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RIVALES EN DALLAS

HERMANOS WALKER #3

MARCIA DM
Rivales en Dallas © 2022 por Marcia DM
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña de un libro.
A las chicas del grupo de Facebook, gracias.
ÍNDICE

1. Oliver
2. Cala
3. Oliver
4. Cala
5. Oliver
6. Cala
7. Oliver
8. Cala
9. Oliver
10. Cala
11. Oliver
12. Cala
13. Oliver
14. Cala
15. Oliver
16. Cala
17. Oliver
18. Cala
19. Oliver
20. Cala
21. Oliver
Pasado
22. Cala
23. Oliver
24. Cala
25. Oliver
26. Cala
27. Oliver
28. Cala
29. Oliver
Epílogo
Adelanto San Francisco Inesperado

Agradecimientos
Acerca del Autor
Otras Obras de Marcia DM
SINOPSIS

Mi vida en el rancho era feliz, solitaria pero feliz.


Durante la mañana dirijo negocios millonarios en el centro de la ciudad
de Dallas, durante la tarde convivo con la naturaleza y cielos estrellados.
Así es como me gusta.
Solo, lejos de la gente.
Hasta que Cala Saint-Clair entra en mi vida como un tornado en
invierno, haciendo destrozos en mi rancho, invadiendo mi espacio personal,
cambiando mi rutina y entibiando mi corazón.
Yo no quería esto, yo no lo buscaba, pero parece que mi enemiga le
hace oídos sordos a mis respuestas irritantes, mi frialdad y energía sombría.
Ella rompe con todo y detesto cada momento.
1

OLIVER

P or la forma en que Eliza golpea mi puerta, puedo darme cuenta que


algo está mal.
–¡Oliver! –su voz afligida con emergencia.
Aparto las sábanas de mí con manos urgentes y salgo corriendo de la
cama. Todavía es noche cerrada. Escucho truenos y una lluvia violenta
golpea contra las ventanas de mi rancho. Abro las puertas dobles y
encuentro a mi ama de llaves, con sus ropas mojadas, su cara sin
maquillaje, sus ojos rojos.
–¡Oliver! ¡Es Lucien! ¡Los caballos!
Sin preguntar qué demonios ocurre, paso de largo y me echo a correr
hasta la puerta trasera.
Lucien es mi capataz, un hombre de unos sesenta años a quien llamo
amigo y eso es un título que no concedo libremente. Trabajamos juntos en
mi rancho desde hace cinco años y vive en su pequeña casa dentro de mi
terreno, una que construí exclusivamente para él.
Mis botas con barro seco y resquebrajado están al lado de la puerta,
listas para que las use, también mi Land Rover verde militar, que está
aparcado a algunos metros lejos de la casa.
Corro bajo la lluvia con una linterna en la mano, entro al todoterreno y
salgo pitando hacia su casa. Los limpiaparabrisas del todoterreno apenas
logran seguirle el ritmo a esta lluvia torrencial, las luces delanteras iluminan
los primeros metros delante de mí, pero nada más.
La noche es oscura como una boca de lobo.
De golpe, los caballos se cruzan por mi camino en pánico absoluto,
(estas criaturas no se llevan bien con los truenos o cualquier cosa
demasiado ruidosa).
No deberían estar sueltos.
Detengo el vehículo inmediatamente y puedo ver gracias a las luces
delanteras del coche un cuerpo tirado en el suelo en medio de la oscuridad.
–¿Qué demonios?
Mis piernas arden mientras corro hacia mi capataz, esquivando a los
caballos que corren frenéticamente y sin rumbo a mi alrededor.
–¡Lucien! –grito cuando hinco las rodillas a su lado, el barro hace que
me hunda en el suelo.
Apoyo mis dedos en su cuello, el latido es apenas perceptible, pero está
allí.
Gemidos de dolor salen de su garganta. En su rostro y en su cuerpo
puedo ver las marcas de las pisadas de los caballos.
–¡Maldición!
Cargo el peso muerto de mi capataz sobre mi hombro, el agua casi no
me deja ver cuando camino por la noche y menos con esta lluvia torrencial,
pero logro acostarlo en los asientos traseros del todoterreno.
Inmediatamente me subo y salgo directo al hospital más cercano.
—¡Lucien Saint-Clair! ¡Soy su hija!
Escucho a alguien gritar en la recepción.
Me levanto automáticamente del incómodo asiento del hospital y voy en
busca de esa voz aterrada. Giro en una esquina y donde está la recepción
encuentro una mujer pequeña en sus veintes, está mirando a la recepcionista
con ojos desesperados, mientras la misma se toma todo su tiempo en buscar
el nombre en el ordenador.
Su cabello es negro como los cuervos de mi campo, largo hasta la
cintura, su piel color oliva. Puedo ver los genes de Lucien en ella.
—¿Señor Walker? –Una voz mayor llama detrás mío.
Tanto la hija de Lucien, como yo, volteamos.
—Señora Saint-Clair —Su esposa—. Está en cirugía —Mi voz suena
acelerada y preocupada.
Según mis hermanos mi voz suena tranquila y pausada todo el maldito
tiempo.
—Oh, Dios mío —La mujer parece que está a punto de desmayarse.
Antes de que pueda asistirla, su hija está a su lado para darle consuelo.
Por un segundo sus ojos me miran con curiosidad, son negros, tan
oscuros que no se distinguen de la pupila.
Señalo el camino de la sala de espera, donde estaba sentado con
anterioridad. Las dos me siguen en silencio y se sientan frente a mí.
No sé mucho de la familia de Lucien, solo sé que su esposa tiene una
enfermedad autoinmune que la impide tener una vida normal, por eso, mi
capataz tomó el trabajo que le ofrecí hace cinco años, yo pagaba bien y él
necesitaba el dinero. Solo estaba en su casa de lunes a viernes, los fines de
semana solía ir a visitar a su familia en Waco.
—Mamá, tranquila. —susurra su hija mientras le da pañuelos de papel a
su madre.
Apoyo mis codos sobre las rodillas mientras observo su interacción. Las
miro con tensión, porque lo que vi no era bonito y no creo que las noticias
sean buenas. Viendo a su esposa y su reacción, realmente me preocupa
cómo pueda reaccionar ante el desarrollo de la operación.
—¿Qué ocurrió? —pregunta la señora Saint-Clair.
—No estoy seguro, pero los caballos se soltaron con la tormenta, creo
que Lucien intentó guardarlos, pero en la oscuridad de la noche se lo
llevaron por delante.
—Dios mío…
La hija ahora me mira como si quisiera matarme.
Trago saliva con nerviosismo.
—¿Hace cuánto que está en la sala de operaciones? —Escucho su voz
por primera vez, tiene un tono muy similar a su madre, habla mucho más
rápido de lo que esperaba, pero asumo que son los nervios.
—Catorce horas.
Ella asiente, pero no agrega una sola palabra, ni hace más preguntas, en
cambio, sus ojos vagan por el hospital. Dudo que esté observando todo, más
bien está pensando frenéticamente. Probablemente imaginando diferentes
escenarios donde los resultados de esta operación sean nefastos o poco
alentadores.
Lo sé, porque mi rostro tiene la misma expresión.
Cinco horas después, un médico sale de la sala y busca entre las
personas que están allí.
Los tres nos levantamos rápidamente.
—¿Señora Saint-Clair? —pregunta el médico.
—Sí, sí, soy yo. —responde moviendo su pañuelo con nerviosismo
entre las manos.
—Bueno —dice el hombre de pelo marrón y uniforme mientras mira
una hoja–, Lucien está vivo, esa es la buena noticia.
—¡Oh! ¡Gracias Dios mío que estás en el cielo! —grita la señora.
Definitivamente es una señora muy nerviosa.
—¿Y la mala? –pregunta su hija.
El doctor exhala aire antes de responder, sus labios apretados y tensos.
Aquí viene la mala noticia.
—La mala es que lamentablemente la médula espinal está
comprometida.
—¿Qué es eso? ¿Qué significa? –pregunta la señora absolutamente
confundida. Mira a su hija, esperando tener alguna respuesta, lo cual es
extraño porque el médico debería ser su base de información.
Pero entiendo que tiene mucho estrés, las dos lo tienen, por eso
respondo yo:
—Parálisis. —Mis brazos cruzados sobre el pecho, mis ojos
concentrados en la mirada afirmativa del doctor.
Las dos me miran con la boca abierta.
El hombre asiente.
—¡Hija! —lloriquea— ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a afrontar
esto?
—No te preocupes mamá, lo solucionaremos. —responde su hija,
mientras acaricia su espalda.
Yo retrocedo unos pasos, para darles intimidad, pero también para
recuperar el aliento. Mis manos están sobre mi rostro y froto mis dedos con
fuerza por mis ojos.
No puedo creerlo.
Una culpa pesada y oscura cae sobre mis hombros, mientras escucho a
las dos perder la cabeza.
¿Esto es mi culpa? ¿Soy el responsable? Porque así se siente. Lucien,
mi amigo y confidente, la figura paterna más fuerte que tuve en mi vida,
estará postrado de por vida porque quería cuidar de mis caballos. Caballos
que ni siquiera son de carreras, son simples caballos que adopté.
De golpe el aire desaparece de mis pulmones y por más que respire con
fuerza, el oxígeno no entra.
Necesito estar afuera.
Necesito cielo abierto y estrellas.
Necesito salir de aquí.
Dando tumbos, llego al ascensor y presiono el botón reiteradas veces
para que me lleve a la planta baja.
–Vamos…vamos… –gruño mientras el aparato baja lo más rápido que
puede.
En cuanto abre sus puertas de metal, camino con pasos largos a la puerta
y cuando salgo a la acera, al fin puedo tomar aire profundamente.
Inhalo en cuatro.
Retengo en dos.
Exhalo en cuatro.
Repito eso al menos cuatro veces, hasta que siento mis pulmones
limpios.
Mis manos sosteniéndome de las piernas, mi espalda encorvada, mis
ojos fijos en el suelo mojado mientras siento el mundo sobre mis hombros.
Todavía respiro con dificultad, pero la presión del pecho casi ha
desaparecido.
—¿Mejor? —pregunta alguien detrás de mí.
Busco el origen de la voz y veo a la señorita Saint-Clair parada al lado
de la puerta. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho, sus ojos hinchados y
rojos por las lágrimas que derramó, su mirada vulnerable le hace cosas
extrañas a mi estómago...
Mi cuerpo se yergue e inmediatamente bloqueo cualquier demostración
de estrés. Carraspeo mi garganta para acomodar mi voz y mis ojos se
vuelven fríos de vuelta.
—Sí –¿No debería estar con su madre? ¿Qué demonios hace aquí?—.
¿Necesita algo señorita Saint-Clair?
Lee entre líneas niña, vete de aquí.
—Sí, bueno…, necesito pedirle un favor. —Puedo ver que tiembla en el
frío y sus dientes rechinan.
No tengo nada para darle, es más, estoy en pijama delante de una
desconocida.
—No se preocupe por los gastos del hospital, ya me encargué de eso. —
Vete, aléjate de mí.
—Oh no, no era eso, aunque… gracias, no era su responsabilidad.
—Si lo era. —agrego con dureza— ¿Qué necesita?
Detesto las conversaciones innecesarias.
—Yo… me gustaría…
—No tengo todo el día señorita Saint-Clair, vaya al grano. —Mis ojos
severos miran hacia abajo, ella se ve pequeña a mi lado, joven incluso y yo
no soy un viejo.
—Me gustaría que me considere como reemplazo de mi padre.
¿Qué?
¿Está loca? Una mujer no puede hacerse cargo de mi rancho.
—De ninguna manera.
Sus ojos negros me miran con pena y tengo que alejar la mirada porque
me incomodan.
—Señor Walker, mi madre no puede trabajar, mi padre va a estar
postrado de por vida, tengo que mantener a la familia de alguna manera.
Chisto por lo bajo y comienzo a caminar sin sentido por la acera
mojada.
—¿Usted no estudiaba algo? —En mi cerebro busco razones, busco
deshacerme de ella— ¿O trabajaba? no debería abandonar una carrera a esta
altura.
—Sí, pero estoy dispuesta a dejar todo y comenzar a trabajar en su
rancho, si usted me lo permite.
—Dije no Señorita Saint-Clair, ¿no fui claro acaso?
Ella da un paso más cerca, yo la observo como si su sola presencia fuese
aberrante, no puedo evitarlo, no quiero gente cerca mío.
—Prometo dar todo de mí.
—No, si el dinero es el problema aquí, no se preocupe, yo me haré
cargo de que no les falte nada.
—Señor Walker, usted conoce muy bien a mi padre, nunca aceptaría
dinero de caridad, necesito dar el paso adelante, hacerme cargo de ellos.
Maldición.
—¿Tiene experiencia?
—No, pero…
—Entonces no hay nada más que hablar, ahora si me disculpa, voy a ver
a su padre. —paso a su lado, dejando una estela de ira detrás y camino al
ascensor más cercano.
¿Quién se ofrece a trabajar en un rancho cuando no tiene experiencia?
Está completamente fuera de lugar esta mujer.
Cuando las puertas se abren, la enfermera me lleva a la habitación de
Lucien, mi amigo está postrado en una cama, debilitado y dolorido. Su
mujer está a su lado, sosteniendo su mano.
Mis ojos rondan por sus manos entrelazadas, por un segundo me
pregunto qué se sentirá tener a alguien a tu lado cuando te sientes así.
¿Será diferente? ¿O al fin y al cabo te sientes solo igual?
—Oliver… —gime Lucien mirando hacia la puerta.
Camino hasta mi capataz y lo observo con ojos angustiados.
—¿Por qué fuiste a buscarlos? ¿Por qué no me llamaste? —Las
preguntas que rondaban por mi cabeza todas estas horas de espera.
—N-no pen… pensé que habían escapado to-dos.
Puedo ver que siente dolor solo por hablar.
—Shh, está bien, no hables, puedo gritarte cuando te sientas mejor.
El hombre sonríe con pena, pero mueve su cabeza de un lado a otro.
—Necesito… un favor.
¿Otra vez?
Sostengo su mano con fuerza.
—Lo que sea Lucien. —susurro.
—Dale u-una oportunidad, ella… ella es muy capaz.
Tomo aire y suelto todo de golpe.
Maldición.
—No va a poder con todo, es mucho trabajo. —insisto.
Su mujer me mira con ojos apenados pero expectantes, la presión
comienza a subir por mi pecho, hasta mi garganta.
Lucien asiente moviendo su cabeza con lentitud.
—Te sorprenderá, créeme…
El matrimonio espera por mi respuesta.
Tengo la mala fama de ser desalmado, cruel por momentos, puede que
sea verdad ahora mismo, pero ver el desamparo en esta pareja adulta hace
que mi corazón comience a estrujarse poco a poco.
Esto es un error.
No lo hagas, solo traerá problemas.
Tendrás que trabajar el doble y no tienes tiempo para eso, tienes una
empresa que sacar adelante.
Joder.
Asiento.
—Está bien, pero tú tienes que enseñarle todo.
El viejo Lucien sonríe.
—No te preocupes por nada, no vas a enterarte de que no estoy ahí.
Me río con amargura.
—Lo dudo, viejo amigo, lo dudo muchísimo.
2

CALA

—C ama, silla, ropa, libros, mmm, ¿qué es esto?, oh sí,


importantísimo, la vajilla de la abuela —señalo mientras
repaso todas nuestras pertenencias apiladas en un pequeño
camión—. Sí, estamos listos —le digo a nadie.
Hace un mes que mi padre tuvo un desafortunado accidente en el rancho
Walker. Una noche tormentosa, los caballos se soltaron por el campo, mi
padre decidió que era necesario cogerlos (no fue su momento más brillante,
debo reconocer). Lluvia torrencial, truenos, relámpagos y noche cerrada; ni
yo, que no entiendo nada sé que era una mala idea salir, pero
aparentemente, mi padre pensó que era adecuado. Ahora va a pasar el resto
de sus días en una silla de ruedas.
No pienses Cala, no lo razones.
Mi vida un mes atrás era normal, simple, iba a la universidad Baylor, en
Waco, Texas, donde hacía un posgrado en periodismo digital. Vivía con mi
madre y la ayudaba con las cosas de la casa mientras mi padre trabajaba
para el famoso (o infame) Oliver Walker, el multimillonario que vive como
un ermitaño en su super-mega-hiper rancho en Dallas. Esta persona que te
habla salía con un chico, Roger era su nombre, que conocí en la universidad
y salimos juntos por unos seis meses, un chico de familia adinerada que
estudiaba administración de empresas en la misma universidad que yo.
Trabajaba en el periódico local de Waco, hacía entrevistas a los comercios
que surgían por la nueva moda de remodelar casas viejas y convertirlas en
casas de campo estilo “Farmhouse”, gracias a Johana y Chip Gaines, los
pioneros de este cambio. Sí, mi vida apuntaba a ser como una vida más de
cualquier chica norteamericana de veintiocho años, encaminada,
organizada, simple.
Excepto que ahora el mundo se puso patas para arriba y tengo que
abandonar absolutamente todo lo que conozco para trabajar en el rancho
Walker y no me malinterpretes, por mis padres soy capaz de hacer lo que
sea, solo que mi cerebro tiene que retroceder un poco y acomodar las ideas
de futuro que tenía para mí.
Tengo que reemplazar mi ordenador por una pala, mi ropa entallada de
oficina por un mono de trabajo y mis libros de periodismo por libros de
jardinería, trabajo de fuerza y animales.
Cierro las puertas dobles de la furgoneta y le doy una palmadita como si
me entendiera que tenemos cuatro horas de viaje hasta Dallas.
Mi madre está en la casa donde solía vivir mi padre. Acordamos que yo
me encargaba de hacer la mudanza, mientras ella se encargaba de preparar
la pequeña cabaña para tres personas. ¿Por qué? Porque mi padre quiere
estar cerca para poder enseñarme todo lo que no sé sobre cómo sacar
adelante un rancho.
Enciendo el motor, me acomodo en el asiento mientras me pongo el
cinturón de seguridad y tomo aire profundamente.
—Allá vamos…
En la radio, suena “good 4 u” de Olivia Rodrigo y voy cantando a los
cuatro vientos por las carreteras de Texas, extirpando cualquier energía
negativa que tenía, mientras acaricio el collar que me regaló mi abuela, uno
de lapislázuli con manchas doradas. Sonrío agradeciendo que mi padre
sigue vivo y que la vida sigue.
Hago una parada para comer y mientras pincho una ensalada con un
tenedor de plástico, leo un mensaje de Roger en el móvil.
El día que le dije lo que había pasado, estaba más compungido que yo,
ofreció su ayuda, incluso dijo que se iba a mudar a Dallas para estar
conmigo, aunque creo que lo dijo de boquilla, porque su vida entera está en
Waco.
A ver, no quiero sonar mal, pero vi suficientes parejas fallar una y otra
vez cuando intentaban seguir la relación a distancia, eventualmente alguien
termina en los brazos de algún extraño y todo explota por los aires, yo no
quiero eso para mi futuro. De todas maneras, le dije que iba a visitarlo
cuando pudiera pero que no iba a ser pronto porque tenía mucho que
aprender.
“Ya te extraño” dice el mensaje de Roger.
Oh no, esto va a ser difícil, especialmente porque yo ya tengo un pie
fuera de la relación, mentalmente hablando al menos.
¿Mi respuesta?: ☺ ♥
Todos sabemos que si contestamos con emoticonos estamos dando por
terminada la conversación, ¿no? ¿O soy yo sola? En fin, es preferible
terminar con todo cuanto antes.
Dos horas más de viaje. Cambié la radio por un audiolibro que
recomendaron en un foro para aprender sobre la tierra, el señor que relata
todo tiene una voz calmada y profunda, me recuerda a la voz del locutor de
todos los documentales de animales que dan por Netflix o la del señor
Walker, que, por cierto, por un segundo casi me engaña mostrándose sereno
y lógico ante el día trágico que vivía mi padre, pero cuando lo encontré
afuera, regulando su respiración, con ojos perdidos, me di cuenta que era
una fachada, como lo debe ser el resto de su personalidad. Esos tipos son
falsos, todo el mundo lo sabe, aunque mi padre lo defiende con uñas y
dientes, puedo ver cuando alguien tiene una mirada llena de superioridad,
esas miradas que intentan hacerte sentir diminuta. Por suerte soy inmune y
lo único que me interesa es hacer un buen trabajo, no necesito que me caiga
bien.
El GPS indica que estoy a menos de cinco minutos ya, miro a mi
alrededor con una mirada perdida y solo veo verde eterno. Pareciera que no
habita nadie en estas tierras desde hace mucho tiempo.
–¿Dónde está el rancho? –susurro con mis dos manos sobre el volante,
mirando de un lado a otro como una turista perdida.
“Gire a la derecha cuando sea posible” dice la voz del GPS.
—¡No hay derecha aquí, Patricia! –Así le puse a la voz del GPS,
Patricia, me hacía sentir que era más amigable, pero en este momento
quiero matarla.
Sin pensarlo y por instinto doblo a la derecha, el camino es de tierra y
tiene baches llenos de barro. Avanzo lentamente, hay una arboleda que
bloquea la vista, pero cuando avanzo un poco más…
—¡Allí! –le grito a Patricia– ¡Sí! ¡Lo encontré! –Canto con alegría y
avanzo por el camino de tierra, hasta que siento que el camión se hunde en
algo. —¿Qué demonios? —Aprieto el acelerador, pero puedo escuchar una
de las ruedas patinar y girar sin sentido. –¡Oh no! No, no, no…
Por favor que no sea lo que pienso que es…
Por favor, Diosito, por favor.
Bajo con miedo en los ojos y palpitaciones descontroladas, mis pies se
entierran en barro, chapoteando agua sobre mis vaqueros.
—Genial…
La rueda tiene al menos quince centímetros hundidos en agua y barro.
—Esto no puede ser un buen comienzo. —murmuro.
Con los brazos en jarras, miro la escena, pensando en qué haría mi
padre en mi situación. Llamarlo no es una opción, solo voy a lograr que se
ponga nervioso y eso no nos ayuda en absoluto.
—Piensa Cala, piensa, no puede ser difícil si los hombres lo hacen todo
el tiempo.
Miro hacia los costados, comprobando que nadie haya escuchado ese
chiste y me arremango.
Intento sacar las ruedas al menos dos veces más, las dos veces siento
que entierro el camión aún más profundo en el barro. En el tercer intento
comienzo a buscar una piedra lo suficientemente grande para que la rueda
consiga tracción y salga. Pero nada parece adecuado a mi alrededor y si es
muy grande entonces no puedo moverla.
Camino y camino, siempre rodeando el camión para no perderme.
Entonces la veo.
Perfecta, allí, sobre el césped, a unos diez metros de distancia del
camión.
Me pongo de cuclillas lista para levantarla, cuando escucho…
—¡¿Qué hace!? ¡Deténgase ya mismo!
—¿Eh? –Volteo y veo al señor Walker, caminando hacia mí
rápidamente, pasos firmes y enojados.
—¿Por qué hay una furgoneta obstruyendo la entrada de mi casa,
señorita Saint-Clair?
Sus ojos están ocultos tras unas gafas de sol muy opacas, su barba está
prolijamente cortada, debajo de un abrigo de paño, hay un traje
perfectamente entallado. No parece ser alguien que tiene un rancho, más
bien un hombre de negocios neoyorquino paseando por Dallas.
—Buen día, señor Walker.
Exasperado, resopla.
—Estoy esperando una respuesta.
¿No es obvio? ¿No ve la furgoneta siendo tragada por la tierra?
—Bueno, claramente la furgoneta está atrancada en el barro, estaba
buscando una piedra para…
—¿Y a quién se le ocurre entrar a esta zona si no es con un todoterreno?
—murmura para sí mismo.
—Es… –Estoy mirándolo casi con preocupación por lo crispado que
está— Es una furgoneta alquilada, señor Walker, no había muchas opciones
más…
No sé si me mira o no, sus gafas son demasiado oscuras, lo que sí puedo
ver son sus cejas unidas en el centro de su frente, las arrugas allí ya son
permanentes por tener esa expresión todo el día, probablemente.
—¿Y qué estaba haciendo aquí? —Señala su alrededor con la palma de
la mano abierta.
—Buscando una piedra para poder hacer…
—¿Y la encontró?
¡¿Este hombre tiene fobia a las frases completas o que!?
Señalo a mi nueva mejor amiga, la piedra, tirada en el suelo, todavía no
sé si esto va a funcionar o no, pero ya me siento realizada.
Resoplando, camina hasta la piedra y la levanta como si fuese una
pluma. Sin decir más, se da media vuelta y vuelve al camino.
Yo lo veo irse con la boca abierta, nunca me tocó dialogar con una
persona tan agresiva y antipática y eso que vengo del periodismo, donde los
egos a veces abundan.
Antes de llegar se detiene y voltea.
—¿Va a venir o pretende que haga todo yo solo?
—No —respondo mientras salgo corriendo—, ya voy.
El antipático señor Walker apoya la piedra en el charco de agua y limpia
sus manos dando palmadas en el aire.
—Vaya, intente salir ahora. —ordena.
Me subo a la furgoneta sin rechistar y enciendo el motor. Miro por el
espejo retrovisor mientras acelero y puedo ver como la rueda gira y salpica
por completo al señor Walker, de la cabeza a los pies. En ese mismo
momento, la furgoneta avanza, saliendo del pozo. Pero yo sigo petrificada
en mi asiento, con mis dos manos sobre mi boca.
Se quita las gafas y con la mano limpia el barro de su rostro y camina
lentamente hacia la ventanilla.
—Señor Walker, ¡lo siento muchísimo! —me tropiezo sobre mis
palabras— pero digamos la verdad, ¿quién se queda tan cerca de…?
—Desaparezca de mi vista, señorita Saint-Clair. —gruñe, gira sobre sus
talones y camina hacia su lujoso todoterreno.
¡Mierda! ¿Por qué no puedo cerrar la boca?
3

OLIVER

E liza deja su boca abierta como si hubiese perdido la capacidad


muscular de sostener su mandíbula cuando me ve entrar,
completamente embarrado.
—No preguntes… —gruño sacando mis zapatos ya no tan brillosos.
Camino directamente a mi dormitorio, con los puños cerrados y
palabras irritadas en mi aliento.
Me quito la ropa con cuidado de no manchar nada más, mientras
refunfuño:
—Todo completamente arruinado, debería tirarlo a la basura.
Yo sabía que era mala idea traer a esa chica, si no puede manejar una
furgoneta, entonces ¿qué demonios piensa hacer con todas estas hectáreas
de puro trabajo?
Camino al baño y me meto bajo la ducha, puedo ver pedazos de barro
cayendo sobre mis pies, barro que tengo en la cabeza, mezclado entre mi
pelo, bajo mis uñas, bah…
El baño tiene paredes de piedra, un ventanal con las mejores vistas de
mis hectáreas y una bañera que apunta a toda esa belleza verde, bueno, ya
no tan verde, el otoño está aquí y puedo ver cómo los colores no vibran con
la misma intensidad que la primavera, algunos árboles incluso ya
comenzaron a perder las hojas.
Primavera y otoño son las únicas épocas donde llueve sin parar en
Dallas, a pesar de que todo el mundo piensa que Texas es un desierto sin
vida, en esta zona en particular hay tanta belleza que a veces arrebata el
aliento.
El verde Dallas es definitivamente mi color favorito.
Envuelvo una toalla en mi cintura y camino de vuelta hacia el
dormitorio. Astro está a los pies de la cama y me mira con curiosidad, como
si sintiera la ira que tengo todavía.
—Ya se me va a pasar. —le digo a mi perro mientras acaricio entre sus
orejas.
Astro es un pastor ingles que rescaté de un refugio de animales hace tres
años, era un cachorro adorable y juguetón cuando llegó a mi rancho, ahora
si no lo conociera saldría corriendo en dirección contraria; luce como un
lobo aterrador, de pelaje negro y lacio, ojos oscurecidos y orejas largas y
puntiagudas.
Me siento a su lado y dejo caer mi espalda sobre la cama, mirando al
techo de madera, no se me quita la furia, pero tampoco se me quita la
manera en la que la señorita Saint-Clair me miró mientras descargaba todo
el estrés de esta mañana en ella.
Me miró como si estuviera mirando a un loco, pero también como si le
diera un poco de gracia.
—Puta madre… —murmuro tapando mi rostro con una almohada.
Quizás se me fue un poco la mano.
Astro se acomoda a mi lado, haciéndose pequeño.
—No te pongas cómodo, sabes perfectamente que no puedes estar sobre
la cama, lo estoy permitiendo solo porque estoy agotado —Se hace el sordo
y suspira, ignorándome por completo.
Nada nuevo.
Mi habitación es de tamaño mediano, el techo es abuhardillado y de
madera oscura, el suelo es de un color similar, pero las tablas son más
gruesas y rústicas. Sobre el lado derecho de la cama hay un ventanal del
techo al suelo, sin cortinas ni acabados que me digan que estoy dentro de
una habitación. Siempre necesito estar afuera, al aire libre. Por eso detrás de
mi cama, sobre la pared, hay una imagen gigante de un bosque en blanco y
negro que simula el exterior. También tengo una chimenea frente a la cama
para cuando llega el invierno y un cómodo sillón blanco con una pila de
libros al costado.
No necesito mucho más, ni quiero toda la tecnología del mundo como
tienen mis hermanos en sus hogares.
Mi hermano mayor, Silas, vive en Nueva York con su esposa Lauren y
su hijo Julián, ellos viven en un edificio completamente ecológico, con
paneles solares y la tecnología suficiente como para no tener que usar las
piernas en su propia casa. Mi otro hermano, Luca, vive en Miami con su
hija Mila y su mujer Emma, también están completamente equipados, listos
para tener un búnker en caso de que llegase el fin del mundo. Ahora, mi
hermano Killian es otra historia, soltero como yo, vive solo en una mansión
en las colinas de Oakland, cerca de San Francisco y vive más tiempo fuera
de su casa que dentro.
No por las mismas razones que yo, al menos que yo sepa. Con Kill
tengo más relación, hablamos diariamente, es más, recuerdo que me llamó
esta tarde, pero estaba en una reunión y no pude atenderlo.
Él descuelga la llamada rápidamente.
—¡Hey, cowboy! —grita del otro lado.
Volteo mis ojos con irritación, siempre me dice así y lo detesto.
—¿Llamaste? –Camino hasta la gran ventana y apoyo mi mano en el
cristal, la toalla sigue firmemente en mi cintura, mis ojos se pierden en el
paisaje...
—Sí, hombre, quería saber cómo estaba Lucien, la última vez que
hablaste de él fue hace un mes.
Se me retuerce el estómago de solo pensar en ese día, cuando volví del
hospital, eran las nueve de la noche, estaba desesperado y lo único que se
me ocurrió fue llamar a mi hermano, le conté lo sucedido y me descargué
con él.
—No lo sé —digo mirando hacia la casa de mi capataz, se ve pequeña
desde aquí, pero logro ver la furgoneta de la señorita Saint-Clair en la
entrada, agudizo la vista para ver mejor, pero es imposible.—, creo que
bien, al menos mentalmente.
Cojo los prismáticos que siempre tengo a mano para ver a mis animales
desde mi habitación y espío, sosteniendo el móvil entre mi oreja y el
hombro.
—Ya bueno, no quiero imaginarme una noticia peor que no poder
caminar cuando eras una persona activa como él —dice mi hermano—,
bueno cualquier persona.
Con los prismáticos puedo ver a la señorita Saint-Clair intentando bajar
una cama, ella sola.
—Está loca… –susurro.
—¿Quién?
—Nada, digo, nadie; escucha, tengo que irme, te llamo luego.
—¿Eh? ¡Acabas de llamarme Oli!
—Sí, lo siento, pero Eliza necesita algo, adiós.
Termino la llamada, me visto rápidamente con unos vaqueros y una
chaqueta.
Paso corriendo por la cocina y Eliza, mi ama de llaves, me ve pasar.
—¿A dónde vas tan apurado?
—A ayudar a la chica más torpe que he conocido jamás. —respondo.
En el momento que aparco el todoterreno en la puerta de Lucien, la
señorita Saint-Clair pierde el agarre de la cama y la deja caer. Puedo
escuchar el ruido de la madera quebrándose.
Dios, que torpe es.
Cierro la puerta y camino hacia ella.
—¿Tiene algo más para romper? –pregunto con las manos dentro de la
chaqueta.
Ella está mirando para abajo, a la cama rota, cuando levanta la mirada,
puedo ver sus ojos negros apenados.
Oh, mierda, ahora me siento mal.
Suspiro y evito hacer contacto visual cuando digo lo siguiente:
—No se preocupe, tengo camas extras en mi casa.
Baja de la furgoneta y examina la madera rota.
—Creo que puedo arreglarlo —dice—, nada que un video de YouTube
no explique. —Y así desaparece cualquier sentimiento triste para lucir
animada y chispeante otra vez.
¿Qué carajos? ¿Quién cambia tan drásticamente? Un bipolar…
—Bueno, si no funciona, hable con Eliza, ella puede conseguirle una
nueva cama.
Ella asiente con una sonrisa y limpia sus manos en el vaquero, sobre sus
muslos.
—¿Lo puedo ayudar con algo, señor Walker?
No, vengo a ayudarte a ti.
Con la cabeza señalo la cama.
—Parece que necesita una mano.
—Ah, la hospitalidad Texana… —dice como si fuese un atributo que
tenemos todos lo que vivimos aquí, me entran ganas de voltear los ojos,
pero lo resisto, en cambio, camino directo a la furgoneta y me subo sin
pedir permiso.
Está lleno de cajas, algunas ni siquiera están cerradas apropiadamente,
ropa suelta y electrodomésticos viejos.
—Ehh… ¿Segura que no se equivocó de furgoneta? Parece una con
destino al ejército de salvación.
Escucho que ella sube también, una risa cantarina aparece dentro del
estrecho espacio.
No intentaba ser gracioso .
—Son mis cosas, solo que no tuve mucho tiempo para embalar todo. —
Coge una caja y se la lleva.
Yo la imito y los dos vamos y venimos, dejando las cajas en la puerta de
la casa de Lucien.
Cuando terminamos, camino lejos de ella, cuando dice:
—¿Quiere ver a mi padre? Estoy segura que le va a gustar charlar un
rato.
Mierda.
Estoy evitando a Lucien como si fuese la plaga, no puedo mirarlo a los
ojos y no sentir un yunque sobre mi pecho.
Asiento una vez con mis hombros tensos y la sigo, hasta que entro a la
pequeña cabaña, diseñada para una persona.
Ahora son tres.
Huele a algo cocinándose, algo como sopa o verduras al horno.
El lugar es demasiado pequeño para los tres, tuvimos que modificarlo
para que Lucien viva en la planta baja con su mujer, prácticamente al lado
de la cocina, mientras que arriba solo hay un dormitorio y un baño, que
asumo que va a ser para la señorita Saint-Clair.
—¡Oh! ¡Mira lo que Dios trajo, Lucien! —la señora Saint-Clair grita
con entusiasmo, siempre es muy dramática para hablar.
Entierro mis manos en la chaqueta otra vez y espero que mi viejo
capataz ruede hasta donde estoy yo, sintiéndome horriblemente mal por
verlo así, pero lo enmascaro.
—Hola, Lucien. —digo incómodamente.
Mi viejo amigo luce cansado, triste incluso.
Me agacho para estar a su altura y nos fundimos en un abrazo.
—Qué bueno verte. —dice con una sonrisa tímida, rueda hasta una
mesa con dos sillas y espera a que me siente a su lado.
La señorita Saint-Clair va y viene con sus cajas, subiendo por la
escalera y haciendo mucho ruido.
—¿Pudiste con la cama? —pregunta el padre.
Estoy por abrir la boca para contarle lo que vi, cuando su voz
interrumpe desde el primer piso.
—¡Sí! ¡Fue fácil como dije! —grita con un tono alegre.
Frunzo el ceño otra vez. Eso no fue lo que pasó, está lejos de ser la
realidad.
Parece que no soy el único que sabe enmascarar sentimientos y
situaciones.
—Ahora la ayudo a subirla, no te preocupes. —susurro para él solo.
La mujer trae comida a la mesa, cosas saladas, poco saludables y muy
deliciosas y se retira a su dormitorio inventado, uno que está separado con
una cortina para darnos privacidad.
Tímidamente comienzo a hacerle preguntas a Lucien, sobre su salud y
la comodidad de esta casa. Me siento como la mierda cuando veo lo
apretados que están aquí y yo, en mi mansión, donde Eliza tiene que limpiar
habitaciones que nunca son usadas.
Especialmente esas que preparé para mis sobrinos, pero que nunca
usaron.
Detrás de mí escucho a la señorita Saint-Clair maldecir cuando una caja
se desfonda y todas sus pertenencias se caen a sus pies.
Lucien observa todo con pánico y por alguna razón me mira apenado.
Cuando volteo la veo levantando todo con rapidez.
—Déjeme ayudarla. —digo cuando me agacho a su lado.
—Oh, no por fa…
Tarde, en mi mano hay un tampón gigante.
Cuando presto atención a todo lo que está tirado, puedo ver la higiene
femenina por doquier. La señorita Saint-Clair arranca el tampón en mi
mano y lo arroja dentro de una bolsa.
—Por favor…—susurra—, déjeme seguir.
Algo en su tono me implora clemencia y por un segundo la siento
indefensa.
Me levanto y camino lejos de ella, como si fuese una bomba a punto de
explotar. Cuando vuelvo a la mesa Lucien sonríe con tensión.
Quiero irme.
—¿Cómo está trabajando el peón temporal? —pregunta Lucien,
tomando una taza entre sus manos.
—No es tan eficiente como tú, si eso es lo que quieres saber. —
respondo tomando una aceituna que chorrea aceite.
Lucien se ríe, pero luego su mirada se endurece.
—Cala va a hacer un buen trabajo, créeme, voy a enseñarle todo, sus
huesos jóvenes van a ser más eficientes que los míos.
Asiento y tomo una taza también, porque no sé qué demonios responder
para no quedar como el ogro en todo esto, así que bebo café para mantener
mi boca cerrada. Verbalizar mis pensamientos suena como una muy mala
idea, primero porque usualmente son bastante negativos, segundo porque no
quiero decirle que alguien así de torpe no puede llevar adelante este rancho.
Es solo cuestión de tiempo hasta que todos se den cuenta que tengo razón,
una vez más.
—El peón va a ayudarla al principio, hasta que encuentre el ritmo. —
declaro sin darle opción, no puedo dejar mi rancho en manos de
inexpertos… inexpertas.
Lucien asiente aceptando esta pequeña derrota.
Entonces escucho ruido otra vez, los pies de Cala Saint-Clair bajan
apresuradamente por la escalera.
—¿Está lista para subir la cama? —digo sobre mi hombro.
Por el rabillo del ojo, puedo verla asentir sin decir una palabra, entonces
me levanto y los dos salimos en búsqueda de la cama rota.
Ella sostiene una esquina, completamente inclinada.
—Señorita Saint-Clair, así no puede levantar una cama, tiene que
flexionar sus rodillas para no lastimarse la espalda.
—Aquí viene el Mansplaining… —susurra.
—¿Qué?
—¡Nada! —flexiona sus rodillas— Estoy lista.
¿Qué es mansplaining?
Imito el movimiento y los dos levantamos la cama al mismo tiempo.
Ella camina hacia atrás y yo observo con nerviosismo cómo está a punto de
tropezarse todo el tiempo.
—Cuidado, hay un escalón. —indico.
Ella revira los ojos cuando piensa que no puedo verla y solo despierta
ganas de asesinar a alguien por primera vez en mi vida.
Sube por los dos escalones que llevan a su casa con rapidez, haciendo
que me choque contra la pared.
—¡Despacio! —gruño.
—¡Lo siento!
Cuando llegamos a la planta alta y el ángulo de giro no da.
—¿Midió la cama antes de subirla? —Mis brazos son fuertes, pero no
puedo sostener esta cama todo el maldito día.
—Ehhh…
Matar es ilegal, Oliver, es ilegal.
—No puedo creer esto… —susurro para que no me escuche Lucien,
pero sí ella.
—No se desespere señor Walker —escucho su voz del otro lado de la
cama—, podemos solucionarlo.
—Sí, ¡desarmándola!
Ignorándome, siento como comienza a hacer fuerza, haciendo que la
cama pase por encima de unas cajas, yo no tengo más alternativa que
seguirle el movimiento si es que no quiero caerme de esta estúpida escalera.
Pocos metros más adelante, encuentra lugar para apoyarla en la diminuta
habitación.
Mi baño es más grande.
Limpia sus manos en los vaqueros y sonríe.
—¡Hecho!
Mis ojos aburridos e irritados la miran con amenaza, pero ella pretende
que no estoy allí y comienza a acomodar sus cajas. Miro a mi alrededor, por
curiosear nada más, las cajas abiertas tienen libros, grandes y pesados y
ahora me siento mal porque esta chica tendría que estar estudiando y no
haciendo estos cambios.
Quizás pueda darle trabajo en mi oficina en vez de aquí…
No Oliver, ¿qué estás pensando? Es como llevar al demonio de
Tasmania a una habitación llena de vajilla lujosa.
4

