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Traducción
Huitzilopochtli

Revisión final
Hera

Diseño
Hades

Pdf y Epub/Mobi
Iris
Huitzilopochtli
1 18
2 19
3 20
4 21
5 22
6 23
7 24
8 25
9 26
10 27
11 28
12 29
13 30
14 EPÍLOGO
15 NOTA DE LA AUTORA
16 ACERCA DE NATASHA L.
BLACK
17
Tras escapar de una relación abusiva, lo único que quería era
centrarme en mi carrera. Lo último que necesitaba era involucrarme con
otro hombre... ¡Y mucho menos con tres!
Justo cuando pensaba que nada podía ser más tentador... o más
prohibido... me encontré con Rory Beckett, el irresistible bombero y
hermano mayor de mi mejor amiga.
El destino me trajo de nuevo a su vida, junto con sus igualmente
cautivadores hermanos, Darren y Jeremy, en una acogedora barbacoa.
Decidida a valerme por mí misma, intenté resistirme a su encanto.
Pero cuando mi vengativo ex convirtió el acoso en su nueva
obsesión, los hermanos Beckett insistieron en mantenerme a salvo en su
hogar compartido.
Cuando me encontré viviendo con los tres, nuestra química se hizo
innegable, y me aseguraron que no necesitaba elegir sólo a uno.
La felicidad y la satisfacción estaban por fin a mi alcance.
Pero cuando un incendio provocado por mi ex puso en peligro mi
vida y mi nuevo amor, puede que nunca tuviera la oportunidad de revelar
mis verdaderos sentimientos. O compartir la noticia del precioso milagro
que hemos creado juntos.
—Ya casi están aquí —anunció mi supervisor de planta—, cuatro
bomberos con una inhalación de humo tan grave que están en una
ambulancia. He llamado al neumólogo1 de guardia y dos terapeutas
respiratorios están de camino para ayudar. Quiero a Marks, Romero,
Cooper y Hayes en traje, cubículos 31-34, ahora.
Al oír mi nombre, me puse manos a la obra. Sabía que trabajar en
Urgencias del Mount Sinai2 sería un trabajo acelerado, pero era lo que
siempre había querido hacer. Ayudar donde más se necesitara y utilizar
mis puntos fuertes -tranquilidad en una crisis, independencia e ingenio-
para hacer el mayor bien posible. Muchas noches, nervios de acero,
pesadillas por algunas de las cosas que había visto, pero estaba donde
debía estar.
Todavía con el equipo puesto y las máscaras de oxígeno en el rostro,
los paramédicos trajeron a los bomberos, y yo ya estaba en el primer
cubículo. Descargaron al primer paciente y me abrieron paso. Corrí la
cortina y empecé a comprobar sus signos vitales, anotándolas en la
tableta. Cuando le iluminé las pupilas con la linterna, vi unos ojos azul
mar que reconocería en cualquier parte.
—Jesucristo ¿Rory? —Dije en un susurro. Parpadeó en señal de
reconocimiento, intentando hablar pero en vez de eso se atragantó y tosió.
—Quédate quieto —ordené, con el corazón latiéndome como nunca
lo hacía en el trabajo.
Históricamente, ante la enfermedad y las lesiones, me mantenía
firme como una roca. Excepto por el hecho de que se trataba de Rory
Beckett, el hermano mayor de mi mejor amiga Kendall. Debí avisar
inmediatamente a mi enfermera jefe para que me reasignara y enviara a

1 Doctor especialista en el sistema respiratorio.


2 Centro médico ubicado en la ciudad de Nueva York.
alguien objetivo. Pero tenía inhalación de humo y cada minuto contaba
en su tratamiento. A Rory no podía pasarle nada, no durante mi guardia.
Sentí un subidón de adrenalina en las venas, la determinación de que
sería yo quien cuidaría de él y arreglaría las cosas.
Cuando me aseguré de que su pulso era estable, elevé la cabecera
de la camilla para que pudiera sentarse.
—Voy a quitarte la camisa y a ponerte estos sensores de electrodos
para poder monitorizar tu ritmo cardíaco. Es más preciso que el del
oxímetro que te pusimos en el dedo. Aunque todavía lo necesito para tu
saturación de oxígeno, así que deja de intentar quitártelo.
Intenté mantener la calma, pero estaba nerviosa. Le abroché las
hebillas de su pesada chaqueta de bombero y me di cuenta de que llevaba
una camisa del Departamento de Bomberos. No podía desabrochársela
para llegar al pecho y él no estaba en condiciones de sentarse para que
le quitaran la chaqueta y le tiraran de la camisa por la cabeza. Saqué las
tijeras del bolsillo y me aclaré la garganta:
—Voy a tener que cortarla.
Empecé por el dobladillo y mantuve firmes las tijeras anguladas
mientras devoraban el algodón azul marino que se abría para revelar su
pecho bronceado y sus cincelados abdominales. Se me secó la boca al ver
su cuerpo. Hacía un par de años que no veía a Rory y, aunque siempre
había pensado que estaba bueno, había subido de nivel.
Quité las lengüetas del adhesivo y coloqué los electrodos
perfectamente en su pecho y costado, conecté los cables terminales y vi
cómo la pantalla cobraba vida con los latidos de su corazón. Me giré para
tirar las lengüetas de papel a la papelera cuando me agarró la muñeca.
Dijo algo apagado y se bajó la máscara de oxígeno:
—Vaya, pero si es Pastelito de Fresa. —Su apuesto rostro estaba
manchado de vetas oscuras por el fuego, pero su sonrisa seguía siendo
de un millón de vatios—. Quién iba a pensar que me traerían aquí para
que me arrancaras la ropa. —Tosió y tuvo arcadas, y le pasé un recipiente
para vómitos y una toalla de papel. Cuando terminó de toser, se limpió
la boca y volvió a sonreírme.
Ese era Rory, siempre el bromista, el que siempre tenía algo que
decir que me haría reír o sonrojarme o ambas cosas.
—Oye, tuviste que pedir que te llevaran a Urgencias y cargarlo al
seguro solamente para conseguir que una mujer te quitara la ropa.
¿Tanto les cuesta a los otros chicos de ahora conseguir una chica?
—Siempre con descaro —sacudió la cabeza con cariño.
—Vuelve a ponerte la mascarilla, Beckett —le advertí—. O haré que
mi supervisora traiga el termómetro rectal.
—¿Está buena?
—Depende de tu tipo. ¿Te gustan las mujeres grandes y enfadadas?
Parece que podría ser la profesora de educación física que hace llorar y
rendirse a los Navy SEALS.
—Eh, no me gusta tan duro, olvídalo —sacudió la cabeza—.
Entonces, ¿voy a vivir?
—Depende de si puedes cuidar tu boca como siempre. No entiendo
cómo has sobrevivido a la edad adulta —dije.
Sus signos vitales eran buenos y, cuando el médico lo examinó, me
hizo un gesto con la cabeza.
—Creo que está bien para irse, pero tendrá que quedarse fuera el
próximo turno. Quiero que se mantenga hidratado y en reposo durante
las próximas veinticuatro horas. Nada de ejercicios, ni escaleras, ni
siquiera un paseo a paso ligero.
—Estoy bien, doctor, usted mismo lo ha dicho. Me lo tomaré con
calma el resto de la noche, pero tengo que salir a mediodía. Si no lo hago,
mi amigo Rob se perderá el bautizo de su sobrina.
—Dígale a Rob que consiga a alguien más para que lo cubra.
Alguien que no haya inhalado tanto humo como para ir con los
paramédicos —aconsejó el médico.
—Pero...
—Rory —dije, con una advertencia en el tono—, si sigues
contestando, puede tenerte toda la noche en observación. ¿Te gustaría
seguir aquí?
—Haga caso a su enfermera, vaya a casa y descanse —le dijo el
médico—. Ha tenido suerte esta noche. No lo de por sentado. —Se fue a
ver a los otros pacientes y me quedé con Rory.
—Jules, vamos —dijo—, sabes que soy duro. Estaré bien.
—No has cambiado nada —dije poniendo los ojos en blanco.
—Seguro que sí, pastelito —dijo, mirándome de arriba abajo.
Llevaba un uniforme morado, holgado y cómodo, pero probablemente
tenía mejor aspecto que la última vez que me vio. Le entregué los papeles
del alta para que los firmara.
—Será mejor que te comportes. Solamente puedes ser un héroe si
no estás en la morgue. Bebe un poco de agua, mira algunos resúmenes
de ESPN y tómate el día libre.
—Me portaré bien. Lo juro. Palabra de Boy Scout3 —dijo,
saludando.
—Nunca fuiste un Boy Scout. Te habrían echado por gastar bromas
a todo el mundo en el campamento —dije.
—Me parece justo —dijo—. Oye, vendrás a casa de mis papás para
la barbacoa, ¿verdad? ¿El Día del Trabajo?
—Kendall ya me invitó. Si no tengo que trabajar ese día, me pasaré
por ahí.
—Deberías hacerlo. Ha pasado demasiado tiempo —dijo.
Terminé el papeleo de Rory y le deseé un buen día después de
repetir las instrucciones del médico. Una vez que confirmé que estaba
bien, mi ritmo cardíaco debería haber vuelto a la normalidad, pero verlo
allí sentado con la camisa abierta me estaba haciendo cosas.
Me excusé rápidamente y volví al trabajo.

3Movimiento juvenil basado en el aprendizaje de valores como la solidaridad, la ayuda


mutua y el respeto. Practican campamento, senderismo, natación, rappel ciclismo y
demás actividades.
—Le gustaría que te reunieras con ellos en su despacho —dijo la
secretaria de mi padre. Asentí y entré.
El despacho con paneles de madera era igual de espacioso e
intimidante que cuando yo era niño, pero lo había redecorado
recientemente para que pareciera un exhibidor de caza en lugar de una
falsa biblioteca verde bosque de la época de 1990, que era como mejor lo
recordaba. Ahora había cuernos en la pared.
Mi padre llevaba una hora reunido con uno de sus clientes de élite,
un hombre que estaba actualizando su cartera. Hablaban de una
recaudación de fondos que iba a hacer el tipo. Tardé un minuto en
ubicarlo: era un senador del estado con el que había coincidido en alguna
ocasión a través de la empresa.
—He recibido algunos correos electrónicos, mi cuenta personal
usted entiende, no a través del servidor de la capital. Amenazas, ese tipo
de cosas. No solamente los intentos de extorsión habituales, sino
amenazas de daño a mi esposa y a mí mismo. Es inquietante, por decir
lo menos. Contraté una empresa de seguridad de inmediato, pero con
este evento de alto perfil que se avecina... fue sugerencia de mi esposa.
Ella recuerda cuando su hijo la sacó del camino cuando ese loco entró
en el picnic de la iglesia el otoño pasado.
El senador se aclaró la garganta:
—Nos sentiríamos más seguros si pudiéramos contratar los
servicios de su hijo para esa noche.
—Ciertamente. Darren, recuerdas al senador Donovan. Ha tenido
algunas molestias por una propuesta de construcción que se va a votar.
¿Te importaría unirte a su familia para la gala del próximo, ¿qué era? ¿El
martes por la noche?
—Con mucho gusto, Senador.
—Te lo agradezco, y estaremos encantados de compensarte. Ruth
ha estado temerosa de las apariciones públicas desde aquel picnic.
—Allí estaré. Que en su oficina nos avisen de la hora y el lugar —le
pedí.
—Desde su época en los Marines, mi chico ha sido un experto en
pasar desapercibido. Es el hombre más observador que he conocido, me
enorgullece decirlo. A Darren no se le escapa nada —dijo mi padre.
Charlaron unos minutos más, pero yo sabía que mi parte había
terminado. Alquilaría un esmoquin, me presentaría en algún acto de
sociedad y me quedaría aburrido como una ostra durante tres o cuatro
horas, para luego cobrar un cheque que la mayoría de la gente estaría
encantada de ver por un mes de trabajo. Cuando terminaron, le di la
mano al senador y lo acompañé a la puerta. De vuelta en el despacho de
mi padre, me dio las gracias.
—Sé que al principio pensaste que era un acuerdo inusual,
contratarte como seguridad para hacer un poco de dinero para clientes
selectos. Pero no sabes lo útil que ha sido. La confidencialidad inherente
al asesoramiento de inversiones se presta a que te cuenten dificultades
personales y, en algunos casos, contar con una persona de seguridad
interna es justo la solución.
—Me alegro de escucharlo —dije, incómodo por el elogio
innecesario. Me excusé para comprobar si las medidas de encriptación
habían terminado de actualizarse en la computadora central. Yo también
me encargaba de la ciberseguridad de la oficina, y aún no tenía suficiente
para mantenerme medianamente ocupado.
Cuando llegué a casa, mi hermano Rory estaba preparando la cena.
—¿Otra vez chili? —le pregunté.
—Es verano.
—Casi estamos en Otoño, hermano. Y es lo único que se me da bien
hacer.
—Google es gratis —dije irónicamente, tomando una cerveza—.
¿Qué tal el día libre?
—Trepando por las paredes, ¿cómo fue el tuyo?
—Aburrido. Lo de siempre.
—¿Por qué no le dices a papá que quieres dejarlo? ¿Prefieres andar
por ahí alfabetizando mierda para mantenerte ocupado?
—Mi puntuación Wordle4 es imbatible —bromeé.
—No se lo digas a Jeremy. Todavía se cree que es el listo.
Me aclaré la garganta y enarqué una ceja:
—Él es el listo. Ninguno de los dos estudió derecho.
Rory se rió.
—Oye, hablando de listos, ¿adivina con quién me encontré anoche?
—¿Con quién?
—Julie. Fue la enfermera que me revisó.
—¿Te refieres a la amiga de Kendall? —Entrecerré los ojos, apenas
recordaba a una chica pelirroja y regordeta que pasaba mucho tiempo
con mi hermana. Me mudé a los dieciocho años para unirme al Ejército
y Kendall solamente estaba en quinto grado en ese momento. Había
pasado mucho tiempo.
—Sí, creció muy bien. La última vez que la vi estaba estudiando,
supongo que enfermería. Sigue siendo una fiera —se rio entre dientes—,
e incluso con la bata me di cuenta de que sus curvas están en los sitios
adecuados. No esperaba que Pastelito de Fresa estuviera tan buena.
—Tendré que creerte. Realmente no la recuerdo.
—Tenemos el mismo gusto en mujeres, así que puedes confiar en
mi juicio. Pelirroja sexy, luchadora, inteligente...
Rory fingió ofenderse por mi comentario y me hizo un gesto para
que me fuera.
—Te lo digo hombre. Es un sueño húmedo andante.
—Vete a cocinar el chili antes de empezar a masturbarte con ella
aquí mismo, en la cocina —resoplé y me tomé la cerveza en la otra
habitación—. Tal vez la veas en los Hamptons y tengas la oportunidad de
acosarla entonces.

4Popular juego en el que tienes que adivinar una palabra usando varios intentos para
averiguar qué letras contiene.
Me quité los zapatos deportivos y moví los dedos alegremente,
dejando las llaves en el plato de la puerta. Me encantaba mi estudio. Era
pequeño, pero todo mío, desde la gruesa alfombra hasta el bonito sofá y
mi colección de pequeñas suculentas en el alféizar de la cocina. Tomé mis
cosas de yoga y empecé a cambiarme cuando sonó mi teléfono. Era
Kendall, así que puse el altavoz.
—Hola, nena, ¿qué tal el trabajo? —preguntó.
—Un momento —dije, quitándome la bata y poniéndome la camisa
de tirantes con el sujetador—. Solamente me metía las tetas en una
camisa de tirantes. Bien, ahora estoy bien. Lista para hacer yoga. He
estado de pie todo el día. ¿Qué haces?
—Preparándome para ir a trabajar. Llevo el vestido rojo y botines
de charol acolchados. ¿Cabello recogido o suelto?
—Sabes que suenas como una puta —me reí.
—No soy una puta. Las putas no ganan ni de lejos tanto dinero
como yo yendo a los clubs a promocionar esta mierda.
—¿Qué mierda es esta noche?
—Vodka de flor de saúco. ¿Conoces a ese tipo del reboot de
Baywatch?
—No. No lo he visto.
—Actor de serie B, buenos abdominales, sin personalidad. De todos
modos, es uno de los inversores de esta marca de vodka y esta noche voy
a desfilar con él por la alfombra del club. Es el lanzamiento de la marca.
He estado haciendo estallar Twitter, y tengo un pequeño ejército de
influencers mostrando cócteles “virales” en TikTok con él. Me decanté por
lo atrevido y lo boho5.

5 Estilo romántico, relajado, cómodo y original.


—¿Cómo pueden ser las dos cosas? —pregunté, perpleja.
—Porque las influencers más vanguardistas se dejan seducir por
su increíble ambiente bohemio y natural. Es como estar en un campo de
flores silvestres bávaras. Con un minotauro sexy.
—¿Qué?
—Oye, no se traduce bien, pero funcionó en el vídeo. Tiene más de
175K likes.
—Tal vez porque estaban tan horrorizados que accidentalmente le
dieron al botón de me gusta —dije.
—Este vodka de mierda con sabor a hierba va a arrasar entre los
creadores de tendencias. Socialités y famosos lo beberán, y etiquetarán
sus publicaciones en un santiamén gracias a mí.
—¿Es algo de lo que estar orgullosa? ¿Presionar con éxito a un mal
actor?
—Paga mi casa en Cabo, nena. Y duermo muy bien. Sin mencionar
que no te importan las muestras de diseño que te paso.
—¿Vendiste tu alma y estás contenta con el trato que hiciste? —Me
reí.
—Absolutamente. Soy fuego en estos botines.
Cuando dijo fuego, sentí una punzada incómoda. No podía decirle
que había visto a su hermano en Urgencias por las normas de la HIPAA6.
Estaba bien y se lo diría si quería que lo supiera, me dije. Ojalá pudiera
hablar de mi trabajo como ella lo hacía a veces del suyo.
—¿Suficiente fuego como para que vuelvas a meter a un guitarrista
en el baño de mujeres? —pregunté.
—Eso fue jodidamente increíble —insistió—, tenía unas manos
talentosas. Podía hacer más con dos dedos que mi ex con sus veinte
centímetros de polla legendaria de la NBA7.
—Y ese debería ser el eslogan de su próximo single. “Mediocre
remezcla de club, pero el guitarrista puede hacer cosas con dos dedos

6 Ley federal que establece requisitos de privacidad de los datos para las
organizaciones que deben salvaguardar la información médica protegida de otras
personas.
7 Liga nacional estadounidense de basquetbol.
que veinte centímetros de polla de NBA no pudieron hacer”. Puedes dejar
atrás la promoción del club y vender discos.
—Te ríes ahora, pero si te metiera esos dedos...
—No gracias —dije, haciendo una mueca.
—¿Demasiado buena para follar en los baños? ¿O es que todavía te
repugnan los hombres?
—Tuve una segunda oportunidad. Terminé la carrera y me saqué
el carné de enfermera. No quiero otro hombre después de lo que pasé.
Puedes divertirte lo suficiente para las dos, ¿de acuerdo?
—Bien. Cuando decidas vivir un poco, avísame. Te encontraré un
baterista o algo de vodka gratis al menos.
—No me traigas una botella de promoción de esa mierda de flor de
saúco, por favor. —Le supliqué.
—Solamente lo haría si te odiara —dijo—. ¡Hablamos luego!
Estaba rebuscando en mi correo cuando solté:
—¡Mierda!
—¿Qué? —preguntó ella, aún en la línea.
—Es un sobre del Servicio de Víctimas. Una notificación... —Lo
revisé—. Eric va a salir en libertad condicional.
—Mierda. ¿Estás bien?
—Supongo que sí, siempre que siga las normas y se mantenga
alejado de mí —dije con desgana, con el estómago revuelto. Tenía ganas
de salir corriendo y vomitar, cerrar tres puertas tras de mí o esconderme
en el armario. El mero hecho de leer su nombre hizo que un nudo de
terror se materializara y se retorciera en mis entrañas.
Sentí cómo el miedo hueco y desesperado volvía a invadirme
después de haber pasado tantas horas en terapia de grupo y haciendo
yoga para superarlo. El terror es un sentimiento frío y enfermizo, y ya
amenazaba con pasar su dedo por mi garganta.
—Sabes que puedes venir a vivir conmigo. Tengo un montón de
espacio. Es un edificio seguro. Sin llaves y sin identificación aprobada
con el portero es igual a no entrada. Puedes usar la gran ducha de vapor
—me insinuó.
Sacudí la cabeza.
—Eres muy dulce, y te quiero por ofrecerte, pero realmente quiero
hacer esto por mi cuenta. No quiero esconderme detrás de nadie. Salí
sola. Lo metí en la cárcel sola. Volví a la escuela y conseguí mi propio
lugar, y estoy orgullosa de eso. Siento que huir de mi apartamento y
tratar de esconderme de él es como... es como si yo fuera la que hizo algo
malo. Como si yo fuera la de la vergüenza.
Suspiré.
—Realmente no lo entiendo, pero lo respetaré. En cualquier
momento, si cambias de opinión nena, sabes que cuentas conmigo.
—Gracias —dije, en serio.
—A riesgo de ser una repetición de esas sesiones de terapia a las
que solías ir, solamente quiero saber... ¿Te das cuenta de que dejar que
la gente que te quiere te ayude no es lo mismo que ser débil o esconderte,
verdad? Aceptar ayuda no es una salida de cobardes.
—Lo sé, Kendall. Y sé que tengo que trabajar para ser capaz de
hacer eso, de pedir, tender la mano y esas cosas. Incluso el terapeuta dijo
que era demasiado independiente. Que era un poco arrogante pensar que
podía hacerlo todo yo sola. Pero siento que tengo que demostrarme a mí
misma que él no me destruyó. Que Eric —hice una pausa y respiré hondo
después de obligarme a decir su nombre en voz alta—, no es mi dueño ni
controla mis actos como antes.
—De acuerdo. Lo dejaré pasar por ahora. Siempre y cuando me
prometas que en cuanto este hijo de puta te moleste, me lo dirás y te
llevaremos a un lugar seguro.
—Ok, bien, si el hijo de puta llama a mi puerta, te llamaré y luego
al 911.
—No, primero llamas al 911, luego lo electrocutas y le das una
paliza con un bate.
—¿Tengo que anotar esto en una lista?
—No, necesitas usar la pistola eléctrica. La tienes, ¿verdad?
—Claro que sí —dije. De verdad. Porque la tenía, todavía en la caja,
en un cajón. Soy una enfermera que cura, no alguien que llena a la gente
de dolorosa electricidad o que hace daño. Me parecía mal llevarlo o
incluso sostenerlo.
—Practica con ella. Tienes que acostumbrarte a su peso y aprender
a equilibrarla con una mano y empujar hacia delante. Lee el instructivo
para saber cuáles son los lugares más sensibles. Obviamente, la axila o
debajo de la barbilla son buenas porque son muy sensibles, pero la parte
posterior del brazo también es buena. El culo, sorprendentemente, no es
tan eficaz —explica.
—Eres aterradora —resoplé—. Solamente me pregunto cuántas
veces me has visto agacharme y has pensado: ¿debería darle por el culo?
—No, nunca he querido electrocutarte. Te lo juro. Rory, por otro
lado, es un niño que nunca crecerá. Lo juro por Dios, la última vez que
fui a almorzar a casa de mis padres, echó un chorro de nata montada en
mi bolso. Mi bolso Coach Pillow Tabby, que me doy cuenta de que es del
año pasado, pero me sigue encantando para la primavera. —Resopló, y
pude imaginar su indignación cuando el bobalicón de su hermano echó
un chorro de aerosol lácteo en su hinchada y diminuta bolsa rosa.
—¿Te estás riendo? —acusó.
—No. Por supuesto que no. Dile que te debe un bolso nuevo.
—Es bombero, nena. Es ambicioso y quiere ser jefe algún día, pero
de ninguna manera puede reemplazar un bolso de quinientos dólares por
capricho a menos que Jeremy eche una mano.
—Es mucho para un bolso —dije con cuidado. Me horrorizaba lo
caro que era, pero también sabía que trabajaba duro y se esforzaba por
ganarse el sueldo. No quería avergonzarla porque le gustaran las cosas
lujosas. Quería a Kendall y tenía el mejor corazón. Quería ir con cuidado.
—Lo es. Sobre todo si la compras en lugar de que te lo regalen por
tu excelente trabajo después de promocionar tanto la apertura del club
que hasta la sala VIP está reservada todas las noches para los próximos
cuatro meses —dice.
Admito que me sentí un poco aliviada de que no hubiera pagado
eso por una bolsa del tamaño de mi mano. También sentí un pellizco de
envidia porque las enfermeras de urgencias nunca recibían tonterías
gratis por hacer un buen trabajo, pero no podía imaginarme a la
enfermera jefe repartiendo lentes de sol de diseñador o grandes botellas
de Patrón8. No me sobraba espacio en mi pequeño estudio para más
bienes materiales. Para empezar, no tenía muchas pertenencias, y me
parecía bien. De todas formas, era una idea ridícula imaginarme que
podía conseguir algún par de botines Gucci por hacer un turno doble en
Urgencias. Tal vez podríamos conseguir una bufanda extra o algo así si
no pudiéramos comer porque la planta estuviera abarrotada de
pacientes. Puse los ojos en blanco. Ya estaba orgullosa del trabajo que
hacía y tenía suficiente para vivir. No necesitaba una carrera lucrativa y
de alto nivel como la de mi mejor amiga. Y nunca sería tan egoísta como
para permitirme unos celos mezquinos hacia mi persona favorita en el
mundo.
—Espero que consigas un bolso aún mejor esta noche. Espero que
te la pases bomba. —Le dije.
—¿Bomba? Eso fue hace unos siete años. Tienes que salir más,
aprender cómo hablan los jóvenes de hoy en día —se burló.
—Déjalos boquiabiertos esta noche —le dije—. Estás fabulosa.
Envíame una foto de estos botines.
—Los botines están, como se suele decir, de escándalo —se rio y
colgó. Pronto mi pantalla se llenó con un collage de fotos de los botines
acolchados de color rojo brillante desde tres ángulos diferentes. Eran
bonitos y caros, y lo único que podía pensar era que de ninguna manera
podría caminar con ellos durante diez minutos enteros.
Y por eso eres enfermera y calzas Skechers9, me dije mientras
colgaba el teléfono, metía la carta y su sobre debajo de unos anuncios de
reparto de comida en el mostrador y me obligaba a hacer yoga. Todo lo
que pude hacer fueron unos cuantos estiramientos, un poco de perro
mirando hacia abajo, y luego cerré mi sesión doblándome en la postura
del niño como si pudiera hacerme más pequeña y esconderme, como si
hacerme la muerta pudiera ayudar en esta etapa. Tras una ducha rápida,

8 Marca de tequila.
9 Marca de zapatos deportivos.
me metí pronto en la cama e intenté dormir. Sin embargo, durante horas
permanecí despierta, con los ojos ardiendo de cansancio y demasiado
asustada para relajarme y dejarme descansar. Tal vez podría ir a trabajar
temprano y echarme una siesta en la sala de descanso de los residentes,
pensé mientras me levantaba por fin y ordenaba el contenido de los
cajones de mi cómoda.
A pesar de que mi terapeuta me había dicho que tener una bolsa
de mano junto a la puerta con dinero, ropa y un botiquín de primeros
auxilios era una forma de aliviar mi ansiedad, preparé una bolsa de viaje.
No tardé mucho. En parte, porque guardaba una bolsa con cremallera en
el cajón de la ropa interior con dinero, tampones, ibuprofeno, pomada
antibiótica y tiras esterilizadas, un juego de tijeras de repuesto y gasas.
Y me metí los leggings, las camisetas holgadas y una sudadera gris lisa
con capucha. Nada distintivo, nada que me identificara. Añadí la bonita
gabardina de J Crew10 que había comprado en Goodwill, un par de
pantalones oscuros y una camisa más bonita con cuello de pico. A veces,
para pasar desapercibida, tengo que vestirme mejor, como una mujer de
negocios o de compras. En una tienda de segunda mano compré unos
flats con clase y también las metí en la maleta. ¿Estaba metiendo en la
maleta un disfraz? Sí, y eso me asustó un poco.
No había forma de controlar la situación, así que preparé una
maleta que me permitiera estar preparada para cualquier contingencia.
Incluía un juego de matrículas de otro estado que podía poner en mi auto
y una caja de tinte de cabello castaño liso para cubrir mi molesto y
notable rojo oscuro natural. Llevaba un carné de identidad falso, una
pequeña pila de tarjetas Visa de prepago, un par de teléfonos de prepago,
un gran reflector de mano y un spray de pimienta que había pedido a
México y que estaba bastante segura de que era ilegal en treinta estados.
Si Kendall supiera algo de esto, diría que soy una rara preparadora
de supervivencia que ve demasiados canales de autodefensa en YouTube.
Podría tener razón. O podría ser solamente lo necesario, o incluso podría

10 Tienda estadounidense de ropa.


no ser suficiente. Se pondría como loca si le dijera que eso es lo que hago
a las tres de la mañana y que estoy repasando mentalmente las vías de
escape.
Me imaginé bajando por la escalera de incendios y dirigiéndome
hacia la parte trasera del edificio, donde podría dar la vuelta hasta mi
auto en el estacionamiento lateral. Saldría por la puerta de emergencia,
pero tomaría el extintor de la pared al salir y lo rociaría como distracción
si fuera necesario. A lo mejor activaba la alarma de incendios y luego
corría escaleras arriba en vez de abajo y tomaba la escalera de incendios
de la quinta planta, para meterme por la parte de atrás del local tailandés
de enfrente que siempre estaba abierto. Me escondía en el armario de la
limpieza con mi bolsa durante un par de horas y luego salía a hurtadillas
para ver si vigilaban mi auto. Si era así, tomaba un autobús, cambiaba
de autobús varias veces, alquilaba un auto, cambiaba la matrícula y
conducía hacia el sur. Al final dejaba el auto, tomaba otro de otra agencia
de alquiler, pero en algún momento de mi recitación de planes de
contingencia, me quedaba dormida en el suelo, con la cabeza apoyada en
mi bolsa de viaje.
Otro día de trabajo, otra victoria para mi cliente. No es presumir si
realmente eres el mejor. Al menos eso les dije a Darren y Rory para que
dejaran de echarme la bronca por tener que alquilar más espacio para
acomodar a los tres hermanos Beckett, y a mi ego. Nuestra casa era lo
bastante grande como para que cada uno tuviéramos nuestro propio piso,
así que no tenían motivos para quejarse. Me paré en medio del tráfico,
vagamente molesto por el retraso al que ya debería estar acostumbrado.
Podía permitirme un chofer, pero me gustaba el control, estar al mando.
Dentro de uno o dos años quizá me lo plantearía. Al fin y al cabo, el
tiempo era oro. Podría estar acumulando horas de trabajo en la parte de
atrás de un Town Car11 en lugar de estar mirando el parachoques de un
Nissan asqueroso en este atasco.
Cuando sonó mi teléfono, me alegré de la distracción de mi
hermanita.
—Hola, Kendall. ¿Qué tal? —pregunté—. ¿Tu cliente ha destrozado
el club que iban a abrir? ¿Necesitas que arregle la fianza?
—Eso ocurrió una vez y yo estaba empezando. Además, a mí,
personalmente, nunca me han detenido.
—¿Y la vez que llevabas alcohol abierto en el auto y conducías con
permiso después de las nueve de la noche?
—¡Como adulta! —Corrigió—. Nunca me arrestaron como adulta. Y
ni siquiera tuve que ir a una celda de detención.
—¿Porque quién vino y te salvó?
—Tú lo hiciste. Sí, vomité en tu auto hace nueve años. Pero aquí
estamos años después y aún te regodeas de haberme ayudado. Bueno,
tal vez te lo merecías.

11 Auto de lujo de la marca Lincoln.


—Dios, ese auto apestaba hasta el día en que me deshice de él. Lo
limpié profesionalmente, dejé las ventanillas abajo, rocié vinagre en la
alfombra. Lo que sea que estuvieras bebiendo esa noche realmente fue
una cosa fuerte. Pero ni siquiera te delaté con papá.
—Gran trabajo. Gracias por la solidaridad. No llamé para un viaje
por el camino de los recuerdos. ¿Recuerdas al ex de Julie?
—Nunca lo conocí, pero sé que dijiste que era problemático.
—Creo que mis palabras exactas fueron: “asqueroso pedazo de
mierda”.
—Como dije, problemático. Un verdadero imbécil.
—Ese sería Eric, pronto ex recluso del sistema correccional estatal.
Pasó por un infierno para demostrar que era culpable de agresión
doméstica e intento de asesinato, y así como así, un puñado de años más
tarde y su asqueroso culo está en libertad condicional.
—Debe de haber obtenido una reducción de su condena por buen
comportamiento o bien se ha beneficiado de la masificación de los centros
de detención y las cárceles de todo el Estado.
—¿Qué podemos hacer? ¿Puedes hacer algo, Jeremy? Lo han
declarado culpable de violencia doméstica contra mi mejor amiga y le van
a dar la libertad anticipada.
—Lo sé, y lo siento. Nuestras manos están atadas a menos que viole
los términos de su libertad condicional. Si se pone en contacto con Julie
o si le pone los ojos encima, házmelo saber, o dale el número de mi
oficina. En cuanto se pase de la raya, lo volveré a encerrar.
Me sorprendió lo vehemente que sonaba, ya que una especie de
sentimiento de protección se encendió en mí. Todo era porque haría
cualquier cosa por mi hermana, y tenía debilidad por Julie. Sobre todo,
no me gustaba la puesta en libertad anticipada de criminales violentos
más que a cualquier otra persona con un poco de sentido común. La tasa
de reincidencia de los maltratadores domésticos era absurdamente alta.
—Gracias. Ojalá hubiera alguna forma de evitar que lo suelten, pero
supongo que al menos tenemos un plan —dijo Kendall.
—Creo que es genial que cuides de tu amiga. Me alegro de que me
hayas llamado. Haré todo lo que pueda para ayudar.
—Te quiero —dijo y colgó.
Me senté en medio del tráfico e hice una nota de voz sobre la pronta
liberación del ex novio y di un breve resumen de la llamada. Pensé que
así tendría una fecha de inicio del caso en caso de que llegara a serlo. Un
sello de fecha y hora era algo bueno para tener en la cadena de pruebas,
y el primer aviso de preocupación era valioso. Envié un correo electrónico
a mi asistente pidiéndole información básica sobre los procedimientos
judiciales, respuestas sobre cómo llegar a un veredicto o a un acuerdo de
culpabilidad, y una copia de todo lo que el Estado había presentado en
la presentación de pruebas. Le echaría un vistazo. Estar preparado por
si tenía que actuar en caso de violación de la libertad condicional en
nombre de la víctima no me parecía suficiente. No me gustaba la
sensación de esta situación. El hecho de que Kendall me llamara para
pedirme consejo en lugar de improvisar ya era una señal de alarma.
Cuando llegué a casa, Rory y Darren estaban en la cocina. Darren
me dio una cerveza mientras Rory revolvía lo que sea que hubiera en la
olla de la cocina.
—¿Qué están tramando? ¿Empezar su propio programa de cocina?
—bromeé.
—No, estamos hablando de la barbacoa en casa nuestros padres
para el Día del Trabajo. Puede que venga la amiga caliente de Kendall.
—¿Y quién sería...? —pregunté.
—Julie —dijo Rory.
—Bien, bueno, yo también recibí una llamada de Kendall. Está
preocupada por Julie porque su ex va a salir en libertad condicional —
dije, tomando un trago y dejándome caer en una silla.
—¿Ella te llamó? —preguntó Darren.
—Soy abogado, ¿recuerdas? —Puse los ojos en blanco.
—Cierto. Lo siento, sigo olvidando que no eres solamente mi
hermano pequeño —resopló.
—¿Tan preocupada está? —interrumpió Rory la charla.
—Supongo que sí. Para que condenen a alguien por violencia
doméstica, y mucho menos para que le impongan una pena de cárcel en
lugar de un tratamiento de la ira y una suspensión de la condena, hacen
falta muchas pruebas. Debe haber sido grave —les dije—. Como múltiples
hospitalizaciones o lesiones graves.
—Mierda —dijo Darren, y se crujió los nudillos. Lo miré,
preguntándome si ahora actuaba como Hulk cuando se enfadaba. Los
marines y su trabajo en la seguridad privada de alto standing no lo
habían hecho precisamente más tranquilo.
—Le dije a Kendall que miraría las transcripciones del caso original,
y haré lo que pueda. Pero a menos que este imbécil viole los términos de
su libertad condicional, no puedo hacer nada.
—Eso no significa que no podamos —dijo Darren.
—Si vuelves a crujirte los nudillos o a utilizar la frase “causarle un
mundo de dolor”, juro por Dios que no te pagaré ni la fianza —resoplé.
—Darren tiene razón —dijo Rory—. Sé que está al tanto de la parte
legal de las cosas. Pero ella ha sido la mejor amiga de Kendall desde que
eran niñas. Es prácticamente de la familia.
—Yo también quiero ayudarla, pero tengo las manos atadas a
menos que se salga de la ley.
—¿Cuánto hace que no la vemos? —preguntó Darren—. ¿Unos
cinco años?
—Antes de hoy, sí —dijo Rory con una sonrisa de satisfacción—.
Ha crecido. —Rory hizo la mímica de una figura de reloj de arena con
ambas manos.
Me preguntaba exactamente lo sexy que podía ser esta mujer, dado
que mi hermano menor no se dejaba impresionar fácilmente. Era
encantador como el infierno y no tenía problemas para atraer a las
mujeres. Si él nos la estaba presentando, Julie debía ser extraordinaria.
Por una vez, me encontré esperando con ansias esta barbacoa familiar.
—Vamos a cuidar de ella en lo referente al ex —dije—, tienes razón.
Solamente que preferiría no perder mi licencia para ejercer la abogacía
en el estado de Nueva York gracias a que ustedes dos metieron media
polla donde no debían.
—Fui marine —protestó Darren—, no actuamos impulsivamente,
sobre todo cuando puede salir herido algún civil.
—Bueno, iba a decir que no hablaras del tamaño de la polla de
nadie, pero entonces Darren dio una mejor contestación. —Rory volvió a
la estufa con una risita.
Crecí sabiendo lo afortunado que era. Padres cariñosos, dos
hermanos con los que meterme en problemas y una hermana pequeña a
la que molestar, comida abundante y todas las ventajas que el dinero
podía comprar. Mi padre ya tenía mucho éxito cuando yo llegué, y
algunos de mis primeros recuerdos fueron en este lugar de los Hamptons.
De todas formas, no crecimos exactamente en un barrio obrero, pero
mientras muchos de nuestros compañeros de clase se iban al Caribe de
vacaciones, nosotros íbamos a los Hamptons. Mamá heredó la casa de
un tío abuelo y la remodeló.
En cada receso escolar corríamos descalzos por la playa, aunque
solamente nos recibiera el viento frío y la brisa helada del mar. Nos
encantaba estar allí, y volver el Día de los Caídos12, el 4 de julio13 y el Día
del Trabajo era una tradición. Muchos de nuestros vecinos de la playa
venían a la barbacoa para celebrar el fin del verano y siempre incluíamos
a la familia extendida. Mis padres empezaron a utilizar esa frase cuando
éramos adolescentes, sentando las bases para recibir a nuestras futuras
prometidas y esposas.
Ninguno de nosotros había llevado a una chica a la barbacoa,
excepto Jeremy cuando estaba en la facultad de Derecho. También fue el
año en que intentó dejarse barba, así que ninguno de nosotros se lo
permitiría. Su novia de la facultad de Derecho se había referido al lugar
como “pintoresco” y “rústico” y se había sorprendido de que yo me
estuviera formando para ser bombero y nuestro otro hermano estuviera
en el ejército.
—A menos que sigas la carrera de oficial, y me refiero a almirante

