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Julio Djenderedijian
Entre Ríos era una provincia cuya riqueza había sido siempre grande y que, en el contexto
rioplatense, solo cedía el primer lugar ante Buenos Aires. Esta riqueza era, además de rural,
esencialmente ganadera y se hallaba concentrada en pocas manos. Se volcaba casi
exclusivamente hacia la tierra y/o ganado, escasamente en capital comercial o en metálico.
Esto último podría ser considerado una conducta racional ya que otorgaba buenas ganancias,
pero se desdibuja al considerar los factores de riesgo. Ya que los precios del ganado podrían
derrumbarse arrastrando no solo las ganancias sino también al capital. Los precios de la tierra,
en tanto, se encontraban determinados no solo por la productividad real sino por el carácter
extensivo de la ganadería entrerriana.
Los productores rurales entrerrianos durante las décadas de 1860 y 1870 se encontraban
estructuralmente expuestos a graves riesgos de contingencia. A esto se le suma otro proceso
de más larga data, y es que luego de un siglo en el que la tenencia de la tierra se había regido
por difusas pautas, Entre Ríos decide dotarse de una estructura inmobiliaria ordenada.
Caducando el tradicional otorgamiento de permisos de población en tierras baldías como
recompensa a los soldados meritorios; haciéndolo a a su vez el viejo liderazgo político y militar
(necesario complemento). Las consecuentes tensiones sociales no tardaron en manifestarse y
solo habría de bastar una coyuntura crítica para que salieran a la luz.
El autor prestará atención a dos variables: el precio de la tierra y los del ganado, factores
fundamentales de la producción rural y resúmenes de los dos mayores horizontes
problemáticos (los cambios en la tenencia de la propiedad inmueble y la tasa de ganancia de
los estancieros
La provincia de entre ríos en el contexto rioplatense de la segunda mitad del siglo XIX.
Entre Ríos es una porción significativa de la región pampeana (corazón agrario de la Argentina).
No es raro que su importancia en la generación de la riqueza del país haya sido alguna vez muy
grande. Si bien en el siglo XIX sus tierras no eran las de mejor calidad para la agricultura, en la
ganadería vacuna no tenían rival. Se trata de un área de muy tarde ocupación, situada en una
inmejorable posición geográfica para entrar en contacto con el mercado mundial. Desde el
último cuarto del siglo XVIII ocurrió allí una fuerte expansión de la ganadería bovina, centrada
en grandes estancias, en las que mediante pautas de producción muy extensivas se
compensaron los factores adversos como la escasez y carestía del trabajo.
En la primera mitad del siglo XIX esa riqueza ganadera fue destruida y vuelta a crear en el curso
de las guerras de independencia, en las que la provincia fue campo de batalla privilegiado. En
este contexto los productores intentaron continuar generando negocios, logrando un notable
éxito sobre todo en las décadas de 1830 y 1840. Éxito sorprendente teniendo en cuenta que la
escasez de mano de obra y de capital se vio agravado con el fin de la esclavitud y el
reclutamiento de los varones para servir en los ejércitos. La situación se resolvió mediante la
implementación de técnicas aún más extensivas del manejo del ganado y con un cuidadoso
sistema de disposición de la mano de obra, la cual fue disciplinada por el estado a través del
esfuerzo de guerra y mediante la distribución de premios y castigos por la participación en el
conflicto bélico.
Las características de la provincia que le permitieron crecer estuvieron también entre las
causas que retrasaron su puesta a punto de la nueva época económica del siglo XIX. A su vez, el
valor relativo de la tierra sufrió un cambio estructural. Con la nueva Constitución de 1853 y el
nacimiento del Estado nacional, las rentas aduaneras que manejaban las provincias
desaparecieron por lo que éstas buscarán nuevas fuentes de ingreso. La fuente más lógica será
la tierra. Ya que existían grandes superficies cuyo dudoso estatus legal podría derivar en su
reclamo por parte del fisco provincial. Por otro lado, conociendo y midiendo las propiedades
particulares, se podría conformar una base tributaria. Esto implicará un cambio radical en los
derechos de propiedad, hasta entonces apenas respaldados por diversos instrumentos
formales e informales, así como por prácticas consuetudinarias y acuerdos de palabra
Desde 1860 el dictado de leyes tendientes a ordenar la propiedad rural bajo pautas formales se
intensificó. La primera ley, de clasificación, procedimiento y destino que debía darse a los
vagos, personas sin trabajo fijo ni propiedad conocida. La segunda, sobre puesta en
arrendamiento de tierras públicas, tanto las de quienes tuvieran títulos precarios como las de
los meros ocupantes. Se comenzó a sí mismo a exigir a los poseedores que presentarán ante las
autoridades los títulos que tuvieran, o que levantarán informes de testigos sobre sus años y
derechos de ocupación. Estos últimos no parecen haber sido universalmente aceptados.
De este modo el estado se hizo de la propiedad eminente de grandes superficies, las cuales
arrendó a sus ocupantes y posteriormente puso a la venta.
La resistencia al pago de los arrendamientos establecidos para los ocupantes de tierras públicas
desde octubre de 1860 parece haber sido generalizada. Se debió intimar fuertemente a los
deudores morosos, lo cual constituye una nueva muestra de cuánto habían cambiado las cosas
con respecto a las viejas pautas de uso gratuito de los recursos. Para 1888 el precio promedio
de la hectárea en Entre Ríos era largamente superior al de todas las provincias pampeanas
exceptuando a Buenos Aires. El costo de la tierra había crecido mucho más que la rentabilidad
esperada de la misma
Los productores entrerrianos buscaron hacer frente al desafío del aumento de sus costos. Para
1887 la ganadería vacuna entrerriana se había retrasado con respecto a sus competidoras al no
lograr subirse al “tren del cambio de razas”. Esto podría hacernos presumir que los estanciero
entrerrianos no habían invertido lo suficiente o eran reacios a tomar riesgos. Sin embargo, el
autor señala una serie de elementos que ofrecen una explicación alternativa. Los empresarios
entrerrianos tenían un buen mercado de carne salada que vendían al exterior, sobre todo a
Brasil y a Cuba. Desde inicios de la década de 1850 el producto había ido mejorando en calidad.