CALA

E sta es mi primera semana en el rancho Walker y ya aprendí varias


cosas.
Por ejemplo, cuando mi padre me hablaba de rancho yo
visualizaba un lugar normalito. Bueno, nada más alejado de la realidad, el
rancho Walker es un paraíso, un lugar de lo más increíble, todo parece ser
nuevo o lujoso o las dos; como los establos de los caballos, pintados de
blanco inmaculado; y los senderos que conectan un lugar con otro son de
piedra y están iluminados por la noche. Oh, mi parte favorita es la laguna
con un pequeño muelle donde hay canoas para al menos seis personas. Los
corrales tienen animales tranquilos pastando todo el día, el césped tiene el
mismo alto en casi todas las hectáreas, es verde furioso y los árboles, no me
dejes empezar a hablar de los árboles, son inmensos, de grandes copas.
Luego está la mansión del señor Walker, que es como una cabaña super-
mega-archi grande y moderna con grandes ventanales, balcones y terrazas.
Hablando de mi jefe, aprendí que el señor Walker se va a las siete y media
de la mañana todos los días y vuelve a las dos de la tarde. Puntual, ni un
minuto más ni uno menos, pero no pienses que eso no le quita tiempo para
levantarse a las cinco de la mañana y vigilarme desde su casa con unos
maldito prismáticos.
Sí, dije prismáticos.
Esa es la regla número uno de cualquier psicópata, tener los mejores
prismáticos del mercado.
Pero en el fondo sé que no lo hace por psicópata, lo hace por
controlador compulsivo, lo cual me lleva a lo segundo que aprendí. El
hombre tiene serios problemas de confianza, sus métodos son sagrados y
debo cumplirlos al pie de la letra.
Es básicamente un dictador, excepto que este dictador luce como un
dios griego escrito por Sherrilyn Kenyon.
Lo tercero que aprendí es que mi padre es muy malo explicando
procedimientos. Ejemplo:
—Es importante que los caballos coman antes de pastar.
—¿Por qué?
—Porque yo lo digo, Cala.
Apoyo el bolígrafo sobre la mesa y dejo de anotar todo lo que me dice,
en modo de protesta, algo que lo irrita muchísimo, él quiere que tenga todo
anotado.
—Porque nos tenemos que asegurar que los caballos coman los
nutrientes necesarios, sino después se llenan con pastizales poco nutritivos.
Con una sonrisa asiento y escribo todo lo que dijo.
Como buena periodista, a mí me gusta entender los por qué y si él
quiere que lleve adelante este rancho con éxito tiene que explicármelos.
Lo cuarto que aprendí es que me llevo muy bien con Ángelo, el peón
que el señor Walker contrató para que no prenda fuego a su rancho. Es un
chico dos años menor que yo, su padre es capataz en un rancho en Dallas
también y vino aquí a echarme una mano. Resulta que nos llevamos muy
bien, es divertido y muy parecido a mí en cuanto a energías y humor.
No como algunos otros que suelen espiar desde su torre con auras
inquietantes.
Oye, las auras existen, todos podemos percibirlas, por eso puedo
detectar la de él a kilómetros de distancia. Hay demasiada oscuridad dentro
de ese hombre. Lo cual es difícil de comprender, uno pensaría que un
hombre como él, que lo tiene todo, no debería tener problemas.
Pero yo los veo.
Casi que los puedo oler y no puedo evitar querer saber más…
—Así no Cala, debes tener cuidado, una patada de ese bicho y…
Respiro profundamente cuando mi padre me dice esto, el pobre hombre
quedó traumado y no se acerca a los caballos desde esa noche. Mi madre lo
trajo hasta aquí y me pidió que lo dejara” al menos a cinco metros de
distancia, mientras yo cepillo a los caballos antes de guardarlos en el
establo.
Mi padre era un hombre sin miedo, era de esos tipos que se creían
invencibles, pero bueno, ya sabes cómo terminó la historia.
—Tranquilo papá, si se descontrola, yo corro lejos de él, no hacia él . —
La última parte la murmuro, no quiero hacerlo sentir mal tampoco.
Hoy es mi quinto día y poco a poco estoy encontrando una rutina.
Aunque mi padre me advirtió que sábado y domingo tengo prohibido hacer
cualquier tarea en el campo. Esos son los días que Oliver Walker trabaja en
sus tierras y no quiere que nadie lo interrumpa.
Lo entiendo y lo respeto.
Así que dejo todo preparado para que él juegue a ser cowboy con su
campito.
La dinámica dentro de nuestra casa no es muy distinta a cuando
vivíamos en Waco, la diferencia es que, en la otra casa, mi habitación tenía
puerta y eso me daba un poco de privacidad. En esta casa mi dormitorio es
más un altillo, así que todo lo que ocurre abajo, se escucha arriba.
Me recuerda al libro que mi abuela me obligó a leer a los doce años, el
Kybalion, hablaba de las leyes del universo y una de ellas decía: “Como es
arriba, es abajo; como es abajo, es arriba”.
Eso es lo que ocurre en mi nueva casa, viviremos todos en diferentes
niveles, pero pareciera que vivimos todos en una misma habitación.
A los veintiocho años me imaginaba viviendo sola, en un apartamento
diminuto, viviendo la vida loca (comer, ver Supernatural y vivir en pijama).
Pero la vida te da sorpresas, como decía Rubén Blade, y tengo que estar de
acuerdo con él.
No pienses, Cala.
Acaricio el cabello de Ruby, una yegua con complejo de vaca, tiene
manchas blancas y negras sobre su lomo y sonrío. Pasar tiempo con los
caballos se volvió mi tarea preferida. No sé qué tiene este animal, pero hay
algo muy noble y místico.
O puede que me los imagine con un cuerno en la frente y alas llenas de
purpurina.
—Listo querida, quedaste hermosa. —Cojo las riendas y la llevo hasta
su espacio en el establo.
—Bueno —dice mi padre—, esta semana ya experimentaste todo Cala,
solo te queda mejorar el tiempo que te lleva cada actividad.
Sabiendo que mi padre no me está viendo, suspiro con pesadez porque
sus comentarios nunca son alentadores, siempre tiene que mencionar el
error primero.
Abrigo a Ruby para la noche, cubriendo su lomo con una pieza especial
diseñada exclusivamente para ella y acaricio su nariz suave y blandita.
—Buenas noches, vaquita. —Ella responde con un movimiento vertical
en su cabeza y me ve irme.
Cojo la silla de ruedas de mi padre y lentamente vamos hacia la casa, no
es tan lejos, pero mis pies están realmente cansados y necesito llegar rápido
para tirarme en mi cama y morir hasta el lunes, donde empieza todo otra
vez.
5

OLIVER

E l concepto ‘mansplaining’ es un neologismo que combina las


palabras ‘hombre’ y ‘explicación’, el cual consiste en que un varón,
por lo regular, explica de manera paternalista o condescendiente algo
a una mujer, pues la considera menos apta que él.
¿Qué cojones?
Me quedo mirando la pantalla del móvil en la penumbra de la noche con
la boca abierta.
¿Me llamó paternalista? ¿En mi cara?
Siento que la rabia bulle y todavía no salió el sol, maldita sea.
Me desperté antes de que mi alarma sonara porque las pesadillas de
siempre volvieron. Suelen aparecer en mis épocas de mayor estrés y a veces
ya hasta las espero como cuando esperas un pelotazo en la cara, eso no
quita que me despierte en medio de la noche y no pueda seguir durmiendo.
No está tan mal, son las cuatro de la mañana y mi alarma está
programada para que suene a las cinco todos los días, por eso estoy
googleando estupideces.
La única razón por la cual no salgo en la noche es por los peligros que
tiene Texas cuando la luna está en lo alto.
A Texas lo llaman “El Australia” de Estados Unidos por una razón,
tenemos serpientes, coyotes, escorpiones, cocodrilos, hormigas asesinas,
felinos… Sí, tenemos suficiente para que la noche no sea la mejor opción.
Tampoco quiero a mis animales vagando por ahí, a la merced de lo que sea
que quiera traspasar mis hectáreas.
Antes de comenzar mi jornada, me pongo al día con algunos e-mails
que tenía pendientes y si mal no recuerdo, mi secretaria me envió algunos
papeles para que firme durante el fin de semana.
Sí, nunca estoy aburrido, o quieto, o con tiempo libre. Mi cabeza
necesita estar ocupada, mi cuerpo en constante movimiento.
Cuando el sol comienza a salir por el horizonte, bajo hasta la cocina y
abro la nevera. Por alguna razón me quedo mirando, sin saber por qué estoy
aquí.
—Desayuno, Oliver, desayuno… —murmuro cuando agarro la leche y
la bolsa de pan para hacer tostadas.
Durante el fin de semana quiero el rancho para mí solo, no quiero que
nadie invada mi único momento para hacer lo que más me gusta. Cosechar,
cuidar de mis animales, caminar por mi campo y pasar tiempo a solas.
A solas…, ergo, con nadie.
Eliza sabe que no la quiero aquí.
Lucien solía irse a Waco, ahora con esta nueva realidad, sé que están en
su hogar, pero nunca los veo. No es que quiera evitarlos, solo quiero…
soledad.
Me pongo mis vaqueros de cosecha (normalmente son vaqueros
gastados y rotos), mis botas tejanas y una camisa. Quizás sea un estereotipo,
pero lo es por alguna razón, el vaquero gastado es cómodo, por eso está
gastado, las botas son de protección y la camisa me da la temperatura
perfecta entre el viento otoñal que sopla a la mañana y el calor que genero
por el movimiento.
La mañana en Texas es pacífica, todos los pájaros cantan al mismo
tiempo, algunos ciervos saltan los alambres y pastan por mis tierras con
delicadeza, huele a aire puro y al rocío de la mañana, es mi momento
preferido del día.
Lleno mis pulmones con el aire más puro que puedo conseguir en Texas
y camino directo hacia el establo. Astro trota a mis pies, moviendo la cola
con la misma alegría que siento yo. Los dos preferimos el exterior, que una
mansión; la compañía de los animales, que la de los humanos; y el silencio
del campo más que el bullicio de la ciudad.
Tengo cinco caballos, que como dije antes son rescatados de las manos
de los despiadados que los usaban para fuerza o para reproducción. Cuatro
vacas de cuerno largo, también rescatadas, tres ovejas, dos cabras (están
demasiado locas para tener más) y seis o siete gallinas, ya perdí la cuenta.
Dentro de la rutina, se alimentan primero a las vacas, los paquetes de
heno son sus preferidos, lo dejo en el medio del corral y ellas lo comen con
paciencia; lo segundo que tengo que hacer es dedicarme a los caballos, la
tarea me lleva el doble de tiempo, ya que las herramientas están
desorganizadas y esparcidas por todos lados gracias a la señorita Saint-
Clair. Las cabras, ovejas y gallinas conviven en el mismo espacio, pero
tengo que moverme rápido porque usualmente tienen mal humor y
empiezan a pegarme cabezazos en las piernas.
Después del mediodía me dedico a la huerta, un gran espacio donde
Eliza obtiene todas las verduras de la temporada. Cuidar de mis plantas y
hortalizas es lo que más me gusta hacer, donde puedo poner mi mente en
pausa y no sentir absolutamente nada.
¿Todo ese dolor que cargo en mis hombros? No existe cuando hago
esto.
Cuando comienza el atardecer, tengo que empezar a guardar a todos otra
vez.
—Astro, despacio. —gruño, entre los dos guiamos a las cabras y a las
ovejas para que se metan en su cobertizo. Pero una de las cabras, la más
joven, se las ingenia para escapar de Astro y comienza a correr lejos de
nosotros. —Maldición, Astro, ¿qué te dije?
Comienzo a correr tras el trastornado animal, que cocea sin sentido al
aire, mientras corre.
—Por esto es que entreno todos los días —murmuro mientras corro—.
Para atrapar animales desequilibrados como tú.
Cuando estoy a centímetros de atraparla, cambia de dirección y se choca
contra Astro, pero burla al perro también y corre directamente hacia la casa
de Lucien.
De soslayo puedo ver una bicicleta pasar a toda velocidad a mi lado,
directo hacia la cabra. La señorita Saint-Clair pedalea hasta pasar a la cabra
y cerrarle el paso. Y con una rapidez asombrosa, atrapa al animal, dándole
un abrazo.
—¡No! —grito, pero ya es tarde, la cabra en ese momento se retuerce y
toma carrera para cabecearla sin piedad.
La señorita Saint-Clair termina en el suelo, sosteniendo su pierna, pero
antes de seguir lamentándose, la toma del cuerno y la reduce en el suelo
justo cuando estoy a su lado, por eso puedo cogerla y alejarla de ella.
—¿Está loca? ¡Podría haberla matado! —grito.
—Eso sigue repitiendo, si lo dice un par de veces más voy a terminar
creyéndolo. —dice, su respiración es agitada y se toma unos segundos para
recuperarse en el césped, sostiene su pierna y puedo ver bajo su mano que
hay una mancha de sangre que traspasa la tela del vaquero.
—Bah… —Ato a la cabra en la tranquera más cercana y camino hacia
ella —Déjeme ver.
—¡Estoy bien!
—¡No era una pregunta! —grito con irritación, muevo su mano
bruscamente para ver qué demonios tengo que arreglar porque esta niña no
sabe absolutamente nada de cabras—. Vamos, déjeme llevarla hasta su casa.
—¡Pero mi bici! —se queja mientras la levanto y paso su brazo sobre
mis hombros.
—¿Qué le puede pasar? ¿Que se la lleve un halcón? —Me burlo
mientras la cargo, apenas puede apoyar la pierna ¿y se preocupa por su
bicicleta?
Ella me mira con cara de pocos amigos y su cercanía me invade lo
suficiente como para que mire hacia otro lado.
Huele a flores, pero no puedo distinguir cuál.
No es desagradable, eso es todo lo que voy a decir.
—Una vez robaron la bicicleta que estaba en mi garaje, disculpe si
quiero ser precavida esta vez.
—Está en medio del campo señorita Saint-Clair, el humano más cercano
está a veinte minutos de aquí en coche. Por cierto, ¿qué hace en bicicleta?
¿Dónde está su coche?
—¡Ese es mi coche! —señala hacia atrás.
¿Ese es su medio de transporte?
—¿Dónde está el coche de Lucien entonces?
No hay respuesta inmediata y cuando responde, se escucha apagada.
—No importa.
Qué raro, siempre tiene una respuesta picante para todo.
Llegamos hasta la puerta y abro sin pedir permiso. Su madre y padre
están en la cocina hablando entre ellos. Cuando nos ven entrar la madre
reacciona tal como esperaba, dramática, gritona, extra.
—¡Oh, virgen santísima!, Cala, ¿qué ocurrió, hija?
—Juana…
¿Se golpeó la cabeza y ahora cree que se llama Juana?
—¿Juana? —preguntamos todos a la vez, la única diferencia entre los
padres y yo, es que yo sueno alarmado.
Dejo su cuerpo sobre una silla y levanto su vaquero hasta la rodilla para
inspeccionar. Sus piernas son extrañamente elegantes, fuertes, pero
femeninas.
—Juana, la loca, así la llamo, dos veces se escapó esta semana, pero la
buena noticia es que inclusive a los expertos se les escapa. —dice
mirándome, levanta sus dos cejas, solo para irritarme más.
La madre deja en mis manos el kit de primeros auxilios como si fuese el
doctor de la sala y espera que la cure. Tiene un tajo bastante largo, pero no
tan profundo como para ir al hospital. Supongo que no tengo otra
alternativa más que limpiarla.
—Te dije que debes tener cuidado con ella. —dice Lucien mirándonos a
los dos.
—Fue Astro… —murmuro— Ese perro tiene más ansiedad que un
oficinista en Wall Street.
La carcajada de Cala explota y por un segundo me dedico a escucharla,
lamentablemente se silencia cuando apoyo el algodón con alcohol sobre la
herida. Ahí empieza a murmurar palabras que no puedo reproducir, pero
que están relacionadas con mi familia.
—¡Ay, ay, ay! —grita. Su primer instinto es poner la mano sobre la
herida, por suerte soy más rápido que ella y la detengo. —¡Arde mucho!
—Lo sé, es lo que quiero… —digo por lo bajo, luego me siento mal y
comienzo a soplar sobre el tajo para calmar el ardor.
Cuando me doy cuenta, los tres están mirándome con estupefacción, por
eso detengo lo que estoy haciendo casi instantáneamente.
—Gracias. —susurra, por primera vez su voz suena humilde y tranquila.
Me levanto del suelo y acomodo la hebilla de mi cinturón con soltura,
ocupar mis manos normalmente ayuda a controlar mi incomodidad.
—De nada señorita Saint-Clair, la próxima vez, déjela ir.
—¿Y perderme el show de verlo correr tras una cabra? Ni por todo el
oro del mundo.
Su sonrisa maligna se extiende por su rostro, no había notado cuán
grande y brillante es.
Lucien carraspea.
—Déjanos compensarte, Oliver, quédate a comer.
—Oh no —respondo rápidamente—. Gracias igualmente, fue un día
largo.
La esposa de Lucien abre el horno en ese momento y el aroma de lo que
sea que esté ahí dentro sale y me golpea directamente en el rostro.
—¿Seguro? —pregunta la señorita Saint-Clair cuando me ve reaccionar.
—Sí, si… —doy pasos hacia atrás, intentando salir por la puerta lo más
rápido posible —Que tengan una buena cena.
¿Buena cena? ¿De dónde saqué eso? No me importa su cena, bah.
Abro la puerta con velocidad inhumana y voy en búsqueda de “Juana”,
tengo que admitir que el nombre le pega, pero nunca lo voy a decir en voz
alta y darle el placer a ella.
De camino a Juana (se me pegó, maldición) veo que algo brilla en el
suelo, me agacho y cojo un collar celeste y dorado. Uno que vi en el pecho
de la señorita Saint-Clair el día que la conocí, no es que le haya mirado el
pecho, no, simplemente me llamó la atención su particularidad, es brillante
y místico.
Seguramente Juana hizo que se le cayera.
Retrocedo unos pasos, pero detengo mi mano sobre el picaporte cuando
escucho gritos dentro de la casa de los Saint-Clair.
—¡Nunca escuchas! —grita Lucien con enfado en sus cuerdas vocales,
nunca lo escuché hablar así.
—Lo estaba ayudando, papá, no es que me metí en su mansión y me
hice un café, lo ayudé a atrapar a…
—No me importa, ¿quieres que nos eche? Te dije que no lo interrumpas
durante el fin de semana, Cala.
—¡Que no lo interrumpí! Yo solo…
—No quiero escucharlo, estoy demasiado furioso.
—Lucien por favor, cálmate. —Por primera vez su madre dice algo.
—¡No puedo calmarme! ¡Nuestras vidas dependen de una chica que no
sabe seguir órdenes!
Auch, eso fue duro e injusto. La señorita Saint-Clair dejó su vida para
que ellos tengan un sustento, no me parece justo que le hable así.
Unos pasos apresurados se dirigen a la puerta y no me da tiempo a
desaparecer.
La señorita Saint-Clair sale de su casa, cerrando la puerta como si fuese
giratoria y se encuentra conmigo, cara a cara, rígido al lado de Juana.
—¿Escuchó todo? —En sus ojos negros hay lágrimas, la expresión en
su rostro es de enfado y frustración y algo más que no puedo entender,
nunca la vi así y no la culpo, Lucien fue demasiado lejos, ni yo estaba
enfadado ya.
Asiento, incómodo por admitir que estaba escuchándolo todo.
—Lo siento —Muestro el collar en mi mano—, encontré esto en el
césped y quería devolvérselo.
Ella coloca una mano sobre su pecho, buscándolo allí.
—Gracias —Extiende su mano y yo lo dejo caer sobre su palma, por
alguna razón siento que tocarla sería demasiado íntimo, inclusive en un
lugar tan básico como la mano—. No sé qué haría si lo perdiese, es muy
importante este collar para mí.
Con el revés de su mano se limpia las lágrimas y sonríe, otra vez
ocultando lo que siente.
En mi cabeza surgen preguntas: ¿Por qué es importante? ¿Qué
significa? ¿De dónde lo sacó?
Pero mi boca tiene otros planes.
—Lucien está siendo exagerado, nunca los dejaría en la calle —digo
con incomodidad, mis palabras parecen tocar alguna fibra del corazón,
porque su mirada se suaviza y una sonrisa aparece, me siento satisfecho,
pero mi tendencia autodestructiva no me permite tener momentos así—. No
significa que no haga notar mi disconformidad cuando se trate de trabajo y
eso que hizo antes podría haber terminado en una herida más grave, no
tengo que recordarle lo que le pasó a su padre.
Cuando termino de decir eso, escucho mi tono paternalista y quiero
golpearme las pelotas con dos piedras por ser tan estúpido y lo peor de todo,
darle la razón cuando me dijo que hacia mansplaining.
La chica acaba de tener una discusión con su familia, no tiene dónde
demonios escapar para tener un momento de soledad y encima le hablo así.
No tengo excusa.
Ella, sin embargo, asiente y absorbe mis malas formas.
Carraspeo un par de veces y cojo a Juana para llevarla a su cobertizo.
Comienzo a caminar lejos de ella, ¿pero qué demonios me ocurre? La culpa
me pesa mil kilos.
—¿Quiere ver cómo lo hago? —pregunto sobre mi hombro—Imagino
que no quiere estar en su casa en este momento.
Una vez más esa sonrisa, ¿no se le cansan los músculos? Por suerte no.
Camina cojeando un poco, pero me sigue el ritmo.
—No es fácil tener una discusión en una casa sin puertas —dice por lo
bajo—, me falta dar el portazo cuando quiero dejar de hablar. —se ríe.
—No sé si la puerta de entrada está de acuerdo. —susurro.
Ella vuelve a reír. Me llama la atención porque Kill siempre dice que yo
no puedo hacer reír ni a las hienas y hasta donde yo sé, tiene razón.
—Es verdad. —Abre la entrada del corral para que pase con Juana y
una vez que la suelto, la maldita empieza a empujarme con sus cuernos. —
Veo que el maltrato no es solo conmigo.
—No, por eso no tengo cabras, son demasiado cascarrabias. —Le doy
un empujón a la cabra y entiende que tiene que dejar de presionarme si no
quiere encontrar mi lado más oscuro, por suerte, lo comprende y se retira,
molestando a la otra.
Preparo su comida y cambio el agua, ella me sigue con la mirada, pero
no interviene.
—Y ¿por qué tiene estas dos entonces?
Detengo lo que estoy haciendo y la observo, apoyada en la tranquera
cómodamente, acariciando su collar como si fuese su mascota preferida. Su
pelo parece pesado, lacio, sedoso y oscuro. Sus ojos un poco hinchados y
rojos pero sus facciones lucen relajadas.
—Hay una asociación que rescata animales en Dallas, la dueña sabe que
cuando no tiene dónde ubicar animales me los puede dejar a mí, bueno, es
Lucien quien habla con ella, yo… yo no estoy muy involucrado —Si puedo
evitar hablar con gente, bienvenido sea —, se supone que estarían aquí
temporalmente, pero eso fue hace un año ya.
Creo que esto es lo más extenso que he hablado con esta mujer…
Señorita, señorita, no mujer.
Cuando está a punto de abrir la boca para responder, Astro aparece en la
escena, como si todo esto no fuese su culpa.
—Hola, ¡perro cochino! —dice ella con entusiasmo, sus ojos se
iluminan y comienza a jugar con mi perro.
Mi perro , por otro lado, lame su rostro como… como… como algo, no
sé, no me gusta.
—¿Perdón? ¿Se conocen?
—Oh, sí, Astro siempre está a mi lado durante el día, creo que hablo
más con él que con… —La señorita Saint-Clair levanta la mirada, se
encuentra con la mía. Probablemente severa y aterradora, digo, por cómo se
ha callado. —Está… ¿mal?
Sí.
No.
¡No lo sé!
Niego con la cabeza y cruzo mis brazos sobre el pecho, ella observa el
movimiento y deja de acariciar a mi perro, mío.
—No, no sabía que andaba por el campo cuando yo no estoy en el
rancho. —mi perro gimotea como un niño cuando deja de sentir sus manos.
Que, por cierto, sus manos son largas y finas, sus uñas están cortadas
prolijamente, pero no llevan ningún esmalte… ni anillo.
No sé por qué demonios observo eso.
—Astro, vamos. —silbo dos veces y mi perro no se mueve.
Traicionero.
—¡Ve! —indica la señorita Saint-Clair y mi perro levanta el trasero del
césped para venir a mi lado.
No puedo creerlo.
—Buenas noches, señorita Saint-Clair. —murmuro sobre mi hombro y
me alejo de esa mujer… chica .
6

CALA

L a convivencia es nefasta, el lado positivo de eso es que paso más


tiempo al aire libre que dentro de mi casa. Y más tiempo del
necesario, si son horas extras, pero a quién le importa.
El atardecer está aquí, el cielo es rosa furioso y la brisa fría atraviesa mi
ropa, pero estoy tan a gusto aquí, conversando con las plantas y escuchando
AURORA (mi banda favorita) con mis auriculares, que no me dan ganas de
volver.
La huerta del rancho tiene verduras de estación, Eliza, (alguien con
quien me llevo muy bien) me dijo que el señor Walker no quiere frutas
porque se llena de ratas. Sí, aparentemente el Cowboy le tiene miedo a las
ratas y por eso solo hay verduras.
Al menos esta es mi conjetura, no significa que sea verdad.
Por mi está bien, no puedo juzgarlo, no soy muy fanática de los
roedores, excepto las ardillas y los mapaches, pero no se ven muchos de
esos por aquí, ese tipo de roedor habita en lugares más poblados, donde
encuentran restos de basura.
—¡Cala! —Escucho a alguien gritar a lo lejos.
Me quito mis auriculares y asomo la cabeza entre las plantas. Ángelo
está buscándome entre el pastizal.
—¡¿Qué!? —respondo.
—¿Necesitas algo antes de que me vaya?
—Ya hablamos de esto, ¡no soy tu jefa! —grito.
Ángelo se ríe, tiene una sonrisa de esas que se hacen hoyuelos en los
cachetes, es adorable, pero para nada mi tipo.
Aunque todavía no tengo un tipo definido, Henry Cavil no cuenta y
Roger fue… entretenido, para nada algo que quisiera que sea fijo en mi
vida.
—Bueno, no importa. ¿Necesitas algo o no?
—¡No!
—Bueno, ¡hasta mañana!
—¡Arrivederci, Ángelo! —Se ríe una vez más, negando con su cabeza,
siempre le hablo con palabras italianas porque me dijo una vez que venía de
familia italiana y no paro de molestarlo con eso.
—Bueno como te decía —vuelvo a mi conversación con las plantas, una
en específico que se está amarronando y no quiero verla morir. En el
audiolibro que estoy escuchando dicen que hablarles a las plantas les hace
bien.—, esta carrera no era mi primera opción, pero ahora que ya estoy aquí
hace un tiempo, tres semanas exactamente, le estoy encontrando el gustito a
todo, hasta me levanto con ansias de ver cómo están todos, es más, siento
que los caballos ya saben a qué hora los voy a buscar porque me llaman a
los gritos, es muy loco, porque ellos no tienen reloj y…
—¡Señorita Saint-Clair! —Su voz tensa todos los músculos de mi
espalda y me callo por completo, aunque me mantengo oculta entre los
pastizales, si me quedo quieta quizás piense que no existo— Puedo
escucharla, no hace falta que se oculte —grita—. No es que tenga una voz
baja tampoco.
Mierda.
Me levanto y sacudo la tierra de mi trasero.
—¿Qué hace ahí? —Todavía tiene la ropa de oficina, sus carísimas
gafas de sol y su cabello limpio, probablemente huela bien incluso, tiene
esos perfumes varoniles que le suben las feromonas a mortales como yo.
—Hablando con las plantas.
Toma aire y lo suelta lentamente, como si mi respuesta lo irritara.
Coloca sus manos en jarras y mira al cielo.
—¿Puede salir de ahí? Se va a hacer de noche en cualquier momento.
Caminando entre la cosecha, a centímetros suyo siento su perfume y tal
como lo recordaba es masculino y embriagador.
¿Por qué me gustan más los perfumes de hombres que los de mujeres?
—¿Necesita algo?
—Aparte, ¿quién habla con las plantas?
Veo que también le gusta ignorar mis preguntas.
—Yo, ellas me escuchan y yo…
—Es ridículo. —¿Otra vez cortando mis frases?
Es un interruptor serial este hombre.
—No es ridículo, googléelo —Voltea los ojos y saca el móvil de su
bolsillo interno—. ¿Y?, ¿qué dice internet?
—No estoy buscando esa ridiculez, necesito responder este mensaje —
Se dedica a responder con una velocidad nunca antes vista y cuando
termina posa sus ojos sobre mí—. Como le decía, es tarde, váyase a su casa.
De solo pensar en tener que reportarle todo a mi padre después de un
día de mucho trabajo solo quiero llorar.
—En un segundo, solo quiero terminar…
—Es una orden, señorita Saint-Clair, la noche es muy peligrosa y no
quiero lidiar con más accidentes esta semana.
Dice eso porque me caí de la escalera cuando intentaba bajar una gallina
del techo, ¡pero estoy bien!
Saco mis guantes y los apoyo sobre un espacio de guardado,
demostrando mi derrota.
—Y ordene todo, después deja todo desparramado y no encuentro nada.
—Se da media vuelta, con un resoplido de por medio y se retira
dramáticamente.
Era mucho más divertido cuando me espiaba por la ventana y no tenía
que escucharlo.
El miércoles volví a pelearme con mi padre.
Esta vez fue porque hice carteles para cada uno de los caballos. Verás,
como me olvidaba en qué espacio iba cada uno y eso fue razón de pelea,
hice carteles adorables. Bueno, parece que estuvo totalmente fuera de lugar
y no voy a llorar otra vez, él está conviviendo con otros demonios y tengo
que recordarlo, por eso decidí ir a cenar a la ciudad más cercana. ¿Creí que
era una buena idea? Claro que sí, por eso me subí a la bici y pedaleé hasta
que me ardieron las piernas.
El centro de la ciudad es adorable, hay pequeños bares y restaurantes
bohemios. Me decido por uno que se jactan de tener el mejor sándwich de
queso cheddar del país, no voy a desmentir esta declaración, pero está
bastante bueno.
Salir definitivamente fue una gran iniciativa, me siento despejada y de
buen humor. El problema es que ahora que tengo que volver me doy cuenta
que los caminos no tienen luz, que lo único que me guía en las calles es la
luz del móvil y que estoy sumamente cansada.
Me lleva más tiempo de lo normal, no es fácil sostener el móvil y el
manillar al mismo tiempo, pero una vez que llego al camino de tierra del
rancho me relajo porque ya sé que estoy en el camino correcto. Aparte, la
mansión del señor Walker se divisa al final del camino, muy iluminada e
imponente.
Todavía no pude conocer más que la cocina, pero puedo darme cuenta
que es bellísima. Por fuera las luces la iluminan desde abajo, haciendo que
parezca altísima, las ventanas están apagadas y el silencio de la noche rodea
la mansión, bueno, excepto el sonido de las ruedas de la bicicleta sobre la
tierra.
Por el rabillo de mi ojo, noto movimiento en el balcón-terraza del señor
Walker. Algo me dice que apague la luz del móvil y detengo mi pedaleo,
mirando hacia arriba, buscando qué es lo que llamó mi atención.
Lo diviso en su terraza, respirando con dificultad, tal como hizo el día
que mi padre tuvo el accidente.
—Árboles, arbustos, matas, hierbas… —dice con una respiración
entrecortada, recita nombres sin parar.
Tiene puesto el pijama, su cabello está alborotado, como si se hubiera
estado refregando en la almohada.
Lo observo con precaución, primero porque no quiero que me vea,
segundo porque parece necesitar ayuda, pero conociendo su estado sombrío
y latente, no creo que sea bienvenida.
—Plantas con flores, con semillas, vasculares, terrestres, verdes… —
Sigue recitando y paulatinamente deja de respirar tan entrecortado, y su voz
no suena tan entrecortada.
En un momento se sienta en algo que parece ser una tumbona y se
acuesta allí. Espero unos minutos, pero parece que se quedó dormido.
Entonces sigo mi camino a mi casa, aunque no puedo sacarme la sensación
de angustia, algo le ocurrió y me da pena que esté solo en esa mansión sin
que nadie lo ayude a sobrellevar esos ataques.
Si tuviera que compararlo con un personaje literario, sería Heathcliff, el
protagonista de Cumbres Borrascosas, tiene ese porte, ese no sé qué, oscuro
y misterioso. Me parecía que en su cabeza ocurrían mil cosas mientras me
regañaba, pero ahora que lo vi así de vulnerable y solo, creo que estaba en
lo correcto. Solo espero que la venganza no sea un tema que lo arrastre por
la vida, como escribió Emily Brontë.
7

OLIVER

L a historia de Property Group es un poco trágica, pero con final feliz.


Aquí va un resumen porque eso de hablar no es lo mío: mi padre,
quien solía ser el mandamás de la empresa, fue prácticamente
obligado por mi hermano mayor, Luca, a abandonar el barco y nos
quedamos a cargo de la nave. Fue un gran movimiento de su parte,
principalmente cuando nos enteramos que mi padre era (o es) el causante de
muchos de nuestros problemas, como la competición entre nosotros, el
estrés y decisiones que nos vimos obligados a tomar en el transcurso de
nuestras vidas solo para complacerlo.
Ahora Silas tomó el mando definitivo y comenzamos a hacer las cosas
diferentes. Para empezar, la competencia entre las sucursales murió. Ya no
comparamos números, sabiendo perfectamente que los mercados son
diferentes y no me mal interpretes, en Texas hay muchísimo dinero (por el
petróleo mayormente) pero en Nueva York es donde está la mina de oro y
no hay manera que podamos competir contra eso. Uno de los cambios
drásticos que hizo Silas, es que ahora las reuniones presenciales se
redujeron a la mitad, lo cual es un gran beneficio porque detesto, repito,
detesto viajar a las grandes ciudades.
Nueva York parece ser una pesadilla hecha realidad, Miami es un poco
más aceptable, especialmente cuando solo estoy en la playa de Luca y San
Francisco es complicado para mí, demasiada gente positiva, alegre e
hiperactiva.
En este momento estoy en una videoconferencia con mis hermanos,
cada uno en su oficina, llevando adelante la empresa con profesionalismo y
dedicación, algo que nunca pudimos demostrarle a nuestro padre porque
nunca nos dio la oportunidad.

Killian: Deja de bostezar, maldita sea, me lo contagias.

Escribe Kill por WhatsApp, mientras me mira por la cámara.


Estoy en mi oficina, el monitor es lo suficientemente grande para ver a
todos mis hermanos con detalle, Silas está hablando de los cambios que
quiere hacer y nos está invitando a que sigamos esos cambios en nuestras
oficinas. Gracias a Dios mi hermano mayor decidió casarse con una
ambientalista, si no, nunca hubiese tomado las decisiones ecológicas que
está tomando ahora.
Oliver: Lo siento.

Killian: ¿Pesadillas otra vez?

Oliver : Sí.
Mi hermano menor (por un año) no sabe por qué las tengo, nunca
preguntó más de lo que yo quise responder. Sé que se preocupa, pero
créeme, si supiese lo que me pasa, él tampoco podría dormir.
Killian: ¿Cuándo vas a hacer algo al respecto?
—Sé que estáis hablando por detrás, estúpidos, ¿Por qué no me decís
qué os parece en vez de hacerme perder el tiempo? —Silas está enfadado.
Kill se ríe y deja el móvil sobre su escritorio.
—No te enfades Silas, no estábamos hablando de tu idea.
—Me enfado porque podría estar con mi mujer y mi hijo en casa y estoy
en videoconferencia con vosotros, parecéis adolescentes con el maldito
móvil. —gruñe.
Luca sonríe, pero no dice nada, mi segundo hermano mayor, desde que
se casó hace dos años, sonríe más a menudo y me alegro muchísimo por él.
—Imagínate cuando Julián esté mirando el móvil durante la cena —
Agrega Kill solo para molestarlo—, ¿Qué harías en ese momento?
Silas resopla largamente, visualizando eso en el futuro. Mi sobrino
Julián tiene cuatro años ya y parece que tiene el carácter del padre.
—Probablemente lo castigue hasta que tenga veinte.
Kill ríe como suele hacer siempre, una carcajada explosiva…, una que
me recuerda a alguien ahora.
Alguien que me irrita muchísimo, la intrusa de mi pequeño universo.
—¿Recuerdas cuando te pasabas toda la cena escribiéndote con Lauren?
—Le recuerda Luca, poniéndose de alguna manera, del lado del sobrino.
—Eso es diferente —responde Silas, luce exasperado—, fue una vez y
porque ella… —Deja de hablar y sonríe.
—Está bien, está bien —dice Kill—, no queremos que relates ese
recuerdo que acaba de pasar por tu cabeza.
—Tienes razón —digo mirando el reloj, ya es la hora de volver y
realmente necesito dormir hoy—, ¿Por qué no votamos y terminamos con
esto?
Hace varias semanas que las pesadillas me asaltan una vez que cierro
los ojos y después no puedo dormir, a veces la única solución es dormir una
siesta a los pies de la laguna, pero la señorita Saint-Clair está dando vueltas
constantemente y no puedo dormir si está ella allí, tarareando canciones que
escucha en sus auriculares o hablándole a cualquier ser viviente de mi
rancho.
Menos a mí, claro.
Así no se puede vivir.
—Alguien tiene prisa por volver a su rancho… —dice Kill con una
sonrisa pícara en su rostro— Me pregunto quién te estará esperando…
Mis dos hermanos mayores de golpe parecen estar muy atentos.
—Killian, termina con esto. —refunfuño, no sé qué busca.
—¡Quién!, ¡Quién! —Silas canta, golpeando su puño rítmicamente
sobre su escritorio.
—¡Nadie!, Dios, parecéis viejas de barrio buscando el chisme.
—Killian, dinos. —Exige Silas.
Killian me mira por la cámara y sonríe, teniendo compasión por mí.
—Nadie, solo quería molestarlo. —Pero su mirada dice que hay algo
más, algo de lo que estuve hablando con él.
La señorita Saint-Clair.
Ella es el mayor problema que tengo en este momento, solo que Killian
considera que todo lo que me disgusta de ella en realidad me encanta y ya le
expliqué que tiene que dejar de ver películas románticas porque así no es
cómo funciona el mundo real.
Ella me cae mal, no hay que analizar nada más.
No importan sus ojos poblados de pestañas, ni la forma de reloj de arena
que tiene su cintura, nada de eso es importante si la persona es irritante. Es
que no puedo con esa mujer…. Hace todo al revés de como lo tiene que
hacer y sí, el resultado quizás sea el mismo, pero no puedo perder tanto el
tiempo cuando me toca encargarme del rancho. Sé que Lucien la vigila de
cerca, pero parece que no es suficiente.
La llamada termina y rápidamente me subo a mi coche de ciudad, un
Land Rover todoterreno, que el único recorrido que hace es de Dallas a mi
rancho en menos de una hora. De camino escucho un podcast llamado
Dallas Today, donde hablan de inversiones en la zona, es información que
necesito para llevar a cabo todas las ventas.
En los últimos años el mercado de Texas subió casi un cien por ciento
gracias a los bajos impuestos del estado y la vida lujosa. Sí, el norte de
Texas tiene las mansiones más caras, es donde está el dinero y la gente
quiere gastarlos en hectáreas infinitas con lagunas, caballos de polo y
ranchos lujosos y yo estoy aquí para darles eso.
Ese es mi trabajo, simple, fácil y fructífero.
Aparco en el garaje de cuatro coches y abro la puerta que me lleva
directamente a la cocina. Lo primero que huelo es un estofado hecho por
Eliza, gracias Dios mío por esa mujer, cocina como los dioses.
Lo primero que veo cuando entro es un trasero...
Perdón, ¿qué?
Vuelvo la mirada y veo a la señorita Saint-Clair, acodada en la isla de la
cocina, chismoseando con Eliza. Tiene puesto un vaquero de tiro alto que
perfecciona las curvas, su trasero es redondo, perfecto.
Demonios, Oliver, le estás mirando el culo.
Las dos se detienen cuando me escuchan carraspear, pero la que luce
más aterrada es la señorita Saint-Clair.
—Buenas tardes. —digo con precaución, parece que acabo de cortar el
conjuro del aquelarre.
—¡Oliver! Bienvenido a casa —Me recibe Eliza como todos los días—.
¿Quieres un café?
¿La señorita Saint-Clair cree que porque está absolutamente petrificada
no puedo verla? No hay nada en ella que sea invisible para mí.
—¿Qué hace aquí señorita Saint-Clair? ¿Necesita algo? —Mi tono no es
amigable.
—No, ya me iba —responde rápidamente—. Gracias Eliza por el
consejo. —Moviendo las caderas casi en cámara lenta, abre la puerta y
desaparece de mi vista.
Eliza me sonríe con complicidad, como si pudiera escuchar mis
pensamientos.
—¿Consejo? —pregunto sentándome en los taburetes.
—Sí, aparentemente su exnovio quiere venir a Dallas y ella no sabe
cómo hacer para decirle que no.
Miro hacia la puerta como si pudiera ver la estela de Cala Saint-Clair,
viéndola con otros ojos, ojos que la ven con una pareja, la visualizan
abrazada con un hombre caminando por la calle de una avenida transitada, o
sonriendo en una cama después de…
—¿Exnovio? —repito. Parece que de golpe tengo el cerebro apolillado.
—Sí, el chico con el que salía en Waco, parece que quedó dolido
después de que ella terminara la relación. —Eliza relata todo como si no
tuviera capacidad alguna de guardar un secreto, mientras acomoda la vajilla
que sale humeante del lavavajillas.
—¿Y por qué la terminó? —¿Por qué pregunto esta mierda? No me
importa.
—Bueno, ella dice que sabe cuán difícil es tener una relación a
distancia, entonces quiso cortar por lo sano.
Miro otra vez hacia la puerta, esta vez pienso en todo lo que tuvo que
abandonar Cala para que sus padres tengan una vida relativamente digna.
La culpa y la depresión caen sobre mí de golpe, casi como un chorro de
agua helada sobre mi rostro.
—¿Quieres un café? —Vuelve a preguntar Eliza, haciendo que vuelva a
la Tierra.
—No, gracias. —Sin explicar más, me retiro a mi habitación y dejo que
mi mente se apague al menos por un rato.
8

CALA

E l día antes de que muriera, mi abuela me entregó su collar preferido.