12 Día festivo en Estados Unidos, donde se conmemora y honra a los soldados caídos
en alguna de las guerras.
13 Independencia de Estados Unidos.
o algo así, el ejército es tan... —se había interrumpido, pero pensé que se
refería a la clase obrera o campesina o algo por el estilo. No duró ni un
fin de semana antes de que rompieran y Darren tuviera que llevarla a la
estación de tren.
A veces pasa, la gente confunde nuestros valores, nuestra ética del
trabajo porque crecimos con dinero. Mis padres eran muy trabajadores y
nos educaron para que lo fuéramos, y para que no menospreciáramos a
nadie. Formarnos para un trabajo manual, como hice yo, o servir a
nuestro país, como Darren, eran motivos de orgullo para todos nosotros.
La única forma en que nuestros padres se avergonzarían de cualquiera
de nosotros sería si eligiéramos ser ignorantes o crueles. Esos eran los
únicos pecados imperdonables cuando yo era niño.
Sabíamos que éramos afortunados y nos encantaba reunir a todo
el mundo en la casa de la playa durante las vacaciones de verano. La
barbacoa de fin de temporada era un acontecimiento importante, y a mi
padre le gustaba que hubiera mucha gente. Aunque la mayor parte de la
comida se servía en el restaurante, papá se encargaba de la barbacoa y
mamá preparaba el postre de frutas en capas que siempre hacía: un
cuenco alto de cristal con bayas y nata montada que mezclaba con azúcar
glas y una botella entera de vino.
Fue maravilloso volver aquí, dejar que la brisa salada me azotara el
rostro y salir de la terraza a la arena descalza. Me detuve a hablar con
personas que veíamos todos los años y que tenían casas en esta zona, y
con otros viejos amigos que habían venido desde Manhattan. Estaba
charlando con Max, uno de los amigos de golf más antiguos de mi padre,
cuando vi un destello verde que me llamó la atención. En un paisaje
nublado de playa pálida y agua gris, destacaba la chispa de verde
esmeralda. Allí estaba ella. Un vestido verde corto, la falda ondeando
contra sus muslos mientras se ajustaba la gran bolsa de lona al hombro.
Había sido lo bastante lista como para llevar sandalias, no tacones.
Cuando se acercó, vi que sus sandalias planas eran doradas, con un
cordón dorado que le rodeaba el tobillo y le llegaba hasta la mitad de la
pantorrilla. Me ahogué al ver aquellos zapatos. Tenía algo tan
increíblemente sexy de pies a cabeza que no podía apartar los ojos de
ella.
La otra noche me dijo en el hospital que yo no había cambiado
nada. Pero Julie estaba muy lejos de ser la chica tímida y melindrosa que
solía salir con Kendall, se sonrojaba y tartamudeaba si la saludaba. La
dulce niña con el horrible traje de baño verde floreado de una pieza
mientras todas las demás llevaban bikini el verano en que yo era
socorrista. Sentí que el corazón me golpeaba la caja torácica cuando se
acercó. Me alejé de la gente con la que estaba hablando y me moví en su
dirección, queriendo saludarla y ser el primero en darle la bienvenida a
la barbacoa.
Mi hermana pequeña, a la que quizá perdone algún día, pero este
no es el día, se abalanzó sobre mí y abrazó primero a Julie. Las miré
juntas, la pura felicidad y amistad en ese abrazo. Sin embargo, en lugar
de un momento reconfortante, para mí fue un poco más complicado que
eso. Cuando Julie levantó los brazos para abrazar el cuello de Kendall, el
dobladillo de su vestido de verano se subió por su muslo dejándome ver
una línea de bronceado. Una marca privada donde sus piernas daban
paso a la piel más pálida que mantenía cubierta por su ropa la mayor
parte del tiempo. Un trozo de piel que nadie debía ver. Fue todo lo que
pude hacer para no empalmarme allí mismo. Intenté respirar hondo,
mirar al cielo y contar pájaros o cosas así para distraerme.
No ayudaba el hecho de que pudiera oler su perfume, un aroma
que me recordaba a flores pero con un toque picante. No usaba esa loción
que huele a glaseado de tarta, menos mal. Una vez que Kendall la soltó,
me incliné para darle un rápido abrazo con solamente un brazo para
darle la bienvenida. No quería acercarla a mí para darle un abrazo de oso
porque podría sentir la prueba de mi excitación. No quería que se sintiera
incómoda. Así que supongo que fue bueno que mi hermana hablara a mil
por hora.
Le quité la bolsa a Julie y la llevé dentro. Cuando la dejé en la
habitación de Kendall, sin saber a ciencia cierta en qué habitación de
invitados estaría, salieron rodando una bolsa de Cheetos medio vacía, un
cable de cargador de teléfono enredado y un par de tampones. Los recogí
todos y los volví a meter en la bolsa. Cuando intenté meterlos en la parte
superior de la bolsa abierta a reventar, vi que llevaba una pistola
eléctrica. Tragué saliva, no me gustaba que se sintiera tan insegura, ya
que su ex iba a salir de la cárcel en cualquier momento. Fue aleccionador
y se llevó parte de mi despreocupada ilusión por el fin de semana.
Cuando volví a la playa, vi que Julie estaba sentada en el bajo muro
de piedra frente al mar. Me senté a su lado.
—Me alegro de que hayas podido venir.
—Gracias, Rory. Es bueno estar de vuelta aquí. Durante mucho
tiempo me concentré en estudiar enfermería lo más rápido posible. Ni
siquiera me permitía tomarme largos fines de semana libres de deberes y
estudio. Además, trabajaba como auxiliar de enfermería y a la novata
siempre le tocan turnos de fin de semana y festivos. Casi había olvidado
lo bonito que es esto.
—Cada vez que estoy aquí me doy una patada por no venir más a
menudo. Es un sitio estupendo para desconectar, ¿sabes? Hay un bar de
mala muerte al que se puede ir andando; la mayoría son lugareños y
suelen tener un grupo en directo los fines de semana.
Julie sonrió. Tenía una sonrisa de muerte, un hoyuelo en una
mejilla. Me sentía cálido y ligero cuando sonreía así, como si el viento frío
del mar hubiera desaparecido y nos bañara un sol radiante. Intentaba
pensar en algo que decir y me preguntaba por qué aquella mujer me
había trabado la lengua cuando mi hermana se acercó a nosotros.
—Gracias por hacerle compañía, Ror —dijo—. Vamos, Jules. Te
mostraré tu habitación. Te vas a congelar solamente con ese vestido.
Vamos a buscarte un suéter o algo.
Se fueron juntas a la casa y suspiré. Iba a ser un fin de semana
largo si ella se quedaba en casa. Empecé a hacer una lista mental de
cosas que podía hacer: intentar decir el abecedario al revés o recordar
todas las palabras de Free Bird14 o recitar la tabla periódica de los

14 Canción de la banda de rock estadounidense Lynyrd Skynyrd.


elementos; trucos para no excitarme demasiado cuando ella estuviera
cerca.
Después de patear traseros en el voleibol de playa, y molestar a mis
hermanos por decir que hacía “demasiado frío” para quitarse las camisas
para el juego, entré a ducharme y cambiarme para la cena. Cuando volví
en pantalones y camisa, con el cabello mojado hacia atrás, apilé leña en
la hoguera y la encendí. Luego tomé una cerveza y me senté. Desde mi
posición, podía ver a la mayoría de los asistentes a la fiesta hablando en
grupos de cinco o seis, bebiendo cerveza o vino, riendo más de lo
necesario. Siempre era así, el último fin de semana del verano. Una
especie de energía frenética se apoderaba de todos para sacar toda la
alegría y libertad posibles de los últimos días de la estación. Aquí ya
refrescaba por la noche, el sol castigaba menos durante el día.
Conocía a más de la mitad de la gente de aquí, pero era más un
observador por naturaleza. Eso me hacía bueno en seguridad pero una
mierda en una fiesta. Me sorprendí cuando una mujer me llamó la
atención. Vestido verde, piernas desnudas, abrazada a un suéter holgado
de punto que obviamente le habían prestado mientras decía algo que hizo
reír a todos los de su grupo. Mi hermana soltó una carcajada, apoyó la
cabeza en el hombro de la mujer y le apretó el brazo cariñosamente. Ésta
debe de ser la mejor amiga, pensé. Rory dijo que estaba buena, pero
¡maldita sea! Quería acercarme a ella a grandes zancadas, quitarle el
suéter que ocultaba su figura a mis ojos, arrimarla a la pared de piedra
y decirle que la mantendría caliente toda la noche. La atracción que sentí
hacia ella me sorprendió. Para empezar, yo no era de los que se
encaprichan enseguida. Me gustaba conocer a alguien primero.
Durante la hora siguiente me quedé observándola. Se movía entre
los grupos de gente lentamente, siendo tan cálida y amable que incluso
cuando alguien, obviamente, acababa de presentarse y estrecharse la
mano, congeniaban. Vi tres veces que alguien la seguía cuando se
separaba del grupo y le tendía el teléfono para pedirle el número. No
solamente chicos que querían ligar con ella. Mujeres que querían ser
amigas. Encandilaba a todo el mundo de una forma tierna y sana, con
las mangas demasiado largas del suéter cubriéndole las manos la mayor
parte del tiempo.
Para cuando empezaron a repartirse las hamburguesas, los
hotdogs y las almejas, mis hermanos me encontraron y tomaron asiento.
Comimos como reyes, como siempre hacíamos el fin de semana del Día
del Trabajo, deleitándonos con toda la buena comida veraniega: el olor de
la parrilla de carbón y el fuego de leña en el aire y la dulce sandía que se
agolpaba en nuestros platos para ocupar espacio con la carne.
Brindamos con nuestras botellas de cerveza por otro gran año.
Pronto, Jeremy siguió mi línea de visión.
—Ella creció para ser algo más —dijo con un silbido bajo.
—Sí, se queda en casa el fin de semana —añadió Rory.
Gemí en voz alta. Rory se rió.
—Me pido la primera ducha fría.
—El lado bueno, hermanos —dijo Jeremy con ironía—. Se acabaron
las discusiones cuando alguien se gastó toda el agua caliente antes de
ducharse. No necesitamos nada de agua caliente este fin de semana.
Chocamos nuestras botellas de cerveza en señal de acuerdo tácito.
Luego nos miramos y nos reímos.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Kendall mientras Julie y ella
se acercaban.
—La gente estirada de esta fiesta —dije rápidamente—. Jeremy
pasa suficiente tiempo con la alta sociedad que su versión de lo que
probablemente están hablando es hilarante.
—Ah, gracias, hermano —dijo Jeremy poniendo los ojos en blanco—
. Me alegro de ser tan pretencioso como para entretenerte.
—Siempre lo han sido —dijo Rory, ayudándonos a cubrirnos.
—Bueno, danos una muestra —dijo Kendall.
Jeremy se aclaró la garganta, deslizó sus ojos hacia mí por un
segundo lo que supe que significaba, gracias por ponerme en un aprieto.
—¿Ese grupo de ahí? —indicó a varias mujeres y un hombre, todos
amigos de los Hamptons que venían la mayoría de los años—. ¿Ves a la
rubia? Es la señora Pillover. Les está enseñando su nuevo reloj Apple.
Todos están celosos porque ella tenía la oferta ganadora en Sotheby's.
Consiguió la única correa de cuero verificada de la mochila de Thomas
Jefferson15. La ha convertido en una correa de reloj inteligente especial,
históricamente significativa.
Se rieron y yo también solté una risita.
—¿Su mochila? —Alcé las cejas.
—Sí, tenía una mochila. Probablemente las inventó. La llevaba por
todo Monticello16, la usaba para transportar su equipo portátil de
agrimensura17.
—Ése era George Washington18 —dijo Julie.
—No, Jefferson construyó Monticello.
—Sí, pero no era agrimensor. Ése era Washington. Después de la
muerte de su padre, consiguió trabajo en el valle de Shenandoah para
inspeccionarlo cuando tenía catorce años o algo así. Jefferson era un
hombre de letras, incursionó en la arquitectura. No un tipo de
matemáticas y mediciones. ¿Has visto su fallido calendario en
Monticello? Tuvieron que hacer un agujero en el suelo porque midió mal.
Nos quedamos boquiabiertos ante sus conocimientos informales y
su amabilidad a la hora de corregir a Jeremy. Todos hablábamos
tonterías, pero ella se tomaba en serio la historia de nuestro país, sin
presumir ni hacer sentir mal a nadie. Estaba muy impresionado. Al cabo
de un segundo, todos miramos a Jeremy y empezamos a reírnos a
carcajadas. Él se encogió de hombros:
—¿Qué, se supone que tengo que saber que tenemos a un erudito
entre nosotros? Estoy acostumbrado a engañar a mis hermanos que no
saben más.

15 Presidente #3 de Estados Unidos.


16 Residencia de Thomas Jefferson.
17 Nombre que se le asignaba antiguamente a la rama de la Topografía especialista en

delimitación de superficies.
18 Presiente #1 de Estados Unidos.
Eso nos hizo reír más. Julie prácticamente se dobló de risa y tuvo
que sacar una mano para sostenerse mientras las lágrimas de la risa
corrían por su rostro. Me gustaba verla reír. Me liberaba, y cuando su
mano se posó en mi hombro y se estiró para apoyarse, eso me gustó aún
más. Puede que esta noche tenga que reservar un hueco en la ducha fría.
—Es tarde y estoy a punto de orinarme en los pantalones. Deja de
hacerme reír. —Solté una risita con lágrimas en los ojos—. Me voy a la
cama.
—Parece que es mejor que vayas a orinar primero —dijo Kendall.
—¡Estoy hablando en serio! ¡Tengo que dormir un poco!
Le di un medio abrazo a mi mejor amiga y me fui dando zancadas
hacia la casa. Me erguí y estiré la espalda, respiré despacio para superar
el ataque de risa. Aquellos chicos estaban histéricos con las
conversaciones que se inventaban para los ricos de la fiesta. Kendall y yo
habíamos actuado un intercambio ridículo entre dos mujeres muy ricas
que discutían sobre qué cirujano plástico era mejor. Hacía mucho tiempo
que no me reía tanto, quizá desde que era niña. Me sentí tan bien al
soltarme así. El único problema era que todo el mundo abajo en el patio
no tenía una preocupación en el mundo. Tenía un ex peligroso a punto
de salir libre, y caminaría directo hacia mí si supiera algo de él.
Me sacudí la idea e intenté recomponerme. No era el momento de
entrar en una espiral de terror por Eric. Estaba lejos de él y tenía este fin
de semana para relajarme y descansar con mi mejor amiga y su familia.
Era mi primer descanso real en años, y sería una tonta si no lo
aprovechara al máximo. Había gente que me conocía, que se preocupaba
por mí y que era amable. Tenía el regalo de este fin de semana y no iba a
arruinarlo deprimiéndome. Solamente necesitaba dormir un poco. Me
sentía agotada después de trabajar doble turno para tener el fin de
semana libre. Estaría bien después de una buena noche de descanso,
despertando en esta casa junto a la playa que bien podría ser un palacio,
toda de madera rubia y acentos costeros.
Me aparté de la pared y subí los escalones. Subí a trompicones,
agarrándome a la barandilla como si tuviera ochenta años. Pronto oí
pasos detrás de mí. Miré por encima del hombro y vi a Jeremy Beckett,
el sexy hermano abogado de Kendall. Esbocé una media sonrisa. Me
alcanzó.
—Estoy muy cansada —le dije—. Me lo he pasado muy bien, pero
creo que son todos demasiado graciosos. Una chica que ha estado
haciendo turnos dobles en Urgencias no puede seguir el ritmo.
—Me alegro de verte aquí, Julie. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. Solamente cansada. No estoy acostumbrada a ningún
tipo de vida social, supongo. Es vergonzoso —me encogí de hombros,
tratando de bromear.
—Has estado trabajando muy duro para conseguir tu RN19, dijo
Kendall. Y deberíamos asegurarnos de que te lo pasas bien. Supongo que
los tres queríamos presumir, asegurarnos de que te divirtieras.
—Eso fue épico. Mucho más que una buena carcajada. Y si parezco
una sabelotodo con todo el asunto de George Washington...
—No, estás bien. Siempre has sido inteligente, y fuiste muy amable
al respecto. Encajas bien con nosotros los Becketts. Supongo que no
debería sorprenderme. Bueno, quizá nos superas en trivialidades
presidenciales, pero aun así encajas —dijo con ligereza.
Era alto y guapo, con un corte de cabello más caro que el de los
otros dos, un chaleco abotonado Ralph Lauren del color exacto de sus
ojos. Todo en Jeremy estaba a gusto consigo mismo, hasta sus ojos
afilados que hablaban de lo formidable que era, de cómo sería una
pesadilla enfrentarse a él en un juicio. Dios, ojalá hubiera estado a mi
lado cuando me enfrenté a Eric en el caso penal. Subimos las escaleras
juntos, Jeremy acompasando su paso al mío. Cuando llegamos a mi
puerta, me indicó la del otro lado del pasillo.
—Ésa de allá es la mía, por si necesitas algo. Oye, no es por sacar
un mal tema, pero Kendall nos ha dicho que tu ex va a salir pronto. Tienes
que estar un poco nerviosa por eso, seguramente.
—Más que un poco —admití, sintiendo que mis hombros se

19 Registro de Enfermería.
hundían un poco—. Pero todo irá bien. No quiero verlo, nunca, pero si se
atiene a las normas de la libertad condicional, no se pondrá en contacto
conmigo. Puedo seguir con mi vida como si nada hubiera pasado.
—Esperemos que sea lo suficientemente inteligente como para
seguir las reglas, o que al menos valore su libertad lo suficiente como
para mantenerse alejado de ti. Si se pasa de la raya Julie, me encargaré
personalmente de que su culo acabe de nuevo en la cárcel durante mucho
tiempo.
Parpadeo ante él, ante la contundencia de su voz. Jeremy me
sorprendió con aquella vehemente afirmación, y me invadió una
sensación de calidez. Un bienvenido soplo de consuelo comparado con el
escalofrío de miedo que había estado intentando ignorar. Siempre había
pensado que los hermanos de Kendall eran guapísimos, era un hecho.
Como el hecho de que sus padres tuvieran éxito o el hecho de que Kendall
fuera tan dinámica. Rasgos familiares de belleza, energía, encanto: a
algunas personas les toca la lotería genética, supongo. Pero ahora, todos
los Beckett se desvivían por hacerme sentir bienvenida, por ser tan
generosos y atentos. Era un auténtico sentimiento de pertenencia, que
no sabía si había tenido antes. Estaba muy agradecida y casi podía
saborear la felicidad como parte temporal del clan Beckett. Si tan sólo el
miedo no estuviera arañando la ventana todo el tiempo.
—Gracias. Has sido muy amable —le dije a Jeremy en voz baja.
Inclinó la barbilla hacia mí, un gesto de asentimiento. Podía sentir
la tensión entre nosotros, ver su vacilación a la hora de abrazarme a
pesar de que quería hacerlo. La moderación era lo mejor en esta
situación, así que, agradecida o no, no le di un abrazo. Había demasiadas
posibilidades si entraba en contacto con él. Me había enterado por haber
estado muy cerca de Rory en Urgencias que era peligroso para mí tocar a
cualquiera de los chicos Beckett.
—Buenas noches —dije, me metí en mi habitación y cerré la puerta.
No estaba muy segura de cómo sobreviviría un fin de semana entero
en la misma casa que los hermanos Beckett. O mi integridad o mi cordura
quedarían destruidas, porque yo no era el tipo de chica que se involucra
con el hermano -o hermanos- de su mejor amiga, por respeto a Kendall.
Darren y yo estábamos tomando café y desayunando en relativo
silencio cuando Kendall y Julie bajaron a reunirse con nosotros. Me
enderezaba en mi asiento, donde había estado desplomado sobre mi
plato, consciente de querer causar una mejor impresión.
—Buenos días —dijo Julie, sirviéndose un vaso de jugo de naranja
y preparándose un plato del bufé dispuesto en la enorme isla de la cocina.
Ella sonrió, soleada como cualquier cosa a las siete y media de la
mañana, y mordió una rebanada de tocino—. Esto es increíble. —
Inmediatamente puso cuatro tiras más en su plato y tomó algo de fruta
y huevos. Luego se desvió hacia atrás y tomó más tocino con una sonrisa
traviesa.
—Eh, yo quiero —se burló Kendall y se llenó el plato, tomando un
característico montón de huevos revueltos y echándoles salsa por
encima.
Se unieron a nosotros en la mesa y entre bocado y bocado, Julie
preguntó dónde estaba Rory.
—Salió a correr —le dije—. Él es el que madruga a propósito. Yo
prefiero ir al gimnasio donde hay aire acondicionado y a una hora
razonable.
—¿Y tú, Batman? —Julie se burló de Darren—. ¿Solamente
levantas los muebles para hacer ejercicio?
—Los muebles son demasiado fáciles. Yo levanto los autos. A veces
un autobús, si quiero un reto —ironizó.
—King Kong tiene una barra de flexiones en la puerta de su casa y
hace ejercicios con el peso del cuerpo para divertirse. Lo mejor que sé es
que hace ejercicio cardiovascular en la cinta de correr de su oficina o
escalando por el exterior de edificios altos —le dije.
Kendall puso los ojos en blanco.
—Una vez le pedí a Darren que me entrenara. Que me diera una
verdadera rutina de estilo militar para aumentar mi resistencia. Duré,
¿cuánto? ¿Quince minutos?
—Diez. Como mucho. Luego te tiraste al suelo y dijiste que te
habías reventado una hernia y que mejor llamara a la ambulancia.
Alguna mierda sobre querer que Jules se quedara con tu colección de
zapatos si no lo conseguías.
—¡Aww, eso es tan dulce! —se rio Julie—. ¡Estabas usando tu
último aliento dramático para regalarme tus tacones de diseñador con
los que ni siquiera puedo caminar!
—Te acabaron —dije levantando una ceja hacia mi hermana
pequeña.
—Me gustaría verlos -y lo digo colectivamente para incluir a
Jeremy- sobrevivir quince minutos con esa bestia de ahí. Menos mal que
nunca abrió un servicio de entrenamiento personal. Es difícil mantener
un modelo de negocio cuando todos tus clientes caen muertos en la
primera sesión. Así no se repite el negocio —dijo.
Darren levantó un hombro como si no se molestara en encogerse
de hombros.
—No es culpa mía que sean todos débiles. Yo nunca sería
entrenador. Demasiados llorones.
—Creo que te acabó a ti también —afirmó Julie.
—Tú empezaste —dijo Kendall sacando la lengua. Se rieron a
carcajadas, ya que las palabrotas formaban parte de su amistad tanto
como, evidentemente, de la nuestra.
Terminamos de desayunar y esperamos a que la montaña de mi
hermano consumiera lo último de su barril de comida: solamente
proteínas y algunos arándanos, nada de panecillos y queso fresco para
él. Mi bagel, sin embargo, había sido impresionante, y no me arrepentí
de nada.
—Voy a sacar el barco un rato esta mañana, ya que se supone que
va a hacer calor afuera. ¿El último baño del verano? —Les ofrecí.
—Sí, por favor —añadió Kendall.
A Julie se le iluminaron los ojos y asintió.
—Cambiémonos y reunámonos en el vestíbulo para dirigirnos al
puerto deportivo —sugerí. Todos estuvieron de acuerdo. Rory entró
trotando y se unió al plan, siempre y cuando pudiera darse una ducha
rápida. Fue todo lo que pude hacer para no hacer una broma sobre
asegurarse de que el agua estuviera fría.
Recogí todo, la hielera y la cesta que el ama de llaves había
preparado a petición mía. Mientras estaba de pie con los lentes de aviador
levantados, preparando comentarios listillos sobre lo lentas que eran, oí
voces arriba. Entonces mi hermana y su amiga estaban bajando las
escaleras. Todas las sutiles pullas sobre la lentitud y la vanidad de mis
compañeras casi se me escapan, porque un cuerpo como el de Julie podía
realmente detener el tren de pensamiento de un hombre.
Veinticuatro años, con rizos rojos oscuros amontonados sobre la
cabeza y un traje de baño que, por Dios, ni siquiera era un bikini. Era un
traje de una pieza con recortes a los lados y una especie de cobertor
endeble y transparente con un sombrero de paja. Parecía una maldita
estrella de cine que debería estar descansando en la playa de la Cote
d’Azur20, no subiéndose a mi barco para pasar el día. No podía dejar de
mirarla. Afortunadamente, estaba sacando unos lentes de sol de su bolsa
y no vio mi mirada demasiado obvia.
Darren y Rory bajaron las escaleras empujándose. Se detuvieron
cuando vieron a Julie en traje de baño. Sus rostros coincidían con el mío.
Sacudí la cabeza con una sonrisa de autosuficiencia. Éramos patéticos,
los tres. No iba a dejar que el día de Julie se descarrilara por nuestro
repentino enamoramiento de ella. Me recompuse y les exigí que subieran
a la camioneta para que pudiéramos ir a la marina.
Una vez en el agua, con el viento azotándonos y el aire salado
haciéndome sentir como nuevo, eché el ancla en un buen sitio. Julie se
quitó el abrigo y se dirigió a la proa, donde se estiró sobre la toalla y
levantó los brazos por encima de la cabeza, tomando el sol. Maldita sea.

20 Zona de la Rivera Francesca.


Maldije para mis adentros, buscando una cerveza en la hielera. Me di la
vuelta deliberadamente. No tenía ni idea del efecto que causaba en los
hombres Beckett.
Rory se acercó a la hielera. Sacudió la cabeza con pesar:
—Creo que me voy a ir al infierno por quedarme aquí queriendo
saber qué aspecto tiene sin ese traje.
Asentí. En ese momento, Darren subió del camarote con el altavoz
Bluetooth que había estado buscando. Al subir los escalones, vi que veía
a Julie tumbada en la cubierta. Se quedó con la boca abierta y dejó caer
el altavoz.
Rory y yo nos partimos de risa. Kendall incluso levantó la vista del
teléfono y resopló.
—He dicho que tomes el altavoz, no que lo rompas —dijo. Darren
trató de recomponerse mientras tomaba el altavoz y comprobaba que
estaba entero antes de dárselo a nuestra hermana.
No era propio de Darren estar tan nervioso, pero Julie era
claramente algo especial. O al menos algo delicioso enviado para
torturarnos a los tres hasta la locura.
Después de un día soleado en el agua, decidimos ir a la orilla a
cenar. La cesta llena de golosinas hacía tiempo que se había acabado.
Cuando llegamos al puerto deportivo, las luces encendidas de poste a
poste brillaban con un cálido resplandor blanco mientras la noche se
oscurecía a nuestro alrededor. Le tendí la mano para ayudarla a bajar
del barco. Cuando me tomó la mano, di un grito ahogado involuntario.
La descarga de electricidad que sentí al tocarla no era algo que pudiera
ignorar. La miré cuando bajó para unirse a mí y vi que se estremecía
ligeramente. Era la única prueba de que ella también sentía la atracción
y de que era una clienta mucho más fría que yo.
Nos empujamos y nos robamos miradas hacia Julie. Kendall
anunció que quería que su amiga probara Larkin's, un restaurante de
mariscos muy popular entre los lugareños que tenía mesas justo en la
arena. Todos estuvimos de acuerdo y subimos al auto. Ya había fila
delante cuando nos estacionamos. Gruñí, con el estómago rugiendo.
—Me muero de hambre.
—Dame tres minutos —dijo Kendall y nos dejó de pie en la acera.
En menos de lo que canta un gallo, se acercó de nuevo y enganchó
su brazo al de Julie.
—Por aquí —dijo, y la seguimos. El vestido rojo de Julie no tenía
tirantes y se sujetaba con un elástico fruncido en la parte superior. Sus
hombros desnudos estaban rayados con una línea de bronceado por los
estrechos tirantes del traje de baño. Unos cuantos rizos rojos se le
escapaban del moño y, cuando se inclinó para reírse con mi hermana, vi
que la brisa le soltaba otro rizo.
Mi hermana pasó entre las docenas de personas que hacían fila
para conseguir una mesa y nosotros las seguimos. Una mujer tatuada
que atendía el mostrador nos condujo directamente a través del
abarrotado restaurante hasta un pequeño porche cubierto en la parte
trasera, con una mesa redonda, luces de colores y una puerta de
mosquitera que daba directamente a la arena. Nos sentamos y silbé por
lo bajo.
—¿Le pagaste para conseguir la mesa?
—Soy promotora en Manhattan. Puedo meterla en cualquier club.
Va a visitar a unos amigos allí el próximo fin de semana, y estarán en la
lista VIP de los dos sitios que ha nombrado con una botella de champán
esperándoles —dijo Kendall con despreocupación.
—Bien —dijo Jeremy—. Supongo que si eso fallaba podría haber
dado un paso adelante y ofrecerle representación legal si tiene alguna
orden de arresto pendiente.
—Vamos, no malgastes tu mejor frase para ligar en conseguir mesa
en una marisquería —le espeté. Todo el mundo se rio.
—Gracias por conseguirnos una mesa, Kendall —dijo Darren—.
Rory se iba a morir de hambre después de nadar hoy todo el Canal de la
Mancha.
—Cuando quieras, hermano —dijo, pasando los menús como si
fuera la dueña del lugar.
Hablamos de lo que habíamos probado antes, de lo que era nuevo,
de lo que sonaba bien. Un mesero tomó nota de nuestros pedidos y volvió
con dos jarras de cerveza y un plato de rollitos de langosta cortesía de la
casa. La hostess estaba entusiasmada con la idea de ir de fiesta a Nueva
York. Todos brindamos por Kendall y sus contactos antes de
zambullirnos en los rollitos de langosta como una nube de langostas.
Hablamos y nos reímos, y Jeremy se quejó de que tenía una quemadura
de sol en el cuello.
—Tu idea de sacar el bote. No sabía que necesitábamos que mamá
te pusiera crema solar, chico —dije.
Jeremy negó.
—Paso la mayor parte del día en la oficina y en el gimnasio. Lo había
olvidado.
—Tengo aloe en mi bolso —ofreció Julie.
—Creo que tienes una bodega entera en esa bolsa —dijo Kendall—
. Es enorme. Podría haberte prestado una bolsa de playa, sabes.
—¿Qué? Y si necesitara algo de mi bodega, estaría en casa —se
rió—. ¿Ves? Desodorante, bálsamo labial, aloe, colirio, protector solar,
peine desenredante... —alineó los artículos sobre la mesa mientras
avanzaba con buen humor.
—Un Walgreens21 entonces, no una bodega —corregí.
—Chicle, Altoids...
—¿Jesús, Altoids, Julie? —dijo Jeremy—, mi pequeña quemadura
de sol no es nada comparado con el infierno helado de esas cosas. ¿Eres
masoquista?
—No. Los caramelos de menta son para cobardes —bromeó ella,
pasándole el aloe.
Esperé a ver si sacaba la pistola eléctrica y se lo tomaba a broma.
Sabiendo que era una clara señal de lo asustada que estaba de que su ex
fuera a por ella. Mis manos se crisparon por sí solas, deseando poder
estampárselas en el rostro. Bebí un trago de agua, pero en realidad no
me calmó. Volvió a meter las cosas en su enorme bolsa y la conversación
derivó hacia la gaviota que casi se caga en Darren cuando intentaba
convencernos de que había visto una ballena a lo lejos.
Llegó nuestra comida y emitimos un sonido colectivo de emoción
cuando nos sirvieron platos de patas de cangrejo, gambas fritas y
esponjosas colas de langosta. Todos probamos de los platos de los demás,
y me sorprendí a mí mismo viendo a Julie lamerse la mantequilla de los
dedos después de probar mi langosta. Me miró a los ojos y sus mejillas
se colorearon. Un momento después, volví a mirarla y me estaba mirando
a mí. Cinco o seis veces más durante la comida, deslicé mis ojos en su
dirección, y nuestras miradas se cruzaron cada vez. Ella me devolvía la
mirada y eso hizo que un nudo de deseo en mi vientre se apretara y
retorciera.
De vuelta a casa, acordamos cambiarnos y reunirnos en el patio

21Tienda estadounidense que vende además de medicamentos, todo tipo de productos


de conveniencia.
para tomar algo y relajarnos. Cuando bajé las escaleras y me dirigí al
patio, vi que Julie se me había adelantado. Me acerqué a la barra exterior
y le serví una copa de vino. Le toqué el hombro desnudo y se volvió hacia
mí. Cuando tomó la copa, nuestros dedos se rozaron. Tenía los ojos
oscuros y muy abiertos a la luz del fuego.
El deseo se apoderó de mí junto con la excitación de su mirada.
Antes de que pudiera contenerme, me incliné hacia ella y saboreé sus
labios. Su suave boca se aferró a la mía, se abrió y yo introduje la lengua,
hambriento de ella. El beso no calmó mi deseo, sino que lo avivó. Me tomó
el cabello con la mano y separó más los labios para facilitarme el acceso.
Su lengua rozó la mía y la excitación se apoderó de mí. Me acerqué a su
cuello, incliné su cabeza para juntar nuestras bocas y le di el beso que
me moría por darle. El suave ruido que hizo fue como echar gasolina al
fuego que amenazaba con consumirme.
Se oyeron voces dentro de la casa. Los otros se acercaban. Nos
separamos, sin aliento. Tenía el rostro enrojecido y los labios hinchados
por la fuerza de mi beso. Se llevó los dedos a la boca y evitó mis ojos.
Bebió un trago de vino que no podía llamarse sorbo. Me apresuré a volver
a la barra e hice ademán de mezclar un cóctel, utilizando las cocteleras
y un poco de hielo, haciendo ruido. Los otros salieron y se unieron a mí,
y eso le dio a Julie un minuto para recuperarse de lo que sea que haya
pasado entre nosotros. Pronto se acercó a la barra y me tendió su vaso
para que se lo rellenara.
—¿No hay cócteles elegantes para ti? —preguntó Jeremy a Julie.
Ella negó en silencio.
—Estoy contenta con mi vino blanco. También pensaba ir a asaltar
el congelador en busca de helado.
—Voy por las cucharas —dijo Kendall, acompañándola. Cuando
volvieron, nos sentamos junto a la hoguera, repartiéndonos pintas de
helado. Empezaba a refrescar bajo la pálida luz de las estrellas, y las
chicas subieron primero a acostarse.
Me ofrecí para apagar el fuego y limpiar. Mis hermanos asintieron
y fueron a acostarse. De todos modos, no iba a poder dormir con la
dolorosa erección que había tenido toda la noche. Más me valía ser útil.
Suspiré. No podía arrepentirme de haberla besado, pero eso empeoraba
las cosas.
Santo cielo. Rory me besó.
Le devolví el beso. Cualquier idiota le devolvería el beso a ese
hombre. Su encanto fácil, su actitud divertida e intrépida, y esos ojos. Lo
malo era que me había prometido a mí misma que no sentiría atracción
por ninguno de los hermanos de Kendall. Lo peor era que, ahora que lo
había besado, me moría de ganas de volver a hacerlo.
Después de mirarlo a hurtadillas durante la cena, me había
apresurado a salir al patio para tener tiempo de despejarme. Podía oír las
olas, las risas lejanas de la gente en las terrazas de otras casas. Respiré
largamente el aire salado e intenté olvidarme de mi ansiedad por Eric y
de mi anhelo por cada uno de los hermanos Beckett. Cerré los ojos e
imaginé que las olas golpeaban la orilla y se llevaban todos mis
problemas. Sentí que me relajaba.
Oí la puerta del patio abrirse y cerrarse, pero quienquiera que
hubiera salido no dijo ni una palabra. Supuse que debía de ser Darren,
ya que era el más callado y melancólico. Los demás Becketts eran más
propensos a gritar un saludo exuberante en la silenciosa oscuridad. La
tensión se deslizó por mi espalda ante la idea de quedarme a solas con
cualquiera de ellos. El deseo se me enroscó en el vientre. No me giré para
mirar, ni dije una palabra.
Lo siguiente que recuerdo es una palma grande y callosa sobre mi
hombro desnudo, cálida y posesiva. Abrí los ojos de golpe cuando Rory
me ofreció una copa de vino. Una copa que necesitaba desesperadamente
para tranquilizarme. El chisporroteo de sus dedos rozando los míos al
pasarme la copa pareció patinar por toda mi piel. Levanté los ojos para
mirarlo. Entonces su boca estaba sobre la mía, saboreándome,
chupándome, besándome tan a fondo que metí los dedos en su cabello y
separé los labios ansiosamente para recibir su lengua. Solamente había
un calor creciente y una lujuria salvaje y despreocupada. Me gustaba su
mano en mi cuello, su lengua en mi boca. Me besó con más fuerza,
apasionadamente, y me sorprendí a mí misma al corresponderle con cada
caricia, con mi propio deseo desatado. Cuando oímos que los demás
bajaban, nos separamos. Me limpié la boca con el dorso de la mano, con
el corazón acelerado como si hubiera corrido por mi vida.
El resto de la noche gasté toda la energía que me quedaba
intentando actuar con normalidad y no mirar a Rory con ojos de loca. Al
cabo de menos de una hora aduje agotamiento y me subí a la cama.
No iba a poder dormir, y lo sabía perfectamente. Me quité las
sandalias y el vestido de verano. Una ducha rápida y fría no sirvió para
calmar mi excitación. Solamente era agua, no un sedante. Me puse mi
viejo camisón desteñido y me trencé el cabello para no despertarme con
él enredado. Me metí en la cama y miré las redes sociales, intenté leer un
libro en la aplicación de la biblioteca. Ni siquiera una novela policíaca
podía mantener mi atención. Di vueltas en la cama, quité la manta y
luego la sábana, sintiendo demasiado calor, demasiado inquieta para
siquiera intentar dormir.
Nada me quitaba de la cabeza el beso de Rory, ni lo excitados que
estaban Darren y Jeremy en traje de baño en el barco. Darren tenía uno
de esos cuerpos de infarto que pertenecían a una revista de fitness
masculina, todo líneas de corte y músculos apilados. Jeremy era más
delgado y fuerte, con brazos musculosos que se sentirían tan bien a mí
alrededor. Rory era bombero, así que estaba en forma, por supuesto, y
tenía un trasero excelente. Debe ser de tanto subir y bajar escaleras,
pensé con una sonrisa.
Comprobé que la puerta estaba cerrada y me metí bajo la sábana.
Deslicé la mano bajo las sábanas y empecé a tocarme. Cerré los ojos y
volví a sentir la mano de Rory en mi cuello, la forma en que su lengua
había entrado en mi boca y me había reclamado. Sentía los pechos
doloridos, los pezones tensos. Me permití imaginar cómo habría sido si
nadie nos hubiera interrumpido en el patio.
Rory me metió los dedos en el cabello, soltando la liga hasta que mis
rizos cayeron en sus manos. Me peinó con los dedos las ondas húmedas
mientras me lamía el labio superior, besándolo y provocándome. Llevo las
manos al pecho y aprieto su camisa con los puños para sujetarme. Mi
cuerpo cantaba bajo sus besos y sus caricias, como si volviera a la vida.
Con una mano, empujó el elástico de mi vestido de tirantes hacia
abajo, exponiendo mis pechos desnudos a la luz de la luna. La brisa fresca
se sentía erótica y prohibida en mi piel desnuda. Se me puso la piel de
gallina y los pezones se me pusieron dolorosamente duros cuando Rory me
los acarició suavemente, haciéndome retorcer. La humedad entre mis
piernas se extendió. Me arqueé hacia él. Me besó en el cuello y yo le agarré
el cabello, tiré un poco cuando su boca se cerró sobre mi pezón. Su lengua
caliente y la fuerza de su succión me hicieron saltar chispas, me mojaron
aún más, algo que no creía posible.
Con solamente un movimiento, me levantó del muro de piedra y me
llevó hasta uno de los sofás exteriores. Acomodándome en el cojín, Rory se
arrodilló frente a mí y me subió el vestido por los muslos. Arrastré su boca
hasta la mía mientras él me recorría el muslo con los dedos. Enganché una
pierna alrededor de sus caderas para asegurarme de que sabía lo que
quería. No quiero enrollarme con él e irme a la cama con ganas.
Arrastrando mis caderas más cerca de él, me tocó la garganta y me susurró
al oído:
—Dime qué quieres.
—Quiero que me tomes. Ha pasado tanto tiempo, Rory. Necesito que
me llenes.
—Con mucho gusto —dijo, sonriendo contra mi mejilla y besándome
de nuevo la boca. Le devolví la sonrisa ante la promesa de satisfacción.
Sabía que Rory sería un buen amante, sabía por Kendall que era algo así
como un playboy. Quería un hombre que supiera lo que hacía, que pudiera
excitarme y llevarme más alto. Alguien que me gustara y en quien confiara.
Rory encajaba perfectamente.
Estábamos solos en el patio, en la oscuridad fresca y silenciosa. Sus
dedos empezaron a moverse entre mis piernas, apartándome las bragas y
recorriendo mis pliegues, aprendiendo los contornos de mis lugares más
íntimos, tocando mi núcleo con tanta ternura. Empujé contra sus dedos,
deseando más. Quería que me saquease, que me tomase, que me dejase
ir y me entregase. Lo necesitaba. Le estaba suplicando cuando por fin rozó
mi clítoris hinchado. Me temblaban las piernas y me faltaba el aliento.
Se echó hacia atrás para desabrocharse los pantalones. En ese
momento se abrió la puerta. Jeremy y Darren salieron al patio. Era
innegable que me habían visto, tirada en el sofá, en topless, con el vestido
levantado y los muslos separados. Mi respiración se agitó cuando Jeremy
me miró a los ojos y asintió. Ambos dejaron sus cervezas en una mesa y
vinieron a unirse a nosotros.
—¿Necesitas ayuda, hermanito? —preguntó Jeremy en voz baja y
ronca.
—Yo me encargo. Puedes volver adentro y olvidar que viste algo —
dijo Rory.
—Demasiado tarde para eso —añadió Darren, acercándose a mí y
acelerando aún más mi pulso. Su mirada depredadora, su tamaño y su
deseo se apoderaron de mí. Debería haberme avergonzado. Debería
haberme subido la camisa y haber subido llorando de mortificación. No
debería haberle tendido la mano. La tomó, me besó la palma y se sentó a
mi lado en el sofá. Las grandes manos de Darren cubrieron mis pechos,
acariciándome mientras sus ojos buscaban los míos. Me mordí el labio y
sus ojos ardieron en respuesta. Su boca se posó en la mía, un beso lento y
sexy mientras me acariciaba los pechos. A medida que su beso se hacía
más profundo, sus manos se volvían más urgentes, más ásperas. Darren
me arrancó los pezones endurecidos, los pellizcó entre el dedo y el pulgar,
haciéndome retorcer, retorcerme y suplicar más. Mis dientes rozaron su
labio inferior y un sonido que emití lo impulsó a subirme a su regazo. Le
agarré los hombros con las manos mientras Darren hundía el rostro en mis
pechos, lamiéndolos, lamiéndolos y chupándolos hasta dejarme sin
sentido por el deseo.
Sentí el calor detrás de mí, la sólida calidez de su pecho. Por la forma
en que lo sentía contra mi espalda, supe que era Jeremy, delgado y fuerte,
con sus manos patinando sobre mis hombros desnudos y bajando por mis
brazos. Tomó una de mis manos del hombro de su hermano y me pasó el
brazo por el cuello. Entonces Jeremy me puso las manos en las caderas,
en el vientre. Podía mirar hacia abajo y verlos: la boca de Darren
chupándome el pezón, los largos dedos de Jeremy acariciándome el vientre
y metiéndose entre mis piernas. Eché el otro brazo hacia atrás para rodear
el cuello de Jeremy con los brazos y arqueé la espalda, empujando los
pechos hacia delante para que Darren tuviera mejor acceso. Una de las
manos de Darren estaba en mi culo, masajeando y apretando, mientras la
otra acariciaba el pecho que no estaba lamiendo. Las manos de Jeremy,
suaves, calientes y con dedos largos, bajaron por la curva de mi bajo
vientre y entre mis muslos separados.
—Tan mojada, mmm. Buena chica —dijo Jeremy, y su voz sexy se
disparó a través de mí. Su dedo presionó mi clítoris y todo se encendió en
mi interior. Bajó y me acarició, haciendo un sonido de placer mientras se
deslizaba por mi humedad. Sus largos dedos me penetraron, uno y luego
dos, estirándome. Suspiré, repleta de él llenando el vacío de mi interior.
Darren retrocedió para besarme la boca, chupándome la lengua mientras
su hermano me follaba con los dedos. Jadeé, pensando en lo asqueroso
que era aquello, en lo mal que estaba. Moví las caderas con abandono,
deseando que Jeremy me penetrara más profundamente, que me diera aún
más. Mis brazos seguían aferrados a él, extendiéndose hacia atrás, y
Darren rompió nuestro beso para mirarme el rostro. Sentí su mirada, pero
no pude detenerme. Le devolví la mirada mientras cabalgaba sobre los
dedos de Jeremy, y su boca encontró la mía, comiéndose mis labios, tan
diferentes de los besos de sus hermanos. Acariciaba sus dedos dentro de
mí al compás de su lengua entrando en mi boca. Darren jugó con mis
pezones, luego bajó la mano y me frotó el clítoris en un círculo insistente.
Me temblaban los muslos y gemía por la sobrecarga de sensaciones que
me recorría el cuerpo. Me agarré a los dedos de Jeremy mientras los metía
dentro de mí, empujando, enroscando y retirando una y otra vez, tocando
mi cuerpo como una guitarra. Los firmes círculos de Darren en mi clítoris
hacían estallar estrellas ante mis ojos. La cabeza me daba vueltas en el
pecho de Jeremy, el cuerpo se me levantaba y me mecía involuntariamente,
buscando más. Me quedé con la boca abierta para poder recuperar el
aliento, y cuando lo hice, Rory apareció a mi lado, con sus labios sobre los
míos. Cuando juntó nuestras bocas, me sentí al límite. El pellizco de sus
dedos en mi pezón mientras Jeremy penetraba mi sexo con sus largos
dedos y Darren jugueteaba con mi clítoris se combinaron como si estuviera
subiendo a la cima de una empinada colina y entonces la montaña rusa
se precipitó en caída libre. Grité y grité mientras los tres Becketts me
hacían correrme.
Cuando volví en mí, Rory me frotaba el clítoris, haciendo que mi sexo,
demasiado sensible, volviera a tener espasmos. Jeremy retrocedió y me
ayudó a bajar del regazo de Darren, pero Rory no dejó de trabajarme entre
las piernas incluso cuando me desplomé sobre el cojín del sofá. Sabía que
debería avergonzarme. En lugar de eso, me sentí radiante, querida y
mimada.
—¿Puedo? —dijo Rory, acariciándome con sus dedos hasta que me
retorcí ante su persistente contacto, tan abrumada por la avalancha de
sensaciones que era más de lo que podía soportar.
Asentí, e incluso me acerqué a su cremallera, liberando su erección
en mis manos, suave y caliente. Estaba tan caliente, esa piel sedosa
envolviendo una erección dura como el hierro. Lo deseaba, sentía por él
una necesidad tan feroz que casi me asustaba.
—Los chicos te calentaron, ahora es mi turno de terminar el trabajo
—dijo Rory. Los otros dos gruñeron o hicieron comentarios que no pude oír.
Me tumbó en el sofá y se subió encima. Puso la cabeza de su erección en
la entrada de mi coño empapado. No fue una entrada gradual, ni una
penetración suave y lenta para que mi cuerpo se acostumbrara a él. Era
Rory, impetuoso y ansioso. Me penetró con brusquedad, con una rapidez
que denotaba impaciencia y necesidad. Me balanceé hasta quedar a su
altura, con mi brazo alrededor de sus hombros. Me penetró, me dijo que
era hermosa, húmeda y perfecta. El placer crecía en mí y él me atrapó el
clítoris con la yema del pulgar mientras se retiraba de mí, haciéndome
correr de nuevo de forma aguda y dulce.
Acabó dentro de mí, un chorro caliente mientras gritaba mi nombre.
Cuando se retiró, giré la cabeza hacia un lado y vi a Jeremy y Darren
mirándonos. Mis pezones volvieron a endurecerse bajo sus ojos y mi sexo
se estremeció de necesidad. Darren se puso en pie mientras Rory iba a
limpiarse. Me miró evaluadoramente y luego curvó su mano entre mis
piernas como si me informara posesivamente de que mi coño era suyo
ahora. Yo aún temblaba por el clímax, la semilla de su hermano en mis
muslos, y él me estaba reclamando. Darren inclinó la cabeza y me besó,
besos suaves que me provocaban. Me mecí experimentalmente en su mano
y descubrí que me sentía demasiado bien. Apreté el clítoris contra el talón
de su mano para sentir la presión. Levantó una ceja. Quería suplicarle,
pero no tenía palabras para lo que quería.
Todo el cuerpo de Darren era enorme. Sabía que su polla sería la más
grande que jamás había visto o sentido. El tamaño de sus muñecas, sus
manos lo delataban. Mis ojos se posaron en su entrepierna, donde el
contorno de su erección se mostraba grueso como una pipa. Me apreté
involuntariamente al verlo. Me llevé la mano a la parte delantera de sus
pantalones.
—Chica codiciosa. ¿Quieres más? —me preguntó con esa voz grave
y profunda que me atravesaba. Asentí con entusiasmo, que quería otra
ronda. Me aplastaría contra los cojines, lo sabía. Me estremecí de
anticipación. Entonces, justo cuando me preguntaba qué posición sería la
mejor, la más segura para nosotros con nuestra gran diferencia de tamaño,
Jeremy intervino para resolver el problema.
—Aquí —dijo, acomodándose en el sofá detrás de mí—, recuéstate
contra mí. Eso es —me dijo mientras me giraba para apoyarme en su
pecho. Jeremy me acarició los pechos, me besó el cuello y los hombros. Me
rodeó y me frotó el vientre, abriéndome de excitación, sabiendo
exactamente lo que hacía. Acarició la parte exterior de mis muslos, la curva
de mi cadera. Alcancé a Darren:
—Ven a mí. —Le dije—: Por favor.
Darren se desabrochó la bragueta y pude ver lo que llevaba. Separé
más las piernas y Darren empezó a moverse. Entró en mí y me abrió,
machacándome y follándome mientras yo emitía cortos y agudos gritos de
éxtasis. Me corría y me corría, incapaz de parar. No podía recuperar el
aliento. Mis miembros temblaban y se sacudían, fuera de control. Me estiró,
su inmenso tamaño me mostró lo que significaba estar realmente llena.
Solté una carcajada sin aliento por lo exquisito que se sentía estar
completamente llena, sobre todo mientras Jeremy me besaba la boca y me
pellizcaba los pezones, haciendo que mi clímax se prolongara con una furia
cegadora hasta que temí desmayarme. Con un rugido, Darren encontró su
plenitud dentro de mí y yo apreté con impotencia mientras se retiraba de
mi cuerpo.
A diferencia de Rory, no se apresuró a limpiarse. Se desplomó en el
sofá, con la mano alrededor de la polla y se la acarició un par de veces.
Sentía el cuerpo destrozado, el sexo hinchado y los labios amoratados.
Apoyé la cabeza en el hombro de Darren para recuperar el aliento. Jeremy
se sentó a mi lado, se quitó la camisa y me la puso por encima. Me estrechó
entre sus brazos y me estrechó contra su pecho, reconfortante y fuerte.
—Te tenemos, cariño. Los tres —dijo.

