You are on page 1of 307

LEGEND

LOS CHICOS DE ROSEWOOD HIGH #7


TRACY LORRAINE
ÍNDICE

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y Uno
Capítulo Treinta y Dos
Capítulo Treinta y Tres
Capítulo Treinta y Cuatro
Capítulo Treinta y Cinco
Capítulo Treinta y Seis
Capítulo Treinta y Siete
Capítulo Treinta y Ocho
Epílogo

Agradecimientos
Acerca del Autor
Copyright © 2022 por Tracy Lorraine
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
Editado por My Brother’s Editor
Traducido por Sirena Audiobooks Production LLC.
CAPÍTULO UNO
KYLE

—¿Q uépasajero
se siente? —pregunta Kane mientras me dejo caer en el asiento del
después de meter las pocas pertenencias que tengo en el maletero.
—Han pasado unos treinta segundos, hermano.
—Lo sé. —Se encoge de hombros—. Es que pensé que podrías sentirte diferente.
—¿Alivio? —agrego, mirándolo.
—Carajo, hermano —gruñe, pasándose la mano por la cara y apoyando la cabeza
en el respaldo—. Maldita sea, lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso.
—No es tu culpa —murmuro, mirando el edificio por la ventana y el cerco de
alambre de púas del que estoy a punto de liberarme finalmente.
—Debería haber estado allí. Podría haberlo evitado. —Su voz se llena de
arrepentimiento, y sé por qué. Cree que esto ocurrió porque se distrajo y me dejó solo
en aquella fiesta. Pero solamente puede ser mi culpa. Fue mi decisión. Fue mi error.
Es hora de que lo olvide y siga adelante.
—Está bien, Kane. No te culpo por esto. Es solo que... ya se acabó. Es hora de
seguir adelante.
—Hablando de eso... te tengo una sorpresa.
Levanto una ceja, esperando a que me la revele. Estoy seguro de que me esperan
muchas sorpresas, teniendo en cuenta que durante los últimos doce meses me ausenté
casi por completo de la vida real.
—Continúa —lo animo, impaciente por que ponga el auto en marcha y me aleje
de este lugar y de los recuerdos que sé que me perseguirán por el resto de mi vida.
—¿Qué es lo único con lo que solíamos soñar?
—Err... ¿convertirnos en millonarios y mudarnos a Los Angeles? —inquiero
riendo, sabiendo que es imposible que lo haya conseguido sin que yo lo sepa.
—Casi, pero no.
—Solo dímelo —suspiro, con la cabeza echada hacia atrás en señal de derrota.
Estoy tan cansado, demonios. Lo único que quiero es irme a casa y meterme en una
cama semicómoda durante un mes. Cierro los ojos y me relajo por primera vez en
poco más de un año. Es una sensación extraña.
—Dejamos Harrow Creek.
Dejo pasar un segundo para que me diga que está bromeando, sin embargo, cuando
no lo hace, abro los ojos una vez más y lo miro fijamente.
—¿De verdad? —pregunto con más esperanza de la necesaria en mi voz. No se
equivoca, antes soñábamos casi a diario con salir de ese lugar de mierda. Pero sin
dinero, y teniendo en cuenta que no éramos más que unos niños, no había forma de
que eso ocurriera. Aunque tampoco pensé que pudiera suceder ahora.
—En serio. Nos conseguí un lugar nuevo.
—¿Dónde?
Juro que algo de color se drena de su rostro ante mi pregunta y un poco de culpa
aparece en sus ojos.
—¿Kane? —advierto, adivinando lo que está a punto de salir de su boca—. No
me digas que tú...
—Rosewood.
Esa sola palabra es como un disparo en el pecho. Se me escapa todo el aire de los
pulmones y mis hombros se desploman.
—¿Por qué, Kane? ¿Por qué me haces esto... a nosotros? De todos los lugares
posibles.
Me mira fijamente, con el ceño fruncido de preocupación.
—No fue nada fácil, y necesité ayuda, mucha ayuda. No teníamos muchas
opciones, así que era Rosewood o quedarnos en Creek, y eso no iba a pasar. Después
de... —Señala el edificio detrás de mí—. Necesitabas un nuevo comienzo, y he hecho
todo lo posible para dártelo. Sé que quizá no te guste, pero tienes un año para
aprovecharlo al máximo antes de ir a la universidad.
Odio que mi primera reacción ante lo que ha hecho sea de rabia, mas no puedo
evitarlo. Sé que debería estar agradecido, y lo estoy. No volver a Creek es la mejor
noticia que podría haber esperado. Pero ir a Rosewood. El lugar donde vive la única
persona que no quiero volver a ver, no es exactamente lo que deseaba al salir de ese
infierno.
Ella fue la que me metió allí, y desde luego no quiero verla en cuanto salga.
Aprieto los puños y clavo mis uñas en el cuero desgastado del asiento del pasajero de
Kane mientras intento contener la ira que ella me provoca.
—Rosewood es una ciudad grande, Kyle. Es probable que ni siquiera veas a... —
Se interrumpe, adivinando correctamente dónde tengo la cabeza.
—¡Mierda, Kane! esta es una muy mala idea —advierto.
—Nos conseguí nuestra propia casa, te conseguí un lugar en Rosewood High para
que puedas graduarte y, con suerte, mantendremos a Servicios Sociales alejados de
nosotros hasta que cumplas dieciocho en unas semanas.
—Sí, y entonces podré irme —murmuro.
—Kyle —me amonesta Kane, con voz grave y amenazante. Puede que funcione
con otros, puede que parezca aterrador, no obstante, lo conozco demasiado bien como
para tenerle miedo. Es mi hermano mayor. Mi mejor amigo. En quien siempre me he
apoyado, en quien confío plenamente. Temo que tenga que dejar a un lado todo lo
que siento en este momento y hacer eso una vez más.
—Maldita sea... Rosewood, ¿en serio?
—Moví muchísimas influencias para que esto funcione para nosotros, hermano.
Te necesito a bordo.
Miro fijamente a mi hermano. La única persona a la que he admirado toda mi
vida. No hay forma de que pueda decirle que no ahora. No después de que me haya
apoyado en todo esto y aparentemente haya hecho todo lo que estaba en sus manos
para ayudarme a empezar de nuevo.
—Entonces será mejor que me lleves a casa.
La comisura de los labios de Kane esboza una sonrisa.
—No es mucho, pero...
—Será perfecto. Seguro que será una gran mejoría en comparación a donde
estuve.
Kane mira por encima de su hombro, pero yo no lo hago. Ya tuve suficiente de
ese lugar, es hora de seguir adelante, aunque eso tenga que ser en Rosewood con la
chica que me condenó al infierno desde el principio.
Mantengo la mirada fija en la ventana mientras Kane nos lleva a nuestro nuevo
hogar. Estando aquí fuera, todo me resulta tan... extraño. Puede que odiara aquel lugar,
mi celda, los tipos con los que me vi obligado a vivir. Sin embargo, después de tanto
tiempo se convirtió en algo normal. Estar aquí afuera... es muy raro.
—¿Qué es lo primero que quieres hacer?
Ni siquiera tengo que pensarlo y las palabras salen de mis labios en un santiamén.
—Dormir en una cama cómoda.
—Huh, y yo que pensaba que querrías una chica, o incluso un paseo por la playa.
—Pueden seguir después. Dormir y una ducha caliente... a solas.
—Maldición, yo pensaba entrar a mirar también —murmura riendo mientras gira
a la izquierda en una intersección que nunca he visto antes, pero que él parece conocer
bien.
—Por lo que veo, sigues siendo raro.
—¿Me querrías de otra manera?
—Supongo que no.
Han pasado casi dos horas desde que salimos de ese lugar en el que no quiero
volver a pensar cuando se detiene en un vecindario tranquilo y luego en una entrada.
—Wow, esto es... bonito.
—Nunca te prometí una mansión, Ky.
—No, pero esto tiene pinta de que una abuela debería vivir aquí. No es
exactamente un lugar para fiestas. —Mi corazón se encoge ante la mención de una
abuela. Eso es una cosa más que nunca le perdonaré.
—Eso está bien, ya que vamos a tener a una trabajadora social encima las próximas
semanas, además de a tu oficial de libertad condicional.
Me retuerzo en el asiento y miro a mi hermano, que sigue sujetando el volante y
mirando nuestro bungaló azul y blanco.
—Gracias —digo sinceramente.
Sin duda no esperaba nada de esto, y puede que haya sonado algo desagradecido
cuando mencionó este lugar por primera vez, pero realmente aprecio lo que está
intentando hacer.
—No es solo por ti, hermano.
—Lo… lo sé. No puedo imaginar lo que has tenido que hacer para conseguir todo
esto. ¿Cómo vas a pagarlo?
—La abuela nos dejó un poco de dinero, y como dije, tuve mucha ayuda.
—¿Quién demonios querría ayudarnos? ¿A un par de escorias de Creek?
—Alguien que lo entiende. ¿Vamos? —indica, parando cualquier otra pregunta
que pudiera tener.
Abre la puerta de su viejo Nissan Skyline y se baja corriendo. Supongo que
algunas cosas nunca cambian.
Sigo su ejemplo, salgo y tomo mis cosas del maletero.
Voy tras Kane mientras sube las escaleras del porche. Hay un columpio en el otro
extremo y una mesita con un cenicero en el centro.
—Solo se puede fumar afuera.
—Claro que sí, mamá —bromeo, pero cuando sus hombros se tensan ante mí, me
doy cuenta de que quizá no haya sido lo más apropiado.
Se da la vuelta y me clava una mirada dura.
Kane nunca me ha asustado... bueno, tal vez algunas veces cuando era más joven,
sin embargo, ahora sé que puedo defenderme, sobre todo después de la cantidad de
tiempo que pasé entrenando y peleando con imbéciles durante el último año, pero aun
así, su mirada me hace tragar saliva con cierto nerviosismo.
—Basta con que aparezca esa trabajadora social y huela un poco de hierba en este
lugar para que todo esto se derrumbe sobre nosotros, Ky. ¿Crees que se alegraron
de darme tu tutela, aunque fuera por unas semanas? Déjame responderte... No, no lo
hicieron. Puede que sea mayor que tú, pero no mucho, y mi reputación no es
precisamente buena. Esto —señala, extendiendo sus manos para mostrar nuestra
casita de abuela—, es un puto milagro. Así que durante unas semanas, solo unas
semanas, tienes que hacer lo que te diga o yo mismo te enviaré de vuelta a ese lugar
por joder todo mi esfuerzo. ¿Entendiste, hermanito?
Tengo que apretar mi mandíbula para no decir nada en respuesta a su tono
condescendiente.
—Entendido —digo al final—. Dime dónde está mi cama.
—Ni siquiera es la hora del almuerzo todavía.
—Me importa una mierda.
—De acuerdo. Bueno, Bea vendrá a las cuatro para asegurarse de que te hayas
instalado, así que tienes que estar despierto, duchado y con un aspecto respetable para
entonces.
Bajo la mirada hacia sus brazos cubiertos de tatuajes, sus jeans rotos y sus botas
gastadas. Respetable, claro.
—Sabes a lo que me refiero —murmura antes de abrir la mosquitera, quitándole
el cerrojo a la puerta principal y arrastrándola hasta abrirla.
Dentro hay una sala prácticamente vacía. Hay dos sofás viejos con una mesa de
centro en el medio. Hay una mesa de comedor delante de lo que podría describirse
como muebles de cocina antiguos y un par de sillas que no hacen juego. Es...
interesante. Pero muchísimo mejor que de donde vengo.
—Consíguete un trabajo y con suerte podremos conseguir algo superior.
—Está bien, K.
Me mira, no obstante, se abstiene de señalar que ni siquiera tenemos televisión
por el momento.
—Esta es tu habitación. —Abre la puerta y veo algo que me hace suspirar de
alivio. Una cama tamaño queen con lo que parecen sábanas limpias. Es el paraíso.
Dejo caer mi maleta, salto sobre la cama y me tumbo en medio de ella como una
estrella de mar.
—Mi habitación está al otro lado del pasillo. El baño está en medio. Te compré
un teléfono nuevo y una laptop con el dinero que me sobró. —Señala con la cabeza
al mueble donde están las cajas.
—Kane, tú no...
—Sí lo hice. Le dije a ella que te cuidaría, que te daría un nuevo comienzo. Eso
es lo que estoy haciendo.
—Pero... ¿y tú?
—¿Yo? —pregunta riéndose sin gracia—. Salimos de Creek, Ky. Estoy bien.
—Pero ¿Y el trabajo? ¿Qué pasa con...?
—Eso no importa ahora. —Caminando hacia la cómoda, recoge la caja del
teléfono y me la lanza—. Pon una alarma, ¿de acuerdo? —Luego sale y cierra la
puerta sin decir nada más.
Sus pasos se hacen más silenciosos antes de que suene la mosquitera de la puerta
principal y la casa se quede en silencio.
Miro fijamente la habitación en la que estoy sentado. No es gran cosa. Las paredes
son de un tono crema y sucio, la madera está despostillada, el suelo tiene manchas y
la ventana está agrietada. Sin embargo... es mía.
Solo hay una cómoda, una mesita de noche al lado de la cama y una puerta que
supongo que es un armario.
Me levanto de la cama, me quito mis zapatos deportivos y me acerco. Al abrirla,
encuentro algunas de mis prendas viejas colgadas en el interior.
Hacía un año que no las veía y había olvidado que existían.
Abro cada uno de los cajones y encuentro bóxers, calcetines, algunas camisetas
y pantalones deportivos nuevos.
Saco un par, los pongo bajo mi brazo y salgo en busca del baño. Puede que quiera
dormir, pero antes necesito quitarme de encima el olor de ese lugar.
El baño es... bueno, es azul. Diablos, realmente azul.
No obstante, nada de eso importa, porque el agua está caliente y soy el único en
la habitación, de hecho, en toda la casa, ya que vi una estela de humo frente a una de
las ventanas mientras caminaba hacia allí.
Puede que muchas cosas hayan cambiado en un año, pero Kane no es una de ellas.
Sigue siendo tan difícil de leer como siempre. No sé si está contento con esto o no.
Sé que me quiere de vuelta. De eso no hay duda. ¿Pero realmente quiere estar en
Rosewood? Odia a los que nos hicieron esto tanto como yo. De todos los lugares de
este país. ¿Por qué aquí?
El agua emana vapor y, después de desnudarme, me pongo bajo el torrente.
Está tan caliente que me quema, aunque lo disfruto. Después de un año bañándome
con agua tibia, acepto el dolor. No es como si no me haya sentido peor. Dejo caer mi
mano sobre la cicatriz que tengo en el costado, recordando el dolor del cuchillo, pero
rápidamente lo aparto, eso ya forma parte del pasado y todo esto es un recordatorio
de por qué nunca volveré allí.
Permanezco aquí tanto tiempo que el agua comienza a enfriarse. Me lavo
rápidamente con el gel de ducha que hay al lado antes de salir y secarme con una
toalla más gruesa de lo que he sentido en mucho tiempo.
Encuentro un cepillo de dientes nuevo en el armario. También hay una rasuradora
y gel de afeitar nuevos, sin embargo, no me molesto en usarlos. Las sábanas nuevas
me están llamando.
En cuanto salgo al pasillo vestido solamente con un pantalón deportivo, veo que
Kane viene hacia mí.
Su mirada pasa de la mía a mi cuerpo y se fija en la cicatriz.
—Whoa, ¿dónde quedó mi hermanito?
—En la puta correccional, hermano.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus labios.
—Recién salido de la cárcel y con un cuerpazo. Estarás tratando de quitarte a las
chicas de Rosewood de encima —bromea.
Me dan ganas de reírme con él, pero en cuanto menciona a las chicas, solo una
me viene a la mente.
Sacudo la cabeza y me dirijo a mi habitación.
—¿Qué? No me digas que te cambiaron de bando allí. Todavía te gustan las chicas,
¿verdad?
Le enseño el dedo medio antes de entrar en mi habitación cerrando la puerta de
golpe.
Retiro las sábanas y me dejo caer sobre ellas, disfrutando de la sensación del
algodón fresco contra mi piel.

—DE ACUERDO, todo parece estar bien aquí —dice Bea, cerrando su carpeta y
mirándome con una sonrisa suave jugueteando en sus labios.
Resulta que esta tarde no es la primera vez que me encuentro con mi trabajadora
social. Había ido a visitarme al centro un par de veces. Durante el último año me han
intentado ayudar tantas personas que, después de unos meses, dejé de prestar atención
sobre quiénes eran. No necesitaba ayuda. Solamente necesitaba salir y hacerle una
visita a la chica que me metió allí.
—¿Necesitas algo más de nosotros? —Kane pregunta casi nervioso. Es raro ver
cómo toma las riendas de la situación como un adulto. Siempre ha sido mi divertido
y un poco loco hermano mayor, verlo actuar como mi tutor, aunque sea solo por Bea,
es raro.
—Sí, has hecho un gran trabajo aquí, Kane. Sé que no ha sido fácil, pero espero
que todo marche sobre ruedas en las próximas semanas y puedan continuar con sus
vidas sin que yo esté encima de ustedes. ¿Has hablado con tu oficial de libertad
condicional?
Asiento con la cabeza, recordando la reunión que tuvimos antes de irme.
—Muy bien, estupendo. Hace un rato hablé con el director Hartmann, todo está
listo para que inicies en Rosewood High el miércoles.
—¿El miércoles? —pregunto, suponiendo que al menos tendría una semana para
mí.
—Sí, nos pareció mejor que te incorporaras a tu nueva rutina lo antes posible. Le
hablé de estar en el equipo y de tu experiencia previa como tutor.
—Genial —murmuro, mirando a Kane. Realmente no necesito más trabajo que
volver a empezar mi vida.
—Será fantástico, Kyle. Rosewood High es una escuela excelente con un equipo
de fútbol americano fantástico si decides unirte. Te dará maravillosas oportunidades
para el futuro.
Exhalo un largo suspiro. Mi futuro. No tengo idea de lo que eso significa para
mí en este momento. Soy un chico de un parque de remolques de Harrow Creek con
antecedentes. No es exactamente de lo que están hechos los sueños.
—Sí, ya veremos.
—Bueno, tienes tiempo para resolver las cosas.
—De acuerdo entonces, si eso es todo, me retiro. Aquí está mi tarjeta. —La desliza
por la mesa hacia mí—. Me pondré en contacto el miércoles por la tarde para ver
qué tal te fue en la escuela, pero si me necesitas antes, siempre estoy disponible en
mi celular.
—Gracias —musito, mirando su tarjeta.
Nos sonríe a ambos antes de acomodar su silla y marcharse como había dicho.
El silencio nos rodea mucho después de que se haya cerrado la puerta.
No sé lo que piensa realmente de la situación, pero supongo que no importa. Está
lo bastante contenta como para permitir que continúe.
—Me reuní con el director Hartmann la semana pasada —dice Kane tras unos
minutos de silencio una vez que la puerta se cierra de golpe.
—De acuerdo.
—Bea tiene razón. Es una buena escuela. Nada parecida a Harrow Creek High.
—¿Hay algún lugar tan malo como Harrow Creek High? —cuestiono riendo,
estirando las piernas y dejándome caer un poco en la silla.
—No lo creo. Sé que es mucho, pero el equipo ganó el estatal el año pasado. Todos
sus mejores jugadores están a punto de graduarse, estarían locos si no te quisieran.
—No lo sé, K. Muchas cosas han cambiado.
—¿En serio? El fútbol americano era lo nuestro, nuestra salida.
Le hago un gesto con la cabeza porque siempre le permití pensar que era lo
nuestro, cuando en realidad era lo suyo. Siempre ha sido mucho mejor que yo. Juraría
que si hubiésemos tenido la suerte de nacer en otro lugar, él ya tendría a la NFL
buscándolo. Es así de bueno. Pero tal y como están las cosas, nuestra vida era…
es… una mierda, y ese tipo de oportunidades no se presentan solas para chicos como
nosotros.
Son para los chicos de Rosewood, no para los de Harrow Creek.
—Ya veremos —agrego por lo bajo, levantándome y abriendo el refrigerador para
tomar un refresco.
—Vamos a tener un futuro, Ky. Voy a asegurarme de ello.
—Solamente me alegro de ser libre. Me preocuparé del resto después.
—Hablando de ser libre... necesitas cambiarte.
—¿Por qué?
—¿Por qué? Porque vamos a celebrar esta noche.
—Está bien. No necesito... —Me clava una mirada que detiene mi argumento.
—Los chicos llegarán dentro de una hora más o menos, las chicas también... —
Me hace un gesto con las cejas.
—Kane, no necesito... —Lo intento de nuevo.
—Compláceme. Quiero celebrar. Este es un nuevo comienzo para nosotros, chico.
Las cosas solo pueden mejorar de aquí en adelante.
Me frota la cabeza con la mano como cuando éramos niños, aunque ya no soy tan
pequeño. Casi mido lo mismo que él y, después de la musculatura que adquirí en el
reformatorio, puede que incluso pese un poco más que él.
—Está bien —asiento—. ¿Pero es esto una buena idea con Bea encima de
nosotros?
—Ella es buena, está contenta. Disfrutemos solo una noche, ¿sí?
—Bueno, está bien.

ME DESPIERTO con lo que parece un tambor golpeando mi cabeza.


«Maldito Kane».
Me doy la vuelta con un gemido, esperando que se me asiente el estómago, y
choco contra una persona.
Abro los ojos de golpe y el corazón me salta a la garganta al encontrarme no a
una, sino a dos chicas semidesnudas en mi cama.
Jesucristo, maldita sea.
¿Qué pasó anoche?
Al levantar las sábanas, me doy cuenta de que sigo en mis bóxers.
—¡Lárguense de una puta vez! —bramo, con la voz áspera por la falta de sueño
y una resaca atroz.
Las sacudo a ambas para que se despierten.
—Fuera de mi cama, carajo.
Las dos se ven tan mal como me siento yo, hacen lo que les digo y arrastran sus
cuerpos fuera de mi cama antes de atravesar la habitación tambaleándose hacia la
puerta.
Verlas con la cara manchada de restos de maquillaje, con los vestidos torcidos por
la cintura y las tetas casi al aire no me provoca nada y por un instante me pregunto si
es por quienes son o porque anoche tuve suficiente.
No recuerdo nada aparte de beber directamente de una botella de vodka mientras
Kane me pasaba un cigarro de marihuana para celebrar mi libertad. No sé quiénes
eran esas chicas, ni cuándo llegaron, ni cómo acabamos todos aquí.
—Maldita sea —me quejo, cubriéndome la cabeza con las sábanas y volviéndome
a dormir.
Cuando vuelvo en mí horas más tarde, escucho a mi hermano echando a la gente
de nuestra casa. No sé quién está ahí fuera, pero no me importa lo suficiente como
para ir a ver.
Hay movimiento durante unos diez minutos antes de que las voces se desvanezcan
y los pasos desaparezcan antes de que los motores arranquen y se pierdan en la
distancia.
—Ky, ¿estás despierto? —pregunta Kane después de tocar la puerta de mi
habitación.
—¡Lárgate! —grito, rodando sobre mi espalda.
—¿Quieres algo de comer?
Quiero decir que no, no obstante, mi estómago ruge al pensar en algo decente
que comer y me encuentro apartando las sábanas y poniéndome un par de pantalones
deportivos limpios.
—Wow, estás hecho un asco.
—¡Vete a la mierda! —gruño, empujándolo fuera de mi puerta y marchando hacia
el baño.
—De nada, por cierto —me dice riendo mientras cierro la puerta de golpe e
inmediatamente tomo mi cepillo de dientes.
No levanto la vista mientras me lavo la boca, con la esperanza de que, al librarme
del sabor putrefacto, pueda quitarme la resaca y la falta de recuerdos de anoche. Pero
en cuanto termino y levanto los ojos hacia el espejo, no puedo evitar un grito ahogado.
Tengo lápiz labial de mujer por todas partes, mierda.
—Maldición.
Me restriego la mano por la cara y me echo el cabello hacia atrás antes de abrir
la regadera y desnudarme.
—Buena noche, ¿eh? —agrega Kane cuando me tumbo en la mesa mientras él
fríe tocino en la estufa.
—¿Podemos no hablar de eso? —Me deslizo por la silla hasta que puedo apoyar
la cabeza hacia atrás y cierro los ojos mientras el sonido de su risita profunda llena
la habitación.
—Dime que al menos lo recuerdas.
Sintiendo cómo su mirada se clava en mi piel, abro los ojos y lo miro fijamente.
—No, no tengo ni puta idea de lo que pasó, aunque el rastro de lápiz labial fue
un buen indicador.
El muy cabrón se ríe de mí.
—Te dije que dejaras el vodka después de un año de abstinencia.
—Como sea. Al menos no recuerdo la mayoría de los errores.
—¿Quién dice que fueron errores? Dos chicas nunca son un error, Ky.
—Lo que tú digas. ¿Ya está la comida?
Deja caer un plato delante de mí y se me hace agua la boca.
—No te acostumbres. Puede que nos haya conseguido una casa, pero no soy tu
sirviente —murmura, moviendo su propia silla.
—No habría esperado que lo fueras.
—Hoy tengo el día libre, pero después de mañana, no me verás mucho.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, pensando en la mierda no muy legal que
ambos hacíamos por dinero antes de que me fuera. Seguro que ahora tiene un trabajo
mejor para tener siquiera una oportunidad de traerme aquí.
—No importa —musita, metiéndose un trozo de tocino en la boca. «O quizá
no»—. Probablemente deberías pasar más tiempo preocupándote por ti que por mí.
Mañana vuelves a la escuela. —Me guiña un ojo y se me revuelve el estómago.
Quiero graduarme, siempre he querido hacerlo, pero en cuanto me metieron en el
asiento trasero de aquella patrulla hace poco más de un año, supe que las posibilidades
eran aún más escasas de lo que ya eran. No muchos chicos salen de Harrow Creek
High con un diploma, las probabilidades ya estaban en mi contra, a pesar de mi
capacidad.
—Me muero de ganas. —El entusiasmo en mi tono lo dice todo sobre cómo me
siento al volver a la escuela. Debería estar terminando mi último año, sin embargo,
estoy a punto de empezarlo un año más tarde de lo que debería. Aunque no puedo
negar que todo es mi culpa.
—Solo haz algo por mí. —El tono serio de su voz me hace mirarlo.
—Claro.
—Aléjate de ella.
Suelto un resoplido.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—No. Le prometí... eh... tuve que prometer que te mantendrías al margen y que
te enfocarías en tu educación. Nada de buscar venganza. —Su ceja se levanta.
—¡Tiene que ser una broma, carajo! —repito, sin creer que pueda pedirme eso
después de todo.
Se encoge de hombros y lo único que consigue es enfurecerme aún más.
—Solo aléjate de ella.
Su plato cae en el fregadero y se dirige a su habitación.
—¿Eso es lo que harás cuando vuelvas a verla? —grito, aunque no responde,
aparte de dar un portazo que hace temblar toda la casa.
CAPÍTULO DOS
HARLEY

—¿Q uién es Nathan? —interroga Ashton, el novio de mi mejor amiga, mientras


caminamos hacia Literatura Inglesa.
No puedo evitar la enorme sonrisa que se dibuja en mis labios al pensar en él.
No lo he visto desde que salimos el domingo por la noche, pero nos hemos enviado
mensajes casi a cada momento desde entonces.
Es muy tierno. Realmente encantador. Y me trata como si fuera algo especial,
algo que vale la pena. Es agradable. Sobre todo porque mis dos mejores amigas ahora
tienen chicos y yo soy la excepción.
—Un chico de Maddison Prep que Harley conoció en la fiesta de Ethan. Han
tenido algunas citas —responde Ruby por mí mientras revivo mi tiempo con él.
—Ah, saliendo con un chico de colegio privado, ¿eh? He escuchado que no lo
hacen hasta después de la décima cita. —Mi respiración se entrecorta ante su
comentario.
Nos hemos besado, me ha acariciado el muslo y rodeado mi cintura con su mano,
pero hasta ahí hemos llegado.
—Cállate, idiota. Es un buen chico. ¿Verdad, Har?
Estoy perdida en mi propia cabeza mientras entramos a nuestra clase. Mis
pensamientos vuelven a Nathan cuando me dio un beso de despedida el domingo por
la noche. Fue... agradable.
Levanto la mirada en el último momento sabiendo que estoy a punto de abrirme
paso entre los escritorios para encontrar el mío al fondo cuando mi mundo se derrumba
a mis pies.
Me detengo en seco y Ruby choca contra mi espalda mientras mi corazón salta a
mi garganta y juro que casi deja de latir.
—¿Har? —pregunta Ruby, preocupada, mientras voltea para verme la cara. Jadea
ante lo que ve en mi expresión, no obstante, su reacción no es la que me afecta a mí—.
¿Estás bien? —Aparto mi mirada de él para encontrarme a Ruby mirándolo fijamente
con el ceño fruncido.
Me dan ganas de reírme. Es tan pequeña y tan dulce y, sin embargo, se le queda
viendo como si estuviera a punto de acercarse y romperle la cara.
—¿Q… quién es? —cuestiona, mirándome y observando mis ojos llenos de
lágrimas.
Mis labios se entreabren, pero las palabras tardan un segundo en salir.
—¿Re… recuerdas a Kane, el chico que estaba en mi casa el domingo? —susurro,
asegurándome de que nadie más que ellos dos puedan oírme.
La imagen de volver a casa y encontrarlo allí el domingo por la noche me golpea
y siento cómo el dolor de la traición de mi madre por tener algo que ver con los
hermanos Legend después de lo ocurrido, me retuerce las entrañas una vez más.
Sé que le gusta ayudar a los chicos que parecen ser un caso perdido, pero nunca
pensé que caería tan bajo como para ayudarlos.
No me extraña que pareciera tan avergonzada cuando los descubrimos.
—Sí —asiente y luego lo mira de nuevo.
Yo hago lo mismo y compruebo lo que ya sé: sus ojos azul claro están clavados en
mí. Aunque la mirada alegre y despreocupada que recuerdo de nuestra infancia hace
tiempo que desapareció. En su lugar hay un odio como nunca antes había visto.
Trago saliva con nerviosismo.
Yo le hice eso.
—Ese es Kyle, su hermano menor. —Se me quiebra la voz al pronunciar su
nombre y lo detesto.
Lo que hice estuvo bien. Está bien, tal vez estaba mal visto en el lugar donde
crecimos, y ciertamente nunca tuve la intención de que Kyle cargara con la culpa por
ello, pero aún así cometió un error.
—De acuerdo. ¿Y por qué parece que quiere matarte?
—Probablemente porque es así.
Trago mi miedo, mis nervios y aspiro una bocanada de aire.
Mi instinto es correr. Alejarme lo más posible de sus ojos fríos y malvados y
esconderme en cualquier sitio donde esté a salvo.
¿Pero qué sentido tendría eso?
Está aquí, y algo me dice que me encontrará vaya donde vaya.
—¿Vas a entrar o qué? —Alguien grita desde el pasillo, devolviéndome a la
realidad y recordándome que me detuve justo en la puerta.
—Sí, perdón —murmura Ruby, arrastrándome un poco hacia un lado para que los
demás puedan pasar—. ¿Qué harás?
—Me voy a sentar y hacer mi trabajo, Ruby. ¿Qué harás tú? —No es mi intención
gritarle, pero no puedo evitarlo. Mis emociones están a flor de piel.
—¿Estás segura? Si quieres ir...
—No —la interrumpo, suponiendo a dónde quiere llegar—. No voy a huir de él.
Una sonrisa llena de orgullo se dibuja en los labios de Ruby.
—Bien por ti, Har. Hagámoslo.
—Si quieres que le dé una paliza, solo tienes que decírmelo —ofrece Ashton,
sobresaltándome. Había olvidado que estaba presenciando esto.
—Buenos días a todos. Por favor, tomen asiento y continuemos donde nos
quedamos en la clase anterior —dice nuestro profesor por encima del parloteo que
llena el salón.
Los tres nos dirigimos al fondo de la habitación. Cuanto más me acerco a Kyle,
más me cuesta respirar. Es como si literalmente succionara el aire de mis pulmones.
Sé que probablemente me quiera muerta, pero habría apostado a que lo haría de una
forma mucho más dolorosa que esta.
Su mirada calculadora me sigue mientras paso a su lado y no es hasta que estoy a
unos cuantos pasos de distancia cuando finalmente inhalo profundamente.
Correr habría sido tan fácil. Pero habría durado poco, porque al final volvería aquí.
Me siento al lado de Ruby y saco mis libros.
Sé que ella está observando todos mis movimientos. Siento su intensa mirada,
aunque no me dice nada. Al menos no todavía.
Esperaba haberme librado de explicar mi reacción a la presencia de Kane en mi
casa. Pensé que sería un hecho aislado y que todos lo olvidaríamos. Sin embargo,
parece que me equivoqué porque no fue algo aislado. Fue una advertencia. Una señal
de que toda mi vida está a punto de ponerse de cabeza.
Ojalá lo hubiera sabido... Si hubiera imaginado que algo así iba a pasar, habría...
¿Qué habría hecho?
Exhalo un suspiro.
No había nada que hacer.
Mi pasado. Mis decisiones. Mis errores. Me están alcanzando por medio de un
Kyle Legend muy sexy.
Recorro con la mirada la gorra que tiene puesta al revés. Su cabello rubio se asoma
por debajo. Me fijo en sus hombros, mucho más anchos de lo que recordaba, y en sus
brazos, que cuelgan junto a la silla. Tiene los puños cerrados en señal de frustración,
lo que hace que los músculos tensen sus brazos y sus venas sobresalgan.
Esta versión de Kyle Legend es definitivamente diferente a la que recuerdo.
Se me revuelve el estómago cuando la realidad me golpea.
Kyle no es una mala persona. De hecho, siempre fue alguien increíble. Y a pesar
del problema entre nosotros, estoy segura de que todos aquí lo van a amar.
Él y Zayn siempre fueron muy unidos, bueno, hasta que nos mudamos y nos
forjamos una vida mejor.
Me pregunto cómo será la relación entre ellos después de lo que hice.
¿Kyle se desquitará con él también, o su ira estará dirigida únicamente hacia mí?

