You are on page 1of 8

Nelson Esteban Hernández Ramos

Universidad Nacional de Colombia


SFC Filosofía Francesa I
Profesora Claudia Marcela Gomes Herrera

RAZON POETICA Y ESTETICA DEL DESACUERDO

En el segundo capítulo de su obra el desacuerdo Jaques Ranciere plantea que la política se


nos presenta como un enfrentamiento entre dos lógicas, la lógica policial de aquello que se
estableció como la norma y de la lógica política de aquella parte que no forma parte de lo
sensible (los sin parte) y reclama por su pertenencia a está. Sin embargo, no queda claro en
este capítulo cual es la razón de esto, será en el tercer capítulo que Ranciere abordará esta
cuestión, como lo dice el título de manera evidente, el capítulo tratara de dar cuenta de
aquello por lo que se da el litigio entre las partes por parte de aquellos que fueron
“ignorados” en el reparto de lo sensible. Este texto pretende hacer un recorrido a través de
la razón del desacuerdo, aproximarse a los conceptos centrales del texto y problematizar o
enfatizar en algunos de estos.

Antes de entrar de lleno con el análisis del texto de Ranciere me parece importante resaltar
una cuestión, al leer el desacuerdo se pueden llegar a creer que lo que se busca con esta
obra es generar un modelo teórico de la política que pueda aplicarse para hacer cambios en
nuestra realidad o que se busca normar la praxis política. Sin embargo, Ranciere no genera
estos conceptos con la pretensión de que sean aplicables en las múltiples situaciones
particulares dentro de lo político, esto no quiere decir que el texto solo llegue a
generalidades que no se pueden dar en el terreno de lo “real”, sino que Ranciere genera una
suerte de mapa que no indica una ruta determinada, genera un mapa en donde uno puede
confundirse pues no se ve ubicado en este, pero es el deber del lector ubicarse en este mapa
para determinar su propia ruta a través del terreno de lo político. Esto queda más claro en
aquello que escribe Laura Quintana en política de los cuerpos.

Quizá el trabajo de Rancière, de los años noventa del pasado siglo para acá, no se dedique
más que a este modesto propósito: cartografiar escenas estéticas y políticas, escenas del
pensamiento y escenas de la historia de las luchas populares que muestran un quiebre de
la necesidad histórica, un quiebre del así es y tiene que ser, y que abren, con sus fracturas
y desplazamientos, el campo de lo posible. (Quintana, 2020)
Entendido esto podemos entrar en la razón del desacuerdo, aquello que nos pinta Ranciere
como una paradoja, la paradoja de un lenguaje común que no parece ser común a todos los
seres parlantes, o como veremos más adelante que parece ser “ignorado” por algunos de los
que tienen parte en él.

La cuestión del lenguaje y del comprender

Continuando con la lógica que se encuentra presente en la política, Ranciere plantea que
esta debe estar fundada en la dualidad intrínseca al logos, la palabra y la cuenta de la
palabra, la palabra que permite expresar lo justo y lo injusto y que se le tome como discurso
y no como un mero ruido. Sin embargo, esto no quiere decir que esta lógica se fundamente
exclusivamente en un intercambio entre interlocutores, el mero hecho de que exista una
intercomprensión entre miembros de una sociedad no quiere decir que se cuente la palabra
de estos, puesto que Ranciere marca el contraste entre dos tipos de comprensión, el “me
comprende” y la segunda que veremos más adelante que surge como respuesta a la primera.
Esta primera acepción refiere a aquellas expresiones que se disfrazan de pregunta cuando
en realidad son una orden, por ejemplo, cuando mi jefe me dice que debo quedarme una
hora de más en mi lugar de trabajo y que este no me pagara debido a que necesita reducir
costos por el bien de la empresa me pregunta si he comprendido, mi respuesta en este caso
es que si, esto no quiere decir que yo comprenda que el pobre de mi jefe solo busca lo
mejor para la empresa y sus empleados, sino que entiendo que mi jefe me esta ordenando
que trabaje gratis una hora de más para beneficio de la empresa y que si no lo hago me
remplazara por alguien que esté disponible para esto, esto lo podemos ver no solo en las
relaciones entre empleados y empleadores, sino que se encuentra principalmente como algo
que mantiene el orden policial teniendo como consecuencia no un remplazo en caso de no
acatar la orden, sino la represión por parte del estado. Ranciere afirma que el contenido
afirmativo de “¿me comprendió?” quiere decir que “no está en condiciones de
comprender”, lo que quiere decir que en este comprender se encuentra de manera explícita
la partición de lo sensible donde los sin parte poseen la esthesis del logos, es decir que
aparentemente tienen logos y se les debería tomar cuenta (cosa que no sucede) y quienes
tienen la hexis del logos, es decir que lo poseen y si son tomados en cuenta por el orden
policial.
La respuesta dada e este “¿me comprende?” puede llevar a quien responde a entender esta
dualidad, quien responde que comprende al principio puede responder de una manera
automática un responder que si porque sí, pero una respuesta que puede dar cuenta del
problema de la partición de lo sensible y complicar más el asunto es la siguiente.

