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DICCIONARIO DE FILOSOFIA 0 yw’ neab6 por sustentar una teorfa relativista |i valor. Segtin ella, el bien y el mal se ha- jun emocionalmente condi¢ionados. Para uiprender el sentido exacto de esta propo- ion conviene referirla a su axiologia, (ule cl valor de un objeto consiste en su uu, por asf decitlo, conmovedora (imo- quality). De este modo, el valor posi- «sea el bien, abarca los diversos modos \\ la atraccién (lo deseado, lo amado, lo julable), mientras que el valor negativo, es ‘suit, el mal, comprende los varios modos de \ epulsi6n (lo repugnante, lo odioso, lo de- wnidable). Mas la atraccién y la repulsin wisten en la accién misma de atraer 0 de havar, no se hallan, por consiguiente, en el ‘iyeto, de suerte que evoquen el sentimiento ‘lu voluntad, sino que son la misma evoca- wn de la voluntad 0 del sentimiento y nada iynifican aisladas de una reaccién afectiva. (icttamente, esta relativizacién decidida del slor no significa que un valor sea tal porque vn individuo y s6lo él lo reconozca 0, mejor ‘licho, porque s6lo él sea conmovido. La con- ‘iencia de la atraccin o repulsién producidas wor un objeto permite conocer si este objeto ®s bueno o malo, pero tal evidencia no es ‘nis auténtica que la conciencia que un sujeto jwosee de que otro sujeto esta siendo conmo- vio. De este modo, Perry negé que el cono- vimiento del valor de un objeto fuera insepa- tuble de la respuesta emotiva que lo hace va- lioso. Con ello lleg6 a una especie de com- pensacién de la relativizacién precedente, pues ya no cuentan para la valoracion la vo- luntad y sentimiento del que juzga, sino las voluntades y sentimientos en general. La su- peracién del egofsmo moral se efectia, por otro Tado, en una direccién paralela: la con ciencia moral sabe que un bien mayor priva sobre un bien menor, que la parte es inferior ul todo, y por eso tal conciencia adquiere en la valoraci6n una superioridad sobre el mero apetito, y puede establecer una auténtica je- rarquia de valores. Un juicio verdadero sobre lo mejor posce autoridad y es a la vez verda- «lero por concordar con la naturaleza de lo que es mejor. La ética y la filosofia axiol6- ica de Perry se completaron con una parte iplicada, donde se sostenfa la adhesién a un punto de vista simulténeamente democritico y cristiano, y donde se defendfa un indivi- dualismo qué no.suprimfa, sino que incitaba a, la consecucién de una «felicidad de Ia hu- manidad individual y colectivamente». El primado de la felicidad universal de los indi- Viduos era ‘para Perry una evidencia absoluta PERSONA que podfa ser omitida, pero que jamés resul- taba invalidada. Obras: The Approach to Philosophy, 1905. — The Moral Economy, 1908. — Present Philosophical Tendencies, 1912. — The Pre- sent Conflict of Ideals, 1918. — Philosophy of the Recent Past, 1926. — General Theory of Value, 1926. — The Thought and Charac- ter of William James, 1935 (versién abrev., 1948). — In the Spirit of William James, 1938. — Shall not Perish from the Earth, 1940. — Puritanism and Democracy, 1944. — Characteristically American, 1949. — Realms of Value. A Critique of Human Civili- zation, 1954. — The Humanity of Man, 1956, ed. E. A. Mas Autoexposicién en Contemporary Ameri- can Philosophy. Personal Statemenis, ed. G. P. Adams y W. P. Montague, t. II (1930), 133-159 Véase: G. L. Concordia, Value and Desire. A Study in the Axiology of R. B. P., 1965. PERSEO (PARSAIO) DE CITIO. Véase Estoicos. PERSIO FLACCO, AULIO. Véase Es- ‘ToICos. PERSONA. El término latino persona tiene, entre otros significados, el mismo que la voz griega npdcanov —de la cual se es- tima a veces que deriva el primero—, es de- cir, el significado de «mascara». Se trata de la méscara que cubria el rostro de un actor al de- sempefiar su papel en el teatro, sobre todo en la tragedia. Persona es «el personajen, y por eso los «personajes» de la obra teatral son dramatis personae. A veces se hace derivar persona del verbo persono (infinitivo, perso- are), «sonar a través de algo» —de un orifi- cio 0 concavidad—, «hacer resonar la voz», como la hacfa resonar el actor a través de la méscara. El actor «enmascarado» es, asf, al- guien «personado», personatus. Estos sentidos originarios no son todos los que cabe destacar. Por ejemplo, el vocablo persona fue usado también en el sentido juri- dico justamente como «sujeto legal». Algunos autores sefialan que el modo como persona fue usado luego en el vocabulario teolégico y filos6fico procede més del sentido legal que del indicado antes, pero éste es asunto que te- nemos que dejar aqui entre paréntesis. Los sentidos originarios de mpdcanov y de persona parecen estar de algiin modo rela- cionados con la significacién que se dio luego PERSONA al concepto de persona. Se ha discutido si los griegos tuvieron o no una idea de la persona en cuanto «personalidad humana». La posi- cién que se adopta al respecto suele ser nega- tiva, pero aunque es cierto que los griegos —especialmente los griegos «clasicos»— no elaboraron Ia nocién de persona en el mismo sentido que los autores cristianos, se puede presumir que algunos tuvieron algo asf como una intuicién del hecho del hombre como per- sonalidad que trasciende su ser «parte del cos- mos» o «miembro del Estado-ciudad». Tal podria ser, por ejemplo, el caso de Sécrates. Ademés, aunque es cierto que el centro de la meditacién de los filésofos «helen{sticos» —estoicos, neoplaténicos, epictireos, etc.