Professional Documents
Culture Documents
Legend (Los Chicos de Rosewood High 07) - Tracy Lorraine
Legend (Los Chicos de Rosewood High 07) - Tracy Lorraine
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y Ocho
Epílogo
Agradecimientos
Acerca del Autor
Copyright © 2022 por Tracy Lorraine
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
Editado por My Brother’s Editor
Traducido por Sirena Audiobooks Production LLC.
CAPÍTULO UNO
KYLE
—¿Q uépasajero
se siente? —pregunta Kane mientras me dejo caer en el asiento del
después de meter las pocas pertenencias que tengo en el maletero.
—Han pasado unos treinta segundos, hermano.
—Lo sé. —Se encoge de hombros—. Es que pensé que podrías sentirte diferente.
—¿Alivio? —agrego, mirándolo.
—Carajo, hermano —gruñe, pasándose la mano por la cara y apoyando la cabeza
en el respaldo—. Maldita sea, lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso.
—No es tu culpa —murmuro, mirando el edificio por la ventana y el cerco de
alambre de púas del que estoy a punto de liberarme finalmente.
—Debería haber estado allí. Podría haberlo evitado. —Su voz se llena de
arrepentimiento, y sé por qué. Cree que esto ocurrió porque se distrajo y me dejó solo
en aquella fiesta. Pero solamente puede ser mi culpa. Fue mi decisión. Fue mi error.
Es hora de que lo olvide y siga adelante.
—Está bien, Kane. No te culpo por esto. Es solo que... ya se acabó. Es hora de
seguir adelante.
—Hablando de eso... te tengo una sorpresa.
Levanto una ceja, esperando a que me la revele. Estoy seguro de que me esperan
muchas sorpresas, teniendo en cuenta que durante los últimos doce meses me ausenté
casi por completo de la vida real.
—Continúa —lo animo, impaciente por que ponga el auto en marcha y me aleje
de este lugar y de los recuerdos que sé que me perseguirán por el resto de mi vida.
—¿Qué es lo único con lo que solíamos soñar?
—Err... ¿convertirnos en millonarios y mudarnos a Los Angeles? —inquiero
riendo, sabiendo que es imposible que lo haya conseguido sin que yo lo sepa.
—Casi, pero no.
—Solo dímelo —suspiro, con la cabeza echada hacia atrás en señal de derrota.
Estoy tan cansado, demonios. Lo único que quiero es irme a casa y meterme en una
cama semicómoda durante un mes. Cierro los ojos y me relajo por primera vez en
poco más de un año. Es una sensación extraña.
—Dejamos Harrow Creek.
Dejo pasar un segundo para que me diga que está bromeando, sin embargo, cuando
no lo hace, abro los ojos una vez más y lo miro fijamente.
—¿De verdad? —pregunto con más esperanza de la necesaria en mi voz. No se
equivoca, antes soñábamos casi a diario con salir de ese lugar de mierda. Pero sin
dinero, y teniendo en cuenta que no éramos más que unos niños, no había forma de
que eso ocurriera. Aunque tampoco pensé que pudiera suceder ahora.
—En serio. Nos conseguí un lugar nuevo.
—¿Dónde?
Juro que algo de color se drena de su rostro ante mi pregunta y un poco de culpa
aparece en sus ojos.
—¿Kane? —advierto, adivinando lo que está a punto de salir de su boca—. No
me digas que tú...
—Rosewood.
Esa sola palabra es como un disparo en el pecho. Se me escapa todo el aire de los
pulmones y mis hombros se desploman.
—¿Por qué, Kane? ¿Por qué me haces esto... a nosotros? De todos los lugares
posibles.
Me mira fijamente, con el ceño fruncido de preocupación.
—No fue nada fácil, y necesité ayuda, mucha ayuda. No teníamos muchas
opciones, así que era Rosewood o quedarnos en Creek, y eso no iba a pasar. Después
de... —Señala el edificio detrás de mí—. Necesitabas un nuevo comienzo, y he hecho
todo lo posible para dártelo. Sé que quizá no te guste, pero tienes un año para
aprovecharlo al máximo antes de ir a la universidad.
Odio que mi primera reacción ante lo que ha hecho sea de rabia, mas no puedo
evitarlo. Sé que debería estar agradecido, y lo estoy. No volver a Creek es la mejor
noticia que podría haber esperado. Pero ir a Rosewood. El lugar donde vive la única
persona que no quiero volver a ver, no es exactamente lo que deseaba al salir de ese
infierno.
Ella fue la que me metió allí, y desde luego no quiero verla en cuanto salga.
Aprieto los puños y clavo mis uñas en el cuero desgastado del asiento del pasajero de
Kane mientras intento contener la ira que ella me provoca.
—Rosewood es una ciudad grande, Kyle. Es probable que ni siquiera veas a... —
Se interrumpe, adivinando correctamente dónde tengo la cabeza.
—¡Mierda, Kane! esta es una muy mala idea —advierto.
—Nos conseguí nuestra propia casa, te conseguí un lugar en Rosewood High para
que puedas graduarte y, con suerte, mantendremos a Servicios Sociales alejados de
nosotros hasta que cumplas dieciocho en unas semanas.
—Sí, y entonces podré irme —murmuro.
—Kyle —me amonesta Kane, con voz grave y amenazante. Puede que funcione
con otros, puede que parezca aterrador, no obstante, lo conozco demasiado bien como
para tenerle miedo. Es mi hermano mayor. Mi mejor amigo. En quien siempre me he
apoyado, en quien confío plenamente. Temo que tenga que dejar a un lado todo lo
que siento en este momento y hacer eso una vez más.
—Maldita sea... Rosewood, ¿en serio?
—Moví muchísimas influencias para que esto funcione para nosotros, hermano.
Te necesito a bordo.
Miro fijamente a mi hermano. La única persona a la que he admirado toda mi
vida. No hay forma de que pueda decirle que no ahora. No después de que me haya
apoyado en todo esto y aparentemente haya hecho todo lo que estaba en sus manos
para ayudarme a empezar de nuevo.
—Entonces será mejor que me lleves a casa.
La comisura de los labios de Kane esboza una sonrisa.
—No es mucho, pero...
—Será perfecto. Seguro que será una gran mejoría en comparación a donde
estuve.
Kane mira por encima de su hombro, pero yo no lo hago. Ya tuve suficiente de
ese lugar, es hora de seguir adelante, aunque eso tenga que ser en Rosewood con la
chica que me condenó al infierno desde el principio.
Mantengo la mirada fija en la ventana mientras Kane nos lleva a nuestro nuevo
hogar. Estando aquí fuera, todo me resulta tan... extraño. Puede que odiara aquel lugar,
mi celda, los tipos con los que me vi obligado a vivir. Sin embargo, después de tanto
tiempo se convirtió en algo normal. Estar aquí afuera... es muy raro.
—¿Qué es lo primero que quieres hacer?
Ni siquiera tengo que pensarlo y las palabras salen de mis labios en un santiamén.
—Dormir en una cama cómoda.
—Huh, y yo que pensaba que querrías una chica, o incluso un paseo por la playa.
—Pueden seguir después. Dormir y una ducha caliente... a solas.
—Maldición, yo pensaba entrar a mirar también —murmura riendo mientras gira
a la izquierda en una intersección que nunca he visto antes, pero que él parece conocer
bien.
—Por lo que veo, sigues siendo raro.
—¿Me querrías de otra manera?
—Supongo que no.
Han pasado casi dos horas desde que salimos de ese lugar en el que no quiero
volver a pensar cuando se detiene en un vecindario tranquilo y luego en una entrada.
—Wow, esto es... bonito.
—Nunca te prometí una mansión, Ky.
—No, pero esto tiene pinta de que una abuela debería vivir aquí. No es
exactamente un lugar para fiestas. —Mi corazón se encoge ante la mención de una
abuela. Eso es una cosa más que nunca le perdonaré.
—Eso está bien, ya que vamos a tener a una trabajadora social encima las próximas
semanas, además de a tu oficial de libertad condicional.
Me retuerzo en el asiento y miro a mi hermano, que sigue sujetando el volante y
mirando nuestro bungaló azul y blanco.
—Gracias —digo sinceramente.
Sin duda no esperaba nada de esto, y puede que haya sonado algo desagradecido
cuando mencionó este lugar por primera vez, pero realmente aprecio lo que está
intentando hacer.
—No es solo por ti, hermano.
—Lo… lo sé. No puedo imaginar lo que has tenido que hacer para conseguir todo
esto. ¿Cómo vas a pagarlo?
—La abuela nos dejó un poco de dinero, y como dije, tuve mucha ayuda.
—¿Quién demonios querría ayudarnos? ¿A un par de escorias de Creek?
—Alguien que lo entiende. ¿Vamos? —indica, parando cualquier otra pregunta
que pudiera tener.
Abre la puerta de su viejo Nissan Skyline y se baja corriendo. Supongo que
algunas cosas nunca cambian.
Sigo su ejemplo, salgo y tomo mis cosas del maletero.
Voy tras Kane mientras sube las escaleras del porche. Hay un columpio en el otro
extremo y una mesita con un cenicero en el centro.
—Solo se puede fumar afuera.
—Claro que sí, mamá —bromeo, pero cuando sus hombros se tensan ante mí, me
doy cuenta de que quizá no haya sido lo más apropiado.
Se da la vuelta y me clava una mirada dura.
Kane nunca me ha asustado... bueno, tal vez algunas veces cuando era más joven,
sin embargo, ahora sé que puedo defenderme, sobre todo después de la cantidad de
tiempo que pasé entrenando y peleando con imbéciles durante el último año, pero aun
así, su mirada me hace tragar saliva con cierto nerviosismo.
—Basta con que aparezca esa trabajadora social y huela un poco de hierba en este
lugar para que todo esto se derrumbe sobre nosotros, Ky. ¿Crees que se alegraron
de darme tu tutela, aunque fuera por unas semanas? Déjame responderte... No, no lo
hicieron. Puede que sea mayor que tú, pero no mucho, y mi reputación no es
precisamente buena. Esto —señala, extendiendo sus manos para mostrar nuestra
casita de abuela—, es un puto milagro. Así que durante unas semanas, solo unas
semanas, tienes que hacer lo que te diga o yo mismo te enviaré de vuelta a ese lugar
por joder todo mi esfuerzo. ¿Entendiste, hermanito?
Tengo que apretar mi mandíbula para no decir nada en respuesta a su tono
condescendiente.
—Entendido —digo al final—. Dime dónde está mi cama.
—Ni siquiera es la hora del almuerzo todavía.
—Me importa una mierda.
—De acuerdo. Bueno, Bea vendrá a las cuatro para asegurarse de que te hayas
instalado, así que tienes que estar despierto, duchado y con un aspecto respetable para
entonces.
Bajo la mirada hacia sus brazos cubiertos de tatuajes, sus jeans rotos y sus botas
gastadas. Respetable, claro.
—Sabes a lo que me refiero —murmura antes de abrir la mosquitera, quitándole
el cerrojo a la puerta principal y arrastrándola hasta abrirla.
Dentro hay una sala prácticamente vacía. Hay dos sofás viejos con una mesa de
centro en el medio. Hay una mesa de comedor delante de lo que podría describirse
como muebles de cocina antiguos y un par de sillas que no hacen juego. Es...
interesante. Pero muchísimo mejor que de donde vengo.
—Consíguete un trabajo y con suerte podremos conseguir algo superior.
—Está bien, K.
Me mira, no obstante, se abstiene de señalar que ni siquiera tenemos televisión
por el momento.
—Esta es tu habitación. —Abre la puerta y veo algo que me hace suspirar de
alivio. Una cama tamaño queen con lo que parecen sábanas limpias. Es el paraíso.
Dejo caer mi maleta, salto sobre la cama y me tumbo en medio de ella como una
estrella de mar.
—Mi habitación está al otro lado del pasillo. El baño está en medio. Te compré
un teléfono nuevo y una laptop con el dinero que me sobró. —Señala con la cabeza
al mueble donde están las cajas.
—Kane, tú no...
—Sí lo hice. Le dije a ella que te cuidaría, que te daría un nuevo comienzo. Eso
es lo que estoy haciendo.
—Pero... ¿y tú?
—¿Yo? —pregunta riéndose sin gracia—. Salimos de Creek, Ky. Estoy bien.
—Pero ¿Y el trabajo? ¿Qué pasa con...?
—Eso no importa ahora. —Caminando hacia la cómoda, recoge la caja del
teléfono y me la lanza—. Pon una alarma, ¿de acuerdo? —Luego sale y cierra la
puerta sin decir nada más.
Sus pasos se hacen más silenciosos antes de que suene la mosquitera de la puerta
principal y la casa se quede en silencio.
Miro fijamente la habitación en la que estoy sentado. No es gran cosa. Las paredes
son de un tono crema y sucio, la madera está despostillada, el suelo tiene manchas y
la ventana está agrietada. Sin embargo... es mía.
Solo hay una cómoda, una mesita de noche al lado de la cama y una puerta que
supongo que es un armario.
Me levanto de la cama, me quito mis zapatos deportivos y me acerco. Al abrirla,
encuentro algunas de mis prendas viejas colgadas en el interior.
Hacía un año que no las veía y había olvidado que existían.
Abro cada uno de los cajones y encuentro bóxers, calcetines, algunas camisetas
y pantalones deportivos nuevos.
Saco un par, los pongo bajo mi brazo y salgo en busca del baño. Puede que quiera
dormir, pero antes necesito quitarme de encima el olor de ese lugar.
El baño es... bueno, es azul. Diablos, realmente azul.
No obstante, nada de eso importa, porque el agua está caliente y soy el único en
la habitación, de hecho, en toda la casa, ya que vi una estela de humo frente a una de
las ventanas mientras caminaba hacia allí.
Puede que muchas cosas hayan cambiado en un año, pero Kane no es una de ellas.
Sigue siendo tan difícil de leer como siempre. No sé si está contento con esto o no.
Sé que me quiere de vuelta. De eso no hay duda. ¿Pero realmente quiere estar en
Rosewood? Odia a los que nos hicieron esto tanto como yo. De todos los lugares de
este país. ¿Por qué aquí?
El agua emana vapor y, después de desnudarme, me pongo bajo el torrente.
Está tan caliente que me quema, aunque lo disfruto. Después de un año bañándome
con agua tibia, acepto el dolor. No es como si no me haya sentido peor. Dejo caer mi
mano sobre la cicatriz que tengo en el costado, recordando el dolor del cuchillo, pero
rápidamente lo aparto, eso ya forma parte del pasado y todo esto es un recordatorio
de por qué nunca volveré allí.
Permanezco aquí tanto tiempo que el agua comienza a enfriarse. Me lavo
rápidamente con el gel de ducha que hay al lado antes de salir y secarme con una
toalla más gruesa de lo que he sentido en mucho tiempo.
Encuentro un cepillo de dientes nuevo en el armario. También hay una rasuradora
y gel de afeitar nuevos, sin embargo, no me molesto en usarlos. Las sábanas nuevas
me están llamando.
En cuanto salgo al pasillo vestido solamente con un pantalón deportivo, veo que
Kane viene hacia mí.
Su mirada pasa de la mía a mi cuerpo y se fija en la cicatriz.
—Whoa, ¿dónde quedó mi hermanito?
—En la puta correccional, hermano.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus labios.
—Recién salido de la cárcel y con un cuerpazo. Estarás tratando de quitarte a las
chicas de Rosewood de encima —bromea.
Me dan ganas de reírme con él, pero en cuanto menciona a las chicas, solo una
me viene a la mente.
Sacudo la cabeza y me dirijo a mi habitación.
—¿Qué? No me digas que te cambiaron de bando allí. Todavía te gustan las chicas,
¿verdad?
Le enseño el dedo medio antes de entrar en mi habitación cerrando la puerta de
golpe.
Retiro las sábanas y me dejo caer sobre ellas, disfrutando de la sensación del
algodón fresco contra mi piel.
—DE ACUERDO, todo parece estar bien aquí —dice Bea, cerrando su carpeta y
mirándome con una sonrisa suave jugueteando en sus labios.
Resulta que esta tarde no es la primera vez que me encuentro con mi trabajadora
social. Había ido a visitarme al centro un par de veces. Durante el último año me han
intentado ayudar tantas personas que, después de unos meses, dejé de prestar atención
sobre quiénes eran. No necesitaba ayuda. Solamente necesitaba salir y hacerle una
visita a la chica que me metió allí.
—¿Necesitas algo más de nosotros? —Kane pregunta casi nervioso. Es raro ver
cómo toma las riendas de la situación como un adulto. Siempre ha sido mi divertido
y un poco loco hermano mayor, verlo actuar como mi tutor, aunque sea solo por Bea,
es raro.
—Sí, has hecho un gran trabajo aquí, Kane. Sé que no ha sido fácil, pero espero
que todo marche sobre ruedas en las próximas semanas y puedan continuar con sus
vidas sin que yo esté encima de ustedes. ¿Has hablado con tu oficial de libertad
condicional?
Asiento con la cabeza, recordando la reunión que tuvimos antes de irme.
—Muy bien, estupendo. Hace un rato hablé con el director Hartmann, todo está
listo para que inicies en Rosewood High el miércoles.
—¿El miércoles? —pregunto, suponiendo que al menos tendría una semana para
mí.
—Sí, nos pareció mejor que te incorporaras a tu nueva rutina lo antes posible. Le
hablé de estar en el equipo y de tu experiencia previa como tutor.
—Genial —murmuro, mirando a Kane. Realmente no necesito más trabajo que
volver a empezar mi vida.
—Será fantástico, Kyle. Rosewood High es una escuela excelente con un equipo
de fútbol americano fantástico si decides unirte. Te dará maravillosas oportunidades
para el futuro.
Exhalo un largo suspiro. Mi futuro. No tengo idea de lo que eso significa para
mí en este momento. Soy un chico de un parque de remolques de Harrow Creek con
antecedentes. No es exactamente de lo que están hechos los sueños.
—Sí, ya veremos.
—Bueno, tienes tiempo para resolver las cosas.
—De acuerdo entonces, si eso es todo, me retiro. Aquí está mi tarjeta. —La desliza
por la mesa hacia mí—. Me pondré en contacto el miércoles por la tarde para ver
qué tal te fue en la escuela, pero si me necesitas antes, siempre estoy disponible en
mi celular.
—Gracias —musito, mirando su tarjeta.
Nos sonríe a ambos antes de acomodar su silla y marcharse como había dicho.
El silencio nos rodea mucho después de que se haya cerrado la puerta.
No sé lo que piensa realmente de la situación, pero supongo que no importa. Está
lo bastante contenta como para permitir que continúe.
—Me reuní con el director Hartmann la semana pasada —dice Kane tras unos
minutos de silencio una vez que la puerta se cierra de golpe.
—De acuerdo.
—Bea tiene razón. Es una buena escuela. Nada parecida a Harrow Creek High.
—¿Hay algún lugar tan malo como Harrow Creek High? —cuestiono riendo,
estirando las piernas y dejándome caer un poco en la silla.
—No lo creo. Sé que es mucho, pero el equipo ganó el estatal el año pasado. Todos
sus mejores jugadores están a punto de graduarse, estarían locos si no te quisieran.
—No lo sé, K. Muchas cosas han cambiado.
—¿En serio? El fútbol americano era lo nuestro, nuestra salida.
Le hago un gesto con la cabeza porque siempre le permití pensar que era lo
nuestro, cuando en realidad era lo suyo. Siempre ha sido mucho mejor que yo. Juraría
que si hubiésemos tenido la suerte de nacer en otro lugar, él ya tendría a la NFL
buscándolo. Es así de bueno. Pero tal y como están las cosas, nuestra vida era…
es… una mierda, y ese tipo de oportunidades no se presentan solas para chicos como
nosotros.
Son para los chicos de Rosewood, no para los de Harrow Creek.
—Ya veremos —agrego por lo bajo, levantándome y abriendo el refrigerador para
tomar un refresco.
—Vamos a tener un futuro, Ky. Voy a asegurarme de ello.
—Solamente me alegro de ser libre. Me preocuparé del resto después.
—Hablando de ser libre... necesitas cambiarte.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque vamos a celebrar esta noche.
—Está bien. No necesito... —Me clava una mirada que detiene mi argumento.
—Los chicos llegarán dentro de una hora más o menos, las chicas también... —
Me hace un gesto con las cejas.
—Kane, no necesito... —Lo intento de nuevo.
—Compláceme. Quiero celebrar. Este es un nuevo comienzo para nosotros, chico.
Las cosas solo pueden mejorar de aquí en adelante.
Me frota la cabeza con la mano como cuando éramos niños, aunque ya no soy tan
pequeño. Casi mido lo mismo que él y, después de la musculatura que adquirí en el
reformatorio, puede que incluso pese un poco más que él.
—Está bien —asiento—. ¿Pero es esto una buena idea con Bea encima de
nosotros?
—Ella es buena, está contenta. Disfrutemos solo una noche, ¿sí?
—Bueno, está bien.
CADA SEGUNDO de Literatura Inglesa esta mañana fue tan doloroso como el
momento en que entré y lo vi. Lo único bueno fue que estuvimos muy ocupados todo
el tiempo y Ruby no pudo descargar el sinfín de preguntas que podía ver detrás de
su mirada.
Consigo dos horas más de tranquilidad ya que tenemos clases diferentes, pero sé
que se me está acabando el tiempo porque se acerca la hora del almuerzo y no hay
forma, no importa dónde me esconda, de que no me encuentre e intente sacarme hasta
el último detalle de información sobre lo ocurrido.
Siento pavor en mi estómago cuando suena el timbre y los alumnos empiezan
a salir de clase en dirección a la cafetería. No es hasta que salgo por la puerta que
percibo los murmullos.
He estado tan ensimismada esta mañana que seguramente llevaba varias horas así,
pero ahora es cuando me doy cuenta.
—Escuché que lo encerraron por intento de asesinato.
—Y solamente estuvo un año. ¡Por favor! Eso es mentira. Solamente fue agresión.
Sacudo la cabeza ante el grupo de chicas al pasar junto a ellas.
—Está buenísimo. ¿Has visto el tamaño de sus brazos?
—Sí, dejaría que me echara sobre su hombro cualquier día.
Poniendo los ojos en blanco, continúo mientras los murmullos empeoran y se
hacen más extraños hasta que llego a la cafetería.
Ruby ya está aquí y tengo que contener un gemido cuando se levanta de un brinco
y corre hacia mí.
Sé que solo intenta ayudarme, mas en este momento lo único que quiero es
desaparecer.
—¿Estás bien? —pregunta mirándome de arriba abajo.
—Claro que sí.
—¿Lo has vuelto a ver?
Sacudo la cabeza mientras la sigo hasta nuestras mesas.
—Es solo cuestión de tiempo. ¿Has visto a Zayn?
—Aún no. Seguramente vendrá dentro de un rato.
Miro alrededor de la cafetería mientras me siento a su lado, intentando ver si está
aquí.
—Pues, estoy escuchando todo tipo de locuras sobre este chico. La mayoría no
me las creo en absoluto. Pero... ¿te gustaría decirme lo que debería saber? —Me clava
una mirada y levanta una ceja.
—La verdad es que no —musito. Miro hacia la fila que se está formando para la
comida. Una parte de mí quiere formarse solo para tener algo que hacer, aunque sé
que no voy a poder comer nada.
—Har —suspira, sus ojos se llenan de compasión mientras envuelve mi mano con
sus dedos—. Deja que te ayude.
—No es que no quiera. Sí quiero. Pero... no quiero tener que pensar en eso, y
mucho menos hablar de ello.
—Lo entiendo. —Aprieta mi mano con más fuerza—. Estoy aquí, para cuando
estés lista. ¿Puedo hacerte solo una pregunta?
—Claro.
—En realidad... no mató a nadie, ¿verdad?
No puedo evitar la carcajada que me sube por la garganta al pensar en que Kyle
haya matado a alguien.
—No, Rubes. Nunca ha matado a nadie, que yo sepa.
—Pero estuvo en el reformatorio, ¿no?
—Esas son dos preguntas —señalo—. Pero sí, estuvo un año.
—Claro, y... —Levanto una ceja con diversión al ver que su pregunta se está
convirtiendo en tres, pero se queda callada cuando todo el mundo a nuestro alrededor
se queda en silencio—. Mierda —exhala.
Todo mi cuerpo se tensa, mi temperatura aumenta unos grados y mi necesidad de
huir casi se apodera de mí una vez más.
Han pasado tan solo unas horas y ya se está metiendo bajo mi piel. Y juro que
ni siquiera lo intenta.
Conteniendo mi aprensión, respiro profundamente y alzo la vista.
Mi hermano está parado frente a nosotros con nada menos que el maldito Kyle
Legend a su lado.
Mis dientes rechinan mientras los dos permanecen juntos como si los años no
hubieran pasado y siguieran unidos. Juro por Dios que si sabía sobre esto, lo mataré.
Si lo sabía y no me avisó. Si lo sabía y... y está bien con esto entonces... Mis puños
se cierran, mis uñas se clavan en mis manos hasta que me duele tanto que estoy
convencida de que estoy sangrando.
—Chicos, este es Kyle. Es un corredor jodidamente impresionante. —Dirige sus
palabras a Jake, pero no me pierdo cómo sus ojos me miran brevemente—. Está
empezando como junior. Lo vas a querer en el equipo el año que viene.
—Legend, sí, sé todo sobre tu rendimiento —dice Jake, con sus ojos iluminándose
de emoción. No es ningún secreto que está preocupado por el equipo que va a seguir
después de él y el resto de los estudiantes de último año que están a punto de graduarse.
—Esto es una mierda, Zayn —suelto, levantándome de mi asiento antes de que
mi cerebro haya procesado siquiera lo que acaba de ocurrir.
Los ojos preocupados de Zayn se dirigen a mí al mismo tiempo que los divertidos
de Kyle.
—Har, está bien.
—Me estás jodiendo ¿Lo sabías? —Me enfurezco mientras siento que las lágrimas
me queman los ojos.
—No, no tenía la menor idea hasta esta mañana.
—Sabes que mamá hizo esto, ¿verdad?
—¿De verdad quieres hacer esto aquí? —pregunta en voz baja, mirando a la
multitud que nos rodea.
—No puedo creerlo. —Mis labios se curvan con disgusto de que esté aceptando
alegremente a Kyle en su vida, en su equipo, tan fácilmente.
—Estás dándole más importancia de la que tiene. —Me quedo boquiabierta al oír
su voz por primera vez desde aquella noche.
Miro fijamente sus ojos azules y aprieto la mandíbula. Mi pecho se agita mientras
permanecemos mirándonos el uno al otro. Algo crepita entre nosotros, algo que
recuerdo de aquella noche, mas lo hago a un lado. Nada bueno surgió de aquella noche
y nada bueno surgirá ahora.
—Esto es una mierda, Zayn. Pero es bueno saber dónde está tu lealtad.
—¡Harley, espera! —grita Zayn cuando por fin hago lo que he querido hacer todo
el día. Salir corriendo.
—Harley, ¿qué...? —Esquivo a Poppy cuando intenta interceptar mi huida de la
cafetería y salgo corriendo por el pasillo semivacío.
No sé a dónde voy, aunque eso ya no importa. Solo necesito alejarme de él y de
mis recuerdos de aquella noche.
Se suponía que solo sería una fiesta como todas las demás a las que había ido en
Harrow Creek. Tal vez fue ingenuo de nuestra parte pensar que podríamos aparecer
después de habernos mudado y ser tratados como siempre... como uno de ellos.
La puerta principal del estadio de fútbol americano está abierta cuando llego.
El lugar está desierto, como me imaginé, mientras subo los escalones entre las
gradas y encuentro un asiento en la parte superior.
Me dejo caer sobre uno de los asientos de plástico rojo y agacho la cabeza entre
las manos.
Las lágrimas con las que he estado luchando toda la mañana por fin aparecen.
Él no debería estar aquí, y mi propia madre no debería haber contribuido a que
eso ocurriera.
Siento que la traición me oprime el pecho y me cuesta respirar.
Nada de esto es mi culpa. Yo fui la víctima aquella noche, no debería ser la que
sigue sufriendo ahora.
«Pero tampoco fue su culpa, ¿verdad?» grita una vocecita en mi cabeza. Sin
embargo, él pagó el precio más alto.
Por algún milagro, nadie me encuentra antes de que suene la campana.
Matemáticas.
El último lugar del mundo en el que quiero estar. Lo único que lo empeoraría sería
tenerlo a él en clase.
Gimiendo, saco un espejo compacto de mi bolso y me dispongo a arreglarme el
maquillaje.
Para cuando entro a clase, ya estoy retrasada.
Todos me observan, aunque mantengo la mirada fija en el suelo mientras me
disculpo con el señor Wilson y me dirijo a mi escritorio.
Saco mis libros y comienzo con las instrucciones que hay para nosotros en la
pizarra sin mirar ni hablar con nadie.
Observo fijamente la ecuación del libro de texto que se supone que tengo que
resolver y todos los números, letras y símbolos empiezan a arremolinarse en la página
mientras mi cabeza empieza a dar vueltas.
Odio las malditas Matemáticas.
Lo intento. Me esfuerzo todo lo que puedo hasta que mi única reacción es querer
encogerme en una bolita y admitir mi derrota.
Odio no poder hacerlo. Todo el mundo a mi alrededor hace que parezca tan fácil.
Zayn y mi hermana mayor, Letty, hacen que parezca tan sencillo. Siempre me siento
como la estúpida hermana menor cuando estamos todos juntos.
Los dos siempre han sacado las mejores calificaciones en todo, aparentemente sin
siquiera esforzarse, sin embargo, yo me mato trabajando y sigo al borde de reprobar.
Suspiro, me reclino en la silla y cierro los ojos.
Odio sentirme como una fracasada. Me hace sentir débil, y yo no soy débil.
Por fin, después de que el señor Wilson nos deje una cantidad enorme de tarea,
suena el timbre y todo el mundo empieza a recoger sus cosas y a marcharse.
—Harley, ¿podría hablar contigo un momento? —me llama desde el otro lado de
la habitación antes de que consiga escapar.
El nudo en mi estómago crece mientras camino hacia él.
—¿Qué pasa, señor?
—Tenemos que hablar de tu último examen. —Se me escapa todo el aire de los
pulmones.
—Así de bien, ¿eh?
—Harley, ambos sabemos que has estado batallando todo el año. Sé que odias la
idea, pero realmente creo que necesitas ayuda extra.
Las palabras que siempre le digo cuando saca el tema salen de mi boca.
—Estoy bien, gracias.
—Harley —suspira, sentándose en su silla y cruzando una pierna sobre la otra
—. No era una sugerencia. Voy a apuntarte para que te den tutorías. Tengo algunos
estudiantes fantásticos en mis clases de Estadística AP que serían geniales para ti.
—Está bien. Zayn puede ayudarme.
—Harley —protesta con un tono un poco más severo que antes—. Necesitas
ayuda. Esto solamente se pondrá más difícil a medida que avancemos al último año.
No puedes esperar más.
—Pero...
—Dentro de unos días recibirás una invitación para reunirte con quien te haya
tocado. Pueden organizarse entre ustedes con qué frecuencia, cuándo y dónde se
reúnen, pero ten la seguridad de que voy a comprobar que así sea, y espero ver una
mejora en esto. —Aprieta con dos dedos el papel del examen de la semana pasada
que tiene sobre la mesa y lo desliza hacia mí.
Intento tragarme el enorme nudo que se me hace en la garganta mientras miro
fijamente la enorme F que hay justo al lado de mi nombre.
Por mucho que quiera discutir con él, sé que no tengo nada en qué apoyarme. Y
si mamá se entera de que reprobé un examen, no tendré otra opción. Me ha ofrecido
una y otra vez contratar a un profesor particular, pero siempre me las arreglo para que
no lo haga. Temo que mis dificultades y mi evasión estén a punto de morderme el
trasero con un par de dientes afilados.
—No lo voy a defraudar —murmuro mientras tomo mi examen y salgo corriendo
hacia la puerta.
—Eres una buena estudiante, Harley. No dejes que una calificación te desanime.
Sus palabras resuenan en mis oídos mientras me alejo y salgo hacia el
estacionamiento.
Normalmente tenemos práctica de animadoras ahora, no obstante, como tenemos
la semana libre, me escapo sabiendo que probablemente todo el mundo querrá ir a
Aces, y en este momento, realmente no quiero estar cerca de nadie, y ciertamente
no quiero ver a mi hermano mientras arroja a su antiguo mejor amigo al centro de
nuestras nuevas vidas.
El auto de mamá está en la entrada cuando llego, y verlo es casi suficiente para
hacerme dar la vuelta e irme a otro lado, aunque sé que no puedo postergar esto para
siempre. Parece que ya lleva demasiado tiempo guardando secretos.
Doy un portazo más fuerte de lo necesario para anunciar mi llegada y, en cuestión
de segundos, oigo sus suaves pasos sobre el piso de madera.
En cuanto dobla la esquina, acorto la distancia que nos separa.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Siento que la sangre me hierve bajo la piel—. ¿Por
qué no me dijiste que lo estabas ayudando? ¿Por qué? ¿Por qué me dejaste llegar a
ciegas a esa situación?
—Harley —dice en voz baja, irritándome aún más—. Sabes que no puedo hablar
de clientes contigo.
—Mentira, mamá —reviro, para su disgusto—. Esta es mi vida. Al diablo con tu
trabajo.
—Harley, entiendo que estés molesta, pero...
—¿Molesta? ¿Molesta? Eso se queda corto, mamá. Entré a Literatura Inglesa y
ahí estaba. Sin ninguna maldita advertencia.
—En mi defensa, pensé que empezaba la semana que viene.
—Qué conveniente —murmuro, alejándome de ella y apartando mi cabello
pelirrojo de la cara.
—Es verdad. Ahora que Kane tiene la tutela, no estoy involucrada. Bea se
encargará de su caso. Lo siento, Harley.
—No —respondo, mirando fijamente sus ojos oscuros—. No. No es suficiente.
¿Por qué aceptaste ayudarlos?
—Porque es lo correcto y lo sabes. Tú misma dijiste que Kyle no hizo nada malo
aquella noche, así que ¿por qué no iba a ayudar cuando Kane acudió a mí?
—Sabías que me odiaría cuando saliera. Sabías que me culparía por arruinar su
vida. —Aunque puede que no fuera él quien causó mi dolor aquella noche, él estaba
ahí. Sabía lo que estaba pasando y, aun así, dejó que sucediera.
Ella traga saliva mientras la culpabilidad recorre su rostro.
—No fue tu culpa, Harley.
—¿Crees que no lo sé? Soy yo quien tiene que vivir con los recuerdos de aquella
noche. Tiene todo el derecho de odiarme.
—Estoy segura de que no...
—¿Estabas allí? ¿Viste cómo me miraba?
—Bueno, no.
—Esto fue un error, mamá. Sé que quieres salvar a todos los chicos que tienen
una vida complicada, pero no deberías haberte metido en esto. ¿Sabe Letty que has
estado ayudando a Kane?
Traga saliva con nerviosismo una vez más.
—Genial, al menos puedo estar tranquila sabiendo que nos has estado mintiendo
a los tres. Tienes que decírselo. Merece saber tanto como yo que los Legend se han
mudado a Rosewood.
—A Letty no le importa. Está en la universidad divirtiéndose.
Sacudo la cabeza.
—Si de verdad piensas eso, quizá no seas tan inteligente como pareces.
—¡Harley! —exclama mamá, con un claro tono de dolor en su voz.
Mi madre siempre ha sido mi heroína, la única persona a la que he admirado.
Lo que ha logrado, es... increíble. No obstante, en este momento, me cuesta trabajo
mirarla.
—Estaré en mi habitación —musito, dirigiéndome hacia las escaleras.
Me acuesto en la cama después de quitarme mis zapatos deportivos y entierro la
cara en la almohada para amortiguar el grito que me sale de la garganta.
Los recuerdos de aquella noche me inundan. Puedo oler la pesada mezcla de hierba
y humo de cigarrillo como si estuviera allí mismo. Recuerdo sus manos sobre mí y
cómo su tacto quemaba mi piel. Recuerdo cómo la habitación giraba a mi alrededor
antes de que todo empezara a salirse totalmente de control. Recuerdo el otro par de
manos, el pánico, el momento exacto en que el deseo que latía bajo mi piel se convirtió
en algo totalmente distinto. Recuerdo con qué desesperación quería escapar, pero
Letty había desaparecido y, por mucho que quisiera gritar pidiendo ayuda, no podía
porque estaba perdiendo el control.
Sabía que hacer esa llamada sería un suicidio. La gente que vive en Harrow Creek
no llama a la policía. No dependemos de otros, ni siquiera de la ley para pelear nuestras
batallas. Así que en cuanto apreté el botón de marcar, supe que era el principio del
fin. Solo desearía que hubieran atrapado al tipo correcto.
Un rato después, cuando alguien toca la puerta de mi habitación, me doy cuenta
de que me quedé dormida. Adiós a las tareas que tengo en la mochila.
Me recuesto boca arriba y miro al techo mientras Zayn me llama.
—¿Har? ¿Puedo pasar?
El sonido de su voz profunda hace que todo lo que ha pasado hoy me golpee de
nuevo.
Kyle Legend vuelve a formar parte de mi vida.
Vuelvo a apoyar mi cabeza en la almohada y cierro los ojos con fuerza.
—¡Sí, pasa! —vocifero de mala gana.
La puerta se abre y entra antes de volver a cerrarla.
—No tenía idea, Har. Te lo juro.
Suelto un suspiro y sigo mirando al techo, negándome a mirarlo.
—Podrías haberme engañado con la manera en que lo presentaste al equipo.
—¿Qué preferirías que hiciera?, ¿ignorarlo? Kyle no es una mala persona y lo
sabes.
—¿Lo sé?
—Har —advierte, acercándose y sentándose en el borde de mi cama—. Acaba de
pasar un año en el reformatorio.
—¡Lo sé! —espeto—. Yo lo metí ahí, ¿recuerdas?
—No, estoy bastante seguro de que la droga en sus bolsillos fue lo que lo metió
ahí —murmura.
—Yo fui quien hizo la llamada. Yo puse en marcha los acontecimientos de aquella
noche.
—No —niega, y toma mi mano, pero yo la aparto. Ahora no quiero su apoyo ni
su consuelo. Solo quiero estar sola—. Nada de eso fue culpa tuya.
—Intenta decírselo a Kyle.
—A él no le molesta, Har. Solo quiere seguir con su vida.
Mi sorpresa ante sus palabras hace que mi mirada se dirija a la suya.
—Me estás jodiendo. ¿Has visto cómo me miró hace un rato?
—Me lo dijo, Harley. No te guarda rencor por nada de esto.
—Entonces está mintiendo. Pregúntale a Ruby y Ashton. Te dirán exactamente
cómo me miró.
—Probablemente solo estaba conmocionado. Solamente quiere empezar de
nuevo. Graduarse. Seguir adelante. Tú necesitas hacer lo mismo.
¿Con él mirándome como si me quisiera matar cada vez que lo veo? Sí, estoy
segura de que será fácil.
—Bien —suspiro, sabiendo que es inútil discutir con él.
CAPÍTULO TRES
KYLE
S u mensaje me llena de emoción. Hemos hablado todos los días desde que me
dejó en casa después de nuestra comida del domingo por la noche, pero aún no
lo he vuelto a ver y estoy desesperada por hacerlo. Odio que esté tan lejos, en
el condado de Maddison.
