You are on page 1of 298

SINOPSIS

Neil Josten es la más nueva adición al equipo de Exy de la


Universidad Estatal de Palmetto. Es bajo, es rápido, tiene un montón de
potencial, y es el hijo fugitivo del asesino señor del crimen conocido como
El Carnicero.
Firmar un contrato con los Foxes de la UEP era la última cosa que un
chico como Neil debía hacer. El equipo es de alto perfil y él no necesita
periodistas de deportes transmitiendo fotos de su cara alrededor de la nación.
Sus mentiras aguantarán solo un tiempo debajo de este tipo de escrutinio y la
verdad va a hacer que lo maten.
Pero Neil no es el único con secretos en el equipo. Uno de los nuevos
compañeros de equipo de Neil es un amigo de su antigua vida, y Neil no
puede alejarse de él una segunda vez. Neil ha sobrevivido los últimos ocho
años huyendo. Quizá finalmente haya encontrado a alguien y algo por lo que
valiese la pena luchar.

Traducción por:
@JayBlackthorn @miyardswift @minyardhowell @minyardsickness @blxcktho

NOTA DE LAS TRADUCTORAS.


Esta es una traducción sin fines de lucro.
Decidimos realizarla ya que no hay muchas traducciones de esta
trilogía en español y decidimos adjuntar también el contenido extra que la
autora publicó en Tumblr y una cuarta parte NO CANON para aquellos que
estuvieran interesados en leerla.
Esta trilogía no es muy conocida pero creemos que merece más
reconocimiento, esperamos que la disfruten tanto como nosotros.
Estas portadas son cortesía de Jay. Su usuario de twitter es
@silberkuste y su usuario de Instagram es @silberkuste . Por favor, dénle
follow y el reconocimiento que merece.
TRIGGER WARKINGS
(ADVERTENCIAS DE
CONTENIDO SENSIBLE)
Ésta trilogía posee elementos que pueden resultar chocantes para
algunas personas. Muchos pueden ser spoiler de cosas que sucederán en la
trama así que si consideran que les da igual eviten leerlos. De lo contrario,
acá los enumeramos:
Suicidio
Tortura física (explícita)
Violencia psicológica
Uso de drogas
Abuso sexual (semi-explícito)
Uso de armas.
Esto no significa que estos temas sean recurrentes a lo largo de
TODA la trilogía pero pueden estar presentes en ciertas ocasiones o ser
mencionados así que les recomendamos leer con discreción.

1
Neil Josten dejó que su cigarrillo se consumiera hasta el filtro sin
tomar ni una calada. No quería la nicotina, sino el agrio humo que le
recordaba a su madre. Si lo inhalaba lo suficientemente despacio, casi podía
sentir el fantasma de la gasolina y el fuego. Era repugnante y reconfortante
al mismo tiempo, y le envió un enfermizo escalofrío a través de la columna.
La sacudida le llegó hasta la punta de los dedos, desplazando un montón de
cenizas. Las cenizas cayeron entre sus zapatos y fueron sacudidas por el
viento.
Alzó la vista hacia el cielo, pero las estrellas estaban difuminadas a
causa de las luces provenientes del estadio. Se preguntó, no por primera
vez, si su madre lo estaba mirando desde arriba. Esperaba que no. Lo
golpearía una y otra vez si lo viera sentado así de abatido.
Una puerta chirrió al abrirse detrás de él, sacándolo de sus
pensamientos. Neil aseguró su bolso cerca de él y se giró hacia la puerta. El
entrenador Hernández abrió la puerta de los vestidores y se sentó al lado de
Neil.
—No vi a tus padres en el juego —dijo Hernández.
—Están fuera de la ciudad —respondió Neil.
—¿Aún? ¿O de nuevo?
Ninguna, pero Neil no diría eso. Sabía que sus profesores y
entrenadores estaban cansados de escuchar la misma excusa cada vez que le
preguntaban por sus padres, pero era una mentira igual de fácil y
reutilizable. Explicaba por qué nadie nunca veía a los Jostens en la ciudad y
por qué Neil siempre dormía en el instituto.
No era que no tuviese un lugar donde vivir. Era más que su vivienda
no era legal. Millport era una ciudad que estaba a punto de morir, lo que
significaba que había docenas de casas en el mercado que nunca se
venderían. Neil se había apropiado de una el verano pasado en un
vecindario callado poblado en su mayoría por ancianos jubilados. Sus
vecinos rara vez dejaban la comodidad de sus sillones y sopas diarias, pero
cada vez que iba y venía se arriesgaba a que lo descubrieran. Si las personas
se dieran cuenta de que se estaba quedando ilegalmente empezarían a
hacerle preguntas difíciles. Usualmente era más fácil colarse en los
vestidores y dormir allí. Por qué Hernández lo dejaba salirse con la suya y
no lo denunciaba con las autoridades, Neil no tenía idea. Pensó que era
mejor no preguntar.
Hernández le tendió su mano. Neil le pasó el cigarrillo y vio cómo
Hernández lo pisaba en el suelo de la escalera. El entrenador pateó a un
lado la colilla arrugada y se volvió hacia Neil.
—Creí que harían una excepción esta noche —dijo él.
—Nadie sabía que iba a ser el último juego —respondió Neil,
mirando atrás hacia el estadio.
La pérdida de Millport de esta noche los había alejado del
campeonato estatal dos juegos antes de la final. Tan cerca, pero tan lejos. La
temporada terminó así como así. Una multitud estaba desmantelando la
cancha, quitando las bisagras de los muros de plexiglás y enrollando el
césped artificial sobre el duro suelo. Cuando hubiesen terminado sería un
campo de fútbol de nuevo; no quedaría nada del Exy hasta el otoño. Neil
sintió náuseas observando cómo ocurría, pero no podía apartar la mirada.
El Exy era un deporte violento, una forma evolucionada del Lacrosse
en una cancha diseñada para el fútbol con la violencia del Hockey sobre
hielo, y Neil amaba cada parte de él desde su velocidad hasta su agresión.
Era la única parte de su infancia que nunca fue capaz de dejar atrás.
—Los llamaré más tarde con el puntaje —dijo, ya que Hernández
seguía mirándolo—. No se perdieron de mucho.
—No aún, quizá —dijo Hernández—. Hay alguien aquí que quiere
verte.
Para alguien que había pasado la mitad de su vida corriendo de su
pasado, esas palabras eran una pesadilla. Neil se paró sobre sus pies y
deslizó su bolso por sobre su hombro, pero el roce de un zapato detrás de él
le advirtió que era muy tarde para escapar. Neil se volvió para ver a un alto
extraño parado en la puerta de los vestuarios. La camiseta de tirantes que el
hombre estaba usando mostraba sus brazos con tatuajes tribales de llamas
de fuego. Una mano estaba metida en el bolsillo de sus vaqueros. Con la
otra sostenía un grueso archivo. Su parada era casual, pero la mirada en sus
ojos cafés era intencionada.
Neil no lo reconoció, lo que significaba que no era de la ciudad.
Millport presumía de menos de novecientos residentes. Este era un lugar en
el que todos sabían los asuntos de todos. Ese entrometimiento arraigado
hizo las cosas incómodas para Neil y todos sus secretos, pero esperaba
poder usar esa mentalidad de pueblo pequeño como un escudo. Chismes
sobre alguien de fuera de la ciudad deberían haberle llegado antes de que
llegara este extraño. Millport le había fallado.
—No te conozco —dijo Neil.
—Es de una universidad —dijo Hernandez—. Vino a verte jugar esta
noche.
—Y una mierda —dijo Neil—. Nadie recluta en Millport. Nadie sabe
dónde queda.
—Existe esta cosa llamada mapa —dijo el extraño—. Quizá has
escuchado de ella.
Hernandez le lanzó a Neil una mirada de advertencia y se puso de pie.
—Está acá porque le mandé tu expediente. Puso un anuncio diciendo
que andaba corto en su línea de delanteros, y me imaginé que valía la pena
intentarlo. No te dije porque no sabía si funcionaría y no quería
entusiasmarte.
Neil lo miró fijamente.
—¿Que hizo qué?
—Intenté contactar a tus padres cuando me pidió una reunión contigo
esta noche, pero no han respondido a mis mensajes. Dijiste que intentarían
llegar al juego.
—Lo hicieron —dijo Neil—. No pudieron.
—No puedo esperarlos —dijo el extraño, bajando para pararse al lado
de Hernandez—. Es ridículamente tarde en la temporada para que yo esté
aquí, lo sé, pero tuve algunas dificultades técnicas con mi último recluta. El
entrenador Hernandez dijo que aún no eliges una escuela para el otoño.
Funciona perfecto, ¿no crees? Necesito un sub delantero, y tú necesitas un
equipo. Todo lo que tienes que hacer es firmar la línea punteada y eres mío
por cinco años.
Le tomó a Neil dos intentos encontrar su voz.
—No puedes hablar en serio.
—Muy en serio, y muy fuera de plazo —dijo el hombre.
Le arrojó el archivo a la banca donde Neil había estado sentado antes.
El nombre de Neil estaba garabateado por el frente en marcador negro. Neil
pensó en abrir la carpeta, ¿pero cuál era el punto en hacerlo? El hombre que
este hombre había buscado tan cuidadosamente no era real y no iba a existir
por mucho tiempo más. En cinco semanas Neil se graduaría y en seis sería
otra persona en un lugar muy alejado de aquí. No importaba cuánto le
gustase ser Neil Josten. Ya se había quedado por mucho tiempo.
Neil ya debería estar acostumbrado a esto. Había pasado los últimos
ocho años escapando, diciendo mentira tras mentira para dejar un retorcido
rastro detrás de él. Veintidós nombres se interponían entre él y la verdad, y
sabía lo que pasaría si alguien finalmente encajaba las piezas. Firmar con un
equipo de universidad significaba más que quedarse. Significaba que estaría
avanzando hacia el centro de atención. La prisión no iba a parar a su padre
por mucho tiempo, y Neil no sobreviviría a un encuentro con él.
La matemática era simple, pero eso no lo hacía más fácil. Ese contrato
era un boleto de ida para un futuro, algo que Neil nunca podría tener, y lo
quería tener tanto que dolía. Por un breve momento se odió a si mismo por
haberse postulado para el equipo de Millport. Había aprendido a no meterse
en una cancha. Su madre le dijo que no podía jugar nunca más. Le había
advertido que se obsesionase desde una distancia, y le desobedeció. Pero,
¿qué más se suponía que tenía que hacer? Había escapado a Millport
después de su muerte porque no sabía cómo seguir adelante sin ella. Esta
era la única cosa que le quedaba que fuese real. Ahora que la había
saboreado, ya no sabía cómo alejarse de ella.
—Por favor vete —dijo.
—Es un poco repentino, pero de verdad necesito una respuesta esta
noche. El comité ha estado persiguiéndome desde que encerraron a Janie.
El estómago de Neil cayó a sus pies al escuchar ese nombre. Apartó
su mirada del archivo para mirar al entrenador.

—Foxes1 —dijo—. La Universidad Estatal de Palmetto.


El hombre, el que ahora Neil sabía que debía de ser el entrenador
David Wymack, se vio sorprendido con lo rápido que juntó las piezas.
—Supongo que viste las noticias.
Dificultades técnicas, dijo. Era una muy bonita forma de decir que su
última recluta Janie Smalls trató de suicidarse. Su mejor amiga la encontró
desangrándose en una bañera y la llevó al hospital justo a tiempo. Lo último
que escuchó Neil fue que la chica estaba en observación por suicidio en un
centro psiquiátrico. Típico de un Fox, el presentador había dicho dejando lo
grosero de lado, y no estaba exagerando.
Los Foxes de la Universidad Estatal de Palmetto eran un equipo de
talentosos marginados y adictos ya que Wymack solo reclutaba atletas
provenientes de hogares destrozados. Su decisión de transformar la Foxhole
Court2 en una especie de centro de rehabilitación era bonita en teoría, pero
significaba que sus jugadores eran personas destrozadas con tendencias a
aislarse que no podían arreglárselas para aguantar un partido. Eran notorios
en la NCAA3 por su estatura pequeña y por haber quedado últimos por tres
años seguidos. Lo habían hecho notablemente mejor el año pasado gracias a
la perseverancia de su capitán y la fuerza de su nueva línea defensiva, pero
las críticas aún los consideraban una broma. Incluso el ERC, Exy: Reglas y
Comité de Regulaciones, estaba perdiendo la paciencia con sus pobres
resultados.
Después el ex campeón nacional Kevin Day se unió al equipo. Era lo
mejor que le pudo pasar a los Foxes, y significaba que Neil nunca podría
aceptar la oferta de Wymack. Neil no había visto a Kevin en casi ocho años,
y nunca estaría listo para verlo de nuevo. Algunas puertas tenían que
mantenerse cerradas; la vida de Neil dependía de ello.
—No puedes estar aquí —dijo Neil.
—Aun así estoy aquí —dijo Wymack—. ¿Necesitas un lápiz?
—No —dijo Neil—. No. No jugaré para ti.
—Te escuché mal.
—Reclutaste a Kevin.
—Y Kevin te está reclutando a ti, así que…
Neil no se quedó a escuchar el resto.
Subió corriendo las gradas hasta los vestuarios. El metal resonaba
debajo de sus zapatos, no lo suficientemente fuerte para ahogar la
interrogante sorprendida de Hernandez. Neil no miró atrás para ver si lo
estaban siguiendo. Todo lo que sabía, todo lo que importaba, se estaba
alejando lo más posible de aquí. Olvida la graduación. Olvida a “Neil
Josten”. Se iría esta noche y huiría hasta olvidar que Wymack alguna vez le
dijo esas palabras.
Neil no fue lo suficientemente rápido.
Estaba a mitad de camino en los vestidores cuando se dio cuenta de
que no estaba solo. Había alguien esperándolo en la sala entre él y la puerta
principal. La luz deslumbró una brillante raqueta amarilla mientras el
extraño lo golpeaba, y Neil iba demasiado rápido como para parar. La
madera azotó su estómago lo suficientemente fuerte como para aplastar sus
pulmones contra su columna. No recordaba haberse caído, pero de repente
estaba sostenido de sus manos y rodillas, aferrándose inútilmente al piso
mientras intentaba respirar. Habría vomitado si tan solo hubiese podido
manejar el primer jadeo, pero su cuerpo se negaba a cooperar.
El zumbido en sus oídos era la voz furiosa de Wymack, pero sonaba a
mil kilómetros de distancia.
—Maldición, Minyard. Es por esto que no podemos tener cosas
buenas.
—Oh, entrenador —dijo alguien por encima de la cabeza de Neil—.
Si fuese bueno, no sería de ningún uso para nosotros, ¿o sí?
—No nos sirve de nada si lo rompes.
—¿Preferirías que lo hubiese dejado irse? Ponle una tirita y estará
como nuevo.
El mundo se volvió negro, luego se enfocó mientras el aire finalmente
golpeaba los pulmones torturados de Neil. Neil inhaló tan fuerte que se
ahogó, y cada sacudida por la tos amenazaba con dejarlo temblando. Rodeó
su cintura con su brazo para mantenerse firme y le lanzó una fiera mirada a
su agresor.
Wymack ya había dicho el nombre del hombre, pero Neil no lo
necesitaba. Había visto su rostro en muchos recortes de periódicos como
para no reconocerlo tan solo verlo. Andrew Minyard no parecía mucho en
persona, rubio y de un metro y cincuenta centímetros, pero Neil sabía más.
Andrew era el portero novato de los Foxes y su más peligrosa inversión.
Casi todos los Foxes eran autodestructivos, mientras que Andrew parecía
aficionado al daño colateral. Había pasado tres años en un centro de
detención juvenil y apenas había evadido una segunda orden de
internamiento.
Andrew también era la única persona que había rechazado a la
Universidad de Edgar Allan, primera en clasificaciones. Kevin y Riko
armaron una reunión para conocerlo y darle la bienvenida a su equipo, pero
Andrew se negó y en vez de eso se unió a los perdedores de los Foxes.
Nunca explicó esa decisión, pero todos asumieron que fue porque Wymack
estaba dispuesto a firmar a su familia también. Aaron, el hermano gemelo
de Andrew, y su primo Nicholas Hemmick se unieron al equipo el mismo
año. Sea cual sea la razón, Andrew fue culpado por la reciente transferencia
de Kevin.
Kevin jugó para los Ravens4 de Edgar Allan hasta que se rompió su
mano dominante en un accidente de esquí este pasado diciembre. Una
lesión como esa le costó su contrato con la universidad, pero debió haberse
recuperado donde iba a tener el apoyo de su antiguo equipo. En vez de eso,
se mudó a Palmetto para ser el informal asistente del entrenador de
Wymack. Tres semanas antes había firmado oficialmente para el titular
inicial del siguiente año.
La única cosa que un equipo deprimente como los Foxes podía
ofrecerle a Kevin era el portero que una vez lo había rechazado. Neil se
pasó esta primavera investigando todo lo que pudiese encontrar sobre
Andrew, queriendo entender al hombre que había captado la atención de
Kevin. Conocer a Andrew cara a cara era tan desorientador como era
doloroso.
Andrew sonrió hacia abajo hacia donde estaba Neil y pegó dos dedos
a su frente a modo de saludo.
—Mejor suerte para la próxima.
—Vete a la mierda —dijo Neil—. ¿A quién le robaste la raqueta?
—Tomé prestada —Andrew se la arrojó a Neil—. Ahí tienes.
—Neil —dijo Hernandez, agarrando a Neil desde su brazo para
ayudarlo a levantarse—. Dios, ¿estás bien?
—Andrew es un poco bruto con sus modales —dijo Wymack,
viniendo para pararse entre Neil y Andrew. Andrew no tuvo problemas
leyendo esa advertencia silenciosa. Levantó sus manos en un exagerado
encogimiento de hombros y se retiró para darle a Neil más espacio.
Wymack lo miró alejarse antes de observar a Neil.
—¿Se rompió algo?
Neil presionó cuidadosas manos contra sus costillas y respiró,
sintiendo la manera en que sus músculos gritaban en protesta. Se había roto
suficientes huesos en el pasado como para saber que esta vez había tenido
suerte.
—Estoy bien. Entrenador, me voy. Déjeme ir.
—Aún no terminamos —dijo Wymack.
—Entrenador Wymack… —empezó Hernandez.
Wymack no lo dejó terminar.
—¿Nos das un segundo?
Hernandez miró desde Wymack hacia Neil, luego cedió.
—Estaré ahí atrás.
Neil escuchó sus pisadas mientras se iba. Hubo una sacudida cuando
pateó la puerta para abrirla y la puerta trasera se cerró con un agonizante
crujido. Neil esperó a que se cerrara por completo antes de hablar de nuevo.
—Ya te di mi respuesta. No firmaré para ti.
—No escuchaste la totalidad de mi oferta —dijo Wymack—. Si pagué
el boleto de tres personas para que viajaran aquí a verte lo mínimo que
puedes hacer es darme cinco minutos, ¿no crees?
La sangre dejó el rostro de Neil tan rápido que el mundo se ladeó.
Tomó un tembloroso paso atrás para alejarse de Wymack, en una
desesperada búsqueda por balance y espacio para respirar. Su bolso chocó
contra su cintura y anudó una mano alrededor de su correa, necesitando
algo a lo que aferrarse.
—No lo trajiste aquí.
Wymack lo miró fijamente de una manera dura.
—¿Es eso un problema?
Neil no podía decirle la verdad, así que le dijo:
—No soy lo suficientemente bueno como para jugar en la misma
cancha que un campeón.
—Verdadero, pero irrelevante —dijo una nueva voz, y Neil dejó de
respirar.
Sabía que no debía volverse, pero ya se estaba moviendo.
Debió haberlo adivinado cuando vio a Andrew aquí, pero no había
querido pensar en ello. No había razón para que un portero conociese a un
posible delantero. Andrew solo estaba aquí porque Kevin Day nunca iba a
ningún lado solo.
Kevin estaba sentado encima del mueble del televisor junto a la pared
trasera. Había movido la televisión a un lado para darse más espacio a sí
mismo y cubrió el espacio alrededor de él con papeles. Había visto este
espectáculo entero y, juzgando por la fría mirada que había en su rostro, no
estaba impresionado con la reacción de Neil.
Habían pasado años desde que Neil se había parado en la misma
habitación que Kevin, años desde que habían visto al padre de Neil cortar
en cientos de trozos sangrantes a un hombre que gritaba. Neil conocía la
cara de Kevin tan bien como conocía la suya, consecuencia de haber visto a
Kevin crecer en el ojo público desde la lejanía de mil kilómetros o más.
Todo sobre él era diferente. Todo era igual, desde su cabello oscuro y ojos
verdes a su número dos negro tatuado en su mejilla izquierda. Neil vio ese
número y quiso vomitar.
Kevin había tenido ese número en el pasado también, pero había sido
muy joven como para haberlo tenido permanentemente. En vez de eso, su
hermano adoptivo Riko Moriyama y él escribían los números uno y dos en
sus rostros con marcadores, remarcándolos una y otra vez cada vez que
empezaban a desvanecerse. Neil no lo entendía entonces, pero Kevin y Riko
estaban apuntando hacia las estrellas. Iban a ser famosos, le prometieron.
Estaban en lo correcto. Tenían equipos profesionales y jugaban para
los Ravens. El año pasado fueron iniciados para el equipo nacional, la Corte
de EEUU. Eran campeones, y Neil era un revoltijo de mentiras y fechas
límite.
Neil sabía que Kevin no podía reconocerlo. Había pasado demasiado
tiempo; los dos habían crecido en mundos diferentes. Además, Neil había
disfrazado su apariencia con tinte de color negro y lentes de contacto cafés.
Pero, ¿por qué otra razón estaría Kevin Day aquí buscándolo? Ninguna
escuela de Clase I se rebajaría tanto, ni siquiera los Foxes. Los registros de
Neil decían que solo había estado jugando Exy por un año. Este año había
sido muy cuidadoso con actuar como si no supiese nada, incluso acarreando
y paseando libros sobre cómo jugar el otoño pasado. Al principio fue fácil
fingir ya que no había utilizado una raqueta en ocho años. El hecho de que
ahora estaba jugando una posición diferente a la que había jugado cuando
pequeño ayudó, ya que tuvo que re aprender el juego desde una nueva
perspectiva. Había tenido una envidiable e inevitable curva de aprendizaje,
pero aun así luchó por no sobresalir.
¿Había metido la pata? ¿Había sido muy obvio que tenía experiencia
de la que no estaba hablando? ¿Cómo había captado la atención de Kevin a
pesar de sus mejores intentos de quedarse oculto? Si fue así de fácil para
Kevin, ¿qué clase de señales le estaba dando a la gente que trabaja para su
padre?
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó a través de sus labios
entumecidos.
—¿Por qué te estabas yendo? —preguntó Kevin.
—Yo pregunté primero.
—El Entrenador ya respondió a esa pregunta —dijo Kevin, un poco
impaciente—. Estamos esperando que firmes el contrato. Deja de hacernos
perder tiempo.
—No —dijo Neil—. Hay miles de delanteros que saltarían a la
oportunidad de jugar contigo. ¿Por qué no los molestas a ellos?
—Vimos sus expedientes —dijo Wymack—. Te elegimos a ti.
—No jugaré con Kevin.
—Si lo harás —dijo Kevin.
Wymack se encogió de hombros.
—Quizá no lo hayas notado, pero no nos iremos de aquí hasta que
digas que sí. Kevin dice que tenemos que tenerte, y tiene razón.
—Debimos botar la carta de tu entrenador el segundo en el que la
abrimos —dijo Kevin—. Tu expediente es lamentable y no quiero a alguien
con tu inexperiencia en nuestra cancha. Va en contra de todo lo que estamos
intentando hacer con los Foxes este año. Afortunadamente para ti, tu
entrenador supo que enviarnos tus estadísticas no era la mejor idea. En vez
de eso, nos envió un vídeo para poder verte en acción. Juegas como si lo
fueses a perder todo.
Su inexperiencia.
Si Kevin lo recordara, sabría que ese expediente es una mentira.
Sabría sobre los equipos de la pequeña liga de Neil de cuando era pequeño.
Recordaría el juego interrumpido por el asesinato de ese hombre.
—Es por eso —dijo Neil en voz baja.
—Ese es el único tipo de delantero con el que vale la pena jugar.
El alivio hizo que Neil se sintiese enfermo. Kevin no lo reconocía y
esto era solo una terrible coincidencia. Quizá era la forma en que el mundo
le mostraba lo que podría pasar si se quedaba en el mismo lugar por mucho
tiempo. La próxima vez podría no ser Kevin. La próxima vez podría ser su
padre.
—De hecho funciona a nuestro favor que estés aquí —dijo Wymack
—. Nadie fuera de nuestro equipo y consejo escolar sabe que estamos aquí.
No queremos tu rostro en todas las noticias este verano. Tenemos mucho
con lo que lidiar ahora mismo y no queremos arrastrarte a este desastre
hasta que estés a salvo y establecido en el campus. Hay una cláusula de
confidencialidad en tu contrato, dice que no le puedes decir a nadie que eres
nuestro hasta que empiece la temporada en agosto.
Neil miró a Kevin de nuevo, buscando su nombre real en la cara de
Kevin.
—No es una buena idea.
—Tu opinión ha sido debidamente anotada y rechazada —dijo
Wymack—. ¿Algo más? ¿O vas a empezar a firmar?
Lo más inteligente sería largarse. Incluso si Kevin no sabía quién era,
esta era una idea terrible. Los Foxes pasaban mucho tiempo en las noticias
y se pondría peor con Kevin en el equipo. Neil no debería someterse a ese
tipo de escrutinio. Debería romper el contrato de Wymack en miles de
pedazos e irse.
Irse significaba vivir, pero la manera en que vivía Neil era
supervivencia, nada más. Era nuevos nombres y nuevos lugares y nunca
mirar atrás. Era empacar e irse tan pronto como empezase a sentirse
establecido. Este año que pasó, sin su madre a su lado, significaba estar
completamente solo y a la deriva. No sabía si estaba listo para eso.
Tampoco sabía si estaba listo para dejar de lado el Exy de nuevo. Era
lo única cosa que lo hacía sentir real. El contrato de Wymack era un
permiso para seguir jugando y una oportunidad para pretender ser normal
por un poco más de tiempo. Wymack dijo que era por cinco años, pero Neil
no tenía que quedarse todo ese tiempo. Podía escabullirse e irse cuando
quisiese, ¿no?
Miró a Kevin de nuevo. Kevin no lo reconocía, pero quizá alguna
parte de él recordaba al niño que había conocido hace tantos años. El
pasado de Neil estaba bloqueado en la memoria de Kevin. Era una prueba
de que existió, al igual que este juego que ambos jugaban. Kevin era la
prueba de que Neil era real. Quizá Kevin era también la mejor oportunidad
de Neil para saber cuándo irse de nuevo. Si vivía, practicaba y jugaba con
Kevin, sabría cuando Kevin empezase a tener sospechas. Al segundo que
Kevin empezarse a hacer preguntas o a mirarlo raro, Neil se largaría.
—¿Bueno? —preguntó Wymack.
Los instintos de supervivencia empezaron a combatir con necesidad y
se retorcieron hasta convertirse en un pánico casi debilitante.
—Tengo que hablar con mi madre —dijo Neil, ya que no sabía qué
más decir.
—¿Para qué? —preguntó Wymack—. Eres mayor de edad, ¿no? Tu
expediente dice que tienes diecinueve.
Neil tenía dieciocho, pero no iba a contradecir lo que decían sus
papeles falsificados.
—Aun así tengo que preguntar.
—Estará feliz por ti.
—Quizá —convino Neil en voz baja, sabiendo que era una mentira.
Si su madre supiera que estaba considerando esto se pondría furiosa.
Probablemente era algo bueno que ella nunca supiese, pero Neil no pensaba
que “bueno” debiese sentirse como un cuchillo en su pecho—. Hablaré con
ella esta noche.
—Podemos llevarte a tu casa.
—Estoy bien.
Wymack miró a sus Foxes.
—Vayan a esperar al auto.
Kevin recogió sus archivos y se deslizó de su posición. Andrew
esperó a que Kevin lo alcanzase y lo guio fuera del vestidor. Wymack
esperó hasta que se fueran, luego se volvió con una mirada seria hacia Neil.
—¿Necesitas que uno de nosotros hable con tus padres?
—Estoy bien —dijo Neil de nuevo.
Wymack ni siquiera intentó ser sutil con su siguiente pregunta.
—¿Son ellos los que te lastiman?
Neil lo miró completamente perdido. La pregunta era lo
suficientemente directa para ser grosera de tantas formas que no había
ninguna buena manera de empezar a responderla. Wymack pareció darse
cuenta, ya que continuó presionando antes de que Neil pudiese responder.
—Intentémoslo de nuevo. La razón por la que pregunto es porque el
Entrenador Hernandez deduce que te quedas a dormir aquí bastantes noches
a la semana. Piensa que algo pasa ya que no te cambias delante de los otros
o dejas que alguien conozca a tus padres. Es por eso que te nominó para mí;
piensas que encajas con el equipo. Sabes lo que eso significa, ¿no? Sabes
qué tipo de personas busco.
—No sé si está en lo cierto —continuó—, pero algo me dice que no
está tan alejado. De todas maneras, tu vestuario va a ser cerrado cuando
termine el año escolar. No podrás venir acá durante el verano. Si tus padres
son un problema para ti, te mudaremos a Carolina del Sur temprano.
—¿Harán qué? —preguntó Neil sorprendido.
—El grupo de Andrew se queda en la ciudad en las vacaciones de
verano —dijo Wymack—. Se quedan con Abby, la enfermera de nuestro
equipo. Su casa está llena, pero podrías quedarte conmigo hasta que los
dormitorios abran en junio. Mi departamento no está hecho para dos
personas pero tengo un sofá que es un poco más cómodo que una roca.
—Les diremos a todos que estás ahí para prácticas tempranas
condicionales. Probablemente la mitad se lo crea. No podrás engañar al
resto, pero eso no importa. Los Foxes son Foxes por una razón y saben que
no te firmaríamos contigo si no calificaras. Eso no significa que sabrán
cosas específicas. No es mi lugar preguntar, y por supuesto que no les diré.
Le tomó dos intentos emitir las palabras.
—¿Por qué?
El Entrenador Wymack estuvo callado por un minuto.
—¿Creíste que formé al equipo como es porque creí que sería un buen
truco publicitario? Se trata de segundas oportunidades Neil. Segundas,
terceras, cuartas, lo que sea, mientras obtengas aunque sea una más que las
que cualquier otra persona quiso darte.
Neil había escuchado a Wymack ser referido como un idiota idealista
por más de una persona, pero era difícil escucharle y no creer que estaba
siendo sincero. Neil estaba dividido entre la incredulidad y el desdén. Por
qué Wymack se ofrecía a decepcionarse una y otra vez, Neil no lo sabía.
Neil habría renunciado a los Foxes hace años.
Wymack le dio un segundo para pensar antes de preguntar de nuevo,
—¿Tus padres van a ser un problema?
Era demasiado para tomar una oportunidad, pero demasiado para
alejarse de ella. Dolió cuando asintió, pero dolió más ver esa cara cansada
establecida en los ojos de Wymack. No era la lástima que creyó que podía
ver en Hernandez de vez en cuando, sino algo familiar que decía que
Wymack entendía lo que costaba ser Neil. Sabía lo que significaba tener
que pelear para despertarse y seguir adelante cada día. Neil dudaba que el
hombre pudiera llegar a entender realmente, pero incluso ese poco era más
de lo que había recibido en su vida. Neil tuvo que apartar la mirada.
—Tu ceremonia de graduación es el once de mayo, según tu
entrenador —dijo Wymack finalmente—. Tendremos a alguien que vaya a
buscarte al Aeropuerto Regional Upstate el viernes doce.
Neil casi le aclara que aún no había aceptado nada, pero las palabras
murieron en su garganta cuando se dio cuenta de que realmente iba a ir.
—Quédate los papeles esta noche —ofreció Wymack, empujando su
carpeta hacia Neil de nuevo. Esta vez Neil la tomó—. Tu entrenador puede
escanear las copias firmadas y mandármelas el lunes. Bienvenido al equipo.
“Gracias” parecía apropiado, pero Neil no pudo manejar decirlo.
Mantuvo su mirada en el piso. Wymack no esperó mucho por una respuesta
antes de irse a buscar a Hernandez.
La puerta trasera sonó al cerrarse detrás de él, y los nervios de Neil se
rompieron. Corrió al baño y llegó a un inodoro justo a tiempo para vomitar.
Podía imaginar la rabia de su madre si supiera lo que estaba haciendo.
Recordaba demasiado bien el salvaje agarre de sus manos en su cabello.
Todos estos años pasados intentando seguir adelante y escondiéndose, y
ahora iba a destruir su arduo trabajo. Ella nunca lo perdonaría por esto y él
lo sabía, y eso no hizo nada para apaciguar la tensa sensación en su
estómago.
—Lo siento —jadeó entre toses húmedas—. Lo siento, lo siento.
Se tambaleó hasta los lavamanos para enjuagar su boca y se miró en
los espejos que colgaban encima de ellos. Con cabello negro y ojos cafés, se
veía como alguien promedio: nadie que destacase en una multitud, nadie
que se grabase en la memoria de alguien. Eso era lo que quería, pero se
preguntaba si eso podría detener a las cámaras de las noticias. Hizo una
pequeña mueca ante su reflejo y se acercó más al espejo, tirando
fuertemente de mechones de cabello para revisar sus raíces. Eran lo
suficientemente negras, así que se relajó un poco y se alejó.
—Universidad —dijo en voz baja. Sonaba como un sueño; sabía igual
que una maldición.
Abrió el cierre de su bolso lo suficiente para guardar los papeles de
Wymack. Cuando volvió a la habitación principal, los dos entrenadores lo
estaban esperando. Neil no les dijo nada y pasó de largo hacia la puerta.
Andrew abrió la puerta trasera del SUV de Hernandez cuando Neil
pasó y le dio a Neil una sonrisa burlona y conocedora.
—¿Muy bueno para jugar con nosotros, muy bueno para andar en
auto con nosotros?
Neil le lanzó una mirada fría mientras aceleraba el paso. Para cuando
alcanzó el borde lejano del estacionamiento estaba corriendo. Dejó el
estadio y a los Foxes y a sus promesas demasiado buenas detrás de él, pero
el contrato no firmado en su bolso se sentía como un ancla alrededor de su
cuello.
2
Neil hace mucho tiempo perdió la cuenta de cuántos aeropuertos
había visto. Cualquiera fuese el descabellado número, nunca logró sentirse
cómodo en ellos. Había demasiada gente por la que estar pendiente, y viajar
con pasaportes falsificados siempre era un riesgo. Había heredado las
conexiones de su madre después de su muerte, así que sabía que el trabajo
era bueno, pero su corazón se saltaba un latido cada vez que alguien le
preguntaba por sus papeles.
Nunca había estado en Sky Harbor o el Regional Upstate, pero había
algo familiar en su frenético ritmo. Se paró a un lado de su puerta en
Upstate por casi un minuto después de que todos los de su vuelo se
apresuraran hasta la entrada o sus transportes. La multitud que se
arremolinaba alrededor de él parecían la mezcla usual: gente vacacionando,
trabajadores, y estudiantes que se dirigían a casa por el fin de semestre. No
esperaba ver a nadie que reconociese, ya que nunca había ido a Carolina del
Sur antes, pero nunca hacía daño verificar.
Finalmente siguió las señales a través de un pasillo y subió un tramo
de escaleras hasta la entrada. El mediodía de un viernes significaba que el
pequeño vestíbulo estaba bastante lleno, pero encontrar a la persona que lo
transportaría que le prometió el Entrenador Wymack fue más fácil de lo que
Neil había esperado.
Era el peso de la mirada fija de su compañero de equipo lo que atrajo
la mirada de Neil casi de inmediato hacia él. Era uno de los gemelos. A
juzgar por la calmada mirada en su rostro, Neil apostaba que no era
Andrew. Aaron Minyard era normalmente referido como “el normal” de los
dos, aunque esa declaración estaba usualmente seguida de un debate sobre
si podía estar cuerdo compartiendo genes con Andrew.
Neil cruzó la habitación hasta él. Neil había sido el jugador más bajo
en el equipo de los Dingos de Millport, pero pasaba a Aaron por ocho
centímetros. El conjunto completamente negro que Aaron estaba usando no
hacía nada para hacerlo ver algo alto, y Neil se preguntaba cómo podía
soportar usar manga larga en mayo. Neil sintió calor con solo mirarlo.
—Neil —dijo Aaron a modo de saludo, y apuntó—. Reclamo de
equipaje.
—Es solo esto —Neil tocó la correa de su bolso que colgaba de su
hombro. El bolso era lo suficientemente pequeño para poder acarrearlo y lo
suficientemente largo para cargar con todo lo que Neil poseía.
Aaron aceptó eso sin comentarios y empezó a alejarse. Neil lo siguió
a través de las puertas corredizas de cristal hacia una bochornosa tarde de
verano. Una pequeña multitud estaba esperando en la vereda a que
cambiase la luz del semáforo, pero Aaron se dirigió directamente a la calle
empujándolos. Frenos chirriaron mientras un taxi paró de golpe a solo
centímetros del pequeño cuerpo de Aaron. Aaron no pareció notarlo,
estando más interesado en prender un cigarrillo y sostenerlo con sus labios.
Le prestó aún menos atención a las groseras palabras que el conductor le
gritó. Neil hizo un gesto a modo de disculpa hacia el taxista y trotó para
alcanzar a Aaron.
Un auto negro pulcro estaba estacionado seis filas atrás en el pequeño
garaje del estacionamiento a corto plazo. Neil no sabía mucho sobre autos
en general, pero sabía lo que era caro en cuanto lo veía. Pensó por un
momento que quizá había un auto más pequeño fuera de vista detrás de él,
pero Aaron lo desbloqueó con un botón en su llavero.
—Bolso en el maletero —dijo, abriendo la puerta del conductor y
sentándose de lado en el asiento para fumar.
Neil obedientemente puso su bolso atrás antes de subirse al asiento
del pasajero. Aaron no fue a ninguna parte hasta que su cigarrillo estaba
consumido hasta la mitad. Lanzó la colilla hacia el asfalto a sus pies y cerró
la puerta de un tirón. Un giro de la llave para encenderlo hizo que el motor
empezase a sonar, y Aaron miró a Neil de nuevo. El fantasma de una
sonrisa tironeó de una esquina de su boca, pero definitivamente no era una
expresión amigable.
—Neil Josten —dijo de nuevo, como si estuviese saboreando la forma
en que sonaba—. Aquí por el verano, ¿eh?
—Sí.
Aaron prendió el aire acondicionado lo más fuerte que se podía y
retrocedió el auto.
—Eso hace que seamos cinco, pero escuché que te vas a quedar con el
Entrenador.
El Entrenador Wymack le advirtió a Neil que los primos Andrew,
Aaron y Nicholas estarían en la ciudad, pero ellos no sumaban las cinco
personas. Neil sabía quién tenía que ser la quinta persona. No quería creerlo
a pesar de que sabía que debía de haberlo esperado. Kevin había estado
pegado a Andrew desde que se transfirió. Aun así, Neil tenía que
asegurarse.
—¿Kevin se queda en el campus? —preguntó.
—Donde está la cancha, está Kevin. No puede existir sin ella —dijo
Aaron burlonamente.
—No creía que Kevin se estuviese quedando por la cancha —dijo
Neil.
Aaron no respondió. Fue un viaje corto hacia la salida del
estacionamiento y Aaron tenía el dinero listo para la señora en la cabina.
Tan pronto como la barra se levantó para dejarlos salir pisó el acelerador.
Una bocina sonó en dirección a ellos como advertencia mientras se
internaban directo en el tráfico y Neil discretamente apretó más su cinturón.
Aaron o no lo notó o no le importó. Cuando estuvieron en la carretera, le
lanzó a Neil una mirada de soslayo.
—Escuché que no congeniaste con Kevin el mes pasado.
—Nadie me advirtió que él iba a estar ahí —Neil respondió,
observando la vista correr fuera de la ventana—. Quizá puedas perdonarme
por no reaccionar bien.
—Quizá no lo hago. No creo en el perdón, y no fue a mí a quién
ofendiste. Esa es la segunda vez que un recluta le ha dicho que se vaya a la
mierda. Si fuera posible estropearle esa arrogancia que tiene, su orgullo ya
se habría destrozado. En cambio, está perdiendo la fe en la inteligencia de
los atletas de instituto.
—Estoy seguro de que Andrew tuvo sus razones para rechazarlo, así
como yo tuve las mías.
—Dijiste que no eras lo suficientemente bueno, pero aquí estás de
todas maneras. ¿Crees que un verano de prácticas hará una gran diferencia?
—No —dijo Neil—. Simplemente fue muy difícil decir que no.
—El entrenador siempre sabe qué decir, ¿eh? Lo hace más difícil para
el resto de nosotros, en todo caso. Ni siquiera Millport debería haberte dado
una oportunidad.
Neil se encogió de hombros.
—Millport es demasiado pequeño como para que le importa la
experiencia. No tenía nada que perder intentándolo y ellos no tenían nada
que ganar rechazándome. Fue cosa de estar en el lugar correcto en el
momento correcto, supongo.
—¿Crees en el destino?
Neil escuchó el vago desdén en la voz del otro hombre.
—No. ¿Tú Sí?
—Suerte, entonces —dijo Aaron, ignorando la pregunta que le hizo.
—Solo de la mala.
—Estamos alagados por tu gran opinión sobre nosotros, por supuesto.
Aaron tiró del volante, deslizando el auto de una línea a la otra sin
molestarse en verificar el tráfico alrededor de él. Bocinas sonaron detrás de
ellos. Neil observó en el espejo retrovisor mientras los autos se desviaban
para evitar golpearlos.
—Es un auto demasiado bonito como para arruinarlo —dijo de
manera intencionada.
—No le tengas tanto miedo a morir —dijo Aaron mientras el auto
seguía deslizándose a través de la carretera de cuatro carriles hacia una
rampa de salida—. Si lo estás, no tienes lugar en nuestra cancha.
—Estamos hablando de un deporte, no de un combate a muerte.
—Lo mismo —dijo Aaron—. Estás jugando para un equipo de Clase I
con Kevin en tu línea. La gente siempre está dispuesta a sangrar por él.
Asumo que has visto las noticias.
—Las he visto —dijo Neil.
Aaron chasqueó sus dedos como si eso probase su punto. Neil hubiese
estado en apuros si le hubiera dicho que estaba equivocado, así que lo dejó
pasar.
Kevin Day y su hermano adoptivo Riko Moriyama fueron aclamados
como los hijos del Exy. La madre de Kevin, Kayleigh Day, y el tío de Riko,
Tetsuji Moriyama, crearon el deporte hace casi treinta años mientras
Kayleigh estaba estudiando en el extranjero en Fukui, Japón. Lo que
empezó como un experimento se esparció desde su campus hacia equipos
de calle locales, luego a través del océano hacia el resto del mundo.
Kayleigh lo trajo a casa con ella hacia Irlanda después de completar
su grado y los Estados Unidos lo tomaron un poco después.
Kevin y Riko fueron criados con el Exy. Cuando el estadio masivo de
Edgar Allan llamado Castillo Evermore, el primer estadio de Exy de la
NCAA en los Estados Unidos, era un poco más que planos, Kevin y Riko
tenían raquetas personalizadas. Después del terrible accidente
automovilístico de Kayleigh, Tetsuji acogió a Kevin, pero el nuevo
entrenador de los Ravens no tenía tiempo para criar niños. En vez de eso,
Riko y Kevin pasaron sus años de formación en Evermore con los Ravens y
fueron considerados las mascotas no oficiales del equipo. Cuando no
estaban siendo entrenados por Tetsuji, estaban siendo entrenados por el
equipo, y llevaron tutores al sitio para que no tuvieran que dejar el estadio
para ir al instituto.
Kevin y Riko crecieron en frente de las cámaras, pero siempre con el
Exy de fondo y siempre juntos. Hasta que Kevin se transfirió a Palmetto
State5, Riko y él nunca fueron vistos en habitaciones separadas. Su infancia
poco convencional hizo que muchos se preocupasen por su salud mental
pero que también alimentasen una fanática obsesión con el par. Riko y
Kevin eran la cara de los Ravens. Para muchos, eran considerados el futuro
del Exy.
El pasado diciembre, Riko y Kevin desaparecieron de los ojos del
público por semanas. Cuando empezaron los campeonatos de primavera en
enero, ninguno de ellos estaba en la alineación inicial de los Ravens. No fue
hasta finales de Enero que Tetsuji Moriyama habló sobre el tema en una
conferencia de prensa, y las noticias fueron una un golpe duro para los fans
del Exy de todos lados: Kevin Day se había roto la mano con la que juega
en un viaje de esquí. Según Tetsuji, Kevin y Riko aún estaban demasiado
afectados como para enfrentarse a los Ravens o a sus fan disgustados.
Al día siguiente, el Entrenador Wymack le dijo a la presa que Kevin
se estaba recuperando en Carolina del Sur. Escuchar que Kevin nunca
volvería a jugar de nuevo era malo; enterarse de que había dejado a los
Ravens era de alguna manera peor para sus fans obsesivos. Si Kevin fue
relegado a la banca como asistente del entrenador, debería al menos darle su
prestigio y conocimiento al equipo que era su hogar. Los fans se ofendieron
por su amado equipo, pero casi todos asumieron que se transferiría de
vuelta tan pronto como su mano terminase de recuperarse. Salvo que Kevin
Day firmó con los Foxes en marzo; no como entrenador, sino como
delantero.
Sus fans pasaron de tener el corazón roto a sentirse traicionados.
Palmetto State se llevó la peor parte de la rabia desde que pasó todo. La
universidad y el estadio habían sido vandalizados más de una docena de
veces y había habido numerosas peleas en el campus. Solo se pondría peor
cuando la temporada empezase y la gente viera a Kevin usando los colores
de los Foxes. Neil no estaba muy entusiasmado de verse atrapado en medio
en medio de todo ese desastre.
El complejo de apartamentos donde Wymack vivía quedaba a veinte
minutos del aeropuerto en auto. El estacionamiento estaba casi vacío, ya
que era plena tarde en un día de trabajo, pero había tres personas esperando
en la vereda. Aaron fue el primero en bajarse y apuntó el llavero a la parte
trasera del auto. Neil escuchó los seguros sonar mientras se bajaba del auto.
Aaron fue a encontrarse con los otros en la acera mientras Neil sacaba su
bolso del maletero. Neil lo deslizó por su hombro, relajándose un poco con
el familiar peso de él, y cerró el maletero. Cuando alzó la vista, era el centro
de atención.
Los gemelos estaban parados a cada lado de Kevin, vestidos de
manera idéntica pero fácilmente distinguibles por las expresiones de sus
rostros. Aaron lucía aburrido ahora que había completado su deber de traer
a Neil aquí. Andrew estaba sonriendo, pero Neil sabía que su ánimo no
significaba que iba a jugar limpio. También había estado sonriendo cuando
le estampó una raqueta en el estómago a Neil.
Nicholas Hemmick era el único que se veía genuinamente feliz de ver
a Neil, y se acercó al borde del asfalto mientras Neil se acercaba. Neil
estaba agradecido por la distracción, ya que mantenía su mirada alejada de
Kevin, y aceptó de buena gana la mano que Nicholas le ofreció.
—Hola —dijo el otro hombre, usando su agarre en la mano de Neil
para atraerlo hacia el asfalto—. Bienvenido a Carolina del Sur. ¿Estuvo bien
el viaje?
—Estuvo bien —dijo Neil.
—Soy Nicky —Nicky le dio a la mano de Neil otro fuerte apretón
antes de dejarlo ir—. El primo de Andrew y Aaron, extraordinario defensa.
Neil miró de él hacia los gemelos y de vuelta. Mientras los gemelos
eran luz, Nicky era oscuro, con pelo color negro, ojos café oscuro, y piel
dos tonos más oscuro como para ser a causa del sol. Él también era treinta
centímetros más alto que ellos.
—¿De sangre?
Nicky se rio.
—No lo parece, ¿no? Se lo debo a mi mamá. Mi papá la “rescató” de
México durante un viaje de ministro —rodeó los ojos exageradamente,
luego señaló a los demás con el pulgar—. Ya los conociste, ¿no? ¿Aaron,
Andrew, Kevin? Se suponía que el Entrenador iba a estar aquí para dejarte
entrar, pero tuvo que dirigirse al estadio por un momento. La ERC lo llamó,
probablemente con más mierda sobre cómo aún no hemos publicitados a
nuestros sub. Mientras tanto estás atrapado con nosotros, pero tenemos las
llaves del Entrenador. ¿Las maletas están en el maletero?
—Solo es esto —dijo Neil.
Nicky levantó una ceja hacia él y miró a los otros.
—Empaca ligero. Desearía poder viajar así, pero diablos, sí que soy
materialista.
—Materialista es solo el comienzo —dijo Aaron.
Nicky sonrió y sujetó a Neil por los hombros, guiándolo más allá de
los demás hacia la puerta principal.
—Aquí es donde vive el Entrenador —dijo innecesariamente—. Él
hace todo el dinero, así que a él le toca vivir en lugar como este mientras la
gente pobre como nosotros dormimos de sofá en sofá.
—Tienes un lindo auto para alguien que piensa que es pobre —dijo
Neil.
—Es por eso que somos pobres —dijo Nicky secamente.
—La madre de Aaron nos lo compró con el dinero de su seguro de
vida —Andrew explicó—. No es una sorpresa que tuviera que morir para
valer algo.
—Ten cuidado —dijo Nicky, pero estaba mirando a Aaron mientras lo
decía.
—Cuidado, cuidado —Andrew levantó sus manos en un
encogimiento de hombros descuidado—. ¿Para qué molestarse? Es un
mundo cruel, ¿no crees, Neil? No estarías aquí si no lo fuese.
—No es el mundo el que es cruel —dijo Neil—. Es la gente en él.
—Oh, muy verdadero.
Subieron en el ascensor en silencio hasta el piso siete. Neil vio los
números parpadear arriba de la puerta así no veía el reflejo de Kevin. El
malestar que sentía por estar tan por encima de la planta baja era casi una
distracción suficiente. Prefería quedarse en niveles más bajos así podía
escapar más fácilmente si era necesario. Saltar de la ventana acá estaba
definitivamente descartado. Hizo una notal mental de encontrar todas las
vías de escape de emergencia.
El departamento de Wymack era el número 724. Se reunieron
alrededor de la puerta para que Aaron pudiera sacar la llave de su bolsillo.
Le tomó dos intentos intentar recordar en qué bolsillo la había puesto. Neil
no se dio cuenta cuando la encontró y abrió la puerta. Estaba muy ocupado
mirando fijamente los bolsillos del pantalón de Aaron. Estaban muy planos
como para estar escondiendo un paquete de cigarrillos, pero Neil había
visto a Aaron guardar el paquete antes de cruzar la calle en el aeropuerto.
—Aquí tienes, Neil —dijo Nicky, y Neil se forzó a alzar la vista hacia
el pasillo de entrada. Nicky le indicó para que pasase antes que ellos—.
Hogar, dulce hogar, si es que algo relacionado a Wymack puede ser llamado
dulce.
Neil había sabido desde abril que se iba a quedar en el sofá del
Entrenador Wymack por un par de semanas. Había sabido, en los días
posteriores a la visita de Wymack, que iba a ser incómodo. Aun así no
estaba preparado para la forma en que se le revolvió el estómago. Había
estado solo desde que su madre murió, y el último hombre con el que había
vivido era su padre. ¿Cómo se suponía que iba a dejar a Wymack ponerle
seguro a la puerta cada noche con los dos bajo el mismo techo? No era
posible que él pudiese dormir aquí; cada vez que Wymack respirase, Neil
iba a despertar y preguntarse quién estaba buscándolo. Quizá debería
retractarse y registrarse en un hotel, pero ¿cómo le iba a explicar eso a
Wymack? ¿Tendría que explicarlo? Wymack pensaba que los padres de Neil
eran abusivos, así que quizá iba a entender el retraimiento de Neil.
No había esperado ensimismarse de esta manera, y había dudado por
mucho tiempo. Vio la mirada que Nicky le mandó a Aaron, curiosa y
confundida, and supo que había cometido un error. Aun así, no fue hasta
que Andrew avanzó hacia su lado para ver lo que lo retenía que Neil pudo
moverse de nuevo. Andrew estaba sonriendo, pero su pálida mirada fija era
intensa. Neil se encontró con sus ojos solo por un momento y supo que era
peor quedarse aquí fuera con ellos que entrar al umbral. Lo resolvería, pero
no aquí y no ahora, no con Andrew y Kevin como testigos.
Neil puso un pie en el umbral y empezó a caminar hacia el final del
pasillo. La primera puerta llevaba al salón donde Neil tendría a dormir. El
sofá del que Wymack había hablado estaba despejado e incluso tenía una
nota pegada a él que decía que las mantas estaban en el cajón de la mesita
de café. Era el único espacio limpio en la habitación. Todo lo demás estaba
cubierto por papeleos y tazas de café vacías. Ceniceros rebosantes también
abundaban en una cantidad poco sana.
Neil estaba a mitad de camino de la habitación para mirar por la
ventana cuando Nicky habló detrás de él.
—¿De qué se trató todo eso?
La sangre de Neil se derritió. No fueron las palabras que lo atraparon,
sino el idioma que Nicky usó. El alemán era el segundo idioma de Neil
gracias a los tres años que pasó viviendo en Austria, Alemania y Suiza.
Recordaba más de Europa de lo que quería; la mayoría de su tiempo pasado
ahí había sido un desastre helado. Sabía que el sabor a sangre en su boca era
solo su imaginación, pero era lo suficientemente punzante como para
ahogarlo. Podía sentir los latidos de su corazón en cada centímetro de su
piel, latiendo tan fuerte que lo dejó temblando de pies a cabeza.
¿Cómo sabían que él hablaba alemán?
Neil estaba pensando en huir, pero luego Aaron respondió, y Neil se
dio cuenta con una enfermiza rapidez que Nicky no le estaba hablando a él.
No, estaban hablando de él, sin la intención de que él entendiera. Neil se
forzó a moverse, finalizando su viaje hacia la ventana. Empujó las cortinas
hacia atrás y puso sus manos en el vidrio, necesitando algo que lo
estabilizara mientras su corazón intentaba volver a su ritmo normal.
—Quizá estaba saboreando el momento —dijo Aaron.
—No —dijo Nicky—. Eso fue un instinto puro de huir. ¿Qué mierda
le dijiste, Andrew?
Neil se giró a verlos, pero Nicky no estaba mirando a Andrew, quizá
porque ya sabía que no iba a obtener una respuesta, pero estaba mirando a
Neil a través de la habitación. Cuando Neil se volteó, Nicky le brindó una
brillante sonrisa y volvió a hablar en inglés.
—¿Qué tal un tour?
Neil consideró decir algo, pero ya había dejado escapar mucho.
—Claro.
No había mucho a lo que mirar. Un baño y una cocina estaban
ubicados uno opuesto al otro, y las habitaciones estaban al final del pasillo.
Wymack había convertido la segunda habitación en una oficina. La oficina
recompensaba las paredes vacías del salón: estaba cubierto con artículos de
diario, fotos del equipo, calendarios viejos, y diversos certificados. Dos
libreros alineaban la pared, uno lleno de libros de Exy, el otro una mezcla
de todo desde guías de viaje hasta clásicos de la literatura. El escritorio de
Wymack estaba enterrado en papeleos, ni un centímetro de madera visible,
y el archivo de Neil estaba encima de todo. En una punta había un gran
frasco de prescripciones. Nicky recogió el frasco con un sonido triunfante y
giró la tapa para abrirlo.
—Eso no es tuyo —dijo Neil.
—Analgésicos —dijo Nicky, ignorante esa acusación implícita—. El
entrenador se quebró su cadera hace unos años, ¿sabías? Así es como
conoció a Abby. Ella era su terapeuta, y él le consiguió el trabajo aquí. El
equipo está dividido cincuenta-cincuenta respecto a si están saliendo o no.
Andrew se rehúsa a votar, lo que significa que tú das el desempate.
Háznoslo saber lo más pronto posible. Tengo dinero implicado en ello.
Sacudió un par de pastillas en su mano, cerró el frasco, y lo puso de
vuelta en su lugar. Neil miró para ver lo que los otros pensaban de esto,
pero Andrew y Kevin habían desaparecido. Aaron se quedó, y no se veía
para nada preocupado.
—Conocerás a Abby esta noche en la cena —dijo Nicky, guardando
las pastillas en su bolsillo—. Tenemos un par de horas que matar antes de
eso, así que quizá podríamos llevarte a la corte y dejar que la mires
boquiabierto. Ahora tenemos el número perfecto para una línea de ataque.
Kevin probablemente se esté meando de la emoción.
—Lo dudo —dijo Neil, pensando en la expresión desapasionada de
Kevin abajo.
—Kevin no se emociona —convino Aaron—, pero dado que el Exy
es lo único que le importa, nadie te quiere más en nuestra cancha que él.
La respuesta de Neil se quedó atrapada en algún lugar de su garganta
mientras procesaba eso. Era casi lo mismo que Aaron había dicho en el
auto, excepto que ahora Aaron sonaba apático, mientras que más temprano
había sonado desdeñoso. Entre medio de ese repentino cambio de actitud, la
desaparición de su paquete de cigarrillos, y las tenidas de ropa que
combinaban, Neil estaba empezando a adivinar lo que estaba pasando aquí.
Estas eran solo pequeñas cosas, pero Neil había aprendido a sobrevivir de
detalles mínimos.
—¿No es difícil jugar con él? —preguntó, cambiando lo que había
estado a punto de decir—. Digo, con él siendo un campeón.
—Técnicamente no hemos jugado con él aún —dijo Nicky—. Recién
empezó a ejercitar con nosotros el mes pasado. Si es en la cancha como es
como asistente del entrenador, vas a tener el peor año de tu vida. —A pesar
de sus palabras de mal agüero, Nicky sonaba divertido—. Pero vale la pena.
—¿Vale las peleas también? —preguntó Neil—. Como esa que
tuvieron hace dos semanas donde Aaron dijo que se le salió por completo
de las manos. ¿Cuántas personas salieron lastimadas en ella, me repiten?
Hubo una leve pausa mientras Aaron pensaba, y por un momento Neil
decidió que se había imaginado cosas. Luego Aaron respondió.
—Once.
Era la respuesta correcta; Neil había leído sobre el alboroto en un
artículo. Pero él y Aaron no habían tenido esa conversación en el auto y
Aaron debería haberlo sabido.
Demasiado tarde, Neil recordó la acusación exasperada de Nicky en
el salón: “¿Qué mierda le dijiste, Andrew?” Neil había asumido que Nicky
se refería a su primer encuentro en Millport, pero Nicky había estado
hablando sobre el viaje en auto desde el aeropuerto. No fue Aaron el que
recogió a Neil en el aeropuerto después de todo.
Neil estaba molesto por el truco y aliviado de haberse dado cuenta,
pero la precaución anuló los dos sentimientos. Andrew no era energético
naturalmente; su manía era inducida por la droga y regulada por el juzgado.
Hace dos años unos hombres atacaron a Nicky fuera de un club nocturno.
Andrew tenía el derecho de defender a Nicky, pero casi los mata a los
cuatro. La justicia pensó que su violencia fue una desagradable reacción
exagerada e intentaron acusarlo. Sus abogados atacaron con un trato mejor:
Andrew pasaría un tiempo en terapia intensiva, atendería sesiones
semanales, y tomaría medicación.
Después de tres años lo dejarían salirse de su medicación el suficiente
tiempo para evaluar su progreso. La sobriedad en cualquier momento antes
de eso era una violación de su libertad condicional. Si la enfermera del
equipo, la psiquiatra de Andrew, o el psiquiatra del juzgado que manejaba la
libertad condicional de Andrew sospechaban que Andrew no estaba
siguiendo las reglas, podían pedir un análisis de orina. Si Andrew daba
negativo sería acusado.
Andrew solo tenía que aguantar hasta la primavera, pero
aparentemente no podía esperar tanto. Neil no podía creer que Andrew
siquiera se arriesgase a estar sobrio cuando las consecuencias eran tan
graves. Se preguntó si su llegada tenía algo que ver con ello, si Andrew
quería conocer a su nuevo compañero de equipo sin una mente confusa, o si
Andrew simplemente odiaba pasar sus vacaciones de verano drogado hasta
las branquias.
Como si estuviese preparado, Andrew apareció en el umbral de la
puerta con una botella de whiskey en una mano y Kevin a su espalda.
—Éxito.
—¿Listo, Neil? —preguntó Nicky—. Probablemente deberíamos
irnos antes de que el Entrenador aparezca.
—¿Por qué? —Neil apuntó hacia el licor—. ¿Es esto un robo en
proceso?
—Quizá lo es. ¿Le dirás al Entrenador? —preguntó Andrew, sonando
entretenido por la noción—. Tanto para ser un jugador de equipo. Supongo
que realmente eres un Fox.
—No —dijo Neil—, pero le preguntaría por qué no estás medicado.
Hubo un momento de silencio perplejo. El único que no reaccionó fue
Andrew; incluso Kevin parecía sorprendido.
Nicky fue el primero en encontrar su lengua, pero volvió al alemán
para preguntarle a Aaron:
—¿Estoy loco? ¿Acabo de ver eso pasar?
—No me mires a mí —dijo Aaron.
—Preferiría una respuesta en inglés —dijo Neil.
Andrew puso su pulgar en el borde de su boca y lo arrastró a través
de sus labios para eliminar su sonrisa.
—Eso suena como una acusación, pero no te mentí.
—La omisión es la manera más fácil de mentir —dijo Neil—. Pudiste
haberme corregido.
—Pude haberlo hecho, pero no lo hice —dijo Andrew—. Descúbrelo
por ti mismo.
—Lo hice —dijo Neil. Se llevó dos dedos a su frente, imitando el
saludo burlón de Andrew de su primer encuentro—. Mejor suerte para la
próxima.
—Oh —dijo Andrew—. Oh, en realidad podrías resultar algo
interesante. Por un tiempo, al menos. No creo que el entretenimiento dure.
Nunca dura.
—No juegues conmigo.
—¿O qué?
Hubo un repiqueteo mientras alguien giraba el pomo de la puerta
principal. La sonrisa de Andrew estaba de vuelta en un abrir y cerrar de
ojos, brillante y vacía. Se volvió hacia Kevin, y Kevin se movió al mismo
tiempo. El whiskey se desvaneció en algún lugar entre medio de ellos en un
movimiento practicado.
—Hola entrenador —llamó Andrew a través de su hombro.
—¿Tienes alguna idea de lo mucho que odio llegar a mi hogar y
encontrarte en mi departamento? —demandó Wymack fuera de vista.
Andrew levantó sus manos vacías en un gesto inocente que nadie le
creyó y avanzó hacia el pasillo. Aaron y Kevin fueron detrás de él,
probablemente con el alcohol escondido entre sus cuerpos, y dejaron a
Nicky y a Neil en la oficina.
—No rompí nada esta vez —dijo Andrew.
—Creeré eso después de verificar todo lo que poseo —La puerta
resonó a través del pasillo, y no pasó mucho antes de que el Entrenador
pusiese un pie en el umbral de la puerta de su oficina. Vestido en vaqueros
cortos y una camiseta descolorida, Wymack parecía más un rockero de una
banda de garaje que un entrenador universitario. Neil supuso que no tenía
que verse presentable en su hogar, pero aun así era desorientador.
Wymack le dio a Neil un vistazo y asintió.
—Veo que llegaste bien. Estaba bastante seguro que la manera de
manejar de Nicky iba a matarte.
Neil sintió a Nicky mirándolo y dijo:
—He sobrevivido a cosas peores.
—No hay peor supervivencia que un paseo en auto con estos idiotas
—dijo Wymack—. Solo hay un ataúd abierto o cerrado.
—Oye, oye —dijo Nicky—. Eso no es justo.