Me corrí, temblando, medio avergonzada de mi fantasía, de mi


deseo depravado por los tres hombres. Luego, antes de que pudiera
ahondar en lo equivocada que estaba, me dormí. Dormí ocho horas,
profunda y tranquila, el mejor sueño que había tenido en semanas.
Me encontré con Julie cuando iba por el pasillo hacia las escaleras.
Salió de repente de su habitación y estuve a punto de derribarla. La
agarré por la cintura para que no se cayera. El contacto de su cuerpo
contra el mío me sacudió, me golpeó como una tonelada de ladrillos. Era
algo más que guapa, inteligente y sexy. Ella envió una corriente eléctrica
a través de mí. Casi me deshizo lo que Julie sintió contra mí durante ese
breve momento. Cuando la solté, se sonrojó furiosamente. Quería
estrecharla entre mis brazos y llevarla a mi habitación para pasar el día
juntos en la cama. La conexión era así de poderosa.
En lugar de eso, me aclaré la garganta.
—Buenos días —dije afablemente, intentando parecer relajado.
No podía mirarme. ¿Estaba avergonzada?
—¿Estás bien? Casi te tumbo —dije.
—Estoy bien —murmuró, pero daba la impresión de que algo la
mortificaba. Como no dijo nada más, le pregunté si iba a desayunar.
—Sí, así es. Tengo que volver a la ciudad justo después.
—Aún no es el Día del Trabajo —protesté.
—Tuve que hacer turnos dobles para tener libres el viernes por la
noche, el sábado y el domingo. Acepté hacer el turno de mañana del Día
del Trabajo. Aun así, pasé un fin de semana estupendo. Fue agradable
escaparme.
—Te echaremos de menos en la hoguera. Siempre ponemos música
y la gente baila, hace s'mores22.
—Espera, ¿hay s’mores? —dijo mientras bajábamos juntos las
escaleras—. Nadie ha dicho nada de s’mores. Debería decir que estoy
enferma en el trabajo.

22Postre común en E.U. y Canadá. Consiste en malvavisco tostado, cubierto de


chocolate en medio de dos galletas.
—¿Y si alguien se quema la boca con un malvavisco y necesita una
enfermera? —bromeé.
—Ojalá pudiera quedarme —admitió—, pero no puedo. Todos han
sido muy amables conmigo. Ha sido un viaje inolvidable. Gracias.
—Ha sido un placer tenerte aquí —le dije.
—Fue bueno estar aquí —dijo Julie.
Cuando llegamos al final de la escalera, su brazo rozó el mío. La
miré y vi que sus mejillas volvían a sonrosarse. Mi pecho se tensó en
respuesta. Aquella mujer me provocaba algo que pocas mujeres habían
logrado. Me dedicó una tímida sonrisa.
Eso no importaba. Era la mejor amiga de mi hermana de toda la
vida. No era apropiado pensar en ella de esa manera. Tenía que
sacudírmelo de encima.
Se alejó para llenar su plato. Me quedé inmóvil un instante,
anonadado por la dulzura y la sensualidad de su sonrisa. El afecto que
sentía por ella empezaba a crecer a la par que la atracción.
Durante el desayuno, me senté a observarla. Se unió a nosotros,
riendo y hablando con todo el mundo. Julie era muy guapa. No se veía
como cualquier otra chica hermosa. Me parecía cien por cien
problemática.
Después de comer, Julie tomó su bolsa y se despidió. Kendall la
acompañó a la salida. Me senté en el patio. Después de un minuto, mis
hermanos salieron y se sentaron con su café.
—Julie sí que ha crecido —dijo Jeremy.
Asentí, pero a Rory de repente le fascinó su taza de café. Parecía
avergonzado, casi tímido. Entrecerré los ojos.
—¿Qué? —preguntó Jeremy, captando la misma expresión inusual
en el rostro de nuestro hermanito.
Rory se aclaró la garganta:
—La besé anoche.
No pude evitar que aquello me tocara la fibra sensible. Jeremy gimió
en respuesta.
—¿Qué demonios, hombre? ¿Qué pasó con las duchas frías y
mantener las distancias?
Se encogió de hombros.
—Lo sentí y me dejé llevar por el momento. Lo siento, chicos —dijo,
sin mostrar el más mínimo arrepentimiento.
Había estado tan convencido de que había una verdadera chispa
entre Julie y yo, una contra la que ambos teníamos que luchar. Y sin
embargo, Rory no había estado luchando contra ella. Tal vez me había
imaginado el chisporroteo que sentía cuando nuestros brazos se rozaban
o la forma en que sus mejillas se ponían rosadas al menor roce. No. Sabía
lo que sentía. Estaba allí. Era real. En cualquier caso, tenía que dejarlo
a un lado. No valía la pena pensar en ello o ponerme celoso y enojado. No
cuando no había nada entre Julie y yo. Al menos no todavía.
Terminé de informar a dos de mis becarios sobre el estado de un
caso que iba a llevar, y los despedí con sus tareas. Apenas había tenido
tiempo de cerrar el archivo de mi laptop cuando mi asistente llamó al
despacho.
—¿Sí? —Le pregunté. Tenía que saber que acababa de salir de una
reunión veinte segundos antes.
—Hay una joven angustiada al teléfono para usted. Cuando llamó
antes la puse en el buzón de voz. Ahora ha vuelto a llamar e insiste en
que te conoce. Normalmente no me fiaría mucho de eso, pero dijo que
estaba en la barbacoa de tus padres en los Hamptons. ¿Tienes tiempo
para hablar con ella?
—Por supuesto. ¿Dejó un nombre?
—Julie Romero —dijo.
—Por favor, pásamela —le ordené.
Se me aceleró el pulso, algo parecido al miedo me recorrió porque
acababa de oír a mi asistente describir a Julie como angustiada. En
cuanto parpadeó la luz de mi teléfono, contesté.
—¿Julie? —Pregunté—. ¿Estás bien?
—Sí, creo que sí. Siento molestarte, Jeremy. Pero dijiste que
llamara si él, si Eric me molestaba. Anoche vino a Urgencias mientras yo
estaba trabajando. Se había cortado la mano y necesitaba puntos.
Preguntó por mi nombre en el mostrador. No fue una coincidencia que
necesitara tratamiento médico y no supiera que yo estaba de guardia.
—Preguntó por ti específicamente —le dije. Intentaba tomar notas,
pero agarraba la pluma con tanta fuerza que la rompí y tuve que tomar
otra—. ¿Informaste a tu supervisor? ¿Tuviste que atenderlo? —Intenté
mantener la voz uniforme, pero la furia al rojo vivo me recorría la sangre.
—No. Mi supervisor no me obligó a ocuparme de él por la orden de
alejamiento. Asignó a otra persona para que se ocupara de él. Para ser
sincera, estaba bastante nerviosa, así que pedí tomarme mi descanso. Me
gustaría decir que me enfrenté a él y le dije que se retirara, pero intenté
mantenerme fuera de su vista hasta que se fue. Así las cosas, volvió a
preguntar por mí, “solamente para saludarme” y tuvieron que decirle que
ya era hora de que se fuera porque su tratamiento había terminado y le
habían dado instrucciones para darle el alta —relató. Su voz era tensa.
—Tienes toda la razón para estar alarmada y enfadada. Como
tienes una orden de alejamiento activa, la ley no te obliga a atenderlo a
menos que ponga en peligro su vida. Hiciste bien en informar a tu
supervisor. La orden no le prohíbe específicamente entrar en el edificio o
utilizar los servicios de ese hospital. En cuanto a enfrentarte a él, te lo
desaconsejo.
—Lo sé. Estoy tan enfadada porque mi vida aún tiene que girar en
torno a él. Es como si nunca me fuera a librar realmente de él, aunque
me haya escapado, todavía tengo que mirar por encima del hombro y
tener miedo mientras él es libre de ir a donde quiera y hacer lo que sea e
ir a mi trabajo y preguntar por mí.
—Estoy completamente de acuerdo contigo. Por eso vamos a
documentar esto y asegurarnos de que tenemos grabados todos los
detalles posibles para cuando lo acusemos de violar la libertad
condicional. Porque ya está intentando meterse contigo. Ha decidido que
acosarte vale más que su libertad. Es nuestro trabajo asegurarnos de que
no consiga lo que quiere. Te mantenemos a salvo y lo encerramos.
Escucha, es casi la hora del almuerzo. ¿Puedes reunirte conmigo en
Sebastian's a la una?
—Con gusto. Gracias, Jeremy.
—Me alegro de que hayas llamado, Julie. Vamos a ocuparnos de
esto. Te lo prometo —le dije.
¿Por qué lo había prometido? ¿Cuándo me había involucrado tanto
en su situación?
Había elegido un sitio cerca del hospital para que no tuviera que ir
muy lejos. Llegué pronto, conseguí una mesa, pedí bebidas y un aperitivo.
La vi caminar hacia mí a través del local abarrotado, con la coleta
balanceándose por la prisa mientras se movía entre las mesas para llegar
al lugar donde yo esperaba en un rincón. En lugar de su atrevido traje de
baño o su vestido de verano con los hombros al descubierto, Julie llevaba
un uniforme de algodón rosa, un poco desteñido y holgado. Cuando sus
ojos se cruzaron con los míos, vi el miedo, la ansiedad y la firme
determinación de no ceder ante nada. Me impresionó la forma de su
barbilla, su resistencia y fortaleza ante una situación tan aterradora. Sin
embargo, el ceño fruncido me desgarraba. Quería suavizarlo, tomarla en
mis brazos y consolarla. Yo no era el tipo de abogado que se dejaba llevar
por la simpatía ante los problemas de mis clientes. Yo era muy racional
y les decía las cosas claras: cómo dictaba la ley que debía resolverse su
situación. Así que el hecho de que se me metiera entre ceja y ceja el deseo
de estrechar a Julie entre mis brazos y asegurarme de que nunca más
tuviera que preocuparse por nada me tomó totalmente desprevenido.
—Gracias por atender mi llamada y hacer tiempo para verme —dijo
amablemente.
—Julie, no vamos a dejar que la historia se repita.
Dio un largo trago a su limonada.
—¿Cómo sabías que querría limonada?
—En la marisquería pediste limonada.
—Eres muy observador —dijo, levantando una ceja hacia mí, quizá
intentando parecer suspicaz. Era linda.
—Lo soy. Has hecho bien en llamarme. Quiero que tomes notas
detalladas, que escribas todo lo que pasó cuando entró, lo que dijo, quién
estaba allí y lo escuchó. Hazlo siempre que te encuentres con él, aunque
solamente lo veas de lejos. Guárdalo en las notas de tu teléfono o en un
cuaderno, haz una nota de voz, lo que sea. Quiero la narración mientras
esté fresca en tu mente, y con los metadatos mostrando la hora en que
la grabaste o escribiste. Eso crea una cadena de pruebas. Vamos a probar
que está violando su libertad condicional, Julie. Odio preguntar esto,
pero ayudaría si me dieras una idea de cómo empezó tu relación con Eric,
cómo evolucionó. Si ayuda, sé lo que consta en las transcripciones del
tribunal, pero eso es solamente un esbozo. Necesito saber cómo fue
realmente. Es un tema difícil, y siento tener que preguntártelo.
—No, está bien. Solamente estoy avergonzada. —Se miró las manos
y respiró hondo—. Acababa de salir del instituto, tenía dieciocho años y
creía que lo sabía todo. Ya sabes cómo es —intentó encogerse de
hombros, pero pude ver cómo cambiaba su postura. Sus hombros se
hundieron, se retrajo como si quisiera empequeñecerse.
—Eras muy joven —le dije, animándola.
—Lo sé, pero eso no es una excusa.
—Él es el que hizo mal, Julie. No tú. No necesitas excusas.
—Mi consejera, a la que vi durante unas semanas después de
alejarme de él, me dijo que tengo que perdonarme a mí misma. Es más
fácil decirlo que hacerlo. Porque después de un tiempo, te aíslas tanto
que empiezas a creer que eres la persona que él dice que eres. Estúpida,
inútil, débil, y que yo lo hice enfadar. Siempre fue culpa mía.... —Hizo
una pausa, se aclaró la garganta y apretó la mandíbula.
—Yo estaba en una librería, de todas las cosas. Como una venta
ambulante fuera de una tienda que me gustaba. Se me acercó, se deshizo
en cumplidos, y me engatusó.
—¿Y pasó los años siguientes intentando aislarte y maltratándote?
—Sí. Y se lo permití. Dios, me odio por ello. Sé que no debería, pero
lo hago. Estaba tan feliz cuando fue a la cárcel, como si pudiera seguir
con mi vida. Pero aquí está otra vez, haciéndome sentir tan indefensa
como entonces. Lo odio.
El mesero nos tomó nota e intenté convencer a Julie de que comiera
algo del aperitivo. Ella sorbía su limonada y negaba. Poco a poco, fue
contando la historia como si recitara una lista de la compra o los
presidentes en orden empezando por George Washington. Primero, él le
gritó y le hizo un agujero en la pared junto a la cabeza. La siguiente vez,
la agarró y la zarandeó, asustándola y haciéndola chasquear los dientes,
pero esa vez le regaló flores y lloró diciendo que lo sentía mucho y que no
volvería a ocurrir. Luego, cuando le dio una cachetada, le contó que su
padre solía pegar a su madre y a él de pequeño. Que él lo haría mejor,
pero que ella no podía dejarlo. Moriría si ella lo dejaba.
Eric trajo a casa una bolsa llena de libros que sabía que a ella le
gustarían de la misma librería donde se conocieron, y un Frappuccino de
moca. Eso fue después de que le pusiera un ojo morado. Él la entendía,
sabía quién era realmente. Eran el uno para el otro. Estaban hechos el
uno para el otro. El precioso camisón y la bata, sedosos y de color lila
pálido, su color favorito, fue lo que le regaló después de estrangularla
porque había puesto cebolla en el pastel de carne. Le arrancó el camisón
cuando intentó huir de él dos noches después. Había estado bebiendo y
ella le pidió que dejara de hacerlo, le dijo que su carácter era peor cuando
bebía. Ella intentaba controlarlo, eso dijo él.
—Luego me dijo que si alguna vez lo dejaba, me mataría y luego a
sí mismo.
—Jesús —dije.
El mesero nos trajo la comida. Tuve que obligarme a comer algo a
pesar de que su historia me ponía enfermo. Había oído docenas de
historias parecidas, algunas incluso peores. Pero nunca me había sentido
así. Nunca con la rabia enfermiza revolviéndome en las tripas, nunca con
el impulso casi cegador de llamar a mis hermanos, de buscar la nueva
dirección de Eric en la base de datos del juzgado y asegurarme de que
nunca llegara a su cita con el agente de la libertad condicional porque yo
tenía una pala. Podía verlo en mi mente, visceral y tan realista.
Julie me tocó la mano.
—¿Jeremy? ¿Te encuentras bien? ¿Fue demasiado detalle?
Solté una carcajada áspera.
—Te preocupa haberme disgustado —dije con amarga
incredulidad—. Ese pedazo de basura abusó de ti, te asfixió y amenazó
con matarte, y tú te aseguras de que yo esté bien. Julie, ni siquiera sé
qué decir. Excepto que lo siento. Lamento que no nos mantuviéramos en
contacto y te echáramos un ojo. Siento que lo dejáramos ir tan lejos.
Siento que tan cerca como siempre has estado de Kendall, deberíamos
haberte cuidado mejor.
—Ella no lo sabía. No podía decírselo, no después de haberle
contado lo perfecto que era y luego, bueno, no le gustaba ni ella ni
ninguno de mis amigos, y tuve que cortar con ellos para demostrarle que
le era leal... luego me quitó el teléfono, y no pude quedarme con dinero
ni nada. De todas formas no se lo habría dicho, porque estaba muy
avergonzada, me había ido a vivir con él y había dejado que se pusiera
tan mal sin irme. Ella no lo entendería. Era tan independiente y ella...
—Maldita sea, Julie, ella nos tenía. Ella tiene familia. ¡Tú no tenías
a nadie! Por eso fue capaz de hacerte eso... te bombardeó con amor y te
tuvo bajo su control y no había nadie para detenerlo.
—Debería haberlo detenido. Yo. No era responsabilidad de nadie
más asegurarme de que estaba a salvo. Yo era una adulta —dijo con
fiereza, negándose a soltar ni una pizca de culpa.
—Nada de eso debería haber ocurrido. Desearía más que nada
haberlo evitado, que nunca hubieras tenido que pasar por eso.
—No lo hagas —dijo casi con frialdad—. He perdido mucho tiempo
intentando averiguar qué podría haber cambiado para evitar que todo
esto ocurriera. Dónde me equivoqué, qué hice para merecerlo. Es inútil.
Tomé decisiones y me salieron mal. Algunos aprendemos por las malas.
Salí, estudié enfermería y tengo un trabajo que me encanta. Todo salió
bien.
—Esto no está ni cerca de estar bien. Pero voy a hacer todo lo que
esté en mis manos para mejorar las cosas, para asegurarme de que estás
a salvo. Tienes derecho a vivir tu vida sin esta amenaza pendiendo sobre
ti.
—Esto te ha afectado mucho, ¿verdad? —preguntó.
—Sí. Más de lo que esperaba. En mi trabajo, escucho o leo
descripciones de muchas atrocidades, por decirlo sin rodeos. Sé cómo ser
racional al respecto y ver el aspecto legal de la situación sin dejar que la
emoción nuble mi juicio. Hoy he fallado en eso, y lo siento. Creo que no
he sido tan frío y tranquilizador como pretendía.
—No eres un robot, Jeremy. Solamente eres el listo —dijo.
—Me estás tomando el pelo —negué, con una sonrisa dibujada en
la comisura de los labios—. ¿Cómo me estás animando después de
contarme el trauma por el que has pasado?
—Porque soy una badass, ¿nunca te lo dijo Kendall? —dijo. Luego
terminó de comer y miró su reloj—. Tengo que irme. Siento interrumpir.
Realmente... bueno, no diría que me divertí teniendo en cuenta el tema
de conversación, pero me gustó almorzar contigo, Jeremy.
—Cuando quieras. Deja que te acompañe al auto —dije, pagando
la cuenta y siguiéndola por el comedor. Mientras nos movíamos entre las
mesas, le puse la mano en la espalda para guiarla. Me miró por encima
del hombro y me dedicó una tímida sonrisa. Dios, qué bien me sentí al
tocarla.
Fuera del restaurante, en la acera, volvió a darme las gracias.
—Eres un buen hombre, Jeremy. Necesitamos más hombres como
tú, que luchen por los buenos —dijo, mostrando un hoyuelo al mirarme.
Le devolví la sonrisa. Me hizo sentir muy bien oírla decir eso.
—Tengo la ambición de presentarme a fiscal —le dije—. Es lo que
siempre he querido hacer.
—Serás un fiscal fantástico. Pero tú serás mejor juez. Estás
destinado al banquillo, no lo niegues.
Volaba alto cuando dijo esas palabras, como si pudiera ver mi
futuro, como si pudiera escribir mi futuro con solamente pronunciarlas.
—Gracias —dije, agarrándole la mano. Ni siquiera me había dado
cuenta de que la había tomado de la mano. Caminamos un poco más y
ella se detuvo junto a su auto.
Julie retiró su mano de la mía, se inclinó hacia mí y me abrazó. El
suave algodón de su uniforme rosa, desgastado por las lavadas, no me
protegía la palma del calor de su piel. Me gustaba demasiado tocarla. Se
puso de puntillas, sonrió suavemente y empezó a besarme la mejilla. Por
impulso, giré la cabeza y capté la comisura de sus labios. Sobresaltada,
me agarró del brazo. En lugar de retroceder, se inclinó hacia mí, incliné
la cabeza y la besé. Sus labios se pegaron a los míos y mi brazo rodeó su
cintura, estrechándola contra mi pecho. La sentí sonreír contra mi boca
y con la otra mano le acaricié la mejilla.
No nos besamos como viejos amigos que se despiden y se alegran
de verse después de comer juntos. Nos besamos como amantes, allí
mismo, en la acera. Mi lengua separó sus labios, entró en su boca y la
saboreó. Sentí su grito ahogado y luego una sacudida de placer me
recorrió mientras ella succionaba mi lengua más profundamente en su
boca. Apretamos nuestros cuerpos y nos besamos hambrientos. Quería
que supiera que estaba aquí para ella, quería borrar todo lo que Eric le
había hecho, tocarla con suavidad donde él había sido brusco, enseñarle
a confiar en mí y a desearme como temía volver a desear a cualquier
hombre. Algo se clavó en lo más profundo de mí mientras nos besábamos,
un agudo anhelo por ella. De mantenerla a salvo, de liberarla, de amarla.
Sabía que podía amar a esta mujer. Quizá ya estaba en camino de
conseguirlo.
Se relajó, se hundió en mis brazos, más suelta y libre, y el beso
volvió a profundizarse. La apoyé contra el auto, protegiéndola con mi
cuerpo de cualquier mirada indiscreta. Le acaricié el rostro con las yemas
de los dedos, le di besos dulces y suaves, y luego volví a meterle la lengua
en la boca, disfrutando del sonido de su suspiro. Me tomó la mano con
la suya y la sostuvo mientras el beso seguía y seguía.
Un claxon nos separó de golpe. Ella apartó la mirada tímidamente,
sonrojada, con los labios hinchados por nuestros besos. Intentó
escaparse, pero yo la tomé de la mano y tiré de ella hacia mí. La abracé,
le di un beso en el cabello, dejé que escondiera el rostro en mi hombro y
se recuperara. Luego se apartó, se despidió entre dientes y huyó hacia la
puerta de su auto. Me quedé en la acera preguntándome qué demonios
había pasado.
Llegué a rastras a la casa, después de un turno de veinticuatro
horas en la estación de bomberos. La mayor parte del turno había sido
tranquilo, pero esos turnos eran los más largos y agotadores porque se
hacían interminables. Fui a la cocina a comer algo. Jeremy estaba
sentado en la barra.
—¿Por qué miras esa manzana? ¿Te hace algo? —le pregunté.
Levantó la vista y sacudió la cabeza.
—¿Qué pasa?
—Nada —murmuró.
—Mentira. No has dado una respuesta de una sola palabra a nada
desde que tenías diez años. Siempre tienes algo que decir, y alguna
palabra de cinco dólares para describirlo.
—Mi licenciatura en Derecho costó más de cinco dólares, hermano,
y a veces no tengo nada que decir.
—No es verdad. Incluso hablas en sueños —me burlé.
—Almorcé con Julie.
—¿Lo hiciste? —Pregunté—. ¿Ella está bien?
—La verdad es que no. Su ex fue a Urgencias buscándola anoche.
Al parecer necesitaba puntos.
—Me gustaría darle una paliza a ese imbécil.
—Lo mismo digo, hermano —coincidió Jeremy.
—Además, si ese imbécil tuviera sentido común, no querría que
fuera su enfermera. El imbécil podría recibir un enema y cualquier otra
cosa que se le ocurriera. No es que no se merezca algo mucho peor.
—No tienes ni idea. O quizá sí. No sabía el alcance de los abusos
hasta hoy —negó—. No voy a repetirlo porque no es mi historia, pero fue
peor de lo que imaginaba.
—Debe ser malo para ti decirlo. Normalmente ni te inmutas por
cosas así.
—Demasiado tiempo en el juzgado, te vuelve hastiado —digo—.
Quedé con ella para comer, me dio detalles, y después de comer, cuando
nos despedimos, la besé.
—No jodas —dije. Me apoyé en el mostrador, dejando que me diera
cuenta de que ni siquiera estaba enfadado.
—Lo sé. Fue poco profesional. Me reunía con ella no solamente
como amigo de la familia, sino como posible cliente porque voy a ver a
ese bastardo encerrado lo antes humanamente posible. Nunca debí
cruzar esa línea. No es ético, por no mencionar que también te besó a ti.
—Cálmate, Jeremy —le dije—. ¿Eso es todo lo que te molesta?
—¿La violación total de mi ética profesional y el hecho de haber
traicionado a mi hermano? Sí, eso es todo. —Lo dijo con pesar.
—Hombre, no tengo derechos sobre ella. Es una mujer adulta.
Puede besar a quien quiera —dije. Mientras Jeremy me miraba incrédulo,
entró Darren.
—¿Quién puede besar a quien quiera? —preguntó, trayendo una
botella de agua.
—Julie. Jeremy se está dando una paliza porque supongo que ella
lo llamó a la oficina. Su ex, que por cierto necesita una paliza hasta el
próximo jueves, vino a Urgencias a molestarla.
—Ese hijo de puta. Si uno de nosotros tiene que quedarse allí y
cuidarla en su turno, puedo tomar el de esta noche.
—Ella es independiente como el infierno —dijo Jeremy—. Estoy
bastante seguro de que trataría de hacerte una llave en la cabeza si
dijeras que ibas a protegerla.
—Eso podría ser divertido —dije irónicamente.
—El punto es —continué—. Este cabrón ya la está rastreando en
su trabajo. No está muy apegado a su libertad aparentemente.
—Su jefe la mandó a tomarse un descanso y no tuvo que tratarlo,
pero eso la asustó. Lo cual es comprensible, teniendo en cuenta el hecho
de que esta mancha de mierda le hizo cosas indecibles durante años.
También es posible que esté dispuesto a autolesionarse con tal de
acercarse a ella como paciente en Urgencias —dijo Jeremy.
—Eso es una puta locura —respondió Darren.
—Sí —estuve de acuerdo.
—Fue valiente, hablando así. Yo estaba a punto de tener un
derrame cerebral solamente para no volcar la mesa y hacer alguna
estúpida mierda de Hulk —dijo Jeremy.
—Vaya, Jer —dijo Darren—, se supone que eres frío como el hielo,
¿recuerdas? Haz lo de abogado, mételo de nuevo en la cárcel.
—Lo sé. Pero cuanto más hablaba, más quería castigarlo. Y no me
refiero a diez años sin libertad condicional. Quiero decir que quería
ponerle las manos encima. Si supieras todo lo que le hizo, querrías
enterrarlo —dijo Jeremy, prácticamente gruñendo.
Intercambié una mirada con Darren. No era normal que nuestro
hermano se enfadara tanto y tuviera impulsos violentos. Darren era más
del tipo vengativo, y yo era más del tipo de avergonzarlos.
—La besó. Cuando salieron del restaurante. Y tiene todo tipo de
sentimientos al respecto —añadí—. Le dije que no era para tanto, que ella
puede besar a quien quiera. Ahí es donde entraste tú —terminé.
Nuestro hermano mayor parecía que iba a decir algo. Luego sacudió
la cabeza y salió de la cocina con su agua.
—¿Crees que está enojado por Julie? —preguntó Jeremy—. Tal vez
él está interesado en ella también.
—Mira, no lo sé. Estoy demasiado cansado para pensar en ello —
dije pesadamente y subí a dormir un poco.
Tenía mi manta calentita. Tenía mi Netflix, sintonizado con un
nuevo documental de famosos del que todo el mundo hablaba en el
trabajo. Pero no podía prestar atención.
Mi vida se había descontrolado. Otra vez. Todo iba bien. Entonces
Eric salió de la cárcel y vino a buscarme. Y besé no a uno, sino a dos de
los hermanos de Kendall. ¿Qué demonios me estaba pasando? Kendall
era mi mejor amiga. Nunca haría nada para lastimarla. Y sin embargo
allí estaba yo, yendo a sus espaldas y besando primero a Rory y luego a
Jeremy.
Entonces, como si la hubiera invocado con mi culpa, Kendall me
llamó. Su foto apareció en mi pantalla mientras el teléfono vibraba. No
podía decirle lo que había hecho. Tenía que actuar con normalidad,
significara eso lo que significara.
—¡Hola! —dije alegremente—. ¿Qué tal? —Fingí mi entusiasmo.
—Corta el rollo. Sé lo que está pasando.
Sentí que el pánico se apoderaba de mí. Parecía furiosa. ¿Qué podía
decirle? ¿Cómo podía explicárselo?
Antes de que pudiera disculparme, continuó.
—Rory me dijo que ese imbécil se presentó en tu trabajo la semana
pasada. No importa que me haya tenido que enterar después y por mi
hermano. Voy a encontrar a ese perdedor de Eric, le cortaré la polla y se
la daré de comer.
Suspiré aliviada de que no supiera que me había enrollado con dos
tercios de los chicos Beckett y me encogí ante la imagen de Kendall
arrancándole la polla a Eric mientras intentaba no manchar de sangre lo
que, sin duda, sería una falda muy cara.
—Sí, fue una mierda.
—Tienes que venir a quedarte conmigo. Se acabó. No más señorita
independiente. Mete tus porquerías en una bolsa y ven aquí. Tengo toda
esta habitación y es un edificio seguro. Deja de ser testaruda. Múdate
conmigo —insistió Kendall.
—Gracias, nena, pero no. No creo que se presente en mi
apartamento. Sabía que podía salirse con la suya yendo al hospital
porque no pueden rechazarlo. Venir aquí violaría su libertad condicional.
No es tan estúpido —le dije.
—Bueno, al parecer Rory quiere darle una paliza, y Jeremy ya no
se conforma con meterlo en la cárcel. Quiere que lo torturen y lo entierren
en algún campo o algo así. Lo digo en serio, Rory dijo que Jeremy perdió
su mierda y yo nunca, como adulta, he visto a Jeremy perder su mierda.
Nosotros cuatro te cubrimos la espalda. No es que necesite ayuda para
alimentar a ese asqueroso...
—De verdad, Kendall, no vuelvas a decirlo —hice una mueca—.
Tengo el cerrojo cerrado. Llevaré mi bate de béisbol conmigo. Si me siento
insegura, iré a quedarme contigo.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —dije, y colgué. Estaba a punto de poner en pausa el
programa que había estado ignorando cuando llamaron a mi puerta.
Al instante se me aceleró el pulso y me invadió el miedo. Quizá me
equivocaba al pensar que Eric no era tan estúpido como para aparecer
por aquí. Miré mi camisón, mis pies descalzos y agarré mi Louisville
Slugger23. La agarré con demasiada fuerza mientras miraba por la mirilla.
No era Eric.
Era Darren.
Me sentí aliviada y confusa al abrirle la puerta.