— fue el «mundo», o el «ser», en muchos casos tal meditacién estaba dirigida, consciente- mente o no, por una antropologia filoséfica en Ja cual el hombre disfrutaba de algun modo de una «personalidad». Ahora bien, aqui nos interesan las elaboraciones mas explicitas de la nocién de persona, especialmente cuando van acompaiiadas del correspondiente voca- bulario especial, por lo cual nos referiremos, para empezar, principalmente a las ideas cris- tianas, aun sabiendo que en muchos casos se fundan en el desarrollo de conceptos de Ja tra- dicién filos6fica griega. La noci6n de persona dentro del pensa- miento cristiano fue elaborada, por lo menos en los comienzos, en términos teolégicos, a menudo por analogfa con términos 0 concep- tos antropolégicos. En esa elaboracién cola- boraron los tedlogos que precisaron los dog- mas tal como fueron establecidos en el Con- cilio de Nicea, de 325. En este caso, el len- guaje usado fue el griego, y una de las cues- tiones principales debatidas fue la cuestién de la relacién entre « y su «originarse». Tal ocurre con algunos Padres griegos y, en Occidente, con Ricardo de San Victor, el cual, segiin hemos visto en otros lugares (Gsencia; EXISTENCIA), distingue entre el sis- ere en que consiste la naturaleza (VEASE) y el ex-sistere, el «venir dey v «originarse de», en que consiste el ser persna. La persona se ca- racteriza por su modo propio de sistere 0 te- ner naturaleza. Bllo no niega a la persona su «independencia» 0, mejdr, su subsistencia, pues la relacién en cuestién es concebida como una «relaci6n subsistente» (relacién pri- mariamente a Dios, de quien la persona recibe su naturaleza, y a los demas hombres, en cuanto personas). A la vez, los autores que destacaron la «independencia» o «subsisten- cia» de la persona no negaron tampoco por entero su ser «relacién» en el sentido de ‘re- laci6n’ antes descrito. La concepcién que podemos lamar «tradi- cional» de la persona se basa primariamente en conceptos metafisicos (0 metaffsicos y te- olégicos). Los autores modemos no han eli- minado ni mucho menos los elementos meta- fisicos en su concepcién de la persona (cuando se han interesado en la definicién de PERSONA ‘persona’). Asi, por ejemplo, Leibniz dice que «la palabra ‘persona’ conlleva la idea de un ser pensante e inteligente, capaz de razon y de reflexién, que puede considerarse a sf mismo como el mismo, como la misma cosa, que piensa en distintos tiempos y en diferentes lu- gares, lo cual hace tinicamente por medio del sentimiento que posee de sus propias accio- nes» (Nouveaux Essais, IL, xxvii, 9). Sin em- bargo, muchos autores modernos han emplea- do, en su tratamiento de Ia nocién de persona, ademés de elementos metafisicos, otros psico- légicos y con frecuencia éticos. Creciente- mente se ha tendido a establecer una distin- cién, subrayada por muchos pensadores con- tempordneos, entre la nocién de individuo y la de persona. Las razones de esta distincién son varias. El término ‘individuo”’se aplica a una entidad cuya unidad, aunque compleja, es definible negativamente: algo, o alguien, es individuo cuando no es otro individuo. El tér- mino ‘persona’ se aplica a una entidad cuya unidad es definible positivamente y, ademas, con «elementos» procedentes de sf misma. El individuo (si se trata del ser humano) es una entidad psico-fisica; la persona es una entidad fundada, desde luego, en una realidad psico- fisica, pero no reductible, o no reductible en- teramente, a ella. El individuo esté determi- nado en su ser; la persona es libre y aun con- siste en ser tal. La contraposicién entre lo determinado y lo libre como contraposicién entre el individuo y la persona fue elaborada especialmente por fi- ldsgfos que insistieron en la importancia de «lo ético» en la constitucién de la persona. Asi ocurrié, por ejemplo, en Kant el cual de- fini6 la persona —o la personalidad— como «la libertad e independencia frente al meca- nismo de la Naturaleza entera, consideradas a la vez como la facultad de un ser sometido a eyes propias, es decir, a leyes puras practicas establecidas por su propia razén» (K. 7. V., 155). La persona —en cuanto «personalidad moral>— es para Kant «la libertad de un ser racional