—Cuando no sepas qué rumbo tomar, pregúntame, sosteniendo
este lapislázuli entre tus manos, yo te voy a guiar.
Ella siempre fue una persona mística y todo lo que ella sabía, quedó
grabado en mi cerebro, creí en ella, siempre lo hice. Nunca tuve la
necesidad de preguntarle nada, siempre supe qué rumbo quería o debía
tomar. Pero hoy por alguna razón lo hago.
—¿Qué mierda hago con Roger? —verbalizo, sosteniendo el collar
entre mis manos como ella dijo.
No hay mucho a mi alrededor que pueda usar mi abuela para guiarme,
solos las vacas pastando con aburrimiento y probablemente esté molesta
porque nunca le gustó cuando decía mierda o puta madre.
Ya le expliqué que son más una terapia que otra cosa.
Estas últimas semanas la comunicación de Roger pasó a ser mensajes de
texto en WhatsApp, a audios y su última evolución fue la llamada directa,
sin avisos.
—¿Me extrañas también? —preguntó.
Entonces tomé el envoltorio de un caramelo y lo arrastré frenéticamente
por encima del micrófono del móvil e hice ruidos como:
—Ehh, shhh, juuu, rrhhhh.
Y terminé la llamada.
Luego le mandé un mensaje diciendo que la recepción de internet en
este campo apestaba y que luego lo llamaba.
La realidad es que no lo extraño, puede que extrañe estar acompañada,
desde que tengo este trabajo la soledad comenzó a pesar sobre mis
hombros. Paso muchas horas sola, mayormente hablando sola también,
porque hasta ahora ni las plantas ni los caballos me respondieron.
Mis padres están en crisis total. Para empezar, mi madre de golpe se
metió por el culo los derechos de las mujeres de los últimos cien años,
arrastrándose tras mi padre, literalmente limpiándole hasta el culo y
besando sus pies como si eso solucionara algo. Mi padre es un ogro, su
actitud ante la nueva vida que tiene no es para nada positiva, más bien se
lamenta y limita su movimiento dentro de las cuatro paredes de la casa, ya
ni viene a controlar lo que hago.
Así que charlar con ellos no es una opción.
Luego está Eliza, el ama de llaves del señor Walker, quien me recuerda
a una de las hadas madrinas de la bella durmiente, la de vestido rojo, ¿era
flora o fauna? No me acuerdo bien, creo que flora. Ella es un amor, siempre
está contenta, cocinándole al chico rico, digo, al “Lord Walker” y
normalmente da muy buenos consejos.
El otro día nos encontró hablando de Roger y no pude seguir la
conversación, pero lo poco que pude sacar de ella fue que debería aclarar
que no quiero nada serio, quizás un ‘touch and go’ , como le dijo ella, pero
nada más.
Levanto la mirada de mi collar y las vacas desaparecieron, en vez de
estar desparramadas por el corral, están todas apelotonadas, buscando las
caricias del señor Walker.
Miro hacia el cielo y levanto la ceja.
—¿De verdad? Eso no es una respuesta clara, ¡abuela!
Camino con cuidado hacia mi jefe y con una sonrisa tensa (no
demasiado brillante ni tampoco seria) le pregunto:
—¿Puedo ayudarlo con algo señor Walker?
Él levanta la mirada, la leve sonrisa que tenía por acariciar a las vacas
desaparece por completo.
—No. ¿Acaso no puedo pasar tiempo con mis vacas?
Okey…
¿Por qué siempre tiene ese tono de voz cuando me habla? Cuando habla
con el resto, habla pausado y calmo, cuando está conmigo, crispado e
irritado.
—Claro que sí, sólo me preguntaba si quería decirme algo, darme
alguna indicación… —Me doy media vuelta y susurro— criticar las mil
cosas que hago mal…
—Escuché eso, señorita Saint-Clair.
Mierda.
—¿No debería estar guardando las vacas ya? El sol casi desaparece en
el horizonte.
Ahí está.
Volteo y sonrío falsamente.
—Eso estaba a punto de hacer, pero ellas parecen estar muy
entretenidas.
No las culpo.
No soy ciega, sé que el señor Walker es extremadamente apuesto, creo
que la clave es su quijada fuerte y varonil, sus cejas oscuras y anchas y esos
ojos místicos. Tengo la teoría de que él es uno del diez por ciento de la
población que tiene feromonas que generan el sex-appeal y por eso creo que
es uno de los hombres más atractivos que he visto en mi vida.
—Vamos, le ayudaré, ya es de noche.
¿Qué tiene este tipo con la noche?
El señor Walker hace magia, silbando enérgicamente, para indicarles
que deben volver a la zona segura del campo, las vacas lo siguen como si
fuese el flautista de Hamelin y él camina lentamente hasta el cobertizo con
su ropa exclusiva y costosa, le falta un cartel de neón sobre su cabeza que
diga: MUY MACHO.
Si le saco una foto ahora, me haría millonaria en Instagram.
—¿Falta algo más? —pregunta relajadamente mientras me pasa una
bolsa de heno para reponer.
—No, los caballos ya están durmiendo, los dejé pastar un poco más
porque soy buena solamente. —Sonrío, pero él no responde acorde, solo me
mira con aburrimiento.
Cuando estamos terminando, escucho el típico carraspeo que hace
cuando quiere corregirme algo.
—Señorita Saint-Clair…
Aquí vamos.
—Cala —digo—. Señorita Saint-Clair es muy largo, ¿no le parece? Cala
está bien.
Quiero romper el hielo que envuelve a este hombre de una vez por
todas. Pero vuelve a carraspear, de golpe incómodo, junta sus manos en la
espalda baja y suena sus tobillos entre sí antes de comenzar a regañarme.
—Cala… —Pronuncia, rumiando mi nombre entre sus dientes como
hacen las vacas— buen trabajo.
Dejo de cargar los tachos de heno y me petrifico delante de él. De golpe
pareciera que los dos metros que nos separan son centímetros.
—¿Qué?
Necesito escucharlo otra vez, no soy sorda.
—¡No me haga repetirlo! —refunfuña dando media vuelta.
Comienzo a reírme.
—¡Está bien! ¡No puede culpar a una chica por querer escuchar un
cumplido dos veces, señor Walker!
Se detiene en la puerta y cuando voltea cruza sus brazos.
—Oliver, tenemos la misma edad, es raro que nos llamemos de usted.
Cierto, pero tenía que esperar a que él me diera permiso.
Asiento, calmando mi risa.
—Gracias, Oliver, necesitaba escuchar algo así.
Los ojos verde agua me miran con empatía, ahí es cuando recuerdo que
escuchó cómo mi padre me gritó sin guardarse un solo pensamiento para él
mismo. Entonces lo comprendo, lo dijo por lástima.
—Ahí… —dice con sus cejas unidas en el medio de la frente— ¿Qué
fue eso?
Miro a mi alrededor, nada parece fuera de lo normal.
—¿Qué cosa?
—Ese gesto —dice caminando hacia mí, sus manos ahora en los
bolsillos—. Es rápido y luego lo ocultas.
—No sé de qué hablas. —Ahora yo cruzo mis brazos, ¡es una reacción
normal cuando sientes un escrutinio sobre ti!
—Pareciera que no te permites tener un sentimiento negativo, que lo
tienes que enmascarar con una sonrisa rápidamente. ¿Qué estabas pensando
en ese momento?
¿Que me felicitó por mi trabajo solo porque siente lástima de mí?
—Nada, lo juro.
Presiona sus labios y mueve su cabeza negativamente como si estuviera
desilusionado de mí.
—Está bien, no tienes que decírmelo, soy tu jefe, no tu psicólogo. —
Ataca, pero creo que fue un mensaje para él más que para mí.
Antes de darme tiempo a responder, da media vuelta y sale del cobertizo
hecho una furia.
Inflo mis pulmones, con mis manos en jarras y cuando exhalo, tomo la
peor decisión de todas.
Correr detrás de él.
9

OLIVER

S oy un estúpido, un imbécil, un… un…


—Estaba pensando que el cumplido está relacionado con lo que
dijo mi padre el otro día. Creo que lo dijo por lástima.
Me detengo.
Cala Saint-Clair corrió tras de mí y ahora está con sus dos pies anclados
en el césped, un poco agitada y con sus manos en las caderas. Su piel
cobriza tiene un color diferente con el atardecer y su cabello parece brillar
con los vestigios del sol.
Maldición, es hermosa, ¿cómo no lo noté antes? Bueno sí lo noté, pero
no creo que lo haya advertido con la misma intensidad.
—¿Volvemos a tratarnos de usted? —No puedo evitar notarlo.
Ella sonríe y mira al césped, evitando mis ojos, algo que noto que hace
seguido, usualmente escucho que mis ojos son placenteros, no sé por qué no
puede mirarlos.
—Es la costumbre.
Juego con el móvil dentro del bolsillo de mi chaqueta nerviosamente,
mientras pienso qué responder. Nunca fui bueno en el factor humano, mis
hermanos siempre me dicen que a veces respondo como un robot o
simplemente alguien que no tiene empatía.
—Es la verdad, puede que no me guste la manera que hace las cosas,
pero mientras mis animales y mis plantas vivan, estoy satisfecho.
Cala levanta la mirada, sus ojos brillan con emoción y una tímida
sonrisa aparece en sus labios.
—Gracias, señor Walker, digo, Oliver.
Asiento una vez, satisfecho por su respuesta, es la primera vez que algo
que digo le hace sonreír y la sensación no es del todo desagradable, hasta
podría decir que le hace cosas extrañas a mi estómago.
—Buenas noches, Cala. —digo, suena solemne pero no me siento así,
me siento ligero y libre.
Hasta que escucho su voz otra vez.
—Si alguna vez quieres hablar de tus pesadillas, aquí estoy.
Me detengo otra vez, volteo inmediatamente.
—¿Qué?
Su sonrisa desaparece, ahora luce inquieta y deduzco que es porque mi
energía acaba de cambiar por completo.
—El otro día te vi, en el balcón, teniendo un ataque de pánico, quiero
que sepas que…
—Yo no tengo ataques de pánico, no sé de dónde sacó eso. —
Demonios, ¿cómo me vio?
Su mirada se vuelve suave, hasta penosa.
—Está bien, señor Walker —Presiona sus labios y sonríe sin dientes—.
Que tenga una buena noche.
No creas que no me he fijado en que ahora ella está hablándome de
usted, pero estoy tan enfadado que me doy media vuelta y camino como un
loco de vuelta a mi casa, para resguardarme de la inquietante sensación de
sentirme expuesto ante una mujer como ella.
Doy por terminado el día laboral.
Mis ojos están perdidos en la ventana de mi oficina, mirando a la ciudad
con mis pensamientos puestos en alguien que está alterando mi vida.
¿Por qué me vio?
¿Por qué estaba caminando cerca de mi casa a esas horas de la noche?
Preguntas que no quiero verbalizar, porque si no pensaría que mi interés
por ella va más allá del laboral y no hay nada más alejado que eso.
¿No?
El bolígrafo entre mis dedos choca compulsivamente contra mi
escritorio gracias a la ansiedad que tengo, y es primordial que la libere de
mi cuerpo de alguna manera.
Cuando miro hacia el resto de la oficina, puedo ver que todo el personal
ya se fue a sus casas, la mayoría tiene familia e hijos y luego de un día duro,
están ansiosos por volver a su núcleo familiar. No es mi caso y
probablemente nunca lo sea, por eso mi opción es ir al bar más cercano y
ver qué puedo hacer para solucionar la tensión sobre mis hombros.
El Ritz de Dallas tiene uno de los bares más lujosos de la ciudad.
Paneles de madera en las paredes con cabinas de cuero marrón y una larga
barra donde generalmente encuentro mujeres de negocios que vienen a la
ciudad momentáneamente y buscan exactamente lo que necesito, lo que
busco. Alguien con quien pasar el rato, sin ataduras, alguien que no vaya a
volver a ver en mi vida.
Me siento en el taburete y apoyo mis codos en la barra, esperando al
bartender.
—Un whisky, sin hielo. —Fijo la mirada sobre la pantalla del televisor,
parece ser un debate político poco interesante, pero al menos tengo algo
más que mirar, algo que no sea mi patético reflejo en el espejo delante de
mí.
Pocos minutos después una mujer se sienta a mi lado, su copa parece
tener algún trago frutal, rojo y con una rodaja de limón adornándolo.
Morena, de pelo corto a la altura de los hombros, lleva un traje entallado
con una falda y unos tacones negros muy altos.
No soy disimulado al observarla, si se ofende entonces no entiende
cómo funcionan los bares como estos.
—Hola. —suelto con cuidado.
Ella levanta la mirada de la pantalla del móvil y sonríe.
—Hola, guapo.
Sonrío falsamente y le indico al bartender que agregue su trago a mi
cuenta, el hombre asiente y se retira, dejándonos solos.
—¿Día largo? —pregunto.
—Eterno —resopla tomando un sorbo de su trago frutal—. ¿El tuyo?
Deprimente.
Chispeante.
Nervioso.
Observo su mano, no hay anillo de compromiso. Eso es importante,
nunca estaría con una mujer casada, no quiero ser el que rompe la familia
por una follada nada más.
—Un poco largo, no puedo mentir. —Le doy el último trago al vaso y lo
apoyo sobre la barra, pidiendo una segunda ronda para los dos.
—¿Estás alojado en este hotel?
—No, pero podría reservar una habitación. —digo con media sonrisa.
Ella sonríe, es bonita, pero no exótica. No tengo un tipo de mujer, por
esa razón no busco algo en particular porque nada me interesa, mucho
menos una relación y eso es algo que aprendí hace ya tiempo, solo necesito
una cosa.
—No hace falta, yo tengo una habitación. ¿Tomamos esto y vamos? —
dice.
Me gusta, es decidida, sin rodeos.
Media hora después, entramos en su habitación, parece que es su
primera noche en Dallas, porque su ropa todavía está en su maleta y no hay
objetos personales desparramados por ahí.
No necesito su nombre, ella no preguntó el mío tampoco, así que es de
esperarse que sienta sus manos en mis hombros, buscando seducirme
inmediatamente después de cerrar la puerta.
Tomo sus manos y sonrío diabólicamente.
—Yo soy el que toca aquí, guapa.
Ella sonríe y deja que le quite la ropa. Cuando la última pieza
desaparece, la empujo sobre la cama y entierro mi boca en la de ella.
Sabe a frutas y alcohol, y probablemente una mala decisión.
Antes de que ella lo intente, desabrocho mi cinturón, sin esforzarme en
quitar ninguna otra prenda de mi cuerpo, es mejor así, genera una barrera
entre los dos, una que necesito sí o sí. Pero esta mujer sabe lo que quiere,
sus manos decididas bajan a mi polla inmediatamente y la detengo antes de
que la toque.
Niego con la cabeza, sonriendo pícaramente. Eso siempre funciona, si
no empiezan a preguntar por qué no pueden tocarme y nunca van a
conseguir una explicación mía.
Ni yo tengo una explicación, solo sé que nadie puede tocarme, ahí
abajo, nunca .
El sexo es eso…, simplemente sexo, como lo es siempre que estoy en la
cama con una mujer. Una necesidad, algo diferente para no vivir
masturbándome constantemente.
Aunque tengo que admitir que algunas puñetas son mejores que noches
como estas.
A medida que mis embestidas se aceleran, me encargo de que se corra
más de una vez, siempre lo hago, por cortesía y respeto a la otra persona.
Justo después de correrme, tiro el condón, me subo los pantalones (que ni si
quiera me quité por completo) y abrocho mi cinturón.
Coloco mi traje, acariciando las solapas y le sonrío amablemente.
—Que mejore tu semana.
—La tuya también. —dice ella sosteniendo las sábanas sobre su pecho.
Listo el intercambio, como siempre es frívolo, rápido y poco personal.
Me sirve.
Conduzco en silencio, observando la ciudad de noche. Los edificios de
Dallas están iluminados con luces de colores, creando un horizonte
nocturno interesante, tecnológico y moderno. Pareciera que la ciudad vive
de noche, late con fiestas, bares y arte.
En cambio el coche va en silencio.
Siempre después de una sesión de sexo me siento deprimido, no sé ni
para qué lo intento ya. Debería simplemente renunciar a esto y aceptar que
nunca voy a poder tener una relación íntima real con nadie. Una donde una
mujer pueda tomarme completamente desnudo, sentir lo que es tener una
boca tibia en mi polla o unas manos que no sean las mías moviéndose
lentamente de arriba abajo a lo largo de mi polla.
No, Oliver nunca va a saber lo que se siente.
Imágenes de una mujer haciendo exactamente eso invaden mi mente y
me dejo llevar por la fantasía, porque es exactamente eso, una fantasía que
nunca voy a llevar a cabo nunca. Mis dedos están enterrados en el cabello
negro, indicándole qué velocidad necesito para sentir todo el placer que
pueda, mis gemidos se escuchan en el ambiente y los de ella también. Me
corro intensamente y cuando la miro para agradecerle me encuentro con sus
ojos negros.
Tez cobriza.
Cintura de reloj de arena.
—¿Qué mierda me pasa? —gruño enojado con mi mente.
No puedo pensar así de ella, no es una opción, no importa que su culo
sea increíble o que su cintura sea ceñida, donde pueda enterrar mis dedos y
tomar posesión de su cuerpo.
No.
Cala Saint-Clair no es una opción, punto.
10

CALA

Á ngelo relata sus aventuras del fin de semana, yo lo escucho o


pretendo escucharlo, mientras miro a Oliver Walker con el hacha en
su mano, cortando troncos para el invierno. Tiene una camisa a
cuadros, el vaquero que usa los fines de semana y unas botas negras.
Sí, definitivamente podría ser millonaria si subo estas fotos a internet.
Noté que estas últimas semanas vuelve más temprano de la oficina y sin
dar apenas explicaciones, se pone a trabajar a la par mío. No es de
conversar, pero está ahí.
Orbitando a mi alrededor con su aura oscura.
Nosotros por otro lado, estamos haciendo algo similar, revisando el
cercado de todas las hectáreas porque el tiempo de Ángelo se termina y
quiero que todo esté listo antes de que se vaya, pero especialmente porque
viene el frío y todas mis tareas probablemente me tomen más tiempo
porque se me van a congelar los dedos.
—Estas follándolo con los ojos, Cala. —susurra Ángelo con una ceja
arriba.
—¿Qué? ¿Estás loco? ¡Es mi jefe! —respondo mientras entrego una
caja de clavos con un poco más de violencia de la necesaria.
¿Tan evidente puedo ser?
—¿Y? ¿Me vas a decir que nunca viste una peli porno entre el jefe y la
empleada?
—¡Ángelo! —Lo empujo un poco para que se calle—. ¡Te puede
escuchar!
—No estoy diciendo nada que él no haya pensado ya, querida. Créeme.
Miro una vez hacia donde está el señor Walker y lo atrapo mirándonos,
mi corazón da un salto cuando pienso que nos escuchó y miro para otro
lado rápidamente, dándole la espalda.
—Ángelo, concéntrate en esos clavos si no quieres que te parta la
cabeza con el martillo.
Mi amigo/compañero se ríe y sigue con su tarea. Pero yo vuelvo a
espiarlo, ahora está apoyado en la cerca mirando los caballos con su perro
Astro a su lado. Es la imagen de cualquier comercial del vaquero solitario,
mirando hacia el pasado, con un aura pesada y gris.
El sueño mojado de muchas…
Mi abuela diría que este hombre viene con una mochila llena de
ladrillos y que deberíamos dejarlo solo. Pero, ¿qué pasa si quiero descubrir
cada uno de esos ladrillos? ¿Qué pasa si quiero ayudarlo sin que me ladre?
No puedo evitarlo, soy curiosa por naturaleza, quiero saberlo todo.
—No te sientas mal, no eres la primera, ni la última que suspira por el
señor Walker.
Eso llama mi atención y me trae a tierra Texana otra vez.
—Suelta el chisme, vamos. —digo sentándome a su lado.
Ángelo se ríe y lo mira una vez más para verificar que sigue estando
lejos.
—Mi madre dice que nunca se le ha visto con ninguna mujer, ella
sostiene que está “en terreno vedado” o tiene un “secreto en la montaña”.
Me rio, largo y tendido.
—El señor Walker no es gay, Ángelo, míralo.
Los dos miramos al vaquero, él nos mira con sus cejas unidas en el
medio de su frente y cuando voy a apurar a Ángelo para que siga, escucho:
—¡Señorita Saint-Clair!
Adrenalina corre por mi espina dorsal, mientras dejo todo y salgo
corriendo hacia mi jefe, mi sexy, malhumorado, complejo de Heathcliff,
jefe.
Pocos metros antes de llegar, pongo mi voz más dulce e inocente.
—¿Sí, señor Walker?
Sus ojos verde agua me miran con severidad, deja su hacha, clavándola
con fuerza en un tronco y cruza sus fornidos brazos sobre el pecho.
Parece que su camisa está por explotar.
Ojalá pase.
—Le pago al peón para que trabaje junto con usted, no para que estén
de parloteo y risas.
Su tono no es tan severo como su mirada, es más, suena más a desplante
adolescente, que una conversación entre un jefe y una empleada.
—Está bien, de ahora en adelante, haremos todo serios y con cara de
luto, ¿así es mejor? ¿Más el estilo Walker quizás?
Cala, deja de hablar, ¿qué mierda te pasa?
Su rostro de golpe cambia, parece constipado y muy enojado.
—¿Perdón? —Descruza sus brazos y da un paso más cerca, achicando
la distancia entre los dos—. ¿Qué dijo?
Mi cabeza tiene que tirarse hacia atrás para poder ver esos ojos, creo
que nunca me había dado cuenta cuán alto es.
—Que voy a hacer la tarea como a usted le gusta.
No puedo achicarme ahora, esto es una guerra, mi única arma son las
palabras frente a un rival tan… tan…fuerte.
—No se haga la tonta, ni juegue conmigo, señorita Saint-Clair, la estoy
mirando.
—Lo sé, todas las mañanas desde su balcón y con los prismáticos.
¡Sí, lo dije!
Sus cachetes se vuelven rojos intensos, sus ojos se mueven por mi rostro
frenéticamente.
Abre la boca para responder, la cierra y la vuelve a abrir.
—Vaya a terminar su tarea —Finalmente dice entre dientes apretados—.
Luego vamos a establecer las bases de trabajo, nuevamente.
Se da media vuelta, pero se detiene de golpe.
—Es más, deje que Ángelo termine solo, usted vaya a buscarse otra
actividad, lejos de él.
—Con gusto. —devuelvo, con mis puños apretados.
Este hombre me levanta el cortisol demasiado fácil.

El frío invernal está aquí, es seco y fresco. Las hojas de los árboles
son inexistentes, solo tenemos los días nublados y las famosas tormentas
violentas de Texas.
Esto se puso difícil.
Hace dos meses que trabajo aquí y cuando creí que tenía todo
controlado, el clima cambia, haciendo todo más difícil y cansado. Pero soy
una persona adaptativa, puede que me queje más de lo que debería al
principio, pero el cambio siempre es bienvenido.
Para las siete de la tarde los caballos están en sus espacios, las vacas
también. Con las ovejas y las cabras me llevo mejor, al menos me
reconocen y vienen hacia mí voluntariamente, lo cual es una ayuda enorme
y los moretones en las piernas ya se están curando del todo.
—¡A dormir todos! —les digo antes de irme del cobertizo.
Sacudo mis manos en mis vaqueros y doy por finalizado el día.
Gracias a Dios, ya que está tormentoso, el cielo tiene un color gris-
violeta que asusta.
En la cabaña de mis padres hace calorcito, mi madre cocina algo que
parece un estofado, bien calórico para sobrevivir a este clima y mi padre la
ayuda, cortando vegetales en la mesa. Solo hay silencio en esta casa y la
energía es tan baja que no veo la hora de tirarme en la cama y hundir mi
nariz en algún libro que me saque de aquí.
—Voy a darme una ducha —digo caminando directamente hacia el baño
—, huelo a caballo.
—Está bien —dice mi madre—, pero no tardes mucho, esto estará listo
en unos minutos.
—No lo haré. —Cierro la puerta del baño y disfruto de la poca
privacidad que tengo en la casa. Como dije antes, mi cuarto es más un
altillo que un cuarto y la puerta es imaginaria.
En la ducha puedo relajar mi mente y mi cuerpo de la tensión muscular.
Aunque debo admitir, que todo ese trabajo de fuerza se ve reflejado en mi
trasero, nunca estuvo tan firme y duro, mi cintura está un poco más estrecha
y mis piernas definidas.
—Todo tiene un pro y un contra. —Repito la frase de mi abuela
mientras abro el grifo y dejo que se caliente el agua de la ducha.
Mientras tanto, respondo algunos mensajes a Roger, que, por cierto, me
escribió como a las siete de la mañana, contándome que tenía un examen a
primera hora y que estaba muy nervioso. Lo ignoré todo lo que pude, ya no
tengo excusas, así que le pregunto cómo le fue y él me responde
inmediatamente, repite que me extraña y que la universidad es aburrida sin
mí.
Me meto en la ducha pensando en cómo hubiese sido mi vida si no
hubiésemos tenido una emergencia familiar. Me gustaba mi trabajo y el
posgrado era sumamente interesante, probablemente hubiese llegado lejos o
al menos eso me prometió mi exjefe.
No pienses, no pienses.
Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla gigante, que cubre todo mi
cuerpo. Esta vez no me tomo mi tiempo, me visto y cepillo mi cabello,
desenredando los nudos con violencia, para no escuchar los quejidos de mi
padre después porque tardé mucho.
Pero algo aparece en mi estómago, algo pesado e incómodo, mi abuela
lo llamaría mala energía.
¿Qué demonios es esto? ¿Nervios?
Abro la puerta del baño y la radio está encendida, mis padres no suelen
escuchar música, mucho menos un programa de radio, pero una voz en baja
calidad habla diciendo coordenadas y repitiendo una frase:
Aviso de tornado.
En ese preciso momento, una bocina suena desaforadamente en la
puerta, puedo ver por la ventana las luces del todoterreno del señor Walker.
Antes de darme tiempo a abrir la puerta, ya está adentro, gritando
órdenes.
—No hay tiempo, vamos, Lucien, agárrate a mis hombros.
El señor Walker nos evacua de la casa, conduciendo a toda velocidad
por el rancho hasta llegar a la suya. Nunca lo vi moverse tan rápido, coge a
mi padre entre sus brazos y se mueve con agilidad. Yo llevo la silla de
ruedas y arrastro a mi madre, mientras ella reza en voz alta.
Todo es frenético y rápido, no hay tiempo para pensar en nada, solo
accionar.
Debajo de la escalera principal, hay una escotilla con otra escalera
subterránea. La habitación es mediana, con estanterías llenas de comida,
linternas, radios y tecnología que no sé para qué demonios sirve.
Eliza está allí junto con Astro para recibirnos.
—¡Aquí! ¡Aquí! —Indica el espacio para la silla de mi padre.
El señor Walker y yo nos encargamos de que mi padre se siente
cómodamente, cuando termina, se dirige a la escalera y yo voy tras él.
—¿Qué demonios hace!? ¡Vaya con su familia!
—¡No! ¡Los animales!
—¡Yo me encargo!
Lo empujo pasando por su lado, ignorando completamente su orden.
—¡Cala! —grita exasperado, mientras atrapa mi brazo— Ve con tus
padres.
—¡Dije que no! —Me suelto de su agarre y lo escucho maldecirme
detrás, pero eventualmente hace las paces y me sigue.
Ante momentos urgentes como este, la mejor opción es soltar a los
animales, parece cruel y despiadado, pero están más seguros en el exterior,
que encerrados en un granero o establo donde los escombros pueden
golpearlos. A la intemperie al menos pueden alejarse del peligro.
Tanto el señor Walker como yo nos dirigimos directamente al
todoterreno, cerramos las puertas al mismo tiempo y nos preparamos para
tener que movernos muy rápido en los próximos minutos.
La lluvia está aquí, no es torrencial, más bien finita y molesta, los
relámpagos iluminan el cielo, los truenos me aturden.
—Vaya al granero, yo voy al establo. —indica cuando abre la puerta del
coche y sale disparando, los dos corremos en direcciones opuestas, pero con
un propósito definido, procurar que todos estén seguros.
El viento es violento, mi pelo mojado se mueve descontroladamente
sobre mi rostro, pero me las arreglo para seguir el camino correspondiente y
abrir las puertas. Las cabras y las ovejas corren tras de mí, las dejo pasar en
el corral más grande, donde también llegan las vacas que trae el señor
Walker.
Cruzamos la mirada un segundo y no hace falta hablar, los dos corremos
al establo para liberar a los caballos. Uno a uno los vamos soltando, el señor
Walker les da una palmadita en las patas traseras ya que muchos están
dormidos y los necesitamos alerta.
Una vez en el gran corral volvemos a mirarnos. Algo extraordinario
ocurre, una sonrisa, sin dientes, pero al menos puedo ver que los músculos
de su rostro sí funcionan. Yo devuelvo el mismo gesto, contenta por haber
podido hacer todo en caso de que llegue el tornado.
Oliver Walker es apuesto, pero cuando sonríe, aunque sea tímida la
sonrisa, brilla, su energía no me ahuyenta, me llama y siento que estoy en
aprietos por eso.
El viento se calma de golpe.
El silencio nos rodea.
La sonrisa del señor Walker desaparece y sus ojos miran sobre mi
hombro derecho, con terror y apuro. Toma mi mano inmediatamente y
comienza a correr.
—¡Vamos! ¡Vamos! —Exige, empujándome a correr más rápido que
nunca.
Vamos hacia el establo.
—¡No! ¡No es seguro!
—¡No hay tiempo! —grita.
Decido mirar hacia atrás y para qué… Los rayos iluminan el cielo,
dejándome ver un tornado finito y largo, el estómago se me cae a los pies y
sin cuestionarlo lo sigo a donde sea que él piense que es seguro.
El señor Walker cierra la puerta con una traba que no creo que haga
mucho y empieza a buscar desaforadamente por algo.
—¡¿Qué hacemos?! —Mi cuerpo tiembla sin parar, mis palpitaciones
están descontroladas.
¿Es aquí donde muero?
—Aquí, ven. —ordena, tomándome de mis caderas me sienta al lado de
un caño, rodea mi cintura con una rienda de caballo y la encadena al caño.
Él hace lo mismo y se sienta a mi lado.
—¡Este caño de agua está enterrado —grita, el viento silva
terroríficamente afuera—, tiene que aguantar en caso de que cambie el
rumbo y venga hacia nosotros!
Escucho cosas golpear contra las paredes exteriores del establo y me
siento más cerca de él, solo por instinto busco toda la protección que pueda
encontrar, él envuelve su cuerpo contra el mío y me sostiene con fuerza.
Las paredes comienzan a temblar, puedo darme cuenta que el tornado
está más cerca y pienso en los animales, en mis padres y Eliza que están en
el refugio.
—Cala, tranquila, no voy a dejar que te ocurra nada. —dice sobre mi
oído.
Lágrimas se desparraman sobre mi rostro y me aferro a su chaqueta con
más fuerza que antes. Todo esto se siente como un terremoto con mucho
viento y ruidos aterradores.
El techo comienza a crujir y a temblar.
—¡Oh Dios! —grito aferrándome más fuerte.
Sus brazos cambian de posición, empujándome más cerca del caño, su
pecho y estómago están pegados a mi espalda y sus brazos me rodean
sujetando el caño.
—¡Aférrate! ¡Está cerca! —grita mientras su cuerpo me comprime cerca
de él.
El mismo caño de agua comienza a temblar.
Saco fuerzas de no sé dónde y me aferro a todo lo que puedo. Mis ojos
están cerrados, mi corazón desbocado.
Tengo mucho miedo.
Estoy aterrada y lo siento en cada parte de mi cuerpo, mi estómago, en
los latidos de mi corazón, en la tensión de mis músculos. Nunca
experimenté algo tan terrorífico y Oliver se une más a mí, intentando que el
caño no se mueva tan violentamente.
Está aquí, sobre nuestras cabezas.
Este es el momento donde todo termina.
Maldición, estoy mirando a la muerte a los ojos y lo único que puedo
pensar es en qué va a ocurrirle a mis padres si los dos terminamos siendo
chupados por un tornado.
Y cuando escucho que el techo no resiste más y va a salir volando en
cualquier segundo…
Todo se detiene.
11

OLIVER

S ilencio.
—Está pasando —digo en su oído— o ya pasó lo peor.
Ella está aferrada al ancho caño con un brazo, el otro hacia atrás,
sujetando mi cintura. No sé si cree que su brazo puede protegerme o
necesita abrazarme.
Ahora las cosas que golpean contra el establo son menos y sin tanta
fuerza. Así que lentamente aflojo mi agarre, prácticamente la estaba
estampando contra el caño.
—¡No! —grita ella agarrándose de mi pierna— No te vayas.
—No me iré —devuelvo, aunque sé que el tornado se disipó o se movió
hacia otra dirección, porque solo hay silencio—. ¿Estás bien?
Asiente frenéticamente, puedo sentir cómo su cuerpo tiembla bajo el
mío.
—Los animales… —gime con dolor.
—Seguramente están bien —miento—. Lo importante es que todos
están en el refugio y que nosotros estamos bien.
Asiente otra vez, nunca la vi así, tan petrificada e indefensa. Mis brazos
sueltan el caño un poco y la envuelven sobre su pecho para darle
contención. Ella al principio se tensa, pero lentamente comienza a soltarse y
derretirse sobre mi pecho. Su calor es agradable, hace mucho que no siento
tanta cercanía física con alguien y se siente bien.
—Cala —susurro—, tengo que ir a ver qué ocurrió allí afuera.
—¿Y si vuelve?
—Poco probable.
Ella se libera con manos temblorosas la rienda que puse en su cintura
para que en caso de que el tornado nos chupara, mantenerla en la tierra. Yo
también lo hago y cuando nos soltamos los dos, nos sentamos en el suelo,
todavía asimilando lo que acaba de ocurrir.
Los tornados en esta zona no suelen ser violentos, es más, en todos estos
años, esta es la primera vez que tengo un encuentro cercano con uno.
Escucho congestión en su voz y noto que Cala está llorando a moco
tendido. Es extraño lo que le provoca a mi cuerpo y cuando me doy cuenta
la estoy abrazando con fuerza. Ella devuelve el abrazo, se siente pequeña y
frágil, como que no puedo apretar demasiado porque podría romperla.
—Gracias —solloza sobre mi pecho.
—¿Por qué?
—Por protegerme.
Mi instinto pide que la contradiga, pero mi boca se sella, al menos hasta
que conecto la mirada con ella y veo sus ojos rojizos y brillantes. Mi mano
acaricia su mejilla y limpia las lágrimas que caen sin control. No sé si es la
adrenalina o la necesidad de consolarla, pero algo me pide que la bese, no
lo sé, lo importante es que quiero hacerlo.
Y a la mierda las consecuencias.
Apoyo mis labios sobre los de ella con cuidado, quiero leerla, saber si
estoy haciendo bien, si esto es lo que ella también tiene en mente y cuando
Cala cierra sus ojos y se aferra a mis hombros poniéndose de puntillas, me
enciendo instantáneamente y nos fundimos en el beso más desesperado,
volcánico y largo que experimenté jamás.
Tomo control, sumergiendo mi boca con ferocidad mientras atrapo su
rostro entre mis manos, acariciando su lengua con la mía. Cala envuelve mi
cuello con sus manos y yo la agarro de su cintura para atraerla a mí, la
quiero más cerca, quiero frotarme contra ella, maldición.
Mi corazón galopa sin parar.
Demonios, sus labios son firmes, sus dedos están enterrados en mi
cabello.
Quiero follarla aquí mismo, hacerla mía en el suelo de paja, como
animales, sucio, rápido, primitivo.
Mis manos descienden hasta llegar a su trasero firme e increíble y
entierro mis dedos allí. Sé que siente mi erección y ante la fricción de mi
polla sobre su estómago, gime desde su garganta.
Pierdo la jodida cabeza.
—Dime que pare —exijo entre besos y caricias—. Dímelo porque no
creo poder después.
—No pares —responde. Y es todo lo que necesito escuchar para
tumbarla en una montaña de paja en el suelo y trepar por su cuerpo para
tenerla presa entre mis brazos. Sus manos buscan el dobladillo de mi
camiseta y la sube lentamente, rozando mi cuerpo con los nudillos de sus
finos dedos.
Me preparo para detenerla, para rogarle que no me toque, pero
extrañamente no siento un ataque de pánico cuando siento su proximidad y
eso hace que quiera saber qué más puedo experimentar con esta mujer que
no haya hecho antes, pero a la vez no quiero llegar al límite y romper esto
que siento, esta necesidad animal.
Levanto su chaqueta y su camiseta hasta su cuello, exponiendo sus
pechos turgentes con un sostén blanco, mi lengua viaja por esos montes
mientras mi mano desabrocha su vaquero. Ella me ayuda a bajarlo, dejando
su tanga de algodón blanca expuesta para mis ojos. Inmediatamente después
desabrocho mis vaqueros y libero mi polla, necesito meterme entre las
piernas de esta mujer.
Ya.
—Condón —gime cuando rozo sus partes contra las mías.
Demonios, ¡el condón! ¿¡Cómo cojones me olvidé del maldito condón!?
Piensa Oliver, piensa, tú no eres así de impulsivo.
—No tengo —susurro apoyando mi frente sobre la de ella, mi
respiración entrecortada y mis ojos cerrados por la frustración que siento.
Cala abre los ojos y puedo ver sus párpados pesados por la lujuria y yo
quiero romper todo a mi alrededor por olvidarme de algo así.
—Yo… yo tomo la pastilla —dice con vergüenza, su orgullo no la deja
sonar desesperada por mí y no voy a permitirlo, porque no es la única
persona desesperada en este establo.
—Y yo nunca estuve con nadie sin condón —respondo mirando sus
ojos, analizando esos microsegundos donde ella revela su pensamiento
verdadero.
Pero todo lo que veo es aceptación.
Cala humedece sus labios, pasando su lengua por ellos y mi estómago
se contrae por ver algo tan erótico, lo que daría por ver esa lengua en mi
polla, fantasías imposibles para alguien como yo. Por esa razón vuelvo a
besar esos labios y desplazo su tanga para adentrarme en ella.
Siseo como un animal cuando siento su calor rodeándome, ella entierra
sus uñas en mi espalda y suelta un gemido tímido.
—¿Estás bien? —Se siente muy apretado, puede que esté lastimándola.
Cala Saint-Clair asiente y muerde su labio, así que empujo dentro de
ella lentamente para sentir cada centímetro a mi alrededor. No sé si es que
es la primera vez que tengo relaciones sin la barrera del condón, pero nunca
experimenté una sensación más deliciosa.
Me aturde.
Me consume completamente.
Mi boca busca la suya y entramos en sincronización perfecta mientras
yo embisto y ella recibe todo de mí, esta adrenalina, este fuego y descontrol
que tomó control sobre mí.
Me odié todo este tiempo por desearla, por imaginarla bajo mi cuerpo
en mi cama en más de una ocasión, pero ahora que la tengo, me quiero
felicitar por no perderme este éxtasis.
La presión entre los dos se incrementa.
—Cala… —gimo dentro de su cuello—, maldición, se siente tan bien.
—Oliver… Dios, si, se siente sublime —Su voz se corta de golpe, toma
una bocanada de aire y su cuerpo se tensa.
Puedo ver la ola de placer recorriendo completamente su cuerpo
mientras la embisto con rapidez. Su boca abierta, sus ojos apretados me
hacen llegar al orgasmo más impetuoso y explosivo que sentí jamás.
Mierda.
¡Mierda!
Olas y olas de placer me arrebatan y me desahogo dentro de ella sin
piedad.
Los dos nos mantenemos en silencio, recuperando el aliento y la
conciencia. Cuando abrimos los ojos nos encontramos otra vez y volvemos
a tierra. Ella acaricia mi rostro con delicadeza y me sonríe, yo devuelvo una
sonrisa igual de abierta y cómplice.
—Ojalá sonrieras a menudo —dice—, te queda muy bien.
Su comentario solo me recuerda a por qué no sonrío tanto y eso hace
que la borre.
—Lo siento, soné como un viejo calentón.
Salgo de ella lentamente y me subo los pantalones.
—Está bien, estoy acostumbrado a que me digan eso.
Ella se sienta y baja sus ropas, hay paja en su pelo y comienza a sacarla
una por una.
Quiero darle un poco de tiempo a solas así que camino hasta la puerta y
la destrabo, pero cuando intento empujarla, la puerta no cede.
—¿Qué demonios? —digo empujando con todas mis fuerzas, pero la
puerta ni se entera.
—¿Qué ocurre? —pregunta detrás de mí.
—La puerta, hay algo que la obstruye del otro lado, no podemos salir.
Su rostro cambia de calmo a nervioso y viene hacia mí, como si no me
creyera, empuja con fuerzas.
—¿Qué será?
—Probablemente algo que trajo el tornado. —suspiro irritado, mientras
rozo mis párpados con las yemas de mis dedos.
Cala comienza a golpear la puerta con sus palmas abiertas.
—¡¿Hay alguien por ahí?! —Los golpes se vuelven más rápidos y
fuertes.
—Cala… —advierto encrespado— ¡Cala!
—¡¿Qué?!
—No va a venir nadie, Eliza tiene órdenes explícitas de no abrir el
refugio hasta que la radio avise que es seguro, tenemos que esperar.
Balbuceando palabras incoherentes, camina hasta donde estábamos y se
sienta derrotada. Puedo ver cómo su preocupación comienza a aumentar
otra vez y no quiero que pierda la cabeza, al menos no por eso.
Así que me siento a su lado y esperamos al rescate.
12

CALA

N o saber si mis padres están bien o no me pone extremadamente


ansiosa, no sé qué demonios ocurre afuera, no sé si los animales
están bien o si tenemos una casa donde dormir mañana. Hasta donde
yo sé, la mansión de Oliver podría estar completamente destrozada.
—Hey, todo está bien, no dejes que te gane la mente —susurra Oliver.
Está sentado a mi lado, sobre la paja, donde hace un momento perdí la
cabeza y lo dejé follarme como si no hubiera un mañana. ¿Por qué? Qué sé
yo, ¿nervios? Después del ataque de pánico que me dio cuando pensé que
iba a salir volando, sentí su contacto físico, su calor y consuelo, y bueno, ya
sabes el resto.
—¿Cómo lo sabes? Podría estar todo devastado allí afuera.
—El refugio es extremadamente seguro, por eso los puse allí, por más
que la casa haya desaparecido, ellos están seguros.
Cruzamos la mirada por un segundo, puedo ver paz en sus ojos y de
alguna manera me relaja. Por fin me habla con la calma que todo el mundo
conoce.
—¿Y los animales?
—Tenemos que confiar que su instinto los protegió.
Más fácil decirlo que hacerlo, son animales de granja, lo más instintivo
que tienen es abrir los ojos por la mañana.
Apoya su mano en mi pierna, supongo que estaba moviéndose
frenéticamente, para detenerla.
—Confía en mí.
Suelto aire por mi nariz y asiento.
—Necesito una distracción —digo para mí misma—, háblame de algo.
Oliver se silencia por unos segundos antes de hablar.
—No sé qué decir. —Frío, cortante y de acero, este hombre es un
cuchillo con dos lenguajes, o me reprende todo el tiempo o me hace el amor
despiadadamente, ¡no hay un punto medio!
—No lo sé, háblame del recuerdo más bonito que tienes.
Sus ojos verdes se mueven por el suelo, como si buscara en los rincones
más alejados de su cerebro. Tras varios segundos de silencio, suelta
palabras poco a poco.
—Creo que fue una Navidad… mis hermanos y yo éramos pequeños y
mis padres nos regalaron una Nintendo.
Sonrío, viéndolo recorrer el sendero de la memoria con una muesca en
la comisura de sus labios.
—Todos mis compañeros del colegio se morían por tener una —
respondo—. Entiendo que sea un buen recuerdo.
—Oh no, eso no es la parte buena —levanta la mirada, sus ojos se ven
afectuosos—, fue la primera navidad que pasamos todos juntos,
normalmente mis padres viajaban para esas fiestas.
—¿Por trabajo?
—No, por placer.
Oh demonios, ¿es este el típico momento de película donde te das
cuenta que el niño rico en realidad es el más pobre de todos?
Mi mano se apoya en su hombro y Oliver se tensa inmediatamente,
tanto, que quito mi mano de allí.
—Lo siento —murmuro sin saber bien qué hice mal, solo sé que lo puse
incómodo y no me gusta hacerle eso a nadie.
Oliver toma aire profundamente y mueve su cabeza de un lado a otro.
Su mirada se intensifica.
—Normalmente no me gusta que me toquen —dice.
—Entiendo, lo siento…
—Pero tus manos no me molestan tanto —agrega antes de que termine
de disculparme—. No sé por qué.
Parece asombrado por un descubrimiento que acaba de hacer, algo poco
usual y excepcional.
Sacude su cabeza, buscando volver a tierra y pregunta:
—¿Cuál fue tu momento más feliz?
Cruzo mis piernas justo sobre las rodillas, despatarrándome sobre la
paja y apoyo las palmas de mis manos para sostener mi espalda.
—Tengo varios…, pero creo que fue cuando comencé la universidad.
En el colegio ser buena estudiante estaba mal visto, así que cuando encontré
finalmente el lugar donde ser buena estudiante estaba bien, me sentí como
en casa. —Los recuerdos de los últimos años en la universidad empapan mi
mente y me pierdo allí por un segundo.
—Es injusto que estés aquí —gruñe—. No tendrías que estar cuidando
un rancho, deberías estar terminando tus estudios. No tendría que haber
prometido nada a tu padre.
Parece indignado y enojado, pero con él mismo.
—No es tan malo, me gusta cuidar de los animales.
Oliver imita mi postura y me da una media sonrisa, puedo ver orgullo y
ansias por charlar con alguien que tenga los mismos gustos.
—Si fuese por mí, estaría todo el día a la intemperie.
Dejo caer mi espalda sobre la paja y coloco mis brazos bajo mi cabeza
para usarlos de almohada.
—¿Por qué?
—Hay cierta libertad en el exterior, una sensación que no puedo
reproducir bajo techo.
—¿Por eso sales al balcón a respirar? —suelto el pensamiento por mi
boca antes de filtrarlo, inmediatamente quiero golpearme la cabeza contra la
pared por arruinar una conversación perfectamente normal.
Dándome la espalda, Oliver Walker asiente en silencio, sin profundizar
en el tema y yo lo dejo ir. Relajándome en la paja y mirando el techo de
madera con detalle.
—Sí, son ataques de pánico… —susurra—Estar en el exterior me ayuda
a respirar y a dormir a veces.
—¿Hace mucho que los tienes?
—Desde que tengo memoria —responde mientras se tira a mi lado y
suelta todo el aire de sus pulmones—. ¿Crees poder dormir aquí?
—Puedo dormir en todos lados —me río—, es un superpoder que tengo.
Oliver suelta una carcajada natural, su sonrisa es increíble y me pierdo
por un segundo en lo que me trasmite.
Un poco de alegría, un poco de amor.
¿Dije amor? nah, yo no dije amor, quise decir cariño.
—Duerme entonces, probablemente estemos encerrados aquí hasta
mañana por la mañana y no sabemos la cantidad de trabajo que nos vamos a
encontrar del otro lado de la puerta.
Quiero decirle que no, que estoy bien, pero entre el susto y el
inesperado, pero placentero , ataque de Oliver, estoy agotada. Así que
cierro mis ojos y lentamente me dejo ir.