23 Marca de Bate de béisbol.


Julie tenía un bate en la mano. Lo vi de inmediato cuando abrió la
puerta. Me hirvió la sangre. Estaba tan jodidamente asustada, que
llevaba un bate de béisbol con ella en su propia casa. Este bastardo tenía
que volver a la cárcel. Eso es todo.
—¿Has tenido más problemas? —pregunté, indicando el bate
mientras entraba.
—No. Solamente estoy siendo precavida. —Dejó el bate a un lado,
lo apoyó contra el sofá de dos plazas—. Vamos, entra. Te daría un
recorrido, pero no hay mucho que ver. —Se rio.
Miré a mí alrededor.
—Es bonito.
Decía la verdad. El estudio era pequeño, pero estaba bien equipado.
—¿Quieres algo de beber? —me ofreció.
—No, estoy bien. Solamente vine a ver cómo estabas, a ver si
estabas bien después de la mierda que hizo Eric en el hospital —le dije,
explicándole mis cosas para que no se preguntara por qué había venido.
—Estoy bien. Me sacudió, pero ahora estoy sobre todo enfadada.
Ven y siéntate. Fuiste muy amable al detenerte, pero estoy bien —dijo.
—Julie —la desafié. Dije su nombre por el placer de decirlo, y ella
me miró fijamente. Esos ojos, Dios, podrían matar a un hombre. Eso es
lo que pensé. Tal vez incluso tuve un pensamiento pasajero que podía ver
por qué un hombre podría obsesionarse con ella.
Me senté en el sofá y ella se acomodó en el borde del cojín a mi lado.
Supongo que ocupaba mucho espacio, porque tenía la sensación de
sobresalir por encima de ella, de apiñarla.
Mirándola al rostro, vi la elevación de su barbilla, casi desafiante,
y cómo contradecía el surco preocupado entre sus cejas, la seductora
suavidad de sus ojos. Necesitaba ayuda, pero era demasiado orgullosa
para aceptarla. Había conocido reclutas como ella en los Marines,
hombres que tenían que aprender a confiar en su equipo. Demasiado
acostumbrados a estar solos.
—Puedo enseñarte algunos movimientos de defensa personal. Unos
sencillos que utilicen el tamaño de un hombre en su contra —le ofrecí,
pensando que podría estar dispuesta a recibir instrucciones al respecto,
para sentirse más capacitada.
—Tuve una clase hace un año.
—¿Lo recuerdas? —le pregunté.
—Algo de eso —admitió.
—Me sentiría mejor si supiera que puedes mantenerte a salvo.
—Conozco las estadísticas, Darren —dijo con frialdad—. Incluso
con un buen tiempo de reacción, un entrenamiento sólido y práctica, mis
probabilidades contra un hombre adulto, uno sobrio, que quiere herirme
o matarme son una absoluta mierda. Sobre todo si va armado. Y no me
vengas con tonterías de que es ilegal que tenga un arma mientras está
en libertad condicional. Lo que hizo antes también era ilegal y eso no lo
disuadió precisamente de romperme la muñeca y la mandíbula.
Eso era todo. Eso era una muestra de por qué mi hermano,
normalmente tranquilo y racional, sentía un odio tan agresivo hacia Eric.
Respiré tranquilamente.
—¿Te parece bien si al menos repasamos un par de movimientos
básicos, cómo zafarse de un garre? —le ofrecí. Ella asintió.
—Ponte de pie —le dije—, bien, si abres la puerta pensando que es
un paquete o algo así y sale de al lado de la puerta, donde no se le ve por
la mirilla, se te echaría encima frente a frente. Así. Voy a ponerte las
manos encima...
—Mi garganta. Siempre fue un ahogador —dijo con gesto adusto, y
la vi tragar saliva con fuerza. Cerré los ojos un segundo para despejarme.
—No voy a apretar en absoluto. Voy a poner mis manos en lo alto
de tus hombros junto a tu cuello, no voy a poner mi mano alrededor de
tu garganta. Vas a luchar contra tu instinto de retroceder y vas a dar un
paso hacia mí, un gran paso repentino, y te agacharás y luego te alejarás.
—De acuerdo.
Lo practicamos un par de veces. Era rápida y firme, seguía bien las
instrucciones. Su corazón latía como el de un conejo asustado cuando le
acercaba las manos al cuello. No la culpé en absoluto. Le dije que
ralentizara la respiración, que se controlara.
—Mírame. Soy yo. No voy a hacerte daño. Esto es solamente
práctica.
Ella asintió.
—Lo sé. No es que te tenga miedo. Tengo miedo de lo que estamos
practicando.
—Tiene sentido —dije.
Recordó cómo zafarse cuando la agarraban por detrás, así que
pasamos a qué hacer en caso de que él la agarrara. Le di instrucciones,
pero en cuanto la levanté, pareció entrar en pánico y olvidó todo lo que
le había dicho. Se agitó y pataleó, me agarró la cabeza, me clavó el pulgar
en la axila, cualquier cosa con tal de que la soltara. Finalmente, sus
patadas fueron tan salvajes que luché por sujetarla sin hacerle daño. Se
lanzó hacia un lado y fue suficiente para desequilibrarme. Caímos sobre
la alfombra junto al sofá. Me giré mientras caíamos para que Julie cayera
encima de mí. Me golpeé contra el suelo, pero mi pecho amortiguó su
caída. Ella levantó la cabeza y empezó a reírse.
—Estás en el suelo. Eso significa que he ganado. Bueno, lo admito,
me he asustado —dijo—. ¿Te di una patada en las pelotas o algo así?
—No, pero seguro que lo has intentado —le dediqué una media
sonrisa.
Estaba tan cerca, y nuestros corazones latían con fuerza por el
esfuerzo. Apiló las manos y apoyó la barbilla en ellas, justo encima de mi
pecho.
—Gracias por amortiguar mi caída. Hubiera sido un crimen que te
cayeras encima de mí —volvió a reírse—. Ahora muéstrame cómo salir de
este agarre. —Julie juguetonamente agarró mis muñecas y las empujó al
suelo a cada lado de mi cabeza, sonriéndome—. No es justo, porque eres
mucho más grande que yo.
—Por eso no es justo —dije, con un ardiente deseo fluyendo a través
de mí.
—¿Entonces por qué?
—Porque no quiero escapar —le dije.
Entonces la volteé. No sobre su espalda, no atrapándola. Solamente
de lado, apretada contra mí. Y tomé su boca como si fuera mi premio.
Ella se inclinó hacia mí, sus dedos agarraron mi camisa. Me chupó el
labio inferior, abrió los ojos y me miró.
—¿Estás bien? —susurré con brusquedad. Necesitaba
comprobarlo, sabiendo cómo había reaccionado antes a mi mano cerca
de su cuello por todo lo que había pasado antes.
—Tú mismo lo dijiste. No vas a hacerme daño. Se trata de ti. Tú y
yo. ¿Verdad? —dijo. Sus ojos se clavaron en los míos, mi estómago se
apretó, mi polla se endureció aún más bajo su mirada.
—Bien —dije.
Fue lo último que dijimos durante mucho tiempo.
Desde que me alejé de Eric, ni una sola vez me había acercado a
acostarme con alguien. No había pensado que volvería a querer hacerlo.
Pensé que él había roto esa parte de mí, la parte que podía experimentar
deseo, excitación o satisfacción. Pero aquí estaba, en el suelo de mi
apartamento con Darren Beckett. Me besó e incluso me preguntó si
estaba bien, como todo un caballero. Sabía al cien por cien que se habría
echado atrás si yo hubiera dudado lo más mínimo. Así fue la cosa. El
instinto se apoderó de mí. Lo deseaba. A todo él.
El tipo fuerte y silencioso, el ex marine taciturno que pasaba la
mayor parte del tiempo al margen de las cosas, fornido y musculoso, con
los brazos cruzados, observando cada detalle a su alrededor con una
pericia mortal. Excepto que ahora su mano grande y callosa me subía el
dobladillo del camisón por el muslo. Y Dios mío, el roce de su piel contra
la mía era eléctrico. El calor me recorrió por dentro. Ya me sentía
resbaladiza entre las piernas. Lo cierto era que lo que había hecho el fin
de semana del Día del Trabajo no era habitual. No solía excitarme en
absoluto, y en las raras ocasiones en que tenía tiempo y ganas de
excitarme, no solía llegar al clímax, y si lo hacía, tardaba una eternidad
y apenas valía la pena el esfuerzo. Esto, sin embargo, era vívido y agudo,
una corriente chisporroteante en mi torrente sanguíneo. Mis pezones se
endurecieron y me apreté contra su pecho, esperando que lo sintiera,
esperando que se diera cuenta de que me había puesto los pezones duros,
que me estaba excitando, haciéndome resbaladiza para él. Lo quería
dentro de mí. Nunca pensé que volvería a desear a un hombre.
Cuando Darren, tan grande y masculino, de aspecto casi brutal con
su mandíbula testaruda, su ceño fruncido por defecto, sus pesados
músculos, me apartó el cabello de la frente, un vuelco en el estómago me
sobresaltó. Era excitación teñida de nerviosismo. Tardé un momento en
comprender lo que sentía: vulnerabilidad. Me sentía voluntariamente
vulnerable ante él, deseosa de rendirme. Tomé su hombro, un gran trozo
de músculo, y tiré. Por supuesto, no pude moverlo en absoluto, pero
cuando rodé sobre mi espalda, se dio cuenta de lo que quería decir. Yo
quería esto. Lo quería sobre mí, encima de mí, consumiéndome. Mis
hombros se apoyaron en la alfombra y Darren se elevó sobre mí, inclinó
la cabeza y me besó el punto sensible detrás de la mandíbula. Me lamió,
besó y chupó la garganta, y yo se la desnudé, arqueé el cuello, dándole
acceso a una parte de mi cuerpo con la que no me sentía bien ni segura.
Él ahuyentó esa aprensión con sensaciones, con sus besos húmedos, con
su lengua caliente. Me estremecí, lo cual no tenía sentido cuando estaba
ardiendo.
Darren avivó mi excitación con paciencia. Me besó los labios y
volvió a acercar su boca a mi cuello. Deslizó la mano por el muslo y rozó
con el nudillo la resbaladiza zona entre mis piernas. Arrastró el nudillo a
lo largo de la costura y yo me apreté. Mis reflejos estaban desquiciados.
Hacía mucho tiempo que no confiaba tanto en nadie. Darren acercó la
boca a mi pecho y me chupó el pezón duro a través del camisón. Me
arqueé en el suelo, incliné la espalda y eché la cabeza hacia atrás. Su
boca caliente se ocupó de mi carne dolorida, chupando y mordisqueando.
El sonido que emití fue un gemido angustiado.
Unos dedos ásperos encontraron mi abertura, mis tejidos
hinchados se separaron con un sonido exuberante y húmedo. Hundió
sus dedos en mi coño con un sonido apretado de su pecho. La cruda
necesidad de Darren era un potente afrodisíaco. Me acarició el clítoris
con su pulgar calloso, añadiendo una arista aguda a mi creciente placer.
Lo miré y me mordí el labio. Me penetró más profundamente, bombeó sus
dedos, estirándome. Sabía que estaba tensa y me preparó. Me estremecí
cuando la punta de su dedo rozó un lugar épico dentro de mi estrecho
canal.
Se puso de lado. Mi cuerpo se erizó en respuesta a la dulce invasión
de sus gruesos dedos. Volvió a presionarme con la palma de la mano
sobre el vientre. El miedo se apoderó de mi sangre, pero su boca se
apoderó de la mía y me calmó con la seductora exuberancia de su beso.
Lo que necesitaba era ese consuelo, la fuerza de su cuerpo y la fuerza de
su deseo. Era sencillo pero exigente. Ya me había llevado dos veces al
borde del clímax y luego me había bajado, para volver a subirlo como una
lenta y deliciosa tortura. Moví las caderas y traté de apretarle la palma
de la mano para conseguir la presión que necesitaba. Frustrada, metí la
mano entre los dos y le agarré la muñeca. No delicadamente, le di media
vuelta al brazo y apreté su mano, animándolo a que metiera los dedos
más adentro. Siguiendo mi indicación, giró la muñeca, abrió y cerró los
dedos, dibujó un círculo en mi clítoris, presionando y frotando,
alternando hasta que me quedé sin aliento. Estaba tan cerca. Lo miré,
suplicante, y él retiró los dedos. Gemí, ésa era la única palabra para el
sonido de protesta que emití. Se lamió los dedos, lascivo y sucio, y cuando
volvió a mi sexo, me metió tres dedos. Me arqueé, grité por el estiramiento
y la presión. Me puso el pulgar en el clítoris y acabó conmigo, brutal y
rápidamente.
Me estremecí y traté de apartarme de él, sintiéndome demasiado
desnuda, demasiado insegura en las secuelas, pero él me puso boca
arriba insistentemente, me acarició el cabello y el rostro, me besó los
labios. Lo alcancé, tiré de él, deseando que todo él me cubriera como una
manta pesada y caliente, que me aplastara bajo su peso y me hiciera
sentir viva de nuevo. Había pasado tanto tiempo. Deseé poder
comunicárselo solamente con los ojos, para no tener que decir las
palabras, para no tener que admitir que no me había acostado con un
hombre desde el tipo que casi me mata. Para ser honesta, ¿por qué habría
querido hacerlo? Hasta ahora, que yacía temblorosa sobre la alfombra
del salón, con una lágrima recorriéndome la mejilla y una necesidad no
expresada anudándose en mi interior. Dejé caer la cabeza sobre la
alfombra y recuperé el aliento.
—Siéntate en mi rostro —dijo bruscamente. Me quedé boquiabierta.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Quiero comerte. Quiero que me asfixies con esos
muslos y ese dulce coño. Déjame probarlo. Me has dejado hambriento,
con todo ese deslizamiento y ese roce que estabas haciendo. Es suficiente
para volver loco a un hombre. Déjame hacerlo, Julie. Móntame el rostro.
Eres tan hermosa. No puedo creer cuánto te deseo.
Su lenguaje lascivo me avergonzaba y me excitaba a la vez. Me
retorcí a su lado, ruborizada. Sacudí la cabeza. No quería hacerlo. Nunca
lo había hecho antes y me parecía demasiado como para rendirme, como
demasiada intimidad incluso para la cercanía de lo que ya habíamos
compartido. Sin decir una palabra, me acunó contra él y me dejó
esconder el rostro en su hombro durante un minuto. Mientras tanto,
Darren me acariciaba la espalda, el muslo, el culo. Me agarró la pierna
por detrás de la rodilla. Me pasó la pierna por las caderas y, con una
mano entre los dos, se bajó la cremallera de los pantalones. Sentí cómo
su erección se liberaba y se sacudía, ancha y fuerte, de los pantalones.
La suave piel se calentó al rozarme el muslo, y el tallo se curvó un poco
hacia la izquierda. Mi sexo se apretó y tembló de anticipación. Podía oler
su deseo, el almizcle salado de su excitación en el aire. Tragué con fuerza,
intentando meter aire en los pulmones cuando mi cuerpo estaba
prácticamente en cortocircuito de deseo. Sin querer, mis uñas rozaron
un poco su pecho. Sonrió. Para ser un hombre sombrío que fruncía el
ceño por defecto, tenía una sonrisa increíble.
Nuestros ojos se encontraron. Su áspera palma patinó por mi
pierna, balanceando mi pelvis hacia delante para acortar la distancia que
quedaba entre nosotros. Me estrechó contra su cuerpo caliente y duro.
Tragué saliva, mis ojos se encontraron con los suyos. Darren chocó
juguetonamente su boca contra la mía, dejando que mis labios se
pegaran a los suyos. Con un suave suspiro de satisfacción, separé los
labios. Darren aceptó la invitación e introdujo la lengua en mi boca,
donde la tomé con avidez, acariciando su lengua con la mía, inclinando
un poco la cabeza para dejarle explorar las curvas sensibles de mi boca.
Me gustaba besarlo más de lo que hubiera imaginado. La forma en que
me sujetaba como si fuera preciosa, sus manos tan fuertes pero tan
cuidadosas conmigo. Al segundo empujón de su lengua en mi boca,
Darren sacudió las caderas hacia delante, y el impacto de la penetración
me hizo arquear la espalda. Me incliné hacia atrás ante la invasión.
Aunque me había preparado, me había hecho alcanzar el clímax con sus
dedos y me había dejado húmeda y deseosa, su tamaño y los años que
hacía que no practicaba sexo se combinaron para ponerme tensa. Mi
cuerpo trató de estirarse y moverse para tomarlo, y él levantó mi rodilla
sobre su cadera, abriendo mi cuerpo para él. Cuando jadeé al
penetrarme, volví a sorprenderme porque Darren no se apartó
inmediatamente, no se retiró, no se aseguró de que yo estuviera bien.
En lugar de eso, me besó con más fuerza y me robó la capacidad de
pensar. El hombre me besó como si fuera su trabajo e hizo que mi cuerpo
se encendiera. Los pezones se tensaron dolorosamente, los músculos de
mi estómago se contrajeron. El lugar entre mis piernas donde él se movía,
donde el nido de suaves rizos en la base de su polla rozaba mi carne
desnuda, se sentía como fuegos artificiales estallando por toda mi piel.
Incluso el aguijón de su polla demasiado grande penetrándome se sentía
tan dulce como agudo. Bajo sus manos y su boca, mi cuerpo se volvió
flexible y ansioso de nuevo. Pronto nos balanceamos juntos a un ritmo
tan natural que no sabía dónde acababa yo y dónde empezaba él.
Mi corazón martilleaba en mi pecho, ¿o era el suyo? Estábamos
apretados, abrazados, luchando contra las fuerzas que nos impedían
fundirnos completamente en uno. Grité de placer una y otra vez, mucho
antes de que mi orgasmo creciera y amenazara. Solamente por el puro
placer de estar unida a Darren, por la forma en que me tocaba y me
besaba, por la dicha de tener su polla enterrada dentro de mí, sus manos
sobre mi cuerpo desnudo. Me besaba sin parar, incluso cuando sus
embestidas eran cada vez más fuertes y rápidas. Sus embestidas
frenéticas y entrecortadas me penetraban mientras mi cuerpo absorbía
con alegría la fuerza de su sexo. Darren bombeaba dentro de mí, me
besaba, me abrazaba. Me arqueé contra él y rechiné mi tierno clítoris
contra su hueso pélvico, me balanceé dentro de él y todo en mi interior
estalló en chispas de placer. Me consumía, la vista se me nublaba y
oscurecía mientras me corría y me corría tan fuerte que era casi doloroso.
Mi cuerpo se agarrotó, se aferró a él, lo vació de su propio clímax
tan repentinamente que emitió un gruñido animal y me puso boca arriba,
penetrándome con fuerza y profundidad hasta que su semen se derramó
dentro de mí. Me aplastó contra la alfombra, empujándome por el suelo
con potentes embestidas mientras se abalanzaba sobre mí. Aquel líquido
caliente que acompañaba a su orgasmo era para mí un torrente primitivo
que me llenaba, deslizándose por el interior de mis muslos. Lo quería
todo, hasta la última gota. Ávida, metí la mano entre los dos mientras él
se agitaba con los últimos espasmos de su duro y prolongado clímax, y
su chorro caliente seguía brotando dentro de mí. Toqué el líquido que
cubría mis muslos y, por impulso, lo froté en el lugar donde nos uníamos,
los labios de mi sexo aún envueltos alrededor de su polla agitada. Gimió
al sentir mi contacto y volvió a endurecerse en respuesta.
—Dios mío, Julie... vas a matarme —gimió, su boca tomando la mía
de nuevo. Incrédula, sentí cómo su polla gastada volvía a ponerse dura
dentro de mí, bajo el roce de mis dedos cuando nos toqué a los dos donde
aún estábamos conectados. Me metió la polla de golpe una vez más,
moviendo las caderas para que pareciera que se agitaba dentro de mí, la
punta de su polla rozando un punto secreto en lo más profundo de mí
que nunca había sentido antes. Yo gritaba “¡sí, sí!” y arañaba la alfombra,
con la cabeza sacudiéndose en el suelo mientras me corría con una fuerza
que rechinaba los dientes. Cuando terminé de temblar y rodeé su espalda
ancha y musculosa con los brazos, Darren hizo lo perfecto. Lo que
necesitaba pero no sabía cómo pedir. Se tumbó sobre mí, me estrechó
entre sus brazos y su peso me presionó contra el suelo, pareciendo
recomponerme con la fuerza de su abrazo de oso casi aplastante. Sin
aliento, asentí contra su pecho y me aferré con fuerza. Justo cuando
empezaba a preocuparme de que fuera a aplastarme sin querer, Darren
rodó sobre su espalda y me atrajo hacia el pliegue de su brazo.
Jadeando, soltó una risita irónica:
—Me has agotado —bromeó.
—Eso pasa cuando no echas un polvo en un par de años, Beckett
—dije con ironía.
—¿Un par de años? —dijo incrédulo.
—No desde que dejé a Eric —dije, mis ojos se encontraron con los
suyos—. Necesitaba centrarme en curarme, en conseguir mi título de
enfermera. No tuve tiempo de encontrar novio, y no lo hago con extraños.
—No me puedo creer que una mujer que se parece a ti haya tenido
dos años de sequía —me dijo, burlándose suavemente de mí. Le sonreí
tímidamente.
—Me alegro de que fueras tú, Darren. Después de esperar tanto
para entregarme a alguien, para encontrar a alguien en quien confiar de
verdad... No quiero decir que espere nada de ti. No lo espero. Estoy
agradecida de que quisieras, de que fueras tan suave y apasionado... era
como si supieras exactamente lo que necesitaba, cómo me gusta que me
toquen, cómo hacerme olvidar cualquier recelo que pudiera tener y hacer
que me centrara solamente en el placer. Te sentías tan bien dentro de mí,
Darren. No quería soltarte nunca —admití.
—Bien. Porque te quiero no solamente una vez, Julie. No solamente
por una noche. Pero es tu decisión. Puedes decirme lo que necesites. Si
quieres que me vaya, me iré. Estoy seguro de que es mucho que asimilar,
y no quiero que te sientas incómoda.
—Eres muy dulce. Pero el hecho es que no sé si puedo ser tu... —
Hice una pausa y lo miré suplicante. No quería tener que decirlo—. Tu
amiga con derecho a roce —logré decir.
—Eso no era todo lo que tenía en mente, pero tampoco lo
rechazaría. Si te soy sincero, me presentaría en cualquier momento que
me llamaras. Si me dices que tienes una hora para comer, allí estaría.
Me sonrojé. Me encantaba esa idea, pero no era propia de mí. Yo
no pasaba el tiempo con un chico. Me mantenía a mí misma, mi rutina
segura, mi aburrida rutina de adicta al trabajo. Mi yogur para el almuerzo
y mi comida congelada baja en carbohidratos para la cena, mi yoga para
mantener la cordura. Mi navegación sin sentido por el teléfono o
documentales de crímenes reales antes de acostarse. Todo eso podía
apartarse, cambiarse de sitio o eliminarse por completo para dejar sitio a
Darren. No habría mucho que no diera por tenerlo en mi cama... o en mi
alfombra otra vez.
Separé mi cuerpo sudoroso del suyo y me senté.
—Oh, demonios. Te he quemado con la alfombra —dijo, rozándome
con los dedos la parte de la espalda y las nalgas que me escocían por
haber resbalado sobre la alfombra barata cuando Darren me folló hasta
dejarme inconsciente. Sonreí un poco al recordarlo. En realidad no me
importaba la quemadura de la alfombra. Era obvio, teniendo en cuenta
que ya estaba prácticamente gimiendo por el recuerdo—. Te sentías tan
condenadamente bien envuelta a mí alrededor —dijo, acariciándome la
mejilla y el cuello, besándome la garganta—. ¿Puedo llevarte a la cama,
hacerte pasar un buen rato como es debido? No podía esperar, no una
vez que nos besamos. Era demasiado bueno para resistirse.
—Lo fue. Pero estoy un poco dolorida. Como he dicho, han pasado
dos años.
—¿Te he hecho daño? —preguntó, con voz casi mortificada.
—No, no es que no esté acostumbrada a... ninguna acción en esa
zona —dije, avergonzada—. Pero si apagaras las luces, me gustaría que
te quedaras. En mi cama conmigo, quiero decir. Estoy muy nerviosa,
Darren. Estoy balbuceando. Probablemente es obvio. Pero realmente me
gustas.
—Es bueno saberlo. Espero que la quemadura de la alfombra no
perjudique mis posibilidades de volver a verte.
—En absoluto —dije con una risa nerviosa. Me ayudó a levantarme,
todo un caballero. Me llevó de la mano hasta mi estrecha cama, no sin
antes detenerse en el baño para limpiarme con delicadeza. Parecía tan
grande a su lado, como si no hubiera forma de que cupiera en ella, ni
siquiera él solo. Pero apartó el edredón y se metió, poniéndose de lado.
Yo gateé a su lado y él se acurrucó a mí alrededor, la cuchara grande
para mi forma pequeña. Suspiré de felicidad absoluta y me acomodé
contra él. Era tan cálido, tan fuerte y su tamaño me envolvía. Me
encantaba envolverme en él. Dejé que se me cerraran los ojos,
saboreando la sensación de perfecta satisfacción.
Justo cuando estaba al borde del sueño, me pregunté qué estaba
haciendo. Ya había besado a Rory y Jeremy. Ahora me había acostado
con Darren. Me retorcí, incómoda al saber que ahora me había enredado
con un tercer hermano Beckett. Cuando me retorcí, me puso la mano
grande en el bajo vientre y me apretó contra él. Sentí el oleaje de su
creciente erección y puede que retrocediera un poco contra él. Me cubrí
el rostro con las manos, avergonzada.
—Ey —dijo—. ¿Estás preocupada por Rory y Jeremy? No lo estés.
Sé que los has besado. No estamos enojados por eso. Nadie está enfadado
o celoso. Todos nos sentimos atraídos por ti, Julie. —Besó mi hombro
desnudo sugestivamente, su boca se deslizó hasta mi cuello. Mi cuerpo
se calentó en rápida respuesta.
¿Qué quería decir con que todos ellos se sentían atraídos por mí?
Claro que me atraían los tres. Siempre me habían atraído. Antes de que
pudiera pensarlo demasiado, la mano que tenía extendida sobre mi
vientre se movió hacia el sur para acariciarme el montículo y cubrirme el
sexo. Me sentí tan bien, posesiva, pero de un modo seguro, un modo que
me hizo sentir que pertenecía a Darren, que era suya para abrazarme,
acariciarme y protegerme. Me recorrió un escalofrío de solamente
pensarlo. Dios, me había metido en un buen lío con todos aquellos tipos,
pero sobre todo con el que me acariciaba el coño como si quisiera ganar
una medalla en un deporte de competición. Todo mi cuerpo estaba lleno
de calor. Las yemas de sus dedos me rozaban los labios exteriores.
—Todavía quiero que me dejes comerte. Te gustará. Me lo tomo
como un reto personal. Me aseguraré de que te guste tanto que sientas
que te he dado la vuelta. De hecho, estoy dispuesto a apostar por ello.
—¿Sueles apostar por favores sexuales? —Intenté bromear, pero
sus dedos estaban dentro de mí y me quedé sin aliento mientras me
acariciaba de nuevo.
—No, pero quiero que tu precioso y apretado coño me asfixie
cuando te sientes en mi rostro. Necesito probarte, Jules.
Cerré los ojos tanto por la mezcla de vergüenza y excitación que me
producían sus palabras como por el lento tormento de sus dedos largos
y callosos. Me besó el hombro y siguió susurrándome, insinuándome,
diciéndome cosas sucias mientras yo empezaba a sacudirme contra su
mano. Sonó la alerta de su teléfono, estridente y ruidosa. Lo miré por
encima del hombro.
—Deberías tomarlo —logré decir, con más sensatez de la que
sentía.
—De ninguna manera —dijo, acercándome más. Me aparté, aunque
de mala gana.
—Podría ser importante. Quiero decir, probablemente sea muy
tarde.
Necesitaba un poco de espacio, recuperar el aliento. Me escabullí
al pequeño cuarto de baño para seguir limpiándome. Cuando salí, estaba
sentado en el borde de la cama. Se había vuelto a poner los pantalones y
la camisa. Se había pasado las manos por el cabello, desordenándoselo.
Se me dibujó una sonrisa tonta en el rostro.
—Tengo una reunión temprano en la empresa de mi padre sobre
un destacamento de seguridad que estoy dirigiendo. ¿Cuándo tienes que
levantarte?
—No hasta las diez. ¿Qué tan temprano es temprano?
—Siete. —Estar allí a las siete. Así que me levanto a las cinco, hago
ejercicio, me ducho... Probablemente debería irme entonces —dejó
escapar su aliento en algo parecido a un suspiro, como si realmente no
quisiera irse.
—No pasa nada. Puedes ponerte en marcha —dije con forzada
alegría.
Entonces me di cuenta de lo sola que me había sentido antes, de lo
asustada que estaba. La forma en que su tamaño y su imponente
presencia llenaban cada rincón de mi pequeño apartamento y me
hacinaban de una forma cálida y reconfortante. Estar en sus brazos me
hacía sentir segura, y acurrucarme en la cama con Darren era lo más
parecido al paraíso que había conocido nunca.
—Quizá todavía no —dijo, metiéndose en el baño.
Darren volvió a salir con el cabello mojado y engominado un par de
minutos después. Me había sentido incómoda esperándolo. Me había
puesto un camisón y había utilizado una goma de cabello desechada para
hacerme un moño desordenado. Intentaba parecer arreglada, como si no
me importara si se quedaba o se iba. Como si fuera una adulta serena y
madura que hiciera este tipo de cosas todo el tiempo.
Se sentó a mi lado en la cama y me rodeó con un brazo. Una parte
de mí, la que tenía miedo de confiar en alguien y mucho menos de
enamorarse de un hombre, quería sentarse recta y rígida, resistirse a su
gesto cariñoso. Pero la verdadera yo, la que sobrevivió a Eric y se negó a
quebrarse, esa parte tomó el timón y me dejó fundirme a su lado, con la
cabeza apoyada en su hombro.
—Llámame tú. No me refiero solamente a si quieres llamarme... —
tuvo la delicadeza de sonar avergonzado—. Cuando estés ansiosa o
simplemente no quieras estar sola. Dormiré en el suelo junto a ese sofá
increíblemente pequeño que tienes. Estaré aquí. Cuando quieras.
Me impresionó la generosidad y compasión de su oferta, su
consideración y su respetuosa pero innecesaria insistencia en que
durmiera en el suelo. Como si yo no quisiera que durmiera en mi cama.
—No te avergüences de llamarme. Y no pienses más en mis
hermanos. Yo no beso y cuento, por un lado. Por otro, no estamos celosos
el uno del otro. No por ti. No eres un juguete por el que pelearíamos, eres
una mujer que toma sus propias decisiones. Todos respetaremos tus
decisiones. Lo que decidas hacer o no hacer, contar o no contar. Tú
decides.
Lo abracé con fuerza, una oleada de afecto me consumió.
—Creo que necesitaba oír todo eso. Gracias —dije—, por todo. Sé
que necesitas irte. Soy una chica grande. No tienes que preocuparte por
mí.
—Mantener a salvo a la gente es lo que hago. Pero además de ser
mi trabajo, es lo que soy. Protejo a la gente que me importa. Eso te incluye
a ti. Así que déjame ayudarte, cuando quieras. Si se te pasa por la cabeza
que deberías llamarme, antes de disuadirte, llama.
Darren me tomó la mejilla con la mano y me besó la cabeza.
—Ahora duerme un poco. Después de cerrar la puerta.
Asentí y lo seguí hasta la puerta, donde me dio las buenas noches
con un ligero beso. No sabía qué hacer después de que se fuera. Me había
metido en un lío con los Beckett. Tendría que tomarle la palabra a Darren
y confiar en su discreción. En cuanto a si se pondrían celosos unos de
otros o se enfadarían conmigo, ya me ocuparía de eso si ocurría. Ya tenía
bastante de qué preocuparme con Eric suelto. No tenía sentido crear más
drama en mi vida personal. Me metí en la cama y me dormí casi al
instante.
Antes de lo habitual, bajé a desayunar. Imagínate mi sorpresa al
encontrar el café ya hecho y a mi adusto hermano Darren sirviéndose el
suyo en un vaso de viaje.
—¿No sueles entrar a las nueve? —pregunté.
—Consulta temprana con uno de los clientes de papá. ¿Café?
—Claro —dije, abriendo el armario para tomar una taza. Mi
hermano parecía muy animado, no solamente por lo temprano que había
amanecido, sino por él mismo en general. Se dirigió al vestíbulo en busca
de la caja de cuero donde todos dejábamos las llaves al final del día.
Añadí nata a mi café y levanté la vista cuando murmuró algo. Miré
hacia la puerta.
—¿Qué te pasa? ¿Olvidaste que eres el gruñón? —bromeé.
—No encuentro mi cartera. Supongo que se me cayó de los
pantalones anoche —gruñó.
—Quizá si te quedaras un minuto antes de salir corriendo por la
puerta sobre una pobre mujer, no perderías tus cosas —bromeé.
Puso los ojos en blanco. Estaba esperando su respuesta sobre cómo
podría intentar salir de mi despacho el tiempo suficiente para encontrar
a una mujer que se enrollara conmigo cuando llamaron a la puerta.
La abrí y, sorprendentemente, Julie estaba en nuestra puerta. Se
sobresaltó al verme y sus mejillas enrojecieron al instante.
—Buenos días —dije, abriendo más la puerta para dejarla entrar
en el estrecho vestíbulo.
No parecía la misma de siempre, arreglada y controlada. Llevaba
pantalones, una camiseta holgada y el cabello recogido en un moño
desordenado. No entendía por qué estaba en mi puerta a las seis y media
de la mañana, tan desconcertada como yo.
Darren se aclaró la garganta y pasó a mi lado. Julie le entregó su
cartera. Intercambiaron una mirada, él se inclinó para decirle algo en voz
baja. Ella asintió y le contestó en voz demasiado baja como para que no
la escucharan.
Me quedé allí de pie, como un tercero en discordia en aquel
incómodo encuentro. Admito que me sorprendió que acabara en casa de
Julie la noche anterior, que claramente se hubiera dejado la cartera en
su casa accidentalmente después de pasar la noche juntos,
eufemísticamente hablando. No es que mi rudo y listo hermano fuera de
los que recurren a los eufemismos. Si pudiéramos fiarnos de su historia,
nunca nos habría dicho ni una palabra a Rory ni a mí. Mantenía su
consejo y era un ligón ambulante de una noche que había hecho de la
discreción un arte. Una razón por la que era tan inusual que olvidara su
billetera. Debía de estar fuera de juego, porque no me imagino a Darren
tropezando con su eficacia durante una escapada, pensé con ironía.
Darren dijo que tenía que irse, se le hacía tarde. Le dio las gracias
a Julie. Dijo que la llamaría cuando terminara la reunión. Fue tan...
dulce. El estirado y recto ex marine parecía casi tímido cuando le dijo que
tuviera un buen día y bajó las escaleras. Eran condenadamente
adorables. No podía negarlo.
Y allí estaba Julie, de pie en la puerta todavía, mirando torpe como
el infierno.
—¿Café? Está fresco —le ofrecí. Dio un paso atrás y negó.
—No, gracias. Solamente vine a...
—Está bien, Julie. Por favor, entra y tómate un café. Insisto —le
dije, haciéndola pasar. Se sentó a la mesa, parecía indecisa. Le serví una
taza de café y le llevé el azúcar y la nata a la mesa. Cuando le di la taza,
nuestros dedos se rozaron y sentí la misma sacudida que antes. Ella me
miró a los ojos por un instante, demostrando que también lo había
sentido. Pero parecía abatida. Admito que me sorprendió que pasaran la
noche juntos, pero me sorprendió más que no me molestara. No me sentí
celoso, ni enfadado, ni siquiera irritado. Le dediqué una sonrisa
tranquilizadora.
—Escucha —dije— lo sabemos, ¿bien? Rory te besó, y yo también.
Ahora has pasado la noche con Darren. No tienes que parecer tan
incómoda. Todos somos adultos aquí, para usar el cliché. Todo
consentido. No hay una hoja de ruta para esta situación, pero tampoco
hay un problema. Volviste a nuestras vidas, y todos estamos contentos
de tenerte aquí. Me gustas. También a Rory. Y obviamente también le
gustas a Darren —esbocé una media sonrisa—. No hay ninguna presión
sobre ti para que tomes algún tipo de decisión o sigas las reglas de nadie.
Nadie aquí va a avergonzarte o enfadarse por ello.
Empezó a decir algo, a protestar y probablemente a disculparse.
Levanté una mano para detenerla.
—¿Y si nadie se enfada, Julie? ¿Y si no tienes que elegir?
Eso la hizo detenerse. De hecho, tenía la taza a medio camino de
los labios cuando se detuvo y volvió a dejarla en el suelo, mirándome.
Creo que se estaba planteando las posibilidades, o que yo la había dejado
pasmada. En cualquier caso, lo único que podía hacer era dejarlo en sus
manos. Lo que estuviera dispuesta a discutir o con lo que se sintiera
cómoda. Le hice saber que estábamos abiertos a esa conversación,
abiertos a muchas cosas, en realidad. La sola idea me hacía sentir que
tenía algo que esperar, la promesa de algo que podría ser increíble.
Nah, no estoy celoso, escribí en respuesta al mensaje de Jeremy
sobre Darren juntándose con Julie. Aunque es un bastardo con suerte.
Qué caballo astuto resultó ser Darren. Mientras yo daba el primer
paso con Julie en la barbacoa y Jeremy la besaba junto al auto después
de comer juntos, Darren se acercó por dentro y nos dejó a todos por los
suelos. Suponiendo que esta situación fuera una carrera de caballos y
Julie una corona de claveles con forma de herradura o algo así, pensé
con una risita.
Siempre son los callados lol, añadí.
No me digas, respondió Jeremy, Lucky tiene razón.
Tenía que volver al trabajo, orientar a un par de nuevos reclutas de
la brigada de voluntarios, jóvenes entusiastas pero, de momento, sin
ningún sentido común en lo que se refiere a las precauciones básicas de
seguridad. Después de una mañana larguísima tratando de poner orden
entre los nuevos para hacer un par de simulacros, entré en la cocina del
parque de bomberos para ver qué había para comer. Tyler estaba
desenvolviendo un bocadillo gigante.
—Oye —dijo—, ¿tienes hambre? La iglesia baptista envió como
cinco bocadillos y papas fritas para todo el equipo como agradecimiento.
—Es muy amable de su parte —dije—. Claro.
Llenamos los platos y yo puse en mi bocadillo lechuga, cebolla y
pimientos de la bandeja de verduras. Nos sentamos y comimos.
—¿Cómo te va con Willow? —pregunté, refiriéndome a la novia de
Tyler.
—Bien. Se está poniendo serio, creo —dijo con una sonrisa.
—¿Cómo de serio?
—Nos vamos a Jamaica el mes que viene por nuestro primer
aniversario.
—Aniversarios y viajes... me suena serio.
—Voy a pedírselo —dijo, radiante.
—Buena suerte, hermano —le dije—. Espero que diga que sí.
—Yo también —respondió.
Dos tipos más entraron para unirse a nosotros, sirviéndose del
enorme bocadillo y tomando asiento.
—¿Carne italiana? —preguntó Dylan.
Asentí.
—No hay nada mejor que esto. De verdad. Nos enviaron esto de la
nada. Voy a ser el primero en la fila si esa iglesia se incendia —dijo Josh.
—Lo mismo —asentí.
—Le estaba diciendo a Rory que le voy a pedir matrimonio a Willow
en Jamaica el mes que viene —añadió Tyler.
—Espera, ¿proponer matrimonio? —Me quedé mudo—. Pensé que
cuando dijiste que se lo ibas a pedir te referías a hacer cosas con el culo.
Los chicos se rieron y nos burlamos de Tyler durante un minuto.
—¿Y qué hay de ti, Rory? ¿Tienes a alguien especial a quien
preguntarle por cosas del culo? —contraatacó finalmente.
Sacudí la cabeza con pesar.
—La chica que me gustaba... resulta que a mis dos hermanos
también les gusta. La besé en la barbacoa del fin de semana del Día del
Trabajo, y seguro que hubo chispa. Pero es complicado.
Dylan, con el que estaba seguro de poder contar para un
comentario sabelotodo sobre aquella situación, en lugar de eso parecía
algo serio:
—He pasado por eso, hermano —dijo.
—¿Qué? —Pregunté.
—Sabes que Zack y yo hemos sido amigos desde que estábamos en
la escuela, ¿verdad?
—Sí. Estuvo anoche, durmiendo hasta tarde hoy, ¿verdad? —
pregunté—. ¿Todo bien?
—Sí, está bien. Mejor que bien. Ambos estamos viendo a la misma
mujer.
—¿A propósito o por accidente? —quería saber Tyler.
—A propósito. Salimos con Matt, el primo de Zack, a jugar al billar
hace un par de años, y una morena caliente nos pateó el culo. Nos ganó
como doscientos dólares en media hora. La invitamos a ella y a su amiga
a tomar unas copas y de repente se quedó a dormir. Solamente con Zack
al principio, y luego salimos juntos unas cuantas veces, los cuatro,
jugamos al Call of Duty y esas mierdas. Siempre lo pasamos bien, ella es
muy divertida y sexy como el infierno. Al final, una noche sacamos el
tema con unos tacos. Le preguntamos si estaría dispuesta a tener una
relación con todos nosotros. Sin competencia ni nada, solamente lo que
surgió naturalmente.
—Entonces, ¿todos tienen sexo juntos? ¿Cómo entre ustedes? —
Josh preguntó.
—¡No! —dijo—. No es así. Somos muy felices. Pasamos tiempo
juntos, nos divertimos, como siempre, pero hay un lado romántico, y
tenemos tiempo a solas con ella.
—¿Así que es como la noche de suites de fantasía en The
Bachelorette excepto que todo el tiempo? —dije—. Y no me vengas con
que veo Bachelorette. Mi hermana me enganchó a ella hace unos años
porque estaba allí durante un rodaje en uno de los clubes que
promociona —dije.
—Sí, excepto que no hay un montón de mierda angustia celosa
porque somos adultos. Sabemos lo que queremos. No es una cosa rara
programada o lo que sea. Es algo orgánico. Nunca hemos tenido
problemas de celos ni nadie se ha sentido excluido.
—Esta es Abby, ¿verdad? ¿La de la fiesta de Navidad? —Le
pregunté.
—Sí. No vayas difundiendo esto por ahí. Sé que hay gente por aquí
qué pensaría que dice algo de ella como persona que esté involucrada con
todos nosotros a la vez. Pero no quiero dañar su reputación. Es una chica
increíble —dijo con seriedad.
Asentí.
—Me alegro de que me lo hayas dicho. No diré nada. Y estos dos,
demonios, están demasiado ocupados con el combo de carne italiana
como para preocuparse —dije.
Lo pensé toda la tarde, la verdad. No era una posibilidad que había
considerado, pero necesitaba hablarlo con mis hermanos. Les mandé un
mensaje para quedar en casa a cenar a las siete porque teníamos que
hablar de Julie. Que tenía una idea.
Cuando llegué a casa, Darren ya estaba asando filetes en la cocina
y Jeremy me alcanzó una cerveza. Mientras comíamos, les conté lo del
acuerdo de Dylan.
—¿La comparten? —preguntó Darren un poco incrédulo.
—Lo dice el tipo que ni siquiera confiaba en mí para que le prestara
su camioneta en la preparatoria —dijo Jeremy.
—Has conducido como un imbécil —dijo Darren, y Jeremy se
encogió de hombros.
—He mejorado con la práctica —respondió.
—¿Es eso lo que le dices a las chicas? ¿Qué mejorarás con la
práctica? —le pregunté. Resopló y me hizo un gesto con el dedo corazón.
—Hablando en serio —dije mientras poníamos la comida en los
platos y nos sentábamos a comer.
—¿Tú? ¿En serio? —bromeó Darren con una risita.
—Puede que te sorprenda. De hecho, creo que lo haré. Cuando me
enteré de que Julie y tú pasaron la noche juntos... —empecé.
—Jesús, Jer, ¿alquilaste un puto cartel? —dijo, agravado.
—No, solamente se lo dije a Rory. No se lo dije a Kendall ni a nadie
más. Sé cómo ser discreto. Solamente pensé que nuestro hermano tenía
derecho a saberlo.
—Ahí es donde te equivocas. Tú tampoco tenías derecho a saberlo.
Estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado —dijo Darren.
—De todos modos —continué—. Ahora que lo sé, pensé que eras
un bastardo con suerte, pero no sentí celos. Y me hizo pensar. Hay una
chispa entre Julie y yo, y no me lo imagino. Fue un beso infernal.
—También el nuestro. No actúes como si fueras tan especial —
bromeó Jeremy, cortando su filete—. Término medio, perfecto. Darren,
tienes las habilidades culinarias de todos nosotros.
—Mi chili es...
—Un billete de ida a la ciudad de la diarrea —dijo Jeremy y nos
echamos a reír.
—Si tu tripa de anciano no aguanta las especias, es tu problema.
—No, es problema de todos los que usan el baño del personal en mi
oficina —respondió riendo.
—Antes de que Jeremy introdujera el tema de su cagada excesiva,
tenía un punto —dije—. Había estado pensando mucho en Julie, y cómo
todos nos sentimos atraídos por ella. Cómo ella está obviamente en cada
uno de nosotros, también. Y no lo digo como para decir nada malo de ella
en absoluto. Tienes que entenderlo, ¿bien?
—Por supuesto —dijo Jeremy.
—Sí —aceptó Darren.
—Lo que no sabía era qué hacer al respecto aparte de, supongo,
intentar ignorar los sentimientos y esperar que desaparecieran. Entonces
pasó lo de ella y Darren —señalé con la cabeza en su dirección—. Y pensé,
bueno mierda, ella va a estar pasando el rato en la casa y mierda, y va a
ser muy incómodo por un tiempo. Ya sé que todos tenemos nuestros
propias zonas, así que no tendríamos que cruzarnos, pero no me gustaba
la idea de evitarlos a ti y a ella. Entonces estaba comiendo con los chicos
de la comisaría y Dylan empezó a hablar.
—¿Dylan el grandote? —preguntó Darren.
Asentí.
—Sí, bueno, él estaba diciendo que hace un par de años, él estaba
con amigos y esta chica les ganó en el billar y todos se cayeron bien.
Salieron y ella se fue a casa con ellos. Los tres.
—Eso es diferente —dijo Jeremy.
—Son todos muy felices. Viven juntos, los cuatro. Se llevan muy
bien, y ella encaja perfectamente y los tres tienen una relación con ella,
romántica quiero decir.
—¿Estás diciendo que esta mujer tiene una relación poliamorosa
con sus tres compañeros, verdad? —preguntó Jeremy.
—Gracias, abogado. —Darren puso los ojos en blanco—. Creo que
todos entendimos lo que quería decir.
—No estaba seguro —dijo Jeremy—, con nuestro hermanito usando
palabras como románticamente. Pensé que tal vez los alienígenas lo
habían sustituido por un señuelo para atraparnos. Pero su vocabulario
era demasiado bueno para engañarnos.
—Bien, muy bien, a ver si comparto contigo una mujer caliente —
dije, dando un bocado al filete.
Aun así, ambos se callaron durante unos minutos y no solamente
porque estuviéramos cenando. Finalmente, tuve que preguntar.
—¿Qué les parece? ¿Podríamos hacerlo? Quiero decir, si Julie
estuviera dispuesta.
—Creo que esa es una pregunta para ella —dijo Jeremy, siempre
diplomático.
—Darren, tienes que contarnos, ¿cómo fue el sexo? ¿Fue bueno? —
Pregunté.
—¿No te gustaría saberlo? —replicó irónico.
—Sí, me gustaría. Por eso te lo pregunto —dije con ligereza.
—Supongo que deberías averiguarlo por ti mismo —respondió
Darren sin perder el ritmo. Miré de él a Jeremy.
—¿Realmente podríamos hacer esto? Quiero decir, ¿compartirla?
—Creo que podríamos. Somos hombres adultos, la mayoría de las
veces incluso actuamos como tales —dijo Jeremy.
—¿Por qué no? —Darren estuvo de acuerdo.
—Julie no tendrá ningún problema en decírnoslo si odia la idea y
piensa que somos una banda de descerebrados calientes que veían
demasiado porno cuando eran adolescentes —dijo Jeremy.
—En eso tienes razón —dije.
Charlamos un poco más. A todos nos pareció bien la idea. Todo lo
que teníamos que hacer era abordar el asunto con Julie y ver qué
pensaba. No me pareció tensa, pero era una petición poco convencional.
Estaba un poco nervioso por cómo reaccionaría. Y en cuanto a eso, ¿qué
pensaría Kendall de que sus hermanos mayores compartieran así a su
mejor amiga? Me pregunté si nos estaba preparando a todos para algo
demasiado complicado, pero ya era demasiado tarde para retractarme.
¿Me convertía en un hipócrita estar allí pensando que no había
nada en el mundo más aburrido que la gente rica? ¿Cuando trabajaba de
seguridad en una gala benéfica vistiendo un traje de diseño a medida y
crecí en una familia que tenía una enorme casa de vacaciones en los
Hamptons, además de otros beneficios del dinero de nuestro padre? Pero
tener un aspecto tan severo como caro era muy rentable. Uno de los
clientes más antiguos de mi padre me contrató para organizar la
seguridad alrededor del perímetro y en el interior del acto benéfico, así
como para supervisar la empresa privada que contrató para proporcionar
vigilancia y guardias.
—Vienen muy recomendados, Darren, pero son desconocidos. Te
conozco desde que eras un niño, y me sentía tan orgulloso como tu padre
cada vez que ganabas un honor en los Marines. Me sentiría mejor si tú
estuvieras al mando, vigilando a estos chicos que se hacen llamar
profesionales pero que empezaron como porteros de discoteca en Nueva
Jersey —me había dicho Don.
Entonces empezó a sugerir una suma de dinero que duplicaba con
creces mis honorarios habituales por trabajar en seguridad privada.
—Te encargarás de la logística y actuarás como gerente. Es un
