismo.
Poniéndola pues a su disposición, la convierte el objeto manipulable y hace de
ella un instrumento al tiempo que se toma a otros hombres como simples medios. Ya
que sistemáticamente se les aliena, deshumanizándolos, privándoseles de la libertad, la
razón que se ha instrumentalizado, se pone contra sí misma y se torna mito. Basados en
la lógica de sacrificio y de renuncia, en donde el fin que se sigue es el progreso a partir
del cálculo y la eficiencia, merginaliza el auténtico ideal ilustrado enmancipatorio. En
efecto, “el paso de la ilustración a la razón instrumental se explica por una serie de
factores, entre los que se encuentran la creciente influencia de la ciencia y la tecnología,
el desarrollo del capitalismo y la creciente burocratización de la sociedad” (1998, p. 13).
Una vez desencantada la naturaleza y la identidad humana, son ya fuente de
recursos para el círculo de la producción en donde hay para la humanidad, casi en
términos Weberianos, una “racionalización de la vida social, que se organiza de acuerdo
con principios de eficiencia y rendimiento” (1998, p. 14). Ante aquel proyecto que
pretendía la plenitud en tanto autonomía reflexiva, derivo en explotación, alienación y
olvido.
Como hemos mencionado, en la historia la naturaleza ha sido dominada por la
razón. Pero Walter Benjamin por su parte, critica el historicismo que más que humana
se ha comportado inhumanamente. Según la visón del Voltaire, padre de la filosofía de
la historia, esta es contada por el vencedor. Esto va a repercutir incluso hasta en Marx,
pues debe vencer el proletariado. Por ello, Benjamin, con su particular pensamiento
judaico-mesiánico redime el olvido y lo convierte en una verdad manifiesta, donde
connotando las ruinas, vemos que toda obra de cultura es obra de barbarie. En efecto, la
historia no es única, lineal y universal, sino indeterminada, irruptiva y en casos como en
los que vivió este pensador, suspensa.
Este panorama en donde la contradicción y la dominación se presentan
omnipotentemente, en el desarrollo de la dialéctica negativa, Adorno adopta el trapero
de la historia Benajaminiano e intenta resistir y analizar las problemáticas contiguas al
desarrollo y progreso que ha racionalizado a la vida social, permitiendo ver la realidad
instrumental con y sus dientes, dejando en entre dicho la disposición de la crítica en la
práctica social.
Por su parte, en un momento de posguerra, Jurguen Habermas dejando al
margen la negatividad, se inclina por observar el progreso de la ciencia y enfatiza la
razón instrumental, pues “la acción racional con respecto a fines, es por su estructura
misma, un ejercicio de controles” (1986, p. 55). Así, se caracteriza por el hecho de que
el agente ya ideológicamente tiene un objetivo determinado que quiere alcanzar y, para
ello, utiliza medios y estrategias para lograrlo. En el camino, el poder es legitimado con
el saber científico-técnico, y “en virtud de su método y sus conceptos, vincula la
dominación de la naturaleza con la de los hombres” (Habermas, 1986, p. 60).

El conocimiento tiene unos fines, unos intereses que son universales y que
siempre son atravesados o siempre se recorren. El primero es el empírico analítico, que
tiene un interés técnico. Este se centra en el dominio de la naturaleza y la sociedad, tiene
como fin describir, explicar y predecir los fenómenos naturales o sociales. Para ello,
utiliza el método científico, que se basa en la observación, la experimentación y la
cuantificación. El segundo, es el histórico hermenéutico, que tiene un interés práctico.
Este se centra en la comprensión del significado de los fenómenos históricos o
culturales. Y el tercero, el crítico enmancipatorio, que se interesa en identificar y
cuestionar las relaciones de poder que subyacen a las sociedades. No obstante, para no
quedarse en un objetivismo, el filósofo de la segunda generación dice que la acción
racional orientada respecto a fines, es mediada simbólicamente, es decir, presupone una
situación ideal del dialogo, una comunicación sin coacciones, que se reconoce incluso
con respecto a la naturaleza como sujeto.

