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ARMONÍA CAÓTICA

Valentina Montoya Zuluaga

Facultad de Música, Tecnológico de Artes Débora Arango

Cultura Arte & Sociedad

Andrés López

02 de mayo de 2023
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El presente espacio está inspirado en el texto “Sortilegios por las ensoñaciones de una ciudad

fragmentada: la dramaturgia en la mirada órfica de la ciudad” del autor Yoni Alexander

Osorio, publicado el 11 de julio de 2017 en la Revista Académica Estesis. De esta manera, se

pretende abordar brevedades sobre la ciudad y las dinámicas e imaginarios colectivos que en

ella se dan.

ARMONÍA CAÓTICA

La ciudad guarda un laberinto de posibilidades y todo parece coexistir funcionalmente

en el caos permanente. Así mismo, la mayor parte de sus dinámicas resultan frecuentar lo

abstracto, quizá porque en la ciudad también convergen tantas procedencias distintas, que por

lo mismo, es una azaña aspirar a definirla. De tantos colores que hay, todo termina viéndose

oscuro, gris o negro. Es por esto que a simple vista, la ciudad resulta ser la representación del

desbarajuste. Quien la mire desde fuera sentirá verse perdido en el laberinto de posibilidades

mencionado anteriormente, pero cuando nos fijamos en aquellas personas que la habitan,

descubrimos que la ciudad se hace hogar. y es aquí cuando comprendemos que, si bien no

deja de ser caótica, tampoco pierde su armonía y menos, su belleza.

Tenemos la costumbre de pensar en lo armonioso como algo únicamente bello, pero

olvidamos que la armonía precisamente se trata de contrastes y esto es justo lo que la ciudad

preserva con gran habilidad. En ella habita la persona de negocios adinerada, pero a su vez,

esta persona se topa con aquel personaje que se ha ganado el nombre de “habitante de calle”,

no por cualquier cosa, sino porque precisamente es este quien se ha visto obligado a

desmenuzar el secreto de la ciudad. Con esto no se busca afirmar que una realidad sea más
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cierta que otra; al contrario, ambos personajes habitan la ciudad y a su vez, ambos personajes

tienen una historia sobre ella igual de válida y valiosa que contar, aunque de seguro cada

historia será lo más opuesta que pueda ser de la otra. Porque el hecho de que compartan un

mismo espacio, no asegura en lo absoluto que tengan una coincidencia mayor. Esto es pues,

lo bello que tiene cada lugar en sí mismo, que se puede habitar de formas tan ambiguas que, a

la hora de la verdad, cada lugar termina por ser millones de lugares, historias, sucesos o

personajes. Sin embargo, la ciudad es un lugar que brinda la posibilidad no solo de ser

interpretado de múltiples formas; sino también, de que cada una de ellas sea

sorprendentemente opuesta de las otras y aun así, de alguna u otra manera, logran coincidir.

Porque como bien citó Osorio a Heidegger, “construir y pensar, cada uno a su manera, son

siempre ineludibles para el habitar. Pero al mismo tiempo serán insuficientes para el habitar

mientras cada uno lleve lo suyo por separado en lugar de escucharse el uno al otro”

(Heidegger, pág. 8).

No obstante, hay algo bello en el personaje del habitante de calle, por más que las

condiciones de su realidad resulten ser desafortunadas. Y es que este hace de narrador

homodiegético en la historia de la ciudad. Él, además de apropiarla como su hogar y tener un

papel fundamental en ella, también es quien la suele ver, escuchar y vivir con mayor crudeza,

que en otras palabras, traduce veracidad. Porque él se ve obligado, a diferencia de otros

personajes, a quitarle sus máscaras para poder entenderla y tener así más posibilidades de

sobrevivir en ella o a ella. Aunque toda persona que la habita, termina igualmente por estar de

alguna manera en un constante estado de supervivencia.


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“Esa ciudad también aparece en los vestigios de sus calles, los monumentos como

memoria, el cuerpo de la ciudad que cuenta historias ocultas” (Osorio, pág. 9). Y es que

habitar la ciudad no se trata solo de estar en esta sin más, sino de reflexionar sobre ello. Cada

rincón de la ciudad cuenta una historia, no hay nada pues, que no tenga una historia. Solo que

en el acto citadino, como todo lo que en él sucede, las historias se suelen entremezclar tanto

entre sí, que terminan accediendo a una zona invisible, esa que nadie logra o quiere ver.

Cuando tener un habitar consciente, es precisamente la posibilidad más óptima de cuidar del

hogar y brindarle oportunidades de alcanzar un mejor estado.

Para concluir, con estos pequeños esbozos del panorama citadino, se espera hayan

quedado claras cuatro cosas: la primera, es que la ciudad es un espacio de sincretización, en

ella convergen tantos orígenes, que todo resulta ser extremadamente confuso, aunque esto no

hace que las diferencias dejen de dialogar entre sí; la segunda, refiere a que la ciudad como

lugar, permite tener múltiples interpretaciones suyas y además de ello, ser demasiado

opuestas unas de otras. En tercer lugar, que es vital escuchar la historia de aquellos personajes

marginados que en ella habitan y además, permitirles a su vez contar su historia, que al ser

minoría, termina haciéndose más intrincada y disolviéndose más precozmente que las de los

demás personajes. Por último, que tener una habitar consciente es más que algo necesario, es

la oportunidad de tener una participación mucho más acertada y beneficiosa, en este caso

para la ciudad y en general, para cada lugar que se haga hogar.


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Referencias

Osorio, Y. A. (2017). Sortilegios por las ensoñaciones de una ciudad fragmentada: la

dramaturgia en la mirada órfica de la ciudad. Revista Académica Estesis, (2), 06–18.

https://doi.org/10.37127/25393995.11

Heidegger, M. (1994). Construir, pensar, habitar. Martin Heidegger, conferencias y

artículos.. Madrid: Ediciones Serbal.

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