papel más complejo que el de simple vigilante —protestó.
No pude evitar pensar en el hecho de que había llegado a hacer un
curso online de gestión de la seguridad y llevaba tiempo dándole vueltas
a la idea de montar mi propia empresa en lugar de trabajar para mi padre.
No solamente era una mejora laboral, sino que Don sería una gran
referencia para mi propio servicio. Por no hablar de que los honorarios
que me ofrecía serían un buen complemento para la cuenta de
inversiones que había reservado para los gastos iniciales. Acepté.
Fueron unos tres días de trabajo antes del evento, la joya de la
corona del calendario de recaudación de fondos de la fundación del
hospital infantil. La nieta de Don había sido tratada allí hacía unos años
tras estar a punto de ahogarse, y su recuperación había despertado en él
la pasión por hacer todo lo posible por las instalaciones y los empleados
que la habían salvado. Como él era el propietario del hotel donde se
celebraba el acto, tuve carta blanca para modificarlo todo, desde los
ángulos de las cámaras instaladas hasta una zona ajardinada que
obstruía la línea de visión desde donde se situarían los guardias. El
servicio de catering trabajó conmigo en la configuración de interiores y
exteriores para que el tráfico fluyera y mis hombres tuvieran una línea
de visión clara. Fue un gran trabajo, pero me encantó. Al menos esa
parte. En cuanto a estar de pie y parecer grande y vigilante, que era algo
natural en mí, y parecer vagamente cabreado, que también era algo
natural en mí, prefería ver cómo los putos cereales se empapaban en un
cuenco de leche.
Había gente rica de pie, la mayoría posando y tratando de superarse
unos a otros en sus inversiones, vacaciones y adquisiciones. Cuando
empezó la subasta silenciosa, me aburrí como una ostra. Alerta y sin
perder la cabeza, pero aburrido. Me reuní con mi hombre de confianza
en el lado opuesto del evento, cerca de la entrada, y todo iba bien allí.
Tuvimos un incidente a primera hora de la tarde, cuando un hombre
intentó entrar para hablar con la junta directiva. Estaba despotricando
sobre algo relacionado con el hospital, y un par de mis chicos lo
escoltaron fuera de la propiedad, tomaron su foto, sus datos y le
informaron de que las fuerzas del orden intervendrían si volvía a molestar
a alguien en la gala benéfica. Lo habían despedido de su trabajo en el
hospital y no iba armado, así que, después de comprobar su información,
se trataba solamente de un fanfarrón, no de una amenaza activa. Ésa
había sido la única emoción, aunque yo no quería ninguna en un trabajo
como éste. Me recordé a mí mismo que la fundación del hospital iba a
recaudar cientos de miles de dólares esta noche, que yo estaba ayudando
con eso. Una mujer había hablado del fondo para las nuevas máquinas
de diálisis y las reparaciones necesarias del generador, y cuando habló
de los pacientes de allí, pensé en Julie. Sería maravillosa trabajando en
un lugar así, con su actitud cálida y compasiva y sus credenciales de
enfermera que tanto le había costado conseguir. Todo me recordaba a
ella desde que dormimos juntos, la verdad.
La prestación se apagó. Mi smartwatch vibró con el tono de llamada
personal. Miré la pequeña pantalla esperando que fuera Rory
preguntándome si me había sacado los ojos viendo a la élite de
Manhattan presumir de sus nuevos yates. Era Julie.
Vino a mi trabajo otra vez. Estoy en casa. Estoy bien. Te
necesito.
La llamé al instante. Intentaba mantener la voz uniforme, pero
temblaba como si hubiera estado llorando.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Sí. Supongo. Dejé mi turno temprano porque él estaba allí.
—No tuviste que tratarlo, ¿verdad?
—No. Se lastimó de nuevo. Por eso tenía una excusa para venir.
Está haciendo esto a propósito para tener acceso a mí.
—¿Llamaste a la policía?
—Sí. Dijeron que tenía permiso para estar allí y que como no tenía
que trabajar con él no había razón para enfadarse tanto —se burló—.
Porque el hijo de puta nunca les metió el cañón de una pistola cargada
bajo la barbilla y dijo que esta vez lo iba a hacer.
Su risa amarga se rompió en un sollozo y un sudor frío me recorrió
la espalda cuando dijo eso. Sabía que le había hecho cosas horribles,
pero no había indagado en los detalles. Pude verlo. Me vino a la mente
cuando ella lo dijo, con la cabeza echada hacia atrás, el rostro enrojecido
por el llanto, una mano carnosa en la culata de una pistola, apretando el
cañón contra la suave piel de debajo de la mandíbula. La había besado
allí, le había acariciado el rostro, la había mirado a los ojos mientras me
movía dentro de ella. La había tratado, en cuerpo y alma, como si fuera
un objeto, como si no importara. Había conocido a hombres así incluso
en el servicio, que utilizaban la crueldad y el miedo a las mujeres para
alimentar su vacío, llenarlos de un sentimiento de poder crudo y sucio.
Quería matarlo. Tuve que tomarme un segundo para calmarme y
recordar mi entrenamiento. La rabia ciega era descuidada y cometía
errores. La rabia ciega te hacía olvidar que no puedes gastar la vida
humana como un puñado de peniques.
—Nunca más, Julie —dije, con voz dura—. Me iré de aquí en diez
minutos. Mantén tu puerta cerrada. Te mandaré un mensaje cuando
llegue.
—Gracias —dijo ella—. No puedo creer que te haya llamado.
—Quiero que me llames —le dije.
No pasó mucho tiempo antes de que estuviera en mi camioneta
ardiendo en su dirección. Necesitaba verla con mis propios ojos, sentirla
con mis propias manos para saber que estaba a salvo. De ninguna
manera iba a dejar que se quedara allí sola después de esto.
En un santiamén estaba en su puerta; la abrió y cayó en mis
brazos. Entré, cerré la puerta con el pie y la abracé. Mi mano hizo lentos
círculos en su espalda y sentí que se relajaba poco a poco. Volvió el rostro
hacia mí, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas.
—Estás a salvo. Te tengo —dije bruscamente.
Asintió y, cuando parpadeó, una lágrima resbaló por su mejilla. La
besé. Probé la sal de su piel. Se me retorció el estómago. Me incliné y
tomé su boca. Sus labios temblaron al abrirse para mí. Julie me rodeó el
cuello con los brazos, estirándose para alcanzarme, y susurró. Con un
brazo alrededor de su cintura, la levanté y la apreté contra mí. La besé
suave y profundamente, reclamándola, haciéndole saber que era mía; la
protegería pasara lo que pasara. Se fundió en mí tan fácilmente.
Mi pulgar en su mandíbula, rozando la comisura de sus labios
mientras nos besábamos, la hizo gemir. Se volvió y besó la yema de mi
pulgar, rompió el beso lo suficiente para mirarme a los ojos.
—Lo decía en serio, Darren —dijo, apartando sus ojos de los míos
como avergonzada—. Te necesito. Para sentirme segura, para sentirme
completa de nuevo. Verlo y escuchar su voz, saber que puede llegar a mí
cuando quiera, me quitó algo, una fuerza que me ha costado años
acumular. Sé que tenemos que hacer algo. La policía dice que no está
haciendo nada malo. Pero sé que viene por mí... —se interrumpió, con
los ojos desorbitados por el miedo.
La anclé a mí con una fuerte banda de mi brazo bajo su culo y la
mantuve a mi altura, de modo que quedamos frente a frente.
—Te lo dije, te tengo —dije uniformemente, pero sonó como un
gruñido. Como si un depredador hubiera mirado a mi mujer y yo tuviera
que destruirlo. Pero no antes de recordarle de quién era.
—Te necesito —repitió, esta vez mirándome a los ojos—. No sé,
siento que mi cuerpo no está bien, como si no fuera mío —sacudió la
cabeza.
La puse de pie y tomé sus manos entre las mías.
—Escúchame, Julie. Te perteneces a ti misma. Es tu cuerpo. Nunca
fuiste suya. Intentó hacerte suya y fracasó. Porque eras más fuerte de lo
que él nunca supo. Mírame. Te escapaste. Nunca volverá a ponerte una
mano encima. Te lo juro por mi vida.
La tomé de las manos, con la espalda apoyada en la puerta, y le
hice un voto. Me pareció sagrado, vinculante. Por un segundo me
pregunté si debía arrodillarme o algo así. Pero ella se acercó más a mí,
apartó las manos y me las pasó por el pecho, por debajo de la chaqueta.
—Te creo —respiró— pero creo que parte de mí ya te pertenece,
Darren. No porque nos acostáramos, sino porque sabía que podía
llamarte y vendrías. Podía confiar en ti. Maldita sea, te queda muy bien
ese traje —me interrumpió con una risa tensa. Esbocé una media
sonrisa, sintiéndome increíble después de aquel cumplido.
—Gracias —dije.
—Que aparecieras, que prometieras mantenerme a salvo. Eso
significa mucho para mí. Pero soy codiciosa, Darren. Quiero más.
—¿Cuánto más? —Ladeé una ceja.
—Todos ustedes. Por favor.
—Te voy a sacar de aquí, Julie —protesté—. No me siento cómodo
con que te quedes aquí sola en este momento.
—Yo tampoco. Supongo que aceptaré la oferta constante de Kendall
de mudarme con ella por un tiempo.
—Se ha ido toda la noche, como todas las noches. Seguirías
estando sola, solamente que en un edificio con mejor seguridad. Me
gustaría que vinieras a casa conmigo. Hay mucho espacio en nuestra
casa. Y al menos uno de nosotros está allí todo el tiempo.
—Me gustaría —dijo, y me sorprendió que fuera tan fácil
convencerla.
—Gracias —le dije. Sabía que debía de estar terriblemente asustada
para aceptar renunciar a su feroz independencia aunque solamente fuera
por unos días. Le toqué el rostro y le acomodé el cabello detrás de la oreja.
Me tenía todo para ella, era demasiado tarde. Ya no estaba en serios
problemas.
—¿Sabes cuál sería una buena forma de agradecérmelo? —
preguntó con una sonrisa pícara.
—¿Meter tus cosas en una bolsa y largarte de aquí? —bromeé.
—Por favor, Darren —me dijo, con la mano en el pecho. Como si
pudiera decirle que no.
Seguía en bata. Le rodeé la cintura con las manos y la arrastré
contra mí para que sintiera el enorme peso de mi erección contra su
vientre. Luego pasé el dorso de mis nudillos por su cuello, la hice
estremecerse. Seguí el recorrido de mi mano con la boca y ella se arqueó
dentro de mí de la forma más gratificante. Julie se aferró a mi brazo y lo
sostuvo. Temblaba, dejándose llevar por la chispa de excitación que yo
había provocado en ella. Tenía que tener cuidado con ella, asegurarme
de que estaba excitada. Porque yo estaba tan excitado que podría
haberme metido dentro de ella y haberme gastado en tres empujones
para entonces. Aparté mi boca de la suya.
—Mete tus cosas en una bolsa, Julie —casi le gruñí. Se apartó de
mí con piernas temblorosas y empezó a hacer la maleta. Era lo más
responsable, me dije. Necesitaba estar a salvo en la casa de los Beckett
más de lo que yo necesitaba abrazarla y hacer que volviera a sentir su
cuerpo como propio.
—No voy a ninguna parte —dije.
Debería haberme resistido a ir a casa con Darren, mudándome
temporalmente con los hermanos de Kendall. Yo sabía eso. Pero no me
atreví a decir que no. Tenía miedo de Eric, lo admito. Y estar con la gente,
especialmente con aquellos que me importaban, me parecía correcto. Me
sentiría más segura con ellos y al diablo con las consecuencias más tarde.
Habría un infierno que pagar, probablemente, y un infierno que sabía que
me merecía. Me acosté con el hermano de mi mejor amiga. Ya había
besado a los otros dos. Me había quedado despierta por la noche tratando
de convencerme de que no podía estar de acuerdo con lo que sugirió
Jeremy. Pero había este pozo de soledad en mí, de miedo, necesidad y algo
que se sentía como estar sin hogar. Como si no perteneciera a ningún
lado. Ese sentimiento tiene más pequeño cuando estaba con los
hermanos. No había ningún argumento racional contra una sensación de
cercanía y seguridad que no estaba seguro de haber tenido antes.
Llamé a Kendall en el camino y le conté sobre Eric, sobre cómo llamé
a Darren presa del pánico y planeé quedarme con su familia. Ella estaba
totalmente de acuerdo, dijo algo como lo que Darren había dicho antes,
que se había ido toda la noche y que necesitaba a alguien conmigo.
Aparqué fuera de la preciosa casa de piedra y subí los escalones del
exterior.
Darren abrió la puerta. Encontré a Kendall esperando junto con
Jeremy y Rory. Había una pila de cajas de pizza en el mostrador, el olor a
comida picante y caliente me atraía. Abracé a Kendall y nos susurré
durante unos minutos sobre Eric mientras llenaba mi plato con
rebanadas de suprema y cargaba algunos pimientos de plátano encima
de un recipiente de espuma de poliestireno. Rory me pasó una cerveza
fría. Ni siquiera me había dado cuenta de que tenía hambre, pero cuando
mordí la primera rebanada, el calor de la salsa y las especias me golpeó y
me sentí hambrienta. Me hablaban a mí y a mi alrededor, un sonido alegre
y ruidoso. Pateé mis zapatos debajo de la mesa y engullí tres rebanadas y
bebí mi cerveza. Me dolía menos la cabeza, y me invadió una plenitud y
un calor agradables. Kendall me dio un apretón y dijo que tenía que ir a
una fiesta pero que llamaría por la mañana. Le soplé un beso.
—Mantén a estos chicos en línea por mí —dijo con ironía y se fue.
Darren la acompañó hasta su auto y luego cerró la puerta principal.
Cuando se reunió con nosotros, llevé mi plato al fregadero y dejé caer mi
botella en el reciclaje. Nos mudamos a la sala de estar y amontoné la
sección de gran tamaño con ellos. Rory me rodeó con un brazo y me miró.
—Estoy bien, mejor ahora que estoy aquí —le dije de todo corazón.
—Llamé al oficial de libertad condicional de Eric —dijo Jeremy—, y
estoy buscando formas de evitar su uso de la sala de emergencias donde
trabajas. En relación con su dirección actual, no es el centro médico más
cercano. Dos cuidados de urgencia, una clínica con ambulatorio y otro
hospital están más cerca de él. Todavía no está registrado que haya
encontrado empleo, por lo que no hay una razón documentada para que
esté en ese vecindario con tanta frecuencia. Si no puedo prohibirlo por
completo, tendré un monitor de tobillo para el final de la semana.
—Gracias —le dije, impresionada por los extremos a los que ya
había llegado.
—El tipo es un maníaco —dijo Rory—. Se autolesiona para acercarse
a ti. Eso tiene que ser contra la ley. Está jodido, y si Jer no puede hacer
que la ley lo detenga, hay otras formas.
—Rory —interrumpió Darren—. Eres un empleado de la ciudad. No
puedes ir de vigilante. Nunca serás jefe. Jeremy aquí quiere ser fiscal de
distrito en algún momento. Así que yo soy el que obviamente se ocupará
del problema. Mi sustento no depende de seguir las reglas.
—Nadie va a ser vigilante —le dije—. Ustedes necesitan calmarse,
tomen otra cerveza —sugerí.
—Haremos lo que sea necesario —me dijo Rory—. Estás a salvo
aquí, y vamos a mantenerte a salvo. Jeremy es el cerebro, Darren es el
ejecutor…
—¿Y tú qué eres? ¿El bufón de la corte? —se burló Jeremy de Rory.
—Tú eres el pensador, él es el luchador. Eso me convierte en el
amante —dijo con picardía.
Me apoyé en su hombro y los miré, sintiéndome tan reconfortada
de estar rodeada de ellos. Todos me miraban expectantes.
—Jeremy —dije, decidiendo dar el salto—. ¿Quisiste decir lo que
dijiste el otro día?
Sabiendo de inmediato a qué me refería, asintió.
—Sí. No tienes que elegir. Estamos todos adentro. Depende de ti —
dijo. Mi estómago dio un vuelco de emoción y alivio.
Me puse de pie.
—Entonces tengo una pregunta. —Miré de uno a otro—. ¿Me
llevarán a la cama?
Fue como si les hubiera golpeado un rayo por un instante,
simplemente congelados en el lugar y aturdidos. Luego cobraron vida a la
vez, Jeremy se adelantó para tomar mi mano y besar mi mejilla.
—Arriba —dijo Rory, saltando delante de todos—. Vamos a la
habitación de Jeremy. Es la mejor.
—Mi cama es más grande —dijo Darren. Él tenía un punto. Todos
intercambiamos una mirada y comencé a reírme incontrolablemente.
—La habitación de Darren —dijo Rory, y lo seguimos escaleras
arriba.
Darren abrió las puertas dobles de una habitación en el último piso
con una cama California King y no mucho más: una cómoda, una gran
silla de cuero junto a una lámpara en la esquina. Encendió la lámpara,
una luz suave inundó el espacio. Me sentí tímida, sin saber cómo
empezar. Jeremy había estado sosteniendo mi mano y me llevó a la cama
para que me sentara.
—Las únicas reglas básicas son estas: sé honesta con nosotros y
sabes que nunca tienes que hacer nada que no quieras. Si cambias de
opinión, si quieres ir a tener tiempo para ti o lo que sea, si necesitas algo
de espacio, solamente dilo. Todos estamos en esto y queremos
asegurarnos de que estés cómoda. Nadie se va a enojar o actuar como un
estúpido —dijo Jeremy—. Elijo esto porque sé lo que sentí en el almuerzo
ese día. Te besé en el auto, y se sintió bien. Así que quiero ver hasta dónde
puede llegar.
—Empecé a tener fantasías traviesas de baños de esponja el día que
me trataste en la sala de emergencias —dijo Rory con descaro—. Y todos
sabemos que Darren ya ha tenido el placer. No hay necesidad de
preguntar sus razones.
—Mi razón es que no quiero volver a besar a nadie más. Solamente
tú. O nadie.
—Maldita sea —dije, sintiendo un cosquilleo de calor cuando lo
dijo—. Dos de ustedes no tienen presión, divirtámonos, y luego tienes al
señor Intensidad allí. —Sus ojos se oscurecieron y mi sexo se apretó en
respuesta.
—Así que vamos a empezar fácil. Apuesto a que te vendría bien un
masaje después del día que has tenido —dijo Jeremy.
Asentí.
Extendió la mano y me levantó la blusa por encima de la cabeza,
mientras Rory me ayudaba a quitarme la parte de abajo.
Estaba de pie con mis bragas de encaje rosa, mi sostén, y me metí
en la cama. Jeremy se unió a mí, quitándose la ropa a medida que
avanzaba hasta que se arrodilló junto a donde yo yacía. Besó mis labios,
pasó una mano por mi caja torácica y sobre mi muslo. Fue magistral,
diligente, todo lo que esperarías de un abogado ambicioso: tenía una
estrategia y mantuvo un ritmo lento y constante mientras me daba la
vuelta y masajeaba mi espalda, amasando los músculos tensos y
liberando la tensión dentro de mí. Cuando golpeó un lugar que me dolía
cerca del hombro y emití un sonido, las manos de Rory subieron por la
parte posterior de mis muslos. Me estremecí, sentí cómo mi cuerpo le
respondía. Tenía su mano entre mis piernas mientras yo yacía boca abajo
en la cama grande. Tenía la cabeza apoyada en mis brazos, los ojos medio
cerrados, cuando Darren se tumbó a mi lado. Acarició mi cabello y besó
mis labios suavemente.
—Estoy justo aquí, bebé —dijo—. Todo lo que quieras. Solamente
dinos.
No pude decir nada. Solamente los quería conmigo, sentía la lujosa
sensación de estar en el centro de sus considerables atenciones. Manos
suaves y fuertes trabajaron los músculos de mi espalda, la longitud de
mis piernas. Me sentía tan relajada, casi flácida por el agotamiento de la
prueba por la que había pasado. Entonces las manos de Jeremy en mis
hombros me dieron vuelta sobre mi espalda. Darren tomó mi mano y la
sostuvo, la besó, tomó uno de mis dedos en su boca y lo lamió. Me gustó
cómo se sintió y cómo estar allí con todos ellos me hizo sentir hermosa y
poderosa. Jeremy me tomó en sus brazos y me besó, e incliné mi cabeza
hacia atrás para que él tuviera acceso a mi cuello. Pasó su mano arriba y
abajo por la columna de mi garganta y luego me mantuvo quieta para un
beso que me devastó. Mis dedos agarraron los de Darren ante la
sensualidad del beso. Jeremy se sentó y me llevó a su regazo y me senté
a horcajadas sobre sus muslos.
Detrás de mí, Darren se incorporó para que yo pudiera apoyarme
contra su pecho. Se estiró y sus dedos se sumergieron en mi sostén,
acariciando mis senos. Desabrochó el broche delantero y mis pechos se
derramaron en sus manos expectantes.
Las manos grandes y callosas de Darren cubrieron mis pechos
pálidos y llenos, amasándolos y trabajándolos, pellizcando mis pezones.
Pronto esa sensación desplazó cualquier segundo pensamiento que
pudiera haber tenido.
Jeremy me estaba hablando, besándome suavemente, diciéndome
lo perfecta que era, cómo le encantaría hacer esto toda la noche. Acarició
mi cuerpo, brazos, costados, caderas, la sensación de necesidad entre mis
piernas crecía. Tener las manos de Darren sobre mí mientras Jeremy me
acariciaba entre las piernas era lo más intenso que jamás había sentido.
Jeremy comenzó a tocarme, sus largos dedos en mis pliegues
resbaladizos.
Miré hacia atrás por encima del hombro y besé la boca de Darren.
En ese momento, Jeremy deslizó su largo dedo dentro de mí, y me
humedecí más cuando su hermano me besó. Moví mis caderas adelante
y atrás intentando en vano la presión y el ritmo que quería.
—Despacio, hermosa. Tenemos toda la noche —bromeó Jeremy,
torciendo su dedo dentro de mí y golpeando un punto sensible que hizo
que todos mis sentidos se iluminaran. Jadeé ante la oleada de
sensaciones, y la lengua de Darren llenó mi boca. Arqueando mi espalda,
agarré el hombro de Jeremy para arrastrarme y sentarme en su regazo.
Su piel desnuda contra la mía era cálida y suave, su cuerpo delgado y
perfecto debajo de mí. Toqué su mandíbula, sentí la aspereza de la barba
allí.
—¿No es hora de que me beses? —dije, mi voz ronca.
De repente, su boca estaba sobre la mía y esa lujuria vertiginosa me
atravesó, la misma pasión que me había mostrado en la acera cuando
abrumó mis sentidos tanto que felizmente me habría arrastrado en el
asiento trasero del auto con él en ese mismo momento, maldito sea el
trabajo. Ahora me deleitaba con el beso, el flujo y reflujo del mismo, la
forma en que sus largos dedos trazaban mi columna vertebral y se
entrelazaban en mi cabello.
El sudor empañaba mi cuerpo mientras nos movíamos juntos con
tanta naturalidad. Su mano en mi cadera me movió lo suficiente para
dejar que su amplia erección rozara ese lugar necesitado entre mis
piernas. Una bocanada de aire salió de mí con el primer golpe y puntos
brillantes volaron ante mis ojos. Se meció contra mí y sonrió contra mis
labios cuando comencé a tener espasmos. Jeremy levantó mis caderas y
se enterró dentro de mí, penetrándome mientras lo rodeaba. La forma en
que entró en mí tan suavemente y de repente me hizo echar la cabeza
hacia atrás.
—Eso se siente tan bien —gemí. Sostuvo mi espalda con sus manos,
sosteniendo todo mi peso mientras me arqueaba y me mecía, extrayendo
hasta el último fragmento de placer de ese clímax. Empujó dentro de mí
y lo monté, tratando de mover mis caderas justo para darle el tipo de
éxtasis que me había mostrado. Mi concentración se rompió cuando Rory
se unió a nosotros en la cama.
Rory se había quitado la camisa y su tenso cuerpo de bombero se
arrastraba hacia mí sobre el enorme colchón. Mi cuerpo respondió,
apretándose al verlo, tanta masculinidad cruda. Ese escalofrío que me
recorrió, la forma en que me mordí el labio debe haber sido todo lo que
necesité para enviar a Jeremy al límite.
Besó mi boca mientras se corría. Ni siquiera había recuperado el
aliento antes de alcanzar a Rory. Con entusiasmo, agarré sus bíceps, su
sonrisa traviesa se desvaneció cuando movió mi cabello a un lado para
besar mi garganta. Chispas volaron a través de mí, y sentí esos brazos,
los mismos que subían escaleras, sacaban gente de edificios en llamas,
me envolvían.
—No te preocupes, Julie —dijo contra mi boca— sé cómo maniobrar
una manguera gigante. —Resoplé, reí y casi lo mordí mientras reía. Toda
la risa me abandonó cuando me agarró las piernas y me arrastró por el
colchón hasta el borde de la cama.
Sentí mi cabello enredado arrastrarse detrás de mí, extendiéndose
por encima de mi cabeza mientras permitía que me pusiera en posición.
Mis brazos cayeron sueltos a mis costados cuando él levantó mi
pierna y besó el interior de mi pantorrilla. ¿Por qué se sintió tan bien?
¿Por qué un beso de Rory en la piel no probada de mi pierna hizo que una
languidez codiciosa se apoderara de mí? Fue todo lo que pude hacer para
no agarrarlo con las manos y exigirle que me destrozara en ese mismo
momento.
Levantó mi pierna y la enganchó sobre su hombro. El roce de su
cremallera me hizo morderme el labio. Lo escuché abrir sus pantalones,
pero lo siguiente que sentí no fue el órgano del bombero atravesándome.
Era su boca caliente sobre mis pezones, mis muslos acunando sus
increíbles abdominales y su espalda magra y musculosa. Sabía que
estaba tan excitada que tenía que sentir mi humedad contra su estómago
desnudo. Me excitó aún más, sabiendo que estaba dejando una marca en
él, que él tenía pruebas de cuánto los deseaba a todos, la lujuria se esfumó
dentro de mí. Mis manos fueron a su cabello, las ondas oscuras se
hicieron sedosas entre mis dedos mientras lo presionaba contra mi pecho
para que siguiera amamantando. Se sentía tan bien que me retorcí debajo
de él, moviéndome un poco. No estaba apurado, solamente mimándome,
mimándome con tanta atención en mis pezones sensibles.
Me agaché y agarré la mano que tenía en mi cintura. Guié su mano
entre nuestros cuerpos para mostrarle lo resbaladiza que estaba. Él gimió
y pasó sus dedos por mis pliegues húmedos. Susurró en mi boca, algo
sucio que solamente escuché la mitad porque me estaba besando en ese
momento, y todo mi cuerpo estaba encendido, hormigueando,
deseándolo. Lo había deseado por más tiempo, lo recordé, cuando
nuestros ojos se encontraron. Llegó a urgencias con inhalación de humo
y sin importar lo que dijera sobre fantasías de baño con esponja, yo había
soñado con darle a todo su cuerpo la atención que se merecía justo en
esa camilla.
Con mi pierna aún sobre su hombro, se inclinó por encima de mí
sobre sus brazos y la cabeza de su polla chocó contra mi centro, una
provocación viciosa que casi me hizo gemir de deseo. Besó mis labios,
acarició mis pechos doloridos y pesados con su boca caliente y luego puso
una mano en mi vientre. Mientras empujaba en mi pasaje, Rory presionó
su pulgar entre mis labios hinchados y encontró allí el capullo apretado.
Presionando y frotando, me hizo gemir en voz alta con cada embestida,
sus cuidados en mi clítoris eran perfectos. Su pulgar barrió la parte
inferior derecha mientras se hundía en mí y yo corcoveé en respuesta,
gritando. Una punzada de felicidad me abrasó. Envolví mis piernas
alrededor de sus caderas y me sostuve. El impacto de mi repentino
orgasmo se apoderó de Rory y lo dejó seco, sus ojos se cerraron
concentrados mientras me perforaba y se vaciaba, mi nombre en sus
labios. Me abrazó mientras recuperamos el aliento. Incluso me ayudó a
ponerme de pie mientras me dirigía al baño. Bebí agua directamente del
grifo, sintiéndome como si hubiera corrido quince kilómetros. Me encogí
de hombros y me puse una bata del gancho de la puerta, de algodón suave
y demasiado grande para mí, y me la envolví. Mi cuerpo estaba zumbando,
agradablemente dolorido y sintiéndome exuberante y maduro. Me limpié
lo mejor que pude y pasé un cepillo por mi desordenado cabello antes de
volver a enfrentarlos.
Jeremy había regresado en bóxers y una camiseta blanca, y Rory se
había subido la cremallera de los pantalones y había ido a buscar su
camiseta.
Luego estaba Darren. Seis pies de alto y descalzo, tirado como un
rey indolente en su silla de cuero, sus ojos encapuchados y oscuros
mientras me recorrían, su mano frotando el duro contorno de sus
pantalones. Estaba excitado de verme con otros hombres, con sus
hermanos. El conocimiento de eso me emocionó. Fui a él. Apoyé mi mano
en su muslo, mis uñas de color rosa neón se veían brillantes y atrevidas
contra los pantalones negros de Armani.
—Llévame a tu cama, Darren —dije con la voz más seductora que
pude reunir. Era difícil sonar seductora cuando te sentías estrangulada
por el deseo de un hombre así.
Darren se puso de pie, elevándose sobre mí, tan grande y tan cerca,
abarrotándome. Todos mis sentidos estaban llenos de él entonces, la
sombra de la barba en su rostro, la sacudida de su manzana de Adán
cuando tragaba con fuerza, el olor de su piel.
—¿Estás bien? —dijo, comprobando, tan pensativo incluso cuando
sus ojos estaban casi negros de deseo.
Asentí.
—Sí, mejor que bien —dije—. Te he estado esperando. ¿Qué te tomó
tanto tiempo? —Bromeé un poco.
—Tuve que esperar en la fila, bebé, pero vale la pena la espera.
—¿Todavía me quieres? —pregunté, mi voz un susurro
entrecortado. Allí estaba, el pequeño núcleo de preocupación de que de
los tres, él y yo habíamos sido los más cercanos cuando entramos en esta
habitación. ¿El hecho de que me acostara con sus dos hermanos lo había
disgustado conmigo? Tenía que saber si su interés en mí se había ido,
aunque sentí que podría empezar a llorar si decía que sí. Él simplemente
negó, me dio una sombra indulgente de una sonrisa.
—Más que nunca. Julie, no hay nada que puedas hacer para que
deje de quererte. Jamás. Cuando es así, cuando somos tú y yo, haría
cualquier cosa. Nada sería demasiado. Debes saber eso. Sé lo que vales
para mí, Julie.
Arrastré mi aliento como si lo hubiera dejado afuera. Me había
sentido exprimida, abrumada por el placer y la atención que Jeremy y
Rory me brindaban. Y Darren se quedó allí diciéndome que siempre me
querría. Era suficiente para que una chica necesitara un sofá para
desmayarse.
Mientras intentaba pensar en lo correcto para decirle, hacerle saber
cuánto significaba para mí, cuánto significaban todos ellos para mí, me
impidió pensar en absoluto. Él era bueno en eso.
Darren se acercó a mí y me besó, simplemente moviéndose hacia
adelante, arrastrándome por la habitación hasta que la parte posterior de
mis piernas golpeó la cama. Mantuve los ojos abiertos mientras lo besaba,
mirando las cejas oscuras, el surco de concentración entre ellos, la
ternura casi desgarradora en la forma en que me tocaba. Abrió el cinturón
de la bata que había tomado prestada y la abrió. Se había quitado la
chaqueta y la corbata, pero todavía estaba vestido de punta en blanco de
la fiesta para la que había trabajado antes en seguridad.
Desabotoné su camisa mientras él se apoyaba encima de mí. Me
encantaba mirarlo, esos hombros bloqueando la luz, esos brazos
abrazándome. No podía dejar de sonreír hasta que su boca en mi pecho
borró la sonrisa de mi rostro. Me rendí. Yo, con mi independencia y
negándome a aceptar ayuda durante el mayor tiempo posible, ondeé una
bandera blanca y simplemente me extendí ante él. Confié en él, en todos
ellos, completamente. Todo lo que hacía sería para hacerme sentir
increíble. Lo sabía.
Entonces, dejé de intentar tomar el control y quitarle la camisa o
inclinar mis caderas para que mi estómago se viera plano o lo que sea.
Dejé de tratar de manejar todo y simplemente lo dejé ser. Estaba más que
contento de dejar que Darren hiciera su magia.
Cuando rodó sobre su espalda, con la camisa blanca abierta para
revelar ese cuerpo cincelado, lo miré con perplejidad.
—Te dijimos que estás a cargo aquí. Es toda tu elección. Estar con
nosotros Te estoy poniendo en el asiento del conductor —dijo.
Miré a ese hombre grande y delicioso que se extendía ante mí y no
podía creer mi buena suerte. Me sorprendió con su oferta de dejarme estar
en la cima. Darren parecía un alfa tan empedernido, tan en control. Me
gustaba que me diera las riendas. Dudando solamente un poco, me subí
encima de él, me senté a horcajadas sobre sus caderas y me incliné para
besarlo. Mis pechos desnudos llenaron sus manos abiertas, y abrió mis
labios para darme su lengua. Unas cuantas caricias de eso y me hizo
temblar y querer más. Extendí la mano hacia él, envolví mi mano
alrededor del eje gordo que me esperaba. Debajo de mí, sus ojos brillaban
peligrosamente. Me levanté y me bajé sobre él. Su mirada se quedó
paralizada en el lugar donde nos unimos. Se sentía tan diferente estar por
encima de él. Alcancé sus manos y entrelacé nuestros dedos. Luego me
incliné y lo besé, presionando sus manos contra el colchón junto a su
cabeza. Lo trabajé en mi estrecho y resbaladizo pasaje. Mordisqueó mis
labios, pequeños besos suaves y sexys. La presión de su invasión fue
profunda e impresionante cuando finalmente lo tomé por completo.
Darren se sentó, llevándome con él para que yo estuviera en su
regazo, mis piernas alrededor de sus caderas y nuestros brazos alrededor
del otro. Nos balanceamos de un lado a otro, la cercanía y la intimidad
eran casi increíbles. Sentí el despliegue de un oscuro y sensual placer,
difundiéndose a través de mis miembros y subiendo por mi pecho hasta
que no pude respirar, pensar o hablar. Darren y yo estábamos tan
sincronizados que lo sentí apretarse y tensarse mientras el éxtasis
turbulento se acumulaba dentro de mí. Silencioso y suspendido como
entre latidos del corazón, me sentí suspendida justo al borde de algo tan
grande y aterrador que no estaba segura de quererlo.
Con el corazón palpitante, comencé a alejarme. Entonces Jeremy
estaba detrás de mí, besando mi cuello y envolviendo sus brazos alrededor
de mí, acariciando mis pezones, chupando ese lugar debajo de mi oreja
que enviaba chispas por mi piel. En respuesta, mis caderas se sacudieron
hacia adelante. Darren se meció justo contra mi clítoris, ejerciendo
presión justo donde lo necesitaba. El clímax más intenso y desgarrador
de mi vida se disparó a través de mí. Un placer feroz me atravesó, me
arrancó un grito. Darren hizo un ruido casi animal con los dientes
apretados mientras se corría. Todo mi cuerpo se apretó y tembló, los
brazos y las piernas se agitaron mientras el placer seguía y seguía. No
podía recuperar el aliento. No estaba segura de poder sobrevivir.
Cuando la agudeza de la misma se alivió un poco, me desplomé
hacia un lado. Darren alisó mi cabello sudoroso y me besó en la frente.
Sonreí débilmente. Por consentimiento sin palabras, nos acostamos en la
cama, nuestros cuerpos aún enredados, la mano de Jeremy en el pecho,
el brazo de Darren alrededor de mis caderas anclándome a él.
Los besé a ambos, primero a Darren y luego a Jeremy. Rory me trajo
un vaso de agua que tomé agradecida.
—Para no sonar demasiado como el sirviente travieso, pero tu baño
está listo —dijo. Me quedé boquiabierta ante él y ante tanto mimo.
Le di las gracias y me dio un beso de despedida.
—Estoy en el turno de noche hoy en la estación de bomberos. Nos
vemos mañana.
Tomé un baño tibio para limpiarme y me lavé el cabello. Luego me
subí a la cama grande con los dos Beckett restantes. Me acurruqué en los
brazos de Jeremy con Darren acurrucado detrás de mí. No podía recordar
un momento en que me sentí más segura o más satisfecha.
Despertar con Julie en mis brazos fue maravilloso. También fue
motivación suficiente para que me colocaran en el escritorio de la oficina
de mi casa a las siete de la mañana en busca de cualquier precedente
legal, estatal o federal, que pudiera invocar para mantenerla a salvo.
Un golpe en mi puerta me dijo que al menos uno de mis hermanos
estaba levantado.
—No estoy en una llamada. Entra —dije.
Tanto Rory como Darren entraron y se sentaron en las sillas de
invitados frente a mí. Rory acababa de llegar de la estación de bomberos
y Darren estaba vestido para ir a la oficina.
—Así que eso fue una locura —dijo Rory con una sonrisa.
—Esa no es la palabra que usaría para describirlo —dije.
—¿Qué usarías entonces? ¿Algo con unas ocho sílabas? —dijo Rory.
—Increíble. ¿Todos están de acuerdo con eso todavía? —pregunté,
levantando una ceja.
—Claro que sí —dijo Darren.
—Cuenta conmigo —dijo Rory—. Esta es Julie. No es que vayamos
a cambiar de opinión.
—Obviamente tenemos la intención de protegerla, pero no estaba
seguro de cómo se sintieron después de anoche.
—Como si estuviera listo para la segunda ronda, obviamente —dijo
Rory—. Quiero decir, soy el apuesto príncipe que le preparó un baño
caliente y le trajo un vaso de agua mientras ustedes dos, chicos de
fraternidad, se dormían. Soy el rey del cuidado posterior —dijo.
Puse los ojos en blanco y Darren resopló.
—Si tienes que ser el rey de algo y sabes que no es el sexo en sí… —
dijo Darren, aumentando la charla basura del día.
—Bien, muchachos. Dejemos los escupitajos y las patadas para
afuera —dije irónicamente—. Tengo una llamada para el oficial de libertad
condicional de Eric y espero una devolución de llamada hoy. Estoy
mirando cualquier avance legal para bloquearle la entrada a la propiedad
del hospital. Como Julie no tiene programado trabajar hoy, estoy
trabajando desde casa para que no esté sola.
—Bien. Puedo pasarme por el hospital en su próximo turno, ser los
ojos y los oídos en caso de que aparezca —ofreció Darren.
—No puedes sacarle la mierda a golpes. Lo necesitamos encerrado.
—Simplemente lo escoltaré fuera de la propiedad, le ofreceré llevarlo
a otro centro médico. Asegurarme de que sea una emergencia real —dijo
Darren, sonando demasiado razonable.
—Vas a romperle el fémur, ¿no? —pregunté sombríamente—. Eso lo
convertiría en una verdadera emergencia. Escúchame. No puedes dañarlo
a menos que él te ataque primero. Entonces no puedes usar un nivel de
fuerza indefendible dado tu entrenamiento y habilidad.
—Yo sé eso.
—Buen plan. Estoy muerto. Recibimos tres llamadas anoche. Me
voy a la cama. Nadie me despierta a menos que el lugar esté en llamas.
Espera, si se está incendiando, llama a quien esté de servicio en la maldita
estación —dijo Rory, y salió de la habitación arrastrando los pies para ir
a dormir un poco. Estaría inconsciente durante las próximas diez horas.
—Volveré alrededor de las seis —dijo Darren.
—Bueno. Les estoy enviando un par de fotos de Eric para que lo
reconozcan de inmediato.
—Bien pensado, hermano —dijo y se fue.
Una hora más tarde bajé a buscar café recién hecho y encontré a
Julie acurrucada en el sofá. Me senté a su lado.
—Oye —le dije— ¿dormiste bien? ¿Demasiados ronquidos?
Ella me dio una suave sonrisa y me miró a los ojos.
—Dormí muy bien, Jeremy. ¿Y tú?
—Me costó mucho levantarme de la cama. Estaba esta hermosa
mujer dormida en mi hombro —dije, viendo cómo se sonrojaba un poco
por el cumplido—. Ya se siente como si pertenecieras aquí. No te
preocupes por si alguno de nosotros cambia de opinión. Estamos más
que felices de que hayas decidido arriesgarte.
—Jeremy, ¿qué estoy haciendo? —preguntó ella, sus ojos muy
abiertos e inseguros.
—Estás sentada en el sofá decidiendo qué desayunar, creo. No lo
analices demasiado. Sé que viniendo de mí es bastante irónico, pero lo
digo en serio. No hay truco, no hay otro zapato esperando para caer. Valor
nominal, Jules. Nos preocupamos por ti y queremos mantenerte cerca.
Se acercó y apoyó la cabeza en mi brazo. La dulzura del gesto, la
alegría de tenerla aquí, de que ella volviera a mí en busca de respuestas,
de consuelo, se sintió increíble.
—La verdad es que estoy más bien ahora de lo que he estado desde
que tengo memoria —dijo, acurrucándose contra mi hombro. Deslicé mi
brazo alrededor de ella y la acerqué a mi lado, deleitándome con lo fuerte
que me hizo sentir cuando puso su mejilla en mi pecho y apoyó su mano
sobre mi corazón.
—Bien. Hablamos esta mañana antes de que te despertaras. Nos
turnaremos para llevarte al trabajo en el hospital hasta que las cosas se
calmen con Eric. Estoy explorando todas las vías legales posibles para
bloquearle el acceso a ese hospital. Te vamos a ver en tus turnos, y Darren
se ofreció a pasarse por el hospital o fuera de él mientras trabajas para
asegurarte de que Eric no ponga un pie en la propiedad. Si necesita
atención médica de emergencia por tercera vez en una semana, podemos
redirigirlo a un centro más cercano a su dirección. Rory llamó a un
chequeo de bienestar porque tenemos motivos para sospechar que se está
haciendo daño a sí mismo. Un trabajador social del departamento de
policía debería estar controlándolo hoy. De esa manera tenemos los ojos
puestos en él, y tal vez el escrutinio lo haga retroceder y ser más
cauteloso. Si no, te respaldamos.
—Te creo. Estoy muy agradecida por todo lo que estás haciendo,
Jeremy —dijo.
Incliné mi cabeza para que mi frente estuviera contra la de ella y
observé su suave sonrisa, la fácil intimidad de estar sentados de esa
manera, todos abrazados en el sofá, sus piernas sobre mi regazo, su
cuerpo pegado a mi costado. Me incliné, ladeé la cabeza y probé sus labios
de nuevo. La oleada de lujuria fue inmediata. Por la forma en que su mano
fue a mi cabello y separó los labios, me di cuenta de que Julie todavía
sentía esa atracción con tanta fuerza como yo. Justo cuando deslicé mi
lengua en su boca, sonó mi teléfono. Quería gemir de frustración:
teníamos la casa para nosotros solos, Julie estaba en mis brazos. Por
supuesto, sonó el teléfono. Me alejé y lo alcancé, miré la pantalla y
suspiré.
—Necesito tomar esto, lo siento —le dije—. Es el oficial de libertad
condicional de Eric que me devuelve la llamada.
Julie asintió y retiró los brazos que había envuelto alrededor de mi
cuello. Fui a mi oficina para tomar la llamada, sabiendo que este era un
paso importante para hacerla más segura, pero aún deseando que la
llamada hubiera llegado quizás una hora más tarde.
Si dijera que el último par de semanas, teniendo a Julie viviendo
con nosotros, habían sido las mejores dos semanas de mi vida adulta, no
sería una exageración en absoluto. Completó todo, encajó perfectamente
con nosotros y mejoró todo. Era divertida, hilarante y sexy como el
infierno. Kendall salía con nosotros a veces antes de tener que ir a una
inauguración o a una fiesta, y una noche las chicas casi me patean el
trasero jugando al beer pong. Es cierto que estaba jugando con Darren en
mi equipo, y dado que fue al ejército en lugar de a la universidad o a la
academia de entrenamiento de bomberos, no tenía la experiencia
intensiva de beer pong que Jeremy, las chicas y yo teníamos.
—¿Cómo es tu puntería tan mala? ¡Eras un infante de marina!
Negué.
—Soy mejor con un rifle de francotirador —se había quejado
Darren.
Kendall nos arrastró a una apertura VIP para un club de salsa
remodelado. Significaba una pista de baile sudorosa, luces intermitentes,
todos bailando juntos, un poco borrachos, con Julie con un vestido rosa
ajustado que Kendall la convenció de que se pusiera. Se había quitado
los dolorosos tacones altísimos temprano en la noche y bailaba descalza.
Mis manos en sus caderas y su brazo colgado descuidadamente alrededor
de mi cuello, habíamos quemado el piso mucho después de que los demás
se cansaron del espacio lleno de gente.
La mayoría de las noches nos quedamos en casa, cenamos, vimos
deportes o una película en la televisión, quienquiera que estuviera en casa
se amontonaba en el sofá seccional. A veces, Darren tenía un
destacamento de seguridad por la noche o Jeremy tenía una declaración
tardía, y otras veces yo pasaba la noche en la comisaría.
Independientemente, siempre había alguien allí con Julie y nos
acomodamos fácilmente. No se sentía como una invitada, como si
tuviéramos que estar incómodos y extrañar vagamente la relajada
informalidad de cuando solamente nosotros tres vivíamos aquí.
Las cosas habían funcionado con nosotros cuatro viviendo juntos
mejor de lo que podría haber esperado. Eric no había aparecido cerca de
Julie desde que Jeremy se puso en contacto con su oficial de libertad
condicional y yo hice que un trabajador social lo revisara. Parecía que la
amenaza se había calmado, pero no me gustaba la idea de que volviera
sola a su apartamento. Me gustaba tenerla cerca, a Jeremy y Darren
también. Pero nada la disuadiría de ser independiente y regresar a su
lugar cuando llegara el momento. Estaba temiendo eso más de lo que
quería admitir. No solamente porque la quería cerca donde pudiéramos
asegurarnos de que no hubiera ninguna amenaza para ella, sino también
porque la extrañaría muchísimo.
Quedarme dormido con ella en mis brazos o reírme cuando me
pegaba en el trasero mientras volvía a hacer chili se había convertido en
un ritual reconfortante. No había nada en ella a lo que quisiera renunciar.
Era mi noche para llevarla a casa después de su turno en la sala de
emergencias. Compré un café helado para ella en el camino solamente
para ver su rostro iluminarse cuando lo encontró esperándola en el
portavasos. Estaba tan loco por esa mujer que ni siquiera fue gracioso.
Le envié un mensaje de texto cuando me detuve en la entrada principal,
y pude sentir que sonreía demasiado cuando la vi. No hubo actuación
casual o como si esto no fuera gran cosa. Me gustaba demasiado para
eso.
Me contó un poco sobre su turno, un turno lento con solamente las
cosas pequeñas habituales: puntos de sutura para un corte o líquidos
intravenosos para alguien deshidratado por una gastroenteritis viral o
una intoxicación alimentaria. Luego, un accidente automovilístico envió
a cinco personas a la sala de emergencias, todas las cuales fueron
tratadas y dadas de alta. Llegamos a una casa vacía con Darren
trabajando en un evento y Jeremy quedándose hasta tarde para las
declaraciones.
—Tengo un poco de chile sobrante en el congelador —ofrecí— mi
último lote estaba demasiado picante para los hermanos. No soportan el
picante.
—Me gusta el picante —dijo con una sonrisa—. Déjame cocinarte
algo.
—Está bien, si quieres. Si estás cansada, podemos llamar a Door
Dash24.
—Quiero intentar uno de mis favoritos. Una amiga mía, su mamá
solía hacerlo. Ella es nigeriana y nos enseñó a ambos cómo hacer
shakshuka. Pedí las cosas que no pensé que tendrías.
—Adelante —le dije.
Me senté en el mostrador mientras ella cocinaba. Corté algunas
aceitunas y pimientos y le pregunté si esto era como Sriracha o si era
más picante.
—Sriracha tiene azúcar. Esto es más picante y tiene un sabor
ahumado. No lo probaría directamente —advirtió cuando miré el
contenedor.
Muy pronto estábamos comiendo, y mencioné lo que quería evitar,
como un idiota.
—Ya que todo parece haberse calmado un poco, supongo que vas a
empezar a pensar en regresar a tu apartamento —dije.
—No puedo esperar para volver a mi vieja rutina. Ustedes han sido
los mejores, y no podría haber pedido nada más que ser recibida en su
hogar y me han cuidado tan bien. Estoy muy agradecida. Yo solamente...
me he estado cuidando durante los últimos dos años y me he
acostumbrado. Me gusta. Realmente odié que mi vida entera fuera
interrumpida cuando liberaron a Eric.
Asentí, sintiendo la decepción. No iba a oponerme a lo que ella
quería o tratar de interponerme en su camino. Solamente sonreí y llevé
los platos al fregadero. Ella debe haber sabido que me sentía triste porque
cuando me senté a su lado, cubrió su mano con la mía.