—La vida no es justa, tweedle-dumb6. Supéralo. ¿Qué están haciendo


aquí todavía?
—Yéndonos —dijo Andrew—. Adiós. ¿Neil viene también?
—¿Ir a dónde? —preguntó Wymack, luciendo desconfiado.
—Dios, entrenador, ¿qué clase de personas cree que somos? —
preguntó Nicky.
—¿De verdad quieres que te responda eso?
—Lo llevaremos a la corte —dijo Aaron—. Podemos llevarlo a donde
Abby después. No lo necesitabas, ¿o sí?
—Solo dale esto —dijo Wymack, y Neil atrapó las llaves que le
lanzó. Había dos anillos entremezclados, dos llaves en uno y tres en el otro.
Neil las miró mientras Wymack las clasificaba con sus dedos—. La llave
larga es para cuando la puerta principal cierra de noche. La pequeña te deja
entrar en el departamento. Las otras son para el estadio: puerta de afuera,
vestuarios, y las puertas de la cancha. Kevin tiene un set igual, así que haz
que te muestre cuál es cuál. Espero que hagas uso de ellas tanto como él lo
hace.
—Gracias —dijo Neil, apretando lo suficientemente fuerte sus dedos
alrededor de ellas como para sentir los dientes incrustándose en su palma.
Se sentía más firme con ellas en su mano. No importaba donde iba a dormir
o qué trucos Andrew tenía. Había una cancha aquí y tenía permiso para
jugar en ella—. Las usaré.
—Favoritismo descarado, Entrenador —dijo Andrew.
—Si alguna vez fueras a la cancha por tu propia voluntad, quizá te
daría un set también —dijo Wymack—. Ya que no veo eso alguna vez
pasando en esta vida o en la siguiente, puedes callarte y compartir con
Kevin.
—Oh, alegría, alegría —dijo Andrew—. Mi cara de emoción
comienza ahora. ¿Podemos irnos?
—Vete —dijo Wymack, y Andrew desapareció. Kevin y Aaron lo
siguieron. Cuando Nicky alcanzó el umbral de la puerta de la oficina,
Wymack puso una mano en su camino para detenerlo—. No se te ocurra
traumatizarlo en su primer día aquí.
Nicky miró desde Wymack hacia Neil.
—Neil no está traumatizado, ¿no?
—Aún no —dijo Neil.
Después de un momento de debate, se descolgó el bolso del hombro.
La idea de dejarlo atrás hizo que su piel se erizase, considerando lo que
estaba escondido dentro de él, pero no confiaba en las intenciones de
Andrew. Neil no sabía por qué Andrew estaba sobrio o por qué fue a
recoger a Neil al aeropuerto cuando ahora sabía que Wymack le había
encargado esa responsabilidad a Nicky, pero no pensaba que Andrew
hubiese terminado de jugar aún. Neil confiaba en Wymack más de lo que
confiaba en Andrew ahora mismo y esperaba que no estuviese cometiendo
un error.
—¿Tienes algún lugar seguro donde pueda esconder esto? —
preguntó.
—Hay espacio en el salón —dijo Wymack.
Neil miró a Nicky, preguntándose cómo podía explicarlo mejor sin
hacer que sientan la suficiente curiosidad como para entrometerse. Nunca
andaba sin su bolso excepto si estaba asegurado en algún lugar con
candado, usualmente en su casillero en el estadio de Millport.
Antes de que pudiese decir nada, Wymack le dio a Nicky una mirada
impaciente.
—¿Por qué aún estás aquí? Vete.
—Grosero —dijo Nicky, pero pasó junto a Wymack y despareció en
el pasillo.
Wymack miró a Neil de nuevo.
—¿Qué tan seguro es seguro?
Neil nunca antes había sido fácil de leer, pero también nunca había
dejado que la situación se saliese tanto de control. Cuando huía, su madre
siempre se había mantenido en control, creando las historias perfectas y
eligiendo marcas ideales para ayudarles. Neil había ido a tientas a través de
su transición de Millport, pero pudo haber cortado y huido en cualquier
momento si no le gustaba la forma en que las cosas estaban saliendo.
Quería desesperadamente que esto funcionase, por el tiempo que sea que
pudiese aferrarse a él.
—Es todo lo que tengo —dijo Neil lentamente.
Wymack le hizo señas a Neil para que se quitase de su camino. Neil
observó mientras desbloqueaba el cajón de más abajo de su escritorio.
Estaba lleno de archivadores, pero Wymack los sacó todos y los apiló cerca
en el piso. La pila se disolvió tan pronto como la soltó, papeles y carpetas
deslizándose hacia todos lados. Wymack ni siquiera pareció notarlo,
demasiado ocupado sacando una pequeña llave del anillo de su llavero.
—Esto es solo una solución temporal —dijo Wymack—. Cuando te
mudes a los dormitorios, vas a tener que encontrar otro lugar.
Le tendió la llave a Neil. Neil miró desde él hasta el escritorio, del
escritorio hasta la pila de papeles y luego de vuelta hacia él. Abrió su boca,
la cerró, y lo intentó de nuevo. Solo había logrado decir "Por qué" antes de
que Wymack se aburriese de esperarlo y empujase la llave hacia su palma.
—Mejor apúrate antes de que Andrew mande a alguien a buscarte —
dijo Wymack.
Neil se tragó el resto de su pregunta en favor de guardar su bolso en el
cajón. Afortunadamente, casi todo lo que estaba en su bolso era ropa, así
que cabía en el espacio estrecho con un par de empujones. Neil empujó el
cajón para cerrarlo y le puso llave. Intentó devolver la llave, pero Wymack
le dio una mirada de lástima.
—¿Para qué diablos querría eso? —dijo Wymack—. Devuélvela
cuando te vayas de acá.
Neil bajó la mirada hacia la llave en su palma, hacia la seguridad que
Wymack le dio tan fácil e incuestionablemente. Quizá Neil no iba a lograr
dormir esta noche, y quizá pasaría las próximas semanas despertando cada
vez que Wymack roncara un poco fuerte, pero quizá por ahora Neil
realmente estaba bien aquí.
—Gracias —dijo.
—Muévete —dijo Wymack.
Neil se fue de la oficina. Los otros habían dejado la puerta abierta y lo
estaban esperando en el pasillo. Neil deslizó la llave en su llavero mientras
caminaba para encontrarse con ellos. Andrew guio a sus primos y a Kevin
hacia el ascensor mientras Neil cerraba la puerta con llave. El ascensor
llegó solo segundos después de que Neil se hubiera reunido a ellos, y se
encaminaron hacia dentro.
El sentimiento de seguridad fugaz de Neil se desvaneció el segundo
en que las puertas se cerraron, porque los otros se las habían arreglado para
formar un anillo alrededor de las paredes del ascensor: Nicky y Aaron a sus
lados y Andrew y Kevin opuestos a él. Todos los ojos estaban sobre Neil.
La sonrisa de Andrew se desvaneció cuando el ascensor empezó a
descender lentamente. Neil le devolvió la mirada, cada músculo tenso en
busca de una pelea. En el quinto piso, Andrew se alejó de la barandilla de
atrás y se acercó a Neil. Estiró la mano para tomar las llaves de Neil, pero
Neil las movió fuera de su alcance. Andrew lo intentó de nuevo, y Neil tuvo
que tomar un paso atrás para esquivar su agarre. Retrocedió de lleno contra
las puertas de metal y se dio cuenta demasiado tarde de que a Andrew no le
importaban sus llaves. Enterró su llavero en su bolsillo, sintiéndose
acorralado. Qué estúpido que alguien tan bajo pudiese tener una presencia
tan intensa.
—Qué bien conocerte, Neil —dijo Andrew, arrastrando las palabras
—. Pasará un tiempo antes de que nos volvamos a ver.
—No pienso que tenga tanta suerte.
—Como esto —aclaró Andrew, señalando sus rostros—. Tendrá que
esperar hasta junio. Abby amenazó con quitarnos nuestros derechos sobre el
estadio este verano si te destrozamos demasiado pronto. No podemos
permitir eso, ¿o sí? Kevin lloraría. No te preocupes. Esperaremos hasta que
todos estén aquí y Abby tenga a demasiados Foxes por los que preocuparse.
Entonces te daremos una fiesta de bienvenida que nunca olvidarás.
—Tienes que re analizar tus técnicas de persuasión. Apestan.
—No necesito ser persuasivo —dijo Andrew, poniendo una mano en
el pecho de Neil mientras el ascensor se detenía—. Simplemente aprenderás
a hacer lo que digo.
Las puertas se abrieron detrás de Neil. Tan pronto se abrieron lo
suficiente, Andrew le dio a Neil un suave empujón. Neil se tambaleó hacia
atrás en el vestíbulo. Andrew lo empujó mientras pasaba por su lado,
golpeándolo desde el hombro hasta la cadera, y se dirigió hacia la puerta.
Kevin iba justo detrás de él, y Aaron ni siquiera miró a Neil mientras
pasaba. Solo Nicky se quedó atrás lo suficiente como para sonreírle a Neil.
—¿Estás listo para esto? —preguntó, y siguió hacia adelante.
Neil se quedó atrás por unos segundos con la mirada fija en ellos.
Estaba empezando a pensar que Kevin no era su único problema en
Palmetto State. Era casi un alivio. Neil no podía anticipar las acciones de
Kevin; no podía preguntar cuánto recordaba Kevin sobre su pasado y no
sabría hasta que fuese muy tarde lo que finalmente haría que Kevin lo
recordase. Pero Andrew era solo un enano psicótico, y Neil había crecido
alrededor de la violencia. Lidiar con él iba a ser fácil. Neil solo tendría que
ser cuidadoso.
—Listo —dijo Neil, y empezó a caminar hacia sus compañeros de
equipo.
3
Neil divisó la Foxhole Court mucho antes de que llegaran al
estacionamiento del estadio. Hecha con la capacidad de sentar sesenta y
cinco mil fans, fue ubicada en las afueras del campus donde pudiese
elevarse por sobre los otros edificios más pequeños ubicados cerca. El color
del que estaba pintada solo la hacía sobresalir aún más: las paredes eran de
un blanco deslumbrante con un odioso naranja brillante para decorar. Una
pata de zorro gigante estaba pintada en cada una de las cuatro paredes que
daban hacia fuera. Neil se preguntaba cuán to le había costado a la
universidad construir eso y cuánto se arrepentían de haber invertido dinero
en ello, considerando las miserables ganancias de los Foxes.
Pasaron por cuatro estacionamientos antes de entrar en un quinto.
Había un par de autos ya estacionados, probablemente de los de
mantenimiento o estudiantes de la escuela de verano, pero ninguno estaba
estacionado en el bordillo que estaba más cerca del estadio. El estadio en sí
estaba rodeado por una cerca de alambre de púas. Las puertas estaban
ubicadas a la misma distancia de la cerca para manejar al público de las
noches de juego, y todas ellas estaban cerradas con candados.
Neil fue hacia la cerca y se quedó mirando a través de ella hacia los
campos exteriores. Estaba vacío ahora, las puestos de recuerdos y los patios
de comida tapados hasta que la temporada empezase de nuevo, pero podía
imaginar cómo se vería en un par de meses. Hacía que cada vello de su
cuerpo erizase, y los latidos de su corazón sonando en sus oídos sonaban
como una pelota de Exy rebotando en una pared de la cancha.
Nicky puso una mano en el hombro de Neil.
—Te encariñarás con el naranjo —le prometió.
Neil retorció sus dedos a través del metal entrelazado y deseó poder
derribar la cerca.
—Déjame entrar.
—Ven —dijo Nicky, y lo guio a través de la cerca.
Alcanzaron el final de las puertas; se habían estacionado por la puerta
24, y la próxima era la 1. Entre las dos puertas había una estrecha puerta
sellada con un teclado electrónico. La puerta daba hacia un pasillo que
cortaba los campos exteriores en dos; quién sea que llegase hasta la puerta
24 tendría que entrar al estadio e pasar por entre las gradas para alcanzar la
puerta 1. Los otros estaban esperando a Nicky y a Neil afuera de la puerta.
Aaron había traído el whiskey consigo.
—Esta es la entrada —dijo Nicky—. El código cambia cada par de
meses, pero el Entrenador siempre nos dice cuando cambia. Ahora mismo
es 0508. Mayo y agosto, ¿lo captas? Los meses de cumpleaños del
Entrenador y de Abby. Te dije que estaban liados. ¿Cuándo es tu
cumpleaños?
—Fue en marzo —mintió Neil.
—Oh, nos lo perdimos. Pero te reclutamos en abril, así que eso
debería contar como el mejor regalo del mundo. ¿Qué te regaló tu novia?
Neil lo miró.
—¿Qué?
—Oh vamos, una cara bonita como la tuya debe tener una novia. A
menos que batees para mi lado7, claro está, y si es el caso por favor dime
ahora y me ahorras la molestia de tener que averiguarlo.
Neil se le quedó mirando, preguntándose cómo Nicky podía
preocuparse por cosas así cuando el estadio estaba ahí mismo. Sabían el
código para entrar, pero estaban parados como si su respuesta fuese la
contraseña secreta. Neil miró desde Nicky hasta el teclado y de vuelta de
nuevo.
—¿Por qué importa? —preguntó.
—Soy curioso —dijo Nicky.
—Quiere decir que es entrometido —dijo Aaron.
—No bateo para ningún lado —dijo Neil—. Entremos.
—Y una mierda —dijo Nicky.
—No lo hago —dijo Neil, y la impaciencia hizo que su voz sonara
borde. No era exactamente la verdad, pero era lo suficientemente cerca—.
¿Vamos a entrar o no?
En respuesta, Kevin tecleó el código y tiró de la puerta para abrirla.
—Ve —dijo.
Neil no necesitó que se lo dijesen dos veces. Caminó por el pasillo,
girando su llavero en sus manos. El pasillo terminaba en otra puerta que
decía FOXES. Le mostró el llavero a Kevin en una pregunta silenciosa.
Kevin le apuntó la llave apropiada.
Era extraño deslizarla en el pomo y escuchar el seguro sonar en señal
de que ya estaba abierto. El Entrenador Hernandez dejaba dormir a Neil
ocasionalmente en los vestidores de la Preparatoria de Millport, pero nunca
se le ocurrió darle una llave a Neil. En vez de eso, se hacía el tonto cada vez
que Neil se quedaba. Las llaves significaban que Neil tenía un permiso
explícito para estar ahí y hacer lo que quisiese. Significaban que pertenecía
a ahí.
La primera habitación era una sala de estar. Tres sillas y dos sofás
ocupaban la mayoría del espacio, formando un semicírculo alrededor de un
mueble con un televisor. La televisión era obscenamente larga, y Neil no
podía esperar a ver un juego en ella. Arriba de la televisión pegada en la
pared había una lista con deportes y canales de noticias.
El resto de las paredes estaban cubiertas con fotografías. Algunas de
ellas eran oficiales: fotos del equipo, de los goles que realizaban, y fotos
obviamente tomadas de los periódicos. La mayoría de las fotos parecían
como si hubiesen sido tomadas por uno de los Foxes. Estas estaban
repartidas por cualquier lado donde cupiesen y sujetadas con cinta.
Tomando una esquina entera había un grupo de fotos en donde salían las
tres chicas pertenecientes a los Foxes.
El Exy era un deporte mixto, pero pocas universidades querían
mujeres en su equipo. Según la historia de los Foxes, Palmetto State se negó
a aprobar a cualquiera de las mujeres que Wymack pidió en su primer año.
Después del desastre de primera temporada que tuvieron, estuvieron más
dispuestos a escuchar, y Wymack reclutó a tres mujeres. Como si eso fuese
poco, hizo que Danielle Wilds fuese la primera mujer capitán en la Clase I
del Exy de la NCAA.
Si los fans del Exy en sí no eran amables con los Foxes, eran
directamente crueles con Danielle. Incluso sus compañeros de equipo
estaban dispuestos a destrozarla en público durante su primer año. Los más
abiertamente misóginos la culpaban por las fallas de los Foxes. A pesar de
la controversia y solo teniendo a Wymack defendiéndola, Danielle se
mantuvo en su posición. Tres años después, era obvio que Wymack tomó la
decisión correcta. Los Foxes aún eran un desastre pero eran respaldados por
Danielle y lentamente empezaron a acumular juegos ganados.
La imagen mental que Neil tenía de Danielle era de una mujer
implacable y agresiva, pero las fotos que estaba mirando quebrantaban esa
impresión. Danielle estaba sonriendo en cada foto, una sonrisa dentuda que
era de igual manera de alegría y amenazadora.
Nicky notó su distracción y tocó las caras de la fotografía más
cercana.
—Dan, Renee y Allison. Dan es buena gente, pero hará que trabajes
hasta el cansancio. Allison es una perra maliciosa que deberías evitar a toda
cosa. Renee es un amor de persona. Sé bueno con ella.
—¿Sino qué? —preguntó Neil, ya que pudo escucharlo en el tono de
Nicky.
Nicky solo sonrió y se encogió de hombros.
—Vamos —dijo Kevin.
Neil lo siguió fuera de la sala de estar. Un pasillo guiaba desde la sala
de estar hacia dos puertas de oficina que decían DAVID WYMACK y
ABIGAIL WINFIELD. Una puerta con una simple cruz roja en ella era la
siguiente. Más abajo dos puertas opuestas la una de la otra decían DAMAS
y CABALLEROS. Kevin empujó un poco la puerta de los CABALLEROS,
mostrándole a Neil un rápido vistazo de casilleros naranjo brillante, bancas,
y suelo de baldosas. Neil quería explorar, pero Kevin no se detenía en su
descenso por el pasillo.
El pasillo terminaba en una habitación grande que Neil recordaba
vagamente de los clips de las noticias. Era la habitación que se abría hacia
el estadio y el único lugar donde la prensa podía encontrarse con los Foxes
después de los juegos para entrevistas y fotografías. Las bancas naranjas
estaban ubicadas aquí y allá, y el piso era de azulejos blancos con huellas de
patas naranjas. Conos naranja estaban apilados en una esquina, tres bajos y
seis altos. Una puerta blanca estaba en la pared a la derecha de Neil, y una
puerta naranja estaba opuesta a él.

—Bienvenido al vestíbulo8 —dijo Nicky—. Así es como lo


llamamos. Con “lo llamamos” me refiero a quien sea que haya sido el
inteligente que nos precedió.
Andrew se sentó a horcajadas en una banca y sacó de su bolsillo un
frasco con pastillas. Aaron le pasó a Kevin el whiskey que se habían
robado. Kevin se lo llevó a Andrew, esperó mientras Andrew lanzaba una
pastilla a la banca en frente de él, y le intercambió el whiskey por la
pastilla. La medicina desapareció en uno de los bolsillos de Kevin, y
Andrew se tragó la pastilla con un impresionante trago de whiskey.
Kevin miró a Neil y apuntó hacia la puerta plana a través de la
habitación.
—Armario del equipo.
—¿Podemos…? —empezó Neil.
Kevin no lo dejó terminar.
—Trae tus llaves.
Neil lo alcanzó en la puerta naranja y dejó a Kevin elegir la llave
correcta. El otro lado de la puerta era oscuridad. No había un techo, pero
Neil podía ver las paredes alzándose por los dos lados. Neil siguió a Kevin
hacia las sombras. Diez pasos más tarde se dio cuenta de que debían de
estar en el estadio en sí.
—Tienes la oportunidad de ver la Foxhole Court en su mejor
momento —dijo Nicky detrás de él—. Conseguimos el suficiente dinero a
causa de la presencia de Kevin para poder renovar los suelos y las paredes.
Es lo más limpio que este lugar ha estado desde el primer año.
La luz que provenía desde los vestuarios se esparcía por el estadio, el
camino hacia la parte interna de la cancha era muy largo como para que eso
sirviese de algo. La parte interna de la cancha era en su mayoría sombras
color tinta con vagos contornos. Neil cerró sus ojos y trató de imaginárselo.
Este espacio estaba reservado para los árbitros, las porristas, y los equipos.
En algún lugar de aquí estaban las bancas locales de los Foxes. Las paredes
de plexiglás que rodeaban la cancha eran invisibles en la oscuridad, como lo
era la cancha en sí, pero sabiendo que la cancha estaba ahí hizo que el
corazón de Neil se acelerara.
—Luces —llamó Aaron desde algún lugar detrás de ellos.
Neil escuchó el murmullo de la electricidad antes de que las luces se
encendieran, empezando con luces de emergencia a sus pies y subiendo en
cascada. El estadio cobró vida delante de sus ojos, fila tras fila de asientos
naranjas y blancos alternándose y desapareciendo en las vigas altas y la
cancha encendiéndose delante de él. Neil se estaba moviendo antes de que
las luces del techo se encendieran, cruzando la cancha interna hacia las
paredes de la cancha. Presionó sus manos en el grueso y frío plástico y miró
hacia arriba, donde el marcador y las televisiones que hacían las
repeticiones colgaban en el techo de la cancha, luego hacia abajo donde
estaba la madera brillante. Líneas naranjas marcaban el principio, la mitad,
y la parte alejada de la cancha. Era perfecto, absolutamente perfecto, y Neil
se sintió de inmediato inspirado y horrorizado por lo que veía. ¿Cómo era
posible que jugase aquí después de haber jugado en la patética imitación de
cancha que tenía Millport?
Cerró sus ojos e inhaló, exhaló, imaginándose la forma en que los
cuerpos sonaban mientras se estrellaban unos contra otros en la cancha, la
forma en que la voz del locutor solo vendría a través de estallidos
ensordecedores y dispersados, el rugido de sesenta y cinco mil personas
reaccionando a un gol. Sabía que no se merecía esto, sabía sin ninguna duda
que no era lo suficientemente bueno para jugar en esta cancha, pero lo
quería y lo necesitaba tanto que le llegaba a doler.
Por tres semanas y media, solo serían ellos cinco, pero en junio los
Foxes se mudarían de vuelta para las prácticas de verano y en agosto la
temporada empezaría. Neil abrió sus ojos de nuevo, mirando hacia la
cancha, y supo que tomó la decisión correcta. Los riesgos no importaban;
las consecuencias iban a valer la pena. Tenía que estar aquí. Tenía que jugar
en esta cancha aunque sea una vez. Tenía que saber si el público gritaba lo
suficientemente fuerte como para volar el techo. Tenía que oler el sudor y la
comida extremadamente cara del estadio. Tenía que escuchar el sonido del
timbre cuando la pelota golpee las líneas blancas del arco e iluminara las
paredes de rojo.
—Oh —dijo Nicky, apoyándose en la pared que estaba un poco más
abajo que Neil—. Con razón te eligió.
Neil lo miró, sin entender realmente las palabras, sin escuchar
realmente cuando su mente aún se estaba acelerando con el tic-tic-toc de un
reloj de juego haciendo la cuenta regresiva. Más adelante de Nicky estaba
Kevin, quien había visto a su padre asesinar a un hombre y había seguido
adelante para firmar con el equipo nacional. Kevin lo estaba observando,
pero en el segundo en el que sus ojos se encontraron apuntó hacia el lugar
por el que vinieron.
—Denle su equipo.
Aaron y Nicky llevaron a Neil de vuelta hacia los vestuarios. Andrew
no los había seguido hacia el estadio, pero tampoco estaba en el vestíbulo.
A Neil no le importaba lo suficiente como para preguntar pero siguió a los
primos hacia los vestuarios. La habitación principal estaba alineada con
casilleros, cada uno marcado con los números de los jugadores y sus
nombres. A través de la puerta de atrás Neil pudo ver lavamanos y asumió
que las duchas estaban doblando la esquina fuera de vista. Estaba más
interesado en el casillero que tenía su nombre.
Los entrenadores Hernandez y Wymack habían pasado las últimas
semanas del último año de Neil discutiendo los detalles sobre qué tipo de
equipo Neil necesitaba. Sabiendo que todo iba a estar aquí para él no era ni
la mitad de bueno que verlo. Había cinco tenidas para rutinas de ejercicios y
un set de uniformes para jugar en casa y lejos. Montículos de relleno y la
armadura ocupaban la mayor parte de su gran casillero, y su casco estaba en
la repisa de arriba. Debajo de su casco había algo naranja neón y envuelto,
y Neil cuidadosamente lo sacó para examinarlo. Se abrió para revelar una
cazadora que era tan brillante como la pintura del estadio. “Foxes” y
“Josten” estaba estampado en la parte trasera en material lustroso.
—Los satélites pueden divisar estas cosas desde el espacio exterior —
dijo.
Nicky se rio del comentario.
—Dan las pidió en su primer año aquí. Dijo que estaba cansada de
que la gente nos ignorara. A las personas les gusta pretender que la gente
como nosotros no existe, ¿sabes? Todos esperan que seamos el problema de
alguien más —Se acercó y pasó sus dedos por el material—. No lo
entienden, así que no saben por dónde empezar. Se sienten abrumados y se
rinden antes de tomar el primer paso.
Nicky se sacudió y sonrió, la melancolía siendo inmediatamente
reemplazada por alegría.
—¿Sabías que donamos una porción de las ganancias de los boletos a
la caridad? Nuestros boletos cuestan un poco más que los de los demás por
eso. Fue idea de Renee. Te dije que ella es oro puro. Ahora ven, hagamos
que te veas como un fox.
Se giró para encontrar su propio equipo, así que Neil sacó lo que
necesitaba y se lo llevó al baño. Cambiarse en un cubículo era difícil e
incómodo, pero lo había hecho tantas veces que ya se había especializado
en ello. Se cambió la camiseta por un acolchonado de hombro y pecho.
Hizo un par de giros para asegurarse de que las correas estuvieran lo
suficientemente ajustadas sin estar tan apretadas, luego tiró de su camiseta
en la parte superior. Podía ponerse shorts alrededor de otras personas, así
que se devolvió a la habitación principal para terminar de vestirse.
Primero se cambió sus vaqueros por los shorts. Luego se sentó en una
de las bancas para enganchar sus rodilleras en su lugar. Las cubrió con
calcetines largos y se puso zapatos libres de rasguños para la cancha. Se
puso unos guantes de algodón delgados, cerrándolos justo arriba de sus
codos, y ató protectores de brazo en sus antebrazos. Dejó sus guantes
exteriores junto a su casco donde pudiera llevarlos hacia la cancha y se
enganchó su cabello hacia atrás con una bandana naranja. Lo último que
debía ponerse era su protector de cuello, una delgada tela con un cierre
complicado. Era un dolor con el que lidiar y ocasionalmente lo hacía sentir
como si se estuviera ahogando, pero valía la pena soportarlo si iba a
proteger su garganta de una pelota perdida.
Volvieron al vestíbulo, y Nicky hizo que Neil abriera la puerta del
equipo que Kevin le había indicado más temprano. Aaron sacó una canasta
con pelotas mientras Nicky desplegó el perchero con palos. Las raquetas
estaban ordenadas por número, un par para cada jugador con la de Neil al
final. Neil desenganchó una y le dio una lenta vuelta, probando el peso y
cómo se sentía en su mano. Era de un naranjo oscuro con una sola línea
blanca en la base de la cabeza y una red de cuerdas blancas. Olía a nuevo y
se sentía como un sueño, y era todo lo que podía hacer para evitar golpearse
en la cara con la red tensa. En Millport había usado una perteneciente a las
raquetas del equipo antiguo. Esta había sido pedida específicamente para él,
y el solo pensamiento era suficiente para hacer que su corazón se acelerase.
Kevin estaba justo donde lo habían dejado, esperándolos en el anillo
interior del estadio. Observó silenciosamente mientras se colocaban sus
cascos y sus guantes, y no dijo nada cuando Aaron guio el camino hacia la
entrada de casa de la cancha. Neil usó su última llave para abrir la puerta y
luego guardó sus llaves en su guante para ponerlas a salvo.
Después de que la puerta se hubiese cerrado detrás de ellos, Neil miró
a Nicky y preguntó:
—¿Kevin no va a jugar hoy?
Nicky se vio sorprendido cuando preguntó.
—Kevin solo tolera nuestra cancha bajo dos condiciones: solo, o con
Andrew en ella. Tendrá que superarlo este otoño cuando Renee esté en la
portería en los juegos, pero por ahora puede salirse con la suya siendo un
engreído.
—¿Dónde está Andrew?
—Se acaba de drogar, así que anda noqueado por ahí. Se va a
bloquear y reiniciar en modo locura.
—¿No crees que ya está loco?
—¿Loco? Nah —dijo Nicky—. Sin alma, quizá.
Neil miró a Aaron, esperando que defendiera a su gemelo, pero Aaron
solo guio el camino hacia la mitad de la cancha. Neil mantuvo su paso junto
a Nicky, metiendo ociosamente sus dedos a través de la red de su raqueta.
Miró a Kevin, quien aún estaba mirándolos a través de la pared de la
cancha, y preguntó:
—Kevin no puede jugar realmente, ¿o sí? Dijeron que sería un
milagro si alguna vez usaba una raqueta de nuevo.
—Su mano izquierda está casi fuera de juego —dijo Nicky—. Está
jugando como diestro desde ahora.
Neil se le quedó mirando.
—¿Qué?
Nicky sonrió, obviamente complacido de haberle tirando esa bomba.
—No lo llaman genio obsesivo por nada, sabes.
—No es ingenioso —dijo Aaron—. Es despecho.
—Eso también —dijo Nicky—. Ojalá pudiera ver la cara de Riko
cuando vea nuestro primer juego. Rata bastarda.
Kevin le golpeó a la pared a modo de demanda para que empezasen a
moverse.
Nicky agitó una mano hacia él en un gesto despectivo.
—¡Estamos haciendo esto en nuestro tiempo libre, sabes! —gritó,
pero Kevin no podía escucharlo a través de las paredes de la cancha.
—Gracias —dijo Neil tardíamente.
—¿Eh? Oh, no. No te preocupes. Me lo compensarás en algún
momento cuando estemos solos.
—¿Puedes intentar conseguir un trasero cuando no esté parado justo
delante de ti? —preguntó Aaron.
—Podrías irte y dejar que Neil y yo nos conozcamos mejor.
—Le diré a Erik de tu parte.
—Mentira descarada. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste una
palabra cortés?
Neil no conocía a ningún Fox del pasado o del presente con ese
nombre.
—¿Quién es Erik?
—Oh, es mi esposo —dijo Nicky alegremente—. O lo será,
eventualmente. Fue mi hermano de casa de acogida por un año en Berlín y
nos fuimos a vivir juntos después de la graduación.
El corazón de Neil se saltó un latido.
—¿Viviste en Alemania?
Intentó hacer las matemáticas en su cabeza, adivinando la edad de
Nicky para saber cuánto tiempo estuvo en el instituto. Las probabilidades
eran que Neil ya se había mudado a Suiza para cuando Nicky pisó suelo
alemán, pero eran tantas las posibilidades que Neil no podía respirar.
—Ja —dijo Nicky—. Nos escuchaste más temprano diciendo mucha
palabrería, ¿no? Eso era alemán. Los mocosos lo estudiaron en el instituto
porque sabían que los podía ayudar a pasar. Si aquí tomas alemán como tu
electivo, solo dime y te haré tutorías. Soy bueno con mi lengua.
—Suficiente. Juguemos —dijo Aaron, bajando la canasta con pelotas.
Nicky suspiró exageradamente.
—En fin, recuérdame mostrarte una foto de él más tarde. Nuestros
bebés van a ser preciosos.
Neil frunció las cejas, confundido.
—¿No vive acá?
—Oh, no. Está en Stuttgart. Consiguió un trabajo que ama con una
carrera de gran potencial, así que no podía irse para seguirme hasta aquí. Se
suponía que solo debía quedarme el tiempo suficiente para que estos niños
terminasen el instituto, pero cuando el Entrenador me ofreció una beca
escolar Erik me dijo que debía tomarla. Apesta estar separados por tanto
tiempo, pero vino acá la última navidad e iré para allá este año. Si las cosas
alguna vez se calman por aquí quizá pueda pasar el siguiente verano en
Alemania —Nicky mandó una mirada intencionada hacia la pared donde
Kevin los estaba mirando.
Pasaron el resto de la siguiente hora y media enseñándole a Neil
ejercicios. Neil ya había hecho muchos de ellos antes, pero había unos
pocos que no reconocía, y le emocionó aprender algo nuevo. Terminaron
con un pequeño juego de práctica, un delantero en contra de dos defensas y
una portería vacía. Aaron y Nicky no eran los mejores jugadores de defensa
de la NCAA hasta ahora, pero eran mucho mejor que cualquiera de los
compañeros de instituto de Neil con los que estaba acostumbrado a jugar.
Aaron finalmente les dijo que pararan y Neil atrapó la pelota en un
rebote. Cuando la botó en la canasta los demás empezaron a desabrocharse
sus cascos. Neil reprimió un destello de decepción por acabar tan pronto,
pero no los presionaría para que jugasen más; Nicky ya había dicho que
habían dejado sus vacaciones de verano de lado para jugar con él.
Nicky pasó su mejilla por su hombro, intentando quitarse el sudor con
su camiseta. Sonrió hacia Neil.
—¿Cómo estuvo?
—Fue divertido —dijo Neil—. Ustedes dos son realmente buenos.
Nicky sonrió de alegría, pero Aaron resopló.
—Kevin se suicidaría si escuchara eso.
—Kevin cree que somos una pérdida de oxígeno —dijo Nicky con un
encogimiento de hombros.
—Al menos no vas a hundirnos por completo —dijo Aaron—. Va a
tomar la mayoría de la temporada tenerte donde te necesitamos, pero puedo
ver por qué Kevin te eligió.
—Hablando de…. —Nicky inclinó su cabeza hacia la pared—.
Alguien está listo para ponerte las manos encima.
Neil siguió el gesto y miró a través de las paredes hacia las bancas de
los Foxes. Andrew había reaparecido y estaba recostado sobre su espalda en
la banca local, jugando a atrapar la pelota. Kevin había conseguido su
raqueta en algún momento y la estaba girando mientras los miraba. Con la
mitad de la cancha y la pared entre ellos, Neil aun así podía sentir el peso
físico de la mirada fija de Kevin.
—Teme por tu vida —dijo Nicky—. No es un tutor compasivo, y no
sabe cómo ser amable. Kevin puede sacar de quicio a quien sea en una
cancha de Exy, incluyendo a Andrew drogado. Bueno, a cualquiera menos a
Renee, pero ella no es humana así que no cuenta.
Neil miró a Andrew de nuevo.
—Creí que su medicina hacia eso imposible.
—La primavera fue una experiencia de aprendizaje —Nicky apoyó su
raqueta en su hombro y empezó a caminar hacia la puerta—. Ojalá lo
hubieras visto. Andrew le hubiese cortado la cabeza a Kevin si Kevin no
hubiese tirado la raqueta de Andrew al otro lado de la cancha. No puedo
esperar a ver cómo manejarás eso.
—Fantástico —dijo Neil, agarrando la canasta con pelotas y
siguiéndolos fuera de la cancha.
Andrew se sentó mientras la puerta de la cancha se cerraba detrás de
ellos y le lanzó su pelota a Nicky. Había traído el whiskey consigo y lo dejó
en el suelo junto a sus pies. Ahora lo levantó y lo abrió.
—Ya era hora —dijo—. Nicky, es tan aburrido esperarte.
—Hemos terminado por ahora —dijo Nicky, colgando su casco sobre
el extremo de su raqueta para poder alcanzar el whiskey—. Ya es hora de
que dejes de hacer eso, ¿no crees? Abby me va a pegar sin piedad si se da
cuenta de que has estado bebiendo.
—No suena como mi problema —dijo Andrew con una sonrisa
brillante.
Nicky miró a Aaron en busca de ayuda, pero Aaron pasó por delante
de ellos hacia los vestuarios. Nicky imitó que se tiraba un balazo y fue con
él. Neil intentó seguirlos, pero cometió el error de mirar a Kevin. Una vez
que miró los ojos de Kevin, fue difícil mirar hacia otro lado de nuevo.
La expresión de Kevin era indescifrable. Fuera lo que fuese, no se
veía particularmente feliz.
—Esta va a ser una temporada muy larga.
—Te dije que no estaba preparado.
—También dijiste que no ibas a jugar conmigo, pero aquí estás.
Neil no respondió a esa acusación. Kevin se paró justo delante de su
rostro y envolvió sus dedos en la red de la raqueta de Neil. Cuando empezó
a quitársela, Neil la agarró con más fuerza, negándose a dejarla ir. Kevin
probablemente pudo haberla arrancado si lo hubiese intentado un poco más,
pero parecía conforme con solo agarrarla.
—Si no vas a jugar conmigo, jugarás para mí —dijo Kevin—. Nunca
vas a llegar allí por ti solo, así que dame tu juego a mí.
—¿Dónde es “allí”? —preguntó Neil.
—Si no puedes darte cuenta tú solo no hay forma de ayudarte —dijo
Kevin.
Neil lo miró de vuelta en silencio, bastante seguro de que “allí” no
aplicaba para alguien como él. Kevin debe haberlo visto en la expresión no
impresionada de su rostro porque se acercó y cubrió los ojos de Neil con su
mano libre.
—Olvida el estadio —dijo Kevin—. Olvida a los Foxes y a tu inútil
equipo del instituto y a tu familia. Velo de la única forma que realmente
importa, donde el Exy es el único camino para tomar. ¿Qué ves?
Imaginar su vida de una manera tan simple era tan ridículo que Neil
casi se echa a reír. Mantuvo el giro vicioso de su boca fuera de su rostro con
pura fuerza de voluntad. Aun así debió verse algo, porque Kevin le dio a su
raqueta un fuerte tirón.
—Concéntrate.
Neil intentó ver el mundo como si Neil Josten fuese realmente lo que
siempre ha sido y lo que siempre sería. Era casi suficiente para hacerlo
odiar a esa persona cuando podía verlo en términos tan simples, pero se
tragó el disgusto y cambió su imagen mental al Exy.
¿El juego siempre había sido suyo, o lo había estado tirando hasta este
punto? El Exy era el único punto brillante de su destrozada infancia.
Recordaba a su madre llevándolo a juegos de Exy de la pequeña liga,
viajando una hora fuera de Baltimore a donde nadie sabía que su padre y los
entrenadores lo dejarían jugar. La recordaba gritando emocionada por él
como si cada movimiento y palabra no hubiesen estado escudriñados por
guardaespaldas con armas de fuego. Los recuerdos eran fragmentados y
parecían sueños, distorsionados por la cruda realidad del trabajo de su
padre, pero se aferraba a ellos. Eran los únicos tiempos en los que había
visto sonreír a su madre.
Neil no sabía cuánto tiempo había jugado con su equipo de la pequeña
liga, pero sus manos recordaban el peso de una raqueta así como recordaba
el peso de una pistola.
Ese pensamiento era desalentador, mientras lo dejaba de vuelta en el
punto de partida y en el hecho de que Neil Josten era una existencia fugaz.
Era cruel incluso soñar que podía quedarse así, pero Kevin había escapado,
¿no? De alguna manera había dejado esa maldita habitación detrás en Edgar
Allan y se había transformado en esto, y Neil quería tanto lo mismo que
podía llegar a saborearlo.
—Tú —dijo Neil al final. Kevin tiró de su raqueta de nuevo, y esta
vez Neil la dejó ir.
—Dime que puedo tener tu juego.
No les haría ningún bien, pero Neil no se iba a poner a pensar en eso.
—Tómalo.
—Neil entiende —dijo Kevin, bajando su mano y lanzándole a
Andrew una mirada puntiaguda.
—¡Las felicitaciones están en camino, supongo! Ya que no tengo
ninguna que dar, les diré a los otros que respondan apropiadamente —
Andrew se puso de pie y tragó más whiskey mientras se levantaba—. ¡Neil!
Hola. Nos encontramos de nuevo.
—Nos vimos más temprano —dijo Neil—. Si este es otro truco,
déjalo ir.
Andrew sonrió hacia él alrededor de la boca de su botella.
—No seas tan desconfiado. Me viste tomar mi medicina. Si no lo
hubiese hecho, ahora estaría botado en algún lugar vomitando en el
aparcamiento. Como están las cosas, quizá vomite por todo el fanatismo
que hay en el aire.
—Está drogado —Kevin le dijo a Neil—. Me dice cuando está sobrio,
así que siempre lo sé. ¿Cómo te diste cuenta?
—Son gemelos, pero no son iguales —Neil levantó un hombro en un
encogimiento—. Uno de ellos odia tu obsesión con el Exy mientras que al
otro no le podría importar menos.
Kevin miró a Andrew, pero Andrew solo tenía ojos para Neil. A
Andrew le tomó un segundo procesar esas palabras antes de que comenzase
a reír.
—¿También es un comediante? Un atleta y un comediante y un
estudiante. Tiene un montón de talentos. Qué gran adición para la línea de
los Foxes. No puedo esperar a descubrir qué más puede hacer. ¿Quizá
deberíamos hacer un show de talento y averiguarlo? Pero después. Kevin,
nos vamos. Necesito comida.
Kevin le dio a Neil su raqueta de vuelta y los tres fueron a los
vestuarios. Aaron y Nicky ya estaban en las duchas cuando llegaron. Neil
escuchó el agua corriendo y se sentó en una banca del vestuario a esperar.
—No te vamos a llevar donde Abby así —dijo Kevin—. Lávate.
—No me voy a bañar con el equipo —dijo Neil—. Esperaré, y si no
quieren esperarme, simplemente váyanse. Encontraré la casa.
—¿Nicky va a ser un problema para ti? —preguntó Andrew.
A Neil no le gustó la forma de su sonrisa maniaca, pero le gustaba
aún menos la advertencia escondida de Andrew.
—No se trata de Nicky. Se trata de mi privacidad.
Kevin chasqueó los dedos hacia él.
—Supéralo. No puedes ser tímido si vas a ser una estrella.
Andrew se inclinó hacia Kevin y puso una mano en su boca, pero no
se molestó en bajar su voz.
—Tiene que esconder sus dolores, Kevin. Me colé en el gabinete del
Entrenador y leí su expediente. ¿Moretones, quizá? ¿Tú que crees? ¿O
cicatrices? Yo pienso que cicatrices. No pueden ser moretones si sus padres
no están para pegarle, ¿o no?
Neil se sintió frío por todos lados.
—¿Qué acabas de decir?
—No me interesa —le dijo Kevin a Andrew, ignorando a Neil.
Andrew, en respuesta, ignoró a Kevin y señaló a Neil.
—Las duchas aquí no son comunitarias. El Entrenador puso paredes
de ducha cuando construyó el estadio. El comité directivo no iba a pagar
por eso, no veían el punto en hacerlo, así que vino desde el bolsillo del
Entrenador. Ve a ver por ti mismo si no me crees. No me crees, ¿o sí? Sé
que no lo haces. Así es mejor, probablemente.
Neil casi ni lo escuchó.
—¡No tenías ningún derecho de leer mi expediente!
Se arrepentía de no haber abierto la carpeta cuando Wymack la dejó a
su lado en el estadio. No podía creer que Hernandez haya dicho esas cosas
en sus cartas para Wymack. Sabía que Hernandez tenía que explicar su
situación, o al menos todo lo que Hernandez entendía de ella, para probar
que Neil encajaba con la especie de reformatorio que tenían los Foxes como
equipo. Aun así Neil se sentía traicionado, y más encima estaba enojado
porque Andrew había leído esos papeles sobre él.
Andrew se rio, sonando deleitado por haber cruzado una línea tan
personal
—Relájate, relájate, relájate. Lo inventé. Estábamos encerrados en la
oficina del Entrenador Arizona para ver tu juego en la televisión local, y él
dijo que nuestro encuentro secreto sería fácil ya que siempre te bañas solo
al último. Le dijo al Entrenador que aún no podía encontrar a tus padres. El
Entrenador le preguntó si serían un problema, y Arizona le dijo que no
sabía porque no los había conocido nunca. Dijo que pasan mucho tiempo
viajando a sus trabajos en Phoenix y que no tenían tiempo alguno para
comprobar cómo estás. Pero estoy en lo correcto, ¿no?
Neil abrió su boca, luego la cerró antes de que le diera a Andrew una
parte de su mente. Andrew quería que reaccionase, así que Neil tenía que
contenerse. Respiró lentamente a través de sus dientes apretados y contó
hasta diez. Solo llegó hasta cinco antes de que la sonrisa de Andrew fuese
mucho.
Neil no le creía a Andrew sobre las duchas, pero era mejor investigar
antes que quedarse aquí y pegarle a Andrew. Se bajó de la banca y fue hacia
el baño. Los lavamanos con sus altos espejos eran la parte que conectaba
los baños con las duchas, y las duchas estaban doblando la esquina fuera de
vista. Las rodeó para echar un rápido vistazo. Andrew estaba diciendo la
verdad por primera vez. Las paredes estaban alineadas con paredes de
ducha, lo suficientemente altas para proporcionar completa privacidad y
equipadas con puertas que se pueden cerrar con seguro.
—Raro, ¿no crees? —Andrew dijo en el oído de Neil. Neil no lo
había escuchado acercarse por sobre el ruido de las duchas de los primos.
Arremeter con un golpe era instintivo, pero Andrew atrapó el codo que Neil
le habría enterrado en su estómago. Andrew se rio y se alejó un par de
pasos—. El Entrenador nunca lo explicó. Quizá pensó que tendríamos que
llorar nuestras desastrosas pérdidas en privado. Solo lo mejor para sus
estrellas ascendentes, ¿no?
—No pensé que Wymack reclutase estrellas ascendentes —dijo Neil,
empujando a Andrew en su camino hacia su casillero.
—No —convino Andrew—. Los Foxes nunca llegarán a nada. Pero
intenta decírselo a Dan, y te golpeará en los oídos. —Levantó su whiskey y
se dirigió a la puerta—. Kevin, auto.
Neil vio cómo la puerta se cerraba detrás de ellos antes de juntar su
ropa y dirigirse a las duchas. Se lavó lo más rápido posible e hizo una
mueca mientras se vestía de nuevo. Las ventilaciones mantenían el aire
corriendo, sacando la humedad para reducir el moho, pero aun así la
habitación se sentía pesada y húmeda. Neil se sentía pegajoso mientras se
ponía su ropa. Se pasó los dedos por el cabello mientras se reunía con los
primos en la habitación principal. Le mostraron dónde poner su armadura
para que pudiese secarse y su uniforme para poder lavarlo. Aaron apagó las
luces en su camino, Neil cerró las puertas, y encontraron a los otros dos
esperando junto al auto.
Nicky le quitó las llaves a Andrew y se las lanzó a Neil.
—Es tu primer día, así que te quedas con el asiento del copiloto.
Disfrútalo mientras puedas. Kevin odia sentarse atrás.
—No tengo que sentarme adelante —dijo Neil, pero Kevin y los
gemelos ya se estaban subiendo al asiento trasero con Kevin en el medio.
La manera en que se sentaron dejó a Andrew detrás del asiento de Neil, así
que Neil esperó que el viaje fuese corto.
Abigail Winfield vivía en una casa de un piso a cinco minutos del
campus. Nicky se estacionó en la esquina ya que ya había dos autos
estacionados en la entrada cuando llegaron. La puerta de entrada estaba sin
seguro, así que entraron sin golpear, y fueron recibidos por un olor fuerte a
ajo y salsa de tomate caliente.
El Entrenador Wymack y Abigail ya estaban en la cocina. Wymack
estaba quejándose mientras metía las manos en el cajón de los cubiertos y
Abigail lo ignoraba por estar revolviendo algo en la cocina. El Entrenador
vio a los Foxes primero y le enterró un dedo a Nicky.
—Hemmick, ven aquí y se útil por una vez en tu sarnosa vida. Pone la
mesa.
—Pero Entrenador —se quejó Nicky mientras Abigail se giraba—.
¿Por qué siempre tienes que elegirme a mí? Ya lo empezaste a hacer tú. ¿No
puedes terminarlo?
—Cierra la boca y ponte a trabajar.
—¿Pueden ustedes dos comportarse cuando tenemos a un invitado?
—preguntó Abigail, dejando su cuchara de lado y acercándose a saludarlos.
Wymack barrió al grupo con una mirada.
—No veo a ningún invitado. Neil es un Fox. No va a obtener ningún
trato especial solo porque es su primer día. No quiero que piense que su
equipo no es disfuncional o junio será una dura sorpresa para él.
—¿David? Cállate y asegúrate de que las verduras no se están
sobrecalentando. Kevin, anda a ver el pan. Está en el horno. Nicky, la mesa.
Aaron, ayúdalo. Andrew Joseph Minyard, espero que eso no sea lo que
pienso que es —hizo un gesto para agarrar el whiskey, pero Andrew se rio y
se escabulló por la puerta. Abigail se veía como si quisiese perseguirlo por
el pasillo, pero Neil estaba entre su camino. Se hizo a un lado para dejarla
pasar, pero ella se conformó con lanzarle a Nicky una mirada asesina.
—¿Qué se supone que iba a hacer? —preguntó Nicky, evitando sus
ojos mientras los tres se dividían para hacer sus múltiples quehaceres—.
¿Quitárselo? De ninguna manera.
Abigail lo ignoró para dirigirse a Neil.
—Eres Neil, entonces. Yo soy Abby. Soy la enfermera del equipo y
anfitriona temporal de estos. No te están acosando mucho, ¿cierto?
—No te preocupes —llamo Andrew fuera de vista—. Creo que de
hecho tomará tiempo romperlo. Dame hasta agosto, quizá.
—Si te atreves a darnos una repetición de lo que pasó el año pasado…
—Entonces Bee estará aquí para recoger las piezas —la interrumpió
Andrew, reapareciendo en la puerta al lado de Neil. Ya no traía el whiskey
consigo y esparció sus manos delante de ella con un gesto apaciguador—.
Lo hizo muy bien con Matt, ¿no crees? Neil ni siquiera será un parpadeo en
su radar. La invitaste para acá, ¿no?
—La invité, pero lo rechazó. Pensó que iba a incomodar con su
presencia.
—Las cosas siempre son incómodas en presencia de Andrew y Nicky
—dijo el Entrenador.
Andrew ni siquiera intentó defender su honor, y en vez de eso miró a
Neil.
—Bee es una psiquiatra. Solía trabajar en el correccional juvenil, pero
ahora está aquí. Lidia con casos bastante serios del campus: observación
por suicidios, psicópatas en ciernes, ese tipo de cosas. Eso la hace nuestra
terapeuta designada. La conocerás en agosto.
—¿Tengo que hacerlo? —preguntó Neil.
—Es obligatorio ir una vez al semestre para los atletas —confirmó
Abby—. La primera vez es una cita casual para que la conozcas y sepas
dónde está su oficina. La segunda sesión es en primavera. Por supuesto eres
libre de visitarla cuando quieras, y ella te hablará más sobre planificar
sesiones mientras estás ahí. Servicios de asesoramiento están incluidos en tu
matricula, así que deberías hacer uso de ello.
—Betsy es genial —dijo Nicky—. La amarás.
Neil lo dudaba, pero lo dejó pasar por ahora.
—¿Comamos mejor? —preguntó Abby, señalándole a Andrew y Neil
que entrasen en la habitación.
Neil acababa de perder el apetito, pero se sentó en la mesa tan lejos
como pudo de los asientos de Kevin y Andrew.
La conversación murió mientras todos se acomodaban y se servían lo
que querían, pero empezó de nuevo mientras comían trozos de lasaña
caliente. Neil intentó lo mejor que pudo quedarse fuera de la conversación,
más interesado en ver la manera en que interactuaban.
De vez en cuando la mesa se dividía mientras Kevin y Wymack se
quedaban atrapados conversando sobre el entrenamiento de primavera y
reclutas de otras escuelas y Nicky los divertía en la otra mitad de la mesa
con chismes sobre películas y celebridades que Neil no conocía. Andrew
observaba a Kevin y a Wymack, pero no tenía nada que contribuir a la
conversación. En vez de eso, murmuraba para sí y empujaba la comida a
través de su plato.
Fue después de las diez cuando Wymack decidió que era hora de irse,
y Neil se fue con él. Subirse al auto solo con él fue la cosa más difícil que
Neil había hecho en todo el día. Andrew estaba loco, pero Neil tenía una
arraigada desconfianza en hombres que eran lo suficientemente mayor
como para ser su padre. Pasó el viaje entero congelado y en silencio en el
asiento del copiloto. Quizá Wymack notó la rigidez en sus hombros, porque
no le dijo nada a Neil hasta que estuvieron de vuelta en su departamento.
Cuando Wymack cerró con llave la puerta principal detrás de ellos,
preguntó:
—¿Ellos serán un problema?
Neil negó con la cabeza y discretamente dejó más espacio entre ellos.
—Lo averiguaré.
—No entienden los límites —dijo Wymack—. Si cruzan una línea y
no puedes hacer que se salgan de encima, ven hacia mí. ¿Lo entiendes? No
tengo el control perfecto sobre Andrew, pero Kevin nos debe su vida y
puedo llegar a Andrew a través de él.
Neil asintió y fue a través del pasillo a buscar su bolso en el escritorio
de Wymack. Había estado bajo llave todo el día, pero de todas maneras la
volteó en el sofá para comprobar que estuviesen todas sus cosas. Su corazón
se aceleró al segundo en el que sus manos se cerraron alrededor de la
carpeta en el fondo de su bolso. Quería revisarla y asegurarse de que todo
estuviese ahí, pero Wymack lo estaba observando desde el umbral de la
puerta.
—¿Planeas usar las mismas seis tenidas una y otra vez en todo el año?
—preguntó Wymack.
—Ocho —dijo Neil—, y sí.
Wymack levantó una ceja hacia él pero no le insistió.
—La lavandería está en el sótano. Hay detergente en el baño, en el
gabinete que está debajo del lavamanos. Usa lo que necesites, y toma lo que
quieras de la cocina. Me va a enojar aún más si actúas como un gato
callejero asustadizo que si te comes el último cereal que queda.
—Sí, Entrenador.
—Tengo papeleos que tengo que revisar. ¿Estás bien?
—Quizá salga a correr.
Wymack asintió y se fue. Neil puso sus pantalones para correr a un
lado y guardó sus pantalones para dormir y su playera debajo del sofá para
más tarde. Se cambió en el baño y fue hacia donde Wymack para guardar su
bolso de nuevo. Wymack ni siquiera dejó de mirar los papeles que estaba
examinando, aunque gruñó lo que probablemente fue un adiós mientras
Neil se iba de nuevo. Neil cerró la puerta con llave detrás de él, guardó las
llaves en el fondo de su bolsillo, y tomó las escaleras para bajar al primer
piso.
No sabía dónde estaba o a dónde iba, pero eso estaba bien. Si le daba
a sus pies una dirección, lo llevarían pasando por encima de todos sus
pensamientos, y estaría feliz de dejarlos.

