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Entres // Agustín J.

Valle
Publicada en 13 de noviembre de 2020
Foto: Caleidoscopio de la serie Seis movimientos para una línea. Ana Efron

El hombre precisa un silencio cálido, y se le da un tumulto glacial


Simone Weil, “La persona y lo sagrado”

1- “Antes, entre la escuela de Barracas y esta reunión, tenía un bondi.


Tengo la vida personal y la laboral toda junta; el laburo y las amistades y
la familia y todo, todo junto”. No hay “entre” las cosas: la virtualización
general de la vida lo suprime. No solo a los “entres” como espacio-
tiempos en algún sentido “libres”. También los entres de las funciones
que cumplimos, ahora todas pegoteadas, apelotonadas, en la vivienda si
no se sale a trabajar, y en la pantallita continua en general. Entre mi ser
empleado de la agencia y mi ser marido, entre ser alumna en la facu y ser
hija, hermana, hijastra…

2- Es difícil imaginar que la virtualización -o mediatización- retroceda


mucho en el territorio conquistado aunque la pandemia se supere. No
solo por el interés de las empresas en continuar implementando teletrabajo,
sino, también, por cosas más profundas de la conformación de nuestra
subjetividad, como que “las clases de ukelele que empecé en cuarentena
andan bárbaro, así que cuando pase la pandemia imagino hacer, por mes,
tres virtuales y una presencial”. Más cómodo, más fácil, ahorros de
viajes, ahorro de tiempo, ahorro de cruzarse con gente, ahorro de roce
urbano. Ahorro o pérdida del ratito pre y post clase, donde…

3- Ocupando la palma de la mano -¡nada menos que el atávico gesto de


mirarse la palma de la mano!-, los celulares son un perfeccionamiento
técnico de la supresión masiva de los entres, de ahí las crecientes tasas
de quemazón general. La TV, gran aparato colonizador del tiempo libre,
fue según Jonathan Crary la bisagra entre la lógica de la disciplina y la del
control. La TV pautó actividades masivas donde había autoregulación
hogareña, primero con horarios disciplinados, pero luego sentó las bases
del continuo conectivo -interactivo, fragmentable…-, con el tridente de
las grabadoras/reproductoras de VHS, los videojuegos hogareños y,
sobre todo, la TV por cable. Ese continuo fue catalizado por internet,
luego por la celularidad, y alcanzó un nuevo paroxismo con la pandemia:
el continuo conectivo es el patrón de la vida, y borra los entres.
4- Qué es un dispositivo se titula un ensayo de Giorgio Agamben donde
dice que puede pensarse lo real humano distinguiendo por un lado lo
viviente, y por otro los dispositivos. Y que el sujeto es la resultante de de
la captura de lo viviente en dispositivos; de la disposición de lo viviente
por dispositivos. Pero no obstante hay un plus, una excedencia, de lo
viviente respecto de su formateo dispositivo; un deseo, un malestar… Lo
viviente excede una y otra vez a los dispositivos, que por eso se
reinventan dinámicamente para contener -y hacerse un lugar en- los
cuerpos. Los entres son el espacio de esa excedencia de lo vivo respecto
de los dispositivos. Nacho Lewkowicz lo llamaba el envés de sombra: los
aparatos producen un sujeto, pero el sujeto tiene un envés que es oscuro
para los aparatos (el aparato familiar, el aparato psiquiátrico o el
computadora o el auto o el escolar o el aparato cocaína…). Por ejemplo,
los obreros textiles franceses de 1830 a quienes les pintó juntarse por las
noches a leerse cosas y escribir, en vez de dedicar el entre de las jornadas
laborales al descanso debido para la reposición de las energías… y
armaron luego un periódico clasista pionero (J. Ranciere cuenta en La
noche de los proletarios la historia de este envés de sombra de la
subjetividad forjada como “obreros” por el aparato fabril). Pero incluso
en escala mucho, pero mucho más modesta (una simple y sabrosa
rateada de la escuela…), late, en los entres de las cosas, lo viviente
no dispuesto. Contra el imperativo de disponibilidad permanente, en los
entres late lo viviente indispuesto: potencia pura que por eso -por ser
potencia- puede ser invisible, y ser negada en su existencia por el
Realismo del capital conectivo. Puede incluso sentirse como malestar.

