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Lacabana. - emel'arboli_ 2% GILLIAN CROSS | Hustraciones de LUISA URIBE ene eas. _ wi = \ Lae et - aH SS, Lt Ne oi ay me s “LIE Mi iy ia it - fe hal \ - - ga A + ve Re « N a 4 m= z= \ Powered by § CamScanner Als lectores... vo De tos suvoRE S PLAcERES de mi infancia era construir casas con trapos, con troncos 0 con cajas de cartén para refugiarme a jugar, mientras el mundo se quedaba afuera, Aiin me acuerdo dela sensacién de independencia que me daba tener una casa propia, a la medida de mi estatura y de mi imaginacién, durante esas tardes que entonces parecian tan largas. Tal vez por eso, cuando lei La cabaifa en el 4drbol me senti de muevo en una de _/ €835 casas y quise compartir el libro con ustedes, los lectores que han ido creciendo con Nidos para la Lectura y que ya comienzan a necesitar novelas. Digo “necesitar novelas”, Porque creo que la novela se puede volver una necesidad durante el tiempo de crecer. Cuando nos empieza a parecer que los cuentos se terminan demasiado pronto y ‘cuando queremos escudrifar la forma como los personajes enfrentan sus problemas y se transforman a lo largo de los capitulos, quizis es porque en la vida real nos esté sucediendo algo parecido, Entonces ha llegado el tiempo de buscar refugio en una novela Esta historia comienza cuando Santi, de cuatro aos, y Juan, de ocho, acaban de mudarse con sus padres a ‘una casa nueva, en donde hay um érbol de cien afios, perfecto para construtt alli una casa de madera. Sin embargo, a veces la vida cambia y, algunos planes se transforman... No les voy a contar mas para no dafiarles la lectura; solo les advierto que este es un muy dificil de sokar, que hace reie y también entristecerse a veces y que ‘esti escrito por alguien que conoce ‘muy bien lo que sienten los nifios...y los grandes, aunque vivan en paises distintos y hablen de formas diferentes. Gillian Cross, su autora, nacié en Londres en 1945 y se ha dedicado a escribir libros para nitios y jévenes. Ha ganado muchos permios como la prestigiosa medalla Carnegie y ha dicho que le gusta ver cémo sus personajes crecen y toman decisiones. Por eso creo que ustedes van a disfrutar muchisimo esta temporada, ‘mientras habitan La cabaiia en el érbol ‘Yolanda Reyes DIRECTORA DE LA COLECCION Powered by § CamScanner bed I El castaiio PAGINA 15 El primer paquete PAGINA 27 iUn regalo indtil! PAGINA 63 iEl enemigo Llamada a ataca! larga distancia PAGINA 39 PAGINA $1 En la oscuridad Navidad PAGINA 75, Powered by § CamScanner wien A Powered by (9 CamScanner S.. tenfa cuatro afios y Juan, ocho:Vivian en una ca~ sa nueva, recién construida Pero el érbol que habia al final del jardin tenia cien afios. Santi nunca habia visto un arbol tan grande. El dia en que se mudaron a su nueva casa, sali6 al jardin y se qued6 exta~ siado bajo la enorme y frondosa copa, mirando hacia lo alto, cada vez més arriba. Juan bajé al jardin detris de Santi, pero no perdié el tiempo mirando.Tan pronto como vio el arbol, grité: —;Papi! ;Ven a ver! ;Podemos hacer una cabafia en el arboll Su padre, al igual que Juan, corrié al jardin, solo que el doble de rapido. Cuando vio el arbol se detuvo y se que- 6 contemplindolo. CamScanner Powered by —Es un castafio precioso —tijo emocionado—. El pré~ ximo invierno podremos asa castafas juntos, como hacia~ mos mi padre y y A Juan no le interesaban las castatias —2Y qué hay de la cabatia? Papi sonrié y se puso a estudiar el drbol. —Parece perfecto. Ahi, donde se dividen las ramas, pue~ de ir la plataforma.Tal vez los de las mudanzas me vendan un cajén grande de madera, de los que usan para embalar vajillas, para hacer una pequefia cabafa en un extremo, —Y podremos tener una escalera? —pregunté Juan, dando brincos de excitacién. —No veo por qué no —papi sacé un trozo de papel de su bolsillo y empezé a dibujara forma del érbol—.La caba- fia puede ir aqui. A Juan le brillaban los ojos. —;Podrias ponerle ventanas? —Claro que si.¥ quizi mamé os haga unas cortinas. Santi atin miraba hacia arriba, hacia el desnudo y pela- do arbol, tratando de imaginar todo aquello. Las ramas se balancearian en torno a la cabafia,que quedaria oculta cuan- do crecieran las hojas. —aDe verdad nos vasa hacer una cabaiia? —dijo baji- to, como si ocultase un secreto—. ¢En serio? Papa le miré y volvié a sonreir. —Ahora mismo, no. Antes debo empapelar las paredes y terminar las estanterfas en casa, Pero no me olvidaré. La haremos durante el verano. capa NocuE, pesputs de cenar, hacian planes para cons- truirla.A veces, papa tenia que marcharse a trabajar fuera, pero siempre que estaba en casa sacaba los dibujos y pla- nos de la cabafia antes de que Santi y Juan se fuesen a acostar. Los cuatro se sentaban alrededor de la mesa, dis- cutiendo cémo la pintarfan y qué harian con el resto de Ja plataforma, Juan estaba impaciente, —No hacemos més