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Mebsco & Fernando Colina Sobre la locura cuatro. ediciones 90 SOBRE LA LOCURA del conocimiento no consiste en ceder a lo incomprensi- ble, como predicaba cierta fenomenologia, pues tras ello solo rige el pensamiento perezoso y el facil recurso al determinismo genético 0 bioldgico. La diligencia clinica nos obliga, mas bien, a explicarnos a nosotros mismos los obstdculos sin rendicién ni descanso y, siempre que sea posible, a escribir la dificultad que nos encontramos, Pues la narracién nos ayuda a testificar sobre nuestros errores y fracasos. La teorfa, finalmente, hay que cultivarla también por interés propio y no solo para conocer més acertadamen- te alos psicéticos y sus afecciones. Al fin y al cabo, es la que nos defiende y protege del loco y de la locura. Nos resguarda de su amenaza cuando la visita que hacemos a su abismo rebasa nuestra resistencia y nos anuncia que allf bulle la pulsi6n y la muerte sin mas martingalas. En ese momento, tan individual en su escala de tolerancia, Pues las resistencias y los corajes en este dominio son muy diferentes, y tan variable en el tiempo, pues cam. biamos continuamente de valor y de coraza, ¢s cuando la explicacién tedrica nos devuelve al borde de la sima y nos permite volver a refugiarnos en casa. 15 Sobre la distancia En la vida, como en los toros —que sonu metifora-, todo se aventura en las distancias. Much de lo que nos jugamos en el trato con los demés est gomprometido en el uso de los espacios, que es el ejémento que ahora llama nuestra atencién para obsery En principio, que alguien nog resulte proximo o dis- tante no condiciona nada sobré4u calidad personal, pero ‘Os vamos a ver con él las asiado perdemos el interés SO, sin nuestra aquiescencia, nos dispone en su contra/for invasor y falta de respeto al metro final que nos siWe de salvaguarda. Esto es un fendmeno que nos sugede a todos, pero que en el caso del psicotico se agraya porque el ditimo metro equivale a una distancia sagré ‘Todos nos regifnos por un régimen preferente de pro- ximidad 0 alejayhiento que nos identifica como un cédi_ 80 de barras. Un estilo personal que probablemente pro viene del mgdo de resoluciGn de una de las angustias més influyéntes de la infancia: la de separacién. Una forma de Ser que define nuestro cardcter y refleja ues, tos gusjos acerca de la atraccién que nos causan unas persongé y la contrariedad que nos despiertan otras. En cuanty conocemos a alguien enseguida calibramos auto. méticamente nuestro dispositivo de distancia, y, sin saber muy bien por qué, quiz4 por esa intuicién natural que caras. Si el otro se aleja d por él, y si se acerca en e: poe SSL SHEE HHS TTHSSHSESSSOOC.S OOO OOS Peprrumy wy “soTenas9[21UT o saqNNs operseUIsp SELON ap uoroeiia wuva By ue sopmaaaad A vioualoynsur ns sue sopeuoye ordwiors ord ‘ourrxpur [e zoqes ap uotsear{qgo ¥[ & oasep [op oinjosqe us SUITXe sou OU “EMD, BT aIUe ‘o[@eNTAaUr OANOBONeI ONS UN OpuaINsIs ‘Tend o-] “aIUEIap sowrsuaranb oonporsd [2 uqos 050d Ant sdirarqUs 81809 ~1sd se] op souredes onb oyonur sod nb ap'ugtastAUOD P| 40d aidurays osremsuarau0> “sourepod, ourens oroualls uo saoouvuLied £ soureTEo awaME[[ioUes: sourLoyoid © Ip a1qos epeur rtoep.e soureiose. ou-opuenia oongarsd un sofetir oon SoureozouoD-onb,om.so-on.t|{9'I09 oongorsd |e za0anbriwa ap reyen ap ‘souaut oyonta-“« vp ~eus0 uptopiardioqut eun uo orefoye op-viouBSoure vy Ud 3989 UTS BUIOUIS [9 sesyHUOpY Bred wNIquy sow enb ey ‘so o1sa ‘o1usuresonjunsaid Epis. ey terordsorer op’ peprsaoau UIs sesoo Sv e-Opnuas sep A Iopusjua-ayunied sou anb vIIenbe owos epravep sas orumpe wumdo enom-eu| Tostag[a1 O e1opeAey “eoISHU “epuaIATA ‘uoToednD0 op sepeptsooou se] & £ soparur sns v ‘oongoisd Jap pepoyos P| ¥ Japuare 9p Z0A uo ‘iorduisso1d obs ns £ oonsoUseIP Te Bazonaap sou 4 o1sensqe ojzapod ns epsop eqosqe som ex001 e] anb sournrunod 1s ofeqe yapued as Opor “CULO yombyeno og “oun epeo