La pesada mano de Oliver Walker está apoyada sobre mi estómago,


todavía es de noche y el establo sigue sin luz, pero puedo ver sus facciones,
su barba de algunos días definen su quijada, su nariz es de aspecto griego y
está en perfecta armonía con sus labios y sus ojos grandes. Parece
profundamente dormido, relajado y a gusto. Es casi una imagen nueva para
mí, ya que siempre parece sombrío y latente.
Una paja está enganchada en su pelo oscuro e inconscientemente la
quito de ahí. Cuando abre los ojos, parecen enfocados en mí y solo en mí.
Recuerdo que me dijo que no le gusta que lo toquen y yo voy y hago
exactamente eso.
¿Quién me manda?
—Lo siento —susurro—, quería quitarla.
—¿Qué tienen tus manos Cala Saint-Clair? —susurra, su voz pesada y
ronca.
—¿Cayos?
Deja salir una risa liviana y apoya sus labios en los míos una vez más en
esta noche tan extraña. Intento no mover mis brazos y contenerme. Sus
hombros atléticos son imposibles de ignorar, pero su boca… Dios mío, su
boca se mueve sobre la mía con ferocidad y seguridad. Como un experto
saboreando su vino preferido.
Los besos de este vaquero son increíbles. No creo haber experimentado
jamás este nivel de sensualidad en solo un beso, mucho menos cuán atraída
me siento por él. No quería admitirlo a los cuatro vientos, pero demonios,
es que está más fuerte que un tren.
Naturalmente mi cuerpo se enciende y pide más, quiere cercanía, roce,
gemidos y pasión. No le interesa haber experimentado eso hace unas horas,
quiere más de él.
De Oliver Walker.
El bulto en sus vaqueros se siente en mi pierna, quiero tocarlo, pero
tengo miedo que no le guste, por eso le ruego que lo haga él.
—Tócame —susurro abriendo las puertas de este nuevo momento por
completo.
Oliver no lo piensa ni un segundo, su mano izquierda masajea mi pecho
mientras su lengua explora mi boca casi pornográficamente.
—¿Quieres que te folle otra vez? —murmura mientras se coloca entre
mis piernas, empuja su bulto contra mí y me recorre adrenalina desde mi
espina dorsal hasta los dedos de los pies.
—Sí… sí… —ruego.
Desabrocha los botones y en cuanto tiene acceso a mi cuerpo, se adentra
otra vez.
—Podría vivir aquí dentro. —Sus movimientos son lentos, espaciados,
abrumadores—. Quiero vivir aquí dentro.
No parece estar hablándome a mí.
—¿Está bien si pongo mis manos aquí? —pregunto mostrándole dónde
quiero colocarlas, justo sobre sus hombros.
Parpadea esas pestañas pobladas y oscuras un par de veces antes de
responder y luego asiente con miedo. Lo siento demasiado vulnerable y
lejos ha quedado el ‘señor Walker’, rumiando melancolía como solía verlo
en estos últimos meses. Este nuevo hombre está hambriento y parece que
soy el único caramelo a mano.
—Ya lo hiciste antes y quiero que lo hagas otra vez. —En un segundo
me da la vuelta, dejándome sentada sobre él—. Móntame, Cala.
Oh Dios.
¿Qué hice para merecer este adonis tirado en el suelo lleno de paja, con
su polla dentro de mí y unos ojos como esos?
Sigo sus instrucciones, mis manos se apoyan en sus hombros y me
muevo sobre él. Él toma mis caderas y arroja su cabeza hacia atrás,
gruñendo y gimiendo de placer.
Mi orgasmo se gesta lentamente, subiendo la temperatura de mi cuerpo,
aunque hace mucho frío en este lugar, siento que hiervo.
—Maldición… —dice entre dientes apretados— Maldición, ¿cómo voy
a hacer para dejarte ir una vez que abramos esa puerta?
Me detengo por completo y él levanta la cabeza, confundido.
Cuando ve que dudo si encabezar esta conversación o no, me arroja
sobre la paja y se hunde en mí hasta hacerme gritar.
—¡No me distraigas con embestidas! —me quejo.
—No nos engañemos, del otro lado de esa puerta está tu padre y si
supiera lo que le estoy haciendo a tu cuerpo me mataría. —Eso igual no lo
detiene —. Dame ese orgasmo, Cala, me lo merezco.
Si utilizase ese tono fuera de este contexto lo mataría. Aquí, ahora, hace
que me empape y pierda el hilo conductor de mi mente.
Así como lo pidió, me corro con una intensidad nunca sentida antes.
Un tsunami arrasa sobre mi cuerpo.
Él da el último empujón, mordiendo sus labios en silencio, mientras
deja todo dentro de mí, experimenta su orgasmo con sus ojos cerrados, y
cuando vuelve a sí mismo me mira fijamente.
—No es lo que quise decir —agrega rápidamente—, yo…
—¡¿Hay alguien allí dentro?! —Una voz grita afuera del establo.
Los dos nos miramos, semidesnudos, con paja en el pelo y los cachetes
colorados. Sin decir nada más comenzamos a vestirnos los dos con una
velocidad poco humana.
—¡Si! —dice Oliver— ¡Aquí estamos! Hay algo en la puerta que no nos
deja salir.
—Tengo personal despejando los escombros, solo nos tomará un
segundo.
—Gracias oficial —responde Oliver.
—¿Oficial? —susurro.
—Sí, probablemente Eliza llamó a los bomberos. —Su mirada ronda
por mi cabeza—. Ven, déjame limpiar tu cabello —Y con una media
sonrisa, saca las pajas clavadas.
Antes de que la puerta se abra, apoya sus labios y me besa con una
ternura sin precedentes. Yo sonrío como una tonta, sintiendo un nudo en el
pecho que nunca sentí antes, especialmente cuando veo el afecto en sus
pupilas y justo en ese momento la puerta se abre.
—¡Cala! —grita alguien.
Y ese alguien es Roger.
13

OLIVER

E l bombero abre la puerta del establo, pero es otro hombre quien entra
dramáticamente, uno que llama a Cala como si fuese una plegaria a la
virgen.
¿Quién demonios es este idiota?
—¿Roger? ¿Qué haces aquí? —pregunta ella, estampada en el pecho de
este personaje.
—Vine anoche, quise darte una sorpresa, pero los del hotel me
advirtieron que no era seguro salir. Por eso vine lo más pronto que pude, tu
padre dijo que habían tenido un accidente.
Cala me mira de reojo y se aparta inmediatamente de él, como si
pudiera sentir mi ira desparramándose a su alrededor como una neblina
aterradora de media noche.
No estaría equivocada, internamente la siento, pero por fuera mi rostro
es imperturbable.
—¿Señor Walker? —pregunta el bombero, distrayéndome de la
situación— Soy el oficial Morales.
—Oficial, gracias por la ayuda —devuelvo estrechando su mano con
fuerza—. ¿Cómo está todo?
Paso caminando a su lado y salgo al exterior con un nudo en el
estómago. Hay pedazos de objetos que no puedo identificar, por todos
lados, es más, lo que impedía que saliéramos era el carrito de golf que
usamos para movernos por la propiedad, ahora absolutamente destruido, por
supuesto.
Eliza, Lucien y la madre de Cala, Lis están en la puerta de mi casa,
abrazándose cuando nos ven salir.
Astro corre hacia mí como nunca lo vi correr en su vida.
—Estoy bien… estoy bien —digo acariciando su lomo.
Cala saluda a sus padres desde lejos y corre hacia ellos.
—La única propiedad dañada es la casa del casero, señor Walker, lo
lamento mucho.
Busco a la lejanía la casa de Lucien, pero es como si Thanos la hubiese
hecho desaparecer en el aire. Solo hay una base y nada más.
—Demonios —susurro.
No me afecta económicamente, sé que en pocos meses puedo
reconstruirla, lo que me apena son las pertenencias de los Saint-Clair.
—Sí —concuerda conmigo el oficial Morales—, fue uno grande, un F3,
realmente extraño que se de en esta zona, pero últimamente nada me
sorprende, el cambio climático está aquí.
—Negarlo solo empeora todo —digo ausentemente mientras observo a
todos mis animales pastando como si nada hubiese ocurrido, esquivan las
maderas en el césped y siguen su camino.
Mis manos están en mis caderas, mis ojos viran y se enfocan en el
reencuentro de Cala con sus padres, los tres se abrazan con fuerza, mientras
ese idiota de Roger los mira con angustia en sus ojos.
—Esta semana comenzaremos con la recolecta de escombros, pero
iremos inspeccionando los casos más severos primero.
—No hace falta, ustedes ayuden a los más damnificados, yo puedo
ocuparme de esto. —Estrecho su mano una vez más—. Gracias otra vez.
El oficial Morales toma su casco amarillo y me saluda, volviendo al
camión de bomberos con sus compañeros.
Yo camino lentamente hacia mi casa, Eliza es la primera que me recibe
con un gran abrazo.
—¿Estás bien? —pregunto acariciando su espalda.
—Sabes que sí, casi me da un susto de muerte cuando no volvíais, nos
imaginamos lo peor. —Su voz se escucha cansada y temerosa.
—Estamos bien —digo mirando de reojo a Cala, ella me mira con una
sonrisa— ¿Y ustedes?
—Perfectamente ahora que sabemos que están a salvo —responde
Lucien. Sostiene la mano de su hija mientras su mujer se encarga de su silla.
—Lamento mucho la pérdida de la casa, voy a empezar la expedición, a
ver qué podemos rescatar.
Cala toma aire y cubre su boca con sus manos, sus ojos están puestos en
el espacio donde debía estar su casa. Estaba tan preocupada por sus padres
que no se había percatado que su hogar ya no existe.
Mi instinto me obliga a caminar hacia ella, pero me veo interceptado
por ese tal Roger, quien la abraza.
—Tranquila, todo estará bien —dice acariciando su espalda.
Siento los ojos de Lucien en mi sien y cuando lo miro, lo noto
observando la situación con una ceja arriba.
—Eliza nos ayudará a encontrar un hotel —dice Lucien cambiando de
tema—, aunque con los destrozos que ocurrieron en la zona, asumo que las
habitaciones están todas ocupadas.
—De ninguna manera, ustedes vivirán aquí hasta que podamos
reconstruirla.
Lucien no dice nada, pero puedo ver como sus ojos brillan con emoción,
rápidamente lo esconde mirando al suelo, yo apoyo mi mano en su hombro
y le doy unas palmaditas para calmarlo.
Eliza toma el control de la situación, resolviendo todo, ella propone su
habitación ya que es la única que no se necesita la escalera para llegar,
mientras ella piensa mudarse al primer piso junto con Cala.
—Hay suficientes habitaciones para todos, no hace falta compartir —
digo incómodamente, mis palabras intentan decir algo, pero sé
perfectamente que mis intenciones no son tan puritanas—. Por ahora,
necesitamos una ducha y una cama, fue una noche larga para todos. —Miro
de reojo a Cala, sus cachetes están tan encendidos que hacen juego con el
sol y me regocijo al saber que ella está pensando lo mismo que yo, inclusive
con su exnovio a su lado.
¿Por qué sigue aquí?
Tomo la silla de Lucien y lo llevo a la casa, junto con su mujer y Eliza,
a medida que me alejo escucho a Cala hablar con él.
—Roger, voy a ayudar a mis padres a acomodarse, ¿podemos hablar
luego? Estoy realmente agotada.
Y con una sonrisa socarrona, me alejo de ella.

Después de interminables llamadas con el seguro, finalmente consigo


que un agente venga a inspeccionar el desastre. Un hombre de unos
cincuenta años observa la casa de los Saint-Clair como si no estuviera
convencido si la casa estaba completamente dañada o no.
Maldición, solo son tablas y escombros. ¿Qué más tiene que ver?
Cala está detrás nuestro, de brazos cruzados, mirando sus pertenencias
completamente arruinadas. No creo que sea una persona materialista, pero
tampoco creo que sea inmune al impacto que debe ser ver tu vida bajo los
escombros. Puedo ver libros arruinados, ropa mojada y rota, y esa maldita
cama, hecha añicos.
Carraspeo un poco antes de comenzar a hablar.
—¿Necesita algo más? —insisto.
Quiero que se largue y ver si puedo rescatar algo.
—No, no —dice anotando cosas en un formulario—, ya puede
comenzar con la construcción, el seguro se pondrá en contacto con usted en
breve para terminar con el papeleo.
Tiendo mi mano, lo subo al todoterreno y lo llevo hasta su vehículo.
Cuando vuelvo, Cala sigue allí, con el pie mueve cosas para ver qué hay
debajo.
—Cuidado —reprimo mientras la tomo del brazo y la alejo—, nunca
sabes lo que puede haber debajo. La entrego unos guantes de trabajo, casco
y rodilleras.
—Gracias —devuelve, su voz está apagada y extraño a la picante
señorita Saint-Clair.
Quiero explorar el descubrimiento que hice, y sí, ya sé que le dije que
fuera del establo todo volvía a la normalidad, pero maldición, ella me
acarició y mi cuerpo no reaccionó, me hizo sentir una cercanía física que
nunca sentí y me muero por explorar.
—Cala… —Sus ojos tristes me miran, probablemente esperando que le
indique qué hacer— Si esto es muy difícil, puedo hacerlo yo, no tienes que
ver nada de todo esto. —Señalo los vestigios de su vida.
Parece que de golpe se enchufa al dos veinte y tiene energía, ya que
sonríe falsamente y se coloca la protección que acabo de darle. Me enfada
un poco que siga pretendiendo ser quien no es, especialmente después de lo
que ocurrió ayer, pero sé mejor que nadie, que cuando no quiero hablar de
ciertas cosas, es mejor que me dejen solo.
—De eso nada, comencemos, quizás sobrevivieron algunos libros.
Lo dudo.
Pasamos al menos cuarenta minutos escarbando entre los escombros,
revolviendo la basura como si fuéramos dos sin techo en la ciudad. No
encuentro nada salvable y ella separa platos rotos y los apila en un costado.
—No te preocupes, todo lo podemos reemplazar —digo mientras le
entrego algo que parece ser un plato partido a la mitad.
Ella sonríe con pena.
—No, estos no, eran de mi abuela.
—Oh, lo siento.
—Ella se los dio a mi padre para que yo los usara el día que viviera
sola, los guardé como un tesoro durante años, pero como todo, uno no se da
cuenta de cuánto valor tiene hasta que lo pierde, ¿no?
Asiento lentamente, mirando los detalles de su rostro, sus ojos negros
tienen una línea de lágrimas acumuladas. Cuando levanta la mirada, me
coge de improviso, algo se dispara en mi pecho y no encuentro cómo
detenerlo.
Doy un paso adelante, no sé por qué, pero quiero estar más cerca, quiero
probar sus labios otra vez y cuando voy a pedirle permiso para besarla,
digo:
—Así que… ¿Exnovio?
Cala me mira extrañada por la inesperada pregunta. Si Kill estuviese
aquí, me daría un golpe en la nuca por ser tan tosco.
—Sí, es complicado —devuelve sin agregar más.
—¿Vais a retomar la relación? —Vuelvo a mi tarea con tal de encontrar
qué hacer con mis manos, encuentro un sostén rosa y lo suelto antes de que
me vea con eso en la mano.
Cala detiene por completo lo que estaba haciendo y se desploma lejos
del tumulto, sobre el césped.
—No lo sé, ¿debería?
¿Y me pregunta a mí?
—¿Estás pidiéndome un consejo? —Limpio mis manos y quito mis
guantes.
—Sí, no, ¡no lo sé! —Parece tempestuosa— Claramente Roger tiene un
mal timing , no es el mejor momento para reaparecer en mi vida.
—¿Por qué? —¿por mí?, ¿por la noche que pasamos juntos?
Ella señala el tumulto con irritación y aunque esté decepcionado, me
hace reír.
Me siento a su lado, más cerca de lo que debería y miro hacia atrás,
buscando ojos curiosos, especialmente los de Lucien. Cuando veo que no
hay peligro alrededor, me relajo un poco.
—Sé que está siendo un muy mal año para vosotros, pero prometo hacer
todo en mi poder para mejorarlo —digo arrancando el césped del suelo,
como hacía cuando era niño—. Podemos ir de compras, aunque sea lo
básico para empezar.
—No es tu responsabilidad, no somos nosotros tu responsabilidad —
repite con énfasis el nosotros—, siempre salimos de los problemas, solo
que, esta vez vinieron todos juntos y…
Suelta aire, ahogándose en la piscina de sus pensamientos.
—Tampoco es la tuya —Suelto.
Cala tiene un moño deshecho sobre su cabeza, unos mechones caen
rebeldes sobre su rostro y sin saber lo que hago, los coloco detrás de su
oreja.
—Lucien es muy necio a veces, lo que debería hacer es adaptarse a su
nueva vida, aplicar toda la ayuda que pueda conseguir del gobierno, más lo
que yo quiero hacer por él y reorganizar todo, no obligar a su hija a hacerse
responsable.
Cala frunce el ceño, nunca la vi poner esa cara, tan enojada.
—A mí no me molesta ayudarlos.
—Lo sé… lo sé, no es lo que quise decir. —Tomo aire—. Lo que quiero
decir es que ninguno de vosotros se deja ayudar, parece que corre en la
familia.
—¿Y tú sí? —Ataca—. Te ofrecí mi ayuda, mi oído y hombro y lo
rechazaste como si fuese una mosca curiosa.
Tiene razón.
—Lo mío es complicado —respondo.
—Todos tenemos una vida complicada Oliver, está en uno saber cómo
quiere sobrevivir. —Se levanta para caminar lejos de mí.
No estoy listo para terminar con este pequeño momento a solas que
tenemos.
—¡Tuve una infancia traumática! —grito mientras me levanto de golpe
— Y hablar del tema solo me trae más dolor, no quiero alejarte, solo que no
puedo hablar de ello, no todavía.
Ella se detiene, voltea y me observa. Tenemos al menos cinco metros de
distancia entre los dos.
—A veces, lo que uno se niega con más fuerza, es lo que uno más
necesita.
—Entonces déjame ayudarte.
Cala muerde sus labios, puedo ver su cabeza buscando respuestas
inteligentes y salidas rápidas. Pero está acorralada, por mí y mi estúpida
necesidad de ayudarla.
—Solo si tú te dejas ayudar también.
Estiro mi mano y la dejo en el aire esperando por la de ella. Cuando
llega a mi lado, la toma con fuerzas.
—Trato hecho.
Tiro de su brazo y la tengo tan cerca de mí que puedo oler su perfume
floral, sobre sus labios dejo una sonrisa diabólica y digo:
—Nos vamos de compras.

Lucien, Lis y Cala están en el todoterreno conmigo y estoy haciendo algo


que nunca hice en mi vida, ir a un centro comercial.
Detesto las multitudes, las detesto tanto que contraté una asistente
personal para que se encargue de mi ropa y cuando debía comprarme ropa
para trabajar en el campo, siempre usé internet. Así que esto de venir a un
lugar físico me parece lo más arcaico del planeta.
Parece que mi promesa de no entrar a un lugar como este, se rompió en
el momento que vi lágrimas en los ojos de Cala. De alguna manera
convencimos a los padres para que viniesen a comprar lo básico, así tienen
ropa hasta que puedan reponer su guardarropa otra vez.
Cala me sonríe mientras llevo la silla de ruedas de Lucien y yo le
devuelvo la sonrisa o el intento quizás de sonrisa que tengo.
—¿Por qué tienes esta silla? —le pregunto a mi amigo.
—La eligió Lis —responde con un tono bajo, ya que su mujer camina a
pocos metros delante de nosotros—, dijo que era la única que pudo
conseguir.
—Bueno, tenemos que hacer algo al respecto, no puedes depender de
otros para que te lleven, necesitas una eléctrica.
—Oliver… —gruñe— No, estoy bien con esta.
—Ya veremos —respondo, guiñándole un ojo a Cala, ella me mira con
complicidad porque sabe lo que estoy pensando.
La primera tienda en la que nos detenemos es una de esas que venden
un poco de todo. Las mujeres buscan abrigos y ropa para estar en mi
rancho, mientras Lucien y yo las miramos pasar de un lado a otro.
Cala nos muestra la ropa que se está probando, mayormente vaqueros y
camisas para el trabajo. En una oportunidad, mis ojos se posan en el trasero
de Cala y me pregunto cómo se verá mientras la folle en cuatro.
—Oliver —dice Lucien.
Mierda, me vio mirándole el trasero a su hija.
—Lucien —repito con el mismo tono.
El hombre me mira de refilón, con una mirada desaprobadora.
—Sé lo que estás pensando.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
—¿Qué estoy pensando?
—Sientes culpa por nosotros.
Suspiro aliviado y cruzo mis piernas, apoyando el tobillo sobre mi
rodilla, saco el móvil del bolsillo y me dispongo a responder algunos
mensajes de Killian.
—¿Ves lo que estoy haciendo ahora? —pregunto— Te estoy ignorando,
déjame trabajar ahora, que las mujeres se están encargando de lo demás.
Lucien sonríe incrédulo de mí, no puedo culparlo, yo tampoco me
reconozco y sospecho que su hija, la intrusa, tiene mucho que ver.
14

CALA

T engo puerta.
Parece poco, pero es una pequeña victoria dentro de estos meses
de mierda que estoy experimentando.
“Mala racha” le diría mi abuela.
El dormitorio de huéspedes (uno de los muchos que pude encontrar en
esta mansión) es particular, sigue con el concepto de rancho lujoso, pero
tiene un toque aniñado, la cama tiene un tul que la cubre delicadamente. El
papel en la pared detrás de mí, es verde oscuro con estampado de flores
rosas muy bonitas, todo muy femenino y formal. Se siente como que este
dormitorio estaba destinado para alguien en particular y no un invitado
pasajero.
El colchón es increíblemente cómodo, tengo cuatro almohadas solo para
mí y un ventanal con vistas al campo maravilloso que tiene Oliver. Desde
aquí puedo ver el campo entero, aunque ninguno de mis amigos animales
está dando vueltas por ahí, por una simple razón, yo soy la encargada de
que estén allí y todavía sigo en esta cama.
Cuando bajo a la cocina encuentro a Eliza haciendo el desayuno, mi
madre la ayuda y mi padre está en la mesa.
—Buenos días —digo mientras observo el nuevo dinamismo. Sé que es
temprano para todos, se siente en el ambiente y el aura apagada.
—Buenos días hija —dice mi madre—, siéntate, ya tenemos todo
preparado.
Miro a mi padre, su mirada está perdida y me preocupa que su salud
mental se vaya definitivamente por el desagüe después de este hecho
fortuito.
—Papá —digo mientras me siento a su lado— ¿Qué tal la nueva cama?
—Bien —responde secamente.
Genial.
Oliver entra a la cocina con su caminar recto y firme, se detiene cuando
nos ve a todos allí, probablemente se haya olvidado que estábamos en esta
casa.
Mi padre reacciona primero.
—Vamos, dejemos a Oliver desayunar en paz —gruñe rodando su silla
lejos de la mesa.
Oliver levanta una ceja y lo detiene, trabando su silla con el pie.
—¿A dónde vas, viejo?
—No quiero invadir, Oliver.
—No lo haces, nadie lo hace —dice mirándome fijamente, su tono
cambia de golpe— y necesito que la señorita Saint-Clair desayune bien,
tiene un día de mucho trabajo por delante.
Mi padre nos observa con detenimiento, yo aprovecho que mi madre me
deja un plato con tostadas y me lleno la boca para que no se me note tanto
la sonrisa.
Parece que Oliver no va a trabajar hoy, no está vestido con su traje
habitual, tiene sus vaqueros rotos y una camisa encima. Se sienta a mi lado
en la mesa, su pierna izquierda roza la mía y el calor se disipa por todo mi
cuerpo.
El día que dormimos tirados en la paja sentí lo mismo cuando se acostó
a mi lado, provocó una sensación pacífica y tierna con solo su contacto.
Había dormido con hombres durante mi vida, tengo veintiocho años y no
soy ninguna santa como podrás ver, pero en todas esas experiencias nunca
me sentí tan a gusto.
Mucho menos con Roger.
—Cala —llama Eliza—, ¿viene Roger esta noche? Tengo que planificar
la cena.
Inmediatamente Oliver quita la pierna y pretende leer noticias desde su
tablet con mucho interés.
Roger es un problema, claramente, sigue en la ciudad y yo sigo
evitándolo, le dije que hoy sí o sí nos íbamos a ver, probablemente mi
madre le dijo algo a Eliza.
—Oh no —respondo—, iremos al distrito Bishop a cenar, escuché que
hay un restaurante argentino que todo el mundo ama, quiero probarlo.
—¿Distrito Bishop? —dice Oliver, resoplando— ¿De noche? Suerte
encontrando un lugar donde aparcar. —Sus ojos nunca se despegan de la
pantalla y el artículo que abrió sigue en el mismo párrafo.
El tono… Madre mía, ese tono me lo conozco.
—Bueno, Oliver…
—Señor Walker —corrige mi padre con sus ojos entornados y furiosos.
Sonrío abiertamente y prosigo, aunque Oliver tiene una media sonrisa
en su perfecta boca.
—Señor Walker, para su información, el hotel de Roger está a solo unas
calles, no es necesario buscar aparcamiento.
—¿Y cómo demonios piensas volver desde allí por la noche? —Su
mirada fija y penetrante, se intensifica a cada segundo, suena más como un
reto que una pregunta normal.
¿Por qué asume que voy a volver esta noche? Se lo diría, si no
estuviesen mis padres prestando mucha atención a esta conversación.
—Uber.
—Uber no viene hasta aquí.
¡Ahhh!
—Bueno, ya encontraré la manera. —Doy por finalizada la
conversación, cuando me levanto con una tostada en la boca y otra en la
otra mano para la caminata hasta los establos.
—¡Cala! —escucho.
Oliver camina hacia mí, furioso.
Trago la tostada como un pingüino y me dispongo a empezar la otra.
Cuando llega a mi lado siento su energía pesada e inquietante.
—¿Qué?
Puedo ver las palabras atragantadas en su garganta, algo que quiere
decir, pero no verbaliza, hasta que dice:
—Llévate mi coche.
—Ni loca.
—Bueno, iré a buscarte.
—¡Menos! —devuelvo exasperada y sigo mi camino. Él se queda
detrás, lo sé porque sus siguientes palabras se escuchan lejanas.
—No vayas entonces.
Me detengo y giro sobre mis talones para enfrentarlo.
—¿Por qué?
Por un microsegundo puedo sentir poder, sus ojos me esquivan, sus
brazos están cruzados. Lo estoy poniendo a la defensiva.
—Porque… porque luego se hará tarde, no sabrás cómo demonios
volver y…
—Ya te he dicho que no te preocupes, que, si no puedo volver, me
quedaré con Roger. —Ahí, lo dije.
Coloca sus brazos en jarras y mira directamente a mis ojos con furia,
pero también con algo más, una promesa en una mirada penetrante.
Estoy en aprietos.
En ese momento, una furgoneta aparece en el camino de entrada, los dos
la vemos aproximarse y nos mantenemos en silencio hasta que aparca en la
puerta de la mansión. Un hombre bajito se presenta, me doy cuenta que es
un texano nativo por su acento. Establece una conversación con Oliver,
presentándose como la empresa que se va a hacer cargo de los escombros y
Oliver le hace preguntas que no me interesan porque estoy cabreada con él.
Así que comienzo a dar pasos hacia atrás, alejándome del problema que se
avecinaba segundos atrás.
—Cala —llama, interrumpiendo al texano—, no terminé contigo.
¿Qué quiere decir? ¿Habla de nosotros? ¿De la conversación? ¿De
trabajo? Necesito un traductor.
—Yo sí —devuelvo y le doy la espalda, no voy a involucrarme en este
drama, tengo animales que atender, plantas que cuidar y un corazón que
proteger.

El distrito Bishop es un distrito artístico, bohemio e increíble. Los bares


tienen bandas de jazz, las galerías de arte están abiertas hasta la madrugada
y el barrio está iluminado con guirnaldas de colores. Es acogedor el
ambiente, me siento como cuando iba a la universidad y salía por ahí, a
empaparme de cultura.
El restaurante que elegimos se llama “Chimichurri”, tiene una
ambientación loca, con imágenes icónicas de Argentina y carteles de neón
rosas con frases típicas como “No llores por mí Argentina”. El lugar está
lleno y todo el mundo parece disfrutar mucho de la comida.
Roger hizo un esfuerzo para esta noche. Se vistió con sus mejores ropas,
es más, puedo sentir su perfume del otro lado de la mesa, pero este perfume
no me pone de rodillas como el de Oliver, qué extraño.
Roger relata todos los chismes de la universidad, de los cambios en las
asignaciones y del día a día. No me interesa nada de todo lo que dice, de
hecho, me aburre soberanamente. A veces intento meter un bocado de lo
nuevo que aprendí de mi podcast de botánica o lo que me hizo Juana esta
vez, pero él parece sentir pena por mí, por mi nueva vida.
Extiende la mano sobre la mesa y aprieta con suavidad.
—Debes estar extrañando la vida de academia, lo siento Cala, no paro
de hablar de todo eso.
Mis cejas se unen en mi frente en confusión, pero también en enojo.
—Me gusta el trabajo —defiendo—. Es recompensante, más allá de una
nota o una palmadita de algún académico pedante que necesita dar clases
porque no puede ejercer la profesión. En el campo todo depende
enteramente de ti, lo puedes ver en los brotes cuando comienzan a salir, en
cómo la tierra te devuelve el esfuerzo con comida, ¿entiendes esa parte?
Comida que nos nutre. Honestamente no extraño la universidad, ni el
trabajo, creo que hasta siento pena por la gente que nunca va a experimentar
semejante recompensa.
Roger traga saliva con incomodidad.
—Lo siento Cala, no sabía que te sentías así. Me alegro, me alegro
muchísimo. —Su dedo pulgar acaricia el revés de mi mano, pero me irrita y
me saca de quicio y es hora de que deje de darle esperanzas porque sé que
esto no puede mejorar. Lo que pasa es que a veces con tal de no lastimar a
las personas, me pongo en situaciones como estas, donde quiero salir
corriendo.
Tengo que aprender a decir que no.
—Creo que voy a irme Roger, mañana tengo un día largo. —Comienzo
a recoger mis cosas.
—¡Espera! ¿No quieres que pidamos postre? Dicen que la empanada de
dulce de leche es genial.
—No, lo siento, el tiempo es oro, ya lo sabes.
Cuando salimos a la calle, Roger me sonríe con tensión en los músculos
de su rostro.
—¿Quieres venir a mi hotel?
—Roger… —resoplo.
—Lo sé, lo sé —dice derrotado—, al menos lo intenté, no mentía
cuando dije que te extrañaba, pero puedo ver que avanzaste con tu vida.
—No solo eso, vivimos a cuatro horas de distancia, sabes que esto es
imposible. —Y que tampoco me muero por intentarlo , aclaré dentro de mi
mente, pero eso lo filtro.
—Entiendo. ¿Puedo besarte por última vez? —Escucho una plegaria
prácticamente.
La culpa que me inculcó mi madre resurge en mí, haciéndome sentir
mal por terminar todo (por segunda vez) con Roger. Asiento, él da un paso
adelante con una media sonrisa y cuando está a milímetros de mis labios se
sobresalta cuando una bocina comienza a sonar desaforadamente.
Los dos miramos hacia un coche aparcado en la calle de enfrente, el
todoterreno hace luces como si fuese una discoteca.
—¿Es una broma? —murmuro.
Se baja la ventanilla tintada del vehículo y Oliver Walker florece, con
una sonrisa macabra en su rostro simétrico y perfecto.
—¿Necesitas transporte? —grita con un tono socarrón.
Voy a matarlo.
—¿Ese no es tu jefe? —pregunta Roger tan atónito como yo.
—Lamentablemente, sí —respondo—. Tengo que irme Roger —Le doy
un abrazo apretado y una media sonrisa—. Gracias por la cena, fue
increíble, pero adiós.
Ni me responde, simplemente me ve irme.
Oliver Walker sostiene el volante con las dos manos, su mirada está fija
al frente. Las luces de la calle iluminan su rostro, su barbilla cuadrada, su
barba de unos tres o cuatro días, sus cejas anchas, su pelo oscuro como el de
un cuervo.
—Eres increíble —resoplo.
—Gracias —responde.
—No es un cumplido —digo irritada—. Dije que iba a volver sola.
—Y yo dije que volver de noche es imposible, son cuarenta minutos en
autopista Cala, ¿ibas a usar tu bici?
¿Está siendo sarcástico conmigo?
Algunas calles del distrito Bishop son oscuras, pero Oliver conduce con
soltura, como si conociera la zona de memoria. Los giros en las esquinas
son un poco bruscos, pero estar crispado es su estado natural, no debería
sorprenderme si conduce de la misma manera.
—¿Seguro que todo esto es por cuál iba a ser mi medio de transporte?
Resopla y larga una risa sardónica.
—No leas entre líneas, solo estoy procurándome que mañana mi
empleada esté disponible para hacer su trabajo.
—Nunca llegué tarde a mi trabajo, Oliver, ni una vez.
—Ser puntual es llegar tarde, dicen. —Se incorpora a la autopista y
pone música para callarme.
Metallica suena por los altavoces y desisto en seguir esta conversación.
Así que me acodo junto a la ventana y observo a Dallas brillar de noche.
Si él no quiere hablar como un ser humano y aclarar esta actitud confusa
e invasiva, entonces yo no quiero saber nada. Es más, lo prefiero así y tengo
transporte gratis.
Tres canciones después, el volumen se baja y yo sonrío por dentro,
porque no se aguantó mucho.
—¿Le rompiste el corazón al niño?
Parece que no tiene otro idioma para comunicarse, ataca en vez de
decirme la verdad.
—Va a sobrevivir —susurro mirando al frente.
—¿Por qué terminaste con él?
—¿De verdad quieres saberlo? O es solo para burlarte de mí.
Oliver despega los ojos de la carretera y los centra en mí.
—Nunca me burlaría de ti —dice seriamente mirándome a los ojos.
Sí, claro.
Cruzo mis brazos suelto aire pesadamente.
—No somos compatibles, él quiere ser CEO algún día y yo ya no tengo
las mismas ambiciones.
El silencio cae otra vez entre los dos, la música violenta y gritona sigue
sonando de fondo, totalmente contraria a la música mística que suelo
escuchar.
—¿Cuáles son tus ambiciones ahora?
¿Está dándome charla porque quiere saber o porque no soporta el
silencio entre los dos?
—Vivir el momento, aprender todos los días un poco más,
perfeccionarme —respondo mientras me estiro, este todoterreno es muy
espacioso.
—No sé cuánto más puedes aprender, ya tienes todo muy dominado.
—¿Es eso un halago, señor Walker?
Suelta una risita.
—Es la realidad, estás haciendo un buen trabajo, sigues entera después
de todo lo que te ocurrió en los últimos meses, que quieres que te diga, eres
malditamente perfecta. —La sonrisa en su rostro se borra cuando dice eso,
carraspea su garganta y vuelve a mirar al frente con sus cejas unidas, parece
como si se reprimiera por decir lo que dijo.
—Gracias —susurro enterrando mis manos entre mis piernas—. A
veces necesito escuchar palabras de apoyo, mi padre puede llegar a ser
bastante estricto.
—Lo sé. Mi padre era igual con nosotros, nunca hacíamos suficiente.
—¿Tienes hermanos?
—Sí, tres. Silas, Luca y Killian.
—Guau, siempre quise tener hermanos —digo mirando por la ventanilla
—. Ser hija única es muy solitario a veces.
—No me imagino mi vida sin ellos —agrega—. Quizás no hablamos
tan seguido ahora, porque están todos desparramados en diferentes puntos
del país. Pero ellos son mi familia.
—¿Y ellos son solteros empedernidos como tú?
Suelta una carcajada hermosa, fluye de su voz como una canción.
—No, bueno Killian si, los mayores están casados y con hijos. Mi
sobrino Julián es el calco de Silas —comienza a relatar con una sonrisa—,
se exaspera fácil y le gusta la buena vida, mi sobrina, Mila todavía es muy
pequeña, pero… —se silencia.
—¿Qué ocurre?
—Nada, me di cuenta que estaba hablando sin parar, no quiero aburrirte.
¿Eso es hablar sin parar? claramente este hombre nunca estuvo en la
presencia de mi madre y su hermana.
—No me estaba aburriendo.
Asiente y continúa:
—Mila ama los caballos, solo vino una vez, pero su madre me prometió
que la iba a traer más a menudo.
—¿Por eso el dormitorio de huéspedes está decorado así?
Asiente una vez más, el agarre del volante cambia y se tensa.
Mi corazón se rompe un poco por este hombre. Decoró el dormitorio de
huéspedes para esa niña y puedo darme cuenta que está sin usar. Me da
rabia pensar que los padres no vienen a visitarlo, claramente el hombre
quiere pasar tiempo en familia.
Cuando llegamos a la mansión, Oliver aparca el todoterreno en la
imponente entrada y los dos bajamos en silencio. Las luces en la cocina
están encendidas, aunque no hay nadie.
Oliver las apaga cuando pasa por al lado y sigue el camino hasta las
escaleras.
Mi dormitorio y el suyo están en el primer piso. Los dos subimos los
escalones en silencio. Cuando llegamos a mi puerta, me detengo bajo el
marco y sonrío.
—Gracias por traerme —susurro rindiéndome ante él.
La corta conversación en el coche fue mucho más entretenida que la
cena completa con Roger y eso es algo que tengo que pensar bien. Es mi
jefe, no puedo olvidarme de eso, no importa cuántas mariposas tenga en el
estómago.
Oliver asiente una vez y traga saliva con fuerza.
Lentamente acerca su mano a la mía, hasta que las puntas de nuestros
dedos se tocan, una vez que se acostumbra al tacto, sostiene mi mano con
suavidad y delicadeza. Cuando levanta la mirada, presiento la confusión en
él, la misma que deben transmitir mis ojos, pero hay algo más, restricción,
como si una soga lo contuviera para no avanzar sobre mí.
Entonces miro los labios y eso es todo lo que necesita para dar un paso
adelante y besarme con tanta ternura que creo que me voy a derretir a sus
pies. Los movimientos son lentos, pero precisos y extremadamente
sensuales.
Su lengua aparece tímidamente y acaricia la mía.
Mi mano toma su cuello y él acaricia mi rostro, profundizando el beso
por varios minutos, hasta que se aleja de mí.
—Hasta mañana, señorita Saint-Clair —susurra sobre mis labios.
—Hasta mañana, señor Walker.
15

OLIVER

M e fui a dormir pensando en ella y ahora, que son las cinco de la


mañana, sigo haciendo exactamente lo mismo.
¿Qué demonios me ocurre? ¿Qué tiene Cala Saint-Clair que me
tiene así?
La respuesta no viene clara a mi mente, pero puedo hacerme una idea,
sus manos, hay algo en sus manos que hacen que quiera gritarle que me
acaricie, que me toque en las zonas donde nadie nunca me tocó. Siempre
soñé con encontrarme con alguien en mi vida que me diese eso, alguien que
silenciase los demonios del pasado, los traumas que me hicieron quien soy
hoy, los que me aislaron del mundo y me privaron del sentimiento de
pertenecer.
Pertenecer es un concepto tan lejano, una mera fantasía, como la de un
chico que quiere ser astronauta, algo pasajero y poco realista.
Anoche después de comer, me quedé en la cocina, ayudando a Eliza,
ella suele ser muy charlatana, hasta el punto que a veces ni le respondo y
ella no lo nota, ella sigue y sigue. Bueno, anoche ella era una tumba y
cuando la entregué el último plato para colocar en el lavavajillas me dijo
una sola frase:
“Ve a buscarla.”
Me miró con una sonrisita adorable de señora mayor y me entregó las
llaves del todoterreno.
No tuve que batallar, ni explicarle que estaba malinterpretando toda la
situación. Simplemente fui al distrito artístico y esperé en la puerta del
restaurante por ella, como un obsesivo, como un hombre que quiere
reclamar algo que le pertenece. Cuando la vi salir, sabía que estaba
incómoda o aburrida, o las dos. Algo en su rostro lo decía a gritos, ¡y me
alegré! Como un idiota, me alegré de verla irritada con ese… ese… niño.
¡Es que es un niño! No tiene ni pelos en la cara, ¡por el amor de Dios!
El ataque apareció cuando vi sus intenciones, conocía muy bien esa
mirada lasciva y no podía soportar imaginar sus manos en ese cuerpo,
cuerpo que no pude explorar como quisiera, que apenas desnudé en el
establo, pero estaba decidido que tenía que explorar, centímetro a
centímetro. Así que mi mano viajó hasta la bocina inmediatamente y
comencé a tocarla como si fuese una batería y yo un niño de cuatro años.
Las luces eran parte del show.
Quería detener esa cita a toda costa y eso es lo que me mantuvo
despierto el resto de la noche.
Ahora camino con un propósito, el gimnasio, necesito soltar un poco la
tensión que tengo en el cuerpo y principalmente necesito dormir de noche
para poder sacar adelante una compañía millonaria. El problema es que,
para poder llegar al gimnasio, tengo que atravesar la cocina, donde Eliza y
Cala están conversando con una taza de café entre sus manos.
Las dos se quedan en silencio en cuanto me ven pasar.
—Buenos días… —digo con cuidado, al verlas a las dos tan tensas.
Las dos responden al unísono.
Cala tiene una trenza que cae hasta su cintura, unos vaqueros y una
chaqueta azul, está lista para salir al frío, ella mira por encima de su hombro
y sus ojos se arrastran de arriba abajo, cargados de deseo.
Demonios, no me mires así, Cala…
Sigo mi camino antes de que avisten el bulto en mis pantalones de
chándal grises.
Esta convivencia va a ser extremadamente difícil, ya puedo sentirlo.

