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Unidad 3

1 //Escenario
Escenario25
Lectura fundamental
Fundamental

Feminismo
Etapas de unfilosófico:
plan de comunicación
género e
estratégica
identidad

Contenido

1 Introducción

2 Judith Butler: resistencias de género post-identitario

3 Nancy Fraser: distribución y reconocimiento

Palabras clave: género, filosofía, identidad, performatividad.


1. Introducción

El feminismo filosófico ha sido una de las corrientes más productivas en el escenario de la teoría
social contemporánea. Las teorías feministas han sugerido nuevos y productivos análisis sobre
una de las preguntas centrales que ha guiado a la filosofía desde sus orígenes: ¿qué nos constituye
como humanos? A partir de esta pregunta, el feminismo filosófico ha llamado la atención sobre dos
reflexiones centrales que veremos a continuación. De un lado, la manera en que las mujeres han sido
marginadas de las reflexiones filosóficas. En otras palabras, la teoría filosófica feminista ha puesto en
escena el carácter falocéntrico con el cuál se han articulado las premisas centrales de las reflexiones
filosóficas desde su origen hasta la actualidad. Esto no significa que en la historia de la filosofía no
existan reflexiones filosóficas elaboradas por las mujeres. Significa que es importante reflexionar en
torno al sentido profundo de las reflexiones filosóficas que están atravesadas por una perspectiva en la
que el hombre se pone como eje articulador del pensamiento.

Por otro lado, los feminismos filosóficos han construido nuevas coordenadas interpretativas sobre
problemas centrales que dislocan pilares del pensamiento filosófico occidental. De manera más
precisa, esta tradición ha puesto en discusión el problema de la construcción cultural del género y
también la manera en la que el género se construye en un eje articulador de las relaciones sociales
problematizando la visiones binarias sobre el género, que han servido de fundamento para algunas
teorías sobre la reproducción social. Así, los feminismos filosóficos cobran relevancia en las
reflexiones contemporáneas sobre la filosofía, porque sugieren nuevas perspectivas sobre problemas
centrales del pensamiento social. En este lectura exploraremos las tesis de dos de las más importantes
teóricas del feminismo filosófico: Judith Butler y Nancy Fraser. Ambas filósofas indagan por temas
relacionados con el género, la identidad y la acción política, que, como hemos visto en otras Unidades,
resultan importantes para el pensamiento filosófico contemporáneo.

2. Judith Butler: resistencias de género post-identitario

Hacia 1990, la feminista norteamericana Judith Butler, publica el libro El género en disputa. El
Feminismo y la subversión de la identidad, escrito no solamente desde la academia, sino también desde
los movimientos sociales de los que hizo parte, y en el contexto de una comunidad gay y lésbica de

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Estados Unidos. En este texto, la filósofa norteamericana establece el problema del género como una
disputa atravesada por la cuestión del poder. Las preguntas que sirven como factor para incursionar
en la discusión filosófica son las siguientes: ¿qué configuración de poder construye al otro, esa
relación binaria entre hombres y mujeres, y la estabilidad interna de esos términos? , ¿qué ocurre con
el sujeto y con la estabilidad de las categorías de género cuando el régimen epistémico de aparente
heterosexualidad se descubre como lo que produce y ratifica estas categorías presuntamente
ontológicas? ¿cómo puede ponerse en duda un régimen epistemológico/ontológico?, ¿cuál es la mejor
forma de problematizar las categorías que respaldan la jerarquía de los géneros y la heterosexualidad
obligatoria?

Escudriñar en el fondo de estas cuestiones supone observar la concepción de mujer en el presente,


“esa configuración histórica de una innombrada indisposición femenina que a duras penas podía
ocultar la idea de que ser mujer es una indisposición natural” Entonces, ¿ser mujer es un hecho
natural o una actuación cultural? La respuesta de Butler es que la comprensión de las categorías
fundacionales de sexo, género y deseo son, en efecto, el resultado de una formación específica de
poder que requiere un cuestionamiento crítico. Esta crítica debe señalar los intereses políticos que
son origen y causa de las categorías de identidad, y que obedecen a ciertas prácticas, razonamientos
e instituciones precisas. La tarea cardinal es centrar, o descentrar, esas instituciones definitorias: el
falocentrismo y la heterosexualidad obligatoria.