4
Neil pasó la mañana siguiente explorando el campus y memorizando
su diseño. Cuando estuvo seguro de que conocía bien el camino, dejó el
terreno escolar para ir por un largo trote. De a poco se dirigió de vuelta.
Tenía una hora para estirar y almorzar antes de que se encontrara con los
otros en el estadio, y se aseguró de llegar lo suficientemente temprano como
para cambiarse en privado.
Cuando los otros llegaron, Neil los estaba esperando en la cancha.
Miró cómo Kevin propulsaba a Andrew hacia el arco local. Andrew se
estaba riendo de algo, pero Neil no podía escuchar lo que Kevin estaba
diciéndole. Aaron y Nicky repartieron pelotas en la primera-cuarta línea, y
Nicky tiró un par en dirección a Neil. Neil las esparció alrededor de él en la
mitad de la cancha.
Empezaron con ejercicios, algunos de los cuales Neil había practicado
ayer y unos pocos más que no conocía. Los ejercicios gradualmente
comenzaron a incrementar su dificultad y Neil hizo una mueca mientras
Andrew desviaba cada tiro que Neil le daba. Era solo un poco reconfortante
que Aaron y Nicky tampoco estaban anotando, pero Kevin acertó casi un
tercio de sus tiros. Era un show pobre para un excampeón nacional, pero era
también intensamente humilde ya que Kevin había crecido jugando con su
mano izquierda. Verlo enfrentarse a Andrew con su mano derecha era
suficientemente valiente; verlo realmente anotar era surreal.
Kevin los sacó de la cancha para tomar agua luego de una hora y
media de ejercicios, pero en vez de seguir a los defensores y a Neil a los
vestuarios, se quedó detrás con Andrew para seguir practicando. Neil los
miró por sobre su hombro.
—Yo lo vi primero —dijo Nicky.
—Pensé que tú tenías a Erik —dijo Neil.
—Lo tengo, pero Kevin está en la lista —dijo Nicky. Cuando Neil
frunció el ceño, Nicky explicó—: Es una lista de celebridades con las que
tenemos permiso para tener una aventura. Kevin es mi número tres.
Neil pretendió entender y cambió el tema.
—¿Cómo alguien puede perder contra los Foxes con Andrew en su
portería?
—Es bueno, ¿no? Pero Andrew estuvo en la banca la mayor parte del
año —Nicky se encogió de hombros—. El entrenador no necesitaba un
tercer portero cuando nos reclutó, así que Andrew fue un calentador de
bancas hasta noviembre. Entonces la ERC amenazó con revocar nuestro
estatus de Clase I y despedir al entrenador si no empezábamos a ganar más
seguido. El entrenador sobornó a Andrew para que salvara nuestros traseros
con una buena borrachera.
—¿Sobornó? —repitió Neil.
—Andrew es bueno —Nicky dijo otra vez—, pero realmente no le
importa si ganamos o perdemos. Si quieres hacer que le importe, tienes que
darle un incentivo.
—No puede jugar así y que no le importe.
—Ahora suenas como Kevin. Te darás cuenta de la manera difícil,
igual que Kevin lo hizo. Kevin le dio a Andrew un montón de lata esta
primavera —dijo Nicky mientras hacían su camino hacia los vestidores.
Aaron fue delante de ellos hacia la fuente de agua y Nicky se apoyó contra
la pared para mirar a Neil.
—Andrew salió de la cancha por un mes entero. Dijo que quebraría
sus propios dedos si el Entrenador lo hacía jugar con Kevin otra vez.
El pensamiento de Andrew destruyendo su talento a propósito hizo
que el corazón de Neil se apretara.
—Pero está jugando ahora.
Nicky tomó un par de sorbos rápidos de la fuente en cuanto Aaron se
quitó del camino y pasó una mano a través de su boca.
—Solo porque Kevin está jugando también. Kevin volvió a la cancha
con una raqueta en la mano derecha, y Andrew lo siguió de cerca. Hasta
entonces estuvieron peleando como gatos y perros. Ahora míralos. Están
prácticamente intercambiando brazaletes de la amistad y yo no podría
separarlos ni aunque fuera para salvar mi vida.
—Pero, ¿por qué? —preguntó Neil—. Andrew odia la obsesión de
Kevin con el Exy.
—El día en el que empiecen a tener sentido para ti, házmelo saber —
dijo Nicky, apartándose para que Neil pudiera tomar agua—. Ya dejé de
intentar resolverlo hace semanas. Podrías preguntar, pero ninguna de ellos
responderá. Aprovechando que estoy soltando consejos… para de mirar
tanto a Kevin. Me estás haciendo temer por tu vida aquí.
—¿A qué te refieres?
—Andrew es aterradoramente territorial con él. Me golpeó la primera
vez que dije que me gustaría embriagar tanto a Kevin como para que se
olvide de que es heterosexual —Nicky apuntó a su rostro, probablemente
donde Andrew lo había golpeado—. Así que sí, voy a fijarme en objetivos
más seguros hasta que Andrew se aburra de él. Eso significa: tú, ya que
Matt está en una relación y no me odio lo suficiente como para intentarlo
con Seth. Felicitaciones.
—¿Puedes bajar tu nivel de escalofriante un poco? —preguntó Aaron.
—¿Qué? —preguntó Nicky—. Él dice que no batea para ese lado, así
que obviamente necesita un empujón.
—No necesito un empujón —dijo Neil—. Estoy bien yo solo.
—En serio, ¿cómo no estás aburrido de tu mano ya?
—He terminado con esta conversación —dijo Neil—. Esta y
cualquier futura variación. Mira, Nicky, no tengo problemas con tu
sexualidad, pero estoy aquí para jugar. Todo lo que quiero de cualquiera de
ustedes es lo mejor que puedan darme en la cancha.
La puerta del estadio se abrió con Andrew apareciendo al final. Los
recorrió con los ojos bien abiertos, como si estuviera sorprendido de verlos
a todos ahí.
—Kevin quiere saber por qué se demoran tanto. ¿Se perdieron?
—Nicky está planeando violar a Neil —dijo Aaron—. Hay un par de
fallas en su plan en las que necesita trabajar primero, pero llegará ahí tarde
o temprano.
—Imbécil —dijo Nicky mientras empezaba a dirigirse a la puerta.
—Vaya, Nicky —dijo Andrew—, empiezas temprano.
—¿Puedes culparme, realmente?
Nicky se volvió a mirar a Neil mientras lo decía. Él solo despegó sus
ojos de Andrew por un segundo, pero eso fue suficiente para que Andrew
arremetiera contra él. Andrew atrapó la camiseta de Nicky en una mano y lo
tiró con fuerza contra la pared. Nicky gruñó ante el impacto pero no hizo
movimiento alguno para quitarse a Andrew cuando Andrew se inclinó
contra él. Neil miró a Nicky y luego a Aaron, pero Aaron se veía poco
sorprendido por la violencia repentina. Neil volvió a mirar a Andrew y
esperó a ver qué sucedía.
—Oye, Nicky —dijo Andrew en un susurro teatral en alemán—, no te
atrevas a tocarlo, ¿entiendes?
—Sabes que nunca lo lastimaría. Si él dijera que sí…
—Dije que no.
—Dios, eres codicioso —dijo Nicky—. Ya tienes a Kevin, ¿por
qué…?
Se cayó, pero le tomó a Neil un momento darse cuenta por qué.
Andrew tenía un cuchillo corto presionado en la camiseta de Nicky. ¿De
dónde lo había sacado? Neil no lo sabía, pero se negaba a pensar que
Andrew usaba uno en la cancha debajo de su uniforme. Tenía que haber
reglas y regulaciones en contra de eso. La última cosa que Neil quería era
que Andrew apuñalara a alguien en el medio de un juego. Los Foxes serían
suspendidos de la liga en un instante.
—Shh, Nicky, shh —dijo Andrew, como si estuviera calmando a un
niño problemático—. ¿Por qué la cara larga? Todo estará bien.
La violencia no era extraña para Neil. Había escuchado cada amenaza
en el libro, pero nunca desde un hombre que sonreía tan brillante como
Andrew lo hacía. Apatía, enojo, locura, aburrimiento; estas motivaciones
entendía Neil. Pero Andrew estaba sonriendo como si no tuviera un cuchillo
apuntando donde se deslizaría perfectamente entre las costillas de Nicky, y
no era porque estuviera bromeando. Neil sabía que Andrew iba en serio. Si
Nicky solo hacía algo como respirar mal ahora, Andrew cortaría sus
pulmones en cintas, y que cualquiera de las consecuencias se jodieran.
Neil se preguntó si la medicina de Andrew lo dejaría sufrir por su
muerte, o si se reiría en el funeral de Nicky también. Entonces se preguntó
si un Andrew sobrio actuaría distinto. ¿Era esta la psicosis de Andrew o su
medicina? ¿Estaba volando muy alto como para entender lo que estaba
haciendo, o su medicina solo agregaba una sonrisa a la violencia innata de
Andrew?
Neil miró a Aaron, esperando a que interfiriera. Aaron estaba tenso
pero callado mientras miraba al cuchillo de Andrew. Neil le dio otro
segundo, pero no podía esperar por siempre. No sabía qué podría finalmente
gatillar a Andrew y no quería saberlo.
—Oye —dijo Neil, volviendo a mirar a Andrew—. Es suficiente.
—Silencio —dijo Nicky en inglés, difícilmente más fuerte que un
suspiro—. Silencio. Está bien.
—Oye —dijo otra vez Neil, ignorándolo, pero no estaba seguro de
qué decir. Cuestionarse la cordura de Andrew o decirle que solo estaba
fanfarroneando podría terminar con Nicky en el hospital. Él no iba a
pretender aceptar los avances de Nicky solo para calmar a Andrew. Lo que
Neil necesitaba era una distracción, algo más importante que Andrew y
Nicky. Eso dejó solo una cosa de la que Neil sabía. Una persona, en
realidad.
—¿Vamos a jugar o qué? —dijo—. Kevin está esperando.
Andrew miró a Neil como si no se le hubiera ocurrido.
—Oh, tienes razón. Vamos, o el sermón será eterno.
Andrew dejó ir a Nicky y se giró para alejarse. Su cuchillo
desapareció debajo de su armadura antes de que alcanzara la puerta. Aaron
apretó el hombro de Nicky mientras salía. Nicky parecía conmocionado
mientras miraba a los gemelos, pero cuando se dio cuenta de que Neil
estaba mirándolo, se recobró con una sonrisa que Neil no creyó en absoluto.
—Pensándolo bien, no eres mi tipo después de todo —dijo Nicky
cuando la puerta se cerró detrás de sus primos—. ¿Necesitas un poco de
agua antes de que entremos a la cancha para la segunda ronda?
—Eso no está bien —dijo Neil, apuntando a la puerta.
—Eso no es nada —dijo Nicky.
Neil atrapó su brazo mientras Nicky pasaba y lo obligó a detenerse.
—No dejes que se salga con la suya con cosas como esa.
Nicky consideró lo que dijo por un momento, su sonrisa
desvaneciéndose en algo pequeño y cansado.
—Oh, Neil. Vas a hacer esto muy difícil para ti. Mira —dijo,
librándose y volteando a Neil hacia la puerta—, Andrew está un poco loco.
Tus líneas no son sus líneas. Te puedes poner todo humeante y enojado
cuando te pase por encima pero nunca lo harás entender qué hizo mal. Peor
aún, nunca harás que le importe. Así que solo quítate de su camino.
—Él es así porque lo dejan salirse con la suya —dijo Neil—. Nos
están poniendo a todos en riesgo.
—Eso fue mi culpa —Nicky abrió la puerta y esperó a que Neil lo
siguiera fuera—. Dije algo que no debí haber dicho, y recibí mi merecido.
Neil no estaba convencido, pero no podía demandar mejores
explicaciones de una pelea que había sucedido en alemán, así que guio el
camino hacia el centro de la cancha. Neil primero miró a Andrew, quien
estaba trotando hacia la línea de mitad de cancha, y luego hacia Kevin,
quien estaba parado sobre el logo de la pata de zorro en el centro de la
cancha. Aaron estaba en la puerta esperando por Nicky y Neil, y los tres
entraron juntos a la cancha.
Kevin apenas esperó a que se pusieran a su lado antes de dividirlos
con un chasquido de sus dedos.
—Aaron está conmigo. Nicky y Andrew tienen al niño. Equipos de
dos hombres para hacer un juego de práctica con la portería de los invitados
vacía.
—No soy un niño —dijo Neil—, apenas eres un año mayor que yo.
—dos, en realidad, pero no iba a decirles que había mentido sobre su edad y
sobre su cumpleaños.
Kevin lo ignoró, pero Nicky habló
—¿No debería Andrew estar contigo y con Aaron? Entonces Neil
puede practicar lazándole a él.
Kevin pareció aburrido con la sugerencia.
—Si pensara qué él podría llegar a la portería, lo habría arreglado de
esa manera.
—Las palabras de combate —dijo Nicky, sonriéndole a Neil—.
Muéstrame lo que tienes, niño.
Solo había cinco de ellos, pero se posicionaron como si tuvieran dos
equipos completos: Neil y Kevin se posicionaron en la línea de mitad de
cancha, Nicky en la primera-cuarta, y Aaron en la última-cuarta. Andrew
hizo de distribuidor desde su lugar en el arco local y lanzó la pelota todo el
camino hasta el final de la cancha. El segundo en el que Neil escuchó el
crack en la raqueta de Andrew empezó a moverse, impulsándose antes de
que Aaron pudiera acorralarlo.
Kevin debería haber hecho lo mismo y empujado la cancha hacia
Nicky, pero se quedó en la línea de mitad de cancha. De la misma manera,
Aaron dejó que el rebote lo pasara. Neil no se detuvo a pensar en ello y
atrapó la pelota en el aire. Solo la tuvo por dos segundos antes de que Kevin
apareciera de la nada. Kevin chocó sus raquetas tan fuerte que la pelota se
propulsó hacia un lado y la raqueta de Neil hacia el otro. Neil maldijo ante
el dolor agudo que le acuchilló los brazos.
—Lleva la cuenta —dijo Kevin antes de ir tras la pelota.
Neil peleó por su palo y se apresuró tras él, pero Kevin lo engañó con
un movimiento y anotó unos segundos después. Andrew, quien debió haber
estado cuidando su portería, estaba usando su gigantesca raqueta a modo de
apoyo. Miró por sobre su hombro mientras las líneas de anotación se
encendían de color rojo, pero no reaccionó a nada más.
—Podrías al menos intentarlo —dijo Kevin.
Andrew entonces lo pensó, y dijo:
—Podría, ¿no? ¡Quizás la próxima vez!
Nicky atrapó la pelota y se la tiró a Andrew, quien la atrapó con su
guante de portero. Los cuatro se posicionaron para empezar otra vez, y
Andrew empezó con otro servicio vicioso. Neil corrió a por la pelota y
Aaron se puso junto a él en su camino hacia ella. En cuanto Neil estuvo lo
suficientemente cerca como para atrapar la pelota, ese empujón era un
movimiento legal, Aaron arremetió en contra de él con toda su fuerza. Neil
se tambaleó, sin balance, y llevó su raqueta contra el piso para evitar
tropezarse sobre sus propios pies. Aaron atrapó la pelota y la lanzó justo
sobre su cabeza hacia Kevin. Andrew miró mientras Kevin anotaba otra
vez.
—¿Qué está haciendo Andrew? —preguntó Neil.
—Nada —dijo Aaron, tan simple como era obvio, y se posicionaron
para otro saque.
En la marca de los 20 minutos, Kevin empujó a Neil contra la pared y
lo clavó en ella con su mano enguantada contra su pecho el tiempo
suficiente como para demandar:
—¿Siquiera estás intentándolo?
Neil lo empujó, pero Kevin ya se estaba yendo a agarrar la pelota y
anotar otra vez.
La cancha parecía mucho más grande cuando solo tenía un
compañero del que depender, y las reglas que los dejaban llevar la pelota
solo por diez pasos los hacían depender ampliamente en las paredes de la
cancha. Neil no estaba acostumbrado a jugar así. No le gustaba y su
desconocimiento de este estilo solo hacía más fácil que Aaron y Kevin
dominaran la cancha.
Cada juego forzaba a Neil a intentarlo más e ir más rápido, pero esto
no era Millport. Su experiencia de infancia y su velocidad no eran
suficientes para enfrentar a atletas de este calibre. Neil estaba frustrado,
después maravillado, y frustrado otra vez mientras el juego avanzaba.
Anotó un par de puntos durante el juego, pero sus goles se sintieron sin
valor cuando no tenía un portero con quien contar.
Luego de 40 minutos, Kevin llamó a una abrupta detención y
precipitó su raqueta hacia sus defensas.
—Fuera de aquí. Ambos salgan ahora.
—Gracias a Dios —dijo Nicky y corrió hacia la puerta.
Kevin esperó hasta que Aaron cerró la puerta detrás de él, y entonces
agarró la rejilla del casco de Neil y lo arrastró hacia el arco de Andrew.
Andrew finalmente tuvo interés en los procedimientos y se paró derecho.
Kevin lo dejó ir cuando Neil alcanzó la pata de zorro en la línea de falta.
—Pelota —dijo, y Andrew se la arrojó. Kevin la empujó contra el
pecho de Neil hasta que Neil la tomó—. Tú quédate aquí y dispara a
Andrew hasta que se canse. Quizás anotarás una vez.
—Oh oh —dijo Andrew con una sonrisa—. Esto no terminará bien.
Kevin se dio media vuelta y se fue, cerrando con fuerza la puerta
detrás de él en su camino hacia afuera. Neil recogió las pelotas del canasto
desde la esquina local norte donde las había guardado durante su práctica.
Dejó el canasto en la primera-cuarta y volvió a la línea de falta para su
primer tiro.
Andrew, quien no había siquiera levantado un dedo para evitar que
Kevin anotara, no tuvo la misma consideración con Neil. Balanceó su
gigante raqueta en un largo trazo y golpeó la pelota tan fuerte que Neil la
escuchó rebotar contra la pared contraria de la cancha detrás de él. Neil
miró por sobre su hombro, luego tomó otra pelota del canasto y lo intentó
otra vez.
Neil perdió la noción del tiempo después de eso. Balanceos y minutos
borrosos en una mezcla exhaustiva. Siguió intentándolo bastante tiempo
después de que sus brazos empezaron a quemar porque no sabía cómo
parar. Eventualmente el dolor se desvaneció a favor de una pesada
sensación de entumecimiento. Sabía que Andrew estaría ya cansado ya que
él tenía una raqueta bastante pesada y estaba golpeando cada pelota como si
quisiera anotar un home run9 pero Andrew ni siquiera se contuvo un poco.
Sabía que había ido muy lejos cuando balanceó su raqueta y perdió el
agarre en ella. Andrew se rio mientras chocaba con el piso y patinaba hacia
el arco. Andrew golpeó la pelota directamente de vuelta a Neil, y Neil no
tenía una raqueta para defenderse. Levantó sus manos para bloquear
instintivamente su rostro, pero sintió el dolor punzante en sus antebrazos
incluso a través del bloqueo de sus brazos. Se balanceó un paso hacia atrás
ante el impacto y le lanzó a Andrew una mirada de disgusto.
—Vamos —dijo Andrew—. Tic toc. No voy a esperarte por siempre.
Neil sabía que era una mala idea, pero fue a por su raqueta de todas
formas. Levantarla dolió, y cuando intentó levantarla lo suficientemente
alto como para balancearla, su brazo derecho sufrió un punzante calambre y
perdió su agarre. Su palo golpeó la cancha a sus pies.
—Oh no —dijo Andrew—. Creo que Neil está en problemas.
Neil se agachó y fue a por su raqueta. Se sintió como si sus músculos
se derritieran dentro de él, doblándose en apretados nudos alrededor de su
codo y muñeca, pero Neil envolvió sus dedos alrededor del palo y lo
levantó. Andrew levantó su raqueta en frente de él y apoyó su brazo
encima, esperando y mirando cómo Neil estúpidamente intentaba otro tiro
hacia el arco. Neil solo pudo llevar su raqueta a la altura del hombro antes
de soltarla otra vez. La pelota rodó lejos de forma inofensiva.
—¿Puedes o no puedes? —preguntó Andrew.
La derrota sabía amarga mientras Neil se agachaba al lado de su
raqueta.
—He acabado.
Andrew dejó el arco para encontrarse con él, pero se detuvo con un
pie sobre la raqueta de Neil. Neil intentó quitarla de debajo de él, pero no
tenía la fuerza. Fue incluso un peor fracaso el intentar empujarlo, y eso
dolió tanto que su visión se desestabilizó.
—Quítate de mi raqueta.
—¿Me obligas? —dijo Andrew, abriendo sus brazos en señal de
invitación—. Inténtalo, de igual forma.
—No me tientes.
—Feroces palabras para una criatura tan pequeña —dijo Andrew—.
No eres muy brillante. Típico de un jock10.
—Hipócrita —dijo Neil.
Andrew le dio un pulgar arriba y empujó a Neil mientras pasaba. Neil
intentó atraparse a sí mismo antes de tropezarse, pero su mano no podía
sostener su peso. Se cayó de golpe contra su espalda y ni siquiera intentó
levantarse. Estaba demasiado cansado como para que le siguiera
importando, así que se quedó tirado ahí mientras escuchaba cómo Andrew
dejaba la cancha. La puerta se cerró de golpe detrás de él. Neil giró su
cabeza a un lado y miró a través de las paredes mientras se iban.
Cuando estuvo seguro de que se habían ido, limpió la cancha
minuciosamente. Sus brazos tenían un dolor punzante mientras se quitaba el
uniforme, y vestirse otra vez era demasiado como para soportarlo.
—Maldición —susurró. Había llevado su determinación demasiado
lejos para seguirle el ritmo a sus compañeros de equipo. Si no podía
controlarse e ir un paso a la vez, no había forma en que pudiera jugar para
cuando llegara agosto.
Corrió de vuelta a donde Wymack, con su paso más lento de lo
normal, y tomó las escaleras al séptimo piso. La puerta del apartamento
estaba sin llave, y Wymack estaba esperándolo en el pasillo con una lata de
café molido en su mano.
—Kevin llamó de antemano para decir que no estarías en la cancha
mañana y que debería entretenerte con videos de juegos pasados. Dijo que
intentaste estropear tus brazos en contra de Andrew. Yo dije que no eras tan
estúpido. ¿Quién está en lo correcto?
—Pude haberme dejado llevar —dijo Neil.
Wymack le tiró el café. Neil lo atrapó instintivamente, pero no pudo
sostenerlo. Rebotó en el piso de sus pies y la tapa se desprendió salpicando
café para todos lados. Wymack acechó hacia Neil con un gruñido.
—Idiota.
Retirarse de una pelea con un furioso viejo fue tan instintivo que Neil
no se dio cuenta que había retrocedido hasta que Wymack se congeló. El
rostro de Wymack se puso peligrosamente casi en blanco y Neil bajó su
mirada. Tuvo cuidado de no dejar de mirar a Wymack completamente.
Necesitaba ver cuando Wymack empezara a moverse otra vez. Esperó a que
Wymack dijera algo. Luego de un interminable y frágil silencio, se dio
cuenta de que Wymack no hablaría hasta que él lo hiciera.
—Hoy fue mi error —dijo Niel despacio—. No pasará una segunda
vez.
Wymack no respondió. No se acercó tampoco. A distancia apuntó al
suelo en frente de él.
—Ven aquí. No —dijo cuando Neil empezó a recoger el desastre en
sus pies—. Déjalo.
Neil dio un paso y se paró en frente de Wymack: dentro del alcance
de un brazo, pero solo apenas. Había perfeccionado el truco de niño. Él
podía mirar el brazo de cualquier persona y juzgar la distancia segura de
ellos en un segundo. Si tenían que moverse para golpearlo, él tendría
suficiente tiempo como para esquivarlo. De cualquier forma, no atraparía
toda la fuerza de su golpe.
—Mírame —dijo Wymack—. Ahora.
Neil arrastró su mirada desde el pecho de Wymack hasta su rostro. La
expresión de Wymack seguía demasiado blanca como para que Neil se
sintiera seguro, pero sabía que no era buena idea mirar hacia otro lado otra
vez.
—Quiero que entiendas algo —dijo Wymack—. Soy un ruidoso y
malhumorado viejo. Me gusta gritar y tirar cosas. Pero no tiro golpes al
menos que algún mocoso sea lo suficientemente tonto como para
provocarme primero. Jamás, nunca en mi vida he golpeado a alguien sin
provocación, y estoy tremendamente seguro de que no empezaré contigo.
¿Me entiendes?
Neil no le creyó, pero dijo:
—Sí, Entrenador.
—Hablo en serio —dijo Wymack—. No te atrevas a estar más
asustado de mí de lo que estás de Andrew.
Neil pudo haberle dicho que era la edad de Wymack lo que lo hacía
un problema, pero no creía que Wymack quisiera oírlo. No había solución a
ese problema.
—Sí, entrenador.
Wymack hizo un gesto sobre su hombro y se hizo a un lado.
—Ya comí, pero no he tirado las sobras aún. Yo me preocuparé de
esto. Tú preocúpate de ti.
Neil comió con el sonido de la aspiradora. Wymack estaba en su
oficina para el momento en que Neil terminó, y Neil se retiró al sofá
temprano. Quería coger su bolso y mirar su carpeta, pero no quería
entrometerse en el espacio de Wymack, así que se quedó mirando el techo
hasta que finalmente se durmió.
***
Le tomó a Neil dos semanas decidir que nunca cumpliría los
estándares de Kevin. Llegó al punto en el que veía la mirada de
desaprobación de Kevin cada vez que parpadeaba. La mitad del tiempo Neil
no sabía qué era lo que estaba haciendo mal y la otra mitad no podía
cambiar. Registró un mejor tiempo de velocidad que cualquiera de ellos,
pero ellos eran mejores y más fuertes de lo que él era. Kevin sabía que Neil
era inexperto, pero no le perdonaba a Neil sus errores. Neil no quería su
lástima, pero sí quería comprensión. Cuando ya no pudo más y le pidió a
Nicky consejos para lidiar con Kevin, Nicky solo sonrió y le dijo:
—Te lo advertí.
No hizo nada por la ya desgastada paciencia de Neil. Por suerte, estar
enojado consigo mismo y odiar la condescendiente versión del
entrenamiento de Kevin significaba que no tenía el tiempo ni la energía para
estar asustado. Dos semanas de jugar con un grupo disfuncional y Kevin
siguió sin dar señales de reconocerlo. Todo lo que le importaba a Kevin era
lo poco que encajaba Neil en su cancha, y hasta donde Neil podía darse
cuenta, era cada día menos. Dos semanas del trato desdeñoso de Kevin y
comentarios groseros acabaron con la determinación de Neil de tomarlo con
calma. No le importaba si estropeaba sus brazos otra vez si eso significaba
que Kevin lo dejaría de tratar como si fuera un preescolar incompetente.
Todo era por el Exy, desde su corrida temprano por la mañana hasta
las horas que pasaba en el gimnasio, a los entrenamientos en la tarde, hasta
las corridas más largas que daba en las tardes luego de la cena. Daba vueltas
alrededor del campus y subía y bajaba las escaleras del estadio. Sin
importar lo que hiciera era demasiado lento, y cuando se iba a dormir tenía
tanto dolor que apenas podía ponerse el pijama. Para el momento en que la
tercera semana empezó, no podía dormir porque estaba demasiado ocupado
analizando los errores del día.
Una noche puso sus mantas a un lado con disgusto y se fue del
departamento. Estaba totalmente oscuro afuera, probablemente eran
alrededor las dos de la mañana, y estaba lo suficientemente frío como para
que hubiese debido cambiar sus pantalones de pijama. Entró en calor
rápidamente mientras se dirigía a Palmetto State. Había algunas cuantas
luces alrededor del vecindario de Wymack, pero cuando Neil llegó a
Perimeter Road, la calle ventosa que rodeaba Palmetto State, el camino
estaba mejor iluminado.
Neil conocía el camino al estadio de memoria incluso en la oscuridad.
Había un par de autos en el estacionamiento, como siempre, y Neil creyó
ver la figura de un guardia de seguridad en el siguiente tramo. Tecleó el
código en la entrada de los Foxes y abrió la puerta, luego se detuvo con su
mano a mitad de camino hacia el interruptor. Las luces ya estaban
prendidas.
Se dio cuenta tardíamente de que había pasado por al lado del auto de
los primos. Estaba tan acostumbrado a verlo aquí cuando se encontraban
para las prácticas de juego que no había pensado que fuera nada raro.
Frunció el ceño por encima de su hombro hacia él, preguntándose si
Wymack lo había escuchado irse y había llamado a los otros para que
comprobaran cómo estaba, luego cerró la puerta y trotó hacia los vestuarios.
Revisó todas las habitaciones pero no encontró ninguna señal de que
hubiese alguien ahí. Se estiró en el vestíbulo antes de salir por la puerta
trasera. Escuchó el sonido de una pelota rebotando en la pared, pero con los
asientos del estadio alzándose a cada lado del pasillo de entrada de los
Foxes, no podía ver en qué lado de la cancha estaban los demás. Casi había
llegado a la parte interna de la cancha antes de por fin divisar a Kevin.
Kevin estaba solo en el primer-cuarto de la cancha con una canasta con
pelotas, y estaba lanzándolas sistemáticamente hacia la pared. Neil lo miró
en silencio, preguntándose qué especie rara de entrenamiento estaba
haciendo. Le tomó a Kevin una docena de tiros antes de que Neil se diese
cuenta de que estaba intentando hacerlas rebotar en el mismo lugar. Kevin
estaba puliendo la puntería de su brazo derecho.
Mirar a Kevin hacer eso en medio de la noche, feroz y sin piedad, era
casi suficiente para hacer que Neil lo perdonase. Kevin demandaba más de
sí mismo que de cualquiera que estuviese a su alrededor. Sus estándares
eran imposiblemente altos e intentaba alcanzarlos con todo lo que tenía, y
no entendía por qué los otros no hacían lo mismo.
Neil estaba observando a Kevin, pero no le tomó mucho darse cuenta
de que alguien lo estaba mirando. No tuvo que mirar para saber quién era;
la intensidad de la mirada del otro hombre ponía sus nervios de punta. No
se dio vuelta para ver dónde estaba Andrew pero habló lo suficientemente
fuerte como para que Andrew lo pudiese escuchar.
—¿No vas a jugar con él?
—No —dijo Andrew en algún lado a la izquierda de Neil.
Neil esperó, pero Andrew no dijo nada más.
—Creo que se beneficiaría más si lo hicieses.
—¿Y?
Neil se dio vuelta lentamente, arrastrando su mirada a través de la
banca local vacía hacia los asientos que estaban detrás. Andrew estaba
sentado en la primera fila de la escalera, unos diez escalones más arriba.
Estaba inclinado hacia adelante, sus brazos cruzados alrededor de sus
piernas, mientras miraba fijamente a Neil. Su expresión vacía era
sorprendente. Habían pasado semanas desde que Neil lo había visto sobrio
por última vez y se había acostumbrado a la manía de Andrew causada por
las drogas. Neil casi lo acusa de haber violado su libertad condicional de
nuevo antes de recordar la hora que era. Andrew probablemente había
dejado las drogas para dormir.
Más interesante que el calmado comportamiento de Andrew era la
playera holgada y los pantalones de dormir que Andrew estaba usando.
Andrew estaba usando manga larga cuando fue a recoger a Neil al
aeropuerto, y Neil solamente lo había visto usando el uniforme del equipo
desde entonces. Ahora, sin la abultada armadura y los guantes en el camino,
Neil finalmente pudo ver los accesorios con la marca personal de Andrew:
bandas negras que cubrían los brazos de Andrew desde sus muñecas hasta
sus codos. Por lo que Neil había escuchado, eran una broma sarcástica para
ayudar a la gente a distinguir a los gemelos el uno del otro. Neil no sabía
por qué las tenía puestas en medio de la noche
No tenía que preguntar. Andrew sabía lo que estaba mirando. Metió
dos dedos en la banda de su brazo opuesto y deslizó fuera un cuchillo largo
y delgado. El metal destelló en las luces de arriba mientras Andrew lo
empujaba de vuelta debajo de la tela negra unos segundos más tarde.
—¿Es ese tu lento intento de suicidarte o realmente tienes vainas
incorporadas en esos? —preguntó Neil.
—Sí.
—Ese no es con el que intentaste cortar a Nicky. ¿Cuántos cuchillos
llevas encima?
—Los suficientes —dijo Andrew.
—¿Qué pasa cuando un árbitro te sorprende con un arma en la
cancha? —preguntó Neil—. Creo que eso es un poco más serio que una
tarjeta roja. Probablemente te llevarían preso, y probablemente
suspenderían a nuestro equipo entero hasta que creyeran que pueden confiar
en nosotros de nuevo. ¿Y luego qué?
—Lo lamentaría por siempre —le dijo Andrew inexpresivamente.
—¿Por qué odias tanto este juego?
Andrew suspiró como si Neil estuviese siendo estúpido a propósito.
—El Exy no me importa lo suficiente como para odiarlo. Es un poco
menos aburrido que vivir, así que lo soporto por ahora.
—No lo entiendo.
—Ese no es mi problema.
—¿No es divertido? —preguntó Neil.
—Alguien más me preguntó lo mismo hace dos años. ¿Debería
decirte lo mismo que le dije a él? Yo digo que no. Algo tan sin sentido
como lo es este juego nunca podría ser divertido.
—Sin sentido —repitió Neil—. Pero tienes talento real.
—Los halagos no son interesantes y no te llevan a ningún lado.
—Solo estoy diciendo los hechos. Te estás subestimando. Podrías ser
algo si tan solo lo intentaras.
La sonrisa de Andrew era fría y pequeña.
—Tú se algo. Kevin dice que serás un campeón. Cuatro años y serás
profesional. Cinco años y estarás en la cancha. Se lo prometió al
Entrenador. Se lo prometió al comité escolar. Discutió hasta que te
reclutaron.
—El… ¿Qué? —Neil lo miró fijamente, sus orejas enrojeciéndose
mientras intentaba encontrarle sentido a las palabras de Andrew. Andrew
tenía que estar mintiéndole; Kevin no podría haber dicho tales cosas sobre
él. Hasta donde Neil sabía, Kevin apenas podía soportar estar en la misma
cancha que él. ¿Qué bien le hacía a Andrew decir mentiras tan obvias?
¿Estaba intentando irritar a Neil?
—Entonces Kevin finalmente obtuvo el visto bueno para reclutarte y
tú saliste corriendo —dijo Andrew—. Es curioso que un hombre con tanto
potencial, que se divierte tanto, que podría ser “algo” no quisiera nada de
eso. ¿Por qué es eso?
Si Andrew estaba diciendo la verdad, entonces Kevin definitivamente
le había mentido a todos, y Neil solo podía suponer una razón por la que
llegaría a tales extremos. Quizá Kevin lo recordaba después de todo y
estaba diciendo cualquier cosa que necesitara decir para poder reclutar a
Neil. Pero si fuese así, ¿cuánto sabía Kevin? ¿Cuánto entendía o recordaba
acerca de lo que pasó hace ocho años? ¿Conocía el nombre de Neil?
¿Conocía lo que ese nombre significaba?
—Estás mintiendo —dijo Neil al final, porque necesitaba que eso
fuese verdad—. Kevin me odia.
—O tú lo odias —dijo Andrew—. No puedo decidirlo. Tus cabos
sueltos no están encajando.
—No soy un problema matemático.
—Pero te resolveré de todas maneras.
Neil se dio vuelta sin decir otra palabra. Kevin había acabado con la
práctica así que estaba reuniendo las pelotas. Cuando Kevin fue a por la
puerta, Andrew se puso detrás de Neil. Neil escuchó el roce de la ropa
mientras Andrew se paraba, y los zapatos de Andrew golpearon las
escaleras de forma ligera mientras bajaba a la cancha interna.
—Eres un acertijo —dijo Andrew.
—Gracias.
—No, gracias a ti —dijo Andrew mientras se deslizaba por al lado de
Neil sin mirar atrás—. Necesito un nuevo juguete con el cual jugar.
—No soy un juguete.
—Supongo que lo descubriremos.
Kevin se quitó su casco tan pronto como la puerta de la cancha se
cerró detrás de él. Miró más allá de Andrew hacia Neil. Neil lo miró de
vuelta fijamente, buscando la verdad en el rostro de Kevin, buscando alguna
razón detrás de las grandes palabras de Andrew. Kevin no podría haber
escuchado su conversación desde un lugar tan alejado en la cancha, pero
Neil aun así esperaba que llamara a Neil por su nombre real.
En vez de eso, Kevin dijo:
—¿Por qué estás aquí?
—Quería practicar.
—Como si eso te fuese a ayudar en algo.
Fue grosero, pero era exactamente lo que Neil necesitaba escuchar.
Andrew le había mentido. Neil pudo respirar un poco más tranquilo
mientras miraba a Kevin poner la canasta con pelotas a sus pies en el suelo.
Kevin puso su raqueta y casco en la banca local para quitarse sus guantes y
protectores de brazo. Andrew los tomó mientras Kevin se los sacaba,
metiéndose los guantes debajo de sus brazos y enrollando los dedos a través
de las correas de los protectores. Agarró el casco de Kevin por la rejilla de
seguridad que estaba en frente y miró a Kevin recoger su raqueta otra vez.
—¿Andrew? —preguntó Kevin.
—Ya estoy listo —dijo Andrew, y empezó a caminar hacia los
vestidores.
Neil no los vio irse. Se sentó en la banca local y miró fijamente hacia
la cancha, escuchando la puerta cerrarse detrás de él. Se acercó y recogió
una pelota de la canasta, dándola vuelta una y otra vez en sus dedos.
—Cancha —susurró Neil, luego se sacudió de forma violenta.
Apretó la pelota hasta que sus dedos dolieron, mentalmente repasando
sus pasos previos. Fue a Arizona, luego cruzó desde Nevada hasta
California. Recordó las playas de arena negra de la costa perdida de
California donde su madre finalmente perdió la pelea. Ni siquiera se había
dado cuenta de que se había lastimado tan mal luego de encontrarse con su
padre en Seattle. Se había desangrado la mayor parte del camino cruzando
Oregon, pero él no había pensado que era serio. Él no había sabido que se
estaba desangrando por dentro, el riñón y su hígado rotos, y sus intestinos
lastimados más allá de cualquier reparo.
No sabía cuándo ella se había dado cuenta, no sabía si ella había
sabido para cuando estaban en Portland que algo estaba realmente mal pero
estaba demasiado asustada como para detenerse o si no había visto su
muerte venir hasta que cruzaron la frontera de California y empezó a perder
la consciencia. Debería haber ido a un hospital, pero en vez de eso los había
llevado hacia el camino engañoso de la costa perdida. Pararon a ciento
ochenta metros de la orilla y le hizo repetir cada promesa que le había
hecho jurar: no mires atrás, no aminores el paso, y no confíes en nadie. Ser
quien sea, pero menos él mismo, y nunca seas alguien por demasiado
tiempo.
Para el momento en que Neil entendió que ella estaba diciendo adiós,
era demasiado tarde.
Ella murió intentando tomar un último respiro, jadeando algo que
podrían haber sido palabras o su nombre o miedo. Neil aún podía sentir sus
uñas clavándose en sus brazos mientras luchaba por no irse, y la memoria
dejó a su cuerpo temblando. Su abdomen se había sentido como piedra
cuando la había tocado, hinchado y duro. Intentó levantarla del asiento una
vez, pero el sonido de su sangre seca desgarrando el vinilo como velcro fue
demasiado para él.
En vez, quemó el auto, botando cada estuche de gasolina que habían
comprado durante el camino en los asientos para que la quemara hasta los
huesos. No había llorado cuando las llamas la envolvieron, y no se había
inmutado cuando sacó sus fríos huesos. Llenó su mochila con todo lo que
había quedado de ella, la cargó tres kilómetros por la playa, y la enterró tan
profundamente como pudo. Para el momento en que estuvo en la carretera
otra vez estaba entumecido y en shock, y duró otro día antes de que cayera
de rodillas al lado de la carretera y vomitara todo lo que llevaba dentro. De
alguna forma había llegado hasta San Francisco, pero solo se había quedado
ahí durante un día antes de empezar a dirigirse a Millport. Fue a un paso, a
un kilómetro y a un día a la vez porque todo lo demás era demasiado como
para manejarlo con su pena.
Neil miró fijamente a la cancha en frente de él y tragó una, dos veces,
luchando contra las náuseas que estaban arrastrándose por su garganta. Esto
era por lo que el contrato de Wymack, las elevadas ambiciones de Kevin, y
las palabras de Andrew no significaban nada al final. No importaba lo que
le ofrecieran o le prometieran. Neil no era como ellos. Él era nada ni nadie,
y siempre lo sería. La cancha no era para la gente como él. Tomaría lo que
fuera que pudiese aprender y lo disfrutaría mientras pudiera, pero este era
un sueño del cual eventualmente tendría que despertar. Querer cualquier
otra cosa solo haría más difícil alejarse.
Dejó caer la pelota de vuelta en la canasta y fue hacia los vestidores.
Luego de asegurarse de que Kevin y Andrew se habían ido realmente, se
puso su uniforme y se dirigió hacia la cancha para practicar ejercicios. Se
cansó por completo, poniendo cada pensamiento que tenía en los
movimientos que estaba haciendo para así no poder pensar en los Foxes o
en la cancha o en su pasado. Cuando finalmente terminó y limpió todo, ya
había amanecido. Estaba demasiado cansado como para volver al
departamento de Wymack y sabía que volvería para cuando Wymack
estuviera viendo las noticias matutinas, así que se bañó y vistió y se quedó
dormido en uno de los sofás de los Foxes.
Se despertó otra vez alrededor del mediodía, y se dirigió de vuelta al
departamento. Sus llaves le permitieron entrar al edifico, pero la puerta de
Wymack estaba sin seguro otra vez. Neil consideró decirle al entrenador
acerca de la floja seguridad de Wymack y luego se olvidó de todo. Incluso
con la puerta abierta solo unos pocos centímetros podía escuchar voces
furiosas discutiendo. Puso una oreja en la apertura de la puerta y contuvo la
respiración, esforzándose por entender las palabras.
—Maldita sea, Kevin. ¡Te dije que te sientes!
—¡No lo haré! —gritó Kevin de vuelta. Si Wymack no hubiera dicho
su nombre, Neil no habría reconocido su voz. La voz de Kevin estaba
retorcida con miedo y pánico—. ¿Cómo pudiste dejarlo hacer esto?
—No tengo poder sobre esto y lo sabes. ¡Oye!
Hubo un ruido sordo cuando un cuerpo chocó con la pared, y Neil
tomó ventaja del estruendo para deslizarse dentro. Cerró la puerta tan
despacio como pudo, pero su sigilo fue un esfuerzo en vano. Sonaba como
si Wymack y Kevin estuvieran golpeando todas las cosas que Wymack
poseía, y Neil hizo una mueca ante el sonido agudo del vidrio rompiéndose.
—Mírame —demandó Wymack—. Mírame, maldito seas, y respira.
—Le advertí a Andrew que vendría por mí. ¡Se lo dije!
—Eso no importa. Firmaste un contrato conmigo.
—Él podría pagar mi beca en un segundo. Sabes que lo haría. Te
pagaría y me llevaría a casa y yo… yo no puedo volver ahí. No puedo, no
puedo, no lo haré, yo… debo irme. Debo irme. Debería irme ahora, antes de
que tenga que venir a por mí. Quizá me perdone si vuelvo. Si hago que me
siga cazando más tiempo del que ya lo he hecho cazarme, de seguro me
matará.
—Cállate —dijo Wymack—. No irás a ningún lado.
—¡No puedo decirle que no a Riko!
—Entonces no digas nada —dijo Wymack—. Mantén tu boca cerrada
y déjanos a Andrew y a mí hablar. Sí, Andrew. No me digas que te olvidaste
de ese psicópata. Tengo el número de Betsy en marcado rápido. ¿Quieres
que te pase a su oficina para que puedas hablar con él? ¿Quieres decirle que
estás pensando en volver?
Silencio le siguió a eso. Neil esperó, aguantando la respiración, hasta
que Wymack habló de nuevo. Habló más despacio esta vez, pero la
preocupación hizo que su voz sonara más brusca que reconfortante.
—No te voy a dejar volver —dijo Wymack—. Nada dice que tenga
que hacerlo. Tu contrato dice que me perteneces. Él puede enviarnos todo el
dinero que quiera, pero tú tendrás que firmar su terminación antes de que se
haga efectivo, y no lo vas a hacer, ¿de acuerdo? Deja que Andrew y yo nos
preocupemos del imbécil de Riko. Tú preocúpate de llevar tu juego y al
equipo donde deben estar. Me prometiste que podrías hacernos pasar del
cuarto partido este año.
—Eso fue antes —dijo Kevin afligido—. Esto es ahora.
—El ERC nos va a dar hasta junio antes de hacer el anuncio. Vieron
cuantos problemas de seguridad tuvimos con tu transferencia, así que están
esperando hasta que todos estén aquí donde pueda mantenerlos vigilados.
Te lo dije porque necesitas saber, pero debes ocultárselo a Andrew hasta
entonces. Dime que puedes ver a Andrew hoy y no entrar en pánico.
—Andrew lo va a averiguar. Él no es estúpido.
—Entonces tendrás que saber mentir —dijo Wymack firmemente—.
El ERC está buscando una razón para llevárselo, y sabes que no lo
devolverán. ¿Qué harás entonces?
Guardaron silencio por tanto tiempo que Neil pensó que ya habían
terminado. Finalmente Kevin dijo:
—Dame tu teléfono.
—Si crees que voy a dejarte usar mi teléfono para que lo llames, tú…
—Jean —lo interrumpió Kevin—. Tengo que llamar a Jean. Necesito
escucharlo de él.
Al parecer esa era una concesión aceptable, porque Wymack dejó de
discutir. Neil miró sobre su hombro, preguntándose si debería escapar
ahora. No sabía lo que estaba pasando, pero debía ser terrible si eso le
bajaba a Kevin su aura de condescendencia. Neil se estaba debatiendo qué
tan discretamente podía deslizarse por la puerta cuando Kevin habló. Su
tono desolado sorprendió a Neil tanto como el francés con el que Kevin
dijo:
—Dime que no es verdad. Dime que no lo hizo.
Neil no podía oír la respuesta, pero el brusco golpe del teléfono
cerrándose decía que no era lo que Kevin quería. El sofá crujió bajo el peso
de un cuerpo y Neil se imaginó a Kevin hundiéndose desolado entre los
cojines.
—Espera aquí —dijo Wymack, y unos segundos después caminó
hacia el pasillo. Se sobresaltó un poco cuando vio a Neil al final del pasillo,
pero no dijo nada. Neil vio cómo desaparecía en la cocina. Ya reconocía el
sonido de la despensa de licor de Wymack, el clic de la cerradura y el suave
clic de las puertas de cristal. Wymack regresó con una botella de vodka y la
dejó caer frente a Kevin.
—Bebe eso —dijo fuera de vista—. Ya regreso.
Wymack volvió al pasillo. Neil señaló sobre su hombro a la puerta.
Wymack siguió a Neil fuera de su departamento y cerró la puerta tras de él.
Neil miró hacia el corredor en busca de oídos chismosos pero las demás
puertas estaban cerradas.
—No iba a decirle a nadie más hasta junio —dijo Wymack—. ¿Qué
tanto oíste?
—Kevin está teniendo un colapso nervioso —dijo Neil—. No sé por
qué.
—Edgar Allan envió una solicitud de transferencia al ERC y fue
aprobada esta mañana. Son pare del distrito sureste a partir del primero de
junio.
Tomó un minuto para que las palabras de Wymack tomaran sentido.
Cuando lo hicieron, a Neil se le revolvió el estómago. Fue lo
suficientemente difícil encarar a Kevin en Arizona. ¿Cómo podría Neil
arriesgarse a encontrarse con Riko también? Solo porque Kevin no
recordara a Neil no significaba que Riko tampoco lo haría. Neil no quería
saber a las malas si Riko tenía la mejor memoria de los dos.
—Eso es imposible —dijo Neil.
—No realmente. Son el único equipo de Exy de la NCAA en el este
de Virginia, así que die tan sencillo como votar y juntar un par de firmas.
—Es imposible —repitió Neil—. No podemos jugar contra los
Ravens. ¿Qué comité en su sano juicio pone a su mejor y a su peor equipo
uno contra el otro?
—Una que sabe que puede ganar mucho con ello —dijo Wymack—.
La transferencia de Kevin generó mucha oposición, pero también creó un
nuevo interés por el Exy. El ERC solo quiere llegar a la conclusión natural:
la reunión de Kevin y Riko en la cancha, pero esta vez como rivales por
primera vez. No importa quien gane. Ellos saben qué clase de publicidad y
fondos podrías conseguir con una medida como esa.
—No puedo jugar contra Riko —dijo Neil—. No estoy listo.
—Riko no es tu problema —dijo Wymack—. Déjaselo a Matt. Tu
problema es atravesar sus defensas y al portero.
—¿No puedes objetar? —dijo Neil—. Nos están tendiendo una
trampa para un partido que todos saben que no podemos ganar.
—Podría, pero no ayudaría en nada —dijo Wymack—. El ERC no
hace revocatorias, menos cuando significa desdeñar un Moriyama.
—Podría, pero no ayudaría en nada —dijo Wymack—. El ERC no
hace revocatorias, menos cuando significa desdeñar un Moriyama. Hay algo
que deberías saber sobre los Moriyama, pero no quería tener esta
conversación contigo aún. Quería que te establecieras un poco más, o al
menos esperaba que pudieras conocer al equipo mejor antes de soltártelo.
Ahora que el ERC me está forzando, no tengo muchas opciones.
—Lo que estoy a punto de decirte es un secreto a voces. Es decir,
nosotros lo sabemos —Movió el dedo en círculos, como refiriéndose a los
Foxes—, pero nadie por fuera de nuestro equipo lo hace. Tiene que
mantenerse de esa forma sin importar qué, ¿entiendes? La gente puede salir
lastimada si esto se sabe. Podrían morir.
Neil señaló sobre su hombro a las puertas de los departamentos.
—¿Qué hay de ellos?
—Soy el único en este piso —dijo Wymack—. Construyeron este
complejo a la vez que comenzamos a construir la Foxhole Court. Creíamos
que nuestro equipo sería algo impresionante y que la gente querría vivir
cerca del área para estar cerca del estadio para los juegos. Después no
pudimos cumplir el papel, así que los departamentos no se llenaron. Los
primeros pisos están llenos, los de la mitad los rentan durante la temporada
de fútbol, pero los últimos dos pisos están vacíos. Y no, no puedes irrumpir
en ninguno de ellos, así que ni lo pienses.
Neil dejó pasar esa acusación sin comentarios.
—Lo está evadiendo, entrenador.
Wymack cruzó los brazos sobre su pecho y observó a Neil.
—¿Sabes por qué Kevin vino a Palmetto?
—Se rompió la mano —dijo Neil —. No podía jugar así que se
transfirió aquí como entrenador asistente. Asumí que estaba siguiendo a
Andrew.
—Yo lo traje aquí —dijo Wymack—. Él se apareció en la puerta de
mi habitación de hotel en el banquete de invierno con su mano hecha un
desastre. No quería que le notificáramos a los Ravens o que lo lleváramos al
hospital, así que Abby lo curó lo mejor que pudo y lo puso en un bus de
vuelta a Carolina del Sur con nosotros.
—Eso no tiene sentido —dijo Neil—. ¿Cómo llegó del resort de esquí
hasta su hotel?
—No estaba en las montañas —dijo Wymack.
—Pero se rompió la mano en un accidente de esquí —dijo Neil.
—Y una mierda —dijo Wymack—. No fue un accidente.
Neil lo miró inexpresivo, y Wymack le dedicó un pequeño
asentimiento antes de explicarle.
—El ERC había tenido una reunión de fin de año unos días antes del
banquete de invierno del distrito sureste. Los asesores de la NCAA se
aseguraron de que todos hablaran de Riko y Kevin. Decían que tenían
ciertas preocupaciones sobre las temporadas. Estaban seguros de que Riko
estaba retrasando a Kevin, y que Kevin se estaba conteniendo para no
opacar a Riko en la cancha. Querían saber si era obra del entrenador
Moriyama. En respuesta, Moriyama pudo a Riko y a Kevin uno contra el
otro.
—Riko ganó —dijo Wymack—, pero creo que no lo hizo de manera
justa. Si lo hubiese hecho, quizá las cosas hubieran resultado diferentes. Tan
pronto como el entrenador Moriyama los despidió por el resto de la noche,
Riko le rompió la mano a Kevin.
Fue como recibir un golpe en el estómago
—¿Qué?
Wymack deslizó su pulgar por la parte trasera de su mano, trazando la
herida de Kevin.
—Kevin no habla sobre su época en Evermore, pero pude darme
cuenta de que no era la primera vez que Riko o Moriyama le ponían una
mano encima. Solo era la primera vez que Kevin era lo suficientemente
inteligente como para empacar sus maletas e irse. Tanto por la familia, ¿eh?
—No creo en la familia.
—Ni yo.
Y lo decía en serio. Neil por fin entendió la forma en la que Wymack
lo había mirado en Millport, esa manera de entenderlo a la perfección que
logró deshacer las barreras de Neil. Neil buscó entre su rostro la historia
detrás de ese cansancio. Lo que sea que rompió a Wymack pasó hace tanto
que ya ni siquiera estaba resentido por ello, pero definitivamente se
agrietaba si dedicaba mucho de su tiempo a la Foxhole Court.
—¿Por qué nadie más sabe lo que hizo Riko? —preguntó Neil.
—Porque Riko es un Moriyama —dijo Wymack exhausto—. Aquí es
donde empieza a complicarse la cosa.
Se detuvo a pensar por un minuto, luego levanto sus dedos índices.
—La familia Moriyama está partida por la mitad: la familia principal
y la familia secundaria. La principal está compuesta por los primogénitos y
la secundaria es para todos los demás. El entrenador Moriyama, Tetsuji, se
encarga de la familia secundaria y su hermano mayor Kengo se encarga de
la principal. Kengo tiene dos hijos, Ichirou y Riko. Como Ichirou nació
primero, se quedó con Kengo en la familia principal. Riko nació de
segundo, así que Tetsuji se convirtió en su tutor legal y Riko se convirtió en
parte de la familia secundaria. ¿Me sigues?
—Eso creo.
—Las familias están separadas —dijo Wymack—. Kengo y la familia
principal están arriba en la ciudad de Nueva York, donde Kengo es el dueño
de una compañía de comercio internacional. Algún día le pasará el negocio
a Ichirou. Tetsuji y Riko obtienen una parte de las ganancias, pero los
consideran sin importancia y no tienen voz en las decisiones del negocio.
Así es como Tetsuji tuvo la libertad de estudiar en Japón y crear el Exy. En
tanto no haga algo que dañe la reputación de la familia, es libre de hacer lo
que le plazca, y lo que le place es crear el equipo más horrible y poderoso
de la nación. Todo esto es de conocimiento público.
Neil miró más allá de Wymack hacia la puerta, pensando en el susto
de Kevin.
—¿Y la verdad?
—El verdadero negocio de la familia Moriyama es el asesinato.
Neil le lanzó rápido vistazo. Wymack levantó una mano para
descartar cualquier pregunta. Su expresión era sombría.
—Los Moriyama son un grupo inmigrante de los yakuza. ¿Sabes
quiénes son los yakuza? Son una mafia japonesa. EL padre de Kengo trajo
la organización a Estados Unidos hace un par de décadas y armó un negocio
en el norte. No sé qué tanto estén involucrados y no quiero saberlo. Ni
siquiera sé cuánto sabe Kevin, ya que él está vinculado a Riko y a la familia
secundaria, pero Kevin sabe que la familia principal usa los juegos de los
Ravens como cubierta para las reuniones importantes. Tanta gente entra y
sale de Edgar Allan que es una forma conveniente de traer contactos
lejanos. Tienen salones VIP en los pisos superiores donde hacer tratos.
—Son una mafia —dijo Neil lentamente.
Wymack asintió, observándolo con cuidado y esperando a ver como
Neil lo tomaba. Neil apenas notó la atención. Estaba recordando la última
vez que había visto a Kevin y a Riko juntos. Recordó practicar y discutir
calentamientos con ellos. Su juego llegó a una abrupta conclusión cuando
los llamaron para que subieran. Si Neil cerraba los ojos ahora recordaría
cada detalle de la habitación a la que fueron, desde las ventanas polarizadas
que daban desde el suelo hasta el techo hasta la pesada mesa de conferencia
que la dominaba. El suelo estaba alfombrado, pero alguien había puesto una
lona sobre este para que recogiera toda la sangre.
Neil por fin supo dónde había estado y por qué. Neil nunca había
entendido cómo pasaron de prácticas de Exy a asesinato o por qué Kevin y
Riko habían estado allí también. Pero si los Moriyama eran una mafia, tenía
sentido. El padre de Neil trabajaba fuera de Baltimore y mantenía los
puertos del este con mano de hierro. La frontera oeste de su territorio
debería terminar en el este de Virginia. Así que era el vecino de Tetsuji
Moriyama, y eso habría llamado la atención de Kengo. El padre de Neil y el
padre de Riko eran socios de negocios; por eso a Neil le habían permitido
entrenar en el estadio de Edgar Allan.
Wymack interpretó su largo silencio como miedo.
—Te estoy diciendo esto porque todos los demás aquí ya saben la
historia de Kevin, pero no te preocupes por los yakuza. Como dije, Kengo e
Ichirou lo mantienen más que todo en Nueva York y no les importa en lo
más mínimo lo que Tetsuji y Riko hagan. Solo es relevante para nosotros
porque explica por qué Tetsuji y Riko son tan violentos y están tan
podridos. Su nombre conlleva mucho poder y una perspectiva más bien
retorcida del mundo. Y pasa que tenemos algo que les pertenece.
—Kevin —dijo Neil.
—Esperaba que lo desechasen —dijo Wymack—. Todo el mundo
decía que Kevin nunca jugaría de nuevo. Edgar Allan tuvo que desestimar
el contrato escolar de Kevin por la severidad de sus lesiones y Tetsuji no
alegó cuando recibí a Kevin como entrenador asistente. Pensé que ya
estaban listos para dejarlo ir. Pero Tetsuji no acogió a Kevin por la bondad
de su corazón. Él crio a Kevin para que fuese una estrella. Invirtió mucho
tiempo y dinero en el desarrollo de Kevin en la cancha. En lo que le
concierne a Tetsuji, Kevin es propiedad invaluable. Cualquier ganancia que
haga Kevin es propiedad de los Moriyama.
—Pero Kevin está incapacitado.
—Su nombre aún significa algo —dijo Wymack.
La cabeza de Neil daba vueltas mientras intentaba descifrarlo todo.
—¿Quieren que Kevin se transfiera de vuelta?
—Si quisieran que Kevin se transfiriera de vuelta, solo lo diría —dijo
Wymack.
—Kevin no volvería —dijo Neil sin poder creerlo —No después de lo
que hizo Riko.
Wymack le dio una mirada compasiva.
—Tetsuji nunca adoptó formalmente a Kevin. ¿Sabes por qué? Los
Moriyama no creen en intrusos o iguales. Tetsuji acogió a Kevin y se
encargó de su entrenamiento, pero también le dio a Kevin a Riko…
literalmente. Kevin no es humano para ellos. Es un proyecto. Es una
mascota, y el nombre de Riko está en su correa. El hecho de que huyera es
un milagro. Si Tetsuji lo llamase mañana y le dijese que volviera casa,
Kevin lo haría. Él sabe lo que Tetsuji le haría si se rehusase. Estaría muy
asustado como para decir que no.
Neil pensó que vomitaría. No quería oír más de ello; ya había
escuchado suficiente. Quería correr hasta que empezara a tener sentido en
su cabeza, o al menos hasta que el hielo en sus venas se fuese.
—¿Entonces por qué se tomaría la molestia de cambiar distritos?
—Los Moriyama necesitan cobrar por su inversión —dijo Wymack
—. Nadie espera realmente que Kevin regrese, pero firmó con nosotros para
jugar. Su arrogancia es inspiradora, y este año sigue siendo una estrella. Si
no puede mantener el ritmo y desempeñarse, los fans y los críticos van a
seguir adelante y se olvidaran de él. Tetsuji cree que se va a consumir, así
que necesita aprovechar este momento.
—Nuestros equipos van a hacer una fortuna esta temporada. La gente
va a estar persiguiéndonos a cada paso del camino y va a apostar en cada
uno de nuestros juegos. Habrá anuncios de televisión y mercancía y toda
clase de trucos publicitarios. Tetsuji está enfrentando a Riko y Kevin entre
sí sabiendo cómo va a terminar. Pondrá todas sus cartas sobre la mesa y va
a dejar que los Ravens nos destruyan en la cancha. Cobrar las ganancias,
establecer a Riko como el jugador superior por siempre y relegar a Kevin a
una cosa del pasado.
Neil tragó saliva con dureza.
—¿Qué pasa si el entrenador Moriyama le dijera que deje de jugar?
Wymack se quedó callado por un eterno minuto, luego dijo:
—Kevin solo tuvo la fortaleza de irse porque Riko destruyó su mano.
Esa fue la gota que derramó el vaso. Por eso me gustaría pensar que Kevin
desafiaría a Tetsuji, pero es igualmente probable que no lo volvamos a ver
con una raqueta nunca más. Pero el día en que Kevin deje de jugar por
siempre será el día en que muera. Es lo único que tiene. Lo criaron para que
no tuviese nada más. ¿Entiendes? No podemos perder contra los Ravens
este año. Kevin no va a sobrevivir a eso.
—No podemos ganar contra ellos —dijo Neil—. Somos el peor
equipo en la nación.
—Entonces es hora de dejar de ser los peores —dijo Wymack—. Es
hora de volar.
—No crees realmente que podemos —dijo Neil.
—Si no crees que pueden, ¿entonces qué estás haciendo aquí? No
hubieras firmado el contrato si ya te hubieses rendido —Wymack se giró a
medias—. Necesito asegurarme de que Kevin no se esté cortando las
muñecas ahí adentro. Puedo decirle a Abby que venga y te recoja si quieres
pasar el rato con los demás, pero necesito que guardes el secreto de tus
compañeros de equipo hasta junio. Necesitamos tiempo para averiguar
cómo vamos a manejar esta temporada.
—No voy a decir nada —dijo Neil, mientras daba un par de pasos
atrás—. Y no te preocupes por mí. Iré a correr o algo.
—Kevin debería estar fuera de aquí para las cuatro —dijo Wymack
—. A esa hora es cuando Andrew acaba con Betsy, así que Nick irá a
recogerlo camino a su oficina.
Neil asintió y se fue, tomando las escaleras hasta el primer piso.
Neil creyó que sería terrible si Kevin recordaba al chico con el padre
asesino, pero esto era peor. Esto era Kevin tal vez recordando a aquel chico
cuando Kevin pertenecía a una familia igual de horrenda. Neil no recordaba
a los Moriyama, pero ellos definitivamente lo recordarían a él si habían
hecho negocios con su padre. El Carnicero de Baltimore no era un hombre
que se pudiese olvidar fácilmente. Tampoco lo era su esposa, quien había
robado cinco millones de dólares la noche en que se escapó con el único
hijo del Carnicero. El Carnicero había rebuscado entre su gente por años
dándoles caza. Todos sus contactos habrán oído al respecto.
En algún lugar la ERC estaba rehaciendo y finalizando un calendario
que pondría a los Moriyama en el futuro cercano de Neil. Neil renunciaría
antes de ese partido. No tenía opción. Jugaría hasta antes de su juego contra
los Ravens y luego huiría. Si tenía suerte, el partido sería al final de la
temporada de otoño así que no pondría demasiado en riesgo la línea de
delanteros al irse.
Era estúpido y suicida quedarse tanto tiempo. Neil sabía que debía
irse ahora, antes de conocer a sus compañeros de equipo o que el ERC
publicara su nombre o que siquiera pusiese un pie en una cancha con Kevin
Day a su lado. Parecía un riesgo aceptable antes, cuando la gente de su
padre no se interesaba por los deportes. La posibilidad de que alguno de
ellos lo viera en TV durante un partido era insignificante en tanto Kevin no
lo reconociera y lo delatara. Ahora que sabía quiénes eran los Moriyama y
sabía que lo estarían observando, no tenía sentido quedarse.
Neil había crecido preguntándose por qué Kevin y Riko estaban en
esa habitación hace ocho años y cómo lo habían superado. Se había
preguntado por qué su suerte y sus circunstancias eran tan diferentes que
ellos podían convertirse en estrellas internacionales mientras que la vida de
Neil se salía tan rápido de control. Los había odiado y adorado toda su vida,
celoso de su éxito y desesperado porque ellos sobresalieran. Ahora parecía
que se había equivocado todo el tiempo; Kevin tampoco había escapado.
Sin importar lo que hicieran o en lo que se convirtieran, quizá ellos
nunca lo harían.
Neil empujó la puerta de las escaleras con tanta fuerza que se aporreó
contra el muro y antes de que estuviese siquiera a medio camino del
vestíbulo estaba corriendo. Aceleró a máxima velocidad antes de llegar a la
calle, yendo tan rápido que casi se cae, pero no podía huir de sus
pensamientos.
5
Los Foxes no estaban programados para empezar sus prácticas hasta
el lunes 10 de Junio, pero les pedía que se mudasen al campus el día antes
así tenían tiempo para establecerse en el dormitorio de los atletas. Neil
encontró sus tiempos estimados de llegada en una lista colgada en el
refrigerador de Wymack. El primero de ellos iba a llegar a las dos de la
tarde y el último a las cinco. Neil estaba impaciente por tener al fin a todo el
equipo junto. Una vez que estuviesen aquí, Kevin tendría un equipo entero
al que gritar y tendría que dejar a Neil tranquilo.
Kevin hasta ahora había sido exitoso en mantener la calma en frente
de Andrew. Neil lo atribuyó a años sonriendo para la prensa y pretendiendo
que todo estaba bien cuando estaba viviendo con mafiosos abusivos y
rechazados. Sin embargo, el estrés necesitaba una desembocadura, y Neil
era el objetivo más conveniente. Las dos semanas entre la votación del ERC
y el inicio oficial de las prácticas de verano eran tan difíciles de tolerar que
Neil casi aprendió a odiar tanto al Exy como a Kevin. Kevin había pasado
de imposible de complacer a ser completamente horrible estar cerca de él.
La mayor parte del tiempo, los primos dejaban a Kevin hacer lo que
quisiese con Neil y pretender que no había nada de malo en ello.
Neil era mucho mejor instigando peleas que ganándolas, pero valdría
la pena perder si tan solo pudiese poner un puño en la cara de Kevin aunque
sea una vez. Empezar una pelea sería demasiado desconcertante
considerando la personalidad del “Neil” con la que se presentaba. A pesar
de lo mucho que Neil odiaba pretender ser una persona influenciable, no
tenía opción. No podía dejar que Kevin o Andrew vieran al verdadero él.
Así que apretaba sus dientes lo más fuerte como podía para comportarse.
Ahora solo tenía que sobrevivir unas pocas horas más. Su bolso y él
se fueron al estadio en el auto de Wymack, donde Wymack recogió un
paquete con las llaves de los dormitorios para el equipo. Neil tomó la suya y
el papeleo sobre cómo comportarse apropiadamente en los dormitorios. Lo
leyó por encima antes de firmar todas las líneas punteadas. Wymack le
intercambió los papeles por un catálogo de la escuela. Neil se había perdido
las ventanas de inscripciones tempranas para los atletas porque firmó muy
tarde, así que tenía que registrarse con el resto de los novatos en agosto.
Neil no tenía ningún apuro; aún no sabía qué carrera elegir.
Tomó el catálogo, lo llevó hasta la sala de estar de los Foxes y se
acomodó en una de las sillas para hojearlo. Sabía que debería elegir
cualquiera, ya que ni siquiera iba a durar un semestre aquí, pero era
interesante ver cuántas opciones tenía Palmetto. Se divirtió con la idea de
estudiar algo escandaloso, pero era demasiado práctico como para
comprometerse. Si quería algo que le sirviese, solo había una sola opción
obvia.
Las lenguas extranjeras eran la llave para la libertad sin la cual no
podría vivir. Neil sabía hablar fluido en alemán. Era bastante bueno con el
francés, gracias a sus ocho meses viviendo en Francia y diez meses
viviendo en Montreal. Su entendimiento sobre esos idiomas se estaba
desvaneciendo gracias al poco uso que les daba, aunque miraba y leía
noticas extranjeras en internet para evitar perder el conocimiento en ellas
por completo. Neil podía pedirle a los primos que lo ayuden con el alemán,
pero no quería que ellos supieran que les entendía sus conversaciones
privadas. Neil no estaba seguro de cuánto francés sabía Kevin, pero no
quería pasar más tiempo con Kevin del que debía.
Examinó la sección de los idiomas modernos, debatiendo cuál elegir.
Había cinco idiomas disponibles como carreras y otros tres que podía tomar
como asignatura secundaria. La decisión inteligente sería elegir español. El
español de Neil nunca había sido bueno y le había perdido el ritmo hace
mucho, desvanecido a causa del alemán y el francés. Si pudiera retomarlo,
se le abrirían un mundo de oportunidades en el hemisferio sur.
Desperdició una hora leyendo la lista de requisitos de los cursos,
mirando los horarios, y descifrando el horario perfecto. Tan pronto como
pensó que tenía un par de clases establecidas, encontró un choque de
horario y tuvo que retroceder y empezar todo de nuevo. El problema era
cuánto tiempo libre necesitaba Neil para las prácticas. Cuando el año
escolar empezase los Foxes se reunirían por dos horas en la mañana y por
cinco horas en la tarde. Neil también necesitaba hacer horario para las cinco
horas semanales obligatorias de tutoría que Palmetto requería para los
atletas. Le tomó seis borradores antes de encontrar un horario que le
funcionase.
Miró el reloj, vio que aún tenía media hora para matar, y consideró
ponerse a correr vueltas. Recién se había levantado cuando Abby entró.
Neil había visto a Abby un par de veces este verano, la mayoría de las
veces cuando Wymack se sentía demasiado flojo como para cocinar y
quería que Abby lo hiciese por él. Neil nunca buscó su compañía por
voluntad propia, ya que verla a ella significaba ver al grupo de Andrew.
Neil no sabía cómo podía soportarlos viviendo bajo su mismo techo.
—Hola, Neil —dijo Abby—. Llegaste un poco temprano para la
reunión.