24 Empresa que opera una plataforma de pedido y entrega de alimentos en línea.


—Una parte de mí no quiere irse en absoluto —admitió en voz baja,
sus ojos se encontraron con los míos.
Así de rápido, mi temperatura subió y mi corazón empezó a latir
con fuerza. Mi boca estaba sobre la suya, caliente y pesada. La levanté de
su taburete en el mostrador, sus piernas se cerraron alrededor de mi
cintura con tanta naturalidad. Sabía que nadie estaría en casa durante
horas, así que no necesitaba ir más allá del sofá, pero la quería en mi
cama. Me dirigí al sótano, mi boca en su cuello. En poco tiempo
estábamos en mi dormitorio. Encendí las luces y la dejé en mi colchón.
Estaba sonrojada y hermosa, su cabello desordenado de su cola de
caballo y pegado a su mejilla y cuello. Lo pasé detrás de su oreja y sonreí.
Ella era toda mía esta noche, y tenía la intención de darle todas las
razones para quedarse sin decir una sola palabra.
Presioné mis labios contra los de ella, mordí su labio inferior con
mis dientes y la apreté contra mí, apenas deteniéndome de aplastarla.
Una ardiente necesidad de poseerla, de hacerla mía, se apoderó de mí.
Con un movimiento rápido, agarré su cintura y le quité los
pantalones y la ropa interior, arrojándolos al suelo detrás de mí. Luego
puse mi mano sobre su vientre y la guie para que se acostara en la cama
antes de enganchar sus piernas sobre mis hombros y arrodillarme ante
el colchón. El primer sabor de ella en mi lengua fue más que intoxicante.
Su piel suave y satinada era tan cálida, tan sensible. El sabor salado de
la parte interna de su muslo dio paso al misterioso sabor de su sexo
mientras mis labios la besaban y tiraban de ella. Trató de alejarse de mí,
sus piernas tratando de cerrarse de golpe. Pero luego sus manos estaban
en mi cabello, acariciando mi cuero cabelludo y guiando mi boca hacia
donde me quería. Julie no parecía saber cómo reaccionar, primero se
apartó y luego corcoveó en mi lengua perversa como si no pudiera
soportar otro segundo sin una parte de mí dentro de ella.
Un beso pecaminoso con la boca abierta en su clítoris la hizo chillar
sin aliento, su cuerpo vivo con movimiento en mis manos y debajo de mis
labios. Sonreí contra su coño y escapé por poco de que su pelvis me
rompiera la nariz mientras levantaba las caderas para moler en mi boca.
Me retiré en el último segundo, introduciendo dos dedos en su
resbaladizo interior mientras ella apretaba y me agarraba con sus
músculos internos.
Se corrió sobre mi mano y le di un último beso a su tierno e
hinchado clítoris. Estaba tan duro, tan ansioso por ella. Todo lo que podía
pensar era bombear dentro de ella, dándole empujón tras empujón,
conduciendo ciegamente esa pasión hasta que comprendió en lo más
profundo de su ser exactamente a dónde pertenecía.
En un momento me sentía indecisa acerca de mudarme de regreso
a mi propio apartamento. Al momento siguiente, estaba desnuda de
cintura para abajo con la boca de Rory entre mis piernas. Tuve que
agarrar las sábanas con los puños después de que él me hizo correrme
mientras se levantaba, sus hábiles dedos se retiraron de mí y
desabrocharon sus pantalones. Rory liberó su sobresaliente erección.
Estaría mintiendo si dijera que casi no me abalancé sobre él tan pronto
como apareció su erecto eje, la cabeza hinchada purpúrea y llorando gotas
de excitación. Estaba encantada de que estuviera tan desesperado como
yo, tan loco por unirse a mí como yo lo estaba con él. Me deslicé de nuevo
en la cama y traté de dejarle un lugar, pero estaba torpe de placer como
si me hubieran drogado. Le sonreí, sintiéndome urgente por él y lánguida
por el agotador agarre del orgasmo que me había lamido. Supuse que se
subiría encima de mí y lo resolvería rápidamente. Parecía listo, y
ciertamente estaba lo suficientemente mojada como para haberme
penetrado sin pretensiones.
Me apoyé sobre mis codos, queriendo mirar. Se quitó la camiseta
azul marino del departamento de bomberos y dejó al descubierto el pecho.
Se me hizo agua la boca de deseo. Me incorporé y lo besé. Me guio hasta
ponerme de rodillas y luego me convenció para que me diera la vuelta y le
diera la espalda. La mano de Rory se deslizó por debajo del dobladillo de
mi blusa y tocó mi estómago, su rodilla separó mis muslos. Sentí el calor
sedoso de su polla en mi apertura. Mi núcleo se apretó con fuerza en el
vacío en respuesta. Una mano me deslizó entre mis piernas, tomó mi
montículo y comenzó a tocarme. Su polla, mojada como estaba con su
líquido preseminal, me atravesó fácilmente. Mi espalda se arqueó cuando
él penetró profundamente, golpeando contra lugares dentro de mí que se
sentían nuevos. Su única mano sostuvo mis lugares más privados, los
dedos recorriendo mis pliegues, mi clítoris, mis labios exteriores mientras
se movía dentro de mí desde atrás. Los escalofríos recorrieron mis brazos
y mi espalda, y mi mano cubrió la suya, mis dedos acariciando sus
nudillos, el dorso de sus dedos, incluso mientras me trabajaba con esos
mismos dedos.
Mi cabeza cayó hacia adelante. Su palma se movió hacia mi pecho
mientras se doblaba sobre mí. Agarrando mi cadera, me mantuvo quieta
mientras me cabalgaba duro, diciendo mi nombre. Con cada embestida,
mi cuerpo demasiado sensible trataba de rehuir, temeroso del exceso de
éxtasis que amenazaba mi cordura. Pero entonces no tuve otra opción.
Rendirme era mi única opción, un fuego candente me atravesó en el
momento en que sentí que sus bolas se tensaban y retrocedían, su polla
se hinchaba aún más y luego se liberaba profundamente dentro de mí.
Mis ojos ardían con la fuerza de eso, cada centímetro de piel picaba como
rayos de castigo, el placer ardiente no mostró piedad. Me derrumbé en la
cama, las extremidades fallando. Mi aliento entraba y salía como si
hubiera escalado una montaña a toda velocidad. Rory se colocó detrás de
mí y me besó el hombro.
—Bebé, eso fue increíble.
—Lo fue. —Me quedé en silencio, sin saber cómo decir lo que tenía
en mente.
—Oye, ¿estás bien? —Rory preguntó suavemente.
Rodé sobre mi espalda, mi mirada suave y seria. Necesitaba que él
supiera esto. Me miró a los ojos, la luz juguetona desapareció de los
suyos. Tocó mi mejilla.
—Estoy aquí. Tú puedes decirme cualquier cosa.
—Te creo. La cosa es —tomé una gran bocanada de aire—.
Solamente he estado con Eric. Yo era una adolescente cuando nos
juntamos. Y desde entonces ni siquiera he considerado estar con un
hombre. Kendall solía decir que Chris Evans podría acercarse a mí en el
trabajo y ofrecerme sexo oral en mi descanso y yo diría que no, gracias. Y
esa es la verdad. Nunca hubiera pensado en abrirme a nadie, en cuerpo y
alma, después de lo que pasó con Eric. No hasta que tú y tus hermanos
me mostrasen una forma en que podía ser yo misma y aún así sentirme
completa, incluso más completa, no como la propiedad de alguien. Hasta
la otra noche de hace unas semanas, nunca pensé que fuera posible tener
un orgasmo con un hombre y mucho menos con tres. Es como si todos
me hubieran abierto, me dejaron crecer en una versión completa de mí
misma en lugar de lo que él rompió. No sabía que había otra manera hasta
que me mostraste que puedo pedir lo que quiero, que puedo querer todo
de ti sin vergüenza.
Estaba orgullosa de mí mismo por decirlo, incluso cuando me
avergonzaba que fuera verdad. No tenía nada que temer de Rory, de
ninguno de ellos. No me rechazarían por lo que era. Me sentí querida y
conocida, aceptada, y quería que él lo supiera, que entendiera lo precioso
que era para mí, lo increíble y que me había cambiado la vida esta
experiencia.
—Julie —dijo, y me mordí el labio, un poco nerviosa por lo que diría.
No quería lástima de él, de nadie. Quería ser nueva, fuerte y valiente.
Así que tenía miedo de escucharlo decir que lamentaba mucho que yo
hubiera pasado por eso. Pero no lo hizo. Esperé y cuando volvió a hablar,
estaba claro que venía de un lugar tan solemne y verdadero como el mío.
—Antes de ti, nunca me arriesgué. Nunca confié en nadie lo
suficiente, me preocupé lo suficiente por alguien como para intentar algo
real. Pero tú, te sientes como en casa para mí. Cuando estoy contigo, esto
es lo que siempre he querido.
Me derretí en sus brazos. Me encantó saber lo especial que era esto
para él, cómo nuestra conexión era personal e íntima y nada parecido a
lo que la gente pensaría si lo vieran desde afuera. Fue hermoso y
verdadero, y cuando lo miré a los ojos, besó mis labios suavemente, un
beso lento y romántico que robó todos mis pensamientos. Me quedé
dormida en sus brazos durante unos minutos y me desperté para
encontrarlo mirándome, con una suave sonrisa en su hermoso rostro.
—Estoy tan feliz —le dije.
—Entonces, ¿por qué parece que no lo eres? —preguntó
juguetonamente, tocando la línea preocupada entre mis cejas.
—Cuando Kendall se entere de lo de nosotros cuatro... se sentirá
muy traicionada. Fui a sus espaldas con sus hermanos. Soy la peor
amiga.
—No eres la peor amiga. Kendall puede sorprenderte. Ella tiene su
propia veta de niña salvaje, lo sabes mejor que la mayoría —dijo. Tenía
tanta confianza que me sentí tranquila, menos culpable por ocultarle el
secreto a mi mejor amiga.
En sus brazos, dormí tan pacíficamente. No me desperté hasta casi
las ocho de la mañana. Se había ido, pero recordé que tenía un turno
temprano en la estación. Después de estirarme, bostezar y no poder
quitarme la sonrisa del rostro, me di una ducha rápida y subí las
escaleras. Podía escuchar a los otros dos muchachos moviéndose, así que
decidí prepararles el desayuno.
Jeremy y Darren bajaron las escaleras casi al mismo tiempo, y
deslicé los omelets en los platos para ellos.
—Hay fruta en la mesa y café recién hecho —dije con una sonrisa.
Ambos hombres me besaron, uno a la vez, y me senté a comer mi
omelet con ellos en la mesa. Mientras pinchaba un cubo de melón con mi
tenedor, miré de un lado a otro entre ellos. Estaba tan a gusto aquí, tan
feliz. Odiaba decir lo que necesitaba decir.
—Es bueno tener un desayuno caliente y una hermosa mujer
esperándome en la mañana —dijo Jeremy—. Estás fuera del trabajo hoy,
¿verdad?
—Sí, trabajé un turno doble ayer. Por eso estaba tan acabada y
dormí hasta tarde.
—Las ocho de la mañana no es tarde. Sabes cómo duerme Kendall,
¿verdad? —preguntó Jeremy.
—No me quedé en el trabajo hasta las cinco de la mañana como lo
hace ella —dije.
—La una de la tarde es levantarse temprano para nuestra hermana
—respondió Jeremy—. Y me alegro de que estés descansando un poco.
—Gracias. Realmente me he puesto al día con mi sueño en las
últimas semanas. El hecho es que, ahora que Eric se ha retractado gracias
a que hablaste con su oficial de libertad condicional, ya era hora de que
me mudara a mi apartamento.
Los ojos de Darren se apartaron de su omelet, pareciendo
sobresaltados pero sin revelar nada. Estaba tan bien entrenado en
seguridad que sabía que no debía esperar emociones visibles en su
expresión.
Jeremy solamente se veía serio y pensativo como de costumbre.
—Esperábamos que te quedaras —dijo Jeremy.
—Sí —estuvo de acuerdo Darren, típicamente no tan hablador como
sus hermanos—. Deseamos que te quedes.
—Me ha encantado estar aquí, pero no puedo dejar que Eric se haga
cargo de mi vida para siempre. Esto es más difícil de lo que pensaba, tener
que decirles que me mudo, pero es lo correcto. Es lo que quiero —dije.
—No digas más —respondió Jeremy—. Te ayudaremos en lo que
podamos.
—Déjame correr a la tienda y conseguir algunos suministros.
Pondré algunas cosas de seguridad, una cámara nueva. Puedo llevarte
allí hoy.
—Me gustaría eso, Darren, gracias —dije. Fueron tan solidarios, tan
a favor de lo que sea que me hiciera feliz. Tuve tanta suerte de tenerlos.
Después del desayuno, volví arriba y empaqué mis cosas. Cuando
Darren regresó, me llevó a mi edificio. Se sentía extraño entrar allí
después de estar fuera durante semanas. Estaba un poco temiendo cómo
olería el refrigerador desde que me fui a toda prisa esa noche. Mirando a
Darren, me paré más derecha, más confiada. Este fue un paso positivo
para mí, vivir sola de nuevo y aceptar la ayuda que necesitaba.
Lo observé desempacar varias bolsas de la compra llenas de
artículos de seguridad y clasificar sus herramientas en busca de lo que
necesitaba. Luego comencé a lavar la ropa y limpié el refrigerador, que no
estaba tan mal como esperaba. Al fregar y pasar la aspiradora, me sentí
más fuerte, lista para estar sola otra vez. Y todo fue gracias a los chicos
Beckett.
Su edificio estaba en buenas condiciones. Tenías que tener una llave
o que te llamaran para entrar. Hubiera sido más feliz si hubiera un
portero. Honestamente, hubiera sido más feliz si ella se quedara con
nosotros y se olvidara de este lugar.
Instalé cerraduras y alarmas en las ventanas y la puerta. El sistema
de cámara que usé se vinculó con una aplicación en su teléfono para que
pudiera revisarlo de forma remota y asegurarse de que el pasillo estuviera
despejado cuando llegara a casa después de un turno antes de entrar.
Cuando terminé con el segundo cerrojo, Julie me interrumpió.
—¡Estás haciendo demasiado!
—Diablos, si a tu casero no le gusta, pagaré la maldita multa.
Mientras te mantenga a salvo, no es demasiado —dije.
—Gracias. Eres tan dulce —respondió ella.
—Eh. No creo que me hayan llamado dulce antes —dije con una
media sonrisa.
—Bueno, tú lo eres. Cualquier idiota que no se haya dado cuenta no
merece tu tiempo —dijo protectoramente.
—No difundas ese tipo de rumores. Tengo una reputación que
mantener —bromeé.
Julie se rio, y tuvo una gran carcajada, libre, ruidosa y feliz. Tenía
que tener cuidado de no dejar que mi rostro hiciera algún tipo de tontería
romántica.
—En serio, aprecio esto, y te aprecio a ti. Te ofrecería hacerte un
sándwich o algo, pero lo único que no ha caducado en el refrigerador es
el bicarbonato de sodio.
—Podemos ir a la tienda de comestibles —le ofrecí.
—Puedo hacer que me los entreguen a domicilio —dijo, pero se
mordía el labio como si lo estuviera pensando.
—¿Qué pasa si quiero llevarte? —le pregunté.
Ella se iluminó.
—Está bien, haré una lista —y tomó un bloc de papel de un cajón y
comenzó a escribir.
En unos minutos, estábamos en el supermercado más cercano a su
apartamento. Empujé el carrito mientras ella hablaba constantemente
sobre cómo habían movido el cereal nuevamente y cuando se mudó aquí
por primera vez, le tomó mucho tiempo acostumbrarse a la forma en que
tenían su sección de productos agrícolas en la parte de atrás y no justo
como tú encontrarías una tienda de comestibles normal.
—Esto es muy educativo —dije con ironía—. No sabía que esta era
una tienda anormal. ¿Algo más que deba saber?
—Sí, nunca compres baterías o cables de cargador ni nada en la
tienda de comestibles porque el recargo es una locura. Una vez me
pusieron tiritas aquí y es un milagro que no haya tenido que pedir un
préstamo —dijo.
—¿Qué más hay en tu lista? Creo que compraste toda la tienda —
dije mirando el carrito que empujaba que estaba lleno de cajas y bolsas.
—Yogur. Leche desnatada. Tal vez helado.
—Definitivamente helado —dije—. ¿Cómo es eso una pregunta?
—No tienes que cuidar tu peso. Tienes como cero grasa corporal.
No somos iguales.
—Eres perfecta como eres —le dije, mi voz baja e insistente. Se
sonrojó por el cumplido y me dio una sonrisa tímida—. Cómete todo el
maldito helado que quieras.
Recorrimos los pasillos y me sorprendió lo mucho que me gustaba
ir de compras con Julie. Observé con asombro cómo examinaba pequeños
botes de yogur como si no fueran todos iguales y elegía un helado como
si el mundo dependiera de que hiciera la selección correcta. Cuando había
pasado cuatro o cinco minutos debatiendo los méritos relativos del helado
de masa de galleta frente al trozo de dulce de azúcar, los agarré a ambos
y los arrojé al carrito. Ella rió.
—¿Se te está acabando la paciencia?
—No. Simplemente no creo que tengas que elegir. Te puede gustar
más de un sabor —dije maliciosamente.
—Sabes que lo hago —respondió ella con calor en los ojos. Me
gustaba coquetear con ella y tener dobles sentidos que solamente
nosotros entendíamos. La atraje hacia mí y le di un rápido beso en los
labios. Fue un error ya que me hizo querer más. Tuve que reprimir un
gruñido de frustración y ella se rio de mi respuesta.
Estaba en un gran problema, si podía disfrutar de las compras con
Julie, si incluso mirar los sabores de los helados me excitaba. Las cosas
eran mucho más serias de lo que pensé que sería al principio.
Julie estuvo en la casa anoche para comer comida mexicana y ver
un combate de boxeo. El hecho es que ella y Kendall ganaron nuestro
dinero. Deberíamos haberlo sabido mejor que apostar en el partido con
un par de chicas como ellas, competitivas, tercas y obligadas a saber todo
sobre ambos luchadores. Luego, Kendall se fue a trabajar y Julie volvió a
casa. Tan pronto como se fue, Rory, Darren y yo miramos alrededor con
impotencia.
—¿Es estúpido que el lugar se sienta vacío desde que se mudó? —
pregunté.
—No —respondió Darren gruñón.
—Es la verdad —estuvo de acuerdo Rory conmigo.
Dos semanas desde que se mudó, y no estaba más cerca de
acostumbrarme a su ausencia. A pesar de que pasaba por allí algunas
veces a la semana, no era lo mismo. No se quedaba a dormir, no se
despertaba en mis brazos cuando el sol entraba a raudales por las
ventanas. Nos enviábamos mensajes de texto todo el tiempo, hablábamos,
y nos veíamos. Pero a distancia.
Tan pronto como salí de la corte, le envié un mensaje diciéndole que
realmente la extrañaba. De vuelta en la oficina, contesté algunos correos
electrónicos y luego revisé mi teléfono. No hubo respuesta, lo cual no era
propio de ella en absoluto. Rory bromeó diciendo que tenía su teléfono
conectado quirúrgicamente a su mano en todo momento. Estaba en el
trabajo, así que tal vez solamente estaba ocupada y revisaría su teléfono
entre pacientes, me dije. No había necesidad de preocuparse. Regresé al
trabajo, vi a un cliente e hice algunas llamadas. Entonces Rory me llamó.
—Oye, ¿has tenido noticias de Julie hoy? —preguntó, sonando tan
tenso como yo me sentía.
—No. Le envié un mensaje de texto hace aproximadamente una hora
y no obtuve respuesta. Pensé que era extraño —admití.
—Le dejé un mensaje de voz y tampoco me respondió. Ella siempre
responde si está ocupada o llama después de que dejo un mensaje —dijo
Rory.
—Probablemente solamente esté ocupada —le dije a él ya mí
también—. Ella responderá más tarde cuando tenga tiempo. Tenemos que
dejar de actuar como colegiales y simplemente hacer nuestro trabajo,
darle un poco de espacio.
Rory estuvo de acuerdo conmigo y terminamos la llamada. No pude
evitar pensar que no tenía tanta confianza como le había sonado a mi
hermano por teléfono. Me preocupaba que hubiera sucedido algo que le
impedía revisar o contestar su teléfono. Eric podría estar allí y ella estaría
amenazada o algo peor. Si él la tuviera, encontraría una escapatoria legal
para poder torturarlo durante días antes de entregarlo a la policía. Apreté
la mandíbula y estaba al borde del verdadero miedo por ella. Dos de
nosotros no habíamos tenido noticias suyas. Eso fue motivo de cierta
alarma.
Traté de volver al trabajo, pero no podía concentrarme. No con Julie
inalcanzable cuando eso estaba muy fuera de lugar para ella. ¿Estaba
realmente ocupada? ¿Había aparecido Eric? ¿O nos estaba evitando a los
tres? Había tantas posibilidades y la mayoría de ellas no eran buenas.
Llamé a Darren. En segundos respondió que él tampoco había sabido
nada de ella.
—Eso es extraño. Puedo pasar por su casa y asegurarme de que está
bien. Ya debería estar en casa —dijo.
—Nosotros vigilándola y controlándola solamente porque no
respondió a un mensaje de texto es tan espeluznante como un acosador.
—Está bien. ¿Qué pasa si simplemente paso y veo si su auto está
allí?
—Tenemos que tratar de mantener la calma. Es difícil cuando se
trata de Julie, lo sé. Pero esperemos y veamos si… oye, tengo una
notificación, espera.
Miré mi pantalla y vi el nombre de Julie. Tocándolo, leí el texto:
Ocupada, te llamo más tarde, xoxo J, y me reí con alivio.
—Hola, Darren —dije—, ella me envió un mensaje diciendo que está
ocupada. Podemos cancelar el grupo de búsqueda de la Guardia Nacional
ahora —dije.
—Supongo que nos dejamos llevar —estuvo de acuerdo.
Después de colgar, me reí de mí mismo. Debo estar cayendo fuerte
para volverme loco por un mensaje de texto sin respuesta.
Deja de enloquecer, me dije. Recomponte.
Estaba buscando el limpiador de drenaje debajo de mi fregadero
cuando encontré la caja de tampones. Los recogí en la tienda hace un par
de semanas cuando volví a casa, pero había pasado demasiado tiempo
desde que necesitaba uno. Pasé a mi aplicación de calendario y verifiqué
dos veces. Debería haber comenzado hace unos cinco días, pero no había
señales de mi periodo.
Había estado bajo estrés, pero ciertamente no lo suficiente como
para afectar mi periodo. Yo era enfermera y sabía hacer un seguimiento
de las señales. Estaba cansada todo el tiempo, incluso cuando tenía un
día libre entre semana y dormía nueve o diez horas todas las noches en
mi tiempo habitual de seis o siete como máximo. Cuando revisé mi
paquete de píldoras para ver si había comenzado por error el siguiente
paquete sin esperar una semana, descubrí que todavía estaba en el
mismo paquete del mes pasado, aunque ya debería haberlo terminado.
Tres pastillas estaban en su blister acusadoramente, tres veces en el
último mes me había olvidado de tomar mi pastilla. Era vergonzoso como
adulto, mucho más como enfermera registrada. Podría haberme pateado
a mí misma por perderme las píldoras, perder oportunidades de
protegerme de un embarazo no planificado. Ahora ahí estaba yo, con un
periodo tardío y sin muchas opciones.
Podría hacerme una prueba y esperar que fuera negativa. Podría
ignorarlo un par de días más mientras estaba cada vez más ansiosa.
Podría tomar la prueba y sincerarme con todos. Ni siquiera podía estar
segura de quién era el padre. Fue mortificante por decir lo menos.
Más que mortificante fue el hecho de que no podía hablar con mi
mejor amiga y decirle por qué estaba molesta porque aún no sabía que
estaba teniendo sexo con todos sus hermanos. Así que las noticias sobre
las repercusiones de mi arreglo poco convencional, la gente-pensará-que-
es-una-orgía, no serían recibidas con mucha simpatía por parte de
Kendall, ya que le había ocultado todo esto. Y ahora era posible, incluso
estadísticamente probable, que mi secreto se hiciera mucho más grande.
Iba a tener que dejar de hiperventilar y reconocer mis errores. Olvidar
pastillas. No usar condones con ninguno de los tres chicos. No ser
honesta con mi mejor amiga sobre los grandes cambios en mi vida
personal. Así tengo una vida personal ahora, y es maravilloso y
sorprendente... y hablando de sorpresas, ¡probablemente iba a ser tía!
Enterré mi rostro en mis manos con un gemido. Cuando éramos
niñas, este era el tipo de mierda que te metía en el loco programa de
entrevistas de Jerry Springer para que pudieras arrojar sillas a tus amigos
y parientes. A veces solíamos verlo en la casa de Kendall después de la
escuela y nos reíamos, pero también teníamos conversaciones
vehementes sobre lo que haríamos si alguien alguna vez nos mintiera y
nos engañara. Si conociera a Kendall, me lanzaría una silla estilo
Springer.
¿Cómo diablos iba a tener esa conversación con ella? Iba a requerir
algunas explicaciones de mi parte y luego paciencia y aguante de los
gritos y maldiciones que ella repartiría como lo que me merecía por andar
a escondidas y romper el código de chicas al enredarme con el hermano
de mi mejor amiga... o en este caso, todos sus hermanos. Estaba
avergonzada como el infierno, pero no podía obligarme a arrepentirme de
nada de eso. Quizá por primera vez en mi vida no me llené de
remordimientos por prácticamente todo lo que hice.
Terminar la carrera de enfermería fue un motivo de orgullo. Ser
excelente en mi trabajo como enfermera de urgencias fue otro logro. Abrir
mi corazón a los hombres Beckett fue una cosa más que me hizo sentir
orgullosa de mí misma. Podría haberme quedado encerrada y sola,
amargada y asustada, pero con ellos renací. Todo lo que había pensado
que no podría tener después de escapar de Eric estaba en mi vida ahora.
Yo tenía mi propio lugar. Era una enfermera que trabajaba en un trabajo
que me gustaba, y tenía hombres en mi vida en los que podía confiar,
hombres que me trataban con respeto y que me apoyaban y se
preocupaban. Hombres que incendiaban mi cuerpo. En lugar de una vida
vacía simplemente yendo a trabajar y volviendo a casa para sentarme sola
y tratar de ahogar mi trauma, tenía una vida real, una que me hacía feliz.
Ahora había este gran signo de interrogación de ¿estaba
embarazada? Se me cayó el estómago como si estuviera en una montaña
rusa con solamente pensarlo. Acabo de encarrilar mi vida. No estaba
segura de poder cuidar de un bebé y trabajar a tiempo completo y perder
a mi mejor amiga por mis elecciones sexuales atípicamente salvajes.
Marqué el número de Kendall antes de que pudiera detenerme. Al diablo
con las consecuencias, necesitaba a mi mejor amiga en este momento.
—¿Hola? ¿Qué tal? —respondió ella.
—Voy retrasada.
—¿Qué? ¿Teníamos planes? Mierda. Todavía estoy en pijama.
—No, tengo un retraso… retraso… —dije tensa.
—Oh bien. Eso es diferente. ¿Vas tarde como que deberías haber
empezado ayer o tarde como si fuera mejor que aprendiera a tejer
chambritas? —preguntó ella con una risa ligera.
—La segunda. Tengo cinco días de retraso y me perdí un par de
pastillas este mes.
—¿Fueron dos pastillas seguidas o dos en semanas diferentes? —
preguntó ella.
—Fueron tres. Dos seguidas y luego otra una semana después.
Aunque no creo que eso importe. Importa que me olvidé de tomarlas.
—Bueno, relájate, usaste un condón de todos modos. ¿Verdad?
¿Verdad? —preguntó con urgencia.
—No.
—¿Solamente una vez?
—Muchas veces. Como muchas, muchas veces.
—¿Desde cuándo tienes sexo, y no menos que muchas veces? —
exigió—. ¿Y por qué no he oído hablar de eso?
—Te necesito. Y aparentemente una prueba de orina. ¿Me ayudas? —
le pregunté.
—Estaré allí en media hora —dijo.
—Gracias.
—No temas —dijo Kendall cuando entró treinta minutos después—
. Tengo pruebas de embarazo y helado. Además, ¿desde cuándo vives en
un edificio de Misión Imposible? La mierda de vigilancia en ese pasillo…
—Agradece a Darren por eso. Cuando volví, todos estaban locos por
las nuevas cerraduras y una cámara y toda esa mierda.
—Ese es Darren para ti. Debería haberlo reconocido ya que tengo
una configuración similar en mi casa además del portero y el gel de
pimienta en mi llavero y la pistola paralizante. Somos mujeres bien
protegidas —dijo, entregándome la pinta de chispas de chocolate con
menta. Solamente el verde neón me revolvió el estómago al mirarlo. Se lo
devolví.
—No, gracias —dije—. Terminaré con esto de una vez.
Me metí en el baño y seguí las instrucciones del paquete como si
fuera a ser complicado de alguna manera. Hice eso tres veces, porque ella
me trajo tres marcas diferentes de pruebas como una amiga campeona.
Salí del baño y cerré la puerta detrás de mí.
—¿Tienes miedo de que salgan y te persigan? Son palitos para orinar
—dijo Kendall—. De todos modos, serías una madre fantástica. Y puedo
ser la tía genial que hace todas las cosas divertidas.
Logré esbozar una pequeña sonrisa. Fue lo mejor que pude hacer.
—Vamos. Relájate. Compraré las botas de diseñador para bebés que
sé que le quedarán pequeñas en una semana, pero tendrán el mejor estilo
callejero de cualquier bebé en esta ciudad. Imagíname, luciendo fabulosa
mientras empujo la carriola por las aceras de Manhattan. Decirle a la
gente que pregunta, ¨oh no, no es mío, es de una amiga, pero yo soy la
estilista¨. Y luego insisten en fotografiar al bebé con la última chaqueta
motera deconstruida y lentes de sol de Gucci.
Sonreí levemente de nuevo, sabiendo que estaba tratando de
hacerme reír. Simplemente no pude. Kendall era la mejor amiga del
mundo y me recordaba que estaría ahí para mí sin importar qué. Estaba
locamente agradecida con ella y se sintió aún peor por ocultarle el secreto.
Respiré lentamente para calmarme y encontrar las palabras adecuadas
para decirle lo que estaba pasando.
—Escucha —dijo ella—. Quiero saber cuándo empezaste a acostarte
con alguien, porque eso es muy importante para ti, nena. Pero no voy a
entrometerme en detalles hasta que sepamos lo que dicen estas pruebas,
¿de acuerdo?
Asentí, incapaz de decir más. Luego, el temporizador de mi teléfono
se apagó y sonó para avisarme que la vida tal como la conocía estaba a
punto de cambiar.
Abrí la puerta del baño lentamente.
—Cuidado, a veces salen en estampida —bromeó.
—Gracias por estar aquí conmigo —dije, apenas capaz de hablar.
Kendall vino a mi lado, tomó mi mano y la apretó para
tranquilizarme. Cerré los ojos por un segundo, armándome de valor.
Luego entré al baño, encendí la luz y me encontré con tres pruebas de
embarazo alineadas en el mostrador. Todos y cada uno de ellas daban
positivos.
Embarazada.
Indiscutiblemente embarazada. Tal como lo sospechaba. Nadie
podría salirse con la suya siendo tan descuidada tantas veces y ni
siquiera mantenerse al día con sus píldoras anticonceptivas. Un bebé. Yo
estaba embarazada de un bebé en este momento en este mismo minuto.
Miré a Kendall, quien me agarró y me abrazó.
—¡Vas a ser mamá! —dijo ella con un apretón feroz.
—Sí —chillé. Ella me dejó ir justo cuando mi teléfono sonó.
—¿Qué, tienes otras tres pruebas en otra habitación, haciendo
trampa en mis pruebas? —bromeó ella. Me estremecí un poco ante la
implicación.
Negué, miré mi teléfono. Era de Jeremy, un mensaje de texto que
decía que realmente me extrañaba. No pude responder. De alguna manera
me hizo temblar aún más fuerte. Silencié mi teléfono y lo metí en mi
bolsillo. Entonces cerré los ojos y empezaron las lágrimas.
—Oye —dijo Kendall—, tienes cinco minutos para llorar. Adelante.
Llora tanto como quieras. Pero cuando pasan cinco minutos, tienes que
ponerte en orden.
Solté una risa acuosa y olí con determinación. No iba a llorar por
cinco minutos. Ni un segundo más. Especialmente no cuando sentí algo
como la emoción brotando en mí.
—¿No crees que la cagué? —dije en voz baja.
—Para nada. Te conozco. No tomas este tipo de decisiones a la
ligera. Así que aunque estoy un poco molesta porque no me dijiste que
habías conocido a alguien, creo que una mini-Julie es justo lo que
necesitamos por aquí.
La volví a abrazar y le dije que era la mejor. Luego sacamos cucharas
para celebrar y me obligué a probar el helado de menta con chispas de
chocolate. Si cerraba los ojos y no miraba el color, no estaba tan mal.
Fue muy amable y nunca mencionó al padre potencial ni me hizo
un montón de preguntas. Acabamos de hablar sobre su último concierto
en un club de la noche anterior y una historia hilarante sobre uno de los
camareros que intenta pasarle su número a un chico y se lo da a la
persona equivocada.
—Sí, así que el mesero gay caliente le dio su número no al tipo sexy
que había coqueteado con él, sino a un joven miembro muy conservador
del consejo de la ciudad.
—Guau. Debe haber sido vergonzoso —dije.
—Bueno, lo hubiera sido, especialmente porque se supone que los
meseros no deben fraternizar con los invitados VIP en el lanzamiento del
producto, pero lo que fue realmente impactante fue que el hijo del senador
lo llamó desde el automóvil y le preguntó si podía conseguirlo. Sal del
trabajo temprano y ven a su habitación de hotel.
Me contó una o dos historias más, se aseguró de que estuviera
animada y luego me dejó dormir una siesta con la promesa de que lo
derramaría todo cuando me acomodara un poco más. Estaba bastante
agotada con toda la ansiedad y la emoción y todo el conflicto moral sobre
la necesidad de decirle a Kendall la verdad y cómo me acercaría a los
hermanos Beckett sobre cómo el bebé estaba a punto de cumplir cinco
años.
Me obligué a enviarle un mensaje de texto a Jeremy diciéndole que
estaba ocupada y luego puse mi teléfono en la mesa de café para poder
acurrucarme debajo de una manta. El sueño comenzaba a hundirme
cuando escuché pasos corriendo y gritos provenientes del pasillo frente a
mi puerta. Me di la vuelta, imaginando que alguien estaba teniendo una
discusión ruidosa en el pasillo o que el adolescente de alguien había
hablado mal y estaba siendo perseguido por el pasillo y reprendido por
un padre enojado cuando salían para salir. Traté de relajarme de nuevo y
dejé que mis ojos se cerraran. Estaba cómoda. Estaba a salvo y saludable.
Tenía un bebé en camino, mi propia familia. Fue una sorpresa maravillosa
incluso si yo estaba un poco aterrorizada al mismo tiempo. Una parte de
mí no podía esperar para contarles a los chicos, y la otra parte estaba un
poco avergonzada de haber quedado embarazada accidentalmente de uno
de ellos.
Aún así, el ruido de las carreras y las voces fuertes no se calmaron.
Frustrada, me dejé caer sobre mi espalda y respiré hondo. Fue entonces
cuando olí el humo.
Era fuerte y acre, un olor repugnante y nauseabundo que me hizo
toser de inmediato. Tiré la manta y fui a mirar por la puerta. Recordando
la cámara y la aplicación en mi teléfono, verifiqué eso. La aplicación
mostraba a personas corriendo por las escaleras junto a mi puerta y
nubes de humo oscuro oscureciéndolos, entrando en el pasillo frente a
mi puerta. Nerviosamente miré hacia abajo y vi que entraba humo por
debajo de la puerta.
Estaba haciendo ejercicio en la sala de pesas de la estación de
bomberos cuando sonó la alarma. El despachador recitó una dirección
que sonaba un poco familiar, pero no pude ubicarla. Me puse el equipo
en un tiempo récord y nos dirigimos al incendio. Estábamos a unas dos
manzanas de distancia cuando se me ocurrió que era la dirección del
edificio de apartamentos de Julie. De repente me enfermé de miedo.
Nunca antes había tenido miedo en el trabajo. Cauteloso o imprudente a
veces, sí, pero el miedo nunca antes me había agarrado por la garganta.
Ella estaba en su edificio de apartamentos y estaba ardiendo. Le
había dejado ese mensaje de voz antes y tal vez ella ya estaba en casa en
ese momento, tal vez un incendio ya ardía en algún lugar en ese momento,
no lo suficientemente grande como para activar los detectores de humo
pero creciendo en tamaño y seriedad con cada minuto que pasa. Maldije
la voz de la razón que era Jeremy por convencernos de no correr a su
apartamento y asustarla como acosadores enloquecidos cuando no
devolvía un mensaje de texto o no devolvía la llamada. Odiaba haber
escuchado, que podría haber seguido mis instintos para ir a verla y
asegurarme de que estaba bien, y la habría sacado de ese edificio antes
de que hubiera algún peligro.
Tenía que llegar a ella. Se sentía más urgente que cualquier otra
cosa en mi vida. Ella era mía para salvarla, y estaría condenado si la
dejaba arder.
Observé el horizonte a medida que nos acercábamos y vi mientras
nos deteníamos en el camión de agua que el edificio fue engullido, el fuego
ardía caliente y rápido como si se hubiera utilizado un acelerador.
Pude ver de inmediato que los dos pisos superiores, el de Julie y el
de abajo, fueron los más afectados.
Nos pusimos los respiradores y nuestro equipo se amontonó
limpiando los pisos de abajo. Mientras subíamos, pude ver el pasillo
completamente envuelto en llamas. Conduje a mi tripulación por las
escaleras. El camión con escalera había llegado justo después de
nosotros, y mientras los muchachos del camión cisterna luchaban por
controlar las llamas que saltaban, la escalera se extendía para rescatar a
las personas que colgaban de sus ventanas en los pisos superiores.
Esperaba que hubiera evacuado por la escalera de incendios fuera
de la ventana; sabía que había una en la parte trasera del edificio porque
Darren había hablado de poner una alarma y una nueva cerradura el otro
día. Era una mujer inteligente y había sobrevivido a cosas peores que esto.
Había sobrevivido a todo el abuso de Eric, había hecho algo con su vida.
Ella había entrado en la mía, y nunca había sido el mismo después de eso.
Mis hermanos y yo nunca habíamos sido tan felices como con Julie. No
había ninguna posibilidad de que dejara eso sin pelear. Si eso significara
caminar a través del fuego literal, lo haría. Corrí a la parte trasera del
edificio para ver si había algún evacuado reciente que necesitara primeros
auxilios o pudiera tener información sobre ella. Tenía la esperanza de que
me estaría esperando en la parte trasera del edificio, sonriendo, con la voz
un poco áspera por la inhalación de humo, pero por lo demás ilesa.
En cambio, lo que encontré fue más aterrador que el propio infierno
fuera de control. La escalera de incendios resultó dañada. Por un instante,
me enfurecí porque Darren no había revisado esto y armado un infierno
para que lo repararan, se negó a dejar que Julie se quedara allí hasta que
hubiera las instalaciones básicas de seguridad contra incendios en su
lugar. Pero ese era mi trabajo, yo era el bombero, y debería haber hecho
una simple inspección de su edificio. Se sentía como un bloque de
cemento en el pecho, mis pulmones cediendo ante la vista. No había
forma de que nadie en el último piso pudiera salir de ese edificio con la
escalera de incendios en la condición en que estaba: la plataforma del
piso estaba oxidada, a la escalera le faltaban peldaños.
Me obligué a detenerme y evaluar durante unos segundos,
escudriñé las ventanas de los dos pisos superiores. No sabía qué ventana
era la de ella. Estaba, objetivamente, aquí para salvar a todos los
residentes, pero estaría condenado si Julie no fuera la primera
sobreviviente que sacaría de ese piso. Mis tripulantes ya habían sacado a
la gente por las ventanas del tercer piso y las ambulancias se alinearon
mientras los paramédicos administraban oxígeno a las personas que
habían sido rescatadas.
Mis ojos frenéticos vieron movimiento en una ventana en el costado
del edificio, puños desnudos golpeando el vidrio con terror. Luego su
rostro, un rostro que reconocería en cualquier lugar. Tenía que llegar a
ella. Unos pocos gritaron instrucciones y yo estaba en el camión,
maniobré hacia el costado de la estructura y subí a la escalera. Subí lo
más rápido que pude, levanté la ventana. Metí la mano dentro y la agarré,
la arrastré hasta la mitad antes de que pudiera poner sus brazos
alrededor de mi cuello. Bajaron la escalera una vez que la tuve segura en
mis brazos. La sostuve, entera y viva, pero sin aliento, ojos llorosos
buscando los míos con terror. Me quité la máscara del respirador y se la
acerqué al rostro para que pudiera obtener el oxígeno de mi tanque.
Julie no podía respirar, lo arañó hasta que lo aparté. Desesperado,
mientras la acunaba, puse mi boca sobre la suya, dándole respiraciones
de rescate hasta que se relajó en mis brazos. Tan pronto como sus labios
comenzaron a moverse debajo de los míos, la estaba besando. Toda la
intensidad de mi miedo y anhelo, mi necesidad por ella surgió. Tyler me
gritó que me quitara del camino para que pudieran usar la escalera.
La llevé a la ambulancia y la puse suavemente en el auto de
emergencia. Tembló, lloró, dio paso a una tos espantosa y desgarradora.
Acaricié su rostro desordenado, le susurré que la cuidarían, que tenía que
volver al trabajo. No podía hablar, simplemente se aferró a mi mano
mientras me alejaba y el paramédico evaluaba su estado.
Quería quedarme con ella, Dios me ayude. Había otras personas a
las que salvar, pero era más de lo que podía hacer para separarme de ella.
Me arrodillé en el estrecho espacio de la ambulancia junto a ella y la besé
en la frente, susurré que tenía que intentarlo por mí, mantener la máscara
de oxígeno puesta y tendría a Beckett a su lado en poco tiempo. Que
necesitaba que ella estuviera bien. Que haría cualquier cosa. Solamente
por favor, quédate con nosotros. Besé su sien, acaricié su cabello.
Julie trató de ahogar una palabra y yo me incliné para escucharla.
—Ve —se las arregló para jadear frenéticamente antes de que otro
ataque de tos se apoderara de ella. Asentí, le di el número de teléfono de
Darren al paramédico. Generosa y valiente, incluso cuando su vida estaba
en peligro, Julie me enviaba de nuevo a la lucha para hacer el trabajo que
amaba, para salvar a otros residentes atrapados de la misma manera que
yo la había rescatado a ella. Le besé la mano y eché a correr hacia los
camiones. Inspeccioné la escena, noté que era una tarde de lunes a
viernes, por lo que afortunadamente había menos de la mitad de los
residentes en casa, pero eso lo hizo parecer más como un incendio
provocado, más como un ataque dirigido. Sospechando, decidí que
tendría que hablar con los oficiales de policía en la escena después de que
termináramos de despejar el edificio.
Cuando recibí una llamada de un número desconocido y un
paramédico dijo que un bombero le dio mi número y dijo que llamara por
la mujer rubia en la ambulancia, creo que cada gota de sangre en mi
cuerpo se congeló en ese mismo momento. Le pregunté si se llamaba Julie
Romero y me dijo que no estaba seguro ya que ella no estaba en
condiciones de responder preguntas después del incendio. Me dijo el
hospital al que se dirigían y le dije que los encontraría allí.
No solamente rompí el límite de velocidad; Hice todo lo que pude
para desafiar las leyes de la física y llegar más rápido. Estaba más allá de
preocuparme por obtener una multa o perder mi licencia. Habría
atropellado felizmente a otros autos si hubiera podido hacerlo. Aun así,
estaba a veinte minutos del hospital donde la llevaron. Cuando entré
corriendo en la sala de espera de la sala de emergencias, buscando en el
mostrador de recepción vacío una señal de vida para poder exigir la
ubicación exacta de Julie y su estado, mi hermana Kendall estaba allí,
sentada en una silla de plástico, mirándome fijamente. Todos los que se
atrevieron a existir en ese momento.
—¿Cómo me ganaste aquí? —pregunté.
—Soy el contacto de emergencia de Julie. Ha sido durante años. Me
llamaron enseguida. ¿Quién te llamó?
—Rory estaba en la escena. Hizo que me llamaran —dije, sin interés
en una pequeña charla.
Amaba a mi hermana y la compensaría más tarde, pero no tenía
tiempo ni paciencia para ella en una emergencia que tenía el potencial de
acabar con la vida tal como la conocía. Si algo le pasó a Julie, bueno,
había estado negociando con Dios todo el tiempo que infringí las leyes de
tránsito para llegar al hospital.
—¿Ya sabes algo? —pregunté.
—El médico está con ella. Eso es todo lo que sé —dijo.
Volví a pasearme como un animal enjaulado, incapaz de sentarme.
Quería arrancar el televisor de la pared, la pantalla que seguía
reproduciendo a una mujer alegre hablando efusivamente sobre el gran
hospital galardonado que era. Habría tirado el televisor por la ventana,
pero sabía que me echarían del hospital y me aislarían de Julie y de
cualquier información sobre su estado. Estuve en misiones en el ejército
donde tuve que esperar en el agua hasta las rodillas durante horas,
totalmente en silencio mientras los mosquitos me picaban. Me había
escondido en el desierto, tan sediento que mis labios se agrietaron y el
sudor en mi cuello pareció convertirse en hielo cuando cayó la noche,
pero no me moví ni un centímetro, nunca hice un sonido que pudiera
haber puesto en peligro al objetivo. Yo estaba altamente capacitado y con
experiencia. Sabía cómo esperar en una situación tensa, de vida o muerte.
¿Por qué no podía sentarme y estar quieto en la sala de espera de un
hospital? Me sentía inquieto, enojado, frenético. Kendall me miraba de vez
en cuando.
—¿Qué? —ladré finalmente.
Ella negó hacia mí. Tal vez ella se había dado cuenta, sobre nosotros
y Julie, o tal vez no. No me importaba en ese momento. Mientras Julie
estuviera a salvo, la cuidaríamos, la protegeríamos.
Jeremy salió disparado al vestíbulo y fue directo hacia mí.
—¿Hay noticias?
—No —dije.
Kendall intervino.
—¿Por qué ustedes dos están corriendo como pollos sin cabeza
preocupándose por mi amiga?
—Se quedó con nosotros durante semanas. Todos llegamos a
conocerla. Ella es una gran persona, se merece algo mejor de lo que ha
pasado. Pensaría que estarías diciendo que me lo dijiste, que ya era hora
de que reconozca tu sabiduría y juicio superiores al elegir a tus amigos.
Y se te permite volver allí con ella en ausencia de un pariente
consanguíneo —intervino—. ¿Por qué no estás con ella?
Su voz se había vuelto acusadora. Le di un codazo. No hay necesidad
de exagerar y ser más sospechoso.
—Me dijeron que esperara aquí afuera y que vendrán a buscarme
tan pronto como pueda verla —explicó.
En ese momento, un médico entró en la habitación y miró a su
alrededor.
—¿Por Julie Romero? —gritó el médico.
Todos asentimos y nos acercamos.
—Ha sufrido inhalación de humo y la voy a tener toda la noche en
observación. Sus niveles de saturación de oxigeno no eran los mejores
cuando entró y necesitamos monitorear eso. No es raro después de la
exposición al humo, pero en su condición, queremos ser cautelosos —nos
informó.
Todos asentimos, igualmente aterrorizados y ansiosos por llegar a
ella.
—¿Ella va a estar bien? —pregunté.
—Confío en que se recuperará por completo, sí. Seguirá teniendo
una tos productiva durante unos días. Si la tos se detiene por completo
antes del tercer día, quiero que regrese a la sala de emergencias en caso
de que tenga un derrame pleural. Es poco común siempre y cuando
descanse, beba mucha agua, se levante y camine, pero no queremos correr