Para su producción los animales refinados no eran útiles, el volumen de carne a obtener era
mayor con estos pero los gastos que significaban no se compensaban al no traducirse esa
mayor calidad en mayor precio del producto final.
El alza en el valor de la tierra durante la década del 60 estaba justificada, no solo por la presión
del gobierno en la imposición de nuevos derechos de propiedad, sino por expectativas
razonables de rentabilidad dadas por los precios de mercado, pero estas condiciones pronto
cambiarían. Hasta 1865 todo parecía justificar una ampliación extensiva de los rebaños
vacunos más que una inversión intensiva en el cambio de razas. Y es que a pesar de la
expansión creciente del área ocupada hacia el interior provincial todavía quedaba tierra
disponible, el problema era que esa tierra era apta para vacunos criollos, pero no para
animales refinados.
¿Por qué el precio de la tierra no se adecuó a esas nuevas condiciones de rentabilidad luego de
1870? El autor sostiene que no existió tiempo material suficiente para lograr un cambio
sustantivo en las formas de producir. La ganadería vacuna extensiva tradicional debió continuar
siendo la norma ante la imposibilidad de captar los capitales necesarios para su transformación
cualitativa. Por lo tanto, la presión sobre la tierra continuó. Es de destacar que quedaba todavía
bastante margen para intensificar la inversión en ovinos, pero para ello era necesario contar
con el ambiente apropiado.
Lo que es concreto es que al menos desde la década de 1840 los productores entrerrianos
buscaron diversificar sus tenencias, pero estos procesos fueron ralentizados, primero por las
buenas perspectivas del vacuno entre 1855 y 1865 y, en el período siguiente, probablemente
por la crisis del ovino de 1866 que debió incentivar la liquidación de stocks a través de las
graserías (fenómeno proveniente de Buenos Aires).
El porqué de esos momentos de estancamiento aparece claro si miramos los precios del
vacuno. Aun cuando en baja desde el altísimo pico de 1856, hasta 1864 la rentabilidad del
vacuno hace fuerte competencia a la del ovino. Es probable que, en la medida en que se
avanzaba hacia el interior provincial, parte de las mejores tierras fueron destinadas al ovino.
Pero allí surgirán dos problemas:
por la humedad de estas tierras la mortandad del rebaño lanar era muy grande
En 1865 y 1866 el mercado del tasajo en Brasil comenzó a experimentar dificultades,
culminando en una severísima crisis. Los precios se derrumbaron al igual que los
volúmenes.
La coyuntura se complicó aún más porque los precios del ovino también se derrumbaron, a
causa de sobreproducción, caída de las inversiones y en el caso particular del río de la plata por
una nueva tarifa aduanera norteamericana
Las ganancias se derrumbaron en muy poco tiempo, no solo por los problemas de la demanda
y la crisis de precios, sino también por el aumento de los costos internos, entre ellos la tierra
pero aparentemente también los costos operativos (el autor ejemplifica con el costo de los
caballos)
No resulta extraño que en ese tormentoso contexto se diera una guerra civil de gran
proporción, la llamada rebelión jordanista. Durante cuya etapa más álgida: las autoridades
provinciales desaparecieron, el servicio público se vio completamente desquiciado y la
percepción de las contribuciones fiscales fue prácticamente abandonada, teniendo además un
enorme costo económico, calculado en la pérdida de alrededor del 35% del rebaño. Luego de
lo que hemos ido señalando, es evidente que su disparador político, el asesinato de Urquiza en
1870, no constituyó más que un episodio
Uno de los factores más dinámicos del desarrollo agrícola pampeano fue la extensión del
arrendamiento agrícola. Mediante este diversos actores lograban ampliar su escala productiva
y mejorar su capacidad de producción al no tener que designar una gran porción de sus fondos
en la compra de tierra. A menudo se trataba de un estadio transitorio en la carrera del colono,
quien aprendía el oficio a la vez que cumulaba capital y recursos, en un período de duración
limitada en el cual solo arrendaba la tierra que más tarde podía comprar.
Pero en Entre Ríos estas formas de tenencias versátiles solo pudieron expandirse en forma
limitada. Ya que allí no había tenido lugar la colonización “preparatoria” que consistía en
establecer arrendatarios o medieros en tierras de estancia, con contratos que durarán de 3 a 5
años y con la obligación de sembrar alfalfa luego del último trigo. Mientras que esta
circunstancia contribuía a hacer descender el precio de la tierra dado que a cambio de
encontrar gente que aceptara esos contratos los estancieros estaban dispuestos a ofrecerles las
condiciones más favorables, a los ganaderos entrerrianos no les resultaba útil sembrar alfalfa
puesto que al cabo de algunos años éstas se perdía. Las consecuencias eran, primero, que la
tierra era cedida en condiciones más gravosas y segundo que no existían grandes extensiones
disponibles para el arriendo, redundando en límites a la capacidad de los agricultores para
ampliar su escala productiva, o incluso para acumular capital e independizarse. Por lo cual los
colonos trataban de arrendar o comprar tierras cercanas a las que ya poseían, lo que a su vez
presionaba sobre la demanda en las áreas proporcionalmente más colonizadas