Atiendo la llamada de Killian mientras troto en la cinta andadora. En el


espejo puedo verme absolutamente sudado tras el levantamiento de pesas.
Siempre el ejercicio es fundamental para personas como yo, las que
tienen TEPT (trastorno de estrés postraumático) por eso el campo me hace
bien, drena mi energía y aleja mi mente de los lugares oscuros donde quiere
transitar.
—¿Hola?
En vez de escuchar su voz, escucho el tema del “Llanero solitario”, a
Killian le encanta molestarme con esas cosas. Reviro mis ojos, irritado por
el comportamiento infantil que tiene mi hermano menor.
—¿Terminaste? —pregunto deteniendo la cinta para bajar el ritmo
cardiaco.
La risa de Killian es una de mis favoritas, siempre es genuina y abierta.
A mi, que suelo ser un poco más callado, siempre me dio envidia mi
hermano menor, él es enérgico y siempre cautiva a todo el mundo con
chistes y su liviandad. A veces creo que yo hubiera sido así, si no me
hubiese pasado lo que me pasó.
Un supuesto que nunca voy a saber.
—Al menos una vez por año tengo que hacer ese chiste —dice, puedo
escucharlo que está con los altavoces en su Tesla—. Es casi una tradición.
—A mis expensas.
—Bueno hermano, el día que aprendas a reírte de ti mismo, vas a ser un
hombre nuevo.
Sí, claro.
—¿Necesitas algo?
—Sí, saber qué demonios ocurrió en Texas, hace días que te llamo y no
obtengo respuesta.
Detengo la caminadora y recupero el aliento.
—Un tornado arrasó con la casa de Lucien, no dejó nada en pie, sólo
escombros, lo demás está bien. —Seco mi rostro con una toalla y miro mi
reflejo en el espejo de cuerpo completo.
No es un gimnasio enorme, pero está bien equipado para mí solo.
—¡Dios mío, Oli! ¿De dónde salió esta mala suerte?
—No lo sé, ni quiero saberlo a estas alturas. Los Saint-Clair están
viviendo en mi casa momentáneamente, hasta que podamos reconstruir la
de ellos.
—Así que la susodicha está bajo el mismo techo, interesante. —Arrastra
sus palabras, hasta que comienza a gritar de golpe—. ¡¿Qué haces!? ¡¿Así
conduces por la ciudad?! ¡Ve a hacer el examen de conducir otra vez,
idiota!
Mi hermano siempre discute con los otros conductores cuando conduce
por San Francisco.
—No empieces Killian.
—¡Oh, vamos! ¡No has visto lo que hizo! ¡Casi me lleva por delante!
—Hablo de tus comentarios de Cala.
—Ah, es Cala ahora… —se ríe—En tus treinta y dos años de vida,
nunca nombraste a una mujer, hasta que ella comenzó a trabajar en tu
campo, tiene que significar algo.
—Significa que… que… —Comienzo a formar una mentira con ímpetu,
pero luego algo se atraviesa en mi garganta—. ¡Me cago en la puta mierda
Killian! —grito.
Mi hermano se queda en silencio hasta que comienzo a hablar otra vez.
—Follé con ella.
—¡¡Lo sabía!! —Puedo escuchar las ruedas del coche frenar de golpe,
bocinas a su alrededor—. Quiero saberlo todo, ahora.
¿Quién es el que conduce mal ahora?
Me siento en el banco de ejercicio y cubro mi rostro.
—Nos quedamos encerrados en el establo, casi nos traga el tornado y
cuando todo pasó, se fue todo a la mierda.
—Una vez vi una película porno así, ¿follasteis encima de la paja?
—Sí.
—¡Qué! ¡Estaba haciendo un chiste! ¡Esa chica es salvaje! —No te
haces una idea — Demonios hermano, ¿fue bueno?
—El mejor sexo que tuve en mi vida. —Mi voz suena preocupada más
que contenta.
—¡Mierda! ¡Estoy sin palabras y eso que a mí no me cuesta mucho
hablar! ¿Y ahora? ¿Qué piensas hacer?
Me acuesto en el banco y coloco la toalla sobre mis ojos.
—No lo sé, no creo que pueda hacer mucho, ella es mi empleada Kill,
no puedo seguir con ella, solo terminará mal.
—O muy bien.
—Poco probable.
—Siempre eres negativo hermano, ¿por qué no te das una oportunidad?
—Porque su padre me mataría, si lo vieras cómo nos mira cuando
estamos en la misma habitación.
—Es un hombre sabio entonces, sabe que los Walker solo rompemos
corazones.
Me río.
—Habla por ti, te dejo, tengo que ir a la oficina.
—¡Pero tengo más preguntas!
—Y yo no tengo tiempo.
—Bueno ahora que lo mencionas, yo tampoco, tengo que ir a la oficina.
—¿No estabas conduciendo hacia allí?
—No, acabo de dejar a Giuliana en su casa, ¿te acuerdas de ella? La
modelo italiana.
—¿La de Milán?
—No, la de Roma.
Mi hermano, siempre probando mujeres nuevas, nunca repitiendo.
—No, no se de quién hablas —me rio—, adiós Kill.
—Adiós, ¡hermano mayor!

Él no pregunta, simplemente toca, manosea donde no debe. Y yo me


retuerzo en la cama, buscando alejarme de su tacto, de sus dedos rasposos,
de sus ojos enfermos.
—¡Deja de tocarme! —grito— ¡Silas! ¡Luca!
Pero donde estaba la puerta hace un momento, ahora solo hay una pared
y un cuadro negro justo encima.
Sus manos están en todos lados y no importa cuánta fuerza haga, no
puedo quitarlas de mi piel, no puedo romper el contacto.
—¡Déjame en paz!
—Oliver… —susurra el viejo— Oliver…
—¡No!
—¡Oliver!
Abro los ojos.
Mi frente empapada, mis brazos tiemblan sin control, mi respiración es
irregular.
—Oliver, soy Cala.
Miro hacia el costado izquierdo de la cama, Cala Saint-Clair está aquí,
sus ojos grandes y oscuros me miran apenados.
Sin pensarlo, me levanto de la cama y corro hacia el balcón. El frío
golpea mi pecho, el sudor en mi piel hace que sienta el viento por todos
lados. Con mis manos en mis rodillas, comienzo mi ritual.
Inhalo en cuatro.
Retengo en dos.
Exhalo en cuatro.
Ella se agacha frente a mí, sus manos enroscadas en su estómago.
—¿Qué puedo hacer? Dime algo, quiero ayudar.
—Quieta —murmuro entre respiraciones profundas.
Temo por ella, porque sé que cuando estoy así no sé cómo voy a
reaccionar.
Algo que tengo que reconocer es que es una persona paciente y me
observa con una paz pocas veces vista, mientras yo, por otro lado, pierdo la
jodida cabeza.
El corazón bombea tan fuerte en mis oídos que casi no puedo escuchar a
mi alrededor, mi cuerpo tiembla tanto que es difícil sostenerme.
Esto no está mejorando y ella lo sabe también.
—Oliver, vamos juntos —dice arrodillándose frente a mí—. Inhala —
Ella toma aire profundamente e intento copiarla—, aguanta cuatro, tres,
dos, uno, exhala.
Repetimos lo mismo cuatro veces, mi visión vuelve a ser general,
abierta y receptiva, mi cuerpo percibe el frío y mis manos ya no tiemblan
tanto, al menos puedo disimular el temblor un poco mejor.
Estoy en el suelo hecho un ovillo, mi cabeza entre las piernas.
—¿Puedo acariciarte la espalda? —susurra.
Asiento.
Su mano se mueve de manera circular, de su garganta comienza a salir
un sonido melódico, casi como una canción de cuna que relaja todos mis
músculos. Nos quedamos así durante un rato largo, no quiero levantar la
cabeza por varias razones, la primera es porque quiero seguir disfrutando
esto sin que ella me vea a los ojos, la otra razón es la vergüenza, pura, cruda
y horrible.
Paralelamente, estoy preocupado por el frío y que ella solo lleva su
pijama puesto.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, mi voz suena ronca y agresiva, pero no
detiene las caricias en mi espalda.
—Escuché ruidos raros, vine a advertirte, pero luego me di cuenta que
provenían de aquí. ¿Estabas teniendo una pesadilla?
Asiento.
—¿Quieres volver adentro?
Niego con la cabeza.
Ella se levanta y se va, supongo que es lo mejor, que se aleje de mí, este
hombre roto y sin cura no va a sumarle nada a su vida que está tan llena de
colores y sonrisas.
Pero Cala me sorprende una vez más, cuando regresa, apoya mantas
sobre mi espalda y me envuelve. Levanto la mirada, conmocionado por la
amabilidad.
Ella también se está envolviendo, su cabello está atado desprolijamente,
su pijama es una camiseta de manga larga y un pantalón de algodón gris.
Cuando me ve observarla sonríe cariñosamente.
—Hola —susurra.
—Hola —devuelvo con una voz ronca—. Gracias.
—De nada.
Los minutos pasan, la noche cerrada está sobre nosotros, los grillos son
ensordecedores a esta hora, algunos coyotes se mueven por mi capo,
lamentándose como hacen cada vez que llaman a su manada.
—No quiero hablar de lo que acaba de pasar —refunfuño.
—Lo sé. ¿Quieres que me vaya?
Me tomo unos segundos de más para responder, mi mente dice algo, mi
lengua lo contrario.
—No.
Cala se acomoda y apoya su cabeza a los pies de la tumbona, para mirar
el cielo estrellado, yo la imito, dejándome llevar por las constelaciones.
—Mi abuela me invitaba a su casa a mirar las estrellas —relata—, ella
conocía las constelaciones como si fuesen la palma de su mano.
—¿Cuál era tu preferida? —Me encuentro haciéndole la pregunta.
—El Dragón —responde soltando una risita—, supongo que era el más
fácil de encontrar.
Miro hacia arriba, el cielo está tan estrellado que parece saturado de
purpurina. Pero ante mis ojos se siente como estar en casa, el lugar donde
quiero estar mentalmente cada vez que sueño con él.
Esta vez, Cala está aquí y no parece ser tan mala alternativa. La miro
mirando las estrellas con una devoción que reconozco muy bien.
—Siempre hablas de tu abuela, ¿estabais muy unidas? —pregunto.
—Era mi mejor amiga —responde ella con una sonrisa, aunque su
cuerpo tiembla inclusive bajo la manta, su trasero está apoyado en el frío
suelo de mi balcón y la culpa me hunde—. Ella me dio el collar que
encontraste en el campo. —explica acariciándolo con la punta de sus dedos,
ahí es cuando noto que su mano está temblando también, pero en su caso es
de frío.
—Vamos —digo levantándome.
Estiro mi mano y ella la sujeta con fuerza. El calor de mi habitación se
siente automáticamente. La luz de mi mesa de noche está encendida,
probablemente la haya encendido ella y yo nunca lo noté.
El reloj marca las tres de la mañana.
—¿Quieres agua o algo para comer? Sé que Eliza hizo unas galletas
para mañana que deben estar geniales.
Muevo mi cabeza de un lado a otro, tomo su mano y la llevo hasta mi
cama.
—Duerme, es tarde.
Puedo ver las mil preguntas rondando sobre su rostro cuando ve que la
llevo a mi cama y no a la de ella.
—¿Y tú?
—Yo no puedo volver a dormir, me conozco esta historia, pero tú
duerme, todavía tienes algunas horas.
Ella toma mi otra mano y me lleva con ella.
—Inténtalo.
Gruño por lo bajo, pero cedo, como hago cada vez que estoy cerca de
ella y me deslizo bajo las sábanas. Ella se arrastra hasta mi lado y me
envuelve desde atrás, descansando su mano en mi cintura y su pierna entre
las mías.
La suavidad y tibieza de su cuerpo me acobijan y poco a poco cierro los
ojos, sumergiéndome en el sueño más profundo.
16

CALA

E stoy tan cómoda en esta cama. Las sábanas son suaves y la almohada
parece estar abrazándome con amor verdadero, como cuando una
mujer mira una porción de pastel de chocolate, así siento que me ama
la almohada. Estoy relajada, descansada y contenta por alguna razón
desconocida.
¡Mala señal! Miro mi reloj inmediatamente.
—¡Oh no! —Me levanto corriendo, pero mis piernas no responden tan
rápido como mi cerebro.
Él se despierta de golpe.
—¿¡Qué pasa!?
—¡Son las siete!
—Ah, Cala, casi me das un infarto —gruñe tomando mi mano y tirando
para que vuelva a la cama.
—Es tarde, Oliver, en serio, mi padre va a matarme.
Él toma mis muñecas y las ancla en la almohada mientras se coloca
entre mis piernas.
—¿Quién es el jefe en este rancho? ¿Lucien o yo?
—Tú, pero…
—Nada de peros, déjame compensarte por lo que hiciste anoche. —Su
boca besa mi cuello y la adrenalina corre por toda mi espina dorsal hasta las
puntas de mis pies.
Alguien está de muy buen humor.
—Oliver… —jadeo, cuando en realidad lo que quería pedirle es que me
soltara— Si mi madre sube a mi habitación y no me ve allí, se nos viene un
problema gordo a los dos.
Eso lo detiene.
Me da un pico en los labios.
—Tienes razón.
Los dos salimos de la cama como adolescentes calenturientos y sin más,
salgo disparada a mi habitación para ponerme mi ropa de trabajo. Bajo
corriendo por las escaleras y cuando llego a la cocina, agitada y
probablemente mal vestida, me encuentro que solo está Eliza, tarareando
una canción ochentera mientras analiza el contenido del refrigerador,
pensando sus siguientes comidas para el día.
—¿Dónde están mis padres? —Después de varios meses siguiendo la
misma rutina, es raro que no estén—. Buenos días —agrego para no ser
grosera.
—Oh, tu padre tenía cita con el cirujano, salieron temprano, vino una
camioneta especial a recogerlos, todo muy lujoso.
Cierto, era hoy. Con todo lo que ocurrió anoche, olvidé por completo
que tenían esa cita.
Oliver aparece detrás mío.
—¿Qué ocurre?
Su perfume navega por el aire directamente hasta mis fosas nasales y
tengo que cerrar los ojos, para calmar mis pensamientos eufóricos y para
nada puritanos.
—Olvidé que mis padres tenían cita con el médico hoy.
—Mmm... —responde con cara de pocos amigos—Tienes mal
abrochada la cazadora — Mi jefe pasa por detrás mío, su mano acaricia mi
cintura mientras lo hace, una sonrisa maligna y prometedora aparece en su
rostro.
Tiene puesto su traje, así que asumo que va a pasar el día en Dallas.
Eliza deja una taza de café para cada uno, sus cachetes están
sobresalientes por la sonrisa que tiene, mientras nos mira a los dos en la
mesa.
—¿Dormiste bien? —le pregunta— Luces descansado.
—Sí, creo que es la primera vez que ignoro el despertador en años.
Yo cojo la taza como si fuese un chupito de tequila mientras siento
ambas miradas, la de Eli y la de Oliver clavadas en mí.
Me siento demasiado observada.
—Riquísimo el café, Eli, gracias. —Sin más, salgo corriendo de la
cocina, lejos de esta sensación en mi estómago, algo que podrían llamarse
mariposas, pero sé perfectamente que es algo agresivo que intenta salir de
las paredes de mi estómago, algo como un alien o un rinoceronte.
Cuando llego al establo, los caballos me reciben malhumorados.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Lo siento! —rezongo mientras les abro las puertas
uno a uno para que salgan a pastar—Fue una noche larga, después os
contaré lo que ocurrió, es interesante al menos.
El todoterreno aparece en la entrada y maldigo por lo bajo cuando lo
veo bajar con esa grandeza que poseen los hombres millonarios.
—Cala… —Parece tan fuera de lugar en este establo, con su traje, sus
zapatos brillantes y su barba perfectamente cuidada.
Yo, por otro lado, tengo puesto la ropa de trabajo, sin una gota de
maquillaje y ni quiero pensar en mi cabello.
Las pisadas pesadas de Ruby suenan dentro del establo, la llevo de las
riendas hasta el corral y la dejo libre.
Me detengo frente a él y tomo aire, para recibir lo que sea que quiere a
comunicarme.
—Gracias.
¿Qué dijo?
—¿Por qué?
—Ya sabes por qué —acaricia su nuca—, fueron pocas horas de sueño,
pero fueron fantásticas y seguir negando que tu presencia está cambiando
algo en mí es incoherente.
Sonrío ante el inesperado comentario.
—Dije que te quería ayudar, me alegro de haberlo hecho.
Verlo en ese estado anoche fue difícil, no parecía el imponente y
malhumorado Heathcliff de siempre, lucía como un niño indefenso,
aterrado y débil. Moría por abrazarlo, decirle que todo iba a estar bien, pero
sabía perfectamente que tocarlo era lo peor que podía hacerle.
Oliver toma mi mano y besa el revés con una pequeña sonrisa.
—Te veo a la noche. —Gira sobre sus talones y se sube al todoterreno,
listo para ir a la ciudad.
Cojo el collar lapislázuli entre mis manos y miro para arriba.
—Estoy en aprietos, abuela.
Al mediodía vuelven mis padres, tenemos un rápido almuerzo, donde
me cuentan lo que dijo el médico y cómo ve el panorama para el futuro.
Mucho no va a cambiar, pero el médico quería ver cómo sanaba mi padre.
Él, por otro lado, volvió más oscuro y callado que nunca.
A la tarde me instalo en la huerta, esta vez pongo música del móvil,
Dancing in the Moonlight de Toploader, leí en internet que la música
también les hace bien y las plantas lucen cada día mejor, así que voy a
seguir haciéndolo. Quito todas las malas hierbas y reviso hoja por hoja,
canto la canción y bailo, usando la palita de mano como micrófono.
Un carraspeo incómodo que conozco muy bien aparece detrás mío y me
detengo en el momento.
Oliver está con sus gafas de sol y su gabardina color gris, observándome
seriamente.
—Hola —digo tapando el sol con la mano (literalmente). El sol está
todavía alto en el cielo y no me deja verlo.
—¿Siempre tienen show las plantas? —Sus cejas están unidas en el
medio de su frente, no sé si está queriendo ser amigable o está usando el
sarcasmo otra vez.
—Lo que sea con tal de hacerles bien. —digo esperando algo, no sé
bien qué, algo que me diga con qué humor volvió de la oficina.
—Estoy seguro que tus manos son suficiente. —Una muesca aparece en
sus labios.
Sigue el buen humor entonces.
Está coqueteando conmigo y, espera, ya sé lo que estás pensando,
obviamente le resulto atractiva, si no, no me hubiese follado como un
animal en el granero, ni me hubiese besado en la puerta de mi habitación
hoy en la mañana, y seguramente me estaré olvidando de alguna cosa más,
pero me esperaba que el sexo hubiera sido solo sexo y lo de anoche algo
aislado e inusual, pero ¿coqueteo?, ¿sonrisas? Estoy verdaderamente
confundida.
Sonrío y juego nerviosamente con la pala entre mis manos.
Él se queda mirándome, incómodo también.
—Te ayudaré a acabar la jornada —dice de golpe—. Voy a cambiarme,
ya vengo.
Asiento con una sonrisa apretada y lo veo montarse en su todoterreno
para salir hacia su casa.
Durante la siguiente hora, Oliver trabaja a la par mía, dándome toques
cuando nos rozamos, sonriendo como nunca y siendo extra amable.
Oliver.
Lo repito por si no escuchaste bien, Oliver Walker.
Nos trasladamos con el nuevo carrito de golf (esta vez es un Dune
Buggy, que es como un carrito de Golf que ha tomado esteroides) hasta su
mansión y en la puerta nos encontramos con un camión de FedEx. De allí
bajan una caja inmensa.
—Ah —dice emocionado—, llegó.
—¿Qué es eso? —pregunto mientras Oliver firma un papel que le da el
repartidor y le desea buenas noches.
—Una silla nueva para tu padre, quiero que tenga autonomía, que salga
de la casa, así que le compré una todoterreno —dice con una sonrisa.
—¿Todoterreno?
—Sí, es un chiste, lo siento, sé que no soy bueno con…
—¡Creí que hablabas en serio!
La sonrisa se ensancha sobre su rostro y Oliver me observa reír como si
fuese la primera vez que lo hago. Camina a mi lado y apoyo una mano
sobre su hombro, mientras mi estómago se dobla por mi risa y él se suma a
mi risa tentadora.
La puerta de la casa se abre, es mi madre y mi padre quienes salen a ver
lo qué ocurre. Yo quito la mano de su hombro y me silencio, Oliver hace lo
mismo, solo que él suma un paso hacia atrás, generando distancia entre los
dos.
—Oliver —saluda mi padre— ¿Todo bien?
Claro, nunca lo vio reír, por eso nos mira así.
—Sí —acomoda su garganta y borra la sonrisa—, sí, justamente es a ti
quien quería ver.
Señala a la caja y mi padre frunce el ceño
—¿Qué es eso, Oliver?
—Un todoterreno —digo por lo bajo, los dos explotamos otra vez.
—Es una nueva silla, una eléctrica que vas a poder usar por el campo,
mira —dice mostrando la imagen de la caja.
Mi padre mira la imagen y asiente una vez, sin decir más.
—Señor Walker, muchísimas gracias —dice mi madre, entre angustia y
alegría.
Mis ojos siguen clavados en mi padre, en la desaprobación que tiene en
su rostro y por primera vez siento que tengo que hablar, ponerlo en su lugar
por este comportamiento que tiene.
—Ahora vas a poder perseguirme por el campo —digo mirándolo con
atención, pero mi padre parece ignorarme por completo y solo mira a
Oliver.
—Descuéntalo del sueldo de Cala, Oliver.
—¿Qué? —digo hirviendo por dentro.
Oliver frunce el ceño, su aura malhumorada vuelve a él.
—¿Podéis dejarme solo con Lucien? —gruñe, con su mirada fija en mi
padre.
Tanto mi madre, como yo asentimos con miedo y nos vamos de ahí lo
más rápido posible, no por Oliver, él ya no me da tanto miedo como antes,
es más por mí y por la ira que estaba por explotar de mi pecho.
17

OLIVER

S u mirada no conecta con la mía, sus manos sujetan la silla con tanta
fuerza que sus nudillos están blancos. Me pongo de cuclillas frente a
mi viejo amigo, ya no lo reconozco, está amargado y resentido, y
tengo que hacer algo al respecto.
—No puedo ponerme en tu lugar y tampoco puedo imaginarme por lo
que estás pasando, pero es hora de que alguien te diga cómo son las cosas
en este lugar y voy a sacrificar nuestra amistad, porque prefiero que te
enfades conmigo y no con tu familia.
—Oliver…
—No terminé de hablar —digo firmemente, Lucien asiente,
permitiéndome la palabra—. No puedes solo con esto y no puedes
encerrarte bajo techo y hundirte en la miseria. No lo voy a permitir y sé que
tu familia tampoco. Esto —digo señalando la silla—, no se acerca ni a la
mitad de lo que planeo hacer para que vivas una vida normal o lo más
cercano a la normalidad que podamos conseguir. Así que, a partir del lunes,
las cosas van a cambiar por aquí.
Me levanto y me dirijo a la caja, para abrirla y preparar la silla.
—¿A qué te refieres? —Su voz suena alterada o mejor dicho, asustada.
—A que todos vamos a colaborar para que mejores, por empezar,
necesitas terapia, ejercicio y distensión. Me han recomendado un centro
especializado para personas que pasaron por lo mismo que tú, quiero que…
—¡No soy tu responsabilidad, Oliver! —grita con dientes apretados.
Lo ignoro, los berrinches no funcionan conmigo, en cambio abro la caja
y preparo la silla, es ergonómica, con acabados modernos y futuristas, las
ruedas son blancas y como dije antes, todoterreno. La coloco a su lado con
firmeza y comienzo a hablar.
—Eres mi familia —digo de brazos cruzados— y yo me hago cargo de
mi familia porque quiero, y lamento si tu autoestima se arruina en el
proceso, espero que en algún momento te des cuenta que todos estamos
intentando hacer esta situación más llevadera, especialmente tu hija, que
dejó su vida atrás para complacer tus deseos de seguir en este lugar y tú se
lo devuelves con críticas y gritos. No señor, esto cambia hoy. Necesito una
confirmación tuya.
Lucien asiente.
—Verbal, Lucien, quiero escucharte decirlo.
—Prometo dar todo de mí para mejorar esta situación.
—Excelente, ahora déjame cambiarte a la otra silla.

Para el día siguiente ya hice la reserva en el centro de rehabilitación.


Lucien necesita salir de aquí, hablar con alguien que no sea su mujer ni su
hija y respirar otros aires, especialmente unos donde no le recuerden
constantemente que perdió la capacidad de caminar.
Tengo que admitir que no soy del todo bueno, internamente me di
cuenta que menos tiempo de Lucien en la casa, equivale a más tiempo a
solas con Cala y odio tener ese pensamiento en la cabeza, pero está ahí,
latente.
Odio saber que me tiene así.
Kill tenía razón, nunca estuve así por una mujer y se me nota. Hasta
Lucien lo nota.
No sé a dónde pretendo ir con ella, o qué tan lejos estoy dispuesto a ir,
solo sé que necesito tenerla cerca, que ansío un momento a solas con ella
más que con nadie.
Parece peligroso, nocivo para mi salud, pero demonios, la necesito.
Por suerte hoy fue un día productivo. Por la mañana fui a tres obras que
tenemos en este momento, todas en el condado de Denton. El jefe de obra
me llevó por todo el lugar, explicando los avances que hicieron y lo que se
aproxima, definitivamente es un gran proyecto y estoy orgulloso de cómo
está encaminado. Para el mediodía, tuve la reunión con los inversionistas,
tenemos un complejo de viviendas en Flower Mound que está a punto de
estrenarse, casi todos los lotes están vendidos y es uno de los barrios más
esperados de ese año.
A las cinco de la tarde estoy agotado.
Suelo volver mucho antes a mi rancho, pero días como estos ocurren y
más seguidos de lo que me gustaría admitir.
Mis manos están en el volante y se sienten transpiradas, ansiosas, perece
que volver a casa es una necesidad física más que mental y quiera admitirlo
o no, Cala está en mi mente, aparece como esas publicidades pop-up de las
páginas web y solo desaparece cuando hago clic en “cerrar”.
Sal de mi mente, intrusa.
Aparco en el garaje e impacientemente abro la puerta de la cocina,
quiero darle la noticia a Lucien de cómo será su nueva vida, quiero ver a
Cala, aunque sea de lejos y quiero que mi perro me reciba como lo hace
todos los malditos días, pero no está por ningún lado, es más, nadie está a la
vista.
—¿Hay alguien? —Miro a un lado y luego al otro dentro de la cocina
que está impoluta y sin Eliza parece gigante y abandonada.
Camino por la sala, el comedor para doce personas (nunca usado) y
subo a la primera planta, entro a mi dormitorio, esperando ver a Astro
desparramado en mi cama, pero tampoco está allí.
—¿Dónde demonios están todos? —murmuro mientras me quito mi
traje y lo dejo delicadamente sobre el sofá al lado de la chimenea.
Entonces miro por la ventana y la veo a ella, a lo lejos, hablando con un
hombre.
Cojo mis prismáticos y veo movimiento cerca del granero, todos están
allí, apoyados en la cerca, Eliza, la madre de Cala, Lis y Lucien con su
nueva silla de ruedas, viendo cómo Cala y un hombre que no reconozco
inspeccionan a una cabra, Juana para ser más exactos.
Hasta Astro los mira entretenido.
Sin dudarlo un minuto me subo al todoterreno y conduzco decidido
hasta allí con un inesperado mal humor. Cierro la puerta con más fuerza de
la que quería ejercer y eso llama la atención de todos.
—Buenas tardes —digo con precaución.
—Oliver —responde Cala con energía desmedida, si no la conociera
mejor, diría que intenta enmascarar nervios—, ¿conoces a Archie? Es el
sustituto de Raúl, el veterinario.
Cruzamos la mirada con Archie, alguien demasiado joven para ser un
veterinario con experiencia. Tiene cabello rubio ceniza, ojos verdes, pero no
como los míos, más oscuros y una quijada masculina que podría ser la
envidia de Johnny Bravo. De cuerpo fornido, tiene una camiseta negra,
demasiado ajustada, unos pantalones cortos (¿Hola? ¿Hace frío?) color caca
y unas zapatillas.
¿A quién demonios envió Raúl?
Solo para aclarar, Raúl es el veterinario de confianza que viene cada seis
meses a revisar a los animales.
—¿Qué le ocurrió a Raúl? —Mi ceño está fruncido, más de lo normal,
mis buenos modales, completamente olvidados.
Astro lloriquea y se sienta a mis pies, como si percibiese la nube negra
sobre mi cabeza.
—Raúl tuvo una emergencia familiar —dice Cala.
—¿Y por qué no fuimos informados?
—Raúl estuvo hablando conmigo —responde de vuelta ella con un tono
irritado—. ¿Recuerdas que soy la nueva encargada de este rancho?
Por primera vez la miro, la severidad en mí hace que devuelva el doble
de enojo solo con su mirada.
Archie se ríe ante la respuesta, pero se silencia cuando vuelvo a él.
Lis y Lucien se retiran lentamente, Eliza hace lo mismo, como si no
pudiera verlos.
—Oliver Walker —digo estirando mi mano para estrecharla.
Archie la toma y comenzamos el juego de ver quién aprieta más fuerte.
Naturalmente, el ganador soy yo.
—Un gusto, señor Walker, espero satisfacer las necesidades de Cala con
mi trabajo.
Qué carajos.
Qué…
Carajos…
Soy el único que satisface las necesidades de Cala, hijo de…
—Yo soy el que tiene que estar conforme con tu trabajo, Archie. —
Nuestras manos siguen apretadas—. No te equivoques.
Sonrío con los labios sellados y muy apretados.
Cala masajea el puente de su nariz como si yo fuese demasiado para
ella.
—Oh, sí claro, lo siento. —Me suelta y baja la cabeza, mirando
fijamente el césped.
Eso pensé.
Cala me mira con ojos entrecerrados.
—¿Comenzamos con la ronda? —pregunta Cala caminando hacia el
granero y lejos del denso y oscuro Oliver Walker.
Archie asiente y pidiendo permiso, camina tras ella.
Y yo tras ellos.
No me reconozco, pero sus intenciones no parecen muy buenas y solo
necesito proteger a mi empleada de idiotas que piensan que se pueden follar
cualquier cosa que se mueva.
Mis extraños sentimientos para con ella no tienen absolutamente nada
que ver con esto.
No.
En el transcurso, Archie es amable, sonríe todo el maldito tiempo y hace
chistes de doble sentido para que Cala ría sin parar.
Yo, por otro lado, los observo apoyado en la cerca, con mi ceño
fruncido y los músculos de mi rostro rígidos como piedra.
Archie inspecciona primero a las cabras, domándolas como si su vida
dependiera de ello, tiene el complejo del cazador de cocodrilos, haciéndole
show a Cala, pretendiendo que su vida está en peligro por el cuernito del
pobre animal.
Yo suspiro con irritación y sí, lo hago para que ella me escuche y lo
hace, por eso me lanza dardos envenenados con los ojos, en cambio yo le
sonrío con malicia.
Lo siguiente son las vacas y finalmente los caballos, le toma mucho más
tiempo de lo que le toma a Raúl y eso ya es un punto en contra. Cala lo
ayuda y le hace preguntas incesantes de lo que hace, cómo lo hace y por
qué lo hace así y él responde con paciencia y encanto. Cuando termina
intercambian números en “caso de emergencia” y finalmente Archie se
retira.
Mis hombros se relajan, hasta que Cala se para frente a mí, con sus
manos en jarras.
—¿Qué fue eso?
—¿A qué te refieres? —Cruzo mis brazos sobre el pecho.
—A ese show que hiciste, entiendo que todo tiene que pasar por tu
control, pero no hace falta maltratar a los empleados.
—Yo no maltraté a nadie.
Cala arquea una ceja y cruza sus brazos, imitando mi postura rígida.
—Sí lo hiciste, fue notorio e incómodo. ¿No confías en mí? ¿En mi
criterio?
Ese no es el problema, Cala.
—Sí que lo hago.
—¿Entonces?
Me siento en peligro y temo por mi razonamiento lógico.
—Es quien soy.
Sonar como un idiota es mucho mejor que verbalizar mis verdaderos
pensamientos. Cualquier cosa es preferible a tener que decirle lo que ocurre
en mi cabeza, cosas que ni yo entiendo.
Cala da un paso más cerca, juntando nuestros cuerpos, su perfume a
naturaleza y libertad se mete por mis fosas nasales y siento que pierdo el
control.
Trago con fuerzas.
—El cuento a otro, señor Walker —susurra y se aleja de mí, moviendo
sus caderas como si su superpoder fuese encantarme con magia y estrellas.
Esto se está descontrolando y no hablo solo del bulto creciente en mis
pantalones.
18

CALA

E l golpecito en la puerta es casi imperceptible, pero resulta que estoy


en completo silencio y con un libro entre mis manos.
Cuando abro la puerta, está Oliver con sus manos en las caderas,
una postura derrotada, mirando al suelo.
—Hola… —susurro.
—No sé por qué estoy aquí —suelta, evitando el contacto visual.
—¿Quieres pasar?
No quiero que nadie escuche que está tocando mi puerta tan tarde por la
noche.
Oliver asiente y se mete en mi dormitorio, mirando todo como si fuese
la primera vez que habita este lugar.
—Nunca vengo a este dormitorio —confiesa.
Se nota.
—Tiene puerta. —Señalo, eso es lo único que mi cerebro pensó.
Oliver me mira confundido.
—La casa de mi padre no tenía puerta, esto es un cambio enorme.
Oliver se apoya sobre un pequeño escritorio, que cruje por el peso de su
cuerpo, cruza sus brazos y me mira con pena, me molesta, no quiero que me
mire así.
—Me alegra que lo disfrutes, alguien tiene que hacerlo.
—¿Por qué no viene tu familia? Este es un lugar increíble para pasar las
vacaciones.
Oliver levanta sus hombros y los deja caer.
—Están ocupados.
—¿Los invitaste alguna vez?
—Ellos saben que tienen un lugar aquí.
—No es lo que pregunté.
Sus ojos me atraviesan y eventualmente niega con la cabeza.
Sonrío y me siento en la cama, enfrentada a él.
—No sé cómo hacerlo.
—Bueno, una llamada a tus hermanos es un buen primer paso.
—Van a pensar que es aburrido, no los quiero aquí, sintiéndose
obligados.
—Un niño nunca va a aburrirse con una granja, tienes un lago lleno de
barcas, van a estar fascinados. Yo puedo ayudarte a organizar todo, aunque
todavía no sé montar a caballo.
—Yo puedo enseñarte si quieres. —En sus ojos pasa algo, un brillo
inesperado.
—Me encantaría.
Me duele el corazón de ver a este hombre, con poder adquisitivo, una
empresa líder en Texas y una belleza difícil de superar. Oliver lucha contra
sus demonios internos y sé que son muchos, más de los que cualquier
hombre pueda admitir.
Pero así es siempre, ¿no? Los problemas que nacieron en el pasado,
conviven en el presente, quizás se reflejan en nuestro comportamiento o en
nuestros hábitos. Mi abuela decía que todo ser humano está luchando con
sus problemas y que deberíamos ser más considerados cuando vemos a
alguien esforzándose para salir de allí, aunque sea un rato.
Eso es lo que está haciendo Oliver ahora.
Su mirada no se aparta de mis ojos. Me pregunto si sabe que lo estoy
analizando.
Yo no sé qué hacer con mis manos, así que las entierro entre mis
muslos.
—No quiero, pero deberíamos hablar de lo que ocurrió ayer —dice
mirando al suelo—. No quiero que pienses que…
—Yo no pienso nada, no soy la mejor persona para juzgar a nadie, así
que no tienes que explicarme nada si no quieres.
—Eso es lo raro, creo que quiero, pero no encuentro las palabras. —Se
rasca su barba pensativamente, luego vuelve a mí, esperando por mi
reacción.
—No me iré a ningún lado, no hace falta que te apures.
Oliver intenta sonreír y yo trato de devolverle el gesto, pero parece que
algo nuevo se cruza por su mente.
—Siento haber sido un imbécil hoy, es que… —Niega con la cabeza,
parece que es una olla a presión, un volcán a punto de erupcionar—. Estoy
teniendo problemas personales y a veces me desahogo con los demás.
Me levanto de la cama y camino hacia él.
Mis pies descalzos, mi pijama puesto. Oliver, por otro lado, lleva una
camiseta gris y un pantalón de chándal oscuro.
Tomo sus manos entre las mías.
—Siempre tienes un confidente en mí, Oliver.
Él mira nuestras manos detenidamente y de golpe me siento un poco
inhibida por los callos nuevos que aparecieron con el trabajo, mis uñas no
son perfectas ni femeninas y viejas heridas sanan con colores borgoña o
rosas.
—Quiero algo de ti Cala y me detesto por desearlo con tanto fervor.
—Dime —susurro, mi voz pesada con algo que no sé si es anhelo o
miedo.
Susurra tan bajo que por un momento creo que dijo tócame .
—¿Qué?
—Tócame, necesito tus manos, quiero saber hasta dónde puedo llegar.
Me silencio, procesando lo que pide. El corazón se me estruja por verlo
agonizando así, evitando la mirada, mendigando por una caricia, como un
perro de la calle despojado de amor.
—¿Dónde quieres mis manos?
Oliver vuelve a negar con la cabeza, batallando contra sus propios
pensamientos, sus ojos siguen fijos en nuestras manos agarradas, su
respiración pesada y rápida.
—En todas partes. —Finalmente levanta la mirada y sin vacilar, busca
mis labios, estrellándose en mí.
Yo lo recibo con la misma intensidad. Sus manos guían las mías sobre
sus hombros y me doy el lujo de sentir sus músculos duros bajo las puntas
de mis dedos.
De su garganta sale un gruñido bárbaro y presiento que me pide más.
Oliver sin usar palabras pide a gritos que rompa esa barrera que no lo dejó
disfrutar del contacto de nadie, probablemente durante toda su vida. Así
que, con cautela, deslizo mis manos por debajo del fin de su camiseta,
rozando su estómago.
Se contrae como si le hubiese tirado agua helada.
—¿Estás bien?
—Sí, sí, sigue —urge con dientes apretados.
Su estómago es duro y tiene vello, no mucho, pero lo suficiente para
que me guste la superficie áspera y varonil bajo mis manos.
—Quítatela —ordeno refiriéndome a su camiseta.
Él responde inmediatamente, quitándosela bruscamente por la cabeza y
dejándola caer en el suelo de mi dormitorio.
Abdominales, pectorales definidos y la V en su pelvis cubierta con vello
varonil y grueso, todo es acariciado por mí. Sus ojos recorren con
detenimiento el movimiento de mis manos, pero yo lo observo a él y mido
mi recorrido, en base a su reacción. La peor parte está cerca de su miembro,
allí es donde más se tensa, pero cuando toco sus abdominales es cuando
más se relaja.
Oliver apoya su frente sobre la mía y con los ojos cerrados busca mi
boca. Mis sentidos se enfocan solo en sus labios y cómo se sienten sobre los
míos, demandantes, fuertes, sedientos…
Sus manos buscan a ciegas mi pijama, busca arrancarlo de mi cuerpo y
con éxito, deja mi sostén al aire.
Cualquier hombre se concentraría inmediatamente en mis pechos,
Oliver no, sus ojos están clavados en el gran tatuaje de mi brazo izquierdo.
Uno que lo mantuve oculto todo este tiempo.
Una constelación, estrellas de diferentes tamaños se desparraman de mi
hombro hasta mi codo, una media luna con un rostro pacífico en el medio.
Las yemas de sus dedos acarician mi piel con fascinación.
—Mi cielo estrellado —susurra, parece confundido, sus cejas están
unidas, pero no con la severidad que demuestra cuando estamos en el
campo.
—Me lo hice hace muchos años —respondo, no sé por qué, no me
preguntó hace cuánto me lo hice o por qué, pero sigo explicando—, cuando
mi abuela murió, quería recordarla con algo.
Oliver toma con cuidado las tiras del sostén y las deja caer, su boca besa
mi cuello lentamente, hasta llegar a mi mandíbula.
—Cama —ordena sobre mis labios, sus pies me llevan hacia atrás hasta
que mis rodillas se vencen con el colchón y me caigo en la mullida
superficie.
Él gatea sobre mí hasta colocarse entre mis piernas y permitir que
nuestros torsos se acaricien.
—Tu piel —dice acariciando con su nariz el valle de mis pechos—, tu
piel me fascina.
Sonrío satisfecha, me gusta escuchar su devoción, nunca sentí a un
hombre apasionarse por mi cuerpo. Siempre estuve con hombres que eran
egocéntricos, se preocupaban más por cómo les podía dar placer en vez de
pasar un buen momento.
Por un largo rato, lo único que hacemos es acariciarnos, yo con mis
manos, él con su nariz y sus cachetes, sobre mis pechos, mi cuello, mi
estómago.
El calor entre mis piernas es insoportable, me siento empapada y mi
cuerpo se inclina ante su contacto.
—Quiero lamerte —susurra bajando por mi estómago—, hasta que
grites mi nombre.
Entierro las puntas de mis dedos en su cabello, es suave al tacto.
—¿Quieres que nos escuche mi padre?
—A esta altura es lo que menos me importa —dice entre mis piernas—,
y aparte, estamos de acuerdo que nombrar a tu padre cuando estoy por
darme un festín entre tus piernas no es la mejor idea, ¿no?
Libero una carcajada en el mismo momento que entierra su boca en mí
y de golpe jadeo con dificultad.
Oliver besa ahí abajo con la misma pasión que usó para besar mis
labios. Misma dinámica, misma velocidad y fogosidad.
Sus manos sostienen mi estómago para clavarme en la cama, mientras
yo acaricio sus hombros, su cuello…
La bola de energía que siento en la base de mi estómago se potencia, se
incrementa y se contiene por unos segundos, hasta que hierve y explota con
el nombre de Oliver en mis labios.
Él incrementa la velocidad y profundiza su lengua a medida que mi
orgasmo se expande por todo mi cuerpo como una onda expansiva nuclear.
—Te dije que ibas a gritar mi nombre —dice el engreído, limpiándose
mis fluidos de su boca.
Se recuesta a mi lado, toma mi mano izquierda y la apoya sobre su
estómago.
—¿Cómo era tu vida antes de venir aquí? —pregunta.
Pienso mi respuesta con detenimiento antes de soltarla por mi boca,
porque ahora mi vida pasada parece tan poco significante, aburrida y
rutinaria, que prefiero no pensar en ella.
—Trabajaba para el periódico local de Waco, haciendo entrevistas a los
comerciantes durante la mañana, por la noche iba a la universidad, estaba
haciendo un postgrado de periodismo digital.
—¿Lo extrañas?
—Honestamente no, ahora me doy cuenta que la vida era sumamente
aburrida antes de conocer a tus animales, tu campo y esta vida. No sé cómo
haces para marcharte a la ciudad, siento que están cada vez más lejos mis
días de chica de ciudad.
Oliver se ríe, liberando aire por la nariz.
—No lo pienso demasiado, hago mi trabajo con los ojos cerrados, lidio
con mis empleados y vuelvo lo más rápido que puedo.
—Entiendo, creo que nunca estuve entusiasmada por comenzar el día.
Oliver entrelaza nuestras manos. La cercanía física fluye con
naturalidad, su compañía es grata, pacífica y bienvenida por mi cuerpo. No
solo por los orgasmos cósmicos que me da, él tiene mucho que ver, pero en
la parte de atrás de mi mente, hay una alarma sonando, una que me advierte
que estamos llegando a un nuevo territorio, uno que no tiene condiciones
óptimas, más bien es un camino rocoso y peligroso.
19

OLIVER

C ala Saint-Clair reposa a mi lado.