ap peproedes vf & ugrovunour e 9p a1usm[geHTAOUT g1apuadap souresey of anb uoD opesd Id ‘sesporsur sequnstp set A souoroerrea se] ua osmeazsar Sony z9pod exed o]0s epr990U09 azayoxd anb ‘ono ‘k vim ~tued ey egy vl op aid [e angis onb oun :soumsip sojnsa Sop 9p ugrodo oaqy vy sue epnp v] oBins oudurarg -seur -O1UJS SO] ap ugtowasdzotuT ey A oVw]ax [2 a11dsur anb o[os P1opugrpid 1209W0pe sourefop of sofas ‘0 epqurefer ofepowr Jo soureorde 1s ‘no9p sq “emafed uOD © opso 9p 290) 10f5ur so 1s sourejuNZard OLLOyUOId so aadurais “er -091 ¥| ap eIsuopuadap epesnoe e| ¥ asad ‘auzISqo ON, “setioysiy, woo soperwrard souaies e]qey sourefop 1S onb senuozur ‘se)sondsaz anb spur soursspuaygo ou seqund -eid sourooey 1s enb epransar sou onb viouaiuas equa e vRtogL V7 aaaos visnbe seprajo onb Avy ON “aeINBuYs of & ooMEUY aueg oonsypeise of anb rapuaraxd 10d opoy, “oxqeyeosap Te votuy[o B] Weonpuoo onb sorsyjued we aquw|qeTAsUT UOL -ITAU09 98 BFE] SOUS © SFUT anb ‘sorTeuONsaNs o SoTOo -oj0ad ‘sein op oojdwo ye ezis}ero onb 10Ne ouIsTUr 19 ofeq emoe anb opesopmbue ofmferd un ua eunoysuen 28 O[SPOUT Je ‘Ise Jos OU aq ‘ofeqen ns Uoo opydumo seqey ap oWWanMo0uoser Ja uD anbune peprear ey sue wpewmoysoge suOW :o913y.n OUNSep ns se aisq “CIeIUT 9 o1Qi Ompsumy op. opefop. ered,epeyRsussop O8je ‘K x0four o[1996t09 Bred oseo.eped wisey. 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Por eso podemos afirmar for- zando algo los términos, al modo como hacfan los anti- guos estoicos bajo el principio de que no habfa grados en la virtud —para ellos todo era bueno o malo de modo ine- xorable, sin término medio— que desde el punto de vista del resultado clinico todas las teorfas son iguales aunque algunas sean preferibles. Esta exigencia de lo preferible supone traer a examen dos hechos que reclaman al instante nuestra atencién. El primero nos recuerda que toda observacién o descripcién fenomenolégica es tedrico-dependiente. La teorfa viste y decora cuanto ofmos, vemos © entendemos. Incluso el sentido comiin, que nos permite coincidir con el resto de las personas sobre las cuestiones elementales de la expe- riencia, y que en opinign de Kant es la tinica garantia de cordura, proviene de compartir una misma teorfa, una teorfa original que se nos presta de serie y luego se adquiere en el primer recorrido de la vida. No obstante, si avanzamos un poco més allé de la simple coincidencia que garantiza el sentido comin, veremos que comienzan las complicaciones para el pensamiento. A poco que nos adentremos en el interior de alguien, lo que escuchamos va a resultar paradéjico y quedard limitado por nuestra experiencia personal, por los prejuicios que alberguemos y por las teorfas que nos sirvan de explicacién. Los hechos psicolégicos ni se ven ni se oyen ni se registran sin que una concepcién especifica los haga destacar de ese magma confuso que es la historia de cada uno. No hay descripcién pura 0 exacta, como sofiaba antes la fenomenologia y ahora el positivismo cientifico. Todas SOBRE LA TEORIA - son siervas del modelo que las anima. Ofmos lo que la teoria nos permite, y controlamos de nuestra practica lo que podemos teorizar, lo que somos capaces de destacar de la realidad para someterlo a los rigores de la razon. El segundo hecho, derivado directamente de la jerar- guia de los modelos, es el irremplazable compromiso de elegir. Por mucho que se pretenda, no vale refugiarse en la ficticia neutralidad ni ampararse en la pedante tran- quilidad de definirse como ate6rico 0 de profesar un fifo eclecticismo. Estas posturas son tan electivas como cual- guier otra y esconden casi siempre, por debajo de su brindis a la evidencia y a la imparcialidad, la predi- leccién por un modelo de corte cientifico. Es decir, la preferencia por una concepcién que se aleja de los pro- blemas del deseo, de la palabra y, a la postre, de la sub- jetividad. Asumir el compromiso de la eleccién supone aceptar decididamente que toda