—¿Por qué sonríes? —pregunta Ruby mientras ella y Poppy se me unen en la
banca en la que estoy sentada.
—Un mensaje de Nathan.
—Oooh —canta Ruby, moviendo las cejas.
—¿Lo verás este fin de semana? —inquiere Poppy.
—Creo que sí. Dice que me tiene una sorpresa. —Me encojo de hombros.
—Tiene muchas ganas de meterse entre tus piernas —bromea Ruby.
—Solo han pasado unas cuantas semanas —argumento, aunque me pregunto si
lo digo más por mí que por ellas.
—El tiempo no importa. Si te parece bien, entonces está bien. —Ruby se encoge
de hombros.
—Solo me dejo llevar por la corriente —contesto, aunque no puedo evitar el nudo
que se me forma en el estómago.
La primera noche que nos conocimos, las cosas entre nosotros fueron electrizantes
y cuando me besó... Wow. Solo había sentido algo así una vez en mi vida y me aferré
a ello, junto con el hecho de que claramente es una buena persona.
Es perfecto en casi todos los sentidos, es todo lo que dije que quería, pero a medida
que pasa el tiempo no puedo evitar pensar que algo no está bien. Sigo diciéndome que
es porque no hemos tenido tiempo a solas. O hemos estado en una fiesta o en el cine
o en un restaurante. Lo que realmente quiero es que estemos solos, lejos de miradas
indiscretas y de otras personas. Quiero conocerlo de verdad. Ver si esa chispa que
había en la fiesta reaparece cuando estemos solos.
J ala mi mochila hacia él y saca mis libros de texto como si esas palabras no
acabaran de salir de sus labios. Abro la boca para responder, pero pronto la
vuelvo a cerrar al descubrir que no tengo palabras.
La cabeza me da vueltas, el cerebro me falla y mi cuerpo sigue temblando por lo
cerca que ha estado de mí antes.
Quisiera decir que su tacto me dio asco. Quisiera decir que la razón por la que no
luché contra él de inmediato fue el shock, sin embargo, no fue así.
Mi cara se calienta al pensar en las chispas que se dispararon por todo mi cuerpo
en cuanto me puso una mano encima. Igual que aquella noche.
No me cabe duda de a dónde habría llegado aquella noche si las cosas no hubieran
salido como salieron. Si hubiera tenido alguna pista de que mi bebida estaba siendo
adulterada, si hubiera tenido alguna idea de que alguien más aparte de Kyle estaba
teniendo ideas sobre hacia dónde nos llevaría nuestra noche, entonces habría corrido
tan rápido y tan lejos como hubiera podido.
—¿Lo sabías? —suelto, necesitando una respuesta por lo menos a una de mis
preguntas de esa noche.
—Sabía ¿qué? —cuestiona, sin apartar la mirada del libro que está hojeando.
—¿Sabías que estaba adulterando mi bebida?
Hace una pausa y respira profundamente antes de arrastrar sus ojos azul claro
hasta los míos. Pero no son del color al que siempre me había acostumbrado, son casi
plateados por su ira, por su odio hacia mí.
—¿Tú qué crees, Gatita? —inquiere, lanzándome de nuevo la pregunta.
—Si supiera esa maldita respuesta, entonces no habría preguntado, ¿verdad? —
replico, cada vez más frustrada por la situación. No quería reunirme con nadie para
una sesión de tutoría, y realmente no quería esto.
Miro hacia la puerta una vez más, preguntándome si me dejaría escapar en caso
de que lo intentara.
—Adelante —se burla, claramente capaz de leer mi mente—. Inténtalo y verás
qué tan lejos llegas.
—¡Te odio! —reviro furiosa.
—Oh, Gatita. Créeme, lo que sientes por mí no tiene comparación con lo que yo
siento por ti.
—Entonces déjame ir, así no tendrás que mirarme.
—¿Y qué tiene eso de divertido?
Lo observo mientras hojea la página que ha seleccionado. Tiene la gorra puesta
hacia atrás, como cada vez que lo he visto esta semana, con su cabello rubio oscuro
asomando por los lados, su barbilla está cubierta por una ligera capa de vello y sus
ojos están libres de los lentes de los que me burlé antes. Hace años que no los usa,
aunque sé cuánto los odiaba de niño.
Tiene una cicatriz encima de su ceja derecha que tengo la certeza de que no tenía
antes y su nariz está ligeramente torcida. Puede que sea mi imaginación, no creo
haberme fijado antes en su nariz, pero estoy segura de que es algo nuevo. Me pregunto
cómo ha sido su vida en el último año.
Se mueve en su asiento, lo que me indica que se da cuenta de mi mirada, aunque
no levanta la vista ni hace nada al respecto.
—Entonces, ¿Álgebra? —dice, haciendo que se me revuelva el estómago. Como
si estar atrapada aquí con él no fuera suficientemente malo, también tenemos que
estudiar Matemáticas. Veo cómo se coloca una máscara y se concentra en lo que
se supone que estamos haciendo—. Bueno, el señor Wilson dijo que empezáramos
con esto, ya que es una de tus principales debilidades. —Esas palabras me revuelven
el estómago. Odio que la gente piense que soy débil porque me cuesta sumar unos
cuantos números.
—Genial —murmuro, tomando mi libreta y un bolígrafo.
Acerca su silla hacia mí y me explica una técnica que nunca antes me habían
enseñado, pero por mucho que intento concentrarme, el calor de su brazo
quemándome es demasiado molesto y me desconecto a pesar de que todo esto tiene
mucho más sentido para mí de lo que suele tener.
—¿Harley? —llama bruscamente unos minutos después, sacándome de mis
pensamientos.
—¿Sí?
—Te hice una pregunta.
—Um... —Me arden las mejillas cuando me mira con los ojos entrecerrados—.
Yo... estoy de acuerdo.
—Estás de acuerdo. —Se ríe, pero no hay humor, solo irritación—. Por desgracia
para ti, no era una respuesta de sí o no.
—Um... —Vacilo de nuevo, con el corazón acelerado.
—¿Di… diez?
—¡Maldita sea, Harley! —brama, empujando su silla detrás de él y alejándose
hacia el otro lado de la habitación—. Esto no es una maldita broma, Gatita.
—¿Crees que no lo sé? —grito, levantándome de la silla y volteando a verlo
caminar—. Todo esto... es un maldito desastre.
—Este... desastre —señala, deteniéndose y clavándome una mirada—. Es mi vida
— brama—. ¡Demonios, Harley! —Deja caer su cabeza entre sus manos y, por un
segundo, siento pena por él. Veo al chico de antes, al vulnerable que simplemente
quería algo mejor para su vida. Pero entonces esa imagen se transforma con mis
recuerdos borrosos de aquella noche y se desvanece casi tan rápido como apareció.
—Tienes que largarte de mi casa. —Su voz es tan baja que creo que no lo escuché
bien.
—¿Q… qué?
—¡Lárgate! ¡Lárgate de una puta vez! —vocifera antes de que se abra una puerta
del pasillo y Kane se acerque a mí.
Está sin camiseta y mi respiración se entrecorta cuando mis ojos se posan en él
por primera vez porque... whoa, pero cuando Kyle gruñe recuerdo dónde estoy y que
se supone que debo irme.
—Con mucho gusto. De todas formas, esto fue un error.
—No pienses que porque estés a punto de irte esto se ha terminado.
—Debería.
—Pues no es así —me advierte mientras meto mis libros en la mochila y me dirijo
a la puerta.
—Espera —digo, dándome la vuelta y mirándolo fijamente—. ¿Mi teléfono? —
exijo, estirando la mano. No hay manera de que me vaya de aquí sin él.
Mete su mano en el bolsillo y lo saca. Mira la pantalla durante un segundo antes
de que una sonrisa de satisfacción aparezca en sus labios.
—Kyle —advierte Kane, intuyendo claramente dónde tiene la cabeza.
Me quedo inmóvil mientras avanza hacia mí. No se detiene hasta que su frente
choca contra la mía y yo retrocedo tambaleándome hasta chocar con la puerta.
—¿Kyle? —Respiro. Es difícil pensar con su calor quemándome la piel y sus ojos
furiosos clavados en los míos.
—Kyle. —Vuelve a gruñir Kane, pero él lo ignora por completo, su atención se
centra únicamente en mí.
—Esto. No. Se. Ha. Terminado —expone en voz tan baja que solo yo puedo
escuchar la advertencia.
—Lo s… siento —tartamudeo, necesitando decir cualquier cosa que me aleje de
él ahora mismo antes de hacer algo de lo que me arrepienta. Ya he hecho bastantes
cosas que me mantienen despierta por la noche.
Una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios, mas es pura maldad.
—Ya es un poco tarde para eso, ¿no crees, Gatita? —Su mano se desliza alrededor
de mi cuerpo y desliza mi teléfono en mi bolsillo trasero, donde estaba la primera
vez que lo encontró. Se inclina hacia mi oído y mis ojos se cierran cuando su aliento
acaricia mi piel sensible—. Pronto nos pondremos en contacto para nuestra próxima
sesión. Espero que sea un poco más... —Jadeo cuando su mano se desliza bajo mi
sudadera y me rodea las costillas—. Satisfactoria.
Antes de darme cuenta, su tacto ardiente desaparece y abre la puerta a mi espalda.
Con un chillido, me caigo de espaldas hasta que aterrizo sobre mi trasero.
—Ups —dice Kyle encogiéndose de hombros, con su mirada clavada en mis
piernas abiertas.
—¡Maldita sea, hermano! —Kane dice bruscamente, acercándose para ayudarme
a levantarme.
Tomo su mano cuando me la ofrece y me levanta.
—G… gracias —musito cuando vuelvo a estar de pie, aunque soy incapaz de
mirarlo a los ojos teniéndolo tan cerca. Su sola presencia me pone nerviosa, y mucho
más estar tan cerca de su pecho desnudo.
—Dale tiempo. Ya se le pasará.
Miro alrededor de Kane a su hermano menor, que sigue furioso detrás de él. Tiene
el pecho agitado, los labios apretados en una delgada línea, su mandíbula vibra de
frustración y sus ojos vuelven a ser de un gris oscuro.
Sus ojos se abren un poco al notar mi atención, pero enseguida vuelve a fruncir
el ceño.
—Sí, ya veremos. —Me doy la vuelta, me cuelgo la mochila al hombro e intento
alejarme con toda la dignidad que puedo.
Estoy a mitad de camino cuando la profunda voz de Kyle me hace detenerme.
—Asegúrate de ponerte esas braguitas rojas la próxima vez, Gatita.
Levanto la mano, le hago una seña con el dedo medio por encima de mi hombro
y sigo caminando sin mirarlo.
Imbécil.
En cuanto estoy en mi auto, cierro las puertas con seguro, apoyo mi cabeza hacia
atrás y cierro los ojos.
Mi corazón sigue acelerado y me sudan las manos mientras revivo el momento
que pasamos en su casa.
Sabía que la primera vez que estuviéramos cerca sería un desastre, pero no pensé
que sería así.
—Maldición —murmuro para mis adentros.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo y recuerdo que estaba vibrando antes de que Kyle
me lo robara.
Levanto mi trasero del asiento, lo saco y miro la pantalla. Hay un mensaje en
nuestro chat de grupo, pero todos los demás son de Nathan.
Se me hace un nudo en el estómago al saber que Kyle vio que me estaba mandando
mensajes. Me siento ridícula por pensarlo siquiera. Tengo todo el derecho de tener
novio y de que él me mande mensajes. Kyle nunca ha sido nada para mí. Solo porque
mi yo preadolescente se enamoró de él durante años y tuviéramos una noche que
podría haberse convertido en algo antes de que su vida cambiara para siempre, no
significa nada.
Abro sus mensajes.
NATHAN: ¿Tuviste un buen día? Tengo muchas tareas que hacer esta noche.
Nathan: No puedo esperar para verte este fin de semana.
Nathan: Odio los dormitorios. La música está tan alta que apenas puedo
pensar. ¿Qué estás haciendo ahora?
—DIOS.
Cierro sus mensajes y abro el chat de grupo para encontrarme a Ruby exigiendo
que todas nos arreglemos en su casa el sábado por la tarde para la fiesta de Justin.
Mi pulgar pasa por encima de la pantalla, intentando decidir cómo voy a librarme
de ir, no obstante, ni siquiera lo intento porque sé que no hay nada que pueda decir
que me ayude a conseguir lo que quiero. Sobre todo, si Nathan va a estar allí.
Vuelvo a mi conversación con él.
GRUÑO. Que la fiesta sea para las animadoras no es más que una excusa para una
fiesta, aunque nadie la necesite. A nadie le importará un comino si voy o no.
—¿A eso llamas alejarte de ella? —brama Kane, volviendo su mirada asesina
hacia mí.
Sacudiendo la cabeza, doy media vuelta y me dirijo a mi habitación.
—¡No me des la espalda! —grita, haciendo que me detenga en la puerta—. Hice
todo esto por ti. Todo, carajo. Lo menos que puedes hacer es hacer lo que te digo.
—¡Vete a la mierda, Kane! ¿Qué crees que le haré?
Cierra el espacio entre nosotros. Sus hombros se tensan y sus puños se cierran
con frustración.
—Estás furioso con ella, lo entiendo. Sin embargo, tienes que dejarla en paz.
—¿Y eso por qué? —pregunto, burlándome de él—. Porque no quieres tener que
ver a Letty nunca más.
Sus labios se tuercen y sé que estoy tocando un punto sensible.
—Esto no tiene nada que ver con ella.
—¿No tiene nada que ver? Entonces, ¿por qué demonios te importaría lo que hice
con Harley? Ella no es nada para ti.
—No, no lo es. Ninguna de las dos lo es. —Está mintiendo, puedo verlo en sus
ojos—. Estás enojado con ella. Quieres hacerle daño por lo que te hizo, lo entiendo.
Demonios, yo también quiero. Pero tienes que superarlo, a menos que quieras acabar
de nuevo en el mismo lugar del que acabas de salir.
Me río.
—Crees que voy a hacerle daño. ¿Acaso no me conoces?
Le doy la espalda, me desabrocho mis jeans y los dejo caer para ponerme mis
pantalones deportivos.
—Todo lo que sé es que quieres venganza, pero déjame decirte, hermanito. No
te hará sentir mejor.
—Cuidado, hermano. O estarás a punto de admitir lo que pasó con ella esa noche.
—¡Esto no se trata de mí! —vocifera, su cara poniéndose completamente roja.
—Siempre se trata de ti, Kane. —Me enfurezco, metiendo mis pies en mis zapatos
deportivos y pasando rápidamente junto a él.
—No, Kyle. Esto ahora mismo, todo esto es sobre ti y sobre asegurarme de que
tengas un futuro por delante. ¿Por qué demonios crees que busqué a la maldita Jada
Hunter para que me ayudara con esta mierda, cuando no quiero tener nada que ver
con ellos? Fue por ti, idiota.
—Oh, así que ahora admites a quién acudiste por ayuda.
—Para empezar, no pensé que lo fueras a tomar muy bien. Ya era bastante malo
que viniéramos aquí.
—Como sea, hermano.
Empujo la puerta principal y salgo corriendo.
Necesito algo para expulsar la energía que recorre mi cuerpo después de tenerla
entre mis manos.
Aparto la imagen de sus ojos oscuros mirándome como una ratoncita asustada.
—¡Mierda! —grito mientras tomo el camino entre un par de casas y acelero el
paso. Necesito hacer algo que no implique averiguar dónde vive y terminar lo que
empezamos.
Aprieto los puños al recordar la manera en que tembló cuando pasé la punta de
mis dedos por sus muslos, cómo sé que las palabras que le dije en la mesa eran ciertas.
Si hubiera ido más arriba, sé que habría encontrado esas braguitas de encaje rojas
empapadas por mí.
El deseo inunda mis venas y mi polla amenaza con hincharse a pesar de la
velocidad a la que voy.
De verdad necesito coger, carajo.
Pienso en esas chicas con las que me desperté la otra mañana. Es imposible que
haya pasado algo con ellas. Habría sentido un poco de alivio si hubiera sido así, pero
como están las cosas, estoy tan reprimido como lo he estado desde que me encerraron
y no tuve más que mi mano para desahogarme.
Me viene a la cabeza esa animadora de la cafetería. Seguro que podría serme útil,
no obstante, pienso en ella como una posibilidad, y pierdo todo el interés.
Corro hasta que me duelen los músculos y tengo la piel cubierta de sudor. No
tengo idea de en qué lugar termino y es solo por casualidad que logro encontrar el
camino de regreso a nuestra calle.
Como era de esperar, el auto de Kane ya no está mientras camino a paso lento por
nuestra entrada. Por suerte, dejó la puerta abierta. Lo último que necesito es pasar la
noche en el porche porque el imbécil me dejó afuera.
Mientras atravieso la casa en dirección al baño, algo en la mesa del comedor llama
mi atención.
Levanto la bolsita de hierba y miro la nota.
Tranquilízate un poco, ¿sí?
Sacudo la cabeza, la dejo donde estaba y sigo adelante.
Me pongo bajo el torrente de agua tibia y dejo que el líquido me limpie por
completo, pero mientras estoy allí, en lo único que pienso es en ella. Sabía que
invitarla a mi casa era una mala idea, sin embargo, era el único lugar en el que podía
imaginar nuestro primer encuentro, lejos de miradas indiscretas.
Mi miembro palpita al pensar en lo suave que era su cuerpo, al recordar el pequeño
gemido que retumbó en su garganta cuando la toqué. Entonces vuelvo a aquella fiesta
de hace más de un año, mientras ella bailaba a horcajadas sobre mi regazo con su
minivestido. Aquella noche también tenía puestas unas bragas rojas.
Mis dedos envuelven mi pene mientras recuerdo cómo las sujeté hacia un lado y
pasé mis dedos por su humedad.
—Mierda —siseo, con la otra mano apoyada en los azulejos mientras me bombeo
con imágenes suyas en mi cabeza. Su maldito cuerpazo, su piel bronceada, sus
fascinantes ojos oscuros y sus labios carnosos.
—¡Maldición! —Mi gruñido inunda el pequeño baño cuando me vengo en la
bandeja de la ducha.
Inclino la cabeza hacia el torrente de agua, pero en cuanto mis latidos vuelven a
la normalidad me doy cuenta de que correr y ese orgasmo no han hecho una mierda
por mí.
Irritado conmigo mismo y con mi necesidad por ella, cierro la ducha y salgo.
Después de secarme y ponerme ropa limpia, agarro la bolsita de hierba y me dirijo
al columpio del porche con la esperanza de hacer lo que me sugirió Kane y relajarme
de una puta vez.
—¡EN mi casa esta noche! Tengo la casa para nosotros solos —anuncia Zayn después
de nuestra sesión de acondicionamiento después de clases el viernes.
Sus palabras me arrancan una sonrisa. Puede que solo lleve aquí unos días, pero
estoy más que listo para descubrir dónde viven él y Harley.
—Legend, ¿te apuntas? —pregunta acercándose con una toalla alrededor de la
cintura.
—Por supuesto. Estoy listo para descubrir cómo se divierten por aquí.
—Esta noche será tranquila, la verdadera fiesta es mañana por la noche. ¿No es
así, J? —le dice a Justin, que parece ser el anfitrión de la fiesta oficial de este fin de
semana.
—Claro que sí, amigo. Mis padres ya se fueron, pero Nathan me echará esta noche
para que pueda estar a solas con tu hermana.
Un gruñido retumba en la garganta de Zayn ante la mención de Harley, aunque
estoy seguro de que no es nada comparado con la forma en que se me retuerce el
estómago ante la mención de que esté en una casa sola con su novio.
Quiero preguntar por él, por ellos, mas me trago mis interrogantes. No necesito
que Zayn indague demasiado. Por lo que sé, no tiene idea de lo que pasó en aquella
fiesta, solo que Harley llamó a la policía y yo acabé cumpliendo una condena por ello.
Estoy seguro de que, si supiera que le puse las manos encima a su hermanita, no me
habría invitado a su círculo en cuanto llegué aquí.
—Será mejor que le pongas algunas putas reglas. No voy a permitir que un chico
de colegio privado pervierta a mi hermana pequeña, J.
—Nah, Nathan es una buena persona, hermano. Además, escuché sus planes para
esta noche. Ese cabrón está tan azotado por ella que ni siquiera es gracioso.
—No quiero saber nada de mi hermana azotando a nadie.
Algunos de los chicos continúan burlándose de Zayn y hacen algunas
insinuaciones sobre lo que Harley podría estar tramando esta noche, pero por suerte
en el momento en que inmoviliza a uno de ellos contra la pared por la garganta, todo
el mundo parece detenerse. Menos mal, porque yo estuve a dos segundos de hacer
algo parecido y no necesito que nadie aquí profundice demasiado en mis sentimientos
por la hermana menor de Zayn. Demonios, ni siquiera yo quiero darle importancia.
En lo que a mí respecta, quiero venganza y eso es todo.
Venganza.
Todos comienzan a desaparecer una vez vestidos, no obstante, cuando Zayn se
dispone a marcharse, se detiene junto a mí, mientras meto mi ropa húmeda y sudada
en mi mochila.
—¿Quieres venir conmigo ahora? Podríamos pedir pizza antes de que lleguen los
otros cabrones.
—Eh...
—Tengo hierba y vodka.
—Suena genial, hombre. —No es como si realmente necesitara un incentivo,
simplemente no quería parecer demasiado ansioso.
—Puedes seguirme.
El trayecto hasta el hogar de Zayn es rápido y me quedo asombrado cuando
conduce hasta la entrada de una casa enorme.
Sabía que a su madre le había ido bien, pero ¡mierda! Este lugar está a años luz
de los remolques de mierda en los que crecimos.
—Wow, este lugar es... —digo después de estacionarme detrás de él y salir,
recorriendo con la mirada la enorme casa que tengo ante mí.
—Lo sé, ¿verdad? Un poco impactante después de Creek.
—Tan cierto, carajo.
—Vamos, te daré un tour y luego comeremos.
Asiento con la cabeza y lo sigo hacia el interior.
—Jesucristo —murmuro mientras entro al enorme vestíbulo con una
impresionante escalera que lleva al segundo piso.
—Buenas tardes —anuncia Zayn mientras gira a la izquierda. Unos pasos corren
hacia nosotros y cuando levanto la vista me encuentro a su chica saltando a sus brazos.
—Zayn. —Otra voz conocida, una que me produce un cosquilleo, advierte—:
¿Qué demonios hace él aquí?
—Ha venido a pasar el rato antes de que lleguen los chicos. No creí que te
importaría, saldrás con el galán. —Zayn se aparta al decir esas últimas palabras y los
ojos de Harley encuentran los míos.
La saludo con la cabeza.
—Tienes planeada una noche especial, ¿eh? —pregunto, aceptando una lata de
refresco que Zayn saca para mí del refrigerador.
Se me queda mirando un momento, con los ojos entrecerrados por la rabia.
—Voy a arreglarme.
Sin decir otra palabra, Harley se baja del asiento y sale corriendo de la habitación.
—Bueno, eso salió bien —murmuro, tomando asiento en el lugar que dejó libre.
—Voy a...
—Déjala, Pops. Tendrá que acostumbrarse a tenerlo cerca.
Los ojos de Poppy encuentran los míos.
—En la escuela, sí, sin embargo, no necesitabas traerlo aquí y restregárselo delante
de sus narices.
—Simplemente quiero pasar el rato con mi viejo amigo. ¿Eso es tan malo, nena?
—La estrecha entre sus brazos y le roza su cuello con su nariz.
—¿Quieren que los deje solos? —inquiero con un tono divertido.
—No, voy a ver cómo está Harley. Solo... sé un poco más sensato. —Poppy me
mira y entrecierra los ojos en señal de advertencia.
—¿Qué? ¿No fui amable? —pregunto a la defensiva. La verdad es que no tengo
idea de lo que Harley les ha contado a sus amigas sobre mí. Si son tan ignorantes
como Zayn de lo que pasó entre nosotros o lo saben todo.
Por la forma en que Poppy me está mirando ahora, me inclino por lo segundo.
Supongo que debería esperarlo. Las chicas se cuentan todo.
—Bajaré a buscarte en un rato. —Poppy roza sus labios con los de Zayn, pero se
retira antes de que él pueda tomar lo que realmente quiere.
Él la mira marcharse, prácticamente babeando mientras ella se va.
—No puedo creer que tu madre les permita vivir juntos —señalo, preguntándome
por qué no la sigue y toma lo que tan claramente quiere.
—Es complicado. Si no viviera aquí, no sé dónde habría ido a parar.
—A tu madre le gusta ayudar a chicos con problemas, ¿eh?
—No tienes idea. ¿Vamos? —indica, inclinando la barbilla hacia la puerta.
—Claro.
Se abre paso por la casa como si fuera algo normal, que supongo que lo es, yo,
en cambio, me quedo boquiabierto mirando cada habitación por la que pasamos. Este
lugar es enorme y me hace apreciar mucho más lo que hizo Jada. La gente no sale así
como así de Harrow Creek, y si tienen la suerte de hacerlo no encuentran realmente
este nivel de éxito. Esto realmente demuestra que Jada Hunter es única en su tipo.
Esta es la mierda con la que nosotros, los chicos de Creek, soñamos, pero sabemos
que está totalmente fuera de nuestro alcance. Esto me hace reconsiderar. Un año
decente en Rosewood High y con suerte una oportunidad en alguna universidad y
podría hacer algo, hacer cualquier cosa, mejor que la vida a la que me habrían
condenado en Creek.
—Esta es mi guarida.
—Y es más grande que toda nuestra casa. —Contemplo la enorme televisión de
pantalla plana que ocupa casi toda una pared, las ventanas que abarcan desde el suelo
hasta el techo que cubren otra junto con dos sofás gigantes, un refrigerador y todo lo
demás que un grupo de chicos podría necesitar para entretenerse un rato.
—Eres bienvenido cuando quieras, hombre. Mi casa es tu casa.
—No estoy seguro de que todos bajo este techo estén de acuerdo con eso.
—Harley se acostumbrará. Dale tiempo.
Le doy la razón porque no hay mucho más que hacer, pero estoy seguro de que
las cosas van a mejorar en vez de empeorar.
Me dejo caer en uno de los sofás y apoyo mis pies en la mesa de centro.
—Esto es vida, amigo. Eres un hijo de puta muy afortunado, ¿lo sabías?
—Sí. —Se ríe—. Sí, lo sé. —Se acomoda en el otro sofá y me mira—. Entonces,
¿cuál es el plan? Un año en Rosewood y luego...
—Veamos si sobrevivo al año primero.
Se ríe entre dientes.
—Sé que solo han pasado tres días, pero ese lugar es como un parque infantil
comparado con el zoológico al que estamos acostumbrados. Allí no tendrás ningún
problema. Además, tienes muchas posibilidades de entrar al equipo, y has comenzado
a dar tutorías de nuevo, ¿verdad?
—Eh... s… sí. No creo habértelo contado —murmuro, sabiendo perfectamente
que no lo hice porque no quería decirle que me habían asignado a Harley como
alumna.
—No, Ash lo mencionó. Quieres ir a la universidad, ¿verdad?
—Sí, supongo. Ni siquiera sé si es posible ahora. Kane invirtió todo lo que
teníamos en la casa para traerme aquí. No sé qué nos deparará el futuro.
—Lo que tú quieras, hombre. Empieza a analizar universidades, mira qué
requisitos piden para las becas, serían estúpidos si no te aceptaran.
—Ya veremos. Un paso a la vez.
Tocan la puerta y Ashton asoma la cabeza.
—¿Todo bien? —Se deja caer a mi lado—. Ruby subió a ayudar a Harley —
explica.
—¿Así que básicamente aquí es donde pasan el rato mientras las chicas se peinan
y eso? —pregunto, mirando entre ellos con una sonrisa burlona.
—Básicamente.
—Saben que probablemente estén arriba hablando de ustedes en este momento,
¿verdad?
—Nah, están hablando de ti. Harley te odia, hombre.
CAPÍTULO OCHO
HARLEY
E s agradable sentirse parte de algo otra vez y, mientras miro a los amigos de Zayn,
me pregunto si era aquí donde se suponía que debía estar todo este tiempo.
Suena música de fondo y hay repeticiones de partidos de fútbol americano
en la TV, pero nadie les presta atención, están demasiado borrachos, drogados o tienen
a una chica en el regazo. Bueno, solo Zayn y Ashton cuyas chicas están aquí. Por
alguna razón, prohibieron que otras nos acompañaran esta noche. Parece un poco
injusto si me preguntas, pero aquí estamos.
—Ustedes dos, ¿quieren hacerlo arriba? Puede que te haya echado de menos,
hermano, pero no quiero ver tu polla —exhorto arrastrando mis palabras a Zayn, que
tiene a Poppy en su regazo a mi lado—. A menos que quieras que me una. Estoy
seguro de que podría enseñarle a tu chica un par de cosas.
—Cierra la puta boca, Legend, y mantén tus malditas manos quietas —gruñe,
aunque no levanta la cabeza del cuello de su chica.
—Qué delicado —me burlo—. Apuesto a que Ash no es tan posesivo.
—Yo no apostaría por eso, hombre. Si quieres que tu polla entre en acción, espera
a que el equipo de animadoras se pongan cachondas mañana por la noche. Las tendrás
haciendo fila para darte la bienvenida a Rosewood como es debido.
—¡Zayn! —chilla Poppy—. Eres un cerdo.
—¿Vas a intentar decirle que no es verdad? —Se queda mirando a su chica con
la ceja levantada.
Tiene sus labios hinchados por sus besos, las mejillas sonrojadas y los ojos
desorbitados por la lujuria. Estirando mi mano, acomodo mi semierección. Maldición,
quiero una chica así sobre mi regazo.
—Err... no, él tiene razón. Son un montón de zorras. Solo ten cuidado, ¿sí? Todos
sabemos dónde han estado. —Echa un vistazo a la habitación antes de volver a mirar
a su chico.
—Oye, yo soy hombre de una sola mujer.
—Ahora lo eres —señala.
—Claro que sí, demonios, y estoy a punto de demostrarlo. Discúlpanos. —Zayn
se levanta con Poppy aún en brazos y tras decirles a todos los presentes que se larguen
de su casa, desaparecen por la puerta.
—¡Maldito hijo de puta gobernado! —Alguien le grita.
—Larguémonos de aquí. Los Juniors están de fiesta en Richstone. ¿Vamos?
Una ronda de aprobación suena y después de unos minutos, todo el mundo
comienza a irse.
—Fury, Rubes, ¿vienen?
—Ella sí se vendrá, maldición.
—Ashton. —Si se supone que Ruby quería regañarlo, fracasa rotundamente
cuando su nombre sale de sus labios como un gemido.
—Demonios, necesito follar —murmura Justin antes de seguir a los otros fuera
de la habitación.
—Bien, bueno, los dejaré solos.
—Te lo agradezco, hombre —comenta Ash mientras besa el pecho de Ruby—.
¿Hacemos ejercicio en la mañana?
—Claro. Mándame un mensaje cuando no tengas una chica pegada a ti.
Me enseña el dedo medio a espaldas de Ruby y me escabullo de la habitación,
cerrando la puerta para darles un poco de privacidad.
Pongo la mano en la puerta principal, a punto de abrirla cuando miro hacia las
escaleras por encima de mi hombro. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando se
me ocurre una idea.
Jada no está y las dos parejas que quedan en la casa están ocupadas, así que...
Antes de que termine de procesar la idea, estoy a medio camino de las escaleras
que espero que me lleven al dormitorio de Harley.
—¡Oh, Dios, Zayn! —grita Poppy cuando llego al último escalón.
Sacudo la cabeza, preguntándome cómo Jada y Harley aguantan esa mierda
probablemente a diario, antes de detenerme en la puerta opuesta de donde procede el
ruido y abrirla de un empujón.
Sé que es la suya casi de inmediato y no solo porque las paredes son tan rojas
como su cabello, sino porque huele a ella. Todo en este espacio es como ella.
Cierro la puerta y me coloco en el centro de la habitación, contemplando todo.
Estoy de pie junto a un librero al otro lado de la habitación, recorriendo con la
mirada la increíble cantidad de fotos enmarcadas que tiene cuando la puerta se abre
detrás de mí.
Estaba tan absorto mirando fragmentos de su vida que no escuché ningún
movimiento afuera de la habitación.
Sus sollozos recorren la habitación y, cuando me doy la vuelta, la encuentro de
espaldas a la puerta y con su cara entre las manos.
Bueno, esto no era lo que esperaba.
Abro la boca para decir algo, pero pronto me doy cuenta de que no se me ocurre
nada.
La observo durante largos segundos mientras se desmorona frente a mí.
Una parte de mí disfruta viendo su dolor después de la agonía a la que me condenó
durante el último año, sin embargo, hay una parte más suave enterrada en algún lugar
profundo de mí que siente pena por ella y quiere ayudarla. Lamentablemente, cuando
se da cuenta de que hay alguien mirándola, no es esa parte amable de mí la que emerge.
Doy un paso adelante y el suelo bajo mis pies cruje lo bastante fuerte como para
escucharse por encima de sus sollozos.
Levanta la cabeza de entre sus manos y sus ojos se abren de par en par mientras
un grito sale de su garganta.
Estoy sobre ella en un instante, con mi mano alrededor de su boca para que no
alerte a Zayn.
Sus ojos llenos de lágrimas se clavan en los míos. En ellos se mezclan la confusión,
la conmoción y la tristeza.
—Hola, Gatita. Qué sorpresa verte aquí. —Le sonrío mientras me araña el brazo,
intentando desesperadamente quitar mi mano de su boca.
—¡Lárgate de mi habitación, imbécil! —revira en cuanto la suelto.
Me río, acercándome a ella y obligándola a apoyarse contra la puerta.
—Creo que me quedaré un rato, si no te importa. Parece que necesitas compañía,
Gatita. —Levanto mi mano para limpiarle los rastros de lágrimas, pero ella aparta la
cabeza antes de que pueda tocarla.
—¿Qué te pasa? ¿No se le paró?
—Jódete, Kyle.
—Ah, ¿ese fue el problema? —Me inclino hasta que mis labios rozan su oreja—.
¿Que no era yo?
Jadea, no obstante, en ningún momento intenta discutir, lo que me parece
interesante.
—Aléjate de mí y sal de mi casa.
Golpea mi pecho con sus manos e intenta empujarme, pero su fuerza no se
compara con la mía.
—Casi es tierno que pienses que puedes empujarme.
—Si me dejaras en paz, no tendría motivos para tocarte, y mucho menos para
empujarte.
—¿Y qué tendría eso de divertido? No me gustaría que me olvidaras.
—Créeme, eso es imposible —espeta, mirándome fijamente con una mueca de
disgusto en el labio superior.
—¿Por qué, Gatita? ¿Estoy aquí? —Le golpeo la sien con dos dedos.
—¿Quieres dejar de tocarme?
—No, no creo que lo haga. ¿Sabes por qué?
—Si dejo que me lo digas, ¿me harás el favor de salir de mi maldita habitación?
Hago como que lo pienso.
—No.
Pone los ojos en blanco, estiro mi mano y tomo su barbilla con ella de manera
brusca.
—Ouch —se queja, jalando mi brazo con la esperanza de que la suelte.
—¿Qué pasó esta noche, Gatita? ¿Qué hizo ese hijo de puta para que volvieras
aquí antes de medianoche llorando?
—N… nada.
—Ah, ¿sí? Escuché que tenían la casa entera para ustedes solos esta noche, así
que, en mi mente, probablemente deberías estar desnuda en este momento.
Doy un paso hacia su cuerpo, mi rodilla empujando entre las suyas y mi cadera
inmovilizándola contra la pared.
—S… solo porque estuviéramos solos en la casa, no significa...
—¿Intentas decirme que él quería jugar scrabble, Gatita? —Intenta desviar la
mirada, pero la agarro con fuerza y la mantengo en su posición, asegurándome de que
no tenga ningún otro lugar al que mirar que no sean mis ojos—. Entonces, ¿qué pasó?
Aprieta fuertemente sus labios, negándose a hablarme, aunque lo que sea que la
hizo huir sigue rondando por su mente porque sus ojos siguen llenos de lágrimas sin
derramar.
La tensión crece entre nosotros mientras le suplico en silencio que me lo diga para
saber si tengo que ir a golpear al estúpido hijo de puta por hacerla llorar mientras ella
me suplica que lo deje pasar y la deje en paz.
Puede que aún no se haya dado cuenta, pero solo uno de los dos está ganando
esta lucha silenciosa.
—¿Te digo lo que pienso, si no me vas a decir lo que necesito saber?
Me mira con los ojos entrecerrados, pero sus labios permanecen sellados.
—De acuerdo. —Sonrío—. Creo que el chico de colegio privado no es a quien
realmente quieres. Pienso que sabes que él no puede darte lo que necesitas. Crees que
él es a quien deberías querer. Crees que cuidará de ti con su maldito coche de lujo
y su enorme cuenta bancaria. Pero él no te hace sentir nada, ¿verdad? Ves, puedes
sacar a la chica del parque de remolques, Harley, pero nunca podrás sacar el parque
de remolques de la chica.
Su respiración aumenta a medida que hablo, su pecho se agita y sus fosas nasales
se ensanchan con su necesidad de aire cuando aún se niega a abrir sus labios.
—Creo que... —continúo—. Te toca como si fueras de cristal. Como si fueras
algo valioso que tiene que atesorar. Mientras que...
—Kyle. —Jadea, mientras le arranco la chaqueta de los brazos y la tiro al suelo
detrás de mí.
En segundos, tengo ambas muñecas presionadas contra la puerta por encima de
su cabeza en una de mis manos.
—Oh, así que ahora tienes algo que decir. Eso demuestra mi teoría, ¿no crees?
—No tienes idea de lo que estás hablando.
Una sonrisa arrogante se dibuja en mis labios.
—¿No es así? Te conozco, Harley Hunter. Te conozco mejor de lo que crees y sé
exactamente lo que necesitas. ¿Quieres que te lo demuestre?
Su mirada no se aparta de la mía e irradia reto, desafiándome a hacer exactamente
lo que acabo de decir, aunque le aterra exigírmelo.
Me aprieto contra ella, disfrutando del calor de su piel contra mi cuerpo. Ha pasado
demasiado tiempo desde que sentí el cuerpo de alguien contra el mío y, carajo, quiero
más.
Piel contra piel.
Mi polla se agita ante la idea de tenerla desnuda debajo de mí para enseñarle cómo
debe hacerse.
—Te ves tan hermosa cuando lloras. —Mi voz es más suave que antes y sus ojos
se entrecierran con recelo.
Me inclino hacia ella y lamo su mejilla. Sus lágrimas saladas cubren mi lengua y
la necesidad que crece dentro de mí casi explota.
No dudo que podría levantarla contra la puerta ahora mismo y cogerla. Puede que
quiera resistirse. Puede que me odie. Sin embargo, no puede negar lo que su cuerpo
desea. Lo deseaba aquella noche y lo desea ahora a pesar de haber pasado la noche
con su novio pendejo.