—El entrenador no me deja ir a la Fox Tower11 hasta que llegue


Matt.
Ella miró su reloj.
—Estará aquí antes de que te des cuenta. Ya que tienes tiempo de
sobra, deberíamos empezar ya con tu revisión física.
— ¿Física?
—Solo un chequeo general: peso, estatura, todas esas cosas. Tenemos
que hacerlo hoy en vez de mañana ya que hay extracciones de sangre
incluidas. No puedo dejarte entrar a la cancha hasta que duermas para que
se te pase. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un doctor?
—Hace mucho tiempo.
— ¿No te gustan los doctores?
—A los doctores no les gusto. ¿Es necesaria la revisión?
—No vas a jugar hasta que yo te autorice, así que sí —dijo Abby,
abriendo la puerta de la habitación médica. Prendió la luz mientras entraba,
aparentemente ajena al hecho de que Neil no se había movido. Le tomó un
par de minutos venir a buscarlo—. Podría ser para hoy, preferiblemente.
Tengo que revisar a muchos de ustedes.
Neil se bajó de la silla, tomó su bolso, y fue hacia su oficina. Dejó su
bolso en el piso a sus pies y se sentó en la cama. La primera parte del test de
Abby era fácil, como ella dijo que sería. Se pesó y la dejó realizar una serie
de pruebas desde reflejos hasta presión arterial. Tomó dos frascos de sangre
de su brazo izquierdo, los etiquetó, y los guardó en un cajón con llave.
Luego le hizo un gesto y le dijo:
—Sácate la playera.
Neil la miró fijamente.
— ¿Por qué?
—No puedo saber si tienes marcas de aguja a través del algodón,
Neil.
—No consumo drogas.
—Que bien por ti —dijo Abby—. Mantente así. Ahora quítate la
playera.
Neil miró más allá de ella hacia la puerta cerrada y no dijo nada.
Abby lo miró y tampoco dijo nada. Después de cinco minutos, ella fue la
primera en rendirse.
—Quiero hacer esto lo menos doloroso posible, pero no puedo
ayudarte si no me ayudas. Dime por qué no te quieres quitar la playera.
Neil buscó una manera delicada de decirlo. Lo mejor que se le pudo
ocurrir fue:
—No estoy bien.
Ella puso un dedo en la barbilla de él y giró su cabeza hacia ella.
—Neil, trabajo para los Foxes. Ninguno de ustedes está bien.
Probablemente he visto cosas peores que lo que sea que es lo que intentas
esconder de mí.
La sonrisa de Neil no tenía una pizca de alegría.
—Espero que no.
—Créeme —dijo Abby—. No te voy a juzgar. Estoy aquí para ayudar,
¿recuerdas? Ahora soy tu enfermera. Esa puerta está cerrada con seguro. Lo
que pasa aquí se queda aquí.
— ¿No le dirás al Entrenador?
—Esto no es de su incumbencia —dijo Abby, gesticulando entre ellos
con su mano libre—. Solo le doy un reporte si pienso que algo afectará tu
desempeño en la cancha o si estás quebrantando la ley y necesitas una
intervención.
Neil la miró fijamente, preguntándose si podía creerle y sabiendo que
no tenía opción. Su piel ya estaba hormigueando en anticipación a su
reacción.
—No puedes preguntarme sobre ellas —dijo al fin—. No te hablaré
de ello. ¿Entendido?
—Entendido —cedió Abby fácilmente—. Pero que sepas que estoy
aquí por si quieres hablar de ello, y Betsy también lo está.
Neil no le iba a decir nada a esa psiquiatra, pero asintió. Abby bajó su
mano, y Neil se sacó la playera antes de perder los nervios.
Abby creyó que estaba lista. Neil sabía que no lo iba a estar, y estaba
en lo correcto. Su boca se abrió en un silencioso respiro y su expresión
quedó en blanco. No fue lo suficientemente rápida para ocultar su mueca de
dolor, y Neil vio sus hombros ponerse rígidos de la tensión. La miró
fijamente mientras ella lo miraba, viendo su mirada pasar por sobre las
marcas brutales de su horrible infancia.
Empezaba en la base de su garganta, una serpenteante cicatriz yendo
hacia su clavícula. Un pliegue con bordes dentados estaba a un ancho de
dedo de distancia, cortesía de una bala que lo había alcanzado justo en el
borde de su chaleco antibalas. Una mancha sin forma de piel pálida que iba
desde su hombro izquierdo hasta su ombligo marcaba donde había caído
cuando saltó desde un auto en movimiento y se rasgó a sí mismo en el
asfalto de forma cruda. Había cicatrices desvanecidas entrelazadas por aquí
y por allá a causa de su vida huyendo, provenientes de accidentes estúpidos,
escapes desesperados, o conflictos con maleantes locales. A través de su
abdomen había grandes líneas entrelazadas provenientes de peleas con la
gente de su padre mientras huía. Su padre no era llamado el Carnicero por
nada; su elección de arma era una hachuela. Todos sus hombres eran
expertos en luchar con cuchillos, y más de uno de ellos había intentado
atravesar a Neil como un cerdo.
Y ahí en su hombro derecho estaba el contorno perfecto de la mitad
de una plancha caliente. Neil no recordaba lo que había dicho o hecho para
irritar tanto a su padre. Probablemente fue después de otra de las tantas
visitas de los policías locales. La policía y los federales no tenían nada
concreto para culpar a su padre, pero venían a la casa tanto como podían
con la esperanza de encontrar algo. El trabajo de Neil era quedarse quieto y
callado hasta que se fueran de nuevo. Neil supuso que se había movido
demasiado de manera nerviosa, ya que tan pronto como se habían ido su
padre le quitó la plancha de las manos a su madre y golpeó a Neil con ella.
Neil aún recordaba cómo se había visto su piel mientras se le pelaba con el
metal.
Neil retorció sus manos en su playera y levantó sus brazos,
mostrándole sus brazos.
— ¿Tengo marcas de aguja?
—Neil —dijo Abby con suavidad.
— ¿Tengo o no tengo?
La boca de Abby se redujo a una dura línea mientras redirigía su
atención forzosamente a su revisión física. Neil se puso su playera el
momento en el que ella le dio el visto bueno para que se la pusiera de
nuevo. Abby llenó el resto de su formulario en silencio.
—Hemos terminado —dijo Abby—. Neil…
—No —Neil agarró su bolso y escapó de su oficina tan rápido como
pudo.
Una parte de él esperaba que ella lo siguiera, pero Abby se quedó en
su oficina y lo dejó solo. Neil hojeó su catálogo, tratando de tranquilizarse.
Quería tanto un cigarrillo que le llegaban a doler los dedos. Quería algo que
lo hiciese sentir un poco menos solo. Empujó su catálogo a un lado de
nuevo y se revisó, asegurándose de que todo estuviera cubierto dentro de su
playera. Todas sus playeras eran al menos una talla más grande, ya que la
ropa holgada ocultaba mejor sus cicatrices, pero Neil aun así se sentía crudo
y expuesto.
Neil guardó el catálogo en su bolso, se pasó la correa por sobre su
hombro, y bajó por el pasillo con toda la intención de esperar en la cancha
interna por el resto de la tarde. Solo llegó hasta el vestíbulo cuando una
puerta se abrió detrás de él. Neil dudó en la salida y miró hacia atrás
mientras alguien entraba en la sala de estar al otro lado del pasillo.
La persona que acababa de llegar se veía sorprendentemente alto
comparado con los Foxes que Neil había tenido que aguantar este verano
hasta ahora. Nicky medía más o menos un metro ochenta y Kevin era dos o
cinco centímetros más alto, pero este hombre parecía medir dos metros.
Neil en parte culpaba la ilusión en su cabello negro, el cual se levantaba en
pequeños picos afirmados con gel.
El estilo del cabello fue también lo que hizo que Neil no lo
reconociese de inmediato, ya que el hombre no había lucido un aspecto tan
descarado el año pasado. Para cuando le puso un nombre a la cara del
hombre, el extraño había cruzado el pasillo hacia él y le había extendido la
mano. Neil la aceptó e intentó lo mejor que pudo mantener su mirada en la
cara de Matthew Boyd. Era difícil; las mangas cortas de Matt no hacían
nada para ocultar sus desvanecidas pero obvias marcas de aguja en sus
brazos. Ya veía por qué Abby era tan insistente con esa parte de la revisión.
—Matt Boyd —dijo el hombre, dándole a Neil un firme apretón de
manos—. Este es mi tercer año, y soy el defensa inicial de los Foxes. Tú
debes ser Neil.
Neil se salvó de tener que responderle. Wymack había escuchado a
Matt llegar y salió de su oficina para lanzar a la cabeza de Matt un llavero.
El estruendo captó la atención de Matt y se dio vuelta justo a tiempo para
ser golpeado en la mejilla con las llaves. Matt enganchó el llavero mientras
se caía y le hizo una cara a su entrenador.
—Dios, Entrenador, también me alegro de verte. ¿Desde cuándo que
ya no decimos un simple “hola”?
—Podría decir lo mismo sobre ti, pasando por delante de mi puerta
abierta así como así sin siquiera pedir permiso —dijo Wymack.
—Te veías ocupado.
—Siempre estoy ocupado. Eso nunca antes los ha detenido de
interrumpirme, idiotas.
Matt se encogió de hombros y miró a su alrededor.
— ¿Dónde estás los monstruos?
—Probablemente arrasando con la Fox Tower mientras hablamos.
¿Conociste a Neil?
—Eso intentaba —Matt le lanzó a Neil una mirada conocedora—. No
puedo creer que aguantaste al Entrenador todo este tiempo. ¿Cómo
sobreviviste?
—No he estado mucho con él —dijo Neil.
—Neil ha estado entrenando con Kevin y Andrew todos los días —
dijo Wymack.
—Dios mío —dijo Matt con sentimiento—. Eres horrible, Entrenador.
—Lo sabe —dijo Abby, parándose en el umbral de su oficina y
apoyando su hombro en el marco de la puerta—. Bienvenido de vuelta,
Matt. ¿Tuviste un buen viaje?
—Fue lo suficientemente bueno, aunque tomé tanto café que no creo
que logre dormir en una semana —Matt miró a Neil de nuevo—. ¿Ya te
acomodaste?
—El entrenador no me dejó mudarme sin ti —dijo Neil.
—Qué manera de hacerlo esperar —dijo Wymack—. Llévalo y
váyanse de aquí.
—Vamos —dijo Matt—. Te llevaré al departamento del Entrenador
para que recojas tus cosas.
—Esto es todo —dijo Neil.
Matt miró su bolso, luego alrededor de la habitación para buscar
maletas que no existían. Le lanzó una mirada interrogante a Wymack, quien
sacudió su cabeza, y se volvió hacia Neil.
—Es una broma, ¿no? Deberías ver todo lo que abarroté en mi
camioneta, y la cantidad de cosas que dejé atrás, ¿y esperas sobrevivir un
año con un solo bolso? ¿Esa cosa tiene poderes mágicos para extenderse de
los que no sé o qué?
—Debes llevarlo a comprar este fin de semana —dijo Wymack—. En
tu tiempo, no en el mío. Estoy cansado de verlo usar la misma ropa una y
otra vez. Solo hazme saber cuándo irás y te daré la contraseña de la tarjeta
para que puedas gastarla.
Neil estaba ligeramente ofendido.
—Tengo dinero.
—Qué bien por ti —dijo Wymack—. Creí que se estaban yendo.
—No te extrañé para nada —dijo Matt, pero no había enojo en su voz
—. Vámonos, Neil.
La camioneta de Matt estaba estacionada dos espacios más debajo de
los autos de Wymack y Abby, una monstruosa cosa azul que lucía como si
pudiera comerse un hoyo a través del estadio sin desacelerar. Matt no había
estado bromeando sobre cuántas cosas tenía: la parte de atrás de la
camioneta estaba llena de muebles y solo una docena de cordones tensos
hacía que nada se cayese. Los asientos traseros en la cabina extendida
también estaban llenos de maletas y cajas. Matt sacó una mochila del
asiento del pasajero y la tiró hacia atrás con el resto de las cosas para que
Neil se pudiese sentar. El camión cobró vida con un rugido silencioso que
Neil sintió más que escucharlo, y la radió cobró vida un segundo después.
Matt la apagó y cerró su puerta de un tirón.
—No todos somos malos, solo para que lo sepas —dijo Matt mientras
salía del estacionamiento—. Dan odió que tu primera impresión de nosotros
fueran esos buenos para nada. Estaba segura de que no te quedarías lo
suficiente para conocer al resto de nosotros. Consideró volver más
temprano al campus para hacer de regulador, pero el Entrenador le dijo que
no se molestara. Dijo que tendrías que lidiar con ellos eventualmente.
—Son interesantes —dijo Neil.
—Interesantes —repitió Matt—. Esa es la descripción más amable
que he escuchado de ellos. Pero en serio. Si te dan algún problema, solo
házmelo saber. Le patearé el trasero a Kevin por ti.
—Gracias, pero puedo lidiar con ellos yo solo.
—Yo también pensé que podía lidiar con ellos —Matt se pasó una
mano por su cabello, torciendo sus picos hacia todos lados—. Andrew dejó
bastante claro que nadie iba a lidiar con él. Si cambias de opinión, ya sabes
dónde encontrarme. Mi oferta se queda hasta la graduación.
Neil no iba a necesitar la ayuda de Matt, pero dijo:
—Gracias.
Matt apuntó hacia el parabrisas.
—Ahí está.
La mayoría de los edificios, las oficinas y los dormitorios de Palmetto
State estaban dentro de un bucle gigante conocido como Perimeter Road.
La Fox Tower era una de las pocas excepciones, pero solo porque una
colina perdida forzaba a Perimeter a abrazar el área verde del campus cerca
de la torre del reloj. La colina podría haber sido un lindo lugar para que los
estudiantes hicieran picnic entre las clases, excepto por el hecho de que
alguien decidió construir el dormitorio de los atletas en la punta. Medía
cuatro pisos y tenía su propia sala de computación y su propio
estacionamiento.
El estacionamiento estaba atrás, y el auto de Andrew era el único
estacionado. Matt se saltó todos los espacios lineados para estacionarse en
el borde. Los dos sacaron las cosas de la camioneta para dejarlas en la
vereda, y Neil esperó con la pila de cosas mientras Matt se estacionaba.
Llevar todo adentro y hacia el tercer piso fue una pesadilla, especialmente
ya que muchos muebles no cabían en el ascensor. La escalera era muy
estrecha como para hacérselos fácil, y el pasamanos se interponía entre
ellos a cada rato mientras intentaban dar la vuelta en las esquinas de los
descansillos. Todo era aún más difícil a causa de la seria diferencia de
estatura entre ellos y el hecho de que Neil andaba con su bolso. No quería
dejarlo ni en su habitación ni en la camioneta de Matt, así que lo llevaba de
arriba a abajo en cada viaje.
Su habitación era la 321. Había una cocina en un lado justo al lado de
la puerta y la habitación principal era una espaciosa sala de estar. Tres
escritorios vacíos alineaban la pared, esperando ser llenados con tareas de la
escuela y libros. Un corto pasillo terminaba en el baño y se ramificaba a las
habitaciones. Había una litera con dos camas contra una pared y una tercera
cama estaba levantada a la altura del pecho contra la otra pared para que
cupiesen estanterías y una cómoda debajo de ella. Solo había un clóset, pero
había colgantes divisorios en el hueco vacío.
Era intento y fracaso intentar hacer que todo cupiese. Eventualmente
empujaron todos los escritorios hacia la pared donde estaba la ventana, casi
lo suficientemente cerca como para estar tocándose, para que Matt pudiese
poner su sillón contra una pared larga y una mesita para el café en el medio
de la sala de estar. Había sacado las estanterías del mueble de la televisión
para el viaje, pero la mayoría de los tornillos seguían en su lugar. Solo tomó
unos pocos minutos armarlo de nuevo, y Matt enseguida lo llenó con una
televisión y una consola de videojuegos. Neil lo dejó para que organizara
sus películas y fue de vuelta a la habitación.
Los colchones estaban vacíos, lo que significaba que Neil tendría que
comprar sabanas. No había dormido en una cama real desde que se había
ido de Seattle. Se había metido en autos para robar asientos traseros en
California, había dormido en un bus en Nevada, y había dormitado en
asientos del pasajero mientras hacía autostop con camiones hacia Arizona.
Su casa en Millport no había tenido muebles, así que había dormido en el
piso con playeras como su almohada. El sofá de Wymack era lo más
agradable que había tenido en un año, pero ahora tenía una cama.
Dormir solo iba a ser desorientador. Se había acostumbrado a dormir
en la misma cama que su madre, ya que su paranoia no la dejaba tenerlo
fuera de su alcance. Dormían espalda contra espalda, protegiéndose
mutuamente, con pistolas debajo de sus almohadas que hacían incómodos
pero reconfortantes bultos.
—Voy a ir al aeropuerto a buscar a Dan y a Renee —dijo Matt desde
el umbral de la puerta—. ¿Quieres venir?
—Tengo que ir a comprar —dijo Neil—. ¿Te importa en qué cama
duermes?
—Soy muy alto como para dormir arriba —dijo Matt—, y Seth tiene
un horario de sueño extraño, así que si es que no te molestan las alturas
deberías dormir arriba. Volveré en una hora más o menos, y puedes venir
con nosotros a la cancha cuando las chicas se acomoden. Dan no creerá que
estás bien hasta que te vea con sus propios ojos.
—Estaré de vuelta para entonces —dijo Neil, así que Matt se fue.
Neil esperó hasta que la puerta se cerrara detrás de él antes de quitarse
el bolso de su hombro. Empezó a dar vueltas alrededor de la habitación de
nuevo, esta vez con una sensación de hundimiento en su estómago. Su
casillero estaba al otro lado del campus, y el cajón con llave de Wymack
estaba aún más lejos. El único lugar casi seguro en la habitación entera era
su cajón, y eso era solo porque los cajones estaban cerrados todo el día.
Nada tenía un seguro excepto la puerta.
Podía salir con su bolso, ya que solo eran tres kilómetros hacia la
tienda, pero necesitaba comprar demasiadas cosas y sabía que no podría
traerlas todas de vuelta junto con su bolso. En vez de eso, empezó a repasar
el tiempo que tenía en su cabeza, añadiendo el viaje hacia el aeropuerto de
Matt, la espera del equipaje de las chicas, y el camino de vuelta. Incluso si
Matt estuviese fuera por una hora, Neil y él deberían estar de vuelta en el
dormitorio casi a la misma hora. La llave del dormitorio tendría que ser
suficiente por ahora. Neil podría buscar una mejor solución en la tienda.
Sacó su billetera del bolsillo de su bolso y guardó el bolso en su
cajón, el cual era el último de la cómoda. Apenas entraba, pero al menos
cerró. Presionó sus dedos a la madera por un segundo, buscando la valentía
para alejarse, y revisó tres veces la cerradura mientras se iba.
El siguiente dormitorio era la de las chicas, y el dormitorio de los
primos era la siguiente a ese. Nicky estaba descansando apoyado en su
puerta. Sonrió cuando vio a Neil.
—Hola, extraño —dijo Nicky—. ¿Qué pensaste de Matt?
—Se ve bueno —dijo Neil, sin parar en su camino.
—Él está bueno —llamó Nicky detrás de él con una risa.
Neil bajó por las escaleras, miró su reloj en la puerta principal, y
corrió hacia la tienda. El aire acondicionado se sentía como el paraíso en su
cálida piel mientras se paseaba por los pasillos, tomando lo que necesitaba
sin fijarse mucho en los detalles. Se abasteció de todo, desde sabanas para
la cama hasta tintura para el cabello y alimentos, y luego retrocedió por un
bolso de mensajero. Su bolso tenía el porte perfecto para todo lo que poseía,
lo que significaba que no tenía espacio para libros de la escuela y libretas.
Se fijó en la pequeña sección de cosas electrónicas, sin encontrar una
cerradura que pudiese instalar en algo de su habitación, y volvió a la parte
de oficina y útiles escolares.
Al final del pasillo habían cajas fuertes: demasiado pequeña para
meter su bolso, definitivamente demasiada pequeña para meter su ropa,
pero lo suficientemente grande para lo que más necesitaba esconder. Neil se
llevó una consigo hacia la caja registradora y lo apiló todo allí. La caja hizo
que su viaje de vuelta al dormitorio fuese demasiado incómodo, ya que era
demasiado pesada para meterla en un bolso sin romperlo.
Sabía que había hecho todo rápido, pero el vuelo de las chicas debió
haber aterrizado antes de tiempo porque la camioneta de Matt estaba en el
estacionamiento cuando Neil regresó. Neil se desvió hacia él y puso una
mano en el capó, pero no pudo saber si el calor era a causa del sol o del
motor. Se abrió paso hacia el interior y corrió hacia arriba con su corazón
retumbando en su pecho.
La puerta de Nicky estaba cerrada, pero ahora la de las chicas estaba
media abierta. Neil escuchó voces mientras pasaba por afuera pero no se
detuvo para decir hola. Se apresuró hacia su habitación. Solo cuando
comprobó la cerradura y la encontró aún cerrada pudo respirar un poco
mejor.
Tiró sus bolsos en el suelo de la habitación para clasificar sus nuevas
pertenencias. Las sabanas se fueron para su litera aún en su envoltura y
apiló sus escasos alimentos encima de la cómoda. Rompió el acolchado del
cartón de su pequeña caja fuerte, hojeó las instrucciones y advertencias, y
empujó todo lo demás a un lado para ir a buscar su bolso. Le costó abrir el
cajón ya que su bolso estaba muy ajustado, pero finalmente logró soltarlo y
lo tiró en frente de él. Abrió el cierre en un largo movimiento, dobló la parte
de arriba fuera de su camino, y se congeló.
A primera vista, su bolso se veía tal como lo dejó. Todo seguía ahí en
el mismo orden en que lo había dejado, doblado pero arrugado por un
reciente trato brusco. Pero Neil sacó la paranoia de su madre y empacaba su
ropa de una manera muy específica. Incluso un ladrón cauteloso sería
engañado, ya que Neil doblaba todo de la misma manera. El código de Neil
estaba en las etiquetas. Siempre doblaba las etiquetas de las playeras dos
veces en la capa superior.
Alguien había revisado las cosas de Neil y las había puesto todas de
vuelta, mismo orden, mismas capas, misma manera ordenada de doblarlas,
pero todas las etiquetas habían sido aplastadas por una mano muy
cuidadosa.
Neil sacó su ropa y la tiró, buscando desesperadamente su carpeta
enterrada debajo de todo. Por la portada se veía como un diario de un
acosador. Protectores de láminas de plástico estaban llenos de recortes de
periódicos, fotografías, y todo lo que pudiese encontrar sobre Kevin y Riko.
Los recortes estaban pegados a hojas de oficio, las cuales Neil puso espalda
contra espalda en resbalones de plástico para crear un bolsillo interno
escondido. En esos bolsillos estaban las posesiones más importantes de
Neil.
La mayoría de las fundas tenían dinero: cheques con cantidades de
cinco dígitos que podía gastar cuando lo necesitase, números que detallaban
dónde su madre y él habían escondido dinero mientras huían, y fajos de
billetes afirmados con elásticos. Una lista de contactos de emergencia,
codificados como una canción infantil inmadura, estaba en la parte trasera.
Solo uno de ellos vivía en los Estados Unidos. Su madre se casó con una
familia criminal estadounidense, pero se había criado en una británica. Su
hermano, Stuart Hatford, le dio la lista cuando huyó de su esposo. Ella a su
vez se la dio a Neil cuando murió.
El número de teléfono de Stuart estaba en la siguiente página,
enterrado en una hoja cubierta de arriba hacia abajo con números al azar.
Neil solo podía encontrarlo usando su nombre de nacimiento. Tenía que
contar hacia abajo tantas filas como la cantidad de letras que tenía su
nombre y hacia la derecha según las letras de su apellido. Neil nunca lo
había llamado, y esperaba que nunca tuviese que hacerlo. No había ningún
punto en huir de una familia asesina si corría hacia los brazos de otra.
La última funda en su carpeta contenía una nota falsificada de un
optometrista. Neil no necesitaba una prescripción, pero no podía comprar
lentes de contacto de color sin una medida del diámetro y la curvatura de
sus ojos. Guardado ahí dentro había una caja con lentes de contacto cafés.
Neil hojeó el dinero y lo contó en su cabeza. Terminó calculando el
monto correcto, pero eso no hizo que se sintiese mejor. Si alguien había
revisado sus cosas y había encontrado su carpeta, luego encontrado lo que
escondía, ¿cómo se suponía que iba a explicarlo? Solo en dinero en efectivo
y cheques Neil andaba trayendo un cuarto de millón de dólares.
El hecho de que alguien había venido aquí deliberadamente y había
hurgado en su bolso hacía que su estómago doliera con una ira ardiente. Lo
más inteligente que podía hacer era pretender que no se había dado cuenta y
esperar a que el ladrón viniese a él. Eso era lo que su madre haría.
Desafortunadamente, Neil había heredado el temperamento de su padre, y
finalmente se había hartado.
Podría haber sido Matt, pero Neil lo dudaba. No era que confiase en
Matt; Neil no confiaba en nadie, menos en un hombre que acababa de
conocer. El tiempo estaba a su favor ya que no había ninguna manera en la
que hubiese podido ir al aeropuerto ida y vuelta, ayudar a las chicas a subir
sus cosas, y aún tener tiempo para desempacar y empacar el bolso de Neil.
Eso dejaba un solo sospechoso obvio.
Neil deslizó un dedo por el lomo de su carpeta y sacó las dos últimas
agujas delgadas que quedaban del set de ganzúas de su madre. Las sujetó
entre sus labios para no perderlas y puso la cerradura en su caja fuerte.
Metió su carpeta dentro, la cerró de golpe, y enganchó una segunda
cerradura a través del mango de la caja. Le dio un par de fuertes tirones al
mango para asegurarse de que las cerraduras estaban bien cerradas y metió
la caja debajo de su pila de ropa. Escupió las agujas en su palma y salió
furioso de su habitación, deteniéndose solo lo suficiente para cerrar la
puerta con llave detrás de él.
Neil comprobó la puerta de Andrew y no le sorprendió encontrarla
cerrada con llave. Neil se agachó y empezó a trabajar, pero no le tomó
mucho tiempo. Era una cerradura barata y más fácil de manejar que la de su
antiguo casillero. Al parecer quien sea el que haya construido el dormitorio
no había contado con gente como Neil y Andrew. Neil se puso de pie,
guardó sus ganzúas en su bolsillo, y empujó la puerta para abrirla.
El grupo de Andrew estaba esparcido alrededor de la sala de estar.
Aaron y Nicky estaban medio hundidos en sillas puf que combinaban
mientras jugaban un videojuego, Kevin estaba leyendo una revista en uno
de sus escritorios, y Andrew estaba sentado en el escritorio que estaba más
cerca de la ventana para poder fumar. Todos se quedaron quietos cuando la
puerta se abrió y se quedaron mirando a Neil.
Andrew fue el primero en reaccionar. Arrojó su cigarrillo por la
ventana y sonrió.
—Inténtalo de nuevo, Neil. ¡Estás en la habitación equivocada!
Aaron pausó el juego con un golpe de su dedo y miró a Nicky.
—Cerramos la puerta con llave —dijo en alemán, más una afirmación
que una pregunta.
—Así era la última vez que revisé —respondió Nicky. Cambió al
inglés para ofrecerle a Neil un amistoso—: Oye, creo que Matt ya volvió.
¿Ya conociste a Dan y a Renee?
La falsedad de sus palabras y la sonrisa de Nicky solo enfurecían más
a Neil. Si los primos iban a seguir usando el alemán pensando que podían ir
a espaldas de todos con eso, Neil iba a seguir manteniendo en secreto su
conocimiento en el idioma hasta el último momento posible. Eso no
significaba que Neil no podía defenderse, así que cambió al francés y
enfocó su enojo en Kevin.
—Mantente fuera de mis cosas —espetó. Desearía haber podido
obtener alguna satisfacción de las miradas conmocionadas que el idioma y
su tono furioso se habían ganado, pero no sintió nada—. La próxima vez
que uno de ustedes vaya a donde no le incumbe juro que haré que se
arrepientan.
Pasó un año antes de que cualquiera respondiese. Nicky estaba muy
ocupado mirando a Neil boquiabierto como para decir algo, y Aaron miraba
fijamente a Kevin mientras esperaba una traducción. La sorpresa de
Andrew dio paso a lo que un tonto habría confundido como deleite, y se
inclinó hacia adelante en el escritorio.
—Guau, otro de los tantos talentos de Neil. ¿Cuántos puede tener un
solo hombre?
Neil lo ignoró para mirar a Kevin.
—Dime que entiendes.
—Entiendo —dijo Kevin en francés—, pero no me importa.
—Que te empiece a importar. He dejado que me pisotees por dos
semanas porque sé cuan asustado estás respecto al cambio de distrito, pero
ya me harté. Andrew se va a dar cuenta de ello en la reunión de esta noche.
Deberías estar preparándote para manejar esa explosión en vez de estar
acosándome.
—Preocúpate de tu incompetencia. Yo me preocuparé de Andrew.
—Te conviene —dijo Neil—. Ponle una correa a tu monstruo de
mascota o yo lo haré.
— ¿Un niño asustado como tú?
—Vete a la mierda, lisiado.
El rostro de Kevin palideció a través de la habitación.
— ¿Cómo acabas de llamarme?
—Te llamé un peso muerto —dijo Neil.
Kevin se paró tan rápido de su silla que la derribó. Neil salió de la
habitación y cerró la puerta de golpe entre ellos. Solo había caminado dos
pasos de vuelta hacía su habitación cuando Kevin abrió de nuevo la puerta
de un tirón.
Kevin rodeó el cuello de Neil con sus manos en un instante y estrelló
a Neil contra la pared opuesta. Neil enterró sus dedos en las muñecas de
Kevin, tratando de aflojar el agarre de Kevin lo suficiente como para
respirar. Intentó darle un rodillazo a Kevin, pero Kevin lo empujó contra la
pared con su propio cuerpo.
—¿Cómo mierda acabas de llamarme? —demandó Kevin de nuevo.
Neil no podía respirar lo suficiente como para responder. No
importaba; la enojada voz de Kevin y el fuerte golpe del cuerpo de Neil
contra las paredes de concreto del dormitorio eran suficientes para llenar el
pasillo de Foxes. Andrew fue el primero en aparecer en la puerta de los
primos, pero Matt fue el primero en ir a por Kevin. Rodeó un brazo
alrededor de la garganta de Kevin y torció fuertemente la cabeza de Kevin
hacia atrás en un ángulo peligroso.
—Suéltalo, Day —gruñó Matt.
—Woah, woah, cálmense —dijo Nicky por detrás del hombro de
Andrew—. Vamos, Matt.
Kevin dejó ir a Neil con una mano y le dio un codazo en las costillas a
Matt. Matt gruñó y apretó su agarre, forzando a Kevin a soltar a Neil por
completo si esperaba poder respirar pronto. Matt arrastró a Kevin lejos de
Neil, pero Kevin se soltó dos pasos más tarde y le lanzó un golpe a Matt.
Matt lo desvió con un golpe y empujó a Kevin lo suficientemente fuerte
como para mandarlo al suelo.
La mirada en el rostro de Matt decía que recién estaba comenzando,
pero Andrew se interpuso entre ellos antes de que Matt pudiese ir tras
Kevin de nuevo. Andrew estaba sonriendo y su postura era casual, pero
Matt sabía que no era buena idea probar su suerte y meterse con el enano
psicópata. Matt tomó un paso atrás, cediendo a dejar de pelear
silenciosamente, y le lanzó a Neil una mirada preocupada. Kevin se puso de
pie detrás de Andrew y fulminó a Neil con la mirada. Neil se rehusó a mirar
a nadie y pretendió que la pared lejana era la cosa más interesante que había
visto en años.
Las chicas eligieron ese momento para acercarse. Una se movió al
lado de Matt, con su expresión tensa del enojo. Barrió al grupo de Andrew
y a Neil con una mirada oscura y dijo:
—¿Qué creen que están haciendo? Es nuestro primer día de vuelta.
¿Por qué ya estamos peleando?
—Técnicamente nunca no fuimos —dijo Andrew—, y Neil ha estado
aquí por un par de semanas, así que es tú primer día de vuelta, no el de
nosotros —se inclinó hacia un lado, mirando más allá de ella hacia su
compañera de habitación—. Hola, Renee. ¡Ya era hora!
La primera chica no le dio a Renee una oportunidad para responder.
—Dame una explicación ahora, Andrew.
—Me miras a mí como si fuese mi culpa —Andrew movió un dedo
hacia ella—. ¿Por qué no echas otro vistazo? Neil está en nuestro cuarto, lo
que significaba que él vino a pelear con nosotros. Dan, tu prejuicio es cruel
y poco profesional.
Danielle Wilds se volteó hacia Neil. La capitana de los Foxes era más
alta que él, pero no por mucho. Su corto cabello castaño estaba cortado sin
piedad y despeinado a causa de la mudanza. Le echó un rápido vistazo a
Neil de pies a cabeza, con los ojos cafés entrecerrados.
—¿Cuál es el problema?
—No hay ninguno —dijo Neil. Cuando Dan sacudió una mano entre
Kevin y él, Neil se encogió de hombros—. Solo una diferencia de
opiniones. Nada importante.
—Nos estamos llevando de maravilla —dijo Andrew—. Neil incluso
accedió a irse al estadio con nosotros.
—Oh, ¿en serio? —preguntó Dan, claramente escéptica.
Todos miraron a Neil. El hecho de que era un acto suicida ya no
importaba mucho, no cuando el grupo de Andrew se había metido entre sus
cosas. Neil tenía que hacer un tremendo control de daños.
—Sí —dijo Neil—. Me imaginé que la camioneta de Matt iba a estar
llena, así que acepté su oferta.
Dan parecía lista para discutir, pero Matt la calmó con un toque en su
brazo. Dan le envió una mirada sospechosa a Andrew, luego sacudió su
cabeza.
—No sé quién empezó esto, pero la pelea termina ahora.
—Siempre la optimista —dijo Andrew, y le dio a Neil su saludo de
dos dedos—. Nos vemos pronto. No te escapes, ¿de acuerdo?
—Ni en mis sueños —mintió Neil.
Andrew desapareció en su habitación. Aaron y Nicky lo siguieron.
Kevin fue el último en moverse. Le envió una mirada fría a Neil a modo de
despedida y azotó la puerta detrás de él. Neil se quedó detrás observando
cómo se iban y preguntándose cómo se suponía que iba a sobrevivir a ese
viaje en auto.
6
Neil dejó atrás la realidad cuando entró en la habitación de Dan. Pasar
un mes con Andrew y un Wymack volátil había dañado casi
irreparablemente su imagen de los Foxes. Ahora estaba bebiendo un vaso
de té helado dulce y comiendo galletas que Renee había traído de casa. Le
preguntaron sobre la pelea solo una vez más, y cuando Neil lo hizo a un
lado, no lo presionaron. Ahora las chicas estaban revisando proyectos de
caridad que querían involucrar a los Foxes en este otoño.
Dan se sentó apoyada en el hombro de Matt, con los dedos
entrelazados con los suyos, y asintió mientras Renee enumeraba las ideas
con sus dedos. Parecía lo suficientemente amigable ahora que Andrew
estaba fuera de la vista, pero Neil ya había notado sus agallas. Estaba hecha
de un material más duro, podría haber dicho su madre. Neil supuso que
tenía que serlo para capitanear un equipo heterogéneo como este.
Su compañera de cuarto, Renee, era un misterio. La portera principal
de los Foxes tenía el pelo blanco brillante hasta la barbilla. Las dos
pulgadas inferiores de su cabello estaban teñidas en colores pastel alternos.
Era lo suficientemente interesante como para merecer una segunda mirada,
pero era francamente extraño cuando se combinaba con su escaso
maquillaje, ropa conservadora y delicado collar de cruz plateado. Nicky la
había llamado el encanto del equipo. Neil entendió por qué mientras la
escuchaba hablar. No tenía idea de cómo había clasificado para el equipo
intermedio de los Foxes.
A las cinco, Wymack llamó para informarles que Seth y Allison se
dirigían al campus desde el aeropuerto. Estaban limpiando sus vasos cuando
Nicky apareció por Neil.
—Te estoy cronometrando —dijo Dan, mostrándole el reloj a Nicky
—. Sé cuánto tiempo se tarda en llegar a la corte desde aquí, especialmente
con la forma en que conduces. Lo llevas directamente allí, ¿me entiendes?
Nicky la despidió.
—Ten un poco de fe en un chico, Dan.
—Ese es el trabajo de Renee, no el mío. El mío es asegurarme de que
empecemos el año con diez jugadores en funcionamiento.
—No es como si fuéramos a matarlo.
—Kevin ya lo intentó —señaló Matt.
—Nah, eso fue solo un toque de amor —Nicky le hizo una seña a
Neil—. ¿Podemos irnos? Estas personas me hacen sentir muy incómodo.
No esperó a Neil, sino que desapareció en el pasillo. Cuando Neil
salió del baño de las chicas, Nicky corría hacia la escalera. Neil tuvo que
apresurarse tras él. Nicky esperó hasta que estuvieron en la escalera para
reducir la velocidad. Arqueó las cejas hacia Neil con exagerada sorpresa.
—Así que hablas francés.
—Sí —dijo Neil.
Nicky esperó un momento para ver si lo explicaba por su cuenta.
—¿Por qué francés?
—La familia de mi madre es francesa. —Era una mentira que
probablemente hizo que su madre británica se revolcara en su tumba de
arena—. Ella realmente no me dio la opción de qué idioma estudiar en la
escuela. ¿Cómo aprendió Kevin?
—¿No lo sabes? —preguntó Nicky—. Sabías que te entendería.
—Lo oí usarlo una vez —dijo Neil.
—Jean le enseñó —dijo Nicky—. ¿Jean Moreau? Es un defensor que
los Ravens importaron de Marsella. Kevin y él estaban unidos, y él le
enseñó francés a escondidas. Oye, tal vez puedas enseñarme un par de
buenas frases para ligar. Kevin se niega a ayudar.
—Estoy bastante seguro de que nunca aprendí las cosas que quieres
decir.
—Qué desperdicio —se quejó Nicky.
Andrew estaba apoyado en el auto esperándolos. Kevin ya estaba en
el asiento del pasajero y Aaron estaba solo en el asiento trasero. Andrew
estaba entre Neil y la puerta, por lo que Neil tuvo que detenerse frente a él.
Nicky siguió dando la vuelta al auto hasta el asiento del conductor, dejando
a Neil a la inexistente misericordia de Andrew.
—Nos esperaste —dijo Andrew con fingida sorpresa—. Un mentiroso
que practica la honestidad ocasional. Inteligente. Mantiene a la gente
adivinando. Muy efectivo. Debería saberlo. Lo hago yo mismo, ya ves. Ven
entonces. Después de ti.
Neil se subió al asiento trasero. Andrew lo siguió adentro,
intercalando a Neil entre él y su hermano. Nicky ya tenía el motor en
marcha. Tan pronto como Andrew cerró la puerta de un tirón, Nicky salió
de allí como si quisiera llevarse el asfalto con él. Neil buscó
automáticamente su cinturón de seguridad, pero uno de los hermanos estaba
sentado en él.
Andrew se recostó contra su costado.
—Después de todo lo que hemos hecho por ti, tienes que empezar una
pelea con nosotros. Qué vergüenza, Neil.
—Comenzaste esta pelea hace un mes —dijo Neil—. Si quieres que
pare, déjame en paz.
—Me gusta pelear. Es problemático cuando el entrenador, Abby y los
otros entrometidos comienzan a llorar. Muestra algo de consideración.
—Demuestra algo de consideración y no te metas en mis cosas.
—De todos modos, ¿cómo sabes que fuimos nosotros? Quizás fue
Matt. Inocente hasta que se demuestre lo contrario falla en un tribunal de
Exy.
—No te he oído negarlo todavía.
—De todos modos, no me creerías.
—No creo nada de lo que dices.
—Créeme, Neil: no puedes ponerme una correa. No creas que puedes,
¿de acuerdo? Y no seas tan estúpido como para decirles a otras personas
que lo harás. No es seguro. Me harás querer romperte.
—¿Tú? —dijo Neil—. No puedes.
La sonrisa de Andrew se hizo más amplia.
—Ohhh, eso suena como un desafío. Madre, ¿puedo?
—Tu madre está muerta. No creo que a ella le importe lo que hagas.
—Estoy seguro de que nunca lo hizo —dijo Andrew—. Bueno, tuvo
que ofenderse por la parte de morir, pero creí que era bastante divertido.
Pero estás en lo correcto. —Se golpeó la sien con la palma de la palma de la
mano como si algo obvio acabara de ocurrirle—. Hago lo que quiero.
Considera esta tu invitación oficial, desgraciado suicida. Te llevaré a
Columbia con nosotros este viernes.
Soltó a Neil y levantó cinco dedos, sonriendo a Neil a través de ellos.
—Tienes cinco días para conocer a los demás. Cinco días de prácticas
y todas las ridículas tonterías del entrenador. Luego es nuestro turno el
viernes. Puedes llegar a conocernos fuera de la corte.
—Te llevaremos a cenar —dijo Nicky por encima del hombro—.
Solíamos vivir en Columbia, así que conocemos los mejores lugares. Aún
mejor, tenemos un lugar libre para dormir, por lo que no tenemos que
preocuparnos por conducir ebrios o exhaustos. Será una maravilla.
—No bebo ni bailo —dijo Neil.
—Está bien —dijo Andrew—. Kevin ya no baila y yo nunca lo hago.
Puedes beber gaseosas y hablar con nosotros mientras los demás hacen el
ridículo. No podemos pasar este año con este pequeño malentendido entre
nosotros, así que nos tomaremos una noche libre y lo arreglaremos.
“Arreglar” era una extraña elección de palabras. Neil sabía que uno de
ellos tendría que hablar para que se llevaran bien, y estaba bastante seguro
de que Andrew también lo entendía. Era obvio que él esperaba que Neil
fuera el primero en ceder terreno.
Neil sabía que debería hacerlo. Ya era hora de ceder. Pero Neil quería
demostrarle que estaba equivocado, sin importar lo estúpido que fuera.
—Si voy, prométeme que nunca volverás a tocar nada mío.
—Tan posesivo —dijo Andrew.
—Por supuesto que lo soy —dijo Neil—. Todo lo que tengo cabe en
una bolsa.
Andrew consideró eso, luego respondió con una sonrisa loca.
—Bueno. Una noche con nosotros y no más robos. El viernes por la
noche será divertido.
Neil lo dudaba mucho.
Llegaron al estadio un minuto antes que sus compañeros de equipo
más respetuosos de la ley y esperaron en la acera a que llegara la camioneta
de Matt. Tan pronto como los estudiantes de último año estacionaron y
salieron, Andrew señaló a Neil.
—Mira, en una pieza.
—¿Estás sangrando en alguna parte? —preguntó Matt.
—En ninguna parte vital —dijo Neil.
Renee intervino antes de que sus amigos pudieran reaccionar.
—¿Por qué no esperamos dentro a Seth y Allison? Tenemos un
tiempo y hace un poco de calor aquí.
—Tal vez tengan un accidente y no lo logren —dijo Nicky
esperanzado.
—En serio, Nicky —dijo Renee—. Eso es un poco inapropiado, ¿no
te parece?
Lo dijo gentilmente, con un atisbo de sonrisa en su rostro, pero Neil
todavía sintió la reprimenda. Era más sutil, pero de alguna manera más
mortal que las miradas sucias que Matt y Dan le estaban enviando a Nicky,
tal vez porque ella estaba tan dulcemente decepcionada con la actitud de
Nicky. Nicky apartó la mirada y se encogió de hombros incómodo.
—Vamos —dijo Dan, y abrió el camino hacia el vestuario.
Wymack y Abby estaban sentados en el centro de entretenimiento del
salón cuando llegaron. La molestia de Dan se desvaneció bajo el calor real
cuando saludó a la pareja. El grupo de Andrew fue directamente a uno de
los sofás mientras Matt esperaba a las chicas en el otro. Neil eligió una silla
donde pudiera vigilar a todos. Después de los amistosos saludos de Renee,
se retiró al sofá de Matt. Dejaron un espacio entre ellos para Dan. Dan se
quedó con Wymack un rato más, charlando animadamente sobre las ligas
mayores de verano de Exy.
Los dos últimos Foxes tardaron casi veinte minutos en llegar, y Neil
sintió que la tensión en la habitación cambiaba cuando la puerta se abrió de
golpe. Neil notó las reacciones de sus compañeros y mentalmente dividió al
equipo en cuatro grupos: los tres de Dan, los cuatro de Andrew, los recién
llegados y él mismo.
Seth Gordon fue el primero en entrar en la habitación y trajo consigo
un problema de actitud. No se veía feliz de volver a ver a ninguno de ellos
después de solo un mes de distancia y apenas le gruñó al personal a modo
de saludo. Se tomó un segundo para fruncir el ceño ferozmente a Neil, pero
eso fue todo. Se arrojó en una de las sillas abiertas, todo miembros largos y
negra ira, y miró a la puerta mientras esperaba que llegara su compañera.
Allison Reynolds estaba solo unos segundos detrás de él. Se detuvo
en la puerta para mirar a través de la habitación a su hosco compañero de
equipo. Neil había visto fotos de Allison cuando investigaba a los Foxes,
pero aún necesitaba una segunda mirada. Los Reynolds eran
multimillonarios gracias a sus resorts de lujo de clase mundial. Allison
creció como una princesa moderna y una celebridad gracias a su asociación
con los clientes de su familia. Se rumoreaba que perdió su herencia cuando
eligió el Exy y las escuelas públicas en lugar de unirse al negocio familiar,
pero Allison todavía parecía una estrella de la pasarela. Todo el mundo
estaba en vaqueros y arrugado por mudarse. Allison parecía lista para una
sesión de fotos con perfectos rizos platino, tacones de punta y un vestido
ceñido.
—Es bueno verlos a ustedes dos también —dijo Wymack secamente.
Allison lo salteó para asentir hacia Abby.
—Sobreviviste al verano.
—Por la gracia de Dios —dijo Abby—. No es más fácil, eso es
seguro.
Allison barrió la habitación con una mirada, los labios se curvaron un
poco con desprecio cuando vio al grupo de Andrew. Su mirada se posó en
Neil y lo estudió un momento, con expresión calculadora.
—Me voy a sentar contigo —dijo.
Cruzó la habitación para sentarse en el brazo de su silla. Realmente
no había lugar para ella allí; tuvo que apoyarse contra él para mantener el
equilibrio. Ella pasó un brazo alrededor de sus hombros para evitar
deslizarse y cruzó las piernas a la altura de la rodilla. El movimiento deslizó
su corto dobladillo hacia arriba, mostrando un saludable tramo de muslos
bronceados y tonificados.
Neil lo vio en su visión periférica, pero mantuvo la mirada fija en el
rostro de Allison. Le escocía la piel con el recuerdo de los fuertes golpes de
su madre. La vida en fuga significaba que no había tiempo para amigos o
relaciones, pero eso no impidió que Neil observara a las chicas a medida
que crecía. El ojo atento de su madre notó su mirada persistente y su
creciente distracción. Temiendo que él le contara sus secretos por un
enamoramiento infantil, lo golpeó como si pudiera matar sus hormonas con
sus propias manos. Unos años de esta violencia y Neil finalmente entendió
la indirecta: las chicas eran demasiado peligrosas para asociarse con ellas.
Allison era hermosa, pero prohibida.
—Puedo moverme si quieres sentarte aquí —dijo Neil.
—No, esto está bien. —Ella sonrió, pero tenía un toque engreído,
probablemente porque Seth los estaba mirando como si pudiera matarlos
solo con fuerza de voluntad. Allison volvió a mirar a Wymack y movió los
dedos en un gesto de impaciencia—. Esto será rápido, ¿no? Ha sido un
vuelo largo y estoy agotada.
—Ustedes son los que están frenando esto —dijo Wymack, y apuntó
con un dedo a Neil—. Primer aviso del día: Neil Josten, nuestro nuevo
delantero suplente. ¿Tienes algo que decir? —Cuando Neil negó con la
cabeza, Wymack señaló con el pulgar entre Allison y Seth—. Ya conociste
a todos los demás. Aquí está el último de ellos: Seth Gordon, delantero
titular, y Allison Reynolds, nuestra distribuidora defensiva. ¿Preguntas,
comentarios, inquietudes? ¿Nadie?
Seth señaló a Neil y dijo enojado:
—Estoy jodidamente preocupado...
Neil supuso que Wymack había escuchado este argumento antes,
porque habló sobre Seth como si no lo hubiera escuchado.
—De acuerdo, entonces. Siguiendo con lo nuestro. ¿Abby? —Abby
se bajó de su percha y repartió paquetes de papel engrapados—. Las
mismas formas aburridas de siempre. Firmen con su nombre en las líneas
correspondientes y devuélvanme esto mañana a primera hora. No pueden
practicar hasta que los tenga archivados.
—Las prácticas de verano comienzan a las 8:30. Disfruten durmiendo
mientras puedan, porque nos moveremos a las 6:00 cuando comience el
semestre. Nos reunimos en el gimnasio. Repito, nos reunimos en el
gimnasio. Si llegan tarde porque vinieron aquí en lugar de allá, les
atravesaré la cara con el zapato. Hace solo un mes que se fueron. Sé que
todos saben cómo funciona esto.
—Sí, entrenador —coreó el equipo.
—Los exámenes físicos se hacen hoy antes de que se vayan. Andrew,
eres el primero. Seth, vas segundo. El resto de ustedes usen pajitas o algo.
Ustedes deciden. Ni siquiera piensen en marcharse antes de ver a Abby. —
Le dio una mirada sugestiva a Andrew. Andrew y Nicky mostraban miradas
inocentes que no engañaban a nadie.
Abby se colocó detrás de Kevin. Wymack vaciló antes de alcanzar los
papeles apilados boca abajo a su lado.
—La última noticia del día de hoy es nuestra agenda.
—¿Ya? —preguntó Matt—. Es sólo junio.
—Aún no tenemos fechas, pero la ERC ha realizado algunos cambios
que harán que esta primavera parezca un juego de niños. Están notificando
a los entrenadores de nuestro distrito uno por uno para tratar de controlar las
consecuencias. Tiene potencial para volverse feo.
—¿Cómo podría ser peor que la mierda con la que nos enfrentamos el
año pasado? —preguntó Seth.
Matt contó con los dedos.
—Los robos, las llamadas telefónicas amenazantes, la prensa rabiosa,
el vandalismo…
—Mi favorito fue cuando alguien le dijo a la policía que estábamos
manejando un laboratorio de metanfetamina fuera del dormitorio —dijo
Dan con amargura—. Las redadas policiales son impresionantes.
—Sin embargo, las amenazas de muerte fueron creativas —dijo
Nicky—. Tal vez esta vez sigan adelante y realmente maten a uno de
nosotros. Vamos a votar. Nomino a Seth.
—Vete a la mierda, maricón —dijo Seth.
—No me gusta esa palabra —dijo Andrew—. No lo uses.
—Diría “vete a la mierda, monstruo”, pero entonces no sabrían con
quién de ustedes estaba hablando.
—No nos hables en absoluto —dijo Aaron—. Nunca tienes nada útil
que decir
—Suficiente —dijo Wymack. —No tenemos tiempo para tonterías
este año. Tenemos una nueva escuela en nuestro distrito.
Neil miró a Kevin donde estaba sentado, pálido y rígido. Cuatro
hombres en un sofá significaba que el grupo de Andrew estaba sentado
aplastado con Kevin y Andrew en el medio. Incluso con las drogas, Andrew
se perdió la forma en que Kevin se puso tenso, pero con la medicina en las
venas pensó que era divertido. Le sonrió a Kevin, pero la sonrisa se evaporó
de su rostro cuando Wymack habló.
—Edgar Allan vino al sur.
El shock silenció al equipo, pero no por mucho tiempo.
—De ninguna manera —dijo Dan bruscamente—. No tiene gracia,
entrenador.
Seth aparentemente pensó lo contrario, porque comenzó a reír. Aaron,
Nicky y Matt se ahogaron mientras exigían explicaciones. Allison emitió un
estridente sonido de incredulidad que dejó a Neil zumbando en el oído
derecho. Renee, como Neil, miró a Andrew y Kevin y no dijo nada.
Wymack intentó explicar la lógica del ERC, pero mantuvo su
atención en Andrew. El equipo no tardó en darse cuenta de su distracción.
El alboroto se apagó lentamente. Mientras lo hacía, la sonrisa de Andrew
volvió. Esta vez era todo dientes. Las drogas de Andrew lo hacían maníaco,
pero no lo hacían menos vicioso. Neil sabía lo que significaba esa sonrisa y
se preparó para la violencia.
—Oye, Kevin —dijo Andrew—. ¿Escuchaste eso? Alguien realmente
te extraña.
—La ERC no debería haberlo aprobado —dijo Kevin, en voz tan baja
que Neil apenas lo escuchó.
—Dijiste que vendría a buscarte.
—No sabía que sería así.
—Mentiroso —dijo Andrew, y Kevin se estremeció.
Andrew se giró para sentarse de lado en el sofá para poder ver mejor a
Kevin. Puso su espalda contra el costado de Nicky. Nicky se inclinó lejos de
su desquiciado primo, con los nudillos blancos donde se sostenía del brazo
del sofá. Andrew no se dio cuenta o no le importó lo incómodo que lo
estaba poniendo. Solo tenía ojos para Kevin. Kevin se veía enfermo del
estómago, pero no estaba entrando en pánico por esta bomba. Andrew no
tuvo problemas para interpretar esa pseudo fuerza.
—Tú sabías acerca de esto —dijo Andrew—. ¿Por cuánto tiempo?
¿Un día, dos días, tres cuatro cinco?
—El entrenador me lo dijo cuando fue aprobado en mayo.
—Mayo. May, Day. Mayday. Tengo un poco de curiosidad, Kevin
Day. ¿Cuándo me lo ibas a decir?
—Le dije que no lo hiciera —dijo Wymack.
—¿Elegiste al entrenador antes que a mí? —Andrew preguntó y se rio
—. Ohhh. Favoritismo, engaño, traición, qué familiar. Después de todo lo
que he hecho por ti.
—Andrew, ya basta —le advirtió Abby.
—Ayúdame —dijo Kevin, casi en un susurro.
Andrew chasqueó la lengua e inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Ayudarte? ¿Ayudar a un hombre que me miente en la cara durante
un mes? ¿Cómo?
—Quiero quedarme —dijo Kevin—. Te lo pediré de nuevo: no dejes
que me lleve.
—Tú eres quien le diría que sí —dijo Andrew—. Quizá te hayas
olvidado.
—Por favor.
—Sabes cuánto odio esa palabra.
Kevin se miró las manos que estaban apretadas en su regazo, los ojos
en la cicatriz que recorría el dorso de su mano. Neil apenas la había visto,
ya que no quería que Kevin lo sorprendiera mirándolo. Era un desastre
irregular a lo largo de los delgados huesos de su mano. Como sea que Riko
le haya roto la mano, no había sido un golpe limpio. Andrew dejó escapar
un suspiro exagerado y extendió la mano, bloqueando la vista de Kevin de
su cicatriz.
—Mírame —dijo Andrew.
Kevin le dirigió una mirada angustiada. Neil no estaba seguro de
cómo Andrew podía sonreír ante una mirada tan vacía, a pesar de las
drogas. Neil sintió la desesperación de Kevin a lo largo de la habitación, y
era una sensación tan familiar que pensó que estaría enfermo.
—Todo irá bien —dijo Andrew—. Lo prometí, ¿no? ¿No me crees?
Le tomó un tiempo, pero al final Kevin se relajó visiblemente. La
mirada muerta desapareció de sus ojos mientras absorbía cada gramo de
fuerza que Andrew podía darle. La confianza inquebrantable que Kevin
tenía en Andrew era asombrosa. Cómo Kevin pensaba que un enano
psicótico podría protegerlo contra una familia tan retorcida como los
Moriyama, Neil no lo sabía. Pensó que debería estar impresionado, pero
todo lo que sintió fue amargura. Tragó saliva contra el revoltijo en su
estómago y miró hacia otro lado.
Wymack los observó un minuto más y luego asintió.
—La ERC hará su anuncio oficial a finales de este mes. Acordaron
esperar hasta que estuvieran todos aquí, donde es más fácil para nosotros
protegerlos. Eso no significa que puedan ser descuidados. Chuck —ese el
presidente de nuestra universidad, Charles Whittier, Neil— ha vuelto a
emitir órdenes para que los reporteros se queden fuera de nuestro campus
sin una escolta policial este verano. Verán el doble de policías del campus y
necesito que todos guarden su número en sus teléfonos por si acaso.
¿Entienden?
Neil no tenía teléfono, pero se unió a los demás para decir:
—Sí, entrenador.
La habitación quedó en silencio y Neil no pudo soportarlo más.
—¿Algo más, entrenador, o hemos terminado?
—Esto es muy importante —dijo Dan—. Lo cambia todo. No lo
entiendes.
—Neil se enteró cuando Kevin lo hizo —dijo Wymack—. Ya tuve la
charla con él, así que lo entiende muy bien. Y no, no hay nada más. Abby,
son todos tuyos. Haz con ellos lo que quieras.
Neil se puso de pie y se dirigió hacia la puerta sin mirar atrás. Dan
trató de llamarlo para su examen físico, pero Abby la calmó.
Renee lo alcanzó afuera.
—Desafortunadamente, esta noticia significa que Andrew no puede
llevarte de regreso al dormitorio —dijo—. Kevin lo necesita ahora mismo y
eso supera cualquier acuerdo que hayan tenido ustedes dos. Sin embargo, si
estás de acuerdo con esperar un poco, puedes ir con nosotros. Hay mucho
espacio en la camioneta de Matt.
Neil quiso decir que no, pero lo que salió fue:
—¿Por qué Kevin confía en Andrew?
Renee sonrió.
—Porque sabe que puede.
—Con tanto en juego —insistió Neil, como si ella no entendiera lo
que estaba pasando tan bien como él. Quizás no lo hizo. Quizás no podía
entender lo que Kevin estaba arriesgando y lo que enfrentaría si Andrew
fallaba. Ella no era como ellos. Ella era normal, o tan normal como podían
esperar los Foxes. Las pandillas y las enemistades de sangre eran cosas
sacadas de las películas. Neil odiaba que ella no pudiera entender, pero
odiaba más que lo hiciera—. ¿Con tanto en juego, cree sinceramente que
Andrew es suficiente?
Renee le tendió la mano.
—Neil —dijo ella, con tanta suavidad que se preguntó si lo habría
oído siquiera—. Neil, por favor espéranos.
—No —dijo Neil, dando un paso atrás—. Conozco el camino.
Gracias.
Enrolló sus papeles en un tubo y se alejó corriendo. Ella no lo llamó,
pero sintió su mirada fija en la parte posterior de su cabeza. Tan pronto
como llegó al extremo más alejado del estacionamiento, aceleró a toda
velocidad.
Correr no hizo nada para calmar la inquieta ansiedad que le roía el
estómago. Llegó al dormitorio con peor ánimo del que había dejado el
estadio. Trató de distraerse guardando sus cosas, pero terminó paseando por
la habitación con su bolso vacío en las manos. La quinta vez no pudo
soportarlo más. Cayó de rodillas y tiró de su cómoda, descargando
apresuradamente sus pocos atuendos para poder llegar a su caja fuerte.
Tecleó el código y abrió la cerradura de combinación, necesitando ver su
carpeta. Lo revisó de cabo a rabo, comprobando y contando todo.
No debería haber venido aquí. No debería haberse quedado una vez
que se enteró del cambio de distrito y descubrió quiénes eran los Moriyama.
Andrew metiéndose en sus cosas debería haber sido el colmo, a pesar de
que Andrew no había dicho nada todavía sobre lo que había en la carpeta de
Neil. Tal vez no fuera lo suficientemente inteligente como para revisar los
recibos, o tal vez había desechado la carpeta en el momento en que se dio
cuenta de que era básicamente un santuario para Kevin y Riko. Pero Neil no
podía simplemente asumir que Andrew no había encontrado su dinero. Por
lo que sabía, Andrew estaba esperando para tirárselo a la cara más tarde.
El pánico le decía que se fuera, pero Neil no podía moverse. Una voz
más tranquila por debajo de su miedo le impidió volver a levantarse. Neil
todavía recordaba el colapso de Kevin en casa de Wymack el mes pasado.
El miedo de Kevin lo abrió de par en par porque Neil conocía ese
sentimiento. Todos los días Neil se despertaba y volvía a aprender a
respirar. Se concedía dos minutos todas las mañanas para calcular sus
posibilidades de ser atrapado, sopesar los beneficios de quedarse
dondequiera que estuviera y hablar a sí mismo a través de su miedo.
¿Kevin haría lo mismo? La mirada muerta que le había dado a
Andrew hoy fue la misma que Neil veía en su reflejo. Cuando Neil dejaba
de actuar, cuando dejaba de preocuparse por quién estaba mirando, cuando
dejaba de lado las mentiras que lo mantenían con vida, esa era la única
expresión que podía hacer.
Neil volvió a empacar su caja fuerte y sacó los cigarrillos que había
comprado en la tienda antes. Se acercó a la ventana, abrió las dos cerraduras
que la mantenían cerrada y empujó el cristal lo más que pudo. Una pantalla
le impidió asomarse, pero la presionó con tanta fuerza que crujió. Encendió
un cigarrillo y lo vio arder. El olor acre del humo y el fuego tomó el borde
de sus nervios, pero el dolor familiar y silencioso que siguió empeoró todo.
No importaba cuán parecidos fueran Kevin y él, la diferencia
fundamental entre ellos hizo que Neil se sintiera a un mundo de distancia de
todo esto. Kevin tenía en Andrew alguien en quien apoyarse, y Neil no tenía
a nadie en quien confiar su desesperanza y soledad. Ya fuera que Neil
huyera ese día o el siguiente o la semana entrante, se iría solo. Dentro de
dos, cinco, diez años, si Neil aún estuviera vivo, todavía estaría solo. Podría
ser cualquiera, en cualquier parte del mundo, pero estaría solo hasta el día
de su muerte. Nunca confiaría en nadie lo suficiente como para dejarlos
entrar.
Y por eso Neil no podía irse.
Incluso si todo en Neil le gritaba que corriera, no podía hacerlo, no
después de ver ese pequeño espectáculo entre Kevin y Andrew hoy. Tal vez
era patético, o tal vez estaba demasiado celoso para alejarse. Quizás solo
necesitaba entender.
¿Por qué Kevin siempre obtenía más? Kevin vivía con una familia
terrible, pero tenía un hogar, una reputación y seguidores. Creció en el
centro de atención mientras Neil se quedó mirando por encima del hombro
en una docena de países de todo el mundo. Kevin perdió su mano, pero
ganó su libertad. Era lo suficientemente terco y hábil para continuar donde
lo había dejado, incluso si eso significaba aprender a jugar con su mano
más débil. Tenía un entrenador y un compañero dispuesto a desafiar a los
Moriyama por él. ¿Por qué? ¿Por qué Kevin se merecía todo eso?
¿Por qué se merecía a Neil? ¿Por qué Neil debería dudar aquí y
preocuparse por él cuando su propia vida estaba en juego? Después de la
forma en que Kevin lo trató este verano, Neil debería estar feliz. Este era el
momento perfecto para escabullirse. El equipo asumiría que Neil era un
niño asustado que no podía lidiar con la verdad de los Moriyama y la prensa
estaría demasiado ocupada siguiendo a Kevin y a Riko para pensar en otro
Fox caído. Neil debería enviarle a Riko una tarjeta de agradecimiento
anónima y cruzar la frontera hacia México.
Pero no podía, todavía no.
Sacudió un montón de ceniza en el alféizar de la ventana y empujó su
dedo contra él, manchándolo en una raya oscura sobre la pintura blanca.
Miró las nubes y buscó en ellas el rostro furioso de su madre.
—Uno de nosotros tiene que lograrlo, mamá.
No iba a ser Neil. Era obvio que era demasiado estúpido para
sobrevivir sin su madre si se permitía meterse en líos como este. Pero tal
vez Kevin podría hacerlo. Tal vez superaría esto de alguna manera,
aprovechando su talento y la obsesión psicótica de Andrew y la feroz
protección de Wymack. Tal vez superaría esta temporada en la lista de los
Foxes y estaría a salvo. Se recuperaría y sería libre. Neil no podía irse hasta
que supiera que Kevin estaría bien. No quería saberlo medio mundo de
distancia lejos.
Aspiró lenta y profundamente, tratando de inhalar tanto humo como
pudo, y observó cómo su cigarrillo se quemaba hasta el filtro. Pasó por dos
cigarrillos más antes de que aparecieran sus compañeros de cuarto. Neil
apagó el tercero cuando escuchó la puerta principal abrirse y raspó la ceniza
del alféizar de la ventana sobre la alfombra. Molió la ceniza con un zapato,
metió lo que quedaba de la colilla en su mochila para más tarde, y pateó sus
cosas para que parecieran estar en orden. Su caja fuerte estaba cerrada con
llave, por lo que salió a saludar a sus compañeros. Se sintió distante cuando
los vio entrar. Tal vez ya se estaba muriendo, mientras su estúpida alma se
desvanecía de su pequeño cuerpo en preparación para un final brutal.
Seth entró primero y tiró sus maletas a un lado. Estaba en medio de
un desahogo gritón y necesitaba tener las manos libres para hacer gestos
enojados. Matt estaba detrás de él con una mirada tolerante en su rostro y
un tercer bolso en sus manos. Matt cerró la puerta y le pasó el bolso a Seth,
quien lo arrojó detrás de los demás.
Neil no estaba seguro de con quién estaba más enojado Seth: Abby,
Allison o el grupo de Andrew. Su desahogo iba y venía entre todos sin un
patrón lógico. Se detuvo solo cuando se quedó sin lenguaje colorido.
Finalmente alzó las manos con disgusto y se volvió hacia Neil.
—Y para empeorar las cosas, ¡me quedo con un puto aficionado como
suplente!
—Kevin lo aprobó —dijo Matt.
—Como si eso me hiciera sentir mejor. —Seth miró a Neil. Neil le
devolvió la mirada, no impresionado por su rabia. Su apatía solo sirvió para
encolerizar más a Seth—. Éramos una broma de mal gusto; ahora somos
una broma práctica. Cuando los demás se enteren de esto, ganaremos
nuestros juegos solo porque estarán demasiado ocupados riéndose para
tomarnos en serio. Se suponía que íbamos a lograrlo este año. Confié en él
para que eligiera a nuestro sustituto porque dijo que podía hacernos pasar el
campeonato a muerte. Pero esto es repulsivo.
—Al menos dale una oportunidad a Neil —dijo Matt.
—Day nos está jodiendo —dijo Seth—. No está bien.
—Esta actitud no es la correcta —dijo Matt, señalándolo—. Kevin
nunca reclutaría a alguien solo para hacernos quedar mal, ya lo hacemos
bastante bien por nuestra cuenta. Si quieres que ganemos este año, actúa
como tal. Necesitamos una línea ofensiva cohesionada. Ya que tú y Kevin
son una causa perdida, tendrás que hacer que funcione con Neil.
—Es bajo, no puede jugar y parece que tiene un problema de actitud.
—El entrenador dice que tiene potencial. —Matt miró a Neil—.
Andrew dice que eres rápido.
Neil frunció el ceño.
—¿Cuándo dijo eso?
—¿Cuándo piensas, sabelotodo? —preguntó Seth—. Hablamos todo
tipo de cosas sobre ti después de que firmaste.
—Dan preguntó qué pensaban de ti —dijo Matt antes de que Neil
pudiera reaccionar—. Nicky cree que necesitas más tiempo con nosotros.
Aaron dice que tienes que ser más agresivo. Kevin no dijo nada, lo que
normalmente sería extraño ya que Kevin no es conocido por andar con
rodeos, pero supongo que está distraído. Pero Andrew apuesta a que puedes
dejar atrás a todos en este equipo. El entrenador dijo que corriste una milla
en cuatro minutos en Arizona. ¿Es verdad? Eres un poco corto para correr
tan rápido.
—Me gusta correr —dijo Neil.
—A la mierda correr —dijo Seth—. Aprende a anotar. Se dice que
todavía no puedes anotar con Andrew.
—No —admitió Neil—. Aún no.
—Cuando puedas, puedes hablar conmigo —dijo Seth—. Hasta
entonces, mantente fuera de mi camino y trata de no arrastrar demasiado mi
línea.
—Bienvenido a la Foxhole Court —añadió Matt secamente mientras
Seth agarraba su maleta y entraba en el dormitorio—. Oye, vayamos al
centro para cenar esta noche. Bien podríamos divertirnos antes de que esto
estalle en nuestras caras, y no quiero estar aquí cuando Andrew esté entre
dosis. ¿Pueden ustedes dos manejarse mientras yo pregunto con las chicas?
—Probablemente —dijo Neil.
Seth y él lograron llevarse bien hasta que Matt regresó, pero eso fue
solo porque se ignoraron el uno al otro. Seth estaba ocupado mudándose y
Neil estaba feliz de mantenerse fuera de su camino. Cuando Seth terminó
con el dormitorio y se mudó a la sala de estar, Neil arregló el desastre que
había hecho antes. Matt instaló su computadora en uno de los escritorios y
mató el tiempo en línea hasta que llegó el momento de reunirse con los
demás.
Con “centro” se referían a una larga calle de tiendas que se
ramificaban en el campus a poca distancia de la Fox Tower. La mayoría de
las tiendas vendían artículos del campus, pero había un par de librerías y
media docena de pubs. Ahora era como un pueblo fantasma con tan pocos
estudiantes alrededor. La mitad de los lugares por los que pasaron tenían
carteles de que reabrirían más cerca del otoño. El resto permaneció abierto
con la esperanza de atraer a los estudiantes de la escuela de verano y los
atletas que se filtrarían durante las próximas dos semanas.
Terminaron en un lugar que era mitad bar, mitad pizzería. La cabina
de esquina en forma de L era perfecta para Neil, quien podía tomar un lugar
en el banco y observar a sus compañeros de equipo. Esperaba la misma
locura que había visto en la casa de Wymack su primera noche en Carolina
del Sur, especialmente después de ver la tensión que Seth y Allison
agregaron al equipo, pero se sorprendió gratamente. Cualesquiera que
fueran sus diferencias, los estudiantes de segundo ciclo habían tenido años
para acostumbrarse a ellos y mantuvieron una conversación en toda la mesa
durante la mayor parte de la cena. Incluso Seth y Allison intentaron llevarse
bien, aunque Neil atribuyó esa cortesía a la cerveza.
Se mantuvo al margen de todo, y en su mayor parte lo dejaron. Había
hecho la cosa de conocer y saludar con el grupo de Dan después de su pelea
con Kevin, y a Seth y Allison no les importaba conocerlo mejor. Las únicas
veces que alguien le preguntó algo durante la cena fue cuando Dan o Matt
querían su opinión sobre el asunto en cuestión.
Estaban a mitad de la cena cuando Dan y Matt se agacharon. Neil los
vio irse, pero aparte de que Allison le dio un codazo significativo a Renee,
nadie dijo nada al respecto. Nadie mencionó el cambio de distrito tampoco,
aunque tenía que estar en la mente de todos. Prácticamente tenían el
restaurante para ellos solos, pero la falta de otras charlas significaba que sus
voces se llevaban más fácilmente.
Dan y Matt regresaron eventualmente, luciendo un poco peor. Dan
recogió su cheque del camarero en su camino de regreso a la mesa. Seth
brindó por Matt con lo que quedaba de su cerveza, pero sus ojos estaban
puestos en Allison cuando lo hizo.
Dan y Matt encabezaron el camino de regreso al dormitorio de la
mano. Renee caminaba detrás de ellos con Seth y Allison. Neil estaba feliz
de ocupar la retaguardia. Cuando regresaron a su piso, Nicky los estaba
esperando en el pasillo.
—Oye, Renee —dijo Nicky—. ¿Te importaría llamar al teléfono de
Andrew?
—¿Lo perdió? —preguntó Renee, sacando el suyo de su pequeño
bolso.
—Yo lo hice —dijo Nicky—. Y, eh, el hombre que lo lleva. No
responde a ninguna de mis llamadas.
—Dios mío, Nicky —dijo Matt—. El entrenador te dijo que lo
vigilaras esta noche.
—Sé lo que dijo. —Nicky le hizo una mueca a Matt—. Inténtalo
alguna vez.
—¿Dónde está Kevin? —preguntó Dan.
—No ha dejado su cama desde que regresamos —dijo Nicky—.
Aaron lo está mirando.
Renee levantó una mano para pedir silencio. Todos guardaron silencio
inmediatamente para mirarla. Tenía su teléfono en la oreja, pero no dijo
nada, probablemente escuchándolo sonar en el otro extremo. Neil sabía que
alguien había contestado por la forma en que Renee sonreía, pero no sabía
cómo Renee podía sonreír tan cálidamente cuando estaba hablando con
Andrew.
—¿Te desperté? —preguntó en lugar de hola—. Esperaba hablar
contigo esta noche, pero Nicky dice que te has ido. ¿Oh? De acuerdo,
entonces. Lo intentaré de nuevo mañana. ¿Almuerzo, quizás? Bueno.
Buenas noches. —Colgó y guardó su teléfono—. Está en casa del
entrenador. Tal vez el entrenador quería asegurarse de que tomara su
medicina esta noche. —Renee le dio a Nicky un apretón alentador en el
hombro—. Está a salvo. Kevin está a salvo. Descansa un poco. No hay nada
más que podamos hacer esta noche, excepto cerrar nuestras puertas y rezar.
—Gracias —dijo Nicky, y volvió a desaparecer en su habitación.
Se dividieron en sus habitaciones para prepararse para la cama. Neil
subió por la escalera de madera hasta su cama y se tumbó en el colchón. El
simple placer de tener una cama de verdad no duró mucho. Después de que
las luces se apagaron y sus compañeros de cuarto se calmaron, Neil se
quedó solo con la oscuridad y sus pensamientos. Se quedó despierto hasta
bien entrada la noche pensando en Kevin, y cuando dormía, soñaba con su
padre esperándolo en la Foxhole Court.
7
Para el tercer día de Neil en la cancha, no tenía idea de cómo habían
logrado los Foxes llegar a los campeonatos la primavera pasada. Su
suposición de que el equipo estaba formado por cuatro grupos era
parcialmente precisa, pero las líneas que había trazado eran flexibles.
Siempre que Allison y Seth estaban peleando, Allison terminaba con las
chicas y Seth se retiraba hacia Matt. Parecía que Allison y Seth no creían en
un término medio: o se lanzaban viles insultos el uno al otro o se besaban
en el vestuario sin importar quién estuviera cerca. Neil no sabía qué
provocó el cambio abrupto y constante de emociones. Esperaba no entender
nunca.
Toda la primera semana de prácticas de verano fue devorada por
luchas internas cuando la jerarquía de la corte volvió a su lugar. Cuando
Dan actuaba como su capitán, ella los gobernaba con las mismas agallas
enojadas que Neil vio el primer día. No dudó en obligar a la gente a hacer
fila y los Foxes le permitieron tener la última palabra en todo. Incluso
Andrew siguió sus órdenes, aunque Neil supuso que era porque le divertía
su supuesta audacia.
Kevin sabía más sobre el deporte que cualquiera de ellos y tenía algo
de autoridad persistente por su período como entrenador asistente, pero su
personalidad fría era un desvío y su enfoque hacía que a los demás les
resultara difícil escucharlo sin responderle. Él causó la mayoría de las
discusiones esa semana, y la mayoría de esas peleas fueron entre él y Seth.
Kevin y Seth se odiaban el uno al otro con una aversión tan sólo superada
por lo que Seth y Nicky sentían por el otro. Solo hacía falta una palabra
incorrecta para convertir sus argumentos en riñas físicas. La pelea alcanzó
su punto máximo el miércoles por la tarde cuando Andrew dejó la práctica
temprano para su sesión de terapia semanal. En el segundo en que
desapareció, Seth fue a por Kevin con los puños volando.
Matt era la fuerza bruta que los mantenía a raya cuando las palabras
de Dan no eran suficientes. Debido a la lesión de Kevin y la apatía de
Andrew, Matt también era el mejor jugador que tenían los Foxes. Neil creyó
en privado que Matt debería haber sido nombrado capitán debido a la
solidaridad que podía aportar al equipo. Independientemente de lo que
sucedió entre él y Andrew el año pasado, parecía tener un entendimiento
con los primos, lo que significaba que los Foxes tenían una sólida línea de
defensa. Su relación con Kevin fue la más difícil de entender para Neil. Su
habilidad y compromiso significaron que Kevin estaba dispuesto a trabajar
con él y a escucharlo, pero los dos pasaban de una comprensión perfecta a
un antagonismo absoluto constantemente. A Neil le recordó un poco a
Allison y Seth, excepto que sin el trasfondo sexual desesperado.
Renee era la siguiente en la fila y el ojo de la tormenta. Ella daba
consejos amistosos, alentaba los esfuerzos de sus compañeros de equipo y
jugaba como mediadora ocasionalmente. Ella no se involucró en las luchas
de los demás, ni para tomar partido ni para predicar la paz, y nadie discutió
una palabra de lo que dijo. Incluso Andrew parecía bastante cautivado por
ella. Neil los vio hablar a un lado varias veces durante la semana. Era obvio
que nadie más aprobaba su extraña amistad, pero ninguno de los porteros
prestó atención a las miradas de tristeza que se dirigieron hacia ellos. Neil
no estaba seguro de qué hacer con eso. No estaba tan seguro de qué pensar
de Renee, así que la evitaba siempre que podía.
El resto de los Foxes caían debajo de ellos en un orden siempre
cambiante. La posición de Seth en el equipo era la que más variaba. Era el
único de quinto año del equipo, ya que todos los demás de su línea de salida
habían renunciado o suspendido a estas alturas, pero era demasiado
aislacionista para marcar una gran diferencia en la cancha. Su humor era tan
volátil que Neil estaba seguro de que tenía que estar metido en algo. Neil no
sabía por qué Abby y Wymack no le habían puesto fin. Allison tenía peso
por su antigüedad y su actitud agresiva en la cancha, pero detestaba
absolutamente a los primos y no le gustaba trabajar con ellos.
Aaron era mejor jugador que Nicky, pero se mantenía a una distancia
clínica de todo eso. Nicky daba todo lo que tenía, pero le gustaban las obras
dramáticas y le gustaba más pelear con Allison y Seth. La posición de
Andrew era difícil de entender. Su influencia sobre Kevin y su habilidad lo
hicieron útil, pero puso tan poco esfuerzo como Wymack le permitió salirse
con la suya.
Neil todavía no tenía un lugar en esa jerarquía. Sus compañeros de
equipo le tenían tan poca consideración que ni siquiera tenía el dudoso
honor de ser el último en morir. No estaba sorprendido, ya que era un recién
llegado sin experiencia a su lío, pero eso no lo hacía más fácil de manejar.
Dan hizo todo lo posible por incluirlo, vigilándolo cada vez que ella estaba
cerca de él en la cancha, pero tenía las manos ocupadas manejando al resto
de su equipo. Allison no se tomaba a Neil en serio, Matt estaba demasiado
lejos para ayudar y Neil no quería lidiar con Renee. Los primos mantenían
la distancia esta semana. Eso dejaba a Seth y Kevin.
Kevin y Seth tuvieron que lidiar con Neil ya que él estaba en su línea,
pero Neil preferiría que lo ignoraran por completo. Nada de lo que hizo
estaba bien a sus ojos. Lo destrozaron y lo patearon a un lado como inútil,
sin importar cuánto lo intentara. Neil odiaba sus actitudes, pero estaba
decidido a no volver a perder los estribos frente al equipo.
Afortunadamente, los delanteros estaban tan dispuestos a pelear por él
como lo estaban con él, por lo que se consoló todo lo que pudo al ver a Seth
y Kevin pelear con puños y palos.
Wymack rara vez interfería en la lucha. Los dejó pelear y luego los
castigó con cardio intensa y ejercicios insoportables. Parecía que hacía
mucho tiempo que había decidido que su equipo solo podía funcionar
poniéndose a prueba entre sí y estableciendo su propio ranking. Neil pensó
que era una locura al principio, pero a medida que avanzaba la semana,
pudo ver al equipo finalmente descubriendo los límites y las alianzas entre
ellos.
Para cuando llegó el viernes, Neil estaba desesperado por el fin de
semana. El estrés de preocuparse por Kevin y Riko, la irritación y la
exasperación por el comportamiento de sus compañeros de equipo en la
cancha y la condescendencia interminable y enojada de Kevin y Seth lo
estaban desgastando. Ya no podía lidiar con eso, pero tampoco podía
escapar. Pasó todo el día con los Foxes en la práctica, luego regresó al
dormitorio y los vio toda la noche también. Neil estaba siendo asfixiado por
su sola presencia. Todo lo que quería hacer era desaparecer del campus
durante el fin de semana. Tenía que encontrar algo de espacio para respirar
antes de quebrarse.
Se había olvidado de los planes de Andrew para él. Cuando Neil salió
de la ducha después de la práctica del viernes, esperaba que todos los demás
se hubieran ido. Neil viajaba a los entrenamientos con el equipo,
compartiendo la caja de la camioneta de Matt con Allison, Seth y Renee,
pero siempre volvía corriendo solo al dormitorio después. Los demás se
dieron cuenta al cabo de un par de días de que a Neil le gustaba irse después
de ellos, y ninguno le había preguntado por qué. No trataron de cambiar de
opinión y dejaron de esperarlo después del segundo día. Tal vez era una
cosa de Foxes, saber cuándo había límites que realmente no deberían cruzar
y preguntas para las que nunca obtendrían respuesta. Neil no estaba seguro,
pero lo agradecía
Sin embargo, el viernes fue diferente. Neil arrastró su sucio uniforme
al vestuario y vio a Nicky esperando en uno de los bancos con una bolsa de
regalo negra.
—Sobreviviste a tu primera semana —dijo Nicky—. ¿Te divertiste?
—¿Va a ser así todo el verano?
—Bastante —dijo Nicky—. Al menos nunca es aburrido, ¿verdad?
Neil dejó caer su uniforme en una de las cestas de la ropa sucia,
revisó su casillero para asegurarse de que estuviera seguro y se volvió para
encontrar a Nicky parado justo detrás de él. Neil levantó una mano para
empujar a Nicky fuera de su espacio. Nicky lo estaba esperando y empujó
la bolsa negra hacia la palma abierta de Neil.
—Esto es para ti —dijo—. Andrew dijo que no tienes nada apropiado
para el lugar al que vamos. Me dijo qué talla comprar para ti y yo lo elegí.
Créeme, es increíble.
Neil lo miró sorprendido.
—¿Qué?
—No te olvidaste de nuestra fiesta, ¿verdad? Aquí. —Nicky
enganchó el mango del cordel sobre los dedos de Neil. Neil lo vio hacerlo,
tratando de recordar la última vez que alguien le dio un regalo y se quedó
en blanco. Que el primero fuera de Andrew era inquietante.
Nicky malinterpretó su malestar como sospecha y se rio.
—No hay trampa. Es más para nosotros que para ti, honestamente. No
podemos ser vistos contigo en público si te ves como un vagabundo
andrajoso. Sin ofender. —Esperó un poco antes de finalmente darse cuenta
de que algo no estaba bien—. ¿Neil?
—Gracias —dijo Neil, pero incluso él escuchó la incertidumbre en
ello.
Nicky lo estudió. Neil le devolvió la mirada, negándose a revelar nada
más. Finalmente, Nicky pellizcó el cabello de Neil.
—Te recogeremos a las nueve, ¿de acuerdo? Sugiero tomar una siesta
hasta entonces. Estaremos fuera toda la noche. Tenemos todos los contactos
adecuados para que la fiesta continúe hasta el amanecer. —Nicky sonrió y
le dio otro tirón al cabello de Neil—. Hablando de eso, deshazte de ellos
esta noche. Me refiero a tus contactos.
El estómago de Neil se revolvió.
—Cállate.
Nicky lanzó una mirada exagerada a su alrededor, como si buscara
escuchas.
—Mira, no es que sean un secreto. Cualquiera que esté mirando
puede ver el anillo en tus ojos, lo que significa que estás usando lentes. Los
vi el primer día. Simplemente no pensé que fueran lentes de moda hasta que
Andrew lo dijo. Y, ¿en serio? ¿Marrón? ¿Qué tan aburrido puedes ser?
—Me gusta el marrón.
—A Andrew no —dijo Nicky—. Sácatelos.
—No.
—Por favor —dijo Nicky—. Nadie te verá más que nosotros, y ya
sabemos que son mentiras. No los uses.
—¿O qué? —preguntó Neil.
El silencio de Nicky fue suficiente respuesta. Neil estaba listo para
ignorar esa advertencia, pero se contuvo. Estaba seguro de que podría
mantenerse firme frente a Andrew, pero no se enfrentaba a Andrew solo.
Iba a salir con todo el grupo de Andrew a un estado de distancia de donde
estaban. Nicky estaba honestamente tratando de ayudarlo a comenzar la
noche con el pie derecho. Neil no pensó mucho en esa consideración. Sabía
qué lado tomaría Nicky si las cosas se ponían feas.
—Nueve —dijo Nicky de nuevo, cuando Neil no respondió, y se fue.
Neil le dio unos minutos de ventaja. Cuando estuvo seguro de que los
primos se habían ido hacía mucho tiempo, corrió por el campus hasta la
biblioteca y se mató unas horas leyendo las noticias en el laboratorio de
computación. Recogió una pequeña cena en el camino de regreso al
dormitorio en una de las tres tiendas de conveniencia de la universidad.
Su dormitorio estaba vacío. Recordaba vagamente a Matt diciendo
algo sobre ir al cine con Dan. Neil no sabía dónde estaba Seth, pero
afortunadamente todavía no había vuelto cuando llegó el momento de que
Neil se preparara. Estaba solo, pero Neil revisó la cerradura de la puerta del
dormitorio antes de recoger su ropa. El dormitorio no tenía cerradura, lo
que le molestaba, pero el baño sí. Se encerró allí para prepararse.
Cuando terminó de cambiarse, se tomó un largo minuto para estudiar
su reflejo. No estaba seguro de qué hacer con el resultado. No importa
cuántas veces él y su madre cambiaron sus identidades e idiomas, una cosa
permaneció igual: apuntaban a una moda anodina que se mezclara con la
multitud cotidiana. Neil vestía camisetas desteñidas y vaqueros lisos y
zapatillas gastadas, generalmente en colores pálidos que lo ayudaban a
desvanecerse aún más.
Este atuendo era todo lo contrario, y cada pieza era negra. Los
vaqueros cargo eran ligeros y estaban cortados para acomodar un par de
botas pesadas. La camisa era de manga larga, ajustada y diseñada para que
pareciera que se hubiera roto en algunos lugares. Una capa interior de color
carbón se asomaba a través de los cortes, ocultando la piel de Neil, pero
pasó las manos por la tela una docena de veces para asegurarse de que no
hubiera agujeros abiertos. Estaba seguro de que podía sentir sus cicatrices a
través de la fina tela.
Solo quedaba una cosa por cambiar. El estómago de Neil se revolvió
un poco con los nervios cuando se quitó las lentillas. Parpadeó un par de
veces, adaptándose a su ausencia, y tiró las lentes marrones por el inodoro.
Una mirada al espejo casi lo dejó sin aliento. Había pasado más de un año
desde que Neil había visto sus ojos reales, ya que nunca se levantaba de la
cama sin ponerse las lentillas. Sus ojos eran de un frío tono azul que solo se
veía más brillante contra su cabello negro y su ropa. No pudo mirarlos por
mucho tiempo; eran los ojos de su padre.
Neil recogió su ropa y salió del baño. Cuando entró en su habitación
para dejar su ropa, vio al grupo de Andrew en la sala de estar. Andrew había
vuelto a abrir la cerradura. Neil debatió cuánto daño harían los tacones
gruesos de sus nuevas botas contra el rostro de Andrew y le gustó lo que se
le ocurrió.
Dejó la ropa sucia en el cajón inferior de su cómoda, que había
decidido usar en lugar de una cesta, y se volvió para ver a Andrew en la
puerta del dormitorio. Andrew se recostó contra el marco de la puerta, con
los brazos cruzados sobre el pecho y estudió a Neil. Neil aprovechó la
oportunidad para mirarlo, notando ante todo la falta de expresión en el
rostro de Andrew. Andrew estaba sobrio esta noche. Neil se preguntó si
Andrew entendía los términos de su libertad condicional o simplemente no
le importaba.
Neil no podía salir de la habitación con Andrew en el camino, así que
se detuvo tan cerca de Andrew como se atrevió y esperó a que Andrew se
moviera. Andrew lo hizo, pero solo para alcanzar a Neil con una mano. Neil
se tensó cuando sus dedos se envolvieron alrededor de la parte posterior de
su cuello, pero Andrew solo quería tirar de la cabeza de Neil hacia abajo.
Neil se concentró en el pómulo de Andrew para no ponerse bizco y dejar
que Andrew estudiara sus ojos.
—Otro poco de honestidad inesperada —dijo Andrew—. ¿Alguna
razón en particular?
—Nicky me lo preguntó amablemente. Podrías intentarlo alguna vez.
—Ya hablamos de esto. Yo no pregunto. —Andrew le dio a Neil otra
mirada lenta y lo soltó—. Nos vamos.
Nicky se animó cuando los dos entraron a la sala, pero su expresión
feliz vaciló cuando vio a Neil.
—Oh, hombre. Neil, te ves bien. ¿Puedo decir eso o va en contra de
las reglas? Solo... maldita sea. Aaron, no dejes que me emborrache
demasiado esta noche.
Andrew se detuvo junto a Nicky el tiempo suficiente para sacar un
paquete de cigarrillos del bolsillo. Encendió uno, sin importar que los
dormitorios vinieran equipados con detectores de humo, y puso su mechero
en la cara de Nicky.
—No me obligues a matarte —dijo Andrew.
Nicky levantó las manos en defensa propia.
—Lo sé.
—¿Seguro?
—Lo prometo —dijo Nicky débilmente.
Andrew guardó su mechero y salió de la habitación. Kevin y Aaron lo
siguieron. Nicky rastrilló a Neil con una última mirada de agradecimiento y
salió al pasillo. Esperó con él mientras Neil cerraba la puerta. Siguieron a
los demás escaleras abajo hasta el coche en silencio.
Neil terminó en el mismo lugar que la última vez, atrapado entre
Aaron y Andrew en el asiento trasero. Neil esperaba problemas, pero los
hermanos se apoyaron contra sus respectivas ventanas y se quedaron
dormidos a los pocos minutos de salir del campus. Neil no podía dormir en
tal compañía, así que pasó la hora preguntándose cuántas cosas podrían
salir mal esta noche. Era una lista extensa.
Cuando los faros del coche empezaron a parpadear sobre las señales
de salida de Columbia, Nicky señaló a Neil por encima del hombro.
—Despierta a Andrew, ¿quieres? Preferiblemente sin tocarlo.
—¿Qué? —preguntó Aaron adormilado, despertando ante la voz de
Nicky.
—No recuerdo qué salida decidimos que era el atajo. ¿Tú?
Aaron respondió rodeando a Neil y empujando el hombro de Andrew.
La reacción de Andrew fue inmediata y violenta. Aaron sacó la mano del
camino a tiempo, pero Neil no tenía adónde ir. El codo de Andrew se
estrelló contra su diafragma lo suficientemente fuerte como para doblar a
Neil sobre sus rodillas. Aaron, completamente indiferente, chasqueó los
dedos sobre la cabeza de Neil hacia Andrew.
—Salida —dijo.
Andrew se apoyó en la espalda de Neil y se colocó entre los asientos
delanteros. Observó hasta que pasaron un letrero y dijo:
—Todavía no. Es la salida que tiene Waffle House.
—Esto es Carolina del Sur —respondió Nicky—. Cada salida
conduce a Waffle House. ¿Sigues respirando, Neil?
—Sí —dijo Neil con voz ronca—. Creo.
Andrew se dejó caer en su asiento y soltó a Neil. Neil logró
incorporarse, pero no pudo evitar presionar una mano sobre su camisa. Se
sentía como si el codo de Andrew hubiera abierto un agujero a través de él.
Lanzó una mirada a Aaron, que se encogió de hombros ante su silenciosa
acusación, y luego a Andrew. Andrew no la devolvió, demasiado distraído
por sus manos. Las tenía delante de él, pero no fue hasta que pasó un coche
en la otra dirección que Neil se dio cuenta de lo que estaba mirando. En el
destello de luz de los faros que pasaban, Neil vio que los dedos de Andrew
estaban temblando.
—Nicky —dijo Andrew.
Nicky miró hacia atrás. No podía ver temblores en la oscuridad, pero
vio hacia dónde miraba Andrew. Nicky cruzó los carriles hacia la salida.
—Casi llegamos.
—Para.
—Estamos en una rampa de salida.
—Ahora.
Nicky no volvió a discutir. Se detuvo sobre el arcén casi inexistente,
frenando con tanta fuerza que Neil esperaba que el coche se colapsara. Las
bocinas sonaron cuando un automóvil pasó rápidamente junto a ellos.
Andrew abrió la puerta de un empujón, se asomó fuera del coche lo más
que pudo y se hundió en la maleza junto a la carretera. Neil estaba sentado
lo suficientemente cerca de él como para sentir la forma en que todo el
cuerpo de Andrew temblaba por el esfuerzo. Parecía que Andrew se estaba
rompiendo el esófago en pedazos.
—¿Dónde están tus galletas? —preguntó Nicky cuando Andrew se
quedó sin aliento.
—Los tomó antes —dijo Kevin.
—¿Todas? —preguntó, horrorizado—. Jesús, Andrew.
—Cállate —dijo Andrew, y escupió un par de veces. Buscó a ciegas
el reposacabezas de Kevin, lo encontró en el tercer intento y volvió a
meterse en el coche—. Solo llévanos allí.
Nicky fue rápido, pero una vez que entraron en las afueras de
Columbia, el tráfico nocturno los frenó. Su primer destino fue un
restaurante llamado Sweetie's. Era demasiado tarde para cenar, pero el
estacionamiento estaba lleno. Nicky los dejó en la puerta para poder dar
vueltas y buscar un lugar. Había cuatro grupos delante de ellos esperando
asientos. Andrew se desvió hacia la barra de ensaladas y tomó dos puñados
de paquetes de galletas de un cubo al final. Kevin observó cómo Andrew
las comía. Andrew respondió con una mirada siniestra.
Terminó su bocadillo antes de que Nicky se les uniera. Unos minutos
más tarde finalmente se sentaron en un reservado en la parte de atrás. Antes
de que el anfitrión pudiera irse, Andrew metió sus paquetes de galletas
vacíos en el delantal del hombre. El anfitrión ni siquiera se inmutó ante tal
grosería, pero los dejó con sus menús. La camarera no se quedó muy atrás y
Nicky devolvió los menús sin leer.
—Solo estamos aquí para el helado especial —dijo Nicky.
—No hay problema —dijo ella—. Te lo diré directamente.
La sonrisa de Nicky desapareció en el momento en que se fue y miró
a Andrew con preocupación. Andrew se sentó acunando su rostro en una
mano. La otra mano estaba plana sobre la mesa frente a él, y su temblor era
más pronunciado ahora. Un escalofrío atravesó el cuerpo de Andrew.
Andrew respiró hondo con los dientes apretados.
Kevin sacó un frasco de pastillas de su bolsillo y las puso sobre la
mesa, a medio camino entre él y Andrew.
—Sólo tómalas.
Andrew se quedó perfectamente quieto mientras miraba la botella.
—Vete a la mierda.
Neil finalmente lo entendió.
—Estás pasando por la abstinencia.
Andrew lo ignoró.
—Guarda eso antes de que te lo meta por la garganta.
Kevin frunció el ceño, pero hizo lo que le dijeron.
Su helado no tardó en llegar. La camarera repartió cuencos y colocó
un montón de servilletas en medio de la mesa. Tan pronto como se fue,
Andrew esparció las servilletas con mano impaciente. Debajo de todos ellos
había una pila de paquetes llenos de polvo amarillo pálido.
—Estamos en público —dijo Aaron.
Andrew lo ignoró a favor de abrir dos bolsas y volcarlas en su boca.
Nicky le dio un codazo a Neil.
—Prueba el helado. Te encantará.
Neil se sumergió obedientemente en el montículo que le habían
servido, pero no dejó que Nicky o la comida lo distrajeran de Andrew.
Andrew recogió el resto de los paquetes y los escondió en uno de sus
bolsillos. Moverse fue un error, a juzgar por la expresión tensa de su rostro.
Andrew presionó el lado de su mano con fuerza contra su boca y tragó tan
fuerte que Neil lo escuchó al otro lado de la mesa.
Andrew tardó otro minuto en relajarse lo suficiente como para
empezar a comer. Lo que sea que haya tomado debe haber aliviado el
malestar de su abstinencia, porque había vuelto a una fachada tranquila
cuando terminó de comer. Cuando llegó la cuenta, Andrew la empujó en la
dirección de Aaron, y Aaron colocó un pequeño fajo de billetes de veinte en
el cheque. Neil miró hacia atrás cuando se fueron, viendo primero a las
personas que tomaban paquetes de galletas de la barra de ensaladas y luego
a la camarera que se guardaba el dinero que le habían dejado.
Fue un corto trayecto en coche desde el restaurante hasta su verdadero
destino de la noche. Eden's Twilight era un club nocturno de dos pisos a un
par de cuadras de la carretera principal. Había una fila de personas
esperando para entrar, y la ropa que vestían hacía que el atuendo de Neil
pareciera sencillo. La mayoría de los hombres vestían de cuero, la mitad de
las mujeres tenían corsés y un buen número de ambos sexos estaban
cubiertos con hebillas y cadenas.
Ni la línea ni la moda disuadieron a los primos. Nicky subió el
bordillo de la puerta y los dejó salir. El par de gorilas en la entrada se
animaron a su llegada, y Aaron los saludó con un complicado puñetazo y un
apretón de manos que Neil no trató de entender. Uno de los gorilas sacó una
etiqueta naranja de su bolsillo trasero y se la entregó, y Aaron se la llevó a
Nicky. Nicky lo colocó en el espejo retrovisor y se alejó para estacionar el
auto en algún lugar.
Andrew saludó a los gorilas en su camino y abrió el camino hacia el
club, evitando la línea por completo. Kevin lo siguió y Aaron le indicó a
Neil que se adelantara a él.
Un segundo juego de puertas se abrió a un desastre. Los cuatro
estaban parados en un estrado que rodeaba el piso y estaba lleno de mesas.
Las escaleras conducían a una pista de baile repleta. En algún lugar, las
escaleras conducían al segundo piso, que era más un balcón que cualquier
otra cosa. El DJ estaba en una plataforma propia, colocado a medio camino
entre los pisos. Altavoces más altos que Neil se alineaban en las paredes, y
Neil podía sentir el bajo crujiendo contra sus huesos.
Neil dejó de mirar para no quedarse atrás y siguió a Kevin por la
habitación. Les tomó un poco de búsqueda antes de encontrar una mesa.
Estaba tapada con vasos, pero los taburetes estaban abandonados, así que lo
reclamaron. Andrew recogió las tazas mientras Aaron buscaba dos sillas
más. Tan pronto como estuvieron listos, Andrew enganchó sus dedos en el
cuello de Neil y tiró de Neil detrás de él hacia la barra.
Había tres camareros en el personal, pero Andrew estaba interesado
en uno en específico y dispuesto a esperarlo. Cuando el hombre finalmente
llegó hasta ellos, le dirigió a Andrew una sonrisa fácil.
—¿Volviste tan pronto, Andrew? ¿Quién es tu víctima más reciente?
—Un don nadie —dijo Andrew—. Lo habitual para nosotros.
El hombre asintió y miró a Neil.
—¿Y para ti?
—No bebo —dijo Neil.
—Entonces, soda —dijo el hombre, y se apartó para preparar el
pedido. Regresó con una bandeja de bebidas. Andrew lo manejó con una
experiencia fácil que hizo que Neil se preguntara si alguna vez había
trabajado aquí antes. Cuando el camarero le sirvió a Neil su último vaso de
refresco, Andrew abrió el camino de regreso entre la multitud, apartando a
los borrachos de su camino con la mano libre. Nicky los estaba esperando
en la mesa y se inclinó para que Andrew dejara la bandeja junto a él.
—Salud —gritó Nicky, y bebieron como uno solo.
Neil tomó su refresco más rápido de lo que pretendía. Los demás
bebían a una velocidad malsana y Nicky presionó a Neil para que siguiera
el ritmo. El refresco le hizo sentirse deshidratado y la cafeína se le subió a
la cabeza más rápido de lo que esperaba. En su mayoría, había renunciado a
los refrescos cuando se probó para los Millport Dingos el año pasado, por lo
que ya no estaba acostumbrado. Cuando se levantó para ayudar a Andrew a
conseguir la segunda ronda de bebidas, pensó en cambiar a agua, pero el
camarero le sirvió el refresco antes de que pudiera preguntar.
Los paquetes de Andrew de Sweetie’s reaparecieron tan pronto como
regresaron a la mesa. Andrew meneó uno a Neil en burlona invitación.
Cuando Neil solo lo miró, Andrew sonrió y se los pasó a los demás. Incluso
Kevin tomó uno, lo que Neil encontró decepcionante por alguna razón.
—Polvo de galleta —dijo Nicky mientras rasgaba su paquete—.
¿Escuchaste hablar de eso? Sabe a azúcar y sal y te da un pequeño subidón.
¿Seguro que no quieres entrar?
—Las drogas son estúpidas.
—Auch —dijo Andrew con una sonrisa fría—. Eso es crítico.
—No voy a disculparme por pensar que estás siendo un idiota.
—¿Son tus agallas las agallas de los justos? —se preguntó Andrew—.
¿Estás haciendo todo lo posible por pisar mis dedos porque estás sintiendo
el trágico peso del más santo en ti?
—La justicia es para la gente que no conoce nada mejor.
—Tranquilo, tranquilo —dijo Nicky, distribuyendo los tragos por la
mesa. El camarero había puesto un poco de refresco en un vaso de chupito
para Neil para esta ronda, y Nicky lo dejó frente a Neil—. El polvo no es
malo. Simplemente hace que la noche sea más interesante. ¿Crees que
Kevin arriesgaría su futuro por una noche en el club?
—¿Qué futuro? —preguntó Neil.
Kevin le lanzó a Neil una mirada sombría, pero Nicky intervino antes
de que pudiera decir nada.
—Bebe con nosotros si no quieres desempolvar con nosotros —dijo
Nicky, sosteniendo su paquete abierto en una mano y su inyección en la otra
—. Abajo por la escotilla a las tres.
Discutir sería infructuoso cuando los cuatro hubieran dejado su
sentido común en la puerta, así que Neil tomó su copa en silencio. Nicky
los contó y Neil tomó su trago. Tan pronto como golpeó la parte posterior
de su garganta, Neil supo que había cometido un grave error.
Sus refrescos tenían un sabor dulce, pero este trago era casi
insoportable, y el regusto en la lengua de Neil no era azúcar. Neil se puso de
pie de un salto, pero Andrew lo agarró por el pelo y lo tiró contra su
asiento. Un giro cruel tiró de su cabeza hacia atrás en un ángulo peligroso, y
Andrew golpeó la mano de Neil contra la mesa. Neil levantó la otra mano
para quitarle los dedos a Andrew, pero Nicky lo agarró por la muñeca.
—Lo acabo de notar, ¿verdad? —preguntó Andrew—. Eres un idiota.
—T-tú ... —balbuceó Neil.
—¿Pensaste que estabas a salvo porque estabas ahí arriba ordenando
tus propias bebidas? Roland sabe lo que significa cuando traigo a forasteros
aquí.
Neil sacó su mano de debajo de la de Andrew, pero Andrew le dio un
tirón de advertencia a su cabeza. Un rayo de calor bajó por el cuello de
Neil. Neil siseó de dolor y se quedó quieto. Andrew se deslizó de su silla y
se inclinó contra Neil, dejando que Neil tomara su peso mientras lo miraba
a los ojos.
—Casi llega —dijo—. Dale un minuto y luego realmente te golpeará.
Hasta entonces, ¿por qué no te diviertes un poco? La noche aún es joven.
Neil no había visto a Aaron levantarse, pero estaba esperando detrás
de Neil cuando Andrew lo soltó. Neil alcanzó a Andrew con intenciones
letales, pero Aaron agarró el respaldo de su silla y tiró lo suficientemente
fuerte como para volcarla. El mundo dio vueltas en un frenesí incluso
después de que Neil cayó al suelo. Cuando Aaron trató de poner a Neil en
pie, Neil se abalanzó sobre él y falló. Neil podía sentir las drogas
consumiendo su sistema. Su corazón latía más fuerte que el bajo,
sacudiéndolo de adentro hacia afuera.
Fueron necesarios Nicky y Aaron para levantar a Neil. Lo arrastraron
lejos de la mesa. Neil tropezó más de una vez, incapaz de sentir el suelo
bajo sus pies. Trató de soltarse del agarre de Aaron, pero no tuvo éxito hasta
que llegaron a las escaleras hasta la pista de baile. Entonces Aaron lo soltó
sin previo aviso. Neil tropezó por las escaleras con solo Nicky para detener
su caída. Nicky pasó un brazo alrededor de su cintura y lo arrastró hacia la
multitud que se retorcía.
Los cuerpos y las luces se volvieron borrosos a su alrededor, lo que
provocó náuseas a Neil. Arañó las líneas sangrientas por el brazo de Nicky
mientras luchaba por liberarse. Nicky no lo soltó hasta que llegaron a la
mitad de la pista de baile. Tiró de Neil contra él y agarró la barbilla de Neil
con sus dedos para forzar su cabeza hacia atrás.
El beso de Nicky fue más duro de lo que Neil esperaba, y había algo
más que lengua en él. Debajo de la quemadura del vodka que Nicky
compartió con él estaba el dulce aroma del polvo de las galletas. Neil no
tenía la intención de tragar, pero le dolía demasiado tenerlo en la boca.
—Así es como va el juego —dijo Nicky contra sus labios—. Deja de
luchar si quieres sobrevivir.
—Vete a la mierda —gruñó Neil.
—Buena suerte, Neil.
Nicky lo soltó y desapareció entre la multitud de bailarines demasiado
rápido para que Neil lo siguiera. La repentina pérdida de apoyo lo hizo caer.
No podía sentir sus piernas. Le costó mucho trabajo ponerse en cuclillas, y
un par de extraños tuvieron que ayudarlo a levantarse desde allí. Neil usó el
impulso para alejarse a trompicones, pero no sabía en qué dirección se
suponía que debía ir. No podía ver la salida a través de toda esta gente,
especialmente con las luces destellando a su alrededor.
Una mano se posó en la parte baja de su espalda y empujó. El
empujón lo liberó de la multitud y lo envió estrellándose contra la pared
trasera. Andrew apoyó el hombro contra la pintura oscura, justo fuera del
alcance de su brazo. Neil quería rasgar su garganta abierta, pero le estaba
tomando todo lo que tenía para quedarse de pie. Se conformó con canalizar
su odio en una mirada feroz.
—Qué ingratitud —dijo Andrew—. Esas bebidas eran caras.
—Te odio.
—Coge un número y ponte en línea con el resto de este equipo. No
perderé el sueño por eso.
—No duermas. Te mataré.
—¿Podrías? —preguntó Andrew—. ¿Lo harás tú mismo o le pagarás
a alguien más para que se encargue del lío? Ciertamente tienes suficiente
dinero para subcontratarlo a un sicario adecuado. Uno se pregunta qué hace
un don nadie como tú con semejante fortuna.
—Lo encontré en la calle.
—De verdad —dijo Andrew arrastrando las palabras—. ¿Es por eso
que no lo gastas, o simplemente te gusta parecer un vagabundo? El equipo
está dividido, ya sabes. La mayoría piensa que eres basura de tráiler como
Dan. Renee sabe más que eso. Yo también. Creo que eres un poco más
parecido a nosotros. —Andrew se inclinó hacia él y pronunció cada sílaba
—. Fugitivo.
Si Neil estuviera sobrio, estaría mejor preparado para escuchar esa
palabra. Con polvo de galleta en su sistema y música airada golpeando su
piel en pedazos, no pudo ocultar su estremecimiento.
—Métete en tus asuntos.
—Esta noche es la noche de meterse en los asuntos de Neil —dijo
Andrew—. ¿No te diste cuenta? Dame algo real o no dejaré que te quedes
aquí.
—Este no es tu equipo. No es tu palabra.
—No me tientes a demostrar que estás equivocado. ¿Qué tal si llamo
a la policía y les pido que te controlen de verdad? ¿Crees que encontrarán
algo interesante?
—Esa es una amenaza hueca —dijo Neil—. La policía nunca le haría
favores a alguien como tú.
—Conozco a un policía que lo haría —dijo Andrew—. Si lo llamara
esta noche y le dijera que eres un niño con problemas graves, lo convertiría
en una prioridad. ¿Qué tan frío es tu rastro?
—Cállate —dijo Neil—. ¿Por qué no puedes dejarme solo?'
—Porque no confío en la forma en que lo miras —dijo Andrew—.
Edgar Allan está en nuestro distrito y tú estás en mi equipo. Tú, un don
nadie de Arizona que de alguna manera logró llamar la atención de Kevin.
Tú, una mentira de pies a cabeza, con una bolsa llena de dinero y una
erección por todo lo que Kevin y Riko hicieron. ¿Lo entiendes?
Neil lo entendía, pero estaba tan desconcertado como furioso.
—No soy un topo. ¿Me estás tomando el pelo?
—Demuéstralo —dijo Andrew—. Tómate un minuto para pensarlo.
Piensa en lo mucho que quieres poner a prueba mi paciencia ahora mismo.
Vuelvo enseguida.
Andrew se apartó de la pared y se deslizó entre la multitud. Neil lo
vio irse, luego se apoyó contra la pared y comenzó a recorrerla. No sabía
qué camino conducía a la puerta, pero si al menos podía encontrar una
escalera en la pista de baile, podría pensar en algo. Su supervivencia
dependía de que saliera de este club mientras todavía tenía algo de ingenio
sobre él.
Finalmente vio las escaleras a través de un espacio entre los cuerpos.
Se puso en marcha, solo para ser detenido cuando Nicky bajó por ellos.
Nicky lo tomó por los hombros para empujarlo hacia la multitud, ignorando
la forma en que Neil empujó y empujó para liberarse. Este beso supo aún
peor, y Neil se quedó entumecido de la boca hacia abajo.
El resto de la noche estuvo llena de colores y luces estremecedoras.