No hablamos, más bien decimos pocas palabras, pero dentro del
silencio, solo siento paz y comodidad. No tengo la urgencia de irme,
ni de terminar con esto para poder seguir con mi existencia solitaria.
Emociones nuevas nacieron en mi cuerpo en los últimos minutos, las
paredes que levanté hace mucho se bajaron momentáneamente, para
dejarme disfrutar de ella, de lo que Cala representa para mí,
sorpresivamente.
Es curioso cómo alguien tan diferente a mí, tan opuesta, me llame así,
me vuelva loco de curiosidad y que arda de deseo.
Ella es de colores, yo soy gris, entonces ¿cómo es que existe esta
sinergia?
Hace unos minutos estaba en mi cama, sintiendo su perfume en mi
almohada de la noche anterior donde me rescató de una pesadilla y cuando
me di cuenta, estaba tocando la puerta de su dormitorio.
Quiero pasar tiempo con ella, conversar con ella, conocerla y no puedo
admitirlo en voz alta.
Creo que es hora de que hable con Kill sobre esto, porque por más que
disfrute de esto nuevo que apareció en mi vida, sé que las consecuencias
pueden ser nefastas. Pero cierro la puerta de ese pensamiento y me alimento
del perfume de la intrusa, enterrando mi nariz en su cuello.
—¿Qué planes tienes para el fin de semana? —pregunto.
Hoy es viernes por la noche y es su último día de trabajo.
—Probablemente leer y comer —responde con una risita adorable.
Me gusta su sinceridad.
Hay un libro en su mesa de noche, es el único que pudimos rescatar,
parece gastado, probablemente sea su libro favorito y lo leyó muchas veces.
Es gordo y de tapa amarilla, no llego a leer el título desde aquí y alejarme
de su cercanía es lo último que quiero hacer.
—Estoy pensando en usar mi cocina exterior, hacer una barbacoa con
tus padres.
Cala me mira de refilón, con una ceja arriba.
—¿Ya llegamos a esa etapa?
Me apoyo sobre mi codo, para verla mejor. Siento mis mejillas
hirviendo, no quiero asustarla, pero tampoco quiero demostrarle qué tan
idiota me siento.
—No, yo solo quería usarla y…
—Hey, no me tienes que explicar nada, si hay comida, allí me tienes.
Sonrío satisfecho.
—Genial, nunca la usé —respondo acostándome de vuelta a su lado e
intentando calmar los latidos desmedidos de mi pecho.
Me gusta que los dos tengamos el torso casi desnudo, digo casi porque
sus pechos están guardados en el sostén, pero el gran descubrimiento del día
no fue eso, sino el tatuaje exquisito que tiene en su brazo, uno que tiene
estrellas y lunas y mi completa atención.
—¿Cómo no vi esto en el granero? —susurro mirando su piel.
—No hubo mucho tiempo, creo. —Su mirada pícara me hace sonreír y
le provoca cosas extrañas a mi estómago.
—Es verdad —respondo recordando cómo tomé control de nuestros
cuerpos ese día de tanto miedo y adrenalina.
—¿Tú tienes algún tatuaje?
—No, demasiado permanente para mí —respondo—. Mi hermano
Killian tiene, ya perdí la cuenta de cuántos.
Ahora es ella quien se apoya en su brazo para mirarme mejor.
—Creo que deberías invitar a tus hermanos, usar esa barbacoa con ellos,
enseñarles el lugar donde vives.
—Pero es con vosotros con quien quiero compartirla —respondo
mirando el contorno de sus labios, mis dedos acarician su cabello.
—Nosotros no deberíamos reemplazar a tu familia, Oliver, llámalos,
tienes habitaciones para todos, inclusive con nosotros aquí, quién sabe,
quizás el ruido de una casa llena es exactamente lo que necesitas.

Tengo el móvil entre mis manos, estoy solo en la oficina, mirando el


dispositivo como si fuese un trago difícil de pasar.
El día de acción de gracias está a la vuelta de la esquina y pensé que
sería una buena idea invitar a mis hermanos, bueno, “pensé”, en realidad
Cala pensó por mí, pero algo me detiene. Una parálisis que creí que no
existía, es como cuando los adictos dicen que “ellos pueden detener la
adicción en cualquier momento” pero cuando lo tienen que hacer, pierden la
cabeza. Bueno, siento que me pasa algo similar, creí que no los llamaba por
diferentes razones, pero ahora que debería hacerlo, estoy petrificado.
—Son mis hermanos por el amor de Dios, no debería sentirme así —
susurro entrando al canal de chat que tenemos los cuatro.
El cursor titila, esperando que escriba algo, lo que sea, pero mis dedos
no se mueven. Una adrenalina que conozco muy bien aparece y hago lo
único que sé hacer cuando me siento así.
—Plantas vasculares, Licopodios, equisetos y helechos. Plantas con
semillas. Gimnospermas: cícadas, ginkgo, coníferas. Plantas con flores o
angiospermas: monocotiledóneas y dicotiledóneas…
Un mensaje aparece en la pantalla.
Cala Saint-Clair:
Hazlo.

—¿Cómo demonios sabe? —susurro, mientras escribo una respuesta.


Anoche cuando me fui de su cama, inventé una excusa cualquiera para
pedirle su teléfono, siempre relacionado al trabajo, pero los dos sabíamos
que era una gran mentira. Me pregunto si ella también desea tener acceso a
mí cuando no estoy en la casa, como me pasa a mí con ella.
Oliver:
Estaba en eso y me interrumpiste.

Cala Saint-Clair:
Prueba o no te creo.

Maldita sea.
Cierro el chat de Cala y vuelvo al de mis hermanos.
Oliver:
Hola. Buenos días. No, demasiado formal .
Hola, ¿ya tienen planes para el Día de Acción de Gracias?

Silas:
Nada.

Luca:
No tengo ni idea, tendría que preguntarle a Emma.

Killian:
Reunión con amigos.

Silas:
¿Por qué?
Demonios ahora sí tengo que invitarlos.
Prueba o no te creo.
Prueba o no te creo.
Oliver:
Estaba pensando en los niños, ¿quizás les apetece venir a conocer mi
campo?
El mensaje tiene los dos tics celestes, todos vieron el mensaje, pero
nadie responde. Yo sabía que era mala idea, me dejé llevar por Cala, pero
ella no conoce a mis hermanos como yo, ella cree que somos una familia
unida y no hay nada más alejado de la realidad. Me voy a hacer escuchar
cuando llegue a casa y le diga que no pienso escuchar un solo consejo más
de…

Silas:
Julián está saltando por la casa de la alegría.

Luca:
Creo que es una idea excelente.

Killian:
¡No vale! Ahora voy a tener que cancelar mis planes para ir.

Me quedo mirando la pantalla, mientras sus mensajes caen delante de


mis ojos, hablando de los planes que quieren hacer y chistes sobre una
semana de vida de vaquero.
Una media sonrisa aparece en mi rostro, incrédulo de lo que estoy
viendo.
—Maldita sea, tenía razón —digo pensando en Cala y su magia.
Mi risa comienza silenciosa, pero termina explosiva, liberando toda la
tensión que tenía en el cuerpo.
La puerta de mi oficina se abre, mi asistente entra con una ceja
arqueada.
—Señor Walker, ¿está todo bien?
La pobre debe pensar que me he vuelto loco, nunca me vio reír.
—Sí, sí —digo ignorando su reacción—. Puedes retirarte, Gina.
Ella se va, pero puedo ver que me observa a través del vidrio.
Luca tiene razón, tener los vidrios tintados ha sido la mejor inversión
que he podido hacer.
Sin dudarlo pulso “enviar”.
Cala atiende al cuarto tono de llamada.
—Señor Walker —dice seriamente.
Si supiera lo que le hace a mi entrepierna, no lo diría así.
—Los invité —suelto.
—¿Y?
Puedo escuchar a través de su móvil a los pájaros de mi campo, vacas
mugiendo y el viento golpeando el micrófono.
Mi cuerpo pide a gritos estar ahí, pero esta vez es por otra razón, ella.
—Dijeron que sí, los tres. —Mi voz es seria, pero mi emoción es
desmedida dentro de mi pecho.
—¡Te lo dije, Oliver! —grita ella, puedo escuchar su sonrisa, está feliz
por mí y eso es nuevo para mí.
Siempre se me dio fatal crear amistades, especialmente después de eso
que pasó. Con ella parece que eso cambió.
—Sí, me lo dijiste y no te creí.
Gracias , quiero decirle, gracias por empujarme a hacer esto . Pero mi
boca está sellada, mi corazón desbocado en mi pecho.
Cuando llego al rancho, Eliza me espera como siempre en la cocina, una
sonrisa en su rostro, la batidora funcionando haciendo algo que parece
crema.
Astro se abalanza contento de verme y yo acaricio su pelaje.
—¡Cala me lo dijo todo! Estoy muy emocionada, ya tengo el menú
hecho, ¿crees que tus hermanos tengan alguna alergia?
Dejo mis pertenencias sobre la mesa, principalmente el móvil y unos
papeles que tengo que leer luego y la observo con una media sonrisa.
—¿Quién eres y dónde está Eliza? —pregunto.
Normalmente es bastante medida.
Ella camina hacia mí y me abraza, es la primera vez que lo hace y
aunque mi cuerpo se vuelve rígido por un segundo, la dejo demostrar su
entusiasmo, la pobre me llega al pecho, así que me agacho un poco.
—Estoy muy feliz por ti —dice en mi oído—. Y me gusta lo que Cala
provoca en ti, tengo grandes planes para vosotros dos.
La suelto inmediatamente.
—¿Planes?
Con las puntas de sus dedos, empuja mi pecho.
—No te hagas el tonto conmigo, yo veo cómo la miras.
—Somos… amigos —digo saboreando la palabra en la boca, se siente
rara—, nada más.
Amigos con beneficios, ¿no? amigos que se tocan y realmente lo
disfrutan.
Nada más.
¿No?
El futuro con Cala suena aterrador, poco profesional y emocionante.
—Quiero que me confirmes cuántos sois Oliver —dice Eliza volviendo
a su tarea, detiene la batidora y levanta la crema con una cuchara, espera a
ver si la gravedad tiene efecto sobre la crema o no y cuando está satisfecha,
golpea la cuchara tres veces en el cuenco—. Voy a hacer una lista de
preguntas que necesito saber sí o sí.
—Faltan tres semanas para el día de Acción de Gracias —rezongo
mientras miro por los ventanales a mi campo, buscándola.
—No importa —responde y sigue hablando.
Pero dejo de escucharla cuando la encuentro entre los caballos, puedo
verla hablar con ellos, porque mueve sus brazos enérgicamente. Sonrío al
verla ser tan ella, tan libre en este hábitat que creé.
Eliza carraspea y cuando volteo tiene los brazos cruzados y una ceja
arriba.
—No es lo que parece, estoy vigilando que haga un buen trabajo.
Antes de que me pueda responder, me enfoco en Astro y me voy con él
a mi dormitorio.
20

CALA

E n esta última semana ocurrieron muchas cosas.


La construcción de nuestro nuevo hogar comenzó. Oliver
modificó la vieja casa de mi padre en una adaptada para sus nuevas
necesidades, es una casa más grande, de un solo piso, para que él pueda
moverse por toda la propiedad sin restricciones. Oliver me mostró el plano
y pidió mi opinión cuando se encerró en su oficina con el arquitecto. Los
dos estábamos sobre el plano azul, señalando cosas, aportando ideas como
un equipo y me gustó sentirme parte de su vida.
Lo segundo importante que pasó fue que Oliver tocó mi puerta todas las
noches, bueno casi todas, hubo una que tuvo que trabajar hasta las doce, lo
escuché entrar a la casa, vacilar si tocar mi puerta o no y cuando se fue me
sentí rara. Así que fui yo a su dormitorio y charlamos hasta la madrugada
otra vez.
Todas las noches me ruega que lo toque, que lo acaricie, a veces termina
en una sesión caliente de caricias, otras simplemente, adorables y tiernas,
hasta me atrevo a decir románticas.
Pero nunca sexo.
No volvimos a tener sexo y cada día me cuesta más no pedirle de
rodillas que me tome como aquella vez, que se hunda en mí con pasión y
fuego. Pero, al mismo tiempo, nuestras charlas se volvieron cada vez más
profundas, más peligrosamente cerca de conocerlo desde su núcleo y no me
puedo quejar. Oliver es como un puzzle, pero las piezas están escondidas
dentro de su mente, rotas o resguardadas. Resolverlo se ha vuelto mi
actividad favorita y espero con ansias la noche y mi tiempo a solas con él.
Ahora estoy en mi descanso, con mi trasero en el césped. Astro
acostado a mi lado y mis manos le acarician entre sus orejas. El cielo se está
llenando de nubes, anunciaron lluvias para los próximos días y eso hace mi
trabajo un poco más difícil. Así que lo importante es aprovechar el sol,
aunque sea por unos minutos.
Por otro lado, mi padre comenzó terapia, pasa casi todo el día, tres
veces por semana, en un centro terapéutico donde charla con hombres y
mujeres que están en las mismas condiciones que él. El primer día no se lo
veía entusiasmado, para el segundo ya tenía otro humor.
Mi madre por otro lado, encontró refugio en el campo, me ayuda con
algunas tareas, se está familiarizando con los animales y la forma que tengo
de trabajar, siempre con cuidado de que su enfermedad no se meta en el
camino. Puedo darme cuenta que pasar tiempo juntas la recarga de energía
para pasar tiempo con mi padre cuando vuelve a casa.
Las cosas parecen estar estabilizándose, fluyen con naturalidad como mi
relación con Oliver.
Astro levanta la cabeza, sus orejas arriba, su mirada fija en un punto.
Cuando sigo con la mirada, veo a Oliver caminando hacia nosotros, esta vez
tiene un sombrero vaquero, su camisa de cuadros tiene los cuatro primeros
botones abiertos, su vaquero roto y sucio a la altura de las rodillas.
Trago saliva y enmascaro el calor que siento en mis mejillas. Es
hermoso, no puedo creer no haber notado su belleza cuando lo conocí.
—Estoy en mi descanso —digo defendiéndome, un ojo abierto y uno
cerrado, tratando de paliar el sol en mis pupilas.
Oliver acaricia a Astro en el mismo lugar donde lo acariciaba yo,
mientras el perro se le mueve entre las piernas.
—¿Puedo unirme?
Señalo el césped con una sonrisa.
Desde que los hermanos de Oliver confirmaron que venían para el día
de Acción de Gracias, el hombre no para de reparar el rancho, acomodar,
limpiar para que todo esté perfecto. Me gusta verlo tan animado y quiero
sentir un poco de orgullo propio por haberlo empujado, los resultados son
agradables de ver.
Se desploma a mi lado y con su sombrero negro, se cubre el rostro para
tapar el sol, mientras que coloca su brazo izquierdo bajo su cabeza para
sostenerse.
Ya no quiero vender sus fotos, las quiero todas para mí.
Esta semana está trabajando desde el rancho para poder dedicarle más
tiempo al lugar. Me gusta tenerlo aquí todo el día, a veces lo encuentro
espiando en la ventana de su estudio y ahora no me molesta como antes, al
contrario, siento que mis mejillas se encienden.
Aprovechando el momento a solas (mi madre suele estar conmigo
ahora) le voy a decir algo que tenía atragantado.
—Oliver… —susurro— El centro de rehabilitación de mi padre
organiza una cena de Acción de Gracias, los tres vamos a ir, así os damos
espacio a vosotros.
Oliver se quita el sombrero de su rostro y se sienta a mi lado.
—¿Por qué?
—Bueno, ya sabes cómo es mi padre, no quiere estorbar y como el
centro está haciendo esta gran cena…
—Pero hay espacio para todos aquí, yo los quiero aquí. —Su tono
comienza a elevarse.
—Lo sé, pero ya sabes cómo es.
—Sí, voy a meter un poco de sentido común dentro de su cerebro —
susurra para el mismo—. Yo te quiero en la mesa, Cala. Si no fuera por ti,
no tendría una mesa llena este año.
Siento sus ojos posados en mí, pero yo evito la mirada, de golpe los
sentimientos se me atoran en la garganta, sentimientos que no debería tener
para con mi jefe, solo quiero tragarlos y hacerlos desaparecer.
—Creo que es tu tiempo con tu familia, nosotros podemos…
—Vosotros sois mi familia también —interrumpe—. No quiero hablar
más de esto, no es una opción.
Lo miro de soslayo, a veces me hace sentir que pertenezco, que le
pertenezco a él, pero el encanto se rompe cuando están mis padres o Eliza.
No quiero pensar cuando estén los hermanos.
Oliver se vuelve frío cuando estamos rodeados y un poco lo entiendo, lo
nuestro es poco conveniente y sabemos que si lo dejamos evolucionar
puede terminar en algo mucho peor.
—Es hora de tu entrenamiento —dice con un tono firme, lo puse de mal
humor, lo sé, pero necesitaba decirle esto yo antes de que mi padre lo
hiciera.
Esta última semana, entrenamos con los caballos una hora antes del
atardecer, las sesiones son de lo más entretenidas. Oliver sabe muchísimo y
tiene mucha paciencia conmigo.
Tomo su mano y me levanto para comenzar. Mi caballo preferido es
Ruby, la yegua con complejo de vaca, es mansa y paciente conmigo.
Las manos de Oliver siempre se deslizan en los lugares más intensos
cuando me ayuda a subir o a bajar. Su tacto eléctrico a veces me
desconcentra y él se da cuenta porque me regala una media sonrisa
diabólica.
Ya siento que puedo dominar el animal y no estoy hablando solo de
Ruby.
—¿Sientes la libertad que existe encima de un caballo? —pregunta
cuando paso cabalgando cerca.
Sí, no hay mejor manera de describirlo y no quiero pensar lo que se
puede sentir cuando salga a campo abierto.
En la última vuelta dentro del corral, me detengo a su lado.
—Es una sensación única, nunca experimenté algo así —respondo
mientras siento sus manos en mi cintura para bajarme.
—Yo siento eso cada vez que estoy contigo —suelta en el silencio del
atardecer, su mirada me esquiva y se enfoca en la yegua.
No puedo responderle nada, porque lo que salga de mi boca puede
condenarnos a los dos. Pero sí puedo ver que transmito algo con la mirada,
porque Oliver ata a la yegua en la cerca, justo para ocultarnos de la mansión
y camina hacia mí con decisión. Toma mi quijada y la eleva para besar mis
labios.
Suave.
Lento.
Oliver.
—Deseaba hacer eso desde que me levanté —murmura entre besos.
Yo también.
Cada día me cuesta más pasar tiempo lejos de ti.
O pretender que no quiero tocarte.
Cuando rompe el beso, los dos estamos agitados y perdidos en la
lujuria. Los ojos de Oliver vagan por mi rostro, su mano acaricia mi mejilla.
—¿Te veo después de la cena?
Asiento lentamente, tragando saliva, esperando que sea una promesa.

Los nudillos de Oliver golpean mi puerta con cuidado de que no retumbe


por el resto de la mansión.
Cuando abro la puerta me encuentro con que Oliver carga con algo más
en sus ojos esta vez y se abalanza sobre mí, tomando posesión de mi boca,
con sed, con fuerza y cierra la puerta de una patada.
A la mierda el silencio.
Su cuerpo cae sobre el mío en mi cama y la desesperación de hoy
vuelve a explotar dentro de mi pecho.
—Tócame —ruega de vuelta y mis manos recorren su cuerpo.
Quita mi pijama y besa mi tatuaje con adoración.
Yo quito su camiseta de dormir y la arrojo en el suelo, pero me congelo
cuando lo veo quitando su pantalón por primera vez.
Sus calzones también.
Su miembro se despliega delante de mí, grande, grueso y listo para
anidar dentro de mí.
Quiero tocarlo, besarlo, pero tengo tanto miedo de arruinar este
momento, que lo único que puedo hacer es observar, admirando su cuerpo.
Cuando termina de desnudarse, besa mi estómago, yendo directamente a
mi vagina.
—Oliver, espera. —Lo detengo.
Interrumpe sus planes y espera por mis órdenes.
—Quiero hacerlo yo. —Oliver me mira, de golpe aterrado, puedo sentir
que lo pierdo, así que agrego palabras atolondradas con rapidez—.
Probemos —digo con la voz más calma que tengo—, si no puedes entonces
no.
El vaquero asiente con inquietud y angustia en sus ojos y se sienta en la
cama.
Me arrodillo entre sus piernas y beso sus rodillas anchas, lentamente
moviéndome cerca de su miembro. Sus músculos están tan tensos que se
sienten un garrote.
—Espera, espera —dice sosteniendo mis hombros, su respiración es
irregular, puedo escuchar cómo construye una ansiedad desmedida que
termina en un ataque de pánico. No sé quién lo lastimó, pero juro que si
alguna vez lo conozco, soy capaz de matarlo por dañar tanto el alma de este
vaquero.
21

OLIVER

M i fantasía está a segundos de hacerse realidad.


Cala está entre mis piernas, dispuesta a tomarme en su boca y
yo la estoy deteniendo.
No pude evitarlo, el espasmo fue natural cuando sentí su aliento cerca
de mi polla y la detuve.
—Dame un segundo —digo cuando termino de respirar, aunque por
dentro estoy enumerando las plantas de mi campo.
Ella asiente con paciencia y con sus ojos cálidos. Me siento un idiota
por frenar esto, ardo por ella, pero no puedo, por culpa de él, mis
posibilidades de tener una vida normal fueron completamente arruinadas.
Oliver, estás roto.
—No tenemos que hacerlo si no quieres —susurra, sus manos acarician
mis piernas, yo acaricio su rostro, con dolor en mis pulmones y furia en mi
sangre.
—No sabes cuánto quiero esto —gruño, no puedo ocultar la ira que
siento dentro de mí por arruinarme esto.
Ella inclina su rostro sobre mi mano y deja que acaricie su mejilla, es el
gesto más íntimo y cariñoso que vi de ella desde que comenzamos esto.
Pareciera que la imagen le hace algo a mi estómago, ella tiene magia y
derriba con ella todas mis murallas. Mi boca se abre, hay palabras que
quieren salir, pero una serpiente se enrosca en mi cuello y me calla para
siempre.
—Quizás te ayude hablar sobre ello, Oli.
Oli…
Solo mi hermano Killian me llama así, pero cuando ella lo dice, parece
tener otro efecto en mí.
Niego con la cabeza, aunque mi mente pide a gritos que hable, que abra
mi corazón y se lo entregue.
—No puedo —verbalizo tapando mis ojos con mis manos.
—Mi abuela solía decirme que, si no decía lo que me carcomía por
dentro, un día iban a comerme entera —relata—, el día que estaba lista para
decirlas, se sentó a espaldas mía y esperó pacientemente a que la contara
todo.
—¿Y qué le dijiste? —pregunto develando mis ojos y observando a la
mujer más hermosa que vi en mi vida arrodillada humildemente delante de
mí.
—En aquel entonces salía con un chico de mi colegio, Agustín se
llamaba, me gustaba mucho y fue mi primer gran amor. Un día lo encontré
con mi mejor amiga, enrollados en el baño, me sentí muy humillada, dolida
y nunca le dije a él o a nadie que los había visto juntos, simplemente seguí
con mi vida, pretendiendo que todo estaba bien, pero mi abuela podía
verme como si fuese transparente, sabía que algo me ocurría. Había dejado
de ir a su casa, perdí mucho peso porque no podía aguantar nada en el
estómago.
Escuchar tanto dolor en su voz me deja intranquilo.
—Cuando se lo conté a mi abuela —sigue relatando—, fue como si se
levantara el mundo de mis hombros y sé que esto no se asemeja ni un poco
a lo que has vivido tú, pero…
—Tenías el corazón roto —interrumpo—. Mi dolor no disminuye el
tuyo.
Cala voltea, apoyando sus brazos en mis piernas, su espalda desnuda
hacia mí.
Es curioso cuánto más fácil puede ser hablar cuando la otra persona no
puede mirarte a los ojos. El trabajo se aliviana y la serpiente afloja su agarre
intenso.
PASADO
TRECE AÑOS.

La situación tenía dos puntos de vista, uno positivo y uno negativo.


El positivo era que no estaba exagerando durante esta última semana,
realmente me sentía mal, muy mal, y mis padres pensaron que estaba
haciendo un berrinche porque se iban a las islas Maldivas en una semana.
Los resultados llegaron y resulta que tengo mononucleosis.
El lado negativo era que tenía mononucleosis y ahora todos saben que
me andaba besando con Catherine bajo las gradas del campo de fútbol.
Mi madre no intentaba silenciar la discusión que tenía con mi padre en
su estudio, estaban discutiendo a gritos. Uno pensaría que unos padres
responsables no tendrían que pensarlo dos veces, si el hijo está enfermo, no
hay nada más que hacer, se suspende todo. Bueno, no es el caso de mis
padres, ellos simplemente contrataron a un enfermero, hicieron sus maletas
y salieron pitando de nuestra casa.
Un hombre de unos treinta años, de pelo grasoso y gafas gruesas
apareció en la puerta de mi habitación. Se hizo llamar Eder, debía medir
unos dos metros, era más alto y ancho que mi padre incluso. El primer día
anotó mis síntomas en un formulario, pero no hizo mucho más. Al segundo
día les ordenó a mis hermanos que tomaran distancia porque tenía que hacer
cuarentena durante dos meses. No tenía ni idea que la puerta tenía llave
hasta que me la mostró, y por supuesto me encerró en mi propio dormitorio.
Al principio pensé que era genial, podía ver tele todo el tiempo que
quisiera, leer sin ser interrumpido, jugar con la Nintendo y hasta pensar, sin
escuchar constantemente las voces de mis hermanos hablando estupideces
todo el día.
Mis dos hermanos mayores no paraban de discutir, algo relacionado con
las hermanas Green y Killian me extrañaba en la casa y se notaba, no tenía
mucho que hacer sin mí. A veces se sentaba del otro lado de la puerta y
conversaba un rato conmigo.
El problema comenzó cuando la fiebre subió. Estaba irritable, sudaba
como un puerco y la cabeza me dolía tanto que tuve que cerrar las cortinas.
La última vez que escuché al enfermero hablar, dijo que tenía más de
cuarenta centígrados y que debía bajar la fiebre.
¿No era ese su trabajo?
El delirio vino después y con el delirio las pesadillas. Pesadillas que
involucraban a un adulto, haciendo cosas que se supone que no tenía que
hacer, cosas que involucraban sus manos y mis partes más privadas. Cuando
tomaba conciencia estaba aterrado, fatigado y con mucha tos. Realmente no
podía abrir los ojos por más de cinco minutos sin quedarme dormido otra
vez y todo volvía a empezar.
La risa.
El manoseo.
El miedo.
Durante la segunda semana la fiebre comenzó a bajar.
—Necesito salir afuera —gruñí entre las sábanas.
Sentía calor y frío, estaba muy malhumorado y me faltaba el aire.
—No puedes salir, si sales puedes contagiar a tus hermanos, ¿acaso
quieres que ocurra eso? —respondió la voz del enfermero.
Por supuesto que no quería eso, aunque los quejidos seguían saliendo de
mi garganta, pidiendo por favor respirar aire puro.
Algo me despertó, una sensación rara. Abrí los ojos e inmediatamente
supe que algo estaba mal.
Moviendo las piernas frenéticamente y con la poca fuerza que tenía, lo
empujé lejos de mí.
—¿Qué demonios haces?! —grité, mis pulmones no aguantaron mi
exabrupto y empecé a agitarme. Aunque también podría ser por miedo.
El enfermero sonreía, pero había algo que estaba mal en su sonrisa.
—Estaba acomodando las sábanas, Oliver, nada más.
—¡Mentira! Estabas… estabas —No podía repetirlo, no quería decirlo.
—Estaba cuidándote.
—¡No! No, estabas con… con la boca ahí. —No podía modular bien y
sospechaba que era la medicación que me daba.
No podía ser real, ¿no? No podía estar pasándome eso, él era un adulto,
los adultos no les hacen estas cosas a los niños, ¿verdad?
—Bueno, claramente la fiebre volvió, porque estás delirando, ven,
déjame darte algo para que la fiebre baje.
—¡No! —Mis pies se hincaron en la cama, intentaba generar todo el
espacio que podía entre ese hombre y yo. — Llama a mi hermano, ¡Silas!
—grité.
—Oh Oliver, no están, ¿recuerdas que ellos sí pueden ir al colegio?
Estamos solos en tu casa.
Algo en su tono estaba mal, lo que decía y hacía no concordaban, tenía
demasiado miedo como para contradecirlo.
—Quiero dormir, vete.
—Bueno, pero primero debes tomar la medicina que…
—No, no quiero nada, vete.
Su sonrisa se difuminó de su rostro, apretó sus labios y sus cejas se
unieron en el medio de su frente.
Su voz era más grave que antes.
—No estoy preguntando, Oliver. —Con la fuerza de diez hombres, se
arrojó sobre mí y apretó mis fosas nasales para que no pudiera respirar,
inmediatamente abrí la boca y aprovechando mi incapacidad de respirar por
la nariz, metió su mano hasta el fondo de mi garganta—. Traga la pastilla,
ahora.
No tenía alternativa.
La tragué y volví a soñar lo mismo que antes.
Tres semanas así.
Tres semanas donde sabía que mis sueños eran realidad, que un adulto
estaba abusando de mí. No sabía qué hacer y cuando mis hermanos se
acercaron a mí, no tenía palabras en mi garganta para explicarles lo que
estaba pasando.
Lo único que quería hacer era salir del dormitorio.
Mi hermano Kill rompió la cerradura una noche y me llevó al jardín de
mi casa. Nos sentamos en el césped y miramos las estrellas. Yo sabía que
Kill estaba preocupado, él me conocía mejor que nadie, él sabía que algo
estaba mal conmigo. Por suerte nunca indagó, nunca asumió la realidad.
Solo le pedí un favor y fue que le dijera a nuestros padres que ya estaba
bien y que el enfermero no era necesario.
Kill involucró a Silas y a Luca, ellos se encargaron de despedirlo y le
quitaron la llave de mi dormitorio. Teníamos dos semanas más antes de que
volvieran nuestros padres y les rogué a mis hermanos que me dejaran
dormir afuera. Así que los cuatro llevamos la cama al jardín y ese fue mi
dormitorio por dos semanas. Las dos semanas más felices de mi vida.
Aunque las pesadillas nunca se fueron, a veces volvían peor que antes,
lo bueno era que cuando despertaba, estaba solo, no había manos sobre mí,
ni un hombre sonriendo.
22

CALA

C uando Oliver termina de hablar, el silencio cae entre los dos, como
una neblina pesada y densa.
Lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas, el dolor se
siente como un cráter en mi estómago.
No hay mucho que decir, no hay palabras que puedan sanar las heridas
de Oliver, pero sí acciones, y estoy dispuesta a darle resguardo.
Me levanto y volteo, sin dudarlo me siento a horcajadas y lo beso hasta
el infinito.
Las manos de Oliver se posicionan en mi cintura y me estruja contra su
cuerpo desnudo. Nunca lo sentí en tantos lados como ahora, toca mi
espalda, mi trasero, sostiene mi nuca para mantenerme en el lugar y
profundizar más un beso primitivo, posesivo y muy nuestro.
—Quiero intentarlo de nuevo —jadeo—, quiero que sientas placer allí.
Oliver asiente, hipnotizado por mi súplica y no pierdo un minuto en esta
pequeña ventana que me regala. Murmuro su nombre, mi voz clara y fuerte
para que recuerde quién es la que está dándole esto, beso sus muslos y
juego con él, acercándome a su miembro, pero sin tocarlo. Mi plan tiene
efecto porque construyo placer y deseo, hasta mueve sus caderas, buscando
que lo toque ahí, en la zona prohibida.
Quiere que lo chupe y estoy más que dispuesta a ser yo quien lo ayude.
Mi mano sostiene lentamente la base, Oliver se tensa, pero deja sus
manos a los costados de su cuerpo, sus puños apretados, aguantando la
necesidad de quitarme de encima.
—Aquí voy —digo cuando deslizo mi lengua desde la base hasta la
cabeza.
Grita.
Grita, asaltado por una oleada de placer.
—Oh Dios. —Sus ojos cerrados, con sus puños golpea el colchón.
Lamo otra vez, como si fuese el mejor helado en el verano y él jadea
como nunca lo escuché.
Y esto solo es el comienzo . Quiero decir, pero no voy a desconcentrarlo.
Cuando abro la boca y chupo la cabeza de su miembro, Oliver gime tan
fuerte que tiene que tapar su rostro con mi almohada para suprimir el
volumen.
Sonrío orgullosa de mí y comienzo con un movimiento constante y
rítmico. Se siente salado y grueso dentro de mi boca, pareciera que no
puede crecer más, pero lo hace.
—Cala, demonios. —Quita la almohada, arrojándola lejos, sus caderas
comienzan a moverse, buscando ir más profundo, tomar control y lo dejo,
porque eso es exactamente lo que necesita. Tomar control de su sexualidad,
obteniendo el placer que se merece.
Su mano se entierra en mi nuca y me mantiene allí, firme, mientras me
penetra sin piedad, sus ojos me observan y hacemos contacto visual.
—Espera, espera, voy a... correrme, Cala. —Advierte empujándome
lejos de él, pero me aferro a sus piernas y…
Tarde.
Oliver se corre en mi boca, sus ojos cerrados, su cuerpo contraído, su
boca abierta pero ningún sonido sale de allí.
Cuando termina, me alejo de él y observo el momento cuando abre los
ojos y se enfoca en mí. Está agitado, sus ojos muy abiertos, claros y
enfocados en mí.
Mi teoría es la siguiente, que el único momento que una mujer puede
ver a un hombre vulnerable, es durante el orgasmo, ahora, después de la
conversación que tuvimos, de ser la afortunada quien él eligió para conocer
su historia, ya no estoy tan segura.
Aunque este orgasmo fue único para él, lo pude leer en su rostro.
—Gracias —dice, toma mi mano y me coloca sobre sus muslos—.
Gracias, gracias. —Me abraza enterrando su rostro entre mis pechos, puedo
sentir que hay lágrimas mojando mi piel. Los dos lloramos y entiendo que
llorar por él es inevitable, tanto como abrazarlo y decirle que aquí me tiene,
que estoy enamorada de él y que, si me acepta, puedo darle lo que necesita.
En cambio, me fundo en un abrazo desnudo y espero a que extirpe todo
lo que calló todos estos años.