CADA SEGUNDO de Literatura Inglesa esta mañana fue tan doloroso como el
momento en que entré y lo vi. Lo único bueno fue que estuvimos muy ocupados todo
el tiempo y Ruby no pudo descargar el sinfín de preguntas que podía ver detrás de
su mirada.
Consigo dos horas más de tranquilidad ya que tenemos clases diferentes, pero sé
que se me está acabando el tiempo porque se acerca la hora del almuerzo y no hay
forma, no importa dónde me esconda, de que no me encuentre e intente sacarme hasta
el último detalle de información sobre lo ocurrido.
Siento pavor en mi estómago cuando suena el timbre y los alumnos empiezan
a salir de clase en dirección a la cafetería. No es hasta que salgo por la puerta que
percibo los murmullos.
He estado tan ensimismada esta mañana que seguramente llevaba varias horas así,
pero ahora es cuando me doy cuenta.
—Escuché que lo encerraron por intento de asesinato.
—Y solamente estuvo un año. ¡Por favor! Eso es mentira. Solamente fue agresión.
Sacudo la cabeza ante el grupo de chicas al pasar junto a ellas.
—Está buenísimo. ¿Has visto el tamaño de sus brazos?
—Sí, dejaría que me echara sobre su hombro cualquier día.
Poniendo los ojos en blanco, continúo mientras los murmullos empeoran y se
hacen más extraños hasta que llego a la cafetería.
Ruby ya está aquí y tengo que contener un gemido cuando se levanta de un brinco
y corre hacia mí.
Sé que solo intenta ayudarme, mas en este momento lo único que quiero es
desaparecer.
—¿Estás bien? —pregunta mirándome de arriba abajo.
—Claro que sí.
—¿Lo has vuelto a ver?
Sacudo la cabeza mientras la sigo hasta nuestras mesas.
—Es solo cuestión de tiempo. ¿Has visto a Zayn?
—Aún no. Seguramente vendrá dentro de un rato.
Miro alrededor de la cafetería mientras me siento a su lado, intentando ver si está
aquí.
—Pues, estoy escuchando todo tipo de locuras sobre este chico. La mayoría no
me las creo en absoluto. Pero... ¿te gustaría decirme lo que debería saber? —Me clava
una mirada y levanta una ceja.
—La verdad es que no —musito. Miro hacia la fila que se está formando para la
comida. Una parte de mí quiere formarse solo para tener algo que hacer, aunque sé
que no voy a poder comer nada.
—Har —suspira, sus ojos se llenan de compasión mientras envuelve mi mano con
sus dedos—. Deja que te ayude.
—No es que no quiera. Sí quiero. Pero... no quiero tener que pensar en eso, y
mucho menos hablar de ello.
—Lo entiendo. —Aprieta mi mano con más fuerza—. Estoy aquí, para cuando
estés lista. ¿Puedo hacerte solo una pregunta?
—Claro.
—En realidad... no mató a nadie, ¿verdad?
No puedo evitar la carcajada que me sube por la garganta al pensar en que Kyle
haya matado a alguien.
—No, Rubes. Nunca ha matado a nadie, que yo sepa.
—Pero estuvo en el reformatorio, ¿no?
—Esas son dos preguntas —señalo—. Pero sí, estuvo un año.
—Claro, y... —Levanto una ceja con diversión al ver que su pregunta se está
convirtiendo en tres, pero se queda callada cuando todo el mundo a nuestro alrededor
se queda en silencio—. Mierda —exhala.
Todo mi cuerpo se tensa, mi temperatura aumenta unos grados y mi necesidad de
huir casi se apodera de mí una vez más.
Han pasado tan solo unas horas y ya se está metiendo bajo mi piel. Y juro que
ni siquiera lo intenta.
Conteniendo mi aprensión, respiro profundamente y alzo la vista.
Mi hermano está parado frente a nosotros con nada menos que el maldito Kyle
Legend a su lado.
Mis dientes rechinan mientras los dos permanecen juntos como si los años no
hubieran pasado y siguieran unidos. Juro por Dios que si sabía sobre esto, lo mataré.
Si lo sabía y no me avisó. Si lo sabía y... y está bien con esto entonces... Mis puños
se cierran, mis uñas se clavan en mis manos hasta que me duele tanto que estoy
convencida de que estoy sangrando.
—Chicos, este es Kyle. Es un corredor jodidamente impresionante. —Dirige sus
palabras a Jake, pero no me pierdo cómo sus ojos me miran brevemente—. Está
empezando como junior. Lo vas a querer en el equipo el año que viene.
—Legend, sí, sé todo sobre tu rendimiento —dice Jake, con sus ojos iluminándose
de emoción. No es ningún secreto que está preocupado por el equipo que va a seguir
después de él y el resto de los estudiantes de último año que están a punto de graduarse.
—Esto es una mierda, Zayn —suelto, levantándome de mi asiento antes de que
mi cerebro haya procesado siquiera lo que acaba de ocurrir.
Los ojos preocupados de Zayn se dirigen a mí al mismo tiempo que los divertidos
de Kyle.
—Har, está bien.
—Me estás jodiendo ¿Lo sabías? —Me enfurezco mientras siento que las lágrimas
me queman los ojos.
—No, no tenía la menor idea hasta esta mañana.
—Sabes que mamá hizo esto, ¿verdad?
—¿De verdad quieres hacer esto aquí? —pregunta en voz baja, mirando a la
multitud que nos rodea.
—No puedo creerlo. —Mis labios se curvan con disgusto de que esté aceptando
alegremente a Kyle en su vida, en su equipo, tan fácilmente.
—Estás dándole más importancia de la que tiene. —Me quedo boquiabierta al oír
su voz por primera vez desde aquella noche.
Miro fijamente sus ojos azules y aprieto la mandíbula. Mi pecho se agita mientras
permanecemos mirándonos el uno al otro. Algo crepita entre nosotros, algo que
recuerdo de aquella noche, mas lo hago a un lado. Nada bueno surgió de aquella noche
y nada bueno surgirá ahora.
—Esto es una mierda, Zayn. Pero es bueno saber dónde está tu lealtad.
—¡Harley, espera! —grita Zayn cuando por fin hago lo que he querido hacer todo
el día. Salir corriendo.
—Harley, ¿qué...? —Esquivo a Poppy cuando intenta interceptar mi huida de la
cafetería y salgo corriendo por el pasillo semivacío.
No sé a dónde voy, aunque eso ya no importa. Solo necesito alejarme de él y de
mis recuerdos de aquella noche.
Se suponía que solo sería una fiesta como todas las demás a las que había ido en
Harrow Creek. Tal vez fue ingenuo de nuestra parte pensar que podríamos aparecer
después de habernos mudado y ser tratados como siempre... como uno de ellos.
La puerta principal del estadio de fútbol americano está abierta cuando llego.
El lugar está desierto, como me imaginé, mientras subo los escalones entre las
gradas y encuentro un asiento en la parte superior.
Me dejo caer sobre uno de los asientos de plástico rojo y agacho la cabeza entre
las manos.
Las lágrimas con las que he estado luchando toda la mañana por fin aparecen.
Él no debería estar aquí, y mi propia madre no debería haber contribuido a que
eso ocurriera.
Siento que la traición me oprime el pecho y me cuesta respirar.
Nada de esto es mi culpa. Yo fui la víctima aquella noche, no debería ser la que
sigue sufriendo ahora.
«Pero tampoco fue su culpa, ¿verdad?» grita una vocecita en mi cabeza. Sin
embargo, él pagó el precio más alto.
Por algún milagro, nadie me encuentra antes de que suene la campana.
Matemáticas.
El último lugar del mundo en el que quiero estar. Lo único que lo empeoraría sería
tenerlo a él en clase.
Gimiendo, saco un espejo compacto de mi bolso y me dispongo a arreglarme el
maquillaje.
Para cuando entro a clase, ya estoy retrasada.
Todos me observan, aunque mantengo la mirada fija en el suelo mientras me
disculpo con el señor Wilson y me dirijo a mi escritorio.
Saco mis libros y comienzo con las instrucciones que hay para nosotros en la
pizarra sin mirar ni hablar con nadie.
Observo fijamente la ecuación del libro de texto que se supone que tengo que
resolver y todos los números, letras y símbolos empiezan a arremolinarse en la página
mientras mi cabeza empieza a dar vueltas.
Odio las malditas Matemáticas.
Lo intento. Me esfuerzo todo lo que puedo hasta que mi única reacción es querer
encogerme en una bolita y admitir mi derrota.
Odio no poder hacerlo. Todo el mundo a mi alrededor hace que parezca tan fácil.
Zayn y mi hermana mayor, Letty, hacen que parezca tan sencillo. Siempre me siento
como la estúpida hermana menor cuando estamos todos juntos.
Los dos siempre han sacado las mejores calificaciones en todo, aparentemente sin
siquiera esforzarse, sin embargo, yo me mato trabajando y sigo al borde de reprobar.
Suspiro, me reclino en la silla y cierro los ojos.
Odio sentirme como una fracasada. Me hace sentir débil, y yo no soy débil.
Por fin, después de que el señor Wilson nos deje una cantidad enorme de tarea,
suena el timbre y todo el mundo empieza a recoger sus cosas y a marcharse.
—Harley, ¿podría hablar contigo un momento? —me llama desde el otro lado de
la habitación antes de que consiga escapar.
El nudo en mi estómago crece mientras camino hacia él.
—¿Qué pasa, señor?
—Tenemos que hablar de tu último examen. —Se me escapa todo el aire de los
pulmones.
—Así de bien, ¿eh?
—Harley, ambos sabemos que has estado batallando todo el año. Sé que odias la
idea, pero realmente creo que necesitas ayuda extra.
Las palabras que siempre le digo cuando saca el tema salen de mi boca.
—Estoy bien, gracias.
—Harley —suspira, sentándose en su silla y cruzando una pierna sobre la otra
—. No era una sugerencia. Voy a apuntarte para que te den tutorías. Tengo algunos
estudiantes fantásticos en mis clases de Estadística AP que serían geniales para ti.
—Está bien. Zayn puede ayudarme.
—Harley —protesta con un tono un poco más severo que antes—. Necesitas
ayuda. Esto solamente se pondrá más difícil a medida que avancemos al último año.
No puedes esperar más.
—Pero...
—Dentro de unos días recibirás una invitación para reunirte con quien te haya
tocado. Pueden organizarse entre ustedes con qué frecuencia, cuándo y dónde se
reúnen, pero ten la seguridad de que voy a comprobar que así sea, y espero ver una
mejora en esto. —Aprieta con dos dedos el papel del examen de la semana pasada
que tiene sobre la mesa y lo desliza hacia mí.
Intento tragarme el enorme nudo que se me hace en la garganta mientras miro
fijamente la enorme F que hay justo al lado de mi nombre.
Por mucho que quiera discutir con él, sé que no tengo nada en qué apoyarme. Y
si mamá se entera de que reprobé un examen, no tendré otra opción. Me ha ofrecido
una y otra vez contratar a un profesor particular, pero siempre me las arreglo para que
no lo haga. Temo que mis dificultades y mi evasión estén a punto de morderme el
trasero con un par de dientes afilados.
—No lo voy a defraudar —murmuro mientras tomo mi examen y salgo corriendo
hacia la puerta.
—Eres una buena estudiante, Harley. No dejes que una calificación te desanime.
Sus palabras resuenan en mis oídos mientras me alejo y salgo hacia el
estacionamiento.
Normalmente tenemos práctica de animadoras ahora, no obstante, como tenemos
la semana libre, me escapo sabiendo que probablemente todo el mundo querrá ir a
Aces, y en este momento, realmente no quiero estar cerca de nadie, y ciertamente
no quiero ver a mi hermano mientras arroja a su antiguo mejor amigo al centro de
nuestras nuevas vidas.
El auto de mamá está en la entrada cuando llego, y verlo es casi suficiente para
hacerme dar la vuelta e irme a otro lado, aunque sé que no puedo postergar esto para
siempre. Parece que ya lleva demasiado tiempo guardando secretos.
Doy un portazo más fuerte de lo necesario para anunciar mi llegada y, en cuestión
de segundos, oigo sus suaves pasos sobre el piso de madera.
En cuanto dobla la esquina, acorto la distancia que nos separa.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Siento que la sangre me hierve bajo la piel—. ¿Por
qué no me dijiste que lo estabas ayudando? ¿Por qué? ¿Por qué me dejaste llegar a
ciegas a esa situación?
—Harley —dice en voz baja, irritándome aún más—. Sabes que no puedo hablar
de clientes contigo.
—Mentira, mamá —reviro, para su disgusto—. Esta es mi vida. Al diablo con tu
trabajo.
—Harley, entiendo que estés molesta, pero...
—¿Molesta? ¿Molesta? Eso se queda corto, mamá. Entré a Literatura Inglesa y
ahí estaba. Sin ninguna maldita advertencia.
—En mi defensa, pensé que empezaba la semana que viene.
—Qué conveniente —murmuro, alejándome de ella y apartando mi cabello
pelirrojo de la cara.
—Es verdad. Ahora que Kane tiene la tutela, no estoy involucrada. Bea se
encargará de su caso. Lo siento, Harley.
—No —respondo, mirando fijamente sus ojos oscuros—. No. No es suficiente.
¿Por qué aceptaste ayudarlos?
—Porque es lo correcto y lo sabes. Tú misma dijiste que Kyle no hizo nada malo
aquella noche, así que ¿por qué no iba a ayudar cuando Kane acudió a mí?
—Sabías que me odiaría cuando saliera. Sabías que me culparía por arruinar su
vida. —Aunque puede que no fuera él quien causó mi dolor aquella noche, él estaba
ahí. Sabía lo que estaba pasando y, aun así, dejó que sucediera.
Ella traga saliva mientras la culpabilidad recorre su rostro.
—No fue tu culpa, Harley.
—¿Crees que no lo sé? Soy yo quien tiene que vivir con los recuerdos de aquella
noche. Tiene todo el derecho de odiarme.
—Estoy segura de que no...
—¿Estabas allí? ¿Viste cómo me miraba?
—Bueno, no.
—Esto fue un error, mamá. Sé que quieres salvar a todos los chicos que tienen
una vida complicada, pero no deberías haberte metido en esto. ¿Sabe Letty que has
estado ayudando a Kane?
Traga saliva con nerviosismo una vez más.
—Genial, al menos puedo estar tranquila sabiendo que nos has estado mintiendo
a los tres. Tienes que decírselo. Merece saber tanto como yo que los Legend se han
mudado a Rosewood.
—A Letty no le importa. Está en la universidad divirtiéndose.
Sacudo la cabeza.
—Si de verdad piensas eso, quizá no seas tan inteligente como pareces.
—¡Harley! —exclama mamá, con un claro tono de dolor en su voz.
Mi madre siempre ha sido mi heroína, la única persona a la que he admirado.
Lo que ha logrado, es... increíble. No obstante, en este momento, me cuesta trabajo
mirarla.
—Estaré en mi habitación —musito, dirigiéndome hacia las escaleras.
Me acuesto en la cama después de quitarme mis zapatos deportivos y entierro la
cara en la almohada para amortiguar el grito que me sale de la garganta.
Los recuerdos de aquella noche me inundan. Puedo oler la pesada mezcla de hierba
y humo de cigarrillo como si estuviera allí mismo. Recuerdo sus manos sobre mí y
cómo su tacto quemaba mi piel. Recuerdo cómo la habitación giraba a mi alrededor
antes de que todo empezara a salirse totalmente de control. Recuerdo el otro par de
manos, el pánico, el momento exacto en que el deseo que latía bajo mi piel se convirtió
en algo totalmente distinto. Recuerdo con qué desesperación quería escapar, pero
Letty había desaparecido y, por mucho que quisiera gritar pidiendo ayuda, no podía
porque estaba perdiendo el control.
Sabía que hacer esa llamada sería un suicidio. La gente que vive en Harrow Creek
no llama a la policía. No dependemos de otros, ni siquiera de la ley para pelear nuestras
batallas. Así que en cuanto apreté el botón de marcar, supe que era el principio del
fin. Solo desearía que hubieran atrapado al tipo correcto.
Un rato después, cuando alguien toca la puerta de mi habitación, me doy cuenta
de que me quedé dormida. Adiós a las tareas que tengo en la mochila.
Me recuesto boca arriba y miro al techo mientras Zayn me llama.
—¿Har? ¿Puedo pasar?
El sonido de su voz profunda hace que todo lo que ha pasado hoy me golpee de
nuevo.
Kyle Legend vuelve a formar parte de mi vida.
Vuelvo a apoyar mi cabeza en la almohada y cierro los ojos con fuerza.
—¡Sí, pasa! —vocifero de mala gana.
La puerta se abre y entra antes de volver a cerrarla.
—No tenía idea, Har. Te lo juro.
Suelto un suspiro y sigo mirando al techo, negándome a mirarlo.
—Podrías haberme engañado con la manera en que lo presentaste al equipo.
—¿Qué preferirías que hiciera?, ¿ignorarlo? Kyle no es una mala persona y lo
sabes.
—¿Lo sé?
—Har —advierte, acercándose y sentándose en el borde de mi cama—. Acaba de
pasar un año en el reformatorio.
—¡Lo sé! —espeto—. Yo lo metí ahí, ¿recuerdas?
—No, estoy bastante seguro de que la droga en sus bolsillos fue lo que lo metió
ahí —murmura.
—Yo fui quien hizo la llamada. Yo puse en marcha los acontecimientos de aquella
noche.
—No —niega, y toma mi mano, pero yo la aparto. Ahora no quiero su apoyo ni
su consuelo. Solo quiero estar sola—. Nada de eso fue culpa tuya.
—Intenta decírselo a Kyle.
—A él no le molesta, Har. Solo quiere seguir con su vida.
Mi sorpresa ante sus palabras hace que mi mirada se dirija a la suya.
—Me estás jodiendo. ¿Has visto cómo me miró hace un rato?
—Me lo dijo, Harley. No te guarda rencor por nada de esto.
—Entonces está mintiendo. Pregúntale a Ruby y Ashton. Te dirán exactamente
cómo me miró.
—Probablemente solo estaba conmocionado. Solamente quiere empezar de
nuevo. Graduarse. Seguir adelante. Tú necesitas hacer lo mismo.
¿Con él mirándome como si me quisiera matar cada vez que lo veo? Sí, estoy
segura de que será fácil.
—Bien —suspiro, sabiendo que es inútil discutir con él.
CAPÍTULO TRES
KYLE

E stoy sentado en medio de una cafetería rodeado de miembros de los Rosewood


High Bears y sentado al lado de mi antiguo mejor amigo, Zayn Hunter.
Hace un rato, cuando se acercó con una enorme sonrisa en la cara, no estaba
seguro de si era una broma.
La noche en que terminé en la parte trasera de una patrulla de policía... tiene todo
el derecho a odiarme por lo que pasó antes de que me llevaran.
Claro, si es que sabe lo que ocurrió en realidad.
Pero parece que fue sincero, porque en cuanto me aceptó en su nueva vida, me
presentó al equipo y se aseguró de que fuera a su sesión de acondicionamiento después
de clase.
Sé que Kane había hablado de que me uniera al equipo, aunque solamente quería
pasar desapercibido y graduarme, y parece que no será así porque ahora estoy en el
centro del círculo de los miembros de la realeza de Rosewood.
—¿Así que acabas de salir del reformatorio? —pregunta un chico de cabello
oscuro y ojos incluso más oscuros sentado frente a mí. Todos los demás han mantenido
las habladurías sobre mí a mis espaldas el día de hoy, aunque no muy discretamente.
Sin embargo, a este tipo no parece importarle una mierda andarse con rodeos.
—Sí. Estuve un año —respondo.
Asiente con la cabeza en señal de comprensión, y me siento aliviado cuando no
me juzga.
—Soy Ash. Acabo de empezar a estudiar aquí el lunes.
—Así que no soy el único de este grupo en ser adoptado recientemente entonces
—digo con una sonrisa burlona.
—Creo que en este momento se harían amigos de cualquiera que pueda lanzar
un balón.
—Vaya, ¡qué manera de hacerme sentir especial! —murmuro para su diversión.
—Entonces, ¿qué pasa entre Harley y tú? —pregunta, sorprendiéndome.
—Eh...
—Ruby, su mejor amiga, es mi chica. —Hace un gesto con la cabeza hacia otra
mesa donde están sentadas las animadoras y a una chica con cabello oscuro se le
iluminan los ojos en cuanto lo ve.
Quiero decir que la reconozco, pero he visto a tanta gente nueva hoy que todas las
caras se confunden en una sola, la única clara en mi mente es la de ella. Es la misma
en la que me he enfocado durante un puto año.
Esa noche la estaba cuidando. Nunca habría dejado que le pasara algo, pero aun
así llamó a la policía y me jodió.
—Tenemos algo de historia —agrego encogiéndome de hombros, acercando mi
refresco y dándole un trago.
—¿Es tu ex?
Casi lo rocío con mi bebida.
—No, nada de eso. No, realmente.
Las imágenes de aquella noche antes de que todo se fuera al carajo llenan mi
mente y me retuerzo en mi asiento mientras mi pene se hincha al recordar a Harley
sentada en mi regazo.
Harley es preciosa, nunca he podido negarlo. Sin embargo, lo más importante es
que siempre fue la hermana pequeña de mi mejor amigo. Estaba prohibida, pasara
lo que pasara.
Pero entonces se fueron, y ella y Letty aparecieron esa noche y las cosas se salieron
un poco de control sin su hermano mayor allí como un recordatorio de que no tenía
permitido tocarla.
—De acuerdo, entonces, ¿ella mató a tu gato o algo así?, porque parecía que
querías cortarle la garganta por alguna razón.
—No, nada de eso. Solamente me sorprendió verla de nuevo —miento—.
Entonces, ¿cuál es tu historia? ¿De dónde vienes?
Me cuenta brevemente que se mudó de Seattle, pero no me da mucho para
continuar, aunque es imposible no ver las sombras que persisten en sus ojos.
—Entonces, ¿qué te parece? —indica Zayn, dejándose caer en el asiento a mi lado
—. ¿Crees que todavía tienes lo necesario en el campo?
—Jódete, Hunter. Legend de nombre, una Leyenda por naturaleza.
—Siempre fuiste un hijo de puta engreído —contesta, dándome un golpe en el
hombro—. Tengo que irme, mi chica me está esperando. Me alegro de tenerte de
vuelta, hombre. Creo que te va a gustar estar aquí.
—¿Sí? Definitivamente he experimentado cosas peores.
Se ríe entre dientes, seguramente pensando en el infierno que es Harrow Creek
High, pero ese lugar era como el paraíso comparado con el reformatorio y los hijos
de puta con los que me obligaban a pasar el tiempo.
—Harley... —dice con cierta incertidumbre.
—Está bien, hombre. Lo hecho, hecho está. Es hora de que todos sigamos
adelante.
Me da una palmada en el hombro.
—De acuerdo, hombre. Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.
No lo sé. No tengo ni puta idea de dónde vive, aunque estoy seguro de que no
tardaré mucho en averiguarlo.
Pienso en la chica con la que comparte casa. Quizá debería averiguarlo lo antes
posible.
—Claro. Gracias por lo de hoy. —Asiento con la cabeza hacia los chicos que me
rodean. No me lo esperaba, aunque se lo agradezco. Tenía la sensación de que iba a
entrar a Rosewood High con un enorme blanco impreso en mi espalda, pero parece
que no necesitaba preocuparme... o tal vez aún debería porque está claro que Zayn
no sabe toda la verdad.
—Cuando quieras. Me alegro de que estés aquí. Nos pondremos al día en serio
muy pronto. J va a tener una fiesta el sábado por la noche —informa, señalando a otro
de los chicos sentados en el otro extremo de la mesa—. Vendrás, ¿verdad?
—Claro que sí.
—Genial. —Asiente una vez más antes de darse la vuelta y salir de la cafetería.
—Así que tienes historia con Harley y eres el mejor amigo de Zayn. Esto no tiene
para nada escrito desastre por todos lados.
Entrecierro mis ojos hacia Ash. No sé si me molesta o me impresiona que no se
ande con rodeos.
—Ten cuidado, hombre. Las cosas podrían ponerse feas. —Se ríe para sus
adentros y sacude la cabeza—. Permíteme contarte un secretito —Se inclina sobre
la mesa para susurrarme algo, y no puedo hacer otra cosa que acercarme—. Esas
chicas... —Vuelve a mirar al equipo de animadoras—. Pueden parecer dulces, sexys...
con las que es fácil jugar. Pero déjame decirte que tienen garras, hombre. —Vuelve
a sentarse, su rostro es una máscara de seriedad hasta que sus labios se curvan en
los bordes—. Tengo marcas de arañazos que lo demuestran. —Me guiña un ojo y no
puedo evitar reírme.
—Así de divertido, ¿eh?
—Hombre, no tienes idea.
—¿Y Harley es una de ellas?
—¿Mi chica? Está a punto de convertirse en capitana, y Harley es su mano
derecha. Quieres seguir adelante después de todo lo que ha pasado entre ustedes,
entonces todo lo que puedo hacer es desearte suerte, hombre.
—No estoy seguro de si esta pequeña charla me está excitando o me está
asustando.
Ashton echa la cabeza hacia atrás y se ríe.
—Teniendo en cuenta que pasaste un año encerrado con un puñado de tipos,
apostaría por lo primero. —Toma su refresco y lo bebe antes de levantarse—. Me
voy, tengo una cita con mi chica. —Guiña un ojo—. Nos vemos mañana.
Le hago un gesto con la cabeza y veo cómo mira fijamente a su chica. Algo se
arremolina en mi interior cuando se acerca a ella y la toma en sus brazos. Me digo a
mí mismo que solamente es que ha pasado mucho tiempo. Recorro con la mirada al
resto del equipo de animadoras hasta que me fijo en un par de ojos oscuros. Desde
luego, no son los que quiero mirar, pero son mejores que nada.
Una tímida sonrisa se dibuja en sus labios antes de que sus mejillas se sonrojen
cuando me levanto y me acerco.
—Oye, no creo haberte visto por aquí hoy —abordo, dejándome caer en el asiento
que Ruby dejó libre a su lado—. Sé que lo recordaría si lo hubiera hecho. —Me
avergüenzo de mi frase, pero cuando su sonrisa se agranda, me doy cuenta de que
funcionó a las mil maravillas.
—Soy Aria, y tú estás...
—Solitario.
Se ríe entre dientes y me apoya la mano en el brazo mientras yo la apoyo en el
respaldo de su silla.
—¿Los chicos no te hacen sentir bienvenido? —pregunta, sus dedos caminando
hasta mi hombro. Miro sus largas garras y la advertencia de Ashton se repite en mis
oídos.
Mi propia sonrisa se dibuja en mis labios. Las chicas de Creek en mi pasado hacen
que estas chicas parezcan ositas de peluche. Estoy bastante seguro de que puedo
manejar a una zorra animadora de Rosewood.
—No de la forma que necesito —gruño. Inclinándome hacia ella, me acerco lo
suficiente para que mi aliento acaricie su oreja y ella se estremezca—. ¿Te apetece
enseñarme la ciudad... a solas? —susurro para que nadie más en la mesa pueda oírme.
—Eso suena...
—¡Aria! —grita otra chica.
Ambos volteamos y casi se me salen los ojos cuando veo a una chica de cabello
oscuro de pie, mirando fijamente a Aria con sus manos en la cintura y una barriga
muy redonda.
Maldita sea.
—Sí, estoy embarazada, imbécil. ¿Y qué? —brama cuando se da cuenta de lo que
retiene mi atención.
—Eh... n… nada.
—Aria, nos vamos. Te sugiero que sueltes al chico menor de edad.
—¿Cómo dices? —pregunto, mis cejas se levantan en estado de shock.
—Ya me oíste.
—Calma, Chels. —Uno de los chicos que estaba sentado en la mesa conmigo hace
unos momentos se acerca por detrás y desliza sus manos sobre su gran vientre.
—Es bueno saber que los Bears no disparan balas de salva —comento.
Chels, supongo que es Chelsea, se pone roja como tomate y todo su cuerpo se
tensa de rabia, mientras el chico, que estoy seguro de que ya me presentaron, aunque
no recuerdo, echa la cabeza hacia atrás.
—Por supuesto, hombre. No por nada somos los malditos campeones.
—Shane. —Jadea.
—¿Qué, nena? Solamente me divierto con el chico nuevo.
Me rechinan los dientes cuando me llama así. Es un apodo que recuerdo muy bien
de cuando me encerraron por primera vez en ese sitio. Un escalofrío me recorre al
recordar mi “iniciación” por parte de algunos de los residentes más antiguos, que se
creían los dueños del lugar.
—Como sea —murmura, dando un paso adelante y zafándose de su agarre—.
Aléjate de mis chicas. —Me señala con el dedo antes de usarlo para indicar a su
escuadrón, con los ojos entrecerrados por la ira.
—Parece que ya tienes bastante con lo tuyo, no hace falta que te preocupes por
mí. Me aseguraré de ser gentil... o algo así.
Ella gruñe, realmente me gruñe.
—Muy bien, mamá osa. —El tipo la rodea más fuerte con sus brazos y aprieta los
labios contra su cuello, pero sus ojos duros no se apartan de los míos, incluso cuando
empiezan a cerrarse de placer.
—Mantente alejado de mis chicas —advierte de nuevo mientras su chico la lleva
fuera de la cafetería.
—Entonces —continúa Aria, volviéndose hacia mí—. ¿Qué decías de enseñarte
los alrededores? —Sus ojos se posan en mi persona y, aunque probablemente debería
sentir algo de emoción por la posibilidad de pasar tiempo con ella, no siento nada.
—¿Quizás en otra ocasión? —Me levanto de un empujón y la decepción se dibuja
en su rostro.
Miro al equipo, pero todos están perdidos en su propia conversación.
Sin que nadie se dé cuenta, salgo de la cafetería y miro hacia el océano.
De pequeño, siempre soñaba con mudarme a Rosewood para poder ir a la playa
todos los días. Una vez pasamos por allí y recuerdo mirar el océano resplandeciente
y ver a las familias felices jugando en la arena. Parecía increíble, y a los seis o siete
años era todo lo que yo quería tener en la vida.
Puede que en aquel momento tuviéramos a nuestros padres, pero las cosas distaban
mucho de ser perfectas. Si hubiera sabido lo mal que se pondría todo, tal vez no habría
mirado por la ventana aquel día esperando algo mejor, solo me habría alegrado que
estuviéramos los cuatro juntos. No tendríamos otras ocasiones.
Con un suspiro, me doy la vuelta hacia el estacionamiento.
Resulta que no eran solo las chicas a las que no recordaba de la fiestecita de Kane
de la otra noche, porque cuando salgo al porche esa misma tarde, encuentro mi auto
esperándome. Está claro que lo pasé de largo en mi desesperación por llegar a
Rosewood High esta mañana. Pongo los ojos en blanco.
No había pensado mucho en ello. Supuse que tal vez Kane lo había vendido, desde
luego no esperaba verlo de nuevo, eso es seguro.
Mi VW Golf negro está exactamente igual que el día en que lo dejé. Kane incluso
se aseguró de que me lo devolvieran limpio.
Me acerco, observando sus llantas negras mate y los parachoques deportivos que
le puse los meses antes de irme.
Parece que fue hace toda una vida.
Le doy un golpecito en el capó y se me dibuja una sonrisa en los labios, aunque
me siento bastante patético por haber salido del reformatorio y que solo me esperen
mi hermano y mi auto.
Aparte de los amigos de Kane que vinieron a casa el lunes por la noche, no he
visto a ninguno de los chicos con los que solía salir.
Sé el motivo. No necesito pensar mucho en la razón por la que probablemente no
estén muy contentos de que haya salido, pero aun así es un poco doloroso saber que
realmente no les importaba una mierda. Crecí con esos hijos de puta. Hice todo tipo
de cosas para ellos, y por eso me encerraron.
Odié cuando Zayn se mudó. Él era el único en ese lugar que me entendía.
Me dejo caer en mi coche y apoyo la cabeza hacia atrás.
Ojalá pudiera decir con seguridad que todos se mantendrán alejados, aunque sé
que tengo el tiempo contado. Cuando me arrestaron, no me llevaron solo a mí. Tenía
la mayor parte de la droga de Gray en mis bolsillos.
No va a dejar pasar eso con una condena en el reformatorio. Le debo dinero, y
solo es cuestión de tiempo hasta que aparezca exigiendo el pago.
Mis dedos aprietan el volante hasta que mis nudillos se ponen blancos.
No quiero tener nada que ver con ninguno de ellos. Puede que no me entusiasme
estar aquí, cerca de ella, sin embargo, es muchísimo mejor que volver a ese agujero
de mierda.
El auto de Kane no está en la entrada cuando llego a casa. Aún no me ha dicho
qué está haciendo, pero me dijo que no esperara verlo mucho por aquí.
Encuentro comida suficiente para hacerme un sándwich. Coloco eso y una lata
de refresco sobre la mesa antes de sacar los libros que me dieron hoy y comienzo a
hacer mi tarea.
Me dieron exámenes de todas y cada una de las clases a las que asistí, y no
solamente las tareas comunes de los demás, sino que cada profesor me proporcionó
trabajo para ponerme al corriente.
Lo entiendo, tengo mucho que demostrar.
Sin duda habrán visto mis calificaciones de Harrow Creek, pero incluso yo sé que
no encajan exactamente con el estereotipo de un chico de Creek. Mientras todos los
demás reprobaban y se encaminaban a un futuro sin un diploma, mis calificaciones
siempre eran sobresalientes.
Trabajé duro. Más que nadie a mi alrededor. Tenía un sueño y quedarme en aquel
infierno traficando con drogas, armas o personas, no era lo que me interesaba.
Sacudo la cabeza pensando en que todos los que conozco de allí probablemente
siguen haciendo exactamente lo mismo que hace un año.
Creek es un lugar de ruina. No hay muchos que salgan y hagan algo de su vida.
Parece que los Hunter, y con suerte nosotros, podríamos ser la excepción a la regla.
Primero hago el trabajo de Estadística. Después de todo, es lo más fácil, y luego
me pongo a hacer el resto.
Ya es de noche para cuando termino, y Kane aún no ha llegado.
Guardo todo, listo para otro día en Rosewood High, me doy una ducha y me voy
a la cama.
Mientras estoy acostado mirando al techo, lo único que puedo ver son sus ojos
llenos de pánico al mirarme desde la puerta.
Ella no sabía que yo iba a estar allí, eso era obvio. Lo que no entiendo es por qué,
porque parece que fue Jada Hunter quien ayudó a Kane a preparar todo esto. ¿Por qué
no le advirtió a Harley que yo iba a aparecer repentinamente en su vida de nuevo?
Seguramente hubiera estado bien avisarle, aunque debo reconocer que me encantó
que se sorprendiera.
CAPÍTULO CUATRO
HARLEY

Nathan: Te tengo una sorpresa.

S u mensaje me llena de emoción. Hemos hablado todos los días desde que me
dejó en casa después de nuestra comida del domingo por la noche, pero aún no
lo he vuelto a ver y estoy desesperada por hacerlo. Odio que esté tan lejos, en
el condado de Maddison.
—¿Por qué sonríes? —pregunta Ruby mientras ella y Poppy se me unen en la
banca en la que estoy sentada.
—Un mensaje de Nathan.
—Oooh —canta Ruby, moviendo las cejas.
—¿Lo verás este fin de semana? —inquiere Poppy.
—Creo que sí. Dice que me tiene una sorpresa. —Me encojo de hombros.
—Tiene muchas ganas de meterse entre tus piernas —bromea Ruby.
—Solo han pasado unas cuantas semanas —argumento, aunque me pregunto si
lo digo más por mí que por ellas.
—El tiempo no importa. Si te parece bien, entonces está bien. —Ruby se encoge
de hombros.
—Solo me dejo llevar por la corriente —contesto, aunque no puedo evitar el nudo
que se me forma en el estómago.
La primera noche que nos conocimos, las cosas entre nosotros fueron electrizantes
y cuando me besó... Wow. Solo había sentido algo así una vez en mi vida y me aferré
a ello, junto con el hecho de que claramente es una buena persona.
Es perfecto en casi todos los sentidos, es todo lo que dije que quería, pero a medida
que pasa el tiempo no puedo evitar pensar que algo no está bien. Sigo diciéndome que
es porque no hemos tenido tiempo a solas. O hemos estado en una fiesta o en el cine
o en un restaurante. Lo que realmente quiero es que estemos solos, lejos de miradas
indiscretas y de otras personas. Quiero conocerlo de verdad. Ver si esa chispa que
había en la fiesta reaparece cuando estemos solos.

HARLEY: No puedo esperar. X

—ESTARÁ en la fiesta de Justin mañana por la noche, ¿verdad? —cuestiona Ruby.


