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STAFF
Traducción
Huitzilopochtli
Revisión final
Hera
Diseño
Hades
Pdf y Epub/Mobi
Iris
Huitzilopochtli
1 18
2 19
3 20
4 21
5 22
6 23
7 24
8 25
9 26
10 27
11 28
12 29
13 30
14 EPÍLOGO
15 NOTA DE LA AUTORA
16 ACERCA DE NATASHA L.
BLACK
17
Tras escapar de una relación abusiva, lo único que quería era
centrarme en mi carrera. Lo último que necesitaba era involucrarme con
otro hombre... ¡Y mucho menos con tres!
Justo cuando pensaba que nada podía ser más tentador... o más
prohibido... me encontré con Rory Beckett, el irresistible bombero y
hermano mayor de mi mejor amiga.
El destino me trajo de nuevo a su vida, junto con sus igualmente
cautivadores hermanos, Darren y Jeremy, en una acogedora barbacoa.
Decidida a valerme por mí misma, intenté resistirme a su encanto.
Pero cuando mi vengativo ex convirtió el acoso en su nueva
obsesión, los hermanos Beckett insistieron en mantenerme a salvo en su
hogar compartido.
Cuando me encontré viviendo con los tres, nuestra química se hizo
innegable, y me aseguraron que no necesitaba elegir sólo a uno.
La felicidad y la satisfacción estaban por fin a mi alcance.
Pero cuando un incendio provocado por mi ex puso en peligro mi
vida y mi nuevo amor, puede que nunca tuviera la oportunidad de revelar
mis verdaderos sentimientos. O compartir la noticia del precioso milagro
que hemos creado juntos.
—Ya casi están aquí —anunció mi supervisor de planta—, cuatro
bomberos con una inhalación de humo tan grave que están en una
ambulancia. He llamado al neumólogo1 de guardia y dos terapeutas
respiratorios están de camino para ayudar. Quiero a Marks, Romero,
Cooper y Hayes en traje, cubículos 31-34, ahora.
Al oír mi nombre, me puse manos a la obra. Sabía que trabajar en
Urgencias del Mount Sinai2 sería un trabajo acelerado, pero era lo que
siempre había querido hacer. Ayudar donde más se necesitara y utilizar
mis puntos fuertes -tranquilidad en una crisis, independencia e ingenio-
para hacer el mayor bien posible. Muchas noches, nervios de acero,
pesadillas por algunas de las cosas que había visto, pero estaba donde
debía estar.
Todavía con el equipo puesto y las máscaras de oxígeno en el rostro,
los paramédicos trajeron a los bomberos, y yo ya estaba en el primer
cubículo. Descargaron al primer paciente y me abrieron paso. Corrí la
cortina y empecé a comprobar sus signos vitales, anotándolas en la
tableta. Cuando le iluminé las pupilas con la linterna, vi unos ojos azul
mar que reconocería en cualquier parte.
—Jesucristo ¿Rory? —Dije en un susurro. Parpadeó en señal de
reconocimiento, intentando hablar pero en vez de eso se atragantó y tosió.
—Quédate quieto —ordené, con el corazón latiéndome como nunca
lo hacía en el trabajo.
Históricamente, ante la enfermedad y las lesiones, me mantenía
firme como una roca. Excepto por el hecho de que se trataba de Rory
Beckett, el hermano mayor de mi mejor amiga Kendall. Debí avisar
inmediatamente a mi enfermera jefe para que me reasignara y enviara a
4Popular juego en el que tienes que adivinar una palabra usando varios intentos para
averiguar qué letras contiene.
Me quité los zapatos deportivos y moví los dedos alegremente,
dejando las llaves en el plato de la puerta. Me encantaba mi estudio. Era
pequeño, pero todo mío, desde la gruesa alfombra hasta el bonito sofá y
mi colección de pequeñas suculentas en el alféizar de la cocina. Tomé mis
cosas de yoga y empecé a cambiarme cuando sonó mi teléfono. Era
Kendall, así que puse el altavoz.
—Hola, nena, ¿qué tal el trabajo? —preguntó.
—Un momento —dije, quitándome la bata y poniéndome la camisa
de tirantes con el sujetador—. Solamente me metía las tetas en una
camisa de tirantes. Bien, ahora estoy bien. Lista para hacer yoga. He
estado de pie todo el día. ¿Qué haces?
—Preparándome para ir a trabajar. Llevo el vestido rojo y botines
de charol acolchados. ¿Cabello recogido o suelto?
—Sabes que suenas como una puta —me reí.
—No soy una puta. Las putas no ganan ni de lejos tanto dinero
como yo yendo a los clubs a promocionar esta mierda.