6- Llamamos entres a las instancias de presencia no completamente


funcionalizada. Instancias o momentos de posible flotación; hendijas de
respiración en la normalidad cotidiana. Vacío-poblado, por ensueños,
fantasmas, fantasías (pantalla mata fantasma). Toda instancia donde las
definiciones de las cosas y de nosotrxs se distienden. Rincones de
nosotrxs no tomados del todo por la finalidad prestablecida, por la
codificación de rendir-para.

7- Llega la primavera, llega el calorcito, y nos alegramos, ¿por qué? Con


el calor todo se dilata, se ensancha el espacio que está entre las moléculas
-constitutivo de las moléculas, de la materia, en tanto que entre-. El
entre existe por naturaleza y tu cuerpo lo sabe; de ahí la alegría de
primavera.

8- Por supuesto los entres pueden estar adaptados y ser inofensivos para
el orden, respiraderos donde sobrevivir: no deja de ser algo. Pero cuando
lo vivo rechaza la disposición, es el entre copando la realidad. “Esto no lo
bancamos más”: ¿quiénes? No exactamente lxs sujetxs dispuestos, sino
algo de ellxs no reductible a su función; la intolerancia y el levantamiento
-macro o micro- implica un pensarse desde otro lugar que desde el
dispuesto por los aparatos de la reproducción del orden.

10- Si queremos escuchar la verdad que se habla en una institución, no


debemos ir a las oficinas, ni a las aulas, sino al pasillo, como bien se sabe.
Porque en los entres respira el ánimo, lo que le pasa a lo vivo con/ante/en
el orden de la producción. El ánimo, que no es lo que hacemos sino lo que
nos pasa con lo que hacemos, como dice H. Bergson, es improgramable de
antemano, y difícilmente convertido en signo instantáneo. El ánimo
respira en los entres de modos diversos: se alienta, llora, suspira
reflexivo, rumorea, gime de placer, grita, ríe expandido… Expresiones
orgánicas de lo viviente en cuanto tal, en su dimensión no codificada.

11- Vaya si hay menos pasillos, ahora… La mediatización total deja a lxs
cuerpos más disponibles como trabajadorxs, más cautivos como
consumidorxs. Asfixiar el ánimo es una operación política de primer
orden. Por supuesto que los aparatos -los artefactos- en sí no tienen la
culpa, que puede haber zonas de respiración en la virtualidad, y que
cuando algo del ánimo se retoba a lo dispuesto, las tecnologías son un
gran recurso. Por supuesto, los artefactos “en sí” tienen una inocencia
última; pero tienen un estatuto de cosa cerrada (medio mágica anque
berreta), que prefigura patrones de uso. Por dan eso su carga eléctrica
crispa un productivismo, un hacer sin parar, pero a la vez inhibiendo el
ánimo creador de modos, parámetros, sentidos. “Damos forma a
nuestras herramientas y luego ellas nos dan forma a nosotros”, decía Mc
Luhan.

12 Los artefactos conectivos son operadores de una esfera suprema y


mandamás. Ante la que siempre estamos en falta, siempre nos falta, y
por eso también los entres son degradados, como pérdida. Tiempo es
dinero, tiempo es conexión, atención dispuesta… El conectivismo
continuo da lugar a un estado de distracción permanente, como
paradójica parte de un rendimentismo productivista. Nos distrae del
ánimo para dejarnos disponibles. Reproduciendo un fondo de
precariedad -si te desconectás, si te desactualizás, caíste, chau…-
siempre presente aunque por supuesto muy desigualmente repartida. El
cuerpo, el alma, se adecúan al patrón del dispositivo, y así quedamos:
quemados, con el ensueño atrofiado… ¿Cuánto aumentaron los
arranques de pánico y ansiedad, en esta pandemia, bajo supresión de los
entres? La gente se asfixia, todo el tiempo expuestos al continuo
pantallil, constantemente disponibles: carne viva entregada al
dispositivo.

13- La tradición romántica de la nocturnidad, la hermosa, generosa y


trágicamente festiva Noche, tiene también la fecundidad liberada de los
entres. La noche es el entre natural de las jornadas del Astro Rey,
ídolo primigenio. Un punto de inflexión histórica desatendido,
entonces, así como Christian Ferrer lo señala del alambrado de las
pampas, fue la instalación de la luz blanca en la noche metropolitana. Por
supuesto desigualmente progresiva y demás; pero vaya si hubo una
oleada enceguecedora, blanquecina, en la ciudad, en algún momento de
esta última década. Le tiran con luz de quirófano, de interrogatorio, al
territorio madre del ánimo entrista, al refugio éntrico fundamental.