Cuando abro los ojos puedo ver que el sol está a punto de salir.
Los brazos de Oliver me encierran con firmeza, su nariz enterrada en mi
cuello, nuestras piernas enredadas. Me acurruco empujando mi espalda
contra su pecho. No creía poder estar más unidos físicamente, pero él lo
logra, apretándome contra su pecho.
Sonrío encantada de tenerlo conmigo, nunca pasa la noche aquí,
siempre se escabulle en cuanto me duermo.
Hoy no.
—Buenos días —susurro acariciando su brazo.
—No me des los buenos días, significa que terminó mi tiempo aquí —
responde besando mi cuello. Mi cuerpo reacciona inmediatamente, el frío
corre por mi cuello—. Y por el momento tengo otros planes.
—¿Qué planes? —susurro, la casa está en silencio.
Oliver se coloca sobre mí con una media sonrisa y apoya su miembro
entre mis muslos para mostrarme cómo despertó. Esta vez voy más allá y
con valentia lo tomo con mis manos, para guiarlo dentro de mí. Cuando me
penetra sisea y cierra sus ojos para perderse en este acto.
—Me gustan tus planes… —digo enterrando mis uñas en su espalda.
—Follarte con sueño, lo tengo que borrar de mi lista. —Entierra su
rostro en mi cuello y traza la curva de mi oreja con la lengua.
—No sabía que había una lista.
—Muchas fantasías que tengo contigo y con tu cuerpo cuando conduzco
de vuelta a casa.
A casa.
Sus embestidas se incrementan, mis gemidos también, así que tapa mi
boca con su mano y se hunde más profundo dentro de mí.
Cierro mis ojos y doy gracias a Dios por su mano silenciando mis
gemidos porque son incontenibles. La conexión entre los dos se solidifica
hasta que por fin entramos en sinergia pura donde los dos nos perdemos en
la intensidad.
El orgasmo nos ataca al mismo tiempo y lo terminamos con un beso
sensible y lento.
Oliver me sonríe con devoción en sus ojos, puedo sentir su amor, no
necesito que lo declare, esa mirada lo dice todo. Abre su boca para decir
algo cuando de golpe…
Noc Noc.
Alguien toca la puerta.
—Cala, hija, ¿puedo pasar?
El momento tierno y mágico se detiene, los dos nos tensamos.
—Eh, no, ¡estoy cambiándome mamá! —digo levantando las sábanas y
corriendo como un pollo degollado por el dormitorio.
Oliver sonríe y parece que su compostura se mantiene intacta.
—Bueno, espero aquí.
—¡No! No, ve abajo, ahora voy, ¡solo necesito un segundo!
Oliver tapa su rostro dormido con la almohada para ocultar su risa.
—¡No te rías! —susurro.
—Bueno, ¿seguro que estás bien?
—Claro que está bien, acabo de darle un orgasmo increíble —susurra el
maldito.
Lo golpeo con un almohadón.
—Sí, segura, ¡ve!
Apoyo mi oreja sobre la puerta y escucho los pasos de mi madre
alejarse por el corredor y luego bajar por las escaleras.
El alma me vuelve al cuerpo y me siento en el suelo, al lado de la
puerta.
Oliver se levanta con tranquilidad, toma su ropa con lentitud y se viste
como si nada hubiese ocurrido.
—¿Me parece a mí o estás un poco nerviosa?
Me levanto y lo empujo.
—¿Por qué estás tan tranquilo? —En mi intento de empujarlo, Oliver
toma mi mano y la lleva hasta su pecho, arrastrándome a mí en el proceso.
Hasta que no me tiene a centímetros de su boca, no habla.
—Porque anoche fue la mejor noche de mi vida y eso fue gracias a ti.
—Deja un beso sobre mi nariz.
—Sí, pero mi madre no puede enterarse. —Camino hasta el baño y abro
la ducha, eso no detiene mi ataque de pánico—. Sabes que mi padre va a
poner el grito en el cielo.
Pongo un pie dentro de la ducha, pero las manos de Oliver me detienen,
voltea mi cuerpo y me empuja contra la pared.
—Es al jefe al que le tienes que temer, intrusa, aquí se hace lo que yo
ordeno. Si tu padre tiene un problema con eso, que venga a hablar conmigo.
Con mi dedo índice, lo alejo de mí, no importa cuán sexy sea en este
momento.
—Puede que a ti no te diga nada, pero sabes que conmigo es otra la
historia y no estoy dispuesta a decepcionar a mi padre.
—¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Que nos escondamos para toda la
vida? —Sus ojos se oscurecen, su aura cambia a una oscura otra vez.
—Sí.
—No —responde inmediatamente—, no es suficiente para mí.
Cruza sus brazos, su ceño está tan fruncido que profundiza las arrugas
en su entrecejo.
—Bueno, quizás algún día entiendas por lo que estoy pasando, lo que
yo quiero no importa en mi vida, tengo padres que mantener.
Señalo la puerta y lo echo de mi baño.
23

OLIVER

M i familia entra por la puerta del rancho con valijas, bolsos de bebé,
juguetes, niños dormidos en brazos y sonrisas y, aun así, no puedo
disfrutar el maldito momento.
Hace tres noches, tres noches exactas que no hablo con Cala, no la toco,
no la beso o la follo y eso me vuelve malditamente loco.
—¡Llegamos! —grita Kill siendo la estrella que siempre es, busca ser el
foco de atención de todo el mundo. Luca lo golpea por despertar a Mila que
la tenía dormida en brazos.
Silas lleva a Julián de la mano, Lauren está a su lado, su hermana Emma
consuela a Mila, la pequeña está quejándose con irritación y Killian está
fresco y de buen humor.
Uno a uno los abrazo, la última vez que nos vimos fue para la última
navidad, hace ya casi un año de eso.
—¡Bienvenidos al rancho Walker! —grita Eliza con energía vibrante
detrás de mí.
Todos la saludan como si fuese una más y se conocieran de toda la vida.
Killian es el que más la conoce, él camina hacia ella y la levanta en el
aire abrazándola con fuerza.
—¡Eli! —grita, totalmente efusivo— ¿Perdiste años? ¡Pareces una
treintañera!
Eliza le sonríe, pero lo empuja.
—¿Te gusta hacerte el galán con una señora?
Sé que por dentro le encanta.
—Pasad —digo señalando la sala.
—¿Crees que podríamos buscarles una cama a los niños? necesitan su
siesta si no quieren que mamá los mate —dice Emma.
Eliza se va con Lauren y Emma, y los niños hacia sus cuartos. Yo me
quedo abajo con mis hermanos.
—Cuando decías rancho me imaginaba algo mucho peor, Oli, esto es
increíble —dice Silas observando la sala.
En estos momentos me alegro de haber contratado a un decorador de
interiores, sino sí que hubiese sido algo mucho peor.
La sala es la habitación más acogedora que tengo, encendí la chimenea
hace unas horas, así que el fuego genera un cálido ambiente para sentarse
en los sillones mullidos que la rodean y generan un ambiente óptimo para
las conversaciones. No lo había notado hasta ahora, bueno, en realidad
siempre me sentaba solo en este gran espacio, parecía muy grande para uno.
—Yo nunca dije que vivía en el barro, esa fue tu imaginación —
respondo sirviendo cuatro vasos de mi gabinete.
Los cuatro brindamos en silencio.
Luca mira por los ventanales, Silas se sienta en los sillones y Killian lo
sigue.
—Me gusta mucho el verde —dice Luca dándonos la espalda—, pero a
este lugar le falta agua.
—La laguna está a un par de kilómetros —respondo observando a
donde mira mi hermano.
Luca me mira con una ceja arriba.
—¿Laguna? Impresionante.
Guiño un ojo y me siento con mis dos hermanos, Luca me sigue
segundos después.
—¿Y Lucien? —pregunta Kill mientras se lleva el vaso a la boca.
—En un centro de rehabilitación, pasa el día allí, tres veces por semana.
Las hermanas Green entran a la sala y cada una se sienta al lado de su
pareja con un largo soplido, sé que la maternidad no es fácil, pero se las ve
felices.
—Esta casa es preciosa, Oliver —dice Emma.
—Gracias.
—Prepárate para cuando Julián esté más despejado, estoy segura que
querrá conocer todo el rancho —agrega Lauren.
—Estoy más que dispuesto a mostrarles todo cuando despierten.
Killian mira hacia todos lados y lo miro con ojos entrecerrados.
Él conoce este lugar… Entonces, ¿a quién busca?
—¿Te puedo ayudar con algo? —gruño.
—No hermano, estoy bien —sonríe con maldad y toma el vaso de un
trago.
En ese momento entra Eliza con una bandeja, con tazas y panes que sé
que hizo esta madrugada, deja todo en la mesa de café y me sonríe
abiertamente.
—Gracias Eli —dice Kill con una sonrisa exagerada— ¿Dónde está el
resto del staff?
Eliza me mira antes de responder, sospechando las intenciones de mi
hermano menor.
—Killian…—advierto.
Silas y Luca se sonríen con malicia.
—¡Sabes que soy una persona amigable!
Voy a matarlo.
Silas se levanta del sillón, como el hermano mayor y CEO de Property
Group y dice:
—Llévanos a recorrer tu templo, Oliver, que todos queremos saber qué
ocurre en estos pagos. —Estira su mano hacia atrás, esperando que Lauren
la tome y ella lo hace inmediatamente.
Miro sus manos enlazadas con un poco de celos y asiento, tragando la
necesidad inesperada de mi cuerpo por llevar a Cala así, pero si seguimos
así, probablemente nunca ocurra.
Que comience el tour por el Rancho Walker.

Dentro de mi todoterreno vamos apretados, pero me encuentro cómodo


rodeado de mi familia, creo que son las únicas personas con las que puedo
relajar mis barreras y disfrutar de la compañía de otros humanos.
Cala es la excepción también.
Deja de pensar en ella, demonios.
Mis hermanos están impresionados por la extensión del terreno.
Mansión, granero, establo, corral para vacas, corral para caballos, una
laguna llena de patos, una huerta y varios kilómetros de césped y árboles.
En perspectiva puede que sea demasiado para mí, pero para una familia,
creo que es indicado.
Una familia que nunca voy a tener, pero prefiero no abrir esa puerta.
—Oliver —llama Lauren, está sentada sobre las piernas de Silas en el
asiento trasero—, ¿qué es lo que está haciendo esa mujer? ¿Es tu empleada?
Todos y quiero decir todos , miramos a donde señala Lauren.
Cala está en la puerta del establo, cambiando las herraduras de una de
las yeguas. Está agachada, con su vaquero de tiro alto y su trasero
apuntando directo a donde estamos todos.
Lo primero que hago es mirar a Killian, quien tiene el tipo de expresión
que tenía el lobo calenturiento de la Warner Brothers, solo falta que se
desenrosque la lengua sobre el salpicadero del todoterreno.
—¿Esa es Cala? —pregunta, su tono incrédulo.
Ignoro completamente su reacción y le respondo directamente a Lauren
mirándola por el espejo retrovisor.
—Sí es Cala, mi capataz y está cambiando la herradura de Ruby, parece
que la hace daño, pero es para proteger las pezuñas —explico, Lauren es
ambientalista y siempre está sumándose a causas en protección de los
animales.
Detengo el todoterreno cerca, imagino que todos quieren saludarla,
especialmente Killian quien parece demasiado entusiasmado. Sé que va a
ser incómodo, no hablamos desde hace tres días y las pocas líneas que
intercambiamos fueron meramente relacionadas al trabajo.
Cuando Cala escucha las puertas cerrarse, detiene el trabajo y mira
hacia nosotros como hace siempre, tapándose el sol con la mano, no sé por
qué no usa gafas de una vez.
Porque sería mucho más difícil para ti mantener tus manos en los
bolsillos, Oliver.
—¡Señorita Saint-Clair! —grita Killian caminando hacia ella— Un
gusto finalmente conocerla.
—¿KillK? —dice ella estrechando la mano con mi hermano.
—¿Os conocéis? —Mis alarmas suenan internamente, creo que todos se
dan cuenta cuán tenso estoy de golpe.
—No, soy una fan —responde ella—. Lo sigo en Instagram desde hace
años, nunca imaginé que eras un Walker.
Killian ríe a carcajadas mirándome directamente a los ojos, sé que por
dentro está disfrutando esto, no quiero ni pensar lo que le está haciendo a su
ego.
—Me encanta conocer a mis seguidoras, te presento a los hermanos
menos famosos, Silas y su esposa Lauren. —Señala, los dos levantan la
mano y la saludan—. No les preguntes por el colegio, es un tema sensible
—susurra en su oído—, luego tenemos a Luca y Emma, —Emma camina
hacia ella y la abraza, Luca en cambio, estrecha su mano con seriedad—.
Antes la odiábamos, pero ahora somos #TeamEmma, ¿verdad, Em? —Cala
se ríe ante los comentarios de mi hermano como nunca la escuché— ¿Y
conoces a Oliver? Es el más amargo de todos, aunque no tiene dramas,
todavía.
Si tan solo supieras…
Cala me mira y me sonríe, es la primera vez que veo una expresión que
no sea odio en estos días, no puedo evitar devolverle la sonrisa.
—Un gusto —dice estirando la mano hacia mí.
Cuando la tomo, tiro de ella, alejándola de la cercanía de Kill.
—Igualmente.
Silas camina con sus manos en los bolsillos de vaqueros hasta Ruby y
acaricia su pelaje.
—Mi esposa estaba muy intrigada por tu trabajo, Cala —dice—. Es
impresionante cómo dominas a esta bestia.
—¿Hablas del caballo o de Oliver? —pregunta Kill.
Lo empujo y él se ríe a carcajadas, pero quiero asesinarlo.
Cala ignora el comentario y camina hasta la yegua, invita a Lauren a
acercarse y le explica todo el procedimiento, Emma corre tras ellas para no
perderse nada.
Mis tres hermanos se colocan a mi lado y observan a sus mujeres.
Ruby se asusta ante la mano de Emma y las tres se ríen por un chiste
que dice Cala por lo bajo.
—¿Es la indicada? —pregunta Luca.
Lo miro con una ceja arqueada.
—¿Indicada?
—Sí, pretender que no existe tensión entre vosotros no tiene sentido —
dice señalando con la cabeza a Cala.
Yo la miro de vuelta, siento una expresión preocupada y pensativa en mi
rostro. Creo que nunca lo vi así o sí y lo estaba negando constantemente.
Me dedico a mirarla y Cala sonríe mientras le enseña a Emma a cepillar
a Ruby con la delicadeza que usa siempre con los animales.
Conecto la mirada con Luca otra vez y suspiro con preocupación.
—Sí.
24

CALA

E l imponente y lujoso centro de rehabilitación de mi padre es


impresionante y me deja sin aire, luego entendí que, si Oliver Walker
era el encargado de pagar esto, estaba claro que iba a ser lo mejor de
lo mejor.
La entrada es imponente, el camino asfaltado está rodeado de árboles
tan altos que unen sus copas sobre nuestras cabezas, el césped alrededor es
verde furioso y genera un ambiente mágico, al final del camino hay un
edificio vidriado.
La furgoneta nos deja en la puerta y una rampa desciende para que mi
padre pueda bajar.
—¡Feliz día de Acción de Gracias! —dice una señora con una gran
sonrisa, su cabello rubio está alisado y cae pesado sobre sus hombros—
Lucien, que bueno verte con tu familia.
—Feliz día, Gloria, te presento a mi mujer Lis y a mi hija, Cala.
La mujer estrecha nuestras manos con firmeza, pero su rostro es amable,
creo que está sobreexcitada.
Hoy por la mañana nos escabullimos cuando Oliver estaba ocupado con
sus sobrinos. Mi padre a pesar de que Oliver le ordenó estar en la mesa de
Acción de Gracias, dijo que no teníamos ningún lugar en la mesa de los
Walker y que el transporte del centro de rehabilitación venía por nosotros en
media hora, obviamente esto lo dijo a espaldas de mi jefe, así que nunca se
enteró que nos marchamos del rancho.
No tuve oportunidad de despedirme de él, ni de desearle un gran día de
Acción de Gracias y que encima, las cosas no están muy bien entre nosotros
después de esa pelea, me siento mal y con un agujero en mi estómago. En el
momento que lo eché de mi baño sabía que acababa de cometer un gran
error, pero ya era demasiado tarde, no podía borrar el rostro de Oliver de mi
mente, estaba tan decepcionado conmigo y yo también lo estaba, por no ser
un poco más valiente y decirle lo que siento de una maldita vez.
—Gracias por invitarnos —dice mi madre, sonrío como ella me enseñó,
mostrándome contenta por estar aquí.
Por dentro solo pienso en cuán furioso se va a poner Oliver cuando no
nos vea en la mesa.
—Pasen, pasen, estamos a punto de empezar, tenemos al menos
cuarenta pavos humeantes para compartir entre todas las familias.
Entramos a un gran salón, la pared de atrás está completamente
vidriada, pareciera que el cielo y el césped están dentro de este lugar. Hay
mesas por doquier y en cada una hay dos familias, organizando sus platos y
bebidas para comenzar.
Mi madre luce emocionada, mi padre también, nunca fueron una pareja
muy sociable, nunca invitaban amigos a casa, principalmente porque
cuando mi padre venía a casa los fines de semana, se dedicaba a descansar y
a pasar tiempo con nosotras, así que verlo rodeado de personas que lo
reconocen, llamándolo con sonrisas y chocando puños, me hace feliz.
Puedo verlo contento por primera vez, cómodo, adaptado y me da mucha
tranquilidad.
—¡Por aquí! —dice la señora, señalando una mesa, hay una familia
esperando allí, nos sonríe y nos dan la bienvenida.
Mis padres intercambian palabras con la otra familia, en su caso es la
mujer quien está en una silla de ruedas, ella es joven, más joven que mi
padre y luce como alguien que podría ser una modelo, tiene un aura
brillante y alegre, su marido también, es muy sonriente y sostiene a una
niña muy adorable con rulos dorados.
Mis padres se babosean con la niña, haciéndole juegos y caras para
entretenerla y me pregunto si alguna vez pensaron en ser abuelos, nunca
hablamos del tema y yo nunca me visualicé siendo madre, pero verlos así
por un bebe me hace replantearme muchas cosas. Siempre me enfoqué en
mis estudios y mi trabajo, ansiosa por ver qué futuro iba a vivir, pero ahora
que todo cambió, ya no sé cuán realizable sería tener una familia si estoy
más tiempo con Astro y Ruby que con ese supuesto que acabo de inventar.
Una mano pesada cae sobre mi hombro y me sobresalta, sacándome de
mis pensamientos depresivos. Cuando volteo, la sonrisa se difumina de mi
rostro.
—Oliver.
—¿Por qué estáis aquí? Os estamos esperando… —dice mirando a mi
padre, pero mi padre no lo mira a él, sino a su mano en mi hombro.
—Creí que Cala te había dicho que íbamos a venir aquí —dice con un
tono fingido, una sonrisa tiesa en su rostro.
—Sí y le dije que los quería en mi mesa, vosotros sois familia, Lucien.
—Oliver —susurro despacio, sus ojos se posan en mí inmediatamente
—, no vas a cambiarle de parecer, ve a disfrutar de tu familia.
—No puedo si tú no estas —devuelve con el mismo volumen.
Lo entiendo, me siento igual, en este día tan importante, no pasarlo con
él se siente mal, siento que algo falta.
Él.
Miro a mis padres con indecisión, la otra familia pretende entretenerse
con la niña para no interrumpir. Mi padre menea la cabeza con advertencia,
mi madre no dice nada, como siempre.
Me levanto.
—Cala —advierte mi padre—, no seas molesta.
—No lo soy, es donde él quiere que esté y es donde yo quiero estar —
devuelvo tomando coraje, me coloco al lado de Oliver, las puntas de
nuestros dedos se rozan y sé que los dos queremos tomarnos de la mano,
pero ninguno es tan valiente ahora o los dos sabemos que quizás no es el
mejor momento para confesar lo que sea que ocurra entre los dos.
—Lucien, última oportunidad, ¿vienes?
—No Oliver, gracias, prefiero pasar el día aquí.
—Perfecto, vamos Cala.
Cuando llegamos al todoterreno, Oliver cierra su puerta con ímpetu y
suelta todo el aire retenido en sus pulmones, sus manos sostienen el volante
con tanta fuerza que sus nudillos están blancos.
—Es un necio… —dice por lo bajo— ¿Acabo de romper mi relación
con Lucien?
Coloco mi mano sobre su brazo.
—No, él realmente se lo estaba pasando bien allí.
—Pero acabo de prácticamente raptar a su hija…
—No hiciste semejante cosa y lo superará, no te angusties.
Oliver asiente y finalmente conecta conmigo, yo le sonrío para calmarlo
porque realmente se le ve preocupado.
—Hola.
—Hola, Oli.
Se inclina hacia adelante y me besa, sosteniendo mi nuca y presionando
mis labios sobre los de él.
—Estoy cansado de pelear por esto que siento, Cala.
Asiento.
—Quiero pasar el día en paz, pero mañana, mañana quiero que
hablemos.
Asiento otra vez, tragando con dificultad las palabras que quiero decir.

Cuando llegamos al rancho, los Walker adultos están en la cocina y


los pequeños en la sala, mirando Frozen en la gran televisión, Astro a sus
pies, mirando la pantalla como si entendiera algo.
Eliza está a las carcajadas mientras lucha con Killian para que no le
robe el puré de arándanos, luce pequeña al lado de todos los Walker, pero
contenta y eso me hace sonreír. Silas está junto con Lauren pelando patatas
y Luca está amasando pan y su mujer lo regaña por hacerlo mal.
Oliver sonríe abiertamente y sin mirarme toma mi mano con fuerza,
entrelazando nuestros dedos con fuerza. Nadie se percata que entramos y él
se puede dar el lujo de observar sin sus muros altos y metálicos.
—Gracias —susurra.
Yo aprieto su mano y sonrío.
—Oh Cala, ¡te encontraron! —grita Killian desde atrás de la isla—
Todos estábamos preocupados, nadie quiere vivir bajo el mismo techo que
un Oliver malhumorado.
—No estaba malhumorado —protesta Oliver, llevándome hasta el
meollo de la gente—, estaba… preocupado.
Silas y Luca levantan la mirada, los dos haciendo el mismo gesto, una
ceja arriba, en total desacuerdo.
—¿Qué puedo hacer yo? —pregunto mirando a mi alrededor.
—¿Puedes entretener a Killian? —pregunta Eliza —Nunca voy a poder
revisar el pavo si tengo que controlar que no se coma nada.
—¡Hey! —se queja el menor de los Walker— Creí que te caía bien.
—Lo haces, pero necesito avanzar. —Eliza intenta mover el cuerpo de
Killian lejos de ella y él la mira hacia abajo entretenido por ver a la mujer
fallar en el intento.
—Me iré, me iré… —Levanta las manos en rendición y camina hacia
mí, empuja a Oliver para romper nuestro agarre y descansa su brazo sobre
mis hombros—. ¿Qué tal si me enseñas el rancho?
Oliver lo mira con cara de pocos amigos.
—Killian…
—Puedes venir si quieres, pero una pequeña advertencia, pienso hacerle
preguntas relacionadas a mi Instagram, no suelo tener la oportunidad de
hablar con una fan y quiero saber qué cambios puedo hacerle.
Oliver se toma el tabique de la nariz y suspira.
—Está bien, pero no hagas nada desubicado.
Killian sonríe con maldad.
—Desubicado es mi segundo nombre, hermano.

Killian se sube al carrito de golf con esteroides y, aun así, la máquina se


hunde como si hubiese subido una vaca de cuerno largo. Lo mismo que me
pasa cuando Oliver se sube y por lo que observé, los otros hermanos, son
todos de cuerpos masivos también.
Killian apoya su brazo en los respaldos de los asientos y aspira aire
puro.
—No consigues esta calidad de oxígeno en San Francisco —dice
mientras enciendo el vehículo y atravieso el campo.
—Lo sé, solía vivir en Wako que está a tan solo cuatro horas de aquí y
tampoco lo conseguía.
Mis manos sujetan firmemente el volante, por alguna razón me siento
nerviosa. No creo que sea porque él sea una persona famosa o porque lo
llamen “El adonis de San Francisco” en internet, sino porque sé que nos vio
de la mano y presiento que viene alguna especie de prueba o cuestionario
intensivo.
—¿Extrañas la ciudad? —pregunta.
Siento sus ojos clavados en mí, aunque en algún momento se puso unas
gafas Ray-ban con cristales redondos.
—No, creí que iba a pasarlo fatal para serte sincera, pero desde que
llegué al rancho comprendí que no podría vivir más en la ciudad, espero
fervientemente no tener que hacerlo.
—Interesante…
Estoy sudando, maldición.
—Así que, ¿qué preguntas tenías de tu Instagram?
—Ah, ninguna, solo lo dije para espantar a Oliver, odia mi Instagram.
—Se ríe.
Yo por otro lado, lo miro con preocupación.
—¿Dónde quieres ir? —Miro hacia adelante fijamente.
—Ningún lado en específico, solo conduce.
Siento una gota deslizándose por mi espalda.
Y estamos en otoño.
Paso por la puerta del establo, el granero, el cobertizo, doy la vuelta en
la laguna y retorno a la mansión, sin escuchar una sola palabra de Killian
Walker. Cuando me detengo en la mansión, nos observamos y él sonríe
abiertamente.
—¿Pasé la prueba? —susurro porque Oliver nos espera de brazos
cruzados en el porche.
—Oh, no era para ti, era para él —lo señala—. Míralo, como un perro
territorial mirándome así. ¡No asustas a nadie! —grita la última parte.
Me rio silenciosamente, liberando toda la tensión que sentía. Cuando
Killian comienza a bajar su cuerpo masivo, voltea y por sobre sus hombros
dice:
—Si lo lastimas te bloqueo de mi Instagram.
Me río más fuerte todavía.
—Entendido.
25

OLIVER

E liza apoya el pavo humeante a mi lado, es dorado y se ve muy


delicioso. Por tradición el dueño de la casa es quien lo corta y lo
reparte entre los comensales. Así que agarro el cuchillo y lo deslizo
por la tierna carne.
Silas está a mi derecha, a su lado su hijo Julián y su esposa Lauren, a mi
izquierda esta Cala, la sigue Emma con Mila y Luca. Eliza se sienta al lado
de Lauren y Killian en el extremo contrario. La mesa está llena y a medida
que entrego los platos con pavo, los brazos se mueven por arriba de la
mesa, pasándose el puré de arándanos y otras cosas exquisitas que hizo
Eliza para los vegetarianos de la familia.
Dentro de la tradición, es importante recapacitar el pasado y agradecer
por lo que uno tiene, por eso cada uno dice algo diferente.
—Doy gracias por mi familia —dice Silas, dejando un beso sobre la
frente de Lauren.
Sigue ella:
—Estoy agradecida por tener salud —dice mirando a Silas—, amor y
una familia. —Mi hermano apoya su brazo sobre su hombro y la atrae hacia
él, estrujando a Julián entre los dos, el pequeño grita en total desacuerdo y
agrega:
—Yo estoy agradecido por poder respirar —dice Julián cuando los dos
padres salen de encima.
Todos se ríen.
Mis ojos se posan en Killian.
—Estoy agradecido por los millones que tengo en mi cuenta bancaria.
—Levanta su copa y traga el contenido de golpe.
—Doy gracias por este momento, es muy emocionante tener a la familia
de Oliver aquí —dice Eliza mirándome con una sonrisa, yo le guiño un ojo.
—Estoy agradecido por las segundas oportunidades —dice Luca
mirando a su mujer.
—Yo también —sonríe Emma.
Mis ojos se posan en Cala, estoy muy ansioso por saber qué tiene para
agradecer, ya que fue un año muy duro para ella.
—Estoy muy agradecida por compartir una mesa con los Walker —dice
levantando su copa—. Por tener a mis padres y por las nuevas experiencias.
Todos levantan la copa y toman un sorbo.
—Y yo estoy agradecido por tenerte en mi vida —digo chocando
nuestras copas.
Las mujeres de mis hermanos nos sonríen y hacen un “Ahh”, mientras
que los hombres festejan.
—Mila —digo mirando a mi sobrinita—, ¿tienes algo que agradecer? —
Todos esperamos las palabras de mi sobrina.
—Doy gracias por mis juguetes —dice tomando un vaso de plástico e
imitando lo que hicimos los demás.
Todos la miramos con ternura y nos reímos de su respuesta.
—Tío —llama Julián—, ¿el pavo era de la granja? —Su voz pequeña es
adorable.
—No Juli —respondo—, lo compró Cala a un vecino que los cría.
Julián mira a Cala con curiosidad, el pobre no debe entender quién es la
mujer a mi lado.
Lauren interviene.
—Julián está aprendiendo cómo aparece la comida en la mesa, aunque a
veces no está de acuerdo.
—Eso es porque tú lo hiciste vegetariano —murmura Silas mientras
mete un pedazo de pavo en su boca.
Lauren me mira con complicidad y levanta sus hombros aceptando la
derrota.
—Julián, si quieres podemos ir a ver a las vacas después. —Lo invita
Cala.
—¡Sí! —grita, entusiasmado— Quiero ver a los caballos también.
—Trato hecho.
—Quítate la baba de la boca —dice Killian desde el otro lado de la
mesa, tiene una mirada diabólica.
—Cállate, Kill —devuelvo.
Durante el resto de la comida, todos estamos charlando, inclusive Eliza
y comparte anécdotas embarazosas mías. Como cuando una vaca me
empujó a un charco de barro, o cuando terminé en el hospital con dos
puntos en la mano cuando arreglaba el cerco de los caballos.
De vez en cuando miro a Cala de soslayo, la veo reír a carcajadas
cuando Emma le hace chistes o cuando las dos hablan con seriedad sobre su
collar lapislázuli. Verla ser parte de mi familia le genera algo a mi pecho y
me ayuda a decidir qué quiero para mi futuro, particularmente cuando la
involucra a ella.
Cuando llega el postre, estamos todos más que llenos, los niños están en
la sala viendo televisión con ojos entrecerrados y nosotros conversando con
menos energía que antes, creo que nadie puede moverse.
—Oficialmente te adoptaremos como madre, Eli —dice Killian
acariciando su estómago, pretendiendo que tiene panza, cuando todos
sabemos que pasa horas en el gimnasio.
Su comentario despierta cosas en todos los hermanos creo, nuestros
padres nunca estuvieron presentes en nuestras vidas y ahora que los nietos
están aquí, puede que hagan un esfuerzo en vernos más seguido, pero el
hecho de que estemos sin ellos en este día, dice mucho.
Eliza se ríe mientras limpia su boca con una servilleta de lino blanca.
—Encantada de tenerlos.
La historia de Eliza es una solitaria, ella se quedó viuda muy joven y
nunca tuvo hijos, los años pasaron, jamás pudo encontrar a nadie que
llenara ese hueco que dejó su marido. Tiene una hermana mayor que vive
en Austin y la visita de vez en cuando, pero prácticamente no tiene familia,
por eso me alegra verla sonreír con mis hermanos.
—Papá, papá, papá, papá… —llama Julián despatarrado en el sillón de
la sala.
Silas detiene lo que estaba diciendo y lo mira con ojos incrédulos.
—Julián, ¿no ves que estoy hablando?
—Sí.
Todos nos reímos, inclusive Silas.
—¿Qué quieres?
—Ver a los caballos —demanda, balanceando las piernas que no le
llegan al suelo.
Me levanto.
—Yo me encargo —digo pasando por detrás de mi hermano y dándole
palmadas a su espalda.
—Mila, ¿tú también quieres ir a ver a los caballos? —pregunta Luca y
luego agrega por lo bajo— Así puedo tener un minuto a solas con tu madre.
Emma lo empuja, pero tiene una sonrisa en su rostro.
—Nosotros nos encargaremos de los niños un rato —dice Cala
siguiéndome—, vosotros disfrutad.
Nos pasamos la tarde entreteniendo a los niños, jugaron con las gallinas
y las ovejas, luego los llevamos a ver a las vacas y finalmente se montaron
encima de los caballos y Cala y yo los llevamos dentro del corral. Los
primos chocan sus manos cuando se cruzan y sonríen.
Con Cala nos robamos miradas y cuando la veo sonreír me pregunto
qué siente en este momento y si le cuesta describirlo como a mí.
Al final del día terminamos en la laguna, los niños juegan en la orilla y
nosotros estamos sentados en el césped.
—Te gustan los niños —dice Cala, es más una afirmación que una
pregunta.
Asiento pensativamente mientras veo a mis sobrinos investigar los
peces que se mueven en la orilla.
—¿Y a ti?
Cala mira a mis sobrinos y luego a mí.
—¿Creo que sí? No lo sé, nunca fue una meta en mi vida, pero con esos
sobrinos adorables que tienes es difícil decidirse.
—Son adorables los malditos —confirmo mirándolos una vez más, no
puedo borrar la sonrisa de mi rostro.
Tomo la mano de Cala y la sujeto.
—Gracias por estar aquí hoy, no me imagino lo difícil que fue llevarle
la contra a tu padre.
—Lo fue, pero tú me haces sentir valiente, fue fácil. —Levanta sus
hombros, pretendiendo que todo está bien, como hace siempre.
—Tú me provocas lo mismo, siento que puedo enfrentar cualquier cosa
cuando te tengo cerca. —Cala me regala una pequeña sonrisa, sus mejillas
se vuelven rojizas de golpe—. Cuando pregunté por vosotros, Eliza me dijo
que se habían ido y creí que estabas enfadada conmigo todavía.
—No estaba enfadada, estaba abrumada.
—¿Sientes que te estoy presionando?
Cala tarda en responder, piensa bien su respuesta, mientras posa los ojos
en los niños.
—No, si las circunstancias fuesen otras, no lo pensaría dos veces, pero
la realidad es que no creo poder encontrar otro trabajo donde pueda
mantener a mis dos padres, si lo nuestro no funciona…
—Nunca os dejaría en la calle Cala, por más que nos odiemos de aquí a
dos años, nunca sería capaz de algo así.
—Qué futuro más oscuro. —Se ríe.
—Lo que quiero decir es que necesito que confíes en mí, siempre serás
especial para mí, porque tú eres la responsable de que no tenga pesadillas,
que duerma con alguien que deseo que me toque, que me acaricie, tú no
sabes cuánto anhelaba encontrarte. —Mi estúpida voz se entrecorta y Cala
se inclina, depositando un beso rápido sobre mis labios. Cuando quiere
terminar el beso, reclamo su boca otra vez, y nuestras lenguas danzan con
ardor.
—¡Qué asco! —escuchamos.
Con una carcajada rompemos el beso, pero nuestras manos siguen
sujetas y presiento que nuestros corazones también.
Para el final del día, las mujeres se retiran con los niños y los
hermanos nos quedamos en la sala, con la chimenea encendida y las luces
tenues, el fuego chispeante ilumina la habitación, tiñendo las paredes de
naranjas y rojos. Los cuatro tenemos un vaso en la mano y estamos
enfrentados, dos en un sillón y dos en otro.
Astro está a mis pies, dormido plácidamente.
De todos mis hermanos, Luca suele ser el más silencioso, por eso no me
sorprende que no participe demasiado en las reuniones, pero ahora…
—¿Deberíamos prepararnos para la boda? —Sus ojos fijos en mí.
En ese momento, le doy un trago más largo de lo normal a mi vaso, es
whiskey, puro.
Mis tres hermanos me miran, esperando una respuesta.
—¿Acaso yo les metí prisa cuando estaban con las Green?
—Sí —responde Silas y Luca al mismo tiempo.
Meneo la cabeza a un lado y al otro y resoplo, ocultando la sonrisa tras
el vaso.
—No es tan fácil. —Miro hacia las escaleras, deseando subir para verla.
Killian se apoya sobre sus rodillas, juega con su vaso, dibujando
círculos y haciendo sonar los hielos.
—Lo que sea que quieras hacer, tienes nuestro completo apoyo.
—Así es —responde Silas—, pero no te lo plantees por mucho tiempo,
no quieres que se te escape, al menos ese fue el consejo que me disteis
vosotros con Lauren y os lo agradezco todos los días.
Asiento, pero por dentro siento más preocupación que otra cosa.
—Lucien no lo sabe y ella no se lo quiere decir —confieso, nunca hablo
de mi vida privada con mis hermanos, esta es la primera vez.
—¿Por qué no?
Me reclino, dejando caer el peso de mis problemas en el sillón.
—Cuando se trata de Cala, Lucien tiene un serio problema con la
perfección, sin mencionar un complejo de inferioridad muy importante,
para él, ellos son menos y deben devolverme más, algo que intento
remediar. Así que saber que estamos juntos sería algo inadmisible para sus
ojos.
—Demonios, creí que vosotros dos erais amigos —dice Killian.
—Lo éramos, pero desde el accidente él cambió y no lo culpo, ahora
hay factores nuevos en mi vida y no sé cuánto estoy dispuesto a ignorarlos
con tal de tenerlo contento.
—Me parece una estupidez… —agrega Silas.
Luca lo reprende con la mirada.
—Lo siento, pero lo es, dime algo, ¿cuántas veces estuviste con una
mujer y pensaste que era la elegida?
—Una —responde Luca—. Siempre fue Emma.
Ahora Silas me mira a mí.
—¿Y tú?
—Una.
Asiente una vez y apoya su vaso en la mesa de café.
—Habla con Lucien, dile como son las cosas, pero, fundamentalmente
déjale en claro que no puede entrometerse entre vosotros y si no lo acepta,
dile que tiene toda la libertad de estar en desacuerdo, pero que tú no vas a
negarte un día más estar con ella.
Escucho a mi hermano mayor con atención, los tres lo hacemos, porque
de los tres, él siempre fue el que era más resolutivo, el que no le daba
vueltas a nada, el que tiene que tomar decisiones claves todos los malditos
días de su vida desde que salió de la universidad.
Y quiera admitirlo o no, no hay nada como el consejo de tu hermano.
26

CALA

O liver le dedica mucho tiempo a sus sobrinos, enseñándoles a cabalgar


con la misma paciencia que usó conmigo.
Creo que nunca lo vi tan feliz.
A sus hermanos, por otro lado, siempre los encuentro paseando por los
diferentes rincones verdes que tiene esta propiedad.
Killian por ejemplo siempre corre por las mañanas y sí, no mirarlo es
casi imposible, es un maldito modelo, no me puedes culpar, su torso está
absolutamente tatuado y sus músculos parecen dibujados por un escultor
italiano.
A Silas generalmente lo encuentras acostado en los sillones exteriores,
que, por cierto, Eliza tuvo que desempolvar porque nadie los usaba, su
esposa reposa a su lado, aunque siempre tiene su ordenador a mano.
Luca usualmente es al primero al que veo cuando me levanto temprano
por la mañana, descubrí que cuando estamos solos en la cocina es más
charlatán que cuando están todos a su alrededor, hasta nos pusimos a charlar
sobre el libro que leía, ya que yo lo había leído hace unos años, cuando le
dije que era periodista, comenzó con preguntas incesantes, hasta que tuve
que irme a trabajar. Su mujer, Emma, es una artista increíble, cuando llega
el atardecer la encuentro pintando la vista de su balcón y me prometió que
el cuadro iba a ser un regalo para mí y eso me hace mucha ilusión.
Nunca fui de tener muchas amigas, pero las hermanas Green me tratan
como si nos conociéramos de toda la vida y me encanta. Lauren me contó
mientras me observaba alimentar a las vacas esta mañana que las dos iban
al mismo colegio que los Walker y que Silas era su bully. Yo la miraba con
la boca abierta cuando relataba cómo la volvía loca, pero me dijo que,
eventualmente, entendió que en realidad la amaba y no lo dudo, lo puedo
ver en sus ojos cada vez que ella entra a la habitación, solo que no puedo
imaginarlo siendo hostil con ella ahora. Con Emma la historia era un poco
más trágica, ya que involucraba la mala comunicación entre ellos, pero hace
unos años se reencontraron y volvieron a ser pareja, una muy feliz y se
puede ver desde lejos.
Así que estoy conociendo toda la historia de la familia y estoy
absolutamente fascinada.
Mi padre detesta cada segundo que comparto con la familia. Desde que
elegí irme con Oliver en vez de quedarme con ellos en el centro, me retiró
el saludo y solo reconoce mi existencia cuando quiere darme alguna orden o
hacerme notar que está en total desacuerdo. Intento ignorarlo, realmente lo
intento, pero no puedo hacer desaparecer la angustia que me genera que mi
propio padre quiera encasillarme en un mundo de cabezas agachadas, donde
deba considerar a Oliver de la alta sociedad y lo peor de todo, que yo no me
merezca tener un hombre así a mi lado.
Eso es lo que más me duele.
Porque yo no veo nivel social, ni económico gracias a que mis padres
me enseñaron a ver el mundo con una mente abierta, entonces no entiendo
por qué, ahora en la realidad más pura que vivimos (y no la más feliz) no
pueda alegrarse por mí y por Oliver que es el hombre más solitario que
conocí, alguien quien necesitaba ayuda y que claramente yo necesitaba en
mi vida.
En un mar apagado y lleno de aburrimiento, Oliver me dio algo que
nadie más me dio.
Amor puro, amor agradecido y nuevo.
Tras una sobremesa extensa y largas charlas con los Walker y sus
mujeres, me retiro a mi cuarto a descansar después de un día largo. Estoy
muy cansada, pero satisfecha de poder pasar el día con personas tan
extraordinarias.
Una vez que deslizo los pies bajo las sábanas, escucho el familiar
sonido en la puerta, el que me avisa que Oliver viene porque me necesita y
quiere pasar tiempo conmigo.
—Adelante —susurro.
La cabeza de Oliver aparece primero y me busca por la habitación.
—¿Puedo? —musita.
Asiento y me muevo para darle lugar en la cama, él se acuesta a mi lado
y me abraza con esos brazos anchos, su perfume masculino satura mi nariz
y lo aspiro como una adicta.
—Quiero que duermas en mi cama de ahora en adelante —dice con su
boca apoyada en mi frente, deposita un beso y me aprieta contra su pecho
—. Sé que es aterrador, pero en cuanto todos se vayan, voy a hablar con tu
padre y…
—Oliver… —Comienzo, pero me silencia con las siguientes palabras:
—Te amo, Cala y sé que tu sientes algo por mí también.
Me siento en la cama, mirándolo con los ojos muy abiertos.
—¿Me amas?
Su mano acaricia mi brazo cubierto de estrellas y cuando alcanza mi
mano, me pone a horcajadas.
—Lo hago y no sientas presión, no tienes que decirlo tú si no estás
lista…
Envuelvo su rostro con mis manos y beso su boca.
—Yo también te amo —susurro sobre sus labios.
Oliver se aparta unos centímetros de mí y me contempla con ojos tan
hambrientos que siento ardor en mi pecho. En un segundo se apodera de
mis labios y mi cabeza comienza a dar vueltas por sentir cuán salvaje Oliver
se convirtió con sólo esas palabras, palabras que son evidentes para mí,
cualquiera puede notar que lo amo, pero él está alucinado por escucharlas y
me lo transmite con su beso feroz pero tierno a la vez. Sin dejar de
abrazarme, me gira sobre la cama, dejándome tendida boca arriba y arranca
mi pijama con apuro.
Sus manos acarician mis senos con suavidad y con su lengua succiona
mis pezones.
—Eres mía, Cala. —Su voz posesiva y enfocada en mi piel.
Una de sus manos recorre mi cintura hasta llegar a al centro de mi
cuerpo y con dos dedos juega conmigo.
Mi gemido se incrementa a medida que sus dedos me penetran sin
piedad y con su pulgar acaricia en círculos mi clítoris, encendiendo el fuego
que me consume, llevándome hasta el borde del precipicio.
—Oliver… —jadeo— Te necesito.
Dentro de mí.
Sobre mí.
Donde quiera, pero él.
—Aquí me tienes —susurra mientras su lengua recorre mi mandíbula,
esparciendo escalofríos por mi piel.
El orgasmo se gesta e implosiona con sus dedos dentro mío. Oliver
silencia mis gemidos con un beso ardiente, donde nuestras lenguas se
acarician eróticamente.
Entonces envuelvo su polla suavemente con mi mano derecha y esta vez
no hay espasmos en sus músculos. Guío su miembro hasta mi y él juega en
mi entrada, penetrándome lentamente. Intento quitar mi mano, pero la
sostiene entre los dos.
—No, quiero sentirte mientras te follo, quiero tu mano cerca.
Asiento con ojos perezosos y una necesidad ardiente, estoy tan
encendida que soy capaz de decirle sí a todo lo que desee.
Oliver comienza a empujar hasta llenarme por completo. Hasta que los
dos jadeamos al unísono y una vez que mi cuerpo se adapta a su tamaño, las
embestidas se vuelven frenéticas y los ojos de Oliver están enfocados solo
en mí, en mi rostro, en mi placer con devoción absoluta.
Baja la cabeza y me besa entre las embestidas salvajes, sin romper el
contacto de nuestros cuerpos. Nuestra respiración está sincronizada,
nuestras frentes con una capa de sudor, nuestros quejidos bajos para que
nadie nos escuche.
Dentro y fuera.
Cada embestida viene cargada con más placer, más sensibilidad entre
mis piernas hasta que una de ellas es una onda eléctrica en mi cuerpo que
me abre por la mitad y me hace gritar.
—¡Dios, Oliver!
—Lo sé, lo sé. —Su respiración es agitada, sus labios están
comprimidos y sé que está por correrse porque acelera su movimiento,
haciendo que nuestras partes choquen con violencia.
Los dos nos corremos al mismo tiempo.
Oliver disfruta con su cuerpo tenso y hundido en mí, yo entierro mis
uñas en su espalda.
Cuando despertamos del éxtasis más alucinante que haya vivido,
nuestros ojos se miran con gratitud y amor.
—Te amo tanto, intrusa —dice acariciando mis mejillas enrojecidas
hasta fundirnos en un abrazo y dormimos toda la noche pegados uno al otro.
27

OLIVER

L a casa de golpe es demasiado silenciosa.