—Sin embargo, hay un problema. —Le acaricio la mejilla con ternura y le limpio
una lágrima con mi pulgar. Me inclino para que nuestros labios casi se toquen y le digo
lo que realmente estoy pensando—. No fui yo quien te hizo llorar. Fue él. —Jadea
cuando mi mano rodea su garganta. Sus labios se separan y sus ojos se abren de par en
par—. Ahora dime, Gatita. ¿Por qué te hizo llorar ese hijo de puta en tu gran noche?
—Vete, por favor —suplica, pero no hay firmeza en sus palabras. Es lo que ella
cree que debería decir.
—Gatita, deja de intentar ser una niña buena, ambos sabemos que no lo eres. Dime
la verdad.
—Jódete.
—Créeme. Estoy a treinta segundos de hacerlo.
Traga nerviosamente bajo mi agarre, su pulso retumba contra las puntas de mis
dedos.
—Oh, ¿es eso lo que quieres? ¿Quieres que te coja, Gatita?
—No, yo...
—¿Él no fue lo suficientemente hombre para hacerlo? ¿Necesitamos enseñarle
cómo se hace?
Acerco mis labios a su cuello y muerdo la piel sensible justo encima de donde mi
pulgar se clava en su piel.
—Kyle —se queja, levantando la rodilla como si fuera a pegarme de nuevo.
«No esta vez, nena».
Vuelvo a meter la rodilla entre sus muslos y me aseguro de presionar su coño,
sabiendo que no resistirá la tentación de restregarse contra mí si está tan excitada
como creo.
—¡Mierda!, sabes demasiado bien para ser tan mala.
Muevo mis dientes por su clavícula, el calor de su piel casi quemando mis labios.
—¿Él te hizo esto, Gatita? ¿Besó cada parte de este cuerpo pecaminoso antes de
hacerte llorar?
—Kyle, necesitas... —gime, pero sus palabras se interrumpen cuando desciendo
hasta el escote de su vestido y la curvatura de sus senos.
—¿Llegó hasta aquí, Gatita? ¿Descubrió que no llevabas nada puesto debajo del
vestido? —Niega con la cabeza y me resulta casi imposible contener mi sonrisa—.
Qué estúpido hijo de puta. Estaba ahí para tomarlo y no te desnudó y tomó lo que
era suyo.
Bajo la parte superior de su vestido y dejo su pecho al descubierto. Pequeño,
perfecto y rogando por mis labios.
—Oh, Dios. —Jadea mientras meto su pezón en mi boca y hago girar mi lengua
alrededor de su dura punta.
—¿Esto es lo que necesitabas, Gatita?
—Mierda, tienes que parar, Kyle. No deberíamos...
—¡A la mierda con lo que deberíamos o no deberíamos hacer, Harley! Me lo debes
y quiero castigarte por ello.
—¿Q… qué vas a hacer?
No le respondo, sobre todo porque no lo sé.
Me he imaginado un millón y un maneras de hacerle daño por lo que me hizo
aquella noche. Pero ahora que estamos aquí, con su aroma en mi nariz y su sabor en
mi lengua, lo único que quiero es tomar.
Quitarle todo a ese estúpido hijo de puta que no fue lo bastante hombre para
hacerla suya.
Vuelvo a subir hasta su cuello y arrastro mis labios por su mejilla hasta posarlos
justo encima de sus labios carnosos.
Se me hace agua la boca por besarla. Recordar exactamente cómo fue perderme
en ella y olvidar el mundo exterior y toda la mierda de nuestras vidas.
Sin embargo, no lo hago.
En lugar de eso, busco la parte de abajo de su vestido y se lo subo, aunque no
cubra mucho.
—¿Qué tal aquí, Gatita?
Rozo con la punta de mis dedos la tela cubierta de encaje. Se estremece en mis
brazos, su garganta trabajando a toda velocidad mientras traga y su pulso se acelera.
Un gemido sale de sus labios, pero me niego a darle más hasta que me responda.
—¿Gatita?
Mantiene sus ojos fijos en los míos, entrecerrados por la rabia y la frustración.
—Si quieres más, vas a tener que responder a mi pregunta.
—Te odio —gruñe.
—Y aún así estás tan mojada por mí, carajo. ¿Me estás mintiendo, Gatita?
—No. De verdad te odio, demonios.
—Bien —digo, asustándola—. Porque yo también te odio de verdad. Ahora dime,
¿te tocó?
Algo brilla en sus ojos y sus labios se mueven en las comisuras.
—Sí —afirma orgullosa—. Sí, recorrió mi coño con sus dedos. ¿Eso es lo que
querías oír?
Algo explota dentro de mí y quito mi mano de su garganta y la golpeo contra la
puerta junto a su cabeza, sobresaltándola.
—¿Qué diablos, Kyle?
—Esto... —declaro, cubriéndola con toda mi mano, sus jugos cubriendo mis dedos
incluso a través del encaje mientras su calor me quema—. Esto me pertenece. ¿Lo
entiendes?
—Él es m… mi novio.
—El que te envió a casa esta noche llorando después de su cita. Realmente creo
que deberías reconsiderarlo, Gatita.
—¿P… por ti? —tartamudea.
Una risita malvada sale de mis labios.
—No, Gatita. Ya me perteneces.
—¡Kyle! —chilla mientras le arranco las bragas y hundo mis dedos en su
humedad.
—Maldición. Tan empapada por mí, Gatita. ¿Cuánto tiempo llevas pensando en
esto, en que te toque?
Sus labios se entreabren, pero cuando me introduzco más en su calor, no sale
ninguna palabra.
Aprieto todo mi cuerpo contra ella mientras mi dedo sigue acariciando sus paredes
a la par que sus músculos se aprietan a mi alrededor. Sus manos rodean mi brazo,
clavándome las uñas, pero en ningún momento intenta detenerme o apartarme, como
yo sabía que no lo haría.
—¿Él se sintió así de bien? —gruño en su oído, mi polla frotándose contra su
cadera, desesperada por entrar en acción.
Mueve la cabeza violentamente de un lado a otro.
—Kyle. —Jadea cuando deslizo un segundo dedo dentro de ella—. ¡Oh, Dios!
Doblo mis dedos, buscando su punto de placer mientras sus jugos siguen goteando
por mi mano.
—¿Hizo que te vinieras? —le susurro al oído, pero esta vez se queda callada—.
Contéstame o me detendré. ¿Hizo. Que. Te. Vinieras?
Niega con la cabeza, aunque con un poco menos de entusiasmo que antes.
Una sonrisa se dibuja en un lado de mi boca. «Maldito cobarde de colegio
privado».
—¿Por qué, Gatita? ¿Por qué no pudo tenerte así? —Me alejo para observarla
mientras monta mi mano.
Los tirantes de su vestido se han caído de sus hombros, bajando el escote de su
vestido, y aunque sus pechos están cubiertos, no deja mucho a la imaginación. Su
pecho se agita, dejando al descubierto sus pezones cada vez que respira
entrecortadamente.
Sus dientes atacan su labio inferior mientras corre hacia la meta, toda su cara está
ruborizada por el calor y sus ojos están firmemente cerrados.
—¡Mírame! —exijo, odiando que su cabeza pudiera estar en otra parte más que
en este momento. Podría estar imaginando que está con él. Después de un instante,
sus párpados se abren y sus ojos oscuros, llenos de lujuria, encuentran los míos—.
¿Por qué no hizo que te vinieras, Gatita?
—P… porque... ¡mierda! —Jadea mientras le presiono su clítoris con mi pulgar.
Sus ojos se entrecierran, pero no se cierran del todo.
—¿Por qué?
—¡Oh, Dios! —gime, y su coño me aprieta mientras su orgasmo alcanza la cima.
Inmediatamente dejo de moverme.
Tarda unos segundos en darse cuenta de lo que está pasando, pero cuando lo hace
su expresión se vuelve más severa.
—Eres un maldito imbécil, Kyle.
—Nunca he pretendido ser otra cosa, Gatita. Ahora dime lo que necesito saber y
tal vez te dé lo que necesitas.
—¿Tal vez? —se burla.
—Bueno, no sería el primero en dejarte con las ganas esta noche, según parece.
—Sus labios se fruncen de rabia—. Ahora, Gatita, dime por qué no pudo hacer que
te vinieras.
—¿Por qué te importa?
—Porque volviste a casa llorando. Quiero saber qué te hizo para causarlo, así
sabré lo mucho que tengo que hacerlo sufrir.
—¡No! —grita—. No, no lo toques.
—¿Por qué no? —gruño, poniéndome justo frente a ella, nuestras narices
tocándose y nuestras respiraciones mezclándose.
—P… porque... —Acaricio su punto G animándola—. Porque no eras tú —
escupe, y un instante después sus ojos se abren de par en par al darse cuenta de lo
que acaba de confesar.
Una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro mientras mi pecho se hincha.
—¿Pensabas en mí, Gatita, mientras te cogía con sus dedos? —Aprieta
fuertemente sus labios para no decir nada más de lo que pueda arrepentirse—. Maldita
sea, ¿tienes idea de lo duro que me pone eso?
Levanto su mano de la puerta y la coloco contra mi entrepierna.
—Kyle —gime mientras sus dedos se doblan alrededor de mi longitud.
Aprieto mi mandíbula mientras intento contenerme.
—Entonces, déjame ver si lo entendí... —Mis dedos comienzan a moverse de
nuevo—. Mientras te metía los dedos hasta el fondo de tu coño, tenías los ojos
cerrados y estabas imaginando que era yo. Carajo, Gatita.
—¡Kyle, Kyle, mierda! —gime mientras su orgasmo perdido regresa.
Su cuerpo se tensa y me inclino hacia su oído mientras ella se deja llevar por las
oleadas de placer que le permito tener.
—Te arrepentirás de haberme confesado eso, Gatita —advierto con voz grave y
amenazante.
En cuanto su cuerpo se debilita, dejo de tocarla y me alejo. Si no pongo un poco
de espacio entre nosotros ahora mismo, no podré parar.
—Abre —ordeno, acercando mis dedos a sus labios. Se niega y mi ira sube de
tono—. Dije abre —gruño, y vuelvo a ponerle la mano en la garganta.
Sus labios se separan por la sorpresa y le meto los dedos en su cálida boca.
Me chupa los dedos, lamiéndome la piel con su lengua, saboreándose a sí misma.
Retiro mis dedos de su calidez y la beso con fuerza, deseoso de saborearla. Mi
lengua invade su boca, buscando la suya. Casi espero que me rechace, que vuelva a
darme un rodillazo en los huevos, pero lo único que hace es dejarse caer en mis brazos
y devolverme el beso.
Estiro mis manos alrededor de la parte posterior de sus muslos y la levanto,
separándola de la pared y llevándola al interior de su habitación.
En cuanto mis piernas tocan el borde de su cama, la suelto, arrojándola en el centro
y viéndola rebotar con su vestido subido a la cintura, mostrándome sus diminutas
bragas empapadas.
Levanto la mano y paso mi pulgar por mi labio inferior, recordando cómo se sintió
el suyo.
—La próxima vez —advierto—. No voy a alejarme tan fácilmente. —Me doy la
vuelta y me dirijo a su puerta. Se queda callada detrás de mí, excepto por su respiración
agitada—. ¿Y, Harley? —agrego, manteniendo mi mirada fija en la madera que tengo
enfrente, sabiendo que si miro hacia atrás perderé completamente el control—.
Deshazte del chico del colegio privado antes de que yo lo destroce.
CAPÍTULO DIEZ
HARLEY
—¿P orcalma.
qué carajo fue eso? —le bramo a Ashton cuando el dolor de su golpe se
Me froto la cabeza, preguntándome qué demonios le hice.
—Me jodiste la puta noche —refunfuña mientras salimos de mi casa por la ruta
para correr que he encontrado en los últimos días.
Las dos últimas personas que esperaba encontrar anoche al bajar las escaleras de
la casa de los Hunter eran Ash y Ruby, que parecían satisfechos.
Estaba claro que habían aprovechado la habitación vacía en la que los dejé. Verlos
tan contentos no mejoró mi humor mientras me alejaba cada vez más de Harley.
—ME NEGUÉ a que Ruby subiera a ver si Harley estaba bien y, como castigo, no
quiso hacerlo.
—Wow, cómo lo soportaste —digo inexpresivamente.
—¿Qué pasó?
—Cómo que ¿qué pasó?
—Bueno, subiste a verla, ¿no? Sabíamos que había vuelto, vimos su auto.
—Sí, la vi. —Me mira mientras seguimos corriendo uno al lado del otro—.
Simplemente... aclaramos algunas cosas.
—Claaaro.
—¿Qué?
—Oh nada, te vimos, ¿recuerdas? Lo que sea que estuvieran aclarando... bueno...
—Qué mierda, hombre. Harley y yo... tenemos asuntos pendientes.
—Sí, bueno, espero que hayas terminado sus asuntos mejor que ella con los tuyos.
—Eres un imbécil.
—Se necesita uno para reconocer a otro.
Acelero un poco y lo dejo atrás mientras se ríe de mí.
—Así que, ¿qué pasa entre ustedes dos? —inquiere cuando me alcanza fácilmente.
Me quedo sin aliento.
—Algo pasó antes de que me arrestaran esa noche.
—Ella hizo la llamada, ¿verdad?
—Sí —suspiro—. Mis amigos, ellos... llevaron las cosas demasiado lejos, Harley
acabó en medio del lío y yo pagué el precio.
Me detengo lentamente cuando el océano emerge a lo lejos y juntos bajamos a la
arena y nos sentamos en una de las dunas más apartadas.
—Bien, ¿así que la odias por haber llamado a la policía?
—Sí y... —Me quedo a medias, porque no quiero hablar de esto.
—Y...
—No lo sé, hombre. —Levanto las piernas y apoyo mis brazos sobre ellas
mientras miro el sol que brilla en el océano frente a nosotros.
Seguro que no es Harrow Creek.
Sacudo mi cabeza mientras las imágenes de ese lugar llenan mi mente. Realmente
es un infierno comparado con esto.
—¿La deseas? —Su pregunta hace que mi corazón se agite en mi pecho.
Sí, la deseo. Quiero hacerle daño, maldita sea. Pero no se lo digo.
—Es la hermana pequeña de Zayn, aunque la quisiera, está prohibida.
Me mira, sus ojos divertidos sostienen los míos durante unos segundos.
—Soy la persona equivocada para hablar de lo que está prohibido. Me estoy
acostando con mi hermanastra.
Sacudo mi cabeza.
—¿Cómo ocurrió eso, por cierto? —curioseo, contento de tener una forma de
desviar esta conversación de mí.
—Más o menos igual que contigo ahora. La odiaba, quería hacerle daño. Y resultó
que... es increíble, maldita sea.
—Nunca dije...
—No era necesario. Puedo verlo, hombre.
—Cierto —murmuro, apartando mis ojos de él y volviendo a mirar hacia el
horizonte.
—Solo... intenta no hacer algo de lo que te puedas arrepentir. Ellas pueden
perdonar hasta cierto punto.
—No quiero su maldito perdón.
—Lo sé, solo digo.
Nos quedamos en silencio mientras vemos las olas chocar contra la playa. El
sonido de los niños jugando a lo lejos se filtra hasta nosotros, y me pregunto cómo
habría sido crecer aquí con una familia decente.
Suelto un suspiro y parece que Ashton sabe exactamente lo que estoy pensando.
—Es una vida diferente aquí, ¿eh?
—Sí, se podría decir eso.
En realidad no hemos hablado mucho de su pasado, pero sé lo suficiente como para
darme cuenta de que probablemente sea por eso por lo que nos sentimos identificados.
Sabemos lo dura que puede ser la vida. Hemos visto la miseria, la desesperación, la
desesperanza. También hemos experimentado la pérdida.
—¿Aún no has regresado? —pregunta, supongo que sobre Creek.
—Nah. No tengo ningún interés en volver. Mi vida allí terminó en el momento en
que me metieron en la parte trasera de esa patrulla.
—¿No tienes más familia?
Niego con la cabeza, aunque no me está mirando.
—Mis padres murieron cuando éramos pequeños. Mi abuela murió mientras yo
estaba encerrado. Solo somos Kane y yo.
—Eso es una mierda.
—Es lo que es. Las cosas solamente pueden mejorar, ¿verdad?
—¿Qué pasa con los que dejaste atrás? Te detuvieron por posesión, ¿acaso no hay
alguien que quiera su mercancía de vuelta?
Su pregunta me hiela la sangre.
Sé que aún no ha pasado una semana, pero aun así, me sorprende no haber visto
ni sabido nada de nadie. Gray nunca fue de los que dejan pasar las cosas y yo caí con
mis bolsillos llenos de su maldita droga.
—Sí, no puedo imaginar que se le haya olvidado. —Podría ir a Creek a buscarlo,
ahorrarme la espera, pero no estoy dispuesto a volver a meterme en la boca del lobo.
—Bueno, yo te apoyo, hombre. Si lo necesitas.
Lo miro.
—Gracias. Te lo agradezco.
—Vendrás a la fiesta esta noche, ¿verdad?
—Claro que sí, he estado encerrado un puto año. De ninguna manera voy a dejar
pasar esa oportunidad, hombre.
Después de unos minutos, me levanto sacudiéndome la arena del trasero.
Le hago un gesto con la cabeza.
—¿Listo para volver?
—Sí, vamos.
KANE se la pasa fuera todo el día. Sigo sin tener la más puta idea de lo que está
haciendo, y no es que tenga la oportunidad de preguntárselo, ya que nunca está aquí.
Paso la tarde haciendo tareas antes de meterme en la ducha otra vez y alistarme
para esta fiesta.
Los recuerdos de algunas de nuestras fiestas en Creek llenan mi mente, y me
pregunto qué tan diferentes serán aquí. Espero que bastante, ya que la última a la que
fui acabó conmigo siendo arrestado.
Estoy metiendo mis pies en mis zapatos deportivos cuando suena la bocina de un
auto. Agarrando mi teléfono salgo antes de cerrar la casa y trotar hasta la calle.
El coche de Zayn está esperando en la acera.
—Buenas noches —murmuro mientras me dejo caer en su asiento vacío.
—¿Dónde está Poppy?
—Se está arreglando con las chicas. Nos encontraremos allí más tarde.
Asiento con la cabeza, con una gran emoción creciendo en mi estómago ante la
idea de volver a ver a Harley.
Puede que solo hayan pasado unos días, pero mientras Zayn nos conduce por
Rosewood, me doy cuenta de que ya empiezo a acostumbrarme al lugar.
Al principio, ver las casas lujosas situadas detrás de las carreteras me resultaba
extraño. Estaba acostumbrado a los remolques de mierda que estaban amontonados
en cualquier pedacito de tierra que alguien pudiera ocupar.
—Es raro, ¿verdad? —pregunta Zayn, viendo claramente lo que capta mi atención
—. Es como un mundo completamente diferente. Aunque es bueno.
—Sí, estoy empezando a darme cuenta. Puedo entender por qué Kane pensó que
era una buena idea.
—Cualquier lugar habría sido mejor que volver a Creek.
—Esa es la puta verdad. ¿Todavía regresas a ver a tu viejo? —agrego.
—Tristemente. El maldito estúpido aún se niega a irse.
—Supongo que hay gente a la que le gusta vivir así —comento.
—Sí, malditos idiotas. ¿Alguna noticia de Gray? —cuestiona, y al igual que antes
el escuchar su nombre me hace detenerme.
—No, ¿y tú?
—No, amigo. Todos cortaron lazos conmigo mucho antes de que tú cayeras.
Me siento culpable porque yo fui uno de ellos. Corté lazos en el momento en que
Zayn dejó Creek. Aunque no fue por elección.
—Escucha... lo sien...
—No necesitas hacer eso, Ky. Lo entiendo.
—Sí, bueno. Aun así, apesta.
—Me fui. Sabía que era un nuevo comienzo. No esperaba seguir encajando.
Suelto un suspiro.
—Te extrañé, hombre.
—Aw, pequeño Legend, te me estás ablandando.
—Es mejor que ponerme duro por ti —digo inexpresivo.
—Guárdatelo para las malditas animadoras, hombre. Hablando de eso, ¿quieres
saber cuáles son las mejores para divertirte?
—Ya lo creo. Llevo un puto año pegado a mi mano. Necesito toda la información,
hombre.
Se ríe a mi lado antes de empezar a hablar de con quién quiero y con quién no
quiero acostarme esta noche. Hago todos los ruidos correctos en los momentos
adecuados para hacerle creer que estoy interesado. Pero, en realidad, esta noche solo
hay una chica a la que quiero acercarme y me importa una mierda que piense que
estará allí con su novio. Él necesita que le den una lección tanto como a ella por
permitir que se fuera llorando anoche. Maldito pendejo.
Cuando llegamos y Zayn se estaciona, ya hay muchos autos en la entrada de Justin.
—Bien, vamos a que te vayas acostumbrando a festejar al estilo Rosewood.
—Mientras termine mejor que la última fiesta a la que fui, estaré bien.
Zayn me da una palmada en el hombro a la par que nos dirigimos a la puerta
principal.
Hay gente por todas partes, y no reconozco a la mayoría, pero solo llevo tres días
en Rosewood High, así que no me sorprende. Sigo a Zayn hasta la cocina, donde
encontramos a la mayoría del equipo de fútbol americano del último año.
—Hunter, amigo mío —murmura Justin, claramente habiendo empezado la fiesta
temprano—. Legend. —Levanta una botella de cerveza hacia mí y yo la acepto
encantado y la destapo de un golpe.
—¡Salud, amigo! —exclama Zayn, aceptando la suya.
—Este es Nathan, mi primo. —Señala con la cabeza a un chico de aspecto elegante
con una Henley blanca perfectamente planchada. Exactamente lo que esperaba.
Zayn lo saluda con la cabeza, sin embargo, noto que su ceño fruncido no se borra
de su cara mientras mantienen contacto visual.
Al cabo de unos segundos, Nathan se lleva su bebida a los labios, algo nervioso.
«Sí, yo también tendría miedo, hijo de puta».
La cerveza pronto se convierte en vodka y alguien saca una bolsita de hierba que
no tarda en pasar de mano en mano una vez que nos acomodamos en la guarida de
Justin.
No tengo idea de por qué estos chicos tienen sus propias guaridas. Kane y yo
ni siquiera teníamos nuestras propias habitaciones cuando éramos pequeños. Pero
cuando me acerco la hierba a los labios y le doy una calada, no puedo decir que me
moleste demasiado.
—Carajo, qué buena está —digo a nadie en particular.
—Ethan siempre consigue la mejor hierba —murmura Zayn a mi lado.
Se la paso antes de levantarme del sofá.
—Voy a orinar.
—Al final del pasillo a la derecha —indica alguien, claramente escuchando
nuestra conversación.
Salgo de la habitación, el vodka que he bebido empieza a nublarme un poco la
cabeza, pero me deleito con la sensación de desconectarme de la vida real durante
unas horas. Lo necesito, carajo.
Hay chicos por todas partes mientras avanzo por el pasillo. Por supuesto, hay una
maldita cola. Veo una puerta que da al exterior y opto por ella. Estoy seguro de que
a Justin no le importará si riego un poco sus flores.
Afuera hay chicos amontonados alrededor de la piscina, riendo y bailando
mientras se divierten.
Me escabullo en la oscuridad del fondo del patio y hago lo mío mientras los chicos
se divierten saltando en el agua detrás de mí.
Una vez que termino, me doy la vuelta y los observo desde mi escondite durante
unos minutos y me pregunto cómo debe ser vivir una vida en la que no tienes nada
de qué preocuparte.
Las chicas en bikini coquetean con los chicos que las acompañan y otras se quedan
a un lado mientras bailan y se frotan al ritmo de la música.
Mis dedos se agitan a los lados, desesperados por tener a una chica moviéndose
así contra mí.
No sé cuánto tiempo permanezco allí como un maldito fisgón, pero al final mi
necesidad de otra bebida y otra calada se apodera de mí.
Paso entre los arbustos y vuelvo a entrar para encontrar la cocina.
Me abro paso entre la multitud en la puerta y llego hasta el mostrador donde
estaban las botellas de licor antes.
Agarro una botella y me volteo para apoyarme contra el mostrador mientras le
quito la tapa.
Observo a Justin, al chico de colegio privado, y a algunos otros pasándose
alucinógenos.
Veo cómo un par de ellos se los meten directamente en la boca, sin embargo, el
chico del colegio privado y algunos otros dudan.
—¿Quieres participar? —pregunta Justin cuando se da cuenta de que estoy
mirando.
—No, hombre. Estoy bien. Pero ustedes diviértanse. —Volteo a ver a Nathan, que
sigue con el suyo en la mano, como el chico de colegio privado que es—. Cómetelo, he
escuchado que hacen maravillas para tu vida sexual —bromeo—. Tienes una novia,
¿verdad?
Sonríe.
—Sí, viene en camino.
Sus palabras me revuelven el estómago.
—Entonces, será mejor que te lo comas y le hagas pasar un buen rato —insto,
deseando saber lo que estoy haciendo.
—Vamos entonces —dice, señalando la mano de Justin.
—¡A la mierda! ¡Por una buena noche!
CAPÍTULO DOCE
HARLEY
—VAYA, sí que eres un regalo para la vista —digo cuando Kane entra por la puerta
principal y me encuentra sentado en el sofá con un libro de texto en mi regazo.
—¡Vete a la mierda! Me alegro de que te tomes en serio lo de graduarte —
murmura, mirando la torre de libros que hay sobre la mesa de centro.
—Sí, bueno, no quiero que tarde más de lo que ya va a tardar. ¿Estuviste jugando
fútbol americano? —pregunto, viendo el lodo que cubre sus piernas.
—Sí —responde por encima de su hombro mientras abre bruscamente el
refrigerador y saca una botella de agua.
—¿Eso fue antes o después de que te patearan el trasero? —inquiero, incapaz de
pasar por alto el ojo morado y el labio partido que tiene.
—Qué tal si sigues con la tarea, ¿eh?
Quito el libro de mi regazo y me levanto, caminando hacia donde él está apoyado
en el mostrador mientras bebe agua.
—¿Qué tal si dejas de hablarme como si fuera un maldito niño y me dices qué
carajo te traes entre manos?
—Kyle —respira—. No traigo nada entre manos. He estado trabajando. Uno de
nosotros tiene que encargarse de mantener esta casa.
—Qué bien, Kane. Muy bien.
—¿Qué? Eso no fue una indirecta, es la verdad. No voy a obligarte a conseguir un
trabajo porque quiero que te adaptes y resuelvas lo de la escuela antes que cualquier
otra cosa.
Lo miro a los ojos, buscando cualquier indicio de que me esté mintiendo.
—¿Tu cumpleaños el próximo fin de semana?
—¿Qué pasa con eso? —inquiero, no del todo conforme con cómo ha desviado
la conversación de él.
—Haremos una fiesta.
—Realmente no...
—Sí tenemos. No todos los años mi hermano pequeño se convierte en un hombre.
—Me alborota el cabello al pasar junto a mí y se dirige a su habitación.
—Es un poco tarde para eso, ¿no crees?
—Meh, todos crecimos rápido en Creek, pero aun así, es una excusa para una
fiesta, y necesito una jodida noche libre. —Desaparece en el baño antes de que tenga
la oportunidad de responder. Sin embargo, tengo la sensación de que no importa cuál
sea mi opinión al respecto, si Kane quiere una fiesta, entonces tendremos una fiesta.
Agarro una botella de agua y me dejo caer de nuevo en el sofá para seguir con
mi tarea.
Tomo mi libro de Estadística y me detengo con él sobre mis piernas. Tengo que
organizar nuestra próxima sesión de estudio...
Paso la noche en casa estudiando, pero en cuanto Kane sale de su habitación recién
bañado y con ropa limpia, se larga y me deja solo para que me las arregle con la cena.
No me importa tener que cuidar de mí mismo, no es que no lo haya hecho antes,
pero después de estar encerrado y sin poder verlo durante más de un año, estaría bien
pasar un poco de tiempo con él.
Estoy recostado en mi cama mucho después de medianoche mirando al techo
deseando poder dormirme, pero soy totalmente incapaz de hacerlo. Antes dormía muy
bien, hasta que me vi obligado a vigilar constantemente mi espalda. Entonces fue
como si simplemente dejara de hacerlo. Tenía la esperanza de que, cuando saliera,
acabaría con el hábito, aunque no parece que sea capaz de hacerlo.
Debo de haberme quedado dormido en algún momento, porque cuando vuelvo a
abrir los ojos, el cielo que hay tras las cortinas abiertas es de un color naranja quemado
mientras el sol comienza a salir.
Me visto con un pantalón deportivo y una camiseta y me pongo en marcha. Los
músculos me arden por el cansancio, sin embargo, no dejo que eso me detenga. Me
esfuerzo hasta que no me queda nada más que dar. El ejercicio me ha ayudado a
sobrevivir hasta ahora, así que no dudo de que me ayudará a soportar mi estancia en
Rosewood.
Para cuando vuelvo a casa, tengo la camiseta empapada de sudor y los músculos
temblorosos por el uso excesivo, pero me siento mejor de lo que me he sentido en
mucho tiempo.
Me ducho, recojo mis cosas y me dirijo a mi auto, listo para comenzar mi primera
semana completa como estudiante de Rosewood High.
Cuando entro en el estacionamiento, hay chicos por todas partes. Encuentro un
espacio y me limito a observarlos.
Antes no me importaba lo que hacían los demás. Probablemente porque me
habrían dado una paliza si me hubiera metido en los asuntos de los otros en Creek,
pero aquí es diferente. Nadie se preocupa de que sus secretos salgan a la luz. Todos
simplemente disfrutan de la vida. No necesitan preocuparse por intentar aprovecharla
al máximo. La mayoría tiene todo lo que quiere en bandeja de plata. La universidad
es una opción, tienen un futuro que puede estar dentro o fuera de este lugar. El mundo
está a sus pies.
Así no son las cosas donde crecimos. La universidad era algo que les pasaba a
otros. O las ambiciones se limitaban a en qué extremo del parque de remolques
queríamos acabar viviendo, y si éramos capaces de abrirnos camino hasta un lugar
decente en una de las pandillas que nos permitiera cierta sensación de seguridad.
Exhalo un suspiro. Parece como si todo hubiera sucedido en otra vida, pero al
mismo tiempo siento como si hubiera salido de aquel lugar apenas ayer.
Suena el timbre y todos los chicos que estaban cerca empiezan a desplazarse hacia
el edificio, no obstante, yo sigo sin poder moverme. Intento convencerme de que no
es porque no la haya visto. Estoy bastante seguro de que hoy no tenemos ninguna
clase juntos y me pregunto cómo voy a poder acercarme a ella.
Mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón me tienta, lo saco y encuentro nuestra
conversación anterior. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando vuelvo a leer los
breves mensajes.
Abro el teclado y comienzo a escribir.
KYLE: Siento que ya te he enseñado tanto... ¿Estás lista para otra lección?
SOLO TARDA DOS segundos en leer el mensaje y en que los puntos comiencen a
rebotar. No puedo evitar reírme cuando aparece su respuesta, porque me la esperaba.
—¿QUÉ? —resoplo.
SIGO sus instrucciones con entusiasmo y pronto descubro que mi siguiente respuesta
es correcta.
Siento un pequeño escalofrío cuando me devuelve el mensaje para confirmarme
lo que ya sé.
NOS MANDAMOS mensajes durante las tres horas siguientes. Es agradable. Raro.
Aunque no puedo negar que siento una pequeña emoción cada vez que suena mi
teléfono y veo su nombre en mi pantalla.
Es cuando me dice que terminó por esta noche y que se va a duchar cuando me
doy cuenta de que podría tener un problema porque casi exijo que cambiemos a
videollamada solo para poder ir con él.
Al final, opto por algo menos desesperado.
ME RESISTO, de verdad, maldición. Sin embargo, cuando las tres jadean, mi cuerpo
se mueve sin que mi cerebro se lo ordene.
En cuanto levanto la vista, mis ojos se posan en Kyle, que tiene a Aria sobre su
regazo, sus manos metidas bajo su falda y los labios de ella en su cuello mientras me
mira fijamente, con una sonrisa de satisfacción en los labios.
—¿Vas a permitirlo? —Ruby me pregunta.
—Eh... sí. ¿Por qué no habría de hacerlo? —Intento con todas mis fuerzas que el
dolor que siento no se refleje en mi voz. Pero cuando sus ojos se suavizan en señal
de simpatía, no estoy segura de haberlo conseguido—. Él no es nada para mí. Puede
hacer lo que quiera.
—¿De verdad crees eso? —insiste Poppy.
—Sí, de verdad lo creo. Simplemente está intentando que reaccione y no lo
conseguirá. No me importa —replico, girándome de nuevo hacia él y asegurándome
de que pueda leerme los labios.
Tomo mi bandeja de la barandilla una vez que pagamos y nos dirigimos hacia la
mesa. Intento no mirar mientras nos acercamos, aunque es imposible ignorar el hecho
de que Aria está sentada ahora junto a Kyle con su mano apoyada en lo alto de su
muslo mientras lo mira como si acabara de colgar la luna.
—Te está mirando —me susurra Stella cuando pasamos. No necesito que me lo
diga, lo puedo sentir.
La ignoro, saco una silla y me siento haciendo lo mejor que puedo para fingir que
me importa un carajo lo que está haciendo detrás de mí.
En cuanto terminamos de comer, Stella y yo nos escapamos a... bueno, a cualquier
otro sitio que no sea la cafetería, y dejamos a todo el mundo, incluidos Kyle y su
nueva zorra animadora, atrás.
—Eso fue brutal.
—No fue nada —musito, tratando de disimular que no me dolió.
—No necesitas hacer eso, ¿sabes?
—¿Hacer qué? —Obligo a poner en mi tono una ligereza que en realidad no siento
mientras permitimos que un par de chicas salgan del baño antes de que entremos.
—Fingir que no te molesta.
—No me molesta. Puede hacer lo que quiera.
Me observa fijamente durante un instante antes de desaparecer en uno de los
cubículos mientras yo saco mi bolsa de maquillaje con la esperanza de poder ocultar
la verdad que estoy segura de que ella puede leer en mi rostro.
Cuando sale, ya tengo una nueva capa de confianza en mí misma.
—Solo para que lo sepas, mi padre tiene un armario lleno de armas y soy bastante
buena disparando. —La seriedad con la que lo dice me hace soltar una carcajada.
—Dios mío, hablas en serio, ¿verdad?
—A muerte. Estoy segura de que podríamos enterrar el cuerpo y salirnos con la
nuestra.
—Lo tendré en cuenta.
—Bueno, pero si no, también tiene unos amigos temibles que seguramente me
harían un favor si se los pidiera con dulzura.
—¿Quién demonios es tu papá, la maldita mafia?
—Sinceramente, no tengo idea. Es muy reservado, no obstante, sé que lo que hace
no es totalmente legal. Por favor, no le digas a nadie que dije eso.
—Por supuesto que no. Tu secreto está a salvo conmigo. —Guiño un ojo, meto
mi bolsa de maquillaje en mi cartera y me preparo para ir a clase.
Nos separamos al salir del baño. Stella hacia su clase de Español y yo hacia la
de Historia.
—Hola, ¿cómo estás? —pregunta Carl, dejándose caer en su asiento a mi lado.
Ambos hemos ocupado este escritorio en la parte trasera del aula durante todo el año.
—Bien. ¿Y tú?
—Nada mal. —Carl está en el equipo de béisbol, así que no se entera de los
rumores que rodean al equipo de fútbol americano. Es un chico con el que es fácil
hablar y que tampoco está nada mal. Además, lleva enamorado de su novia desde que
tengo uso de razón, lo que hace que sea aún más fácil hablar con él—. Pero ya quiero
que termine esta semana.
—Apenas es martes —agrego, aunque tal y como está yendo mi semana, me
inclinaría a darle la razón.
—Sí, bueno. Misty y yo tenemos la casa para nosotros solos este fin de semana
así que...
—No digas más. —Le guiño un ojo—. Espero que tengas muchas cosas
románticas planeadas.
—Hago lo que puedo. —Empieza a contarme algunas de sus ideas, la mayoría de
las cuales me hacen suspirar. Aunque en cuanto me doy cuenta de que son el tipo de
cosas que Nathan habría hecho, se me revuelve horriblemente el estómago.
Tuve al chico dulce justo aquí, haciendo todas las maniobras correctas y diciendo
todas las cosas correctas, ¿y qué hice yo? Lo eché todo a perder. Lo arruiné todo por
completo.
El volumen de la charla que llena el aula disminuye de repente y, suponiendo
que nuestro profesor acaba de entrar para empezar la clase, ambos miramos hacia el
frente, pero no tengo oportunidad de mirar tan lejos porque mis ojos se clavan en un
par muy enfadados que miran fijamente a Carl.
—Muévete —ordena Kyle, con una voz tajante que no deja lugar a discusiones.
—Ignóralo —indico, poniendo la mano en el hombro de Carl sin pensarlo.
Un gruñido retumba en la garganta de Kyle en cuanto establezco contacto con él.
—Dije. Muévete.
—Kyle, deja de comportarte como un imbécil —reviro—. Hay como un millón
de asientos más aquí. Siéntate en uno de esos.
Ladea la cabeza un momento, como si estuviera considerando mis palabras, antes
de que una palabra salga de sus labios.
—No.
—Está bien, de verdad. Yo solo... —Carl empieza a recoger sus cosas.
—No, no está bien. Aquí es donde te sientas.
—Lo sé, pero... —Lanza una mirada de preocupación hacia Kyle y entonces me
doy cuenta de que está asustado. Maravilloso. Absolutamente maravilloso.
Carl desaparece al otro lado del salón dejando el espacio que Kyle claramente
quería, para poder sentarse a mi lado.
—Hola, Gatita.
—Jódete. O mejor aún, ve a cogerte a Aria, si es que no lo has hecho aún.
—Cuidado, Gatita. Suenas un poco celosa.
Resoplo una carcajada.
—Cuidado, imbécil. Suenas aún más arrogante que de costumbre.
Se ríe de mí y desliza su silla para que esté lo más cerca posible de la mía.
—¿Qué demonios...?
—Buenas tardes a todos. ¿Listos para empezar? —dice el señor Anderson,
haciendo que todo el salón de clases guarde silencio mientras cierra la puerta detrás
de mí.
—Hmmm... Estoy más que listo para empezar. ¿Qué dices, Gatita? —Kyle respira
en mi oreja, haciendo que me estremezca mientras se reclina en su silla y apoya sus
brazos sobre el respaldo de los míos, con sus dedos rozando mi hombro.
—¡Quítame las manos de encima! —exijo, sentándome hacia adelante y poniendo
todo el espacio que puedo entre nosotros.
—¿Qué te dije sobre mentir? Sé que estás más que lista —susurra, mientras sus
dedos recorren mi espalda hasta que pasan por la piel que queda al descubierto entre
mi camiseta y mis jeans—. ¿Estás mojada por mí, Gatita?
Le lanzo una mirada mordaz.
—Pensé que querías graduarte.
Una sonrisa irritantemente impresionante se curva en sus labios y algo dentro de
mi estómago se contrae.
Sus ojos se apartan de los míos para posarse en mis labios. Se mete el inferior en
su boca y lo único que se me ocurre es hacerle exactamente lo mismo.
Maldito sea.
Me obligo a imaginarme a Aria en su regazo hace apenas una hora.
—Sí, y lo haré. Pero ahora tengo asuntos más importantes.