—¿Qué mierda es esta noche?
—Vodka de flor de saúco. ¿Conoces a ese tipo del reboot de
Baywatch?
—No. No lo he visto.
—Actor de serie B, buenos abdominales, sin personalidad. De todos
modos, es uno de los inversores de esta marca de vodka y esta noche voy
a desfilar con él por la alfombra del club. Es el lanzamiento de la marca.
He estado haciendo estallar Twitter, y tengo un pequeño ejército de
influencers mostrando cócteles “virales” en TikTok con él. Me decanté por
lo atrevido y lo boho5.
6 Ley federal que establece requisitos de privacidad de los datos para las
organizaciones que deben salvaguardar la información médica protegida de otras
personas.
7 Liga nacional estadounidense de basquetbol.
que veinte centímetros de polla de NBA no pudieron hacer”. Puedes dejar
atrás la promoción del club y vender discos.
—Te ríes ahora, pero si te metiera esos dedos...
—No gracias —dije, haciendo una mueca.
—¿Demasiado buena para follar en los baños? ¿O es que todavía te
repugnan los hombres?
—Tuve una segunda oportunidad. Terminé la carrera y me saqué
el carné de enfermera. No quiero otro hombre después de lo que pasé.
Puedes divertirte lo suficiente para las dos, ¿de acuerdo?
—Bien. Cuando decidas vivir un poco, avísame. Te encontraré un
baterista o algo de vodka gratis al menos.
—No me traigas una botella de promoción de esa mierda de flor de
saúco, por favor. —Le supliqué.
—Solamente lo haría si te odiara —dijo—. ¡Hablamos luego!
Estaba rebuscando en mi correo cuando solté:
—¡Mierda!
—¿Qué? —preguntó ella, aún en la línea.
—Es un sobre del Servicio de Víctimas. Una notificación... —Lo
revisé—. Eric va a salir en libertad condicional.
—Mierda. ¿Estás bien?
—Supongo que sí, siempre que siga las normas y se mantenga
alejado de mí —dije con desgana, con el estómago revuelto. Tenía ganas
de salir corriendo y vomitar, cerrar tres puertas tras de mí o esconderme
en el armario. El mero hecho de leer su nombre hizo que un nudo de
terror se materializara y se retorciera en mis entrañas.
Sentí cómo el miedo hueco y desesperado volvía a invadirme
después de haber pasado tantas horas en terapia de grupo y haciendo
yoga para superarlo. El terror es un sentimiento frío y enfermizo, y ya
amenazaba con pasar su dedo por mi garganta.
—Sabes que puedes venir a vivir conmigo. Tengo un montón de
espacio. Es un edificio seguro. Sin llaves y sin identificación aprobada
con el portero es igual a no entrada. Puedes usar la gran ducha de vapor
—me insinuó.
Sacudí la cabeza.
—Eres muy dulce, y te quiero por ofrecerte, pero realmente quiero
hacer esto por mi cuenta. No quiero esconderme detrás de nadie. Salí
sola. Lo metí en la cárcel sola. Volví a la escuela y conseguí mi propio
lugar, y estoy orgullosa de eso. Siento que huir de mi apartamento y
tratar de esconderme de él es como... es como si yo fuera la que hizo algo
malo. Como si yo fuera la de la vergüenza.
Suspiré.
—Realmente no lo entiendo, pero lo respetaré. En cualquier
momento, si cambias de opinión nena, sabes que cuentas conmigo.
—Gracias —dije, en serio.
—A riesgo de ser una repetición de esas sesiones de terapia a las
que solías ir, solamente quiero saber... ¿Te das cuenta de que dejar que
la gente que te quiere te ayude no es lo mismo que ser débil o esconderte,
verdad? Aceptar ayuda no es una salida de cobardes.
—Lo sé, Kendall. Y sé que tengo que trabajar para ser capaz de
hacer eso, de pedir, tender la mano y esas cosas. Incluso el terapeuta dijo
que era demasiado independiente. Que era un poco arrogante pensar que
podía hacerlo todo yo sola. Pero siento que tengo que demostrarme a mí
misma que él no me destruyó. Que Eric —hice una pausa y respiré hondo
después de obligarme a decir su nombre en voz alta—, no es mi dueño ni
controla mis actos como antes.
—De acuerdo. Lo dejaré pasar por ahora. Siempre y cuando me
prometas que en cuanto este hijo de puta te moleste, me lo dirás y te
llevaremos a un lugar seguro.
—Ok, bien, si el hijo de puta llama a mi puerta, te llamaré y luego
al 911.