—Err... No tengo idea. Yo no... —Me detengo, sabiendo que no les gustará lo
que voy a decir ahora.
—¿Tú no qué? —agrega Ruby, con el ceño fruncido.
—No creo que vaya a ir.
—¿Qué? ¿Por qué no? Sobre todo si Nathan va a estar allí.
—No es él. Es...
—Kyle.
—¿Podemos no hacerlo? —suplico.
—¿Qué pasó, Har? —inquiere Poppy, posando su mano cálida en mi muslo.
—Yo... eh... fui la que hizo que lo metieran en el reformatorio —confieso, mirando
el cemento bajo mis pies, pero su falta de respuesta me hace levantar la vista hacia
ellas.
—Lo dimos por hecho, Har.
—Oh.
—En realidad no lo denuncié a la policía. Él solo estaba allí. Ni siquiera sabía que
tenía drogas. Lo jodí totalmente —admito.
—No lo sabías.
—No debería haber llamado a la policía. No es así como se hacen las cosas de
dónde venimos. —Ambas me miran como si tuviera dos cabezas. Entiendo el porqué.
Puede que Poppy nos haya acompañado a Harrow Creek, entiende un poco cómo es
allí, pero solamente la gente que vive allí lo entiende de verdad.
—Debes haber tenido una buena razón para hacerlo.
—S… sí, eso pensé. Sin embargo, las cosas no salieron como debían.
—Eso no es culpa tuya.
—No importa. Me culpo de todos modos. No se lo merecía.
—¿Has hablado con él?
Niego con la cabeza.
—Tal vez deberías. Aclararlo todo. Zayn parece pensar que está bien con todo.
No parece estar enojado —dice Poppy.
—No viste cómo me miró ayer por la mañana —murmuro.
—Tiene razón. Fue brutal —asiente Ruby.
—Solamente estaba sorprendido. Él mismo lo dijo.
—Parece que caíste muy rápido del lado del equipo Kyle, Pops.
—Para nada. Siempre te apoyaré, ya lo sabes. Solo te digo lo que he visto y
escuchado tanto de él como de Zayn. Parece un chico decente.
—Sí, lo era. —Mi mente se remonta a una época más simple. Una época en la que
mi mayor problema era estar enamorada del mejor amigo de mi hermano.
—Oh, Dios mío, te gusta, ¿verdad? —Ruby casi chilla.
—¿Qué? No. ¿Cómo se te ocurre decir eso? —argumento con demasiada
insistencia.
—Um... porque es obvio que es así. Quiero decir, es atractivo. Entiendo por qué
lo deseas, pero...
—Me odia. Con justa razón, debo añadir.
—Nada que una mamada no pueda arreglar, estoy segura.
—¿Qué? —grito—. Ruby, no acabas de sugerir eso.
—Ella tiene razón. Es increíble lo que puedes convencer a un chico de hacer con
una buena mam... —Levanto mi mano hacia Poppy.
—No te atrevas —advierto—. No necesito saber lo que te hace arrodillarte por mi
hermano. —Me estremezco al pensarlo.
—Solo intenta hablar con él, Har —sugiere Ruby—. Fue lo que me dijiste que
hiciera un millón de veces con Ash, ¿recuerdas? Y funcionó.
—Acabaste en la cama con él —señalo en tono amistoso.
—¿Ves? —asegura Poppy—. Es la respuesta.
—Ustedes dos no me ayudan. Necesito nuevas amigas solteras —me quejo, no
por primera vez.
—Aw, te encanta.
—¿De verdad? ¿En serio? —Pongo los ojos en blanco.
Por suerte, suena el timbre antes de que intenten convencerme de que hable con
él o de que me arrastren adentro, donde sé que él está pasando el rato con el equipo.
Apenas lleva unos días aquí y ya ha encontrado su sitio en esta escuela. No se me
escapa que, a medida que él va encajando, yo siento que voy perdiendo mi lugar.
—Tengo volleyball. Al menos puedo fingir que la pelota es su cabeza.
Los dos se ríen de mí antes de hacerme señas para que me vaya mientras se dirigen
en dirección contraria a sus clases.
Al menos en el gimnasio con las chicas, sé que no me voy a topar con él. Apenas
ha pasado un día y estoy prestando más atención a cada uno de mis pasos que en todo
el tiempo que llevo aquí, en Rosewood High.
No hemos compartido otra clase todavía, pero sé que es solamente cuestión de
tiempo antes de que entre en un aula y lo encuentre allí esperándome.
—¿Estás bien? —pregunta Stella mientras me abre la puerta de los vestidores.
—Sí —murmuro, aunque es evidente que mi voz carece de su chispa habitual.
—Te echamos de menos anoche en Aces.
—Tenía un montón de tarea que hacer.
—Claaaro.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Harley, no soy idiota. He escuchado los rumores.
—Por supuesto que sí —suspiro—. No, no mató a nadie, ni siquiera amenazó con
matar a alguien.
—Oh, no me refería a eso. Me refería a que ustedes dos tienen historia.
Levanto la cabeza tan rápido que me sorprende que no se me caiga del cuello.
—¿Q… qué? ¿Qué es lo que dicen?
—No mucho, pero la manera en que de pronto estás evitando al equipo, a él. Se
ha notado y la gente está sacando conclusiones.
—¿Quieres decir las animadoras? —Todas sabemos lo perras chismosas que son
las de último año. Si no tienen un pene entre sus labios entonces están esparciendo
tonterías por todos lados—. No hay nada entre nosotros.
—Pero crecieron juntos, ¿no? ¿Y lo estás evitando?
—Sí, sí. Stella, yo... —Otro grupo de chicas entra tambaleándose en los vestidores,
charlando y riendo al pasar junto a nosotras. Stella espera, con su mirada clavada en
mí—. Kyle era el mejor amigo de Zayn hasta que todos nos mudamos aquí. Crecimos
juntos y yo estaba allí la noche en que... lo arrestaron. Eso es todo lo que necesitas
saber.
—Seguro, Harley.
—Stella, yo...
—Está bien, Harley. Lo entiendo. Sin embargo, si quieres hablar, estoy aquí, ¿de
acuerdo? He estado en muchas escuelas a lo largo de los años, he visto mucha mierda.
Si necesitas una opinión imparcial. Aquí estoy.
—Gracias. Realmente lo aprecio.
Me hace un gesto con la cabeza y empezamos a cambiarnos.
—Entonces, ¿estás lista para retomar las actividades de animadoras la semana que
viene? —pregunta, afortunadamente desviando la conversación hacia algo de lo que
me gusta más hablar.
—Sí. Nunca pensé que lo diría después de todas esas largas horas antes de las
Nacionales, pero las echo de menos.
—Las audiciones van a ser brutales, ¿verdad? Chelsea es tan perfeccionista.
—Sí. Aunque lo entiendo, quiere dejar un buen equipo detrás de ella. Tenemos
unos zapatos muy grandes que llenar.
—Así es.

ME SIENTO un poco mejor después de expulsar parte de mi energía reprimida


durante el volleyball. No me había dado cuenta de lo mucho que me había afectado
dejar de hacer ejercicio tan bruscamente después de las Nacionales. Mientras me visto,
lista para volver a casa, me digo a mí misma que voy a volver a poner mi alarma por
la mañana y salir a correr antes de clases. Con suerte, un poco de aire fresco por la
mañana también me ayudará a despejar mi mente.
—¡Harley! —exclama el señor Wilson en cuanto me ve en el pasillo.
Consigo a duras penas contener un gemido de frustración mientras me dirijo hacia
él.
—¿Sí, señor? —respondo amablemente.
—Pensé que te gustaría saber que te asigné un tutor. Le proporcioné todos tus
datos para que se ponga en contacto contigo y dejaré que ustedes dos organicen las
sesiones. Confío en que no me decepcionarás, Harley. Sabes que es vital que subas
esas calificaciones.
Sus palabras me encogen el corazón. Una parte de mí esperaba que lo olvidara
y yo pudiera seguir escondiendo mi cabeza bajo la arena con mis calificaciones de
Matemáticas en picada.
—Haré lo que pueda, señor.
—Si tienes algún problema, ya sabes dónde estoy.
—Estupendo.
—Esperaré con ansias los resultados de tu próximo examen.
—Bueno, por lo menos uno de nosotros —murmuro para mis adentros mientras
me alejo y reanudo el camino hacia mi casillero.
Abro la puerta, meto la cabeza adentro y apenas resisto la necesidad de gritar mi
frustración. Mis ojos se posan en las fotos de Ruby, Poppy y mías que están colgadas
en la parte de atrás y se me dibuja una sonrisa en los labios.
Estoy revisando mis libros, sacando los que necesito para la noche, cuando mi
teléfono vibra en mi bolsillo trasero.
DESCONOCIDO: Felicidades, chica de tutoría. Parece que ahora no podrás
librarte de mí. La primera sesión empieza dentro de una hora...

ME LLEGA otro mensaje con una dirección.


Sé que el Sr. Wilson dijo que nos dejaría a cargo de organizarlo, pero supuse que
por lo menos sería en la biblioteca.
Doy golpecitos con mi dedo en la parte lateral de mi teléfono mientras intento
decidir qué responder. Quiero decir que no me interesa y espero que quien esté al otro
lado se alegre de salir de esta.

HARLEY: ¿Quién es?


Desconocido: Tu nuevo tutor. Ven a conocerme y descúbrelo...

UN MOVIMIENTO al otro extremo del pasillo me sobresalta y me encuentro con la


mayoría del equipo de fútbol americano, mi hermano y Kyle incluidos, bromeando
mientras salen de los vestidores, donde deben de haber terminado una sesión de
acondicionamiento.
—¿Todo bien, hermanita? —dice Zayn cuando me ve.
Asiento con la cabeza, pero no le devuelvo su alegría al verme. Sigo disgustada
con él por cómo aceptó a Kyle de nuevo en su vida, lo que a su vez me molesta aún
más porque tiene todo el derecho de hacerlo.
Siento un cosquilleo en la piel cuando Kyle recorre mi cuerpo con su mirada, con
una mueca de disgusto en los labios.
En un momento de desafío, levanto la mano y le enseño el dedo medio.
No estoy de humor para sus idioteces. Y menos ahora que tengo que pasarme la
noche estudiando Matemáticas con un nerd.
Sus ojos se abren de par en par ante mi gesto antes de sacudir su cabeza hacia mí.
Pongo los ojos en blanco mientras se dirigen por el pasillo hacia el
estacionamiento y, probablemente, a Aces. Menos mal que yo no iré allí.
Tomo lo que necesito y los sigo hacia donde desaparecieron hace unos minutos.
Me dirijo a casa para refrescarme, ya que como no tenía planes de ver a nadie
después de clases, no me molesté en ducharme después del volleyball y quienquiera
que sea mi tutor probablemente apreciará que lo haga antes de agraciarlo con mi
sudorosa presencia.
Mamá está en casa cuando llego, pero como siempre está encerrada en su oficina.
No hemos hablado desde ayer por la tarde. Creo que me está dando tiempo para
calmarme, sin embargo, por el momento no tengo ganas de perdonarla. Ocultarme
eso estuvo mal, aunque ella creyera que tenía hasta el lunes para que él comenzara
en la escuela.
Me doy una ducha rápida, me seco el cabello y me pongo una camisa limpia y
una sudadera con capucha de Rosewood High. Sin muchas ganas de esforzarme, me
pongo un poco de rímel en las pestañas y me unto un poco de bálsamo en los labios.
Me miro en el espejo, paso mis dedos por mi cabello una última vez y tomo mi
bolso. El rojo está empezando a caer, tengo que retocarme las raíces, pero no puedo
evitar la sensación de que es hora de cambiar. Rosa, tal vez. Siento que tengo que
demostrar algo. Mostrar que su presencia no me afecta en lo más mínimo, lo cual, por
supuesto, es una gran mentira porque, desde que supe de su llegada, me he pasado
todo el tiempo mirando por encima de mi hombro.
Introduzco la dirección desconocida en mi GPS y sigo las indicaciones. Conozco
la zona, pero no sé qué calle es.
La calle está repleta de vehículos cuando conduzco por ella. Localizo la casa, pero
me tengo que estacionar un poco más adelante y caminar hacia ella. Todas las casas
son bungalós algo deteriorados, aunque no es una mala zona.
El camino de la entrada está vacío cuando llego al porche y no hay señales de que
haya nadie en casa.
Miro a mi alrededor, preocupada de haberme equivocado de casa, pero el número
está claro en el buzón de la acera, así que sigo adelante subiéndome la mochila al
hombro, con nerviosismo.
Los escalones crujen, probablemente anunciando mi llegada en cuanto los piso.
Abro la mosquitera y toco la puerta.
Silencio.
Vuelvo a tocar.
—¿Hola? —exclamo al no obtener respuesta.
Resoplo frustrada porque todo esto ha sido una gran pérdida de tiempo y estoy a
punto de darme la vuelta para marcharme cuando noto a alguien detrás de mí.
—Sorpresa, Gatita.
CAPÍTULO CINCO
KYLE

A prieto todo mi cuerpo contra su espalda y no puedo evitar la sonrisa que se


dibuja en mis labios cuando un escalofrío la recorre.
No pude creer mi suerte cuando el señor Wilson me dio sus datos para que
fuera mi nueva alumna.
Mi participación en el programa de tutorías no dependía de mí. Bea ya me había
apuntado. Era una de las cosas, aparte del fútbol americano, que más disfrutaba
durante mi estancia en Harrow Creek. Había sido tutor de estudiantes de primer año
durante mi penúltimo año. El chico que me había tocado tenía muchas ganas de
aprender y absorbía todo lo que le decía. Me hacía sentir útil y que estaba aportando
algo a la mierda de escuela en la que estaba.
—¿K… Kyle? —balbucea como si realmente no pudiera creer que esto esté
sucediendo en este momento.
—Me preguntaba cuándo te armarías de valor para hablar conmigo. Supongo que
el destino se encargó de eso por mí. —Mi nariz roza su oreja y ella vuelve a temblar.
—No te tengo miedo, Kyle.
—Y ese podría ser tu mayor error, Gatita.
—Deja de llamarme así —sisea.
—¿Por qué? Te gusta, ¿recuerdas? La forma en que ronroneaste esa noche.
—¡Basta! —dice bruscamente—. Ya basta.
Dando un paso hacia adelante, la obligo a moverse conmigo mientras estiro la
mano y giro la manija.
Con mi mano en su cintura y de espaldas a mí, la empujo hacia el interior y cierro
la puerta tras nosotros.
Antes de que pueda pensar, la giro y la arrojo contra la pared. Jadea, con sorpresa,
abre mucho los ojos y separa sus labios.
—Has estado evitándome, Gatita. —Apoyo mis brazos contra la pared a ambos
lados de su cabeza, acorralándola—. Y no me gusta.
—¿P… puedes culparme? No eres precisamente amable.
Me mira a los ojos, intentando parecer tranquila, pero noto un ligero temblor en
su voz.
—Y pensar que estaba deseando que... nos reconectáramos.
—Lo que quieras hacerme, Kyle. Solo hazlo de una vez.
Una risita sin gracia retumba en mi garganta.
—¿Qué te hace pensar que quiero hacer algo?
Me gruñe, el sonido hace que mi polla amenace con endurecerse por completo.
Me encanta su intento de desafiarme. Es tan sexy.
La casa está en silencio mientras nos miramos fijamente, el único ruido que se
escucha es el de su respiración acelerada.
Una sonrisa se dibuja en un lado de mi boca al saber que mi proximidad la afecta.
La vibración de un celular llama mi atención, sé que no es el mío porque lo tengo
en el bolsillo.
Dejo caer un brazo, lo deslizo por detrás de ella y recorro su espalda con la mano
hasta acariciar su trasero, encontrando exactamente lo que quería.
—Kyle, ¿qué estás...?
—Creo que me quedaré con esto. Después de todo, tienes antecedentes. —
Sacando su teléfono del bolsillo, lo meto en el mío para guardarlo—. Nadie vendrá a
rescatarte esta vez, Gatita. —Acerco mis labios a su oreja—. Aunque grites. —Traga
nerviosamente y se le escapa un gemido. Me retiro y la miro fijamente a los ojos—.
Creo que me mentiste hace rato.
Niega con la cabeza.
Levanto la mano y rozo su mejilla con mis nudillos. Su piel es cálida y suave,
exactamente como la recordaba. Coloco mis dedos bajo su mentón y levanto su
cabeza.
—¿Q… qué estás haciendo? —tartamudea mientras la estudio.
Su aspecto es exactamente el mismo. Sus ojos oscuros y misteriosos me atraen
de inmediato, su piel dorada está como para comérsela y, por el dulce aroma que
desprende, sé que también tendrá un sabor divino. Sus labios están carnosos,
suplicando ser besados, y cuando mete el inferior en su boca y lo muerde, mis ganas
de reclamarlos como míos casi se apoderan de mí.
—Recordando aquella noche. —Mi voz es grave al recordar. La lujuria y la ira
se mezclan y hacen que la cabeza me dé vueltas—. Recordando cómo te sentías en
mi regazo, cómo te movías sobre mí. —Acerco mi cara a la suya para que mis labios
rocen la comisura de sus labios—. Lo desesperada que estabas por que te tocara. —
Recorro su pierna desnuda con la punta de mis dedos, se le eriza la piel y se estremece
cuando llego al dobladillo de su falda—. ¿O no soy suficiente? ¿Debería llamar a Gray
para ver si quiere unirse a la fiesta? —Es un golpe bajo y sé que le pega exactamente
como pretendía cuando su cuerpo se tensa debajo de mí.
—Vete a la mierda, Kyle. ¡VETE A LA MIERDA! —grita, y levanta el brazo
como si estuviera a punto de abofetearme, pero yo soy más rápido.
Le inmovilizo el brazo contra la pared por encima de su cabeza.
Mi pecho se hincha a medida que aumenta mi ira.
—Pero eso es lo que te gusta, ¿no? Que seamos dos. Dos tocándote. Dos
haciéndote perder la maldita cabeza. —Mi mano sube lentamente por su cuerpo,
apretando su pequeño pecho a través de su sudadera con capucha antes de rodear su
garganta con mis dedos. Un movimiento que recuerdo que Gray hizo esa noche y lo
salvajes que eran sus ojos.
—¡Quítate de encima! —gruñe.
—Kane llegará a casa pronto. —Una completa mentira, una vez más no tengo ni
puta idea de dónde está—. Tal vez le gustaría tener un turno. —Sus dientes rechinan
mientras sus ojos se clavan en los míos—. Es una pena que nunca pudimos terminar
lo que empezamos esa noche, ¿eh?
Su mirada recorre mi cara y una sonrisa se dibuja en sus labios.
—¿Los chicos del reformatorio hicieron que te vinieras? Seguro que te adoraron.
El nerd con lentes que se doblega ante todos sus caprichos. Apuesto a que los lobos
te adoraban, chico bonito —escupe.
Me pongo justo frente a su cara, nuestras narices se tocan, nuestro aliento se
mezcla.
—Tienes que tener cuidado con lo que dices —advierto.
—Y tú tienes que controlar tus malditas manos.
Antes de que tenga la oportunidad de asimilar sus palabras, siento un dolor que
irradia desde mi entrepierna y caigo de rodillas.
—¡Maldita perra! —chillo, agarrándome mi miembro, con los ojos llorosos.
—Ups —dice inocentemente, mirándome con satisfacción en sus ojos—. Pero
mira qué fácil terminas de rodillas. —Se pone en cuclillas frente a mí y recorre mi
cuerpo con la mirada—. Dime, Ky. ¿Cuántos chicos más tuvieron su oportunidad
contigo ahí dentro? ¿eh?
—¿Celosa? —pregunto, el dolor por fin comienza a disminuir y puedo intentar
levantarme.
—¿De que ellos te jodieran? —Se queda pensativa un momento—. Creo que ya
lo hice.
Me enderezo completamente y, con mis seis pies y dos pulgadas, soy muchísimo
más alto que ella. Quedamos frente a frente y yo la miro fijamente, con la rabia apenas
contenida detrás de mis ojos mientras todas las cosas que quiero hacerle se reproducen
como una película en mi cabeza. Sin embargo, a pesar de ver todo eso, ella no cede.
Ni un poquito.
«Estúpida chica. Estúpida, estúpida chica».
Mientras esperamos en silencio para ver quién se quiebra primero, un motor se
detiene afuera. Lo reconocería a una milla de distancia y una sonrisa se dibuja en mis
labios.
—Ah, justo a tiempo, parece que nuestro compañero de juegos ha llegado. —La
garganta de Harley se contrae al tragar nerviosamente—. Sabes que a Kane siempre
le han gustado las chicas Hunter. Estoy seguro de que no le importará que seas la
equivocada. —Da un enorme paso hacia atrás, con los ojos muy abiertos por el miedo
—. Corre, Gatita, y le diré al señor Wilson que rechazaste mi ayuda y eso será lo más
simple que te haré. Me lo debes, Gatita. Así que te sugiero que hagas lo que te diga
de aquí en adelante—. Ella mira hacia la puerta cuando las botas de Kane golpean el
porche—. Entonces que empiece la fiesta, ¿te parece?
Seguimos mirándonos cuando Kane abre la puerta y entra.
—¿Ky… Harley? —No lo miro, mis ojos están fijos en ella, pero sé que si lo
hiciera, vería que frunce el ceño, preocupado. Me dijo específicamente que me
mantuviera alejado de ella y, sin embargo, aquí está, parada en el centro de nuestro
nuevo y pequeño hogar.
Sabía que darle esta dirección era un riesgo. Pero de ninguna manera íbamos a
tener nuestro primer encuentro en la biblioteca rodeados de otros chicos.
Su necesidad de ser cortés, finalmente gana porque aparta su mirada de mí y voltea
hacia Kane.
—Hola —chilla—. Es bueno verte de nuevo.
Los ojos de Kane se disparan hacia mí y se entrecierran con sospecha.
—¿Está... todo bien aquí?
—Sí, todo está genial. No creerás de quién me tocó ser tutor. Es como si fuera
el destino o algo así.
—O un maldito mal karma —murmura Harley en voz baja.
—¿Seguro que es una buena idea? —Se acerca un poco más, mirando entre ambos.
—Por supuesto. Es genial volver a reconectarnos después de tanto tiempo.
¿Verdad, Gatita? —Recorro su espalda con mi mano hasta posarla en su trasero y
aprieto con fuerza.
—Sí —suelta al sentir el dolor—. Es estupendo. Recuperar el tiempo perdido.
—B… bien. ¿No deberían tener libros abiertos o algo así?
—Pensé que podríamos ponernos al día primero, ¿no es así, Har?
—Claro.
—Tomaré algo de beber y no les estorbaré. —Kane sigue mirando entre los dos,
pero no debe de ver nada que le preocupe mucho, porque en cuanto saca una lata de
refresco del refrigerador desaparece rumbo a su habitación.
Sé que no hay ningún tipo de amor entre él y las dos chicas Hunter. Después
de todo lo que ha sufrido con Letty y de que Harley hiciera que me encerraran, me
sorprende que le permita quedarse en casa.
En cuanto se cierra la puerta de su habitación, doy un paso hacia la mesa.
—Saca tus cosas.
—¿Q… qué? —pregunta, congelada en el lugar en el que acabo de dejarla.
—Toma tu mochila y saca tus malditas cosas. ¿Por dónde empezamos?
Se le escapa una carcajada sin gracia.
—No hablas en serio, ¿realmente quieres hacer esto?
No, de verdad que no, carajo, pero ni loco voy a decírselo.
—Necesito el crédito extra por esto si alguna vez voy a graduarme. —Mentira
—. Si te marchas ahora y le tengo que decir a Wilson que rechazaste mi ayuda,
probablemente me fastidiarás dos veces en dos años. Así que, ¿qué tal si haces lo que
te digo, sientas tu pequeño y bonito trasero y te pones a trabajar?
Abre la boca para responder y mira la puerta con anhelo, pero cuando por fin
camina, lo hace hacia mí.
—Buena Gatita.
—Vete a la mierda, Kyle.
—Ah, me encanta tener estudiantes amables y educados, hace que sea una
experiencia mucho más placentera.
—Créeme, no hay nada placentero en esto.
—Umm, tal vez tengamos que añadir algunas actividades extracurriculares
entonces. Ya sé que estás mojada por mí.
CAPÍTULO SEIS
HARLEY

J ala mi mochila hacia él y saca mis libros de texto como si esas palabras no
acabaran de salir de sus labios. Abro la boca para responder, pero pronto la
vuelvo a cerrar al descubrir que no tengo palabras.
La cabeza me da vueltas, el cerebro me falla y mi cuerpo sigue temblando por lo
cerca que ha estado de mí antes.
Quisiera decir que su tacto me dio asco. Quisiera decir que la razón por la que no
luché contra él de inmediato fue el shock, sin embargo, no fue así.
Mi cara se calienta al pensar en las chispas que se dispararon por todo mi cuerpo
en cuanto me puso una mano encima. Igual que aquella noche.
No me cabe duda de a dónde habría llegado aquella noche si las cosas no hubieran
salido como salieron. Si hubiera tenido alguna pista de que mi bebida estaba siendo
adulterada, si hubiera tenido alguna idea de que alguien más aparte de Kyle estaba
teniendo ideas sobre hacia dónde nos llevaría nuestra noche, entonces habría corrido
tan rápido y tan lejos como hubiera podido.
—¿Lo sabías? —suelto, necesitando una respuesta por lo menos a una de mis
preguntas de esa noche.
—Sabía ¿qué? —cuestiona, sin apartar la mirada del libro que está hojeando.
—¿Sabías que estaba adulterando mi bebida?
Hace una pausa y respira profundamente antes de arrastrar sus ojos azul claro
hasta los míos. Pero no son del color al que siempre me había acostumbrado, son casi
plateados por su ira, por su odio hacia mí.
—¿Tú qué crees, Gatita? —inquiere, lanzándome de nuevo la pregunta.
—Si supiera esa maldita respuesta, entonces no habría preguntado, ¿verdad? —
replico, cada vez más frustrada por la situación. No quería reunirme con nadie para
una sesión de tutoría, y realmente no quería esto.
Miro hacia la puerta una vez más, preguntándome si me dejaría escapar en caso
de que lo intentara.
—Adelante —se burla, claramente capaz de leer mi mente—. Inténtalo y verás
qué tan lejos llegas.
—¡Te odio! —reviro furiosa.
—Oh, Gatita. Créeme, lo que sientes por mí no tiene comparación con lo que yo
siento por ti.
—Entonces déjame ir, así no tendrás que mirarme.
—¿Y qué tiene eso de divertido?
Lo observo mientras hojea la página que ha seleccionado. Tiene la gorra puesta
hacia atrás, como cada vez que lo he visto esta semana, con su cabello rubio oscuro
asomando por los lados, su barbilla está cubierta por una ligera capa de vello y sus
ojos están libres de los lentes de los que me burlé antes. Hace años que no los usa,
aunque sé cuánto los odiaba de niño.
Tiene una cicatriz encima de su ceja derecha que tengo la certeza de que no tenía
antes y su nariz está ligeramente torcida. Puede que sea mi imaginación, no creo
haberme fijado antes en su nariz, pero estoy segura de que es algo nuevo. Me pregunto
cómo ha sido su vida en el último año.
Se mueve en su asiento, lo que me indica que se da cuenta de mi mirada, aunque
no levanta la vista ni hace nada al respecto.
—Entonces, ¿Álgebra? —dice, haciendo que se me revuelva el estómago. Como
si estar atrapada aquí con él no fuera suficientemente malo, también tenemos que
estudiar Matemáticas. Veo cómo se coloca una máscara y se concentra en lo que
se supone que estamos haciendo—. Bueno, el señor Wilson dijo que empezáramos
con esto, ya que es una de tus principales debilidades. —Esas palabras me revuelven
el estómago. Odio que la gente piense que soy débil porque me cuesta sumar unos
cuantos números.
—Genial —murmuro, tomando mi libreta y un bolígrafo.
Acerca su silla hacia mí y me explica una técnica que nunca antes me habían
enseñado, pero por mucho que intento concentrarme, el calor de su brazo
quemándome es demasiado molesto y me desconecto a pesar de que todo esto tiene
mucho más sentido para mí de lo que suele tener.
—¿Harley? —llama bruscamente unos minutos después, sacándome de mis
pensamientos.
—¿Sí?
—Te hice una pregunta.
—Um... —Me arden las mejillas cuando me mira con los ojos entrecerrados—.
Yo... estoy de acuerdo.
—Estás de acuerdo. —Se ríe, pero no hay humor, solo irritación—. Por desgracia
para ti, no era una respuesta de sí o no.
—Um... —Vacilo de nuevo, con el corazón acelerado.
—¿Di… diez?
—¡Maldita sea, Harley! —brama, empujando su silla detrás de él y alejándose
hacia el otro lado de la habitación—. Esto no es una maldita broma, Gatita.
—¿Crees que no lo sé? —grito, levantándome de la silla y volteando a verlo
caminar—. Todo esto... es un maldito desastre.
—Este... desastre —señala, deteniéndose y clavándome una mirada—. Es mi vida
— brama—. ¡Demonios, Harley! —Deja caer su cabeza entre sus manos y, por un
segundo, siento pena por él. Veo al chico de antes, al vulnerable que simplemente
quería algo mejor para su vida. Pero entonces esa imagen se transforma con mis
recuerdos borrosos de aquella noche y se desvanece casi tan rápido como apareció.
—Tienes que largarte de mi casa. —Su voz es tan baja que creo que no lo escuché
bien.
—¿Q… qué?
—¡Lárgate! ¡Lárgate de una puta vez! —vocifera antes de que se abra una puerta
del pasillo y Kane se acerque a mí.
Está sin camiseta y mi respiración se entrecorta cuando mis ojos se posan en él
por primera vez porque... whoa, pero cuando Kyle gruñe recuerdo dónde estoy y que
se supone que debo irme.
—Con mucho gusto. De todas formas, esto fue un error.
—No pienses que porque estés a punto de irte esto se ha terminado.
—Debería.
—Pues no es así —me advierte mientras meto mis libros en la mochila y me dirijo
a la puerta.
—Espera —digo, dándome la vuelta y mirándolo fijamente—. ¿Mi teléfono? —
exijo, estirando la mano. No hay manera de que me vaya de aquí sin él.
Mete su mano en el bolsillo y lo saca. Mira la pantalla durante un segundo antes
de que una sonrisa de satisfacción aparezca en sus labios.
—Kyle —advierte Kane, intuyendo claramente dónde tiene la cabeza.
Me quedo inmóvil mientras avanza hacia mí. No se detiene hasta que su frente
choca contra la mía y yo retrocedo tambaleándome hasta chocar con la puerta.
—¿Kyle? —Respiro. Es difícil pensar con su calor quemándome la piel y sus ojos
furiosos clavados en los míos.
—Kyle. —Vuelve a gruñir Kane, pero él lo ignora por completo, su atención se
centra únicamente en mí.
—Esto. No. Se. Ha. Terminado —expone en voz tan baja que solo yo puedo
escuchar la advertencia.
—Lo s… siento —tartamudeo, necesitando decir cualquier cosa que me aleje de
él ahora mismo antes de hacer algo de lo que me arrepienta. Ya he hecho bastantes
cosas que me mantienen despierta por la noche.
Una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios, mas es pura maldad.
—Ya es un poco tarde para eso, ¿no crees, Gatita? —Su mano se desliza alrededor
de mi cuerpo y desliza mi teléfono en mi bolsillo trasero, donde estaba la primera
vez que lo encontró. Se inclina hacia mi oído y mis ojos se cierran cuando su aliento
acaricia mi piel sensible—. Pronto nos pondremos en contacto para nuestra próxima
sesión. Espero que sea un poco más... —Jadeo cuando su mano se desliza bajo mi
sudadera y me rodea las costillas—. Satisfactoria.
Antes de darme cuenta, su tacto ardiente desaparece y abre la puerta a mi espalda.
Con un chillido, me caigo de espaldas hasta que aterrizo sobre mi trasero.
—Ups —dice Kyle encogiéndose de hombros, con su mirada clavada en mis
piernas abiertas.
—¡Maldita sea, hermano! —Kane dice bruscamente, acercándose para ayudarme
a levantarme.
Tomo su mano cuando me la ofrece y me levanta.
—G… gracias —musito cuando vuelvo a estar de pie, aunque soy incapaz de
mirarlo a los ojos teniéndolo tan cerca. Su sola presencia me pone nerviosa, y mucho
más estar tan cerca de su pecho desnudo.
—Dale tiempo. Ya se le pasará.
Miro alrededor de Kane a su hermano menor, que sigue furioso detrás de él. Tiene
el pecho agitado, los labios apretados en una delgada línea, su mandíbula vibra de
frustración y sus ojos vuelven a ser de un gris oscuro.
Sus ojos se abren un poco al notar mi atención, pero enseguida vuelve a fruncir
el ceño.
—Sí, ya veremos. —Me doy la vuelta, me cuelgo la mochila al hombro e intento
alejarme con toda la dignidad que puedo.
Estoy a mitad de camino cuando la profunda voz de Kyle me hace detenerme.
—Asegúrate de ponerte esas braguitas rojas la próxima vez, Gatita.
Levanto la mano, le hago una seña con el dedo medio por encima de mi hombro
y sigo caminando sin mirarlo.
Imbécil.
En cuanto estoy en mi auto, cierro las puertas con seguro, apoyo mi cabeza hacia
atrás y cierro los ojos.
Mi corazón sigue acelerado y me sudan las manos mientras revivo el momento
que pasamos en su casa.
Sabía que la primera vez que estuviéramos cerca sería un desastre, pero no pensé
que sería así.
—Maldición —murmuro para mis adentros.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo y recuerdo que estaba vibrando antes de que Kyle
me lo robara.
Levanto mi trasero del asiento, lo saco y miro la pantalla. Hay un mensaje en
nuestro chat de grupo, pero todos los demás son de Nathan.
Se me hace un nudo en el estómago al saber que Kyle vio que me estaba mandando
mensajes. Me siento ridícula por pensarlo siquiera. Tengo todo el derecho de tener
novio y de que él me mande mensajes. Kyle nunca ha sido nada para mí. Solo porque
mi yo preadolescente se enamoró de él durante años y tuviéramos una noche que
podría haberse convertido en algo antes de que su vida cambiara para siempre, no
significa nada.
Abro sus mensajes.

NATHAN: ¿Tuviste un buen día? Tengo muchas tareas que hacer esta noche.
Nathan: No puedo esperar para verte este fin de semana.
Nathan: Odio los dormitorios. La música está tan alta que apenas puedo
pensar. ¿Qué estás haciendo ahora?

—DIOS.
Cierro sus mensajes y abro el chat de grupo para encontrarme a Ruby exigiendo
que todas nos arreglemos en su casa el sábado por la tarde para la fiesta de Justin.
Mi pulgar pasa por encima de la pantalla, intentando decidir cómo voy a librarme
de ir, no obstante, ni siquiera lo intento porque sé que no hay nada que pueda decir
que me ayude a conseguir lo que quiero. Sobre todo, si Nathan va a estar allí.
Vuelvo a mi conversación con él.

HARLEY: Perdona... estaba haciendo la tarea con un amigo. ¿Cuál es el plan


para este fin de semana? ¿Quieres hacer algo el sábado por la noche?

EMPIEZA A TECLEAR INSTANTÁNEAMENTE, pero su respuesta es


exactamente la que no quería.
NATHAN: Tú y yo tenemos planes el viernes por la noche. El sábado es la fiesta
de Justin. Es para ustedes, así que tienes que ir.

GRUÑO. Que la fiesta sea para las animadoras no es más que una excusa para una
fiesta, aunque nadie la necesite. A nadie le importará un comino si voy o no.

HARLEY: Prefiero pasar tiempo contigo.

SIENTO un poco de esperanza de que se olvide de la fiesta ante la promesa de que


algo va a pasar.

NATHAN: Tendremos tiempo de sobra solo nosotros dos.

PONGO LOS OJOS EN BLANCO. Realmente no voy a salir de esta, ¿verdad?


