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Juan de Mariana: Sobre el tiranicidio

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“En cuanto a las pirámides (de Gizeh, Egipto), no hay nada por lo
que asombrarse tanto como del hecho de que pudiera haber tantos
hombres degradados para gastar sus vidas en construir la tumba
de un bobo ambicioso, que habría sido más sabio y viril ahogar en
el Nilo, y arrojar luego su cuerpo a los perros.” –Henry D. Thoreau
en su obra Walden (1854)

“Especial importancia tiene el desarrollo de la doctrina sobre la


legitimidad del tiranicidio que Mariana desarrolla en su libro
De rege et regis institutione publicado en 1599. Mariana califica de
tiranos a figuras históricas como Alejandro Magno o Julio César, y
argumenta que está justificado que cualquier ciudadano asesine al que tiranice a la
sociedad civil, considerando actos de tiranía, entre otros, el establecer impuestos sin el
consentimiento del pueblo, o impedir que se reúna un parlamento libremente elegido. Otras
muestras típicas del actuar de un tirano son, para Mariana, la construcción de obras
públicas faraónicas que, como las pirámides de Egipto, siempre se financian esclavizando y
explotando a los súbditos, o la creación de policías secretas para impedir que los
ciudadanos se quejen y expresen libremente.” -Fragmento de Liberalismo,
del profesor Jesús Huerta de Soto sobre el padre Juan de Mariana (1536-1623).

Cualquiera de nosotros puede generar conmoción al exhortar a eliminar a un presidente,


dirigente o dictador totalitario o criminal. La ley y la opinión pública pueden mostrarte como
criminal por “incitar al magnicidio”. Pero magnicidio no es lo mismo que tiranicidio o
asesinato de un gobernante convertido en tirano. El tiranicidio está basado en sólidos
principios morales desarrollados durante el Siglo de Oro Español por los monjes
escolásticos que enseñaban ética y teología en la Universidad de Salamanca. Los tiempos
cambiaron, pero la moral es la misma.

El padre jesuita Juan de Mariana, en su obra De rege et regis institutione “Sobre el rey y la
institución real” (1598), considera el tiranicidio como un derecho natural de las personas.
Cualquier ciudadano –explicaba– puede con justicia asesinar a aquel rey que se convierta
en tirano por imponer impuestos a los ciudadanos sin su consentimiento, expropiarles
injustamente su propiedad o impedir que se reúna un parlamento democrático. Esta doctrina
fue utilizada para justificar el asesinato de los reyes tiranos franceses Enrique III y Enrique
IV.

No sorprende que el libro de Mariana fuera quemado en Paris por orden del gobierno. Los
monarcas españoles tampoco estaban muy complacidos con la doctrina del tiranicidio, pero
no prohibieron el libro porque estaba escrito en latín, lo que dificultaba la popularización de

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sus radicales ideas. El tirano que “sustrae la propiedad de los particulares y la saquea…”,
como lo describía Mariana, no era muy diferente a los dictadores y caudillos de hoy. Los
tiranos –dice– intentan perjudicar y arruinar a todo el mundo, pero dirigen sus ataques en
especial contra los hombres ricos y justos.

El padre Mariana afirma que en ningún caso puede el gobernante considerarse propietario
de los bienes de los ciudadanos. No puede por ende imponer impuestos a los ciudadanos
sin el acuerdo de los mismos, ni puede crear monopolios estatales, dado que las mismas no
son sino entidades destinadas a imponer cargas tributarias. Tampoco puede devaluar la
moneda (reduciendo el contenido de oro o plata de las mismas), lo que inevitablemente
conduce al aumento de los precios. El tirano –decía– es el que “todo lo atropella y todo lo
tiene por suyo”, en cambio, el rey justo restringe sus codicias dentro de la razón y la justicia.

En la misma tradición de los escolásticos, el filósofo inglés John Locke (1632-1704), en base
al derecho natural desarrolló su teoría política sobre el origen de la legitimidad de los
gobiernos, la propiedad y sobre todo, el derecho de resistencia a una autoridad injusta, y en
última instancia, el derecho a hacer una revolución. El criminal –dice– al violar la ley de la
naturaleza, muestra que se guía por reglas diferentes a la razón y la equidad, que Dios
estableció para regular la acción humana.

El racionalismo lockeano asegura que todo asesino es un peligro para la humanidad, por lo
que cualquier ciudadano tiene el derecho a eliminarlo, como a bestias salvajes entre las que
el hombre no puede vivir. “Quién derrama la sangre de un hombre está sujeto a que otro
hombre derrame la suya”. Para evitar la violencia entre los hombres surge el gobierno civil.
Pero el tirano, que intenta poner a los hombres bajo su poder absoluto, se pone en una
situación de guerra con la sociedad. Esto hace que sea legal el tiranicidio o que un hombre
mate al tirano.

Los tiranos no han cambiado en los últimos 400 años. Siguen pisoteando la libertad de los
ciudadanos y la libre expresión por temor a que aquellos a quienes oprime puedan intentar
derrocarlo, como explicaba Mariana. Lo único que ha cambiado es que rara vez se
considera al derecho natural como moralmente superior al poder del Estado. Eliminar a un
tirano que exterminó y torturó a miles de personas, es considerado ilegal y políticamente
incorrecto por los defensores de los derechos humanos de los déspotas.

No obstante, un gobernante –incluso electo democráticamente– que persigue, tortura y


asesina a sus adversarios, sabe que está expuesto al tiranicidio. Pues, no cabe duda que
para los pueblos es legítimo y moral destruir a los tiranos que los esclavizan, roban y matan,
como ilustrara el jesuita Juan de Mariana.

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