14- El continuo conectivo es el continuo de la Actualidad, de la que


estamos siempre en deuda, como mínimo por las inevitables horas de
sueño. Cuando el aparato nos informa nuestro “tiempo en pantalla”, está
recriminándonos cuánto tiempo perdimos desactualizándonos… La
Actualidad impera sobre el presente; vivimos pagando, dormimos
debiendo.

15- Una operación garante del continuo y la supresión de los entres es


el escroleo. Flujo permanente, cascada de “cúspides”, brillante sucesión
de eventos presentados como perfectos y plenos en su efímero instante;
es efímero, precisamente, porque lo supremo no se deja agarrar… Matriz
patrón de nuestros esquemas perceptivos, de nuestro ordenamiento del
mundo; línea imparable del continuo; cinta que transporta lo real
eximiéndonos de transportarnos nosotrxs; línea no de montaje -de lo en
proceso-, sino de promoción -de lo ya hecho-; el escroleo es el horizonte
de nuestra cabizbaja época, o tenemos escroleo en vez de horizonte, o el
escroleo sirve para que no haya horizonte.

16- El llamado distanciamiento social es, en cierto sentido, en rigor la


supresión de la distancia. De la distancia como dimensión
experienciable, la distancia como esfera habitable. En tanto que no hay
entres, no hay distancia entre las cosas. Distanciamiento corporal,
hiperconectismo social. Y lo que se ajeniza, al punto de la des-empatía,
la ajenización de las vidas que, según lo que disponen las máquinas
productivas, no se tocan con la nuestra, eso no es distancia, es también
la más radical supresión de la distancia.

17- “Estuve todo el día haciendo cosas y sin embargo llega la noche y
siento que no hice nada”: porque el continuo sin entres indistingue las
diversas cualidades, la diversa naturaleza sensible de las cosas. Suprimir
el entre de las cosas es, en última instancia, matar de muerte a las cosas
en tanto entes singulares, a lo cósico, en la dominancia plana del patrón.
¿Pueden los aparatos unir sujetos (individuales, colectivos) que no sean
adherencias al viento dado sino remansos, pliegues donde lo dado adopta
una velocidad diferencial, unas intensidades y una forma singular?
Mediar sujetos que no estén puramente dispuestos por los aparatos.
Quizá, incluso, con los aparatos podamos organizarle moradas a lo que
late en los entres. Hacer viajar en las pantallas elementos que vienen de
y nutren autonomías diversas. Autonomía de sentido. Allí donde haya
entres hay que alimentarlos, regarlos, darles espacio…

18- “Muchos me preguntan por qué me levanto a las cuatro de la mañana


desde hace más de 20 años. ¿Sabe por qué elijo esa hora?… Porque el
hombre aún no ha empezado a sufrir. A esa hora estoy puro, limpio, en
silencio, y escribo mientras la familia duerme. Entonces, todo yo soy una
esponja que absorbe. Leo idiomas, gramáticas, filosofía o escribo mis
propios asuntos. La noche no me gusta. Quizás porque los fantasmas
vienen al anochecer. Con esto quiero decir que los fantasmas vienen
después que el hombre sufrió. Y el hombre empieza a sufrir cuando sale
a la calle a ganarse el pan de sus hijos… y se topa con el otro hombre.
Entonces, recién entonces, comienzan a salir los lobos que cada cual
tiene adentro”. Atahualpa Yupanki.

19- Allí en el entre lo viviente agudiza su inspiración olfativa. Allí en una


“atmósfera de silencio”, como quería Simone Weil, “se vuelve audible el
hilo sordo del grito de quienes no tienen voz” (sean sujetos o cosas, una
montaña, un sector social, una dimensión inactual de nosotrxs…). En los
entres se expresa el ánimo (el ánimo de lo viviente sujetado en
dispositivos que oprimido (o exprimido…). Ahora quien se levanta a las
cuatro, habiéndose ya dedicado al sueño, y antes de que mande Febo,
tiene al continuo conectivo para des-entrificar, para no hacerse presente
en ese entre. Atahualpa batalló de ese modo con el lleno de su época; pero
también en su música muestra que hay entres que pueden instaurarse,
que se puede crear entres para la presencia. Hace tanto silencio,
Atahualpa, que podria pensarse que lo que sus músicas y sus palabras
ponen es, ante todo, los entre-ellas, sus entres. Hendijas para que respire
lo no aparateado, donde el ánimo viviente de lugar a su llano del dolor,
su gemido de placer, al menos una larga inspiración y exhalación libre.

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