“comprendemos lo que usted dice cuando dice ‹‹“¿me comprenden?”››. Comprendemos


que al decir ‹‹“ustedes me comprenden”›› en realidad nos dice: ‹‹“no necesitan
comprenderme, no tienen los medios de comprenderme, etc.”››” (Ranciere, El desacuerdo,
1996)

Esta respuesta implica que se puede poner en tela de juicio la posición de quien ordena, por
lo que se pone este enunciado en una posición en donde ya no funciona de la misma
manera, en el espacio de una lengua común. Pero, esto no quiere decir que fuera llevado al
espacio de lo político, si bien esta en el terreno de lo litigioso que es propio de la política,
se puede dar como una diferencia polémica del logos consigo mismo de una primera y una
tercera personas o bien como la comunicación entre una primera y una segunda persona. El
problema de que ambos se den en el mismo espacio como respuesta al “¿me comprenden?”
es que pueden devenir tanto en lo político como pueden terminar siendo meros diálogos por
interés, no todo litigio resulta político en este caso, por ejemplo, una huelga de trabajadores
puede tener la pretensión de ser política en cuanto busque que se tengan en cuenta que
aquellos que no forman parte del litigio lleguen a obtener su parte en lo sensible, pero si
quienes “representan” la huelga se aíslan de esta multiplicidad de la tercera persona,
entonces estos terminaran viendo solo por sus intereses. Por lo que para Ranciere será
primordial que se tenga en cuenta esta tercera personas (con “s” debido a su carácter
múltiple) pues son los juegos de lenguaje que se dan con esta los que se encuentran en el
corazón de la discusión política.

Ranciere sin embargo deja de lado un elemento que me parece vale la pena destacar en
cuanto al “¿me comprendes?” y este es el tema de las relaciones de poder y la
vulnerabilidad de quienes están sometidos a estas. Volviendo al ejemplo de mi jefe cuando
me pregunta si lo comprendí, cabe la duda de si este considera que yo no tengo la capacidad
de comprenderlo o de si a este le da igual que lo comprenda o no, después de todo él sabe
que necesito el dinero que me ofrece y que en caso de que yo no acepte la orden me
remplazara por otro trabajador que puede estar en una situación similar a la mía. Así mismo
el estado (u otra estructura) puede en caso de una respuesta negativa a la orden usar al
cuerpo policial para que la orden sea acatada, en muchos casos el miedo a esta represión
policial puede determinar que no se llegue a la discusión política, porque el orden policial
tiene el poder de silenciarla.

La falsa diferencia

La comprensión de las órdenes dadas por parte de aquellos que tienen el poder y el logos
por parte de quienes están sometidos y no son tomados en cuenta tiene un papel muy
importante dentro de lo político, que se puedan entender las ordenes implica que el lenguaje
es inteligible para quien la emite tanto para quien la recibe. Por lo que quien recibe la orden
no parece ahora tan diferente a quien la emite, puede dar cuenta de que ambos son seres
parlantes, por lo que se abre la posibilidad de no ver a quien da la orden como un superior
con el que no se puede discutir, sino un igual con el que se puede estar en desacuerdo.