visin de la realidad es dependiente del procedimiento de lectura que se emplee. Puesto que hay teorias distintas, la eleccién es obligato ria, aunque sea a regafiadientes. Cuando se: presume ampulosamente de dnimo neutral, en el fondo trasluce una eleccién puramente ideolégica que se intenta mante- ner oculta; una actitud que quizé resulte reconfortante pero que es impropia del deseo de verdad. Sin embargo, no hay que confundir el trance de con- fiar en una teoria o de elegirla porque encaje mejor y con més aplomo en nuestra disposici6n, con el hecho de creer en ella a pies juntillas. Las teorfasno’estan para convertirse en dogmas, ni para blandirlas con el propé- sito de alistar prosélitos o de formar escuelas que luchen agriamente contra otras distintas, No hay giie creer en Jas teorfas ni obedecerlas como si se tratara de una auto- ridad, sino, utilizarlas como preferidas. Las. teorias son telativas, estorban si se vuelven autoritarias y dan grima sino desaparecen con el tiempo. Son modelos que com- piten y duran hasta que llega otro que los absorbe o los COPE G ELE LLP PEGS BUETOGCHOSVSORIOPOBROS anb sounsyua spur 8 souramo seyros1.sq0feun seune st1o ex onb op tien 98 Off “JorIodns connedesa) os3o] unsura sonuezes ou embresaf ns ‘ajueuresoums ‘anbune ‘oseo peo us JousWI Oo JOkeuT so OAQEIadsayUT OUSTUNpUAT lg ‘SoTent -Uos sopspour soy soporensoIxosopercdsour. sonsonu X soseaeyy,sonsonu ‘ofeqen onsonu-aund:er3- uo ropusdap v tea souianbyde anb oau99, ugnedac,. “1oqe] NS oo sayvuoIsayord spurep Soy UEOTUNUTOD sou aqusurmoanp onb wrousuiedxe vt £ opesard sou anb eYOIsTY eT ‘opeMLIoJ souloy sou oNb eI UD UOIOIPEN ees “Hono wynuuod ‘ugroesysaaut erdoad ey xepmosap urs ‘onb 12 we o1dosd ofapour up). -arTrene sou anb guar ofapoin UN UIS SNZisuoa as ouorso A ‘OMNEp ns eqey A seIq -ejed sns o811 ‘Iogamyog op SouTuLip) us ‘onb jpmawmpunf wm8ua] eso uo ‘ofendusy ns ua. rezipunjord £ 139] e19p -uaide anb £ey “opepuaiue seuaqut enb Avy gigisod ouep Joueur [2-epe9ey.¥red.anb-ours.“eaqeyed 81$3-01qo9 onb sopuuas sof.op. eiambjeno uo ‘opreien.4 opransouserp onb key Sfos ou osngsisd un y ‘Teuorsayosd ofuitrop [2 Uo son rxo ueynsar O1ad soresazeu Uos peprouziuodse v[ uop [q “spur o81x0 oongotsd_up, “seystaardurt seroue) -SumosI9 SeyonuT uD auaTOYNS £ [HN aJaAar os ‘eperodsouy varpyp Bun ooo ‘onb eanImaUr pepHEMeN e119 3p 25m -soA Woo viseq OU ‘TediouLd oaNafgo onsanu sas aqap anb ‘giqisod souaur of muydse ns sy 9p opuLyeT ‘sod0y Soy uoo 1eyqey erg “eUNyOdurt 9] anb xsafeur [ap auaroyAS uptodaouos kun urs oongotsd un v seen apend es oN, By1083 FT 2IGog vr -edurenua 9s ugzex e| & jerour uy vanbey “eunrayua as ofeqen wig “«pmasta ns yzmb 4 oromnf usng ns ‘peprueros ns “efouaistsqns ns ‘payes ns odurap ourstu ye aqap anb ey 2 K pepisagau sod opeuapuoo yise axquioy jo onb eI & EU -e1pnos ugioednoo» eI ouroD ezapne uo ouyep es ofeq -en jo waqueTy <4 joxpiq ap Mipadojriowy I Ue “EpEI0g -e[p peptanoe vy sod anb ‘vonogid 0 eiojour ProuaLMg0 E] sod ‘eunuadax upiooe ey Jod spur ueurout os onb ‘sooeped ap sara] seu; Seiso sepo) ep oanle [9 $9 TRL “ePEIEG “yop ugTII" eI onb vBrwosap vy O O1uaTUTENstp opdurrs ye sepiSinp seur £ sepejonaoosep uei01q anb “seajs~nduay souorsoe ap OjUDTUNIBIs Jo O seTorp set ap aTqnsnquIOS opoutgs Te osmoax [9 “ugtsadap ey eUapeouasp uapand ugiodnuaut 0 offey Jombjeno ‘unwr0s sopeuruousp 2189 ofeg ‘eperqusor vrouspuadap vt uo © Orpo jap seANpeIe Se[ Uo ‘sptrap SO] ap OTUTUIOP | Uo “eILIPAUTE 2 EPEZIOS vismbuoo vy ua eBoy 2S Ojos sooufd Jo SoouCIUe ‘epEut -eroad peptanoe ve] ue K oxuenoue Jo US “UO!DONpes BI uo asraoujsnes ap efop oasap [2 opuend anb souraqes “sozuauoyy & sopeuoised sorunmop soyse v osreze[dsop 4 eyorp aiuourerdoid vonoo -isd wamonnso ey ap Iouerut fap oszefoyesap ey1pod ueTq anb ‘eaisordop-ooejueur sisoojsd Oulos oplooucs sourey vioye eysey anb of saprane] sv1s9 Ue Opourode Jofewd SUIT yund01 v1aHOS: ve

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