que hablar. Por qué no la construi~ mos de una ver? —Hay que plariearlo todo antes —le dijo mami—. Mi- ma esas estanterias que colgué ayer. Si antes no hubiese pen- sado bien cémo hacerlas ahora estarian por los suelos. —La cabafia nunca podri caerse —respondié Juan con voz triste—, porque nunca la construiremos. Pap le regaié, —Deja de grufiir.La haré cuando llegue el buen tiempo. Santi no protestaba. Cuando Juan se iba al colegio y él se quedaba solo, corria al garaje para mirar el enorme cajén. con el que harian la cabafia. Acariciaba con los dedos las ta Powered by CamScanner blas suaves y de color caro que papi habia comprado para hacer la plataforma, Y esperaba impaciente. UN pia, a stepiapos de julio, papa regreso temprano a ca- sa. Besé a Santi, le guifié un ojo y desaparecié en el interior del garaje. Cuando Santi y mamé silieron para recoger a an del colegio, escucharon el ruido de una sierra. Santi apreté la mano de mami y alzé la vista hacia ella. Estaba demasiado emocionado para decir nada, pero ella comprendié, Sonrié a Santi y le devolvié el apreton. Cuando regresaron a casa habia una escalera metilica apoyada en el castaito, Papi estaba arriba, entre las ramas, clavando las tablas del suelo. Juan solté la cartera del cole junto a la puerta y atrave~ s6 el jardin a la carrera. antstic Papi asomé la cabeza entre las largas y dentadas hojas y emitié su terrible gruftido de Ogro Feroz. —Si algiin nitio sube por esa escalera. iME LO COMERE CON PATATAS! Juan bailaba alrededor del arbol. —zQué pasa con la cabafia? zY Ia escalera de madera? zNo la habris olvidado, verdad? 2Puedo subir a echar un vistazo? Powered by (9 CamScanner No hubo respuesta alguna. Solo se ofan grufiidos y mar- tillazos. Santi tiré de la manga a mami. —;Podemos tomar ln merienda en el jardin? Mami sonrié. —05 a traeté, Pero Santi, no dejes que Juan moleste a pap’. Recogié la cartera y desapareci6 dentro de la casa, Santi eché a correr por el jardin, Juan estaba en la base de la esca~ lera,con un pie en el primer travesaio. Santi se pregunta ba qué podia hacer para detener a Juan si empezaba a trepar. Pero no fue necesario hacer nada. El Ogro Feroz asomé de nuevo la cabeza entre las ramas del érbol y dijo riendo: —2A qué estiis esperando? ;Venga, para arribal Con cui dado. En un instante, Juan estaba en lo alto de la escalera. Santi subié mas despacio, agarrindose muy bien a los largueros con las dos manos. —jEs fabuloso! —exclamé Juan—. ;Ven a ver, Santi! Santi consiguié llegar arriba y miro a su alrededor. Se quedé con la boca abierta. Estaba en una gran plataforma en el centro mismo del {rbol, oculta por grandes hojas. Por todas partes colgaban unas flores largas y amarillas que parecfan orugas peludas. f —iEs fantistico! —susurré. En ese momento soné el teléfono. Estaba abajo, al pie del arbol, sobre la tapa de la caja de herramientas. Papa se dirigié ripidamente a la escalera. —Quedaos aqui los dos —dijo—. Al que se mueva un milimetzo, me lo como con patatas —se lanz6 escalera aba- ‘jo, cogié el teléfono y sonrié—. Hola! Luis? Cuando colgaba, aparecié mamé con una bandeja y cua~ to tazas, Pap corrié hacia ella, riendo entusiasmado. —jRosal jHe conseguido el contrato en América! ‘Mami respiré hondo y dejé la bandeja en el suel —Es maravilloso. ;Cunto tiempo estaris fuera? {Cuan- do tienes que marcharte? —Saldré pasado mafiana —respondié papi cogiendo una taza de la bandeja—. Estaré fuera seis meses. Santi parpade6. No entendia nada. Pero Juan si comprendia. Se puso rojo de ira. —iNo puedes irte! {No has acabado la cabatial Papa dejé de sonrei —Tengo que hacerlo, Juan. Se trata de mi trabajo. — {Vaya trabajo estiipido! —estall6 Juan—.;Cambia de trabajo! —No hay que ponerse asi —le contesté mami—.Yo terminaré de construitla, Powered by CamScanner Juan siguié enfurrufado. —La tiene que hacer pap’. Lo prometié. Papa suspiré. —Escucha, tengo que irme. Pero puedo dejar el cajon instalado esta noche. Asi tendriais ya una cabafia. —2Y qué pasa con las ventanas? —dijo Juan—. 2Y con Ia puerta? —Las haremos cuando regrese. Santi retorcia entre sus dedos una de las largas flores amarillas del castafio. —Para entonces ya habri terminado el verano. —Podéis jugar en la cabafia aunque no tenga ventanas ni puerta —contest6 papa suavemente—. Mientras tanto, 0s iré enviando otras cosas. Todos los meses os mandaré tun paquete con algo para vuestra cabafia, Qué os parece? —zLo prometes? —dijo Juan. —jLo prometo! —contest6 pap’. Santi solt6 la flor y se qued6 mirando cémo cafa hasta el suelo. —zEstaris de vuelta a tiempo para asar las castafias? —pregunté.