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LA LITERATURA ~~ NOES LUGAR PARA POBRES ~ Sergio Cheson ~ PIEDRA\ : : =e Scannet d with CamScanner La literatura no es lugar para pobres. Si, sé que suena al tipico comienzo que pretende ser provocador —y en cierto modo lo es—, pero también ilustra a la perfeccién lo que parece esconderse tras una serie de discursos, en apariencia amables, que circulan tanto alrededor de la creacién como de la recepcién de la obra literaria. Y sf, la frase duele; en especial porque resulta cuanto menos curioso que, en el seno de una disciplina artistica que siempre ha presumido de su quehacer transformador, permanezcan ideas tan profun- damente reaccionarias. Sirva como ejemplo un articulo al que Ilegué mientras repro- ducia ese comportamiento ya habitual entre nosotros para exorcizar la angustia que es consultar compulsivamente lo que se dice en las redes sociales. El texto, que pretendia abrir un debate sobre cudl era el género literario prevalente en nuestro tiempo, estaba repleto de las acostumbradas frases lapidarias que se han convertido ya en un cliché en este tipo de articulos: «el relato ha muerto», «la literatura ha muerto», etcétera; no obstante, declarar la muerte de algo mientras se sigue ganando dinero hablando una y otra vez de esa misma cosa es una de las piruetas mds recurrentes de la inte- lectualidad de nuestros dias. Pero eso no era lo peor: en aquellas lineas se abordaba la literatura como un objeto ideal, arrancado de las condiciones materiales en las que se produce, sin tiempo ni lugar. Como si mas que una expresién artistica de ciertos individuos insertos en una tradicién concreta, en un tiempo histérico determinado, en un sistema ya establecido, del que derivan relaciones de poder de las que es imposible abstraerse por entero, la Scanned with CamScanner Algo que también se ha vuelto un textos de la intellige lugar comin entre los entsia es sentenciar que hay una gran sctibe desde la madurez (sea lo que sea ce) ajo Constante, que las prisas son propias de Os escritores jévenes ¢ inexpertos, cuya impaciencia deriva en un exceso de intensidad que no puede dar lugar sino a engendros poéticos de lo mis infantiles, a obras «vul- gares». Para estos adalides de las buenas costumbres, la novela, por supuesto, es cl género superior. Mientras mas extensa, mejor; no puede pesar menos que el Ulises, La broma infinitao todos los tomos juntos de Los episodios nacionales. Todo lo demis son minucias, porque de lo que se trata es de escribir «la gran novela de nuestro tiempo», obviando que hablar de «nuestro tiempo» en estos téeminos es un completo absurdo, ya que nunca hay un tiempo igual literatura que se es el sosiego y el trab; Scanned with CamScanner para todos y, por supuesto, tampoco un sujeto universal Pero como el ombliguismo de estos intelectualess que ee ung broma infinita, ellos sostienen lo anteriormente mencionado Y, bajo estas premisas, generan debates interminables don- de suelen proponer una multitud de obras escritas por sus idolos —casi todos hombres blancos heterosexuales de buena posicién—, afirmando basarse «exclusivamente» en la «cali- dad literaria», como si el valor de la literatura no fuera algo socialmente construido sino, una vez més, algo etéreo. Dicho esto, como tengo la buena costumbre —mala, dirdn algunos— de situar todo discurso, conozco a la perfeccién el lugar desde donde se escriben estos alegatos y también que, en el fondo, no son sino una forma de justificar la propia obra y ponerla en valor respecto a las nuevas hornadas de escritores, a los que ven como una posible amenaza para su cémoda posicién en Ia pretendida ctispide del panorama cultural. Nada tendrian que temer, en realidad, pues, tras afios de sinsabores en el oficio, la mayoria de escritores acaban por darse cuenta de que la tinica forma de entrar en su pestilente circuito literario es seguirles el juego. Pero, como reaccionarios que son, temen. Y su temor nos resulta més absurdo cuando nos damos cuenta de que, de todas formas, no cualquiera puede seguirles el juego. ;Quién puede permitirse ese sosiego del que hablan, ese trabajo constante, si, en un mundo cada vez més precarizado, las jornadas laborales interminables y la eterna angustia por no poder pagar el alquiler impiden el grado de dedicacién que ellos mismos consideran indispensable? La respuesta es obvia, pero ninguno admitiré publicamente que, en sus estandares, no Scanned with CamScanner ra gran parte de la literatura producida cl hay lugar a Y no lo admitirén no porque no lo pien, la dase (oe decitlo serfa malo para sus ventas, sen, dlaro, sino poraue Sobre esta cuestion, la de las ventas de libros, también tienen ura clasista — como no podia ser de otra forma una pos ras proclaman a pulmén henchido el caricter de sus textos literarios y lo necesarios que son ral «pueblo» (palabra que gustosamente ulgo» si no