Sus dedos vuelven a subir por mi espalda y rozan mi cuello, casi masajeándolo
durante unos segundos. Se me cierran los ojos de lo bien que se siente antes de que
envuelva la tela en su puño y la use para jalarme hacia atrás contra mi asiento, el
escote clavándose en mi piel.
—¿Me...? —Mis palabras se desvanecen cuando su mirada oscura se clava en la
mía.
Vuelve a sonreír y consigo salir del trance en el que me tenía sumida.
—Señorita Hunter, señor Legend, ¿están escuchando?
Ambos volteamos hacia el profesor, pero su agarre de mi camiseta no disminuye.
Gracias a Dios que estamos atrás para que nadie pueda ver lo que hace.
—S… sí, señor —tartamudeo y me sonrojo por la vergüenza de que nos haya
sorprendido.
—Bien, entonces ambos saben exactamente lo que les acabo de pedir que debatan
y serán capaces de explicar sus conclusiones a la clase.
—P… por supuesto. —Le sonrío dulcemente. Nunca antes en mi vida había estado
tan distraída en clase.
Siempre he sido la buena estudiante, la que siempre cumple con las entregas y a
menudo hace trabajo extra, Matemáticas es la excepción a la regla, supongo que me
imaginé que si me esforzaba lo suficiente en otras materias entonces nadie se daría
cuenta. Fallé.
—Bien, estupendo. Tienen veinte minutos para discutir y argumentar en parejas.
Los estudiantes comienzan a charlar en el aula mientras se concentran en la tarea
que tienen entre manos. Yo, sin embargo, me quedo congelada mirando la pizarra con
las instrucciones mientras la mirada de Kyle se clava en un costado de mi cara.
Se gira un poco hacia mí, como si fuéramos a hablar de algo importante, y se
inclina hacia mí. Su aroma inunda mi nariz mientras su rodilla roza mi muslo. Es
un simple roce que no debería provocarme una reacción tan fuerte, pero no puedo
evitarlo.
— ¿Q… qué e… estás ha… haciendo?
Desliza el libro de texto en el escritorio entre nosotros, asumo que está abierto en
la página correcta porque no puedo concentrarme en él.
Mi pecho se agita mientras intento luchar contra las sensaciones que recorren mi
cuerpo ante su cercanía, ante la opresión que me rodea la garganta y su calor contra
mi piel.
—¿En qué piensas, Gatita? —pregunta.
Mi espalda permanece rígida mientras una imagen tras otra asalta mi mente: él
empujándome contra la pared, rodeándome la garganta con su mano.
Mi cuerpo arde solo de pensarlo y sé que se me nota en la cara.
—Tenemos que ponernos a trabajar —respondo a la fuerza y, por suerte, su agarre
en mi cuello disminuye hasta desaparecer por completo.
—Sí, supongo que sí —murmura.
Respiro aliviada cuando me suelta y voltea hacia el libro, bolígrafo en mano,
dispuesto a tomar nota de lo que sea que se supone que tenemos que debatir. No
obstante, en cuanto hago lo mismo, su mano caliente se posa en mi muslo bajo la
mesa. Sube hasta que su meñique roza la costura que hay entre mis muslos.
—Así que estaba pensando... —Empieza como si realmente hubiera escuchado
lo que se supone que debemos hacer—. ¿Y si el resultado de esta reunión fuera al
revés...? —Empuja sus dedos entre mis muslos y los separa a la fuerza.
—¿Qué diablos? —siseo a punto de romperle la muñeca para detenerlo, pero
entonces él empuja con más fuerza contra mi centro—. Oh, Dios. —Jadeo, mi cuerpo
se descontrola con una simple caricia suya.
Sé que esto no debería estar pasando. No debería permitirlo. Apenas hace un rato
tenía a Aria besándolo en la cafetería, pero maldición, no estoy segura de poder parar.
CAPÍTULO DIECINUEVE
KYLE
IMBÉCIL: Tienes cinco minutos para responder o esto se pondrá feo, Gatita.
ME TUMBO en la cama y mis ojos se llenan de lágrimas más rápido de lo que puedo
controlar.
Pensé que lo había entendido. Pensé que lo había resuelto con sus instrucciones
de anoche.
Sin querer admitir mi derrota, respondo.
RESOPLO, paso a una página en blanco y vuelvo a empezar. Hago todo lo que me
dijo anoche. Esta vez obtengo respuestas diferentes, pero no sé si eso es bueno o no.
Probablemente sigan siendo incorrectas.
Le envío las nuevas respuestas.
REPITO el proceso una y otra vez y cada vez me confirma que acerté.
Sonrío al recibir el último “bien hecho”, y mi confianza empieza a crecer. Quizá
pueda lograrlo. Quizá no esté condenada a ser una idiota en Matemáticas para siempre.
HARLEY: Dale.
Imbécil: Preferiría no hacerlo. Aunque se me ocurre otra cosa que me
gustaría hacer...
Harley: Concéntrate. A menos que ya tengas a Aria encima de ti en este
momento.
Imbécil: No, Gatita. Soy todo tuyo.
TENGO mi pulgar sobre el botón de apagado, pero antes de oprimirlo para poner fin
a todo esto, recibo una llamada.
Una videollamada.
Me tiembla la mano mientras miro fijamente su nombre.
No puedo contestar. Tengo lágrimas corriendo por mis mejillas, y seguramente
maquillaje por toda la cara.
No puedo contestar. Mi dedo se desliza por la pantalla a pesar de lo que me dice
mi cerebro y la llamada se conecta.
—Gatita —resopla cuando me mira por primera vez—. Estuviste muy cerca. Por
favor, no llores.
Un sollozo me desgarra la garganta ante la suavidad de su voz y me salen más
lágrimas.
—Creí que querías hacerme llorar —musito, intentando que esto no sea un fracaso
total.
Sus cejas se fruncen mientras me mira fijamente, con simpatía cubriendo sus
rasgos. De esa forma se parece mucho al chico que recuerdo y eso hace que se me
parta el corazón.
Puede que no pretendiera el desenlace de aquella noche, puede que él estuviera
involucrado, sin embargo, no fue el principal responsable de intentar arruinarme la
vida aquella noche, pero aun así, el peso de lo que le ocurrió recae sobre mis hombros.
La razón por la que esta es la primera vez que veo al antiguo Kyle, el chico inteligente
y divertido que tenía el mundo a sus pies, soy yo.
—No de esta manera, Harley. —La sinceridad de su voz me corta la respiración.
Nos miramos en silencio, con el único sonido de mi respiración agitada
llenándome los oídos. No nos decimos nada, no obstante, siento que estamos trazando
una línea.
—Lo... lo siento, Ky.
Me sonríe y levanta un brazo para pasar sus dedos por lo que ahora veo que es
su cabello húmedo. En cuanto baja la mano, su cabello cae sobre su frente y sonrío,
gustándome verlo sin la gorra de béisbol que siempre tiene puesta en la cabeza.
Sus ojos azules como el hielo se clavan en los míos y juro que no respiro mientras
espero a que diga algo.
—Yo también, Gatita. Yo también. Entonces... —incita—. ¿Quieres intentarlo
otra vez?
Su pregunta casi me provoca un latigazo. Estaba tan perdida en sus ojos y en mis
recuerdos.
—Eh... la verdad no. —Me río.
—Pues es una verdadera lástima, porque no voy a colgar hasta que lo resuelvas.
—Sabes que podría colgarte, ¿verdad?
—Sí, aunque no lo harás —afirma con seguridad.
—¿Es eso cierto?
—Síp. A menos que me quieras allí en persona. —Levanta una ceja y se inclina
más hacia la cámara, lo que me hace preguntarme si eso es exactamente lo que quiero.
—¡Nunca! —escupo, esperando que suene como si lo dijera en serio.
—No parecías tan preocupada la última vez que estuve allí.
—Así que, Matemáticas —digo, haciendo que se ría entre dientes. Una sonrisa
suave se dibuja en sus labios y siento el impulso de hacer una captura de pantalla
porque es tan hermosa y tan opuesta a la ira a la que me he acostumbrado desde que
apareció.
—Apoya tu teléfono en alguna parte y comencemos.
Me doy la vuelta, agarro el soporte que hay en mi mesa de noche y lo coloco
sobre la cama.
—Harley —gruñe en cuanto coloco el teléfono en el soporte y lo apunto hacia mí
—. ¿Qué demonios traes puesto?
Me miro y se me calientan las mejillas. Mierda.
—Um... tuvimos entrenamiento. Aún no me he bañado —admito con una mueca.
Apenas hicimos algo de entrenamiento, así que no me molesté en cambiarme después,
solo me puse una sudadera con capucha por encima de mis shorts y mi sostén
deportivo. Ruby y Stella tenían la misma ropa, así que cuando estaba con ellas no le
di importancia.
Sin embargo, ahora, con sus ojos clavados en mi cuerpo apenas cubierto, me estoy
arrepintiendo, mierda.
—B… bien —balbucea, aclarándose la garganta mientras suelto el soporte y me
pongo la sudadera con capucha para cubrirme—. No sientas que tienes que hacerlo.
—Esto es una sesión de tutoría, Kyle, no... —Cierro la boca.
—¿No qué? —pregunta, con diversión bailando en sus ojos azules.
—No es otra cosa. Entonces, en este ejercicio, dijiste que creías saber qué había
hecho mal. —Nunca pensé que estaría tan dispuesta a entablar una conversación sobre
Matemáticas, pero aquí estamos.
Pongo mi cuaderno de ejercicios y mi bolígrafo sobre mis piernas mientras Kyle
empieza a explicarme el proceso.
En cuestión de segundos, me doy cuenta del error que cometí y me siento un poco
mejor.
—Muy bien, entonces haz el siguiente ejercicio. Yo solo iré por algo de beber.
—De acuerdo —respondo sin siquiera mirar la pantalla mientras suena un ruido
seco en el lugar donde debe haber dejado su teléfono antes de que sus pasos se alejen.
Me apresuro a repasar cada ejercicio y, para cuando vuelve, ya tengo todas las
respuestas frente a mí.
—¿Terminaste? —pregunta, recostándose contra su cabecera y mirándome a
través de la pantalla.
—Síp. —Levanto el cuaderno para que lo vea. Se queda callado mientras supongo
que mira las respuestas y cuanto más tiempo pasa sin decir nada, más mariposas siento
en el estómago.
No quiero volver a fallar.
—Lo lograste —dice por fin y suelto el cuaderno para poder verlo.
—¿De verdad? —pregunto con una amplia sonrisa en la cara.
—Sí. Hagamos un ejercicio más y luego podemos celebrarlo.
—¿Celebrar? —inquiero, insegura de si me gusta o no cómo suena eso.
—Sí, ¿quieres divertirte conmigo, Gatita? —Su voz es grave y áspera y me
provoca cosas raras por dentro, por no hablar de lo que pasa entre mis muslos.
—Um... probablemente sea mejor que no lo haga. Divertirse contigo no siempre
acaba siendo tan... placentero —acentúo esa palabra y tengo que reprimir una
carcajada cuando sus ojos se abren de golpe.
—¿Ah, no? Creo recordar que las cosas fueron muy placenteras cuando nos
divertimos.
—Eso es porque tu idea de diversión es... —Dudo, intentando encontrar la palabra
adecuada—. Más como tortura.
—¿Tortura? —Casi escupe el sorbo de refresco que aún no había tragado—. Oh,
Gatita, no recuerdo que te quejaras.
Mi cuerpo se calienta a temperaturas incómodas al recordar con cuánto gusto me
metí entre sus piernas en casa de Justin.
Dios, esa noche fui una maldita zorra.
El alcohol. Fue el alcohol.
—Con tu mano alrededor de mi garganta, es un poco difícil decir algo.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe. No era la reacción que esperaba, pero el sonido
de su risa lo compensa.
—¿Harley? —pronuncia, moviendo su cabeza hacia adelante y manteniendo mis
ojos cautivos a través de la pantalla.
—¿S… sí? —La palabra tartamudeada no sale más que como un susurro.
—Quítate la sudadera.
—Um... Realmente no creo...
—Harley —gruñe y me recorre un escalofrío por la espalda—. Sé una buena chica
y haz lo que te digo.
Le sostengo la mirada, la necesidad de negarme está en la punta de mi lengua.
Sin embargo, en lugar de abrir la boca para hacer eso, me quito la sudadera como
me exigió.
Aparta sus ojos de los míos y los baja por mi torso. Mi sostén deportivo es
pequeño. No tengo mucho que controlar, así que puedo salirme con la mía con unos
pequeños y bonitos.
—Adelante, continúa. Quiero el resto de las respuestas.
—¿Y qué hay de ti? —Inclino la cabeza hacia un lado y dejo caer mis ojos hacia
la parte inferior de la pantalla, pero no puedo ver nada más allá de su cuello.
—Si aciertas las respuestas, puede que sea tu día de suerte, Gatita.
—¡Maldición! —murmuro, miro el cuaderno de ejercicios que tengo en el regazo
y tomo el bolígrafo.
«¿Cómo demonios acabé aquí?».
—Nada bueno me pasa cuando estoy cerca de ti —digo en voz baja, insegura de
si lo escuchará, no es que importe si lo hace.
—¿En serio? Supongo que entonces es bueno que no estés cerca de mí en este
momento.
—¿Te importa? Estoy ocupada trabajando.
—Claro, continúa. Yo solo disfrutaré de la vista.
Sus palabras hacen que levante la mirada y en cuanto lo hago me encuentro con
sus brillantes ojos azules y grises.
Sacudiendo la cabeza, vuelvo a bajar la vista e intento concentrarme en lo que
debería estar haciendo.
Él guarda silencio mientras yo resuelvo cada una de las preguntas, aunque puedo
sentir su mirada a pesar de que es a través de una pantalla.
Es mejor así. Puede que sea exasperante, pero es más fácil manejarlo cuando hay
espacio entre nosotros. Su presencia es menos sofocante.
—¿Terminaste? —pregunta cuando enderezo la espalda y suelto el bolígrafo.
—Síp.
—¿Y estás muy segura?
—Hmm... No lo sé. Supongo que depende de lo que obtenga a cambio.
Se queda pensativo por un momento.
—Yo te enseño lo mío si tú me enseñas lo tuyo. —Mueve sus cejas lentamente
y yo suelto una carcajada ante su locura.
Es agradable reír y bromear como si las cosas entre nosotros estuvieran bien. Sin
embargo, no soy tan estúpida como para pensar que es nuestra realidad. En cuanto lo
vea mañana en la escuela, sé que volverá a fruncir el ceño y me mirará como si quisiera
matarme. Parece que es lo nuestro, como si esto fuera nuestro pequeño secreto.
Y odio que me guste tanto como me gusta.
—Hablas en serio, ¿verdad?
No he olvidado que mientras me tuvo completamente desnuda el sábado por la
noche apenas me enseñó algo de piel y estoy tremendamente desesperada por ver esos
músculos que he recorrido con las manos, y que he trazado con mis dedos.
—Nunca bromeo con desnudarme, Gatita.
—¡Oh, vete a la mierda! Todo lo del sábado por la noche fue un juego y lo sabes.
—¿Juego? No. Venganza, Gatita. Todo se trata de venganza.
—Y qué hay de esto ahora mismo. ¿Cómo sé que no usarás esto en mi contra de
alguna manera? Avergonzarme delante de toda la escuela por mis actividades
extracurriculares con mi tutor de Matemáticas.
Sus ojos se endurecen mientras piensa en mis palabras.
—¿Crees que permitiría que cualquier otro cabrón te viera como yo te veo?
Me encojo de hombros porque, sinceramente, no tengo idea. Está claro que tiene
un plan. Este tira y afloja entre nosotros. Esta necesidad de venganza mezclada con
el chico dulce que recuerdo, está manipulándome. No hay otra excusa.
—No lo sé, Ky. Tú dímelo.
Se sienta y levanta la pantalla, todo lo que puedo ver es su cara y sus ojos
cautivadores.
—Nunca —dice lentamente—. Esto que hay entre nosotros. Es exactamente eso.
Solo entre nosotros.
—Por eso tenías a Aria restregándose en tu polla antes, ¿no? —Sé que no debería
decirlo, sé que lo único que voy a conseguir es enfurecerlo y arruinar las bromas que
estábamos teniendo, pero las palabras se escapan de mis labios sin permiso.
—Y por qué besaste a Rich y casi haces que se venga en los pantalones en la
cafetería.
—Eres un cretino. Tú empezaste todo esto.
—Si cuentas que yo me acerqué a ti aquella noche hace un año, como que yo
empecé esto, entonces sí, de acuerdo, soy culpable.
Me trago la emoción que esa noche amenaza con sacar.
—T… tú i… ibas a...
—¡Mentira! —brama, haciendo que me sobresalte—. De verdad no crees que nada
de eso tuviera que ver conmigo, ¿verdad?
Me encojo de hombros, incapaz de hablar por el nudo que se me hace en la
garganta.
—Aquella noche solo te deseaba, Gatita. Te deseaba desde hacía mucho tiempo
—admite, pero por el pequeño grito ahogado que se oye después, no creo que fuera
su intención.
—¿Me… me deseabas antes de esa noche? —Frunzo el ceño, confundida—. Pero
tú nunca...
—¿Cómo podría? Zayn me habría destripado vivo si te hubiera tocado.
—Entonces, ¿qué fue distinto esa noche?
Se encoge de hombros.
—Él no estaba allí. Tú sí, y mi control se esfumó.
—¿Fuiste tras de mí sabiendo lo que él había hecho? ¿Sabías cómo iba a acabar
la noche?
Se ríe y deja caer su cabeza en su mano, frotando sus dedos contra su mandíbula.
Cuando sus ojos me miran de nuevo, son casi plateados.
—No, Gatita. Si lo hubiera sabido, te habría sacado de allí. Ojalá lo hubiera hecho.
No tengo palabras mientras lo miro fijamente después de esa confesión. En el
fondo sabía que Kyle no tenía nada que ver con lo que pasó aquella noche. Por eso
nunca dije que había sido él, por eso no acabó en una situación más grave de la que ya
estaba. Gray era el traficante, el que tenía los contactos, todos lo sabíamos. Incluso si
Kyle me hubiera dado algo, habría venido de Gray, sin duda, pero realmente quería
creer que no lo hizo.
Puede que no me sacara de allí lo bastante rápido, puede que se emborrachara
demasiado y dejara que las cosas se salieran de control, sin embargo, nunca me
abandonó y por eso acabó donde acabó.
Exhalo un largo suspiro, sabiendo que estoy a punto de meterme en un gran lío. Si
hace lo que acaba de prometer que no haría y Zayn ve esto. La idea es casi suficiente
para detenerme. Casi.
Cruzo los brazos delante de mí, sujeto la parte inferior de mi sostén deportivo con
los dedos y lo subo por mi cuerpo.
—Harley, qué estás... mierda. —Su voz es tan deliciosamente grave que hace
estallar el calor entre mis piernas.
—Te toca a ti —provoco con descaro, intentando mantener a raya la vergüenza y
parecer tan segura de mi cuerpo como quisiera ser.
CAPÍTULO VEINTIUNO
KYLE
DEBAJO DEL MENSAJE hay una foto y es esa imagen la que me aterra más que
sus palabras porque es una foto de Harley... en su casa.
—¡Carajo! —Me levanto tan rápido que la cabeza me da vueltas. Mi corazón se
acelera cuando encuentro su número y llamo. Suena y suena, pero nunca contesta—.
¡Mierda!
CAPÍTULO VEINTIDÓS
HARLEY
SÉ que la casa no está vacía como de costumbre mucho antes de abrir la puerta de mi
habitación. No solo me desperté con el sonido de los irritantes chillidos sexuales de
esa mujer, sino que además ambos están ahora haciendo ruido en la cocina.
Deambulo inseguro desde mi recámara hacia la cocina. Puede que lleve ausente
un año, pero no me imagino que Kane desayune habitualmente con sus conquistas.
—Buenos días, cariño —canturrea en cuanto me ve, recorriendo mi cuerpo con la
mirada como si quisiera devorarme como desayuno.
—Buenos días.
—Hermano —gruñe Kane cuando se voltea desde su lugar en la estufa donde está
cocinando el puto tocino.
—¿Estás cocinando... para ella? —pregunto como si fuera la cosa más loca que
haya dicho en mi vida.
—Sí. ¿Algún problema?
—No. Por favor, continúa. Me iré en un rato.
—Hay de sobra. —Me ofrece. Miro de él a la mujer.
—No, está bien. Ya he tenido suficiente. —Hago un gesto con la cabeza hacia su
amiga y Kane suelta una carcajada.
—Sabes que me gusta cuando gritan. —Guiña un ojo antes de centrarse de nuevo
en el tocino.
—También sé que eres un perro.
No me molesto en quedarme ni en tomar algo de comer; en cuanto uso el baño,
agarro mi mochila y salgo volando de la casa.
Llegué muy temprano a la escuela, así que después de estacionarme, me dirijo a
los vestidores y al gimnasio que está al lado.
Los pasillos están silenciosos y los vestidores, al igual que el gimnasio, están
vacíos.
Me coloco los audífonos, presiono el botón de reproducción de una lista de
canciones para correr que hice la otra noche y me pongo a trabajar.
Al cabo de un rato, algunos se me unen. Chicos que reconozco de nuestros
entrenamientos de acondicionamiento, pero nadie se para a hablar conmigo. Me
parece bien.
Tengo la camiseta empapada y el cabello mojado cuando me detengo y saco mi
teléfono del bolsillo.
En cuanto veo un mensaje suyo en la pantalla, se me dibuja una sonrisa en los
labios y el corazón me late a mil por hora. Sin embargo, cuando leo lo que me envió,
no puedo evitar soltar una carcajada.
—¿Qué… whoa, amigo. Tú hiciste eso? —cuestiona Ash, deteniéndose detrás de
mí y mirando mi teléfono por encima de mi hombro.
—Debes reclamar lo que te pertenece, ¿no? —digo, apagando la pantalla antes
de que vea más.
—¿Es quien creo que es?
—Yo no beso y lo cuento, hombre.
—No parecía que estuvieras besándola, hermano. ¿Eres en secreto un maldito
vampiro o qué?
Me meto el labio inferior en la boca al recordar el sabor de su sangre en mi lengua
anoche.
Me río.
—Sí, puede que lo sea.
—¿Vas a ducharte antes de clase? Apestas.
—Púdrete. —Me río, atravesando el gimnasio y dirigiéndome a las regaderas.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
HARLEY
IMBÉCIL: Lo siento.
Imbécil: Háblame.
Imbécil: Gatita.
—WOW, tu casa es preciosa —digo saliendo del auto tras seguir a Stella hasta aquí
después de la escuela.
—Gracias —murmura cerrando de golpe la puerta de su Porsche y acercándose
a mí.
Sabía que era adinerada, bastaba con ver su coche, su ropa y la forma en que viste
para darse cuenta, aunque no me esperaba esto, ni que viviera tan lejos de la ciudad.
Pero es genial. Perfecto, en realidad. Kyle nunca me encontrará aquí.
Nos lleva a un pasillo enorme. Las paredes son blancas, las baldosas del suelo son
blancas… probablemente de algún tipo de mármol costoso o algo así… y todos los
accesorios son de color negro mate. Es realmente increíble.
—De acuerdo, wow. Esto es... wow.
—A mi padre le gusta el diseño de interiores.
—Bueno, ciertamente tiene buen ojo para ello.
Me lleva a su cocina, que es similar al pasillo, con los gabinetes blancos, encimera,
azulejos y manijas negras. Incluso el grifo es negro.
—¿A qué dijiste que se dedicaba tu papá? —pregunto, mirando a mi alrededor
y asimilándolo todo. Hay un enorme lienzo al otro lado del comedor que también es
blanco y negro, pero parece muy costoso.
Se encoge de hombros y abre una de las puertas para dejar al descubierto el
refrigerador que hay detrás.
—Ni idea. ¿Quieres un refresco?
—Por favor. —Me pasa uno antes de tomar una bolsa de papas fritas y ponerlas
en un tazón—. ¿De verdad no sabes a qué se dedica?
—Algún tipo de seguridad, pero eso es todo lo que sé.
—¿Y no le preguntas? —inquiero, encontrando extraño que realmente no tenga
idea.
—Solía hacerlo. Me rendí después de un tiempo porque no me decía nada.
Aparentemente, es mejor que no lo sepa. Da igual. —Se mete una papa frita en la
boca y mastica—. Entonces, ¿qué quieres hacer? Probablemente tengamos la casa
para nosotras solas. Hay una piscina, un jacuzzi y un sauna en el sótano, si te animas.
Me quedo boquiabierta, aunque no sé por qué me sorprendo. La casa de Ethan es
parecida, aunque menos moderna. Supongo que no pensé que hubiera otras casas en
los alrededores de Rosewood tan... grandes. Sin embargo, después de conducir por
el largo camino de entrada que permite que este lugar se oculte entre los árboles, no
debería sorprenderme.
—Claro, si tienes un traje de baño que me puedas prestar.
—De acuerdo. ¿Vamos? —indica agarrando su refresco y el tazón y dirigiéndose
a la puerta.
Mi celular empieza a zumbar casi al instante en que lo coloco sobre la mesita de
noche en la habitación de Stella, que tiene una especie de sala en un extremo de su
enorme cuarto. Es una locura.
—¿Es él? —curiosea, mirando hacia donde está el teléfono parpadeando.
—Claro que sí.
—¿Vas a responder?
—Nop. —Lo agarro, entro en los ajustes y desactivo la vibración, porque tengo la
sensación de que no se va a conformar con unos pocos mensajes.
—Va a matarte por eso.
—Me gustaría ver que lo intente.
—Chica, te marcó en tu primera vez. No dudará en darte unas nalgadas por
ignorarlo. —No puedo negar que me acaloro ante sus palabras y la imagen que evocan
—. O… oh, ¿ese es tu plan?
—¿Qué? No. No tengo ningún plan, aparte de demostrarle que no puede darme
órdenes y hablarme como si fuera una basura y esperar que lo acepte. Yo no soy así.
—Por supuesto que no, chica —replica, chasqueando sus dedos y mostrando toda
su actitud antes de dejarse llevar por un ataque de risa—. De acuerdo, esto es para ti.
—Me da un diminuto traje de baño rojo fuego.
—El baño está por ahí. —Señala una puerta cerrada y me llevo el pedazo de tela
para cambiarme.
A diferencia del resto de la casa, la habitación y el baño de Stella son de color
crema y dorado. Es impresionante y mucho más suave que el blanco y negro del resto
de la casa.
En pocos minutos intento que el traje de baño cubra parte de mi piel con marcas,
pero pronto me doy cuenta de que es inútil intentarlo.
—Wow, creo que ese traje fue hecho para ti —dice Stella cuando salgo. Durante
mi ausencia, se puso un traje plateado que le queda como anillo al dedo—. ¿Quieres
que le envíe una foto para enseñarle lo que se está perdiendo?
—¡No! —respondo asustada mientras ella se acerca hacia dónde está mi teléfono.
Se ríe de mí mientras agarra su refresco.
—Vamos a relajarnos. Creo que lo necesitas.
CAPÍTULO VEINTICINCO
KYLE
CUANDO VUELVO, mi casa está vacía de nuevo y respiro con alivio porque no
tendré que escuchar a Kane y Alana haciéndolo toda la noche.
Saco un refresco del refrigerador y me dejo caer en la cama.
Tengo un montón de tarea que hacer, pero no puedo concentrarme en nada. En vez
de eso, miro al techo, preguntándome qué estará haciendo y rezando por que esté bien.
Justo antes de decidir acostarme e intentar dormir un poco, suena mi teléfono. El
corazón me da un vuelco pensando que podría ser ella, pero en el fondo sé que no lo es.
CASI HABÍA SALIDO el sol cuando me quedé dormido, pero mientras pensaba en
un millón de cosas que Gray podría hacerle a Harley, me negué a mirar mi teléfono.
Si encontraba otra foto de él mirándola y no sabía dónde estaba, me volvería loco.
Decidí que era mejor no saberlo y confiar en que estaba a salvo con Stella.
Cuando suena mi alarma, mi cuerpo se niega a despertarse, está tan pesado por el
sueño, sin embargo, sé que no tengo elección.
En cuanto abro los ojos, busco mi celular, mi autocontrol desaparece por
completo.
Se me revuelve el estómago cuando encuentro un mensaje de otro número
desconocido. Pero cuando miro más de cerca, veo que es otro número.
Intrigado, abro la pantalla.
—¡A y,sacarlos
mierda, Kyle! —grito mientras mete sus dedos dentro de mí antes de
y dejarme sintiéndome vacía sin él.
No debería estar haciendo esto.
No deberíamos estar haciendo esto.
Me dije a mí misma que la próxima vez que lo viera le daría una paliza y me
alejaría de él por ser un cretino arrogante y exigente. Sin embargo, me puso las manos
encima y me olvidé de todo menos de cómo me siento cuando me toca.
Me baja, con una mano agarrando mi trasero mientras la otra levanta la tela de
su camiseta.
—Vamos, hazlo —anima, señalando hacia su cintura con la cabeza.
—Ky, ¿no hablarás en serio? —pregunto. No puede estar sugiriendo que hagamos
esto... aquí.
—Lo digo jodidamente en serio, Gatita.
Miro fijamente sus brillantes ojos plateados, el azul se desvaneció por su deseo.
Sus abdominales se estremecen cuando mis nudillos los rozan mientras le desabrocho
el botón y le ayudo a bajarse los pantalones por su cadera.
En un segundo tiene su miembro en la mano y al siguiente me levanta contra la
pared a mi espalda y lo siento presionando mi entrada.
Me preparo para su invasión, sabiendo que probablemente me dolerá como la
última vez, aunque espero que no tanto.
—Relájate, Gatita. Soy yo —dice suavemente, con su mano en mi mejilla y su
pulgar acariciándome la piel. Es completamente opuesto a su actitud de hace unos
momentos. Supongo que estar a punto de tener sexo le provoca eso a un chico.
Respiro hondo y deslizo mis dedos por su cabello, tirando su gorra al suelo.
Sus labios encuentran los míos al mismo tiempo que me deja caer sobre él.
Me duele, aunque no tanto como recordaba.
Un gemido retumba en el fondo de la garganta de Kyle, el sonido es tan sexy,
demonios, y mezclado con el hecho de saber que soy yo quien lo causó me ayuda a
olvidar el intenso dolor cuando sale de mí.
—¿Estás bien? —pregunta apretando los dientes, y no puedo evitar derretirme.
Le gusta aparentar que es despiadado y exigente, pero una vez que quita esa
cáscara dura, no es más que el chico dulce que recuerdo. El que siempre compartía
su chocolate conmigo cuando mi hermano se burlaba y me dejaba sin nada.
—Sí. —Mis dedos se enredan en su cabello y arrastro sus labios a los míos
mientras empieza a cogerme.
Es más duro que la última vez, mis hombros duelen al golpearse contra la áspera
pared que tengo detrás, pero sentir cómo se mueve dentro de mí, escuchar los
silenciosos gemidos de placer que retumban en su garganta, lo es todo, maldita sea.
—¡Oh, Dios!, ¡Kyle! —gimo, inclinando la cabeza hacia atrás mientras empiezo
sentir cómo me acerco al éxtasis. Sus labios atacan mi cuello, chupando y mordiendo,
el dolor solamente aumentando el placer que se dispara por todo mi cuerpo.
—Vente, Gatita. Déjame oírte gritar mi nombre.
—Oh, mierda.
Desliza su mano entre nosotros y me pellizca el clítoris, esa sensación extra es
exactamente lo que necesito para salir volando por los aires.
Segundos después, deja caer su cabeza en mi cuello antes de que su miembro se
sacuda violentamente dentro de mí.
Su aliento caliente me recorre la clavícula y me eriza la piel.
—Ven a mi casa después de clases. Tendremos tu próxima sesión de tutoría.
—¿Quieres que vaya a tu casa para estudiar Matemáticas? —pregunto incrédula.
—Eso, entre otras cosas.
—Debería decir que no —expreso con sinceridad.
—Sí, probablemente deberías. Demonios, puedes si quieres, pero aun así vas a
terminar en mi habitación después de clase, con tu ropa en mi piso.
—Jesucristo, Ky.
—¡Vamos! —me desafía—. Dime que no. Dime que no quieres eso.
—Yo... um... —Su mano envuelve mi garganta una vez más y tengo que luchar
para no suspirar de placer. Es jodido, pero nunca me he sentido más segura que cuando
estoy así, en sus manos.
Sus ojos se abren de par en par y sus cejas se levantan mientras espera.
—Ayer aprobé un examen de Matemáticas —suelto sin poder contener mi sonrisa.
—Bueno, vaya. No era lo que esperaba, pero... bien hecho.
—Yo... no podría haberlo hecho sin ti —admito—. El señor Wilson me puso las
preguntas enfrente y fue como si pudiera escucharte diciéndome cómo hacerlo.
—¿Sí? —añade, su propia sonrisa empezando a asomarse.
—Sí, así que... gracias.
De repente, el silencio que nos rodea se interrumpe con el sonido de un grupo de
chicos que pasan por delante de la puerta del aula y es como si nos tiraran una cubeta
de agua helada encima.
Kyle me baja al suelo antes de subirse los pantalones y tomar su gorra.
—Deberíamos ir a comer —digo, consciente de que aún no le he contestado lo de
después de clase. Una parte de mí no quiere hacerlo, simplemente para ver qué hará.
Caminamos juntos hacia la cafetería, uno al lado del otro. No hablamos, pero
supongo que es una mejoría con respecto a la mayor parte del tiempo que hemos
pasado juntos bajo este techo, así que lo acepto. Me espera cuando me desvío al baño
para asearme y me dedica una sonrisa mortal que hace que el deseo me invada por
dentro cuando salgo.
Tomamos una bandeja cada uno y nos servimos algo de comer antes de sentarnos
en lados opuestos de la mesa del equipo.
—Entonces, ¿por fin la encontraste? —cuestiona Zayn a Kyle, lo que
inmediatamente despierta mi interés.
—¿Me estabas buscando? —interrumpo, esperando que se ponga nervioso bajo el
escrutinio de mi hermano. ¿Malvada? Tal vez. Pero me importa un comino. Sin duda
él me ha hecho cosas peores—. ¿Qué? —le siseo a Ruby cuando me da un codazo
para llamar mi atención.
Mi mirada se cruza con la suya, pero no dice nada, sino que me mira al cuello
antes de cubrirse el suyo con la mano.
Arrugo las cejas, confundida. Pero entonces recuerdo a Kyle chupándome el
cuello hace unos minutos en el salón de clases e inmediatamente imito su movimiento,
cubriéndome el cuello.
Me alejo un poco más de Zayn antes de llevarme mi comida a la boca.
—Sí —dice finalmente—. Necesitaba averiguar algo sobre ese trabajo de
Literatura Inglesa que nos encargaron.
—Ah, sí, ¿qué era?
Una sonrisa de complicidad se dibuja en sus labios. Sabe exactamente lo que estoy
haciendo.
—Está bien. Encontré a alguien más a quien preguntarle. Yo... eh... no recuerdo
su nombre, pero esa rubia realmente sexy que se sienta al frente de la clase. Estaba
más que dispuesta a ayudar.
Le sonrío, esperando que mis verdaderos sentimientos no se reflejen en mi cara
mientras digo:
—Oh, sí. Apuesto a que sí. —Y pongo los ojos en blanco con tanta fuerza que
me duelen.
Juro que todos los que están sentados a la mesa contienen la respiración mientras
esperan a que él responda algo.
—Sí, realmente tenía apretado el… Ouch —se queja, metiendo la mano por debajo
de la mesa para sobarse algo; por la sonrisa de Ruby, supongo que fue su zapato—.
Iba a decir conocimiento de lo que teníamos que hacer.
—Claro que sí. —Pongo los ojos en blanco y me giro hacia Ruby, rompiendo
nuestra conexión. Al menos por ahora.
Estar sentada tan lejos de él durante el resto del almuerzo, pero sentir su mirada
clavada en mí, hace que el tiempo se alargue. No es diferente cuando me siento en
Química y veo a Ruby y Ash coqueteando delante de mí sabiendo que tengo Historia
con él en la siguiente hora.
Sé que me va a insistir para que vaya a su casa después de clases y, aunque sé
que va a pasar, y me he hecho a la idea de que no voy a poder negarme, no tiene por
qué saberlo.
Ya está en su asiento esperándome cuando por fin llego al otro lado de la escuela,
a nuestra clase de Historia.
—Pensé que me ibas a abandonar —susurra cuando el señor Anderson empieza
la clase.
—Lo consideré.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Me gusta jugar a las escondidas. —Abro mi libro lista para comenzar,
negándome a mirarlo a pesar de que sé que me está observando.
Su mano roza mi espalda antes de que sus dedos se metan bajo mi falda, el calor
de su piel quemándome.
Se inclina y su aliento me hace cosquillas en el cuello.
—Parece que olvidas que siempre gano.
—¿Quién dijo que esa no era mi intención?
Su gruñido me produce un hormigueo en todo el cuerpo.
—Oh, Gatita, vamos a divertirnos mucho esta noche.
—Tengo práctica de animadoras. —Mi argumento es débil, lo sé, pero es todo
lo que tengo.
—Y yo tengo una sesión de acondicionamiento. Es como el destino.
—Sí, si crees en esas tonterías.
—¿Tú no? —pregunta, sorprendiéndome tanto que volteo a mirarlo.
—¿Tú sí?
—Tal vez. Tendremos que esperar y ver si el destino te deja caer en mi regazo
más tarde.
—¡Demonios! —murmuro, tratando de no mostrar lo mucho que me gustan las
bromas entre nosotros cuando no estamos tratando de matarnos el uno al otro.
—Entonces... esta noche, en mi cama, ¿te apuntas?
—Vas a tener que hacer que suene un poco más tentador que eso.
—Hmmm... de acuerdo. —Mueve su silla un poco más cerca, para poder
susurrarme al oído y su mano se desliza para agarrar mi cadera—. Mi cama, yo
desnudo, tú viniéndote... una y otra y otra vez.
Santo cielo.
Mis muslos se aprietan cuando gruñe esas palabras tan bruscamente que se me
eriza la piel.
—Lo pensaré.
Se ríe entre dientes y vuelve a sentarse antes de que nos descubran y acabemos
castigados en lugar de en su cama.
—ESTO ESTÁ... um... vacío —dice Harley mientras entra a mi habitación antes que
yo. Por suerte, no hay nadie, pero no tengo intención de quedarme en la sala en caso
de que Kane regrese. Puede que le parezca bien alardear de sus conquistas, pero a
Harley no la va a mirar de ninguna maldita manera.
—Sí, bueno, no todos nos convertimos en la princesa del castillo —murmuro,
cerrando la puerta de una patada y acercándome a ella.
Ahora que la he vuelto a tener, soy un maldito adicto.
Un año mirando únicamente a chicos y necesito volver a enterrarme dentro de ella
más de lo que necesito mi próximo aliento.
Apartándole el cabello, presiono mis labios contra la piel donde su cuello se une
a su hombro y sonrío cuando un escalofrío la recorre.
—No me refería a eso. No estoy juzgando.
—Claro que no —suspiro, subiendo por su suave cuello.
Pero ella se tensa y sé que está a punto de separarse de mí.