Uno de los aportes fundamentales de Butler al problema del género, es la Teoría de la Performatividad
propuesta en El Género en disputa. La autora norteamericana aclara que la pista para entender la
performatividad de género, la suministra una interpretación que Derrida hizo del texto Ante la ley
de Kafka. Allí, quien espera la ley se sienta frente a su puerta y le atribuye su fuerza. La anticipación
fehaciente del significado es el medio por el que la autoridad se instala: la anticipación conjura el
objeto. Lo propio ocurre en lo concerniente al género: actúa una esencia interior que puede ponerse
al descubierto, una expectativa que produce el fenómeno que anticipa. Esta lección en la que el
género es performativo, pone de manifiesto que esa consideración de una esencia interior del género,
se construye a través de un conjunto de actos basados en la estilización del cuerpo a través del
género. Con ello se demuestra que aquello considerado rasgo interno, es más bien el producto de
anticipaciones y producciones de actos corporales, con efecto alucinatorio de gestos naturalizados:

Cuando tales categorías se ponen en tela de juicio, también se pone en duda la realidad del género: la
frontera que separa lo real de lo irreal se desdibuja. Y es en ese momento cuando nos damos cuenta de
que lo que consideramos “real”, lo que invocamos como el conocimiento naturalizado del género, es, de
hecho, una realidad que puede cambiar y que es posible replantear, llámese subversiva o llámese de otra
forma. (Butler, 2007, p. 36)

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En efecto, lo que se plantea es una visión de género, determinada en unas prácticas discursivas
reglamentadas y constituidas históricamente, que al ser cuestionadas, pueden viabilizar otras
comprensiones de género ya sea como posibilidad estética y/o como posibilidad ética de la existencia,
frente a los modelos instaurados e impuestos. De la misma forma, Amalia Boyer, declara en uno
de sus ensayos que los temas centrales de la teoría feminista tienen que ver con la producción, la
reproducción y la imaginación. La producción alude al lugar que ocupan las mujeres en las relaciones
con el capital; la reproducción, a los modos como las mujeres experimentan su cuerpo y su legislación;
y la imaginación, atañe a las posibilidades discursivas sobre las categorías anteriores fundacionales de
ciertos modos de sujeción.

Ahora bien, es precisamente Butler, quien piensa la reproducción de los discursos de la identidad
desde una estética de la parodia ¬¬– de la ironía – de la imaginación. Se trata de replantear
los performances y las identidades del género a través de repeticiones paródicas que pongan al
descubierto ese carácter performativo del género. Tales repeticiones pueden desestabilizar la
naturalidad de las categorías de género como el pilar de la identidad, y aclaran la interacción simulada
entre género-cuerpo, género-sexualidad. La capacidad deconstructiva de las prácticas paródicas,
asimismo, abre la posibilidad de construcción de identidades múltiples. Esta estética, al desarticular
el sistema binario, se proclama como una intensidad de la experiencia, como una movilización de los
afectos, como un nomadismo, no inscrito en un modelo único, sino en la materialidad del devenir.
La estética de la parodia, hace posible una interacción del sujeto con su cuerpo pero a la vez genera
límites de la acción. En otras palabras, puede pensarse que la estética de la parodia es, en sí misma,
una estética de la existencia.

No obstante, la deconstrucción de la identidad no es la deconstrucción de la política y de la ética;


más bien, la práctica feminista esclarece cómo la labor política está anclada al cuestionamiento de las
categorías que fundan el sujeto. Es decir, esta práctica funciona como crítica a la política de identidad
universal y natural. Así, las configuraciones culturales del sexo y el género podrían multiplicarse
y estructurarse discursivamente en una inteligibilidad cultural, al apartarse del binarismo sexual y
mostrando su anti naturalidad fundamental. La tarea no es saber si hay que repetir, sino cómo repetir
y cómo multiplicar radicalmente las posibilidades de género, para desplazar las mismas reglas que
permiten la propia repetición. En suma, reconceptualizar en la blasfemia paródica la identidad, como
el efecto de las prácticas discursivas, viabiliza nuevas rutas de la acción, estratégicamente suprimidas
por el poder discursivo que sostiene las categorías del sujeto como fundacionales y permanentes.