8
Neil se despertó en una cama que no reconoció en una habitación
igualmente desconocida. Conocía esa sensación de desorientación por su
nombre después de moverse con tanta frecuencia, por lo que no era motivo
de alarma inmediata. El peso de los brazos a su alrededor era algo que su
cuerpo conocía, pero de alguna manera era confuso. Había algo mal en eso
que su mente no estaba lista para procesar y parpadeó con fuerza contra el
dolor de cabeza que golpeaba su cráneo. Se sentía medio muerto, aunque no
podía averiguar por qué.
Su primer intento de moverse envió una punzada de dolor por su
columna, por lo que se relajó contra las sábanas. El agarre sobre él se apretó
un poco en respuesta a su cambio.
—¿Mamá? —dijo, pero salió arrastrado en el mejor de los casos y
apenas inteligible.
La persona detrás de él todavía entendía, a juzgar por el divertido:
—No del todo.
Neil conocía esa voz. De repente, los eventos de la noche anterior se
despertaron de golpe en su mente, luces láser parpadeantes, música y
cuerpos y la voz de Andrew en su oído. Se incorporó de un salto, pero no
llegó muy lejos. El dolor resultante lo hizo colapsar contra el colchón una
vez más. Nicky lo agarró del pelo para apartar la cabeza de un lado de la
cama. Había un bote de basura allí que Neil apenas registró antes de
vomitar en él. Nicky murmuró palabras tranquilizadoras que Neil realmente
no podía oír.
Tan pronto como Neil pudo respirar de nuevo, se retorció y pateó a
Nicky tan fuerte como pudo. Estaba demasiado enfermo y débil para
empujarlo del otro lado de la cama, pero las botas que todavía llevaba le
dejaban moretones en los brazos y el pecho de Nicky.
—Oye, oye —dijo Nicky, tratando de desviarlo—. Está bien. ¡Ay!
Relájate, ¿quieres?
—No me toques —dijo Neil salvajemente.
Nicky se apartó de él y se sentó en el borde de la cama. Neil luchó por
levantarse, usando la cabecera y la mesita de noche como apoyo. Estar de
pie le quitó tanta fuerza que tuvo que detenerse y recuperar el aliento una
vez que llegó allí.
—¿Está despierto? —preguntó alguien desde la puerta.
Neil agarró el despertador y se lo arrojó al recién llegado, quien se
apartó del camino justo a tiempo. Se estrelló contra el marco de la puerta.
Aaron esperó hasta que cayó al suelo antes de volver a entrar por la puerta.
Neil tenía la intención de buscar otra arma, pero moverse tan rápido le
revolvió el estómago. Volvió a agarrar el bote de basura y se atragantó con
tanta fuerza que casi se cae.
—¿Dónde está Andrew? —preguntó Nicky, saliendo de la cama y
acercándose al lado de Neil.
—Kevin y él fueron a traernos un desayuno tardío.
—No creo que Neil pueda comer nada.
—Puede mirar.
Nicky puso una mano con cuidado sobre el hombro de Neil.
—Venga. Te traeré un poco de agua.
Neil lo sacudió, pero sus piernas no querían llevarlo. Nicky lo dejó
intentar pararse dos veces antes de rodear con un brazo la espalda de Neil y
estabilizarlo.
—Ahora, fácil. Solo te ayudaré a ir a la cocina, ¿de acuerdo? Nada
gracioso, lo prometo.
—Como si confiara en ti.
—Como si tuvieras una opción —dijo Aaron, y se fue delante de
ellos.
Nicky ayudó a Neil por el pasillo hasta la cocina y lo sentó a la mesa
con un vaso de agua. A Neil le ardía la garganta, pero se negó a beberlo. Se
conformó con mirar a Nicky. Nicky miró a Aaron en busca de ayuda. Aaron
miró hacia atrás por encima de la parte superior de su taza de café,
indiferente e inútil. Nicky suspiró y se volvió hacia Neil de nuevo.
—¿Puedo comprobar tu cabeza o me vas a morder si te toco?
—¿Qué dije anoche? —preguntó Neil.
—A mí, nada más que una amenaza de muerte admirablemente
creativa. —La boca de Nicky se curvó en el comienzo de una sonrisa, pero
la reprimió, tal vez entendiendo que Neil lo golpearía por eso—. No sé
cómo fue tu conversación con Andrew, pero no terminó bien. Se rumorea
que le pagaste cien dólares a un ayudante de camarero para que te noqueara.
Qué manera de acortar nuestra noche.
Neil no recordaba eso, y los vacíos en su memoria lo dejaron helado
por todas partes.
—Bebe —dijo Nicky—. Necesitarás toda el agua que puedas
conseguir hoy. Las galletas te deshidratarán como a nadie.
Neil respondió volcando su vaso en el suelo.
—Eso es maduro —dijo Aaron.
Neil le arrojó el vaso. Aaron lo golpeó, desviándolo, y dejó que se
rompiera en el suelo.
Nicky suspiró.
—No digas que no te lo advertí. Primero puedes darte una ducha, ¿de
acuerdo? Cuando salgas, Andrew estará de vuelta y podrás preguntarle
sobre lo de anoche.
Nicky guio a Neil al baño. Empezó a decir algo más, pero Neil le
cerró la puerta en la cara y echó el cerrojo. Neil aprovechó la privacidad
para hervir, dándose treinta segundos completos para enfurecerse
silenciosamente por la estupidez de la noche anterior. Luego lo hizo una
bola y lo empujó profundamente. La ira no lo ayudaría en este momento, y
no borraría lo que sucedió o no sucedió anoche.
Neil miró su cabeza en el espejo y encontró un bulto considerable
cerca de su oreja izquierda. Lo palpó con cuidado con los dedos y luego
bebió un puñado de agua del fregadero. Cuando el zumbido en su cabeza
murió un poco y su garganta no estaba tan ardiendo, hizo un balance de la
habitación. Había un montón de ropa nueva en la tapa del inodoro cerrada.
La ducha estaba equipada y una toalla limpia colgaba de un gancho en la
parte trasera de la puerta. Una ventana entre el espejo y la ducha tenía un
cristal blanco translúcido para bloquear el mundo exterior.
En este momento, la ventana era lo único que realmente importaba.
Nicky quería que Neil esperara a Andrew, pero él no podía quedarse tanto
tiempo. No había forma de que se subiera al auto con ellos para el largo
viaje de regreso a Palmetto. Obtendría las respuestas y explicaciones que
necesitaba, pero no en un territorio desconocido con todos ellos en su
contra.
En la sección de monedas con cremallera de su billetera había un par
de lentillas de emergencia. Neil abrió los paquetes de aluminio y se las
puso, luego se cambió la ropa del club y se puso los vaqueros y la camiseta.
El atuendo era casi perfecto. Recordar cómo habían descubierto su tamaño
solo encendió aún más su ira. Neil metió su ropa de club desechada en el
inodoro, metiéndola tan profundamente en el agua como pudo y cerrando la
tapa. Abrió la cortina de la ducha, cortó el agua lo más alto que pudo y
volvió a cerrar la cortina. El sonido del agua fue casi suficiente para ocultar
el sonido de Neil abriendo la ventana. Salir requirió algunos movimientos
serios ya que no era lo suficientemente grande para él, pero la
desesperación era un lubricante valioso.
La enfermedad persistente a causa de las drogas le impidió moverse
tan rápido como quería, pero había viajado en peor estado y se negó a darse
por vencido. Atravesó la subdivisión sin saber adónde iba y hojeó su
billetera para contar los billetes. Había empezado a llevar varios cientos de
dólares a la vez, preparándose para el peor de los casos de no tener su
carpeta cerca. Tenía más que suficiente para volver al norte del estado.
Seguir las calles más grandes lo llevó por fin a una carretera principal.
Solo tuvo que caminar unas pocas cuadras antes de poder detener un taxi.
Lo llevó a la gasolinera más cercana a petición suya. Había un teléfono
público decrépito en el borde del estacionamiento. Neil metió monedas en
la ranura y marcó el número de Matt de memoria. Matt respondió después
de un par de timbres con un murmullo incoherente.
Neil miró su reloj. Eran casi las diez.
—Matt, soy Neil. ¿Te desperté?
—Nah, estoy despierto —dijo Matt, pero Neil escuchó el bostezo en
sus palabras—. ¿Dónde has estado? No te escuché regresar anoche.
—Estoy en Columbia con Andrew.
—¿Que tú qué? —Matt pasó de estar medio dormido a estar
completamente despierto en un santiamén. La alarma en su voz solo hizo
que Neil se sintiera peor—. Jesús, Neil, ¿por qué diablos hiciste eso? ¿Él...?
—Matt abortó eso y volvió a preguntar—: ¿Estás bien?
—Estoy bien —mintió Neil.
Pensó que sonaba convincente, pero tal vez Matt realmente no estaba
escuchando, porque Matt dijo:
—Voy a matarlo. —La voz de una chica dijo algo de fondo,
demasiado apagada para que Neil la entendiera. Neil supuso que Matt
apartó el teléfono de su oído para contestar, porque la voz de Matt era más
tranquila cuando dijo:
—Está en Columbia.
—Jesucristo. —Definitivamente esa era Dan, ruidosa y furiosa.
Matt volvió a la línea en un abrir y cerrar de ojos.
—En serio, ¿estás bien?
—Estoy bien —dijo Neil de nuevo—, pero necesito un favor. Creo
que Andrew irá hoy a buscar algo mío. Si no estoy allí, ¿puedes dejarlo
fuera de nuestra habitación? Te deberé una.
—No me deberás nada —dijo Matt—. ¿No te dije que soy bueno para
eso?
—Gracias —dijo Neil—. Creo que deberíamos regresar pronto.
—Ten cuidado, ¿de acuerdo? —Matt dijo—. Nos vemos en un par de
horas.
Neil colgó y entró en la gasolinera. Se abasteció de botellas de agua y
un mapa, pero repasó la conversación un par de veces mientras caminaba
por los pasillos. La reacción de Matt ante el paradero de Neil fue
reveladora. Matt ya había pasado por esto; sabía qué tipo de cosas hacía
Andrew en Columbia. Esto fue lo que Matt quiso decir cuando dijo que
Andrew lo puso en su lugar el año pasado. Esto era sobre lo que Andrew y
Abby habían discutido el primer día de Neil. Aparentemente, la psiquiatra
del equipo tuvo que reparar a Matt después de que Andrew terminó con él.
O Andrew escuchó la advertencia de Abby y le devolvió el tono a la fiesta
de Neil, o Neil evitó lo peor al quedar noqueado.
Neil tomó una libreta y un bolígrafo al final y se marchó. El cajero le
prestó una guía telefónica para que Neil pudiera buscar el número de un
servicio de taxi. El taxi llegó cinco minutos más tarde y Neil lo llevó a la
parada de camiones más cercana en la Interestatal 20. Había una docena de
peces gordos estacionados al otro lado del estacionamiento gigante, la
mayoría de ellos reunidos alrededor de las bombas de gasolina. Neil se
sintió reconfortado por el número y se sentó en la acera para desplegar su
mapa. Encontró tres combinaciones de carreteras principales que lo
llevarían a la región noroeste del estado y guardó su mapa. Tragó saliva
contra los bordes de las náuseas y se acercó al camionero más cercano con
una sonrisa en su rostro.
—Buenos días. Soy estudiante de sociología y estoy trabajando en mi
proyecto de verano. ¿Puedo preguntar a dónde se dirige?
Fueron necesarios cuatro intentos antes de que Neil encontrara un
conductor en dirección norte. La plataforma estaba tomando 77, que no era
la primera opción de Neil, pero al menos cruzó la I85 cerca de Charlotte,
Carolina del Norte. Esa era la interestatal que necesitaba Neil si quería
volver a Palmetto. Encontrar un camión era solo la mitad del problema.
Convencer a un conductor de que llevara a un extraño era la otra.
Ofreció al conductor su sonrisa más cortés.
—¿Estarías dispuesto a llevarme hasta Charlotte? Puedo pagarte
cincuenta dólares por el viaje y por responder un par de preguntas sobre
cómo es trabajar en este trabajo.
—No me gusta llevar pasajeros —dijo el conductor.
Neil aceptó eso sin discutir y siguió adelante. Ninguno de los otros
cinco iba a donde los necesitaba, así que esperó a un lado mientras los doce
camiones eran reemplazados lentamente. Cuando el set estuvo completo, lo
intentó de nuevo. Esta vez encontró oro en el tercer intento. La mujer no
solo estaba dispuesta a llevarlo, sino que iba hacia el noroeste por la I-26.
Era una ruta más rápida al 85. Neil solo tuvo que esperar hasta que el
tanque estuviera lleno y luego se fueron.
Neil había hecho autostop antes de Nuevo México a Phoenix.
Recordar la entrevista que había inventado fue fácil. Tomó notas de todo lo
que dijo el conductor, con cuidado de hacer el papel de un estudiante
interesado, y el camino pasó con relativa facilidad. Lo dejó en una parada
de camiones en las afueras de Spartanburg y se alejó con un bocinazo.
Fue más fácil encontrar quien lo llevara desde allí. Neil volvió a pasar
por la entrevista. El conductor también tenía preguntas para él, y Neil
inventó sus respuestas a medida que avanzaba. Le tomó un poco de trabajo
convencer al conductor de que sí, que estaba bien que lo dejaran en la
interestatal, pero Neil obtuvo lo que quería. El camión se detuvo en el arcén
a un cuarto de milla de la salida de Neil. Neil le pagó y se subió a la hierba.
Para entonces era un poco más de mediodía. Las náuseas se habían
desvanecido, pero aún le dolía la cabeza. Neil tomó la salida a pie y caminó
hasta la gasolinera más cercana. Compró un par de botellas de agua, se
sentó en la acera para beberlas y compró algunas más. Mientras esperaba a
que amainaran los golpes, estudió su mapa. El campus quedaba a unas once
millas de aquí. El camino era lo suficientemente pequeño como para que no
lo llevara, pero Neil estaba bien caminando. Sería más rápido correr tan
lejos, pero no se sentía lo suficientemente bien como para intentarlo.
Sin camioneros que lo distraigan, Neil podría usar el paseo para
pensar. El único recuerdo claro que tenía de la noche anterior era la
acusación de Andrew. No sabía qué más le había preguntado Andrew o qué
había respondido. Ojalá hubiera sido lo suficientemente inteligente como
para mentir a pesar de las drogas.
Sin embargo, una cosa era segura: Neil no podía permitirse otra noche
como esa. Si Andrew realmente pensaba que Neil era una amenaza para
Kevin, ¿hasta dónde llegaría para demostrarlo? Neil no quería ver qué venía
después, pero evitarlo significaba comprometerse. Tenía que decirle algo a
Andrew. La verdad estaba fuera de discusión, pero Andrew olería una
mentira a una milla de distancia. Lo que Neil necesitaba era algo intermedio
que pudiera explicarlo todo: su dinero, su apariencia y su obsesión con
Kevin.
Neil pasó la totalidad de la caminata de tres horas resolviendo una
perfecta verdad a medias. Los detalles que iba a dar le helaron la sangre,
pero si lograba que Andrew se mantuviera callado sobre ellos de alguna
manera, Kevin no podría usarlos para identificarlo.
Neil aún no estaba listo para enfrentar a Andrew y no quería lidiar
con la curiosidad de sus compañeros de equipo por su prolongada ausencia,
así que fue al apartamento de Wymack. Cuando llegó eran las cuatro y
media. Wymack había hecho que Neil se quedara con la llave de repuesto,
pero Neil llamó a su puerta de todos modos. Wymack abrió la puerta de un
tirón como si quisiera sacarla de sus bisagras, pero la sorpresa eliminó la
furia de su rostro cuando vio a Neil.
—¿Dónde demonios has estado? —demandó, mirando a Neil de
arriba abajo—. Andrew regresó de Columbia hace horas. Matt me llamó
para decirme que no estabas con ellos.
—Tomé una ruta diferente.
—¿Si? —Wymack señaló su ropa empapada y su piel sudorosa—.
¿Qué hiciste, corriste aquí?
—Caminé —dijo Neil, y Wymack lo miró fijamente. Neil se dio
cuenta demasiado tarde de que Wymack estaba siendo sarcástico. No podía
retractarse, así que Neil trazó su camino en el aire con un dedo—. Hice
autostop a Spartanburg, luego a Northlake, y caminé aquí desde allí. Sé que
es algo repentino, pero ¿puedo quedarme aquí un rato?
Wymack lo agarró del codo y lo arrastró adentro. Redujo la velocidad
lo suficiente para cerrar la puerta detrás de Neil.
—¿Eres estúpido o simplemente estás loco? ¿Tienes idea de lo que te
pudo haber pasado entre aquí y allá? ¿Que estabas pensando?
—Estaba pensando que no iba a volver con ellos —dijo Neil.
—Deberías haberme llamado —dijo Wymack—. Abby o yo o
cualquiera de los estudiantes de segundo ciclo. Todo lo que tenías que decir
era que no querías quedarte con Andrew. Cualquiera de nosotros habría
venido a buscarte.
Neil lo miró fijamente, demasiado sorprendido para responder.
Wymack levantó la mano libre con exagerado disgusto y arrastró a Neil por
el pasillo hasta la cocina.
—Estírate y bebe un poco de agua —dijo, soltando a Neil.
Neil hizo lo que le dijeron, pero vio como Wymack salía furioso de la
cocina de nuevo. Wymack se paseaba de un lado a otro del pasillo con
pasos furiosos y pesados. En su segunda pasada, tenía el teléfono en la
oreja. Estaba fuera de la vista cuando alguien contestó al otro lado, pero
Neil escuchó su voz furiosa fuerte y clara.
—¡Tienes cinco segundos para traer tu trasero psicópata retrasado a
mi apartamento! Si incluso piensas en decirme que no, te juro por Dios que
arrojaré el contrato de Kevin a un triturador de basura.
Neil no creía que Wymack permaneciera en la línea el tiempo
suficiente para obtener una respuesta, porque había colgado el teléfono
cuando regresó un par de segundos después. Llevaba una toalla y un
montón de ropa, todo lo cual empujó a Neil.
—Eres un desastre. Sal de mi vista y límpiate antes de que te retuerza
el cuello.
Neil se llevó todo por el pasillo hasta el baño y se encerró. Mantuvo
el agua tibia mientras se lavaba el calor y el sudor del día. La ropa que le
prestó Wymack le quedaba ridículamente grande, pero al menos cubrían sus
cicatrices. Neil envolvió su ropa sucia en la toalla mojada y salió del baño
con ella. Se sintió relajado por primera vez en todo el día, pero eso se
desvaneció con el sonido de la voz enojada de Wymack. Neil se arrastró por
el pasillo hacia la sala de estar.
Andrew estaba de pie en silencio en medio de la habitación mientras
Wymack subía por un lado y bajaba por el otro. A juzgar por la mirada
impaciente en su rostro, Andrew todavía estaba sobrio. También estaba de
cara a la puerta, lo que significaba que vio a Neil primero.
—¿Tuviste un buen paseo? —preguntó, interrumpiendo la diatriba de
Wymack.
Neil le devolvió su fría mirada con un acalorado:
—Vete a la mierda.
Wymack chasqueó los dedos frente a la cara de Andrew, tratando de
que Andrew lo mirara a él en lugar de a Neil.
—No sé cuál es el problema entre ustedes dos, pero termina aquí y
ahora. Abby y yo dejamos en claro que no toleraremos que se repita lo del
año pasado, Andrew.
—Esto no es una repetición. —El tono de la voz de Andrew decía que
ya había discutido este punto varias veces—. Solo le dimos polvo de
galletas. ¿Crees que habría regresado aquí solo de otra manera?
—No me vengas con “solo” a mí. ¿En qué diablos estabas pensando?
—¿Qué estabas pensando al traerlo aquí? —replicó Andrew.
Neil decidió intervenir antes de que Andrew compartiera cualquiera
de sus teorías.
—Entrenador, necesito hablar con Andrew un minuto. ¿Podemos usar
su oficina?
—No —dijo Wymack—. No confío en que ustedes dos no se maten
entre sí, así que se quedarán aquí hasta que esto se resuelva.
Eso dejaba solo una opción, aunque Neil odiaba perder su comodín
tan temprano en el juego. Esperaba que Wymack no pudiera hablar alemán
y cambió de idioma para hablar con Andrew.
—¿Cuál es tu problema? ¿Cómo puedes amenazar a Nicky por
coquetear conmigo, pero condonar que me drogue contra mi voluntad? ¿Por
qué no puedes dejarme en paz?
Eso borró la irritación del rostro de Andrew. Pasó una eternidad antes
de que respondiera en alemán.
—Eso es inesperado. ¿Nadie te dijo que odio las sorpresas?
—¿Qué te hace pensar que me importa?
—¿Cuántos idiomas hablas, fugitivo?
Neil ignoró eso.
—Dime por qué hiciste eso.
—Ya lo hice —dijo Andrew—. Todavía estoy esperando tu respuesta.
—Te respondí. Te dije que no soy un topo. Estás loco si crees que lo
estoy.
—Entonces corrígeme.
—Dame una razón.
—¿Además de lo obvio? —dijo Andrew—. Si no puedo obtener una
respuesta tuya, la conseguiré donde pueda. ¿Qué tal si empiezo por tus
padres?
—Buena suerte —dijo Neil, sintiendo frío por todas partes—. Están
muertos.
—¿Los mataste?
Lo dijo con tanta naturalidad, como si estuviera pidiendo la hora, que
Neil solo pudo mirarlo durante un minuto. Fue un salto de lógica tan
irrazonable que Neil no entendió cómo pensó siquiera en preguntarlo.
Luego recordó con quién estaba hablando y preguntó:
—¿Mataste a los tuyos?
Andrew hizo un gesto desdeñoso con los dedos.
—No tengo padres.
Fue una mentira a medias. Los gemelos no sabían quién era su padre
y solo Aaron creció con su madre biológica. Andrew fue entregado al
sistema cuando tenía solo unos días de nacido. Pasó trece años en el sistema
y tres en el juzgado. No fue hasta que fue puesto en libertad condicional
anticipada que su madre dejó que Andrew se mudara a casa. Cinco meses
después murió en un accidente automovilístico. Neil dudaba que Andrew
asistiera al funeral.
—Yo no maté a mis padres —dijo Neil, pero no pudo continuar. El
miedo era un apretón de hierro alrededor de sus pulmones, haciéndole
imposible respirar. Neil confiaba en la historia que había juntado en su
camino, pero no quería decirlo en voz alta. Las palabras salieron en pedazos
irregulares y esperaba que su lucha añadiera realismo a las mentiras—. La
familia de Riko lo hizo.
Eso llamó la atención de Andrew. Neil tragó saliva, tratando de
aclararse la opresión de su garganta, y se obligó a sí mismo a explicar.
—Mi padre era una ardilla para un grupo que hacía negocios con los
Moriyama. En el gran esquema de las cosas, no valía mucho, pero conocía
muchos nombres y sabía cómo mover productos. Hizo algunos negocios
con Edgar Allan, y así fue como conocí a Kevin y Riko. No sabía quiénes
eran en ese entonces. Estaba emocionado de conocer a niños de mi edad.
Pensé que íbamos a ser amigos. Entonces mi padre comenzó a volverse
arrogante, comenzó a volverse estúpido y trató de escatimar pagos. Tomó
dinero de los Moriyama que estaba destinado a su jefe. Ellos se enteraron,
por supuesto. Los Moriyama lo ejecutaron a él y a mi madre antes de que su
jefe pudiera llegar a él. Tomé lo que había robado y corrí. He estado
corriendo desde entonces.
Andrew ya no sonreía, pero Neil sí. Lo sintió mientras se curvaba a
través de sus labios y supo que era una expresión enfermiza y espantosa. Se
clavó las uñas en la boca, tratando de quitarse la expresión de la cara, pero
estaba congelada en su lugar.
—Tengo suerte de que Kevin no me reconozca —continuó Neil—.
No sé si recuerda haberme conocido, pero yo lo recuerdo. Verlo me ayuda a
recordar a mis padres. Es todo lo que me queda de mi vida real. Pero si
Kevin o Riko me reconocen y llegan noticias al jefe de mi padre, sé lo que
me pasará.
Andrew no dijo nada durante tanto tiempo que Neil pensó que lo
había echado a perder, pero finalmente Andrew se movió. Wymack cambió
su peso, listo para intervenir si las cosas se ponían violentas, pero Andrew
solo se paró frente a Neil.
—Entonces, ¿por qué viniste aquí? —preguntó Andrew.
—Porque estoy cansado —dijo Neil, tratando de parecer derrotado.
No requirió mucho esfuerzo—. No tengo otro lugar adonde ir y estoy
demasiado celoso de Kevin como para alejarme de él. Sabe lo que es odiar
todos los días de su vida, despertarse con miedo todos los días, pero te tiene
a ti detrás diciéndole que todo va a estar bien. Lo tiene todo, incluso cuando
lo ha perdido todo, y yo... —Neil no quería decirlo, pero la palabra ya
estaba allí, rota y patética entre ellos—. Nada. Siempre tendré y siempre
seré nada.
Andrew extendió la mano y soltó a la fuerza los dedos de Neil de su
boca. Empujó la mano de Neil fuera del camino y miró a Neil sin nada entre
ellos. Neil no entendió la expresión de su rostro. No hubo censura por los
padres corruptos de Neil ni lástima por sus muertes, ningún triunfo por
haber empujado a Neil para que admitiera tanto, y ningún escepticismo
evidente por una historia tan extravagante. Fuera lo que fuera esta mirada,
era lo suficientemente oscura e intensa como para tragar a Neil por
completo.
—Déjame quedarme —dijo Neil en voz baja—. No estoy listo para
dejar ir esto todavía.
Esa extraña mirada abandonó los ojos de Andrew. Su expresión se
transformó en una indiferencia pétrea y soltó a Neil.
—Quédatelo si puedes. Tú y yo sabemos que no durará mucho.
El estómago de Neil dio un vuelco nauseabundo. Había estado
mintiendo desde que aprendió a hablar. Lo que acababa de decirle a Andrew
era un cincuenta por ciento de verdad, lo más honesto que le había contado
a alguien sobre su vida, y Andrew se lo tomó sin pestañear. Neil no sabía
cómo sentirse al respecto. Debería sentirse aliviado, porque significaba que
Andrew podría haber terminado de hacerle preguntas, pero era más
profundo que eso. Se preguntó por un momento si Andrew podría manejar
toda la verdad con tanta calma, pero eso era demasiado peligroso y estúpido
para considerarlo.
—Me habré ido para nuestro partido contra Edgar Allan —dijo Neil
—. Ahora no me veo como me veía entonces, pero no puedo arriesgarme a
que la familia de Riko me reconozca.
—Una voluntad tan inesperada de sobrevivir de alguien que no tiene
nada por lo que vivir. La próxima vez que tengamos una charla de corazón a
corazón como esta, tal vez le pida que lo justifique.
—No volvamos a hablar así nunca más.
—No lo haremos —asintió Andrew.
Neil vaciló y luego preguntó:
—¿Vas a contárselo a Kevin?
—No me hagas preguntas estúpidas.
El alivio fue casi lo suficientemente fuerte como para ponerlo de
rodillas. Neil tomó una respiración lenta y entrecortada y cerró los ojos. A
medida que la ira y el miedo del día disminuyeron, se sintió exhausto y
vacío. Tal vez la noche de Andrew en Columbia había sido horrible, y tal
vez nunca hubiera querido decir esas cosas en voz alta, pero tener el aire
despejado entre él y Andrew hasta cierto punto le quitó un peso enorme de
pecho. Había convencido a Andrew de que retrocediera y lo dejara en paz.
La Foxhole Court sería suya hasta el partido contra los Ravens. No era
libertad y no era seguridad, pero era espacio para respirar. Eso fue
suficiente.
—Nos vamos —dijo Andrew en inglés.
Neil abrió los ojos.
—¿A dónde vamos?
—De vuelta al dormitorio —dijo Andrew—. Tus compañeros de
equipo nos han estado molestando desde que regresamos, exigiendo que
regresemos a Columbia y recorramos las calles en busca de ti.
—Puede quedarse aquí si quiere —dijo Wymack—. Puedo llamar a
Dan para hacerle saber que está a salvo.
Andrew no miró a Wymack.
—Neil quiere venir conmigo.
Hace un día, esas palabras podrían haber sido una orden o una
amenaza, pero hoy Neil solo escuchó la verdad. Había elegido a los Foxes.
Había elegido confiar en Andrew, fuera lo que fuera que eso significara y
las consecuencias que traía en el futuro. No había razón ni necesidad de
esconderse detrás de Wymack ahora.
—Gracias por la ducha —le dijo Neil a Wymack—. Lavaré tu ropa y
te la traeré de vuelta el lunes.
Wymack miró entre ellos, obviamente preguntándose si realmente
habían arreglado las cosas con tanta facilidad, y dijo:
—No hay prisa.
—Ya voy ahora —dijo Andrew, y sacó a Neil.
Wymack debió haber llamado antes de todos modos, porque cuando
regresaron al dormitorio todos los Foxes estaban en el pasillo esperándolos.
Kevin, Aaron y Nicky estaban apoyados contra la pared cerca de la puerta
de su suite. Los estudiantes de segundo ciclo estaban en un pequeño grupo
en el medio del pasillo fuera de la habitación de Dan. Neil quería saltarse
las preguntas y esconderse en su habitación, pero tan pronto como estuvo lo
suficientemente cerca Dan lo agarró por los hombros y lo palmeó por las
heridas.
—¿Estás bien? —preguntó Dan.
—Estoy bien —dijo Neil.
—¿Andrew? —preguntó Kevin.
Andrew se detuvo en la puerta el tiempo suficiente para mirar a
Kevin.
—Me estoy lavando las manos con esto. Ahora es tu problema.
Desapareció en su habitación. Aaron y Nicky intercambiaron miradas
antes de seguirlos. Kevin fue el último en irse, y no sin antes enviar a Neil
una mirada escrutadora. Neil vio que la puerta se cerraba detrás de ellos,
luego se enfrentó al resto de sus compañeros de equipo. Dan todavía parecía
enfadada y Matt parecía preparado para una pelea. Seth y Allison ya se
dirigían a la habitación de Neil, probablemente aburridos por la resolución
pacífica. La mirada de Renee estaba buscando algo. Neil no pudo sostener
su mirada por mucho tiempo.
—El entrenador dijo que hiciste autostop para regresar aquí —dijo
Dan—. Te gritaría por ser estúpido, pero el entrenador dijo que ya lo
manejó.
—Lección aprendida —dijo Neil—. La próxima vez llamaré para que
me lleve.
—No habrá una próxima vez. —Dan soltó un profundo suspiro y se
frotó la cara—. Ven.
Regresaron a la suite de Neil. Seis montones de cartas yacían boca
abajo en los vivos de un juego interrumpido y estaban rodeados por un
cementerio de latas de cerveza arrugadas. Allison y Seth estaban hurgando
en la nevera cuando Neil pasó. Renee continuó hasta la sala de estar para
buscar sus tarjetas, pero Dan y Matt siguieron a Neil al dormitorio. Se
detuvieron en la puerta y vieron como Neil se dirigía a su caja fuerte. Neil
trazó las líneas con los dedos y tiró de la cerradura de combinación. No
parecía alterado, pero no podía comprobar el contenido con una audiencia.
—Tenías razón —dijo Matt—. Andrew intentó entrar.
—No lo dejamos —dijo Dan—. No llegó más lejos de la puerta
principal.
—Gracias —dijo Neil.
—Gracias a Renee —dijo Dan—. No toma partido con tanta
frecuencia.
—Sin embargo, es mucho más fácil cuando lo hace —dijo Matt.
—A Andrew parece gustarle —dijo Neil.
—Tienen un entendimiento —dijo Matt, pero no explicó—. Estamos
entre rondas en nuestro juego. Deberías unirte. Creo que te ayudará a
aclarar la cabeza. Pasar demasiado tiempo con el grupo de Andrew
desconcertaría a cualquiera.
—Probablemente voy a dormir temprano —dijo Neil—. Fue un largo
día.
—Llevaremos nuestras cosas a mi habitación —dijo Dan, y cerraron
la puerta al salir.
Neil esperó hasta que sus voces se desvanecieron antes de abrir su
caja fuerte. Encontró todo donde se suponía que debía estar. Cuando volvió
a colocar la cerradura en su lugar, se dio cuenta de que le temblaba la mano.
Levantó sus dedos temblorosos donde podía verlos mejor y se preguntó por
el aleteo igualmente débil en su pecho.
La esperanza era algo peligroso e inquietante, pero pensó que, tal vez,
le gustaba.