—No lo hago —protesta, llevándose las manos a la cintura mientras su cadera
se levanta—. No me importa dónde vivas, Ky. Crecimos en remolques de mierda,
húmedos y fríos. Esto es como un maldito castillo comparado con eso. Y, ¿qué?, vivo
en una casa enorme. No cambia quién soy. Soy la chica de Harrow Creek. Siempre
seré la chica de Harrow Creek, igual que tú siempre serás el chico de… mierda. —
Jadea mientras mi cuerpo choca contra el suyo y ambos nos tambaleamos hasta que
su espalda choca contra la pared.
Mis labios encuentran los suyos mientras envuelvo sus piernas alrededor de mi
cintura.
—Te equivocas —susurro, con el corazón latiéndome tan fuerte en el pecho que
me preocupa que esté a punto de salirse—. No eres una simple chica de Creek. Eres mi
maldita chica de Creek. —Miro fijamente sus ojos muy abiertos mientras mis palabras
se asientan alrededor de los dos—. Maldición, te necesito ahora.
Con una mano en su trasero para sostenerla, con la otra la sujeto por el cabello y la
llevo hasta mi cama, con mi boca pegada a ella todo el tiempo, demasiado temeroso
de apartarme de nuevo por si alguna otra mierda aterradora sale de mis labios.
Su espalda choca contra el colchón y envuelvo con mis manos la parte inferior de
su sudadera con capucha, tirando de la tela hacia arriba por su cuerpo, despegando
sus labios de los míos por un breve instante, mientras la prenda pasa entre nosotros.
En cuanto la dejo caer al suelo, deslizo una mano por su espalda para quitarle el
sujetador y desprenderlo también de su cuerpo.
Un gemido le sube por la garganta mientras lo hago.
—Maldita sea, Harley. Eres tan sexy.
—Ky —gime mientras beso y chupo la piel de su cuello antes de rozar con mis
dientes su clavícula y abrirme paso hasta sus pechos para meter sus pezones en mi
boca.
—¿Te gusta, Gatita? —gruño cuando su espalda se arquea sobre la cama. La beso
hasta llegar al otro lado y le doy el mismo tratamiento.
—Kyle. —Vuelve a gemir—. Necesito...
—Sé lo que necesitas. ¿Confías en mí?
La miro y mis ojos se cruzan con los suyos. Algo crepita entre nosotros, pero no
me da ninguna pista sobre qué tipo de respuesta esperar.
—¿Qué si c… confío en ti? —pregunta entre jadeos.
—Sí, Gatita. ¿Confías en mí?
Me mira a los ojos como si fuera a encontrar en ellos la respuesta que necesita.
Espero con los labios sobre su pecho, mi aliento jugueteando con ella y
manteniendo su pezón erecto para mí.
—S… sí —susurra finalmente.
—¿Sí? —confirmo, con una sonrisa en los labios.
—No debería. Pero sí.
—Respuesta correcta, Gatita. —En lugar de volver a su pecho, le beso el vientre,
le desabrocho el botón y le bajo la falda y las bragas por las piernas hasta dejarla
desnuda ante mí—. Eres tan hermosa.
Levanta los brazos como si fuera a intentar esconderse de mí, pero en cuanto
nuestras miradas se cruzan, debe de haber leído mi advertencia, porque vuelve a
dejarlos caer sobre la cama.
—¿Por qué estoy desnuda y tú estás completamente vestido? —Levanta una ceja
mientras sus ojos se posan en mi cuerpo cubierto.
—Buena pregunta. ¿Qué vas a hacer al respecto? —La observo fijamente,
desafiándola a que se mueva, y lo hace en un abrir y cerrar de ojos.
Sus manos tocan la parte inferior de mi sudadera, tirando de ella hacia arriba y
dejando al descubierto mi torso desnudo. Sus dedos me rozan la piel, recorren mis
abdominales antes de encontrar la cicatriz en mi costado. Mis músculos se tensan
cuando roza el bulto.
—¿C… cómo te hiciste esto?
—Por iniciación en el reformatorio. No fue nada.
Sus ojos brillan cargados de culpa y sus labios se contraen en una delgada línea
mientras la mira fijamente.
—¿Te hicieron daño?
—Gatita —susurro, acercándome a ella y sujetándole la barbilla, levantándole la
cara para que no tenga más remedio que mirarme—. Aquel lugar era como una jungla.
Tienes que hacer lo que tengas que hacer para sobrevivir.
—Ky, estoy tan, tan...
—¡No! —bramo—. No vamos a hacer esto ahora. —Se le llenan los ojos de
lágrimas ante mi tono agresivo, pero las aleja rápidamente—. Ahora, estabas a punto
de hacer algo —le recuerdo, moviendo mi cadera para llamar su atención.
Me mete la mano en la bragueta y me baja la tela por la cadera, liberando mi polla.
—¡Carajo, gatita! —exclamo cuando la sensación de su mano envolviéndome me
detiene en seco.
—¿Te gusta? —indaga, igual que yo antes.
—Como no te imaginas. —Me quito rápidamente los zapatos deportivos antes de
deshacerme de los pantalones.
—Gatita —gruño, y mi mano se posa en su nuca mientras me mete profundamente
en su boca.
Me lleva hasta el tope, hasta que siento el fondo de su garganta en la punta.
—¡Ay, mierda! —Agarro su cabello con fuerza mientras el placer se dispara a
través de mí.
Me lo hace como una profesional, su boca húmeda y caliente es mejor de lo que
jamás hubiera imaginado. Le salen las lágrimas de sus ojos mientras lucha contra sus
arcadas hasta que me vengo en su garganta.
—¿Cómo eres tan jodidamente perfecta? —adulo, empujándola hacia atrás en la
cama y arrastrándome sobre ella, limpiándole las lágrimas de las mejillas una vez que
se ha acomodado.
Se limpia la boca con el dorso de la mano y me sonríe tímidamente.
—Creo que ambos sabemos que estoy lejos de serlo.
—No pienses en eso —exijo, sin ganas de pensar en el pasado en este momento.
Tenemos mucho de qué hablar. Lo más urgente es la verdad sobre las amenazas de
Gray que le estoy ocultando. Sin embargo, ahora mismo, simplemente quiero disfrutar
de esto porque no me cabe duda de que muy pronto algo lo va a joder.
—Pero nosotros... —La interrumpo con un beso. No me interesa hablar ahora, eso
puede venir después, mucho, mucho después.
—PROBABLEMENTE PODRÍA CONCENTRARME mejor en esto si me dejaras
vestirme —se queja Harley desde su sitio en mi cama. Tiene su libro de Matemáticas
sobre los muslos y nada más. Como debe ser—. Y tengo frío.
—Yo puedo calentarte, Gatita.
Me clava una mirada.
—Vamos a hacer esto. —Señala el libro que tiene en el regazo—. Nada, y me
refiero a nada más, va a pasar hasta que haya dominado esto.
—Preferiría cogerte a ti.
—Ya lo hiciste. Dos veces —me recuerda.
—Sí, bueno. No lo estoy haciendo en este momento. —Me enfurruño.
Sus ojos se entrecierran mientras piensa y mi estómago se aprieta. No me va a
gustar lo que está a punto de decir.
—Escúpelo, Gatita. —Insto cuando guarda silencio.
—Pensé que me odiabas —confiesa antes de que sus ojos se abran de par en par,
como si no hubiera querido decir esas palabras.
—Sí, bueno... resulta que me gusta más cogerte que odiarte.
—¿Así que me sigues odiando y el que me cojas suaviza el golpe?
Hace la pregunta tan en serio que no puedo evitar reírme.
—Sí, Gatita. Algo así.
—Hazlo otra vez.
—¿Hacer qué otra vez? —Frunzo el ceño ante su petición, sin saber qué acabo
de hacer.
—Ríete otra vez.
—Oblígame.
Tira el libro al otro extremo de la cama y se lanza sobre mí, sus uñas rojas se
clavan en mis costados antes de empezar a hacerme cosquillas.
Me río, no porque ella me lo haya exigido, sino porque no puedo evitarlo.
Justo esto. Esto lo es todo, carajo.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
HARLEY
—E sta vez no escaparás, Hunter —dice Ruby cuando ella, Poppy y Stella
se acercan a mí en la cafetería a la mañana siguiente—. Ya sabemos
que anoche no dormiste en tu propia cama. —Mira a Poppy, delatándola
por haberme descubierto—. Y sabemos que no te quedaste en casa de Stella como le
hiciste creer a tu madre. —Mira a Stella.
Sacudo la cabeza hacia las tres.
—Parece que me han descubierto —admito. No es que tuviera mucho en qué
apoyarme.
Con la mayor parte del equipo en otra parte y el escuadrón teniendo su
acostumbrada reunión de zorras en nuestra mesa habitual, encontramos otra mesa solo
para nosotras cuatro, así que afortunadamente podemos tener esta conversación en
privado.
—Así que... —Empieza Ruby, que parece demasiado entusiasmada con lo que le
voy a decir—. ¿Ustedes están ... juntos ahora?
—¿Qué? No. Estoy bastante segura de que todavía me odia.
—Pero pasaste la noche con él. —Sus palabras me obligan a recordar la noche
anterior, cuando básicamente él me dijo que me inmovilizaría físicamente a su cama
para evitar que me fuera. También recuerdo cómo me desperté varias veces por la
noche, y esta mañana con él dormido a mi espalda con su brazo protector sobre mi
cintura.
Me sentí bien. No. Mejor que bien. Fue increíble.
Sin embargo, no soy estúpida. Sé que esto no es más que él tomando lo que cree
que le debo. Y justo cuando me permita creer que podría ser más, me obligará a verlo
darme la espalda, a nosotros, y sonreír mientras me ahogo.
Alejo ese pensamiento deprimente porque no va a ocurrir. No me voy a enamorar
de él y no me va a romper el corazón.
No va a ocurrir.
—No tiene por qué gustarle para cogérsela, pensé que tú mejor que nadie lo sabrías
—dice Poppy, lanzándole a Ruby una mirada cómplice.
—Lo sé, pero...
—No hay ningún pero, igual que no hay ningún nosotros. Me está ayudando con
las Matemáticas y tomando lo que cree que le debo después de esa noche.
—Sí y sobre eso. ¿Cuándo nos vas a contar lo que pasó esa noche?
—Ummm... —Miro a Poppy, consciente de que ya lo sabe y agradecida de que
no se lo haya dicho a Ruby—. Bien —resoplo, realmente no queriendo volver a eso,
pero sabiendo que se me está acabando el tiempo—. Fui a una fiesta a la que Letty me
arrastró. Hacía años que no volvía a Harrow Creek, ya que estaba en la universidad,
y quería ver a unos viejos amigos. Yo no quería ir. Ella había tenido algunos...
problemas, digamos, con Kane, el hermano mayor de Kyle, y yo tenía la sensación de
que él estaría allí a pesar de sus protestas de que no sería así. Bueno, no había pasado
ni una hora en la fiesta y ambos aparecieron. Kyle ya estaba borracho y se dirigió
hacia mí. Zayn no estaba allí, así que supongo que pensó que tenía el camino libre.
No me quejé. Siempre me había gustado.
—Y con justa razón —añade Stella con un movimiento de cabeza, haciendo que
levante la vista hacia ella—. ¿Qué? Está buenísimo.
—Sí, como sea. Estábamos bebiendo, una cosa llevó a la otra y...
—Y... —anima Ruby.
—Nos besamos y otras cosas.
—Y otras cosas.
—Sí, nos tocamos un poco. Nada loco. En fin, el resto de su pandilla estaba allí,
Kane y Letty habían desaparecido, Dios sabrá adónde, y yo estaba disfrutando de la
vida. Pero después de un rato, las cosas empezaron a ponerse un poco confusas. Sabía
que estaba borracha, aunque no había bebido tanto, ¿sabes?
»Pero entonces Gray, el amigo de Kyle, se nos unió, y me refiero a que... se nos
unió. Kyle parecía dispuesto. Estaba totalmente ebrio. Así que le seguí la corriente.
Me sentía segura con Kyle, así que no me preocupé demasiado. Sabía que Gray era
diferente... peligroso, mas la mayoría de los chicos de Creek lo son, no era nada nuevo
para mí. Sin embargo, las cosas empezaron a ponerse más intensas, sus caricias eran
más insistentes, las cosas que me susurraba al oído me producían escalofríos y me
di cuenta de lo que había hecho. Apenas recuerdo la llamada. Demonios, hasta que
apareció la policía ni siquiera sabía realmente si la llamé o si les había importado.
Desde luego, que no iba a acercarme el teléfono a la oreja para que lo viera. Lo único
que sabía era que tenía que salir de aquella situación antes de que pasara algo
realmente malo, porque una mirada a los ojos de Gray y sabía qué se avecinaba. Me
drogó por una razón. No iba a detenerse.
—¡Jesucristo! —murmura Ruby. Se inclina hacia adelante con los codos sobre la
mesa y la barbilla apoyada en sus nudillos, totalmente absorta en mi historia.
—¿Y qué pasó después? —pregunta Stella, con un tic en la mandíbula como si
quisiera herir físicamente a alguien… a Gray… por esto. No voy a decírselo, pero
desde que vi su casa y escuché sus amenazas anteriores, tengo un poco de miedo de
que ella realmente tenga ganas de hacerlo también.
—Las cosas se volvieron muy confusas. Recuerdo que me apoyé en Kyle,
pidiéndole que me ayudara, y luego me desmayé. Evoco vagamente la conmoción del
lugar vaciándose, supongo que en el momento en que descubrieron que había llegado
la policía. Luego recuerdo a un oficial hablándome. Kyle estaba allí, sosteniéndome
la mano y eso me hizo sentir segura. Cuando volví en mí, él ya no estaba, y yo me
encontraba en el hospital.
—¿Te hizo daño? —inquiere Poppy.
—No. Y no había evidencias de que Gray realmente hubiera hecho algo. Sabía que
fue él quien lo hizo, y por mucho que quisiera creer que Kyle no estaba involucrado,
no podía estar segura. Eran mejores amigos. Hubiera sido lógico que él lo supiera.
—¿Lo sabía? —Stella casi gruñe.
—No lo creo. Se quedó mientras todos los demás huían a pesar de que sus bolsillos
estaban llenos de la mercancía de Gray.
—Pero estaba borracho —argumenta.
—No tan borracho como para sentarse a mi lado y sostener mi mano. Algo me
dice que se le pasó la borrachera rápidamente cuando la realidad se le vino encima.
—Entonces... —Poppy empieza, totalmente confundida—. Si fue él quien te
ayudó, ¿por qué lo odias?
Me río entre dientes.
—Lo culpé por permitir que sucediera, y hasta que apareció aquí y actuó como lo
ha hecho, me convencí de que él formaba parte del plan.
—Pero ¿no lo sabes?
Sacudo la cabeza.
—No, sé que no estaba involucrado.
—¿Él te lo dijo? —pregunta Ruby.
—No, aunque no hace falta.
—Dios, de acuerdo. Así que este tipo Gray... —Stella discretamente hace crujir
sus nudillos debajo de la mesa como si estuviera preparándose para una pelea, lo cual
es muy gracioso porque ella es una pequeña chica rubia que parece tan aterradora
como un oso de peluche.
Me encojo de hombros.
—Muerto, espero.
Ruby jadea sorprendida.
—¿Qué? Me habría violado esa noche, no me cabe duda. No merece respirar el
mismo aire que nosotros.
—Cierto.
—¿Así que desapareció? —Stella interroga con el ceño fruncido.
—Es decir, supongo. No he sabido nada de él ni lo he visto desde aquella noche,
así que...
—Bien —replica, sumida en sus pensamientos.
—¿Qué? ¿En qué estás pensando? —pregunto.
—Dijiste que Kyle fue arrestado por las drogas de Gray. Supongo que se las
incautaron.
—Sí, supongo.
—Gray va a querer un pago por la pérdida de sus ganancias.
—Uh... um... ¿quién eres?
Ella se ríe.
—Probablemente he visto demasiadas películas —argumenta, pero no me la creo.
—¿Así que crees que vendrá por Kyle? —Ruby agrega las palabras que me
asustan.
—No lo sé, pero seguro que todas han visto las películas.
El silencio se apodera de nuestra mesa durante unos segundos mientras se me hace
un nudo incómodo en el estómago. No quiero estar cerca de él nunca más, y desde
luego no quiero que esté cerca de Kyle. Ya lo ha metido en suficientes líos.
—¿Irás a su fiesta de cumpleaños esta noche? —Ruby pregunta de repente.
—¿De quién?
—De Kyle. —Pone los ojos en blanco como si fuera obvio.
—¿Es su cumpleaños? —exclamo, horrorizada por no saberlo. Me desperté en su
cama esta mañana y no lo sabía.
—Sí, su hermano le organizó una fiesta en su casa. Todas vamos a ir, ¿verdad?
—Uh... —¿Por qué no me lo dijo? Demonios, ¿por qué no me invitó?
—Iremos —afirma Stella, poniendo fin a lo que yo iba a decir. Eso y el hecho
de que suena el timbre.
—Todas nos arreglaremos en casa de Harley —anuncia Poppy, todavía incapaz
de reclamar nuestra casa como suya.
—Tengo algunas cosas que hacer después de clase —indica Stella—. Pero allí
estaré.
Recogemos las bandejas y nos dirigimos a nuestras clases.
Ruby se excusa para reunirse con Ash y yo me voy sola, cruzando a otro edificio
para ir a nuestra clase de Literatura Inglesa.
Casi estoy allí cuando la puerta de un armario se abre a mi lado y alguien me
agarra del brazo y me arrastra al interior.
—¿Qué demonios estás haciendo? —siseo mientras Kyle me aprieta contra la
pared. Hay una bombilla sucia colgando que emite la luz suficiente para vernos. Su
mano roza mi cuerpo antes de encontrar su hogar alrededor de mi garganta.
El corazón me retumba en el pecho, pero debo admitir que empiezo a
acostumbrarme a que me “secuestre” cuando menos me lo espero. Es más, empiezo
a disfrutarlo.
—Necesitaba algo.
—Ah, sí. Qué casualidad, porque yo también necesito algo.
—¿Sí? —gruñe, apretándome más contra la pared—. ¡Ouch!, ¿por qué fue eso?
—pregunta, frotándose el lado de la cabeza donde lo golpeé suavemente.
—Es tu maldito cumpleaños. ¿Por qué no me lo dijiste?
Se encoge de hombros.
—No tiene importancia.
—Ky, cumples dieciocho años. Es muy importante —reprocho.
Sacude la cabeza, con una suave sonrisa en los labios.
—Conseguí despertarme y hundirme dentro de ti, ¿qué podría ser más importante
que eso? —murmura.
—Oh, no sé, ¿qué tal ... decirme lo de tu fiesta? —Le clavo una mirada.
—¿Cómo te ...? Ruby —Adivina correctamente.
—Sí, ¿entonces no estoy invitada o qué?
—No sé lo que Kane tiene planeado y no quería... —Se detiene.
—¿Qué tal si me dejas decidir a mí?
—Asumo que ha invitado al grupo de Creek y...
—¿Aun así pensaste que estaba bien decidir por mí?
La verdad es que no tengo ninguna intención de juntarme con sus amigos de Creek.
Después de esa noche, le di la espalda a ese lugar, aparte de visitar a mi padre.
Me sonríe y maldito sea porque hace que me derrita por dentro.
—Gatita. —Respira, haciendo que mis entrañas se estremezcan—. ¿Te gustaría
venir a mi fiesta?
—Creo que esta noche voy a estar ocupada, pero gracias por la invitación —
respondo inexpresiva y él se ríe echando la cabeza hacia atrás. Su mirada es tan intensa
cuando vuelve a mirarme que me da un vuelco el corazón, lo juro—. D… deberíamos
ir a clase.
—Sí, en un minuto.
Sus labios encuentran los míos y su mano se desliza bajo mi camiseta para rodear
mi cintura contra la suya, piel con piel.
En el momento en que su lengua se desliza en mi boca, me hundo en su abrazo,
agradecida de que me sostenga.
—Tengo muchas ganas de follarte —admite después de besarme la mandíbula y
rozarme las orejas con los labios.
—P… pero Inglés —digo a la fuerza, provocando que se ría.
—Lo sé, Gatita. ¿Hay algo que pueda hacer para que te escapes conmigo?
Me pasan por la cabeza un millón de cosas que podría decir para hacerme aceptar,
pero no digo ninguna porque sé que no puedo permitirlo.
—Nop.
—Todos los demás piensan que eres una buena chica, ¿verdad?
—Ky —advierto, su voz grave y sus palabras llenas de deseo hacen que mi
negativa a quedarme encerrada aquí durante toda nuestra clase sea cada vez más difícil
de mantener.
Literatura Inglesa fue un infierno después de que finalmente logré escabullirme
de Kyle y escapar del armario.
No puedo negar que me habría encantado quedarme allí todo el rato, pero no puedo
arriesgarme a faltar a clase y, desde luego, a que mamá se entere. Puede que nos deje
salirnos con la nuestra cuando se trata de fiestas y alcohol, sin embargo, la escuela es
otro asunto completamente distinto.
No es tonta, sabe por experiencia el tipo de crianza que tuvimos en Creek, y sabe
las cosas que hicimos mucho antes de tener edad para hacerlas. Diablos, ella es una
chica Creek. Pero también logró salir, y la educación es la única manera de lograrlo.
Y quiere lo mejor para nosotros. Lo entiendo perfectamente.
Kyle apenas deja de tocarme durante toda la clase mientras intenta demostrarme
que lo que hice estuvo mal.
Siento un hormigueo en la piel, con las bragas todavía húmedas por su beso.
Sé que probablemente tomé la decisión equivocada, pero ya es demasiado tarde
para dar marcha atrás.
—Ven a casa conmigo ahora —me gruñe al oído mientras se queda de pie
demasiado cerca de mí, junto a mi casillero, mientras el resto de los estudiantes se
dirigen a la salida para empezar sus planes de fin de semana—. Podemos empezar
la fiesta temprano.
—Tienes una sesión de acondicionamiento —señalo, dándole un golpe en el pecho
un poco más fuerte de lo necesario—. Y les prometí a las chicas que me arreglaría
con ellas.
—¿Qué te vas a poner?
—No sé —digo sinceramente porque ni siquiera he pensado en ello.
—Respuesta equivocada, Gatita.
—De acuerdo. —Hago una pausa intentando dar con la respuesta correcta—.
¿Algo sexy?
—Bingo.
—¿Asumo que Zayn irá?
—Jodeeer. Tendré que decirle que me estoy acostando con su hermana, que está
buenísima —musita encogiéndose de hombros y a mí se me acelera el pulso.
—¿Y que te dé una paliza el día de tu cumpleaños?
—Ouch —me quejo cuando estira la mano y me retuerce el pezón a través de la
camiseta—. Puedo con tu hermano, Gatita.
—Claaaro. Por supuesto.
Me mira con el ceño fruncido.
—De acuerdo, bien. Pero no esta noche. Se supone que debes divertirte.
—Exacto, lo que significa que necesito un pase libre a tu coño.
—Jesucristo, ¿siempre fuiste tan insoportable?
—Sí, solo que nunca lo notaste.
—No sé cómo, porque pasé mucho tiempo mirando —musito, pero me arrepiento
al instante cuando una sonrisa de intriga ilumina su rostro.
—¿Ah, sí? Cuéntame más.
—Me encantaría —respondo, mirando por encima del hombro y encontrando la
excusa perfecta por la que no puedo—. Pero creo que tu nuevo equipo ha venido a
buscarte. —Asiento con la cabeza hacia ellos y él voltea para encontrar a Jake, Ethan,
Mason y Zayn dirigiéndose hacia acá.
—¿Tienes más problemas con tu tarea, Legend? —cuestiona Zayn con
desconfianza, sus ojos mirándonos a los dos.
—Sí —murmura Kyle—. Algo así.
—Bueno, a pesar de lo divertido que ha sido esto. Tenemos un lugar al que ir —
señala Jake—. Y solo porque sea tu cumpleaños, no creas que eso significa que voy
a ser blando contigo. Tienes una reputación que mantener, Legend —advierte.
Entrecierro los ojos y miro a Kyle.
¿Acaso era la única que no sabía que era su cumpleaños?
—Entonces, vámonos. Parece que tengo que recordarte lo bueno que soy.
—Tan arrogante —murmuro, sintiendo los ojos de Kyle sobre mí mientras miro
hacia mi casillero para sacar mis libros.
—Sabes que te encanta. —No necesito mirar por encima de mi hombro para saber
que tiene una enorme sonrisa en su rostro.
—Vamos, idiota —reclama Zayn—. Antes de que hagas que quiera arrancarte los
ojos más de lo que ya lo desea.
Una sonrisa se dibuja en mis labios ante la esperanza en esa afirmación. Mi
hermano no es estúpido, sabe que aquí está pasando algo. Simplemente espero que
sea lo suficientemente feliz como para vivir en la negación por un tiempo más. No
estoy preparada para el escándalo que se armará cuando descubra la verdad.
Con suerte, para cuando eso ocurra, Kyle ya se habrá divertido y todos podremos
volver a nuestra vida normal, en la que él me odia y apenas puede mirarme, y yo podré
seguir fingiendo que quiero acostarme con cualquier otro miembro del equipo solo
para hacer enojar a mi hermano.
El estómago se me retuerce dolorosamente, recordándome que mi cabeza y mi
corazón ya están en guerra con esta situación.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
KYLE
—W hoa, tápense sus pollas diminutas chicos, hay una dama en la casa —
brama Ethan mientras todos nos vestimos después de la brutal sesión
de Jake.
Al levantar la vista después de abrocharme los pantalones, veo a Stella caminando
por el vestidor de los chicos como si nada. Sus ojos pasan alrededor de todos los
chicos en la habitación, con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Buenas tardes, chicos. Me alegro mucho de verlos —bromea.
Una vez satisfecha, sus ojos se posan en mí.
—Tú y yo tenemos que hablar —dice con naturalidad.
—¿Ah, sí?
—Sí —confirma—. Arréglate rápido.
—¡Parece que Legend va a recibir un regalo de cumpleaños! —vocifera alguien
detrás de mí.
—¡Woohoo, metete ahí, chico! —se mofa alguien más.
Les hago una seña con el dedo medio por encima de mi hombro porque a pesar
de lo que parece, sé que no es por eso por lo que Stella está aquí.
—Él desearía ser tan afortunado —se burla, echándose el cabello rubio por encima
del hombro y moviendo sus pestañas. Después de otro segundo, sus ojos me
encuentran de nuevo—. Estaré afuera. No me hagas esperar mucho. —Dicho esto, se
da la vuelta y sale tan rápido como entró.
—¿Qué carajo fue eso? —pregunta Zayn mientras los ojos curiosos de Ash se
clavan en el costado de mi cabeza.
—No tengo ni puta idea, pero creo que estoy a punto de averiguarlo.
—¿Necesitas que te acompañe? —propone Ash—. Hay algo un poco aterrador
en ella.
—Estoy bastante seguro de que puedo manejarla.
—¡Ojalá yo pudiera manejarla, carajo! —grita alguien.
Sacudo la cabeza, riéndome. Puede que ahora esté en una mejor zona del país,
pero las bromas en los vestidores de los chicos nunca cambian.
—Nos vemos luego, ¿sí? —les digo a Ash y Zayn.
—De acuerdo, amigo. —Acepta Zayn—. Vamos a festejar como si fuéramos
basura de parque de remolques —bromea.
No he invitado al resto del equipo, aunque tengo mis sospechas de que de todas
maneras aparecerán.
Supongo que Kane habrá invitado a algunos de nuestros viejos amigos y no estoy
del todo seguro de cómo me sentiré si mi pasado y mi presente se mezclan. Sin
mencionar que los Harriers son algo así como rivales de los Bears. Digo algo así
porque los Bears aplastarían a los Harriers incluso dormidos, así que no son
exactamente una amenaza para el éxito de los Bears.
Después de meter todo en mi mochila, me la echo al hombro y me dirijo a ver
qué quiere Stella.
—¿Todo bien? —La saludo con la cabeza mientras me acerco.
—Supongo que todo depende de lo que tengas que decirme.
—Um...
—¿Vamos a tu auto?
—Eh... claro.
Se aparta de la pared contra la que estaba apoyada y marcha hacia la salida,
obligándome a seguirla.
Los chicos tenían razón. Tiene un cuerpazo, aunque no me atrae. En cambio, la
chica de la que sospecho que ha venido a hablarme sí que lo hace.
Elimino la vocecilla de mi cabeza que intenta decirme que no se trata solo de la
venganza por la que todo empezó, porque no estoy listo para lidiar con nada de eso.
Tan solo voy a saciarme de ella. Sacarla de mi sistema y esperar que pueda seguir
adelante con mi vida.
Ha estado en mi cabeza desde aquella noche, y no por las razones correctas, es
hora de volver a sacarla.
Presiono el botón para abrir el coche y Stella no pierde tiempo y se sienta en el
asiento del pasajero, después de dejar mis cosas en el maletero, me le uno.
—Así que, ¿a qué debo este placer?
—Gray —dice, y se me hiela la sangre cuando sus ojos azules se clavan en los
míos.
—¿Q… qué pasa con él?
—Harley nos contó lo que pasó esa noche. Dijo que las drogas con las que te
arrestaron eran suyas.
—Cierto...
—Él es la razón por la que estabas como loco por no saber dónde estaba Harley
la otra noche, ¿no? —Mi barbilla baja, sin embargo, no encuentro las palabras para
confirmar sus sospechas—. Sí, eso pensé. Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Qué harás al
respecto con ese hijo de puta?
Mis labios se abren como los de un maldito pez mientras mi cabeza da vueltas.
—¿Quién eres? —Es la pregunta que finalmente sale de mis labios cuando consigo
formar algunas palabras.
—Una chica que está preocupada por su amiga. Tú estás preocupado, lo que
significa que ella debería estar preocupada, pero, por lo que veo, ella no tiene ni la
más mínima idea de que él es una amenaza. ¿Por qué?
—No quiero preocuparla.
—Bien, lo entiendo. De verdad. Pero ella necesita saberlo. Si crees que él es una
amenaza tan grande como parece, entonces, ¿no crees que ella merece estar al tanto
para que pueda estar atenta, y mantenerse a salvo?
—¿Y si él está fanfarroneando? Entonces la asustaré por nada.
—¿Está fanfarroneando?
Exhalo un largo suspiro, me retuerzo en el asiento y reclino la cabeza hacia atrás.
—No lo sé —admito en voz baja.
Tan solo pronunciar esas palabras me hace sentir físicamente enfermo. La idea de
que la encuentre y la obligue a pagar mi deuda.
Se me revuelve el estómago.
—¿Qué harás al respecto? —Su mirada se clava en mi rostro mientras mantengo
los ojos fijos en la matrícula del auto que tenemos enfrente.
—Umm...
Ella gime frustrada.
—Umm no es una respuesta, Kyle. No si ella está en peligro, lo cual supongo que
es así.
—No sé qué hacer, ¿está bien? —grito con frustración—. No quiero asustarla. No
quiero que piense que la estoy poniendo en peligro. No quiero que él se acerque a ella.
—Huh —dice, sentándose y mirando por el parabrisas.
—¿Huh, qué? —inquiero, más curioso por ese pequeño sonido que por cualquier
otra cosa que haya dicho durante esta extraña conversación.
—De verdad te gusta. —No es una pregunta. Está afirmando un hecho y eso hace
que se me acelere el corazón y me suden las palmas de las manos.
—N… no —tartamudeo.
—Claro. ¿De verdad vas a decirme que todo esto es solo para vengarte de ella
por lo que pasó? Si de verdad quisieras que creyera que solo quieres vengarte, no te
preocuparías tanto por esto. No te importaría lo que él pudiera tener reservado para
ella.
Mis labios se separan para responder, sin embargo, pronto me doy cuenta de que
no tengo palabras.
El silencio en el auto es casi ensordecedor mientras la sangre me pasa por los
oídos tan rápido que la cabeza me da vueltas.
Me estoy dando cuenta rápidamente de que Harley se está abriendo camino más
profundamente de lo que yo quisiera, pero era fácil de bloquear cuando solo eran mis
propios pensamientos locos.
No obstante, ser tan obvio que otros se están dando cuenta de mis sentimientos,
esa mierda asusta.
—No puedo dejar que él llegue a ella, Stella. No puedo. Lo que iba a hacer esa
noche, no... —Un escalofrío me recorre al pensarlo—. No puede ocurrir.
—Estoy de acuerdo. No obstante, lo que necesito saber es qué vas a hacer al
respecto. Te ayudaré con lo que necesites, pero... oh, no me mires así, soy más capaz
de lo que crees.
—¿Estás a punto de decirme que eres cinta negra en algún arte marcial que jamás
he oído o algo así?
—O algo así. —Se ríe—. Mira. —Se voltea hacia mí—. Cualquier cosa que
necesites para hacer que esto desaparezca, solo dímelo. Tengo... contactos que pueden
ayudar. —Entrecierro mis ojos hacia ella, cada vez más confundido a medida que la
conversación avanza—. ¿El vendrá esta noche?
—Espero que no, maldición.
—Si lo hace, indícame dónde está. —Se da la vuelta y agarra la manija—. Ah,
¿y Kyle?
—¿Sí? —replico, sin saber qué podría añadir.
—Dile lo que realmente sientes.
Antes de que pueda responder, sale del coche y la puerta se cierra tras ella.
—Vaya. —Suspiro, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los párpados.
El rugido de un motor me hace vibrar y, cuando abro los ojos, veo a Stella pasando
a mi lado a toda velocidad conduciendo un Porsche 911 negro mate.
—¡A h-ja, por fin! —grito, sintiendo ya el efecto del vodka que Ruby trajo
consigo cuando Stella finalmente se nos une en mi habitación para
prepararse para la fiesta de esta noche.
—Lo siento, pero tengo esto. —Me enseña una botella de Grey Goose y me dirijo
hacia ella—. Parece que ya has bebido bastante —dice, observando cómo me balanceo
un poco.
—La pizza está en camino, lo absorberá. Además, voy a una fiesta potencialmente
llena de chicos de Creek. Lo necesito.
—Me parece justo. —Me da la botella y me mira mientras le quito el tapón y
bebo un trago.
No miento. La idea de entrar a una fiesta con algunas de las mismas personas
de esa noche, me asusta. Probablemente debería dejar el alcohol e ir con la cabeza
despejada, sin embargo, estoy demasiado nerviosa para eso. Además, tendré a mis
chicas a mi lado y confío en ellas para que la noche no acabe como aquella.
Suenan unos golpes en la puerta y Stella se da la vuelta para abrir.
—Entrega —murmura Zayn, entregándole un montón de cajas de pizza.
—Gracias, hermano.
—Deja el vodka, Har. En realidad quiero disfrutar de esta noche, y no tener que
arrastrar tu patético trasero a casa antes de tiempo.
—Oooh qué delicado —me mofo, poniendo los ojos en blanco ante su actuación
de hermano mayor.
Stella le da un portazo en la cara y yo aúllo de risa al ver la cara que pone cuando
se cierra de golpe.
—¡Comida, dame comida! —grita Poppy, saltando de la cama y tomando la caja
superior de manos de Stella.
Ella también se tambalea y se balancea un poco.
—Sé que llegué tarde, pero ¿cuánto han bebido ustedes tres?
—Suficiente para ponernos de humor —replica Ruby—. Ahora ven con nosotras.
Comemos y nos arreglamos. Tenemos que asegurarnos de que Harley esté guapísima
para su chico.
Mi estómago se retuerce dolorosamente ante sus palabras.
—No es mi chico. Y mi hermano va a estar allí, así que nada va a pasar.
—Solo díselo —me anima Poppy—. No será tan malo. Él ya sospecha.
—¿Le has dicho algo? —Le clavo una mirada, esperando que no haya roto el
código de chicas y le haya contado todos mis secretos a mi hermano, también conocido
como su novio.
—¿Qué? No, no se lo diría. Pero no es idiota y ha visto las miradas entre ustedes.
—Mierda —murmuro—. No quiero que se peleen por nada.
—No sería por nada, sería por ti —señala Ruby.
—Es lo mismo. No quiero que ocurra. Especialmente cuando esto entre nosotros
realmente no es nada.
—¿No lo es? —Stella añade, sentándose en mi cama con nosotras y abriendo la
última caja de pizza.
—No, no lo es. Puede que ya se haya aburrido de mí y se enrede con otra chica
esta noche.
Me duele el pecho al pensarlo, pero casi se me desgarra al forzarme a decir las
palabras.
—¿Y tú estarías de acuerdo con eso? —curiosea Ruby.
—Por supuesto —miento—. Sé lo que hay entre nosotros. Me metí en esto con
los ojos abiertos. Demonios, puede que incluso no vaya esta noche.
Las tres me miran como si de repente me hubiera salido una cabeza de más.
—¿Qué? —reviro, metiéndome un trozo de pizza en la boca.
—Él te invitó. Quiere que vayas.
—No le dejé muchas opciones —musito con la boca llena de comida.
—Créeme, te quiere allí. —Mis ojos se entrecierran en Stella preguntándome
cómo suena tan segura de ese comentario.
—¡Eso es todo! —declaro—. A partir de ahora está prohibido hablar de chicos.
—¿De qué demonios vamos a hablar entonces? —replica Ruby.
—Umm... —Me levanto de un brinco y abro mi armario—. ¿Qué vestido me
pongo?
LA CALLE donde vive Kyle está llena de autos cuando llegamos casi tres horas
después.
La fiesta está en pleno apogeo y llegamos elegantemente tarde.
También estoy convenientemente borracha y casi preparada para lo que sea que
estemos a punto de encontrarnos. O al menos eso me digo a mí misma.
La realidad podría ser muy distinta.
La música retumba en la casa mientras pasamos junto al auto de Kyle y nos unimos
a la multitud de gente que merodea, bebe y fuma en el porche.
Hay caras que reconozco de Creek, y más de uno me saluda con la cabeza mientras
nos dirigimos a la puerta principal.
—Ya no estamos en Kansas —murmura Poppy detrás de mí cuando pasamos junto
a una pareja que está prácticamente haciéndolo contra la pared lateral de la casa.
Ethan y los chicos organizan algunas fiestas salvajes, pero sin siquiera poner un
pie dentro de esta casa, ya se siente diferente. Más sombría. Más peligrosa.
Un escalofrío me recorre la espalda al recordar mi última fiesta en Creek y una
cara en particular.
«No estará aquí» , me aseguro.
Puede que esté pecando de ingenua, pero me alegra creer que Kyle ha roto los
lazos con Gray después de aquella noche. Pero sé que la realidad de la situación es
probablemente muy diferente. En este momento, simplemente prefiero meter la
cabeza en la arena que considerar las alternativas.
Abro la puerta de un empujón y veo que el lugar está lleno de gente.
Hay cuerpos que se agitan y se mueven al ritmo del potente bajo, el aire está
cargado de humo y el olor a nicotina, marihuana y cualquier otra cosa que se inhale,
es tan intenso que me quema los pulmones.
Nos abrimos paso entre la multitud e inmediatamente mis ojos se posan en Kyle,
que está sentado en el sofá, pero no está solo.
—¿Qué demonios? —Stella brama lo suficientemente fuerte como para
escucharse por encima de la música mientras viene a ponerse a mi lado y mira
fijamente en la misma dirección—. ¿Acaso tiene deseos de morir?