—No, primero llamas al 911, luego lo electrocutas y le das una
paliza con un bate.
—¿Tengo que anotar esto en una lista?
—No, necesitas usar la pistola eléctrica. La tienes, ¿verdad?
—Claro que sí —dije. De verdad. Porque la tenía, todavía en la caja,
en un cajón. Soy una enfermera que cura, no alguien que llena a la gente
de dolorosa electricidad o que hace daño. Me parecía mal llevarlo o
incluso sostenerlo.
—Practica con ella. Tienes que acostumbrarte a su peso y aprender
a equilibrarla con una mano y empujar hacia delante. Lee el instructivo
para saber cuáles son los lugares más sensibles. Obviamente, la axila o
debajo de la barbilla son buenas porque son muy sensibles, pero la parte
posterior del brazo también es buena. El culo, sorprendentemente, no es
tan eficaz —explica.
—Eres aterradora —resoplé—. Solamente me pregunto cuántas
veces me has visto agacharme y has pensado: ¿debería darle por el culo?
—No, nunca he querido electrocutarte. Te lo juro. Rory, por otro
lado, es un niño que nunca crecerá. Lo juro por Dios, la última vez que
fui a almorzar a casa de mis padres, echó un chorro de nata montada en
mi bolso. Mi bolso Coach Pillow Tabby, que me doy cuenta de que es del
año pasado, pero me sigue encantando para la primavera. —Resopló, y
pude imaginar su indignación cuando el bobalicón de su hermano echó
un chorro de aerosol lácteo en su hinchada y diminuta bolsa rosa.
—¿Te estás riendo? —acusó.
—No. Por supuesto que no. Dile que te debe un bolso nuevo.
—Es bombero, nena. Es ambicioso y quiere ser jefe algún día, pero
de ninguna manera puede reemplazar un bolso de quinientos dólares por
capricho a menos que Jeremy eche una mano.
—Es mucho para un bolso —dije con cuidado. Me horrorizaba lo
caro que era, pero también sabía que trabajaba duro y se esforzaba por
ganarse el sueldo. No quería avergonzarla porque le gustaran las cosas
lujosas. Quería a Kendall y tenía el mejor corazón. Quería ir con cuidado.
—Lo es. Sobre todo si la compras en lugar de que te lo regalen por
tu excelente trabajo después de promocionar tanto la apertura del club
que hasta la sala VIP está reservada todas las noches para los próximos
cuatro meses —dice.
Admito que me sentí un poco aliviada de que no hubiera pagado
eso por una bolsa del tamaño de mi mano. También sentí un pellizco de
envidia porque las enfermeras de urgencias nunca recibían tonterías
gratis por hacer un buen trabajo, pero no podía imaginarme a la
enfermera jefe repartiendo lentes de sol de diseñador o grandes botellas
de Patrón8. No me sobraba espacio en mi pequeño estudio para más
bienes materiales. Para empezar, no tenía muchas pertenencias, y me
parecía bien. De todas formas, era una idea ridícula imaginarme que
podía conseguir algún par de botines Gucci por hacer un turno doble en
Urgencias. Tal vez podríamos conseguir una bufanda extra o algo así si
no pudiéramos comer porque la planta estuviera abarrotada de
pacientes. Puse los ojos en blanco. Ya estaba orgullosa del trabajo que
hacía y tenía suficiente para vivir. No necesitaba una carrera lucrativa y
de alto nivel como la de mi mejor amiga. Y nunca sería tan egoísta como
para permitirme unos celos mezquinos hacia mi persona favorita en el
mundo.
—Espero que consigas un bolso aún mejor esta noche. Espero que
te la pases bomba. —Le dije.
—¿Bomba? Eso fue hace unos siete años. Tienes que salir más,
aprender cómo hablan los jóvenes de hoy en día —se burló.
—Déjalos boquiabiertos esta noche —le dije—. Estás fabulosa.
Envíame una foto de estos botines.
—Los botines están, como se suele decir, de escándalo —se rio y
colgó. Pronto mi pantalla se llenó con un collage de fotos de los botines
acolchados de color rojo brillante desde tres ángulos diferentes. Eran
bonitos y caros, y lo único que podía pensar era que de ninguna manera
podría caminar con ellos durante diez minutos enteros.