© CamScanner Powered by Powered by CamScanner AL asaron tres semanas antes de que llegara el primer paquete. Para entonces, Juan trepaba ya muy bien hasta la cabafia del arbol. —:Por qué no trepas tii también, Santi? —no paraba de decir—. Es ficil. Pon el pie izquierdo en este saliente del tronco y agirrate a esas ramas. Después pones el pie dere- cho aqui. Santi no lo lograba. Era capaz de poner el pie izquierdo en el primer saliente sin ningiin problema, y de agarrarse a las dos ramas. Pero en cuanto miraba hacia arriba, le pare- cfa que la cabatia estaba terriblemente alta. Sencillamente, no consegufa levantar el otro pie del suelo. No habia ningim otro modo de llegar hasta la cabaita. Ma~ mi decia que la escalera metilica era demasiado peligrosa »| CamScanner Powered by « la utilizasen ellos solos.Asi pues, Santi se queda. beans mle gritaba desde lo alto, baal pie del &rbol —jEs magnific . para hacer un castillo! ;Por qué no subes, Santi? Santi deseaba poder hacerlo més que ninguna otra cosa en el mundo, Pero cada vez que miraba hacia arriba, ha cia la cabaiia, sabia que era imposible. Pensaba que silo in tentaba, us pies resbalarfan, o se partirian las ramas a las ue se hubiera agatrado y se caerfa. No podia hacerlo. Entonces llegé el paquete. Un sibado en la mafiana, el cartero lamé a las once en punto, Juan y Santi abrieron la puerta al mismo tiempo. Cuando vieron sus nombres en el paquete, supieron quién Io enviaba — Papa! —exclamé Juan. Empezé a arrancar el papel que lo envolvia. Santi reco- gié el cordel con el que iba atado y lo enroll6 cuidadosa- mente alrededor de sus dedos. Cuando mam bajé, habia papel de embalar por todas partes. Juan sostenfa entre las manos un revoltijo de piezas de madera y cuerdas. Lo miré con el ceiio fruncido. —2Qué es esto, mama? —Ya lo veris, |» Cogié los extremos de dos de las cuerdas y subié las es- caleras de espaldas, dejando caer el resto. Los ojos de Santi se abrieron de par en par al ver lo que aparecia al desenro- Iarse lo que habfa en el paquete. —iEs una escala de cuerda! jYa puedo subir ala cabaita! A Juan le brillaban los ojos. —jPonla, mami! jPor favor! ‘Mami les mir6. —Tal vez lo haga cuando acabe de recoger las grosellas que quedan en el jardin. —iPero hay millones de grosellas! —protest6 Juan—. ‘Tardaris horas. ;Por favor, pon primero la escala! —No—mami negé con la cabeza—. Quiero hacer un poco de mermelada para llevarsela mafiana a la abuela. Pri- mero, las grosellas. Juan se puso rojo de furia. —Podemos ayudarte a recoger las grosellas —dijo ense- guida Santi—. Ast terminaris antes. —Mny bien —mama sacé tres cuencos de plistico de un mueble—. Siempre y cuando me ayudéis de verdad y no os dediquéis a coméroslas. —Prometido! —exclamé Juan—. ;Vamos, Santi! Cogié un cuenco y eché a correr por el jardin. Cuando llegé Santi, Juan habia recogido ya diez grosel Powered by CamScanner pero £1 pia era muy caluroso, Juan solo habfa lenado la iitad de su cuenco y ya estaba harto de recoger grosellas. Las eché en el cacharro de mami y ech6 a correr hacia el, castaiio. Santi siguié trabajando. Despacito y sin descanso, con- tinué recogiendo grosellas ordenadamente, planta a plan- ta,sin comerse ni una. Estaba sediento y bastante cansado, pero llené cuatro veces su cuenco. —Has trabajado mucho —le dijo mam4, viendo lo que pesaban los cuencos llenos de grosellas. “ZY qué pasa con la escala de cuerda?”, pensé Santi. Pero no llegé a decir nada, Se limit6 a mirara mamé en silencio. Mami rio. —Tranguilo. Enseguida estoy contigo. Solo tengo que coger las herramientas. Santi corrié por el jardin hasta el arbol y grit6 hacia lo alto. —Juan! jYa viene mami! {Va a poner la escala! Pero la cabatia estaba vacia. toy —se oyé la voz de Juan—, Mis arriba. Santi eché la cabeza hacia atrés. Juan estaba sentado en una rama alta, encima de la cabafia, —zQué estis haciendo ahi? |= Powered by CamScanner —Vigilar contest Juan— Puedo ver a muchos ki Jometros de distan: —:Cémo has llegado hasta ahi? —Trepando, pero ha sido muy dificil. Algunas ramas se han roto —Juan empezé a descender con mucho cuida~ do—. Oye, Santi, de verdad que es muy facil subir hasta la cabaiia. Si consigues hacerlo sin la escala de cuerda, po- demos... Santi tuvo la horrible sensacién de que sabia lo que iba a decir Juan. Pero, antes de que lo hiciese, legé a mama con la escala de cuerda en una mano y las herramientas en Ia otra. —Muy bien —dijo—.Vamos alld. Juan brincé hasta donde estaba ella. —Hemos cambiado de idea, mam, No la queremos para subir ala cabafia, porque podemos trepar hasta ella. Couélgala mis arriba. —Tii puedes hacerlo —e contest mama—. ¢Pero qué va a hacer Santi? —Yo.... —Santi tragé saliva. Miré a lo alto, hacia la ca~ batia. Luego miré a Juan—. Creo que podria conseguirlo. ‘Mamé dejé la bolsa de las herramientas en el suelo. | —Veamos cémo lo haces. Santi se acercé al érbol. Con mucho cuidado, como ha- bia hecho otras veces, puso el pie izquierdo en el saliente del tronco y se agarr6 a las dos ramas cortas. Miré hacia arriba. Estaba muy cansado de tanto recoger grosellas y la cabaiia parecia estar mis lejos que nunca. —Vamos, sube! —le