Arrojo mi teléfono a la consola, arranco el motor y me alejo de la acera, más que
dispuesta a alejarme de Kyle y de los recuerdos de lo que ha pasado esta tarde dentro
de esa casa.
Si tan solo fuera así de fácil.
CAPÍTULO SIETE
KYLE

—¿A eso llamas alejarte de ella? —brama Kane, volviendo su mirada asesina
hacia mí.
Sacudiendo la cabeza, doy media vuelta y me dirijo a mi habitación.
—¡No me des la espalda! —grita, haciendo que me detenga en la puerta—. Hice
todo esto por ti. Todo, carajo. Lo menos que puedes hacer es hacer lo que te digo.
—¡Vete a la mierda, Kane! ¿Qué crees que le haré?
Cierra el espacio entre nosotros. Sus hombros se tensan y sus puños se cierran
con frustración.
—Estás furioso con ella, lo entiendo. Sin embargo, tienes que dejarla en paz.
—¿Y eso por qué? —pregunto, burlándome de él—. Porque no quieres tener que
ver a Letty nunca más.
Sus labios se tuercen y sé que estoy tocando un punto sensible.
—Esto no tiene nada que ver con ella.
—¿No tiene nada que ver? Entonces, ¿por qué demonios te importaría lo que hice
con Harley? Ella no es nada para ti.
—No, no lo es. Ninguna de las dos lo es. —Está mintiendo, puedo verlo en sus
ojos—. Estás enojado con ella. Quieres hacerle daño por lo que te hizo, lo entiendo.
Demonios, yo también quiero. Pero tienes que superarlo, a menos que quieras acabar
de nuevo en el mismo lugar del que acabas de salir.
Me río.
—Crees que voy a hacerle daño. ¿Acaso no me conoces?
Le doy la espalda, me desabrocho mis jeans y los dejo caer para ponerme mis
pantalones deportivos.
—Todo lo que sé es que quieres venganza, pero déjame decirte, hermanito. No
te hará sentir mejor.
—Cuidado, hermano. O estarás a punto de admitir lo que pasó con ella esa noche.
—¡Esto no se trata de mí! —vocifera, su cara poniéndose completamente roja.
—Siempre se trata de ti, Kane. —Me enfurezco, metiendo mis pies en mis zapatos
deportivos y pasando rápidamente junto a él.
—No, Kyle. Esto ahora mismo, todo esto es sobre ti y sobre asegurarme de que
tengas un futuro por delante. ¿Por qué demonios crees que busqué a la maldita Jada
Hunter para que me ayudara con esta mierda, cuando no quiero tener nada que ver
con ellos? Fue por ti, idiota.
—Oh, así que ahora admites a quién acudiste por ayuda.
—Para empezar, no pensé que lo fueras a tomar muy bien. Ya era bastante malo
que viniéramos aquí.
—Como sea, hermano.
Empujo la puerta principal y salgo corriendo.
Necesito algo para expulsar la energía que recorre mi cuerpo después de tenerla
entre mis manos.
Aparto la imagen de sus ojos oscuros mirándome como una ratoncita asustada.
—¡Mierda! —grito mientras tomo el camino entre un par de casas y acelero el
paso. Necesito hacer algo que no implique averiguar dónde vive y terminar lo que
empezamos.
Aprieto los puños al recordar la manera en que tembló cuando pasé la punta de
mis dedos por sus muslos, cómo sé que las palabras que le dije en la mesa eran ciertas.
Si hubiera ido más arriba, sé que habría encontrado esas braguitas de encaje rojas
empapadas por mí.
El deseo inunda mis venas y mi polla amenaza con hincharse a pesar de la
velocidad a la que voy.
De verdad necesito coger, carajo.
Pienso en esas chicas con las que me desperté la otra mañana. Es imposible que
haya pasado algo con ellas. Habría sentido un poco de alivio si hubiera sido así, pero
como están las cosas, estoy tan reprimido como lo he estado desde que me encerraron
y no tuve más que mi mano para desahogarme.
Me viene a la cabeza esa animadora de la cafetería. Seguro que podría serme útil,
no obstante, pienso en ella como una posibilidad, y pierdo todo el interés.
Corro hasta que me duelen los músculos y tengo la piel cubierta de sudor. No
tengo idea de en qué lugar termino y es solo por casualidad que logro encontrar el
camino de regreso a nuestra calle.
Como era de esperar, el auto de Kane ya no está mientras camino a paso lento por
nuestra entrada. Por suerte, dejó la puerta abierta. Lo último que necesito es pasar la
noche en el porche porque el imbécil me dejó afuera.
Mientras atravieso la casa en dirección al baño, algo en la mesa del comedor llama
mi atención.
Levanto la bolsita de hierba y miro la nota.
Tranquilízate un poco, ¿sí?
Sacudo la cabeza, la dejo donde estaba y sigo adelante.
Me pongo bajo el torrente de agua tibia y dejo que el líquido me limpie por
completo, pero mientras estoy allí, en lo único que pienso es en ella. Sabía que
invitarla a mi casa era una mala idea, sin embargo, era el único lugar en el que podía
imaginar nuestro primer encuentro, lejos de miradas indiscretas.
Mi miembro palpita al pensar en lo suave que era su cuerpo, al recordar el pequeño
gemido que retumbó en su garganta cuando la toqué. Entonces vuelvo a aquella fiesta
de hace más de un año, mientras ella bailaba a horcajadas sobre mi regazo con su
minivestido. Aquella noche también tenía puestas unas bragas rojas.
Mis dedos envuelven mi pene mientras recuerdo cómo las sujeté hacia un lado y
pasé mis dedos por su humedad.
—Mierda —siseo, con la otra mano apoyada en los azulejos mientras me bombeo
con imágenes suyas en mi cabeza. Su maldito cuerpazo, su piel bronceada, sus
fascinantes ojos oscuros y sus labios carnosos.
—¡Maldición! —Mi gruñido inunda el pequeño baño cuando me vengo en la
bandeja de la ducha.
Inclino la cabeza hacia el torrente de agua, pero en cuanto mis latidos vuelven a
la normalidad me doy cuenta de que correr y ese orgasmo no han hecho una mierda
por mí.
Irritado conmigo mismo y con mi necesidad por ella, cierro la ducha y salgo.
Después de secarme y ponerme ropa limpia, agarro la bolsita de hierba y me dirijo
al columpio del porche con la esperanza de hacer lo que me sugirió Kane y relajarme
de una puta vez.

—¡EN mi casa esta noche! Tengo la casa para nosotros solos —anuncia Zayn después
de nuestra sesión de acondicionamiento después de clases el viernes.
Sus palabras me arrancan una sonrisa. Puede que solo lleve aquí unos días, pero
estoy más que listo para descubrir dónde viven él y Harley.
—Legend, ¿te apuntas? —pregunta acercándose con una toalla alrededor de la
cintura.
—Por supuesto. Estoy listo para descubrir cómo se divierten por aquí.
—Esta noche será tranquila, la verdadera fiesta es mañana por la noche. ¿No es
así, J? —le dice a Justin, que parece ser el anfitrión de la fiesta oficial de este fin de
semana.
—Claro que sí, amigo. Mis padres ya se fueron, pero Nathan me echará esta noche
para que pueda estar a solas con tu hermana.
Un gruñido retumba en la garganta de Zayn ante la mención de Harley, aunque
estoy seguro de que no es nada comparado con la forma en que se me retuerce el
estómago ante la mención de que esté en una casa sola con su novio.
Quiero preguntar por él, por ellos, mas me trago mis interrogantes. No necesito
que Zayn indague demasiado. Por lo que sé, no tiene idea de lo que pasó en aquella
fiesta, solo que Harley llamó a la policía y yo acabé cumpliendo una condena por ello.
Estoy seguro de que, si supiera que le puse las manos encima a su hermanita, no me
habría invitado a su círculo en cuanto llegué aquí.
—Será mejor que le pongas algunas putas reglas. No voy a permitir que un chico
de colegio privado pervierta a mi hermana pequeña, J.
—Nah, Nathan es una buena persona, hermano. Además, escuché sus planes para
esta noche. Ese cabrón está tan azotado por ella que ni siquiera es gracioso.
—No quiero saber nada de mi hermana azotando a nadie.
Algunos de los chicos continúan burlándose de Zayn y hacen algunas
insinuaciones sobre lo que Harley podría estar tramando esta noche, pero por suerte
en el momento en que inmoviliza a uno de ellos contra la pared por la garganta, todo
el mundo parece detenerse. Menos mal, porque yo estuve a dos segundos de hacer
algo parecido y no necesito que nadie aquí profundice demasiado en mis sentimientos
por la hermana menor de Zayn. Demonios, ni siquiera yo quiero darle importancia.
En lo que a mí respecta, quiero venganza y eso es todo.
Venganza.
Todos comienzan a desaparecer una vez vestidos, no obstante, cuando Zayn se
dispone a marcharse, se detiene junto a mí, mientras meto mi ropa húmeda y sudada
en mi mochila.
—¿Quieres venir conmigo ahora? Podríamos pedir pizza antes de que lleguen los
otros cabrones.
—Eh...
—Tengo hierba y vodka.
—Suena genial, hombre. —No es como si realmente necesitara un incentivo,
simplemente no quería parecer demasiado ansioso.
—Puedes seguirme.
El trayecto hasta el hogar de Zayn es rápido y me quedo asombrado cuando
conduce hasta la entrada de una casa enorme.
Sabía que a su madre le había ido bien, pero ¡mierda! Este lugar está a años luz
de los remolques de mierda en los que crecimos.
—Wow, este lugar es... —digo después de estacionarme detrás de él y salir,
recorriendo con la mirada la enorme casa que tengo ante mí.
—Lo sé, ¿verdad? Un poco impactante después de Creek.
—Tan cierto, carajo.
—Vamos, te daré un tour y luego comeremos.
Asiento con la cabeza y lo sigo hacia el interior.
—Jesucristo —murmuro mientras entro al enorme vestíbulo con una
impresionante escalera que lleva al segundo piso.
—Buenas tardes —anuncia Zayn mientras gira a la izquierda. Unos pasos corren
hacia nosotros y cuando levanto la vista me encuentro a su chica saltando a sus brazos.
—Zayn. —Otra voz conocida, una que me produce un cosquilleo, advierte—:
¿Qué demonios hace él aquí?
—Ha venido a pasar el rato antes de que lleguen los chicos. No creí que te
importaría, saldrás con el galán. —Zayn se aparta al decir esas últimas palabras y los
ojos de Harley encuentran los míos.
La saludo con la cabeza.
—Tienes planeada una noche especial, ¿eh? —pregunto, aceptando una lata de
refresco que Zayn saca para mí del refrigerador.
Se me queda mirando un momento, con los ojos entrecerrados por la rabia.
—Voy a arreglarme.
Sin decir otra palabra, Harley se baja del asiento y sale corriendo de la habitación.
—Bueno, eso salió bien —murmuro, tomando asiento en el lugar que dejó libre.
—Voy a...
—Déjala, Pops. Tendrá que acostumbrarse a tenerlo cerca.
Los ojos de Poppy encuentran los míos.
—En la escuela, sí, sin embargo, no necesitabas traerlo aquí y restregárselo delante
de sus narices.
—Simplemente quiero pasar el rato con mi viejo amigo. ¿Eso es tan malo, nena?
—La estrecha entre sus brazos y le roza su cuello con su nariz.
—¿Quieren que los deje solos? —inquiero con un tono divertido.
—No, voy a ver cómo está Harley. Solo... sé un poco más sensato. —Poppy me
mira y entrecierra los ojos en señal de advertencia.
—¿Qué? ¿No fui amable? —pregunto a la defensiva. La verdad es que no tengo
idea de lo que Harley les ha contado a sus amigas sobre mí. Si son tan ignorantes
como Zayn de lo que pasó entre nosotros o lo saben todo.
Por la forma en que Poppy me está mirando ahora, me inclino por lo segundo.
Supongo que debería esperarlo. Las chicas se cuentan todo.
—Bajaré a buscarte en un rato. —Poppy roza sus labios con los de Zayn, pero se
retira antes de que él pueda tomar lo que realmente quiere.
Él la mira marcharse, prácticamente babeando mientras ella se va.
—No puedo creer que tu madre les permita vivir juntos —señalo, preguntándome
por qué no la sigue y toma lo que tan claramente quiere.
—Es complicado. Si no viviera aquí, no sé dónde habría ido a parar.
—A tu madre le gusta ayudar a chicos con problemas, ¿eh?
—No tienes idea. ¿Vamos? —indica, inclinando la barbilla hacia la puerta.
—Claro.
Se abre paso por la casa como si fuera algo normal, que supongo que lo es, yo,
en cambio, me quedo boquiabierto mirando cada habitación por la que pasamos. Este
lugar es enorme y me hace apreciar mucho más lo que hizo Jada. La gente no sale así
como así de Harrow Creek, y si tienen la suerte de hacerlo no encuentran realmente
este nivel de éxito. Esto realmente demuestra que Jada Hunter es única en su tipo.
Esta es la mierda con la que nosotros, los chicos de Creek, soñamos, pero sabemos
que está totalmente fuera de nuestro alcance. Esto me hace reconsiderar. Un año
decente en Rosewood High y con suerte una oportunidad en alguna universidad y
podría hacer algo, hacer cualquier cosa, mejor que la vida a la que me habrían
condenado en Creek.
—Esta es mi guarida.
—Y es más grande que toda nuestra casa. —Contemplo la enorme televisión de
pantalla plana que ocupa casi toda una pared, las ventanas que abarcan desde el suelo
hasta el techo que cubren otra junto con dos sofás gigantes, un refrigerador y todo lo
demás que un grupo de chicos podría necesitar para entretenerse un rato.
—Eres bienvenido cuando quieras, hombre. Mi casa es tu casa.
—No estoy seguro de que todos bajo este techo estén de acuerdo con eso.
—Harley se acostumbrará. Dale tiempo.
Le doy la razón porque no hay mucho más que hacer, pero estoy seguro de que
las cosas van a mejorar en vez de empeorar.
Me dejo caer en uno de los sofás y apoyo mis pies en la mesa de centro.
—Esto es vida, amigo. Eres un hijo de puta muy afortunado, ¿lo sabías?
—Sí. —Se ríe—. Sí, lo sé. —Se acomoda en el otro sofá y me mira—. Entonces,
¿cuál es el plan? Un año en Rosewood y luego...
—Veamos si sobrevivo al año primero.
Se ríe entre dientes.
—Sé que solo han pasado tres días, pero ese lugar es como un parque infantil
comparado con el zoológico al que estamos acostumbrados. Allí no tendrás ningún
problema. Además, tienes muchas posibilidades de entrar al equipo, y has comenzado
a dar tutorías de nuevo, ¿verdad?
—Eh... s… sí. No creo habértelo contado —murmuro, sabiendo perfectamente
que no lo hice porque no quería decirle que me habían asignado a Harley como
alumna.
—No, Ash lo mencionó. Quieres ir a la universidad, ¿verdad?
—Sí, supongo. Ni siquiera sé si es posible ahora. Kane invirtió todo lo que
teníamos en la casa para traerme aquí. No sé qué nos deparará el futuro.
—Lo que tú quieras, hombre. Empieza a analizar universidades, mira qué
requisitos piden para las becas, serían estúpidos si no te aceptaran.
—Ya veremos. Un paso a la vez.
Tocan la puerta y Ashton asoma la cabeza.
—¿Todo bien? —Se deja caer a mi lado—. Ruby subió a ayudar a Harley —
explica.
—¿Así que básicamente aquí es donde pasan el rato mientras las chicas se peinan
y eso? —pregunto, mirando entre ellos con una sonrisa burlona.
—Básicamente.
—Saben que probablemente estén arriba hablando de ustedes en este momento,
¿verdad?
—Nah, están hablando de ti. Harley te odia, hombre.
CAPÍTULO OCHO
HARLEY

—D e verdad lo odio, ¡demonios! —gimo mientras Ruby entra en mi


habitación y yo me siento en el tocador a rizarme el cabello.
Poppy suspira.
—Concéntrate en esta noche. No puedes ir a una cita con tu novio mientras estás
enfadada con otro chico. Sobre todo, si no nos dices por qué.
Abro la boca para contarles lo de la sesión de tutoría, pero no sale ninguna palabra.
—Es verdad. Tienes razón. Solamente pensaré en Nathan.
—¿Sabes lo que está planeando?
—No, solamente que tenemos la casa para nosotros solos porque Justin estará aquí
y su hermano menor está en otra parte.
—¿Esta noche es la noche? —pregunta Ruby, moviendo la cadera con entusiasmo.
Estoy bastante segura de que se supone que deberían aparecer mariposas en mi
estómago al escuchar esas palabras, sin embargo, no es así. Me siento totalmente
desanimada por lo de esta noche.
Solo puedo pensar en él, en el tiempo que pasamos juntos en su casa anoche y en
las ganas que tengo de hacerle daño. Demostrarle que no puede jugar conmigo como
intenta, que no caeré en su trampa.
Maldito sea. Lleva aquí tres malditos días y ya me está llevando al borde de la
locura.
—No lo sé.
—Podrías sonar al menos un poco emocionada o nerviosa... o lo que sea, para
ser honesta.
—Lo estaré una vez que llegue y vea lo que está planeando. En este momento hay
demasiadas ideas dando vueltas en mi cabeza. No quiero suponer nada y que luego
no ocurra.
—¿Cómo puedes ser tan racional sobre esto? Yo sería un manojo de nervios.
Inmovilizo a Ruby con una mirada por encima de mi hombro en el espejo.
—¿Qué?
—N… nada. ¿Qué te pondrás?
Miro hacia el vestido que cuelga de la puerta de mi armario.
—Es bonito.
Un silencio incómodo desciende sobre nosotras mientras las observo intercambiar
una mirada preocupada a mis espaldas.
—¿Quieren ponerme al corriente de su pequeña conversación en silencio? —
espeto, con mi irritación en aumento.
—Solo estamos preocupadas por ti. La llegada de Kyle ha...
—¿Ha hecho qué?
—Te ha puesto de un humor raro. Nos preocupa cómo lo estás manejando.
—No hay nada que manejar. Él está aquí. Lo estoy ignorando. Fin de la historia.
—¿Por eso cuando entré estabas hablando de él? —Ruby levanta una ceja.
—Está abajo con Zayn —le digo a Ruby.
—Ah.
—Todo está bien. Simplemente es raro verlo aquí. Mi vida en Rosewood es... es
diferente de la vida que tenía cuando él formaba parte de ella.
Poppy entrecierra sus ojos mirándome.
—¿Hay algo que no nos estás contando? Es amigo de Zayn, sé que te gustaba,
pero... ¿hay algo más?
Mi piel arde mientras ambas me miran fijamente.
Mi boca se entreabre para mentir, pero pronto me doy cuenta de que no me salen
las palabras.
—¡Maldita sea, lo sabía!
—No puedes decírselo a Zayn, Pops. Me mataría.
—Zayn no tiene ningún derecho, Har. Se acuesta con tu mejor amiga, así que creo
que deberías tener un pase libre. Ya le advertiste bastante que lo harías.
—Pero esto fue antes —musito—. No puede saber que pasó algo entre nosotros.
Está en el pasado. Se acabó.
—¿Y por eso te sigue afectando? —señala Poppy.
—Yo era joven. No fue nada más que eso.
—¿Pero lo besaste?
—¡Basta! —reviro, dejando de golpe mi plancha de cabello sobre la encimera
y levantándome de mi asiento—. Todo eso pertenece al pasado. Sí, pasó algo, pero
fue un error. Se acabó. No hay nada entre nosotros. Me odia, por una buena razón.
Lo que necesito ahora es mantenerme lo más lejos posible y ni siquiera pensar en él
mientras me preparo para una cita con mi novio. —Las miro a ambas y se apresuran
a cambiar de conversación y hablar de un chisme que Poppy escuchó hace un rato
en la clase de Física.
No les presto atención mientras me siento de nuevo para maquillarme, intentando
como una loca en concentrarme en lo que me espera esta noche en lugar de
preocuparme por el chico de abajo.
—Bien, estoy lista. —Extiendo mis brazos a los lados una vez que regreso del
baño después de subirme el vestido por mi cuerpo y espero el veredicto de las chicas.
—Hermosísima, como siempre.
—Nathan va a perder la cabeza —dice Ruby—. ¿Tienes puesto un sostén? —
pregunta cuando giro en sentido contrario a donde las dos están sentadas en mi cama,
mostrándoles la espalda abierta.
—No. ¿Está mal? No quiero que piense...
—Es perfecto. Le encantará.
—De acuerdo. —Respiro, soltando un suspiro y bajando un poco el dobladillo
corto. De repente me invaden los nervios que creí que debería haber sentido antes.
—Ponte una chaqueta y sal de aquí. No lo hagas esperar más —ordena Poppy,
levantándose de la cama, Ruby la sigue rápidamente para ir a buscar a sus chicos.
«Bien, vamos hacerlo».
Las voces de los chicos se filtran hasta nosotras mientras bajamos las escaleras.
—Harley, nena, me estás matando —anuncia Justin, con la mano sobre el corazón
como si le doliera—. Recuérdame por qué le permito pasar la noche contigo.
—Porque si le pones un dedo encima, imbécil, te destripo como a un maldito pez
—advierte Zayn al salir de la cocina, con los brazos cargados de bebidas y bocadillos.
Justin me recorre con la mirada y se detiene en mis piernas más de lo debido. Mi
cuerpo se calienta ante su interés, a pesar de las miradas asesinas que recibe de mi
hermano.
—Har, ¿no crees que deberías ponerte algo un poco más...?
—¿Un poco más qué? —Poppy revira a su novio, dando un paso adelante como
si me estuviera protegiendo—. Se ve hermosa.
—Ardiente —se burla Justin mientras desaparece a la vuelta de la esquina antes
de que le den una paliza.
Por suerte, Poppy consigue aplacar a Zayn y en cuanto le pasa las manos por el
pecho, se olvida de mí.
—Anda, vete de aquí mientras está distraído —anima Ruby riendo, empujándome
hacia adelante.
—¿Estás segura de que esto está bien? —Me miro y vuelvo a dudar de mi atuendo.
—Te ves más que deslumbrante, Har. A Nathan le encantará.
—Pero no crees que le hará pensar...
—Har, es un adolescente, lo pensaría si aparecieras vestida con un costal.
—Supongo —murmuro, volviendo a mirar hacia las escaleras, deseando de
repente poder irme y esconderme.
La semana pasada, nada me habría gustado más que estar a solas con Nathan.
Pero ahora... ahora que él ha aparecido y ha puesto mi mundo de cabeza, no sé lo
que quiero.
—Es uno de los buenos, Har. No hará más de lo que tú quieras. —Lo dice con
mucha confianza e internamente hago muecas de disgusto al escucharla.
Siempre he dicho que quiero un chico bueno, uno que mi padre apruebe, pero sé
que eso solo se debe a mi experiencia con los chicos malos.
Sin instrucciones, mi cabeza me lleva de vuelta a la casa de Kyle y a cómo me
sentí al quedar atrapada entre su cuerpo y la puerta. Mi ritmo cardíaco aumenta. Dada
la mínima oportunidad, habría tomado exactamente lo que quería. Si Kane no hubiera
estado allí mirando, no me cabe duda de que habría llegado más lejos. La advertencia
estaba justo ahí en sus ojos, su necesidad evidente en su tacto insistente.
«Y tú habrías dejado que ocurriera». Alejo la vocecita de mi cabeza, pero al
hacerlo volteo hacia atrás para despedirme de Poppy y Ruby. Están al pie de la
escalera, donde las dejé, sin embargo, no son ellas las que captan mi atención. Es el
chico que está en la puerta de la guarida de Zayn con una mirada peligrosa.
Se me corta la respiración cuando nuestras miradas se cruzan antes de que él aparte
la suya para mirar mi cuerpo. Lleva puesta su típica gorra hacia atrás, una sudadera
negra con capucha con las mangas subidas hasta los codos y jeans oscuros con sus
manos metidas en los bolsillos. Por la tensión de los músculos de sus brazos, diría que
tiene los puños apretados y me produce una gran sensación el hecho de que pueda
provocar una reacción en él.
—Bien, bueno... —digo, sosteniendo su intensa mirada—. Supongo que las veré
más tarde. No hagan nada que yo no haría.
—¿No deberíamos estar diciéndote eso? —Ruby se ríe entre dientes.
Con una sonrisa en dirección a Kyle, doy media vuelta y me dirijo a la puerta
principal para emprender la huida y ver qué me depara la noche, pero no consigo salir
de casa antes de que Poppy abra la boca y me haga desear que me trague la tierra
por completo.
—Tienes condones, ¿verdad?
—Al carajo con mi vida, no puedo escuchar esta mierda —refunfuña Zayn y se
marcha.
—Las veo luego. —La emoción que me recorría hace unos segundos se desvanece
cuando cierro la puerta y exhalo un largo suspiro.
«Esta noche será divertida, es lo que has deseado desde que conociste a Nathan
hace unas semanas».
Obligo a mis piernas a llevarme hasta el coche y me dejo caer, reclinando mi
cabeza hacia atrás y respirando tranquilamente otra vez.
Al cabo de un momento, me repongo, arranco el motor y empiezo a salir de la
entrada, pero en cuanto levanto la vista, lo veo de pie junto a una de las ventanas del
vestíbulo.
Como no quiero perderme en su mirada de odio, aparto los ojos, hago como si no
lo hubiera visto, pongo el auto en marcha y piso el pedal a fondo para alejarme de él.
Cuanto antes lo haga, mejor. Mi vida iba perfectamente bien antes de que él
decidiera arruinarla con su bonito rostro y sus cautivadores ojos.
La escuela iba bien, dejando a un lado las Matemáticas, las animadoras eran épicas
y tenía un chico agradable, alguien que quería tratarme bien y hacerme sonreír.
¿Por qué todo eso parece tan absurdo ahora?
Maldito sea.
Llego a casa de Justin en un tiempo récord y me estaciono junto a su Porsche.
Los nervios hacen que me tiemblen las manos contra el volante. Sacudiendo la
cabeza, bajo la visera y reviso mi cabello y mi maquillaje antes de abrir la puerta y
salir.
Le estoy dando demasiadas vueltas a todo esto. Solo vengo a pasar el rato.
La puerta se abre antes de que haya cruzado la mitad del camino hacia la entrada
y los ojos de Nathan recorren mi cuerpo, igual que lo hicieron los de otra persona
no hace mucho.
Destierro esos pensamientos de mi cabeza mientras subo un par de escalones hasta
la puerta principal.
—Harley, estás... wow.
Una sonrisa se dibuja en mis labios y deslizo mi mano por la que me ofrece. Me
rodea la espalda con nuestras manos unidas, me atrae hacia su cuerpo y deja caer sus
labios sobre los míos.
—Hola —digo casi tímidamente cuando se aparta.
—Hola, me alegro mucho de que estés aquí —comenta, con sus ojos alternando
entre los míos.
—Yo también —susurro con sinceridad. Ahora que estoy aquí y puedo dejar atrás
todo lo que estaba pasando en mi casa, estoy realmente emocionada.
Me sonríe y recuerdo la noche en casa de Ethan, hace unas semanas, cuando nos
conocimos. Su cabello oscuro está peinado a la perfección, sus ojos color avellana
tienen ese mismo brillo y su mandíbula es tan marcada y cuadrada que me dan ganas
de trazarla con la punta de mi dedo.
—Pasa, debes tener mucho frío.
No me suelta, mientras me dirige hacia el interior y cierra la puerta detrás de
nosotros.
—Yo... eh... no estaba segura de qué ponerme.
—Podrías ponerte cualquier cosa y seguirías estando preciosa, Harley. —Su mano
rodea mi nuca mientras el calor se apodera de mi vientre.
Sus labios vuelven a rozar los míos antes de que su lengua recorra el inferior. Mis
labios se separan con impaciencia y él, más que dispuesto, acelera el ritmo. Su otra
mano baja hasta mi cintura apretándonos hasta que no tengo más remedio que sentir
su longitud entre nosotros.
—¿Cocinaste? —pregunto cuando por fin me deja respirar.
—Más o menos. No soy muy bueno en la cocina. Vamos. —Entrelaza sus dedos
con los míos y me lleva hacia el interior de la casa después de permitirme quitarme
mis botines de tacón y dejarlos con los demás en el pasillo.
A medida que avanzamos por el pasillo, se pone más oscuro y veo una luz
parpadeante en la habitación más alejada, que sé que es la sala de Justin.
—Oh, vaya —suspiro cuando entro en la habitación y veo que hay luces colgadas
y un picnic colocado en la alfombra en medio de la habitación.
Lo miro mientras me observa tímidamente, esperando mi respuesta.
—¿Hiciste todo esto para mí?
Se encoge de hombros.
—Quería que esta noche fuera algo que recordaras.
Me derrito, no puedo evitarlo. Nathan es como el novio perfecto. Todo lo que he
deseado desde que me mudé a Rosewood.
—Es perfecto. ¿Qué hay de comer? —pregunto, pisando la manta y sentándome
al lado de la canasta de picnic.
—Literalmente todo lo que se me ocurrió. —Se ríe, sentándose al otro lado y
abriendo la tapa, dejándome ver la enorme cantidad de comida que hay dentro.
—Sabes que solamente somos nosotros dos, ¿verdad? —agrego riendo
simplemente para confirmar que no está planeando alimentar a todo el equipo esta
noche.
—Lo sé. Es que no estaba seguro de lo que te gustaba. Solamente hemos comido
juntos un par de veces y las dos fueron pizza así que...
—Me parece justo. —Le ayudo a colocarlo todo frente a nosotros, con una sonrisa
en los labios todo el tiempo.
—Espero que tengas hambre —dice una vez que la canasta de picnic está vacía.
—Sí, tengo hambre. Estaba demasiado nerviosa para almorzar —admito. Aunque
me guardo para mí el hecho de que no fue enteramente por él. Esta es una zona libre
de Kyle Legend.
—¿Sí? —cuestiona como si acabara de decirle que mañana es Navidad o algo así.
—Sí. Es agradable estar solos.
—Por fin, ¿no? ¿Alguna preferencia? —señala, levantando el control remoto del
televisor.
—¿Música?
—Claro.
Hace clic en varios canales antes de decidirse por uno, se tumba de lado y se apoya
en un codo, lo que me da la oportunidad de observarlo con detenimiento.
Lleva puesta una Henley azul marino con las mangas subidas hasta los codos y
unos jeans oscuros, casi negros. No es muy diferente a él, la principal diferencia es
que la ropa que viste Nathan lleva etiquetas que estoy segura de que impresionarán
a sus amigos del colegio, pero a mí no me interesan demasiado. Solo es ropa. Me
importa una mierda la marca que lleven.
Miro fijamente el pequeño pedazo de piel que queda al descubierto alrededor de
su cintura y me muerdo el labio inferior al ver la pretina roja de sus bóxers. Nathan
está en forma, eso es evidente, pero es mucho más delgado que él. Supongo que no
es difícil, porque parece que se ha pasado todo el año en el gimnasio de la cárcel.
Se me revuelve el estómago al pensar en él encerrado, pero lo reprimo. No debería
estar pensando en todo eso en este momento.
Estoy aquí sentada con un chico increíble que me mira como si fuera algo especial
y mi cabeza está con otra persona, alguien con quien no quiero que esté.
—¿Estás bien? Pareces un poco ausente. —Su voz está llena de preocupación y lo
detesto—. Sé que no hemos hablado mucho esta semana, esperaba que fuera porque
¿estabas ocupada...? —sugiere.
—S… sí, lo estaba. Lo siento, las cosas han estado un poco locas esta semana.
Me peleé con mi mamá, el trabajo en la escuela ha sido duro. Lo siento, realmente
quiero disfrutar esto contigo.
Me sonríe, y su preocupación afortunadamente desaparece.
—Solo relájate, sí. No tienes que preocuparte por nada de eso esta noche.
Respiro lentamente.
—Eso suena muy bien.
—Toma —indica, ofreciéndome el tazón con papas fritas que tiene más cerca.
Estiro una mano, tomo un par y me las meto en la boca.
—¿Así que tienen la casa para ustedes solos el fin de semana? ¿No te echarán de
menos en la escuela?
—Nah, nadie se dará cuenta. Y a mis padres tampoco les importará.
Su expresión no cambia, pero veo que algo parpadea en sus ojos. Dolor.
—¿Por qué no quieres ir a una universidad fuera del estado? —pregunto. Ya me
ha dicho que lo aceptaron en MKU, pero por la manera en que habla de la escuela y
de sus padres, no hubiera pensado que querría quedarse.
—No lo sé —murmura entre dientes mientras come una salchicha—. Supongo
que es mi hogar. Me parece lo correcto.
—Me parece justo.
—¿Estás cerca de tomar alguna decisión?
—No, todavía no. Tengo tiempo de sobra —digo, aunque cuando las palabras
salen de mis labios escucho la voz de mamá en mi cabeza insistiéndome para que
tome una decisión sobre mi futuro.
Entiendo que quiera asegurarse de que los tres recibimos una buena educación,
pero no necesito tanta presión. Ahora mismo, necesito subir las calificaciones de esos
malditos exámenes antes de pensar siquiera en las solicitudes.
Charlamos de cosas sin sentido mientras picamos la comida que pusimos frente
a nosotros.
—¿Estás segura de que no quieres una? —pregunta mientras le quita la tapa a su
segunda botella de cerveza.
—No, gracias. Tengo que conducir de vuelta a casa.
—¿Tienes que hacerlo? —agrega mirándome por debajo de sus largas pestañas
oscuras.
Mi estómago se estremece.
—Yo... eh... no lo sé. Pero quiero tener la opción.
—¿Crees que vas a necesitar huir de mí?
—Quién sabe. Quizá resultes ser un asesino —bromeo.
Se ríe entre dientes.
—Bien podría serlo. ¿Terminaste? —Señala con la cabeza a los restos de comida
que ninguno hemos tocado en un buen rato.
—Sí, ya estoy satisfecha. Gracias, estaba delicioso.
—Fue solo un picnic.
—El mejor picnic que he tenido en mi vida —digo guiñándole un ojo mientras
le ayudo a recogerlo todo.
—No hace falta que me halagues, nena. Ya soy todo tuyo.
Sacudo mi cabeza y lo sigo hasta la cocina para limpiar.
—¿Trajiste algo de postre? —inquiero, dándome la vuelta para verlo moverse sin
esfuerzo por la cocina mientras recoge todo.
Me muerdo el interior de la mejilla al ver cómo se le tensan los músculos de los
hombros mientras trabaja.
—Sí, tengo... —Sus palabras vacilan cuando voltea y me encuentra mirándolo
fijamente—. ¡Mierda! —Jadea, levantando una mano y pasando sus dedos por su
cabello mientras me mira fijamente.
Mi piel se calienta cuando su mirada desciende por mi cuerpo, mis pezones se
estremecen contra la tela de mi vestido ante su atención.
—¿Qué? —pregunto con una sonrisa tímida que se dibuja en mis labios cuando
él no hace ni dice nada durante unos segundos.
—Tú, tú eres tan... Ni siquiera lo sé.
—Gracias, creo. Así que, ¿postre?
—Oh, s… sí. —Se aclara la garganta y voltea hacia el refrigerador, sin embargo,
no me pierdo que se reacomoda antes de abrir la puerta.
Saber que tengo un efecto sobre un tipo como Nathan me hace sentir como una
reina.
Me aparto del mostrador en el que estaba apoyada, me acerco a él y le rodeo la
cintura con el brazo mientras miro adentro.
—Tengo estos —indica, sacando un par de vasitos de mousse de chocolate.
—Perfecto. Necesito algo un poco dulce.
Tomo uno mientras cierra la puerta, pero no tengo la oportunidad de alejarme
porque él es más rápido y nos hace girar hasta que mi espalda vuelve a estar apoyada
contra el mostrador, solo que esta vez, él se acerca a mí.
Separo mis piernas permitiendo que uno de sus muslos se deslice entre ellas
mientras nuestras caderas se encuentran. Me mira fijamente, sus ojos examinando los
míos.
—No tengo suficiente de ti, Harley —susurra, posando su mano en mi cintura y
deslizándola hacia arriba hasta que se detiene en mis costillas, a menos de una pulgada
de mi pecho, que se agita, desesperado por sentir su caricia.
—Aquí estoy, Nathan.
—Me haces perder la cabeza —admite, su nariz rozando la mía—. Pero estoy
tratando de hacer lo correcto aquí.
No sé si ha estado con otras chicas. Por su aspecto y el hecho de que es una de
las estrellas de baloncesto de Maddison Prep, me sorprendería mucho que no hubiera
estado con unas cuantas. Ciertamente parece conocer los movimientos correctos y las
palabras adecuadas para hacer que me derrita. Pero le agradezco que vaya despacio.
No le he dicho que soy virgen, aunque creo que lo sabe. Por eso se contiene.
Dejándome tomar la iniciativa.
—Lo dices como si fuera una niña buena —suspiro, con nuestros labios tan cerca
que el calor de los suyos arde en los míos.
—Harley —gime como si sintiera dolor mientras su longitud se endurece entre
nosotros.
Si yo fuera otro miembro del equipo de animadoras de Rosewood, probablemente
ya estaría de rodillas ante él. Pero no lo soy, y tampoco quiero serlo.
La reputación de nuestro equipo tiene que cambiar y, una vez que se gradúen las
de último año, es una de las cosas en las que Ruby y yo queremos trabajar, si es que
nos eligen a ambas para hacernos cargo.
—Bésame.
Sus dedos me aprietan las costillas un segundo antes de que sus labios me besen.
A diferencia de cuando llegué, Nathan no se contiene. Su beso es duro, húmedo
y sucio, y no tardo en ahogarme en esa caricia de sus labios, en él.
Un gemido retumba en su garganta cuando su lengua se introduce en mi boca y
una oleada de calor me inunda.
—¡Carajo, Harley! —gruñe mientras nos besamos.
Dejando de lado su postre, me rodea el muslo con su enorme mano y levanta mi
pierna del suelo, envolviéndola alrededor de su cadera y abriéndome a él.
Jadeo, rompiendo nuestro beso, y entonces su erección presiona mi centro
sensible.
—Te gusta, ¿eh? —insta con arrogancia, pero no me da la oportunidad de
responderle porque inclina la cabeza y sus labios se aferran a mi cuello.
—Oh, Dios —gimo mientras succiona un punto sensible bajo mi oreja. Un
escalofrío me recorre todo el cuerpo.
—Deberíamos salir de la cocina —murmura contra mi piel al cabo de unos
minutos.
—Uh... s… sí. —Estoy de acuerdo, aunque no sé si mis piernas me sostengan y
me permitan caminar a algún lado en este momento.
Se echa hacia atrás, sus ojos examinan mi rostro, pero en cuanto los míos se posan
en sus labios, no puedo evitar reírme.
Acerco mi pulgar a su labio inferior y limpio mi lápiz labial.
—No es realmente tu color —admito, levantando mi pulgar para que vea el
maquillaje oscuro.
—No me importa de qué color sea, siempre que sea tuyo. Vamos.
Da un paso atrás y, por suerte, no me caigo al suelo por mis piernas de gelatina.
Toma los dos postres que abandonamos en el mostrador en una mano y la mía en la
otra.
Una parte de mí se pregunta si está a punto de llevarme arriba, y un rechazo está
en la punta de mi lengua cuando giramos de regreso a la sala.
No me gusta mi reacción inicial ante la posibilidad de que vayamos más lejos,
sobre todo después de sentirme como masilla en sus manos.
«Quizá esta noche no sea la noche».
Odio que pueda sentirse decepcionado si no puedo seguir adelante, pero una gran
parte de mí sabe que lo entenderá.
No me doy cuenta de que mis pasos se detienen cuando miro hacia las escaleras.
—¿Qué? …oh. ¿Querías...? —Se interrumpe y miro más allá de él hacia la
habitación, sin querer ver ninguna emoción en sus ojos.
—No, aquí está bien. Podríamos... encontrar una película o algo.
—Sí —acepta sin perder un segundo y sigue llevándome hacia la sala.
Tira unos cuantos cojines al suelo y nos volvemos a tumbar en la manta mientras
él busca algo adecuado entre los canales de películas.
Al final encuentra una comedia romántica juvenil y deja el control remoto. No
es mi tipo de película, aunque no me quejo. Tengo la sensación de que en realidad
no vamos a verla.
Sigo intentando ponerme cómoda cuando quita la tapa de mi postre.
—Toma —dice, ofreciéndome una cucharada de delicioso chocolate.
—Puedo alimentarme sola, ¿sabes? —señalo riéndome.
—Sígueme la corriente. —Me lanza una de esas sonrisas que debilitan mis
rodillas, con hoyuelo y todo, y yo cedo.
Abro los labios y dejo que deslice la cuchara antes de cerrar la boca. La dulzura
estalla casi de inmediato en mi lengua y no puedo evitar cerrar los ojos y gemir. Está
riquísimo y es exactamente lo que necesitaba.
—Demonios, nena. Me estás matando.
—Es tan delicioso.
—¿Sí? —pregunta, bajando la cuchara de nuevo al vasito, pero en lugar de
probarlo, lo deja donde está y se acerca—. Veamos que tan delicioso. —Su mano
me acaricia la nuca y acerca sus labios a los míos—. Mmm... No pensé que pudieras
saber mejor.
Su cuerpo se aprieta contra mí, una de sus piernas se entrelaza con las mías
mientras sigue besándome.
—Nathan —gimo cuando vuelve a atacar mi cuello, lamiendo, chupando y
mordisqueando la piel.
Todo mi cuerpo se calienta y de pronto siento que mi piel es demasiado pequeña.
—¿Sí, nena? Dime qué necesitas.
—Yo... Yo... —balbuceo porque, aunque mi cuerpo sabe exactamente lo que
necesita, mi cabeza no está del todo de acuerdo.
Su mano recorre mi cuerpo. Jadeo cuando su pulgar roza mi pezón, pero no se
detiene, sino que desciende hasta posar su mano en mi muslo desnudo.
—Este vestido, Harley. Es pecaminoso. —Me muerdo el labio inferior,
preguntándome una vez más si ponérmelo fue un error—. ¿Tienes idea de lo sexy que
te ves ahora mismo? —Se me agita el pecho al ver cómo recorre cada parte de mi
cuerpo—. Las cosas que quiero hacerte —murmura, y se me revuelve el estómago.
Sin embargo, mis pensamientos se interrumpen cuando sus labios vuelven a encontrar
los míos y me pierdo en su beso, en su tacto ardiente.
Su mano se eleva hasta meterse bajo mi falda.
El calor me inunda un segundo antes de que su pulgar roce la tela que me cubre.
—Carajo, nena. Estás empapada —me susurra al oído. Mi espalda se arquea y él
presiona un poco más fuerte contra mí—. ¿Quieres que te toque, nena? ¿Quieres que
haga que te vengas? —Su voz es tan profunda y áspera en mi oído que mis ojos se
cierran por sí solos.
Mi respiración es inestable, mi corazón se descontrola en mi pecho mientras su
propia respiración acelerada me acaricia el cuello y el hombro.
—Nathan —gimo de nuevo cuando sus labios se aferran a mi cuello y succiona lo
bastante fuerte como para dejarme una marca—. ¡Oh, Dios! —grito cuando desliza
mis bragas hacia un lado y pasa sus dedos por mi coño.
Su cuerpo vibra con un gruñido de aprobación por lo excitada que me encuentra.
Aprieto fuertemente los ojos y vuelvo a arquear la espalda mientras mi cuerpo
intenta absorber las sensaciones que él está provocando en mí.
No es la primera vez que alguien me toca así, pero no es...
—¡No! —exclamo, sentándome de golpe. Tardo un segundo en darme cuenta de
lo que está pasando, pero en cuanto lo hago dejo caer mi cabeza entre mis manos—.
Lo siento —murmuro entrecortadamente contra las palmas de mis manos, así que no
sé si puede oírme o no.
Me arde la cara y se me llenan los ojos de lágrimas por haberlo rechazado así. Y
la razón... no. No puedo. Ni siquiera puedo pensar en ello o me derrumbaré y caeré
al vacío.
—Lo siento —dice en voz baja, envolviendo sus dedos alrededor de mi muñeca
e intentando apartarme las manos de la cara, pero me resisto—. Es culpa mía. No
debería haberte presionado. Lo siento.
Respiro para calmarme y me limpio los ojos antes de apartar las manos.
—Creo que debería irme.
—No, Harley. No pasa nada. No necesitas...
—Sí es necesario. Siento mucho haberte arruinado la noche. Todo esto —expreso,
señalando lo que ha hecho por mí—. Todo esto fue perfecto. Lo siento.
Corro antes de que tenga tiempo de levantarse y ya estoy en el pasillo metiendo
mis pies dentro de mis botines y metiendo mis brazos dentro de mi chaqueta cuando
finalmente se une a mí.
—Por favor, no corras. Podemos ver la película. Relajarnos.
Sus manos se posan en mis brazos para detenerme y, cuando me niego a mirarlo
a los ojos, se agacha para que no tenga otra opción.
—Lo siento —susurro de nuevo, con mi voz llena de sentimiento.
—Harley, detente. —Una de sus manos toma mi mejilla y atrapa la lágrima que
cae con su pulgar—. No importa.
Aparto mi mirada de la suya, demasiado avergonzada para verlo, pero cuando
dirijo los ojos hacia abajo, noto que su miembro sigue abultando sus jeans y vuelvo
a odiarme.
¿Qué demonios me sucede? Tengo al chico más amable y dulce frente a mí,
prácticamente rogándome que pase tiempo con él, pero cuando cierro los ojos solo
lo veo a él.
Ha pasado más de un año desde que estuve cerca de él. Ni siquiera debería recordar
aquella noche, y mucho menos permitir que invada mi mente cuando debería estar
disfrutando de mi tiempo con mi novio.
—A mí... a mí sí. Lo siento.
Me zafo de su agarre, abro la puerta y salgo corriendo.
CAPÍTULO NUEVE
KYLE