se considerase una expresign % fuera de lugar en nuestros dias), se quejan del POCO caso que reciben, de que la gente, sobre todo los jévenes, son unos «incultos» que nunca abren un libro y que prefieren gastar su dinero en MDMA y videojuegos. Solo una pregunta al respecto: si su posicién fuera la de un joven precarizado, agotado, angustiado y con muy Poco tiempo libre, gqué preferirian? {Leer unas pocas paginas de una novela largui- sima o ver un capitulo de una serie o quiza echar una partida a cualquier juego online? Es mds, si, aun asi, escogieran leer, porques mient revolucionario para emancipal cambiarfan por «¥' gpreferirfan la novela o quiz4 un relato 0 unos articulos? Y lo r mds importante: ;por qué no se preguntan estas cosas antes de proclamar, de forma absolutamente banal, la muerte de \ nada? Por otro lado —y parece mentira que a estas alturas haya que aclararlo— no es cierto que los jévenes no lean. La gran mayoria de los estudios al respecto se basan en encuestas que preguntan sobre la cantidad de libros que se leen cada afio. En los resultados se suele sefialar la gran diferencia que existe en cuanto a la frecuencia de lectura entre las personas mayores de sesenta afios y el resto de grupos, asi como entre — Scanned with CamScanner las personas de alto y bajo poder adquisitivo, El problema es que las conclusiones que acompafian a estos datos Pocas veces tienen en consideracién el tiempo del que dispone cada grupo y si se lee otra cosa que no sean libros. Casi nunca se plantea si la gente mayor lee mis libros porque dispone de mucho mas tiempo libre o sencillamente porque los jévenes leen textos que no son necesariamente libros, como, por ejemplo, articulos, publicaciones en redes sociales, blogs 0 cémics (lecturas, a mi juicio, bastante mds interesantes que la Ultima novela del Reverte de turno). Y lo cierto es que, si se plantearan estas cuestiones, pronto nos darfamos cuenta de que los jévenes de clase trabajadora, al final, leen tanto 0 més que los mayores, solo que leen como, donde y cuando pueden: desde sus méviles o tablets, en el transporte piiblico, mientras hacen cola (ya sabemos que hacer cola es una marca de clase) 0 antes de acostarse. Por su parte, los escritores funcionan un poco igual. Hace unos meses, asisti a la presentacién del libro de relatos La genealogia del ciervo, de Sarai Herrera (publicado por la editorial Piedra Papel Libros), que, al ser preguntada sobre los sitios en los que solfa escribir y si tenia pensado escribir una novela, respondia que ella escribfa «en todas partes» (en los descansos del trabajo, en los autobuses, casi nunca en papel, sino en las notas de su mévil...) y que, por ahora, no podia escribir una novela porque lo que mejor se adaptaba al ritmo de una persona con una vida precaria eran los relatos, que, a su vez, también era el género que més reflejaba esa vida fragmentaria, interrumpida y sin finalidad que los j6venes comparten. Se trata de una respuesta en la que Scanned with CamScanner muchos escritores jévenes de clase trabajadora Pueden reconocerse y creo que ilustra bastante bien el tema que trato aqui: que mientras unos pontifican desde sus torres de mar- fil, otros solo tratan de expresarse como buenamente Pueden, EI problema no es solo que estos discursos Ieguen a copar petiédicos, revistas y universidades, es que muchos amantes de la literatura se los han tragado sin rechistar, cayendo quizds algunos en la tentacién de tratar de Prestigiarse haciendo suyos los valores de una clase a la que no pertenecen. Vivi un ejemplo de esto en primera persona cuando, no hace mucho, en la editorial en la que trabajo, Horror Vacui, publicamos Lo salvaje, un libro de relatos de la escritora estadounidense Julia Elliott. En principio, el tuit que anunciaba la publicacién del libro fue compartido por numerosos usuarios de la red social, celebrandolo profu- samente; pero, no mucho tiempo después, tras la ya esperada aparicién de unos cuantos “ols machistas que poco menos que amenazaban con denunciarnos por nuestra decisién de publicar solo a mujeres, vimos que, entre las personas que habfan compartido nuestra primera publicacién, aparecian otro tipo de comentarios que intentaban rebajar el valor de la obra, aludiendo a que no se trataba de una novela sino un «simple libro de cuentos». No hizo falta indagar demasiado entre los perfiles de estos usuarios para comprobar a qué estrato social pertenecian o, lo que es mas sangrante atin, no siendo personas precisamente pudientes, de qué ideologia se habfan empapado. Es Ilegado a este punto cuando me siento con el deber —in- necesario, en realidad— de defender el relato como género Scanned with CamScanner importancia, pero no hay q ‘ ba anécdota sin cuando el aumento de los indices de alhbelbad “elo XIX, obrera produjo una explosién de nuevos eta an novelas se vendfan por capitulos, en folletines ad — podia leerse