susurré Juan—. Si mama pone la escala més arriba, podremos hacer una atalaya arriba del, todo. Como en un castillo. Santi mir6 mis arriba, hacia el lugar donde habia esta- do sentado Juan. Aquello si que estaba realmente alto. Cuan- do baj6 la vista hacia lacabafia,no le pareci6 tan dificil legar adh. —jTendrfamos un castillo en el drbol! —insistié Juan. Despacio y cuiidadosamente, Santi empez6 a sul vantando el pie derecho del suelo hasta encontrar el se- gundo saliente del tronco. Luego se estiré para aleanzar la siguiente rama. Un momento después estaba sentado en la cabafia,son- riendo a mami, Juan saltaba en torno al érbol dando gritos. —jLo conseguiste, Santi! ;Lo conseguiste! ;Tendremos un castillo en el érbol! | Powered by CamScanner ESA MISMA NocHE, Juan escribié a papa. Querido papa: jLa escala de cuerda es GENIAL! jHemos hecho una atalaya! Muchisimas gracias. Muchos besos de Juan y Santi Fue corriendo hasta la habitaci6n de Santi y le puso la carta debajo de las narices. Santi solo fue capaz de trazar tres vacilantes y cansados besos. XXX A continuacién, se quedé dormido y sofié con grosellas y castillos. © Powered by § CamScanner jEl enemigo ataca! Gy hy p €: VP A | aa owered by 3 CamScanner anti empez6 a ir al colegio en septiembre. El pri- mer dia de clase, su profesora,|a sefiora Ramirez, leyé una historia que hablaba de un péjaro mAgico de oro. Santi lo pinté y envié el dibujo a papi La siguiente carta de papa decia: Queridos Juan y Santis Me alegra que os haya gustado la escala de cuerda. Tambiéna mime encants el dibujo del pajaro de Santi. Lo he colgado en la pared de mi cuarto. He estado pensando, y la cabafia del castafio seria un ugar estupendo para observar los pajaros, asi que os en- vio esto. Os quiere, Papa CamScanner Powered by Dentro del paquete habia unos Juan dudzba mientras los contemplaba. —Para mirar pijaros? zEn un castillo? —No tienen que ser pijaros —le dijo mama—. Sube con, ellos atu atalaya y mira a ver qué ves. Juan le hizo un gesto a Santi. —Adelante, Don Santiago. ;Qué le parece si nos dirigi mos al castillo a hacer guardia? Vale —contest6 Santi Juan buf. —No digas“ vale” Debes decir:“Ciertamente,Don Juan”, No sabia qué significaba aquello, pero sonaba propio de caballeros,y sigui6 repitiéndola cada vez que Juan se diri- gia —Subamos, pues, al castillo, Don Santiago! —Cierta Mente, Don Juan, — Harts la primera guardia en la torre? —Cierta Mente, Don Juan. —No alvidéis los prismiticos. —Cierta Mente, Don Juan. Colgindose los prismaticos al cuello, Santi trep6 por la escala de cuerda, Una vez instalado en la atalaya, se los puso delante de los ojos. —2Qué eslo que veis, Don Santiago? —pregunté Juan. —Cierta Mente, Don Juan —le contesté Santi Juan suspiré. —iNo digas eso todo el tiempo! Mira con los prismiti- cos y dime lo que ves. —Vale —Santi obedecié—.Veo muchas cosas grandes y largas de color marrén en la hierba. —;Serpientes? —pregunté esperanzado Juan. Santi fruncié el cefio. —No, creo que son las lores cafdas del érbol. Juan suspir6 de nuevo. —Mira mis lejos. —Vale —Santi levanté los prismaticos y examiné con ellos el jardin—Veo a mamé en el huerto. Est recogien- do patatas.Y hay algo enorme detris de ella. Es grande y de color naranja y... —:Qué mis? —pregunté lleno de excitacién Juan—. Es un extraterrestre? —No creo —Santi gird un poco la cabeza—. No. Es la calabaza que estis cultivando en tu jardin, —zLa calabaza? —grité Juan—. En serio, Santi, no tie- nes ni idea de cémo jugar a los castillos. —Me dijiste que te dijera lo que vet —No queria decir exactamente eso. Queria decir que... iVenga, baja y déjame a mil Powered by CamScanner e dio los primmiticos. Juan trepo por la es- Santi bajé y Instalado en la cabaiia, San- cala de cuerda en un santian ti recibia toda clase de emocionantes noticias. ito que avanza desde el Norte! —Juan ble dragén se acerca vo- leros negros sobre caballos se dio la vu Jando por el Est que escupen fuego...! 2 Santi mind desde la plataforma. El no habfa visto nada Lentamente, Santi baj6 del érbol. Llegé hasta el huerto ysse detuvo al lado de mamé, que clavaba el rastrillo en la tierra —Mami, equi s —zRefiuerzos? —mami recogié las patatas y las ech6 en la carretilla—. No tenemos de eso. Pero aqui hay algo de con la mano un pequefio montén de | suelo—. Esas esti demasiado ver las. Busca una bolsa y évatelas para tirdr~ sclas a vuestros enemigos. Santi fruncié el ceo. —No tenemos enemigos, —Echa un vistazo en la cocina —respondié mamé—. Powered by CamScanner Los mejores enemigos son Tos que hacen mucho ruido ccuando les tras patatas. Santi se sintié desconcertado, pero fre a la cocina a bus- car una bolsa de plistico. Mama las guardaba entre el mue- ble de ls cacerols y el carrito de las verduras. Cuando tind de una bolsa para sacarla, una manzana cay del carrito, Y golped una cacerola con un gran CLANG. “Los mejores