E s agradable sentirse parte de algo otra vez y, mientras miro a los amigos de Zayn,
me pregunto si era aquí donde se suponía que debía estar todo este tiempo.
Suena música de fondo y hay repeticiones de partidos de fútbol americano
en la TV, pero nadie les presta atención, están demasiado borrachos, drogados o tienen
a una chica en el regazo. Bueno, solo Zayn y Ashton cuyas chicas están aquí. Por
alguna razón, prohibieron que otras nos acompañaran esta noche. Parece un poco
injusto si me preguntas, pero aquí estamos.
—Ustedes dos, ¿quieren hacerlo arriba? Puede que te haya echado de menos,
hermano, pero no quiero ver tu polla —exhorto arrastrando mis palabras a Zayn, que
tiene a Poppy en su regazo a mi lado—. A menos que quieras que me una. Estoy
seguro de que podría enseñarle a tu chica un par de cosas.
—Cierra la puta boca, Legend, y mantén tus malditas manos quietas —gruñe,
aunque no levanta la cabeza del cuello de su chica.
—Qué delicado —me burlo—. Apuesto a que Ash no es tan posesivo.
—Yo no apostaría por eso, hombre. Si quieres que tu polla entre en acción, espera
a que el equipo de animadoras se pongan cachondas mañana por la noche. Las tendrás
haciendo fila para darte la bienvenida a Rosewood como es debido.
—¡Zayn! —chilla Poppy—. Eres un cerdo.
—¿Vas a intentar decirle que no es verdad? —Se queda mirando a su chica con
la ceja levantada.
Tiene sus labios hinchados por sus besos, las mejillas sonrojadas y los ojos
desorbitados por la lujuria. Estirando mi mano, acomodo mi semierección. Maldición,
quiero una chica así sobre mi regazo.
—Err... no, él tiene razón. Son un montón de zorras. Solo ten cuidado, ¿sí? Todos
sabemos dónde han estado. —Echa un vistazo a la habitación antes de volver a mirar
a su chico.
—Oye, yo soy hombre de una sola mujer.
—Ahora lo eres —señala.
—Claro que sí, demonios, y estoy a punto de demostrarlo. Discúlpanos. —Zayn
se levanta con Poppy aún en brazos y tras decirles a todos los presentes que se larguen
de su casa, desaparecen por la puerta.
—¡Maldito hijo de puta gobernado! —Alguien le grita.
—Larguémonos de aquí. Los Juniors están de fiesta en Richstone. ¿Vamos?
Una ronda de aprobación suena y después de unos minutos, todo el mundo
comienza a irse.
—Fury, Rubes, ¿vienen?
—Ella sí se vendrá, maldición.
—Ashton. —Si se supone que Ruby quería regañarlo, fracasa rotundamente
cuando su nombre sale de sus labios como un gemido.
—Demonios, necesito follar —murmura Justin antes de seguir a los otros fuera
de la habitación.
—Bien, bueno, los dejaré solos.
—Te lo agradezco, hombre —comenta Ash mientras besa el pecho de Ruby—.
¿Hacemos ejercicio en la mañana?
—Claro. Mándame un mensaje cuando no tengas una chica pegada a ti.
Me enseña el dedo medio a espaldas de Ruby y me escabullo de la habitación,
cerrando la puerta para darles un poco de privacidad.
Pongo la mano en la puerta principal, a punto de abrirla cuando miro hacia las
escaleras por encima de mi hombro. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando se
me ocurre una idea.
Jada no está y las dos parejas que quedan en la casa están ocupadas, así que...
Antes de que termine de procesar la idea, estoy a medio camino de las escaleras
que espero que me lleven al dormitorio de Harley.
—¡Oh, Dios, Zayn! —grita Poppy cuando llego al último escalón.
Sacudo la cabeza, preguntándome cómo Jada y Harley aguantan esa mierda
probablemente a diario, antes de detenerme en la puerta opuesta de donde procede el
ruido y abrirla de un empujón.
Sé que es la suya casi de inmediato y no solo porque las paredes son tan rojas
como su cabello, sino porque huele a ella. Todo en este espacio es como ella.
Cierro la puerta y me coloco en el centro de la habitación, contemplando todo.
Estoy de pie junto a un librero al otro lado de la habitación, recorriendo con la
mirada la increíble cantidad de fotos enmarcadas que tiene cuando la puerta se abre
detrás de mí.
Estaba tan absorto mirando fragmentos de su vida que no escuché ningún
movimiento afuera de la habitación.
Sus sollozos recorren la habitación y, cuando me doy la vuelta, la encuentro de
espaldas a la puerta y con su cara entre las manos.
Bueno, esto no era lo que esperaba.
Abro la boca para decir algo, pero pronto me doy cuenta de que no se me ocurre
nada.
La observo durante largos segundos mientras se desmorona frente a mí.
Una parte de mí disfruta viendo su dolor después de la agonía a la que me condenó
durante el último año, sin embargo, hay una parte más suave enterrada en algún lugar
profundo de mí que siente pena por ella y quiere ayudarla. Lamentablemente, cuando
se da cuenta de que hay alguien mirándola, no es esa parte amable de mí la que emerge.
Doy un paso adelante y el suelo bajo mis pies cruje lo bastante fuerte como para
escucharse por encima de sus sollozos.
Levanta la cabeza de entre sus manos y sus ojos se abren de par en par mientras
un grito sale de su garganta.
Estoy sobre ella en un instante, con mi mano alrededor de su boca para que no
alerte a Zayn.
Sus ojos llenos de lágrimas se clavan en los míos. En ellos se mezclan la confusión,
la conmoción y la tristeza.
—Hola, Gatita. Qué sorpresa verte aquí. —Le sonrío mientras me araña el brazo,
intentando desesperadamente quitar mi mano de su boca.
—¡Lárgate de mi habitación, imbécil! —revira en cuanto la suelto.
Me río, acercándome a ella y obligándola a apoyarse contra la puerta.
—Creo que me quedaré un rato, si no te importa. Parece que necesitas compañía,
Gatita. —Levanto mi mano para limpiarle los rastros de lágrimas, pero ella aparta la
cabeza antes de que pueda tocarla.
—¿Qué te pasa? ¿No se le paró?
—Jódete, Kyle.
—Ah, ¿ese fue el problema? —Me inclino hasta que mis labios rozan su oreja—.
¿Que no era yo?
Jadea, no obstante, en ningún momento intenta discutir, lo que me parece
interesante.
—Aléjate de mí y sal de mi casa.
Golpea mi pecho con sus manos e intenta empujarme, pero su fuerza no se
compara con la mía.
—Casi es tierno que pienses que puedes empujarme.
—Si me dejaras en paz, no tendría motivos para tocarte, y mucho menos para
empujarte.
—¿Y qué tendría eso de divertido? No me gustaría que me olvidaras.
—Créeme, eso es imposible —espeta, mirándome fijamente con una mueca de
disgusto en el labio superior.
—¿Por qué, Gatita? ¿Estoy aquí? —Le golpeo la sien con dos dedos.
—¿Quieres dejar de tocarme?
—No, no creo que lo haga. ¿Sabes por qué?
—Si dejo que me lo digas, ¿me harás el favor de salir de mi maldita habitación?
Hago como que lo pienso.
—No.
Pone los ojos en blanco, estiro mi mano y tomo su barbilla con ella de manera
brusca.
—Ouch —se queja, jalando mi brazo con la esperanza de que la suelte.
—¿Qué pasó esta noche, Gatita? ¿Qué hizo ese hijo de puta para que volvieras
aquí antes de medianoche llorando?
—N… nada.
—Ah, ¿sí? Escuché que tenían la casa entera para ustedes solos esta noche, así
que, en mi mente, probablemente deberías estar desnuda en este momento.
Doy un paso hacia su cuerpo, mi rodilla empujando entre las suyas y mi cadera
inmovilizándola contra la pared.
—S… solo porque estuviéramos solos en la casa, no significa...
—¿Intentas decirme que él quería jugar scrabble, Gatita? —Intenta desviar la
mirada, pero la agarro con fuerza y la mantengo en su posición, asegurándome de que
no tenga ningún otro lugar al que mirar que no sean mis ojos—. Entonces, ¿qué pasó?
Aprieta fuertemente sus labios, negándose a hablarme, aunque lo que sea que la
hizo huir sigue rondando por su mente porque sus ojos siguen llenos de lágrimas sin
derramar.
La tensión crece entre nosotros mientras le suplico en silencio que me lo diga para
saber si tengo que ir a golpear al estúpido hijo de puta por hacerla llorar mientras ella
me suplica que lo deje pasar y la deje en paz.
Puede que aún no se haya dado cuenta, pero solo uno de los dos está ganando
esta lucha silenciosa.
—¿Te digo lo que pienso, si no me vas a decir lo que necesito saber?
Me mira con los ojos entrecerrados, pero sus labios permanecen sellados.
—De acuerdo. —Sonrío—. Creo que el chico de colegio privado no es a quien
realmente quieres. Pienso que sabes que él no puede darte lo que necesitas. Crees que
él es a quien deberías querer. Crees que cuidará de ti con su maldito coche de lujo
y su enorme cuenta bancaria. Pero él no te hace sentir nada, ¿verdad? Ves, puedes
sacar a la chica del parque de remolques, Harley, pero nunca podrás sacar el parque
de remolques de la chica.
Su respiración aumenta a medida que hablo, su pecho se agita y sus fosas nasales
se ensanchan con su necesidad de aire cuando aún se niega a abrir sus labios.
—Creo que... —continúo—. Te toca como si fueras de cristal. Como si fueras
algo valioso que tiene que atesorar. Mientras que...
—Kyle. —Jadea, mientras le arranco la chaqueta de los brazos y la tiro al suelo
detrás de mí.
En segundos, tengo ambas muñecas presionadas contra la puerta por encima de
su cabeza en una de mis manos.
—Oh, así que ahora tienes algo que decir. Eso demuestra mi teoría, ¿no crees?
—No tienes idea de lo que estás hablando.
Una sonrisa arrogante se dibuja en mis labios.
—¿No es así? Te conozco, Harley Hunter. Te conozco mejor de lo que crees y sé
exactamente lo que necesitas. ¿Quieres que te lo demuestre?
Su mirada no se aparta de la mía e irradia reto, desafiándome a hacer exactamente
lo que acabo de decir, aunque le aterra exigírmelo.
Me aprieto contra ella, disfrutando del calor de su piel contra mi cuerpo. Ha pasado
demasiado tiempo desde que sentí el cuerpo de alguien contra el mío y, carajo, quiero
más.
Piel contra piel.
Mi polla se agita ante la idea de tenerla desnuda debajo de mí para enseñarle cómo
debe hacerse.
—Te ves tan hermosa cuando lloras. —Mi voz es más suave que antes y sus ojos
se entrecierran con recelo.
Me inclino hacia ella y lamo su mejilla. Sus lágrimas saladas cubren mi lengua y
la necesidad que crece dentro de mí casi explota.
No dudo que podría levantarla contra la puerta ahora mismo y cogerla. Puede que
quiera resistirse. Puede que me odie. Sin embargo, no puede negar lo que su cuerpo
desea. Lo deseaba aquella noche y lo desea ahora a pesar de haber pasado la noche
con su novio pendejo.
—Sin embargo, hay un problema. —Le acaricio la mejilla con ternura y le limpio
una lágrima con mi pulgar. Me inclino para que nuestros labios casi se toquen y le digo
lo que realmente estoy pensando—. No fui yo quien te hizo llorar. Fue él. —Jadea
cuando mi mano rodea su garganta. Sus labios se separan y sus ojos se abren de par en
par—. Ahora dime, Gatita. ¿Por qué te hizo llorar ese hijo de puta en tu gran noche?
—Vete, por favor —suplica, pero no hay firmeza en sus palabras. Es lo que ella
cree que debería decir.
—Gatita, deja de intentar ser una niña buena, ambos sabemos que no lo eres. Dime
la verdad.
—Jódete.
—Créeme. Estoy a treinta segundos de hacerlo.
Traga nerviosamente bajo mi agarre, su pulso retumba contra las puntas de mis
dedos.
—Oh, ¿es eso lo que quieres? ¿Quieres que te coja, Gatita?
—No, yo...
—¿Él no fue lo suficientemente hombre para hacerlo? ¿Necesitamos enseñarle
cómo se hace?
Acerco mis labios a su cuello y muerdo la piel sensible justo encima de donde mi
pulgar se clava en su piel.
—Kyle —se queja, levantando la rodilla como si fuera a pegarme de nuevo.
«No esta vez, nena».
Vuelvo a meter la rodilla entre sus muslos y me aseguro de presionar su coño,
sabiendo que no resistirá la tentación de restregarse contra mí si está tan excitada
como creo.
—¡Mierda!, sabes demasiado bien para ser tan mala.
Muevo mis dientes por su clavícula, el calor de su piel casi quemando mis labios.
—¿Él te hizo esto, Gatita? ¿Besó cada parte de este cuerpo pecaminoso antes de
hacerte llorar?
—Kyle, necesitas... —gime, pero sus palabras se interrumpen cuando desciendo
hasta el escote de su vestido y la curvatura de sus senos.
—¿Llegó hasta aquí, Gatita? ¿Descubrió que no llevabas nada puesto debajo del
vestido? —Niega con la cabeza y me resulta casi imposible contener mi sonrisa—.
Qué estúpido hijo de puta. Estaba ahí para tomarlo y no te desnudó y tomó lo que
era suyo.
Bajo la parte superior de su vestido y dejo su pecho al descubierto. Pequeño,
perfecto y rogando por mis labios.
—Oh, Dios. —Jadea mientras meto su pezón en mi boca y hago girar mi lengua
alrededor de su dura punta.
—¿Esto es lo que necesitabas, Gatita?
—Mierda, tienes que parar, Kyle. No deberíamos...
—¡A la mierda con lo que deberíamos o no deberíamos hacer, Harley! Me lo debes
y quiero castigarte por ello.
—¿Q… qué vas a hacer?
No le respondo, sobre todo porque no lo sé.
Me he imaginado un millón y un maneras de hacerle daño por lo que me hizo
aquella noche. Pero ahora que estamos aquí, con su aroma en mi nariz y su sabor en
mi lengua, lo único que quiero es tomar.
Quitarle todo a ese estúpido hijo de puta que no fue lo bastante hombre para
hacerla suya.
Vuelvo a subir hasta su cuello y arrastro mis labios por su mejilla hasta posarlos
justo encima de sus labios carnosos.
Se me hace agua la boca por besarla. Recordar exactamente cómo fue perderme
en ella y olvidar el mundo exterior y toda la mierda de nuestras vidas.
Sin embargo, no lo hago.
En lugar de eso, busco la parte de abajo de su vestido y se lo subo, aunque no
cubra mucho.
—¿Qué tal aquí, Gatita?
Rozo con la punta de mis dedos la tela cubierta de encaje. Se estremece en mis
brazos, su garganta trabajando a toda velocidad mientras traga y su pulso se acelera.
Un gemido sale de sus labios, pero me niego a darle más hasta que me responda.
—¿Gatita?
Mantiene sus ojos fijos en los míos, entrecerrados por la rabia y la frustración.
—Si quieres más, vas a tener que responder a mi pregunta.
—Te odio —gruñe.
—Y aún así estás tan mojada por mí, carajo. ¿Me estás mintiendo, Gatita?
—No. De verdad te odio, demonios.
—Bien —digo, asustándola—. Porque yo también te odio de verdad. Ahora dime,
¿te tocó?
Algo brilla en sus ojos y sus labios se mueven en las comisuras.
—Sí —afirma orgullosa—. Sí, recorrió mi coño con sus dedos. ¿Eso es lo que
querías oír?
Algo explota dentro de mí y quito mi mano de su garganta y la golpeo contra la
puerta junto a su cabeza, sobresaltándola.
—¿Qué diablos, Kyle?
—Esto... —declaro, cubriéndola con toda mi mano, sus jugos cubriendo mis dedos
incluso a través del encaje mientras su calor me quema—. Esto me pertenece. ¿Lo
entiendes?
—Él es m… mi novio.
—El que te envió a casa esta noche llorando después de su cita. Realmente creo
que deberías reconsiderarlo, Gatita.
—¿P… por ti? —tartamudea.
Una risita malvada sale de mis labios.
—No, Gatita. Ya me perteneces.
—¡Kyle! —chilla mientras le arranco las bragas y hundo mis dedos en su
humedad.
—Maldición. Tan empapada por mí, Gatita. ¿Cuánto tiempo llevas pensando en
esto, en que te toque?
Sus labios se entreabren, pero cuando me introduzco más en su calor, no sale
ninguna palabra.
Aprieto todo mi cuerpo contra ella mientras mi dedo sigue acariciando sus paredes
a la par que sus músculos se aprietan a mi alrededor. Sus manos rodean mi brazo,
clavándome las uñas, pero en ningún momento intenta detenerme o apartarme, como
yo sabía que no lo haría.
—¿Él se sintió así de bien? —gruño en su oído, mi polla frotándose contra su
cadera, desesperada por entrar en acción.
Mueve la cabeza violentamente de un lado a otro.
—Kyle. —Jadea cuando deslizo un segundo dedo dentro de ella—. ¡Oh, Dios!
Doblo mis dedos, buscando su punto de placer mientras sus jugos siguen goteando
por mi mano.
—¿Hizo que te vinieras? —le susurro al oído, pero esta vez se queda callada—.
Contéstame o me detendré. ¿Hizo. Que. Te. Vinieras?
Niega con la cabeza, aunque con un poco menos de entusiasmo que antes.
Una sonrisa se dibuja en un lado de mi boca. «Maldito cobarde de colegio
privado».
—¿Por qué, Gatita? ¿Por qué no pudo tenerte así? —Me alejo para observarla
mientras monta mi mano.
Los tirantes de su vestido se han caído de sus hombros, bajando el escote de su
vestido, y aunque sus pechos están cubiertos, no deja mucho a la imaginación. Su
pecho se agita, dejando al descubierto sus pezones cada vez que respira
entrecortadamente.
Sus dientes atacan su labio inferior mientras corre hacia la meta, toda su cara está
ruborizada por el calor y sus ojos están firmemente cerrados.
—¡Mírame! —exijo, odiando que su cabeza pudiera estar en otra parte más que
en este momento. Podría estar imaginando que está con él. Después de un instante,
sus párpados se abren y sus ojos oscuros, llenos de lujuria, encuentran los míos—.
¿Por qué no hizo que te vinieras, Gatita?
—P… porque... ¡mierda! —Jadea mientras le presiono su clítoris con mi pulgar.
Sus ojos se entrecierran, pero no se cierran del todo.
—¿Por qué?
—¡Oh, Dios! —gime, y su coño me aprieta mientras su orgasmo alcanza la cima.
Inmediatamente dejo de moverme.
Tarda unos segundos en darse cuenta de lo que está pasando, pero cuando lo hace
su expresión se vuelve más severa.
—Eres un maldito imbécil, Kyle.
—Nunca he pretendido ser otra cosa, Gatita. Ahora dime lo que necesito saber y
tal vez te dé lo que necesitas.
—¿Tal vez? —se burla.
—Bueno, no sería el primero en dejarte con las ganas esta noche, según parece.
—Sus labios se fruncen de rabia—. Ahora, Gatita, dime por qué no pudo hacer que
te vinieras.
—¿Por qué te importa?
—Porque volviste a casa llorando. Quiero saber qué te hizo para causarlo, así
sabré lo mucho que tengo que hacerlo sufrir.
—¡No! —grita—. No, no lo toques.
—¿Por qué no? —gruño, poniéndome justo frente a ella, nuestras narices
tocándose y nuestras respiraciones mezclándose.
—P… porque... —Acaricio su punto G animándola—. Porque no eras tú —
escupe, y un instante después sus ojos se abren de par en par al darse cuenta de lo
que acaba de confesar.
Una amplia sonrisa se dibuja en mi rostro mientras mi pecho se hincha.
—¿Pensabas en mí, Gatita, mientras te cogía con sus dedos? —Aprieta
fuertemente sus labios para no decir nada más de lo que pueda arrepentirse—. Maldita
sea, ¿tienes idea de lo duro que me pone eso?
Levanto su mano de la puerta y la coloco contra mi entrepierna.
—Kyle —gime mientras sus dedos se doblan alrededor de mi longitud.
Aprieto mi mandíbula mientras intento contenerme.
—Entonces, déjame ver si lo entendí... —Mis dedos comienzan a moverse de
nuevo—. Mientras te metía los dedos hasta el fondo de tu coño, tenías los ojos
cerrados y estabas imaginando que era yo. Carajo, Gatita.
—¡Kyle, Kyle, mierda! —gime mientras su orgasmo perdido regresa.
Su cuerpo se tensa y me inclino hacia su oído mientras ella se deja llevar por las
oleadas de placer que le permito tener.
—Te arrepentirás de haberme confesado eso, Gatita —advierto con voz grave y
amenazante.
En cuanto su cuerpo se debilita, dejo de tocarla y me alejo. Si no pongo un poco
de espacio entre nosotros ahora mismo, no podré parar.
—Abre —ordeno, acercando mis dedos a sus labios. Se niega y mi ira sube de
tono—. Dije abre —gruño, y vuelvo a ponerle la mano en la garganta.
Sus labios se separan por la sorpresa y le meto los dedos en su cálida boca.
Me chupa los dedos, lamiéndome la piel con su lengua, saboreándose a sí misma.
Retiro mis dedos de su calidez y la beso con fuerza, deseoso de saborearla. Mi
lengua invade su boca, buscando la suya. Casi espero que me rechace, que vuelva a
darme un rodillazo en los huevos, pero lo único que hace es dejarse caer en mis brazos
y devolverme el beso.
Estiro mis manos alrededor de la parte posterior de sus muslos y la levanto,
separándola de la pared y llevándola al interior de su habitación.
En cuanto mis piernas tocan el borde de su cama, la suelto, arrojándola en el centro
y viéndola rebotar con su vestido subido a la cintura, mostrándome sus diminutas
bragas empapadas.
Levanto la mano y paso mi pulgar por mi labio inferior, recordando cómo se sintió
el suyo.
—La próxima vez —advierto—. No voy a alejarme tan fácilmente. —Me doy la
vuelta y me dirijo a su puerta. Se queda callada detrás de mí, excepto por su respiración
agitada—. ¿Y, Harley? —agrego, manteniendo mi mirada fija en la madera que tengo
enfrente, sabiendo que si miro hacia atrás perderé completamente el control—.
Deshazte del chico del colegio privado antes de que yo lo destroce.
CAPÍTULO DIEZ
HARLEY