Dicho esto, ya que la ciencia y la técnica permea la vida y desencanta las


cosmovisiones, Habermas quiere entender la racionalidad en tanto la forma en como los
sujetos capaces de lenguaje y acción hacen uso del conocimiento. En este sentido,
pasando al mundo lingüístico, se reduce la racionalidad al saber de un enunciado
susceptible y en interacción con la crítica. Ahora bien, en su teoría de la acción
comunicativa, el lenguaje juega el papel de reconocimiento al tener unas pretensiones
de veracidad o fiabilidad, lo que le da el talante de intersubjetividad, destacando el no
atascarse en la objetivación.

Agravio y reconocimiento, puliendo la ilustración en la búsqueda de la emancipación

Como decíamos, Habermas deja el lado negativo y regresa al positivo para


restablecer las categorías que permite la emancipación. Empero, Honnet a manera de
crítica, siendo estudiante de Habermas, trae a colación que el mundo de la vida humana
o el núcleo social se diluye en la llegada de la situación ideal del dialogo, puesto que en
realidad el mundo de posguerra y contemporáneo se sigue viendo presto a la
dominación y a la regresión, por medio de intereses personales en los que se aprecia o
se desprecian las cosas y los sujetos.

Para Honnet la acción comunicativa, no es capaz de hallar apoyo en la


cotidianidad de la vida social, para legitimar su normatividad, dejando sobre la mesa el
abismo existente en la acción comunicativa. Retomando la clásica expresión de la
primera ola de la teoría crítica, resitúa para la tercera generación, la articulación del
dominio y el poder. Contrastando desde una mirada de la tradición Hegeliana, desdibuja
los límites de la acción comunicativa –de carácter heideggeriano interactivo- y la
recupera en tanto que el reconocimiento no se da en el a priori de un fin mediado
convencionalmente por la razón, sino precisamente, por la contradicción.

Trayendo a juego la forma de integración social después de la guerra, Honneth


da cuenta, partiendo de Weber, el sentido de la contradicción en el ingreso al sistema de
la eticidad o el mundo civil, donde se concretan ya sean proyectos, actividades,
afirmaciones o la asociación de un estado. Hegelianamente, entre estas concretudes, se
develan unos potenciales emancipatorios, ya sean, artísticos, políticos, morales, entre
otros, y patologías de la razón, que aumentan o disminuyen en mayor o menor medida
en referencia al aprecio o desprecio por el otro, según su función en el sistema que, en
términos Weberianos puede terminar en una racionalización que permee el trasfondo o
la practica precientífica.

En efecto, la relación de los hombres o de los jóvenes en estos espacios con la


formación y el ingreso a la autoconciencia se da en una asociación con otros hombres
que se educan y donde la dialéctica entre el joven y el anciano es la lucha por el
reconocimiento. “El reconocimiento es una necesidad humana básica, en la medida en
que la identidad personal se constituye en el curso de las relaciones sociales“ (Honneth,
2002, p. 23). El poder y el conflicto, según este autor, se reflejan cotidianamente, donde
el otro es aceptado o rechazado, produciendo un agravio moral. El reconocimiento y el
agravio se dan en esta contradicción de no ver con misma humanidad al otro extraño, es
por esto que un mundo racionalizado es fuente de agravio, pues puede encontrarse ya
sea sistemáticamente por las patologías de la razón en espacios tan íntimos como la
vivienda propia, o por parte de instituciones externas que atenten contra la identidad y la
autonomía.

Inicialmente, decíamos que la ilustración se basó en la idea de que todos los


seres humanos son iguales y tienen derecho a la autonomía y la libertad, pero que
terminó en regresió. No obstante vemos que de la mano de la teoría crítica a la sociedad
que realiza Honneth, podemos recuperar la reflexividad con proyectos de emancipación
en los sujetos reprimidos por el poder. Bajo la sombra de su marco conceptual, se
pulimenta el proyecto ilustrado en tanto que podemos vislumbrar puestas en práctica
sobre la idea de un mundo en el que las personas siguen siendo discriminadas y
excluidas. Honnet muestra nuevamente la negatividad en su sentido más cotidiano y los
límites de la razón, en tanto que existe una relación de poder con el otro. Nos deja
comprender, con la teoría del reconocimiento, la existencia de las relaciones de poder y
conflicto, que llevan a la discriminación la exclusión y la injusticia.

Bibliografía
Adorno, M. H. (1998). Dialectica de la Ilustración. Buenos Aires: Trotta.

Habermas, J. (1986). Ciencia y Tecnica como Ideologíá. Madrid: Tecnos.

Honneth, A. (2002). La Lucha por el Reconocimiento. Madrid: Trota.

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