enemigos son los que hacen mucho rui- do cuando les tiras patatas”, record. Santi sonrié, Se metié la bolsa de plistico en el bolsillo ‘ycogié tres cacerolas grandes y viejas del mueble. Después, regres6 al jardin. Juan todavia estaba en la atalaya Mira en direccién contraria a Santi y aullaba a todo pulmén. —Birbaros a caballo por el Noroeste! {Un toro salva~ je carga desde el Este! AA sus espaldas, Santi se movia silenciosamente por el Jardin, ocultando la cacerolas boca abajo entre los arbus- tos.A continuacién, lené la bolsa de patatas verdes y se acercé hasta el pie del castaiio. —;Ciera Mente, Don Juan! —grité—.Tengo la muni- cin, pero no puedo subirla hasta ahi arriba. | —iYa voy! —Juan se descolgé hasta el suelo y subié la bolsa ala plataforma—. jEstupendo! Sube a la atalaya y di- me dénde estin los enemigos.Yo les dispararé. —Cierta Mente, Santi trepé por la escala de cuerda y cogié los prismati- cos de la rama donde Juan los habia dejado colgados. Ob- servd con atencién el jardin hasta que localizé una de las, cacerolas escondidas. Sefial6 en direccién del arbusto. —jHay un enemigo con armadura ahi detris! —jMuy bien! —Juan eché un vistazo hacia arriba para ver en qué direccién sefialaba Santi. Lanzé la primera pa- tata directamente contra el arbusto. Golpeé la cacerola con un gran jjCLANG!! y rebot6. —dijo con un jadeo—.jAl- guien que lleva armad iY otro alli! —exclamé Santi La segunda patata chocé y reboté directamente hacia donde estaban ellos. —iNos atacan! —grité Juan—. Baja de la atalaya, Santi. Quiero decir, Don Santiago. Ay’idame con estas balas de cafién, —jCierta Mente! —respondié Santi. Powered by CamScanner Gate6 escala abajo y lanz6 una patata justo contra la c2- cerola mas grande. jCLaNG!! Sonrié. Empezaba a comprender en que consistia el juego aquel de los castillos. Aquella noche Juan escribié: Querido papa: Fue una suerte que enviases los prismaticos. Estamos rodeados de enemigos. jHemos librado una estupenda batalla! ‘Muchos besos de Juan y Santi Llev6 la carta a la habitacién de Santi. Ya esté. Pon algo abajo. —¥a sé escribir mi nombre —contest6 Santi medio ador- milado—. La sefiorita Elena me esti enseftando. Y escribié al final de la carta: Sante CamScanner Powered by alarga | distancia s d by 3 camScanner Llamada i n octubre legaron dos paquetes, uno para Santi y otro para Juan. En la carta papa decia: Si hay tantos enemigos rodeandoos, creo que necesitaréis, almacenar comida en la cabaiia. Dentro de cada paquete habia un bote lleno de carame- los envueltos en papel dorado. —iViveres! —exclamé Juan—. No debemos desperdi- ciarlos, Santi. Hay un agujero en el castaiio. Los guardare- ‘mos alli y comeremos uno cada dia. Asi nos durarin siglos. —Cierta Mente, Don Juan —dijo Santi no muy satisfe- cho. Le encantaban los caramelos. Pero no hizo trampas. Puso su bote con el de Juan en el, agujero que habia en el érbol detris de la cabaiia. Cada dia | CamScanner Powered by cogia solamente uno de los caramelos envueltos en papel dorado y se lo comia, muy despacio. Quien si hizo trampas fue Juan. No paraba de encontrar ‘excusas para comer caramelos, Una semana més tarde su bote estaba vacio y observaba con envidia el bote de Santi, Ya podias darme uno —dijo mientras estaban senta- dos en la cabaita—. Los caballeros siempre comparten la co- mida Santi fruncié el cei. Queria comerse sus caramelos él solo, pero su bote estaba todavia Heno casi hasta arriba, y le pareci6 que era un egofsta si decfa que no. —Vale. Pero solo uno —dej6 caer un caramelo en el bo- te vacio de Juan. Este sonrié y lo agit6. —Gracias, Don Santiago. Hace mucho ruido, zverdad? Santi chupé su caramelo, —Una vez vi un programa en la tele, Explicaba cémo hacer un teléfono con dos botes —iMe acuerdo! —dijo Juan, mientras se le luminaban. Ios ojos—. Vamos a hacerlo! Santi negé con la cabeza. —He olvidado cémo se hacia. —Pero yo, no —dijo Juan agitando de nuevo su bote—. Hay que hacer unos agujeros en los botes y luego unirlos con un cordel. —Yo tengo un trozo de cordel —Santi sacé un rollito de uno de los bobillos de su anorak—. Es del paquete don- de venia la escala, ‘Juan cogié el cordel cuidadosamente enrollado y lo de- senrollé un poco. —Es perfecto, Podriamos hacer un teléfono muy largo que llegara hasta lo alto de la atalaya. Pero... Se quedé mirando el bote de Santi. Santi también lo hizo.Le apetecta tener un teléfono, pero no podrian hacerlo hasta que los dos botes estuvieran vacios. —Voy a contar mis caramelos —dijo. Empez6 a sacar- los y fue poniéndolos en hileras de cuatro sobre el suelo de madera. El papel dorado brillaba en las sombras—. Uno, dos, tres... Habia ocho filas de caramelos cuando puso el tiltimo. Treinta y dos caramelos. —jHay millones! —se lamenté Juan— Si solo te comes tno al dia, nunca tendremos teléfono! Santi se quedé mirando los caramelos, que brillaban so- bre la madera. —No