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En último término, hay que reconocer que la resistencia de los modos actuales de sujeción debe
partir de lo que ellos mismos proponen. Ahora bien, teniendo en cuenta el supuesto ético de que
toda libertad está delimitada en la relación entre poder, sujeto y verdad, en términos foucaultianos,
la crítica debe ir a los límites mismos de la acción para señalar su franqueamiento, contingencia y
sus posibilidades de experimentación. El rechazo a los modos de dominación y la resistencia desde
los límites actuales de la libertad, permite la aparición de una nueva subjetividad y la posibilidad de
transformación de un sistema político. La ontología crítica de nosotros mismos es también un modo
de actualizar el cuidado de sí, en el que confluyen lo ético y lo político, en la reflexión permanente
sobre los peligros de un modelo de gobierno y las limitaciones de la libertad que subyacen a
determinados modos de la subjetividad.

La actitud inquietante, provocativa y resistente de la práctica paródica es la expresión del


cuestionamiento por los límites de la libertad establecidos históricamente, y la actitud experimental
de la construcción de sí, de la relación con el cuerpo y con las tecnologías de gobierno. Esto es,
la inauguración de una re existencia contingente del sujeto moral, capaz de generar marcos de
acción que definan una práctica de sí, como posibilidad estética de la existencia. Finalmente, la
parodia requiere cierta capacidad de identificarse, aproximarse y acercarse: implica una intimidad
empírica con la posición que en el acto mismo de reapropiación altera la voz, el posicionamiento y
la performatividad del sujeto, de manera que el lector (observador) no sabe exactamente cuál es el
espacio simbólico propuesto, si es una confirmación de los discursos hegemónicos o por el contrario
si se resiste a ellos, si representa o expande su voz simbólica.

3. Nancy Fraser: distribución y reconocimiento

En el capítulo ¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas en tomo a la justicia en una época


“postsocialista”, Nancy Fraser sitúa una reflexión que sigue latente en el conflicto político de la “lucha
por el reconocimiento de la diferencia”. Grupos de inmigrantes, homosexuales, afrodescendientes
etc., abogan por un reconocimiento de su nacionalidad, su identidad, su raza, su género, entre otros.
Tales conflictos que la autora denomina “postsocialistas” se caracterizan por un desplazamiento de “la
explotación como injusticia fundamental” sobre el cual los intereses de clase se caracterizaban como
mecanismo primario de la lucha política a las diversas formas de “dominación cultural”. Sin embargo,
a esta lucha por el reconocimiento la autora suma las desigualdades materiales, que cada vez más
amplían el margen de morbilidad y mortalidad.

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Teniendo en cuenta lo anterior, la autora hace los siguientes cuestionamientos: “¿cómo deberíamos,
entonces, entender el eclipse del imaginario socialista centrado en términos tales como “intereses”,
“explotación” y “redistribución”? y, ¿cómo deberíamos interpretar el surgimiento de un nuevo
imaginario político centrado en las nociones de identidad, diferencia, dominación cultural y
reconocimiento?”(Fraser 1997, p. 2) Para Fraser, ni la postura de la redistribución, ni la postura
del reconocimiento, son adecuadas por sí mismas. En este sentido, la autora es muy clara en su
formulación: la problematización contemporánea no es una simple política de la identidad, la
“época postsocialista” requiere una nueva tarea intelectual y práctica que, para Fraser, consiste en
“desarrollar una teoría crítica del reconocimiento, que defienda únicamente aquellas versiones de la
política cultural de la diferencia que pueden combinarse coherentemente con la política social de la
igualdad” (Fraser 1997, p. 2).