Y por eso eres enfermera y calzas Skechers9, me dije mientras
colgaba el teléfono, metía la carta y su sobre debajo de unos anuncios de
reparto de comida en el mostrador y me obligaba a hacer yoga. Todo lo
que pude hacer fueron unos cuantos estiramientos, un poco de perro
mirando hacia abajo, y luego cerré mi sesión doblándome en la postura
del niño como si pudiera hacerme más pequeña y esconderme, como si
hacerme la muerta pudiera ayudar en esta etapa. Tras una ducha rápida,
8 Marca de tequila.
9 Marca de zapatos deportivos.
me metí pronto en la cama e intenté dormir. Sin embargo, durante horas
permanecí despierta, con los ojos ardiendo de cansancio y demasiado
asustada para relajarme y dejarme descansar. Tal vez podría ir a trabajar
temprano y echarme una siesta en la sala de descanso de los residentes,
pensé mientras me levantaba por fin y ordenaba el contenido de los
cajones de mi cómoda.
A pesar de que mi terapeuta me había dicho que tener una bolsa
de mano junto a la puerta con dinero, ropa y un botiquín de primeros
auxilios era una forma de aliviar mi ansiedad, preparé una bolsa de viaje.
No tardé mucho. En parte, porque guardaba una bolsa con cremallera en
el cajón de la ropa interior con dinero, tampones, ibuprofeno, pomada
antibiótica y tiras esterilizadas, un juego de tijeras de repuesto y gasas.
Y me metí los leggings, las camisetas holgadas y una sudadera gris lisa
con capucha. Nada distintivo, nada que me identificara. Añadí la bonita
gabardina de J Crew10 que había comprado en Goodwill, un par de
pantalones oscuros y una camisa más bonita con cuello de pico. A veces,
para pasar desapercibida, tengo que vestirme mejor, como una mujer de
negocios o de compras. En una tienda de segunda mano compré unos
flats con clase y también las metí en la maleta. ¿Estaba metiendo en la
maleta un disfraz? Sí, y eso me asustó un poco.
No había forma de controlar la situación, así que preparé una
maleta que me permitiera estar preparada para cualquier contingencia.
Incluía un juego de matrículas de otro estado que podía poner en mi auto
y una caja de tinte de cabello castaño liso para cubrir mi molesto y
notable rojo oscuro natural. Llevaba un carné de identidad falso, una
pequeña pila de tarjetas Visa de prepago, un par de teléfonos de prepago,
un gran reflector de mano y un spray de pimienta que había pedido a
México y que estaba bastante segura de que era ilegal en treinta estados.
Si Kendall supiera algo de esto, diría que soy una rara preparadora
de supervivencia que ve demasiados canales de autodefensa en YouTube.
Podría tener razón. O podría ser solamente lo necesario, o incluso podría
12 Día festivo en Estados Unidos, donde se conmemora y honra a los soldados caídos
en alguna de las guerras.
13 Independencia de Estados Unidos.
o algo así, el ejército es tan... —se había interrumpido, pero pensé que se
refería a la clase obrera o campesina o algo por el estilo. No duró ni un
fin de semana antes de que rompieran y Darren tuviera que llevarla a la
estación de tren.
A veces pasa, la gente confunde nuestros valores, nuestra ética del
trabajo porque crecimos con dinero. Mis padres eran muy trabajadores y
nos educaron para que lo fuéramos, y para que no menospreciáramos a
nadie. Formarnos para un trabajo manual, como hice yo, o servir a
nuestro país, como Darren, eran motivos de orgullo para todos nosotros.
La única forma en que nuestros padres se avergonzarían de cualquiera
de nosotros sería si eligiéramos ser ignorantes o crueles. Esos eran los
únicos pecados imperdonables cuando yo era niño.
Sabíamos que éramos afortunados y nos encantaba reunir a todo
el mundo en la casa de la playa durante las vacaciones de verano. La
barbacoa de fin de temporada era un acontecimiento importante, y a mi
padre le gustaba que hubiera mucha gente. Aunque la mayor parte de la
comida se servía en el restaurante, papá se encargaba de la barbacoa y
mamá preparaba el postre de frutas en capas que siempre hacía: un
cuenco alto de cristal con bayas y nata montada que mezclaba con azúcar
glas y una botella entera de vino.
Fue maravilloso volver aquí, dejar que la brisa salada me azotara el
rostro y salir de la terraza a la arena descalza. Me detuve a hablar con
personas que veíamos todos los años y que tenían casas en esta zona, y
con otros viejos amigos que habían venido desde Manhattan. Estaba
charlando con Max, uno de los amigos de golf más antiguos de mi padre,
cuando vi un destello verde que me llamó la atención. En un paisaje
nublado de playa pálida y agua gris, destacaba la chispa de verde
esmeralda. Allí estaba ella. Un vestido verde corto, la falda ondeando
contra sus muslos mientras se ajustaba la gran bolsa de lona al hombro.
Había sido lo bastante lista como para llevar sandalias, no tacones.