hay por qué guardarlos en un bote. Juan se animé. —Puedes pedirle a mami una bolsa.Y también puede hacernos los agujeros —metié los dos botes en los bolsi~ llos de Santi—. ;Por qué no vas a pedirselo? Powered by CamScanner Despacio y con cuidado, Santi bajé del drbol y fue has- ta la cocina. Cuando mami oyé lo que queria, sonrié. —Yo tuve un teléfono asi cuando era pequefia. Busca tuna bolsa para tus caramelos y yo haré los agujeros. Santi dejé los botes en la mesa de Ia cocina, y fixe hasta donde estaban as bolus de plistico. Mami... —:Mmm? —dijo sin levantar la vista. Estaba rebuscan- do en la caja de las herramientas. Santi sac6 una bolsa y se qued6 mirindola. —Juan se ha comido todos sus caramelos. Crees que de- bo compartir los mios con él —Solo si quieres hacerlo—contesté mamé. Puso boca abajo el primer bote y le hizo un agujero en el fondo con un martillo y un clavo—. Son tus caramelos. Santi se quedé pensativo. ‘Mami hizo el segundo agujero y le dio los botes. —Toma. Tened cuidado de no arafiaros. —Gracias. Santi se guardé los botes en el bolsillo. Mientras lo ha toms una decision. Cogié una segunda bolsa de plis- tico y volvié corriendo al drbol. Powered by CamScanner “Tan pronto como lleg@ a la cabaia, Juan le tendi6 las manos. —Venga.Trae los botes. Santi se los entregd, Después se volvid para recoger los caramelos, habia decidido repartirlos en dos bolsas mien- tras Juan construa el eléfono. Pero los caramelos habian desaparecido. Santi parpadeé. Juan, —Espera un minuto —contesté Juan, Estaba intentando pasa la cuerda por el agujero del se~ gundo bote. Santi tragé saliva —Mis caramelos... Juan le lanz6 uno de los botes. —A quién le preocupan ahora unos caramelos? Sube con esto a la atalaya para que podamos probar el teléfono. Santi queria discutir el asunto, pero estaba acostumbra- do a hacer lo que Juan decfa. Se metié el bote en el bolsi- Ilo y empen6 a trepar con el cordel que salia de la lata col- gado por detris. En la atalaya se estaba incémodo. Las castafias estaban ya creciendo y los pinchos de la ciscara le arafiaban la cara. Santi ls apart6 y se puso el bote en el ofdo. Al principio, no pudo escuchar nada. Luego, Juan tens6 Ja cuerda y hablé por el bote del otro extremo. Santi oy6 ruidos y zumbidos y,a continuacién, palabras. Fuertes y claras. —Coge los prismatcos. Mira hacia la calabaza y dime qué ves. jLa calabaza? Santi colgg el teléfono de wna rama y co- gid los prismaticos, que estaban en la rama que tenia al lado. Recorri6 con la mirada atentamente el jardin, buscando el enorme bulto de naranja de la calabaza. Alli estaba. ;Y debajo... Debajo de la mata dela calabaza, sobre el plistico negro, habia docenas de pequeiios objetos dorados. Santi agarré otra vez el teléfono. —jMis caramelos! Estin al lado de la calabaza. Estin.... Alinstante,se dio cuenta de que los caballeros no habla- ban asi. Respiré hondo y comenz6 de nuevo. —Cierta Mente, Don Juan. Hay un tesoro al lado de la calabaza. Se puso el teléfono en la oreja y escuché una risita. a recogerlo, Don Santiago! —dijo la voz de Juan. Santi colg6 los prismiticos de una rama y el teléfono de Ja otra. Descendié hasta la cabafia y recogié sus bolsas de plis- tico. Powered by CamScanner —He hecho una promesa. No comeré mis caramelos sta que regrese mi padre —aDe verdad? Santi no comprendia nada. Lo que si entendia era que podia conservar sus caramelos,y bajé a recogerlos a toda prisa. Esa tarde también recogieron la calabaza, porque mami dijo que habia que hacerlo antes de que llegasen las he- Jadas. Juan no queria que la cocinase. —Hlay que guardarla para cuando vuelva papi. Voy a escribir para contérselo, El y Santi escribieron juntos la carta en la mesa de la cocina. Querido papa: Gracias por los caramels. Estaban muy ricos y los botes son estupendos. Heros recogido mi calabaza por- que empieza a hacer mal tiempo, pero la guardaremos hasta que vuelvas. ‘VUELVE PRONTO. ‘Muchos besos, Juan Y al final, Santi puso: de Jtwchos bezes _ Powered by § CamScanner a Ul Cc Powered by § CamScanner 19 ru) oresa 1 paquete que llegé en noviembre era largo y delgado. En la carta que iba dentro papi habia dibujado gotas de lluvia muy grandes y gordas por todas partes. Queridos Juan y Santi: Parece que estais teniendo un otofio duro. Tal vez esto os venga bien para llegar a salvo a la cabafia del arbol. Espero que os guste. Os quiere, Papa P.D.: Volveré a casa tan pronto como pueda. Santi desat6 el cordén. Al abrir el paquete, sonrié. —Es un paraguas. Un paraguas amarillo muy grande. Powered by § CamScanner —:Un paraguas? —Juan se puso como un tomate—, {Los caballeros n Se puso de muy mal humor y tiré el paraguas al suelo. Mamé lo recogi —Puedde que papi no sepa que la casa del arbol es un cas- lo. Se lo has contado? lo puedo contirselo todo! —replicé Juan enfada~ do—. Hay que escribir demasiado. £1 deberia estar aqui. Asi