ningún riesgo. ¿Se quedará sola?
—Ella se quedará conmigo —declaró Kendall al mismo tiempo que
Jeremy y yo insistimos en que se quedaría con nosotros. El médico soltó
una risita y dijo que parecía que estaría bien atendida. Nos dijeron que
podíamos volver a verla y apenas evitamos darnos codazos para
apartarnos del camino.
Dejamos que Kendall entrara primero, a regañadientes, porque era
el contacto oficial de emergencia. Se acercó a Julie, que yacía pequeña y
pálida en una camilla, tan blanca como las sábanas debajo de ella. Sus
manos yacían sobre la sábana, sus uñas rotas y desgarradas, moretones
en sus dedos y nudillos. Ella había tratado de escapar, basándose en las
heridas de sus manos. Me destrozó saber que había estado sola y con
miedo, que había instalado unas campanas y silbidos y la había dejado
allí para que se las arreglara sola cuando un loco la perseguía y, según
me dijo el paramédico, había estado atrapada en un edificio que
definitivamente no cumplía con el código de incendios.
El horror y la vergüenza me atravesaron. El experto en seguridad
mejor pagado. Yo con mi cámara y cerrojos, la había dejado en una
estructura insegura. No había revisado las salidas de emergencia,
solamente había puesto cerrojos en las ventanas y había ido a comprar
comestibles, alegremente, como el tipo que tocaba el violín mientras ardía
Roma. Necesitaba decirle que lo siento por ser negligente, por arriesgar
su vida de esa manera. Me sentí responsable. Quería tenerla en mis
brazos hasta estar segura de que estaba sana y salva.
Mientras la veía toser y susurrarle a Kendall, me moría por correr a
su lado y tomarla en mis brazos. No era algo que pudiera hacer porque no
habíamos hecho pública nuestra relación, ni siquiera le habíamos dicho
a Kendall quién tenía más derecho a saber que nosotros, sobre el arreglo
que teníamos con Julie.
En ese momento, Julie nos miró a nosotros, a Jeremy y a mí que
estábamos al pie de la camilla. Ella nos dio una pequeña sonrisa.
—Estoy bien, muchachos —dijo con una voz pequeña y áspera que
no sonaba como la suya. Solamente podía imaginar lo áspera y dolorida
que estaría su garganta después de todo el hollín y el humo que aspiró
antes de que Rory la salvara.
Entró una enfermera y se apresuró. Revisó los signos vitales de Julie
y nos dijo que sus cifras de saturación de oxígeno se mantenían estables,
lo cual era una buena señal. Una habitación estaría lista para ella en
aproximadamente media hora. En ese momento, podrían instalarla y ella
podría completar el menú para cenar. Comer, enfatizó la enfermera, era
importante para ella.
—¿Puedo ir a conseguirte algo? —ofrecí—. ¿Ese curry que te gusta
y que te quema la piel de la lengua?
Ella sacudió su cabeza.
—¿Pizza y una cerveza? —sugirió Jeremy.
No me perdí la mirada que intercambiaron Julie y Kendall cuando
dijo eso. Curioso, miré a Jeremy que no parecía estar al tanto de lo que
fuera que parecían saber ellas que nosotros no. Tal vez el médico había
dicho que no se permitía comer afuera o que el alcohol era una mala idea
después de la inhalación de humo, aunque eso nunca impidió que Rory
se tomara unos cuantos fríos después de un incendio.
En ese momento, Rory entró en el cubículo, todavía vestido con toda
su ropa.
—¿Estás bien? —preguntó, mirando a Julie como si ni siquiera nos
viera al resto de nosotros parados allí.
—Sí —dijo ella—, ¿y tú?
—Ahora lo estoy —dijo Rory y simplemente se acercó a su cama y
tomó su mano de la forma en que Jeremy y yo nos habíamos obligado a
resistir.
No había querido forzar la cuestión de contarle a Kendall cuando
Julie acababa de estar en un incendio que amenazaba su vida. Pensé que
era mejor ser discreto y reprimir mi casi abrumador deseo de tomarla en
mis brazos y jurar que la mantendría a salvo. Y aquí estaba Rory, el héroe
bombero, descarándose y tomando su mano. Kendall miró de uno a otro.
—¿Están todos a salvo? —preguntó Julie.
—Sacamos a todos. Incluso los gatos del segundo piso —dijo con
una sonrisa—. Sin embargo, la estructura fue una pérdida total.
—¿Qué inició el fuego? —pegunté, desconfiado.
—Incendio provocado —dijo Rory, bajando la barbilla—. Y ya
atraparon al perpetrador. No pudo evitarlo. Se quedó mirando su trabajo
manual —dijo Rory.
—¿Quién fue? —pregunté—. ¿Conseguiste un nombre?
Rory miró a Julie y su rostro se puso más pálido de lo que creía
posible en ese momento.
—Ay dios mío. No. ¿Eric?
Rory asintió.
Furia cegadora rodó a través de mí. Estaba listo para hacer un
agujero en la pared del hospital ya que era el sustituto más cercano a la
cabeza de Eric. Casi mata a Julie. Él quería matarla. Mis puños se
apretaron a mis costados y mi cabeza rugió de rabia. Traté de no gruñir,
pero no estoy seguro de haberlo reprimido lo suficiente porque Kendall
me lanzó una mirada. Contando, respirando lentamente, pude calmarme
un poco, lo suficiente como para escucharlos hablar al menos.
—¿Lo viste arrestado? —preguntó Jeremy.
—Sí. Le dije a la policía mis sospechas tan pronto como lo vi. Antes
de que apagáramos el incendio, él había confesado. Le dijo al policía que
si él no podía tenerte, nadie podría.
—Con una confesión le ofrecerán un acuerdo con la fiscalía —dijo
Jeremy, sacando su teléfono—. De ninguna manera voy a dejar que le
ofrezcan descansos cuando ese hijo de puta sabía exactamente lo que
estaba haciendo en cada paso del camino.
Jeremy estaba enviando mensajes a alguien sobre el caso, allí
mismo, en la sala de emergencias. No me sorprendió. Quería destruir al
tipo, despedazarlo pieza por pieza. Jeremy quería usar su increíble
cerebro y su conocimiento legal para mantener esa basura encerrada para
siempre.
—Nunca más podrá lastimar a nadie —prometió Jeremy,
guardando su teléfono con satisfacción.
Julie miró de uno de nosotros a los demás, sus grandes ojos llenos
de lágrimas. Deslizó su mano fuera de la de Rory y se cubrió el rostro, las
lágrimas finalmente brotaron. Ya estaba harto de estar al margen y ser
discreto. Simplemente me abrí paso entre la multitud en el pequeño
cubículo y fui hacia ella, justo donde pertenecía. La tomé en mis brazos
con tanto cuidado, y enterró su rostro en mi pecho, sollozando. Sus dedos
se apretaron en la parte delantera de mi camisa, y susurré en su cabello,
sosteniéndola cerca.
—Está bien —dijo Kendall—, ¿cuál de ustedes, idiotas, dejó
embarazada a mi mejor amiga?
Inmediatamente después del incendio, tan pronto como Julie fue
dada de alta del hospital, la trasladamos de nuevo con nosotros. Eligió
una habitación en el piso principal, la gran habitación trasera que
acabábamos de tener llena de equipos deportivos y basura que se
limpiaba fácilmente. Tenía una ventana mirador al patio trasero y mucho
espacio. Aunque cualquiera de nosotros hubiera estado encantado de
dejarla dormir con nosotros, queríamos que tuviera su propio espacio
para que supiera que este era su hogar.
Un amigo de Darren nos ayudó con la remodelación, abriendo la
habitación a una más pequeña al lado para crear un vestidor grande para
ella. Luego empleó un baño con el resto del espacio extendido. De esa
forma, Julie tuvo un baño privado con una gran ducha de vapor de
mármol que la enamoró. Ella insistió en ayudar con la pintura, así que
encontramos una pintura sin vapores nocivos. Lo pintó de un amarillo
suave y cremoso que me recordó a las playas tropicales de arena. Rory se
encargó de las molduras blancas y Darren prácticamente montó todos
los muebles.
Ella juró que le habíamos construido un palacio. Tal vez colgar ese
pequeño candelabro sobre su rincón de lectura fue una exageración, pero
fue imposible resistirse a sorprenderla con él. Le había encantado en la
tienda. Todos disfrutábamos mimándola, con Rory apareciendo después
del trabajo un día con una impresión enmarcada de una pintura que
sabía que le gustaba y la silla de terciopelo que sabía sería perfecta debajo
de la lámpara de araña. Kendall trajo cosas femeninas: cobijas, velas, un
espejo antiguo. El lugar se veía fantástico cuando terminamos, aunque
íbamos a extrañar las noches de compartir nuestras camas con ella
durante la remodelación.
Caímos en un ritmo tan fácilmente como un hogar. Fue tan fácil y
divertido como antes, pero sin el temor por su seguridad que se cernía
sobre todos nosotros. Ella no estaba aquí con nosotros por terror, sino
por elección ahora. Eso marcó una gran diferencia, al menos para mí.
Cuando tenía un turno tarde en la sala de emergencias, Darren o Rory la
recogían después. En sus días libres, generalmente trabajaba desde casa
o me tomaba medio día libre para pasarlo con ella. Me encantaba
mostrarle cosas que sabía que le encantarían: el Met, que no había
visitado desde un viaje escolar cuando era niña, un espectáculo de
Broadway (después fue una gran fanática de Wicked y algunos
restaurantes fantásticos. Ella y Darren hicieron cosas al aire libre juntos:
el parque de la azotea en el muelle 57. Ella ayudó a Rory con algunos
ejercicios de fisioterapia después de que él se lastimó la rodilla en el
trabajo, y él juró que su TLC funcionó más mágicamente que los ejercicios
prescritos.
Dos semanas, eso es todo lo que había pasado desde el incendio.
Desde el día en que todo cambió para todos nosotros, sobre todo para la
propia Julie. Eric había sido acusado de acoso, violación de la libertad
condicional, incendio provocado e intento de asesinato. Jeremy estaba
seguro de que sería un hombre muy viejo antes de volver a ver el exterior
de una celda de prisión.
Ante la idea de perderla, de lo cerca que estuvo su ex de un
asesinato exitoso, de repente tuvimos muy claro lo que queríamos. Eso
era obvio. Julie debería vivir con nosotros. Kendall hizo su oferta como la
mejor amiga del lujoso apartamento, pero nunca tuvo una oportunidad.
No cuando teníamos un vínculo tan estrecho con Julie y especialmente
no con la impactante noticia sobre el bebé que estaba esperando. Nuestro
bebé. Este milagro inesperado que nos encontró, que vino de la
extraordinaria relación que compartimos con Julie.
Estaba atada y determinada a que no podíamos hacer que se
sentara con los pies en alto constantemente mientras la atendíamos, pero
el hecho era que eso era exactamente lo que queríamos hacer. Mimarla
como locos, mimarla.
Hoy, me levanté temprano y tuve una ventaja inicial en mi trabajo.
Mi reunión de Zoom y mi conferencia telefónica se realizaron a las nueve
de la mañana. Me gustaba mantener el mayor tiempo libre posible. Muy
pronto seríamos un grupo de cinco y el tiempo para hacer lo que
quisiéramos sería escaso por un tiempo. Así que aprovechar al máximo
este tiempo significó aún más para mí. Era un gran día para todos
nosotros, y Darren y Rory nos encontrarían pronto en el consultorio del
médico para el ultrasonido. Cuando escuché que dejaba de ducharse,
llamé a su puerta.
—Adelante —cantó ella. Me encantaba el sonido de su voz ahora, lo
despreocupada y ligera que era en comparación con la angustia baja de
su tono cuando me habló hace meses en el almuerzo sobre Eric.
Abrí la puerta del dormitorio y la encontré sentada en el borde de la
cama con su bata azul, sus largas piernas desnudas y su cabello mojado
envuelto en una toalla. Me acerqué a ella y tomé su rostro entre mis
manos.
—Hoy es el día —dije suavemente. Ella asintió, una dulce sonrisa
curvó sus labios. Presioné mis labios contra los de ella y esa chispa
instantánea estalló entre nosotros incluso cuando pretendía que fuera un
beso suave y romántico. Después de semanas de intentarlo, todavía no
había encontrado una manera de besar a Julie que no me pusiera
cachondo de inmediato. Ahí estaba, diez segundos después y ya nos
estábamos besando, mi lengua en su boca caliente y húmeda y su mano
deslizándose desde mi espalda hasta mi trasero. Me apretó el culo y me
tiró a la cama. Me acosté a su lado y la besé con abandono, desenredando
su cabello mojado para que cayera en mis manos. Lo peiné con mis dedos
y la besé más profundo, más fuerte, con urgencia. Sus dedos hicieron un
trabajo rápido en mis botones y sus manos frescas y suaves estaban en
mi pecho y abdominales enviando una aguda necesidad como una flecha
a mí ya dura polla. Quería atravesarla, desatar su bata y enterrar mi rostro
en sus pechos desnudos, separar esos suaves muslos y follarla hasta que
tuviera que gritar mi nombre como si fuera la única palabra que sabía.
A regañadientes, se apartó de mí y se cerró la bata con un
movimiento de cabeza arrepentido.
—Tendremos que re-agendar para después de mi cita —dijo—. Pero
va a ser duro concentrarse en prepararme ya que me tienes tan acelerada.
—No digas duro —dije con tristeza.
Brevemente, cubrió mi rígido eje con su mano, el calor de su palma
como un tormento a través de mis pantalones. Suspiré.
—Es mi culpa. Soy el idiota que llamó a tu puerta.
—¡Estoy tan emocionada! ¿Me tomarías una foto, para el álbum del
bebé? Quiero tener una toma de la primera vez que la veo en la pantalla.
—Por supuesto —dije—. ¿Crees que será niña?
—Absolutamente. Creo que el hecho de que me esté desmayando
por la ropa de niña es una señal.
—¿De los cambios hormonales o del amor de toda la vida por las
compras? Te recuerdo a ti y a mi hermana usando unos mortificantes
tops negros con rosas del centro comercial.
—Hot Topic. Esa fue mi camisa más genial, quiero que lo sepas. No
todos teníamos casas en los Hamptons mientras crecíamos. Kendall
estaba en los barrios bajos cuando fue a Hot Topic, donde estuve
ahorrando durante tres meses para comprarme una.
—Diría que te llevaría allí y te bañaría con todas las camisas góticas
de mala calidad que quieras, pero no creo que deba alentar eso.
—No, no queremos que la bebé se vista así hasta que tenga por lo
menos quince años —dijo tan solemnemente que casi me eché a reír.
Cuando llegamos a la oficina de obstetricia y ginecología, la registré
en el mostrador mientras Julie elegía qué agua con gas quería del
refrigerador con frente de vidrio y tomaba asiento. Traté de parecer que
no estaba incómodo, aunque yo era el único hombre en el lugar y estaba
rodeado de sillas rosas, alfombras rosas y grandes fotos artísticas en
blanco y negro de mujeres amamantando a bebés.
Una enfermera nos llamó y seguí a Julie, una oleada de emoción me
golpeó cuando me di cuenta de que estábamos a punto de ver a nuestro
hijo por primera vez. Julie me miró por encima del hombro, sonrió y me
devolvió la mano. La tomé entre los míos, entrelacé nuestros dedos y
sostuve su mano. Se sentía tan bien.
Nos llevaron a una habitación estrecha con una mesa de examen,
algunos equipos y una pantalla, una silla para invitados. Cuando la
enfermera salió para dejarla cambiarse y ponerse una bata, miré a Julie.
—De ninguna manera hay suficiente espacio aquí para todos
nosotros —le dije.
Ella se rió entre dientes y se colocó detrás de un biombo plegable
para cambiarse. Salió con una bata de hospital de algodón descolorida,
unas nueve tallas más grandes que ella. Estaba nerviosa y emocionada,
sus mejillas sonrojadas y sus movimientos inquietos. Sin embargo, verla
con la bata me recordó demasiado a cuando estaba en el hospital después
del incendio.
—Oye, ven aquí un minuto —le dije, mi voz ronca. Ella asintió,
comprendiendo de inmediato que necesitaba abrazarla.
Julie se sentó en mi regazo y me dejó rodearla con mis brazos. Se
acercó más y me devolvió el abrazo.
—¿Cómo es que todavía estás duro? Ha pasado una hora —susurró,
sonando casi risueña.
—Te tengo en mi regazo. Tendría que estar muerto para no
reaccionar ante ti —dije con una pizca de incomodidad.
—Haré que el sufrimiento valga la pena más tarde —dijo con una
sonrisa pícara mientras se ponía de pie.
—No está ayudando a la situación, decir cosas así —bromeé.
Se subió a la mesa cuando la enfermera llamó a la puerta.
—¿Lista? Bien. Tengo algunos amigos tuyos… —se desvaneció,
guiando a Darren y Rory a la habitación.
—Son familia —dijo Julie, con los ojos brillantes—. Estoy tan
contenta de que hayan llegado a tiempo. —Estábamos amontonados. Para
hacerle sitio al técnico del ultrasonido, Darren movió la única silla hacia
el pasillo y Rory dobló la pantalla y la apoyó contra la pared. Me paré al
lado de Julie, su mano en la mía y mi teléfono listo para capturar la foto
que ella quería.
El técnico llegó y se presentó como Kayla y Julie procedió a
presentarnos por su nombre.
—¿Quién de ustedes es el papá? —preguntó Kayla.
—Estamos todos juntos en esto —dijo Julie con firmeza—. Estamos
aquí para ver por primera vez a nuestro bebé.
Su tono sensato no dejaba espacio para preguntas o comentarios.
Estaba tan orgullosa de cómo manejó eso, confiada, clara y 100% sin
tonterías. Julie había pasado por el infierno y había vuelto, y no estaba
aquí para escuchar la opinión de nadie sobre sus elecciones de vida.
La técnico se aclaró la garganta y comenzó a hablar sobre la altura
del fondo de ojo de Julie, que sonaba horrible, y una estimación de
cuántas semanas tenía. Charlaron sobre los síntomas del embarazo, y
Kayla, que fue muy buena para lidiar con eso una vez que supo que
estábamos todos juntos, habló sobre el antojo de chips de barbacoa
durante su primer embarazo.
—¡Mi aliento era lo peor! Pero no pude evitarlo. Si intentara comer
cualquier otra cosa, me enfermaría. Mi novio odiaba su olor, pero le dije
que estaba creciendo como una persona completa, así que necesitamos
la bolsa de papas fritas del tamaño de una fiesta —dijo, y Julie se rio.
—Para mí, pensé que sería helado o cosas picantes, porque me
gustan las especias, pero en este momento me dedico principalmente a la
carne y las papas. Y pan tostado. Dios, me encantan el pan tostado. Pan
de masa madre, ligeramente tostado con un poco de mantequilla,
suficiente para derretir y luego untar unos duraznos en conserva. Se me
hace la boca agua —se rio.
—Te traeremos pan tostado a casa, te lo juro —dijo Rory.
La técnico se aclaró la garganta y bajamos para prestar atención al
evento principal. Le explicó el proceso de ultrasonido interno a Julie, cuya
mano apretó la mía. Me incliné y besé sus nudillos. Darren se inclinó, al
ver que estaba nerviosa y susurró:
—Si duele, le daré un puñetazo por ti. Lo juro —y Julie lo miró,
sacudiendo la cabeza, apenas conteniendo la risa en su rostro.
Hizo una mueca cuando la técnico comenzó y miró la pantalla
absorta en busca de cualquier señal del bebé. Entrecerré los ojos por un
momento antes de girar la cámara de mi teléfono hacia Julie. Tomé una
ráfaga de muchos disparos mientras la técnico señalaba el punto en la
pantalla que representaba el maní que se convertiría en nuestro bebé. Vi
el rostro de Julie transfigurarse en la tenue iluminación mientras
buscaba, con el ceño fruncido, luego lo vio y soltó un grito ahogado de
euforia, señalando la pantalla para mostrarnos.
Darren besó la parte superior de su cabeza y Rory se inclinó por la
parte posterior de la pantalla para ver mejor. La técnico giró el monitor
para que pudiera ver, y después de algunas señales animadas de Julie y
una explicación de Kayla, localizó el punto en la pantalla y chocó los cinco
con Julie.
—¡Vamos! —dijo él.
—Ella no está lanzando un tiro libre, hombre —le dije, y Rory se
encogió de hombros.
—¿Qué? Está haciendo un gran trabajo.
Kayla tomó medidas y calculó el volumen de líquido e imprimió una
tira de imágenes fijas del escaneo.
—¿Es una niña? —dijo Rory—. Porque está convencida de que es
una niña.
—No puedo decirlo ahora mismo. Es demasiado pronto. Regresarás
a las diecinueve o veinte semanas para la exploración de género —dijo
Kayla pacientemente.
Julie les mostró las imágenes fijas a Darren y Rory mientras yo les
tomaba fotos a los tres luciendo alternativamente emocionados y
desconcertados por las imágenes. Antes de que nos fuéramos, Kayla se
ofreció a tomarnos una foto a los cuatro juntos. Estaba muy agradecido
porque una parte de mí sentía una punzada de dolor por no estar en las
fotos que sabía que Julie armaría en un álbum de fotos para el bebé en el
futuro. Nos amontonamos alrededor de Julie, que se sentó, tratando de
mantener la hoja de papel levantada para ocultar el hecho de que su
vestido estaba abierto por delante, y sonreímos para las fotos. Nuestra
primera foto familiar como un grupo de cinco.
Kayla nos dejó para que Julie pudiera cambiarse y trasladarse a la
sala de examen. Tan pronto como ella se fue, todos comenzamos a hablar
a la vez. Estábamos extasiados, y más que eso, todos íbamos a ser padres
de este bebé. No importaba cuál de nosotros era padre biológico y cuáles
tíos, porque todos nos estábamos convirtiendo en papás. Cuando Julie
preguntó solemnemente si queríamos una prueba de ADN para
determinar quién era el padre legal, declinamos por unanimidad. Todos
teníamos el mismo historial médico familiar, así que eso no era un
problema, al igual que la idea misma de que peleáramos por quién estaba
¨a cargo¨ o de quién era el bebé. Este bebé era un Beckett, tanto nuestro
como de Julie, y la amábamos a ella y al bebé sin importar de quién fuera
el nombre que figuraba en el certificado de nacimiento.
Los otros dos tenían que volver corriendo al trabajo, pero yo me
había tomado el resto del día libre, así que me quedé en el consultorio del
médico con Julie. Tuve el privilegio de estar con ella en el examen,
tomándola de la mano cuando estaba nerviosa por lo que diría el médico.
—Viste la pantalla y las imágenes para probarlo. El bebé está bien.
Es muy temprano, pero vas a tener un bebé fuerte y saludable. Nos
aseguraremos de que su embarazo sea tranquilo y feliz. He estado leyendo
sobre esto, y cualquier tipo de trauma o niveles elevados de cortisol en la
madre durante la gestación pueden afectar el desarrollo del cerebro fetal.
Nos aseguraremos de que eso no suceda y te daremos mucho pan tostado
y malas películas de acción para mantenerte contenta —le prometí.
El médico entró y revisó el ultrasonido con nosotros y respondió
cualquier pregunta que tuviéramos. Sus impresos sobre nutrición
prenatal y ejercicio eran noticias viejas considerando toda la investigación
que había hecho, pero nos los llevamos con nosotros por cortesía. En el
auto, Julie se inclinó sobre la consola y apoyó la cabeza en mi hombro.
Dios, me encantó eso. Me encantaba estar tan cerca de ella, tan cómodo.
El viaje fue maravilloso, tranquilo e íntimo, solamente nosotros dos. Sentí
un poco de lástima por mis hermanos que tenían que trabajar y se
estaban perdiendo de compartir el estado de ánimo feliz en el que se
encontraba Julie después de su cita. La otra parte de mí era codiciosa y
le gustaba tenerla toda para mí de vez en cuando.
En la casa, le preparé pan tostado y un té, que se tragó y elogió
mucho más de lo que el pan tostado merecía ser elogiado. Cuando terminó
su cuarta rebanada, inclinó la cabeza hacia un lado y pareció estudiarme.
—Espero que el bebé tenga tu sonrisa —dijo. No pude evitar sonreír
ante eso. Me sentí como un adolescente recibiendo un cumplido de mi
primer enamoramiento.
—¿Tienes idea de lo feliz que estoy contigo, Julie? Nunca imaginé
algo así para mi vida. Siempre me consideré de los que se casan, pero
siempre dentro de unos años. Entonces tú sucediste. Te conocía como
parte de la vida de Kendall, como amiga de la familia, pero nunca te
registré como individuo, como la mujer adulta que eres, hasta la barbacoa
del fin de semana del Día del Trabajo. Luego pasaste por mi predecible
vida como un torbellino.
—Esa soy yo, Jeremy, el tipo de mujer que comparas con un evento
climático dañino —dijo riendo.
—No exactamente. Pero definitivamente más contundente que una
bocanada de aire fresco. Más como una fuerza de la naturaleza que me
derribó. Me hiciste ver las cosas de otra manera. Me asombró tu coraje y
tu honestidad, tu franqueza cuando nos reunimos para almorzar. Me
diste una descripción muy directa y casi nada sentimental de tu relación
abusiva. Eras tan fuerte que me humilló y me hizo querer protegerte al
mismo tiempo. Te admiro mucho por la valentía que necesitaste para
dejarlo, testificar en su contra y luego venir a mí y revelarme todos los
detalles de tu pasado. La mayoría de la gente sería demasiado tímida,
cobarde incluso para revelar lo que pasó y mirarlo tal como fue, sin
excusarse. No sé si podría haberlo hecho, si hubiera estado en tu lugar.
Me gusta pensar que sería lo suficientemente ingenioso y lo
suficientemente valiente como para escapar de una situación peligrosa
como esa, pero no sé si estaría dispuesto a estar del otro lado del
interrogatorio que tiene lugar en una sala de audiencias. Soy abogado y
sé cómo podemos ser, obstinados e insensibles cuando queremos hacer
un punto, establecer algo importante para el caso. No estoy seguro de
poder enfrentar estar en el banquillo de los testigos. Todavía estoy
asombrado por todo lo que has logrado durante ese tiempo y desde
entonces. Ni siquiera estoy seguro de que te des cuenta de lo
extraordinaria que eres en realidad, Julie.
No me miró, parecía avergonzada. Levanté su barbilla con un dedo.
—No, necesitas ser dueña de eso. Te has ganado el respeto y la
admiración de cualquiera que tenga la suerte de conocerte de verdad. Lo
digo en serio —dije con seriedad. Levantó los ojos para encontrarse con
los míos, sonrojada, y miró hacia otro lado.
—Gracias —dijo en voz baja, humildemente—. Yo misma no lo veo
así. Pero mi consejero dijo algo similar. Me siento halagada, pero me
cuesta reconciliar esa descripción conmigo misma.
—Te acostumbrarás. No has tenido mucho tiempo en el camino de
la aceptación incondicional y el amor en tu vida hasta ahora. Nos
aseguraremos de que sepas que no es más de lo que te mereces.
—He tenido a Kendall, y ella es asombrosa. No habría sobrevivido
los últimos años sin ella, eso es seguro. Todavía estoy sorprendida de que
ella haya estado tan a bordo con todo esto.
—Ella te ama y le gusta verte feliz. Además, como dijo Rory, no es
que ella misma sea estricta y de mente estrecha. No es convencional, así
que entiendo por qué estabas nerviosa por decírselo, pero al ver la sonrisa
en tu rostro, no hay manera de que ella haya querido algo más para ti —
dije.
—Ella debe ver cuánto los amo a todos —dijo tímidamente.
—Entonces ella ve cuánto te amamos —respondí, mirándola a los
ojos para que supiera exactamente qué tan profundo era eso.
Me puse de pie y recogí los platos, luego volví con ella. Todavía
estaba sentada en un taburete alto en la isla de la cocina y nos llevó casi
a la altura de los ojos. Acomodé su cabello detrás de su oreja y apoyé mi
frente contra la de ella.
—Mírame, Julie. Te amo como nunca he amado a nadie en mi vida.
Todo lo que quiero de ahora en adelante es hacerte feliz, escucharte y
tomar decisiones contigo y mecer a este bebé para que puedas dormir un
poco. No puedo imaginar nada en el mundo mejor que nuestro futuro
juntos. ¿Sabes cuánto nos va a encantar enseñarle a nadar?
¿Enseñándole las palabras de 'Defying Gravity'? —Ella me sonrió, con
lágrimas en los ojos—. Sabes que quieres —bromeé.
—Llevándola a su primer juego de los Knicks y consiguiéndole uno
de esos grandes dedos de espuma, que sabes que Rory le va a conseguir.
Probablemente querrá acostarse con él y también insistirá en que la
llevemos a su recital de piano y la animemos con él.
Julie puso sus manos sobre mis hombros y se inclinó hacia mí.
—Quiero todo eso contigo. Con todos ustedes —dijo con una voz que
no dejaba lugar a dudas—. Y quiero ver a Darren enseñarle a amarrarse
los zapatos con algún tipo de ejercicio militar y un cronómetro mientras
intenta batir su mejor tiempo. Sabes que va a ser competitiva.
La envolví en un gran abrazo de oso, tirando de ella del taburete
hacia mis brazos.
—Ya tenemos la vida más hermosa. Ni siquiera sé cómo imaginar
más felicidad.
—Será mejor que empieces a estirar tu imaginación entonces.
Porque está sucediendo —le dije—. En este momento, creo que tengo algo
agendado que cobrar contigo.
Ella asintió con entusiasmo y besó mi mejilla.
—¿Qué haría sin ti, Jeremy Beckett? —preguntó con cariño.
—Nunca tendrás que averiguarlo —le prometí.
La llevé a su nuevo dormitorio.
—Quiero hacerte el amor aquí mismo —dije.
—Quiero hacerte el amor en cualquier lugar —respondió ella.
Un poderoso tirón en la parte baja de mi vientre me hizo apretar los
dientes porque ya estaba muy duro para ella, y sus palabras empeoraron
las cosas. La acosté en su nueva cama, en la que solamente había dormido
sola.
Levanté la falda larga de su vestido. Pasé mis manos por sus suaves
y largas piernas. Las separó, las envolvió juguetonamente a mí alrededor
mientras me arrodillaba en la cama. Agarré sus muslos, los masajeé. Me
encantaba lo fuerte que era, lo curvilínea que era, y amasar sus muslos
carnosos me excitaba aún más. Levantó las caderas de la cama con un
pequeño gemido. Bromeando, pasé mis manos por la parte exterior de sus
muslos, enganché mis pulgares debajo de los lados de sus bragas y
simplemente jugué con el elástico, sin quitárselos todavía.
Ella dio un gruñido adorable.
—¡Jeremy! ¡Quítalos ahora! —exigió ella mezquinamente.
Me reí y le di un beso suave y burlón en el interior de su rodilla. Ella
se retorció en mis manos.
—En toda tu investigación —ella estaba jadeando ahora—. ¿Leíste
algo sobre lo cachonda que el embarazo pone a algunas mujeres? Bueno,
yo soy algunas mujeres. Lo pasé peor esperando el examen del médico
porque todo el tiempo que hablabas con tu rutina de vaquero, los voy a
joder en la corte, quería montarte. Me sentí vacía sin ti dentro de mí.
Cubrí su boca con la mía para que no pudiera decir una palabra
más. No tenía intención de hacer esto corto y dulce. Quería que durara
horas, quería hacerle el amor hasta que ambos estuviéramos sudorosos y
agotados y luego despertar y hacerlo todo de nuevo.
Deslicé mis manos por sus muslos y las enganché detrás de sus
rodillas, tiré de ella juguetonamente hacia mí, arrastrándola sobre su
espalda con un chillido feliz. Deslicé de su ropa interior hacia abajo
centímetro a centímetro, atormentándonos a ambos en el proceso.
Ella era pura dulzura, su carne cálida y suave y el suave tirón de
sus dedos en mi cabello, engatusándome, animándome con una súplica
silenciosa en sus ojos. Sí, cariño, le dije sin decir una palabra, con
solamente un beso debajo de la mandíbula, chupando suavemente para
hacerla maullar y gemir, cualquier cosa que necesites. Siempre. Mis besos
se comprometieron con ella, hice votos mientras lamía y chupaba mi
camino hacia abajo de su cuerpo, capturando un pezón apretado a través
del algodón delgado y tirando de él hasta que el pico rígido sobresalía
groseramente a través de la tela húmeda y pegajosa. Demasiado tentador,
lo chupé una y otra vez hasta que ella se arqueó hacia mí, ambas manos
en mi cabello, gimiendo con necesidad frustrada. Cada tirón de sus dedos
en mi cabello se dirigía directamente a mi pene, impulsándome a
controlarme y contenerme, hacer que dure cuando sentí que estaba a dos
segundos de gastar en mis pantalones. Dios, mis pantalones me estaban
matando, era como ser estrangulado de la cintura para abajo.
—Por favor, por favor —susurró, arrastrando mi rostro de su pecho
y obligándome a mirarla.
Las mejillas de Julie estaban sonrojadas, sus ojos febriles por la
necesidad. Ella se mecía debajo de mí, frotándose rítmicamente contra mi
muslo en absoluta desesperación. Cedí, dejé que me desabrochara los
pantalones mientras gemía en una mezcla de alivio y excitación que me
hacía rechinar los dientes ante el roce de su pequeña mano contra mi
erección cuando bajó la cremallera. Maldije entre dientes cuando lo hizo,
y su expresión era absolutamente triunfante sabiendo que me había
deshecho tanto como yo la había atormentado llevándola al límite y
haciéndola esperar, aguantando el mayor tiempo posible. Entonces me
agarró, su puño lleno de mi polla a punto de estallar, su pulgar apartó
una gota brillante de la cabeza donde estaba tan sensible que me eché
hacia atrás por su toque.
—Aun no bebé. Quiero llevarte conmigo —gruñí. Me soltó de su
dulce agarre y respiré hondo, tratando de recuperarme. Quería ponerla a
ella primero. Tenía que.
La puse en mi regazo y deslicé su cremallera, quitando los tirantes
de su vestido de sus hombros desnudos, exponiendo sus pechos, llenos y
sensibles en mis ansiosas manos. Acaricié sus pezones, amasé la dulce y
exuberante carne que me hizo ir aún más fuerte hasta que mi cabeza se
echó hacia atrás y tuve que respirar profundamente para contenerme.
Me besó justo debajo de la barbilla y reclamé su boca, incapaz de
aguantar un segundo más. Chupó mi lengua, quería más, nuestras
cabezas se inclinaron en el ángulo perfecto, esa alma que sacudía el
primer beso me golpeó una y otra vez con la misma fuerza. La electricidad
entre nosotros, la conexión profunda era aún más fuerte. Empujó sus
pechos desnudos en mis palmas arqueando la espalda y deslicé mi boca
por su garganta, dando pequeños mordiscos mientras lo hacía solamente
para sentir sus caderas sacudirse en respuesta, el calor entre sus piernas
era tan intenso que se sentía como un infierno, el encanto salvaje de su
coño caliente y húmedo que me consumiría como fuego líquido fundido.
Lo quería, pero quería que ella se corriera primero, incluso antes de
permitirme la más mínima sensación de su núcleo envolviéndose
alrededor de mi polla. Me sentí como si me estuviera muriendo, como si
uno o ambos nos desmayáramos pronto por la intensa necesidad, la prisa
sin aliento de nuestro acoplamiento con tal abandono.
Cedí a la evidencia de su necesidad febril, deslizando una mano
debajo de su falda y separando sus pliegues resbaladizos. Ella gritó al
primer toque. Imprudente, arrastré la yema de un dedo a lo largo de su
abertura y luego hundí dos gruesos dedos en ella. Se levantó de la cama,
bombeando mis dedos con avidez mientras yo los cortaba dentro de su
apretado canal. Puse mi pulgar en su clítoris y ella gritó, un grito de
finalización a pleno pulmón mientras su cuerpo se apretaba y se ponía
rígido antes de tener espasmos en mis brazos. Le exprimí más placer,
frotando un círculo apretado e implacable en su clítoris hasta que lloró y
me rogó, primero que parara porque no podía más y luego que nunca
parara, para seguir haciéndola correrse para siempre. Así las cosas, hice
que se corriera de nuevo, sus dedos se clavaron en mi hombro mientras
montaba mi mano para obtener la presión que necesitaba, el ángulo que
le gustaba, y me retiré un poco solamente para empujar tres dedos dentro
de ella, penetrándola más profundamente. Mientras se mecía hacia atrás,
mis dedos rozaron el lugar dentro de ella que sabía que necesitaba. Si su
primer clímax había sido fácil y rápido, este fue un orgasmo profundo y
desgarrador que la hizo corcovear en mis brazos, agachándose para
agarrar mi muñeca y guiarme más profundo, empapándome con una
oleada de su humedad. Su cabeza se echó hacia atrás, y un sonido de
lamento casi inhumano fue arrancado de ella cuando una mancha
resbaladiza cubrió mi palma de repente mientras tomaba su coño.
La acaricié suavemente, acostándola y luego cubrí sus labios con
los míos, chupé su lengua en mi boca, la suavicé con lentos besos y
caricias.
Me deslicé por su cuerpo y acaricié su núcleo, deposité suaves besos
en sus labios exteriores, sentí el temblor de sus tejidos sensibles y su
placer resbaladizo y salado de allí. La lamí, queriendo cada gota del placer
que le había exprimido, ansioso por beberla. Tracé sus dulces pliegues
con la punta de mi lengua, delicadamente. Luego chupé su clítoris, apreté
mis labios alrededor del capullo hinchado y chupé con todo lo que pude.
Bombeé dos dedos dentro de ella, rozando el lugar en el frente de su canal
interno una y otra vez. Sus muslos trataron de aplastarme, sus caderas
se retorcieron cuando retiré mis dedos y froté mi pulgar a lo largo de su
abertura exterior, haciendo que se sacudiera con la sensación. Le di una
última chupada y luego subí por su cuerpo, haciendo muescas con mi
polla en su dulce y húmedo centro y empujándolo profundamente para
una primer acometida.
No hay tormento ahora, no hay seducción lenta, solamente la
necesidad cruda y la destreza de la penetración. Los brazos de Julie me
rodearon y sus labios se abrieron para mi boca. Me agaché y la besé,
nuestros labios chocaron juntos, descuidados y urgentes mientras
empujaba dentro de su cuerpo, su suavidad cediendo ante mí. Levantó
las rodillas y me sumergí más profundo tal como ella quería. Fue el quinto
golpe en su cuerpo apretado y caliente lo que me deshizo. Ella se aferró a
mí. Agarré su pecho, más fuerte de lo que pretendía y pellizqué su pezón.
Ella gritó de placer cuando otro orgasmo la tomó, y su coño comenzó a
agitarse y apretarse a mí alrededor, apretándose con fuerza. Su agarre en
mi polla me hizo sentir como si me sacara el orgasmo, ordeñando cada
gota de semen de mí con su cuerpo exigente y aferrado.
Su cuerpo me dejó seco mientras la embestía una y otra vez,
derramando cada gota y todavía corcoveando contra ella incluso cuando
me ablandaba, rozando su clítoris y dándole esos agudos picos de placer
que la hacían gemir. Se retorció debajo de mí, sus uñas arañándome la
espalda mientras la presionaba de nuevo. Nunca me había sentido tan
completamente unido a nadie, tan fusionado en uno.
—Te amo —dije contra sus labios.
—Te amo, Jeremy Beckett, y te amaré por el resto de mi vida —dijo.
Terminé de armar la cuna después de cuatro horas y finalmente
pedí a Rory que me ayudara porque necesitaba dos juegos de manos. Lo
teníamos todo listo y el colchón orgánico especial para cuna en su lugar
antes de que terminara el turno de Julie. Por ahora, habíamos acordado
colocarlo en una esquina del espacioso dormitorio de Julie. A doce
pulgadas de la pared y sin protectores de cuna por riesgo de asfixia.
Jeremy era el maldito alcalde del sueño seguro en este punto con toda su
investigación.
Julie había elegido la cuna que le gustaba, pero dejó que los tres
escogiéramos una mecedora ya que los tres éramos más grandes que ella,
por lo que ninguna de las mecedoras del cuarto de niños nos cabría
cómodamente a ninguno de nosotros. Estaría feliz de pasar horas en esa
silla de estructura grande con sus excelentes cojines, meciéndome
durante horas con nuestro bebé en mis brazos. Ya tenía una sensación de
picazón en el pecho cuando se trataba de pensar en ella.
Ese fue realmente el momento en que nos decidimos. Llegó a la sala
de ultrasonido por segunda vez a las diecinueve semanas y obtuvo la
confirmación de que Julie había tenido razón todo el tiempo. Íbamos a
tener una niña. Estuvimos dándole vueltas a los nombres durante
algunas semanas antes de eso, y cada vez que pensábamos que lo
habíamos reducido a una lista corta para cualquier género, uno de
nosotros recordaba una razón por la que no nos gustaba un nombre. Si
era un nombre de niño, por lo general tenía que entrenar a un hijo de
mamá idiota en el servicio con ese nombre, y si era un nombre de niña,
bueno, Rory probablemente se enganchó con alguien llamado así. Hubo
muchas peleas de bolas de nieve en nuestra sala de estar cuando una
objeción nos envió de nuevo a la mesa de dibujo sobre posibles apodos
para nuestro pequeño. Todo fue muy divertido, y Julie insistió en que no
sabríamos cómo llamar al bebé hasta que la conociéramos.
Investigué en la organización del hospital infantil para la que había
trabajado en seguridad en ese momento y tenían vacantes potenciales
para alguien con las calificaciones de Julie cuando estuviera lista. Todos
estuvimos de acuerdo, incluida ella, en que las horas impredecibles del
trabajo por turnos en la sala de emergencias no eran lo mejor para su
salud o para tener una vida familiar. Definitivamente estaba interesada
en el trabajo en algún momento después de una licencia por maternidad.
Intentamos que se tomara un año sabático antes de que siquiera pensara
en volver a trabajar, para darle tiempo de recuperarse del embarazo y
adaptarse a la maternidad. Queríamos cuidarla y cuidar al bebé. Había
llorado por lo dulces que éramos, pero al menos sabía que había una
columna vertebral de acero bajo las hormonas llorosas. Julie no quería
depender económicamente de nosotros. Le encantaba ser enfermera y no
consideraría dejarlo. Ella dijo que consideraría el tiempo parcial por un
tiempo hasta que la bebé fuera mayor. Esa fue la mayor concesión que
podíamos esperar de ella.
Rory volvió corriendo a la cocina para comprobar la comida que
estábamos cocinando. Entre los dos habíamos logrado asar un pollo y
unas papas y zanahorias. Había visto la receta en un TikTok sobre el pollo
¨cásate conmigo¨. Los tres pensamos que era una linda broma interna
cocinarlo para esta noche.
—Todavía parece pollo —anunció Rory.
—Supongo que eso es algo bueno —me encogí de hombros y
empaqueté la caja y los materiales de embalaje del proyecto de la cuna—
. Gracias por tu ayuda.
—Estoy impresionado. Estás dispuesto a pedir ayuda ahora.
Míranos a todos nosotros creciendo y madurando.
—Sí, estás cocinando algo más que chile. Es un maldito milagro.
—¿Tienes todo hecho de tu lado? —preguntó.
—Lo estás mirando —dije, señalando la cuna, el colchón, la
mecedora y la pared decorativa detrás de la cuna que había cubierto con
un papel tapiz supuestamente removible que parecía sacado de una
lujosa casa victoriana antigua, un color crema con gruesas rosas
amarillas, un patrón grande y desenfrenado—. Espero que a ella le guste.
Kendall dijo que es femenino y audaz. Todo lo que tengo que decir es que
esas son unas flores enormes.
—Si la dama quiere flores enormes, obtiene flores enormes, Darren
—dijo Rory—. Hablando de eso, toma un ramo. Están en el jarrón sobre
la mesa.
—¿Pero son enormes? Porque el tamaño importa con las flores,
supongo —dije irónicamente.
—Los hombres Beckett no defraudan cuando se trata de tamaño —
bromeó Rory.
Cuando Jeremy y Julie llegaron, la comida aún no estaba lista, pero
teníamos velas encendidas y flores en la mesa. El jugo de uva espumoso
sustituyó al vino.
Mientras esperábamos que la comida terminara de cocinarse,
escuchamos a Julie hablar sobre cómo le fue en el día y si todavía le dolía
la espalda. Estaba un poco cansada y hambrienta, y ansiosa por comer.
Afortunadamente, la comida se terminó justo en ese momento cuando
una mujer embarazada estaba hambrienta y se nos acabó la paciencia.
Servimos la comida de inmediato, y Rory le regaló nuestra linda idea
de servir el pollo ¨cásate conmigo¨. Claramente, ella no estaba siguiendo
las pistas no tan sutiles que le estábamos dando porque estaba comiendo
papas asadas y pollo mientras Jeremy abría la elegante mantequilla
compuesta para la baguette.
—Esto tiene romero o algo así. Huele a bosque de pinos con ajo —
dijo Jeremy.
—Suena bien. Démelo aquí —respondió ella, y untó un poco en una
rebanada de pan.
—Sí, eso es increíble, tienes que probarlo —dijo, ofreciéndome un
bocado.
Comimos y disfrutamos la comida que Rory había preparado, para
nuestra mutua sorpresa.
—Me encanta todo. No tienes que hacerme una comida especial,
¿sabes? Puedo comer lo que sea. Cuando vivía sola, comía cereal o yogur
muchas noches —dijo Julie.
—De ninguna maldita manera. Ni siquiera si no estuvieras
embarazada —protestó Jeremy—. Te mereces algo mejor que eso. Y
estamos más que felices de asegurarnos de que haya buena comida en la
mesa.
—Sí, comida que no viene de una caja —intervino Rory.
—Hablando de cajas —dije, levantándome para tomar una pequeña
de terciopelo del estante superior de un armario cercano. Julie dejó de
comer, mirándonos como si finalmente empezara a sospechar.
—Chicos, ¿qué está pasando?
—Esto —dije.
—Dado que Rory es el que realmente te salvó la vida en el incendio,
decidimos que él tiene que hablar —dijo Jeremy.
Rory se arrodilló.
—Esto no es solamente de mí. Esto es de todos nosotros. Julie, te
amamos y estamos muy felices de que aceptaras mudarte aquí. No
podemos esperar a ser papás de esta bebé. Ella va a estar más que
mimada. Darren puede mostrarte su parte de esto en un minuto. Estuve
a cargo de la cena que, como ven, es espectacular —dijo con una sonrisa—
. Y Jeremy es el tipo de investigación y le gusta pensar que él es el cerebro
detrás de esta operación, aunque eso está sujeto a discusión. Encontró
un joyero que trabajó con nosotros en un diseño hasta que obtuvimos lo
que queríamos para ti.
Rory abrió la caja de terciopelo. En su interior se anidaba un anillo
de una banda muy especial con una esmeralda de dos quilates. Cuatro
bandas de diamantes estrechas y entrelazadas estaban fusionadas,
entrecruzándose elegantemente para que no pudieras saber dónde
empezaba una y terminaba la otra. Entonces Jeremy y yo también nos
arrodillamos.
—Esta bebé va a llevar el nombre de Beckett, del que ya hablamos
—dijo Jeremy—. Pero queremos comprometernos contigo, casarnos
contigo y darte nuestro nombre también.
—¿Están bromeando? —preguntó ella, sus dedos presionados
contra sus labios.
—¿Prometerás estar con nosotros para siempre y convertirte en
Julie Romero-Beckett? —preguntó Rory—. No va a ser una ceremonia
tradicional porque, ya sabes, hay más de dos personas en esto, pero
queremos intercambiar votos y ponerte un anillo.
—¡Sí! —dijo ella, sus bonitos ojos brillantes por las lágrimas. Abrió
los brazos e intentó abrazarnos a todos a la vez. Cuando dejamos de
hablar, de reír y de hacer planes, le entregamos la caja y ella se puso el
anillo en la mano.
—Es hermoso, perfecto y me encanta. Me encanta lo que representa,
gracias a todos —dijo— ¡pero también es enorme!
—Adelante, Rory —dije irónicamente.
—Dije lo que dije. Cuando se trata de tamaño, los hombres Beckett
no defraudan.
SIETE MESES DESPUÉS