en mds o menos ese rato, jen a ae tiempo libre del que disponian los trabajadores, eons jornadas laborales se alargaban mucho més are is ccke horas y no habla descansos prolongados. Asi, su extensién, unida a su relativo bajo coste de adquisicién, tuvo mucho que ver a la hora de popularizar la literatura a niveles nunca vistos con anterioridad. Y no solo por el aumento de lectores directos, sino también por todos esos oyentes Avidos de literatura que, no sabiendo leer ni escribir, pedian a sus compafieros que les leyeran las obras en voz alta (siendo todavia mds importante en estos casos que la extensién del texto no fuera excesiva, claro), convirtiendo asi la lectura en una actividad comunitaria. Por todo lo dicho ya, y sin querer extenderme més en este asunto, si alguien proclamase, al contrario del articulo al que Iegué, que la novela ha muerto (anuncio que, como no es de extrafiar, también se ha producido ya) y que ahora ha de ser construida a partir de una serie de fragmentos interco- nectados (como también se ha dicho), tal proclamacién no podria sino justificarse por los cambios en las condiciones — Scanned with CamScanner materiales de nuestro tiempo. La obra, al final, est4 condicionada por la realidad en la que se inscribe y si esa realidad —la de sus creadores, la de sus receptores— cambia, la de la obra ha de cambiar también. Y es que, si algo tienen en comtin todos estos discursos que estoy criticando aqui, es que parten de una idea profun- damente elitista del arte. Esa que prima la busqueda de la originalidad de la obra por encima de todo, entendida esta biisqueda como el estudio exhaustivo de toda una tradicién con el fin de enfrentarse a ella y crear una obra nueva que se le oponga y la supere. Como es evidente, si este fuera el tinico valor de una obra, solo los individuos que dispusieran de una enorme cantidad de tiempo para conocer casi todo lo escrito hasta ahora podrian crear obras valiosas. Adivinen, una vez més, qué tipo de personas disponen de, no solo mas tiempo libre para leerlas, sino de mejores condiciones para acceder a todos esos libros. Una pista: no estamos hablando de la inmensa mayoria de la clase trabajadora. Para ser justos, esta idea est4 tan extendida como esa otra, propia de los talent show, que nos hace creer que todos somos especiales, genios por descubrir, y que solo debemos encon- trar ese algo maravilloso en nuestro interior y oftecerlo, no sin antes empaquetarlo en un bonito envoltorio, al mejor postor. Frente a estas dos formas tan comunes de entender la actividad artistica, deberiamos situar una propuesta propia. Una que incida en que a la obra de arte hay que pedirle otro tipo de originalidad: que nos muestre otras miradas, otras sensibilidades, otras formas de experimentar el mundo, y no necesariamente extravagantes, porque, en definitiva, lo invisi- Scanned with CamScanner transitada de la ciudad. Y aunque es cierto para hacer visible lo invisible, uno Beceaten diferentes técnicas de expresion Propias de su a falta haber lefdo treinta mil libros, como clert novelas para sefiorones de traje, recientemente por ahi. Me Para esto, Conocer fas te, no hace ‘0 escritor de Puro y cofiac ha Pregonado Espero que se haya comprendido que, ningun caso trato de decir que al lect ofrecerle naderias creadas a Partir de un hilado de esls ganes marketinianos, del tipo que nos podrian cheese ‘es libros de influencers. Las personas de ori ‘y sha aad E igenes humildes tam- bién pu: en ser Curiosas, sensibles, tener intereses diversos; la clase trabajadora no es ‘Or comtin hay que una masa homogénea, como mu- chos rojipardos pretenden hacernos creer, quiz como forma de profecia autocumplida, con el objetivo final de que compremos sus libros de mierda o nos susctibamos a sus canales de YouTube. Ese, el de la clase trabajadora como una masa embrutecida, no es mds que otro cliché burgués. No somos unos simplones, solo estamos explotados. Y, precisa- mente porque nuestra forma de estar en el mundo esta condicionada por el hecho de que hay un otro que siempre dispone de nuestro tiempo, de nuestras fuerzas, de nuestro animo, es muy importante que nadie invalide las obras que creamos, y mucho menos nosotros mismos. Que nos Permitamos escribir cuando podamos y de la forma que podamos; leer en el formato que nos venga mejor y, sobre todo, no medir el tiempo como si todos los relojes fueran n Scanned with CamScanner iguales, porque no lo son, porque un reloj de un oro que se ha extraido mediante el suftimiento de los nuestros nunca ser nuestro reloj. Ro La literatura no es lugar para pobres, de Sergio Chesan, es un texto revisado y ampliado basado en el articulo «La clase trabajadora lee como, donde y cuando puede», también del mismo autor, publicado en lamarea.com Depésito Legal: J 843-2021, Jaén-Toledo-Madkid 2021 Scanned with CamScanner

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