se enteraria de lo que pasa —Cuando le escribamos hoy para darle las gracias por cl paraguas podemos contarle lo del castillo —dijo Santi, Juan dio una patada en el suelo. —Yo no pienso darle ls gracias. Es un regalo inatil. D’ {jo que nos mandaria cosas para la cabafia del arbol, y esto no tiene nada que ver con ella, —Creo que debes irte a tu cuarto —dijo mam muy tranquila—. Hasta que decidas ser sensato otra vez. Juan abrié la boca, Santi pens6 que iba a protestar, pero 1 lo hizo. Cambié de opinién y subié hasta su dormitorio, dando tun portazo al cerrar. Santi iba a seguir sus pasos, pero mami negé con la ca~ beza. —Juan necesita estar solo. Sal a jugar al jardin. Asi que Santi se marché afuera. Pens6 acercarse hasta el arbol y mirar la cabafia. El tiempo era tan malo y sopla- ba tanto viento que hacia casi una semana que no habian salido al jardin. ‘Caminé hacia el castafio y se agarré de las ramas cortas, disponiéndose a trepar. En ese momento vio algo marrén y brillante a sus pies, entre la hierba. Se incliné para reco- gerlo y jay! se pinché los dedos. ‘Mientras se los chupaba, se agach6 para ver con qué se habia hecho dafio. Era la céscara verde con pinchos de una de las castafias que habian caido del drbol. Estaba en el sue- oy se habia abierto, dejando al descubierto la castaia ma~ rr6n y brillante que habia dentro. ‘Con mucho cuidado, Santi sacé la castafia y se quedé mi- rindola. Se parecfa un poco a los frutos de los castafios de Indias que servian para jugar, pero era plana por un lado y menos brillante. La parte puntiaguda estaba cubierta de una pelusa sedosa y de color gris. Santi la acarici6 entre sus manos. Luego mir6 a su alre- dedor para ver si habia mis. Si,alli habia una castaiia marrén recién salida de su cés~ cara.Y otra mis a su lado.Y otza... Estaban por todas partes. Debian de haberse caido con el viento y la Itwvia, porque bajo el drbol el suelo estaba cu- bierto de castafias y ciscaras verdes. Powered by CamScanner Santi empezé a recogerlas. Poquito a poco y con mucha paciencia fue de un lado a otro juntindolas y reuniéndo- Jas en un gran montén. Cuando las hubo reunido todas, se quedé mirindolas. 2Qué iba a hacer con tantas castafias? Si papa estuviera alli, podrian asarlas. Como él habfa he- cho con su padre. Pero papé no estaba alli Santi se qued6 pensativo. Queria subir las castafias a la cabafia y esconderlas, pero no sabia emo hacerlo. Sus bol- sillos no eran bastante grandes, y si las metfa en una bolsa fa trepar con ella. Necesitaba una bolsa capaz de subir sola, O cualquier otra cosa que pudiese hacerlo... Se le estaba ocurriendo una idea. Caminando despacio, regres6 a la cocina y asomé la cabeza por la puerta. —Mami, :puedo Llevarme el paraguas a la cabafia? —Si quieres —contesté mamé, aunque parecia sorpren- dida—. :Es que esti lloviendo? —No...., pero lo necesito para algo.Y también necesito una cuerda, Mamié le dio la cuerda que envolvia el paquete. Estaba claro que deseaba saber para qué lo queria, pero no pre- ‘gunt6 nada. Solo dijo: Powered by § CamScanner —Ten cuidado. Mientras avanzaba por el jardin con el paraguas, iba ma- durando su plan, Habia que hacerlo todo en el orden co- rrecto. Lo primero era atar la cuerda. Dejé el paraguas junto al montén de castafias y trepé hasta la cabatia con la cuerda en el boksillo, At6 un extre- ‘mo de la cuerda a una rama que habia sobre su cabeza y dejé que el reo colgara hasta el suelo. A continuacién, volvié a bajar y abrié el paraguas. Po- nigndolo boca abajo, recogié las castafias y las fue echan- do dentro. Luego at6 el otro extremo de la cuerda al man- go del paraguas. jListo! Habia legado el momento de probar su inven- to.Se encaramé hasta la cabafia y desat6 el extremo de la cuerda pasindolo por encima de la rama que tenia sobre Ja cabeza. Entonces empez6 a tirar, despacio y con fuerza. Y el paraguas empez6 a subir con las castafias dentro. Habia el espacio justo para que pasase. En una ocasion. se enganch6 en una rama seca y Santi tuvo que inclinarse yy arrancarla. En otro momento parecié que iba a volcarse ¥¥ que as castafias se iban a caer al suelo. Pero Santi siguié tirando con cuidado yl final, el paraguas Hegé a la altu- ra de la cabafa con todo su cargamento a bordo. Con una sonrisa Santi tiré de él hasta colocarlo en la pla- taforma, Luego se dirigié al agujero que habia en el tron- co detris de la cabaiia y buscé la bolsa de plistico donde guardaba sus caramelos. Solo quedaban dos.Se comié uno y se guardé el otro en el bolsillo para el dia siguiente. En- tonces fue metiendo las castafas en la bolsa vac Estaba terminando de meter la bolsa en el hueco cuan- do aparecié Juan corriendo por el jardin. Parecfa estar otra vez de buen humor. —Hola, Santi —dijo.Y se le pusieron los ojos como pla- tos—. :Qué estis haciendo? —Estoy subiendo cosas hasta la cabafia —respondié San- ti—. Es un invento mio. Mira. Empujé el paraguas fuera de la plataforma y lo bajé con cuidado. —Pon algo dentro. Los ojos de Juan brillaban de entusiasmo. —jEis fantistico! Has construido un montacargas. Lo usa- remos para... Y SE PUSO a mirar alrededor con ansiedad. —Cogeremos algunas de estas cosas con pinchos. Pue- den servirnos como municién para arrojérsela a nuestro enemigos. Powered by CamScanner Llené el paraguas con las ciscaras de las castafias, pero (6 en trepar al arbol no quiso que Santi lo subiera. para hacerlo él mismo. —iYa veris cuando se lo cuente a pap’! —exclam6 ‘mientras tiraba de la cuerda—.jEste es el mejor regalo de todos! 