9
Neil no volvió a ver al grupo de Andrew hasta las prácticas del lunes.
Estaba feliz de mantener las distancias, y parecía que finalmente habían
perdido interés en él. Cuando tuvieron que interactuar en la corte, lo
mantuvieron breve y cortés. Incluso Kevin parecía haber olvidado sus
líneas. Sus comentarios con púas habían desaparecido, reemplazados por
una mirada dura e inquebrantable que de alguna manera hizo que Neil se
sintiera aún más insignificante que antes. Neil se negó a perderse su
condescendencia, pero ser el que cometía errores en el microscopio de
Kevin lo puso nervioso.
Todavía estaba tratando de resolverlo cuando se metió en la cama esa
noche, pero no tuvo mucho tiempo para pensarlo. Alguien golpeó la puerta
de la suite, demasiado duro para ser una de las chicas. Matt estaba en su
computadora en la otra habitación, y Neil escuchó su silla crujir mientras se
levantaba para investigar. Neil no escuchó lo que él o su visitante dijeron,
pero definitivamente escuchó la puerta cerrarse de golpe contra el cuerpo
inflexible de alguien.
—Kevin, lo juro por Dios...
El nombre de Kevin fue suficiente para conseguir que Seth se
levantara de la cama. El estudiante de quinto año tiró sus mantas hacia atrás
y rodó por un lado de su cama. Frente a Seth y Matt, Kevin no tuvo más
remedio que retirarse, y la puerta se cerró de golpe un par de segundos
después. Neil miró fijamente la puerta del dormitorio, con el corazón
martilleando en su pecho. Kevin no habría venido aquí por ninguno de los
dos, lo que significaba que estaba buscando a Neil. Neil no sabía por qué,
pero esperaba desesperadamente que no tuviera que ver con su
conversación con Andrew. ¿Por qué había asumido que Andrew mantendría
su historia en secreto? Andrew y Kevin estaban atados por la cadera.
Dormir después de eso fue casi imposible, y levantarse para practicar
a la mañana siguiente fue una tarea. Se preparó para lo peor, pero el martes
fue una repetición del lunes: la misma frialdad casual de los primos y la
mirada mesurada de Kevin. Neil casi se sintió aliviado cuando Kevin lo
alcanzó al final de la práctica. Acababa de cortar el agua cuando Kevin
llamó una vez a la puerta de la ducha.
—La próxima vez que venga por ti, me seguirás —dijo Kevin.
—¿Por qué? —preguntó Neil.
—Es hora de recoger lo que es mío —dijo Kevin—. Andrew ya no va
a interferir más.
Neil no entendió, pero Kevin no se quedó para dar explicaciones.
A las diez en punto, alguien llamó a la puerta de su dormitorio de
nuevo. Neil estaba viendo una película con Seth y Matt, pero se aseguró de
ser el primero en levantarse del sofá. No le sorprendió encontrar a Kevin
esperando al otro lado. Seth maldijo con saña al ver a Kevin en la puerta.
Los sonidos de la película se cortaron abruptamente cuando alguien la
pausó, y el sofá crujió cuando los demás se levantaron.
—¿Qué parte de “no eres bienvenido aquí” no entiendes? —demandó
Matt.
Kevin los ignoró y empujó una pelota de Exy con fuerza contra el
pecho de Neil.
—Vámonos.
Neil vaciló, pero no tuvo mucho tiempo para decidirse. Seth y Matt se
acercaban rápidamente detrás de él listos para una pelea. Neil extendió el
brazo para detenerlos. Si Seth estaba al frente, podría haber pasado a toda
velocidad por delante de Neil para poner sus manos en la garganta de
Kevin, pero Matt se detuvo en seco.
—Volveré más tarde —dijo Neil por encima del hombro.
—¿Eres estúpido? —preguntó Seth.
—Sí —respondió Neil—. Terminen la película sin mí. No me
importa.
Seth resopló y se marchó furioso, pero Matt se trasladó al pasillo para
ver como Kevin y Neil se iban. Neil no miró hacia atrás, sino que siguió a
Kevin escaleras abajo hasta el estacionamiento trasero. Ahora había más
coches de los que había a principios del verano, pero Neil no había visto
caras nuevas en el dormitorio. Cualquiera que sea el equipo al que se
mudaba estaba en un piso diferente de la línea de Exy y Neil no tenía prisa
en jugar a conocerse.
Andrew los estaba esperando en el coche. Neil se sorprendió a pesar
de que sabía que no debería estarlo. Kevin no iba solo a ninguna parte. No
importaba la hora de la noche; con Edgar Allan en su distrito, Kevin no iba
a volverse valiente de repente. Neil pensó en la última vez que había ido a
la cancha en medio de la noche y encontró a Andrew mirando a Kevin
practicar. Le hizo preguntarse cuántas veces habían hecho eso.
Andrew estaba en el asiento del conductor, con los brazos cruzados
sobre el volante para hacer una almohada para su cabeza. Tenía los ojos
cerrados y no se movió cuando Kevin abrió la puerta del pasajero. Kevin se
inclinó y lo miró.
—Puedo conducir, ya sabes —dijo Kevin.
—El día que te deje conducir mi coche será el día en que me muera
—dijo Andrew—. ¿Vas a entrar o nos vamos a la cama?
Kevin suspiró profundamente como si Andrew estuviera siendo
inusualmente difícil y subió. Neil se sentó en el asiento trasero y se sentó en
el medio, donde podía verlos a ambos. Andrew giró la llave en el encendido
mientras se sentaba y los conducía al estadio.
Kevin los dejó atravesar las puertas y entrar en el vestuario con sus
llaves. Andrew esperó en el vestíbulo mientras Kevin y Neil se cambiaban
el equipo de la cancha, observó cómo recogían sus raquetas y algunos
equipos y los siguió hasta el ring interior. Cuando Kevin y Neil fueron hacia
la puerta de la cancha, él subió las escaleras hacia las gradas para
esperarlos.
Kevin echó el cerrojo a la puerta de la cancha detrás de ellos, dejó las
pelotas y su raqueta a un lado y consiguió que Neil se moviera de
inmediato. Corrieron un par de vueltas a lo largo del interior de las paredes
de la cancha, hicieron intervalos con las líneas de la cancha y se estiraron en
media cancha. Cuando Kevin estuvo satisfecho, comenzó a realizar
ejercicios. Comenzaron con un simple juego de atrapar y rápidamente
pasaron a ejercicios más complicados. Neil reconoció solo a algunos de
ellos. Los que no conocía eran más difíciles de captar y la impaciencia de
Kevin, ausente los dos últimos días de práctica, provocó una reaparición
poco amistosa.
El último ejercicio que hicieron fue el más difícil. Kevin tomó conos
del vestuario y los colocó en una línea de seis. El nombre del juego era
rebotar la pelota contra la pared de la cancha de manera que derribara los
conos. No era suficiente tener un lanzamiento preciso; Neil tenía que ser
preciso y poderoso. No esperaba que fuera tan difícil, pero nunca antes
había necesitado tanta precisión de horquilla. Los rebotes se utilizaban al
pasar el balón a los compañeros de equipo al otro lado de la cancha. Los
compañeros de equipo eran objetivos inteligentes y móviles que podían
reaccionar a la trayectoria de una pelota, mientras que estos conos eran
objetivos estáticos.
La primera vez, Neil logró alcanzar un gran total de un solo cono.
Kevin consiguió tres de sus seis, pero lo estaba haciendo con su mano más
débil, por lo que sus errores no hicieron que Neil se sintiera mejor.
—Tienes demasiado tiempo libre si se te ocurren ejercicios como este
—dijo Neil después de suspender una segunda ronda.
—Este es un ejercicio Raven —dijo Kevin—. A nadie se le permite
jugar hasta que pueda derribar todos los conos en el orden que el maestro
diga. Los estudiantes de primer año pasan semanas o meses tratando de
ganarse un lugar en nuestra línea.
—¿El maestro?
—El Entrenador Moriyama —dijo Kevin después de una pausa. Neil
pudo escuchar la mueca en la respuesta de Kevin, pero no sabía si era
porque Neil estaba haciendo que Kevin dijera su nombre o porque había
cometido un error tan obvio. Kevin se recuperó cambiando su raqueta a su
mano izquierda y dándole un giro experimental—. Llámalos por mí. No
pares.
Neil no pensó que fuera una buena idea que Kevin jugara como
zurdo, incluso si habían pasado seis meses desde su asalto, pero no discutió.
Contó los conos en orden aleatorio con solo un segundo entre los números.
Kevin no esperó a que terminara, sino que se movió con él, recogiendo
pelotas del suelo frente a él y arrojándolas a la pared. Los seis disparos
aterrizaron, haciendo que los conos de Kevin se cayeran en el orden exacto
en que Neil llamó. Kevin golpeó el último cono con suficiente fuerza para
hacer que rodara varios pies.
Entre las peleas internas de los Foxes la semana pasada y el acoso de
Kevin durante todo mayo, Neil casi había olvidado por qué le gustaba tanto
el Exy. Hizo todo lo posible en las prácticas, pero en estos días trabajó
principalmente para mantener alejados a sus compañeros de equipo.
Mientras Neil inspeccionaba el daño de Kevin, finalmente se sintió
inspirado de nuevo. Sobre sus talones había una hambrienta y desesperada
carrera.
—Quiero eso —dijo Neil.
—Entonces empieza a intentarlo de verdad. —Kevin alineó sus conos
de nuevo y cambió su raqueta a su mano derecha. Le dio a su izquierda una
pequeña sacudida mientras regresaba a su punto de partida—. Este es el
primero de los ocho ejercicios de precisión Raven. Cuando domines este,
seguiremos adelante. Nos reuniremos todas las noches de la semana,
excepto el viernes, hasta que pueda hacerlas todas mientras duerme.
—Pero ya hemos perdido un mes de práctica —dijo Neil—. ¿Por qué
no pudimos haber comenzado esto en mayo?
—Porque hiciste enojar a Andrew innecesariamente —dijo Kevin,
molesto—. Dijo que no podía estar a solas contigo y que no me dejaría
traerte aquí.
—¿Y siempre haces lo que dice Andrew? —preguntó Neil.
—Él es la única razón por la que puedo quedarme aquí, así que sí —
respondió Kevin—. Ahora cállate y practica. Estamos semanas atrás de
donde deberías estar en este momento.
Pasaron la siguiente media hora en ese mismo ejercicio antes de pasar
al juego de pies. Kevin dio por terminado a las doce y media. Neil se sintió
decepcionado por detenerse después de solo dos horas, pero mientras
ayudaba a Kevin a recoger sus pelotas y conos, la fatiga comenzó a
aparecer. Estaba bostezando cuando siguió a Kevin fuera de la cancha.
Kevin fue a las gradas para buscar a Andrew, por lo que Neil se dio
una primera ducha poco común. Estaba a la mitad cuando Kevin se le unió.
Neil se secó y se vistió con el calor pegajoso de la ducha y fue al vestuario
para dejar su uniforme. Esperó allí a Kevin, y luego siguió lo siguió al salón
para recoger a Andrew cuando salían. Andrew no dijo nada a ninguno de
los dos mientras conducía de regreso al dormitorio, y subieron las escaleras
hasta el tercer piso en silencio.
Neil estaba callado mientras entraba a su dormitorio, pero el exceso
de cuidado era innecesario. Matt estaba en su escritorio, con los ojos
nublados y medio inclinado. Se animó un poco cuando Neil cerró la puerta
detrás de él, y en la luz de su monitor, Neil pudo ver la preocupación en el
rostro de Matt.
—¿Estás bien?
Neil se dio cuenta de que Matt lo había estado esperando. La sorpresa
se enfrentó a una culpa inesperada en una punzada incómoda.
—Sí. Me está enseñando ejercicios de los Ravens.
—Vas a odiar levantarte por la mañana —dijo Matt, apagando su
computadora.
Neil sabía que no lo haría. Estaría cansado y adolorido, pero se
levantaría para poder regresar a la corte. No valía la pena discutir sobre ello,
así que murmuró algo ininteligible y precedió a Matt en el dormitorio. Matt
se metió en la cama mientras Neil recogía su ropa de dormir, y cuando Neil
terminó de cambiarse, Matt ya estaba dormido. Neil trepó por la escalera
hasta su litera y se desmayó tan pronto como su cabeza golpeó la almohada.
Se sintió como solo cuestión de segundos antes de que su alarma
sonara para despertarlo nuevamente. Neil revisó dos veces su reloj para
asegurarse de que estaba bien, se limpió el cansancio de los ojos y bajó la
escalera para prepararse para el día.
Quizás la práctica de la noche anterior había sido un rompehielos en
el extraño mundo de Kevin, porque sus comentarios enojados regresaron
esa mañana. Sin embargo, escuchó más la enojada decepción con la que
Kevin comenzó el verano, y menos los insultos hostiles a los que Kevin
recurrió después de enterarse del cambio de distrito. Neil trató de apreciar la
diferencia y casi lo logró.
Los primos todavía no tenían nada que decirle a Neil, pero Neil notó
que Nicky observaba a Kevin y Neil de vez en cuando durante la práctica.
Parecía que no se había perdido el hielo descongelado entre los dos. Neil
esperó a que dijera algo, pero cada vez que Neil lo miraba, éste fingía
encontrar algo más fascinante de repente. Neil lo dejó pasar, sin querer ser
el primero en romper el silencio después de lo que Nicky había ayudado a
Andrew a hacerle en Columbia.
La paciencia de Nicky duró hasta el miércoles por la tarde. Andrew
tenía sesiones semanales con su psiquiatra los miércoles. Nicky lo dejó en
el centro médico mientras los Foxes almorzaban y regresó a tiempo para
cambiarse para los ejercicios de la tarde. Los hombres estaban todos en el
vestuario, revisando las correas de su armadura y volviéndose a poner los
uniformes, cuando Nicky se rompió.
Excepto cuando Nicky finalmente habló, fue en alemán, y no fue
hacia Neil.
—¿Crees que alguna vez nos perdonará? —preguntó.
—¿Importa? —dijo Aaron—. No es nuestro problema.
Neil olvidó el collar que estaba apretando alrededor de su cuello y se
volvió para mirarlos. Andrew sabía que podía hablar alemán, lo que
significaba que estos dos debían saber que Neil podía entenderlos. Neil se
preguntó si esperaban que él se uniera, si Nicky lo invitaba pasivamente a
perdonarlos o condenarlos sin que los demás lo escucharan, pero ninguno
de los dos lo miraba.
—¿A qué te refieres con que no es nuestro problema? —Nicky
preguntó, pero Aaron no respondió. Nicky esperó pero perdió la paciencia
al poco tiempo—. ¿Realmente estamos haciendo esto de nuevo? ¿Quieres
pelear con estos chicos hasta la graduación?
—Quiero que me dejen solo.
—¡Este es un deporte de equipo!
Los demás los habían estado ignorando, probablemente
acostumbrados a la conversación ocasional en alemán, pero el tono
estridente de Nicky llamó su atención. Seth miró hacia arriba con un ceño
irritado, pero Matt lanzó una mirada curiosa entre los primos. Kevin no
miró hacia arriba, probablemente ya estaba acostumbrado a las peleas
ocasionales.
Nicky no pareció notar la atención que estaba recibiendo.
—No puedes vivir así, Aaron. No puedo vivir así. Es agotador y
deprimente.
—Bien.
—¿“Bueno”? ¿“Está bien”? Esto no está bien. Jesús. A veces te
pareces tanto a Andrew que es horrible.
La expresión de Aaron estaba lívida.
—Vete a la mierda.
—Oye —dijo Matt en voz alta—. Córtenlo, ustedes dos. ¿Qué
demonios?'
Aaron se levantó del banco y salió furioso, dejando a Nicky
mirándolo con el ceño fruncido. Matt miró de la puerta a Nicky, frunciendo
el ceño.
—¿Nicky? —preguntó.
Nicky fingió una mirada herida e inclinó todo su cuerpo hacia Matt.
—¡Aaron hirió mis sentimientos! ¿Bésame para mejorarme, Matt?
—Maricón —dijo Seth, saliendo.
Matt no se dejó influir.
—¿Están bien, chicos?
Nicky fingió confusión.
—Por supuesto que lo estamos. ¿Por qué?
Matt miró a Kevin, luego a Neil, esperando que uno de ellos lo
respaldara. Kevin lo ignoró, por lo que Neil se encogió levemente de
hombros. Matt lo dejó y terminó de prepararse. Nicky recogió lo último de
su uniforme y se fue un par de segundos después. Neil lo vio irse.
No fue un acto. No habrían dejado que su argumento tomara un giro
tan personal si supieran que él estaba escuchando cada palabra. Pero eso
significaba que Andrew no les había dicho, y Neil no sabía por qué
mantendría ese secreto de su propia familia. Quizás se le pasó por la cabeza
cuando se medicaba el sábado por la noche, pero era algo importante para
olvidar.
Neil no sabía a qué juego estaba jugando Andrew ni qué esperaba
obtener a cambio de su silencio. Vigiló a Andrew cuando regresó de la
oficina de Betsy Dobson, pero cuando pudo haber tenido la oportunidad de
preguntar, la dejó pasar. Andrew estaba drogado y feliz; Neil no quería que
cambiara de opinión en un estallido de diversión alocada.
Esa noche Kevin volvió a estar en su puerta. Neil dio las buenas
noches a sus descontentos compañeros de equipo y siguió a Kevin hasta el
coche. Andrew estaba fumando en el asiento del conductor, pero apagó su
cigarrillo a su llegada. Los llevó al estadio, esperó a que se cambiaran y
subió a las gradas mientras continuaban hacia la cancha.
Cuando Kevin cerró la puerta de la corte detrás de ellos, Neil
preguntó:
—¿Con qué frecuencia vienen aquí?
—Todas las noches —dijo Kevin.
Neil miró por encima del hombro a las gradas, pero no pudo ver a
Andrew.
—¿No está aburrido de esto ya? Él nunca va a practicar contigo, así
que, ¿por qué te toma el pelo?
—Lo hará —dijo Kevin—. Simplemente no lo sabe todavía.
—No te tomé por optimista.
Kevin ignoró eso y comenzó a colocar conos para carreras de
intervalo.
—Vámonos.
Neil sacó a Andrew de sus pensamientos y se concentró en los
ejercicios de Kevin.
***
Tuvieron dos semanas de práctica antes de que la ERC hiciera un
anuncio oficial sobre el cambio de distrito. La práctica del día terminó y el
equipo estaba de regreso en el dormitorio cuando Wymack llamó para
advertirles. Matt encendió la televisión y fue a ESPN para ver el segmento.
Se habían perdido de ver las noticias en sí, pero llegaron a tiempo para ver
las reacciones en el programa de noticias. El presentador gesticulaba
salvajemente y hablaba a una milla por minuto. Uno de sus invitados movía
la cabeza con exagerada desaprobación; el otro seguía intentando y sin
poder interrumpir.
—Aquí viene —dijo Matt—. Estarán sobre nosotros como blancos
sobre arroz. El teléfono del entrenador va a estar sonando durante semanas.
—No me inscribí para ser parte de un espectáculo de fenómenos —
dijo Seth, abriendo otra lata de cerveza—. Enviémoslo de regreso al norte y
acabemos con esto.
—¿Por qué lo odias? —preguntó Neil.
Seth miró a Matt. —Te dije que este chico era estúpido.
—¿Por qué lo odias tanto —aclaró Neil—, que le desearías tal cosa?
—Porque estoy harto de que obtenga todo lo que quiere sólo porque
es Kevin Day —dijo Seth. Cuando Matt comenzó a decir algo, Seth lo
señaló con un dedo de advertencia y siguió adelante—. ¿Sabes lo que te da
la fama, cara de mierda? Todo. Todo lo que tiene que hacer es pedirlo y
alguien se lo dará. No importa qué. No importa quién. El mundo se muere
por darle todo lo que quiere. Cuando se rompió la mano, sus fans lloraron
por él. Inundaron nuestro vestuario con cartas y flores. El increíble Kevin
Day ya no puede jugar, dijeron. Sus vidas habían terminado. Llorarían la
pérdida para siempre. Pero dime —dijo Seth, inclinándose hacia adelante en
el sofá para mirar a Neil—, ¿cuándo fue la última vez que alguien lloró por
ti? ¿Nunca, verdad? Están ahí para Kevin en cada paso del camino, pero
¿dónde estaban cuando los necesitábamos?
—Entonces estás celoso —dijo Neil.
Seth hizo como si fuera a arrojar su cerveza a Neil.
—Su vida no es más importante que la mía solo porque tiene más
talento.
—Tienes que admitir que tu actitud hace que sea difícil que alguien se
preocupe por ti —dijo Neil—. Kevin y tú tienen actitudes imposibles, pero
él puede jugar mejor. Por supuesto que lo eligieron a él.
—Mira, enano —empezó a decir Seth, indignado.
—Tiene razón —interrumpió Matt—. Este es tu último año, Seth.
Quizás es hora de empezar de nuevo. Dale a la gente alguien a quien apoyar
y te los ganarás.
—¿Cuál es el punto de eso? —Seth volvió a encorvarse en el sofá—.
Somos el hazmerreír de la NCAA y Edgar Allan nos va a masacrar este
otoño. No importa lo que haga. Nadie reclutará jamás a un Fox para los
profesionales.
—Qué actitud impresionante, Seth —dijo Matt—. Manera de animar
al resto de nosotros.
—Te estoy animando —dijo Seth—. Los animo a todos a dejar de ser
estúpidos. No llegarán a ningún lado mientras juegues para este equipo.
—Eres demasiado cobarde para intentarlo —dijo Matt—. Neil y yo
demostraremos que estás equivocado. ¿Verdad, Neil?
—Solo estoy aquí para jugar —dijo Neil—. No me importa el futuro.
Matt lo miró fijamente.
—Realmente no crees eso.
Neil se encogió de hombros.
—Temo que sí.
Matt miró entre ellos. Seth levantó su cerveza en un brindis
silencioso, de alguna manera luciendo presumido y enojado.
—No puedo creerles a ustedes dos —dijo Matt al fin. Ninguno de los
dos le respondió. Matt miró al techo en busca de respuestas y luego dijo: —
Supongo que nuestros planes para la cena están acabados. No voy al centro
si la prensa está fuera de lugar; no me importa cuántos policías del campus
nos dio Chuck. Veamos cómo hacer el pedido y ver una película o algo.
Ustedes siéntense aquí y revuélquense en su auto derrota o algo así mientras
yo consulto con Dan.
Seth se burló de la espalda de Matt cuando Matt se fue, luego miró a
Neil.
—Quizá no seas tan estúpido como pensaba.
—Quizá lo sea —dijo Neil, y dejó que Seth terminara su bebida.
10
Las clases estaban programadas para comenzar el jueves 24 de
agosto, por lo que la práctica del miércoles fue un poco complicada. Neil
había olvidado que se suponía que los Foxes se reunirían con la psiquiatra
Betsy Dobson antes de que comenzara el semestre. Wymack los programó
para ir en parejas durante la mañana y trató de prepararlos de una manera
que no dejara huecos en sus líneas de golpeo. Matt y Dan fueron primero,
luego Aaron y Kevin, Seth y Allison, y Nicky y Andrew. Neil y Renee
fueron los últimos en irse.
Cuando Andrew y Nicky regresaron a la corte, Wymack llamó a Neil
y Renee. Andrew los esperó en el aro interior el tiempo suficiente para
entregarle las llaves a Renee.
—Gracias —dijo Renee, sonriendo—. Yo me ocuparé de ella.
—¿Kevin no puede conducir tu coche, pero Renee sí? —preguntó
Neil.
—Es divertido decirle a Kevin que no —dijo Andrew con una sonrisa
maliciosa.
—Andrew solo nos deja conducir a Renee y a mí —dijo Nicky. Su
sonrisa no llegó a sus ojos mientras veía a Renee darle la vuelta a las llaves
en su mano. Nicky solo tenía cosas buenas que decir sobre Renee, pero Neil
se había dado cuenta desde el principio de que nadie, incluido Nicky, quería
que Renee y Andrew fueran amigos. Nicky probablemente se puso del lado
de los estudiantes de segundo ciclo al pensar que Andrew era una influencia
terrible para alguien tan dulce como Renee.
—¿Aaron no? —preguntó Neil.
—No hagas esperar a Bee —dijo Andrew, y se dirigió a la corte.
Nicky solo se encogió de hombros y lo siguió. Neil miró entre Renee
y Wymack, pero ninguno tenía una respuesta para él. Renee se limitó a
sonreír cálidamente y dijo:
—¿Nos vamos?
Neil y Renee se separaron en el vestuario el tiempo suficiente para
cambiarse y refrescarse. No tenía sentido ducharse cuando volverían a la
pausa del almuerzo y más ejercicios, pero ninguno quería aparecer en la
oficina de Betsy como un desastre sudoroso. Neil se quitó el equipo, se secó
con una toalla y se puso el uniforme más ligero que necesitarían esa tarde
para hacer cardio. Encontró a Renee en el salón y salieron juntos del
estadio.
Después de evitar con éxito estar a solas con Renee durante todo el
verano, Neil se quedó con ella durante el viaje por el campus hasta el
Centro Médico Reddin. Quería preguntarle por qué ella y Andrew se
llevaban tan bien, pero no quería iniciar una conversación, así que miró
fijamente por la ventana y esperó que ella entendiera la indirecta. De alguna
manera lo hizo, y llenó el silencio entre ellos con la radio.
Había más coches en Reddin de los que Neil esperaba, pero sabía que
no debería sorprenderse. El año escolar estaba a la vuelta de la esquina. La
Fox Tower estaba llena ahora y había visto tráfico alrededor del campus
mientras el resto del cuerpo estudiantil se trasladaba a los otros dormitorios.
Las largas prácticas y las noches pasadas en su habitación significaban que
había evitado a casi todos hasta ahora, pero la gente seguía apareciendo en
su dormitorio buscando a Matt o Seth. Neil hizo todo lo posible por
mantenerse fuera de la vista cada vez que alguien llamaba, ya que Wymack
aún no había revelado su nombre ni su rostro al ERC. Neil quería proteger
su anonimato todo el tiempo que pudiera.
Reddin estaba dividido por la mitad, con psiquiatría en un pasillo
fuera de la vista y una serie de consultorios médicos más cerca del frente.
Renee los registró en el escritorio y recorrió el pasillo en busca de la oficina
de Betsy. Neil se sentó en uno de los sofás azul pálido de la sala de espera y
trató de no mirar el reloj. Cada minuto que pasaba lo ponía más tenso hasta
que pensaba que cada respiración lo abriría, pero no podía relajarse. La idea
de estar encerrada con un psiquiatra durante media hora era demasiado
terrible.
Lo que pareció una eternidad después, Renee regresó con una mujer
pisándole los talones. La Dra. Betsy Dobson tenía cabello castaño pálido
hasta la barbilla y algunas curvas adicionales. Años de sonrisas se grabaron
en su rostro de la forma en que solo la calidez genuina podía dejar
cicatrices. Parecía amigable, pero no era inofensiva. Los ojos marrones que
lo miraban a través de gafas de montura estrecha eran brillantes e
inteligentes. A Neil le disgustó al instante, debido a los nervios y una seria
desconfianza en su profesión.
—Tú debes ser Neil —dijo ella—. Buenos días.
Neil se obligó a levantarse y cruzar la habitación hacia ella. Ella le
tendió la mano cuando se acercó y Neil se la estrechó con firmeza. Renee
sonrió un poco, tal vez de ánimo, y pasó a su lado para encontrar un asiento.
Neil resistió el impulso de limpiarse la mano con los pantalones y precedió
a Betsy por el pasillo.
Solo había una puerta abierta y el nombre de Betsy estaba en una
placa al lado. Neil se invitó a entrar y miró a su alrededor. Una silla y un
sofá se enfrentaron con una pequeña mesa de café entre ellos. Una pequeña
planta en maceta estaba en el centro de la mesa, y las almohadas estaban
cuidadosamente colocadas tanto en el sofá como en la silla. En el escritorio
de la esquina no había nada excepto un plato caliente y una tetera. Había
una pequeña estantería contra la pared, pero solo los tres estantes inferiores
tenían libros. El de arriba estaba cubierto de chucherías de vidrio, pero
incluso en su desorden parecían limpios, ya que estaban todos equidistantes
entre sí.
—Eres obsesiva-compulsiva —dijo Neil cuando Betsy entró en la
puerta detrás de él.
—Culpable —dijo Betsy alegremente—. Mi nombre es Betsy
Dobson. Puedes llamarme como quieras; Responderé a casi cualquier cosa,
desde Betsy hasta “doc” y “oye tú”. ¿Te llamo Neil o prefieres señor
Josten?
—Cualquiera de los dos está bien —respondió Neil.
—Entonces, por el momento, te llamaré Neil. Si alguna vez te sientes
ofendido o sientes que esto hace que nuestra relación sea demasiado
personal, solo avísame y lo cambiaré para que sea más apropiado para
nuestras necesidades. ¿Suena justo? —Ella le dio un momento y luego dijo:
—¿Por qué no te pones cómodo y te prepararé un chocolate caliente?
Neil se sentó en el borde del sofá y dijo:
—Pero es agosto.
—El chocolate es bueno en cualquier época del año, ¿no crees? —dijo
Betsy.
—No me gustan los dulces —dijo Neil.
Betsy sacó una taza y un recipiente con chocolate de uno de los
cajones de su escritorio.
—Como sabes, hoy es una cita informal para que podamos
conocernos. Esta no es una sesión formal en la que analizaré todo lo que
diga para obtener comentarios y consejos, así que no te preocupes
demasiado por ello. ¿Has visto a un consejero antes?
—No —dijo Neil—. No sé por qué tengo que estar aquí hoy.
—Palmetto State lo adoptó como política hace unos años —dijo Betsy
—. La junta espera mucho de todos sus estudiantes y más de sus
representantes atléticos. De esta manera, te están permitiendo una forma de
descargar algo de la presión y el estrés que te están imponiendo.
—Están vigilando su inversión, querrás decir —corrigió Neil.
—Esa es una forma de verlo. —Betsy terminó de remover su bebida y
llevó su taza a la silla frente a la de él—. Cuéntame un poco sobre ti, Neil.
—¿Qué quieres que te diga?
—¿De dónde eres?
—Millport, Arizona.
—No he oído hablar de ese lugar.
—Es un lugar pequeño —dijo Neil—. Las únicas personas que viven
allí son demasiado mayores para mudarse o demasiado jóvenes para
escapar. No hay nada que hacer excepto jugar deportes o bingo. Solo nos
mudamos allí porque está a medio camino entre Tucson y Phoenix. Mi
madre trabajaba en uno y mi padre en el otro.
—¿Qué hacen?
Neil no había hablado mucho de su familia en Millport, pero había
llegado a Arizona sabiendo ya quiénes eran los Josten y cuáles eran sus
problemas. Las respuestas que había ocultado a sus compañeros de
secundaria y al entrenador tendrían que ser lo suficientemente buenas para
Betsy.
—Mamá es ingeniera —dijo Neil—. Papá está a la mitad del
entrenamiento de CDL12.
—¿Vendrán a ver tu primer partido?
Neil fingió sorpresa.
—No. ¿Por qué lo harían? No les gustan los deportes.
—Pero, obviamente, el Exy es muy importante para ti y tú eres su hijo
—dijo Betsy—. Lo que has logrado aquí es asombroso. Me preguntaba si
podrían venir a apoyarte.
—No. Realmente no... —Neil hizo un gesto como si buscara palabras
—. No somos tan cercanos. Se aseguraron de que llegara a la escuela, me
hicieran chequeos y mantuviera altas mis calificaciones, ese tipo de cosas,
pero no sabían los nombres de mis maestros ni miraban ninguno de mis
juegos. No va a cambiar ahora que estoy en la universidad. Viven sus vidas;
yo vivo la mía. Funciona para nosotros.
—¿Lo hace?
—Dije que sí —dijo Neil—. No quiero hablar contigo de mis padres.
Betsy aceptó eso y siguió adelante sin perder el ritmo.
—¿Cómo te llevas con tus compañeros de equipo?
—Estoy bastante seguro de que la mayoría de ellos están clínicamente
locos.
—Cuando dices que piensas que están locos, ¿quieres decir que te
sientes amenazado por ellos?
—Quiero decir que tienen problemas —dijo Neil—. Sabes más que
yo. El partido del viernes probablemente será un desastre, pero no creo que
nadie se sorprenda.
—¿Estás listo para el partido?
—Sí y no —dijo Neil—. Sé que no soy lo suficientemente bueno para
jugar con un equipo de Clase I, pero quiero intentarlo. Veo muchos partidos
en la televisión, pero nunca he estado en un estadio real la noche del
partido. Usábamos un campo de fútbol en Arizona en el que apenas cabían
dos mil personas. El entrenador dijo que ya hemos vendido las entradas
para la noche de apertura. Quiero ver cómo se ve la corte cuando está lleno.
Apuesto a que es una locura.
—Y el viernes también será tu debut —agregó Betsy—. La ERC ha
sido generosa, permitiendo que David te guarde en silencio durante tanto
tiempo. Solo puedo imaginar las consecuencias cuando el gato esté fuera de
la bolsa.
Neil tardó un momento en reconocer el nombre, porque solo Abby
usaba el nombre de pila de Wymack. Que Betsy lo llamara David insinuaba
tan fácilmente una relación más cercana de lo que esperaba que tuvieran un
psiquiatra y un entrenador. Tal vez fue porque pasó mucho tiempo con el
equipo de Wymack, pero Neil no estaba convencido. Vagamente, Neil
recordó su primera cena en Carolina del Sur, cuando Abby dijo que había
invitado a Betsy a cenar con ellos. Los tres eran amigos de algún tipo, lo
que no auguraba nada bueno para Neil. ¿Cuánto hablaron de los Foxes?
—Eres amiga del entrenador —dijo Neil.
—Abby y yo fuimos juntas a la escuela en Charleston y nos
mantuvimos en contacto después de la graduación. Conocí a David a través
de ella —dijo Betsy—. Soy su amiga, pero respeto la santidad de nuestra
relación como médica y paciente. Lo que tú y yo decimos aquí es solo para
nosotros. Nunca preguntarán y yo nunca se lo diré. ¿Me crees?
—¿Cómo podría? —preguntó Neil—. Apenas te conocí.
—Lo respeto —dijo Betsy—. Ojalá pueda ganarme tu confianza con
el tiempo.
Neil no planeaba volver a verla nunca más, sin importar todas sus
promesas de una próxima vez, así que se fue con un neutral:
—Con suerte.
Miró el reloj, calculó cuánto tiempo quedaba y se tragó un suspiro. Si
Betsy notó su distracción, no hizo ningún comentario al respecto. En
cambio, llenó el resto de la sesión con charlas ociosas sobre la temporada y
el próximo semestre. Neil continuó dándole respuestas fáciles que no
levantaban banderas y contaba minutos en su cabeza. Cuando finalmente se
acabó el tiempo, se levantó y la precedió en la habitación.
Betsy lo siguió por el pasillo, pero se detuvo en la puerta de la sala de
espera para estrechar su mano.
—Fue un placer conocerte.
—El mío también —mintió Neil.
Renee se puso de pie, se despidió de Betsy de nuevo y se fue con Neil
al coche. Mientras abría las puertas, miró por encima del techo a Neil y
dijo:
—Eso no fue tan malo, ¿verdad? Andrew estaba convencido de que
sería un desastre. Puso dinero en que odiaras a Betsy.
—¿Apostaste en su contra?
—Sí —dijo Renee—. Fue una apuesta privada entre nosotros dos.
Neil pasó el verano difuminando la verdad con sus compañeros de
equipo, pero media hora hablando con Betsy lo habían dejado demasiado
cansado como para preocuparse en este momento. Ayudó un poco que la
honestidad en este caso pusiera a Renee en desventaja. Andrew podría ser
un problema, pero era más fácil de entender que las amables sonrisas de
Renee.
—Espero que no hayas perdido mucho —dijo Neil—. ¿Por qué
Andrew te tolera, de todos modos? Ustedes dos deberían odiarse por
principio.
—O piensas demasiado bien sobre mí o no lo suficiente de Andrew
—dijo Renee, subiendo al coche. Neil se deslizó en el asiento del pasajero.
Renee esperó hasta que se abrocharon antes de girar la llave en el encendido
—. Mi fe impide que Andrew y yo nos veamos siempre a los ojos, pero él y
yo nos entendemos
Tenía que haber algo más en Renee que sus joyas cruzadas y bonitas
sonrisas si se había clasificado para un lugar en el equipo roto de Wymack,
Neil lo sabía, pero no había pensado que la había juzgado tan mal.
Reflexionó sobre todo lo que podría estar mal con ella, desde
personalidades divididas hasta locura clínica. Ninguna de sus teorías
parecía plausible, pero lo mantuvo ocupado durante el viaje de regreso al
estadio.
Su regreso marcó la pausa del mediodía para el almuerzo, que
comieron en grupos dispersos en las gradas. Tuvieron la mayor parte de una
hora para digerir después y terminaron el día con dos horas de ejercicio
cardiovascular agotador. Las prácticas normales habrían continuado hasta la
hora de la cena, pero como las clases comenzaban al día siguiente, Wymack
estaba dispuesto a darles un descanso por única vez.
Neil fue el último en salir de las duchas y encontró a todos
esperándolo en el salón. Wymack le indicó con un gesto que se sentara. Neil
fue a su silla habitual y miró alrededor de la habitación, preguntándose qué
estaba pasando. Ninguno de los demás pareció molesto por este encuentro
inesperado. El grupo de Andrew estaba más distraído por Andrew, que ya
estaba profundamente dormido. Había estado completamente despierto hace
unos minutos, pero había pasado esta semana ajustando su horario de
medicamentos en preparación para el año escolar. Su cuerpo no estaba
acostumbrado a eso y chocaba en momentos extraños. Wymack lo
solucionó cuando pudo.
—Muy bien, gusanos —dijo Wymack, chasqueando los dedos para
que todos los ojos estuvieran en él—. La escuela comienza mañana, lo que
significa que cambiaremos nuestros horarios de práctica. Las mañanas van a
empezar a las seis en el gimnasio. Las prácticas de la tarde serán aquí a las
tres. He visto sus horarios. Sé que pueden llegar a tiempo, así que ninguno
de ustedes llega tarde, ¿me oyen?
—Sí, entrenador —respondieron.
—Este ya no es nuestro campus —dijo Wymack—. Todos están
registrados y listos para comenzar, lo que significa que hay que lidiar con
muchas personas. La policía del campus duplicó su número este verano,
pero no pueden cubrir todo ni a todos. Sean inteligente, tengan cuidado. Si
alguien está buscando problemas, busquen ayuda. Si la prensa pasa por alto
y quiere respuestas, díganles que no diremos nada hasta el show de Kathy el
sábado.
—¿Kathy? —preguntó Dan.
—Kathy Ferdinand. —Wymack echó un vistazo a su rostro
confundido y frunció el ceño a Kevin—. ¿No les dijiste?
—No era necesario —dijo Kevin.
—¿Como la presentadora del programa matutino Kathy Ferdinand?
—preguntó Matt.
—Esa es —dijo Wymack—. Tenemos que hacer algo de publicidad en
algún momento. Formaba parte de nuestro acuerdo con Chuck y el ERC.
Kevin eligió a Kathy porque aceptó esperar hasta después de nuestro primer
juego. El sábado por la mañana nos dirigiremos a Raleigh para darle una
primera entrevista exclusiva.
—Debe de haberse desmayado cuando dijiste que sí —dijo Matt—.
¿Cuándo fue la última vez que hiciste una aparición pública oficial?
—El cuatro de diciembre —dijo Kevin.
—¿Por qué no nos lo dijiste antes? —preguntó Dan—. Me levantaré
temprano para verlo.
—O podrías venir al estudio con nosotros —dijo Wymack, ignorando
la mirada que Kevin le envió—. Kathy invitó a todo el equipo a la
transmisión. Si nos presentamos, conseguiremos asientos de primera fila.
Tenemos que tomar el autobús de todos modos para que quepan todos estos
idiotas, así que hay mucho espacio.
—¿Querías que nos sentáramos fuera? —Renee le preguntó a Kevin.
—Realmente no importa —dijo Kevin.
Nicky sonrió y se acercó a Andrew para palmear el hombro de Kevin.
—Él solo sabe que tiene que jugar bien para su programa. No quiere
que veas su lado civilizado. ¿Te imaginas cómo reaccionarían sus fans si
vieran al verdadero Kevin Day?
—¿Recuerdas siquiera cómo sonreír? —preguntó Matt. Kevin lo
fulminó con la mirada, pero Matt solo se rio—. Bueno, vale la pena
intentarlo. Estoy dentro.
—Nos compraré donas para el viaje —dijo Dan—. ¿Renee? ¿Neil?
—No, gracias —dijo Neil.
—Veteé su elección sobre el asunto —dijo Wymack—. El ERC te
presentará el viernes por la mañana. No te quiero fuera de mi vista hasta
que el alboroto inicial se apague.
—Puedo cuidar de mí mismo —dijo Neil.
—Mírame sonreír de orgullo. Ya no es tu trabajo cuidarte a ti mismo.
Es tu trabajo jugar, y el mío y el de Abby cuidar de ti. Aclara tus
prioridades. —Wymack le dio un segundo para discutir, luego asintió
satisfecho y miró a su equipo—. ¿Preguntas, comentarios, inquietudes?
¿No? Entonces salgan de aquí y duerman un poco. Kevin, despierta a ese
idiota sin recibir un puñetazo en la cara. No necesito que empieces el año
escolar con un moretón.
—Lo tengo. —Nicky hizo una mueca y le dio a Andrew una fuerte
sacudida.
Su conversación no había sido suficiente para despertar a Andrew,
pero el toque de Nicky hizo que Andrew se levantara en un instante.
Andrew se estaba moviendo antes de que estuviera completamente
despierto, golpeando su puño tan fuerte en el pecho de Nicky que todo el
cuerpo de Neil dolió en simpatía. Nicky soltó un jadeo enfermizo cuando
Andrew lo dejó sin aliento y se dejó caer contra el brazo del sofá. Andrew
se giró en su cojín para mirar a Nicky. Neil no había esperado que Andrew
pareciera culpable por su reacción, pero ciertamente tampoco esperaba la
sorpresa inexpresiva de Andrew.
—Nicky, ¿te estás muriendo? —preguntó Andrew.
—Estoy bien —dijo Nicky con voz ronca.
—Hemos terminado aquí —dijo Kevin—. Vámonos.
Andrew miró alrededor de la habitación, intentando entender todo.
—Me perdí la conferencia.
—Kevin puede resumirlo más tarde —dijo Wymack—. Sal de aquí
antes de que decida que es mejor que hagas más vueltas.
El vestuario se vació en segundos.
***
La práctica matutina terminó a las ocho de la mañana siguiente para
que los Foxes pudieran llegar a su primera clase a tiempo. Estaba lo
suficientemente cerca. Neil finalmente aceptó la oferta de Matt de llevarlo
de regreso al dormitorio. Se cambió la sudadera matutina por algo más
apropiado para la clase, agarró su bolso y salió por la puerta a tiempo para
unirse a la pequeña ola de atletas que se dirigían hacia la colina de la Fox
Tower. La mayoría de los alumnos vestían sus camisetas como celebración
del primer día, por lo que la acera junto al paso de peatones era una
monstruosidad de color naranja y blanco. La intención de Neil era
mezclarse tanto como pudiera, por lo que optó por saltarse la tradición.
Mañana no tendría elección; Se esperaba que todo el equipo estuviera en
colores el día del partido.
Llegó a su clase de inglés con tiempo de sobra, así que se las arregló
para agarrar un asiento en la esquina trasera. La profesora no apareció hasta
que sonó la campana, y luego entró brincando con rizos volando. Era una
asistente de enseñanza alegre que actuaba como si la composición de los
estudiantes de primer año fuera lo mejor que habían estudiado en Palmetto
State. Neil la siguió mientras repasaba el programa de estudios y decidió
que estaba loca. En lugar de exámenes parciales, tendrían informes de
diferentes plazos. Neil se sintió repentinamente agradecido por las horas de
tutoría que tenía que dedicar a sus días. Había hecho que la programación y
el registro fueran un dolor de cabeza, pero al menos podría obtener ayuda
con esto. Él era un escritor promedio en el mejor de los casos, y esa dama
dejó en claro que el promedio no sería suficiente.
Lo único que quería cubrir ese día era el plan de estudios y las breves
presentaciones personales. Tan pronto como terminó, los despidió con una
alegre despedida hasta el martes siguiente. De ahí pasó a química, que era
una clase lo suficientemente grande como para que se llevara a cabo en un
auditorio. Neil ocupó un lugar en la fila superior. Era imposible ver el
tablero desde donde estaba, pero al menos tenía una pared a la espalda.
A diferencia de su clase de inglés, el profesor de química solo dedicó
unos minutos a revisar el programa de estudios antes de comenzar con una
descripción general de la introducción a la química. Su voz era un tono
inquebrantable y monótono que podía poner a dormir a cualquier criatura
viviente. Neil recurrió a apuñalarse con un bolígrafo cada vez que
comenzaba a quedarse dormido. Probablemente debería haber no tomado
las prácticas de anoche sin Kevin en preparación para hoy, pero no pensó
que Kevin lo hubiera permitido. Neil estaba condenado a pasar el año
escolar exhausto.
Después de setenta y cinco minutos de ciencia paralizante, Neil
finalmente escapó de regreso a la luz del sol. El campus había cobrado vida
en su ausencia. Los que dormían hasta tarde y los que se levantaban
temprano finalmente se mezclaron en el campus, lo que significaba
personas codo con codo en las aceras entre clases. Más de la mitad de los
estudiantes lucían los colores de la escuela, y Neil vio algunas cintas para la
cabeza con orejas de zorro.
El anfiteatro en el medio del campus estaba repleto de stands que
representaban a varias organizaciones estudiantiles. Los voluntarios estaban
listos para repartir parafernalia y señalar edificios para estudiantes de
primer año perdidos. Los grupos alrededor de las mesas estaban llenos de
energía suficiente para impulsar una pequeña ciudad, y la mayor parte de la
charla se centró en los partidos de fútbol o de Exy del viernes y del sábado.
Neil se puso una pequeña pila de imanes en la mano cuando pasó. Los
revisó mientras caminaba. Había uno para cada equipo de otoño con
horarios impresos en cada uno. Neil se quedó con el de Exy, tiró el resto a
la basura y enterró su imán en el fondo de su bolsillo, donde no tenía que
mirar las fechas. Wymack había obtenido el calendario de otoño finalizado
hace unas semanas. Palmetto State se enfrentaba a Edgar Allan el viernes
13 de octubre. Se sentía lo suficientemente cerca como para asfixiar a Neil.
Se desvió alrededor de los estudiantes hacia uno de los tres
comedores de Palmetto State. Dos eran para el alumnado en general. El
tercero era solo para atletas, justificado para la población en general debido
a los horarios de entrenamiento de los equipos y las necesidades
nutricionales. Los tres salones se establecieron como bufets, pero los atletas
solo tenían una cosa poco saludable disponible al día, mientras que los
menús de los comedores regulares con frecuencia contaban con pizzas y
una amplia selección de postres. El plan de comidas incluido en el contrato
de Neil le dio acceso ilimitado a cualquiera de los pasillos, pero Wymack
recomendó encarecidamente que se apegara al suyo.
El comedor estaba lleno cuando llegó Neil, aunque podría haber
parecido ocupado porque solo había capacidad para un centenar de
personas. Pasó su tarjeta de comida en la caja registradora, recogió una
bandeja y trató de empacar suficiente comida para alimentarlo hasta el final
de la práctica a las ocho en punto esa noche. Después podría regresar al
dormitorio, ya que había programado la mayoría de sus clases los lunes,
miércoles y viernes.
Su habitación estaba vacía cuando llegó, por lo que Neil se sentó en
su escritorio con su programa de estudios. Era solo el primer día de clases y
ya tenía tres tareas: un trabajo corto, un capítulo de cincuenta páginas para
leer y una página de preguntas sobre dicho capítulo. Neil debatió durante un
minuto cuál sonaba menos dolorosa. Cinco minutos después, todavía no
estaba inspirado, por lo que apoyó la cabeza en su escritorio.
No se dio cuenta de que se había quedado dormido hasta que un
disparo lo despertó. Neil se enderezó tan rápido que hizo que su pila de
libros de texto se estrellara contra el suelo. Demasiado tarde se dio cuenta
de que el chasquido que había escuchado no era un arma, sino la cerradura
de la puerta de la suite que se abría. Matt, desconcertado, estaba en la
puerta.
—Veo que ya estás trabajando duro —dijo Matt secamente.
—Algo como eso.
—Diría que se vuelve más fácil, pero… —Matt se encogió de
hombros—. Probablemente deberías reducir tus prácticas tardías ahora que
las clases comenzaron.
—Estoy bien —dijo Neil. Sabía que nunca abandonaría esas
prácticas. Si tenía que elegir entre el trabajo de clase y Exy, la respuesta era
obvia. Neil solo estaría ahí un par de meses más. No iba a perder ni un
segundo de su tiempo en la corte sin importar lo que le costara.
—Lo dices muchísimo —dijo Matt—. Estoy empezando a pensar que
no sabes lo que significa.
Realmente no había una buena manera de responder eso, así que Neil
lo dejó pasar. Por suerte, Matt no lo presionó, sino que cruzó la habitación
hacia su computadora. Neil pasó la última media hora hasta la práctica
pensando en octubre y en los Ravens.
11
La emoción del jueves no tuvo nada que ver con la del viernes. Toda
la escuela se vistió durante la noche con serpentinas de color naranja y
blanco vibrantes. Cintas y pancartas colgaban de cada lámpara de la acera.
Las bandas de estudiantes en vivo se apoderaron del anfiteatro para
conciertos cortos y el periódico estudiantil publicado esa mañana dio
detalles para el desfile de la tarde. Las porristas deambulaban por el campus
en pequeños grupos, haciendo alarde de sus faldas cortas y sonrisas
brillantes y aumentando el espíritu escolar donde podían.
El tráfico alrededor del campus ese día fue terrible, ya que los
espectadores se inundaron y se prepararon para los partidos de apertura en
casa consecutivos del fin de semana. Ninguno de los Foxes esperaba ganar
esa noche, ya que estaban abriendo la temporada contra sus rivales de toda
la vida, Breckenridge. Hasta que Edgar Allan hizo su movimiento,
Breckenridge había sido la escuela más grande y mejor clasificada del
distrito. Afortunadamente, las posibilidades del equipo de fútbol para el
partido del sábado por la tarde eran mucho mejores. Sería demasiado
decepcionante si Palmetto perdiera los dos juegos iniciales.
La policía del campus salió con toda su fuerza ese día, ayudando a
dirigir el tráfico y asegurándose de que los invitados no interrumpieran las
clases. Neil odiaba ver sus uniformes azules, pero tenerlos cerca era mejor
que tratar con la prensa. Ya tenía suficientes problemas para llevarse bien
con sus compañeros de clase ahora que vestía su camiseta de Exy. Causaba
una pequeña interrupción dondequiera que fuera. Neil quería faltar a la
clase y esconderse en la Fox Tower hasta la hora del juego, pero a los
atletas no se les permitía faltar sin una excusa médica legítima. Alguien del
comité de atletismo estaría todo el día contando cabezas a través de las
ventanas de las aulas, y Wymack sería el primero en enterarse de que Neil
estaba ausente.
Afortunadamente, los compañeros de equipo de Neil habían
anticipado problemas. Matt lo estaba esperando fuera de su salón de clases
de español para acompañarlo a su próxima clase. No importaba si la escuela
apoyaba a su equipo de Exy o no; Neil era un secreto finalmente sacado de
la bolsa. Cualquiera que haya seguido las noticias de la escuela sabía que el
ERC había doblado las reglas para proteger el anonimato de Neil. Neil
había revisado Internet periódicamente durante todo el verano para
asegurarse de que funcionara. Sin embargo, a partir de esta mañana, su
nombre estaba en todas partes.
Casi tan perturbador fue descubrir que Andrew no le había mentido a
Neil en mayo. En casi todos los artículos que hablaban de la patética
experiencia de Neil, se decía que Kevin tenía grandes esperanzas en él.
Kevin realmente había dicho que Neil algún día sería profesional. Fue una
declaración audaz de un ex campeón, y solo se sumó a la intriga que rodea
al décimo jugador de los Foxes. Las miradas que Neil seguía recibiendo
hicieron que se le erizara la piel, pero Matt los mantuvo moviéndose entre
la multitud sin problemas.
Después de matemáticas, Renee llevó a Neil a la historia, evitando
cuidadosamente a un grupo de porristas antes de que se dieran cuenta de las
camisetas entre ellas. Allison lo encontró después de su clase de historia.
Tenía un período abierto, así que lo arrastró a almorzar con ella y Seth. Los
nervios de Neil mataron su hambre, pero obedientemente puso comida en
su bandeja y se sentó con ellos.
Era la primera vez que Neil estaba a solas con ellos, y fue mejor de lo
que esperaba. Estaban en una etapa “activa” en su relación, lo que ayudó.
Hablaron principalmente entre ellos, dejándose solo unas pocas palabras
para él, pero Neil estaba contento de mirar. Ver a Seth actuar de otra manera
que completamente hostil era fascinante, pero aún no sabía lo que Allison
veía en él. Una chica con su dinero y conexiones podría haber tenido a
cualquiera y cualquier cosa, pero eligió ser una Fox y salir con Seth. Neil
pensó que nunca entendería esa decisión.
—¿Bien? —preguntó Allison, sacando a Neil de sus pensamientos—.
¿Qué vas a hacer acerca de la cita?
Habían pasado la mayor parte del almuerzo hablando sobre el
banquete de inauguración de Exy. Todas las escuelas del sureste harían acto
de presencia, incluidos los Ravens. Neil no tenía planeando asistir, pero aún
no había descubierto la logística para omitirlo.
—No voy a llevar una —dijo Neil.
—Eso es estúpido —dijo Allison—. Incluso el monstruo tiene una
cita.
Neil no esperaba eso, pero podía adivinarlo.
—¿Renee?
—Todavía no se lo ha pedido, pero es inevitable. —Allison cortó su
pan de pita en trozos y limpió con él los restos de aderezo para ensaladas—.
Hay dinero sobre la mesa en cuanto a si dice que sí o no. El bote se está
volviendo bastante grande, así que apuesta rápido.
Lo único que los Foxes tenían en común, además del Exy y las
dificultades, era su extraña obsesión por apostar por las cosas más
estúpidas. Neil lo había descubierto solo dos semanas después de la
práctica. No pasaba una semana en la que no había dinero para una cosa u
otra.
Neil miró entre Seth y Allison.
—¿Andrew y Renee son…?
Seth parecía como si estuviera enfermo.
—Mejor que no lo sean.
Allison se encogió de hombros.
—Renee promete que nunca sucederá. Yo le creo —dijo, mirando a
Seth como si lo desafiara a discutir. Apuñaló a su pollo y se quedó callado.
Allison señaló con un trozo de pan a Neil—. Te estás quedando sin tiempo
para encontrar una cita. Pídele a Aaron que te haga una cita con una Vixen.
Estoy seguro de que Katelyn conoce una o dos caras bonitas.
Lo último que Neil quería hacer era engancharse con una animadora.
No tenía buenos recuerdos del equipo de la escuela secundaria de Millport.
—¿Quién es Katelyn?
—La novia no oficial de Aaron. Búscala en el juego de esta noche. Es
bastante patético verlos pasar el uno sobre el otro a larga distancia. —
Allison miró su reloj y echó la silla hacia atrás—. Tengo que correr.
Encuentro con mi asesor. —Se inclinó sobre la mesa para darle un beso
rápido a Seth y se llevó su bandeja.
Seth y Neil terminaron un par de minutos después. Seth llevó a Neil a
su clase de oratoria. Dan se reunió con Neil después y lo acompañó a través
del campus hasta la Fox Tower. Ella lo dejó en el cruce de peatones, ya que
todavía tenía otra clase a la que ir antes de terminar el día.
—Descansa —dijo—. Esta noche va a ser muy larga.
Neil estaba demasiado tenso desde la mañana para seguir ese consejo,
pero de todos modos se dirigió directamente a su cama.
Había vivido en varias ciudades como Millport a lo largo de los años
y se había ocupado de la curiosidad y la desconfianza de las pequeñas
ciudades la mayor parte de su vida. De alguna manera Palmetto State se
enfadó más en su contra, tal vez porque su camiseta y su lugar en el equipo
exigían que la gente le prestara atención. No podía desvanecerse en el fondo
aquí, no con estos colores y no después del juego de esta noche. Había
veintiún mil personas matriculadas en la Universidad Estatal de Palmetto.
Neil ya no jugaba para sí mismo; estaba jugando para representarlos.
La práctica del viernes por la tarde fue cancelada debido al juego. Se
esperaba que el equipo estuviera en el estadio a las seis y cuarto para su
servicio de las siete. Matt recogió a Neil del dormitorio a las cinco y media
para una cena ligera con los estudiantes de segundo ciclo. Dan terminó
primero y fue a revisar el grupo de Andrew. Su expresión era sombría
cuando regresó, pero Matt le dio un apretón tranquilizador en la mano.
—Estará bien —dijo Matt—. Lo estuvo el año pasado.
—Pensé que Kevin no había jugado el año pasado —dijo Neil.
Los estudiantes de segundo ciclo intercambiaron miradas. Neil miró
de un rostro a otro, tratando de seguir su conversación silenciosa. Seth y
Allison irradiaban impaciencia y desaprobación, pero Renee sonreía un
poco. Matt hizo una mueca y se encogió de hombros, dejando la decisión a
Dan. Finalmente Dan suspiró y se volvió hacia Neil.
—Hay algo que aún no te hemos contado —dijo Dan—. Te lo íbamos
a decir hace un tiempo, pero tú y Andrew estaban teniendo tantos
problemas que pensamos que esperaríamos. No sabíamos cómo
reaccionarías.
—No confiamos en que mantengas la boca cerrada —tradujo Allison.
Dan le hizo una mueca pero no lo negó.
—Así que Andrew está técnicamente obligado por ley a tomar su
medicación, ¿verdad?
Neil tenía la sensación de que sabía hacia dónde iba esta
conversación, pero no lo creía.
—Sí. Fue parte de su acuerdo con la fiscalía.
—Hizo un trato propio con el entrenador —dijo Dan—. La única
razón por la que firmó con nosotros es porque el entrenador aceptó dejarlo
salir de sus drogas para las noches de juegos. El entrenador nos lo pasó
primero porque somos nosotros los que estamos en la corte con él, pero
nadie más puede saberlo. Ni siquiera Betsy sabe que lo hace. Ella es su
doctora; tendría que ponerle fin.
—¿Cómo se supone que Andrew va a proteger nuestra portería
cuando está enfermo? —preguntó. En Columbia, Andrew suavizó su
abstinencia con alcohol y polvo de galletas, pero no podía hacer eso aquí.
Neil todavía recordaba cuán violentamente temblaba Andrew mientras
vomitaba al borde de la carretera.
—No está enfermo todavía —dijo Matt. Levantó la mano a la altura
de los ojos—. La abstinencia de Andrew es un proceso de tres etapas.
Imagina que estás muy drogado todo el día. Entonces, de repente, dejas de
drogarte. Primero te estrellas. —Golpeó su mano hasta la altura de la
cintura—. Esa es la etapa uno. No se enferma hasta la etapa dos.
—Andrew ajusta su horario los viernes dependiendo de a qué hora es
nuestro servicio —dijo Dan—. Falta su dosis media hora antes de que
comience el partido y siempre juega la primera parte. Por lo general, puede
montar la primera etapa hasta el medio tiempo. Luego vuelve a tomar su
medicina y pasa el resto de la noche en el banco.
Neil supuso que así dormía Andrew durante todo el trayecto hasta
Columbia. Casi llegó hasta Sweetie's antes de enfermarse violentamente.
—¿Cuál es la tercera etapa?
—Dale sus drogas o serás apuñalado en la cara —dijo Matt secamente
—. No es divertido. Por suerte, solo lo hemos visto llegar tan lejos una vez.
—No se pondrá tan mal esta noche —dijo Dan—. Además, estarás a
la mitad de la corte de él. Pensamos que deberías saberlo, incluso si es un
par de meses tarde. ¿Vas a estar bien con esto?
—¿Va a poner en peligro nuestro partido? —preguntó Neil.
—No lo hará más que cualquier otra cosa —dijo Matt.
—Entonces no me importa —dijo Neil—. Puede hacer lo que quiera.
No era la verdad completa, pero Neil no sabía cómo expresar con
palabras las reservas que le quedaban. Andrew dijo que odiaba este juego,
así que ¿por qué empeoraría las cosas al dejar las drogas por ellos? Al
menos medicado, podría encontrar entretenidos los partidos. La única
suposición que tuvo Neil fue que Andrew odiaba su medicina más de lo que
odiaba el Exy. Eso fue interesante de considerar, pero Neil no tuvo tiempo
de pensar en eso esta noche.
No tuvieron mucho tiempo para limpiar el desorden de la cena y se
encontraron con el grupo de Andrew en el pasillo. Andrew se veía en la
cima del mundo como de costumbre, pero la expresión de Kevin era tensa.
Esta noche era el primer partido de la temporada de Kevin desde su lesión y
su debut como delantero derecho de los Foxes. Kevin tenía que brillar esta
noche si honestamente quería regresar. Cómo se suponía que iba a hacer eso
con su mano más débil y un equipo como los Foxes como reserva, Neil no
lo sabía.
Salieron temprano del dormitorio, pero el tráfico estaba tan atascado
que casi llegaron tarde. El estadio se había convertido en un manicomio en
algún momento entre los entrenamientos de la mañana y ese momento. Los
estacionamientos estaban abarrotados y la seguridad estaba en todas partes,
dirigiendo a los fanáticos y vigilando las tonterías de los borrachos. Todas
las puertas estaban abiertas y los guardias que las manejaban portaban
detectores de metales. Una hilera de coches de policía y dos ambulancias
dejaban libre el paso a los coches de los atletas. Dos guardias estaban afuera
de su puerta, y después de una revisión superficial para asegurarse de que
ninguno de ellos llevara nada ilegal al estadio, se les permitió ingresar a su
vestuario.
Wymack estaba en el salón e inmediatamente los dirigió al vestuario.
Neil estaba a la mitad de la puerta de los hombres cuando Kevin le agarró el
cuello y lo arrastró por el pasillo hasta la puerta trasera. Kevin la abrió y
empujó a Neil delante de él a través de ella. Neil tropezó un paso, recuperó
el equilibrio un segundo después y fue al patio interior.
La Foxhole Court era el segundo estadio universitario en el que había
estado, el primero había sido el Nido de los Ravens de Edgar Allan, pero
nunca había estado en uno en una noche de juego. Una cosa era admirar los
asientos vertiginosamente altos y otra completamente distinta cuando esos
asientos estaban llenos. Aún no se habían ocupado los sesenta y cinco mil
asientos, pero al menos tres cuartas partes sí. El estadio retumbaba con los
sonidos de decenas de miles de pies. Los gritos y las risas de la multitud
eran ensordecedores, y esto era antes de que la multitud tuviera una razón
para ser ruidosa. Neil se preguntó cómo sonarían después de que los Foxes
anotaran. Tal vez sería lo suficientemente fuerte como para romperle los
huesos dentro de él.
Nadie tardó en darse cuenta de que Neil y Kevin estaban en el patio
interior. Cuando la sección más cercana se volvió loca, el sonido encendió
una pequeña ola en las gradas. Orange Notes, la banda del campus, todavía
estaba ingresando a su sección, pero reaccionaron a la emoción sin
cuestionar. La línea de batería sonó a un ritmo feroz y un par de trompetas
comenzaron la canción de lucha de la escuela. Unos segundos más tarde,
los estudiantes se unieron, gritándose las palabras entre sí y al patio vacío.
—No pierdas su tiempo esta noche —dijo Kevin en su oído—.
Vinieron a verte jugar, así que dales algo en lo que creer.
—No están aquí para mí —dijo Neil—. Están aquí para ver al famoso
Kevin Day.
Kevin puso una mano en el omóplato de Neil y le dio un pequeño
empujón.
—Cámbiate.
Neil echó un último vistazo a las gradas antes de regresar al vestuario.
Wymack los llamó al vestíbulo cuando tenían todo su equipo puesto y
les pasó la lista de los Breckenridge Jackals. Matt echó un vistazo a la
alineación inicial e hizo una mueca.
—Oye, Seth. Parece que Gorila ha vuelto.
—Mierda. —Seth extendió la mano pidiendo el papel.
—Al menos nos están tomando en serio desde el principio —dijo
Aaron.
—Es fácil de decir para la defensa. —Allison tomó la lista de Matt y
se la dio a Seth.
—¿Gorila? —preguntó Neil.
—Número 16, Hawking —dijo Nicky—. También conocido como
Gorila. Un metro noventa y ciento cincuenta kilos de puro idiota. Lo
reconocerás cuando lo veas, créeme. Parece un jugador de fútbol que se
perdió de camino al campo.
—También es tonto como un ladrillo, por lo que el año pasado se
quedó fuera de los campeonatos a prueba académica —dijo Matt—. Es una
especie de ritual anual para él.
—Es la defensa —dijo Dan, mirando a Neil—, y le encantan los
chequeos de cuerpo. No te interpongas entre él y la pared, Neil. Romperá
todos los huesos de tu cuerpo si le das la oportunidad.
—Pero no te preocupes —dijo Matt—. Probablemente estará
demasiado ocupado matando a Kevin y Seth como para notarte.
—Este es mi rostro tranquilo —dijo Neil, señalando su expresión en
blanco.
—¿Ya terminaron de gastar mi oxígeno? —preguntó Wymack—.
Pongámonos en marcha. Estaremos en la cancha local para el
calentamiento. Primero haremos tiros de relevo simples, Andrew y Renee
dos veces cada uno. Andrew, mantenlos de nuestro lado. Realizas un solo
tiro de práctica en el lado de la cancha de los Jackals cuando están
calentando y no te dejaré jugar hasta la segunda mitad.
Neil miró a Andrew ante eso. Andrew se veía bien hasta ahora, pero
tal vez todavía estaban demasiado lejos del primer servicio para que él
sintiera alguna retirada.
Wymack siguió adelante.
—Abridores en la línea: Seth, Kevin, Dan, Matt, Aaron, Andrew.
Tengo tres suplentes en cada mitad, por lo que todos tendrán un intercambio
excepto los porteros. Kevin, estás fuera si te pica la mano. No seas estúpido
esta noche.
—Han pasado ocho meses —dijo Kevin.
—No te arriesgues en tu primer juego de regreso —dijo Abby.
Kevin hizo una mueca pero dejó de discutir. Eso fue lo
suficientemente bueno para Wymack y Abby, por lo que enviaron a los
Foxes a buscar sus cascos y raquetas. Se alinearon en la puerta en orden de
posición de juego, con Dan fuera de lugar al frente como su capitán.
Wymack tenía un auricular que lo conectaba con la cabina del locutor.
Cuando escuchó el visto bueno, llevó a su equipo a los bancos. El casco de
Neil ahogó algunos de los gritos de la multitud, pero sus oídos aún
zumbaban cuando siguió a los Foxes a la cancha.
Neil sabía que el equipo Foxes eran el equipo más pequeño de la
NCAA y Breckenridge uno de los más grandes, pero no esperaba que la
diferencia se sintiera tan grande. Los Jackals bronceados y negros parecían
apiñados en su mitad, haciendo que los Foxes parecieran patéticos y
pequeños en la suya. Neil trató de no sentirse intimidado. Cuando eso falló,
puso todo lo que tenía en ejercicios de calentamiento. Los veinte minutos
pasaron volando más rápido de lo que él pensaba y los árbitros los sacaron
de la cancha: los Jackals por la puerta norte, los Foxes por el sur.
La voz del locutor apenas llegó al ruido de la multitud, pero a medida
que se acercaba la hora del juego, alguien pensó en subir el volumen.
Cuando llamó a las listas del equipo, su voz resonó en las paredes de la
corte. Mientras se pronunciaban sus nombres, los Foxes levantaron sus
raquetas en un saludo silencioso. La multitud rugió en respuesta a cada uno,
y la línea de batería de Orange Notes golpeó todo lo que sus baquetas
pudieran alcanzar.
—Para los Breckenridge Jackals —dijo el locutor, y repasó la lista de
jugadores asignados para jugar esta noche. Los nombres de los Jackals
fueron recibidos con abucheos mixtos y aplausos educados por parte de los
Foxes, pero hubo grandes secciones de fanáticos de Jackals presentes en el
lado norte del estadio. Su banda de animación tocó la canción de la pelea
tan pronto como se llamó el apellido, pero Orange Notes rápidamente los
ahogó con la canción de Palmetto.
Los seis árbitros del juego abrieron las puertas a ambos lados de la
cancha y entraron. A su señal, Dan y el capitán contrario se unieron a ellos
en media cancha para un apretón de manos obligatorio y el lanzamiento de
una moneda. El árbitro principal señaló el primer servicio para los Jackals y
la cancha local para los Foxes. Tres árbitros siguieron a cada capitán y se
colocaron a lo largo de la pared cerca de las líneas de la cancha.
Wymack hizo movimientos en su línea de salida.
—Sal y haz que se arrepientan de haber aparecido esta noche. Quiero
a mis sustitutos en la pared animándolos, pero si tropiezan con un árbitro,
los cortaré. Vámonos.
Dan llevó a sus jugadores a la puerta y golpeó la pared cuando
estuvieron listos. El locutor canceló la alineación inicial de los Foxes de
ofensiva a defensiva. Kevin fue el primero en entrar a la cancha, y todo el
estadio tuvo un ataque al verlo. No importaba a qué escuela apoyaran los
fanáticos; Kevin vestía uniforme después de ocho meses de ausencia. Todas
las predicciones decían que nunca volvería a jugar, pero llevaba una raqueta
a media cancha como si siempre hubiera sabido que regresaría.
Seth siguió a Kevin y se unió a él en la línea de media cancha. Dan
era la distribuidora ofensiva de los Foxes y se encontraba a medio camino
entre la mitad de la cancha y el primer cuarto. Matt y Aaron se espaciaron
entre el primero y el cuarto, y Andrew fue el último en llegar a su lugar.
Breckenridge fue el siguiente. Nicky señaló a Gorila tan pronto como
el jugador hizo su entrada, pero Neil no necesitó ayuda para localizarlo.
—Recuerda agradecer a Seth y Kevin más tarde por haber sido
aplastados en tu lugar.
Podría haber estado bromeando, pero Neil asintió de todos modos.
Cualquiera que pudiera hacer que Matt pareciera delicado no era alguien a
quien Neil quisiera enfrentar en la cancha.
Nicky miró a Neil.
—Oye —dijo, sonando inusualmente indeciso—. Realmente no
hemos tenido la oportunidad de hablar después de... Bueno. Quería pedirte
perdón, pero me acobardé. ¿Estamos bien?
—No lo sé todavía —dijo Neil.
Nicky sopesó eso durante un minuto, luego suspiró y dijo:
—Está bien.
Los árbitros cerraron las puertas con un estruendo y las cerraron con
llave. Había rejillas de ventilación y ventiladores a lo largo del techo para
mantener el aire circulando en la cancha. Las rejillas de ventilación dejarían
escapar ecos de servicios y controles, pero los jugadores tendrían que gritar
para que sus voces se filtraran al estadio. Neil no sabía lo que se estaban
diciendo el uno al otro ahora mientras esperaban que comenzara el juego,
pero dudaba que fuera agradable ver cómo Seth estaba haciéndole gestos
obscenos a uno de los delanteros de los Jackals. Seth volvió el gesto hacia
Kevin un par de segundos después.
—Oh, Dios —dijo Abby a la espalda de Neil—. Al menos podrían
fingir llevarse bien cuando juegan contra este equipo.
—¡De ninguna manera! —dijo Nicky—. Diez dólares dicen que se
golpean en quince minutos.
—No voy a aceptar eso —dijo Allison.
—Podrías intentar ser optimista sobre el primer juego de la temporada
—dijo Renee.
—Tal vez viste a quién nos enfrentamos —dijo Nicky, señalando al
equipo contrario—. ¿De verdad crees que el optimismo nos ayudará?
—Creo que no hará daño —dijo Renee con una sonrisa.
Allison empezó a decir algo, pero el timbre de advertencia la ahogó.
Si Neil miraba hacia arriba, casi podía ver el marcador donde colgaba sobre
el centro de la corte. En los cuatro lados se mostraban un reloj, el marcador
y las estadísticas de tiros a gol, así como pantallas para repeticiones y
primeros planos. En este momento, el tablero estaría contando el último
minuto para el inicio del juego, pero Neil no se esforzó por ver. No quería
apartar los ojos de la cancha. Presionó sus manos enguantadas contra la
pared y se inclinó hacia adelante, tratando de verlo todo a la vez. Su
corazón latía con fuerza en su pecho, enviando un calor estremecedor a
través de cada centímetro de su cuerpo. Contuvo la respiración esperando el
primer servicio.
El timbre volvió a sonar y comenzó el juego. El distribuidor de
Breckenridge lanzó la pelota al aire y la golpeó con su raqueta. La grieta
distintiva hizo que Jackals y Foxes rompieran la formación y corrieran
hacia adelante para encontrar sus marcas y lugares en la cancha. Los
nervios que Neil sintió antes se evaporaron bajo el peso salvaje del
entusiasmo de la multitud. Sus gritos chocaron contra su piel y el golpeteo
de cien mil pies latía al ritmo de su pulso. Dos cuerpos se estrellaron en la
cancha cuando el juego comenzó duro desde el principio. Hubo un rugido
de aprobación de las vigas.
La pelota golpeó la pared frente a los suplentes y salió disparada. Dan
lo atrapó antes de que fuera lejos y se lo arrojó a Seth. Su impulso la envió
contra la pared más arriba y el distribuidor de los Jackals se estrelló contra
ella un segundo después. La pared se estremeció bajo su peso. Dan
prácticamente lo tiró a un lado para volver al juego, y los suplentes
golpearon la pared en apoyo.
Neil recorrió la cancha con la mirada, más allá del delantero Jackal
que estaba luchando con Aaron. Aaron y Matt empujaban a los delanteros
por la cancha lejos de la portería, pero no querían dejar demasiado espacio
vacío entre ellos y Andrew. Andrew se quedó solo en la línea blanca que
marcaba el territorio del portero, viendo cómo se desarrollaba el juego
frente a él. Hizo girar su raqueta en un círculo, burlándose de los esfuerzos
de los Jackals con esa postura despreocupada.
La pelota golpeó la pared más abajo de la cancha y Neil volvió a
centrar su atención en ella. Dan fue la primera en hacerlo de nuevo, y la
envió por encima de la cabeza de Seth. Seth y Gorila corrieron por la
cancha para atrapar la pelota en el rebote. Seth la atrapó pero no pudo
sostenerla por mucho tiempo. La llevó solo medio paso antes de que Gorila
golpeara su raqueta. No parecía un gran golpe, pero hizo volar la raqueta de
Seth. Gorila atrapó la pelota cuando rebotó en el suelo y se volvió para
lanzarla por toda la cancha. Golpeó la pared a unos centímetros a la derecha
de la portería de la cancha local. Andrew lo vio rebotar.
Uno de los delanteros de los Jackals rodeó a Matt y corrió hacia él.
Andrew dejó de girar su raqueta y se movió, preparándose justo a tiempo.
El delantero hizo un rápido disparo a puerta y Andrew lo rechazó con
fuerza, enviándolo de regreso al centro de la corte. El distribuidor de los
Jackals trató de atraparla, pero la pelota iba más rápido de lo que había
previsto y rebotó en la red de su raqueta. Dan se la robó. Él la derribó en
respuesta y la pelota se fue rodando. Dan golpeó su raqueta contra el suelo
con ira mientras se ponía de pie para perseguirlo. El distribuidor Jackal ya
tenía la pelota y corría hacia la cancha de casa.
—Esa es mi chica —dijo Abby—. Lo tienes.
Dan no pudo alcanzarlo a tiempo para evitar que pasara la pelota,
pero no disminuyó la velocidad. Se estrelló contra el distribuidor lo
suficientemente fuerte como para hacerlos caer a ambos. Los fanáticos de
los Jackals rugieron indignados, exigiendo una tarjeta por ese truco, pero
los árbitros no se movieron. Los cheques corporales solo eran legales
cuando los jugaban hacia o contra jugadores que llevaban el balón, pero se
permitían los golpes que ocurrían en los primeros dos segundos después de
que la pelota abandonaba la red del jugador. Los funcionarios sabían que a
veces los atletas simplemente iban demasiado rápido para detenerse a
tiempo. Permitían una escapatoria para colisiones rencorosas como la de
Dan, pero eso solo hacía que el juego fuera más divertido para los fanáticos.
Aaron era lo suficientemente pequeño como para meterse bajo el
brazo de su delantero. Interceptó la pelota en un movimiento imposible y
siguió girando hacia la corte local. Le pasó la pelota a Andrew sin disminuir
la velocidad y volvió a ponerse de pie un latido después. Andrew golpeó la
pelota con un swing para despejarla fuera de la cancha local. La pelota
rebotó en el techo y volvió a caer en la refriega.
—¡Muévanse, Foxes! —Wymack rugió.
—¡Vamos, Foxes, vamos! —las Vixens gritaron más abajo.
La multitud lo recogió y repitió el canto a las porristas. Los otros
suplentes se unieron, pero Neil se quedó en silencio por la velocidad y la
habilidad del juego.
Había visto a sus compañeros de equipo desmoronarse en peleas
internas durante todo el verano, pero ahora finalmente los veía como un
todo. Por mucho que los Foxes no se agradaran entre sí a veces, les
disgustaban más sus oponentes. Todavía estaban demasiado fracturados
para ser realmente geniales, pero eran lo suficientemente buenos como para
darle escalofríos. Neil finalmente entendió cómo los Foxes llegaron al
tercer lugar el otoño pasado y anotaron un lugar en los campeonatos.
Desafortunadamente, Breckenridge era mejor. A los doce minutos de
juego finalmente rompieron la línea defensiva de los Foxes. Un delantero
Jackal atrapó la pelota y se la llevó directamente a Aaron. Aaron fue
derribado, lo que le dio al delantero un camino directo hacia la meta, y
todos los Jackals avanzaron dentro de la primera cuarta línea. El delantero
se acercó peligrosamente a la portería antes de disparar. Andrew le devolvió
el golpe, rebotando en su casco. El comerciante de los Jackals atrapó la
pelota a continuación, y Dan fue un segundo demasiado lenta para evitar
que apuntara a la meta. Andrew también desvió ese tiro, pero los Jackals
estaban demasiado cerca para que él despejara la pelota. Apuntó alto, pero
Gorila estaba lo suficientemente cerca y era lo suficientemente alto como
para agarrarlo desde el aire.
—¡Sácalo de ahí! —Wymack le gritó a la pared.
Gorila derribó a dos Foxes como si no fueran nada y corrió hacia la
meta. Matt se lanzó sobre Gorila como si su vida dependiera de ello,
sacándolos a ambos. El delantero desguarnecido de Matt atrapó el balón y
disparó, y la portería se encendió en rojo detrás de Andrew. Los fanáticos
de Breckenridge se volvieron locos cuando sonó el timbre del primer punto.
Wymack maldijo con saña y se volvió en un círculo enojado, buscando pero
no encontrando algo en lo que descargar su ira.
—¡Buen intento, Foxes! —llamó Renee, aplaudiendo.
Los Jackals se golpearon la espalda mutuamente en felicitaciones
mientras corrían por la cancha. Gorila fue el último en ir a donde él y Matt
todavía se estaban levantando del suelo, y se detuvo en la portería para
decirle algo a Andrew. Fuera lo que fuese, Andrew no pareció
impresionado. Puso su raqueta frente a él, cruzó los brazos sobre la red y
apoyó la barbilla en los brazos. Gorila le hizo un gesto de despedida con la
mano y cruzó la cancha trotando. Dan pasó junto a Matt para darle un
cacheo rápido.
Casi llegaron a sus puntos de partida sin incidentes, pero luego el
defensor de Kevin lo empujó para que pasara. Kevin lo empujó hacia atrás
casi lo suficientemente fuerte como para derribarlo. El defensa de los
Jackals se dio la vuelta para decir algo, y Seth hizo un gesto expansivo
mientras se unía. Kevin ignoró al Jackals para decirle algo a Seth, y Seth
respondió lanzándole un puñetazo.
—Yo gano —dijo Nicky—. Son sólo trece minutos.
—Nadie aceptó tu apuesta —dijo Abby, sonando cansada mientras
veía a Kevin y Seth pelear.
—No apuesten por estos retrasados —dijo Wymack.
Dan alcanzó a los dos y los separó bruscamente. Metió su dedo en la
cara de Seth mientras lo reprendía, luego hizo lo mismo con Kevin. Kevin y
Seth finalmente se desplegaron en media cancha para ocupar sus lugares.
Los árbitros junto a las puertas esperaron para ver si tenían que intervenir,
luego decidieron que Dan lo había manejado adecuadamente y lo dejaron
pasar.
El juego comenzó de nuevo con otro servicio de Breckenridge, pero
los Foxes estaban entusiasmados y enojados por perder el primer punto.
Kevin pareció tomárselo como algo personal y jugó con ganas de vengarse.
Tan pronto como Dan le dio el balón, dejó plana su marca de defensor y
voló por la cancha sin vigilancia para un punto perfecto a puerta. El gol se
puso rojo y la multitud se puso de pie a espaldas de los Foxes. Neil no pudo
escuchar su propio grito triunfante sobre el sonido de los estudiantes
emocionados. Orange Notes tocó la canción de lucha y los estudiantes
gritaron las palabras como un grito de batalla.
La canción de la pelea no había terminado antes de que Kevin y su
marcador se pelearan. Fueron necesarios Matt, Dan y tres Jackals para
separarlos. Cuando pusieron una distancia segura entre los dos, los árbitros
ya estaban allí. La tarjeta amarilla fue para el Jackals por lanzar el primer
puñetazo, y la multitud aplaudió. En lo alto, en las pantallas, un chacal de
dibujos animados se emborrachó con un martillo de gran tamaño. Los
fanáticos de Jackal abuchearon, pero su ira fue ahogada por la multitud
local.
Cuando los equipos se colocaron en el punto de partida, los árbitros se
fueron. Dan sirvió para poner el juego en movimiento.
Habían pasado veinte minutos cuando Gorila aplastó a Seth contra la
pared. Los fanáticos rugieron de odio y entusiasmo cuando Gorila corrió
tras la pelota sin vigilancia. Neil esperaba que Seth fuera tras él, pero Seth
arañó ineficazmente la pared por un segundo y luego cayó al suelo.
—David —dijo Abby, pero Wymack ya estaba corriendo por la pared
para pararse frente a Seth. Uno de los árbitros se agachó junto a él e hizo un
gesto a través de la pared hacia Seth. Wymack golpeó la pared para llamar
la atención de Seth. Seth laboriosamente se empujó a sí mismo sobre sus
manos y rodillas. Neil miró de él al juego con impotente frustración. Hasta
que Seth les indicó a los árbitros que lo llamaran, el juego seguía en
marcha, lo que significaba que Kevin de repente tenía dos defensores
montándolo.
Dan no tardó mucho en darse cuenta de la situación de Kevin. Giró en
círculo, perdiendo preciosos segundos y perdiendo la pista de la pelota para
encontrar al delantero que faltaba. A mitad de camino al otro lado de la
cancha, Kevin quedó atrapado entre los defensores Jackals. Perdió la pelota
y su raqueta, pero de alguna manera se mantuvo en pie.
—¡Llámalo, Seth! —Nicky gritó, pateando la pared.
Seth finalmente levantó su raqueta, alertando a los árbitros que no
podía continuar el período. Sonó una alarma para detener el juego. Matt
acababa de atrapar la pelota, así que se la pasó a Andrew para que la
guardara. La multitud se quedó en silencio para ver cómo Seth luchaba por
ponerse de pie. Tropezó de costado contra la pared y se apoyó pesadamente
contra ella, esperando recuperar el equilibrio antes de intentar caminar. Dan
corrió a ayudarlo, y Allison lo siguió en el exterior de la cancha. Abby
corrió delante de ella hacia la puerta.
Wymack golpeó a Neil en el hombro.
—Muévete.
Un destello de nervios le heló el estómago a Neil. Ahora que había
visto a los equipos en acción, demostró lo que había dicho todo el tiempo:
no estaba listo para jugar con un equipo como este. Sin embargo, no tenía
muchas opciones, así que agarró su raqueta y corrió tras Allison hacia la
puerta de la cancha.
—¡Consigue un poco de gloria! —llamó Nicky detrás de él.
Allison tomó a Seth de Dan en la puerta y lo mantuvo quieto el
tiempo suficiente para que Abby se quitara el casco. Allison ayudó a Seth a
sentarse en el banco y Dan le hizo un gesto a Neil para que cruzara la puerta
hacia la cancha. En el techo, el locutor gritó el intercambio:
—Continuando con Seth Gordon está el estudiante de primer año Neil
Josten, número diez, de Millport, Arizona.
Neil se preguntó si las tapas de los ataúdes sonarían como puertas de
la corte cerrándose de golpe.
—¿Listo? —preguntó Dan.
—Listo para intentarlo —dijo Neil.
—Hagamos esto —dijo ella, golpeando palos con él.
Corrieron juntos por la cancha. Para cuando Seth finalmente llamó,
ambos equipos estaban dentro del primer cuarto de nuevo. Dan tomó un
lugar por su marca. Debido a que Neil era un sustituto en la mitad del juego,
su puesto de titular estaba contra la pared de la cancha local.
—¿Es verdad? —el comerciante de Jackals lo llamó—. El entrenador
dice que eres un novato de primer año.
—¿Me estás tomando el pelo? —preguntó una chica, y Neil lo miró
sorprendido. El defensor con el que Kevin había estado luchando durante
todo el juego era una mujer—. ¿Un campeón nacional y un aficionado?
Carolina del Sur se ha vuelto aún más loca que de costumbre.
—Un aficionado y un inválido, querrás decir —dijo el comerciante.
Andrew estrelló su raqueta contra la portería, haciendo saltar a varios
atletas y atrayendo a más de unas miradas cautelosas en su dirección. Neil
no podía ver la expresión de Andrew desde donde estaba parado, pero
esperaba que Andrew estuviera fingiendo una sonrisa. Sus oponentes
anunciarían la sobriedad de Andrew en un abrir y cerrar de ojos si eso lo
sacaba de la portería de los Foxes. Neil esperó, esperando lo peor, pero
Andrew sólo dio dos pasos hacia el territorio de su portero y esperó. Un
timbre sonó en lo alto cuando todos estaban tranquilos y tranquilos. Andrew
levantó la pelota con la mano enguantada.
—Oye, Pinocho —dijo sin mirar a Neil. La alegría en su voz era
demasiado burlona para ser real, pero Neil dudaba que alguien más que los
Foxes lo notaran—. Hora de correr. Esta es para ti.
Andrew hizo rebotar la pelota en el suelo y se balanceó con todo lo
que tenía. Neil no esperó a verlo golpearla. Se arrojó lejos de la pared y
voló por la cancha lo más rápido que pudo, desapareciendo entre los
defensores y los delanteros que apenas comenzaban a moverse. La marca de
Kevin atravesó la cancha hacia él, con la intención de interrumpirlo, pero
Neil fue más rápido de lo que esperaba y la condujo hasta el final de la
cancha.
La pelota golpeó la pared del fondo y regresó volando. Neil saltó para
atraparlo antes de que pudiera pasar por encima de su cabeza. Su marca
estaba ahí cuando aterrizó y rebotó lejos de ella, contando pasos
instintivamente mientras balanceaba su raqueta fuera de su alcance. Su
raqueta apenas falló en sus dedos cuando ella lo golpeó. Solo podía llevar la
pelota diez pasos y ya había usado seis. Sabía que no podía esquivarla en
cuatro, así que se giró y le pasó la pelota a Dan. Su marca chocó con él un
segundo después y se deslizó, con el brazo extendido y el bastón
arrastrándose por el suelo para mantener el equilibrio.
Dan le pasó la pelota a Kevin. Gorila era enorme, pero su tamaño lo
ralentizó. Kevin lo rodeó y atrapó la pelota, luego la giró y lanzó la pelota
más arriba de la cancha para darles un respiro a los delanteros. Gorila
golpeó la raqueta de Kevin de sus manos en represalia. Kevin maldijo y
sacudió violentamente los brazos. El portero Jackal salió de la portería para
enviar la pelota hacia ellos. Matt la interceptó y apuntó alto, queriendo que
golpeara el techo y volviera a caer cerca de los delanteros. Kevin la atrapó,
pero solo tuvo dos pasos para apuntar y disparar antes de que Gorila se
estrellara contra él. Kevin golpeó el suelo con tanta fuerza que rodó.
El portero desvió la pelota a Gorila. Éste volvió a lanzarla contra la
pared de la corte local, y los defensores de los Jackals lo persiguieron para
obligar a Neil y Kevin a retroceder por la corte. Fueron arrastrados hasta el
primer cuarto. Neil decidió que odiaba su estrategia de “todos se unen al
portero”. Fue frustrante verlos golpear a Andrew así, especialmente desde
tan atrás. No podía meterse en la refriega si existía la posibilidad de que los
Foxes pudieran soltar la pelota. Solo podía ver cómo los Jackals aplastaban
a los Foxes. Tres tiros después, anotaron.
—No pueden ganar contra nosotros —le dijo la defensora a Neil—.
Chicos, apestan.
—Prefiero ser un Fox antes que un Jackal si ganan lastimando a tus
oponentes —dijo Neil—. Son un equipo de matones patéticos.
Ella lo empujó pecho contra pecho.
—Repítelo. Te reto
Neil no estaba impresionado por su actitud. Él la miró aburrido y
presionó un dedo con fuerza contra su hombro.
—Sal de mi cara. Ya recibiste una tarjeta. Comienza otra pelea y
estarás fuera el resto del juego.
—¡Leverett! —gritó el distribuidor a modo de advertencia—.
¡Apártate!
Ella frunció el labio hacia Neil con desprecio, dio dos pasos
exagerados hacia atrás, luego giró sobre sus talones y salió corriendo hacia
su punto de partida. Los Jackals sirvieron tan pronto como todos estuvieron
listos. Neil no pudo ir muy lejos antes de alcanzar a Leverett nuevamente.
Ella lo empujó con el hombro mientras lo obligaba a retroceder hacia la
mitad de la corte. Al otro lado de la corte, Kevin tomó posesión de la
pelota, pero la perdió un segundo después cuando Gorila tiró su raqueta.
Neil no sabía si Gorila realmente estaba golpeando su raqueta con tanta
fuerza cada vez o si Kevin tenía miedo de agarrarse cuando las
reverberaciones llegaban hasta sus manos hasta los codos. No estaba seguro
de qué respuesta esperaba. No quería que Kevin se lesionara, pero los Foxes
no podían permitirse que Kevin llevara su daño psicológico a la cancha
durante un juego.
Matt le robó la pelota a su delantero y se la pasó a Aaron. El único
disparo claro de Aaron fue hacia Andrew. Le dio un par de segundos para
adelantarse a su marca de delantero, y Andrew golpeó la pelota para rebotar
en la pared frente a Aaron. Aaron la atrapó y la tiró con todo lo que tenía.
—¡Neil!
Neil ya se estaba moviendo, siguiendo el arco de la raqueta de Aaron
y dándose cuenta de que el pase era para él. Leverett golpeó su raqueta,
tratando de arruinar su atrapada, y Neil apretó los dientes ante la punzada
en sus muñecas. Movió su raqueta para apartar la de ella. Le costó el
precioso segundo que necesitaba para agarrar la pelota, y casi extendió
demasiado el brazo para atraparla. Leverett se estrelló contra él, tratando de
derribarlo, pero Neil abrazó su raqueta para proteger la pelota entre su
cuerpo y su red. Leverett volvió a golpear su raqueta para liberar la pelota.
Neil dio otro paso atrás para prepararse, le dio la oportunidad de atrapar la
pelota y la golpeó con el hombro lo suficientemente fuerte como para
derribarla. Agarró la bola caída y salió disparada con ella.
—¡Maldita puta! —le gritó ella.
Neil cargó la pelota diez pasos y se la tiró a Kevin. Kevin la atrapó,
solo para que su raqueta volviera a caerse. Gorila pasó junto a él tras la
pelota. Kevin presionó su mano izquierda contra su estómago y se retorció
en busca de Matt.
—¡Sácalo de encima de mí!
Matt no respondió, pero escuchó. La próxima vez que ambos equipos
estuvieron dentro de la primera-cuarta línea, Matt dejó atrás a su delantero y
fue tras Gorila. Matt arrojó su raqueta a un lado para liberar sus manos y
dio un poderoso golpe, golpeando a Gorila justo debajo de su armadura de
pecho. Gorila se desplomó un poco hacia adelante bajo el golpe y el timbre
señaló una falta. Necesitó sólo un segundo para recuperar el aliento, y luego
fue tras Matt. Matt retrocedió alejándose de sus manos gigantes, poniendo a
tanta gente entre él y Gorila como pudo. Gorila empujó a sus compañeros
de equipo fuera del camino mientras perseguía a Matt por la corte.
Tan pronto como Matt pasó la meta, Andrew se interpuso en el
camino de Gorila. Se veía ridículamente pequeño mientras veía a Gorila
acercarse a él, pero se mantuvo firme y esperó con su raqueta a su lado.
Gorila le señaló con una mano fornida para exigirle que se moviera, pero
Andrew permaneció en silencio y quieto. Neil contuvo la respiración,
esperando que Gorila moviera a Andrew con fuerza. Andrew podía ser
psicótico, pero también tenía la mitad del tamaño de Gorila. Un golpe
perfecto de él le aplastaría el cráneo.
Por suerte, los árbitros llegaron antes de que las cosas empeoraran.
Matt aceptó su tarjeta amarilla sin discutir y le mostró a Kevin un pulgar
hacia arriba. A través de las puertas de la corte abierta, Neil podía escuchar
a la multitud burlándose y vitoreando la corta pelea. Matt salió corriendo de
la cancha para dejar entrar a Nicky y fue recibido por el público local como
un campeón que regresaba a casa. Gorila abandonó la corte por el lado de
los Jackals un par de segundos después. Neil lo vio cojeando a través de la
pared.
—Matt puede golpear —dijo Neil.
Dan sonrió.
—Su madre es boxeadora profesional. Ella le enseñó un par de trucos.
Ahora, ¿que…? —Neil siguió su distracción hasta la puerta del tribunal,
donde Wymack todavía esperaba. Era casi la hora de que Allison
sustituyera a Dan, pero Wymack tenía a Seth y Allison con él. Wymack
hizo un gesto entre ellos, dejando la elección a Dan. Dan sólo tardó un
segundo en darse cuenta y se dio la vuelta, buscando a Kevin.
Kevin estaba de pie con Andrew dentro de la línea de gol, con la
mano izquierda extendida para que Andrew pudiera tirar de su guante
exterior. Andrew desabrochó las correas y se lo quitó, luego se lo enganchó
bajo el brazo para poder quitarle el brazo a Kevin. Dejó puesto el guante
interior de Kevin, pero desenganchó el lazo del dedo medio de Kevin para
poder deslizar la tela negra hasta la muñeca de Kevin. Kevin flexionó los
dedos lentamente, mirando sus cicatrices, luego volvió la mano y volvió a
flexionar los dedos.
—¡Kevin! —dijo Dan.
Kevin y Andrew miraron en su dirección y siguieron su dedo índice
hasta la puerta. Neil no pudo oír lo que dijo Andrew, pero Kevin negó con
la cabeza. Andrew empujó el guante y la armadura de Kevin contra su
pecho y dio un paso atrás, y Kevin se volvió hacia la puerta del tribunal.
Dan le apretó el hombro al pasar. Tan pronto como Kevin estuvo fuera del
alcance del oído, murmuró algo cruel en voz baja y envió a Gorila una
mirada sucia a través de la pared de la corte.
La multitud de afuera recibió la llegada de Kevin con el mismo
entusiasmo que le habían mostrado a Matt. Solo había jugado media hora,
pero por ahora era lo suficientemente bueno tenerlo en la cancha.
—Alíñense para un tiro de falta —dijo Dan mientras Seth ocupaba el
lugar de Kevin en la cancha.
Los árbitros se fueron y los encerraron. Foxes y Jackals se apartaron
para permitir que el reemplazo de Gorila tuviera un claro disparo a puerta.
Un timbre dio luz verde al defensa. Se tomó un par de segundos extra para
sopesar sus opciones y luego disparó a la esquina de la portería de Andrew.
Andrew lanzó la pelota hasta la pared del otro lado de la cancha.
Neil corrió por la cancha tan rápido como pudo, deseando más que
nunca que los Foxes ganaran este juego. Sabía que no podían, pero la forma
en que estaban jugando los Jackals era exasperante. Gorila realmente había
estado tratando de lastimar la mano de Kevin su primer día en la cancha, lo
cual era increíblemente cruel. Neil esperaba que Matt le hubiera lastimado
algunas costillas con ese golpe.
Cogió la pelota desde el aire mientras volaba hacia él. Corrió hacia la
meta, dando cinco pasos antes de que Leverett estuviera justo detrás de él.
Disparó un tiro a portería que el portero apenas desvió. Seth esquivó su
nueva marca de defensor para atrapar la pelota, pero no tuvo un tiro claro.
En cambio, le arrojó la pelota a Neil.
Leverett se movió como para interceptarlo, pero Neil no se lo
permitió. Golpeó su raqueta contra la de ella casi lo suficientemente fuerte
como para hacer volar ambas. Maldijo cuando perdió el control, y luego no
hubo nada que impidiera que Neil llegara a la meta. Atrapó la pelota y la
llevó diez pasos, calculando ángulos y el lenguaje corporal del portero
mientras corría. Su último paso fue un medio paso que ayudó a inclinarlo
hacia adelante y puso todo detrás de su lanzamiento.
El gol se iluminó en rojo cuando la pelota de Neil pegó en el blanco.
El timbre sonó por encima de su cabeza y Neil giró por la mitad de la corte
mientras sus compañeros de equipo vitoreaban.
Leverett se paró frente a él.
—Tuviste suerte.
—Te estás volviendo lenta —dijo Neil.
Ella se movió como para golpearlo pero se detuvo antes de hacer el
swing, tal vez pensando en su tarjeta amarilla. Neil la apartó bruscamente
del camino y siguió adelante. Ella escupió obscenidades en su espalda que
él ignoró. Estaba más interesado en Seth, que había cruzado la cancha para
darle una violenta palmada en el hombro. Neil golpeó las raquetas con él
mientras se separaban por sus lugares en la línea de media cancha. Dan
gritó detrás de Neil.
—¡Hagámoslo de nuevo, Foxes!
Neil no volvió a anotar hasta que entró durante la segunda mitad. Dos
puntos no fueron suficientes para ganarse su lugar en la línea, pero lo
hicieron sentir mejor de pie en su corte. Fue casi suficiente para aliviar el
dolor de su eventual derrota ante Breckenridge con siete puntos a nueve.
Después de todo, la temporada acababa de comenzar y Neil tenía hasta
octubre para mejorar.