A noche estuve despierta durante horas, dando vueltas en la cama y tratando de


sacarme de la cabeza los acontecimientos de la noche.
Estaba muy molesta conmigo misma cuando dejé a Nathan. Me sentí tan
patética.
Él es perfecto. Literalmente, todo sobre él es perfecto, sin embargo, cuando me
tocó no fue nada como lo que sentí cuando él me tocó.
El tacto de Kyle me quema de una manera que solamente he experimentado con
él. Puede que haya pasado un poco más de un año desde aquella noche, pero todavía
la recuerdo como si fuera ayer.
Puedo recordar vívidamente cómo me afectó cada caricia exigente. Recuerdo lo
alto que se elevó mi cuerpo cuando me susurró obscenidades al oído y apartó mis
bragas.
Antes de aquella noche, nadie me había tocado nunca. Tampoco esperaba que
alguien me tocara esa noche, pero tampoco planeaba acabar en el estado en que lo
hice.
Abro los ojos de golpe y miro fijamente la puerta cerrada de mi habitación,
imaginando cómo nos veíamos anoche, con su mano bajo mi falda, sus labios sobre
mi piel y su mano alrededor de mi cuello.
Mi mano sube a mi cuello, al lugar donde su agarre me quemó. La piel está
sensible, aunque no fue tan fuerte como para dejarme una marca. No es tan estúpido,
aunque no estoy segura de haber sido capaz de detenerlo si hubiera querido.
Sus ojos, sus palabras, su toque. Todo eso, como siempre ocurre, me vuelve una
inútil y, por mucho que hubiera querido luchar contra él, sabía que era en vano en el
momento en que presionó su cuerpo contra el mío.
Respiro lentamente mientras me arrepiento de cada momento de anoche.
No debería haberme puesto ese vestido. No debería haber dejado que las cosas
llegaran tan lejos con Nathan o, quizá, debería haberlo hecho y haber intentado con
todas mis fuerzas sacarme a Kyle de la cabeza, y debería haber echado a Kyle en
cuanto lo encontré en mi habitación.
La vibración de mi teléfono en la mesita de noche me saca de mis deprimentes
pensamientos.
De mala gana, me doy la vuelta y lo tomo.
El corazón me salta a la garganta al ver el nombre de Nathan frente a mí.
¿No podía haberme enviado un mensaje?
Contemplo la posibilidad de ignorarlo. Las palabras de Kyle antes de irse me
vienen a la cabeza. Pero no quiero terminar con Nathan. De verdad me gusta y quiero
ver hasta dónde pueden llegar las cosas entre nosotros.
Si él no hubiera aparecido, podría concentrarme en el presente.
Maldiciéndome por permitir que mi pasado afecte mi presente, contesto la llamada
y me acerco el teléfono al oído.
—Hola. —Quería parecer emocionada, pero la realidad es que parezco medio
dormida.
—Demonios, ¿te desperté?
—No, tranquilo. Llevo despierta un rato.
—Siento lo de anoche.
—No tienes nada de qué disculparte. Soy yo quien debería hacerlo. Te arruiné
la noche.
—Imposible. La pasé contigo. —Me derrito ante sus palabras y sonrío.
—¿Qué harás hoy?
—No tengo idea, sin embargo, Justin parece tener un plan antes de la fiesta de
esta noche. ¿Por qué, querías hacer algo?
—No si estás ocupado. Te veré más tarde.
—Puedo cancelarlo —ofrece.
—No, está bien. Haré algo con las chicas. Pero me muero por verte más tarde.
Quiero compensarte.
—Harley, hablo en serio. Está bien. Simplemente quiero disfrutar esta noche
contigo. No tengo expectativas. No hay prisa.
Se me retuerce el estómago al imaginar lo mucho que deseaba que siguiéramos
anoche, sin embargo, esa imagen se transforma en el recuerdo de Kyle apretando mi
mano contra su miembro tan solo una hora después de que dejara a Nathan.
Mierda, soy una persona horrible.
Puede que Nathan y yo no le hayamos puesto una etiqueta a nuestra relación, por
lo que sé podría estar acostándose con varias chicas de Maddison Prep, aunque lo
dudo mucho. No parece del tipo que hace eso.
Aquí la única que está mal soy yo.
La culpa me invade. Debería seguir el consejo de Kyle y terminar la relación antes
de que se ponga seria. Mas mi parte egoísta no quiere hacerlo. Las cosas iban bien
antes de que él apareciera. No debería presentarse, así como así, y hacer que mi vida
se desmorone.
—B… bien. Supongo que te veré más tarde.
—Sí, estaré esperando.
Termino la llamada, cuestionándome si hice lo correcto o no.
Por mucho que quiera pensar que Nathan y yo podríamos tener un futuro, me temo
que con Kyle cerca, estamos condenados al fracaso por mucho que intente levantar
un muro entre nosotros.
«Como lo hiciste anoche», me dice una vocecita en la cabeza, pero la ignoro
mientras vuelvo a acurrucarme bajo las sábanas.
Ni siquiera tengo un minuto de paz antes de que mi teléfono comience a sonar
de nuevo.
Lo saco de debajo de mi almohada, donde lo metí después de colgarle a Nathan,
y me encuentro con la cara sonriente de Ruby mirándome.
—Buenos días.
—¿Estás bien? —pregunta apresuradamente, haciendo que el corazón me dé un
vuelco.
—Sí, ¿por qué?
—Mierda —murmura para sí misma—. ¿Qué pasó anoche?
—Um... Nathan preparó un picnic muy romántico en la sala de Justin y fue...
—No me refiero a eso, me refiero a lo que pasó después. Lo vi, Har. Lo vi bajando
las escaleras y cuando nos fuimos, tu auto estaba estacionado en la entrada. No me
digas que no estaba arriba contigo.
Ahora me toca a mí maldecir en voz baja.
—¿Cómo sabes que no estaba con Zayn?
—Porque Zayn estaba metido hasta las pelotas en Poppy.
—Ew, gracias por eso.
—¿Qué pasó, Harley?
—Está bien, de acuerdo —me quejo—. Las cosas no acabaron bien con Nathan.
Llegué a casa más temprano de lo que esperaba y encontré a Kyle husmeando en mi
habitación.
—¿Y eso es todo? ¿Solo estaba husmeando?
—Sí, quiero decir... hablamos brevemente. —No es mentira, hubo unas cuantas
palabras entre nosotros.
—¿Hablaron? —pregunta ella, sin creerse ni una sola palabra.
—Sí, no fue nada —respondo, tratando de aparentar lo que dije para que deje de
indagar—. Entonces, ¿cuál es el plan para esta tarde, aún nos arreglaremos en tu casa?
—inquiero, esperando que el cambio de tema la distraiga.
—Sí, pero tengo que ir al centro comercial, no tengo nada que ponerme.
—Lo dudo mucho, Rubes.
—Quiero algo nuevo. ¿Paso por ti en una hora?
—¿Qué hora es? —Aparto mi celular de mi oreja para mirar al mismo tiempo que
Ruby dice:
—Poco más de las once.
—Dios —murmuro—. Sí está bien, estaré lista.
—Bien, porque espero la historia completa de lo que pasó anoche, Harley Hunter.
—No acabas de llamarme por mi apellido. —Jadeo con horror fingido.
—Lo hice e incluso sacaré tu segundo nombre si no...
—Sí, sí. Entiendo. No hace falta ser tan cruel.
—Bien. Ahora mete tu trasero en la ducha, estaré ahí pronto.
—Está bien, adiós.
Después de un rato, retiro las sábanas y me dirijo a la puerta, haciendo una pausa
de camino al baño para llamar a Poppy, que supongo sigue en la cama de mi hermano.
Toco la puerta.
—Pops, ¿estás ahí?
Tarda un par de segundos y se escucha un murmullo, pero al final contesta.
—Sí, ¿qué pasa?
—Voy al centro comercial con Rubes. ¿Vienes?
—No puedo, iremos a Maddison a ver a los niños. Estaré en su casa con ella más
tarde para arreglarme.
—De acuerdo, no te preocupes. Sigue con lo tuyo.
La risita de Zayn llena el silencio previo a que Poppy chille y yo corra al baño
antes de escuchar más.
De todos los chicos de la escuela, ¿por qué una de mis mejores amigas tenía que
elegir a mi hermano para tener sexo?
Me ducho, me visto y bajo las escaleras un par de minutos antes de que Ruby
llegue. Aunque en cuanto doy la vuelta y me encuentro a mamá en la cocina tomando
una taza de café y leyendo algo en su iPad, me arrepiento.
—Hola, cariño. ¿Vas a algún sitio agradable? —pregunta, observando mi atuendo.
No es nada emocionante, solo unos jeans y un suéter, pero parece aprobarlo, no es
que lo necesite.
—Al centro comercial con Ruby —replico fríamente. Ha intentado hablar
conmigo un par de veces sobre todo este asunto de Kyle, pero no me interesa. Por lo
que a mí respecta, nunca debería haber aceptado ayudar a Kane.
—Eso será divertido. ¿Vas a comprar algo para la fiesta de esta noche?
—No lo sé —respondo bruscamente.
Ella suelta un largo suspiro.
—Harley, sé que estás enfadada conmigo...
—¿Enfadada? Estoy más que enfadada, mamá. Sí, estoy enojada contigo por
haberlo ayudado, pero hasta cierto punto lo entiendo. No obstante, el hecho de que
no me lo dijeras...
—Lo sé y me equivoqué. Sin embargo, todo está bien, ¿no? Estuvo aquí anoche
con Zayn por lo que escuché, y parece que se está adaptando bien.
—Sí, claro. Todo está genial. —«Si consideras que está intentando arruinarme la
vida y vengarse de mí por mandarlo a la cárcel, entonces sí, todo está perfecto».
—Siempre fue un buen chico, una gran influencia para Zayn. Me alegro que se
estén reconectando de nuevo.
—¿Una buena influencia? —No puedo contener las palabras, incredulidad brota
de ellas cuando salen de mis labios.
Mamá me mira a los ojos, esperando a que diga algo más, que me explique, pero,
por suerte, el sonido del auto de Ruby estacionándose afuera es la excusa perfecta que
necesito para salir corriendo.
—Ruby está aquí. Te veré luego.
Salgo por la puerta antes de que pueda despedirse.
—Justo a tiempo —murmuro, dejándome caer en el asiento del pasajero de Ruby.
—¿Por qué?, ¿qué pasa? —Me mira con preocupación, frunciendo el ceño.
—Ugh, simplemente mamá intentando hablar conmigo.
—¿Todavía la estás ignorando?
—No la ignoro, solamente la evito.
—Bueno, es lo mismo. Solo habla con ella. Desahógate.
—Pensé que probablemente ya te habrías dado cuenta de que realmente no quiero
hablar de eso.
—Lo sé, aunque podría ayudar. Tu mamá solo quiere darte apoyo.
—Así es como acabé en este lío, en primer lugar —musito. Si ella no sintiera la
necesidad de sacar de apuros a todos los chicos, yo no estaría viviendo esta pesadilla.
—Entonces, continúa, ¿qué pasó?
—De verdad no vas a dejar que esto quede así, ¿verdad?
—De ninguna manera, Har. Cuéntamelo todo y te invitaré uno de esos latte
macchiatos de caramelo que te gustan para compensártelo.
—Nathan fue muy dulce. Todo lo que preparó anoche fue perfecto —confieso—.
Pero lo estropeé. —Ruby me lanza una mirada, pero no dice nada, simplemente me
deja soltarlo todo hasta que los acontecimientos que me llevaron a dejar la casa de
Justin temprano salen a la luz.
—Creo que estás exagerando más de lo necesario. Parece que él lo entendió.
—Sí, y eso me hace sentir aún peor. Lo entendió completamente. Todo lo que
quería era que me quedara, pero yo estaba avergonzada.
—Simplemente no era el momento adecuado.
—Pero ¿cómo sabes cuándo lo es? —pregunto, sabiendo cuál será su respuesta.
—No tengo idea. Simplemente lo sabes.
—¿Y si no es a él a quien debo entregársela? —susurro, sin siquiera querer decir
las palabras en voz alta por miedo a que sean ciertas.
—Entonces, tienes que terminar con él si es lo que realmente piensas.
—No, no es lo que pienso. Es que... no sé. Me gusta, Rubes. Realmente me gusta.
Es dulce, amable y cariñoso, y...
—No es lo que quieres —termina por mí.
—No, él es exactamente lo que quiero —argumento.
—Está bien, entonces él no es lo que necesitas.
Abro la boca para responder, pero vuelvo a cerrarla antes de decir algo de lo que
podría arrepentirme.
—¿Y qué pasó después? Dijiste que él estaba husmeando, pero yo lo vi bajando
las escaleras. No estaba ahí arriba husmeando. —Me mira y levanta una ceja en forma
de pregunta.
—Puede que haya terminado lo que Nathan empezó —admito en voz baja.
—¡Harley! —chilla.
—Lo sé, lo sé. Soy la peor persona del mundo. —Golpeo mis puños cerrados
contra mis muslos, frustrada conmigo misma—. Él estaba justo ahí y estaba diciendo
todas estas cosas horribles y yo simplemente...
—No pudiste evitarlo.
—Sí, ¿cómo lo supis…? Ash.
—Como dije antes, los buenos no son todo lo que aparentan ser. Los malos, sin
embargo...
—Cielos, esto es un desastre. Lo odio, Ruby. Lo odio.
—¿Qué pasó, Harley? Es decir, ¿qué pasó realmente esa noche?
Sacudo la cabeza, incluso después de contarle todo lo que pasó anoche, todavía
no estoy lista para hablar de lo que sucedió.
—Solo fue una fiesta que se salió de control. Entré en pánico y llamé a la policía
y fue a él a quien detuvieron.
—¿Por qué? ¿Qué pasó con todos los demás?
—Huyeron.
—¿Y él por qué no lo hizo?
—P… porque me estaba a… ayudando. —Mi voz se quiebra por las emociones
al recordar fragmentos de cómo terminó aquella noche.
—Bueno, si te ayudó, ¿por qué lo odias?
—Porque... porque sí. No pienso volver a acercarme a él. Lo de anoche fue un
terrible error.
—Sabes que estará allí esta noche, ¿verdad?
—Sí, y también mi novio, y tengo la intención de arreglar las cosas con él.
—Har, no puedes hacerlo solamente porque crees que se lo debes.
—No es así —discuto—. Lo haré porque quiero.
—Por favor... por favor, no hagas algo de lo que te vayas a arrepentir.
—Creo que ya es un poco tarde para eso.
Ruby me lanza una de sus miradas fulminantes antes de soltar un largo suspiro y
bajar del auto. No la culpo, yo tampoco quiero tener esa conversación.
La sigo y la alcanzo junto al cofre de su auto.
—Todo se cura con terapia de compras. Vamos, busquemos algo espectacular
para que te pongas esta noche y dejes a todos boquiabiertos.
—Pensé que íbamos a comprar algo para ti —argumento.
—Estamos comprando para todas. Demonios, podemos comprar un vestido para
Poppy si encontramos uno.
—Me parece bien. —Paso mi brazo por el suyo mientras nos dirigimos al centro
comercial—. Gracias por esto.
—Oye, para qué son las mejores amigas si no es para obligarte a contar todos tus
secretos y darte malos consejos.
—No me has dado malos consejos —insisto.
—Puede que no. Pero después de lo que Ash y yo pasamos, me sorprende que
me escuches.
—Rubes, ese chico te quiere con locura. Mataría por eso.
—Bueno, por suerte para ti, puede que no tengas que hacerlo. Por otro lado, los
dos chicos que te quieren, podrían ponerse violentos.
—Nathan no es así. No creo que le guste pelear.
—¿Y al otro?
—Umm... —Pienso en nuestra infancia en Creek, en las muchas peleas que
presencié en las que estaban involucrados Zayn, Kyle y sus otros amigos—. Sí, le
gusta.
—Espero que Nathan sepa que tiene que cuidarse la espalda porque un chico de
Creek está a punto de borrarle la sonrisa de su carita de niño bonito.
—Rubes, ¿eso es realmente necesario? —murmuro, no muy contenta con la
imagen que me viene a la cabeza de ellos dos peleándose por mí—. No habrá pelea.
—Ya veremos. Oh, mira, ese vestido es perfecto —interrumpe, cambiando de
tema tan rápidamente que casi me da un latigazo mientras señala un vestidito rojo
en el escaparate de una de mis tiendas favoritas—. Tienes que probártelo. Nathan se
vendrá encima con solo mirarte.
Suelto una carcajada, pero permito que entrelace sus dedos con los míos y me
arrastre hasta la tienda, donde se dispone a buscar el vestido junto con un montón de
otros para que ambas nos los probemos.
Encontramos un probador lo bastante grande para ambas y nos ponemos a buscar
los vestidos perfectos para esta noche.
—Primero el rojo —exige mientras me quito mis jeans.
—Bien. —Me desabrocho el sostén, porque sé que no podré ponerme uno con lo
escotado que es, dejo caer la tela al suelo y descuelgo el vestido del gancho.
—Bien, ¿qué te pare…? Demonios, Ruby. —Jadeo, observando las marcas en su
pecho—. Jesucristo, ¿intentaba comerte o algo así?
Sus mejillas se sonrojan y una amplia sonrisa se dibuja en sus labios.
—Más o menos. Estoy bastante segura de que también tengo rozaduras en la
espalda por la alfombra de la guarida de Zayn. —Se da la vuelta y efectivamente,
tiene marcas rojas en toda la espalda.
—Dios. ¿Pueden mantener sus manos alejadas el uno del otro?
—Claro que sí. —Me guiña un ojo antes de mirar el vestido que me envuelve
—. Lo vas a comprar —afirma antes de continuar subiendo el vestido que cuelga
alrededor de su cintura.
CAPÍTULO ONCE
KYLE

—¿P orcalma.
qué carajo fue eso? —le bramo a Ashton cuando el dolor de su golpe se
Me froto la cabeza, preguntándome qué demonios le hice.
—Me jodiste la puta noche —refunfuña mientras salimos de mi casa por la ruta
para correr que he encontrado en los últimos días.
Las dos últimas personas que esperaba encontrar anoche al bajar las escaleras de
la casa de los Hunter eran Ash y Ruby, que parecían satisfechos.
Estaba claro que habían aprovechado la habitación vacía en la que los dejé. Verlos
tan contentos no mejoró mi humor mientras me alejaba cada vez más de Harley.

«—BUENAS noches —murmuré, pasando junto a ellos y saliendo por la puerta


principal. Sabía que, si me quedaba en aquella casa un segundo más de lo necesario,
me daría la vuelta y volvería a subir las escaleras para terminar lo que había
empezado.
Sus miradas de asombro se clavaron en mí cuando pasé junto a ellos. Ruby quería
decir algo, eso era obvio cuando intentó acercarse, pero Ash la agarró con más fuerza
y la mantuvo a su lado».

—ME NEGUÉ a que Ruby subiera a ver si Harley estaba bien y, como castigo, no
quiso hacerlo.
—Wow, cómo lo soportaste —digo inexpresivamente.
—¿Qué pasó?
—Cómo que ¿qué pasó?
—Bueno, subiste a verla, ¿no? Sabíamos que había vuelto, vimos su auto.
—Sí, la vi. —Me mira mientras seguimos corriendo uno al lado del otro—.
Simplemente... aclaramos algunas cosas.
—Claaaro.
—¿Qué?
—Oh nada, te vimos, ¿recuerdas? Lo que sea que estuvieran aclarando... bueno...
—Qué mierda, hombre. Harley y yo... tenemos asuntos pendientes.
—Sí, bueno, espero que hayas terminado sus asuntos mejor que ella con los tuyos.
—Eres un imbécil.
—Se necesita uno para reconocer a otro.
Acelero un poco y lo dejo atrás mientras se ríe de mí.
—Así que, ¿qué pasa entre ustedes dos? —inquiere cuando me alcanza fácilmente.
Me quedo sin aliento.
—Algo pasó antes de que me arrestaran esa noche.
—Ella hizo la llamada, ¿verdad?
—Sí —suspiro—. Mis amigos, ellos... llevaron las cosas demasiado lejos, Harley
acabó en medio del lío y yo pagué el precio.
Me detengo lentamente cuando el océano emerge a lo lejos y juntos bajamos a la
arena y nos sentamos en una de las dunas más apartadas.
—Bien, ¿así que la odias por haber llamado a la policía?
—Sí y... —Me quedo a medias, porque no quiero hablar de esto.
—Y...
—No lo sé, hombre. —Levanto las piernas y apoyo mis brazos sobre ellas
mientras miro el sol que brilla en el océano frente a nosotros.
Seguro que no es Harrow Creek.
Sacudo mi cabeza mientras las imágenes de ese lugar llenan mi mente. Realmente
es un infierno comparado con esto.
—¿La deseas? —Su pregunta hace que mi corazón se agite en mi pecho.
Sí, la deseo. Quiero hacerle daño, maldita sea. Pero no se lo digo.
—Es la hermana pequeña de Zayn, aunque la quisiera, está prohibida.
Me mira, sus ojos divertidos sostienen los míos durante unos segundos.
—Soy la persona equivocada para hablar de lo que está prohibido. Me estoy
acostando con mi hermanastra.
Sacudo mi cabeza.
—¿Cómo ocurrió eso, por cierto? —curioseo, contento de tener una forma de
desviar esta conversación de mí.
—Más o menos igual que contigo ahora. La odiaba, quería hacerle daño. Y resultó
que... es increíble, maldita sea.
—Nunca dije...
—No era necesario. Puedo verlo, hombre.
—Cierto —murmuro, apartando mis ojos de él y volviendo a mirar hacia el
horizonte.
—Solo... intenta no hacer algo de lo que te puedas arrepentir. Ellas pueden
perdonar hasta cierto punto.
—No quiero su maldito perdón.
—Lo sé, solo digo.
Nos quedamos en silencio mientras vemos las olas chocar contra la playa. El
sonido de los niños jugando a lo lejos se filtra hasta nosotros, y me pregunto cómo
habría sido crecer aquí con una familia decente.
Suelto un suspiro y parece que Ashton sabe exactamente lo que estoy pensando.
—Es una vida diferente aquí, ¿eh?
—Sí, se podría decir eso.
En realidad no hemos hablado mucho de su pasado, pero sé lo suficiente como para
darme cuenta de que probablemente sea por eso por lo que nos sentimos identificados.
Sabemos lo dura que puede ser la vida. Hemos visto la miseria, la desesperación, la
desesperanza. También hemos experimentado la pérdida.
—¿Aún no has regresado? —pregunta, supongo que sobre Creek.
—Nah. No tengo ningún interés en volver. Mi vida allí terminó en el momento en
que me metieron en la parte trasera de esa patrulla.
—¿No tienes más familia?
Niego con la cabeza, aunque no me está mirando.
—Mis padres murieron cuando éramos pequeños. Mi abuela murió mientras yo
estaba encerrado. Solo somos Kane y yo.
—Eso es una mierda.
—Es lo que es. Las cosas solamente pueden mejorar, ¿verdad?
—¿Qué pasa con los que dejaste atrás? Te detuvieron por posesión, ¿acaso no hay
alguien que quiera su mercancía de vuelta?
Su pregunta me hiela la sangre.
Sé que aún no ha pasado una semana, pero aun así, me sorprende no haber visto
ni sabido nada de nadie. Gray nunca fue de los que dejan pasar las cosas y yo caí con
mis bolsillos llenos de su maldita droga.
—Sí, no puedo imaginar que se le haya olvidado. —Podría ir a Creek a buscarlo,
ahorrarme la espera, pero no estoy dispuesto a volver a meterme en la boca del lobo.
—Bueno, yo te apoyo, hombre. Si lo necesitas.
Lo miro.
—Gracias. Te lo agradezco.
—Vendrás a la fiesta esta noche, ¿verdad?
—Claro que sí, he estado encerrado un puto año. De ninguna manera voy a dejar
pasar esa oportunidad, hombre.
Después de unos minutos, me levanto sacudiéndome la arena del trasero.
Le hago un gesto con la cabeza.
—¿Listo para volver?
—Sí, vamos.

KANE se la pasa fuera todo el día. Sigo sin tener la más puta idea de lo que está
haciendo, y no es que tenga la oportunidad de preguntárselo, ya que nunca está aquí.
Paso la tarde haciendo tareas antes de meterme en la ducha otra vez y alistarme
para esta fiesta.
Los recuerdos de algunas de nuestras fiestas en Creek llenan mi mente, y me
pregunto qué tan diferentes serán aquí. Espero que bastante, ya que la última a la que
fui acabó conmigo siendo arrestado.
Estoy metiendo mis pies en mis zapatos deportivos cuando suena la bocina de un
auto. Agarrando mi teléfono salgo antes de cerrar la casa y trotar hasta la calle.
El coche de Zayn está esperando en la acera.
—Buenas noches —murmuro mientras me dejo caer en su asiento vacío.
—¿Dónde está Poppy?
—Se está arreglando con las chicas. Nos encontraremos allí más tarde.
Asiento con la cabeza, con una gran emoción creciendo en mi estómago ante la
idea de volver a ver a Harley.
Puede que solo hayan pasado unos días, pero mientras Zayn nos conduce por
Rosewood, me doy cuenta de que ya empiezo a acostumbrarme al lugar.
Al principio, ver las casas lujosas situadas detrás de las carreteras me resultaba
extraño. Estaba acostumbrado a los remolques de mierda que estaban amontonados
en cualquier pedacito de tierra que alguien pudiera ocupar.
—Es raro, ¿verdad? —pregunta Zayn, viendo claramente lo que capta mi atención
—. Es como un mundo completamente diferente. Aunque es bueno.
—Sí, estoy empezando a darme cuenta. Puedo entender por qué Kane pensó que
era una buena idea.
—Cualquier lugar habría sido mejor que volver a Creek.
—Esa es la puta verdad. ¿Todavía regresas a ver a tu viejo? —agrego.
—Tristemente. El maldito estúpido aún se niega a irse.
—Supongo que hay gente a la que le gusta vivir así —comento.
—Sí, malditos idiotas. ¿Alguna noticia de Gray? —cuestiona, y al igual que antes
el escuchar su nombre me hace detenerme.
—No, ¿y tú?
—No, amigo. Todos cortaron lazos conmigo mucho antes de que tú cayeras.
Me siento culpable porque yo fui uno de ellos. Corté lazos en el momento en que
Zayn dejó Creek. Aunque no fue por elección.
—Escucha... lo sien...
—No necesitas hacer eso, Ky. Lo entiendo.
—Sí, bueno. Aun así, apesta.
—Me fui. Sabía que era un nuevo comienzo. No esperaba seguir encajando.
Suelto un suspiro.
—Te extrañé, hombre.
—Aw, pequeño Legend, te me estás ablandando.
—Es mejor que ponerme duro por ti —digo inexpresivo.
—Guárdatelo para las malditas animadoras, hombre. Hablando de eso, ¿quieres
saber cuáles son las mejores para divertirte?
—Ya lo creo. Llevo un puto año pegado a mi mano. Necesito toda la información,
hombre.
Se ríe a mi lado antes de empezar a hablar de con quién quiero y con quién no
quiero acostarme esta noche. Hago todos los ruidos correctos en los momentos
adecuados para hacerle creer que estoy interesado. Pero, en realidad, esta noche solo
hay una chica a la que quiero acercarme y me importa una mierda que piense que
estará allí con su novio. Él necesita que le den una lección tanto como a ella por
permitir que se fuera llorando anoche. Maldito pendejo.
Cuando llegamos y Zayn se estaciona, ya hay muchos autos en la entrada de Justin.
—Bien, vamos a que te vayas acostumbrando a festejar al estilo Rosewood.
—Mientras termine mejor que la última fiesta a la que fui, estaré bien.
Zayn me da una palmada en el hombro a la par que nos dirigimos a la puerta
principal.
Hay gente por todas partes, y no reconozco a la mayoría, pero solo llevo tres días
en Rosewood High, así que no me sorprende. Sigo a Zayn hasta la cocina, donde
encontramos a la mayoría del equipo de fútbol americano del último año.
—Hunter, amigo mío —murmura Justin, claramente habiendo empezado la fiesta
temprano—. Legend. —Levanta una botella de cerveza hacia mí y yo la acepto
encantado y la destapo de un golpe.
—¡Salud, amigo! —exclama Zayn, aceptando la suya.
—Este es Nathan, mi primo. —Señala con la cabeza a un chico de aspecto elegante
con una Henley blanca perfectamente planchada. Exactamente lo que esperaba.
Zayn lo saluda con la cabeza, sin embargo, noto que su ceño fruncido no se borra
de su cara mientras mantienen contacto visual.
Al cabo de unos segundos, Nathan se lleva su bebida a los labios, algo nervioso.
«Sí, yo también tendría miedo, hijo de puta».
La cerveza pronto se convierte en vodka y alguien saca una bolsita de hierba que
no tarda en pasar de mano en mano una vez que nos acomodamos en la guarida de
Justin.
No tengo idea de por qué estos chicos tienen sus propias guaridas. Kane y yo
ni siquiera teníamos nuestras propias habitaciones cuando éramos pequeños. Pero
cuando me acerco la hierba a los labios y le doy una calada, no puedo decir que me
moleste demasiado.
—Carajo, qué buena está —digo a nadie en particular.
—Ethan siempre consigue la mejor hierba —murmura Zayn a mi lado.
Se la paso antes de levantarme del sofá.
—Voy a orinar.
—Al final del pasillo a la derecha —indica alguien, claramente escuchando
nuestra conversación.
Salgo de la habitación, el vodka que he bebido empieza a nublarme un poco la
cabeza, pero me deleito con la sensación de desconectarme de la vida real durante
unas horas. Lo necesito, carajo.
Hay chicos por todas partes mientras avanzo por el pasillo. Por supuesto, hay una
maldita cola. Veo una puerta que da al exterior y opto por ella. Estoy seguro de que
a Justin no le importará si riego un poco sus flores.
Afuera hay chicos amontonados alrededor de la piscina, riendo y bailando
mientras se divierten.
Me escabullo en la oscuridad del fondo del patio y hago lo mío mientras los chicos
se divierten saltando en el agua detrás de mí.
Una vez que termino, me doy la vuelta y los observo desde mi escondite durante
unos minutos y me pregunto cómo debe ser vivir una vida en la que no tienes nada
de qué preocuparte.
Las chicas en bikini coquetean con los chicos que las acompañan y otras se quedan
a un lado mientras bailan y se frotan al ritmo de la música.
Mis dedos se agitan a los lados, desesperados por tener a una chica moviéndose
así contra mí.
No sé cuánto tiempo permanezco allí como un maldito fisgón, pero al final mi
necesidad de otra bebida y otra calada se apodera de mí.
Paso entre los arbustos y vuelvo a entrar para encontrar la cocina.
Me abro paso entre la multitud en la puerta y llego hasta el mostrador donde
estaban las botellas de licor antes.
Agarro una botella y me volteo para apoyarme contra el mostrador mientras le
quito la tapa.
Observo a Justin, al chico de colegio privado, y a algunos otros pasándose
alucinógenos.
Veo cómo un par de ellos se los meten directamente en la boca, sin embargo, el
chico del colegio privado y algunos otros dudan.
—¿Quieres participar? —pregunta Justin cuando se da cuenta de que estoy
mirando.
—No, hombre. Estoy bien. Pero ustedes diviértanse. —Volteo a ver a Nathan, que
sigue con el suyo en la mano, como el chico de colegio privado que es—. Cómetelo, he
escuchado que hacen maravillas para tu vida sexual —bromeo—. Tienes una novia,
¿verdad?
Sonríe.
—Sí, viene en camino.
Sus palabras me revuelven el estómago.
—Entonces, será mejor que te lo comas y le hagas pasar un buen rato —insto,
deseando saber lo que estoy haciendo.
—Vamos entonces —dice, señalando la mano de Justin.
—¡A la mierda! ¡Por una buena noche!
CAPÍTULO DOCE
HARLEY