No hay niños gritando, ni la televisión con dibujos animados
chillones en un volumen insoportable.
Mis hermanos y sus familias se fueron hoy por la mañana y yo camino
por la casa, buscando los vestigios de una semana increíble. No solo pude
disfrutar de mi familia, sino que finalmente tuve el coraje de decirle a Cala
lo que siento, no solo eso, ella se confesó también y fue perfecto.
Sería un ciego si no admitiese que mis hermanos tienen mucho que ver
con esto, me ayudaron mucho y quizás sin su pequeño empujón no hubiera
terminado haciendo el amor con ella de la manera que lo hicimos, tan
íntimo y normal y….
Maldición, todavía pienso en sus manos en la superficie de mi piel, en
cómo con su boca me provocó el placer más intenso y exorbitante que sentí
en mi vida.
Ella, la intrusa trajo no solo magia, sino milagros también.
Y yo, Oliver Walker, amo a alguien, alguien quien me toca, me acaricia
y me besa como si no hubiera un mañana, alguien con quien puedo ver un
futuro y no tan oscuro y solitario como solía visualizar.
—Oliver, ¿estás bien? —escucho la voz de Lucien detrás mío.
Volteo y me encuentro con el padre de Cala, en una silla, esperando mi
respuesta con inquietud. Desde el día de Acción de Gracias no tenemos una
conversación real y los dos sabemos que eso llegó hasta aquí.
—¿Tienes tiempo? —pregunto— Necesitamos hablar de algo
importante.
Estamos solos en la casa, porque Cala está en la huerta con Eliza
recolectando la verdura para esta semana y Lis, dijo que iba a ayudarlas.
—Sí, claro. —Su silla me sigue hasta que llegamos a la sala, estoy a
punto de sentarme en uno de los sillones cuando encuentro un juguete
pequeño de Mila entre los almohadones y sonrío al recordar cómo jugaba
con él hasta hace solo unas horas.
—Alguien va a estar de muy mal humor cuando se dé cuenta que le
falta su juguete favorito —digo apoyándolo en la mesa de café.
Lucien sonríe y acomoda su silla cerca de la chimenea.
—Tus sobrinos son maravillosos.
—Lo sé —respondo con una sonrisa—. Soy muy afortunado de ser su
tío.
Los dos nos mantenemos en silencio por un par de segundos. Me
pregunto si él sabe lo que estoy a punto de decirle.
—¿Qué ocurre Oliver? ¿Es el trabajo de Cala? —pregunta apoyando sus
brazos en la silla.
—No es sobre su performance , pero es sobre ella —respondo haciendo
contacto visual con él, apoyo la espalda en el sillón y tomo aire
profundamente—. Sé que no eres ciego, Lucien, todos estos años de
amistad nos dieron la honestidad necesaria para afrontar esta conversación.
Lucien aparta la mirada y la deposita lejos de mí, puedo verlo tragar con
dificultad.
—Oliver, piensa bien lo que estás haciendo.
—La amo.
Los ojos viejos y cansados de Lucien me miran rápidamente.
—¿Qué?
—No estaría teniendo esta conversación si no lo sintiera, ella es muy
importante para mí y quiero que sea parte de mi vida libremente, no quiero
lidiar con tu desaprobación o miradas irritantes, ella es mía y yo soy suyo.
Lamento mucho si no estás de acuerdo, pero eso no cambia nada, ya tomé
mi decisión.
Apoya sus codos en sus rodillas y exhala todo el aire de sus pulmones,
luce atónito y confundido.
—Pero…, nosotros no podemos…, no tenemos los recursos para irnos
de aquí si se te pasa este enamoramiento que tienes.
¿Enamoramiento? Eso era quizás al principio cuando creía que la
odiaba, cuando mi propia inexperiencia me guió por el camino equivocado.
Nunca la odié, lo único que aberré fue qué tan rápido me hizo dar cuenta
que estaba de rodillas ante esta chica tan salvaje. Ahora lo que siento es
superior, infinito y real, tan real que no pienso parar hasta que estemos
casados.
—No es un enamoramiento, la amo —repito haciendo énfasis en las
palabras—, y yo no suelto esas palabras con liviandad. De todas maneras,
mi promesa siempre va a seguir en pie, siempre tendréis mi protección,
Lucien, no importa cómo termine esta historia, vosotros aquí tenéis trabajo,
un hogar y una vida.
Mi viejo capataz menea su cabeza de un lado a otro, procesando esto
con dificultad.
—¿Ella sabe que…?
—Sí, ella me ama también.
Eso hace que se yergue otra vez. Parece que todo lo que yo creí que él
sospechaba era paranoia mía, porque realmente se le ve pasmado ante mis
palabras. Y eso me hace sentir un poco de lástima, porque nunca consideré
que él estaba tan sumergido en su propio mundo, que no pudo ver cómo nos
miramos, cómo anhelamos tocarnos y restringimos nuestras manos por él.
Me levanto y me pongo de cuclillas delante de su silla.
—No te estoy pidiendo permiso, ni su mano, pero como mi amigo,
quiero que te sientas contento por mí, porque por primera vez encontré una
mujer que me llena, que me guía y me hace feliz. ¿Entiendes eso?
¿Comprendes qué tan difícil fue para mí admitirlo?
Asiente una vez.
—Me alegro por vosotros —dice carraspeando sus palabras como si le
costara decirlas.
—Gracias. —Con cuidado lo abrazo y él lo devuelve con la misma
intensidad.
No se puede complacer a todo el mundo, lo que sí se puede hacer es
tomar decisiones, porque no pienso sacrificar mi corazón para que otros
estén cómodos y contentos.
Yo vengo primero, mi salud mental viene primero y a quien no le guste
que se vaya al demonio.

Cala está levantando la cosecha, pero se detiene cuando me ve


aproximarme con determinación y sus ojos se ponen alertas. Su cabello está
recogido con una larga trenza negra y un sombrero del mismo color hace
juego.
Su madre y Eliza están cerca y ella las observa con pánico.
—¿Qué…? —La interrumpo con un beso en la boca, hambriento y
dominante.
Puedo escuchar a las otras dos mujeres jadear, la sorpresa no es
pequeña.
Cuando me aparto de ella, miro sus ojos oscuros, aterrados de golpe y le
sonrío con calma. Porque eso es lo que las parejas deben darse, calma y paz,
no angustia y pánico. Luego miro a su madre, una media sonrisa aparece en
sus comisuras, mientras Eliza tiene una sonrisa ancha y abierta.
—¿Alguien tiene alguna objeción? —pregunto, las dos mueven la
cabeza de un lado a otro— Mejor así, Cala y yo estamos juntos ahora,
Lucien ya lo sabe, espero que vosotras podáis aceptarlo con la misma
calma.
¿Y para qué dije calma?
Las dos señoras adultas se ponen a gritar como niñas y vienen hacia
nosotros con los brazos abiertos.
Puedo ver cómo Cala afloja sus hombros y las abraza con una risa
liberadora.
Yo la miro a ella como un baboso y la tomo de la mano.
—Ahora si me disculpan, tengo cosas que hablar con mi novia.
Los dos nos alejamos de las matriarcas de la casa, por primera vez
camino de la mano con ella y es exactamente como lo imaginé. Nuestros
dedos se entrelazan y nos miramos como siempre creí que una pareja
enamorada debería mirarse.
—Tu padre está bien, se asustó al principio, pero le recordé que hice
una promesa y nunca voy a romperla, vosotros sois mi familia, quizás todos
estemos un poco rotos y traumatizados, pero funcionamos así y planeo
seguir viviendo de esta manera. Bueno, excepto cuando terminen de
construir la casa para tus padres y tú y yo vivamos solos en la nuestra. —
Detengo mi caminar y dejo que mis manos recorran su cintura.
—¿Nuestra? Esa casa es tuya Oliver.
—No, no lo es —devuelvo firmemente—. Desde que vives en esa casa,
tiene otro color, otra energía, esa casa te desea tanto como yo, te necesita
tanto como yo, aparte una vez que firmes los papeles del casamiento será
tuya.
—¿Casamiento?
Trago saliva.
—No estoy diciendo que ahora mismo voy a esposarte, no te preocupes,
solo dejo la idea flotar entre los dos, para que sepas que voy enserio, que
esto no es pasajero para mí y que planeo hacerte mía eventualmente.
Cala sonríe con sus mejillas rojizas y asiente, sin decir nada,
confirmando mi fantasía, dándome esperanza de que nuestra historia tiene
el final que nos merecemos los dos.
—Ahora ven —digo tomando su mano—, hay algo en el establo que
quiero mostrarte.
Y con una sonrisa diabólica, llevo a mi intrusa y la hago mía una vez
más sobre la paja.
28

CALA

U n año después

Ninguno de los dos es de ver la televisión, pero hoy fue un día


extremadamente agotador en el campo y necesito tirar mi cuerpo en los
sillones de la sala y babear mirando el estupidizador un rato.
Para empezar, tuvimos una emergencia, una de las vacas no podía
levantarse y tuvimos que llamar al veterinario para saber qué le pasaba y
éste cree que está embarazada. Por supuesto todos miramos al nuevo toro
que llegó hace unos meses con cara de pocos amigos y el maldito miró
hacia un costado y se fue.
¡Se alejó del problema! Como uno de esos hombres desalmados que
existen por ahí y la pobre vaca lo miraba con odio.
Fue todo muy dramático.
Luego descubrí una plaga en la huerta, no es grave, pero me vuelve loca
el hecho de que lastime mis plantas, así que le dediqué toda mi
concentración y conocimiento en curar a mis amigas. Puede que me haya
obsesionado un poco, pero no lo suficiente como para que Oliver se dé
cuenta de que paso menos horas dentro de la casa solo por cuidarlas.
Algo que cambió en su vida es exactamente eso, ya no necesita estar
afuera, quiere pasar tiempo conmigo, normalmente encerrados en nuestra
habitación, pero ya no tiene ese impulso por salir al exterior, ni tiene
pesadillas como las de antes, eso me da mucha alegría.
Siento su perfume primero y luego sus manos en mis hombros, me deja
un beso en el cabello y le pega la vuelta al sillón para sentarse a mi lado.
Las noticias están sonando de fondo, realmente no estoy prestando
atención, más bien observo las llamas de la chimenea que está justo debajo.
—¿Cansada? —dice descansando su brazo sobre mis hombros y
atrayéndome a él.
—La verdad, sí, fue un día de locos.
—Te dije que contratemos un ayudante, no tienes que hacer todo sola.
—Mi madre me ayuda —susurro con una media sonrisa.
—Liz no puede levantar ni una piedrita Cala, necesitas ayuda de verdad,
del tipo que te permita pasar más tiempo aquí en casa o al menos para
lograr que no estés tan cansada físicamente para que pueda aprovecharme
de ti. —Desliza su otra mano por mi pierna y la apoya sobre sus piernas,
sigue con besos en el cuello y liberando rayos de energía por todo mi
cuerpo.
—Nunca me escuchaste decir que estaba cansada para eso . —Me río y
él también, pero de golpe se detiene.
Su agarre se afloja y sus ojos están fijos en la pantalla.
Escucho con atención a la reportera dar una noticia de última hora.
—Aparentemente el hombre fue grabado por uno de los niños, quien le
mostró el video a su madre y le demostró que sus acusaciones eran reales,
aquí tenemos el testimonio de su padre…
La imagen cambia, un hombre de unos cuarenta años está sentado en
una sala de un hogar típico de una familia, el hombre tiene un gesto muy
apenado en su rostro, se le ve derrotado.
—Nuestros abogados recomiendan reunir todos los testigos que
podamos —responde una pregunta que no escuchamos y mira a alguien
detrás de la cámara.
—¿Por qué? —pregunta una mujer que no puedo ver.
—Tiene influencias, dicen, y el video donde maltrata a mi hijo no lo
pondría tras las rejas de por vida. Mi hijo no miente, ese hombre es un
pedófilo y necesita estar aislado de la sociedad —dice con un tono enojado,
deja de mirar a la reportera y se enfoca a la cámara—. Si usted tuvo
contacto con Eder Davis por favor, llamen al número que aparece en
pantalla, cualquier testimonio ayuda a nuestra causa, ayúdanos a que mi
hijo pueda dormir por la noche.
Miro a Oliver de soslayo, sus ojos están abiertos, sus labios apretados,
puedo escuchar su respiración y cómo se incrementa cuando aparece el
video en blanco y negro, donde hay un niño encerrado en su habitación y el
hombre lo empuja a la cama y le grita que se duerma.
Eso hace que Oliver se levante de golpe y que se acerque a la televisión.
—Oli… —susurro mientras me levanto y camino hacia él con cautela.
—Es él… —gruñe.
—¿Él es tu enfermero?
Asiente.
—Oh Dios… —murmuro tapando mi boca y observando la imagen que
se repite una y otra vez.
Los puños de Oliver se cierran y sus nudillos se ponen blancos, su
mirada inamovible del video y del reportaje que continúa.
El padre rompe en llanto y la imagen cambia para volver a los estudios.
—Si tienen información de esta persona, comuníquese al….
La reportera dicta un número telefónico y rápidamente lo escribo en el
móvil.
—¿Qué haces? —pregunta con tanta ira en sus ojos que retrocedo.
—Guardo el teléfono por si…
—Por si nada, no voy a llamar. —Apaga la televisión y arroja el control
sobre el sillón—. Y tú tampoco, Cala.
—Oliver…—ruego— Necesitas detenerlo, no paró contigo, siguió
haciendo lo mismo que te hizo a ti a vete tú a saber cuántos niños más, no
puedes mirar hacia otro lado y no hacer nada.
—Sí que puedo, obsérvame hacerlo —responde con dientes apretados,
se da media vuelta y sube las escaleras con paso firme.
29

OLIVER

S entado a los pies de la tumbona, agarro mi cabeza entre mis manos,


mis ojos perdidos en el suelo.
En mi mente se repiten imágenes de ese hijo de puta, tocándome
cuando le rogaba que no lo hiciera. Imágenes de mis sobrinos siendo
atacados por él me invaden, ira y furia arrasan en mi sangre, haciendo que
hierva y pierda el control de mi temperamento.
Me escapé de él toda la vida y ahora vuelve a arruinarla, no solo la mía,
la de ese niño también.
Ayúdanos a que mi hijo pueda dormir por las noches, dijo el padre.
Y maldición, sí que conozco ese sentimiento.
Esa impotencia.
Pero no puedo, no puedo llamarlos, no puedo darme a conocer.
Escucho los pasos dentro de la habitación, debe estar preocupada por mí
y no fui justo con ella, no se merecía mi ira, por eso cuando siento sus
brazos a mi alrededor, la recibo con necesidad, con humildad y me dejo
llevar por su olor, su cuerpo suave y caliente rodeándome por la espalda.
—Lo siento —murmuro.
—Está bien —susurra ella, acariciando mis brazos, no tiene idea el bien
que me hace sentirla.
—No puedo ir a la policía, soy una figura pública, los medios se van a
dar un festín.
—¿Y desde cuándo te importa lo que piensen los medios?
Tiene razón.
—Podría perjudicar a la empresa.
Las excusas son patéticas.
—Solo voy a hacerte una pregunta —dice— ¿Es realmente ese el
problema o tienes pánico que tus hermanos sepan lo que te ocurrió?
Sus palabras me dejan helado y una pelota se forma en mi estómago de
solo pensarlo, de solo imaginarme sus rostros si supieran lo que me hizo
Eder.
—Ya sabes la respuesta —gruño, esta mujer me conoce demasiado y es
muy inteligente para mi estado mental actual.
—¿Crees que vale la pena que más niños perezcan a este monstruo solo
por no querer confesarles a tus hermanos lo que te ocurrió cuando eras un
niño indefenso?
—Cala, tú no sabes lo que…
—Lo sé, nunca voy a poder estar en tus pies, solo quiero que pienses en
ello, piensa en Julián, piensa cuánto necesitabas que un adulto tomara el
control de la situación cuando tú no eras capaz de hacerlo. —Con eso, me
deja un beso en mi hombro y se levanta—. Dejé una manta por si necesitas
dormir aquí.
Como dije antes, me conoce demasiado.
Las puertas se cierran y estoy solo otra vez, encerrado en mi cabeza,
buscando una solución a este problema, cuando creo que tengo la solución,
mi mente se arrepiente y vuelvo al principio.
Cuando vuelvo a la cama son las tres de la mañana. Cala está de
espaldas a mí y yo la envuelvo con mi cuerpo, la necesito cerca, sentir la
paz que me da, la calma cuando la tormenta dentro de mi pecho me ahoga.
Ella acaricia mi brazo y se acurruca dentro mío.
—Te necesito —susurro en su oreja mientras dejo un camino de besos
en su mandíbula hasta el cuello—. Siento levantarte, pero te necesito —
imploro.
Sin decir una palabra, ella voltea y me abraza, dándome espacio para
hundirme en ella y recordar por qué estoy a punto de hacer esto.
—Oli… —jadea Cala.
Yo me concentro en su rostro, en sus ojos pesados con lujuria y sueño,
que es la sensación más extraordinaria que puedo vivir todos los días.
—Te amo —susurro besando su boca—. Gracias por estar aquí, por ser
mía.
Apoyo mi frente sobre la de ella, mis embestidas se apresuran, buscando
la punta del placer.
Cuando los dos nos corremos, Cala me regala una de esas sonrisas que
me derriten.
—Te amo Oli y estoy muy orgullosa de ti, no importa lo que venga, lo
enfrentaremos juntos.
Sus palabras me llenan, silencian mi boca, pero mi pecho se siente
lleno.

Mis tres hermanos me miran fijamente.


Los tres están en los sillones de la sala de mi hogar, porque ahora es un
hogar, no una casa. Estamos solos mientras relato con ira y lágrimas que no
puedo detener cosas del pasado.
Siento vergüenza, por más que Cala me haya explicado una y otra vez
que no fue mi culpa, que nada de eso era merecido y que el problema viene
por otro lado.
La escuché y le di la razón, pero por dentro todavía lo siento, la
impotencia, el “qué hubiese pasado si…”
Si llamaba a mis padres.
Si le pedía ayuda a mis hermanos.
Si lo enfrentaba.
No hay respuestas, porque esa no fue mi realidad. Pero el hoy y el ahora
son míos. El universo me dio una oportunidad de reivindicar mi nombre, de
darle un fin a esto y por, sobre todo, detenerlo y ponerlo tras las rejas.
Termino de hablar y el silencio me ahoga.
El primero en decir algo es Silas, quien se agarra la cabeza con las dos
manos, sus codos apoyados en sus rodillas.
—Dios mío, Oliver, yo… yo era el encargado de vosotros, yo era el
responsable de que…
—No. —Lo detengo levantando la mano—. Nadie es responsable,
excepto nuestros padres quienes no debían dejar a cuatro niños solos por un
mes. No te culpes, porque yo no lo hago.
Luca se levanta en completo silencio, su energía es chispeante y camina
por la habitación como un león enjaulado, hasta que toma el móvil de su
bolsillo y lo arroja contra la pared, dejando un agujero perfecto, la
representación de la furia que siente ahora.
—¡Me cago en la puta mierda! —brama, con sus dos manos tapa su
rostro— ¡Ahhh! —grita sin consuelo dentro de sus manos.
Mis ojos están clavados en mis manos, allí, el collar lapislázuli de Cala.
Mi abuela va a darte fuerzas , dijo ayer por la noche, cuando
organizamos la reunión con mis hermanos.
No sé si me siento fuerte ahora mismo, lo que sí sé es que debo dejar a
mis hermanos procesar esto como sea que ellos necesiten hacerlo.
Killian también mira sus manos, ahora tatuadas, su rostro está estoico.
—Lo sabía… —murmura, los tres lo observamos— Lo sospechaba
porque ese monstruo tomó control de la casa como nadie, tu voz…,
recuerdo tu voz detrás de la puerta, estabas angustiado y sospechaba que era
la enfermedad, pero dentro mío sabía… sabía que algo más te ocurría.
Asiento sin decir nada.
—Recuerdo cómo nos rogaste dormir afuera —dice Silas— y que a
partir de ahí cambiaste.
—Sí —responde Luca—. Ya no eras el chico alegre de siempre, parecía
que la enfermedad había apagado tu luz, cuando en realidad…
—Era él —suelto.
—Demonios Oliver… —solloza Luca con lagrimas en sus ojos— ¿Por
qué no pediste ayuda?
La pregunta que me hacía todos los días, la que me sigo haciendo hasta
hoy.
—Sentía vergüenza, la sigo sintiendo.
—No —impone Kill— ¿Vergüenza tú? No, nada de eso hermano, eres
el hombre más valiente que conozco.
—Gracias —digo mirando el collar otra vez, no puedo mirarlo a los ojos
después de esas palabras.
—¿Lo sabe Cala? —pregunta Silas.
—Sí, lo sabe desde hace mucho, es más, ella fue quien me convenció
que debía hacer esto por mi bien y por el de los otros niños.
—Es una mujer muy sabia —afirma Silas.
—Lo sé, soy muy afortunado.
Kill se mueve por primera vez y camina hacia mí. Sin advertencia, me
abraza con fuerza y me dejo abrazar por él, sintiéndolo sobre mi piel, no
queriendo explotar por el contacto.
Mis otros hermanos lo siguen.
—Estamos aquí para ti —dice Luca cuando me suelta—. Para lo que
necesites.
—Probablemente alerte a los abogados de una posible ola de mala
publicidad… —digo.
—A la mierda la empresa, Oliver —responde Silas con ojos enfadados
—. Ni por un segundo pienses eso, a ninguno nos interesa una mierda,
excepto que tú estés bien.
Asiento.
—Gracias, de verdad.

Mis hermanos se fueron esta mañana.


Después de la conversación, los tres se quedaron para una comida
casera y una charla larga hasta después de las doce, hablamos de la vida y
de nuestras aspiraciones. Nunca tuvimos una conversación tan sincera y
abierta, y descubrí muchas cosas de ellos, escuché sus miedos reales, como
cuando Luca dijo que teme por el corazón de su hija porque es el ser más
sensible y amable que conoce o cuando Silas dijo que se quiere retirar y no
sabe si Julián aceptará la empresa o querrá seguir su propio camino.
Me sentí menos solo al escuchar sus pensamientos más íntimos, a gusto
y en familia, y por, sobre todo, sentí una red de contención, una fuerte e
inquebrantable que nunca pensé que iba a tener.
—¿Listo? —pregunta Cala recogiendo sus pertenencias de la isla de la
cocina.
Estamos a punto de ir al cuartel de policía de la ciudad donde me crié, la
misma ciudad donde ese niño fue maltratado y acosado por ese hombre.
—Sí —respondo con una sonrisa tensa—, mis padres nos encuentran
allí.
—¿Ya les adelantaste algo?
—No, quiero verles sus rostros. —Mi tono suena sombrío y creo que
inconscientemente los culpo a ellos más que a nadie.
Cala asiente, camina hacia mí y me coge de la mano.
—Vamos.
Tras un vuelo de dos horas, me encuentro cara a cara con mis padres en
la comisaría. Escuchan el caso por la boca de la Oficial Cruz, una mujer que
es demasiado amable con mis padres, más de lo que se merecen y les
explica todo con mucha calma.
Mi madre llora.
Mi padre está absolutamente callado.
Cuando es mi turno para hablar, entro con mi novia a una sala, donde
hay una cámara y un micrófono y explico sin dejarme ningún detalle cómo
ese hombre arruinó mi vida.
La oficial me escucha y hace sus propias preguntas y conclusiones.
Cuando abro la puerta, dejo que Cala salga primero y cuando estoy por
poner un pie afuera, escucho su voz.
—No se preocupe, señor Walker, hasta que no termine pudriéndose tras
las rejas, no dormiré.
La sonrío, apenas, sin fuerzas y asiento una vez.
Cuando cierro la puerta, decido que es mi momento de hacerlo también,
de finalizar este episodio, esta mancha oscura en mi pasado y enfocarme
enteramente en mi presente.
Observo a Cala y ella me devuelve una sonrisa.
Es fácil empezar de nuevo cuando mi vida es tan perfecta, con ella, con
su compañía, sus locuras, su piel suave y sus ojos negros. Es hasta
emocionante saber que mi vida en adelante será con ella, juntos, disfrutando
de la naturaleza y de nuestros animales. Probablemente con una gran
familia, hijos y perros corriendo a nuestro alrededor.
Sí, estoy listo para todo eso.
—¿Estás bien? —pregunta.
Yo le sonrío abiertamente y la atrapo entre mis brazos.
—Mejor que nunca.
EPÍLOGO

C ala
—¡Oli! —grito desde la ducha.
El agua caliente cae sobre mi espalda, el vapor inunda todo el
baño.
Cuando Oliver llega corriendo, sus ojos ya saben lo que ocurre,
principalmente porque mi mano está en mi estómago y mi respiración está
descontrolada.
Oliver envuelve mi cuerpo en una gran toalla y me seca con
movimientos rápidos.
—El bolso está en el Land Rover, solo necesitamos vestirte y partimos
al hospital. —Su voz serena y pausada.
Mi cabeza corre a mil kilómetros por hora, sentimientos opuestos
danzan en mi estómago, ansiedad, miedo, alegría.
Agacharse es imposible, así que Oliver me coloca unas zapatillas sin
calcetines y me levanta de la cama.
Eliza está abajo y acata órdenes que Oliver le grita mientras me lleva al
todoterreno, yo no los escucho, simplemente lo sigo, bueno, en realidad mis
pies lo siguen, él sabe lo que hay que hacer.
Cuando logra sentarme y abrocharme el cinturón, sale arando del garaje.
Cuando estamos saliendo de la propiedad cambia la música y pone mi
preferida, “The River” de AURORA suena bajito.
Oliver deja una mano sobre mi muslo izquierdo y me sonríe.
—Todo va a estar bien, mi amor —dice.
—Lo sé… —respondo con un tono tenso, pero mi sonrisa está allí.
Una contracción comienza a dispararse por mi estómago y me sostengo
de la puerta.
—¡Ahh! —grito.
—Respira conmigo, Cala, inhala en cuatro, exhala en seis, vamos —
dice dividiendo su atención entre la carretera y mi persona.
Yo lo imito y el dolor se apacigua un poco, pero sigue allí, altente y listo
para partirme al medio.
Cuando llegamos al hospital, una camilla me espera y me acuestan allí,
la mano de Oli nunca me deja.
—Bueno Cala, llegó el momento de conocer a Astor —dice mi médico
dentro del quirófano.
Miro hacia arriba, Oliver me sonríe y me da aliento con caricias y sé, en
ese momento que todo va a estar bien, él está aquí, él va a cuidar de
nosotros.
—Puja, Cala, vamos —ordena el médico.
Y todo comienza.
Lo más doloroso, realizador y difícil que hice en mi vida.
Astor llega al mundo gritando con pulmones muy fuertes. Lo envuelven
en mantitas y me lo entregan. Apenas tengo fuerzas para sostenerlo, pero
parece que por él la energía sale de los lugares más recónditos de mi ser y lo
sostengo contra mi pecho.
—Hola Astor —susurro sosteniendo su pequeñísima mano, mi dedo
índice se ve gigante a su lado.
Oliver está a nuestro lado, cuando lo miro, puedo ver lágrimas en sus
ojos.
Acaricio su rostro con cuidado y él deposita un beso en mis labios.
—Es tan pequeño —dice con una sonrisa—, tan hermoso, gracias. —Su
mano acaricia mi cabello empapado y yo me dejo llevar por sus caricias.
—¡Felicidades mamá y papá!, ahora si me lo prestan un ratito, tenemos
que pesarlo. —La enfermera lo quita de nuestro pequeño caparazón y los
dos la seguimos con la mirada, atentos a todo lo que le ocurre a nuestro
hijo.
—Lo hiciste —susurra Oliver.
—Lo hicimos, Oli, juntos siempre, ¿recuerdas?
Oliver

Astor duerme plácidamente en su cuna.


Lo observo dormir con una sonrisa sentado en un sillón a su lado.
Cala duerme en la cama, a estas alturas ya aprendimos que era mejor
que duerma cuando el bebe también lo hace.
El móvil explota a mensajes de mis hermanos.

Silas: ¡Queremos ver una foto!

Oliver: ya os envié una ayer.

Luca: Tú lo dijiste, ayer, pasado, ¡queremos una de hoy!

Abro la cámara del móvil y le saco una foto.


Killian: ¡Es tan adorable!

Luca : Tiene tus ojos.

Silas: Y la nariz de Cala.


Me río porque todos dicen que es igual que ella, lo cual estoy
extremadamente agradecido.
—¿De qué te ríes? —susurra mi esposa, mi amante, mi mundo entero.
—¿Te desperté?
—No, entro y salgo del sueño, creo que todavía estoy procesando todo
esto.
Hace una semana que Astor llegó a nuestras vidas y nos puso el mundo
patas para arriba. Finalmente, Cala aceptó ayuda, Ángelo viene todos los
días a las seis de la mañana, hasta las cuatro de la tarde. Eliza colabora con
el bebe cuando los dos nos tomamos unos minutos para recuperarnos y los
padres de Cala están supervisando el campo.
Camino hasta la cama y me acuesto a su lado. Envuelvo su pequeño
cuerpo con cuidado, ya que todavía está dolorida y entierro mi nariz en su
cuello.
—Mis hermanos me pidieron más fotos, dicen que tiene mis ojos y los
voy a creer, ya que todos dicen que es igual a ti.
Se ríe y en ese momento Astor se despierta.
—Hora de comer —digo llevándolo al pecho de Cala.
Mi hijo se agarra de ella enseguida y muy adorablemente comienza a
tomar.
—Gracias por hacerme padre —susurro mirándolos.
—Ya me agradeciste un millón de veces.
—Y el día que deje de hacerlo recuérdamelo, porque tú fuiste la que
hizo todo esto posible, la que me sacó de mi cueva oscura y me llevó a la
luz, lo dije en nuestros votos de casamiento, no supe lo que era vivir hasta
el día que entraste a mi vida, ese día encendiste una llama que creí haber
apagado hace mucho, me devolviste la esperanza, me devolviste el control
de mi cuerpo y me diste vida —digo mirando a nuestro hijo—. Nunca voy a
agradecerte lo suficiente.
Cala me da una sonrisa, vestigios de cansancio en sus ojos tras una
semana de privación de sueño, pero con una felicidad infinita, me acerca a
ella para besar mis labios.
—Te amo, Oliver Walker. Nunca te apartes de mí.
—Te amo Cala Walker y no te preocupes, no pienso hacerlo.

Fin.
ADELANTO SAN FRANCISCO
INESPERADO

—¡H ola gente linda! Aquí Kill.K reportandome desde Muir Woods,
San Francisco, California —digo mientras enfoco la cámara a mi
rostro en lo más alto del camino.
El sol está justo frente a mí, mis ojos verdes parecen más claros de lo
que en realidad son gracias a como me da la luz. Mi cabello oscuro está
oculto con una gorra negra hacia atrás.Dentro del cuadro de la cámara se
puede ver mi camiseta negra sin mangas, mis brazos tatuados están
embadurnados en protector solar, así que brillan un poco, haciéndolos
parecer más grandes y definidos de lo que en realidad son.
Oye, esto es internet, nada es lo que parece.
Detrás de mí se ven los árboles gigantes, altos y frondosos típicos de
California, el verde intenso de este microclima húmedo y mágico brilla ya
que el rocío de la mañana lo intensifica.
Usualmente tengo que poner el despertador para poder venir a esta hora
a filmar y sacar fotos sin todo el público metido en el medio, arruinando el
encanto de este lugar.
—Como pueden ver, estoy en el camino avanzado y este es el pico más
alto del bosque, para aquellos que estén interesados en venir, recuerden que
tienen que reservar primero —Comienzo a caminar ligeramente mientras
relato mi caminata—. Pájaros, paz y verde, ¿qué más se puede pedir? Para
los que vivimos en ciudad esto realmente es…
Un sonido me alerta, algo que gime a lo lejos y no, no suena a placer,
mas bien dolor.
Apago la cámara, la guardo en el bolso cruzado sobre mi pecho y
agudizo mis oídos, mientras miro a mi alrededor, parece que no hay nadie
cerca.
Los siseos y gemidos vuelven, definitivamente alguien está con una
urgencia y vienen del norte.
—¿Hola? —grito.
Nadie responde, pero los sonidos siguen apareciendo, así que me
dispongo a caminar, buscando la fuente, lo que sea o quien sea que necesite
ayuda.
Debajo de las suelas de mis zapatillas se escucha como la grava cruje,
aunque el camino es de tierra y muy angosto.
—¡¿Hola?! —Vuelvo a gritar a medida que escucho el gemido más alto
y claro.
—¡Hola! Aquí! —grita una voz femenina.
Su voz me redirecciona y me lleva hacia la dirección correcta. Me salgo
del camino y detrás de unos arbustos que me llegan hasta la cintura
encuentro a una mujer en el suelo.
Se encuentra de espaldas a mí y su cabello rojo intenso cubre casi toda
su espalda hasta la cintura, está sentada sobre la tierra y por la posición que
tiene puedo darme cuenta que tuvo alguna especie de herida, puntualmente
en su tobillo ya que se lo toma con fuerza.
—¿Estás bien? —pregunto a medida que la rodeo.
Ella levanta los ojos cuando aparezco en su rango de visión, por su
expresión puedo ver que está muerta de dolor.
—Si, no, ¡no lo sé! Me doblé el tobillo y no puedo caminar, lo intenté,
juro que lo intenté pero eso lo hizo mucho peor y ahora no puedo
levantarme —balbucea con velocidad.
Me pongo de cuclillas delante de ella y me enfoco en su tobillo que por
cierto está muy inflamado y rojo.
Su zapatilla está tirada a un lado con su calcetín correspondiente.
—No se ve bien —digo tomando mi bolso y abriendo el cierre para
darle un poco de agua.—. Ten, bebe un poco.
—¿De…de la misma botella que has tomado tú? —dice mirando mi
botella con horror.
Me río por lo aterrada que se ve.
—Sí, toma…
—No, no gracias. —Mira lejos de mí.
Yo miro la botella con detenimiento, busco algo que la espante, quizás
baba o tierra, no lo sé, algo que justifique que no quiera tomar agua cuando
hace cuarenta grados a la sombra.
—¿Qué tiene mi botella?
—Mira, no te lo tomes mal, pero soy germofobica.
—¿Y…?—Insisto.
—Y no comparto botellas, no es personal, como dije, solo que…
—Ahh, eres de esas…—digo cerrando la botella y guardandola en mi
bolso.
—¿Esas? —Su tono cambia y una ceja roja se arquea.
Me dedico a observarla un poco mejor, sin el apuro que sentí cuando
creí que era de vida o muerte y encuentro sus ojos llamativos, verdes con
forma de almendra, pecas rojas se desparraman por su nariz, pómulos y
frente.
Para lo malhumorada que es, se ve muy adorable.
—No importa, concentrémonos en lo importante, voy a llamar al
guardabosque, para ver si él puede enviar a alguien—Meto mi mano en el
bolsillo de mi pantalón de chándal y quito el móvil de allí— Oh
demonios…
—¿Qué?
—No hay señal, estamos demasiado arriba
—Oh Dios ....—Se lamenta, apoyando su frente en la rodilla.
—Hey, tranquila, yo puedo llevarte.
Sus ojos se abren con terror, su cuerpo entero se contrae sin moverse del
lugar.
—No, no, esperaré, alguien seguro pasará por aquí para revisar que no
haya público, ¿eso pasa no? ¿Hacen eso?
—No —devuelvo con media sonrisa.
Su caos me hace sonreír.
—¡Demonios!
Miro de soslayo su tobillo, puedo ver como empeora por segundo.
—Mira, no quiero alardear, pero levanto pesas más grandes que tú, dos
veces por día, déjame llevarte hasta abajo, allí podremos llamar al 911.
Puedo ver como dentro de su cabeza roja debate si aceptar mi ayuda o
no, pero también sé que no tiene opciones. Casi nadie viene hasta el pico
más alto del bosque, se necesita experiencia y estar preparado para
cualquier imprevisto. Y si la analizo rápidamente puedo darme cuenta que
esta chica no tiene ni la experiencia, ni el preparamiento para afrontar este
lugar.
Pero por suerte para ella, aquí estoy yo, el caballero de la armadura
reluciente.
—Venga, vamos—Deslizo mis brazos por debajo de sus piernas y la
chica comienza a retroceder.
Me detengo porque no quiero estresarla, pero se me están acabando las
estrategias.
—No, no, de verdad, gracias, pero prefiero morir y que me coman los
carroñeros que hacerte pasar por esto.
Me río con su dramatismo.
—Primero, no te vas a morir, es un tobillo inflamado, segundo no me
cuesta nada y…
—¡Me da vergüenza! —dice arrojando sus brazos por el aire.
Sus mejillas están extremadamente coloradas y en su frente puedo ver
gotitas de sudor, así que me levanto y me pongo justo donde le da el sol
para darle sombra, soy un tipo alto y ancho así que tiene bastante para
aprovechar.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho y la miro confundido.
—¿Por qué te daría vergüenza?
—Soy pesada, ¿está bien? No puedo ocultar esos kilos de más si me
levantas, aparte es probable que te arrepientas a mitad de camino.
La risa viene de mi estómago primero, luego termina en mi garganta.
¡No sé qué es lo que dice esta mujer!
—Primero, no eres pesada, eres un ser humano, segundo, prometo
tomarme mis recreos si no puedo con tu peso descomunal—digo
irónicamente ya que es absurdo todo esto—, tercero, eres graciosa, sé que
podrías entretenerme de camino abajo.
Ella me mira con derrota en sus ojos y suelta todo el aire de sus
pulmones.
Si, derrota total.
Punto para Killian.
—Pero prométeme que dirás algo en caso de agotarte.
—Lo prometo —extiendo mi mano esperando por la de ella y cuando
las estrechamos me tomo más tiempo del necesario sintiendo su piel solo
para despertar su germofobia.
La ayudo a levantarse y con los movimientos ínfimos que hace, sisea de
dolor y se estremece.
—Ten, tú llevas mi bolso —Se lo entrego y su brazo cede con el peso—.
Cuidado, tengo una cámara muy costosa allí dentro.
—Se nota —devuelve cruzando el bolso con cuidado—. Oh, ¡mi
zapatilla! —dice y yo en un movimiento rápido la guardo en mi bolso.
Entonces yo volteo, dándole la espalda y preparo mis manos para
recibirla.
Ella pone una mano sobre mi hombro y con cuidado levanta la pierna
que tiene mala.
—¡Espera! —grito, ella se detiene inmediatamente—No puedo cargar a
alguien si no se su nombre.
Volteo solo para ver cuan irritada esta y en la escala de uno al diez, es
un veinte.
Suelta un bufido.
—Bianca.
—Hola Bianca, soy Killian —Estiro mi mano otra vez, pero ella estira
el puño.
Ganó esta batalla.
Punto para Bianca.
Chocamos nuestros puños y vuelvo a la posición inicial. Ella escala por
mi espalda y yo la sostengo sujetando la parte de atrás de las rodillas.
—¿Lista?
—Si —se sujeta con fuerza por mi cuello.
—Aquí vamos…

Puedes reservar tu copia de San Francisco Inesperado AQUI


AGRADECIMIENTOS

Los agradecimientos son infinitos pero puedo empezar con mi editora


Natalia por hacerme la vida más fácil, a las fans (que palabra mas rara) por
darme fuerzas todo el tiempo. Pareciera que tienen un sexto sentido y
cuando más dudo de mí misma me llegan comentarios increíbles que me
impulsan a seguir escribiendo a estos cuatro hermanos.

A las chicas del grupo de Facebook, gracias por siempre participar y


ayudarme cuando no puedo elegir qué camino tomar.

A mi familia que este año viajé a pasar las fiestas con ellos y los obligué a
mantener silencio así podía terminar este libro a tiempo y a mi hermana por
ayudarme con todo lo que yo no llegaba a hacer.

A mi marido por obligarme a visualizar grandes logros.

Y a cualquier lector o lectora que le dé una oportunidad a los autores


independientes, realmente hay mucho trabajo detrás de un libro y no solo
creativo.
Así que…
Muchas Gracias!
ACERCA DEL AUTOR

Marcia DM es una argentina que vive en Estados


Unidos hace seis años. En su travesía por encontrar
nuevos territorios, Marcia retomó un gran amor que
era la escritura y hoy lleva publicados nueve libros en
español y tres en inglés.
Marcia vive en una pequeña ciudad de Texas, le
gusta mucho la decoración de interiores, hacer
proyectos en su casa (sus manos lo pueden demostrar)
y dibujar.
Puedes seguirla en tus redes sociales favoritas,
pero Marcia tiene que admitir que Instagram y el
grupo privado de Facebook es donde más interactúa
con sus seguidoras.

www.marciadm.com
OTRAS OBRAS DE MARCIA DM

Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber
Rage
Carter

Saga Mujeres Robadas:


Mentiras Robadas

Romance distopico:

La Marca Del Silver Wolf

Romance Paranormal:

Príncipe Oscuro

Romance Contemporaneo:
Amor y Odio en Manhattan.
Segunda Oportunidad en Miami
Rivales en Dallas.
San Francisco Inesperado (2022)

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