Me quedo completamente paralizada mientras observo a una chica morena en el
regazo de Kyle. Tiene sus labios pegados a su cuello mientras él se bebe una botella
de cerveza.
Mis puños se aprietan mientras el dolor se arremolina alrededor de mi corazón.
No debería doler. No debería importarme.
No obstante, me importa. Y me odio por ello.
Las lágrimas me queman detrás de los ojos mientras veo su mano recorrer
tranquilamente su espalda.
La bilis me sube por la garganta y, durante unos segundos, me pregunto si
realmente estoy a punto de cubrir el piso de su sala con el vodka y la pizza de esta
noche.
Ruby y Poppy aparecen delante de mí con vasos desechables en las manos.
—Qué... ay, mierda. —Jadea Ruby cuando descubre lo que tenemos enfrente—.
Ese hijo de puta...
—Déjalo —gruño, estirando una mano para agarrarla del brazo cuando parece
que está a punto de dirigirse hacia allá.
—Pero él es...
—Es totalmente libre de hacerlo. Dame eso. —Le arrebato la bebida de la mano y
me la bebo de un trago. Necesito el alcohol extra en mi sistema si voy a lidiar con esto.
Mi corazón me dice que me vaya, que evite que lo maltraten más de lo que ya está.
Pero mi cerebro alcoholizado me dice que me quede y juegue con él a su propio juego.
Ash, Zayn y algunos de los otros chicos aparecen, uniéndose a nuestro círculo
antes de que Poppy y Ruby sean arrastradas a bailar con ellos.
Ni Rich ni Justin ocultan el hecho de que nos están observando a Stella y a mí
mientras bajan sus miradas por nuestros cuerpos escasamente vestidos.
—¿Bailamos? —le pregunto a Rich, cuya cara se ilumina como un maldito árbol
de navidad. Cualquier chico sensato me mandaría al demonio después de lo que pasó
en la cafetería a principios de semana. Pero Rich no es un tipo sensato y solamente
piensa con su pene, sobre todo después de unas copas y un par de cigarros de
marihuana.
—¿Qué demonios estás haciendo? —me sisea Stella al oído.
—Disfrutando de la fiesta. Te sugiero que te animes tú también. Justin es un buen
bailarín. —Le hago un gesto con la cabeza mientras Stella niega con la cabeza.
—Estás jugando con fuego, chica.
—¡Y lo que me gusta quemarme! —respondo gritando, acercándome al cuerpo
de Rich y pasando mi mano libre por su pecho hasta rodearle la nuca.
Cuando miro sus ojos enrojecidos, me doy cuenta de lo ido que está.
—Estás muy sexy, Har —gime en mi oído mientras sus dos manos se posan en
mi trasero, apretándome tanto contra su cuerpo que no tengo más remedio que sentir
su dura longitud presionándome el estómago.
No siento nada. Absolutamente nada sobre el hecho de que lo estoy excitando.
No hay hormigueo. Ni emoción. Ni deseo de más.
Lo único que quiero es volver arrastrándome a casa, acurrucarme en la cama y
olvidar que esta noche existe.
Pero no puedo hacerlo.
Estoy aquí ahora y me niego a demostrarle a ese hijo de puta que me afecta de
alguna manera.
Sabía que esto iba a pasar.
Ahora solo tengo que afrontarlo.
Me llevo el vaso a los labios y descubro que está vacío.
Diablos. Necesito más alcohol para esto.
Pierdo la noción del tiempo, aunque Stella me sirve dos tragos más, me niego a
aceptar alcohol de alguien que no sea una de mis chicas.
Las manos de Rich se vuelven cada vez más aventureras y desesperadas a medida
que cambian las canciones y el alcohol sigue bajando mis inhibiciones, probablemente
lo animo demasiado, pero no puedo evitar la esperanza de que en algún momento
Kyle me vea y tenga algo que decir sobre esto.
Aunque la realidad es que probablemente ya me haya visto y no le importe en
absoluto. Parecía más que entretenido con la morena.
Todo es... casi soportable hasta que escucho una voz que me produce un violento
escalofrío. Es una voz que podría vivir feliz el resto de mi vida sin volver a escuchar.
—Bebé Hunter, tanto tiempo sin verte.
Mis ojos se clavan en los de Rich con la esperanza de que pueda leer el miedo
que hay en ellos, sin embargo, pronto me doy cuenta de que está demasiado ido para
saber siquiera su propio nombre en este momento, y mucho menos que necesito que
me ayude.
Un cuerpo duro y cálido me aprieta la espalda y lucho contra la necesidad de
clavarle el codo en las costillas.
Necesito ver cómo quiere jugar a esto antes de dejarle ver que le tengo miedo.
Sus dedos rozan mi cuello y me sobresalto al contacto mientras me aparta el
cabello.
—Te eché de menos, chica —susurra mientras la bilis me quema la garganta y la
presión se me acumula detrás de los ojos. Nunca he odiado a nadie con tanta intensidad
como a él.
Por las cosas que me hizo, o pretendía hacerme, aquella noche.
Por cómo arruinó la vida de Kyle dejándolo cargar con la culpa.
Por la forma en que se pasea por Harrow Creek como si fuera el dueño del lugar,
cuando lo único que es un imbécil engreído ávido de dinero, poder y respeto. Puede
que haya conseguido algo de los dos primeros, pero lo último nunca lo conseguirá.
—¿Qué quieres, Gray? Estoy ocupada. —Me aprieto más a Rich con la esperanza
de crear algo de espacio entre el diablo en persona y yo, pero él avanza conmigo.
—A ti —me gruñe al oído. Cada músculo de mi cuerpo se paraliza ante la
advertencia que contienen esas palabras.
Su mano desciende por mi cuerpo y, una vez más, el vodka que se agita en mi
estómago amenaza con reaparecer.
—Bueno, llegas tarde. Estoy bailando con Rich.
—Estoy más que dispuesto a compartir, princesa. Creí que ya lo sabías.
—Harley, está todo... tú. —Stella le clava una mirada a Gray—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
Mi barbilla cae.
—¿Conoces a este imbécil? —pregunto, levantando la barbilla del suelo.
—Sí, lo conocí en la fiesta de Justin. Es el tipo del que te conté.
—Oh, no. No, no, no. —Sacudo la cabeza.
Gray estuvo en casa de Justin. Besó a Stella.
¿Por qué?
Esas palabras dan vueltas en mi cabeza mientras mis manos tiemblan contra la
cintura de Rich.
¿Por qué está cerca de mí, y más aún intentando meterse en mi vida?
Los siguientes segundos suceden tan rápido que casi empiezo a preguntarme si
me los estoy imaginando. En un segundo, mi frente se pega contra Rich, y al siguiente
estoy dándome la vuelta para mirar a Gray.
Cierro los ojos con fuerza, porque no quiero mirar sus malvados abismos de
oscuridad, pero en cuanto su mano me rodea la garganta y aprieta lo suficiente como
para impedirme respirar, los abro de golpe.
—Tenemos asuntos pendientes, Harley Hunter. —Me levanta con esa mano y mis
pies abandonan el suelo mientras me mira con el ceño fruncido.
—No. —Intento gritar, sin embargo, su agarre me impide respirar y mucho menos
emitir sonido alguno.
Todo a mi alrededor se vuelve borroso, la música parece subir de volumen y él
me hace retroceder hacia algún lugar, hacia la puerta quizá, no tengo idea.
Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, todo vuelve a cambiar.
Sus dedos me sueltan la garganta sin ningún aviso y caigo al suelo con fuerza
sobre mi trasero, con un dolor que me recorre la espalda.
—¿Qué dem...? —Respiro, me llevo la mano a mi garganta adolorida mientras
mi visión se aclara.
Las chicas gritan y los chicos piden más, superando el ritmo de la música mientras
contemplo la escena.
—¡Kyle, no! —exclamo, intentando ponerme de pie cuando Gray le da un
puñetazo en la cara a Kyle.
No importa que Gray ya esté cubierto de sangre, la visión de sus puños golpeando
la mejilla de Kyle quedará grabada de forma permanente en mi cerebro.
Corro hacia ellos para intentar detenerlos antes de que Kyle acabe herido, pero un
par de brazos firmes me rodean la cintura y me empujan contra un pecho macizo.
—Puede arreglárselas solo —me dice Ash al oído.
Por suerte, tiene razón y, tras recibir ese único golpe, Kyle empieza a dominar a
Gray. Tiene una ventaja aún mayor cuando mi hermano se mete en la pelea.
Puede que nunca le haya confesado toda la verdad sobre aquella noche, pero en el
fondo, él lo sabe. Siempre lo supo. Sería estúpida si pensara que los rumores de Creek
sobre aquella noche no le hubieran llegado, aunque yo nunca quise hablar de ello.
A pesar del hecho de que ahora son dos contra uno, Gray no desiste y en poco
tiempo Zayn también está sangrando, con el labio y la ceja partidos.
—¡No! —grito una vez más cuando la rodilla de Gray aterriza en el estómago de
mi hermano, forzándolo a tirarse al suelo para darle una patada con su bota.
Forcejeo contra el fuerte agarre de Ash, mi necesidad de ir a ayudarlos es lo único
en lo que puedo pensar a pesar del hecho de que probablemente sería yo quien moriría
si corriera en medio de la masacre en este momento.
Zayn se pone de pie una vez que Gray dirige su atención hacia Kyle y logra rodear
con sus brazos el torso de Gray, inmovilizando sus brazos a los costados para
permitirle a Kyle un golpe libre.
La furia que Kyle desata me asusta mientras sus puños golpean una y otra vez el
rostro ensangrentado de Gray.
No es hasta que empieza a gritarle que me doy cuenta de que alguien apagó la
música.
—¡Te voy a matar, hijo de puta! —brama mientras los chicos empiezan a moverse
para permitir que otra persona corra hacia el centro del círculo que se formó en la sala
de los Legend para poder ver la pelea.
En cuanto Kane entra, un gran silencio recorre la multitud.
—Ky. —Es lo único que dice, y es suficiente porque Kyle baja el puño y da un
paso hacia atrás, aunque sus ojos siguen clavados en Gray, que apenas se mantiene
de pie. Si no fuera por Zayn, ahora estaría tirado en el suelo.
Kyle da otro paso hacia atrás mientras Kane da uno hacia adelante para estar casi
nariz con nariz con Gray.
—Eres un estúpido hijo de puta por venir aquí. Ahora lárgate. De. Una. Puta. Vez.
De. Mi. Casa. —Estira el brazo hacia atrás y le da un golpe tan fuerte que el cuerpo
de Gray se queda inerte en los brazos de Zayn. Aunque ya este no lo sostiene y lo deja
caer al suelo—. ¡Que alguien saque a ese cabrón de aquí! —ordena Kane sin dirigirse
a alguien en particular, pero al instante tres tipos salen corriendo de entre la multitud
para acatar las órdenes.
Poppy se acerca a Zayn y le suelta unas cuantas palabras antes de que ambos
desaparezcan entre la multitud mientras todos los demás deciden que el espectáculo
terminó porque vuelven a la fiesta a continuar con su velada.
Kyle se da la vuelta y sus ojos encuentran los míos de inmediato.
Están tan oscuros y su mandíbula se aprieta dolorosamente cuando algo estalla
entre nosotros.
Los brazos de Ash se aflojan alrededor de mi cintura, pero no me muevo.
—¡Todo el mundo fuera de mi maldita casa! —Kane retumba, y los chicos
inmediatamente comienzan a moverse a mi alrededor.
Sin embargo, ni Kyle ni yo parpadeamos y nos quedamos observándonos
fijamente.
Tiene la mejilla ensangrentada por un corte en la ceja, el ojo derecho hinchado
y el labio partido.
Está hecho un desastre, pero no puedo apartar la mirada de la devastación.
La conmoción a nuestro alrededor empieza a disminuir. Pero aun así,
permanecemos inmóviles.
—Poppy se llevó a Zayn a casa —me susurra Ruby al oído—. Ash puede
llevarnos. ¿Vienes?
—Yo... um...
Al parecer, el susurro de Ruby no fue lo suficientemente bajo porque Kyle contesta
por mí.
—No. Ella no irá a ninguna parte —expone, hablando por primera vez en lo que
parece una eternidad. Su voz áspera y profunda vibra a través de mí y me afecta más
que todo lo que Rich me hizo antes.
Maldito sea.
—Realmente no creo...
—Me importa una mierda lo que creas.
—¡No le hables así! —suelto, mi propia ira apoderándose de mí. Los ojos de Kyle
siguen sosteniendo los míos, ni siquiera le dirige a Ruby una mirada para disculparse
por su tono—. Está bien, Rubes. Ustedes váyanse. Kyle y yo tenemos que hablar. —
Me estremezco al escuchar mi voz ininteligible. Ojalá sonara más fuerte y con más
control en este momento.
—¿Estás segura? —susurra, esta vez más bajo para que solo yo pueda oírla.
—Sí, no pasa nada. Kane está aquí para impedir que lo mate —digo lo bastante
fuerte como para que me escuche quienquiera que quede en la casa.
Una sonrisa se dibuja en los labios de Kyle, pero me niego a notarla o a
devolvérsela.
Estoy demasiado furiosa. Aunque ahora mismo me cuesta poner mi rabia y mis
pensamientos en un orden sensato y no sé qué me tiene más furiosa.
—Está bien. —Respira Ruby. Duda a mi lado un par de segundos, pero enseguida
desaparece.
—Llámame si necesitas algo —dice Ash a Kyle antes de que desaparezcan de la
casa, dejándome sola con los dos hermanos Legend.
La mayoría podrían sentirse intimidados. Ellos son mucho más que una fuerza
con la que se debe tener cuidado. Aunque los conozco bien como para acobardarme
ante ellos.
—Kane —gruñe Kyle.
—¿Qué? Quiero verla intentar cumplir su amenaza —bromea.
—Kane —repite, con voz grave e inquietante.
—Bien. ¿Por qué no me arruinas la fiesta y también toda la diversión? —murmura,
tomando un par de cervezas antes de atravesar la puerta principal y cerrarla de un
portazo.
—Y entonces quedaron dos —reflexiona Kyle.
—No te hagas el gracioso. ¿Qué demonios fue eso? —pregunto moviendo el brazo
por la habitación a mi espalda. No tengo idea de a qué parte específica del desastre de
esta noche me estoy refiriendo, ni siquiera me importa realmente por dónde empiece,
simplemente necesito que me dé unas malditas explicaciones.
—No sabía que él iba a venir.
—¡Maldición!, en verdad espero que no. Kyle, ese maldito arruinó tu vida, casi
me vio... —Me detengo, no quiero decir las palabras, lo hace parecer demasiado real
y prefiero vivir en la ignorancia tanto como pueda—. Deberías haberme avisado. No
habría venido. —Da un paso hacia adelante y el aroma a alcohol y marihuana que lo
envuelve como una neblina llena mi nariz—. No lo hagas —advierto, interponiendo
una mano entre nosotros. No puedo dejar que se me acerque. Y menos aún que me
toque. Incluso estando sobria hago cosas que no debería cuando eso ocurre—.
Deberías habérmelo dicho —repito.
—Pero quería que estuvieras aquí.
—¿Por qué? ¿Para que él me hiciera eso? ¡Ohhh! —explico, una idea me golpea
tan fuerte que hace que mi cabeza dé vueltas—. ¿Tú también querías que se repitiera?
Sé que la jodí aquella noche, pero ¿has estado mintiéndome todo este tiempo?
¿Estabas involucrado y querías llegar hasta el final? Cogerme al mismo tiempo que él.
—No —niega, acercándose—. Jamás. Maldita sea, tú eres mía, Harley. No de ese
cabrón ni de ningún otro.
—Claro —me mofo, con una carcajada maníaca saliendo de mis labios—. Soy
tan tuya que tenías a otra tipa revolcándose encima de ti cuando llegué hace un rato.
Me extrañaste, ¿no?
—Sabes que sí, maldición. Pero no la quería.
—Ciertamente parecía que sí cuando la estabas tocando. Cuando dejaste que te
tocara. Que te besara.
—¿Estás celosa, Gatita? ¿Querías ser tú la que estuviera frotándose contra mi
polla?
—¡Jódete! —reviro, furiosa, dando un paso hacia él, con los puños apretados a
los lados, lista para darle mi propio puñetazo en su cara irritantemente bonita.
—Quería demostrarle que no significabas nada para mí. Quería que se largara de
una puta vez —gruñe, haciéndome fruncir el ceño.
—¿Por qué? ¿Por qué quieres eso?
—P… porque... ¡mierda! —brama, llevándose las manos a su cabello y jalándolo.
Cuando lo vi por primera vez esta noche tenía puesta su gorra de béisbol habitual,
pero desapareció en algún momento durante la pelea, probablemente en un momento
similar a cuando se le rasgó la camisa por el cuello.
—¿Qué? ¿Qué no me estás contando, Kyle?
—Nada.
—Eso es una mentira —suelto—. Dímelo, Kyle. Dime qué demonios está
pasando. Merezco saberlo.
—¿Lo mereces? No eres más que una maldita soplona. Todo esto es tu culpa.
Todo.
—¿En serio? —pregunto incrédula—. ¿De verdad crees eso? Porque, aunque
puede que me culpe por lo que te pasó, creo que ambos sabemos quién tiene la
responsabilidad en todo esto, y no es de ninguno de nosotros. Es culpa de ese maldito
desgraciado. ¿Por qué estaba en tu fiesta de cumpleaños, Kyle?
Su pecho se agita, sus fosas nasales se ensanchan mientras me mira fijamente,
luchando con las palabras que tiene en la punta de la lengua.
—¡Carajo!
Su pecho choca contra el mío antes de que me dé cuenta de que se ha movido.
Vuelvo a chocar contra la pared, pero no me golpeó la cabeza como esperaba, porque
en el último momento me sujeta la nuca con la mano.
Sus labios colisionan contra los míos en un beso contundente del que no tengo
ninguna posibilidad de apartarme.
Mis manos empujan contra su pecho, no obstante, mis esfuerzos son inútiles. Es
demasiado fuerte. Y, si soy sincera conmigo misma, no quiero que pare.
Quiero que me reclame. Que me demuestre con hechos que lo que pasó antes con
esa morena no fue nada.
Quiero que me demuestre que habla en serio. Que soy suya.
Mis dedos se retuercen en su camisa, sujetándolo contra mí mientras su lengua
devora mi boca como si fuera a morir sin mi beso. El sabor metálico de su labio partido
me llena la boca, pero eso solo me anima y le chupo la lengua con fuerza, haciéndolo
gemir y que su cadera se mueva contra mí.
—Kyle. —Jadeo cuando por fin se aparta—. Dime... —Me esfuerzo por decirlo
entre jadeos—. Dime la verdad —exijo.
—¡Maldita sea, Harley! —Golpea la pared con la mano.
—¿Qué? Tengo derecho a saberlo. ¿Quién era la chica? ¿Por qué estaba Gray
aquí?
—Yo... maldición. —Se aparta de mí y retrocede hasta estar al otro lado de la
habitación.
—Bien. Vete al infierno, Kyle. Si no puedes decirme la verdad, entonces
terminamos. —Sus ojos se abren de golpe, pero me importa un comino. Me niego a
permitir que me mienta—. Me voy.
—No puedes irte —dice apresuradamente, corriendo hacia mí, pero yo soy más
rápida y estoy en la puerta en un santiamén.
—Obsérvame. —Empujo la puerta, golpeando la mosquitera contra el costado de
la casa con mi fuerza.
—¿Qué demonios? —Kane se levanta del asiento del columpio y camina hacia
mí antes de que yo llegue a las escaleras.
—Ella piensa que va a irse —Kyle le espeta a su hermano.
—No pienso nada, imbécil. ¡Me voy!
Haciéndole una seña con el dedo medio, bajo los escalones tambaleándome.
—¡Espera! —grita Kane—. Deja que te lleve.
—¿Qué? —brama Kyle—. Ella no se irá, ¡maldita sea!
Kane fulmina a su hermano con la mirada.
—Ella no se quedará. —Kane me lanza las llaves de su auto—. Sube a mi auto,
Harley.
En cuanto las tengo en la mano, me pongo en marcha. Necesito alejarme de Kyle
lo antes posible. Cuanto más me ruega, más me enfurece, pero no puedo negar que
estoy perdiendo el control.
Incluso cuando lo odio, lo deseo.
Imbécil.
—Has estado bebiendo, no puedes llevarla a casa.
—Kyle, entra a la casa antes de que te obligue.
—Me gustaría verte intentarlo, carajo.
Cierro la puerta del pasajero y observo por la ventanilla del conductor cómo ambos
hermanos se miran fijamente.
Me preparo, esperando a ver quién lanza el primer golpe. No sería la primera vez
que los dos se pelean. Pero antes de que eso ocurra, Kyle se da la vuelta y azota la
puerta con tanta fuerza que imagino que la casa entera se sacude, y desaparece de
mi vista.
—Lo siento —agrega Kane con tranquilidad mientras se sube al asiento del
conductor.
—No hace falta que me lleves. Puedo irme caminando. —Ofrezco. Sé que lo
último que Kane Legend quiere hacer esta noche es servirme de taxi.
—No.
Arranca el motor y sale en reversa de la entrada. Ninguno de los dos decimos
nada más.
Un millón de preguntas dan vueltas en mi cabeza mientras el silencio se alarga.
Quiero preguntarle sobre Kyle, sobre Gray, sobre esta noche y tantas otras cosas sobre
su vida, pero más que nada, quiero preguntarle sobre Letty, pero incluso con la
cantidad de vodka que corre por mis venas, no soy tan estúpida. Así que mantengo la
boca cerrada mientras él atraviesa las calles de Rosewood hasta que se detiene frente
a mi casa.
Todos están en casa y la única luz que se ve es la de la habitación de Zayn, donde
probablemente Poppy le está curando las heridas, entre otras cosas.
Casi me dan náuseas de solo pensarlo.
—¿Estarás bien? —Lo miro sorprendida al escuchar la preocupación en su voz.
Es tan diferente de la ira y la tensión que suele desprender en oleadas.
—No estaré cerca de ninguno de ustedes dos, estoy segura de que estaré bien.
Kane no responde, aunque siento que su mirada se clava en mi rostro.
Reprimo las preguntas que tengo de nuevo en la punta de la lengua y abro la puerta
de un empujón.
—Gracias —digo antes de cerrarla de golpe y dirigirme a la casa.
La puerta principal está sin llave. Probablemente Zayn la dejó así sabiendo que
yo los seguiría poco después.
Tomo unas pastillas y un vaso de agua de la cocina, con la certeza de que por la
mañana me va a doler mucho la cabeza, y subo a mi habitación.
En cuanto entro, me quito los zapatos de una patada, dejo que el vestido se deslice
por mi cuerpo y lo tiro al suelo mientras me dirijo a la cama. Encuentro una camiseta
de tirantes que me pongo para dormir antes de acurrucarme bajo las sábanas y desear
que el alcohol me sumerja.
Sin embargo, mientras estoy allí acostada, solo puedo imaginarme una cosa.
Kyle con esa morena estrujándose en su regazo.
Sé que todo esto es un simple juego de venganza para él. Esto es lo que quiere,
que yo sufra y me arrepienta de lo que le hice.
No debería doler tanto. Pero sé que no tengo el poder para detenerlo.
Porque me enamoré. Y él ya está destrozando mi corazón.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
HARLEY
—¿Q uéllevarse
demonios fue eso? —le grito a Kane cuando vuelve a la casa después de
a Harley—. ¡Creía que estabas de mi lado, maldición! —Golpeo
su pecho con mis manos, pero ni siquiera da un paso atrás.
—Siempre estoy de tu maldito lado, Ky —gruñe, con la voz peligrosamente grave.
—¿Entonces por qué te la llevaste? Y borracho, carajo.
—No tengo que responderte, pero no estoy borracho. Me tomé dos putas cervezas
porque supe en el momento en que ese cabrón asomó la cara que alguien tendría que
poner orden, demonios.
—Y para empezar, ¿por qué no lo echaste? —Me enfurezco.
—Porque claramente tuvo las pelotas de aparecer después de...
—¿Después de? —pregunto, desesperado por saber si ha pasado algo entre ellos
desde que me fui.
—No, nada. No debería haber estado aquí. Pero como le pareció buena idea, quise
ver a qué estaba jugando.
—¿Y cómo te funcionó?
—Meh —replica, encogiéndose de hombros.
—Tenía sus manos sobre ella, Kane. No debería estar cerca de Harley, y mucho
menos tocarla. Ya ha amenazado...
—¿Ha hablado contigo?
Trago saliva con nerviosismo. No quería admitirlo. No quiero meter a Kane en
este lío más de lo que ya está. Ya ha hecho bastante por mí.
—Sí. Amenazó a Harley.
—¿Y no se te ocurrió contármelo? —brama.
—¿Qué habrías hecho? No puedes arriesgarte a matarlo y acabar encerrado tú
también.
Aprieta los dientes mientras piensa en todas las formas en las que probablemente
quisiera acabar con Gray por aquella jugarreta de hace un año.
Se lleva las manos al cabello y da unos pasos hacia atrás alejándose de mí,
tranquilizándose un poco.
—¿Sabes?, te dije que te alejaras de ella por una razón. —Casi susurra.
—Sí, bueno, no pude. Demándame, mierda.
—Ella significa todo para ti, ¿eh?
Abro los labios para decir que sí, pero me callo en el último momento.
—La estamos pasando bien por ahora.
—Kyle. —Respira—. Miéntete a ti mismo todo lo que quieras, demonios,
miéntele a ella. Pero ¿a mí? No, hermano. Nunca me mientas, ¿entendido?
Nos miramos fijamente en silencio.
—No podemos dejar que se acerque a ella. Quiere hacerme pagar y quiere darme
donde más me duela.
—¡No me digas! Es una de las razones por las que te dije que te mantuvieras
alejado. Sabía que volverías a enamorarte de ella.
—Yo nunca... no me... —Me clava una mirada de complicidad—. Esas chicas
Hunter son como la maldita kriptonita, ¿verdad? —digo, dándole la vuelta a la
situación.
—No lo hagas —suelta—. No me metas en esto. No tiene nada que ver conmigo.
—Tú nos trajiste aquí. Si pensabas que esto iba a pasar, ¿por qué no nos mudaste
al otro lado del país?
—Porque... porque no podía.
Entrecierro los ojos ante su respuesta llena de misterio, pero no intento averiguar
nada más. Conozco a mi hermano y sé que esta noche no voy a sacarle ningún secreto.
—¿Por qué te la llevaste? ¿Por qué si sabes que la necesito?
—Porque —suspira, sus hombros caen y la lucha lo abandona—. Era lo correcto.
Ella no necesita ser testigo de tu estado de ánimo.
—Créeme, sería mucho mejor si ella estuviera aquí.
—¿Por qué? ¿Porque la habrías usado para sentirte mejor? No lo olvides,
hermanito, te vi hace un rato con Zoe en tu regazo. No parecían importarte tanto los
sentimientos de Harley mientras sus labios estaban pegados a tu cuello.
—¡Eso fue por él! —bramo, levantando las manos con desesperación—. No
quería que viera lo mucho que la quería. —Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando
confieso mis sentimientos, pero él no dice nada—. Pensé que, si me veía con otra,
pensaría que Harley no me importa y se marcharía.
—Eres un maldito idiota, Ky. En cuanto se te pase la resaca, tienes que ir allí y
hablarlo con ella. Dile la maldita verdad. Déjala lidiar con todo esto junto contigo,
no la mantengas a oscuras. Las chicas Hunter no son débiles y las ofenderás si las
tratas como tales.
—Lo dice un experto —bromeo.
Se le desencaja la mandíbula de frustración y me recorre un pequeño escalofrío
al ver que no soy el único al que le tiemblan las rodillas con solo mencionar a una
de las Hunter.
—Esto no se trata de mí.
—No ahora, pero debemos encontrar el momento para hablar de ti.
—No hay nada de qué hablar.
—Claro.
Da un paso hacia mí, sin embargo, si cree que me voy a sentir amenazado por su
postura entonces está muy equivocado.
—Vete a la cama y descansa esta noche. Mañana a primera hora, ve a casa de los
Hunter y habla con ella.
—Hasta aquí llegó el querer que me mantuviera alejado de ella.
—A veces hay que aceptarlo en lugar de luchar.
Entrecierro los ojos.
—¿Eso es lo que estás haciendo?
—Vete a dormir, carajo. Puedes arreglar este desastre después de haberte
humillado ante ella para salir de esta mierda.
Antes de que pueda decir algo más, se marcha por el pasillo y desaparece en su
habitación.
La casa está destrozada, pero estoy demasiado furioso, borracho, drogado y
excitado para que me importe. Dándole la espalda, sigo órdenes y caigo de cabeza
en mi cama.
Antes de sucumbir al cansancio, busco su contacto en mi teléfono y la llamo.
Suena y suena.
No debería sorprenderme, probablemente lleva mucho tiempo dormida o me está
ignorando. O quizá ambas cosas.
—¡KANE! —grito, corriendo por la casa con Zayn pisándome los talones. No me
molesto en tocar, atravieso la puerta de su habitación. Por suerte, sigue dormido en
la cama, aunque se levanta rápidamente cuando entramos a su habitación—. ¡Él la
tiene! ¡Gray la tiene!
—¿Q… qué? —pregunta, incorporándose lentamente y quitándose el cabello de
los ojos.
—Gray tiene a Harley —replico con mucha más calma de la que siento—. Tienes
que levantarte ya.
Las palabras tardan dos segundos en llegar a su cabeza antes de que grite:
—¡Mierda! —Tira las sábanas y se levanta.
—¿Dónde están?
—Ni idea, pero me envió esto.
Le paso mi celular y lo estudia en silencio durante unos segundos.
—Sé dónde es esto.
—¿Cómo? —cuestiono con total incredulidad—. ¿Cómo es posible que lo sepas?
Está bien, no analicé cada parte de la imagen, mis ojos estaban fijos en Harley,
pero no vi nada que pudiera delatar su ubicación.
—Simplemente lo sé. Nos vemos en mi auto —exige, tomando unos pantalones
deportivos del suelo y poniéndoselos mientras salimos.
—Pero...
—¿De verdad quieres discutir ahora? —Me clava una mirada que me hace
recapacitar.
—No. Deprisa —respondo por encima de mi hombro mientras salgo corriendo de
la casa, empujando a Zayn por delante de mí.
Tomo las llaves del auto de Kane y entramos. Yo adelante y Zayn atrás.
Cada músculo de mi cuerpo se tensa mientras me concentro en esa imagen que
tengo grabada en mis retinas.
Parece tan débil, tan destrozada, tan vulnerable.
Si ese hijo de puta la toca e intenta tomarla… un violento escalofrío recorre todo
mi cuerpo, una mezcla de rabia y devastación por haber dejado que esto ocurriera.
—Date prisa, maldita sea —murmuro en voz baja sin dirigirme a nadie.
—Espero que sepas que en cuanto la salvemos, te voy a matar —amenaza Zayn
en voz baja desde atrás.
Abro la boca para mandarlo a la mierda, pero me trago mis palabras, porque tiene
razón.
—Como deberías.
—Te la estás cogiendo, ¿verdad?
—Sí, hermano.
—Si la has tratado como a un pedazo de basura, juro por Dios que... —Me retuerzo
en el asiento para mirarlo, con mis ojos entrecerrados por la curiosidad—. Maldito
imbécil —gruñe, la lucha abandona su voz mientras Kane se deja caer en el asiento
del conductor y acelera el motor.
—¿Listos para acabar con este cabrón de una vez por todas?
—Menos palabras y más acción, hermano.
No necesito mirarlo para saber que acaba de poner los ojos en blanco.
Atraviesa nuestra calle y gira hacia Harrow Creek.
Todo el trayecto hasta nuestra ciudad natal es silencioso y tenso.
Sigo sin entender cómo Kane sabe dónde está con tan solo ver una foto oscura,
pero no voy a cuestionarlo. Solo espero que tenga razón, porque si llegamos allí y ella
no está, no sé qué diablos voy a hacer.
Me muevo en el asiento, frotándome los muslos con las manos por la necesidad
de hacer algo.
—Cálmate. Te necesito preparado.
—¿Preparado para qué?
—Para recuperar a tu chica.
Un gruñido grave retumba en la parte trasera del coche, aunque ambos lo
ignoramos. Sabía que Zayn se pondría furioso cuando descubriera que había estado
detrás de su hermana menor. Pero en este momento, su opinión me importa una
mierda. Solo necesitamos encontrarla. Podemos discutirlo más tarde.
Murmuro una especie de acuerdo mientras aprieto los puños una y otra vez, viendo
cómo se abren las grietas de mis nudillos y recordando lo bien que me sentí al golpear
a ese imbécil anoche.
Gracias a la imprudente forma de conducir de Kane, llegamos a Creek en un
tiempo récord y nos dirigimos hacia un almacén abandonado en el que nunca había
estado, al otro lado de la ciudad donde crecimos.
Sé que Gray tiene bajo su control a Harrow Creek High y los parques de remolques
de los alrededores, sin embargo, no sabía que su alcance llegara tan lejos. Está claro
que las cosas han cambiado en mi año de ausencia.
No tengo la oportunidad de pensar demasiado en ello, no es que realmente me
importe si está en el territorio de otra persona, solo significa que hay más posibilidades
de que muera esta noche.
—Bingo —dice Kane al doblar una esquina y encontrar el auto de Gray
estacionado a medio camino entre los arbustos. Si está tratando de ocultarlo entonces
está haciendo un pésimo trabajo.
—Bueno, ¿cuál es el plan? —agrega Zayn.
—Entramos ahí y le arrancamos la maldita cabeza —anuncio.
—Oh, ¿y cómo vas a hacer eso, hermano? ¿Estás armado?
—Bueno, no, pero...
—Maldita sea. Yo me encargo, sígueme y no hagas nada a menos que yo te lo diga.
Sale del vehículo antes de que alguno de nosotros acepte, y nos apresuramos a
alcanzarlo cuando empieza a caminar hacia el almacén.
El lugar está en silencio, únicamente se escucha el lejano canto de los pájaros y
el movimiento de los árboles que danzan con el viento.
Kane se acerca a una puerta y se asoma al interior mientras Zayn y yo compartimos
una mirada. Puede que esté furioso conmigo, pero su preocupación por su hermana
brilla más en sus ojos.
—La recuperaremos —aseguro. Asiente con la cabeza, pero sé que mis palabras
no son de mucha ayuda. Todos sabemos de lo que es capaz Gray, así que sabemos
lo arriesgado que es esto.
En un segundo Kane está parado justo ahí, y al siguiente se ha ido, desaparecido
en la oscuridad dentro del edificio.
—Mierda —respiro, corriendo tras él.
El lugar está oscuro y huele a muerte, lo que no ayuda a aliviar el pavor que siento
en el estómago.
Una sola luz ilumina un lugar en el suelo cuando llego detrás de Kane y, en cuanto
me hago a un lado para ver la escena que tenemos enfrente, se me hiela la sangre.
—¡Déjala en paz, carajo! —reviro antes de darme cuenta de que he hablado.
Kane gruñe frustrado porque acabo de alertarle de nuestra presencia, pero
enseguida lo ahoga el zumbido que me pasa por los oídos.
Ese hijo de puta está encima de mi chica.
Aprieto los puños y muevo la pierna para correr hacia adelante.
Kane extiende el brazo y me detiene.
—Espera —ordena, y yo obedezco de inmediato, suponiendo que sabe más que
yo.
Y tiene razón, porque, al cabo de un momento, se levanta, se mueve detrás de ella
y arrastra su cuerpo inerte desde el suelo, con el cuchillo en su otra mano brillando
bajo el foco que apunta a Harley.
Mis ojos se posan en ella y me arde el pecho del dolor. Todo su cuerpo y la poca
ropa que la cubre están sucios, su piel está cubierta de cortes y rasguños.
Apenas consigue levantar la cabeza y sus ojos se clavan en los míos.
—Kyle —musita, pero está demasiado débil para emitir un sonido.
—¡No te muevas, maldita sea! —brama Kane una vez más mientras Gray presiona
su cuchillo contra su garganta.
—Muévete y la mato aquí mismo —advierte mientras Harley se queja.
—Dispárale, carajo —le murmuro a mi hermano, sabiendo que no se metió en
esto desarmado como lo hice yo.
—No me arriesgaré, aún no. Se moverá más rápido.
—Mierda.
El tiempo parece detenerse mientras todos permanecemos inmóviles mirándonos
unos a otros.
Hasta que se escuchan tres pisadas detrás de nosotros. Algo me pasa por la oreja
y Gray grita, tambaleándose hacia atrás y soltando a Harley.
Corro hacia ella sin siquiera pensarlo, con la necesidad de atraparla antes de que
caiga al suelo duro mientras Gray gime de dolor.
—Te tengo —digo en voz baja—. Te tengo. No pasa nada.
Subo su frágil cuerpo a mi regazo y la abrazo con fuerza mientras tiembla y solloza
en mis brazos.
—Kyle —solloza, y el dolor me desgarra el pecho al escuchar la tristeza de su voz.
La abrazo con más fuerza, esperando que pueda tomar algo de fuerza de mí
mientras se escuchan más pasos.
—¡Maldición, Stella! —Jadeo. Me quedo boquiabierto cuando sale de entre las
sombras con una pistola colgando y un silenciador en el extremo.
Recorre la escena con la mirada antes de posar sus ojos en Harley, que está en
mis brazos.
Entreabre los labios para decir algo, pero alguien se le adelanta.
—Buen tiro, nena —dice un hombre mayor mientras le rodea el hombro con el
brazo y le besa el cabello.
Mientras miro fijamente a ambos, unos cuantos tipos más entran corriendo y van
directamente hacia Gray, lo levantan del suelo, ignorando sus gritos de dolor, y lo
sacan a rastras del almacén.
—¿Qué carajo está pasando aquí? —grita Kane, mirando entre Stella, el hombre
que supongo que es su padre, Harley y yo.
—¿Cómo supiste dónde estábamos?
—Lo seguí anoche después de que lo echaran de la fiesta. Sus chicos lo trajeron
de vuelta a Harrow Creek y lo dejaron en su remolque. Puse un rastreador en su auto.
—Pusiste un... claro, por supuesto que lo hiciste —murmuro.
—Entonces, cuando te fuiste y me dejaste desconsideradamente en la entrada de
la casa de los Hunter, tomé cartas en el asunto. Y ¿no te alegras de que lo hiciera?
—Pero... ¿cómo...?, ¿quién eres? —tartamudea Kane, para diversión de Stella y
su padre.
—Nadie de quien tengas que preocuparte, hijo —agrega el hombre.
Me enfoco en él. Tiene puesto un elegante traje negro, camisa y corbata. Su cabello
es casi igual de oscuro, con algunas canas a los lados. Pero su rostro es una máscara
sepulcral. Me da un escalofrío de miedo. Sea quien sea, no querrás estar en su contra,
lo sé a ciencia cierta.
—Voy a encargarme de ese desgraciado. ¿Estás bien? —le pregunta a Stella.
—Sí, estamos bien.
Asiente con la cabeza una vez, le aprieta el hombro y se marcha.
Todos nos quedamos en silencio mientras él desaparece en la oscuridad y nadie
habla hasta que sus pasos se desvanecen y un coche se aleja a toda velocidad.
—De acuerdo, ¿qué carajo acaba de pasar? —cuestiona Zayn.