M e sujeto el vestido mientras salgo del coche de Ruby en un intento de no


enseñar nada a Ash ni a ninguno de los chicos que merodean por la entrada
de la casa de Justin.
—¡Vamos, chica! ¡Necesito otro trago! —grita Ruby, ya bastante borracha.
—Voy a tener que cargarte a casa esta noche, ¿verdad? —murmura Ash desde
detrás de nosotras mientras Ruby y Poppy me toman cada una de un brazo y
caminamos juntas hacia la puerta principal.
—Si tienes suerte —lanza por encima de su hombro—. Puedes aprovecharte de
mí completamente.
No puedo evitar reírme cuando oigo su quejido, porque sé muy bien que ella no se
ha acostado con él desde que vio a Kyle salir de mi habitación anoche. Y no es porque
él no lo haya intentado, como lo demuestra el hecho de que entrara directamente a su
baño mientras ella se estaba duchando. No necesité ver su cara de satisfacción para
saber que ella había conseguido lo suyo mientras a él lo dejó con las ganas. Se veía
como un loco después de que ella lo echó y lo obligó a volver a su habitación con
las pelotas azules.
Puede que actúe como un maldito gruñón, pero en secreto, creo que está
disfrutando del jueguito. Sé que Ruby sí que lo está.
—Oye, Ash —indica, deteniéndose y volteándose hacia él—. ¿Te dije que no me
puse bragas? —Se sube un poco el vestido por los muslos como si fuera a exhibirse
ante él y ante cualquiera que pudiera estar mirando hacia nosotros… probablemente
todos los chicos a nuestro alrededor gracias a ese pequeño anuncio.
—No te atrevas, carajo —gruñe.
—Entonces tendrás que averiguarlo más tarde. Sé un buen chico y ve a buscarnos
algo de beber.
Pone los ojos en blanco, pero cuando entramos a la casa y nos dirigimos a la
guarida de Justin, él se dirige a la cocina, probablemente más en busca de una bebida
para él que para Ruby. Creo que va a necesitarla.
—Por fin, maldita sea —dice Zayn en cuanto entramos en la habitación. Se levanta
del sofá en un instante y toma a Poppy en brazos—. Mierda, te ves muy sexy —
murmura en voz baja, aunque no lo suficiente como para que yo no lo escuche.
—Ugh, por favor.
—¡Vete a la mierda, Har! Ve a buscar a tu chico de colegio privado.
—Al menos él tiene algo de clase —musito, alejándome de ellos para hacer lo
que me sugiere.
—¿Estás segura? —grita desde atrás, pero no le hago caso.
—Gracias —le suelto a Ash cuando aparece trayendo cuatro vasos de plástico en
la mano.
—No te acostumbres.
—Es increíble lo que hacen los chicos por un poco de acción —bromeo mientras
él camina hacia donde Ruby está hablando con algunos miembros del escuadrón.
Recorro la casa en busca de Nathan. A medida que avanzo, atraigo la atención de
más de un chico, lo que demuestra que Ruby tenía razón sobre este vestido. Y si no
fuera por el hecho de que Nathan está aquí, o por el temor de que Kyle también lo
esté, podría estar disfrutando de la atención. Pero no es así, y me pregunto si una vez
más mi elección de vestido fue un grave error.
—Whoa, pequeña Hunter, ¿ya te vio tu hermano? —piropea Justin con dificultad,
claramente fuera de sí, en cuanto entro en la cocina—. Estás que ardes, nena.
—Cállate, J. Y deja de verme las tetas.
Levanta sus manos en señal de derrota, sin embargo, sus ojos no se apartan del
escote de mi vestido. Como sea.
Recorro la habitación y por fin encuentro a Nathan, pero casi se me salen los ojos
no solo al ver la oscuridad de su mirada, sino también al ver junto a quién está.
Por supuesto, el maldito de Kyle lo encontró antes que yo.
La sonrisa de Nathan ilumina su rostro cuando me ve, y al igual que cualquier
otro chico, sus ojos bajan por mi cuerpo, con la boca abierta al hacerlo.
—Hola —digo, deslizándome hacia él y dándole la espalda a Kyle—. ¿Te estás
divirtiendo?
—Mierda, Harley. —Apenas puedo distinguir lo que dice, porque lo dice
arrastrando sus palabras.
—¿Cuánto has bebido? —pregunto riendo.
—Lo suficiente para decirte que te ves como para comerte y para exigirte que
bailes conmigo ahora mismo.
Me rodea la cintura con sus brazos, me atrae hacia él y, sin pensarlo dos veces,
aprieta sus labios contra los míos.
El sabor del alcohol invade mi boca cuando su lengua se introduce en ella. Le
devuelvo el beso con entusiasmo, contenta de que no sea incómodo después de lo
de anoche. Sus manos bajan por mi cintura hasta agarrarme el trasero y estrechar mi
cuerpo contra el suyo.
Siento cómo se pone duro contra mi estómago mientras continuamos besándonos
y un calor recorre mi cuerpo al saber que lo estoy excitando. Bueno, me digo a mí
misma que es eso y no los ojos que se clavan en mi espalda, de la persona a la que
me negué a mirar mientras caminaba hacia aquí.
—Vamos a bailar —susurro cuando por fin se aparta de mis labios.
Levanto una mano para quitarle el lápiz labial de la cara, pero no se borra.
Me rodea la cintura con su brazo y me saca de la habitación.
Todavía siento un cosquilleo en la piel por la mirada de Kyle y, justo antes de
dar la vuelta a la esquina, veo hacia atrás por encima de mi hombro, con una sonrisa
dibujada en mis labios.
La expresión violenta de su rostro me revuelve el estómago, aunque no me detiene.
Lo de anoche no debería haber ocurrido, sin embargo, eso es culpa suya, no mía. No
debería haber estado en mi habitación. No debería haberme tocado.
Con el vodka que bebí en la casa de Ruby calentando mi estómago y fluyendo
por mis venas, es más fácil olvidarlo todo y simplemente disfrutar. Y verlo ahí, con
el músculo de su cuello palpitando y sus manos apretadas en un puño, sin duda me
hace disfrutar.
Levantando la mano, le enseño el dedo medio por encima de mi hombro antes de
desaparecer de su vista.
Nos movemos como si fuéramos uno hacia el lugar de donde proviene el potente
sonido del bajo y, en cuanto entramos en lo que suele ser la sala de los padres de
Justin, nos unimos a la multitud que baila, y Nathan me estrecha entre sus brazos.
Es muy diferente del pequeño nido de amor que Nathan preparó para mí anoche
y siento una enorme emoción al pensar que, con un poco de suerte, esto no terminará
de la misma manera desastrosa.
—No pensé que fueras a venir —comenta en mi oído mientras se mueve siguiendo
la música, aunque totalmente fuera de ritmo.
—Elegantemente tarde —susurro a modo de respuesta.
—Y valió la pena. Te ves lo suficientemente buena como para comerte. —Levanta
el brazo y me anima a girar para él.
La falda de mi vestido se abre y sus ojos se posan en mis piernas desnudas.
—Te deseo tanto, carajo —gruñe en mi oído mientras me atrae hacia él y restriega
su longitud contra mi estómago.
El chico bueno que anoche se preocupaba por mis sentimientos ha desaparecido
y en su lugar está el tipo de hombre al que estoy más acostumbrada a tratar.
Lo observo, sus ojos están totalmente desorbitados.
—¿Qué ingeriste? —pregunto.
—No lo sé, pero me siento jodidamente bien en este momento.
—Nathan, yo... —No consigo continuar porque aprovecha que tengo los labios
separados y vuelve a deslizar su lengua entre ellos.
Su beso es húmedo e impuro, y no puedo evitar ahogarme en él.
El alcohol se apodera de mí y me olvido de que estamos en una habitación llena
de gente y lo beso como si estuviéramos solos.
No sé qué canción está sonando, lo único en lo que puedo concentrarme es en él
y en cómo me hace sentir. Puede que no esté ardiendo tanto como anoche contra la
puerta de mi habitación, no obstante, estoy muy cerca y lo acepto.
—Te extrañé anoche —gime en mi oído después de besarme en la mandíbula—.
Dime que esta noche te quedarás más tiempo.
Tomo lo que queda de la bebida que Ash me dio hace un rato. Dejo caer el vaso
vacío en un estante a nuestro lado mientras volteo a mirar a Nathan una vez más.
Sus ojos están cubiertos de lujuria, su miembro sigue firme entre nosotros, pero
parece que está luchando por mantenerse despierto.
—Me quedaré todo el tiempo que quieras.
La sonrisa que se dibuja en sus labios me derrite y, cuando la canción cambia,
giro en sus brazos y empujo mi trasero hacia su entrepierna.
Me arrepiento del movimiento en cuanto miro hacia la puerta y descubro que
tenemos público.
Sacudo mi cabeza hacia Kyle mientras bajo y restriego mi trasero por el cuerpo
de Nathan.
Kyle tuerce los labios, furioso, y el vaso que tenía en la mano se rompe bajo la
fuerza de su puño.
Le sonrío mientras levanto las manos por detrás una vez que estoy completamente
erguida y paso mis dedos por el cabello de Nathan, girando la cabeza hacia un lado
para encontrar sus labios más que ansiosos.
Sus manos se deslizan por mi cintura hasta que sus pulgares rozan mis pezones.
Jadeo ante la sensación, mi vientre se aprieta de deseo y el calor inunda mi interior.
Tengo los ojos cerrados mientras absorbo las sensaciones que me recorren, pero
todos mis músculos se paralizan en cuanto un cuerpo se aprieta contra mi frente y
otro par de manos se posan en mi cintura.
—¿Qué dem...? —Mis palabras se interrumpen cuando miro fijamente a un par
de ojos furiosos que me resultan muy familiares—. Suéltame, imbécil.
Me quita la mirada de encima y mira a Nathan, que sigue moviéndose contra mi
espalda, aparentemente sin darse cuenta de la repentina tensión entre Kyle y yo.
—Qué buena mierda, ¿verdad? —Kyle le pregunta a Nathan.
—Sí, hombre. Me siento increíblemente bien.
—Claro que sí, carajo —asiente Kyle, pero sus palabras no son sinceras. Está
mintiendo. Sus ojos pueden estar oscuros, pero es solo por la ira, lo que sea que Nathan
haya tomado, Kyle no tomó lo mismo.
—¿Qué demonios estás haciendo? —reviro cuando mueve la cadera contra mí,
al ritmo de la música, a diferencia del tipo que está detrás de mí, que parece estar
bailando su propia canción—. ¿Qué le diste?
—¿Yo? —replica inocentemente, como si mi pregunta lo ofendiera—. Justin fue
el que trajo drogas a la fiesta. Yo aprendí la lección por las malas, Gatita.
Si a Nathan le preocupa que yo esté entre él y Kyle, no lo demuestra. Continúa
moviendo su cadera mientras su longitud roza mi trasero y sus dedos se clavan en mi
cintura, apretándome.
—Necesitas alejarte —le advierto a Kyle.
—Gatita, no seas así. Ambos sabemos lo mucho que te gustan dos chicos a la vez.
—¡Vete a la mierda, Kyle! —Golpeo su pecho con las manos, pero si le duele,
no se inmuta y eso me enfurece.
—Vamos. Ambos sabemos que estás más mojada ahora que te estoy tocando en
lugar de ese pendejo.
—Nunca. Y él está justo ahí.
—Gatita, está tan drogado que no sabe lo que está pasando.
—No puedo creerlo. Yo… —Me interrumpe cuando se inclina sobre mí, su pecho
duro contra mi cara mientras susurra algo al oído de Nathan.
Respiro aliviada cuando Kyle da un paso atrás.
Sus ojos me miran durante unos segundos antes de recorrer mi cuerpo. Se mete el
labio inferior en la boca y lo muerde con los dientes. La visión no debería afectarme
tanto como lo hace, sin embargo, no puedo evitar el calor que me recorre el cuerpo.
Se levanta la gorra hacia atrás y se acomoda el cabello antes de volver a
colocársela.
Me lanza un beso antes de mirar a Nathan y hacer un gesto con la cabeza.
No me muevo hasta que Kyle sale de la habitación y desaparece de mi vista.
Me doy la vuelta en los brazos de Nathan y lo miro fijamente, con mis ojos
entrecerrados por la curiosidad.
—¿Qué demonios fue eso?
—Solo me divertía, nena. Vamos a tomar algo, ¿sí?
Acepto, porque necesito un respiro. Nos dirigimos a la cocina y me sirve vodka
antes de beberse el resto de la botella. Justin se acerca a él y Nathan me da la espalda
durante unos segundos, pero no le doy importancia mientras bebo un sorbo de mi
bebida y observo cómo unas cuantas chicas chocan entre sí mientras intentan
encontrar la puerta principal.
No tengo idea de qué hora es, pero sé que es tarde. No llegamos hasta mucho
después de que comenzara la fiesta porque tardamos demasiado en arreglarnos. La
botella de vodka que bebimos con Ruby se acabó con demasiada facilidad mientras
nos peinábamos y maquillábamos, y acabamos divirtiéndonos mucho en nuestra
pequeña fiesta para tres.
—Vayamos a un sitio más tranquilo —sugiere Nathan, girándose hacia mí y
rodeándome la nuca con la mano.
—S… sí, de acuerdo —acepto. Vine aquí con la intención de tenerlo a solas y
compensarlo por lo de anoche, pero no esperaba que estuviera tan fuera de sí y que
realmente fuéramos capaces de mantener una conversación que pudiera recordar.
—Vamos. —Entrelaza sus dedos con los míos y me arrastra por el pasillo y luego
por las escaleras.
—Nathan, no estoy segura...
—Shhh —murmura—. No pasa nada. Nada de cosas raras. Solo tú y yo.
Sus labios se curvan en una sonrisa que hace que me tiemblen las rodillas,
exactamente la misma que me atrajo hacia él aquella primera noche en casa de Ethan,
y lo sigo con mi vaso medio lleno en la otra mano.
Me conduce hasta una puerta al fondo del pasillo y ambos entramos a la habitación
de invitados, que supongo ha reclamado como suya.
—Mmmm —murmura mientras me abraza por detrás y deja caer sus labios sobre
mi cuello—. Esto está mejor. Los dos solos.
La música del piso de abajo hace vibrar el suelo bajo nuestros pies, pero aun así,
saca su teléfono del bolsillo y lo sincroniza con el altavoz que hay a un lado.
Gira el tapón de la botella que tiene en la mano y bebe un gran trago, sin dejar
de mirarme. Baja por mi cuerpo, devorándome, y recuerdo por qué quería verlo esta
noche.
—Ese vestido, nena. Es alucinante.
—Gracias. —Doy un paso hacia él y recorro su pecho con mi mano—. Siento
mucho lo de anoche. —Rozo mis labios con los suyos y él acepta mi beso de
inmediato.
Su mano roza mi espalda hasta que se aferra a mi trasero. Un movimiento que
estoy segura de que nunca habría hecho anoche sin estar bajo la influencia de lo que
haya tomado.
Nos hace retroceder hasta que se tumba en el sofá junto a la ventana y me pone
encima de él, a horcajadas sobre su regazo.
—Me gustas mucho, Harley —confiesa, apartando sus labios de los míos y
volviendo a acercar la botella a los suyos y bebiendo un buen trago.
Me la ofrece y yo la tomo. El vodka puro me quema en cuanto me llega a la
garganta y me arrepiento al instante, aunque, al cabo de un segundo, cuando mi
estómago comienza a calentarse, cambio de opinión.
—Tú también me gustas. —Bebo otro trago antes de devolvérsela e inclinarme
para besarle el cuello.
Sus manos suben por mis muslos hasta que acaricia mi trasero al desnudo y me
ayuda a que me mueva sobre su entrepierna, abandonando la botella de vodka en el
sofá.
—Carajo, nena. Si sigues haciendo eso, me voy a venir en los pantalones —incita
alegremente.
—No podemos permitirlo, ¿verdad? —Sus ojos brillan ante mis palabras y sus
labios se curvan de entusiasmo mientras mis dedos buscan la pretina de su pantalón.
—¿Harley?
—Shhh —susurro, presionando sus labios con dos dedos, aunque fallo en mi
primer intento—. Deja que te compense.
Le desabrocho el botón de su pantalón, pero antes de llegar más lejos, escucho el
ruido de la puerta detrás de mí.
Tomo un gran respiro, sabiendo exactamente quién acaba de unirse a nosotros.
No necesito voltear a verlo, puedo sentirlo. El cosquilleo que me recorre la espalda
únicamente existe cuando él me mira.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto sin siquiera mirarlo.
—Vengo a unirme a la fiesta, Gatita. Me parece bien divertirse un poco, pero hay
demasiada gente abajo, ¿no crees?
—T… tienes que i… irte —tartamudeo cuando el calor de su pecho golpea mi
espalda desnuda.
—No seas así, Gatita. —Sus dedos rodean mi garganta descubierta y mis ojos se
cierran involuntariamente ante ese contacto tan conocido.
—Kyle. —Su nombre no es más que un gruñido de advertencia mientras aprieta
más su frente contra mí.
—Tal como estabas, Gatita. —Sus dedos recorren mi brazo y mis ojos se cierran
ante su contacto.
Maldito vodka.
—Tienes que irte —repito, sabiendo que esta situación va a terminar en desastre
—. No deberías estar aquí.
—A tu chico no parece importarle.
Abro los ojos de golpe y miro a Nathan. Se me entrecorta la respiración cuando
veo que tiene los ojos cerrados.
Está inconsciente.
Afortunadamente, su pecho se agita, indicándome que aún está vivo.
—¿Qué tomó?
—Algo de ácido. Estará bien después que duerma.
Su pulgar me acaricia la zona del pulso y me trago la necesidad de entregarme a él.
—Kyle —pronuncio a la fuerza, intentando sonar lo más fuerte posible—. Tienes
que irte.
—¿Por qué? No creo que tu chico esté muy interesado en lo que tienes que
ofrecerle en este momento. A menos que te guste chupársela cuando está inconsciente.
—Pensé que a ti era al que le gustaba hacer eso —replico bruscamente.
—Gatita —gruñe, levantándome del regazo de Nathan y poniéndome de pie,
aunque no hace que me dé la vuelta—. Si de verdad crees que te hice algo mientras
estabas inconsciente, entonces eres más estúpida de lo que pensaba. No tienes motivos
para odiarme, Gatita. Bueno... al menos no todavía.
—¿Q… qué v… vas a ha… hacer? —Intento zafarme de sus brazos, pero me
aprieta con fuerza con el que me sujeta por la cintura.
—Vamos a divertirnos, Gatita.
—Pero Nathan...
—Nathan necesita saber a quién perteneces. Porque... permíteme contarte un
pequeño secreto —me susurra al oído, haciendo que todo mi cuerpo se estremezca
mientras su aliento acaricia mi cuello.
Apoyo la cabeza en su hombro y cierro los ojos. La habitación da vueltas por
la cantidad de alcohol que he bebido, pero no pienso en eso. En lugar de eso, me
concentro en sus caricias. Son demasiado buenas para no hacerlo.
—A mí. —Respira—. Me perteneces.
—Jódete, Kyle. —Lucho por zafarme de su agarre y, para mi sorpresa, me suelta.
Pero pronto me doy cuenta de mi error porque mi espalda choca contra la pared junto
al sofá y su mano me rodea la garganta, inmovilizándome.
—Sí, eso es precisamente lo que estaba pensando.
Sus ojos bajan por mi cuerpo, fijándose en los dos pequeños triángulos rojos que
cubren mis pechos, y miro a Nathan.
No tiene intención de hacer esto con él en la habitación, ¿verdad?
No sé por qué me lo pregunto. La respuesta es evidente y me mira fijamente a
la cara.
—Sí, Gatita. Lo haré —responde, haciéndome preguntarme si lo dije en voz alta
o no—. Y si por casualidad se despierta, va a aprender una lección muy importante.
Levanta la mano que no está alrededor de mi garganta y la desliza por la tela desde
mi clavícula hasta la curva de mi pecho, bajando hasta la cintura, un poco por encima
de mi ombligo.
—Este vestido —murmura, casi como si hablara consigo mismo—. Fue un
atrevimiento, Gatita. Entraste aquí esta noche buscando problemas, ¿verdad?
—No, entré con la intención de pasar la noche con mi novio al que drogaste.
—Whoa, cuidado, Gatita. —Sus ojos encuentran los míos—. Yo no le di nada a
tu novio. Se tomó esa mierda por su propia voluntad porque es un maldito idiota.
—No, no lo es. Solo que…
—No te cuida como es debido. Quiero decir, si lo hiciera, entonces no habrías
estado pensando en mí hace un minuto cuando estabas revolcándote en su regazo.
—No estaba...
—No me mientas, Gatita. —Me agarra con fuerza y mis labios se separan con
un jadeo.
—N… no lo hago.
—Claaaro —dice—. Vamos a fingir que te excita, ¿de acuerdo? Por pura
diversión. Fingiremos que él es la razón por la que los tienes duros y rogando que te
los chupe. —Rodea uno de mis pezones con su dedo índice y se endurece aún más
por él—. Y ambos sabemos que tus bragas están arruinadas en este momento. ¿O vas
a intentar mentir sobre eso también?
—Kyle —gimo mientras sigue provocándome.
—Ruégame todo lo que quieras. No saldré de esta habitación hasta que te
demuestre lo contrario.
—Adelante entonces —reto, poniendo mis manos a los lados—. Haz lo que
quieras.
Una sonrisa malvada y hambrienta se dibuja en sus labios.
Da un paso hacia atrás, me suelta la garganta y me permite respirar hondo. Mis
ojos se dirigen a la puerta, pero no consigo dar un paso.
—Ni se te ocurra.
Tragándome los nervios, vuelvo a mirar a Kyle mientras recoge lo que queda de
la botella de vodka que Nathan abandonó.
Se sienta en el borde de la cama, gira el tapón y se lleva la botella a los labios.
No puedo apartar la mirada de él mientras bebe, su manzana de Adán se contrae
y sus músculos se ondulan.
Sin volver a ponerle el tapón, apoya los codos en las piernas abiertas y sostiene la
botella entre ellas, mirándome con expectativa a través de sus pestañas.
—¿Q… qué?
—Me lo debes, Gatita.
Mis dedos se agitan contra la pared en la que están apoyados cuando mi cerebro
alcoholizado se da cuenta de lo que quiere decir.
—Jódete, Kyle.
—Verás... ese es el asunto. Estuve encerrado solo durante mucho tiempo... por
tu culpa.
Abro la boca para responder, para decirle que no fue culpa mía, pero lo es. Yo
hice esa llamada, yo soy la culpable.
—Estabas más que dispuesta a ayudarlo hace unos minutos. —Dirige una mirada
a Nathan antes de volver a mirarme y levantar una ceja—. Entonces —dice, bajando
la botella al suelo y apoyándose de nuevo en sus manos.
El corazón se me desboca en el pecho y lo miro fijamente.
Me mira con impaciencia mientras se mete el labio inferior en la boca. Yo imito
el movimiento mientras se me hace agua la boca por probar su sabor.
El beso que me dio anoche... no fue suficiente.
Aprieto la pared con mis dedos mientras recorro con la mirada su mandíbula,
desciendo por la camiseta negra ajustada que lleva puesta y que deja ver cada músculo
que tiene debajo, hasta el pequeño pedazo de piel que queda al descubierto, antes de
llegar a la pretina negra de sus bóxers y luego a sus jeans oscuros.
Mis ojos se detienen en el bulto de su entrepierna y siento un hormigueo en el
vientre al saber que lo excito. Igual que él a mí. Nuestro odio es adictivo, emocionante.
Peligroso. Sin embargo, eso no significa que quiera alejarme, al contrario, me incita
a seguir.
—¿Harley? —pregunta, su voz profunda retumbando en mí, obligándome a volver
a mirarlo a la cara.
Lo estudio por un momento. Sigue siendo muy parecido al chico dulce que
recuerdo de mi pasado. Pero los cambios del año transcurrido me resultan evidentes.
El desprecio, las palabras despiadadas y las caricias crueles. Todo eso es nuevo y sé
que es mi culpa.
Puede que no sepa qué le ocurrió mientras estuvo en el reformatorio. Y puede
que nunca lo sepa. Pero sí sé que eso lo cambió. Yo lo cambié y no puedo evitar
preguntarme si habré destrozado por completo a ese pequeño niño que tenía tanto
potencial a pesar del agujero de mierda en el que vivíamos.
—Mi paciencia tiene un límite, Gatita.
Con mis ojos clavados en los suyos, doy un paso adelante. En sus labios se dibuja
una sonrisa de satisfacción, pero eso solo hace que me estremezca por dentro por la
anticipación.
En un abrir y cerrar de ojos, me encuentro entre sus piernas, atraída por él igual
que una polilla a una llama.
Se inclina hacia adelante, acercando su pecho a mi estómago, y recorre la parte
posterior de mis muslos con sus manos hasta encontrar mi trasero desnudo.
—Te juro por Dios que si no traes puestas... —Sube más sus manos y sus palabras
se interrumpen cuando encuentra el borde de mi tanga—. ¿Te tocó? —gruñe.
Estoy desesperada por apartar la vista de su mirada electrizante, pero no puedo y
mantengo la cabeza inclinada para no perder la conexión con él.
Sacudo la cabeza tan sutilmente que no estoy segura de que pueda verlo.
—Gatita —dice en voz baja—. ¿Ese hijo de puta te tocó esta noche?
Sus meñiques recorren el trozo de tela que hay entre mi trasero hasta colocarse
justo sobre mi entrada. Un gruñido retumba en su garganta al descubrir que la tela
está empapada.
Inclinándose hacia adelante, aunque sin apartar su mirada de la mía, abre sus
labios justo encima de mi pecho izquierdo y chupa la piel con su boca.
—¡Kyle! —Jadeo mientras succiona hasta el punto en que me duele antes de
morderme.
—M – í – a.
—¡Estás loco, diablos! —chillo, bajando la mirada hacia la marca en mi pecho
—Sí, ¿y de quién carajos es la culpa, eh Gatita? —Antes de que pueda responderle,
sus dedos rodean mi tanga y la arranca de mi cuerpo.
Jadeo cuando la tela se desprende de mí y el aire frío de la habitación rodea el
calor de mi entrepierna.
—Creo que te gusta que me vuelva un poco loco, ¿verdad? —Levanta su mano,
pero ahora por la parte delantera de mi vestido, y pasa un dedo por mi entrada, frotando
la humedad alrededor de mi clítoris.
—Oh, Dios. —Estiro la mano para encontrar algo de donde agarrarme y mi mano
cae sobre su gorra. No contenta con eso, se la quito de la cabeza, introduzco mis dedos
en su cabello y lo agarro con tanta fuerza que sé que le dolerá.
Sus ojos se dirigen a los míos brillando de excitación.
—Haz que me duela tanto como puedas, Gatita. Eso me excitará aún más.
Sin pensarlo, aparto la otra mano y le doy una bofetada en la mejilla. El golpe es
tan fuerte que su cabeza se inclina hacia un lado a pesar de que le estoy sujetando
el cabello.
Un gruñido retumba en su garganta.
—Me las vas a pagar.
—Pensé que ya lo estaba haciendo. Después de todo, esto es un castigo, ¿no?
Antes de darme cuenta, me empuja los hombros hacia abajo con tanta fuerza que
me encuentro de rodillas ante él.
—Iba a ser más suave contigo —dice en voz baja como si fuera ese chico dulce
que una vez conocí, pero puedo ver las intenciones malvadas brillando en sus ojos—.
Pero lo echaste a perder. Más de una vez.
—Q… qué harás… —El vodka que fluye por mi organismo hace que mi cerebro
deje de funcionar mientras lo miro fijamente.
—Te ves muy bien de rodillas suplicando perdón, ¿lo sabías, Hunter?
—Vete a la mierda, Legend. —Entrecierro mis ojos hacia él, esperando mostrarle
cuánto lo odio en este momento a pesar del deseo que me quema.
Y él también lo sabe, maldita sea.
Me toca la mejilla con un movimiento casi tierno, y mis ojos se cierran ante su
caricia.
—¿Alguna vez le has chupado la polla a alguien, Gatita?
De nuevo sacudo la cabeza tan sutilmente que no sé si lo ve o lo siente.
—Bien. Recordarás esto. —Introduce su pulgar en mi boca y no puedo evitar
envolverlo con mis labios y chuparlo—. Carajo.
Sus ojos se cierran por un instante y me doy cuenta de cuánto poder tengo sobre
él en este momento.
Podría levantarme y marcharme dejándolo aquí solo con su erección y mi novio
inconsciente, o podría hacer algo que he imaginado muchas veces y quitarle aún más
control.
Le sonrío. Este nuevo poder me está volviendo loca. Puede que sea yo la que esté
de rodillas ahora suplicando perdón con este gesto, pero en cuanto hagamos esto, seré
yo la que mande y él lo sabe perfectamente.
Quita su mano y vuelve a apoyarse sobre sus palmas, ofreciéndose a mí.
—Adelante. No tengo toda la noche.
Aprieto los dientes mientras lo miro fijamente. La cabeza me da vueltas por el
vodka, el deseo, el odio. No sé cuál es el más fuerte, pero también sé que no voy a
marcharme, como sé que debería.
Algo en el fondo de mi mente me pide que mire a Nathan, pero no puedo. Si lo
veo allí, acostado detrás de mí, todo cambiará. Y en este momento, no quiero cambiar
absolutamente nada.
CAPÍTULO TRECE
KYLE

L a observo fijamente, con el corazón latiendo contra mis costillas y mi polla


palpitando, y ella estira sus manos tímidamente y las sube por mis muslos.
Su tacto me quema como esperaba y se me hace agua la boca por lo que
está por venir.
No iba a obligarla a hacerlo. Pero entonces me abofeteó. Aún me duele la mejilla
por el golpe y me resisto a levantar la mano para aliviar el dolor.
Dudando, ella tantea el botón de mi pantalón. Sé que podría ayudarla y abrirlo en
un instante, pero verla es demasiado placentero.
—Me estás matando, Gatita —gruño, haciendo que sus ojos se dirijan hacia mí.
Son tan oscuros que amenazan con atraerme y ahogarme en sus profundidades.
Y no puedo negar que es exactamente donde quiero estar ahora. Perdido. Perdido en
ella y en todo lo que puede darme.
Esa noche. Esa fiesta. No se suponía que terminara así. Se suponía que terminaría
exactamente de esta forma. Haciéndola mía a pesar de las consecuencias de lo que
su hermano, o el resto de Harrow Creek, pudieran pensar. La había deseado durante
mucho tiempo como para dejar pasar la oportunidad.
Sin embargo, Gray lo arruinó.
Harley cree que es culpa suya, y en parte tiene razón. Y, aunque fue ella quien
hizo la llamada, no puedo echarle toda la culpa. Si Gray no se hubiera dejado llevar,
creyéndose el puto Dios, nada de lo que ocurrió después habría sucedido.
Mis dedos se enroscan en las sábanas mientras la ira me invade. Él fue quien nos
hizo esto. Quien me convirtió en esto.
Sé que en este momento lo estoy evitando. Pero sé que no durará para siempre y
que nunca olvidaré lo que hizo. Cómo nos lastimó a ambos. Me importa una mierda
que perdiera su cocaína. Eso no significa nada para mí. Sin embargo, la chica de
rodillas frente a mí. Mi futuro. Eso lo es todo, carajo.
Mi estómago da un vuelco cuando por fin consigue desabrochar el botón y bajar
la cremallera.
Levanto la cadera para ayudarla y me baja los pantalones. Sus ojos se posan en
mi polla a pesar de que aún está cubierta por mi bóxer.
Sé que es virgen. Sé por qué huyó anoche de ese hijo de puta y la idea de ser el
primero al que toca así hace que mi pecho se hinche. No importa lo que pase de aquí
en adelante, ella nunca olvidará esto.
—¿Tienes miedo, Gatita? No te morderé, bueno, no mientras estés ahí abajo.
Respira hondo, sus ojos oscuros se clavan en los míos una vez más mientras su
dedo tibio roza la piel de mi cintura antes de jalar. Me levanto y ella baja la tela hasta
dejarme al descubierto.
—Kyle, yo... —Estiro mi mano para acariciar su rostro una vez más y froto mi
pulgar sobre su mejilla con ternura.
—Sin hablar, Gatita —advierto, deslizándome hasta el borde de la cama.
—B… bien. —Moviendo mi mano hacia arriba, la enredo en su cabello y la obligo
a mirarme.
Mi polla se sacude bajo su mirada y una sonrisa se dibuja en mis labios mientras
ella jadea.
Duda por un segundo y casi espero que se zafe de mi agarre y corra hacia la
puerta. Me preparo porque sé que si me equivoqué y realmente no quiere esto, la
dejaré marcharse. No soy ese tipo de hombre.
Pero cuando se mueve, no se aleja de mí.
Sus manos recorren mis muslos desnudos, sus ojos aún fijos en mi miembro. Sus
dedos rozan mi longitud y ese simple roce es suficiente para lanzar chispas eléctricas
por todo mi cuerpo.
«No hay forma de que aguante».
Me niego a pensar en eso, porque no creo que a Harley le importe un carajo, y
estoy seguro de que a mí tampoco.
—Gatita —digo, mi necesidad de que me tome entre sus delicadas manos me
consume por completo—. Ay, mierda. —Suelto su cabello y me recuesto sobre mis
codos mientras sus dedos ardientes envuelven mi miembro.
Echo mi cabeza hacia atrás mientras ella comienza a masturbarme lentamente,
rechinando mis dientes mientras intento controlarme.
—Carajooo —gimo cuando vuelvo a mirarla y me encuentro con que me está
observando. Abro la boca para decir algo, pero pierdo el sentido cuando ella acerca
su cara hacia mí.
—¿Esto es lo que querías, Ky? —Sus labios se posan justo sobre mi punta, su
cálido aliento recorriendo mi piel excitada.
Mis dedos vuelven a enredarse en su cabello y ella se tensa, pensando que voy a
obligarla a hacerlo. Estoy seguro de que algún día lo haré, pero no ahora.
Puede que me odie, pero no soy un completo cabrón.
—Harley, no me provoques.
—¿Por qué? —Respira—. Te lo mereces. —Su mirada se clava en la mía, con un
desafío brillando en ella.
—Y tú te mereces que te la m… Mierda —Su lengua me lame la punta, recogiendo
el líquido que se acumula en la hendidura, interrumpiendo mi advertencia.
Me lame como si fuera un maldito helado antes de meterme en su boquita sensual.
—Demonios. Mierda, Harley. —Mis dedos aprietan su cabello hasta el punto en
que debo estar casi arrancándoselo, pero no puedo evitarlo.
Se siente demasiado bien, carajo.
Veo cómo baja la cabeza, chupando más hasta que llego al fondo de su garganta
y se retira antes de que le dé una arcada.
Su pequeña mano continúa agarrando la base de mi polla, la presión que ejerce es
jodidamente perfecta, pero sé que no tiene la menor idea.
—¿Te sientes mejor ahora que tienes tu polla en mi boca? —pregunta inclinando
la cabeza hacia un lado y pasándose la lengua por su labio inferior—. ¿Te sientes
poderoso?
Mi pecho se agita mientras ella me mira fijamente y su mano sigue acariciándome
lentamente.
—¿Poderoso? No tienes ni puta idea, Gatita —gruño. Creo que ambos sabemos
quién tiene todo el maldito poder ahora mismo.
La imagen de ella marchándose y dejándome así me golpea, y mi agarre se vuelve
aún más fuerte. Debería irse, creo que ambos sabemos que eso sería lo correcto en
este momento, pero también sabemos que no lo hará.
Me incorporo, la atraigo hacia mí y la beso con fuerza. Mi lengua se hunde en su
boca y después de un segundo la suya se une.
Un suave gemido retumba en su garganta y me lo trago como si fuera mío. Quiero
todos sus gemidos de placer y sus súplicas.
Nuestro beso es obsceno, nuestros dientes chocan y nuestros mordiscos duelen.
Es exactamente como debería ser, maldición.
Chupo su labio inferior y hundo mis dientes en él hasta que estoy seguro de que
atravieso la piel.
—Chúpamela, Gatita. Quiero venirme en tu boquita perversa.
Vuelvo a empujarla hacia abajo entre mis piernas y ella me mete en su boca de
nuevo, sin perder el ritmo, casi como si me echara de menos.
—Joder, sí —gimo mientras veo cómo mueve la cabeza.
Quiero que dure para siempre, pero después de un tiempo vergonzosamente corto,
sé que está llegando a su fin.
—Gatita —me quejo, queriendo que sepa lo que está a punto de ocurrir. Se queda
quieta, así que sé que me escucha, pero no se detiene.
Me mete más adentro de lo que lo ha hecho hasta ahora y pierdo el control.
—Mierda. Mierda. ¡Harley! —repito mientras mi polla se sacude y me vengo en
su garganta. Un gemido sale de mí y llena la habitación que nos rodea mientras mi
cuerpo se debilita y mis músculos tiemblan por el intenso orgasmo que he necesitado
durante tanto tiempo.
No me doy cuenta de que me desplomé sobre la cama hasta que ella habla y suena
muy lejos. Demasiado lejos, maldición.
—¿A dónde...?
—Ya pagué mi deuda, Ky.
Me incorporo mientras ella retrocede hacia la puerta.
—¿Crees que eso es todo? ¿Crees que con mamármela me voy a olvidar de todo?
—Me levanto, subiéndome los pantalones y sacudo mi cabeza—. Eso fue solo el
comienzo, Gatita. —Cierro el espacio entre nosotros en un instante. Mi mano rodea
su garganta y mis labios chocan contra los suyos.
—Kyle, ¿qué estás...? —Le aprieto la garganta, obligándola a dejar de hablar para
poder seguir besándola.
Apoyo el otro brazo en la pared, junto a su cabeza, y aprieto mi cuerpo contra el
suyo, metiendo mi muslo entre sus piernas para sentir su calor.
La beso hasta que me arden los pulmones.
—Esto está muy lejos de acabar, Gatita —le susurro al oído—. Ahora, ¿vas a
portarte bien y vas a obedecer o voy a tener que obligarte?
Su pecho se agita contra mí, sus pequeños puños retorciéndose sobre mi camiseta.
No sé si se da cuenta, pero me está agarrando y eso me dice todo lo que necesito saber.
—Depende de lo que sea.
Me río, pero no hay humor en ello. Por mucho que me guste su actitud desafiante,
no estoy seguro de poder tolerarla en este momento. Sé lo que quiero y mi paciencia
se está agotando.
—Acuéstate en la cama, Gatita. —Bajo mi mano y aprieto su cintura mientras
chupo la piel de su cuello, asegurándome una vez más de dejar una marca. Quiero
que mañana se mire al espejo y recuerde exactamente quién estuvo allí—. Ahora. —
Damos la vuelta y la empujo en dirección a la cama en el centro de la habitación.
Se tropieza con sus tacones, aunque consigue mantenerse en pie.
—¡Acuéstate sobre tu espalda! —exijo, y se desliza hacia atrás hasta quedar
tumbada en el centro, aunque con la cabeza levantada para poder seguirme mientras
atravieso la habitación hacia ella.
—Abre las piernas, Gatita.
—¿Qué...?
—No discutas. Tuviste tu oportunidad de huir. No la aprovechaste.
—Yo... no creo...
—Gatita —advierto, con mi voz grave retumbando en mi garganta.
Ella suelta un suspiro entrecortado, pero separa lentamente sus tobillos.
—Ábrelas más. —Recorro con mi mirada toda la piel bronceada y desnuda que
tengo frente a mí, pero lo que realmente deseo está cubierto por la falda de su vestido.
Es bonito. Se ve sexy en él, aunque se verá aún mejor en el piso.
—Levántate el vestido.
El tiempo parece avanzar más despacio mientras espero a que siga mis
indicaciones, sin embargo, casi se detiene cuando lo hace.
Tan jodidamente bella.
—Kyle, ¿qué estás...? ¡Oh, Dios mío! —chilla cuando me lanzo sobre la cama,
envuelvo sus muslos con ambas manos y aferro mi boca a su clítoris.
Su sabor cubre mi lengua y quiero ahogarme en él.
Sus manos agarran mi cabello y lo jala hacia ella, tratando de acercarme más,
mientras lamo, chupo y pellizco su clítoris con mis dientes.
—¡Mierda, mierda, mierda, Kyle!
Escuchar mi nombre resonar por toda la habitación provoca que se me hinche el
pecho.
«Así es, Har. Grítalo más fuerte, joder».
Su espalda se arquea sobre la cama y la chupo con fuerza, sus uñas me arañan el
cuero cabelludo y mi polla vuelve a apretar mi pantalón.
Retiro una de mis manos, encuentro su entrada y empiezo a recorrerla con un dedo.
—¡Ay, mierda! —exclama cuando le meto solo la punta. Sus músculos se agitan
tratando de hundirme más profundamente, pero me niego a hacerlo, prolongando el
placer lo más posible.
—Te vas a venir, Gatita —gruño contra su clítoris, asegurándome de que siente
las vibraciones de mi voz.
—Maldición, Ky.
—Podría comerte toda la puta noche, Gatita.
—¡Kyle! —grita mientras cae al vacío. Me arde el cuero cabelludo cuando me
jala más fuerte el cabello, su espalda se arquea y echa la cabeza hacia atrás—. ¡Dios
mío! —Jadea mientras todo su cuerpo se convulsiona en medio de la cama.
No dejo de lamerla hasta que se relaja, entonces me siento, me limpio la boca con
el dorso de la mano y me lanzo sobre ella.
Mis labios encuentran su cuello mientras beso, chupo y muerdo su dulce piel.
—¡Kyle! —gime, arañándome la espalda mientras la acaricio.
—Voy a arruinarte, Gatita —prometo antes de meter mis dedos bajo los tirantes
de su vestido y bajar la mitad superior para dejar sus tetas al descubierto.
Rozo su clavícula con mis dientes y voy bajando, sin dejar ni una parte de su piel
sin tocar.
Su vestido acaba amontonado en el suelo, seguido poco después por sus zapatos,
antes de comérmela otra vez, pero sigo completamente vestido.
Con mis manos envueltas alrededor de su pequeña cintura, vuelvo a hacer que
alcance el orgasmo con tan solo mi lengua penetrándola.
Aprieta las sábanas con los puños mientras se deja llevar, pronunciando mi
nombre como una súplica en sus labios.
—Así es, Gatita —gruño—. ¿Quién es tu maldito dueño?
—Tú —responde con entusiasmo después de tantos orgasmos bajo mis manos y
mi boca.
—Dilo.
—Eres tú, Kyle.
—¿Qué dijiste, Gatita?
—Te pertenezco, Kyle.
Apartándome de su coño, no me molesto en limpiarme la boca, sino que mi mano
encuentra su garganta y mis labios chocan contra los suyos. Ella gime al saborearse,
pero no intenta apartarse, en lugar de eso, chupa mi lengua en su boca haciéndome
desear que fuera mi polla de nuevo.
—Me perteneces, Gatita. Eres. Mía.
—Sí, sí. —Jadea, con los ojos apenas abiertos después de la cantidad de orgasmos
que le he dado y la cantidad de vodka que ha bebido.
—Y que no se te olvide, carajo. —Volteo a mi izquierda y veo un par de ojos
mirándome, como sabía que me estarían observando. Una sonrisa se dibuja en mis
labios antes de lanzarme sobre ella una vez más para que quede claro.
CAPÍTULO CATORCE
HARLEY