Cuando se acercó, vi que sus sandalias planas eran doradas, con un
cordón dorado que le rodeaba el tobillo y le llegaba hasta la mitad de la
pantorrilla. Me ahogué al ver aquellos zapatos. Tenía algo tan
increíblemente sexy de pies a cabeza que no podía apartar los ojos de
ella.
La otra noche me dijo en el hospital que yo no había cambiado
nada. Pero Julie estaba muy lejos de ser la chica tímida y melindrosa que
solía salir con Kendall, se sonrojaba y tartamudeaba si la saludaba. La
dulce niña con el horrible traje de baño verde floreado de una pieza
mientras todas las demás llevaban bikini el verano en que yo era
socorrista. Sentí que el corazón me golpeaba la caja torácica cuando se
acercó. Me alejé de la gente con la que estaba hablando y me moví en su
dirección, queriendo saludarla y ser el primero en darle la bienvenida a
la barbacoa.
Mi hermana pequeña, a la que quizá perdone algún día, pero este
no es el día, se abalanzó sobre mí y abrazó primero a Julie. Las miré
juntas, la pura felicidad y amistad en ese abrazo. Sin embargo, en lugar
de un momento reconfortante, para mí fue un poco más complicado que
eso. Cuando Julie levantó los brazos para abrazar el cuello de Kendall, el
dobladillo de su vestido de verano se subió por su muslo dejándome ver
una línea de bronceado. Una marca privada donde sus piernas daban
paso a la piel más pálida que mantenía cubierta por su ropa la mayor
parte del tiempo. Un trozo de piel que nadie debía ver. Fue todo lo que
pude hacer para no empalmarme allí mismo. Intenté respirar hondo,
mirar al cielo y contar pájaros o cosas así para distraerme.
No ayudaba el hecho de que pudiera oler su perfume, un aroma
que me recordaba a flores pero con un toque picante. No usaba esa loción
que huele a glaseado de tarta, menos mal. Una vez que Kendall la soltó,
me incliné para darle un rápido abrazo con solamente un brazo para
darle la bienvenida. No quería acercarla a mí para darle un abrazo de oso
porque podría sentir la prueba de mi excitación. No quería que se sintiera
incómoda. Así que supongo que fue bueno que mi hermana hablara a mil
por hora.
Le quité la bolsa a Julie y la llevé dentro. Cuando la dejé en la
habitación de Kendall, sin saber a ciencia cierta en qué habitación de
invitados estaría, salieron rodando una bolsa de Cheetos medio vacía, un
cable de cargador de teléfono enredado y un par de tampones. Los recogí
todos y los volví a meter en la bolsa. Cuando intenté meterlos en la parte
superior de la bolsa abierta a reventar, vi que llevaba una pistola
eléctrica. Tragué saliva, no me gustaba que se sintiera tan insegura, ya
que su ex iba a salir de la cárcel en cualquier momento. Fue aleccionador
y se llevó parte de mi despreocupada ilusión por el fin de semana.
Cuando volví a la playa, vi que Julie estaba sentada en el bajo muro
de piedra frente al mar. Me senté a su lado.
—Me alegro de que hayas podido venir.
—Gracias, Rory. Es bueno estar de vuelta aquí. Durante mucho
tiempo me concentré en estudiar enfermería lo más rápido posible. Ni
siquiera me permitía tomarme largos fines de semana libres de deberes y
estudio. Además, trabajaba como auxiliar de enfermería y a la novata
siempre le tocan turnos de fin de semana y festivos. Casi había olvidado
lo bonito que es esto.
—Cada vez que estoy aquí me doy una patada por no venir más a
menudo. Es un sitio estupendo para desconectar, ¿sabes? Hay un bar de
mala muerte al que se puede ir andando; la mayoría son lugareños y
suelen tener un grupo en directo los fines de semana.
Julie sonrió. Tenía una sonrisa de muerte, un hoyuelo en una
mejilla. Me sentía cálido y ligero cuando sonreía así, como si el viento frío
del mar hubiera desaparecido y nos bañara un sol radiante. Intentaba
pensar en algo que decir y me preguntaba por qué aquella mujer me
había trabado la lengua cuando mi hermana se acercó a nosotros.
—Gracias por hacerle compañía, Ror —dijo—. Vamos, Jules. Te
mostraré tu habitación. Te vas a congelar solamente con ese vestido.
Vamos a buscarte un suéter o algo.
Se fueron juntas a la casa y suspiré. Iba a ser un fin de semana
largo si ella se quedaba en casa. Empecé a hacer una lista mental de
cosas que podía hacer: intentar decir el abecedario al revés o recordar
todas las palabras de Free Bird14 o recitar la tabla periódica de los
delimitación de superficies.