Esto se nos presenta como algo paradójico de la siguiente manera, si hay un lenguaje que es
común para todos, no se debería tener que hacer valer mediante el conflicto, no debería ser
necesario salir a gritarlo a las calles cuando debería ser bastante explícito. Ranciere no
quiere determinar si puede o no entenderse la gente en cuanto las distintas formas que
tienen los juegos del lenguaje, sino que con el conflicto se busca la consideración de los
seres parlantes como tales, esta pregunta por saber si los sujetos que se hacen contar en la
interlocución poseen logos o solo hacen ruido. Ranciere menciona que esto puede ser visto
como algo que se repite una y otra vez a lo largo de la historia.

El nombre de los actores, el decorado y los accesorios puede cambiar. Pero la fórmula es
la misma. En torno a todo conflicto singular ésta consiste en crear un escenario donde se
pone en juego la igualdad de los interlocutores del conflicto como seres parlantes.
(Ranciere, El desacuerdo, 1996)

El desacuerdo busca hacer contar al interlocutor como parte de un mundo común, aun
cuando este mundo no parece ser común pues las estructuras discursivas para comunicarlo
tienen que esforzarse para que sean consideradas discurso y no unos simples gritos o como
se dice coloquialmente “ganas de joder”. Esto da paso a un segundo momento en el que
estas estructuras discursivas del desacuerdo se van a centrar en hacer ver que hay un mundo
común el cual es ignorado por aquellos que tienen la hexis del logos. Esta ignorancia que
niega a los sin parte el derecho a manifestarse como un ser con logos, como por ejemplo a
los obreros que se les niega el derecho a hacer huelga o los jóvenes que son tratados como
personas sin logos cuando algún nefasto gobernante dice que estos no saben lo que quieren
cuando protestan. Son este tipo de acciones las que legitiman el derecho que tienen los sin
parte a exigir la igualdad. Es aquí donde podemos hablar de una tercera acepción de
comprender, comprender en una estructura política de desacuerdo, esta refiere a
comprender que el trato de quienes ignoran el mundo común es aquello que justifica el
conflicto, que los empresarios traten a los obreros no como seres parlante con los que
comparten el lenguaje sino como animales ruidosos que solo son capaces de seguir ordenes
cuando hacen una huelga es una de las razones (si no la principal) por la que se debe hacer
esa huelga.

Argumentación poética

La demostración de este derecho a el litigio por lo justo es en palabras de Ranciere una


nueva partición de lo sensible, en este acto comunicacional de manifestar el desacuerdo no
se siguen las reglas “normales” de la comunicación, sino que esta se encuentra en medio de
la tensión entre lo que Habermas llama los leguajes “poéticos” de apertura de mundo y las
formas intramundanas de argumentación. Aun cuando estos actos del lenguaje parecen ser
contradictorios parecen esenciales en las formas en las que se da la demostración política
(demostración del mundo común), esta comunicación dada por la argumentación y lo
poético se encuentra en lo que Laura Quintana denomina argumentos poéticos, que escapan
al orden lógico de proposiciones en un lenguaje natural y se dan a través de gestos,
movimientos de los cuerpos por el espacio público, imágenes, metáforas, discursos, entre
otras cosas que abren el horizonte de sentido y encuentran nuevas formas de apropiarse del
sentido en el mundo, en pocas palabras dar espacio a un mundo donde quepan otros
mundos. Esta relación que en palabras de Ranciere hace ver que una cosa en otra siempre
tuvo comunidad es más o menos fuerte dependiendo de las situaciones de interlocución, en
particular es más fuerte en la interlocución política en la que se busca precisamente se
pretende dar visibilidad a los sin parte.
Ranciere también abordara la relación de la estética con la política, pues esta se presenta
como una dimensión estrechamente relacionada con el litigio. Sin embargo, la estética no
hace referencia a estar encerrado en un marco de auto referencialidad del que no podemos
escapar, esto determinaría que estamos confinados a una determinada sensibilidad del
mundo. Sino que esta se puede entender como una forma de tener una sensibilidad de
“otros mundos”, es una estética autónoma que permite saltar la valla de los órdenes y las
partes que determinan como deberíamos de percibir el mundo y así poder ignorar ese orden
de lo sensible, puesto en palabras de Ranciere:

la estética es la división del conocimiento, es el desdibujamiento de ese orden de la


experiencia sensible que hace corresponder a las posiciones sociales, gustos y actitudes,
saberes e ilusiones. (Ranciere, Pensar entre las disciplinas: una estética del conocimiento,
2015)