12
Cuando la alarma de Neil sonó a la una a la mañana siguiente, le tomó
un minuto de mirar atontado hacia la pantalla recordar por qué se estaba
levantando. Metió su reloj despertador bajo su almohada, le deseo una
muerte temprana a Kevin y a Wymack, y se arrastró hacia el borde de su
cama. La alarma de Matt sonó cuando Neil estaba por la mitad de la
escalera. Seth gruñó algo grosero desde la otra punta de la habitación
cuando Matt no la apagó enseguida. La almohada de Matt amortiguó lo que
sea que haya dicho, pero su tono no era amistoso.
Neil frenó al final de la escalera para sacarse el sueño de los ojos.
Matt finalmente encontró su alarma y la silenció. Seth bufó, se volteó
ruidosamente y empezó a roncar automáticamente. Matt lo miró enojado y
somnoliento antes de mirar a Neil.
Matt se veía tan miserable como Neil se sentía. Anoche Wymack les
advirtió que hoy saldrían bien temprano, pero no había posibilidad de que
los Foxes comenzaran la temporada sin una pequeña fiesta. Como era
predecible, el grupo de Andrew no participó, pero Neil y sus compañeros de
cuarto habían terminado pasando el rato en el cuarto de las chicas. Los de
último año se habían tomado casi una botella de vodka, incluso sin Neil y
Renee ayudándoles. En ese momento todos pensaron que habría valido la
pena. Después de solo una hora de sueño, Neil no estaba tan seguro.
Alguien golpeó su puerta. Neil fue por el pasillo a abrirla. La luz del
pasillo era más brillante de lo que Neil esperaba. Neil se frotó lo ojos
nuevamente, tanto como para sacarse los puntos negros de su visión como
para evitar mirar a Wymack a los ojos. Debería ser imposible que Wymack
luciera tan despierto a esta hora, pero allí estaba, luciendo completamente
recargado.
—Deja de bostezar y muévete —dijo Wymack, aplaudiendo en la cara
de Neil—. Tenemos que seguir un itinerario. Quiero a todos en el autobús
en cinco.
Neil le cerró la puerta en la cara y fue a vestirse.
Seguía completamente cansado cuando salió de su habitación un
minuto más tarde, pero su mente se estaba despertando hacia modo de
supervivencia. Renee le regaló una media sonrisa cansada y un saludo con
su mano. Dan tropezó hasta Matt, rodeó su cuello con sus brazos, y se
durmió contra él casi inmediatamente. El grupo de Andrew fue el último en
aparecer. Neil miró rápidamente las muñequeras que estaba usando Kevin e
inmediatamente se sintió más despierto.
Wymack señaló a Kevin.
—¿Cómo carajo lograron despertarte?
—No me dejaron dormir —Kevin le lanzó una mirada agria a
Andrew, pero este lo ignoró.
—Inteligente —dijo Wymack, y los acarreó hacia las escaleras—.
Vamos.
Abby ya estaba en el autobús del equipo. Era la primera vez que Neil
veía el autobús, generalmente estaba guardado en un recinto cerrado para
prevenir el vandalismo. Estaba pintado para combinar con el estadio,
decorados y huellas naranjas contra el fondo blanco. En el interior, en lugar
de las dos filas tradicionales, el autobús tenía solo una. Los asientos eran lo
suficiente grandes como para que dos atletas se sienten cómodamente o
dejar que uno se acurruque y duerma. En su estado de cansancio, Neil pensó
que era el mejor autobús jamás creado.
Andrew guio a su grupo hacia la parte trasera. Abby tomó la primera
fila. Matt y Dan fueron detrás de ella, y Renee se sentó sola detrás de ellos.
Neil dejó una fila vacía entre Renee y él mismo. Él se apoyó contra la
ventana y clavó la mirada en el asiento delante de él mientras Wymack se
acomodó en el asiento del conductor. Él escuchó la maquinaria encender,
vio desaparecer los dormitorios de su vista periférica, y luego se inclinó
para tumbarse en el asiento. Estaba dormido antes de que llegaran a la ruta.
Eran casi las seis cuando llegaron a Releigh en Carolina del Norte.
Wymack frenó en el primer tugurio de comida rápida que pasaron. Abby y
Renee entraron a comprar café y el desayuno para todos. Apenas se fueron,
Wymack se paró en el corredor mirando hacia su equipo.
—Muy bien —dijo, y luego olvidó repentinamente lo que estaba
diciendo cuando obtuvo una buena vista de la parte trasera del autobús—.
Malditos sean. ¡Hemmick! Debías haberlos despertado como hace quince
kilómetros.
—No me quiero morir —dijo Nicky.
Dan trató de pasar su risa como tos. Pero Wymack no estaba
convencido, y la mirada que le lanzó al ir hacia la parte de atrás del autobús
fue una molesta. Dan estaba decidida y sonrió ampliamente hacia Renee.
Curioso, Neil se volteó un poco en su asiento a mirar. Wymack fue hasta la
última fila, sacó su billetera de su bolsillo trasero y la tiró hacia Andrew.
Juzgando por el resonante golpe seco, Andrew se despertó tan
violentamente como siempre.
Wymack estiró su mano en una demanda.
—Devuélvela.
El cuero crujió cuando Andrew se movió. Se sentó unos segundos
después con la billetera de Wymack en la mano. Este la metió en su bolsillo
de nuevo y volvió una fila hacia atrás. Plantó su pie contra la parte más
cercana de Kevin y comenzó a empujarlo.
—Arriba —dijo una y otra vez, subiendo el volumen cada vez hasta
que estaba casi gritando—. Levanta el culo y muévete.
La mano de Kevin salió a la vista cuando trató de empujar a Wymack
fuera del camino. Wymack lo agarró del codo y lo arrastró fuera del asiento
hacia el corredor. Antes de que Kevin pudiese caer, Wymack lo empujó de
nuevo, dejándolo caer sobre los almohadones. Kevin se desplomó contra el
respaldo de su asiento inmediatamente, luciendo con todo el interés y
propósito de volver a dormirse. Wymack lo golpeó en la parte trasera de la
cabeza para despertarlo.
—Te odio —dijo Kevin con sentimiento.
—Noticias de última hora: no me importa. Esta fue tu brillante idea.
Andrew se inclinó hacia un lado para apoyarse contra su ventana y
miró hacia el estacionamiento.
—¿Ya llegamos?
—Estamos lo suficientemente cerca —dijo Wymack—. Ya sabes que
hacer.
Andrew no respondió, pero Wymack no lo presionó. Fue distraído
hacia Kevin, que ya se estaba desmayando de nuevo. Wymack lo sacudió
fuerte del hombro. Kevin siguió durmiendo, así que finalmente Wymack lo
arrastró fuera del asiento y lo mandó a correr a lo largo del autobús. Neil lo
miró pasar. Kevin estaba caminando, pero sus ojos estaban apenas abiertos.
—Buen día, solcito —dijo Matt con una alegría exagerada.
—Vete a la mierda —dijo Kevin.
Dan bostezó en su mano.
—Me alegro de ver que sigues siendo una persona madrugadora.
—Vete a la mierda tú también.
Kevin se volteó en el asiento del conductor y se dirigió hacia la parte
trasera del autobús. Trató de sentarse de nuevo, pero Wymack lo giró con
una mano en el hombro. Kevin entendió la indirecta y siguió moviéndose.
Caminar lo mantenía despierto, pero a duras penas. Parecía medio dormido
cada vez que pasaba por el asiento de Neil.
—Kevin —dijo Andrew, moviéndose por primera vez desde que se
había apoyado en la ventana.
Kevin estaba a mitad de camino, pero giró al escuchar su nombre y
volvió. Wymack se corrió para que Kevin pueda llegar hasta el asiento de
Andrew. Kevin sacó las medicinas de Andrew de su bolsillo y le pasó el
frasco. El y Wymack miraron como Andrew volcaba una pastilla en su
mano y la tragaba en seco. Neil medio esperaba que devolviera el frasco,
pero Andrew se movió en la silla al ponerlo en su propio bolsillo.
Raro, pensó Neil, que Kevin tuviese la medicina de Andrew en
general. Kevin también la tenía en Sweetie’s. Neil quería preguntar por qué
Kevin las tenía, pero no creía que ninguno de ellos fuese a explicarlo.
Abby y Renee estaban de vuelta un minuto más tarde con bolsas de
comida y bandejas con bebidas. Los Foxes masticaron sus galletas de
salchicha y las donas prometidas a Dan. El café ayudó a despertarlos, tanto
como recordar que estaban por conocer a la anfitriona del programa de
entrevistas más famoso del país. Dan, Matt y Renee vibraban con
entusiasmo cuando el autobús estaba de nuevo en camino.
Faltaban quince minutos más para llegar al edificio de dos plantas
donde estaba situado el show de Kathy Ferdinand. Wymack estacionó en el
portón de seguridad y fue a hablar con el guardia. Neil vio desde la ventana
como el guardia y él revisaban los documentos de identidad y el papeleo.
Wymack estaba de vuelta unos minutos después con un lugar en el
estacionamiento y una pila de pases de invitados. El portón crujió al abrirse
y Wymack los condujo hasta el estacionamiento de empleados.
Él fue el primero en bajar. Se paró a un costado y fue alcanzándoles
los pases a medida que los Foxes pasaban. Abby los siguió y cerró la puerta
del bus al bajar. Estaban a mitad de camino hacia el edificio cuando la
mismísima Kathy vino al estacionamiento a recibirlos. Ella parecía incluso
más despierta que Wymack. Neil esperó que fuese producto del maquillaje,
porque eso no podía ser posible o natural.
—Kevin —dijo Kathy acercándose a él—. Ha pasado tanto tiempo.
Me alegro de que puedas estar aquí hoy.
—Es bueno volver a verte —dijo Kevin y sonrió mientras tomaba su
mano.
Detrás de Kathy, Dan fingió desvanecerse en los brazos de Matt. Neil
entendió la burla. En los largos cuatro meses desde que conoció a Kevin, él
lo había visto sonreír solo una o dos veces. La sonrisa de Kevin era algo
frágil y amargado. En sus carpetas, Neil tenía fotos de Kevin sonriendo
junto a Riko, pero la mayoría de esas fueron tomadas luego de un partido,
cuando el par lucía más triunfante y condescendiente que otra cosa. Esta
sonrisa era algo diferente; esta era la cara pública de Kevin. Era destinada a
entrevistadores y fans que estaban mejor no conociendo el lado arrogante y
despiadado de un campeón mundial. Cada centímetro de Kevin lucía como
una celebridad encantadora. Neil lo encontró horriblemente desorientador.
Kathy giró su sonrisa hacia el resto del equipo. El sol de la mañana se
reflejó en unos dientes perfectos que solo el dinero puede comprar.
—Estuvieron excelentes anoche. Kevin, tú tienes un toque mágico. A
este equipo le está yendo mucho mejor desde que te has transferido.
—Ellos ya estaban en su camino hacia arriba —dijo Kevin. Era la
primera cosa positiva que Neil lo había escuchado decir sobre los Foxes.
Usualmente, Kevin solo se interesaba por sus defectos. Él intentó escuchar
la mentira en el tono de Kevin, pero Kevin era muy buen actor como para
mostrarle a Kathy sus verdaderos sentimientos sobre el equipo—. Se
merecen el rango en Clase I. Este año lo probaremos.
—Brillante —dijo Kathy distraída. Había encontrado a Neil. La
mirada en sus ojos era hambrienta. —Neil Josten, buen día. ¿Supongo que
ya has escuchado las buenas noticias? Desde anoche a las once en punto, tu
nombre es el tercero en la lista de búsquedas de delanteros de Exy de la
NCAA. Eso te coloca justo detrás de Riko y Kevin, ¿cómo se siente?
El estómago de Neil cayó hasta el piso.
—No necesitaba saber eso.
—¿No hablaste con él?— le preguntó Kathy a Kevin.
—No creí que necesitáramos hablar sobre ello —dijo Kevin.
—¿Hablar sobre qué?— preguntó Neil.
—Te quiero en mi show esta mañana —dijo Kathy.
Neil tenía que haberla escuchado mal. Él la miró en blanco, esperando
el remate.
—Todo el mundo quiere saber quién eres —dijo Kathy, abriendo sus
brazos en un gran gesto—. Eres una adición misteriosa a la formación de
los Foxes, un novato salido de un pequeño pueblo de Arizona. El
entrenador Hernández dice que aprendiste a jugar Exy en un año leyendo un
reglamento y apareciendo en las prácticas. Kevin dice que vas a firmar con
la Corte de EEUU después de tu graduación. Tantas ambiciones y sueños
desde un comienzo tan humilde, ¿no crees? Es hora de tu debut.
—No —dijo Neil. Era su turno de mirarlo fijo. Neil sacudió su cabeza
—. No. No estoy interesado.
Su sonrisa se retorció un poco. Ella se acercó como para palmearlo en
el hombro, pero Neil se echó hacia atrás ante su movimiento. Abby
gesticuló hacia él, advirtiéndole en silencio que cuide sus modales. Neil la
ignoró.
—No seas tímido —dijo Kathy—. Si puedes jugar en frente de
sesenta y cinco mil fans en un partido que fue transmitido en vivo en
ESPN2, puedes sentarte en mi escenario durante diez minutos. Esta es la
parte fácil. Solo te voy a hacer unas preguntas sobre por qué empezaste a
jugar y dónde te gustaría llegar de aquí en adelante, ese tipo de cosas. Está
todo escrito así puedes pensar tus respuestas antes de subir al escenario. Tus
admiradores merecen respuestas.
—No tengo admiradores, y ellos no quieren mis respuestas —dijo
Neil.
—Se inteligente, Neil —ella habló como alguien que había visto
mucho más sobre el mundo que un simple adolescente. Neil tenía ganas de
golpearla por eso—. No puedes pasar toda la temporada huyendo de la
prensa cuando juegas con Kevin Day.
—Dije que no —la impaciencia finalmente llegó a su expresión.
—No estás mirando todo el panorama. Este año puede marcar la
diferencia para ti. Si quieres llegar a algún lado, necesitas nuestra ayuda.
Todo ha sucedido bastante bien para ti. No lo dejes colapsar muy temprano
o te arrepentirás por el resto de tu vida. Kevin, tú entiendes, ¿verdad?
—Lo hará— dijo Kevin.
—No es tu decisión —dijo Neil en un francés venenoso. No se dio
cuenta de lo que había hecho mal hasta que sintió la mirada fija de
Wymack. El grupo de Andrew sabía que él hablaba francés. Niel podría
explicarle a los de último año más tarde y no lo pensarían dos veces. Pero
Wymack, como Andrew, también lo había escuchado hablar con fluidez
alemán. Neil apretó sus dientes y se rehusó a devolverle la mirada—. No
voy a subir al escenario contigo.
La sonrisa de Kevin nunca se movió, pero su respuesta era fría.
—Estás siendo un idiota.
—No puedo estar en televisión.
—Ya lo estuviste —dijo Kevin—. Vas a hacer esto hoy, o tú y yo
terminamos. Me lavaré las manos en la cancha y tú puedes lidiar a través de
la mediocridad solo. Puedes devolverle las llaves de la cancha al entrenador
cuando volvamos al campus, ya no las necesitarás.
Fue como ser golpeado en el pecho.
—Eso no es justo.
—¿Me has prometido o no que ibas a intentarlo?
—Pero esto no es... no puedo…
—¿Me lo has prometido o no?
Neil pensó que se iba a ahogar con cada discusión y protesta que no
dijo. Estaba seguro que su desayuno iba a volver en cualquier segundo. El
pensamiento de subirse a un escenario y dejar que las cámaras tuvieran una
buena vista de él era nauseabundo, pero no tan aterrador como Kevin
distanciándolo. Neil solo tenía hasta la mitad de octubre para jugar con los
Foxes, y entonces perdería el Exy para siempre. Cada vez que miraba un
calendario, moría un poco por dentro. Él no podía rendirse antes del partido
contra los Ravens. No sobreviviría.
Kevin asintió hacia Kathy y cambió de nuevo a inglés.
—Está arreglado.
La sonrisa de Kathy volvió inmediatamente.
—Brillante.
Ella gesticuló para que la siguieran y los guio hacia el edificio. Kevin
agarró a Neil del hombro y lo empujó detrás de ella. Neil se retorció para
soltarse y le dio un golpe en la mano. Kevin trató de agarrarlo de nuevo,
pero Matt se adelantó hacia Neil y empujó a Kevin hacia atrás. Abby les
siseó que se comportaran, pero Kevin y Matt estaban muy ocupados
mirándose con enojo como para notarlo.
Con Kevin un paso más atrás, ahora Andrew estaba en la linea de
visión de Neil. Andrew inclinó su cabeza hacia un lado mientras analizaba a
Neil, y Neil cometió el error de mirarlo.
Aparentemente las drogas de Andrew ya estaban haciendo efecto,
porque la sonrisa de Andrew era brillante y burlona.
—Eres tan estúpido.
Andrew tenía razón, así que Neil no perdió tiempo defendiéndose. Se
volteó y miró fijamente a Kathy.
Dan lo alcanzó en un par de zancadas.
—¿Neil? No tienes que hacer esto, ¿sabes?
Neil solo sacudió su cabeza, demasiado enojado como para hablar.
Kathy los entregó a la compañía de dos asistentes. Un hombre leyó
una lista de reglas sobre el comportamiento adecuado dentro del estudio.
Los Foxes fueron hacia un lado a encontrar sus asientos, y Neil y Kevin
fueron guiados hacia el otro lado. Ellos pasaron por un pasillo y una
esquina hasta llegar al vestidor. Su escolta tomó algunas medidas rápidas de
sus cuerpos y desapareció.
El temperamento de Neil solo empeoró cuando descubrió que el
vestidor era una sola habitación sin lugar para esconderse de Kevin. Una
pared completa estaba repleta de luces y espejos. Seis banquetas estaban
acomodadas contra un mostrador. Un exhibidor de ropa vacío se encontraba
en el medio de la habitación. Neil cruzó los brazos sobre su pecho, tratando
se apretarse lo suficientemente fuerte como para insertar sus cicatrices bajo
su piel.
El asistente volvió a dejar ropa, prometió que las maquilladoras
llegarían en diez minutos y se fue nuevamente. La sonrisa de Kevin
desapareció en el segundo que se cerró la puerta. Revisó entre las perchas y
le tiró un conjunto a Neil. Neil dejó que cayera en el piso a sus pies. Kevin
lo señaló.
—Cámbiate —le dijo. Cuando Neil no hizo ningún movimiento para
obedecer, Kevin dijo—: Estoy más preocupado por que hagas un desastre
en esta aparición que por tus cicatrices. Supéralo.
Neil lo miró con enojo hasta que Kevin empezó a cambiarse, luego
agarró su ropa y le dio la espalda. Él puso su nueva camisa sobre la que ya
estaba usando y lucho para sacar la capa de abajo. Le tomó trabajo pero
logró mantener la mayoría de su piel cubierta. Cambiarse los pantalones fue
más fácil, ya que la mayoría del daño estaba en la parte superior. Neil estiro
su camisa obsesivamente, y luego dejó la ropa descartada en el mostrador.
Luego se paró lo más lejos posible de Kevin.
—Deja de comportarte como un niño —dijo Kevin.
—No debería estar haciendo esto.
—Sí, deberías, y de alguna forma, hoy dejarás una buena impresión
—Kevin chequeó su reflejo y estiró gentilmente sus mangas. Luego de un
momento de consideración se sacó sus tirantes y los dejó a un costado—.
Sigue el liderazgo de Kathy, pero no la dejes dominar. Este programa es
sobre nosotros, no sobre ella. Ella es la facilitadora, no la estrella.
—Sonríe y miente —dijo Neil a su reflejo.
—No hay razón para mentir —dijo Kevin—. Ella solo va a hablar
sobre Exy.
—No hay razón para mentir —repitió Neil—. Dices tú, el que acaba
de mentirle en la cara sobre cuando valen los Foxes, que le dijo al ERC... —
titubeó Neil, sin poder decir las palabras. Inclinó su cabeza hacia adelante y
apretó su frente contra el espejo. Contó sus respiraciones para evitar entrar
en pánico, pero sus entrañas estaban temblando tanto que le dolían. Apretó
sus manos alrededor del mostrador y logró dejar de temblar.
—Que le dijo al ERC... ¿qué?—preguntó Kevin.
Neil cerró sus ojos.
—¿Por qué le dijiste al ERC que llegaría hasta La Corte?
—Porque cuando dejes que ser imposible y hagas lo que yo digo, lo
harás.
Andrew no había mentido. Las noticias no habían mentido. A pesar
de las palabras de enojo y la impaciencia grosera, Kevin creía en el
potencial de Neil. Kevin quería entrenarlo. Él quería jugar con Neil, y
quería moldear a Neil para ser la estrella que alguna vez había sido. Kevin
nunca lo perdonaría por desaparecerse el próximo otoño, Neil odiaba eso.
Por más complicada que sea la obsesión de Neil con Kevin, una verdad era
innegable: él no quería que Kevin lo odie.
—Entonces, ¿qué la dirás a Kathy? —le preguntó Kevin.
—Que te odio —murmuró Neil.
—No me odias.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Porque si lo hicieras, Andrew no te dejaría estar cerca de mí —dijo
Kevin.
Neil abrió los ojos y giró su cabeza para mirar a Kevin.
—Claro. Casi me olvido de tu perro guardián. De todas formas,
¿cómo lo convenciste?
—Cuando sabes lo que alguien quiere es fácil manipularlo. En este
caso —dijo Kevin, haciendo un gesto desde Neil hacia la habitación donde
se encontraban.
—Tenía la impresión de que Andrew no quiere nada.
Kevin no se molestó en explicar. Esperaron en silencio hasta que
llegaron las maquilladoras. Kevin las dejó pasar cuando tocaron la puerta.
Él era todo sonrisas y encanto cortés mientras las artistas se pusieron a
trabajar. Cuando los dos estuvieron listos, fueron escoltados hacia una sala a
esperar. Una televisión mostraba el escenario, que estaba vacío actualmente.
Neil miró su reloj y vio que estaban a diez minutos de salir al aire. Pasó el
tiempo mirando las preguntas que le habían dado. La mayoría de ellas eran
básicas, las mismas que sus compañeros le habían hecho al principio del
verano.
Una asistente vino a buscar a Kevin cuando casi era hora de empezar
el show. Neil lo vio irse, luego miró hacia la televisión. A las siete en punto,
la música de comienzo del programa sonó y ella entró relajada al escenario
colmado de aplausos. Ella frenó en el medio para hacer una reverencia y
saludar a su público matutino.
—Damas y caballeros, ¡buenos días! Sé que es un poco temprano para
que la mayoría de nosotros estemos despiertos un sábado por la mañana,
pero tenemos un programa fantástico para ustedes en el día de hoy.
Nuestros invitados musicales son cuatro hombres extremadamente
talentosos de la prometedora Hobgloblin’s Thunder —ella hizo una pausa
para el vitoreo resultante—. ¡Pero vamos a comenzar esta mañana con la
noche anterior y el comienzo de la temporada de Exy de NCAA!
Esto ocasionó gritos más altos. Kathy sonrió mientras se dirigía
lentamente hacia el frente del escenario.
—¿Cuántos de ustedes tuvieron la oportunidad de presenciar un
partido anoche? ¡Oh, guau! ¿Cuántos, como yo, miraron el partido desde la
comodidad de su propia casa? —Ella levantó la mano y rio por cual sea la
respuesta que haya recibido del público—. Algunos de ustedes ya deben
estar haciendo apuestas sobre los rankings de la temporada y los
contendientes de primavera, ¿verdad? Este año tiene el potencial de ser la
temporada universitaria más grande que hemos visto hasta ahora. Piensen
en los cambios, todas las posibilidades increíbles. Vamos a hablar un poco
sobre eso hoy, pero para hacer eso, voy a necesitar un par de invitados
especiales.
—Ha pasado un año desde la última vez que lo vieron aquí y casi
nueve meses desde su última aparición pública. Les presento a nuestro
primer invitado del día: antiguo delantero titular de la Corte de EEUU, de
los Wildcats de Baltimore, y de los Ravens de Edgan Allan, actual delantero
titular de los Foxes de la Universidad de Palmetto State, ¡Kevin Day!
Ella casi no pudo terminar su presentación. Cuando dijo “nueve
meses” el mayor admirador de Exy en la audiencia lo entendió, y hacia la
mitad de los títulos la audiencia completa había estallado en ovación. La
cámara siguió a Kevin desde que salió de detrás de cámara hasta el
escenario. Con la ropa cara del estudio y con su sonrisa en su lugar, Kevin
lucía completamente como el ídolo adorado que Kathy estaba vendiendo. Él
tomo su mano cuando llegó a la mitad del escenario, se acercó para besarla
en la mejilla, y giró con ella para enfrentar al público. Kathy levantó sus
manos, con una sonrisa resplandeciente en su cara, y Kevin saludó con la
mano a la audiencia.
Transcurrió un minuto eterno hasta que el público se calmó, y para
ese entonces Kathy había ido hacia su escritorio. Había dos sillones en el
escenario, uno a cada lado del escritorio. Kevin se sentó en el que se
encontraba hacia la derecha, a medio girar para poder ver a Kathy y a la
audiencia al mismo tiempo. Kathy se apoyó sobre su escritorio para sonreír
a Kevin, luciendo increíblemente complacida con ella misma. Neil supuso
que ya estaba imaginando su rating.
—Kevin, Kevin, Kevin —dijo Kathy, sacudiendo su cabeza a tiempo
con su nombre—. Sigo sin poder creer que te convencí para hacer esto.
Espero que me perdones cuando diga que ¡es irreal que estés nuevamente
aquí solo! Todavía te pienso como una mitad de un todo.
—Al menos ahora tengo lugar para estirarme —dijo Kevin, evitando
con excelencia una respuesta real—. Capaz deba hacer eso en un minuto.
No puedo creer que esperes que estemos despiertos y presentables después
del partido de anoche.
Ella rio y levantó sus manos.
—Supongo que tienes razón. Pero te arreglaste muy bien, como
siempre.
Alguien en la audiencia vitoreo en aprobación y Kevin rio.
—Gracias.
Kathy sirvió agua para ambos y colocó el vaso en el borde se su
escritorio donde él pudiese alcanzarlo.
—Entonces, hablemos de anoche. Primero, qué quiere decir que haya
comenzado la temporada de NCAA y tú estés vistiendo de naranja. Por
favor, no te ofendas por esto, ya que no pretendo menospreciar tu nuevo
equipo, pero ¿por qué te has trasferido a Palmetto State? Comprendo que
fuiste como un entrenador asistente, pero una vez que supiste que podías
jugar de nuevo, ¿por qué firmar contrato con los Foxes? Estoy segura de
que tenías otras opciones. ¿Por qué irías desde la cima de la escalera hacia
el fondo?
—El entrenador Wymack era amigo de mi madre. Como estoy seguro
que ya sabes, ella le enseñó a jugar. Incluso luego de su muerte y de que el
entrenador Moriyama me acogiera, el entrenador Wymack se mantuvo en
contacto conmigo —Kevin estudió su muñeca con la mirada perdida—. El
diciembre pasado pensé que nunca podría volver a jugar. Estaba en ruinas.
El entrenador Wymack fue el único en el que pude pensar en acudir, y él no
me decepcionó. Él y su equipo me aceptaron sin hesitar. Disfruto trabajando
con ellos.
Kathy se acercó por arriba del escritorio y tomó su mano izquierda.
Kevin forzó su mirada lejos de sus cicatrices hacia su cara y sonrió. Kathy
le devolvió la sonrisa y dijo:
—Admito que esperaba verte volver a Edgar Allan este otoño. Pero
sin importar donde te encuentres, es impresionante verte de nuevo en
acción. Te mereces una rueda de aplauso por eso.
La audiencia estaba feliz de obedecer.
Kathy apretó la mano de Kevin y lo soltó.
—Un poco desafortunado que su primer partido haya sido contra
Breckenridge, ¿no? Ustedes obtuvieron tres puntos anoche, el jugador de
quinto año Seth Gordon se llevó dos, y tu compañero de equipo más nuevo
anotó otros dos. Hablemos sobre Neil Josten por un momento, ¿podemos?
—Por supuesto.
—Ustedes realmente saben generar molestia por acá, ¿no? —dijo
Kathy—. ¿Qué estaban pensando al reclutar a alguien tan nuevo como
Neil?
—Neil es exactamente lo que los Foxes necesitan en este momento —
dijo Kevin—. Su inexperiencia es intrascendente. Pasamos por cientos de
expedientes buscando un delantero suplente para ese año, pero Neil fue el
único al que nos acercamos luego de Janie. Supimos apenas lo vimos que
necesitábamos reclutarlo. Solo tuvimos suerte de llegar antes que cualquier
otro.
—Hicieron lo imposible para tenerlo, escuché —dijo Kathy—.
Negándose a dar su nombre al ERC incluso, ¿es verdad?
—Nuestra principal preocupación era mantener a Neil a salvo —dijo
Kevin—. La primavera fue bastante difícil para Palmetto State.
Anunciándolo como nuestro hubiese puesto un blanco en su espalda. El
ERC estaba inicialmente con dudas sobre involucrarse a ciegas, pero
eventualmente se pusieron de nuestro lado.
—¿No creían que el ERC fuera a guardar el secreto?
Kevin no respondió inmediatamente, seguramente dilucidando la
manera más respetuosa de decirlo.
—Déjamelo poner de este modo: “Tres pueden mantener un secreto,
si dos de ellos están muertos” No pretendo ofender a nadie con ello, pero
seamos honestos. Hay dieciséis personas asignadas el ERC y uno de ellos es
el entrenador de un equipo feroz y competitivo. Incluso rumores
compartidos en confidencia pueden revelarse y destruir la vida de un
hombre.
Esta era una lección que Kevin había aprendido por las malas, Neil
sabía. El parloteo del ERC había conducido al encuentro violento entre
Riko y Kevin.
—Mucho trabajo y esfuerzo para un solo jugador —dijo Kathy—. No
puedo esperar a ver qué es lo que hacen de él.
Una puerta se abrió y una asistente se asomó a decirle a Neil
—Un minuto. Es hora de moverse.
Neil se levantó y la siguió por el pasillo hacia un costado del
escenario. La mujer que los estaba esperando tenía una radio conectada con
el dispositivo en la oreja de Kathy. Ella miró a Neil, revisando su
apariencia, y le dijo a Kathy que estaba todo listo.
—¿Por qué no le echamos otro vistazo? —dijo Kathy—. Veamos al
hombre que reemplazó a Riko Moriyama al lado de Kevin. ¡Presentando a
Neil Josten, el nuevo Fox de Palmetto!
Neil apretó su mandíbula, luego forzudamente relajó su expresión. La
audiencia aplaudió en anticipación y Dan gritó su nombre. Neil enterró sus
reservas bien profundo y cruzó el escenario hasta el escritorio de Kathy.
Ella se paró y sacudió su mano, luego señaló hacia el sillón al lado de
Kevin. Se sentaron al mismo tiempo. Kathy le sirvió agua y Kevin le
alcanzó el vaso a Neil.
—¿No es esta una imagen interesante? —le preguntó Kathy a la
audiencia—. Kevin tiene una pareja nuevamente.
Ella apoyó su pera en su mano y se apoyó en su escritorio para
sonreírle a Neil.
—No estoy exagerando cuando digo que eres la discusión de la
nación, Neil. Eres el amateur que captó el ojo de un campeón nacional. Este
tipo de cosas solo deberían pasar en cuentos de hadas, ¿no crees? ¿Qué se
siente?
—Que no lo merezco —dijo Neil—. Le di todo lo que tenía a Millport
porque sabía que iba a ser mi última oportunidad. Kevin era la última
persona que esperaba ver en Arizona.
—Qué suerte para nosotros que te haya encontrado —dijo Kathy—.
Tienes talento natural para este juego. Es una lástima que hayas empezado
tan tarde. Imagina donde estarías ahora si hubieses empezado hace unos
años atrás. Tal vez hubieses sido tomado por Edgan Allan o por la USC, si
Kevin tiene razón sobre tu potencial. ¿Por qué esperaste tanto tiempo?
Neil pensó en su equipo de pequeña liga y mintió a través de sus
dientes.
—Nunca antes estuve muy interesado en los deportes. Solo lo intenté
en Millport porque era nuevo en la ciudad y pensé que me ayudaría a
conocer personas. Nunca planeé que las cosas se dieran de esta forma.
—Si te molesta, yo tomaré tu lugar —dijo Kathy con un guiño—. No
me molestaría ponerme cómoda con Kevin.
—¿Realmente te pondrías entre dos delanteros? —preguntó Kevin.
—¿Es posible? —preguntó Kathy—. No es un secreto que había
cierta hostilidad entre los delanteros de los Foxes y tú el año pasado.
Anoche, demostró que es obvio que sigue habiendo problemas que resolver
con Seth. Ese no parece ser el caso entre ustedes dos.
Neil miró de reojo a Kevin, pero este no se molestó en corregirla.
—Seth se gradúa en Mayo, así que no hay oportunidad ni necesidad
de adaptar su estilo al mío. Neil, por otra parte, recién está empezando.
Tenemos todo el tiempo del mundo.
Kathy puntualizó en ese uso de palabras inmediatamente.
—Eso implica que ves esto como un trabajo permanente. ¿Realmente
no tienes planes de regresar a Edgan Allan? ¿Depende de que tan bien te
ajustes a jugar con la mano derecha esta temporada, o tienes intenciones de
graduarte de Palmetto State de todas formas?
La pausa de Kevin sonó demasiado fuerte en los oídos de Neil.
—Me gustaría quedarme tanto como el entrenador Wymack decida
tenerme.
Neil lo miró rápidamente, no gustándole esa respuesta vaga.
—Ahh, los Ravens deben estar tristes de escuchar eso —dijo Kathy
—. Me imagino que Riko te extraña.
—Nos veremos de nuevo este otoño.
—Claro que lo harán. Ahora están en su distrito —dijo Kathy—. ¿Por
qué el gran cambio?
—No presumo de entender las motivaciones del entrenador
Moriyama.
—¿Quieres decir que no te lo dijeron? —la sorpresa de Kathy parecía
genuina.
—Todos estamos muy ocupados. Es difícil mantenerse en contacto.
—En ese caso —Kathy se recuperó con una sonrisa brillante—. ¡Te
tengo una gran sorpresa!
Música estalló desde los parlantes, una melodía oscura con percusión
pesada. El público saltó de sus lugares y empezó a cantar al unísono: “¡Rey!
¡Rey! ¡Rey!”. Neil los miró, reconociendo la música pero sin poder
ubicarla, negándose a creer lo que el público estaba diciendo. El encontró a
los Foxes fácilmente, ya que eran los únicos cuerpos inmóviles en el
público. Estaban sentados con los rostros en blanco por la conmoción. Neil
miró de nuevo hacia la cara pálida de Kevin.
Movimiento en la visión periférica de Neil llevó su atención hacia el
costado del escenario. El hombre que subió a escena vestía el mismo traje
que Kevin, salvo que su versión era completamente negro de pies a cabeza.
Cuando se acercó a agarrar la mano de Kathy, su manga se ajustó sobre su
brazo como las alas de cuervo de su mascota escolar. El número uno
tatuado en su pómulo izquierdo le decía a todos en la audiencia quien
acabada de entrar al escenario de Kathy.
Habían pasado nueve meses desde que Riko Moriyama y Kevin Day
se pararon juntos en la misma habitación, nueve meses desde que Riko
destrozó la mano de Kevin, y ahora eran reunidos en televisión en vivo. La
audiencia gritó con el corazón, encantados con la sorpresa de Kathy, pero
no eran lo suficientemente ruidosos como para ahogar la voz suave de
Kevin al lado de Neil.
Las palabras sonaban como una plegaria desesperada.
13
El auto proclamado Rey del Exy besó a Kathy como saludo. Lo que
sea que Riko y Kathy se dijeron mutuamente se perdió en el fervor de la
audiencia, pero cuando Kathy se movió hacia atrás estaba rebozando de
alegría. Riko caminó los últimos pasos hasta en sillón de Kevin y se paró
casi sobre él. Estaba sonriendo, pero ni Kevin ni Neil eran lo
suficientemente estúpidos como para pensar que estaba feliz. Lo único que
se podía ver en su expresión era muerte.
Cualquier animosidad que Neil sentía hacia Kevin por forzarlo a estar
en el programa se evaporó. No podía estar enojado cuando Riko estaba allí,
no cuando Riko era para Kevin lo que su padre era para él. Enojo
insignificante no era nada en comparación con este terror sumamente
justificado.
Solo después de que el público se calmara, Riko habló.
—Kevin. Ha pasado tanto tiempo.
Hubo un forcejeo y un estruendo en la audiencia. Neil no quería
despegar sus ojos de Riko, pero fue una mirada instintiva. Renee estaba
sentada atravesada sobre la falda de Andrew, con un pie clavado en el suelo
para evitar que él la mueva de su camino. Ella tenía una mano sobre la boca
de Andrew mientras ambos miraban fijo hacia el escenario. Matt sostenía
una de las muñecas de Andrew con ambas manos. Wymack sostenía la otra.
Las expresiones en las caras de los Foxes variaban desde el horror hacia la
furia.
Riko se movió, y Neil se olvidó de su equipo para observar a Riko.
Riko lo ignoró completamente y sostuvo su mano hacia Kevin como una
invitación. Kevin la miró fijo por un par de segundos, luego escurrió su
mano en la mano de Riko y dejó que este lo levantara. El público aplaudió y
Riko lo abrazó, aparentemente ignorando lo lento que Kevin devolvió su
abrazo.
Riko lo soltó y lo sostuvo a un brazo de distancia.
—Creo que te has encogido desde la última vez que te vi. ¿No te dan
de comer allá abajo? Siempre escuché que la comida sureña es pesada.
—Lo gasto en la cancha, supongo.
—Qué milagro.
Había un filo en su voz, pero Kathy sonrió e hizo un gesto entre ellos.
—Realmente es un milagro. Observen bien, todos ustedes. Su par de
oro está de vuelta, pero por primera vez en la vida, son rivales. Riko, Kevin,
les agradecemos desde el fondo de nuestros corazones por tolerar nuestro
fanatismo.
Ella gesticuló para que se sienten. Riko se alejó de Kevin para
sentarse en el otro sillón. Kevin se hundió de nuevo en su almohadón, pero
estaba prestando más atención a Riko que a lo que estaba haciendo.
Terminó con su muslo presionado contra el de Neil, tan fuerte que Neil
podía sentirlo temblar.
Kathy miró a Riko.
—Por lo que he escuchado por Kevin, parece que ustedes no han
hablado en un largo tiempo, ¿es verdad?
—Lo es —dijo Riko—. Suenas sorprendida.
—Bueno, sí —dijo Kathy—. No creí que fuera posible que ustedes se
distanciaran.
—Hace un año hubiera sido imposible —dijo Riko—, pero tienes que
entender los emocionalmente devastador que fue diciembre. Kevin tuvo que
soportar la lesión, pero todos sufrimos por ella. Algunos de nosotros no
pudimos lidiar con la realidad de los que ese accidente significó,
incluyéndome. Kevin y yo crecimos en Evermore. Construimos nuestras
vidas alrededor del equipo y funcionábamos como un par. No podía creer
que lo habíamos perdido. No podía aceptar que nuestros sueños habían
colapsado. Él tampoco pudo, entonces nos distanciamos.
—Pero, ¿por nueve meses?
Ella miró a Kevin, así que él respondió, pero su voz había
reemplazado su tinte relajado por uno monótono.
—Tal vez era inevitable. Convertimos el Exy en el centro de nuestras
vidas, Kathy. Les mostramos lo mejor de nosotros, pero no les mostramos
lo que nos costó. Haciendo malabares entre tres equipos, clases
universitarias, y la presión del público tirándonos hacia abajo, pero nos
negamos a admitirlo. No creímos que tuviésemos límites.
Kathy asintió.
—No puedo siquiera imaginar el estrés y la presión. Supongo que eso
generó una tensión en su relación.
—A veces somos humanos —dijo Riko—, y por lo tanto, no podemos
evitar tener nuestras diferencias, ¿no, Kevin?
—Ninguna familia es perfecta —coincidió Kevin por lo bajo.
Kathy asintió con simpatía.
—¿Puedo solo decir que fue aterrador cuando ustedes dos
desaparecieron? Lo último que escuchamos fue que ustedes dos habían ido
a esquiar para celebrar el final del semestre, y luego no los vimos en
público durante un mes. Temimos por lo peor, pero no nos dimos cuenta
qué era lo peor hasta el anuncio del entrenador Wymack.
—Lo peor es tenerlo todo y perderlo —dijo Riko—. Firmamos con la
Corte el año pasado, lo que significa que solo nos quedaba un sueño por
cumplir: jugar juntos en la Corte en las Olimpiadas de verano. Sabíamos
que era lo siguiente, que era solo cuestión de tiempo, que una vida de
esfuerzo y sacrificio estaba a punto de valer la pena. Entonces, Kevin se
quebró la mano.
—Todo cambió —dijo Kevin, tan bajo que nadie lo habría escuchado
de no ser por el micrófono que estaba usando—. No estábamos preparados
para aceptar eso. Era más fácil solo irse. Imprudente —aceptó, mirando a
Riko—, pero más fácil.
—Devastador —dijo Kathy tristemente. Kevin miró su agua y no dijo
nada. Kathy finalmente entendió que la conversación estaba yendo por mal
camino. Ella se giró hacia Riko nuevamente, dándole tiempo a Kevin para
recomponerse—. Pero mira cómo se encuentra ahora. ¿No es increíble lo
que ha logrado este año?
—No estoy seguro de que lo sea —dijo Riko—, pero lo digo como su
hermano, su mejor amigo. Lo has visto anoche, Kathy. Estoy preocupado
que sus pensamientos de anhelo y obsesión lo lleven a lastimarse
nuevamente. ¿Puede recuperarse por segunda vez, emocionalmente o
mentalmente?
Su tono era de preocupación, pero Neil prácticamente podía sentir su
cuchillo clavándose más profundamente en el pecho de Kevin. Todo lo que
Riko estaba diciendo era para lastimar a Kevin, y estaba funcionando. No
era el turno de hablar de Neil, pero ya había escuchado suficiente. Su
temperamento no podía tolerar más de la crueldad de Riko.
—Creí que los amigos debían incentivarse mutuamente —dijo antes
de que Kathy pudiese responder—. Creer en él ahora es lo mínimo que
podrías hacer después de abandonarlo el último invierno.
Algunas personas en la audiencia lo abuchearon por eso. Dan y Matt
lo alentaron para equilibrar la balanza.
—Oh, perdona mis malos modales —le dijo Kathy a Neil—. No
olvidé que estabas aquí, solo me distraje. Vamos a presentarlos
mutuamente, aunque no estoy segura de que ninguno de ustedes necesite
una presentación. Riko, Neil. Neil, Riko. El pasado y el presente de Kevin,
¿o debería decir pasado y futuro?
Riko finalmente miró a Neil.
—Para hablar sobre tu acusación: mi relación con Kevin es única, y
no espero que tú la entiendas. No proyectes en nosotros tus ideales
insignificantes de amistad.
—Era única —dijo Neil, y enfatizó de nuevo—. Era. Estoy bastante
seguro que su relación murió cuando él ya no pudo seguirle el ritmo a tu
equipo.
—Kevin eligió dejar Edgan Allan —dijo Riko—. Lamentamos su
ausencia pero nos complació escuchar que había encontrado una posición
como entrenador.
—Pero no estás feliz de que esté jugando de nuevo —dijo Neil—.
¿No es eso por lo que se transfirieron a nuestro distrito? No crees que Kevin
deba estar en la cancha nuevamente, así que lo sacaras del paso. Destruirás
su oportunidad de estar de vuelta y lo harás ver como tu equipo triunfa una
vez más. Le estás enrostrando todo lo que perdió, y desde donde yo estoy
sentado, pareces disfrutarlo.
—Solo te voy a pedir una vez que bajes ese tono hostil.
—No puedo —dijo Neil—. Tengo un pequeño problema de actitud.
La sonrisa de Riko era todo hielo.
—¿Pequeño?
Kathy intervino antes de que las cosas se pusieran feas.
—Neil sí trae un punto valido que me gustaría discutir. Este cambio
de distrito es una acción sin precedentes. Y que sea Edgar Allan lo hace
más sorprendente. Ni su entrenador ni el Comité de Reglas y Regulaciones
de Exy dio razones satisfactorias, pero no creo que Neil esté equivocado en
pensar que se transfirieron por Kevin.
—Kevin solo tiene un pequeño rol en nuestra decisión —dijo Riko—,
y no por las razones que este niño asegura. No fue una decisión tomada a la
ligera y hemos obtenido una cantidad injusta de críticas por ello. El norte
dice que nos transferimos para asegurarnos el ranking, como si tuviesen la
oportunidad de superarnos, y el sur llora que es injusto tener que competir
contra nosotros. Somos el mejor equipo de la nación, después de todo, y el
distrito sureño es... Bueno, mediocre, para ser respetuoso. Para ser honesto,
sus equipos son terribles. Esperamos que nuestra transferencia cambie eso.
Estamos aquí para inspirarlos.
—Quieren hacer por el sur lo que Kevin está haciendo por los Foxes
—concluyó Kathy.
—Sí, pero sería mucho más fácil si Kevin colabora— dijo Riko.
—¿De qué modo?
—Kevin no puede y no va a jugar para ustedes de nuevo. Él lo sabe;
por eso él no volvió con nosotros esta primavera. Nuestro afecto hacia él no
justifica sus nuevas deficiencias en la cancha, y él respeta a los Ravens
demasiado como para perjudicarnos. Eso no quiere decir que Evermore no
sea su hogar. Su trabajo con los Foxes esta primavera probó que podemos
encontrarle un lugar en nuestro personal. Nos gustaría que volviese con
nosotros como uno de los entrenadores.
—Suena como una decisión difícil, Kevin —dijo Kathy—. Debo
admitir que ambas ideas me fascinan. Aunque amo ver a los Foxes mejorar,
me rompe el corazón verte lejos de Edgar Allan.
—Honestamente no dejarían que vuelva, ¿verdad? —preguntó Neil
—. No puedo creerlo.
—Esto no tiene nada que ver contigo —dijo Riko.
—Deja de ser tan egoísta —dijo Neil, y Kathy lo miró boquiabierta.
Kevin pellizcó el brazo de Neil en advertencia, pero Neil lo corrió.
—Si el sueño de Kevin siempre ha sido ser el mejor en la cancha,
¿qué derecho tienes para sacarle eso? ¿Por qué le pedirías que se conforme
con menos? Los Foxes le damos la oportunidad de jugar, mientras ustedes
lo relegarían a un costado. Él no tiene ninguna razón para transferirse de
nuevo.
—Palmetto State es un desperdicio de su talento.
—No tanto como lo era Edgar Allan —dijo Neil. Alguien en la
audiencia rio, entretenido con el invitado bocón de Kathy—. ¿Tu equipo
está primero? Felicitaciones y gran cosa. Mantener una posición alta es
mucho más fácil que empezar desde abajo. Kevin está haciendo
exactamente eso ahora. Está enfrentando escuelas y equipos totalmente
nuevos y aprendiendo a jugar con su mano menos hábil. Cuando lo domine,
y lo hará, será mejor de lo que ustedes pudiesen haberlo hecho nunca.
—¿Sabes por qué? —preguntó Neil, pero no dejó que Riko
respondiera—. No es solo su talento natural. Es porque él está con nosotros.
Hay solo diez Foxes este año. Solo un suplente por posición. Piénsalo.
Anoche jugamos contra Breckenridge. Ellos tienen veintisiete personas en
su listado. Pueden quemar a sus jugadores tan rápido como quieran porque
tienen una pila de reemplazos. Nosotros no podemos darnos ese lujo.
Tenemos que mantenernos firmes sin ayuda.
—Ustedes no se mantuvieron firmes —dijo Riko sobre los aplausos
de los Foxes—. Perdieron. Su universidad es el hazme reír de la NCAA.
Son un equipo sin concepto de trabajo en equipo.
—Suerte para ti —dijo Neil—. Si fuésemos un frente unido, no
tendrían oportunidad contra nosotros.
—No pueden durar y su arrogancia injustificada es ofensiva para
todos aquellos que realmente se ganaron el puesto en la Clase I. Todo el
mundo sabe que Palmetto clasificó en esa división solo por su entrenador.
—Chistoso, estoy muy seguro que así es como calificó Edgar Allan.
—Nos hemos ganado nuestro prestigio miles de veces. Ustedes no
han ganado más que lastima y desprecio, de las cuales ninguna debería ser
tolerada en un deporte. Alguien sin experiencia como tú no debería tener
una opinión al respecto.
—Igualmente, te daré una más —dijo Neil—. No creo que le estés
diciendo a Kevin que no juegue por su salud. Creo que sabes que esta
temporada será un desastre para tu reputación. Kevin y tú siempre han
jugado en las sombras del otro. Siempre han sido un par. Ahora deben
enfrentarse mutuamente como rivales por primera vez, y la gente sabrá
finalmente cuál de los dos es mejor. Van a saber lo prematuro que fue eso
—Neil gesticuló hacia su cara, haciendo referencia a los tatuajes de Riko y
Kevin—. Yo creo que tienes miedo.
La sonrisa de Riko podría congelar el infierno.
—No le tengo miedo a Kevin. Lo conozco.
—Vas a tener que tragarte esas palabras —dijo Neil—. Te vas a
ahogar con ellas.
—Eso parece como un desafío —dijo Kathy con una mirada rápida
entre ellos—. Tienen siete semanas hasta su partido y yo, en primera
instancia, ya estoy contando los segundos. Hay tanto para esperar este año,
pero una pregunta no puede esperar: ¿Naranja o negro, Kevin? ¿De qué
color es tu futuro?
Kevin apretó con fuerza su mano alrededor del brazo de Neil,
cortándole la circulación hasta la punta de los dedos.
—Ya lo he dicho —dijo Kevin sin mirar a Riko—. Me gustaría
quedarme en Palmetto todo el tiempo que estén dispuestos a tenerme.
Los Foxes gritaron con esa respuesta. El resto de la audiencia los
siguió. La tensión entre los delanteros se había desparramado hacia el
público, y se rompió en una ola incontrolable. Kathy ni siquiera intentó
calmarlos, pero señaló hacia las cámaras. Neil apenas la escuchó anunciar el
final del segmento de Exy e ir a comerciales. Una luz al pie del escenario se
apagó, indicando que se encontraban fuera del aire. Kathy se cubrió el
micrófono que tenía en el cuello y miró a sus invitados.
—Ustedes chicos alegraron mi día —dijo con su sonrisa más radiante
hasta el momento. Los tres se pararon y Kathy estrechó sus manos—.
Quédense con la ropa. Hay refrigerios en la parte de atrás y tenemos sillas
en primera fila para que miren el resto del programa.
—Gracias —dijo Kevin.
Neil no tenía intención de estar allí mucho tiempo más. El miró hacia
el público. Wymack pasó su mano por su cuello y levantó su mano con el
pulgar hacia abajo a la altura de su hombro. Neil creyó que estaba en lo
correcto al traducir aquello como “Salgamos de aquí.”. Se inclinó sobre
Kevin y dejó su vaso sobre el escritorio de Kathy. Kevin no parecía como
que fuera a moverse en ningún momento, entonces Neil puso su cuerpo
entre Kevin y Riko y empujó a Kevin hacia el costado del escenario.
Riko los siguió fuera del escenario y se comportó hasta que llegaron
al pasillo. Los asistentes que habían estado esperándolos se apuraron a ir
hacia Kathy y ajustaron la infraestructura durante el corte. Neil creyó que
alguno se quedaría el tiempo suficiente como para distraer a Riko, pero el
tiempo acotado era más importante que un autógrafo en ese momento.
Neil odiaba tener a Riko a su espalda, pero Riko se movió en el
instante que Neil se dio vuelta. Riko lo agarró de los hombros y lo tiró
contra la pared. Neil quedó paralizado mientras clavaron la mirada el uno
en el otro, atrapado más por la muerte en los ojos de Riko que por los dedos
dejando moretones en sus hombros. Riko tenía la misma expresión que su
padre: él miraba a Neil y solo veía carne que sabía sangrar.
—No lo apruebo, Kevin —dijo Riko—. Deshazte de él lo antes
posible.
—Viste nuestro partido anoche —dijo Kevin despacio—. Tiene
potencial.
—Potencial —Riko estrelló a Neil contra la pared nuevamente y giró
hacia Kevin. Kevin lo miró fijo, pálido y tenso—. Tú dijiste que ese portero
tenía potencial y luego lo tildaste de inútil cuando te lo ofrecí. Te aburrirás
de este igual de rápido. Créeme.
Kevin presionó sus labios en una línea y miró hacia otro lado. Riko
hizo un ruido de disgusto en la parte bajo de su garganta. Dijo algo en un
lenguaje que Neil no entendía. Neil supuso que era japonés. Lo que fuera,
sonaba furioso. Kevin se sobresaltó y ofreció una respuesta débil. Riko
clavó un dedo en el aire hacia él como una acusación enojada y recitó de
nuevo, cada vez más alto y más intenso. Neil vio como Kevin se marchitaba
bajo el peso de la furia de su hermano, o más bien su dueño, y saludó a su
instinto de supervivencia. Agarró la remera de Riko y lo tiro hacia atrás.
—Déjalo tranquilo.
Una mirada oscura modificó la expresión de Riko a algo feo e
irreconocible. Él atinó a agarrar a Neil, pero Kevin agarró su brazo para
detenerlo. Riko estrelló su codo en la cara de Kevin sin perder un segundo.
Neil retrocedió lo más rápido que pudo, pero solo podía moverse un poco
sin terminar de nuevo en el escenario. Había empezado a tropezarse con los
cables cuando apareció Andrew enfrente de él.
—Riko —dijo Andrew, y abrió sus brazos como si tuviese la
intención de abrazarlo—. Tanto tiempo.
Riko se tiró un poco hacia atrás por la sorpresa, tratando de
transformar su expresión en algo más civilizado, y se rindió cuando vio
quien se había unido.
—Justo estábamos hablando sobre ti —dijo Riko.
—Con sus puños, al parecer —dijo Andrew—. No toques mis cosas,
Riko. Yo no comparto.
Se estiró hacia atrás sin mirar y lo empujó a Neil en el hombro. Neil
entendió la indirecta y rodeo a Andrew y Riko. Él medio esperaba que Riko
los detuviese, pero toda la atención de Riko estaba puesta en Andrew. Neil
agarró a Kevin del brazo, y lo arrastró por el pasillo, buscando la salida.
Casi habían llegado cuando el equipo los alcanzó. Abby trotó los últimos
pasos hacia Kevin y lo apretó en un abrazo feroz. Kevin se aferró a ella
como si de eso dependiera su vida mientras el equipo se acercaba.
Wymack miró a Neil.
—¿Realmente eres retardado o algo? Hubieses estado más a salvo en
Palmetto, al final.
—Déjalo tranquilo, David —dijo Abby, su voz amortiguada por el
hombro de Kevin.
—Cuando dije que Abby y yo te cuidaríamos, no me refería a que
podías pelearte con Riko en televisión nacional —dijo Wymack—.
¿Debería habértelo explicado con lujo de detalle con anticipación?
—Probablemente —dijo Neil.
—Está bien, entrenador —dijo Andrew, uniéndose a ellos. El tocó la
espalda de Neil al pasar, tan suavemente como para producirle escalofríos,
pero no se detuvo hasta llegar al lado de Kevin. Puso una mano sobre el
brazo de Abby en una demanda silenciosa para que se alejara—. Kevin, nos
vamos. En este momento, ¿de acuerdo?
Kevin soltó a Abby, y Andrew lo empujó a través de la puerta hacia el
estacionamiento.
—El entrenador dice que eres estúpido, pero yo dijo que tienes los
testículos de acero. No creí que fueras capaz —dijo Matt, mirando a Neil
como preguntándose que más había pasado por alto ese verano—. Creí que
eras del tipo más discreto.
—Si Neil fuese discreto, Andrew no lo hubiese llevado a Columbia
—dijo Renee.
—Es verdad —coincidió Matt.
Cuando Neil los miró a ambos, Renee sonrió y dijo:
—Las fiestas de bienvenida de Andrew son su forma de identificar y
eliminar amenazas. No todos son invitados.
—Tú fuiste —dijo Neil, sin poder creerlo pero sabiendo de alguna
forma que tenía razón.
—Los tres fuimos —dijo Renee, señalando a Matt y Dan—. Nadie
más fue, hasta que llegaste tú.
—Vamos —dijo Wymack—. Voy a dejarlos en los dormitorios y
pasaré el resto del día embriagándome. El control de daños puede esperar
hasta mañana.
Ellos se unieron al grupo de Andrew en el bus. Wymack destrabó las
puertas para dejarlos subir, y los tuvo en camino lo más rápido que pudo.
Neil pasó el resto del viaje mirando por la ventana y tratando de
analizar las consecuencias de lo que había hecho. Neil sabía que conversar
con sus compañeros sería mejor que pensar en que estaba en aprietos, pero
no estaba de humor. Estaba demasiado tenso como para fingir ser amable
con ellos. Por suerte, Renee lo notó después de un par de intentos y lo dejó
solo.
Estaban a mitad de camino de vuelta cuando Andrew tuvo que tomar
su medicina nuevamente. Abby fue hasta el final del autobús para
asegurarse de que realmente la tragara. Neil casi esperaba que Andrew
discutiera después de lo que había pasado en el programa de Kathy, pero
Andrew estaba sorpresivamente obediente.
Solo frenaron para obtener gas e hicieron buen tiempo para llegar al
campus. Neil estaba tan aliviado de ver a Palmetto State de nuevo que era
casi doloroso. Wymack frenó en la parte de atrás de la Fox Tower y vio
cómo su equipo bajaba. No dijo nada hasta que Andrew se acercó, entonces
puso una mano en su camino.
—Sé inteligente.
Andrew aleteó una mano hacia Wymack.
—Lo sé. Lo sé.
Neil no sabía si Wymack realmente confiaba en Andrew, pero
Wymack asintió y corrió su mano. Andrew bajó las escaleras y no se detuvo
en su camino hacia los dormitorios. Tomaron las escaleras hasta el tercer
piso, y Dan frenó cerca de la habitación de Andrew.
—Oye —dijo Dan mientras Andrew destrababa su puerta—.
Almorcemos todos juntos, como un equipo. No tenemos que hablar sobre lo
que pasó esta mañana si no quieren.
Andrew fingió pensar en ello.
—No.
El abrió su puerta y salió del camino para enviar a Kevin una mirada
intencional. Kevin miró fijo hacia la habitación.
—No te preocupes, Kevin —dijo Dan—. Vamos a arreglarlo todos
juntos.
Kevin la miró, pero no alcanzó a responder. Andrew puso su mano en
la espalda de Kevin y lo hizo cruzar la puerta. Dan miró de mala gana a
Andrew mientras Aaron y Nicky lo siguieron hacia adentro. Andrew sonrió
y cerró la puerta en su cara.
—Imbécil —dijo Matt.
—Están molestos —dijo Renee—. Hoy no pudieron ayudarlo.
—No tuvieron que hacerlo —dijo Matt—. Neil lo hizo por ellos.
Fueron hacia la habitación de los varones y encontraron a Seth y
Allison enredados en el sofá. Estaban viendo una película, vestidos pero
apenas. Ninguno parecía avergonzado por ser vistos. Los de ultimo año ni
lo notaron, como si esto fuera una vista normal en este lugar, pero Neil
corrió su mirada del par. Lo máximo que hizo Allison para taparse fue
poner uno de los almohadones sobre su falta tapando su tanga rosa.
—Él se ve sofisticado —dijo ella, señalando a Neil.
—Invitado sorpresa en el show de Kathy —dijo Dan—. Kathy quería
la exclusiva y Kevin quería la publicidad. ¿Grabó bien?
—No me fijé todavía. Estábamos ocupados.
—¿Tú crees?— preguntó Matt.
Dan lo codeó.
—Pon pausa a eso, ¿quieres? Tenemos que hablar. Algo salió mal esta
mañana.
—Somos Foxes. Siempre hay algo saliendo mal —dijo Seth, pero
tomó el control remoto de debajo del almohadón y apagó la televisión.
Dan fue directo al punto.
—Riko estaba en el programa.
Seth la miró fijo por un segundo antes de estallar en una risa
estridente. Allison lo asfixió con su almohada y dijo:
—¿En el programa cómo?
—Kathy lo sentó a dos metros de Kevin y les preguntó por qué se
habían separado.
Seth empujó la almohada fuera de su cara.
—Debería haber ido. ¿Se puso como loco? Seguro que sí.
—Seth, cállate —dije Dan—. No es gracioso.
—Se mantuvo cuerdo después de que Neil retara a Riko —dijo Matt
—. El niño tiene una gran bocota. Hizo que Riko pareciera un maldito
imbécil que vende a sus amigos constantemente. Realmente deberías
pedirnos la grabación y verlo.
Seth parecía dudoso. Allison arqueó una ceja a Neil y preguntó
—¿Qué pensará el monstruo?
—Estaba drogado hasta las nubes —dijo Dan—. Abby se aseguró de
que tomara una dosis en el camino de vuelta, pero recomiendo evitarlo el
resto del fin de semana.
—¿Qué es lo novedoso?— dijo Seth.
Renee dejó que el silencio de asentase entre ellos por un minuto.
Cuando parecía que la parte más seria de la conversación había pasado dijo:
—¿Alguien está interesado en ir a almorzar? Estoy muriendo de
hambre.
Ordenaron unas pizzas para que sean entregadas en la habitación.
Allison y Seth se vistieron mientras esperaban, y luego Neil se apoderó del
cuarto para sacarse la ropa de Kathy. Las enterró en el fondo del vestidor
debajo de su ropa más práctica y se puso unos vaqueros gastados y una
remera demasiado grande. Él y sus compañeros desperdiciaron un par de
horas con comida y una película. Después la conversación fue hacia la
temporada, pero los de último año tenían tantas ganas de hablar sobre los
Ravens como Neil tenía ganas de pensar en ellos. Allison toleró la
depresión por unos minutos antes de distraerlos hablando del banquete.
—Deberíamos ir de compras mañana —dijo Allison—. Voy a
necesitar tiempo para encontrar el vestido perfecto. Ustedes —señaló a Matt
y Seth—, están a cargo de hacer que Neil consiga algo real para vestir. He
visto todo lo que tiene. No confío en él para elegir algo apropiado.
—Yo podría simplemente no ir —dijo Neil.
—Tienes que ir —dijo Dan—. Es un evento en equipo.
Alguien golpeó la puerta. Dan estaba más cerca, así que se levantó
para abrir. Nicky estaba esperando en el pasillo, sonriendo pero
visiblemente tenso.
—¿Que tan malo es? —preguntó Dan.
Nicky hizo un gesto de dolor.
—¿Tu niño bonito sabe cómo instalar una ventana?
Matt miró hacia la ventana de la habitación por arriba de su hombro.
—Puedo intentarlo, pero no me pienso acercar a él esta noche.
—Mañana está bien también —dijo Nicky—. Solo, sabes, antes de
que venga el entrenador de nuevo a ver cómo está Kevin. Hay trecientos
dólares para ti si está arreglada antes del atardecer.
—Tú sacas a Andrew de la habitación y yo veo que puedo hacer.
—Genial —Nicky miró a Neil—. Andrew quiere verte.
Neil miró el reloj e hizo el cálculo. Si Andrew tomó la pastilla del
mediodía a tiempo, debería estar tomando la siguiente en cualquier
momento. Neil se preguntó si realmente la tomaría y esperó que sí. Si la
abstinencia no lo molestaban lo suficiente, poder reaccionar finalmente a
los eventos de esta mañana sin drogas en su sistema lo haría realmente
homicida. A Neil no le gustaría ser Kevin esta noche.
Él se levantó y siguió a Nicky hasta el cuarto de Andrew. Él no había
estado en su habitación desde que había venido a gritarles por revisar entre
sus cosas, y ellos eran bastante buenos en mantener su puerta cerrada, era
raro volver a entrar. Él encontró a Kevin primero, acurrucado en uno de los
pufs gigantes mirando hacia el otro lado de la puerta. Aaron estaba lavando
platos en la cocina y no levantó la vista mientras pasaban. Nicky señaló
hacia el final del pasillo y fue a sentarse con Kevin. Neil fue solo hacia el
cuarto oscuro y cerró la puerta al entrar.
Los primos habían corrido dos de las cómodas contra la pared bajo la
ventana. Andrew estaba sentado arriba de ellas, apoyado hacia adelante así
podía cruzar los brazos sobre sus rodillas. Neil olió sangre y miró atrás de
Andrew hacia la ventana. Andrew había sacado el mosquitero de la ventana
del cuarto principal para poder fumar, pero esta ventana todavía lo tenía.
Fue probablemente todo lo que salvó su mano cuando atravesó el vidrio con
su puño.
Andrew no lo estaba mirando a él, sino a la mano ensangrentada que
colgaba entre sus rodillas. Ocasionalmente flexionaba sus dedos como
comprobando la extensión de los daños que había ocasionado.
—Podrías haberte destrozado la mano con una maniobra como esa —
dijo Neil.
Andrew rio.
—Oh, señor. ¿Dónde iría yo a parar entonces?
—Fuera del equipo —dijo Neil—. ¿Dónde iría a parar Kevin
entonces?
Andrew no contestó. Neil atravesó el cuarto para pararse frente a él.
Andrew no levantó la mirada, pero sonrió tan ampliamente como para
mostrarle a Neil sus dientes.
—Oh, Neil. Tan impredecible como irreal —dijo Andrew—. La
última vez que hablamos tú tenías miedo de que Riko te notara. O me
mentiste o cambiaste de parecer. Espero que sea la última opción, porque
odio que me mientan.
—No cambié de parecer —dijo Neil—. Pero no tenía otra opción.
—Siempre hay otra opción.
—Tenía que decir algo.
—¡Y qué cosas has dicho! Le diste un puñetazo a Riko en la
televisión en vivo. Él no va a quedarse sentado, sabes. ¿Cómo se siente ese
blanco en tu espalda?
—Familiar —dijo Neil.
Andrew se enderezó y se apoyó contra el mosquitero. Neil miró hacia
la mano de Andrew mientras esta recorría el regazo de Andrew, pero no
podía ver ninguno de los cortes a través de las sangre seca de Andrew.
—Dale unos días y él sabrá todo sobre ti —dijo Andrew. Cuando Neil
lo miró de nuevo a los ojos, Andrew sonrió—. El dinero engrasa las ruedas
del mundo mejor que la sangre, y Riko tiene acceso a ambos. Buscará una
forma de vengarse, y no le va a llevar mucho tiempo ver que tan frío es tu
rastro. ¿Cuánto tiempo crees que le tomará a alguien con sus conexiones
averiguar la verdad?
Neil estaba mareándose por las náuseas.
—Cállate.
—¿Qué harás cuando lo descubra? ¿Te irás?
—Sabes que lo haré.
—Lo sé —coincidió Andrew—. Puedo verlo. Tienes esa expresión en
los ojos que dice que sabes dónde están todas las salidas de este dormitorio.
Neil se volteó, pero Andrew fue más rápido. Se meció hacia adelante
y agarró el cuello de Neil, frenándolo antes de que se pudiera ir. Dejó
sangre pegajosa de sus dedos en la nuca de Neil. Neil se estiró hacia atrás e
intentó soltarse, pero Andrew se negó a dejarlo ir.
—Oye, Neil. Neil, escúchame. Correr no te salvará esta vez.
—Suéltame.
—¿No lo entiendes? Correr era una opción cuando nadie te estaba
mirando. Lo sabías allá por junio. Por eso querías irte antes de octubre.
Podrías haberte ido antes de que Riko supiera que existes. Debiste haberte
ido antes de insultarlo enfrente de todos sus admiradores. Ahora no puedes
irte. Riko quiere saber quién lo desafió, y él va a obtener sus respuestas. Ya
no puedes correr de tu pasado.
—Tengo que intentarlo —dijo Neil.
Andrew tarareó algo en desaprobación burlona.
—Tienes que nada. Allí vas de nuevo, pensando que hay solo una
opción. Pensé que no querías irte.
—No quiero irme —dijo Neil.
—¿Qué haría falta para hacer que te quedes?
La pregunta fue tan inesperada que Neil tuvo que voltearse.
—¿Qué?
Andrew rio levemente por su sorpresa y se inclinó hacia adelante.
—Nómbralo y es tuyo. No importa lo que sea, siempre y cuando te
quedes aquí con nosotros.
—No puedo.
—Si puedes. Tienes todo lo que necesitas para sobrevivir. Solo estás
muy asustado como para verlo.
—No entiendo.
Andrew suspiró como si Neil estuviese siendo complicado a
propósito.
—Riko va a descubrir la verdad, pero no puede decirle a su hermano.
Para empezar, Riko e Ichirou no pueden relacionarse entre ellos, ya que
pertenecen a diferentes ramas. Más importante, el entrenador Moriyama no
lo dejará. Este año es sobre Kevin y Riko, ¿ves? Él no querrá noticias sobre
ti saliendo del equipo y distrayendo a la gente de su enfrenamiento. Son
libres de hacer tu vida un infierno viviente e intentarán usar la verdad contra
ti, pero no pueden destaparte todavía.
—Usa ese tiempo para pulir los ángulos que puedan perjudicarte.
Kevin quiere convertirte en una estrella, entonces déjalo. Toma lo que te
está dando y hazlo tu propio escudo. Es difícil matar a un hombre cuando
todas las miradas están en él. Haz que te amen, haz que te odien, no me
importa. Solo haz que te miren. Tienes un año para resolverlo —dijo
Andrew, poniendo un dedo en la cara de Neil—. Durante un año, me pondré
entre tú y los Moriyamas si tú te quedas al lado de Kevin. El año próximo tu
vida es tu problema de nuevo, ¿entendido?
—¿Por qué?— preguntó Neil.—¿Por qué me ayudarías?
—Pregúntame más tarde —dijo Andrew. Él golpeó sus dedos
ensangrentados contra su boca y sonrió ampliamente alrededor de ellos—.
Es mejor si no está en el medio, ¿no crees? Tendrás tus respuestas en
Columbia. Oh, pero nadie te dijo todavía, ¿no? Vienes con nosotros esta
noche.
—Nunca más.
—Shh, Neil, shh —dijo Andrew—. Si quieres quedarte, vendrás con
nosotros a las nueve. Si eres lo suficientemente estúpido como para huir,
empaca y vete antes de esa hora. Son tres horas, casi, para que decidas que
hacer. ¿No soy generoso?
—Eso no es tiempo suficiente.
—Dudo que no estés familiarizado con tomar decisiones repentinas
cuando se trata de salvar tu pellejo. Le diste tu juego a Kevin. Deja que yo
cuide tu espalda.
Andrew sacó su medicina de su bolsillo y tiró una pastilla en la
cómoda. Puso la tapa, tiró el frasco hacia el rincón de la habitación, y tomó
la pastilla con sus dedos ensangrentados. La sostuvo donde pudiese verla,
girándola de un lado al otro como si nunca antes la hubiese visto, y
finalmente la empujó entre sus labios. Dejó caer su mano en su regazo
mientras tragaba y mostró sus dientes a Neil en una sonrisa feroz.
—Tic toc, dice el reloj. Sal de mi cuarto.
Neil salió lo más rápido que pudo, pero solo llegó hasta el pasillo. Tan
pronto como cerró la puerta detrás de él, sus piernas se trabaron y se agarró
desesperadamente de la pared. Un pico de pánico subió su estómago a su
garganta. El mordió el costado de su boca tan fuerte que sintió gusto a
sangre.
¿Honestamente iba a pensar que un portero rabioso podía protegerlo?
Sus pensamientos fueron automáticamente hacia la confrontación en
el estudio de Kathy. Andrew apareció justo a tiempo para proteger a Neil.
Debería haber ido directamente hacia Kevin, dado que Kevin parecía ser el
centro de su extraño mundo, pero en su lugar él se había puesto entre Neil y
Riko. Andrew sabía exactamente quiénes eran los Moriyamas y sabía partes
de los problemas donde Neil estaba metido, pero él pensó que podía hacerle
frente del mismo modo.
Neil se empujó de la pared y fue hacia las escaleras. Estaba corriendo
antes de llegar al piso de abajo, y abrió la puerta de un golpe tan fuerte que
estallaron las bisagras. Más alto que ese golpe estaban sus latidos tronando
en sus oídos.
¿Y si podía quedarse? ¿Y si un adolescente psicótico era suficiente?
¿Y si Andrew tenía razón y la mala reputación de los Foxes podía proteger
su identidad? Neil sabía que no debía creer promesas tan peligrosas, pero
las palabras de Andrew lo atormentaron a cada paso del camino.