De acuerdo con la cita, la tarea de la política “postsocialista” sería aquella capaz de consolidar una
justicia de redistribución y reconocimiento, esto es, el reconocimiento cultural y la igualdad social
de manera que cada uno apoye al otro en lugar de devaluarlo. Ahora bien, la autora se limita en
este capítulo a responder las siguientes preguntas: “¿bajo qué circunstancias puede la política del
reconocimiento servir de apoyo a la política de redistribución? y, ¿cuándo es más probable que la
primera desvalorice a la última?, ¿cuáles de las diversas formas de la política de identidad son las
que mejor se combinan con las luchas por la igualdad social? y, ¿cuáles tienden a interferir con
ellas?”(Fraser 1997,p .2) Así, la autora se centra en la justicia cultural y socioeconómica en aspectos
de género y raza.

En principio, la autora indica algunas complejidades de lo que llama “la vida política postsocialista
contemporánea” y la mezcla de las exigencias de cambio cultural con las exigencias de cambio
económico. En esta mezcla, las luchas basadas en la identidad predominan sobre las perspectivas
de distribución. La injusticia socioeconómica que se refiere a la explotación, la marginación
económica y la privatización de bienes materiales, ha sido un problema ampliamente abordado por
“teóricos de la igualdad” como Marx, Rawls, Amartya Sen y Ronald Dworkin. La injusticia cultural,
por su parte, se refiere más a la dominación cultural, al no reconocimiento e irrespeto bajo ciertos
patrones de representación social. Algunos teóricos que se ocupan de esta problematización
han sido Charles Taylor, Axel Honneth, Iris Marion Young y Patricia Williams. A partir de esta
diferencia, Fraser se pregunta: ¿cuál es la relación entre las exigencias de reconocimiento,
dirigidas a remediar la injusticia cultural, y las exigencias de redistribución, dirigidas a reparar la
injusticia económica? y, ¿qué clase de interferencia mutua puede surgir cuando se presentan de
manera simultánea ambos tipos de exigencias?” (Fraser 1997, p. 8) Una primera respuesta a esta
problemática es que mientras que las políticas del reconocimiento promueven la diferenciación, las
políticas de la redistribución tienden a socavarla.

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Así pues, Fraser plantea la concepción de la sexualidad como un modo de diferenciación social. Es
evidente, dice la autora, que tal diferenciación no se encuentra en la economía política. Se trata
de un grupo depreciado por la “estructura cultural-valorativa de la sociedad”. En este sentido el
heterosexismo o la homofobia son formas de violencia y discriminación en las que se niegan sus
derechos legales, esto es, lo que ella llama una negación de reconocimiento. Sin embargo, uno de
los aportes fundamentales de Fraser consiste en señalar que existen colectividades “bivalentes” que
pueden padecer la mala distribución socioeconómica y las injusticias culturales.

Un ejemplo de esta colectividad “bivalente” es la colectividad inscrita en luchas políticas de género y


raza. El género, dice Fraser, tiene dimensiones político-económicas debido a precarias condiciones
laborales, a modos de explotación, marginación y pobreza. Frente a tal problema, dice Fraser que “la
lógica de la solución es, entonces, similar a la lógica utilizada respecto de la clase: debe eliminarse
el género como tal. En suma, si el género fuera sencillamente un asunto de diferenciación político-
económica, la justicia exigiría su abolición (Fraser 1997, p. 14).

El otro carácter de diferenciación cultural-valorativa se debe, en gran parte, “al androcentrismo: la


construcción autoritaria de normas que privilegian los rasgos asociados con la masculinidad” (Fraser
1997, p. 14) y al sexismo cultural “difundida devaluación y desprecio de (…) las mujeres” (Ibid.)
Devaluación en términos de ataque y explotación sexual, violencia doméstica, representaciones en los
medios de comunicación y prácticas cotidianas, entre otras.

La problematización en torno al género acarrea un dilema en tanto la lógica de la redistribución


implica eliminarlo y la lógica del reconocimiento implica valorizar la especificidad de género. ¿Cuáles
son las alternativas de redistribución y reconocimiento en este dilema? La autora las formula en
términos de injusticia cultural de la siguiente manera:

1. Afirmación (corregir los resultados inequitativos de los acuerdos sociales, sin afectar el marco
general que los origina), tal afirmación es el “Multiculturalismo Central”.