bajo leyes morales». Estas leyes mo- rales se las da el ser racional a sf mismo, lo cual no significa que sean arbitrarias; justa- mente, si lo fuesen, no emergerfan de la per- sona, sino de Io que hemos llamado «el indi- viduo». La persona es «un fin en si misma»; no puede ser «sustituida» por otra. El mundo moral es por ello un mundo de personas (una vez més, bajo leyes morales). En algunos casos, los elementos éticos que Kant subrayé en la nocién de persona se hi- cieron de nuevo «metafisicos» , si se quiere, 2702 se hicieron «ético-metaffsicos». Tal sucedis en Fichte, para quien el Yo es persona no, no sélo, porque es un centro de actividades racionales, sino también, y sobre todo, por se tun «centro metafisico» que se constituye a si mismo «poniéndose a sf mismo». Es intei sante destacar en Fichte, no tanto el «central de la persona» en cuanto actividad moral, como su cardcter de ser «foco» 0 «fuente» de actividades, en su caso «voliti vas». En todo caso, el concepto de persona hit ido experimentando ciertos cambios funda mentales, por lo menos en dos respectos. it primer lugar, en lo que toca a su estructura En segundo término, en lo que se refiere sl cardcter de sus actividades. Con respecto a Ii, estructura, se ha tendido a abandonar la con cepeién «substancialista» de la persona pari hacer de ella un centro dindmico de actos. Ii cuanto a sus actividades, se ha tendido a con tar entre ellas las volitivas y las emocionaley tanto o mas que las racionales. Solamente ani piensan muchos autores, es posible evilar realmente los peligros de! impersonalismo, el cual surge tan pronto como se identifica de masiado a persona con Ia substancia y ésta con Ia cosa, 0 la persona con Ia razén y con su universalidad. La definicion de Max Scheler es al respecto muy explicita. «La per sona —escribe dicho autor— es la unidad de ser concreta y esencial de actos de la esencia mas diversa, que en si —no, pues, tpg ‘iHGic— antecede a todas las diferencias ciales de actos (y en particular a la diferencia de percepcién exterior intima, querer exterior e fntimo, sentir, amar, odiar, etc., exteriores ¢ fntimos). El ser de la persona ‘fundamenta todos los actos esencialmente diversos (Etica, trad. esp., H. Rodriguez. Sanz, Il, 1942, pag. 175). La persona no es, pues, se gun esta concepcién, un «ser natural». Pero no es tampoco un miembro de un «espiritu césmico». Es la unidad de los actos espiritu les 0 de los actos intencionales superiores. Si se puede decir de la persona que es también individuo, hay que agregar que es un indivi duo de cardcter espiritual. La concepcién anterior de la persona —di fundida sobre todo por las tendencias ads. criptas a la filosoffa del espiritu y a la Il mada ética material de los valores— destai en la realidad de la persona un motivo que considera fundamental: su trascendencia. Si la persona no se trascendiera, en efecto, con: tinuamente a si misma, quedaria siempre dentro de los limites de la individualidad psi coffsica y, en dltimo término, acabaria nue 1103 mente inmersa en la realidad impersonal ‘le ln cosa, Trascenderse a sf misma no signi- fica, empero, forzosamente una operacién de wicter incomprensible y misterioso; quiere ‘weir el hecho de que la persona no se rige, ‘oio el individuo, por los limites de su pro- jin subjetividad, Asf, cuando el individuo jwivofisico realiza ciertos actos —tales como | 1econocimiento de una verdad objetiva, la obediencia a una ley moral, el sacrificio por \wnor a otra persona, ete.— puede decirse de “I que es una persona. Aquello hacia lo cual | persona «trasciende» pueden ser varias co- 1s (Dios, los valores, una comunidad, la es- jecie humana entera, un y el «ser si mismo», por el tro. Sobre el término ‘persona’: A. Trendelen- hurg, «Zur Geschichte des Wortes Person», hant-Studien, 13 (1908). — M. Bergeron, 1a structure du concept de personne: histoire ile la définition de Bo&ce», Etudes d’histoire liuéraire et doctrinale du moyen age. Deu- siome série [Institut d’Etudes Médiévales de Montréal]. Sobre la nocién de persona: Siegmund \chlossmann, Persona und Prosopon im Recht und im christlichen Dogma, 1906, wimp. 1968. — W. Temple, The Nature of Versonality, 1911. — Max Scheler, «Der Vormalismus in der Ethik und die materiale Wertethik. Neuer Versuch der Grundlegung vines ethischen Personalismus» (Jahrbuch Jur Philosophie und Phainomenologische Jorschung; también en ed. separada, I, 1913, Il, 1916) (trad. esp.: Etica, 2 vols., 1941- 142). — Ludwig Klages, Ueber den Begriff er Personlichkeit, 1916. — Von Hoerschel- jan, Person und Gemeinschaft, 1919. — Nicolai Hartmann, Ethik, 1926. — Franz Iluka, Das Problem der Personlichkeit. (rundriss einer ganzheitlichen Weltan- \auungslehre, 1929. — Rudolf Allers, Das Werden der sittlichen Person, 1933. — R. 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