18 Presiente #1 de Estados Unidos.
Eso nos hizo reír más. Julie prácticamente se dobló de risa y tuvo
que sacar una mano para sostenerse mientras las lágrimas de la risa
corrían por su rostro. Me gustaba verla reír. Me liberaba, y cuando su
mano se posó en mi hombro y se estiró para apoyarse, eso me gustó aún
más. Puede que esta noche tenga que reservar un hueco en la ducha fría.
—Es tarde y estoy a punto de orinarme en los pantalones. Deja de
hacerme reír. —Solté una risita con lágrimas en los ojos—. Me voy a la
cama.
—Parece que es mejor que vayas a orinar primero —dijo Kendall.
—¡Estoy hablando en serio! ¡Tengo que dormir un poco!
Le di un medio abrazo a mi mejor amiga y me fui dando zancadas
hacia la casa. Me erguí y estiré la espalda, respiré despacio para superar
el ataque de risa. Aquellos chicos estaban histéricos con las
conversaciones que se inventaban para los ricos de la fiesta. Kendall y yo
habíamos actuado un intercambio ridículo entre dos mujeres muy ricas
que discutían sobre qué cirujano plástico era mejor. Hacía mucho tiempo
que no me reía tanto, quizá desde que era niña. Me sentí tan bien al
soltarme así. El único problema era que todo el mundo abajo en el patio
no tenía una preocupación en el mundo. Tenía un ex peligroso a punto
de salir libre, y caminaría directo hacia mí si supiera algo de él.
Me sacudí la idea e intenté recomponerme. No era el momento de
entrar en una espiral de terror por Eric. Estaba lejos de él y tenía este fin
de semana para relajarme y descansar con mi mejor amiga y su familia.
Era mi primer descanso real en años, y sería una tonta si no lo
aprovechara al máximo. Había gente que me conocía, que se preocupaba
por mí y que era amable. Tenía el regalo de este fin de semana y no iba a
arruinarlo deprimiéndome. Solamente necesitaba dormir un poco. Me
sentía agotada después de trabajar doble turno para tener el fin de
semana libre. Estaría bien después de una buena noche de descanso,
despertando en esta casa junto a la playa que bien podría ser un palacio,
toda de madera rubia y acentos costeros.
Me aparté de la pared y subí los escalones. Subí a trompicones,
agarrándome a la barandilla como si tuviera ochenta años. Pronto oí
pasos detrás de mí. Miré por encima del hombro y vi a Jeremy Beckett,
el sexy hermano abogado de Kendall. Esbocé una media sonrisa. Me
alcanzó.
—Estoy muy cansada —le dije—. Me lo he pasado muy bien, pero
creo que son todos demasiado graciosos. Una chica que ha estado
haciendo turnos dobles en Urgencias no puede seguir el ritmo.
—Me alegro de verte aquí, Julie. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. Solamente cansada. No estoy acostumbrada a ningún
tipo de vida social, supongo. Es vergonzoso —me encogí de hombros,
tratando de bromear.
—Has estado trabajando muy duro para conseguir tu RN19, dijo
Kendall. Y deberíamos asegurarnos de que te lo pasas bien. Supongo que
los tres queríamos presumir, asegurarnos de que te divirtieras.
—Eso fue épico. Mucho más que una buena carcajada. Y si parezco
una sabelotodo con todo el asunto de George Washington...
—No, estás bien. Siempre has sido inteligente, y fuiste muy amable
al respecto. Encajas bien con nosotros los Becketts. Supongo que no
debería sorprenderme. Bueno, quizá nos superas en trivialidades
presidenciales, pero aun así encajas —dijo con ligereza.
Era alto y guapo, con un corte de cabello más caro que el de los
otros dos, un chaleco abotonado Ralph Lauren del color exacto de sus
ojos. Todo en Jeremy estaba a gusto consigo mismo, hasta sus ojos
afilados que hablaban de lo formidable que era, de cómo sería una
pesadilla enfrentarse a él en un juicio. Dios, ojalá hubiera estado a mi
lado cuando me enfrenté a Eric en el caso penal. Subimos las escaleras
juntos, Jeremy acompasando su paso al mío. Cuando llegamos a mi
puerta, me indicó la del otro lado del pasillo.
—Ésa de allá es la mía, por si necesitas algo. Oye, no es por sacar
un mal tema, pero Kendall nos ha dicho que tu ex va a salir pronto. Tienes
que estar un poco nerviosa por eso, seguramente.