2. Transformación (corregir los resultados inequitativos, precisamente mediante la reestructuración


del marco general implícito que los origina) asociada con la deconstrucción.

De este modo:

Las soluciones afirmativas para la homofobia y el heterosexismo están asociadas actualmente con la
política de identidad gay, que se propone revaluar la identidad de los gais y las lesbianas. Las soluciones
transformativas, por el contrario, están asociadas con la política queer que se propone deconstruir la
dicotomía homo hetero. (Fraser 1997, p. 20)

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De acuerdo con estas soluciones, mientras que la política de identidad gay tiende a aumentar la
diferenciación existente de los grupos, la política queer tiende a desestabilizarla. En cuanto a la
injusticia económica, las soluciones afirmativas se asocian al Estado liberal benefactor (reparar la mala
distribución de los recursos) y las soluciones transformativas se asocian al socialismo.

El objetivo a largo plazo del feminismo deconstructivo es entonces crear una cultura en la que
las dicotomías jerárquicas de género sean reemplazadas por redes de diferencias múltiples que
intersectan, que no están masificadas y que cambian constantemente. Este objetivo es consistente
con la redistribución transformativa del feminismo socialista. La deconstrucción, en este sentido,
se opone a la sedimentación y congelamiento de las diferencias de género que tienen lugar en
una economía política injustamente guiada por el género. Su imagen utópica de una cultura en la
que construcciones de identidad y diferencia siempre nuevas sean elaboradas libremente y, luego,
rápidamente deconstruidas, es posible, después de todo, sólo sobre la base de una igualdad social
básica.

Finalmente, insiste Fraser, la intersección de clase, raza, género y sexualidad, intensifica la


necesidad de soluciones transformativas, haciendo aún más atractiva la combinación de socialismo
y deconstrucción. Tal combinación es la que mejor promueve la construcción de coaliciones. La
construcción de coaliciones es la que permite transformar las estructuras profundas de la economía
política y la cultura aparece como una de las orientaciones programáticas comprehensivas capaz de
hacer justicia a todas las luchas actuales contra la injusticia.

Es posible concluir entonces que en esta lectura nos aproximamos a algunas propuestas centrales
del feminismo filosófico planteadas por Nancy Fraser y Judith Butler, y vinculadas al problema de la
identidad, el reconocimiento y la sexualidad. De este rápido repaso por algunas de sus ideas, podemos
considerar dos elementos claves para pensar los problemas filosóficos. De un lado, las apuestas de
este tipo de corrientes filosóficas están ancladas a perspectivas políticas y éticas. En este sentido se
puede identificar un cauce común de problemas filosóficos que hemos visto en otros momentos del
Módulo, esto es, la manera en que la política puede ser pensada como una forma de habitar con otros
y como una apuesta de ser con otros. De otro lado, esta perspectiva filosófica llama la atención sobre
la necesidad de indagar con otros presupuestos teóricos problemas centrales para la filosofía. Aquí el
problema de la identidad, la representación o la construcción binaria del sexo vuelven sobre un tema
central de pensamiento filosófico que al inicio planteábamos con la pregunta de ¿qué nos constituye
como humanos?

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Finalmente, es importante señalar que lo que hemos identificado en esta lectura se refiere tan solo
dos perspectivas del gran universo que constituye el feminismo filosófico. Una cuestión que hay que
seguir considerando es la manera en que estas ideas se desplazan y se tensionan para pensar otras
dimensiones importantes como la raza o la materialidad del género en espacios distintos al europeo o
norteamericano.

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Referencias
Butler, J. (2006). Deshacer el género. Paidós.

Butler, J. (2007) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós.

Fraser, N. (1997). Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la posición "postsocialista". Siglo del
Hombre Editores

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo: Filosofía
Unidad 3: Género y posthumanismo
Escenario 5: Género, sexualidad y discursos

Autor: Edgar Andrés Caro Peralta

Asesor Pedagógico: Claudia Yaneth Mora


Diseñador Gráfico: Diego Calderón

Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano.


Prohibida su reproducción total o parcial.

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