—La salvé de ese maldito enfermo. Ahora larguémonos de este basurero, ¿sí?
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
HARLEY
M e retuerzo, intentando quitarme sus manos de encima. Sus dedos son como
pequeñas navajas contra mi piel, y desearía que me la arrancara
completamente para no tener que sentirlas.
Perdí la noción del tiempo instantes después de que me abandonara en aquel
espacio oscuro sin saber cuándo iba a reaparecer.
Quería mantenerme despierta, alerta, pero era imposible luchar contra la oscuridad
que me invadía.
Entraba y salía de la realidad, cada vez que me despertaba, me encontraba más
aterrorizada que la anterior.
—¡No! —grito cuando vuelvo a despertarme y él está allí, cerniéndose sobre mí
con una expresión macabra cubriéndole el rostro.
—Es hora de jugar, zorra.
—¡NOOOO! —exclamo.
—Gatita, no pasa nada. Solo soy yo. —Me tranquiliza una voz conocida al oído.
Continúo unos segundos más hasta que mi cerebro narcotizado registra de quién
se trata.
—¿Kyle? —resuello, todo mi cuerpo se relaja en su abrazo. Intento acurrucarme
sobre su regazo para detener el frío que asalta mis huesos.
—Toma, envuélvela con esto —agrega otra voz familiar.
—¿Z… Zayn?
—No pasa nada, hermanita —dice suavemente mientras una tela cálida y suave
me envuelve.
Los brazos de Kyle me rodean con más fuerza y sucumbo al agotamiento que
intenta reclamar mi cuerpo.
Ahora estoy a salvo. Puedo relajarme.
Lo siguiente que recuerdo es que me sacan del auto, aún en brazos de Kyle.
Mientras esté aquí, sé que nadie podrá hacerme daño y ni siquiera me molesto en
abrir los ojos.
Sé que estamos en nuestra casa en cuanto atravesamos la puerta principal; el olor
familiar de las velas favoritas de mamá casi me hace suspirar de alivio.
—Mamá —pronuncio apresuradamente. No puede verme así.
—No pasa nada, no está aquí, Har —indica Zayn mientras Kyle me lleva en brazos
escaleras arriba.
—Iré a preparar un baño —avisa Stella, con sus pequeños pasos avanzando
delante de nosotros.
No abro los ojos ni siquiera cuando Kyle nos lleva a mi habitación. No quiero
mirar mi cama.
Este es un lugar en el que debería sentirme segura, pero saber que llegó a mí tan
fácilmente me hace sentir todo lo contrario.
¿Y si vuelve?
¿Y si esto no ha terminado?
—Todo terminó, Harley —señala Stella en voz baja, haciéndome comprender que
debo de haber dicho esos pensamientos en voz alta—. Mi padre lo tiene. No volverá
a atacarte.
Al escuchar sus palabras, abro los ojos de golpe y mi mirada se posa en ella. Sus
ojos se suavizan mientras se agacha al lado de donde estoy sobre el regazo de Kyle
en el borde de mi cama.
—Pero...
—No tienes por qué preocuparte. No volverá por ti —asegura, con los ojos
suplicándome que le crea.
—B… bien —suspiro, necesitando confiar en ella.
—Te preparé un baño, Harley. ¿Quieres que...?
—No, Kyle puede hacerlo. —Un gruñido retumba al otro lado de la habitación y,
cuando miro, me encuentro a Zayn en la puerta, con una expresión homicida en su
rostro y a Poppy, que parece preocupada, entre sus brazos. Tiene los labios apretados
y una vena que estoy segura de no haber visto nunca palpitándole en la sien.
—Está bien, Z.
—No, no lo está, Har. De verdad que no, maldición. —Echa humo antes de darnos
la espalda y marcharse. Sus pasos llenos de ira bajan las escaleras dejando atrás a
Poppy.
—Estará bien. Preocúpate por ti —expresa, acercándose, sentándose a nuestro
lado y tomando mi mano—. Deja que Kyle te cuide, yo me ocuparé de Zayn —
promete mi amiga.
—G… gracias.
—No hace falta que me lo agradezcas, Har. —Se inclina hacia mí y me da un beso
en la frente—. Es lo que hacen las hermanas.
Un sollozo retumba en mi garganta ante sus palabras.
—Sí.
Me aprieta un poco la mano.
—Iré a buscarlo. Probablemente se esté desquitando con la casita del árbol.
—Esperando el momento oportuno hasta que pueda golpearme la cara.
—Sí —murmura Poppy—. Tal vez te convenga cuidarte la espalda.
—Aceptaré lo que venga. Me lo merezco. —Kyle se encoge de hombros mientras
Poppy se va.
—¿Dónde está Kane? —inquiero, notando su ausencia por primera vez.
—No lo sé. Se largó en cuanto nos dejó.
—Har, ¿quieres que me quede? —pregunta Stella tras unos minutos de silencio.
—Umm... —Dudo.
—No pasa nada. Puedo quedarme un rato abajo. Ruby y Ash vienen para acá.
—De… de acuerdo. Gracias, Stella. Ni siquiera...
—Shhh. —Me tranquiliza—. No tienes que agradecérmelo, chica.
—Ni siquiera...
—Está bien. Hablaremos más tarde, ¿sí?
Me aparta un mechón de cabello de la cara antes de levantarse y salir de la
habitación, dejándonos solos por primera vez.
—Lo siento muchísimo, Har.
Suelto un sollozo y esta vez no puedo contener las lágrimas. Me acurruco en su
pecho y lloro deseando que las lágrimas borren para siempre los recuerdos de esta
noche de mi cabeza.
—Vamos a asearte y luego podrás dormir —susurra mientras se levanta, conmigo
aún en brazos, y camina hacia el baño.
El aroma de mis burbujas favoritas llena el aire y suspiro, necesitando sumergirme
en el agua caliente y quitarme la suciedad.
—Voy a bajarte, ¿está bien? —Asiento con la cabeza y Kyle deja caer mis pies
al suelo.
Siento las piernas débiles e inestables, pero consigo mantenerme en pie con el
apoyo del inodoro mientras él me quita la camiseta estropeada y me baja las bragas
por las piernas.
Observo cómo sus ojos recorren todos los cortes y rasguños. Ninguno es grave,
pero su aspecto es bastante horrible.
—¿Él te...? —Kyle se detiene—. Lo siento. No contestes. —Sus ojos azules
buscan los míos y jadeo cuando los encuentro llenos de lágrimas sin derramar.
Se levanta y su pecho roza mis pezones desnudos, provocando que una chispa de
lujuria recorra mi cuerpo. Es una sensación agradable después de la desesperanza de
las últimas horas.
Estaba segura de que lo único que sentiría sería la lenta y dolorosa muerte que
Gray me hubiera concedido.
Sus manos me acarician las mejillas y sus pulgares apartan las lágrimas silenciosas
que siguen recorriéndome las mejillas.
—Maldita sea, Harley. Pensé...
—Calla, ahora no, ¿está bien? Solo necesito... necesito que me abraces.
—B… bueno. —Su voz se quiebra con esa única palabra y una lágrima cae por
fin de sus ojos.
Mi corazón se rompe al verla.
Mi pobre chico destrozado.
—Estoy bien —aseguro, rodeando su nuca con mi mano, acercándome y
apretando mi frente contra la suya—. Estoy bien. Me salvaste.
—Dios, Gatita. Nunca debiste... —Presiono sus labios con dos dedos,
interrumpiendo sus palabras.
—Desvístete —ordeno, bajando la mano una vez más y jalando su camiseta.
—¿Estás segura? —Lo miro un segundo y arqueo una ceja—. De... acuerdo.
Me levanta del suelo y me lleva a la bañera. En cuanto el agua caliente envuelve
mi piel, jadeo de alivio.
—¿Se siente bien? —pregunta, con la primera pizca del humor que tanto me gusta
de él en sus palabras.
—Como no te imaginas.
Me baja hasta el fondo, el agua y las burbujas envuelven mi cuerpo roto y
maltratado.
Puede que Gray no me haya tenido cautiva por mucho tiempo, pero sin duda me
dejó sus huellas.
Me rodeo las rodillas con los brazos y apoyo la barbilla encima mientras veo a
Kyle desnudarse.
Su cuerpo está en un estado similar al mío después de la pelea de anoche. Tiene la
cara hecha un desastre y las costillas llenas de moretones. Sin embargo, sigue siendo
el hombre más guapo que he visto en mi vida. Sus músculos se ondulan cuando se
mueve, ofreciéndome un bonito espectáculo que me hace olvidar la realidad durante
unos segundos.
—Muévete hacia adelante, Gatita.
Hago lo que me dice y, en cuestión de segundos, se hunde detrás de mí y vuelve
a estrecharme entre sus brazos.
Sus labios se acercan a mi cabeza y presionan mientras me abraza con fuerza.
—No puedo perderte, Har. No puedo, carajo.
Sus palabras resuenan en mi cabeza durante mucho tiempo. Quiero
corresponderle, pero tengo la cabeza demasiado confusa para hablar de algo tan serio
como eso ahora mismo. No he olvidado lo que pasó anoche ni a la chica.
Pero en este momento, lo necesito. Necesito estar entre sus brazos y empaparme
de su fuerza. Después me preocuparé del resto y de lo que nos espera.
Nos desliza hacia atrás, me aprisiona el cuerpo con las piernas y rodea mi pecho
con sus brazos, tan fuerte que me cuesta respirar, aunque no se lo voy a decir.
Después, toma mi esponja, agrega una tonelada de gel de ducha y empieza a
enjabonarme la piel.
La sensación es increíble mientras limpia toda la suciedad de mis horas
inolvidables.
Gimo, me inclino hacia él con más fuerza y siento su longitud presionarme la
parte baja de la espalda.
Mis dedos se clavan en sus muslos mientras él sigue recorriendo mi cuerpo,
incendiando mi piel con su suave tacto.
—Ky —gimo cuando me roza los pechos.
—No me provoques, Gatita.
—Hazme olvidar, Ky.
—Gatita —gruñe, claramente insatisfecho con mi petición—. Acabas de pasar
por el mismo infierno.
—¿Cierto? Pues llévame al cielo.
—Maldita sea, Har.
Deja la esponja a un lado de la bañera y desliza sus dedos por mi vientre, separando
mi centro y encontrando mi clítoris.
—¡Oh, Dios! —gimo cuando sus dedos bajan hasta mi entrada mientras su pulgar
rodea mi clítoris.
—Disfrútalo, Gatita. Es todo lo que vas a conseguir hasta que te recuperes —
advierte, aunque su miembro, que me golpea en la espalda, dice lo contrario.
Si no estuviera tan agotada, me lo tomaría como un reto para ver lo rápido que
puedo doblegarlo.
Su otra mano se acerca a mi pecho, me pellizca y tira del pezón, aumentando el
placer que asalta mi cuerpo.
—Vente para mí, Gatita. Muéstrame lo bien que se sienten mis dedos dentro de
tu coño.
—¡Kyle, mierda! ¡Kyle! —exclamo mientras caigo al vacío. Todo se desvanece
a medida que el placer absorbe el miedo y la desesperación que me consumieron la
noche anterior.
Continúa acariciándome hasta que mi cuerpo deja de palpitar alrededor de sus
dedos antes de sacarlos y apoyar posesivamente su mano sobre mi vientre mientras
mi pecho se agita y mi ritmo cardíaco empieza a volver a la normalidad.
El silencio vuelve junto con mis recuerdos y me estremezco contra él.
—El agua se está enfriando, deberíamos salir.
Me trago mi decepción. Aún no estoy lista para que esto termine.
—¿Me... me puedes lavar el cabello? —pregunto casi nerviosa.
—Lo que tú quieras, Gatita.
Me agacho y dejo que me moje el pelo antes de que empiece a masajearme el
cuero cabelludo con champú.
La sensación es increíble y casi le exijo que continúe cuando me anima a echar la
cabeza hacia atrás para que pueda quitarme las burbujas.
—Vamos, es hora de salir.
Me siento hacia adelante, dejando que salga de la bañera primero y observo su
trasero mientras camina hacia el estante de las toallas.
Su erección es evidente incluso con la toalla alrededor de su cintura.
Se da cuenta de lo que capta mi atención mientras se acerca a mí, desliza sus
manos por debajo de mis brazos y me levanta para ponerme de pie.
—Deja que te cuide, Gatita.
Se inclina hacia adelante y roza sus labios con los míos en el beso más dulce que
creo haber recibido en mi vida, y justo cuando estoy lista para que lo intensifique, se
aparta, me levanta y me envuelve en una toalla tibia.
Después de levantarme de nuevo, me lleva a mi habitación y se dispone a secarme
y vestirme para acostarme antes de animarme a meterme bajo las sábanas.
—No me dejes —demando aterrada, tratando de agarrarle la mano cuando se
dirige hacia la puerta.
—Solo voy a devolver las toallas y recoger mi ropa.
—B… bien —susurro, sintiéndome tonta, pero sin querer que me deje sola.
—Hay comida y algo de beber si lo necesitas. —Me señala la mesita de noche y
encuentro un pequeño picnic esperándome. No sé quién lo preparó mientras
estábamos en la bañera, pero nunca había agradecido tanto ver un vaso de agua—.
Probablemente debería haberlo pensado antes, ¿eh?
—Lo has sido todo, Ky —respondo con sinceridad.
—Ahora vuelvo —promete, y menos de dos minutos después se está metiendo en
la cama conmigo, estrechándome entre sus brazos y animándome a dormir.
Segundos después, hago exactamente lo que me dice y dejo que el sueño me
reclame.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
KYLE
—DIME que trajiste algunas chicas solteras —comenta Rich cuando atravieso la sala
más tarde esa noche con una cerveza en la mano.
—Lo siento, estuve atrapado en el coche con Ash que estaba metiéndole el dedo
a Ruby todo el camino hasta aquí.
Los chicos sueltan una carcajada mientras a Ash se le ilumina el rostro con placer.
—Sí, ¿y qué? No me digas que no te estabas excitando escuchando cómo se venía
mi chica.
—Nada de lo que haces me la pone dura, Fury. —Le hago un gesto obsceno antes
de tumbarme en uno de los enormes sofás de cuero desgastado y acercarme la botella
a los labios.
—Esto apesta —se queja Rich, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos
en las rodillas—. ¿De quién fue la idea de no invitar al resto del maldito equipo de
animadoras?
—Mía —anuncia Chelsea mientras entra caminando pesadamente en la habitación
con la mano en su enorme vientre—. Estas vacaciones no son una maldita orgía. —
Lanza una mirada fulminante entre Justin y Rich—. Estamos aquí para disfrutar y
relajarnos.
—Podríamos disfrutar perfectamente con Aria y Marissa aquí.
—Eres un perro.
—Lo dice la capitana de las animadoras que está embarazada.
Shane se mueve hacia el borde del sofá en el que está sentado, listo para saltar a
defender a su chica, pero parece que no es necesario. Supongo que Chelsea no tiene
la reputación que tiene por nada.
—Por lo menos yo estoy teniendo algo de acción.
—¡Oh, eso duele! —arremete Ethan.
A pesar de las quejas casi constantes de Justin y Rich sobre la falta de chicas,
pasamos una noche bastante agradable.
La casa está llena de todo lo que podamos necesitar durante la semana y, por
mucho que odie admitirlo, creo que Zayn y Ash tenían razón en lo de salir de
Rosewood y despejar mi mente.
Nos pasamos los días entrenando en el gimnasio de última generación del sótano
y pasando el rato con las chicas alrededor de la piscina. Incluso los chicos dejan de
gimotear, finalmente hartos de sus quejas.
Ash y yo nos sentamos con Jake para hablar del año que viene, parece que Jake
ha elegido a Ash como capitán para el próximo año y me habla como si yo fuera a
estar en posición de preocuparme por esta mierda. Pero hace tiempo que aprendí a no
dar nada por hecho, así que me tomaré cada día como venga y seguiré la corriente.
Pasar el rato con estos chicos hace que sea fácil olvidar de dónde vengo o por
lo que he pasado, pero la realidad es que tengo antecedentes penales y un agente
de libertad condicional que vigila todo lo que hago. Mi vida es muy distinta a los
privilegios que conocen la mayoría de estos chicos.
Stella me informa a diario que Harley está bien. Pero cada día que pasa mi
esperanza de poder salvar algo entre nosotros disminuye, ya que ella sigue negándose
a leer mis mensajes.
Mis sentimientos al respecto deben ser obvios porque incluso Poppy y Ruby
empiezan a ser amables conmigo al tercer día de estar en la cabaña. Sé que parezco
un infeliz hijo de puta, pero el hecho de que se apiaden de mí después de lo que hice
me dice que podría ser peor de lo que pensaba.
—Realmente te gusta, ¿verdad? —pregunta Ruby cuando nos quedamos solos en
la sala.
Me restriego la mano por la cara y paso mis dedos por mi cabello antes de volver
a colocarme la gorra en la cabeza.
—¿Tan evidente es?
—Un poquito. La extrañas. —Esta vez no es una interrogante. No tiene caso.
—Sí. Aunque estoy bastante acostumbrado. Siempre he estado apartado de ella.
Me mantuve alejado por Zayn y luego... bueno... —Me detengo porque sé que ellas
saben la verdad acerca de todo—. Estúpidamente pensé que esa noche era mi
oportunidad. Si hubiera sabido lo mucho que lo iba a joder todo, quizá habría actuado
de otra manera.
—No tenías manera de saberlo.
—Supongo que no. Pero, aun así, me culparé durante el resto de mi vida por lo
que pasó aquella noche. Debería haber sabido lo que él había hecho. Debería haberla
sacado de allí antes de que la situación se saliera de control.
Se acerca y me aprieta suavemente el brazo.
—No fue culpa tuya. Dale tiempo. Algo me dice que ella recapacitará.
—¿En serio? —inquiero, sonando demasiado esperanzado.
—Ky —suspira—. Estoy segura de que no necesito decirte que mi mejor amiga
puede ser tan terca como una cabra cuando quiere. Espera tu momento. El momento
perfecto para decirle lo que realmente sientes se presentará. Y puede que sea antes
de lo que crees. —Mientras dice esas palabras, veo el sentimiento de culpa pasar por
su cara.
—¿Qué estás ocultando? —pregunto, sin querer andarme con rodeos cuando se
trata de Harley.
—N… nada —tartamudea, mirando a cualquier parte menos a mis ojos.
—¿Ella vendrá aquí? —Se me acelera el corazón al pensar en verla entrar por la
puerta para reunirse con sus amigas.
—No. Olvida lo que te dije. —Antes de que pueda empezar a suplicarle que me
dé más información, se levanta y sale de la habitación.
Saco mi teléfono del bolsillo y le envío un mensaje a Stella antes de volver a
metérmelo en mis pantalones. Dejé de enviarle mensajes a Harley. Cada mensaje se
queda sin leer, así que he decidido que, hasta que me deje hablar con ella cara a cara,
voy a guardarme todo lo que quiero decirle.
Más tarde, esa misma noche, estamos todos sentados en la sala charlando, pero
mientras los demás parecen relajados y disfrutando, yo estoy tenso como un maldito
resorte.
No puedo evitar pensar que todos saben algo que yo ignoro. No es solamente que
Ruby no deja de lanzarme miradas raras, sino que Ash, Zayn, Poppy e incluso Amalie
y las demás chicas hacen lo mismo, por no mencionar que cuando alguien va a la
cocina por bebidas, ningún cabrón me trae una.
Comienzo a pensar que, o han decidido que ya no soy bienvenido, o está pasando
algo que ignoro.
Estoy a punto de levantarme para ir a buscar una maldita cerveza cuando se abre
de golpe la puerta principal.
Varios pares de ojos se dirigen a mí antes de que todos miren hacia la puerta.
Tengo el corazón en la garganta mientras espero a que aparezca quienquiera que
sea.
El ruido de unos tacones contra el suelo de madera pulida hace que casi me venza
la necesidad de levantarme y descubrir la verdad por mí mismo.
Estoy en el borde de mi asiento con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho
cuando una sombra cae sobre la puerta y entonces aparece un cuerpo que me resulta
familiar.
El aliento que no sabía que estaba conteniendo se me escapa al cruzar la mirada
con un par de ojos azules que no esperaba.
—¿Stella? ¿Ella está aquí? —cuestiono, sin importarme lo que piensen todos a mi
alrededor sobre mi desesperación por mi chica.
—¡Sí, carajo!, ¡ven trae tu trasero aquí, nena! —grita Rich, extendiendo los brazos
y haciendo gestos de agarrarla con las manos.
Stella aparta sus ojos de los míos y le clava una mirada que realmente debería
asustarlo.
—Probablemente te partiría tu pequeña polla por la mitad, chico —se burla Stella
mientras todos los presentes, excepto Rich y yo, se ríen a carcajadas.
—En realidad no es pequeña. Chels, diles —se queja.
Una oleada de tensión recorre la habitación mientras Shane aprieta los puños a
los lados, pero lo único que hace Chelsea es echar la cabeza hacia atrás y reírse con
más fuerza durante unos segundos.
—Le estás pidiendo a la chica equivocada que salga en tu defensa, chiquitín. —
Le guiña un ojo, separando el índice y el pulgar un par de centímetros—. Si necesitas
que te aconseje sobre cuál de los chicos solteros te hará pasar un buen rato, ven a
verme, chica. —Le sonríe a Stella antes de plantarle los labios a Shane para intentar
calmarlo. Está claro que funciona porque ni dos segundos después se relaja con su
beso y sus manos se deslizan bajo su camiseta.
Sacudo la cabeza al verlos y vuelvo a mirar a Stella.
—¿Vamos? —indica, con los ojos clavados en los míos durante un instante antes
de darse la vuelta y desaparecer de mi vista.
Miro a Ruby, con la necesidad de saber si esto era de lo que hablaba antes, pero
lo único que hace es sonreír dulcemente mientras atravieso la habitación.
Stella está apoyada contra el mostrador con una botella de agua en la mano,
sintiéndose como en casa, cuando la encuentro unos segundos después en la cocina.
—¿Qué demonios está pasando?
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
HARLEY
M e despierto tras haber dormido la que probablemente haya sido la mejor noche
de mi vida. No tengo idea de qué hora es, pero la habitación sigue totalmente
oscura y la cabaña está completamente en silencio.
Se puede decir que me puse como loca cuando ella comenzó a dirigirse hacia las
montañas.
Sin embargo, como prometió, no nos dirigimos hacia donde estaba el equipo.
Aunque he intentado ignorar mi teléfono o, más bien, los mensajes de Kyle, he
caído en la tentación de mirar Instagram, aunque me arrepentí en cuanto lo hice porque
descubrí que, aunque yo había rechazado la invitación a acompañarlos a su gigantesca
cabaña, Kyle no lo había hecho porque, mientras yo me sentía miserable y lo extrañaba
más de lo que jamás podría admitir, él estaba allí divirtiéndose. Estaba sonriendo en
cada una de las fotos que encontré de él y eso hacía que mi corazón me doliera más
con cada imagen que veía.
Quiero que él sea feliz, claro que sí. Aunque no estoy segura de querer que
encuentre esa felicidad con mi grupo de amigos cuando a mí me han dejado a un lado.
Exhalo lentamente.
No sé dónde está su cabaña, me he contenido de investigar qué tan cerca podemos
estar de ellos en este momento. No necesito ese tipo de tentación.
Tomo mi teléfono, lo activo y reviso la hora.
Ya pasó la hora del almuerzo. Jesucristo.
Los dos días que llevamos aquí han sido más que perfectos.
No tengo idea de cómo se las arregló, pero la cocina estaba completamente surtida
con toda la comida y bebidas que pudiéramos necesitar y en la sala la chimenea con
leña ya estaba ardiendo cuando llegamos.
Este lugar es realmente un paraíso, con sus enormes sofás, su gran porche con
hamaca y su jacuzzi de hidromasaje con vistas al bosque.
Cuando bajo, me encuentro con que, a pesar del silencio, Stella ya está despierta
y leyendo en su Kindle frente al fuego con una taza de café.
—Buenos días, dormilona —dice cuando me dejo caer en el sofá frente a ella—.
¿Cómo te sientes?
—Mucho mejor. —Las heridas de mi terrible experiencia siguen ahí y seguirán
estándolo unos días más, pero se están curando y el cuerpo me duele menos cada día
que pasa. Incluso mi cabeza comienza a sentirse un poco más estable gracias a Stella.
—Bien, me alegro. —Me sonríe suavemente y vuelvo a recordar lo agradecida que
estoy de que me haya dado una oportunidad cuando normalmente evita hacer amigos.
—Es este lugar. Es como si tuviera poderes curativos mágicos.
—¿Sí? —pregunta, una mirada esperanzada apareciendo en sus preciosos ojos
azules.
—¿Cómo no podría? Ya lo viste. —Hago un gesto alrededor del acogedor interior.
—Sí, no quiero irme jamás.
—Ya somos dos. ¿Quieres otro café?
—Por favor.
Tomo su taza antes de pasar a la cocina y prepararnos uno a cada una.
—¿Cuál es el plan para hoy? —curioseo cuando regreso. No sé por qué lo
pregunto, en el camino acordamos que no íbamos a hacer absolutamente nada, y eso
me pareció más que perfecto.
—Tengo que salir, casi nos hemos quedado sin leña. —Dirige una mirada al fuego.
Cuando llegamos, la alcoba de al lado estaba llena de leña, pero ya casi se agota.
—Pensé que habías dicho que había suficiente para toda nuestra estancia —señalo.
Lo había organizado todo tan bien que me sorprende que se haya acabado.
—Hay más afuera, pero está húmeda. En el paquete de bienvenida hay una
dirección de un lugar para comprar leña seca. Pensé en ir a ver.
—De acuerdo. Puedo acompañarte.
—Nop. Te quedarás aquí.
Abro la boca para discutir, no obstante, Stella me clava una de sus miradas y mis
labios se cierran al instante.
—Puedes cocinar. Tenemos ingredientes en el refrigerador para hacer lasaña.
—Está bien, puedo prepararla —acepto, aunque no estoy muy contenta.
Pasan varias horas y Stella por fin se dispone a salir de la cabaña. Insistió en darse
un baño y maquillarse por completo antes de salir por la puerta principal. Comencé
a preguntarme si se estaba escapando para tener una cita romántica y no solamente
para ir a comprar leña.
—Dejaré la puerta abierta —comunica cuando se detiene en la sala.
—De acuerdo. Quizás me meta en el jacuzzi cuando termine de preparar la cena.
—No tardaré mucho.
Unos minutos después, ella se ha ido y la cabaña se vuelve aún más silenciosa.
Tomo mis AirPods de la mesa, presiono el botón de mi lista de reproducción
favorita y empiezo a preparar la lasaña.
Muevo la cadera al ritmo de la música y canto a todo pulmón, sintiéndome más
ligera de lo que me he sentido en mucho tiempo.
Una vez que la lasaña está lista y solo falta meterla en el horno, limpio la cocina
y sigo bailando al ritmo de la música antes de ir a mi habitación a ponerme mi traje
de baño para meterme al jacuzzi.
Yo no me organicé tanto como Stella, en parte porque no sabía adónde iríamos,
así que no tengo mi Kindle, pero encontré una buena cantidad de libros de romance en
el librero del comedor, así que agarro el que estoy por terminar junto con mi celular
y me dirijo hacia el porche para ver la puesta de sol detrás de los árboles.
Miro el reloj de pared al pasar por la cocina y me doy cuenta de cuánto tiempo
ha pasado desde que Stella se marchó.
La preocupación me invade y reviso mi teléfono para ver si ha intentado llamarme.
Al no encontrar nada, la llamo.
—Hola —contesta inmediatamente—. Volveré pronto. Me perdí y luego me puse
a charlar con el chico de la tienda.
—Stell, ¿te conseguiste un hombre de la montaña? —bromeo.
—No llevo tanto tiempo afuera.
—El tiempo suficiente —murmuro en broma—. En serio, si está buenísimo,
quédate más tiempo. Estoy bien aquí.
—Te lo agradezco, pero en serio, llegaré pronto. ¿Ya está la cena?
—Sí, a la espera de las comensales. Estoy a punto de meterme al jacuzzi.
—Pues cuelga el teléfono y ve a disfrutar.
—Bien, de acuerdo, ya voy. Nos vemos pronto.
Estoy a punto de colgar cuando ella me detiene.
—¿Har?
—¿Sí?
—Eh... nada. Te veo pronto.
Frunzo el ceño mientras repito mentalmente nuestra breve conversación. Hay algo
que no me gusta.
Me digo a mí misma que estoy exagerando, abro el refrigerador y tomo un
refresco.
Casi estoy en la puerta cuando me doy cuenta de que el fuego casi se ha apagado.
Dejo todo a un lado y me dirijo a encender un par de troncos más.
Sigo atizando las brasas, intentando que prendan, cuando los neumáticos de un
automóvil crujen contra la grava de la parte delantera de la cabaña.
—Vamos, maldito —me quejo ante el fuego.
Desde que llegamos, Stella se ha encargado de la mayor parte del trabajo y hace
que mantenerlo encendido parezca muy fácil, pero creo que esa podría ser otra de sus
habilidades ocultas, porque está claro que no es tan sencillo.
La puerta principal se abre y se escuchan pasos que se dirigen hacia mí, aunque
estoy demasiado distraída para darme cuenta de que no suenan igual que los que se
fueron hace unas horas.
—¿Cómo mantienes esta maldita cosa encendida? Juro que me odia.
Como no me contesta, me levanto del suelo y me doy la vuelta para ver qué pasa.
Jadeo de asombro cuando no encuentro a Stella mirándome, sino a la única
persona que he estado luchando por sacar de mi cabeza.
—¿Qué haces aquí? —espeto, apretando mis puños a los lados. Sin embargo, no
puedo negar el calor que inunda mi cuerpo mientras lo miro fijamente. Como siempre,
tiene la gorra puesta y su rostro afilado aún muestra los signos de la pelea, aunque son
sus ojos los que me cautivan. Son de su azul claro habitual, pero detrás de ellos hay
sombras, quizá de arrepentimiento, y parece que no ha dormido desde que lo eché.
Sacudo la cabeza y alejo todos esos pensamientos. Nada bueno puede salir de
pensar en aquella noche.
Sus labios se entreabren para responder, sin embargo, no sale ninguna palabra.
—Stella me tendió una trampa, ¿verdad? —reviro, sintiendo cómo me invade un
sentimiento de incredulidad. Maldita sea, confié en ella.
—Sí, pero no te enojes con ella. Está intentando ayudar.
—¿Dónde está? —inquiero, poniendo por delante mi preocupación por mi amiga.
—Está en la cabaña con los chicos. Nos hemos intercambiado.
Me apresuro hacia la ventana y miro hacia la entrada, encontrando el Porsche de
Stella estacionado exactamente donde estaba antes.
—Ella... Tú... ¡Mierda! —Me mira con cautela mientras me muevo por la sala
—. Kyle, yo...
—No —dice, acercándose a mí y obligándome a que deje de caminar. Intento
alejarme, pero él me agarra por los brazos—. Necesito que me escuches.
—No, no tengo que hacerlo. Ya te lo dije, hemos terminado. No deberías estar
aquí. Deberías volver a la cabaña. No te quiero aquí.
—Mientes —argumenta, acercándose hasta que el calor de su cuerpo se filtra a
través de la bata que tengo holgadamente atada a la cintura—. Te lo dije, Gatita,
siempre sé cuándo mientes. —Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—No esta vez.
Me mira fijamente, con la tensión crepitando entre nosotros. Mi cuerpo está
desesperado por sentir su calor, sus caricias. Pero me resisto.
Se ríe y lo único que consigue es aumentar mi nivel de irritación.
Trago saliva y me tomo un par de segundos para ordenar mis pensamientos. Con
él tan cerca y su olor impregnándome la nariz, me resulta difícil pensar, por no decir
inventar un argumento.
Me suelta el brazo antes de que pueda decir algo y, por un breve instante, me
pregunto si va a ceder.
Debería saber que no es así.
—Te tiembla el ojo —indica en voz baja, presionándome el borde del ojo con la
punta de un dedo.
Me estremezco ante su roce ardiente e intento dar un paso atrás, pero sus dedos
me aprietan el brazo y me detienen.
Su dedo recorre mi mejilla hasta rozarme el labio inferior. Quiero alejarme, no
obstante, con la forma en que me mira, no encuentro las fuerzas para hacerlo.
—Te extrañé tanto, carajo —susurra.
—Solo han sido un par de días —me burlo, obligándome a ignorar el hecho de
que siento exactamente lo mismo al respecto.
Un gruñido sale de su boca al escuchar mis palabras. Me suelta el brazo, aunque
por solo un instante, porque no me deja ir.
Me rodea la garganta con sus dedos y me obliga a retroceder.
—¡Ky! —Jadeo, mientras mi espalda choca contra la pared. Se acerca a mí y la
intensidad de sus ojos me hace sentir un violento escalofrío.
—Una hora sería demasiado tiempo, Har.
Su pecho se agita, su aliento con olor a menta me recorre la cara mientras nuestros
ojos mantienen una batalla de dominación.
Quiere que me someta, que admita mis sentimientos y que me arriesgue a entregar
mi corazón por él.
No obstante, después de todo lo que ha pasado, ¿soy lo bastante fuerte para
hacerlo?
Mi pulso retumba bajo su suave agarre, y él lo nota porque su pulgar comienza a
acariciar el punto en el que sé que late contra mi piel.
—Lo siento muchísimo, Gatita. Pensé que estaba haciendo lo correcto al no
decírtelo. Pensé que te estaba protegiendo.
—Pensaste mal —gruño, los recuerdos de lo que sus mentiras provocaron
golpeándome con fuerza una vez más.
Se me revuelve el estómago al recordar el olor putrefacto de aquel almacén, las
caricias repugnantes de Gray, sus promesas mortales y sus oscuras intenciones.
—Me dejaste desarmada y le permitiste llegar hasta mí. —La culpa oscurece sus
ojos, el dolor se filtra en ellos. Lo siento, lo siento como si fuera el mío propio. Pero
¿es suficiente?—. Me mentiste, Kyle.
—Lo sé, y lo siento. Pensé que podría mantenerlo alejado de ti. Pensé que si
intentaba demostrarle que no te quería... —Pienso en esa chica morena contoneándose
en su regazo. Mi pecho se hace añicos al imaginar sus manos sobre su cuerpo—. Pensé
que así sería más seguro.
—¿Por qué estaba allí? ¿Tú lo invitaste?
—Quién demonios sabe. No quería verlo de nuevo después de esa noche. —Traga
saliva y mis ojos se posan en su garganta mientras los músculos se tensan y su
manzana de Adán se mueve. Se me hace agua la boca, quiero saborear su piel,
mantener la aspereza de su mandíbula contra mis labios. Maldito sea—. Lo único que
quería era protegerte, Har. —Se acerca más, aplastando mi cuerpo contra la pared de
la forma más deliciosa—. Tú eres la única a la que siempre he querido.
—Ky, yo... —Intento discutir, pero presiona dos dedos en mis labios para
detenerme.
Me mira fijamente con tanta emoción nadando en sus ojos que me cuesta respirar.
—Shhh... Estoy hablando —susurra, rozando su nariz contra la mía y haciendo
que mi cuerpo se acelere. Baja la mano y me abraza posesivamente alrededor de las
costillas—. Lo siento, Har. Por todo. Por no sacarte de allí aquella noche, por estar
tan borracho que lo dejé continuar demasiado tiempo. Por la manera en que te traté
cuando regresé. Pasé un año encerrado y tú eras lo único en lo que podía pensar. Te
deseaba, te odiaba. Estaba hecho un maldito desastre. Luego te volví a ver, y carajo.
Me aniquilaste, Gatita. Eras todo lo que no quería recordar, pero por lo que estaba
desesperado.
»Siento haberte ocultado cosas cuando debí haber confiado en ti. Siento no haberte
protegido como tenía que hacerlo, y siento haberte lastimado, y más aún lamento que
él tuviera la oportunidad de hacerlo. Pero, sobre todo, siento no haberte dicho esto
antes. —Su mano suelta mi garganta para ponerla en mi mejilla—. Yo... —Duda, sus
ojos se llenan de lágrimas—. Te amo, Harley.
—Kyle —suspiro, con el ceño fruncido.
—Shhh. —Me tranquiliza—. No espero que digas algo. Solo... necesitaba que lo
supieras.
Sus ojos llorosos me suplican que le dé una oportunidad, que le diga que lo
intentaré.
Sin embargo, mi cabeza y mi corazón están en guerra.
Siento que mi corazón está a punto de estallar, como si ya no cupiera en mi pecho
después de ver cómo se desgarra por mí. Pero mi cabeza... mi cabeza quiere
protegerme de aún más dolor.
—Quiero compensártelo, Gatita. Déjame demostrarte lo que siento, qué tan en
serio lo digo.
—Pero...
—Créeme, Har, conozco todos los peros. Conozco todas las razones por las que
deberías decir que no y rechazarme. Pero te lo ruego, por favor, no lo hagas. He sufrido
un año sin ti, ahora es nuestro momento.
Mis labios se entreabren, mas me doy cuenta de que no puedo encontrar una
respuesta mientras mi cuerpo continúa luchando en silencio.
—Te amo, Gatita. Te amo muchísimo, carajo. —Baja su mano, la desliza dentro
de mi bata y la presiona sobre mi corazón—. Sé que tú también sientes algo.
Es imposible que no sienta lo fuerte que late mi corazón bajo su palma y mis
mejillas se ruborizan porque sabe lo mucho que estoy luchando por mantener la
cordura en este momento.
—¿Q… qué harás si digo que no? —titubeo, forzando las palabras a salir más allá
de la gigantesca bola de emociones que me obstruye la garganta.
El dolor atraviesa sus ojos, pero me mantengo firme.
—Entonces daré media vuelta, me iré por donde vine y mandaré a Stella de
regreso.
—¿Así de fácil?
—Quiero ser lo que necesitas, Har. Y si no soy yo, tendré que aceptarlo.
Apoya su brazo contra la pared detrás de mí, acorralándome. Aunque sé que soy
libre de huir si lo deseo.
—Y... ¿y si digo que sí?
Sus ojos se iluminan por un instante antes de recomponer su expresión e inclinarse
hacia mí hasta que nuestros labios se rozan.
Una lujuria líquida me inunda el cuerpo y me calienta hasta los huesos.
—Entonces nunca volvería a dejar que te vayas.
Me apoyo contra la pared, la convicción de sus palabras hace que me tiemblen
las rodillas.
—Bien —musito en voz tan baja que ni siquiera estoy segura de haber
pronunciado la palabra, hasta el momento en que la comisura de su labio se levanta
en el comienzo de una sonrisa.
—Harley —advierte como si le preocupara que estuviera jugando con él.
—Yo... —Me muerdo el labio inferior, aún luchando contra el argumento, aunque
sabiendo que al final ganará mi corazón.
¿Cómo no iba a hacerlo si se está desangrando frente a mí?
—Sí —suspiro—. Sí, Ky. Quiero... —Mis palabras se interrumpen cuando sus
labios se posan sobre los míos e introduce su lengua en mi boca.
Su beso me consume por completo y me roba todo el aliento de mis pulmones
mientras me devora.
Sus manos se deslizan hasta mis mejillas para inclinar mi cabeza y profundizar
el beso.