Se sentía como si hubiéramos estado desempacando durante un


siglo. Amábamos mucho la casa, pero sabíamos que, con un bebé en
camino, necesitábamos una casa que no tuviera cuatro pisos y un
pequeño espacio al aire libre. Encontramos un lugar fuera de la ciudad,
espacioso de dos niveles con un gran patio trasero. Darren ya había
instalado una pérgola para dar sombra a su área de parrillas al aire libre
en el gran patio, y yo tenía la guardería casi como la quería.
Había sido tan dulce que habían empapelado y trataron de hacer un
espacio para el bebé en la casa de piedra. Odiaba dejarlo, pero
necesitábamos un hogar propio, un lugar donde no estuviéramos
tratando de encontrar un lugar para acomodar todas las cosas para el
bebé. Además, tenernos a todos en pisos separados no iba a funcionar
bien para las comidas nocturnas. No quería que mis chicos se cayeran
por las escaleras tratando de seguir el sonido del monitor para bebés.
Ahora estábamos todos en el segundo piso y teníamos mucho
espacio. La guardería era grande y llena de luz natural. Cada habitación
tenía escaleras de seguridad contra incendios de primera línea que
podíamos desplegar desde el alféizar de la ventana en cualquier momento,
así como extintores de incendios y detectores de humo bien asegurados.
Rory estaba obsesionado incluso para un bombero, y no me importó en
absoluto ya que apenas sobreviví al incendio en mi antiguo apartamento.
Jeremy estaba haciendo su trabajo para proteger todo a prueba de
bebés meses antes de que lo necesitáramos. Las escaleras tenían puertas
en la parte superior e inferior, y todos los productos químicos de limpieza
estaban en un gabinete alto con cerradura. Le dije que apreciaba su
cautela, pero que si volvía a poner el candado en el asiento del inodoro
mientras yo estaba embarazada, orinaría en la alfombra para vengarme.
Mientras tanto, no tuve quejas en absoluto. Estaban muy
emocionados por el bebé y me cuidaron de la mejor manera. Reduje mi
horario a tiempo parcial a los siete meses y oficialmente comencé una
larga y agradable licencia de maternidad una vez que ingresé a mi noveno
mes. Mis tobillos habían comenzado a hincharse y tenía el lujo de
quedarme en casa para descansar y leer libros para padres mientras bebía
mucha agua.
En ese momento estaba recostada en el sofá con Jeremy frotando
mis pies hinchados mientras Rory masajeaba mis hombros. Darren me
trajo una taza de té.
—Sabes, esto podría hacerme extrañar estar embarazada después
de todo —dije en broma—. Me están mimando demasiado.
—No te preocupes. Seguirás recibiendo mucha atención después de
que nazca esta bebé —dijo Rory con malicia.
Sonreí, ni siquiera avergonzada de que todavía estaba cachonda con
nueve meses de embarazo. Bebí mi té.
—Así es la vida, muchachos.
Darren me besó suavemente en los labios y cuando mi brazo rodeó
su cuello, sentí un estallido y un chorro de agua.
Luché por sentarme.
—¡Maldita sea! ¡No en el sofá nuevo! —Gruñí— ¡Mi fuente se rompio!
Permanecieron en un silencio atónito durante aproximadamente
medio minuto y luego entraron en acción.
—Limpiaremos la tapicería, lo juro —dijo Jeremy mientras iba por
mi bolsa de hospital.
Rory agarró mi teléfono y el cargador mientras yo me ponía los
zapatos con Darren sosteniéndome. Hicimos el viaje al hospital lo más
rápido posible y me instalaron en una sala de partos. Me moví en la
estrecha cama. Estaba inquieta e incómoda entre las contracciones. Rory
me frotó la espalda baja y Jeremy me trajo trocitos de hielo. Darren tomó
una manta del calentador del pasillo para ponerme los dedos de los pies
helados. Era su brazo alrededor de mi espalda sosteniéndome, la mano
de Jeremy aplastada contra la mía mientras superaba una contracción,
sin aliento y exprimida por el dolor. Rory me ayudó a ponerme de lado y
se apoyó en el borde de la cama para que yo pudiera apoyar la cabeza en
su hombro y tratar de recuperar el aliento. El tiempo avanzaba, y siempre
estaban mis tres amores, llevándome una toallita mojada para el rostro,
frotándome los pies o la espalda, abrazándome mientras lloraba exhausta
por el dolor.
Jeremy sacó las imágenes de ultrasonido 4D más recientes de su
teléfono para que me concentrara en ellas, y Darren me prometió una
semana en los Hamptons con la bebé tan pronto como me sintiera con
ganas. Tendríamos la gran casa de la playa para nosotros solos y tal vez
invitaríamos a Kendall a pasar un día o dos de tiempo de calidad con su
sobrina. Ya había comprado el traje de baño más adorable para la bebé,
un azul marino con rayas blancas con un sombrero para el sol a juego y
volantes en el trasero. Tenía una cubierta a juego. Estaba decidida a ser
la estilista de la bebé y, fiel a su palabra, se había asegurado de que mi
guardarropa de maternidad tuviera algo más de estilo que unos
pantalones cortos con cintura elástica y una camiseta de gran tamaño.
Siempre fui notablemente elegante con vestidos flotantes en mis citas con
el médico e incluso la bata y la bata que tenía para el trabajo de parto y
el parto eran del tejido más suave, de un material supuestamente
refrescante que absorbería la humedad y sería mucho más cómodo que
la monstruosidad de algodón que ofrecía el hospital. Sabía que estaría
aquí para ver a la bebé una vez que diera a luz, pero la verdad era que
quería que fuéramos solamente nosotros cuatro cuando nuestra hija
viniera al mundo.
Débil y cansada, rogué por mi epidural, pero aún no estaba lo
suficientemente dilatada. Estaba bastante segura de que Jeremy trató de
amenazarlos con cargos de negligencia por ignorar mi dolor, pero las
enfermeras no aceptaban ese sin sentido y le dijeron que cuando
estuviera lista, me pondrían la epidural y no antes. Mientras tanto, me
alentaron, me dijeron que era hermosa, ruda e increíblemente valiente.
Negué, les dije que no podía hacerlo. Debería haberlo sabido antes de
dudar de mi equipo de publicidad personal. Comenzaron a enumerar
todas las formas en que era increíble y que estaban orgullosos de mí. Yo
estaba riendo y rogándoles detenerme entre contracciones que me
dejaban aferrado a ellos. Habíamos tomado clases de parto juntos, por lo
que todos eran excelentes entrenadores y se turnaban para aumentar mí
confianza, frotarme la espalda, ofrecerme trocitos de hielo y acunarme
cerca cuando necesitaba consuelo.
Después de siete horas de trabajo, Meghan Romero-Beckett vino al
mundo con un peso perfecto de casi cuatro kilogramos y cincuenta y ocho
centímetros de largo. Era hermosa, sus ojos azules curiosos y
desenfocados, sus pequeños mechones de cabello oscuro sobresalían
como las plumas de un patito. Al instante me enamoré profundamente.
La pusieron sobre mi pecho, y la toqué con tanto cuidado, sentí que
intentaba retorcerse a pesar de que estaba bien envuelta. Las lágrimas
brotaron de mis ojos por sí solas y le di un beso en su suave cabello. Miré
impotente a los tres hombres que se inclinaban para verla mejor. Jeremy
tomó algunas fotos, la enfermera tomó una de todos nosotros juntos, y yo
miré de uno a otro con asombro sin palabras.
—Sí, es perfecta —dijo Darren.
—Ella se parece a ti —agregó Rory—. Si fueras realmente pequeña y
toda roja.
—¡Ella acaba de ser expulsada de mi cuerpo! ¡Sé amable, Beckett! —
dije, y él sonrió.
—Cuidado con mamá oso. Ella es hermosa, Julie. Solamente estaba
bromeando.
—Ella es asombrosa —dije, desenvolviéndola con cuidado para
mirar sus pequeños y perfectos dedos. Ella agitó su brazo y luego se
estremeció. La arropé de nuevo en la manta y los miré—. ¿Quién quiere
abrazarla primero?
Se miraron de uno a otro y Darren dijo:
—¿Unas vencidas por eso?
—¿Piedra, Papel o Tijera? —ofreció Rory.
—Dámela y pueden jugar a la rayuela por el segundo lugar —dijo
Jeremy.
—Los salvé del fuego —bromeó Rory.
—No puedes usar eso para salirte con la tuya en todo para siempre
—dijo Jeremy.
—¡Tal vez la sostenga primero! —dijo Kendall, arrasando con regalos
en un hermoso vestido azul—. Esa es mi sobrina justo allí.
Sacó una manta de bebé rosa con un monograma y con destreza
levantó a Meghan de mi pecho.
—¡Consíganle a la mujer una Sprite! ¿Qué pasa con ustedes? ¡Ella
empujó a una persona y ama la Sprite!
Me reí mientras los chicos se miraban entre sí tratando de averiguar
quién había arruinado esto. Kendall se sentó en una silla y arrulló a
Meghan. Entró una enfermera para revisarme y los muchachos
regresaron con una Sprite, una taza de hielo y aproximadamente la mitad
del contenido de una máquina de bocadillos.
Tomé un par de sorbos y me recosté en mi almohada.
—Realmente necesito descansar —dije disculpándome,
observándolos a los tres sentarse en el sofá contra la pared. Kendall se
levantó y me trajo a la bebé.
—Dale un beso de buenas noches a mami. Ella necesita su
descanso. Ahora los papás te abrazarán y te tomaré toneladas de fotos, lo
prometo.
Besé la cabeza de mi bebé y sonreí adormilada cuando Kendall se
hizo cargo e hizo que los chicos se turnaran para abrazar a Meghan. Me
quedé dormida con el sonido de ellos delirando sobre su perfección, su
brillantez evidente mientras parpadeaba con sus ojos desenfocados y
hacía un pequeño alboroto ruidoso. Cuando me desperté sintiéndome
descansada y feliz, Rory se sentó junto a mi cama y le dio un biberón a
Meghan mientras Darren le tomaba unas cincuenta fotos comiendo.
Cuando me moví, Jeremy y Darren vinieron a mi lado para ayudarme a
sentarme y traerme cualquier cosa que quisiera comer, beber o vestir.
Todo lo que realmente quería era a mi niña. Rory se puso de pie y
con mucho cuidado la colocó en mis brazos. Se sentía más bien que
cualquier otra cosa. Los miré a cada uno y susurré:
—Gracias —porque este amor que compartimos, esta familia era
todo lo que podía desear.

Fin.
Gracias por tomarte el tiempo de leer mi última publicación.
Espero que te haya gustado leer mi historia tanto como a mí
escribirla.
Significaría mucho para mí si pudieras dedicar un poco de tu
tiempo a dejar una breve reseña de este libro. Las reseñas me permiten
entender cómo se sienten mis lectores y me ayudan a mejorar.
Aprecio tu apoyo, muchas gracias.
Natasha L. Black es una de las 100 autoras más vendidas de
Amazon. Sueña y fantasea desde que era una adolescente, por lo que su
amor por la escritura floreció desde una edad muy temprana. Después
de trabajar durante 15 años como veterinaria, ahora se gana la vida
escribiendo. Actualmente reside en una encantadora casa de campo en
una zona rural de Dallas, escribiendo novelas tórridas para satisfacer los
deseos de sus lectores.

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