—Más que un poco —admití, sintiendo que mis hombros se
19 Registro de Enfermería.
hundían un poco—. Pero todo irá bien. No quiero verlo, nunca, pero si se
atiene a las normas de la libertad condicional, no se pondrá en contacto
conmigo. Puedo seguir con mi vida como si nada hubiera pasado.
—Esperemos que sea lo suficientemente inteligente como para
seguir las reglas, o que al menos valore su libertad lo suficiente como
para mantenerse alejado de ti. Si se pasa de la raya Julie, me encargaré
personalmente de que su culo acabe de nuevo en la cárcel durante mucho
tiempo.
Parpadeo ante él, ante la contundencia de su voz. Jeremy me
sorprendió con aquella vehemente afirmación, y me invadió una
sensación de calidez. Un bienvenido soplo de consuelo comparado con el
escalofrío de miedo que había estado intentando ignorar. Siempre había
pensado que los hermanos de Kendall eran guapísimos, era un hecho.
Como el hecho de que sus padres tuvieran éxito o el hecho de que Kendall
fuera tan dinámica. Rasgos familiares de belleza, energía, encanto: a
algunas personas les toca la lotería genética, supongo. Pero ahora, todos
los Beckett se desvivían por hacerme sentir bienvenida, por ser tan
generosos y atentos. Era un auténtico sentimiento de pertenencia, que
no sabía si había tenido antes. Estaba muy agradecida y casi podía
saborear la felicidad como parte temporal del clan Beckett. Si tan sólo el
miedo no estuviera arañando la ventana todo el tiempo.
—Gracias. Has sido muy amable —le dije a Jeremy en voz baja.
Inclinó la barbilla hacia mí, un gesto de asentimiento. Podía sentir
la tensión entre nosotros, ver su vacilación a la hora de abrazarme a
pesar de que quería hacerlo. La moderación era lo mejor en esta
situación, así que, agradecida o no, no le di un abrazo. Había demasiadas
posibilidades si entraba en contacto con él. Me había enterado por haber
estado muy cerca de Rory en Urgencias que era peligroso para mí tocar a
cualquiera de los chicos Beckett.
—Buenas noches —dije, me metí en mi habitación y cerré la puerta.
No estaba muy segura de cómo sobreviviría un fin de semana entero
en la misma casa que los hermanos Beckett. O mi integridad o mi cordura
quedarían destruidas, porque yo no era el tipo de chica que se involucra
con el hermano -o hermanos- de su mejor amiga, por respeto a Kendall.
Darren y yo estábamos tomando café y desayunando en relativo
silencio cuando Kendall y Julie bajaron a reunirse con nosotros. Me
enderezaba en mi asiento, donde había estado desplomado sobre mi
plato, consciente de querer causar una mejor impresión.
—Buenos días —dijo Julie, sirviéndose un vaso de jugo de naranja
y preparándose un plato del bufé dispuesto en la enorme isla de la cocina.
Ella sonrió, soleada como cualquier cosa a las siete y media de la
mañana, y mordió una rebanada de tocino—. Esto es increíble. —
Inmediatamente puso cuatro tiras más en su plato y tomó algo de fruta
y huevos. Luego se desvió hacia atrás y tomó más tocino con una sonrisa
traviesa.
—Eh, yo quiero —se burló Kendall y se llenó el plato, tomando un
característico montón de huevos revueltos y echándoles salsa por
encima.
Se unieron a nosotros en la mesa y entre bocado y bocado, Julie
preguntó dónde estaba Rory.
—Salió a correr —le dije—. Él es el que madruga a propósito. Yo
prefiero ir al gimnasio donde hay aire acondicionado y a una hora
razonable.
—¿Y tú, Batman? —Julie se burló de Darren—. ¿Solamente
levantas los muebles para hacer ejercicio?
—Los muebles son demasiado fáciles. Yo levanto los autos. A veces
un autobús, si quiero un reto —ironizó.
—King Kong tiene una barra de flexiones en la puerta de su casa y
hace ejercicios con el peso del cuerpo para divertirse. Lo mejor que sé es
que hace ejercicio cardiovascular en la cinta de correr de su oficina o
escalando por el exterior de edificios altos —le dije.
Kendall puso los ojos en blanco.
—Una vez le pedí a Darren que me entrenara. Que me diera una
verdadera rutina de estilo militar para aumentar mi resistencia. Duré,
¿cuánto? ¿Quince minutos?
—Diez. Como mucho. Luego te tiraste al suelo y dijiste que te
habías reventado una hernia y que mejor llamara a la ambulancia.
Alguna mierda sobre querer que Jules se quedara con tu colección de
zapatos si no lo conseguías.