4 PASARON TANTO TIEMPO lanzando y recogiendo ciscaras verdes que era casi de noche cuando volvieron a casa. Pero atin disponian de tiempo para sci Juan escribié la primera parte. Querido papa: jEs un regalo fantastico! Gracias. A los caballeros no les importa la lluvia, porque llevan armadura, pero necesitan subir cosas hasta el castillo cuando estan rodeados por sus enemigos. YA VERAS COMO SE HACE CUANDO VUELVAS. Muchos besos, Juan Santi hizo un dibujo explicando cémo funcionaba el pa- raguas, y afiadié su propio mensaje: i noth juganes ale te e Santi Powered by CamScanner 28 etal a On (0) OL, , f os Powered by § CamScanner P. mandé dos paquetes en el mes de diciembre. La carta decia: Queridos Santi y juan: Si os quedais jugando hasta que se hace de noche, ne- cesitaréis esto para regresar a casa. Muchos besos, Papa P.D.: Creo que estaré en casa para Navidad. ;Cruzad los dedos! Santi arrancé el papel de su paquete y se qued6 boqui- abierto. —jUna linterna! Powered by CamScanner —Y otra para mi —dijo Juan—. jTiene cuatro colores! jFenomenal! Gird la parte delantera desu linterna y salié luz roja, lue~ go amarilla, después blanca, y por diltimo verde. —zPuedo llevirmela al colegio, mamé? ‘Mami negé con la cabeza. —Podria romperse. Déjala en casa y podrés jugar con ella cuando vuelvas de clase. Santi observé su linterna. —Seri ya de noche entonces? Mami sonrié. —Casi. Era de noche cuando volvieron. Pero también estaba lloviendo.Santi y mama cogieron el paraguas grande y ne- ‘gro cuando fueron a recoger a Juan, pero a pesar de todo al llegar a casa estaban empapados. —No pods salir esta tarde —dijo mami—. Tendréis que jugar con las linternas en vuestra habitacién. —No seri tan divertido —dijo Juan enfurrufiado. —No hay més que hablar, Prepararé un poco de leche caliente y cuando os la toméis podéis subir a jugar. Cerraron la puerta del dormitorio y encendieron las lin ternas,pero la oscuridad no resultaba emocionante. La ha- bitacién era demasiado acogedora. Podian ofr a mami ama- sando en la cocina, y cuando Juan recorrié la habitacion con la luz de su linterna, vieron coches y ositos de peluche. — {Los caballeros no ven ositos con sus linternas! —dijo Juan muy contrariado. —Tenfan linternas los caballeros? —pregunté Santi. —{Claro que no! —contesté con brusquedad Juan—. Pero utilizaban velas y faroles y antorchas para hacer se- fiales. Santi fue girando la cabeza de su linterna viendo como a cada paso cambiaba de color. Blanco.... rojo... amari- Ilo... verde... —Nosotros también podemos hacer sefiales. Qué? Juan no lo escuchaba. Contemplaba el castafio a través de los visillos.Ya se le habfan caido todas las hojas y las ra- mas desnudas tenfan un color oscuro, —Podemos hacer sefiales —repitié Santi—Ya sabes, ro- jo para una cosa, verde para otra y... —Eso es! —exclamé Juan dindose la vuelta mientras, sus ojos bailaban a la luz de la linterna. —jVamos a hacerlo ahora! La luz blanca puede ser... Oh, espera un momento —encendié la luz de la habitacién y buscé un trozo de papel y un lipiz—. Haré una lista para que nos la aprendamos. Powered by CamScanner —A lo peor yo no sé leer todas las palabras —dijo Santi preocupado. Yo te las ensefiaré. Vamos —Juan se tumbé en el sue- Jo y empez6 a escribir frenéticamente, repitiendo las pa~ labras en voz alta. La luz BLANCA significa gquién ESTA ANI? La luz ROJA significa AMIGO La luz AMARILLA significa jAUXTLIO! La luz VERDE significa TODO EN ORDEN Santi lo repitié, esforzindose por recordarlo. 2Y sinos confandimos? Qué pasa si primero encien- do la roja y luego la verde? Juan se quedé pensativo. —Eso deberia significar algo diferente. Ya sé... Se in- clin6 sobre el papel y empez6 a escribir de nuevo. oj0 y después VERDE significa VEN ENSEGUIDA. HA OCURRIDO ALGO BUENO, Santi sonrié satisfecho. —zAsi que podremos enviar muchos mas mensajes si ‘mezclamos todos los colores? | Powered by CamScanner —{Millones! —replicé Juan entusiasmado—. Pero pri- ‘mero vamos a practicar con estos.Vete hacia alli Santi se puso en pie, de espaldas ala ventana, escuchan- do el golpeteo de la lluvia en el cristal. Juan volvié a apa- gar la luz y se subié a la litera de arriba. —Yo primero —

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