14
El dormitorio estaba extrañamente concurrido cuando Neil volvió a
las nueve. El partido de futbol había terminado casi al mismo tiempo que él
había salido corriendo, y ahora algunos del público volvían de su after-
party. Las personas se gritaban entre ellas por el pasillo, y música alta salía
a través de las puertas abiertas. Neil se movió a través del caos hacia las
habitaciones de los Foxes. Eran las únicas tres puertas cerradas de este lado
de las escaleras.
Frenó ante la puerta de Andrew pero no lograba tocar. Su mano estaba
temblando cuando la miró, así que la presionó en su puño. Casi había
juntado el coraje suficiente para moverse cuando la puerta se abrió
repentinamente.
—Oh, ha vuelto —dijo Andrew—. Eso es interesante.
Él presionó dos dedos en la garganta de Neil, comprobando su pulso.
Cuando Neil trató de correrlo, Andrew lo tomó de la muñeca con su mano
libre. Su sonrisa era pequeña y feroz mientras se inclinaba hacia Neil.
—Recuerda este sentimiento. Este es el momento en el que dejas de
ser el conejo.
Neil estaba demasiado sorprendido como para responder, pero
Andrew no esperó. Se deslizó pasando a Neil, usando el peso de su cuerpo
y el agarre a la muñeca de Neil para correrlo fuera de la puerta. Lo soltó en
el medio del pasillo y metió sus manos en sus bolsillos mientras esperaba.
Nicky fue el siguiente en salir del cuarto. Cuando vio a Neil su
sonrisa iluminó todo su rostro. Aaron lucía escéptico cuando lo siguió, pero
miró a Andrew y no dijo nada. La expresión de Kevin fue la más difícil de
leer cuando salió de la habitación y cerro la puerta detrás de él. Neil miró
desde Kevin hacia Andrew, que seguía mirándolo como si estuviese
esperando algo.
Un movimiento a dos puertas de distancia le dio una razón para mirar
hacia otro lado. Cinco extraños estaban golpeando en su puerta. Seth salió a
recibirlos, golpeándolos y chocando los cinco a medida que iba metiéndose
en el grupo. Allison no estaba mucho más lejos. Ella se presionó a la
espalda de Seth y deslizó sus manos hacia su pantalón. Neil miró como ella
sistemáticamente revisaba todos sus bolsillos. Solo encontró un encendedor
y un chicle viejo.
Seth la miró molesto sobre su hombro.
—No soy estúpido.
Ella lo besó para callarlo y puso su encendedor donde lo había
encontrado. El chicle lo tiro detrás de ella catalogándolo como inservible.
Casi golpea a Matt con este cuando Matt y Dan se acercaron hacia la puerta
de la habitación. Cuando Matt se movió para evitarlo, vio a Neil. El alivio
en su cara fue inesperado.
—Neil, volviste —dijo, lo suficientemente fuerte que incluso Allison
y Seth se voltearon a ver. —Seth y Allison se están yendo a tomar algo, así
que el resto de nosotros vamos a hacer una maratón de películas. ¿Alguna
solicitud o recomendación?
—¿Se van del campus? —Nicky preguntó a Allison—. ¿En serio?
Allison lo miró mal y apretó más su agarre alrededor de Seth
—No es tu problema.
Matt ojeó a Allison, con la expresión dura, pero siguió hablándole a
Neil.
—Renee debería estar volviendo con las bebidas en cualquier
momento. Dijo que iba a traer algo sin alcohol para ustedes dos.
—Oh, que desperdicio —dijo Andrew—. Yo le pagaré las bebidas a
Neil esta noche.
Les tomó un par de segundo comprender. Pero lo hicieron, Dan salió a
los tumbos por la puerta.
—Estás bromeando.
Andrew rio ante su enojo.
—Te encantaría que así fuera.
—La última vez que salió con ustedes tuvo que pedir un aventón para
llegar de nuevo aquí —dijo Dan. Los amigos de Seth miraron de ella hacia
Andrew con un interés descarado, pero Dan no pareció notarlo. Ella señaló
a Andrew con el dedo y dijo: —No va a salir con ustedes de nuevo.
Probablemente termine muerto esta vez.
—Dios, Dan —dijo Nicky—. Cuando dices cosas como esas me hace
pensar que no confías en nosotros.
—Nadie confía en ustedes —dijo Matt—. ¿A qué están jugando?
—Realmente no es tu problema —dijo Aaron.
—Dije que no va a ir —dijo Dan—. Neil, no dejes que te lleve a
cualquier lado.
Andrew empujó a Neil con su codo y dijo en alemán
—Oye, Neil. ¿No es maravilloso? ¿No es conmovedor? Mira cómo te
lloran. Ah, tanta preocupación colocada en el lugar equivocado. Diles que
puedes cuidar de ti mismo.
Andrew lo estaba retando a cruzar la línea, a perder un poco más de la
mentira que era Neil Josten. Iba contra todo lo que Neil sabía que no debía,
pero él había escogido su camino. Él había escogido a Andrew. Enterró su
miedo bien profundo y contestó en alemán.
—No son lo suficientemente estúpidos como para creer que es solo un
trago.
—Oh, mierda —dijo Nicky, cambiando de lenguaje en un instante—.
¿Desde cuándo hablas alemán? Andrew, ¿tú lo sabías? ¿Por qué no nos
dijiste?
—Aburrido —dijo Andrew—. Descubran algo por si solos de vez en
cuando.
Nicky sacudió una mano a Aaron.
—Rápido, ¿hemos dicho algo totalmente incriminatorio en estos
últimos meses?
—Aparte de los interminables comentarios inapropiados sobre las
cosas que le harías, no creo. Parece que has logrado pasar vergüenza en
ambos idiomas —Aaron miró a Neil—. ¿Cuándo ibas a decirnos?
—No iba a hacerlo —dijo Neil—. Después de todo lo que tuve que
soportar de su parte este año, supuse que no les debía ningún favor.
Aaron encogió sus hombros y lo dejó pasar. Nicky frotó su cara y
murmuró por lo bajo. Al final del pasillo los de último año los miraban sin
poder creerlo. Matt fue el primero en recuperar su lengua, pero lo mejor que
se le ocurrió fue:
—Creí que hablabas francés. Era francés esta mañana, ¿verdad? ¿En
lo de Kathy?
—Los veré mañana —dijo Neil en inglés.
—Nos vamos —dijo Andrew, y cruzó el pasillo con Kevin en sus
talones.
—Neil, no es una buena idea —dijo Dan.
—Lo sé —dijo Neil, y fue detrás de Kevin y Andrew. Aaron y Nicky
lo siguieron. Fueron hacia las escaleras como una pequeña procesión, una
línea negra con Neil en el medio. Él terminó en el mismo asiento que la
última vez, entre medio de los hermanos en la parte de atrás. Recién se
había abrochado el cinturón cuando Nicky se estiró y soltó una mochila en
su regazo. Neil la abrió y vio tela negra adentro.
La última vez que habían ido a Columbia fue un viaje tranquilo. Esta
vez no podía serlo, ya que Andrew todavía tenía poco más de una hora de
energía proveniente de su medicina. Nicky y Andrew hablaron todo el
camino, Nicky sacando temas como películas y música, y Andrew
alegremente discutiendo contra casi todo lo que él decía. Estaban casi en
Columbia cuando las respuestas de Andrew comenzaron a ser más lentas.
Nicky comenzó a dominar más la conversación, y los silencios de Andrew
cada vez eran más largos. Sweetie’s estaba igual de lleno que en la primera
visita, pero tuvieron la suerte de llegar cuando un auto estaba saliendo.
Nicky robó el lugar con un golpe al aire triunfante y los cinco se dirigieron
hacia adentro juntos. Había dos grupos adelante de ellos esperando una
mesa. Kevin dio sus nombres a la recepcionista. Andrew miró a Neil.
—Necesitamos un número para las galletas. ¿Estas dentro o fuera?
—¿Esta vez realmente tengo una opción? —preguntó Neil.
—De ahora en adelante, la tienes —dijo Andrew.
Neil no le creía, pero negó con la cabeza. Andrew señaló la mochila
de Neil y fue a buscar los paquetes de galletas. Neil buscó el cartel del
baño, pero Nicky lo tocó en el hombro y lo guio. Neil lo siguió hasta el
baño y vació la mochila en la encimera.
—Esto es nuevo —dijo Neil.
—Sería de mal gusto usar lo mismo dos veces, ¿no? —preguntó
Nicky.
—No me compres cosas.
—Claro, la próxima vez que Andrew diga que te consiga ropa, solo le
diré que no. Puedo ver como eso saldrá maravillosamente —Nicky rodó sus
ojos.
—Entonces déjame pagarlas.
—¿Cómo decirlo? —Nicky pensó por un segundo, luego descartó el
tacto—. Obviamente necesitas el dinero más de lo que él lo necesita en este
momento. Deja que Andrew te dé cosas si él quiere. Normalmente no es del
tipo que regala cosas, así que es bastante divertido.
—Tengo mi propio dinero —dijo Neil—. No necesito limosnas.
—¿En serio? —preguntó Nicky, enviando una mirada significativa a
la ropa de Neil.
Neil lo miró fijo. Sabía que Andrew no les había dicho sobre su
fluidez en alemán, pero no se había dado cuenta que Andrew tampoco dijo
nada sobre su dinero. Eso quería decir que Andrew había guardado todos
sus secretos salvo uno: la verdad sobre sus ojos. Según Nicky no había sido
un gran secreto. Pero Andrew había encontrado el dinero de Neil antes de
su trato en la sala de Wymack. No tenía una razón para proteger a Neil en
ese entonces, ¿por qué se había mantenido callado?
—En serio —dijo Neil al final—. Ahorré algo antes de venir aquí.
—Bien —dijo Nicky—. Entonces deberíamos ir de compras mañana
y comprarte ropa nueva. El entrenador está bastante enojado con que
todavía no lo hayamos hecho. Está harto de que uses lo mismo una y otra
vez.
—Mi ropa no tiene nada de malo.
—Eso es lo que tú crees. Ahora que eres nuestro, tenemos que
cuidarte. Lo primero en la lista es arreglar tu miserable vestuario —La
amplia sonrisa de Nicky desapareció un poco al ver la expresión de Neil—.
Bueno, no. ¿Qué pasa con la mirada en blanco? No sabes lo que estás
haciendo aquí con nosotros esta noche, ¿verdad? ¿Andrew sacó algún tipo
de explicación de su delirio usual?
—Algo así —dijo Neil—. Dijo que iba a tener respuestas para mi más
tarde.
—Tienes que estar bromeando —Nicky parecía triste—. Esto quiere
decir que Andrew se quedará contigo, como se quedó con Kevin. Quiere
decir que ahora eres parte de la familia.
—No creo en la familia.
—¿Quién lo hace en estos días?
Era algo extraño viniendo de Nicky considerando que tenía a sus
primos en el equipo. Juzgando por su gran suspiro, Nicky no tuvo
problemas interpretando la expresión de Neil. Nicky hizo comillas en el aire
con sus dedos. Apenas habló, Neil supo de quién eran las palabras que
estaba repitiendo, pero dudaba que Andrew haya sonado tan cansado
cuando lo dijo: “Ser parientes no nos hace familia.”
Nicky metió sus manos en sus bolsillos y miró hacia su reflejo con
una mirada pensativa.
—Sé por qué Andrew se siente de esa manera, y entiendo por qué él y
Aaron no se soportan, pero no estoy dispuesto a rendirme todavía. Quiero
arreglar esto y demostrarles que están equivocados.
—¿Se odian? —preguntó Neil, sorprendido.
Buscó en su memoria indicios de problemas entre los gemelos y no
encontró nada. Era esa nada lo que ahora resaltaba en sus pensamientos.
Andrew y Aaron no peleaban, pero tampoco interactuaban realmente. Él
solo los había visto hablarse unas pocas veces. Nunca los había visto
permanecer uno al lado del otro; siempre alguien estaba sentado o parado
entre ellos. Aaron ni siquiera tenía permitido manejar el auto de Andrew.
—Yo no diría que se odian, pero tienen serios problemas. ¿Tú no los
tendrías si fueras ellos? —preguntó Nicky—. Familia significa algo
diferente para nosotros porque así debe ser. No es sobre la sangre. Ni
siquiera es sobre quienes nos caen bien. Es sobre aquellos a los que Andrew
está dispuesto a proteger.
El estómago de Neil se retorció con otro frio “¿y si…?”
—¿Me está incluyendo por lo que sucedió esta mañana?
—En parte —dijo Nicky—. Pero mayormente porque eres la razón
por la que Kevin se quedará en nuestro equipo. Andrew cuida la espalda de
Kevin, pero tú tienes su atención. Estás extrañamente igual de obsesionado
con el Exy que él. Eso te hace invaluable para Andrew.
Neil asimiló eso en silencio, luego finalmente recolectó su ropa y giró
hacia uno de los baños individuales. Nicky tocó su hombro antes de que
pudiese alejarse del lavabo.
—Mira, sé que la última vez la cagamos. Por favor créeme cuando te
digo que Andrew solo estaba cuidando al resto de nosotros. No quería
arriesgarse. Pero las cosas son diferentes ahora. Eres uno de nosotros, lo
que significa que nunca te presionaremos para que hagas nada que no
quieras, ¿de acuerdo?
—Supongo que lo veremos —Neil se encerró en el baño y se cambió.
La mirada de Nicky era apreciativa cuando Neil volvió, pero por una
vez mantuvo su boca cerrada. Neil comenzó a ir hacia la puerta, luego
volvió hacia el lavabo. Se sacó sus lentes de contacto y los tiró en la basura.
Cuando miró hacia el espejo, ojos azules grandes y brillantes le devolvieron
la mirada. Neil no podía ser él mismo, pero tal vez podría ser el Neil que
había mostrado a Andrew en la sala de Wymack.
Los otros ya estaban sentados para cuando ellos salieron del baño.
Una mesera terminó de tomar su pedido y se movió para dejar sentar a Neil
y Nicky. Nicky entró primero, dejando gentilmente el asiento exterior a
Neil.
Aaron levantó una ceja a Nicky.
—¿Se ahogaron en el inodoro?
—Hasta los rapiditos llevan tiempo, sabes —dijo Nicky.
—No me hagas vomitar.
—Sabes, si tu pudieses hacerlo con Katelyn, no estarías tan
quisquilloso —Nicky esquivó cuando Aaron le tiró una servilleta enrollada
—. Es verdad. Vas a ir con ella al banquete, ¿verdad?
—Todavía no la he invitado.
—Creo que Andrew debería invitarla y ver si ella puede notar la
diferencia.
La sonrisa de Andrew era lenta.
—De acuerdo.
—No eres gracioso —le dijo Aaron a Nicky—. Cállate.
Comieron en silencio cuando llegó su helado. El dinero que Aaron
dejó en la mesa era demasiado para solo el postre, así que Neil asumió que
habían conseguido sus drogas.
La fila fuera de Eden’s Twilight era la mitad de lo que era la última
vez. Nicky culpó a las leyes de Carolina del Sur. Aparentemente no estaba
permitido vender alcohol los domingos, lo que significaba que los bares
debían dejar de servir a la medianoche del sábado. El grupo solo tenía una
hora y media para tomar, pero Nicky prometió que había una reserva en “la
casa”.
—¿Pero de quién es la casa? —preguntó Neil.
—Técnicamente es mía, pero la considero nuestra —Nicky gesticuló
para incluir a todo el grupo con eso—. Volví de Alemania para poder ser el
tutor legal de Aaron y Andrew, ¿sabías? Era yo o mis padres súper
religiosos, y supuse que yo tenía más chances de sobrevivir a Andrew.
Compré esa casa para que tuviésemos un lugar donde quedarnos. Papá
firmó como garante, pero Erik ayudó a pagarla. Uso mi pago mensual para
pagar la hipoteca.
—Si tienen una casa, ¿por qué se quedaron en la casa de Abby este
verano?
—Porque Andrew no quería llevar y traer a Kevin a través del estado
todos los días para ir al entrenamiento —dijo Nicky.
Frenó en la entrada de Eden’s Twilight lo suficiente para recolectar un
pase VIP para el estacionamiento. Los otros fueron hacia adentro mientras
él fue hacia el garaje. Era más fácil encontrar una mesa esa noche gracias al
horario acotado, pero igualmente el club estaba lo suficientemente
abarrotado como para poner incomodo a Neil.
Andrew dejó a Aaron y Kevin cuidando sus lugares y llevó a Neil con
él a buscar sus bebidas. Roland, el barman, estaba trabajando de nuevo.
Juzgando por la expresión en su cara, recordaba a Neil y no podía creer que
estuviese de vuelta.
—Dijo que no —dijo Andrew—. No le pongas nada.
Neil estaba casi seguro de que eso era solo show, pero Roland le pasó
un vaso vacío y una lata cerrada de gaseosa. Neil chequeó que el vaso no
tuviese residuos tan pronto como Roland fue a preparar los otros tragos.
—Paranoico —dijo Andrew.
—Si tú eres tan controlador tampoco deberías estar tomando.
—Sé dónde están mis limites —dijo Andrew—. No voy a desafiarlos.
—¿Y el polvo?
—Hay demasiada locura en este sistema como para que el polvo haga
una diferencia, supongo. Empezamos a consumir polvo por Aaron. Él
necesitaba algo más sano cuando estaba saliendo de todo lo que su madre le
dio.
Andrew gesticulo entre sus caras.
—¿Te acuerdas de este juego? Estamos haciendo lo de la honestidad
de nuevo, al menos hasta que me aburra. En un momento, tú serás
completamente honesto conmigo y me dirás que tengo que hacer para
mantenerte aquí.
—Aquí tienes honestidad —dijo Neil—. No me agradas, y no confío
en ti.
—Es mutuo —dijo Andrew—. Eso no cambia nada.
—Nicky dice que solo me quieres aquí por Kevin —dijo Neil—.
¿Qué pasa si Kevin se aburre de mí?
—Mantén su interés —dijo Andrew, y no era realmente una
sugerencia.
Neil lo miró en silencio, preguntándose qué tan estúpido y
desesperado podría estar como para confiar en alguien como Andrew.
—¿Puedes protegerme de mi pasado?
—El jefe de tu padre —supuso Andrew.
La verdad quemaba en la lengua de Neil, filosa y agria como sangre
fresca. El la tragó y dijo:
—Sí. Se rumorea que los Moriyama no confiaron más en su gente, y
su negocio nunca se recuperó realmente. Él ha estado buscándome desde
ese entonces. Fue arrestado por cargos menores hace un tiempo pero no
estará en la cárcel por siempre. Tú dijiste que los Moriyamas no pueden
tocarme este año por Kevin, pero él no se detendrá. Si él me encuentra, me
matará.
—Que desastre —Andrew sonó indolente—. Lo suficientemente fácil
como para encargarse de ello, sin embargo.
Un grupo de personas abrió su camino hacia la barra detrás de Neil,
empujándolo contra Andrew. Andrew no cedió bajo su peso. Él era algo
sólido donde apoyarse, algo violento y feroz e inmóvil. Neil no podía
recordar cómo se sentía que alguien lo sostuviera. Era aterrador y liberador
al mismo tiempo. Ahora su vida estaba fuera de su control; se la estaba
dando a Andrew y esperando que Andrew la mantuviese a salvo.
Roland volvió con una bandeja de bebidas. Andrew la tomó e indicó a
Neil que se adelantara mientras la levantaba sobre su cabeza. Recién había
terminado de descargar todas las bebidas en la mesa cuando apareció Nicky.
Neil pensó que los había visto beber rápido la última vez. Pero no se
comparaba con esta noche que tenían el reloj corriendo hacia la
medianoche. Neil destapó su gaseosa y los miró emborracharse. Ellos
abrieron el polvo más temprano esta vez, y Aaron y Nicky desaparecieron
en la pista poco tiempo después. Andrew juntó los vasos vacíos y llevó la
bandeja hacia el bar.
Era la primera vez que Neil y Kevin estaban solos desde la
transmisión en vivo. A pesar de todo lo que había sucedido ese día, no
tenían nada para decirse. Miraron fijo hacia direcciones opuestas y se
sentaron en un silencio incomodo la media hora que Andrew no estuvo
presente. Neil estaba empezando a pensar que Andrew se había perdido en
el camino de vuelta cuando Andrew finalmente volvió con una bandeja
cargada de bebidas. Neil casi dijo algo sobre ello, pero lo dejó pasar para
verlos tomar.
La última llamada fue cuando faltaban diez minutos para la
medianoche. Aaron y Nicky volvieron para la última ronda.
Kevin tuvo que usar a Andrew para poder levantarse después de
ahogarse con trece tragos en una hora y media. Neil pensó que era un
milagro que siguiera parado. Andrew ayudó a Kevin, así que Neil se
encargó de que Nicky no bajara de la acera a la calle. Neil se ofreció a
manejar, pero Andrew lo ignoró y se subió al asiento del conductor.
Neil no recordaba cuando salieron del club la última vez, así que esta
vez prestó atención al camino. La casa estaba a siete minutos, un corto
tramo al salir de la interestatal y se encontraba en un barrio pequeño.
Andrew estaba estacionando el auto en el frente cuando sonó el celular de
Aaron. Aaron lo buscó torpemente, pero le tomó cuatro timbres encontrarlo.
Lo abrió, miró confundido la pantalla, e hizo una cara.
—El entrenador —dijo, y atendió—. ¿Sabes la hora que es? ¿Qué?
Espera, ¿qué? Estás mintiendo. ¡No te creo!
Aaron despegó el teléfono de su oreja y lo estrelló contra Andrew.
Andrew se tomó el tiempo de prender un cigarrillo antes de tomarlo. Él
acunó el teléfono entre su oreja y su hombro mientras guardaba el paquete
de cigarrillos.
—¿Qué quieres? —preguntó, y escuchó a Wymack explicar todo de
nuevo—. ¿Sobredosis cómo?
—¿De nuevo? —dijo Nicky incrédulo—. Ese bastardo estúpido.
—Nunca más —dijo Andrew sobre su hombro—. Está muerto.
Hubo un segundo de absoluto silencio antes de que Nicky se moviera.
Agarró a Andrew de los hombros y lo sacudió violentamente.
—No. ¿Qué?
Andrew se lo sacó de encima y habló al teléfono.
—No, no es una buena idea. Te llamaré cuando estemos de vuelta en
la ciudad.
Nicky se inclinó hacia adelante en su asiento y gruñó en lo bajo de su
garganta.
—Mierda, mierda. No puede ser.
—¿Quién tuvo una sobredosis? —preguntó Neil.
—Seth —Andrew colgó y golpeó el celular contra su muslo—.
Alguien lo encontró boca abajo en el baño de Bacchus donde se ahogó con
su propio vomito. Es exactamente como le advertí que iba a terminar,
aunque no me haya escuchado.
Neil estaba escuchando cosas.
—¿Seth tuvo una sobredosis?
—Mantente al corriente de la conversación —dijo Andrew.
—Creí que andaba en algo, pero nunca lo vi consumir —dijo Neil.
—Se había limpiado de la mayoría unos años atrás —dijo Andrew—.
Lo único que consumía ahora era antidepresivos. Curioso.
—Creo que voy a vomitar —dijo Nicky miserablemente.
Neil lo miró, sorprendido por cuan mal lo estaban tomado Nicky y
Aaron. Se preguntó si se suponía que él debía sentir algo más además de
sorpresa, pero su chequeo mental volvió vacío. Él había crecido rodeado de
muerte. Ahora, no era nada más que hielo en su sistema y un recordatorio
de que debía mantenerse en movimiento. Seth debería ser una excepción, ya
que Neil había estaba viviendo con él durante meses, pero nunca le había
caído bien.
—¿Vamos a volver? —preguntó Neil.
—¿Cuando están todos borrachos y drogados y yo estoy sin mis
medicinas? Estaré de nuevo en la cárcel antes de que digas “riesgo para la
sociedad”. Esperaremos hasta que sea de día.
Andrew bajó del auto, pero nadie más se movió.
—¿Qué hay de la formación?— preguntó Kevin.
Nicky se retorció.
—Kevin, el hombre está muerto. Permanentemente.
—No es una gran pérdida —dijo Kevin.
Nicky salió del auto y caminó ida y vuelta en la entrada con sus
manos unidas detrás de su cuello. Neil miró de Aaron a Kevin, y entonces
se deslizó por la puerta abierta de Nicky. Andrew estaba jugueteando con
sus llaves en la galería de entrada cuando Neil lo alcanzó. Andrew terminó
con lo que estaba haciendo, pasó las llaves a una mano, y señaló con su
cigarrillo a la cara de Neil.
—Eso es interesante —dijo—. Esa apatía no es buena señal sobre tu
salud mental.
—No entiendo el suicidio —dijo Neil—. Mantenerme con vida ha
sido siempre tan importante que no puedo imaginar cómo debe ser
realmente querer morir.
—Él no lo quería —dijo Andrew, como si Neil estuviese siendo
estúpido. Abrió la puerta pero ni se preocupó por prender las luces antes de
entrar. Neil lo siguió por el oscuro pasillo y dejó la puerta abierta para el
resto—. Él quería una escapatoria durante un tiempo, un par de horas donde
no tuviese que pensar o sentir. El problema es que eligió una escapatoria
con la que es fácil morirse. Eso es su culpa.
—¿Es por eso que tú tomas? —preguntó Neil—. ¿No quieres sentir?
Andrew se volteó para encararlo. Neil no lo esperaba y casi se golpeó
contra él. Andrew clavó su dedo en la garganta de Neil en advertencia. Así
de cerca, Neil podía oler el alcohol y los cigarrillos en él. Eso lo hizo pensar
en su madre convirtiéndose en cenizas en la playa. Él se acercó sin pensarlo
y tomó el cigarrillo de Andrew. Por alguna razón Andrew dejó que lo
conservara.
—Yo no siento por nada ni por nadie —dijo Andrew—. No te olvides.
—¿Entonces Kevin es solo un pasatiempo para ti?
—Seth no se mató. No podría haberlo hecho.
—¿Qué quieres decir?
—Seth solo toma las pastillas cuando él y Allison no están juntos —
dijo Andrew—. Cuando están juntos, ella es suficiente como para
mantenerlo en su lugar. Ella fue con él esta noche, así que se habría
asegurado de que él haya dejado las pastillas en el dormitorio. Sabe que le
gusta mezclarlas con alcohol.
Neil recordó verla revisando los bolsillos de Seth.
—Ella lo revisó. Yo la vi.
—Yo también —dijo Andrew.
—Si él no tenía las pastillas, ¿cómo pudo tener una sobredosis?
—No fue su elección —dijo Andrew—. Mi teoría dice que Riko ganó
esta ronda.
Neil lo miró fijo.
—No crees realmente que Riko haya hecho esto…
—Creo que el momento es demasiado conveniente como para que sea
un accidente —dijo Andrew—. Riko partió la mano de Kevin por ser mejor.
Cambió de distrito porque Kevin levantó una raqueta y volvió a la cancha.
¿Qué crees que te haría a ti por llamarlo inútil en televisión nacional?
—Tú dijiste que nuestra mayor fortaleza estaba en nuestro tamaño
pequeño. ¿Qué tan fuerte te sientes ahora que fuiste lanzado hacia la
titularidad? ¿Crees que tú y Kevin están listos para llevarnos al
campeonato?
—Y tú me llamaste paranoico —dijo Neil por lo bajo.
—Se suponía que debían quedarse en el campus esta noche —dijo
Andrew—. Renee vino luego de que te fuiste y preguntó que tan pronto
debíamos esperar una respuesta de Riko. Kevin dijo que esta noche. Qué
lástima que no viste el pánico en sus cuerpos cuando se dieron cuenta de
que no estabas en los dormitorios. Les dije que estarías de vuelta a las
nueve, así que hicieron sus planeas alrededor de ti.
Neil recordó lo aliviado que lucía Matt cuando lo vio en el pasillo.
Más que eso, recordaba la incredulidad de Nicky al saber que Allison y
Seth se estaban yendo. Nicky nunca les prestaba atención a ellos y no le
debería haber importado que estén sociabilizando. Él reaccionó porque se
estaban desviando del plan.
—No te creo —dijo Neil.
—No puedo probarlo, pero sé que tengo razón.
—Si la tienes, ¿entonces qué? —preguntó Neil—. Estoy dispuesto a
arriesgar mi vida. No voy a arriesgar la de ellos. No se lo merecen.
—Tú no tienes que hacerlo —dijo Andrew—. Yo sí, y yo digo que las
probabilidades son buenas. Los Foxes son famosos por tener temporadas
terribles, pero la mala suerte llega hasta cierto punto. Una muerte es una
tragedia creíble. Dos nos lleva debajo del mínimo de jugadores que
necesitamos para competir. El entrenador Moriyama quiere que Kevin y
Riko se enfrenten en la cancha, por lo tanto, Riko no puede arriesgarse a
descalificarnos.
Neil no dijo nada. Andrew enganchó sus dedos en el cuello de la
remera de Neil y tiró lo suficiente para que Neil lo sintiera.
—Sé lo que estoy haciendo. Sabía lo que estaba aceptando al ponerme
del lado de Kevin. Sabía lo que nos costaría y hasta donde iba a tener que
llegar. ¿Me entiendes? Tú no te irás a ningún lado. Tú te quedas aquí.
Andrew no lo soltó hasta que Neil asintió, y entonces alcanzó la mano
de Neil. Él tomó su cigarrillo de nuevo, lo puso entre sus labios, y presionó
una llave cálida en la palma vacía de Neil. Neil levantó su mano para
mirarla. El logo grabado en ella decía que era una copia. De dónde, Neil no
sabía, pero solo le tomó un momento darse cuenta. Andrew usó esa llave
para abrir la puerta del frente y luego la sacó del llavero en el porche. Ahora
se la estaba dando a Neil.
—Duerme un poco —dijo Andrew—. Nos vamos a casa mañana.
Resolveremos esto entonces.
Andrew rodeó a Neil y fue hacia la puerta del frente. Él no tenía
simpatía o consuelo para su familia mientras asimilaban la inesperada
muerte de Seth, pero los vigilaría desde la puerta de entrada hasta que estén
bien otra vez. Fue más difícil de lo que debería ser para Neil dejar de
mirarlo, pero finalmente avanzó por el pasillo. Pasó la sala de estar, luego
volvió y se acurrucó en uno de los sillones reclinables.
A pesar de la confianza y las promesas de Andrew, había buenas
probabilidades de que Neil saliera de Palmetto State en un ataúd antes de
que llegue la primavera. Neil pensó que estaría conforme con eso. Él
pasaría sus últimos meses como Neil Josten, delantero titular de los Foxes
de Palmetto State. Él sería el protegido de Kevin, un adolescente con un
futuro brillante, y su muerte sería una tragedia. Sonaba mucho mejor que
morir asustado y solo alrededor del mundo.
Neil miró la llave en su mano.
—Casa —susurró, necesitando escucharlo en voz alta. Era un
concepto prohibido para él, un sueño imposible. Era aterrador y maravilloso
al mismo tiempo, y aceleró tanto su corazón que pensó que se saldría de su
pecho. —Bienvenido a casa, Neil.
Notas
[←1]
Foxes: En español, Zorros. Así se les llama a los jugadores de Exy de la Universidad
Estatal de Palme o.
[←2]
Foxhole Court: En español, Corte de los Foxes. Es el estadio donde los Foxes juegan y
prac can.
[←3]
NCAA: Na onal Collegiate Athle c Associa on. En español, Asociación Nacional de
Atletas Colegiados.
[←4]
Ravens: En español, cuervos. Así se les llama los jugadores de Exy de la Universidad de
Edgar Allan.
[←5]
Palme o State: En español, Estado de Palme o. Es el estado fic cio donde residen los
Foxes.
[←6]
Tweedle-dumb: Hace referencia a Tweedledum, personaje perteneciente al libro “A
través del espejo y lo que Alicia encontró allí” de Lewis Carroll. Elige este personaje en
específico ya que ene un hermano gemelo, al igual que Andrew, y hace un juego de palabras
mezclando el nombre del personaje con la palabra “dumb”, que en español significa tonto.
[←7]
Batees para mi lado: En inglés, swing my way. Es un eufemismo usado por personas
de habla inglesa para referirse a la gente homosexual.
[←8]
Ves bulo: En inglés, foyer. Nicky cree que es un nombre inteligente por las similitudes
entre la palabra fox y la palabra foyer.
[←9]
Home Run: En el béisbol, un home run se da cuando el bateador hace contacto con la
pelota de una manera que le permite recorrer las bases y anotar una carrera en la misma
jugada, sin que se registre ningún error por parte de la defensa. En este caso es aplicado al
Exy.
[←10]
Jock: Una persona que es extremadamente entusiasta de los deportes y que se
considera bueno en ellos, pero no demasiado inteligente en otras áreas.
[←11]
Fox Tower: En español, Torre de los Foxes. Es el edificio donde viven los jugadores en
el período escolar.
[←12]
CDL Training: Entrenamiento para conducir camiones comerciales.

You might also like