—¡Aww, eso es tan dulce! —se rio Julie—. ¡Estabas usando tu
último aliento dramático para regalarme tus tacones de diseñador con
los que ni siquiera puedo caminar!
—Te acabaron —dije levantando una ceja hacia mi hermana
pequeña.
—Me gustaría verlos -y lo digo colectivamente para incluir a
Jeremy- sobrevivir quince minutos con esa bestia de ahí. Menos mal que
nunca abrió un servicio de entrenamiento personal. Es difícil mantener
un modelo de negocio cuando todos tus clientes caen muertos en la
primera sesión. Así no se repite el negocio —dijo.
Darren levantó un hombro como si no se molestara en encogerse
de hombros.
—No es culpa mía que sean todos débiles. Yo nunca sería
entrenador. Demasiados llorones.
—Creo que te acabó a ti también —afirmó Julie.
—Tú empezaste —dijo Kendall sacando la lengua. Se rieron a
carcajadas, ya que las palabrotas formaban parte de su amistad tanto
como, evidentemente, de la nuestra.
Terminamos de desayunar y esperamos a que la montaña de mi
hermano consumiera lo último de su barril de comida: solamente
proteínas y algunos arándanos, nada de panecillos y queso fresco para
él. Mi bagel, sin embargo, había sido impresionante, y no me arrepentí
de nada.
—Voy a sacar el barco un rato esta mañana, ya que se supone que
va a hacer calor afuera. ¿El último baño del verano? —Les ofrecí.
—Sí, por favor —añadió Kendall.
A Julie se le iluminaron los ojos y asintió.
—Cambiémonos y reunámonos en el vestíbulo para dirigirnos al
puerto deportivo —sugerí. Todos estuvieron de acuerdo. Rory entró
trotando y se unió al plan, siempre y cuando pudiera darse una ducha
rápida. Fue todo lo que pude hacer para no hacer una broma sobre
asegurarse de que el agua estuviera fría.
Recogí todo, la hielera y la cesta que el ama de llaves había
preparado a petición mía. Mientras estaba de pie con los lentes de aviador
levantados, preparando comentarios listillos sobre lo lentas que eran, oí
voces arriba. Entonces mi hermana y su amiga estaban bajando las
escaleras. Todas las sutiles pullas sobre la lentitud y la vanidad de mis
compañeras casi se me escapan, porque un cuerpo como el de Julie podía
realmente detener el tren de pensamiento de un hombre.
Veinticuatro años, con rizos rojos oscuros amontonados sobre la
cabeza y un traje de baño que, por Dios, ni siquiera era un bikini. Era un
traje de una pieza con recortes a los lados y una especie de cobertor
endeble y transparente con un sombrero de paja. Parecía una maldita
estrella de cine que debería estar descansando en la playa de la Cote
d’Azur20, no subiéndose a mi barco para pasar el día. No podía dejar de
mirarla. Afortunadamente, estaba sacando unos lentes de sol de su bolsa
y no vio mi mirada demasiado obvia.
Darren y Rory bajaron las escaleras empujándose. Se detuvieron
cuando vieron a Julie en traje de baño. Sus rostros coincidían con el mío.
Sacudí la cabeza con una sonrisa de autosuficiencia. Éramos patéticos,
los tres. No iba a dejar que el día de Julie se descarrilara por nuestro
repentino enamoramiento de ella. Me recompuse y les exigí que subieran
a la camioneta para que pudiéramos ir a la marina.
Una vez en el agua, con el viento azotándonos y el aire salado
haciéndome sentir como nuevo, eché el ancla en un buen sitio. Julie se
quitó el abrigo y se dirigió a la proa, donde se estiró sobre la toalla y
levantó los brazos por encima de la cabeza, tomando el sol. Maldita sea.
Fin.
Gracias por tomarte el tiempo de leer mi última publicación.
Espero que te haya gustado leer mi historia tanto como a mí
escribirla.
Significaría mucho para mí si pudieras dedicar un poco de tu
tiempo a dejar una breve reseña de este libro. Las reseñas me permiten
entender cómo se sienten mis lectores y me ayudan a mejorar.
Aprecio tu apoyo, muchas gracias.
Natasha L. Black es una de las 100 autoras más vendidas de
Amazon. Sueña y fantasea desde que era una adolescente, por lo que su
amor por la escritura floreció desde una edad muy temprana. Después
de trabajar durante 15 años como veterinaria, ahora se gana la vida
escribiendo. Actualmente reside en una encantadora casa de campo en
una zona rural de Dallas, escribiendo novelas tórridas para satisfacer los
deseos de sus lectores.