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Fuerzas Armadas y Derechos Humanos: su papel en la función

de seguridad ciudadana
Módulo 3: Los derechos humanos que pueden resultar
comprometidos en la función de seguridad ciudadana
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El derecho a las garantías judiciales y a la protección judicial

El artículo 8 de la Convención Americana dispone lo siguiente:

Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable,
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad
por la ley, en la substanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro
carácter.

Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no
se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en
plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: a. derecho del inculpado de ser asistido
gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del juzgado o
tribunal; b. comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada; c. concesión
al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa; d. derecho
del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y
de comunicarse libre y privadamente con su defensor; e. derecho irrenunciable de ser asistido
por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación interna, si el
inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por
la ley; f. derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener
la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los
hechos; g. derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable, y h.
derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.

La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza.

El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los
mismos hechos.

El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de
la justicia.
El artículo 25 de la Convención Americana dispone lo siguiente:

Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo
ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal
violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.

Los Estados Partes se comprometen:


a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado
decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y
c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en
que se haya estimado procedente el recurso.

La Comisión Interamericana, en el informe ya citado, al examinar los artículos transcritos con antelación,
sostuvo que los Estados partes de la Convención Americana tienen la obligación de cumplir con la protección
del derecho al debido proceso y a un juicio justo durante la función de la seguridad ciudadana (es decir, en la
tarea de prevenir, contrarrestar o neutralizar la violencia criminal).

Como se sabe, dicha protección es real si los agentes de la Policía o los integrantes de las Fuerzas Armadas
detienen a la persona imputada de forma lícita o legal o sin incurrir en una arbitrariedad, de acuerdo con los
criterios expuestos al analizar el derecho a la libertad personal, y la remiten o la ponen a disposición sin demora
o tardanza injustificada ante un agente del Ministerio Público para que éste analice la legalidad de la captura
realizada. De esta manera, se garantiza que la persona imputada pueda defenderse adecuadamente y que
la víctima del delito o de la violencia participe en el procedimiento judicial como sujeto procesal aportando
pruebas o alegando lo que a su derecho convenga, en el marco del debido proceso y con pleno respeto a la
presunción de inocencia de la persona capturada.

En cuanto a la presunción de inocencia, la Comisión Interamericana, en el informe en comentario, argumenta


que puede violarse si la persona detenida permanece en prisión preventiva durante un periodo prolongado
sin la debida justificación o sin un auténtico control judicial, toda vez que esa restricción de la libertad
personal no sería una medida cautelar sino una sanción anticipada por ser ilegal o ilegítima. Respecto de
los delitos de alto impacto, como la tortura, la desaparición forzada o el homicidio calificado con alevosía,
ventaja o traición, etc., la restricción de la libertad personal, para que se corresponda con el artículo 7.3 de la
Convención Americana, debe fundarse en la necesidad de garantizar que la persona capturada no impedirá
el desarrollo de las investigaciones ni eludirá la acción de la justicia.

La Corte Interamericana, al pronunciarse sobre estos requisitos para restringir válidamente la libertad personal,
ha declarado que las características personales de la persona imputada o detenida y la gravedad del delito no
son, en sí mismas, causas o razones suficientes para justificar la prisión preventiva (Caso Bayarri Vs. Argentina,
2008), por lo que un agente del Ministerio Público, ante un Juez de Control, debe acreditar que la persona
capturada podría impedir la investigación de la conducta ilícita o punible que se le atribuye o sustraerse de
la acción de la justicia por tener bienes, dinero o recursos en el extranjero y carecer de residencia o arraigo
en el país.
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Respecto a los estándares exigidos por el artículo 8 de la Convención Americana sobre el debido proceso,
el Estado mexicano, frente a la violencia criminal proveniente de la delincuencia organizada o común,
debe garantizar que toda persona señalada de haber cometido una conducta ilícita o punible, ejerza su
derecho a un juicio justo dentro de un plazo razonable; que sea debidamente notificada de los cargos de
las conductas que se le atribuyen; que pueda defenderse personalmente o con la asistencia de un abogado
de su elección o con un abogado proporcionado por el Estado en caso de insolvencia; que disponga del
tiempo y medios adecuados para la preparación de su defensa, a interrogar a los testigos presentes en el
Tribunal de Juicio Oral y la obtención de la comparecencia de testigos, de expertos y de otras personas que
puedan arrojar luz sobre los hechos; que no sea obligada a declarar en su contra; que el juicio sea público,
a menos que las necesidades de la justicia exijan lo contrario; que tenga el derecho a recurrir la sentencia
ante una instancia superior, y que sea asistida gratuitamente por un intérprete o traductor cuando no
entienda o hable el idioma del tribunal.

Sobre el derecho a la protección judicial, determinado por el artículo 25 de la Convención Americana, los
Estados partes de ésta deben tener una administración de justicia que ofrezca una respuesta adecuada
a las necesidades de las víctimas del delito o de la violencia. La administración de justicia constituye una
garantía para que los agentes del Estado, responsables de las violaciones al derecho al reconocimiento de
la personalidad jurídica, a la vida, a la integridad y libertad personales, etc., sean identificados, declarados
responsables y sancionados en el contexto del derecho al debido proceso que también les asiste.

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Fuentes de consulta

Caso Bayarri Vs. Argentina, (2008), Sentencia del 30 de octubre, Serie C No. 187, párrafo 88.

Nciones Unidas, Artículo 10 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes de Naciones Unidas.

Naciones Unidas, (1990). Principio 21 de los Principios Básicos de Naciones Unidas sobre el Empleo de la Fuerza y
Armas de Fuego por Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley. Octavo Congreso de las Naciones Unidas
sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en La Habana, Cuba, del 27 de agosto al 7 de
septiembre de 1990.

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