Por lo que Ranciere dirá que la “estatización” de la política no es algo nuevo, sino que en
principio la política ya posee una dimensión estética, pero en la política moderna podemos
ver como se deja atrás el concepto de la política antigua del demos en donde no se reconoce
la subjetividad, y vemos como se despliegan dispositivos de subjetivación, estos no refieren
a un sujeto que obra por si solo como un “yo” abstraído del mundo, sino en un sujeto que
está determinado en referencia a un “nosotros” conformando así grupos sociales que se
diferencian del resto del cuerpo social dentro de la política implicados en demostrar de lo
común y su derecho a acceder a esto.

Conclusiones y problemas a tratar

Si bien parece que el texto de Ranciere logra dar cuenta de la razón del desacuerdo como
un darse cuenta de que la diferencia entre el “superior” y quien debe obedecerlo se centra
en una ignorancia del logos que es común a los seres parlantes y que por ende estos deben
mediante argumentos poéticos como pueden ser una marcha hacia la plaza de bolívar, hacer
bulla, rayar paredes y demás prácticas que pretenden abrir sentido y mostrar algo que no se
encuentra a simple vista. Sin embargo, Ranciere no ahonda mucho en los mecanismos que
evitan que no nos demos cuenta de esos argumentos poéticos, el orden policial también
dispone de herramientas que le permiten invisivilizar formas de protesta o incluso
criminalizarlas, las formas de argumentación poética se pueden encontrar distorsionadas
por los medios que perteneces al orden policial, como en el caso de la primera línea que es
denominada como un grupo terrorista por medios y periodistas/políticos que tienen un
amplio alcance. Así como Ranciere habla de subjetividades políticas, también se pueden
observar formas de subjetividades policiales como la llamada “gente de bien” que aun
cuando en muchos casos no se cuenta dentro del orden policial puede llegar a defenderlo a
capa y espada.

Otro punto que me gustaría problematizar es el del carácter accidental de la política ya


tratado en este seminario, pues el título del capítulo da a pensar que podríamos descubrir
cuál es la causa de que los sin parte irrumpan en el terreno de lo político, sin embargo,
parece ser que esta sigue estando atada a lo accidental, pues a pesar de que el litigio se da
cuando se vislumbra que quien ordena se comunica con el mismo lenguaje y por ende
existe la posibilidad del litigio, no se puede vislumbrar en que momento el sin parte se
percata de esto, ¿cómo se percata de esto? y ¿Por qué no se había percatado antes?, cabe la
pregunta en ejemplos prácticos, ¿porque una reforma desata un estallido social aun cuando
antes se han presentado otras reformas o sucesos del mismo tipo? parece que el desacuerdo
sigue atado a esa accidentalidad en la que no podemos determinar por qué motivo sucede.
A mi parecer esto es algo que no puede ni quiere determinar Ranciere, pues parece ser que
es algo que está sujeto a la diferencia de las distintas subjetividades políticas, en cierto
sentido sacar de lo accidental el motivo por el cual sucede o no el desacuerdo seria normar
como tiene que darse este. Por lo que me parece que es necesario que lo político se quede
dentro de esta accidentalidad. Como se trató al principio de la ponencia, Ranciere traza un
mapa de lo político en el desacuerdo que le permite al lector situarse y determinar su propia
ruta hacia su propio mundo posible.

Bibliografía
Quintana, L. (2020). Politica de los cuerpos. Herder.

Ranciere, J. (1996). El desacuerdo. Buenos aires: ediciones nueva visión.

Ranciere, J. (s.f.). Pensar entre disciplinas una estetica del saber. En Brumaria 34 (págs. 175-187).
Madrid: Brumaria A.C.

You might also like