Se me encogen los dedos de los pies por el deseo, y el corazón me da un vuelco
cuando por fin le permito tomar el control total de la situación.
Derribo mis muros y me dejo caer con fuerza y rapidez mientras él me consume,
me reclama.
Sus dedos se enredan en mi cabello y me levanta la cabeza, separando mis labios
de los suyos para besarme por la mandíbula y el cuello.
—Ky, yo… —Jadeo, intentando controlar mi respiración para poder decir las
palabras—. Yo... creo que también te amo.
Hace una pausa con sus labios apretados contra mi garganta y me entra el pánico.
«¿No debí haber dicho eso?».
Pero entonces siento que mueve los labios y sé que está sonriendo.
—¡Mírame! —exijo, sabiendo que no puedo perderme este momento.
Duda un segundo, sin embargo, la espera vale la pena cuando por fin se mueve
y me mira a los ojos.
Las lágrimas nadan en sus profundidades azul plateado y tiene una sonrisa de lo
más tonta en su cara.
No puedo evitar soltar una carcajada al ver lo ridículamente feliz que parece. Es
un espectáculo increíble y se me hincha el pecho al saber lo mucho que necesita este
tipo de felicidad en su vida después de todo lo que ha pasado.
—No puedo ofrecerte mucho, Har. Vengo acompañado de un agente de libertad
condicional y antecedentes, pero, demonios, prometo ponerte siempre en primer lugar
y hacer todo lo posible para que seas la mujer más feliz del planeta.
—Oh, Ky, no necesito nada aparte de ti. Podemos construir el resto juntos.
—¡Mierda! —gruñe, golpeando sus labios contra los míos una vez más—. Te
necesito tanto, Gatita.
—Sin duda, el sentimiento es mutuo.
Sus dedos se apresuran a deshacer el lazo que me rodea la cintura y, en cuestión
de segundos, la bata cae a mis pies.
—¡Santo cielo! —Jadea cuando ve mi traje de baño dorado—. Stella es
heterosexual, ¿verdad? —pregunta con un tono muy serio.
Echo la cabeza hacia atrás y me río.
—Eres un idiota.
—Eso parece. —Su cara se retuerce de arrepentimiento.
—Oye, no hagas eso —objeto, tomando sus mejillas ásperas y acercándolo a mí
de nuevo.
—Tenemos tanto de qué hablar, tengo mucho más por qué disculparme.
—Puede que sea cierto, aunque en este momento no estoy de humor para hablar
y revivir todo eso.
Sus ojos se iluminan mientras se acerca a mi cuerpo una vez más. Su ropa hace
cosquillas en mi piel desnuda y la rugosidad de sus pantalones cubriendo su erección,
me araña el estómago.
—¿Qué tenías pensado, Gatita? —cuestiona con la cabeza inclinada para que
nuestros labios queden a un suspiro de distancia.
—Yo... me dirigía al jacuzzi. ¿Me acompañas?
—Claro que sí, carajo.
Mis dedos agarran la parte inferior de su camiseta y la subo por su cuerpo. Él me
ayuda cuando se le queda atascada en la cabeza.
Deslizo mis dedos por su pecho y me detengo en una zona de piel lastimada en
sus costillas.
—¿Todavía te duele?
—No —responde. Sospecho que miente cuando me agarra por los muslos y me
levanta contra la pared, apretando los labios como si le doliera. Mis piernas rodean
automáticamente su cintura, mi centro se alinea con su dura longitud, imaginando que
no lo haría si le doliera demasiado.
—Ky —gimo, flexionando mi cadera contra él.
—Mierda.
Sus labios encuentran los míos mientras me aparta de la pared y me carga por la
habitación.
El lado derecho de mi cuerpo se calienta mientras me baja y, cuando miro,
encuentro mi fuego ardiendo mientras mi espalda aterriza en la alfombra ante él.
—Tu fuego me parece perfecto, Gatita —dice, mirándome como si yo fuera lo
más preciado del mundo.
—Te extrañé —admito, necesitando que sepa que todo lo que él sintió desde que
lo eché no fue algo unilateral.
—¿Por qué lo hiciste? —inquiere frotándome los muslos con sus manos, y sus
pulgares acercándose peligrosamente a la parte inferior húmeda de mi traje de baño.
—P… porque me lastimaste.
—Mierda, desearía no haberlo hecho.
—Yo también. ¿Puedes prometerme algo?
—Lo que sea. —La sinceridad que brilla en sus ojos me indica que lo dice en serio.
—Nunca vuelvas a mentirme...
—Nun... —Levanto la mano y presiono mis dedos contra sus labios, impidiendo
que hable.
—No he terminado. —Él asiente con la cabeza y yo continúo—. Nunca vuelvas a
mentirme y nunca pienses que no puedo soportar la verdad. Soy una chica de Harrow
Creek, puedo con todo.
—Lo sé, Har. Eres tan fuerte, demonios. Lo siento mucho.
—Demuéstramelo.
Sus manos caen a ambos lados de mi cabeza, sus dedos se clavan en la alfombra
lanuda debajo de mí mientras baja sus labios a los míos y mueve su cadera de una
manera que me hace gemir.
—Maldita sea, Har. Eres tan jodidamente sexy —gruñe contra mis labios—.
Nunca voy a tener suficiente de ti.
—Espero que no.
Mis uñas arañan su espalda hasta que encuentro la pretina de sus pantalones y
deslizo mis dedos por debajo de ellos y de su bóxer, agarrando su trasero y apretándolo
más contra mí.
Me besa como si fuera el aire que necesita para respirar, y sé sin duda que tomé
la decisión correcta. Mi corazón no podría soportar verlo alejarse de mí otra vez.
—Kyle. —Jadeo cuando aparta el pequeño triángulo de tela y me pellizca el
pezón. Mi espalda se arquea sobre la alfombra por mi necesidad de más.
Retira sus labios de los míos y me recorre el cuello y el pecho con besos húmedos
y empalagosos hasta que saca mi otro pecho y succiona la punta endurecida dentro
de su boca caliente.
—¡Oh, Dios! —gimo mientras su lengua me lame.
—Te extrañé. Te extrañé tanto —murmura contra mi piel mientras desciende por
mi vientre y jala la cinta de mi cadera.
La tela cae y sus manos presionan el interior de mis muslos mientras baja hasta
quedar sobre su estómago. Mueve su cara hacia adelante, pero no se detiene donde
yo quiero. En lugar de eso, se aferra a la suave piel de mi muslo y chupa hasta que
juro que la piel está a punto de rasgarse, volviéndome a marcar como suya.
—Tan jodidamente perfecta —susurra, la punta de su dedo traza su marca, su
aliento caliente hace que un escalofrío de deseo recorra mi piel.
—Kyle —gimo, acercándome a él.
Le quito la gorra de su cabeza y enredo mis dedos en sus largos mechones,
jalándolo hacia donde lo necesito.
—¿Estás excitada, Gatita?
—¡Sí, Kyle! —exclamo, esperando que eso lo anime a dejar de provocarme—.
Por favor.
—Será un placer.
Se inclina hacia adelante y chupa con fuerza mi clítoris.
—¡Dios mío! —chillo, retorciéndome sobre la alfombra.
Me suelta al cabo de un segundo y su lengua se pone a trabajar para hacerme
perder la maldita cabeza.
—¡Sí!, ¡sí! —grito cuando mi orgasmo empieza a alcanzar su punto culminante.
Uno de sus dedos rodea mi entrada y mis músculos se contraen, desesperados por
que él lo meta hasta el fondo.
Jalo su cabello con más fuerza, intentando decirle lo que necesito sin encontrar
las palabras.
Mi cabeza da vueltas, mi cuerpo vuela y mi pecho se agita mientras subo más y
más.
Finalmente, introduce dos dedos en mi interior y los curva de la forma más
perfecta que me hace estallar.
—¡Kyle! —vocifero mientras mi cuerpo se rompe en mil pedazos.
Una oleada tras otra de placer al rojo vivo recorre mi cuerpo, dejándome sin aliento
y con las extremidades pesadas por el cansancio.
No se retira hasta haberme exprimido hasta la última gota de éxtasis.
Sentándose, sus labios muestran una sonrisa de satisfacción mientras su barbilla
brilla con la evidencia de mi orgasmo.
Cada músculo al sur de mi cintura se contrae con la vista, hasta el punto de que
casi vuelvo a empujarlo para que lo haga de nuevo.
Claramente capaz de leerme la mente, se ríe y se pasa el dorso de la mano por la
cara antes de levantarse.
Por un momento me aterra la idea de que esté a punto de marcharse, pero entonces
sus manos se posan en su bragueta, se desabrocha el pantalón y se baja el bóxer por
los muslos.
—¡Oh, Dios! —gimo cuando su miembro duro se libera.
Me sonríe mientras se quita la tela de las piernas y deja caer su mano sobre su
longitud, acariciándolo un par de veces mientras recorre mi cuerpo con sus ojos.
Su mirada quema cada lugar que toca hasta que vuelvo a retorcerme de deseo.
—Ky —advierto, con la esperanza de sacarlo de su trance.
Al escuchar mi voz, se arrodilla entre mis muslos separados y frota la cabeza de
su polla en mi sexo, bañándose en mi humedad.
Nos miramos a la par que nos hacemos promesas en silencio.
—¡Te amo! —clama, bajando más y empujando la punta dentro de mí.
Mi cuerpo se tensa ante la invasión, pero en cuanto su mano sube por mi cuerpo
y se detiene alrededor de mi garganta, me relajo.
Apoyándose sobre el codo junto a mi cabeza, empuja hasta el fondo y su lengua
separa mis labios, acariciando la mía con la misma delicadeza.
—¡Kyle! —gimo, el placer me recorre mientras las lágrimas me queman los ojos.
—Lo siento mucho. Lo siento mucho —repite entre besos mientras me hace el
amor.
—Ky. —Levanto su cabeza para que pueda mirarme a los ojos—. Está bien. Lo
comprendo. Lo hecho, hecho está.
Me mira fijamente durante un rato, su cuerpo se detiene.
—Yo... —Comienza, mas enseguida niega con la cabeza antes de volver a acercar
sus labios a los míos para darme un beso que me cambia la vida.
Me aferro a él, arañándole la espalda mientras aumenta su ritmo. Me rodea el
muslo con una mano y lo aprieta contra mi pecho, lo que le permite penetrarme más
profundo y dar en el punto perfecto con cada embestida.
—Te sientes increíble —murmura cuando se ve obligado a romper el beso para
respirar profundamente—. Estás tan apretada, demonios.
—Kyle, me voy a...
—Lo sé, Gatita. Puedo sentirlo. —Baja sus dedos entre nuestros cuerpos y me
pellizca el clítoris—. Déjate llevar, nena. Córrete en mi polla.
—¡Ky! —grito mientras hago exactamente lo que me dice gracias a otro pellizco
y una fuerte arremetida.
Mi cuerpo se estremece y mi centro lo succiona más fuerte un segundo antes de
que él eche la cabeza hacia atrás y lance un rugido de placer.
Los músculos de su cuello, pecho y estómago se ondulan y se tensan, y el
espectáculo hace que las réplicas recorran todo mi cuerpo.
Dejo caer mi pierna y golpeo su pecho con fuerza. No se lo espera y, como yo
planeé, se cae hacia atrás, permitiéndome sentarme en su regazo.
—Hola, Gatita. —Sonríe, sus ojos brillan de placer mientras desciende de su
éxtasis.
—Hola.
—Creo que tengo que hacerlo otra vez —admite, pero no es necesario, ya puedo
sentir cómo se pone duro contra mí.
—¿Quieres llevar esto al jacuzzi? —pregunto mientras sus manos suben por mi
espalda hasta desabrocharme la parte de arriba del traje de baño para que caiga de
mi cuerpo.
—Hmm... No se me ocurre nada que me apetezca más. —Hace una bola con el
pedazo de tela y lo lanza al otro lado de la habitación.
—De acuerdo, aunque voy a necesitar eso. —Mis ojos siguen la trayectoria de la
parte de arriba de mi traje de baño.
—Claro que no, maldición.
Se levanta conmigo en brazos como si no pesara nada y me lleva hacia la puerta
por la que entró.
—No podemos meternos des...
—¿Quién lo dice, Gatita?
—El paquete de bienvenida —admito, con mis mejillas sonrojadas por mi forma
de seguir las reglas.
—A la mierda el paquete de bienvenida, no volverás a ponerte ropa hasta que nos
veamos obligados a abandonar este lugar. —Sus manos me aprietan el trasero hasta
que el mordisco del dolor se mezcla con mi deseo y mi centro se inunda de calor—.
Carajo, puedo sentirlo.
—Sí, entonces será mejor que hagas algo al respecto.
Antes de darme cuenta de que me ha soltado, estoy de pie, con la mitad superior
del cuerpo inclinada sobre el jacuzzi.
Me da una fuerte nalgada y yo chillo de asombro, con el calor dirigiéndose a mi
coño.
—A mi chica le gusta un poco brusco, ¿eh? —Su mano sube por mi espalda, se
enreda en mi cabello y me levanta la cabeza, obligándome a arquear la espalda—.
¿Lista?
—¡Sí, maldita sea! —exclamo mientras me penetra con cada embestida—. Ay,
mierda. —Ha desaparecido el tierno amante que había junto al fuego y en su lugar
está el chico malo y apasionado que conozco tan bien—. ¡Kyle! —grito en el bosque
silencioso mientras me penetra con tanta fuerza que mis pies empiezan a levantarse
del suelo.
Me agarra el cabello con fuerza, el dolor es jodidamente adictivo mientras me
empuja cada vez más cerca de otro orgasmo.
—Dámelo, Gatita. ¡Dámelo todo!
—¡Kyle! —vocifero con pasión, mi cuerpo estremeciéndose con la fuerza de mi
orgasmo.
—¿A quién perteneces, Gatita? —Insta entre potentes embestidas mientras
persigue su propio orgasmo.
—A ti, Kyle. Solamente a ti.
—¡Sí, carajo! —afirma mientras su polla se sacude violentamente dentro de mí.
Cae hacia adelante, con su pecho caliente apretado contra mi espalda cubierta de
sudor.
Me rodea el cuello con una mano y la cintura con la otra y me abraza con fuerza.
—No lo olvides nunca, carajo —me susurra al oído—. Iré hasta el fin del mundo
para encontrarte, Gatita.
Asiento con la cabeza, demasiado abrumada por él y mi intenso orgasmo, como
para responder.
—Te amo. Te amo tanto, maldición.
Se levanta, me atrae hacia él y baja su mano por mi estómago hasta encontrar mi
sexo hinchado.
Quiero decirle que no siga, pero pasa por alto mi clítoris y se dirige directamente
a mi entrada, hundiendo su dedo en la evidencia de nuestros múltiples orgasmos que
empiezo a sentir correr por mis muslos.
—Tú y yo, Gatita. Tú y yo. —Sus labios se posan en mi cuello y los mantiene
presionados durante un largo rato mientras el aire fresco del atardecer enfría nuestra
piel acalorada—. ¿Lista para relajarte? —susurra en mi oído cuando me estremezco
entre sus brazos.
—Probablemente debería ir a asearme primero.
—Date prisa.
Me da una palmada en el trasero mientras me alejo, mi piel hormiguea con su
atención hasta que desaparezco dentro de la cabaña y casi corro al baño para poder
volver más rápidamente con él.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
KYLE
EL RESTO de nuestra estancia en la cabaña fue más de lo que podría haber deseado.
Pasamos horas hablando de nuestra infancia, confesando lo que sentíamos el uno
por el otro y hemos discutido lo que pasará a partir de ahora.
No soy estúpido, sé que todavía estoy en problemas y que tengo muchas cosas
que arreglar, pero tengo toda la intención de hacerlo.
Después de salir del jacuzzi esa primera noche, me quedé. Harley llamó a Stella
y la regañó por su treta. Apenas pude contenerme mientras fingía estar enojada con
su amiga. Hay que reconocer que es mejor actriz de lo que yo pensaba, hasta yo casi
me creí que seguía furiosa.
Cuando por fin fue sincera, apenas podía mantenerse de pie de lo mucho que se
reía. Ver la felicidad en su rostro mientras se reía a carcajadas me alegró el año entero.
La estreché entre mis brazos y la abracé con fuerza mientras lágrimas de alegría
recorrían su rostro.
Para cuando ambos nos subimos al Porsche de Stella para volver a Rosewood,
soy más feliz que nunca.
—Este es un auto increíble —comento, pisando el acelerador y arrojándonos a
ambos con fuerza contra nuestros asientos—. Hace que todo este viaje haya valido la
pena —continúo inexpresivamente.
—Sigue así, y será lo último que montes —se burla, deslizando su mano por mi
muslo hasta que me toca la entrepierna. Traza el contorno a través de mi pantalón
asegurándose de que esté completamente erecto en cuestión de segundos.
—Gatita —gruño—. Tenemos un largo viaje en auto, y a menos que tengas la
intención de seguir, te sugiero que te detengas.
—Prefiero no tener que rendirle cuentas a Stella por haber destrozado a su bebé
—bromea, apartando su mano de mí.
La tomo antes de que la deje caer en su regazo y la vuelvo a poner sobre mi muslo.
—Nunca dije que dejaras de tocarme. —La miro y le dirijo una de mis sonrisas
mortales que sé que harán que se retuerza en su asiento.
—No estoy lista para ir a casa —admite, cambiando de tema.
—¿Qué crees que dirá tu mamá?
Se encoge de hombros.
—Todo es culpa suya. No puede decir nada.
—Tienes que darle un respiro. Si no fuera por ella, esto no habría pasado —digo
entrelazando mis dedos con los suyos y llevándome su mano a los labios, besando
sus nudillos.
—No me molesta que lo hiciera, me molesta que no me lo dijera.
—Lo sé, pero como dijiste, ahora es el momento de enfocarnos en el futuro.
—Tienes razón —suspira.
Pasamos el viaje de regreso hablando de nuestro futuro, de las universidades a las
que nos gustaría ir y de las cosas que queremos de la vida. Es increíble.
No hace mucho, pensaba que no tenía ningún tipo de futuro por delante, ni siquiera
la oportunidad de ir a una universidad decente. No obstante, gracias a Jada, Kane, y
la increíble chica a mi lado, puede que consiga todo lo que siempre he querido.
Nos dirigimos directamente a la casa de los Hunter cuando finalmente regresamos
más tarde esa noche. Entramos con nuestras manos entrelazadas y grandes sonrisas
en nuestros rostros. Zayn ya está de vuelta, su auto estaba afuera, aunque no dejo que
eso me preocupe.
Dejamos las maletas en el pasillo y nos dirigimos a la guarida de Zayn, donde
nos están esperando.
Harley abre la puerta de un empujón y todas las miradas se dirigen hacia nosotros.
Atraigo a Harley entre mis brazos y beso sus labios, inclinándola hacia atrás como
si estuviéramos en una vieja película, haciendo ademán de reclamarla como mía.
Se escuchan silbidos y gritos por toda la habitación, pero pronto quedan ahogados
cuando vuelvo a levantarla y ella desliza su lengua en mi boca, profundizando el beso.
Soy incapaz de resistirme y hago lo mismo, manteniéndola pegada a mi cuerpo.
Hasta que algo suave me golpea la cabeza.
—De acuerdo. Solo porque dije que podías, no significa que me lo restriegues en
la cara, cabrón —gruñe Zayn.
—¿Qué? Como si tú no hicieras lo mismo con Poppy. —Harley fulmina a su
hermano con la mirada después de despegar sus labios de los míos.
—Muy bien niños, cálmense —dice Stella, tomando el control de la situación. Se
levanta del sofá en el que estaba sentada, se acerca y se lleva a Harley de mi lado,
envolviéndola en un abrazo.
—Gracias —le susurra Harley al oído.
—Siempre te apoyaré, chica. Además, me divertí con los chicos.
—Claro que se divirtió, carajo. Justin y Rich no supieron qué los golpeó —anuncia
Ash, haciendo que a Harley casi se le salten los ojos de la cabeza.
—Dime que no lo hiciste —le ruega a su amiga.
—Solo fue un poco de diversión. Aunque tienes razón sobre su polla. —Levanta
sus dedos, imitando el tamaño como hizo Chelsea mientras todos se ríen.
—Ven a sentarte —la anima Ruby, obligando a Ash a moverse en el sofá.
—¿Quieren un refresco? —pregunta Poppy, acercándose a la pequeña nevera que
hay aquí.
—Por favor —decimos al unísono mientras me dejo caer en el sofá y la subo a
mi regazo.
Los chicos nos ponen al día de todos los chismes que nos hemos perdido mientras
estábamos en nuestro rincón privado del paraíso y los nueve nos reímos y nos
divertimos.
En Creek, salía con un grupo de chicos a los que llamaba amigos, pero no fue
hasta que me encerraron cuando me di cuenta de lo poco que significábamos los unos
para los otros. Nunca se molestaron en contactarme o visitarme, y yo nunca los invité.
Sin embargo, esto… esto se siente diferente. Estas personas que me rodean me
hacen sentir que pertenezco a un lugar por primera vez en mi vida. Me demuestran
que las cosas pueden ser mejores y que no tengo por qué ser simplemente el chico
de Creek que acabó en el reformatorio. Sí, eso siempre será una parte de lo que soy,
pero es una parte muy pequeña.
Sonrío mientras me relajo y disfruto de las bromas entre las otras tres parejas y
Stella, que es más que capaz de defenderse sola.
Al final, alguien sugiere pedir pizza y, sin haberlo planeado, nos pasamos toda
la noche en la guarida de Zayn. Pero por muy divertido que sea, ya quiero pasar
tiempo a solas con mi chica. Esta semana me han consentido, me va a costar un poco
acostumbrarme a compartirla de nuevo.
—¿Quieres salir de aquí? —susurro en su oído mientras los demás están
distraídos.
—Claro. Ya nos vamos —anuncia a los demás sin preguntarme lo que tenía
pensado.
Se levanta de mi regazo y la tomo de la mano cuando me la ofrece.
Caminamos por el pasillo y cuando llegamos a las escaleras, ella se mueve como
si fuéramos a subir.
—Todavía no —murmuro en su oído, empujándola hacia la puerta principal.
—¿Adónde vamos? —pregunta mientras salimos de su entrada.
—Espera y verás.
No es un camino demasiado largo, aunque ha pasado más tiempo del que esperaba
cuando bajamos a la arena.
—¿Querías venir a la playa? —indaga, frunciendo el ceño.
—Sí, pensé que podría ser romántico.
—No hace falta que hagas gestos románticos para intentar convencerme de algo,
Ky —dice, mirándome.
—Lo sé, y esto no se trata de un gesto. Simplemente pensé que sería agradable.
Además, me estaba fastidiando tener que compartirte.
—Yyyy… ¡ahí está la verdad! —bromea.
—¿Qué quieres que te diga?, soy un tipo egoísta. —Me encojo de hombros como
si nada y ella se ríe de mí.
—Tienes razón, esto es agradable.
Caminamos de la mano por la arena húmeda en silencio, perdidos en nuestros
propios pensamientos. Han cambiado muchas cosas para ambos en muy poco tiempo,
pero no me gustaría que hubiera sido de otra manera.
Incluso con el dolor y la tristeza, hemos llegado exactamente a donde debemos
estar.
Cuando estamos entre dos dunas y ocultos de los pocos lugareños que pasean al
atardecer, la detengo y la estrecho contra mi cuerpo.
—Hola —dice, mirándome con ojos llenos de amor y felicidad.
—Hola, Gatita.
—¿Qué pasa? —inquiere, presintiendo que quiero decirle algo importante.
—Solo quiero que sepas que volvería a pasar por todo eso una y otra vez si eso
significa que terminaré teniéndote entre mis brazos. —Una sonrisa divertida se curva
en sus labios—. Eres lo único que siempre he querido de verdad y lo único que sabía
que no podía tener. No sé qué hice para conseguir esta oportunidad contigo, pero te
prometo que nunca la arruinaré ni la daré por sentada.
—Oye —indica pasándome el pulgar por el labio inferior—. No necesitas...
—Sí necesito, Har. Todo lo que hablamos en la cabaña, lo dije en serio. Lo quiero
todo contigo, Harley Hunter. Siempre lo he querido.
—Kyle. —Se estremece.
—Te amo, Gatita.
—Yo también te amo.
Acerco mis labios a ella y la abrazo con fuerza mientras la beso como si fuera
nuestro primer y último beso.
—¿Como se siente? —agrego cuando por fin la suelto para que tome aire, nuestros
pechos se agitan y el deseo oscurece nuestras miradas.
—Cómo se siente ¿qué?
—Ser propiedad de Legend.
EPÍLOGO
HARLEY
—¿E stás decepcionado por no estar ahí arriba como deberías? —le pregunto a
Kyle mientras estamos sentados en las gradas de la escuela esperando a
que empiece la ceremonia de graduación.
Estoy sentada en medio de él y Ruby. No tengo idea de cómo ella y Ash
consiguieron entradas para hoy, pero están aquí apoyando a nuestros amigos que se
gradúan.
Me invade una sensación de tristeza al saber que muchas de las personas que
han formado parte de nuestra vida cotidiana durante tanto tiempo pronto se irán a la
universidad y nos dejarán atrás para sufrir otro año en Rosewood High.
—Nah. Si me estuviera graduando ahora, habría sido en Creek High, y nadie
quiere un diploma de esa escuela. Es mejor así —concluye, sonriéndome y
apretándome la mano.
Sé que dice la verdad, pero una parte de mí se pregunta cuánto odia tener que
cursar otro año.
—Además —añade—. Nunca podría negarme a pasar más tiempo contigo, aunque
eso signifique cursar otro año más en la escuela.
Me recorre un hormigueo al pensar en lo que va a implicar nuestro último año,
y no puedo evitar sonreír.
Como era de esperar, tanto Ruby como Ash han sido nombrados capitanes del
equipo de animadoras y del equipo de fútbol americano, y Kyle y yo seremos sus
ayudantes.
Puede que nuestro nuevo equipo de último año no esté a la altura de los que están
ahí abajo con la toga y el birrete puestos, pero con unos cuantos meses más de trabajo
duro, Ash y Kyle están seguros de que este año conseguirán triunfar y harán que Jake
y los chicos se sientan orgullosos.
Ruby y yo nos sentimos igual de optimistas en lo que respecta a nuestro nuevo
escuadrón.
Nos sorprendió el nivel de las chicas que se presentaron a las pruebas hace unas
semanas, incluso Chelsea se quedó boquiabierta.
Y a pesar de que ahora nos falta una de nuestras mejores chicas, confío en que
volveremos a participar en las Nacionales de nuevo.
Realmente lo espero, porque daría cualquier cosa por ver a Rubes levantar ese
trofeo. Demonios, ella ha trabajado muy duro para conseguirlo.
Saco mi teléfono del bolsillo, tomo rápidamente una foto de todos los graduados
sentados en las filas frente al escenario y se la envío a Stella.
Un par de semanas después de nuestro viaje a las montañas, se presentó en la
escuela con la noticia que todos temíamos.
Se marchaba.
Y esta vez no se iba simplemente al otro lado del país, sino que dejaba el país y
se dirigía a Inglaterra, como temía.
—¿Cómo está? —cuestiona Kyle, dándose cuenta de a quién le estoy enviando
mensajes.
—Está bien. Aburrida. No empieza en su nueva escuela hasta septiembre y está
empezando a volverse loca, creo.
—¿No puede volver durante el verano?
Abro la boca para responder, pero lo pienso mejor y le envío otro mensaje
haciéndole esa sugerencia, mas no llego a esperar a ver su respuesta porque el director
Hartmann sube al escenario para dar comienzo a la ceremonia.
Habla de los éxitos de la generación que se gradúa este año. Recuerda la increíble
temporada del equipo de fútbol americano, antes de hablar de otros equipos y otros
acontecimientos que merecen ser celebrados hasta que llega a nuestra impresionante
segunda oportunidad en las Nacionales del mes pasado.
Cuando empieza a invitar a los alumnos a subir a recoger sus diplomas y a
felicitarlos individualmente, empiezo a ponerme sentimental.
Kyle, que sabe leerme como a un libro, se gira hacia mí y me besa en la mejilla.
—Te amo muchísimo —me susurra al oído.
—Esto es ridículo —musito, secándome los ojos con una mano mientras veo a mi
hermano subir al escenario. Miro a Poppy, que está sentada junto a mamá, y me doy
cuenta de que no soy la única que llora.
Se da cuenta de mi mirada y me dedica una sonrisa triste.
Sé que Zayn irá a MKU, después de una larga discusión con mamá sobre su
cambio de planes, y que no está muy lejos, pero los dos se han acostumbrado a estar
juntos todo el tiempo. Va a ser otro gran cambio para Pops. Sin embargo, tengo plena
confianza en que podrá manejarlo. Incluso si eso significa que ella tome mi lugar
como el mal tercio del grupo. Tengo la sensación de que Zayn estará en casa siempre
que pueda, o la meterá a escondidas a su dormitorio en cada oportunidad posible.
Intentó convencer a mamá de que le consiguiera un departamento, pero ella no lo
aceptó, aunque no puedo evitar pensar que lo está postergando hasta que Poppy se
reúna con él dentro de un año, porque todos sabemos que eso es lo que hará.
—¿En qué estás pensando? —Kyle me susurra al oído.
—En el futuro.
—Ah, ¿y cómo se ve ese futuro?
Me encojo de hombros. Ambos dijimos que queremos ir a la universidad, pero no
hemos hablado mucho más del tema desde que volvimos de las montañas. Es algo
que tenemos que discutir cuando empiece el último año. No tengo grandes deseos de
ir a ningún lugar en particular, Letty y Zayn, no es que él esté siguiendo los suyos,
ya que encontró el amor, son los que soñaban con ir a la universidad, yo simplemente
estaría feliz de entrar después de mi dificultad con las Matemáticas.
—No estoy segura, más allá de que estaremos juntos.
—Claro que sí —afirma con una sonrisa, acercando mi mano a su boca.
Me preocupaba que la ceremonia se alargara, pero pronto los últimos graduados
suben al escenario y escuchamos a Hartmann cerrar el acto.
—No puedo creer que mi última bebé vaya a estar ahí arriba el año que viene —
comenta mamá mientras bajamos a buscar a los graduados.
—No te pongas en plan sentimental conmigo, mamá —bromeo, ganándome una
sonrisa divertida de Kyle. Ambos sabemos que era yo la que estaba luchando contra
mis emociones durante la última hora.
—No es así. Estoy bien —miente—. Estoy muy orgullosa de todos ustedes, lo
saben, ¿verdad? —prosigue, deteniéndome, obligando a los demás a rodearnos—. Sé
que he sido dura con todos ustedes con respecto a su educación y su futuro, pero es
únicamente porque quiero que tengan todas las opciones que su padre y yo no tuvimos.
—Papá se queda parado incómodamente detrás de nosotras, obviamente escuchando
las palabras de mamá.
—Lo sabemos, mamá, y te lo agradecemos. —Tomo su mano y la aprieto cuando
veo que se pone un poco triste.
Está preocupada por Letty, todos lo estamos después de su ausencia en las últimas
semanas. No es su estilo y cuanto más nos ignora, más me preocupo.
Era más que mi hermana cuando éramos niñas, era una de mis mejores amigas y
no puedo evitar sentirme abandonada. Es ridículo, lo sé. Probablemente esté viviendo
su mejor momento, no obstante, hay una pesadez en mi interior que me dice que no es
eso en absoluto. Su Instagram está vacío, mientras que antes estaba lleno de noches
de fiesta y de ella riéndose con sus nuevos amigos de la universidad.
Algo no está bien. Lo sé.
Volvemos a ponernos en marcha, buscando a Zayn entre la multitud.
Como era de esperar, Poppy es la primera en verlo y se abalanza sobre él. Él la
atrapa y la hace girar con una amplia sonrisa en su rostro antes de detenerse y poner
sus labios sobre los de ella.
—No van a soportarlo ¿verdad? —murmura mamá, claramente teniendo
pensamientos similares a los míos de hace un rato.
—Estarán bien. Además, es solo por unos meses y luego Poppy podrá reunirse
con él.
—¿Y qué pasa con ustedes dos?
—Iremos juntos —afirma Kyle, rodeando mi hombro con su brazo.
Ella sacude la cabeza y voltea a felicitar a Zayn.
Los demás nos rodean, todos los de último año tienen grandes sonrisas en la cara
mientras el equipo de fútbol americano y el escuadrón de animadoras se agrupan,
todos los chicos atrayendo a sus chicas hacia sus costados.
—¡Lo logramos, hijos de puta! —grita Jake por encima de nuestro grupo mientras
suena una ronda de gritos de alegría.
—¡Es hora de celebrarlo, carajo! —añade Ethan, apretando sus labios contra los
de Rae y estrechándola contra su cuerpo.
—¡Muy cierto, demonios! —Amalie es la siguiente en ser manoseada antes de
que Mason arrastre a Cami entre sus brazos, y Shane frote su mano cariñosamente
sobre el abultado estómago de Chelsea. Va a dar a luz en cualquier momento y juro
que nunca ha estado más hermosa.
Miro a mis amigos y se me hace un nudo en la garganta al pensar en pasar un año
aquí sin todos ellos. Miro a Justin y Rich que se están riendo, probablemente hasta
echaré de menos a esos idiotas.
—¿Estás bien, Gatita? —me pregunta Kyle, apretando su frente contra mi espalda
y rodeando mi cintura con sus brazos.
—Sí —replico a la fuerza mientras Ash y Ruby se unen a nosotros—. Es el fin
de una era, ¿sabes?
—Lo es —asiente Ruby—. Pero el año que viene es nuestro año.
—Claro que lo será —agrega Ash—. Lo tenemos ganado. Rosewood High no
sabe lo que le espera.
Observamos las celebraciones durante unos minutos más antes de que todo el
mundo empiece a marcharse a festejar con sus familias antes de la fiesta de esta noche
en casa de Ethan.
La emoción se apodera de mí cuando pienso en la noche salvaje que nos espera.
—Bien, ya lo tengo, vámonos —dice mamá, arrastrando a Zayn detrás de ella.
Nos dirigimos al restaurante favorito de Zayn para celebrar, como hicimos hace
dos años con Letty.
Miro la silla vacía, una pesadez a la que empiezo a acostumbrarme me oprime
por completo los hombros.
Debería haber estado aquí hoy y, aunque Zayn no ha dicho nada sobre su ausencia,
sé que le duele. Puedo verlo en sus ojos.
—¡Por Zayn! —dice mamá, sacándome de mis pensamientos y alzando su vaso
en señal de brindis—. Felicidades, cariño. Me muero de ganas de ver lo que te depara
el futuro.
Papá está sentado incómodamente en el otro extremo de la mesa sin decir una
palabra mientras Zayn se acerca y toma la mano de Poppy por debajo de la mesa.
—Gracias, mamá. Por todo. No podríamos haber hecho nada de esto sin ti.
—Siempre. —Ella asiente, con los ojos un poco aguados.
—Ahora, vamos a comer antes de que quieran irse a emborrachar. —Pone los ojos
en blanco fingiendo molestia.
La comida es increíble, y tanto Zayn como Kyle comen más de lo que yo creí
que fuera posible.
Nos despedimos de papá en el estacionamiento, todos prometiendo ir a visitarlo
pronto. Han pasado unas semanas desde que todos nos aventuramos a volver a Creek
y me siento mal por no verlo con más frecuencia, pero la verdad es que todos odiamos
ese lugar, y aparte de grandes eventos como este, se niega a salir. Eso hace que las
cosas sean muy incómodas.
El viaje de vuelta con mamá y Kyle transcurre en silencio. La tensión se desprende
de ella en oleadas que demuestran el gran esfuerzo que ha hecho para parecer tan
optimista y tranquila delante de mi padre.
Nunca lo admitiría, aunque estoy segura de que en el fondo aún lo ama. Dios sabe
que le rogó bastante para que empezara esta nueva vida con nosotros.
Kyle aprieta mi mano en señal de apoyo y le sonrío, contenta de que haya podido
acompañarme hoy.
Sin embargo, mi humor cambia al instante cuando mamá llega a casa y se detiene
junto a un coche que me parece no haber visto en mucho tiempo.
—Letty está aquí.
Salgo volando del auto y me dirijo a la casa mientras Zayn se estaciona detrás de
nosotros y frena en seco antes de bajarse también de un salto y seguirme.
Hay maletas en el pasillo y me dirijo hacia la cocina cuando escucho un ruido,
pero pronto me detengo en seco al ver a mi hermana mayor.
Tiene lágrimas cayendo a chorros por sus mejillas y, cuando bajo la mirada por
su cuerpo, la encuentro más delgada de lo que creo haber visto en toda mi vida.
—Letty. —Jadeo, corriendo hacia ella mientras mamá entra por la puerta.
—Scarlett, ¿qué pasa? —exclama mamá, llamándola por su nombre de pila.
—Lo siento mucho, mamá —solloza mientras mamá pasa junto a Zayn para
abrazar a su hija mayor—. Lo siento mucho, te he decepcionado totalmente.
Levantando la cabeza del hombro de Letty, Zayn y yo intercambiamos miradas de
preocupación mientras Kyle se acerca a su lado observando cómo Letty se derrumba
en nuestros brazos.
Un sentimiento de culpa cubre su rostro, pero de algún modo no creo que esto
tenga nada que ver con Kane. O al menos, eso espero.
No puedo creer que haya llegado este momento. ¡El fin de una era!
Esta serie significa tanto para mí. Fue totalmente inesperada, Jake y los chicos
fueron totalmente inesperados para mí. Sin embargo, cuando Jake apareció en mi
cabeza, no quiso marcharse, por mucho que se lo supliqué. Y me alegro mucho de
que se quedara.
Espero que hayan disfrutado del último libro de esta serie y que Harley por fin
haya conseguido su final feliz. Tuve su historia en mi cabeza durante mucho tiempo,
siempre supe que su chico no iba a ser Kane, lo siento por quienes estaban deseando
que fuera él.
Pero, como habrán adivinado, este no es el fin para Kane, ni para muchos de
nuestros chicos porque en tan solo unos meses, nos vamos a la Universidad de
Maddison Kings.
Voy a darles un montón de nuevos personajes que sé que les van a encantar junto
con algunos de los de Rosewood que ya conocen y adoran.
No puedo esperar para contarles estas historias.
Así que solo me queda decir una última cosa: GRACIAS por seguir aquí conmigo.
El hecho de que hayan leído toda esta serie y hayan incluido a mis chicos en sus vidas
significa todo para mí.
Brindo por lo que viene...
Tracy xo
Tracy Lorraine es una autora bestseller de novelas románticas contemporáneas para adultos del USA
Today y del Wall Street Journal. Tracy vive en el lindo pueblo de Cotswold en Inglaterra junto con su
esposo, su hija y su adorable, pero un poco loco springer spaniel. Habiendo sido siempre una adicta a
los libros con la cabeza metida en su Kindle, Tracy decidió probar suerte con la idea de una historia
que soñó y no ha mirado atrás desde entonces.
Sé el primero en enterarte de sus nuevos lanzamientos y ofertas. Suscríbete a su boletín aquí.
Si quieres saber lo que estoy haciendo, ver avances y fragmentos en los que estoy trabajando,
entonces debes de formar parte de mi grupo de Facebook. Únete a los Ángeles de Tracy aquí.
Mantente al día con los libros de Tracy en www.tracylorraine.com