M e doy la vuelta y la sensación del roce de las sábanas donde normalmente no lo


harían es la primera señal de que algo no está bien. La segunda es el concierto
en mi cabeza. La tercera, que se me revuelve el estómago, pero no se debe
tanto al vodka sino a la velocidad con que los recuerdos de anoche me golpean.
Me levanto sobre un codo, dispuesta a correr hacia el baño más cercano, pero en
cuanto abro los ojos y veo a Nathan mirándome desde el sofá, me quedo paralizada.
—¡Mierda! —suspiro.
—Buenos días. —Se sienta hacia adelante, apoyando sus codos en las rodillas,
pero no me quita los ojos de encima.
Quiero que la cama me trague por completo mientras aprieto las sábanas contra
mi pecho desnudo.
—¿C… cómo te sientes?
—Mejor de lo que debería. —Tiene una voz fría que nunca había escuchado y
que me revuelve el estómago.
El silencio se prolonga incómodamente entre nosotros, pero, aun así, no encuentro
nada que decirle mientras la vergüenza me quema por dentro.
—Te vi. —Sus palabras me dejan sin aliento—. Te vi... con él. Yo... te escuché...
con él.
Trato de tragar, pero tengo la boca tan seca que ni siquiera puedo hacerlo.
—Lo… lo siento.
—¿Por eso huiste la otra noche? ¿Por él?
—No, yo...
Me lanza una mirada.
—No me mientas, Harley. Es demasiado tarde para eso. ¿Huiste la otra noche por
su culpa?
—S… sí. Lo siento —añado apresuradamente, como si eso fuera a mejorar las
cosas.
—¿Quién es? —pregunta Nathan, frunciendo el ceño como si el puro hecho de
hacer la pregunta fuera doloroso.
—Un chico de mi pasado. Llegó a la ciudad la semana pasada. No sabía que
vendría.
—¿Es un ex?
—N… no. —Dudo y me odio por ello—. Quiero decir, algo pasó antes de que se
marchara... —Me detengo, porque por alguna razón no estoy dispuesta a compartir
todo sobre Kyle con él—. Pero nunca estuvimos juntos.
—Supongo que nosotros tampoco lo estuvimos.
Me siento en la cama intentando mantenerme cubierta mientras me muevo.
—Nathan, estoy tan...
—¡No lo hagas! —brama, impulsándose para levantarse—. Tienes razón. Nunca
dijimos que fuéramos exclusivos. Supongo que asumí...
—No era mi intención —me disculpo apresuradamente.
—No, quizá no. Sin embargo, lo hiciste de todos modos. Mientras yo estaba
inconsciente aquí mismo. —Señala al sofá y mi cara me arde de la vergüenza.
Por supuesto que sabía que estaba allí, estaba hincada en su regazo cuando Kyle
entró.
«Maldición, Harley. No eres más que la zorra animadora que todos suponen que
eres».
—Si no hubieras...
—No me eches la culpa de esto.
—No lo hago, solo digo, que tomaste... algo, y te quedaste dormido. Si no lo
hubieras hecho, entonces...
—Entonces qué, ¿podríamos habernos divertido los tres? Sabes que eso era lo que
él quería, ¿verdad?
—No, yo...
—Cuando me susurró al oído cuando estábamos bailando. Quería que nos
divirtiéramos los tres...
—¿Y tú estuviste de acuerdo? —pregunto, mis ojos casi saliéndose de mi cabeza.
—Estaba ebrio, Harley. Anoche habría accedido a cualquier cosa.
—Maldita sea —murmuro mientras dejo caer mi cabeza entre mis manos—.
Siento mucho haberte metido en este lío.
—Ojalá me hubieras dicho la verdad. Me gustas, Harley, pero no quiero meterme
en ningún asunto.
—No es nada —argumento.
Sacude la cabeza como si fuera lo más ridículo que ha escuchado en su vida.
—Sin embargo, lo es, ¿no? No me permitiste que te tocara por su culpa, pero lo
dejaste hacer todo eso mientras yo estaba en la habitación sin pensarlo dos veces.
—Estaba borracha.
—No importa, Harley. Lo que le dijiste anoche era verdad.
—¿Q… Qué le dije? —Puede que sea capaz de recordar vívidamente una serie
de cosas que ocurrieron anoche justo aquí, en esta cama, no obstante, podría haberle
dicho literalmente cualquier cosa durante ese tiempo.
—Que eres suya. Sin duda dejó suficientes evidencias. —Señala mi pecho con la
cabeza y yo bajo un poco la sábana.
—Dios —musito, mirando todas las marcas que cubren mi piel.
—Voy a... —dice en voz baja mientras se dirige a la puerta.
—Lo siento, Nathan. De verdad, lo lamento.
—Fue divertido mientras duró, Harley. Cuídate.
Siento una gran presión en los ojos al ver cómo sale de la habitación, pero
contengo el llanto hasta que la puerta se cierra detrás de él y sé que está lo bastante
lejos como para no oírme.
Me cubro completamente con la sábana y lloro por todos los errores estúpidos que
he cometido durante el último año y que han involucrado al maldito Kyle Legend.
Siendo el de anoche el peor de todos.
No sé cuánto tiempo permanezco aquí acostada llorando, pero me arden los ojos
de tanto llorar cuando alguien toca la puerta.
—Harley, soy yo. ¿Puedo pasar? —Escuchar la voz de Ruby me hace llorar con
más fuerza.
—Sí —respondo, con la voz entrecortada por la tristeza.
—Hola, Nathan me dijo que estabas aquí y que quizá necesitabas una amiga.
Se acerca a la cama y se sienta en el borde, con una expresión de compasión.
—¿Qué pasó?
—La jodí. A lo grande.
—¿Demasiado vodka? —pregunta, intentando quitarle importancia a la situación.
—Demasiado, pero demasiado vodka.
—Oh, cariño. Ven aquí. —Me abraza y lloro en su hombro.
—Le hice mucho daño. No se lo merecía.
Me frota la espalda para consolarme.
—Él está bien, Har.
—¿Kyle aún está… aquí?
—No lo he visto desde ayer temprano en la noche.
Desearía que mi corazón no se encogiera como lo hace sabiendo que se escabulló
después de lo que pasó.
—¿Quieres hablar de ello?
—Sí, pero realmente necesito vestirme y salir de aquí.
—De acuerdo, ¿qué tal si volvemos a tu casa, te cambias y luego vamos a
desayunar?
—No a Aces —pido apresuradamente. No quiero ver a nadie.
—Muy bien, como quieras.
Se desliza hasta el extremo de la cama y se inclina.
—¿Necesitas esto? —inquiere, entregándome mi vestido.
—Esto —digo, arrebatándoselo—. Fue un error.
—No puedes culpar al vestido.
—Puedo y lo haré. —Me lo pongo por encima de la cabeza y me lo bajo por el
cuerpo sin exhibirme ante Ruby.
—¿Tengo que preguntarte qué pasó con tus bragas? —pregunta mientras me
levanto de la cama, fracasando claramente en mi misión de no exponerme.
—Usa tu imaginación —musito, caminando hacia el otro lado de la habitación y
abriendo una puerta que espero que conduzca a un baño. Me duele todo el cuerpo,
pero sobre todo los músculos de los muslos. ¿Qué demonios me hizo anoche?
Me sonrojo al recordarlo entre mis piernas. Aprieto los muslos al recordar cómo
se sintió su lengua contra mí.
Me golpeo la frente con la mano, con la esperanza de deshacerme de los
pensamientos.
Ver los artículos de aseo de Nathan en el lavabo no ayuda a aliviar mis
remordimientos.
Uso el inodoro antes de lavarme los dientes con los dedos con la esperanza de
refrescar mi boca y volver con Ruby.
—¿Lista?
—¿Hay alguna posibilidad de escabullirme por una puerta trasera?
—Podemos intentarlo, sin embargo, tengo que avisarle a Ash que nos vamos.
—Hazlo. Te veré en tu auto.
—De acuerdo. Toma —dice, sacando las llaves de su bolso—. No tardaré.
—Gracias —contesto sinceramente.
—Siempre, Har. —Me besa la mejilla antes de desaparecer por la puerta y dejarme
unos segundos para tranquilizarme antes de intentar escabullirme y que no me
descubran caminando vergonzosamente con el vestido de anoche.
Por algún milagro, consigo salir de la casa sin ser vista y me escondo en el auto
de Ruby cuando ella sale por la puerta principal, a diferencia de mí que me escabullí
por la parte trasera, minutos después de meterme al auto.
—¿Lista para dejar atrás lo de anoche? —inquiere.
—Muy lista. ¿Hay alguna posibilidad de que pueda dejar mis recuerdos aquí
también?
—¿Así de mal? —curiosea, mirándome después de arrancar el motor y no se le
escapa el rubor que me cubre el rostro y me recorre el cuello y que, por supuesto,
no hace más que resaltar los numerosos chupetones que tengo—. Dios mío. ¿Cómo
no vi esos antes?
—¿Podemos no hacerlo?
—¿Intentó comerte? —bromea, recordando claramente las palabras que le dije no
hace mucho.
—Lo hizo, unas cuantas veces —admito, para su diversión.
—Harley Hunter, pequeña zorra pícara.
—Como si tú no lo fueras.
—Oye, no estoy negando nada. —Se ríe entre dientes—. Pero dime... ¿Lo hace
bien?
—Maldita sea, solo conduce. Necesito ducharme y quitarme este vestido.
—Tienes razón. Hueles a sexo.
—Estoy bastante segura de que eres tú.
—Nop, yo me bañé.
—Genial, entonces supongo que soy culpable.
Ruby sigue riéndose ligeramente a mi costa mientras sale de la entrada de Justin
y se dirige a mi casa.
—Salí de casa de Justin sin que me vieran. No voy a tener la misma suerte aquí,
¿verdad? —pregunto, viendo los autos de mamá y Zayn en la entrada.
—Solo hay una forma de averiguarlo. —Aunque en lugar de abrir la puerta, Ruby
se mete entre los asientos y agarra algo—. Toma, ponte esto. Si Zayn te ve, le dará
un ataque.
—Gracias —replico, tomando su sudadera con capucha y metiendo mis brazos
en ella.
Una vez que me cubro lo más que puedo, exhalo un largo suspiro para calmarme
antes de abrir la puerta y bajarme.
La casa está en silencio cuando entramos por la puerta principal, pero solo dura
un instante porque unos pasos se dirigen hacia nosotras.
—Buenos días, chicas. ¿Pasaron una buena noche? —pregunta mamá, mirando
entre ambas.
—Sí —miento—. Con permiso.
Me dirijo a las escaleras sabiendo que la mirada preocupada de mamá me sigue.
Al cabo de un par de segundos, Ruby me alcanza.
—Deberías hablar con ella, escucharla.
—Lo haré, cuando no tenga resaca y me ahogue en remordimientos.
—Oh, vamos, no pudo haber sido tan malo.
—¿Ah no? —ironizo girando hacia ella en el momento en que estamos en la
seguridad de mi baño—. El chico al que odio me hizo sexo oral, una y otra vez,
mientras mi novio estaba inconsciente en el sofá. Y lo peor es que, al parecer, mi
novio estaba mirando.
Ruby se queda boquiabierta.
—¿Él estaba viendo?
—No creo que realmente nos mirara para entretenerse, creo que despertó y nos
vio haciendo... bueno, eso. —Me acerco a mi armario para sacar algo de ropa limpia.
—¿Te lo cogiste? —Su pregunta me detiene en seco.
—No. Bueno, creo que no. —Me arriesgo a mirarla de pie junto a la cama, con
sus manos en la cintura.
—¿Crees que no?
—Quiero decir, recuerdo... cosas. Pero no recuerdo eso. Aunque tampoco
recuerdo haberme quedado dormida o que él se haya ido sin avisar, así que...
—Lo sabrías si lo hubieras hecho. Lo sentirías.
—Bueno, eso me tranquiliza, supongo.
—Ve a ducharte. Necesitamos panqueques antes de seguir hablando de esto.
—No podría estar más de acuerdo. ¿Estarás bien mientras me ducho?
—Tómate tu tiempo.
Abro la ducha más caliente de lo habitual, me quito el vestido y me pongo bajo el
chorro, estremeciéndome cuando el agua quema mi piel, pero no la cierro. La necesito
para deshacerme de los recuerdos y las sensaciones de anoche.
Restriego cada parte de mi piel, intentando quitármelo de encima, pero
desgraciadamente no sirve de mucho contra lo que tengo en mi cabeza.
Cuando acabo, me quito lo que queda del maquillaje de anoche y me pongo unos
leggings y un suéter extragrande con el que puedo cubrirme. Me niego a mirar mi
reflejo en el espejo, no quiero ver la magnitud de mis errores.
—¿Te sientes mejor? —cuestiona Ruby en cuanto regreso a mi habitación.
—No. —Espera pacientemente mientras me seco el cabello y me maquillo un
poco para no parecer un cadáver—. Pues vamos, el jarabe nos llama.
—¿Adónde quieres ir? —consulta Ruby mientras bajamos las escaleras.
—A cualquier... mierda —murmuro en voz baja cuando una voz muy conocida
se filtra hasta mí—. Él está aquí.
—¿Y? Mantén la cabeza en alto y pasa junto a él. Que no vea que te afecta.
—No pretendía hacerlo —digo bruscamente, haciendo que Ruby se sobresalte—.
Lo siento. Es que me vuelve un poco loca.
—Ya me di cuenta.
—Vamos. —Echándome el cabello por encima del hombro, continúo bajando,
sabiendo que en cuanto mire hacia la cocina, me lo voy a encontrar con Zayn.
—Buenos días, hermanita. ¿Cómo está tu cabeza? —Miro a Zayn, negándome a
encontrarme con su mirada intensa, pero siento un cosquilleo en la piel cuando Kyle
me observa detenidamente.
—Bien, gracias, hermano. —Entrecierro mis ojos hacia él.
—Ruby. —Zayn asiente con la cabeza por encima de mi hombro—. ¿Van a algún
lugar agradable?
—Vamos a desayunar —responde Ruby por encima de mi hombro.
—¿Necesitamos hablar de a dónde fuiste con tu novio anoche? —me cuestiona
Zayn.
—Oh, sí —siseo—. Igual que necesitamos hablar de a dónde desaparecen Poppy
y tú frecuentemente.
—Oye, te diré todo lo que necesites saber sobre lo que hacemos.
Hago un gesto de asco ante sus palabras.
—Estoy bastante seguro de que rompió contigo anoche, ¿verdad, Harley? —Kyle
pregunta con tanta dulzura que me dan ganas de clavarle un cuchillo de cocina en
el ojo.
—¿Ah, sí? —contesta Zayn, mirando entre ambos.
—No voy a discutir esto contigo —digo por lo bajo, dándole la espalda a mi
hermano y marchando hacia la puerta principal, atravesándola furiosamente.
Abro la puerta del lado del pasajero del coche de Ruby y me dejo caer en el asiento
antes de que ella salga de mi casa.
—Te miró como si quisiera cogerte contra la pared.
—No quiero saberlo. Por algo no lo miré. ¿Podemos hablar de otra cosa, por favor?
¿Qué hiciste anoche?
Ruby deja escapar un suspiro antes de arrancar el motor y dirigirse a la otra punta
de la ciudad para asegurarse de que no nos encontramos con nadie.
CAPÍTULO QUINCE
KYLE

S igo sonriendo cuando se escucha un portazo a la salida de Harley furiosa. Saber


exactamente qué tapaba su suéter holgado y quién lo puso allí hace que algo
revolotee en mi interior.
—Se porta como una perra cuando tiene resaca —murmura Zayn, volviendo a
preparar nuestros cafés.
No debería haber aceptado su invitación para venir a pasar el rato hoy, pero la
idea de estar aquí y ver cómo estaba Harley esta mañana fue una oferta a la que no
me pude resistir.
—La mayoría de las chicas lo hacen —agrego, intentando tragarme mi verdadera
reacción ante el hecho de que su actitud desafiante haga que se me pare. Carajo, todo
lo relacionado con Harley Hunter me la pone dura.
—¿Cómo supiste que las cosas entre ella y el chico de colegio privado habían
terminado?
—Uh... escuché a algunos de los chicos hablando de eso, al parecer, se embriagó
hasta el culo anoche.
—No me digas que la engañó —gruñe, volviéndose el hermano mayor protector.
—No lo sé, hombre. No mates al mensajero.
—Vamos, tenemos gente que matar. —Me ofrece una taza antes de que nos
dirijamos a su habitación y encienda su Xbox.
—¿Dónde está tu chica?
Se ríe un poco.
—En la cama, durmiendo después de una noche increíble.
—Ah, sí. Me pareció que habías desaparecido temprano. —Es una completa
mentira, estaba tan concentrado en Harley anoche que no tengo ni puta idea de lo que
hicieron los demás.
—No soy de los que lo cuentan todo, amigo. —No aparta la vista de la pantalla,
pero veo la maldita sonrisa en su cara.
—Llevo un puto año célibe, puedes darme más que eso —bromeo.
—¿Me estás diciendo que no se la metiste a una de las animadoras anoche? —
replica, el tono de su voz aumentando por el asombro.
—No lo cuento todo —bromeo.
—No me jodas, ¿quién fue?
—Nah, no te lo diré, hombre. Pero me la chupó jodidamente bien.
—Krissy —dice como si conociera personalmente todas las habilidades de las
chicas. Lo cual, supongo que es posible.
—Mis labios están sellados.
—No como los de ella —se mofa.
Relajándome en su sofá, estiro las piernas hacia adelante, disfrutando de la
normalidad de esta mañana. Disparando con Zayn, matando a unos cuantos tipos en
el videojuego que puso para jugar. Es todo tan... normal.
Menos mal que no tiene idea de que la chica que tenía mi polla en la boca anoche
es su hermanita.
Zayn y yo siempre hemos sido muy unidos, no obstante, estoy bastante seguro
de que si descubre lo que está pasando en realidad podría acabar con todo esto. Pero
incluso mientras estoy aquí sentado disfrutando, sé que no podré dejarla en paz.
Supongo que tendré que atenerme a las consecuencias cuando llegue el momento.
Han pasado casi dos horas cuando su novia, adormilada, por fin aparece y se sienta
en el regazo de Zayn.
Parece casi tan cansada como Harley, aunque no hace ningún intento por disimular
los mordiscos que recorren su cuello.
—Buenos días, nena —ronronea Zayn, hundiendo su mano en su cabello y
atrayendo sus labios hacia los suyos. Ella se gira sobre su regazo, y la camiseta que
tiene puesta… que obviamente es de él… se levanta y deja al descubierto sus muslos.
—Supongo que los dejaré solos —digo, dejando el control en la mesa de centro
y levantándome del sofá.
—Bien —murmura Zayn contra sus labios—. Nos vemos mañana en la escuela,
¿sí?
—Sí. Hasta luego. —Miro hacia atrás cuando estoy en la puerta tras no escuchar
respuesta, pero pronto descubro por qué—. ¡Maldita sea! —exclamo en voz baja antes
de escabullirme de la guarida de Zayn y encaminarme hacia la puerta principal.
Casi llego cuando Jada me intercepta saliendo de la cocina con una taza en la
mano.
—Kyle, me alegro mucho de verte. ¿Cómo va todo? —Me sonríe suavemente y
me recuerda tanto a Harley que casi la ignoro y continúo por donde iba.
—Sí, es... diferente.
—Ya lo creo que sí —dice riendo entre dientes—. ¿Qué tal la escuela? ¿Te estás
adaptando bien?
—Todo bien hasta ahora. Casi me alegro de haber arruinado todo y haber acabado
en el reformatorio.
—Todo pasa por una razón, Kyle. Me alegré mucho cuando Kane me pidió ayuda.
Sabía que a ambos les iría bien aquí.
—¿Por qué lo hiciste? Después de... después de todo. —No sé qué tanto sabe de
esa noche, pero algo me dice que Harley no dijo mucho, de manera que me conviene.
Recuerdo muy bien la situación en la que estábamos cuando irrumpió la policía.
—Porque todo el mundo merece una segunda oportunidad. Si hubieras vuelto a
Harrow Creek, creo que ambos sabemos cómo habría terminado. —Levanta una ceja
y se me revuelve el estómago al pensarlo. Sí, volver allí habría sido una condena
mayor que mi estancia en el reformatorio—. Es maravilloso verte reconectar con
Zayn, siempre fueron tan buenos amigos, odié la forma en que los separaron a la
fuerza.
—Es genial volver a pasar tiempo juntos.
—Y... ¿qué pasa con Harley? ¿Ya tuvieron tiempo de hablar?
—Un poco —respondo.
Una risa sin humor cae de sus labios.
—Ya entrará en razón. Debería haberle avisado con más tiempo. Todo estará bien.
—Le doy una sonrisa reconfortante que ella no puede evitar devolver—. No tienes
que preocuparte por Harley. —Me aprieta el brazo de una forma tan maternal que no
me había dado cuenta de que extrañaba hasta que su tacto me reconforta por dentro
—. Si necesitas algo, tú o Kane. Aquí estoy. No puedo imaginarme lo duras que han
sido las cosas para ambos.
—Gracias. —Me esfuerzo por decir, pasando el nudo en mi garganta. Hace tiempo
que aprendí a reprimir mis sentimientos, mi dolor por haber perdido no solo a nuestros
padres cuando éramos niños, sino también a nuestra abuela. Ella era todo lo que
teníamos entonces y nos acogió sin pensárselo dos veces. Pero ahora ella también se
ha ido y quedamos los dos solos contra el mundo.
—Realmente aprecio todo lo que has hecho por nosotros.
—Cuando quieras, Kyle. Puede que hayamos dejado atrás a Creek, pero eso no
significa que nos sigamos cuidando el uno del otro.
Le hago un gesto con la cabeza mientras doy un paso hacia la puerta. Una parte de
mí quiere inventar todas las excusas posibles para poder seguir aquí cuando vuelva
Harley, pero sé que tengo que irme. Sé que tengo que darle algo de espacio. Al menos
por ahora.

—VAYA, sí que eres un regalo para la vista —digo cuando Kane entra por la puerta
principal y me encuentra sentado en el sofá con un libro de texto en mi regazo.
—¡Vete a la mierda! Me alegro de que te tomes en serio lo de graduarte —
murmura, mirando la torre de libros que hay sobre la mesa de centro.
—Sí, bueno, no quiero que tarde más de lo que ya va a tardar. ¿Estuviste jugando
fútbol americano? —pregunto, viendo el lodo que cubre sus piernas.
—Sí —responde por encima de su hombro mientras abre bruscamente el
refrigerador y saca una botella de agua.
—¿Eso fue antes o después de que te patearan el trasero? —inquiero, incapaz de
pasar por alto el ojo morado y el labio partido que tiene.
—Qué tal si sigues con la tarea, ¿eh?
Quito el libro de mi regazo y me levanto, caminando hacia donde él está apoyado
en el mostrador mientras bebe agua.
—¿Qué tal si dejas de hablarme como si fuera un maldito niño y me dices qué
carajo te traes entre manos?
—Kyle —respira—. No traigo nada entre manos. He estado trabajando. Uno de
nosotros tiene que encargarse de mantener esta casa.
—Qué bien, Kane. Muy bien.
—¿Qué? Eso no fue una indirecta, es la verdad. No voy a obligarte a conseguir un
trabajo porque quiero que te adaptes y resuelvas lo de la escuela antes que cualquier
otra cosa.
Lo miro a los ojos, buscando cualquier indicio de que me esté mintiendo.
—¿Tu cumpleaños el próximo fin de semana?
—¿Qué pasa con eso? —inquiero, no del todo conforme con cómo ha desviado
la conversación de él.
—Haremos una fiesta.
—Realmente no...
—Sí tenemos. No todos los años mi hermano pequeño se convierte en un hombre.
—Me alborota el cabello al pasar junto a mí y se dirige a su habitación.
—Es un poco tarde para eso, ¿no crees?
—Meh, todos crecimos rápido en Creek, pero aun así, es una excusa para una
fiesta, y necesito una jodida noche libre. —Desaparece en el baño antes de que tenga
la oportunidad de responder. Sin embargo, tengo la sensación de que no importa cuál
sea mi opinión al respecto, si Kane quiere una fiesta, entonces tendremos una fiesta.
Agarro una botella de agua y me dejo caer de nuevo en el sofá para seguir con
mi tarea.
Tomo mi libro de Estadística y me detengo con él sobre mis piernas. Tengo que
organizar nuestra próxima sesión de estudio...
Paso la noche en casa estudiando, pero en cuanto Kane sale de su habitación recién
bañado y con ropa limpia, se larga y me deja solo para que me las arregle con la cena.
No me importa tener que cuidar de mí mismo, no es que no lo haya hecho antes,
pero después de estar encerrado y sin poder verlo durante más de un año, estaría bien
pasar un poco de tiempo con él.
Estoy recostado en mi cama mucho después de medianoche mirando al techo
deseando poder dormirme, pero soy totalmente incapaz de hacerlo. Antes dormía muy
bien, hasta que me vi obligado a vigilar constantemente mi espalda. Entonces fue
como si simplemente dejara de hacerlo. Tenía la esperanza de que, cuando saliera,
acabaría con el hábito, aunque no parece que sea capaz de hacerlo.
Debo de haberme quedado dormido en algún momento, porque cuando vuelvo a
abrir los ojos, el cielo que hay tras las cortinas abiertas es de un color naranja quemado
mientras el sol comienza a salir.
Me visto con un pantalón deportivo y una camiseta y me pongo en marcha. Los
músculos me arden por el cansancio, sin embargo, no dejo que eso me detenga. Me
esfuerzo hasta que no me queda nada más que dar. El ejercicio me ha ayudado a
sobrevivir hasta ahora, así que no dudo de que me ayudará a soportar mi estancia en
Rosewood.
Para cuando vuelvo a casa, tengo la camiseta empapada de sudor y los músculos
temblorosos por el uso excesivo, pero me siento mejor de lo que me he sentido en
mucho tiempo.
Me ducho, recojo mis cosas y me dirijo a mi auto, listo para comenzar mi primera
semana completa como estudiante de Rosewood High.
Cuando entro en el estacionamiento, hay chicos por todas partes. Encuentro un
espacio y me limito a observarlos.
Antes no me importaba lo que hacían los demás. Probablemente porque me
habrían dado una paliza si me hubiera metido en los asuntos de los otros en Creek,
pero aquí es diferente. Nadie se preocupa de que sus secretos salgan a la luz. Todos
simplemente disfrutan de la vida. No necesitan preocuparse por intentar aprovecharla
al máximo. La mayoría tiene todo lo que quiere en bandeja de plata. La universidad
es una opción, tienen un futuro que puede estar dentro o fuera de este lugar. El mundo
está a sus pies.
Así no son las cosas donde crecimos. La universidad era algo que les pasaba a
otros. O las ambiciones se limitaban a en qué extremo del parque de remolques
queríamos acabar viviendo, y si éramos capaces de abrirnos camino hasta un lugar
decente en una de las pandillas que nos permitiera cierta sensación de seguridad.
Exhalo un suspiro. Parece como si todo hubiera sucedido en otra vida, pero al
mismo tiempo siento como si hubiera salido de aquel lugar apenas ayer.
Suena el timbre y todos los chicos que estaban cerca empiezan a desplazarse hacia
el edificio, no obstante, yo sigo sin poder moverme. Intento convencerme de que no
es porque no la haya visto. Estoy bastante seguro de que hoy no tenemos ninguna
clase juntos y me pregunto cómo voy a poder acercarme a ella.
Mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón me tienta, lo saco y encuentro nuestra
conversación anterior. Una sonrisa se dibuja en mis labios cuando vuelvo a leer los
breves mensajes.
Abro el teclado y comienzo a escribir.

KYLE: Siento que ya te he enseñado tanto... ¿Estás lista para otra lección?

SOLO TARDA DOS segundos en leer el mensaje y en que los puntos comiencen a
rebotar. No puedo evitar reírme cuando aparece su respuesta, porque me la esperaba.

GATITA: ¡Vete a la mierda! SE ACABÓ.


Kyle: Me divierte que creas que tú mandas aquí, Gatita. Deberías cuidar tu
espalda. Te voy a atrapar.

LE AÑADO un emoji de un besito al final para intentar suavizar el impacto y sonrío,


sabiendo cómo apretará sus labios al verlo.
Mi móvil vuelve a vibrar y, cuando miro hacia abajo, me encuentro con un GIF
de alguien enseñándome el dedo medio.
Le respondo rápidamente con un GIF de alguien lanzando un beso y guardo el
aparato en mi bolsillo antes de salir del auto y caminar hacia el edificio antes de que
se me haga más tarde. No necesito darles al director Hartmann, a Bea, a mi agente de
libertad condicional o a Kane ningún motivo para estar encima de mí.
Faltan pocos días para mi cumpleaños. Bea me dará de alta como adulto y por fin
podré tomar las riendas de mi vida. Esa posibilidad debería parecerme más gratificante
de lo que es en realidad, porque hasta que no consiga mi diploma estaré atrapado aquí
indefinidamente.
Entro al edificio sintiéndome un poco más liviano, con la satisfacción de saber que
conseguí hacerla enojar. Ahora todo lo que necesito es comprobarlo con mis propios
ojos.
CAPÍTULO DIECISÉIS
HARLEY

N o quiero hacerlo, pero me encuentro haciendo exactamente lo que él me dijo


que hiciera. Me paso toda la mañana mirando por encima de mi hombro
intentando encontrarlo.
Sé que él está aquí. Es como si pudiera sentir su presencia.
También sé que me ha visto porque cuando estaba en el pasillo hace un rato con
Ruby y Poppy, sentí un cosquilleo en la piel y mi temperatura se disparó, sin embargo,
mientras miraba a mi alrededor tan desesperadamente como podía, no pude
encontrarlo.
—Hola, ¿cómo estás? —pregunta Stella, sentándose a mi lado en una banca que
afortunadamente encontré vacía después de salir de mi última clase con la necesidad
de evitar la cafetería.
Exhalo un suspiro.
—Genial —murmuro.
—La fiesta de Justin estuvo tremenda, ¿eh? —Volteo a verla tan rápido que juro
que mi cabeza casi se desprende de mi cuerpo—. ¿Q… qué? —pregunta, frunciendo
el ceño.
—N… nada —musito, dejándome caer en el asiento recordando que el hecho de
que me niegue a pensar en los acontecimientos de esa noche no significa que los
demás hayan pasado una de las peores noches de su vida—. No te vi allí. ¿Estabas
con el equipo de animadoras?
—Sí, Ruby me invitó. Fue divertido. Te vi bailando con tu novio. Es guapo.
—Exnovio.
—¿Oh?
—Está bien. No estaba destinado a ser. —O tal vez sí, y Kyle decidió arruinarlo
de todos modos. Dejo de pensar en eso porque, por mucho que quiera culpar de todo
a Kyle, sé que al menos la mitad de la culpa es mía. No tenía por qué hacer nada de
eso el sábado por la noche, demonios, ni el viernes por la noche, no obstante, lo hice
y ahora tengo que pagar el precio—. ¿Estuviste con alguien?
—Besé a un tipo. No lo había visto nunca, no creo que estudie aquí, pero era
decente —dice asintiendo con la cabeza.
—¿Decente? —Me río entre dientes.
—Sí, no estoy segura de que le gustara del todo. Estaba un poco distraído, como
si buscara a otra persona.
—¿Intentando poner celosa a alguien?
—Tal vez. Aunque en realidad no me estaba quejando. No es como si estuviera
buscando algo serio.
—¿Aún te irás? —Sus ojos se abren de par en par, sorprendida de que lo sepa—.
Mierda, a Ruby se le escapó. Lo siento, debería haber...
—Está bien. Sinceramente, no tengo idea de lo que está pasando. Nunca la tengo.
—¿Por qué te mudas tanto?
—El trabajo de papá. Lo odio. Me instalo en algún lugar, hago algunos amigos y
luego vuelvo a casa de la escuela para encontrar que han empacado todo y que nos
vamos de nuevo.
—Eso apesta.
—Digo, he visto mucho, aprendido mucho. Tiene sus ventajas, supongo. Sin
embargo, solo quiero un hogar y graduarme en algún lugar en el que me haya quedado
más de unos meses, ¿sabes?
—Debe de ser duro. ¿Sigues en contacto con alguno de tus amigos de tus escuelas
anteriores?
—Al principio lo intenté, pero todo el mundo sigue adelante, crecemos y todo se
esfuma. Papá es mi única constante.
—Bueno, si te hace sentir mejor, realmente espero que te quedes aquí para
graduarte con nosotros.
—Yo también. Me gusta estar aquí.
—Sí, no está mal.
Mi estómago ruge tan fuerte que Stella no puede evitar escucharlo.
—Deberíamos ir a buscarte algo de comer. —Se ríe.
Miro por encima de mi hombro hacia el edificio donde se encuentra la cafetería,
sabiendo que probablemente él esté tratando de encontrar su lugar con el equipo y
siendo arrastrado hacia mi grupo. Apuesto a que incluso Ruby y Poppy están allí con
Ash y Zayn haciéndolo sentir bienvenido.
—Nah, está bien. Yo no...
—No dejes que vea que le tienes miedo, Harley.
—¿Qué? No tengo miedo. Simplemente prefiero no tener que mirarlo.
Me levanta una ceja.
—Te estás escondiendo —afirma, haciéndome enojar a pesar de que es totalmente
cierto.
—Yo…
—Vamos. Pasaremos por el baño, te retocarás el maquillaje, tomarás un poco de
confianza y entrarás en esa maldita cafetería como si fueras la dueña del lugar. ¿Sí?
—Se levanta de un salto y no puedo evitar sentir algo de su entusiasmo.
No quiero ser ese tipo de chica. La débil que se esconde del chico que está
haciendo de su vida un infierno. Quiero ser fuerte. Quiero llevar la cabeza bien en
alto. Soy la maldita Harley Hunter después de todo.
—Claro que sí. —Paso mi brazo por el suyo mientras nos dirigimos al baño más
cercano—. ¿No tienes amigas con quien pasar el rato en vez de estar aquí siendo mi
animadora personal?
La cara de Stella palidece y, por milésima vez en las últimas veinticuatro horas,
deseo que el suelo me trague.
—¡Mierda! —suspiro al darme cuenta de que la razón por la que está conmigo
es que no tiene a nadie más.
—Está bien, Harley. Aprendí hace tiempo que es más fácil no relacionarse con
nadie. Duele menos cuando me voy y me olvidan poco después.
—Estoy segura de que eso no es...
—Para —dice, levantando la mano para detenerme—. Hace mucho tiempo que
lo superé. Es lo que es.
—Bueno, aprecio esto. Quiero que lo sepas. —Me sonríe y me siento mal por
ella. Desde que entró al escuadrón y la eligieron para el equipo Varsity junto conmigo
y Ruby, ha sido increíble, pero al escucharla hablar así, me doy cuenta de por qué
ha mantenido la distancia—. Y a partir de ahora, nada de huir de los amigos. ¿De
acuerdo?
—Mientras no huyas de él. —Me clava una mirada—. Si quieres odiarlo, hazlo
en la misma habitación para que se dé cuenta.
—Hecho, chica. Vámonos.
Me bajo un poco mi camiseta de tirantes, reajustando a mis chicas, no es que tenga
muchas, y me paso los dedos por el cabello una vez más antes de pasar mi brazo por
el de Stella y dirigirnos hacia donde sé que está él.
Podemos escuchar el alboroto de la cafetería mucho antes de llegar a las puertas
y cuanto más nos acercamos, más mariposas parecen volar en mi estómago.
—Tú puedes. Demuéstrale que te importa un carajo.
—No me importa.
—Exacto.
Entro con la cabeza erguida y, en cuanto estamos dentro, nos dirigimos
directamente a las mesas donde están el equipo y el escuadrón.
Su mirada se clava en mí en cuanto nos acercamos a ellos, pero me niego a mirarlo,
en vez de eso, camino hacia Ruby cuando me llama.
—¿Dónde te has estado escondiendo?
Me encojo ante sus palabras, sabiendo que era exactamente lo que estaba
haciendo.
—Me estaba ayudando con algo —interviene Stella para salvarme.
—De acuerdo, genial. Vengan, siéntense —nos anima tanto a mí como a Stella,
que encaja fácilmente en nuestro grupo a pesar de que nunca antes había pasado
tiempo con nosotras.
—Oye, pequeña Hunter. ¿Qué pasó con tu chico de colegio privado? ¿Terminó
contigo? —vocifera Rich. Pongo los ojos en blanco antes de que grite—: ¡Ouch! —
se queja cuando alguien lo golpea.
—Es mi primo, imbécil.
—No, la dejó porque no quiso acostarse con él.
Me quedo boquiabierta cuando volteo a ver al autor de ese comentario.
—¿Disculpa?
—Ya me oíste. —Kyle entrecierra los ojos y me mira con diversión.
—¡Vete a la mierda, Ky! No sabes de qué demonios estás hablando.
Nos miramos fijamente, la tensión entre nosotros aumenta y todo el mundo se
calla a nuestro alrededor esperando a ver lo que va a pasar.
—Solo me baso en lo que me dijo.
—Bueno, eso está muy bien. Cree lo que se te dé la gana.
—Pero es la verdad, ¿no, virgen?
—¿Qué...? —Sacudo mi cabeza, incapaz de creer que esto esté pasando ahora
mismo—. ¿Y eso qué tiene que ver?
—Solo digo. Probablemente pensó que podría estar con una animadora y
conseguir acostarse con ella.
—Eres un maldito imbécil, Kyle.
—Entonces, demuéstranos que estamos equivocados.
—¿Q… qué?
—Demuéstranos. Que. Estamos. Equivocados —escupe.
—¿Qué? ¿Quieres que me coja a alguien en medio de la cafetería para que te
sientas mejor contigo mismo? ¡Vete a la mierda, Kyle!
—Legend —advierte Zayn, interviniendo de repente. Por lo visto, hasta mi
maldito hermano está disfrutando del espectáculo. Estúpido.
—Cobarde. —Respira Kyle mientras me alejo de él.
—¡Jódete!
Camino directamente hacia Rich, que está totalmente absorto en el drama a su
alrededor, le agarro la barbilla con la mano, me subo sobre su regazo y lo beso de
golpe.
Detrás de mí se escucha un fuerte grito ahogado y levanto la mano que me sobra
para enseñarles el dedo medio a todos.
Su estado de asombro hace que no me corresponda durante unos segundos, pero
en el momento en que su cerebro alcanza a su cuerpo, sus dedos se enredan en mi
cabello y me abraza con fuerza.
Alguien gruñe detrás de nosotros y supongo que es Zayn. He amenazado con ir
detrás de sus amigos más de una vez, excluyendo a Kyle. Nunca he tocado a ninguno.
Hasta hoy.
Me muevo sobre él, sintiendo cómo se endurece debajo de mí, antes de bajarme
y poner mi mano en su entrepierna.
—¿Quieren saber por qué no me he acostado con ninguno de ustedes? —Miro al
equipo—. Porque al igual que su chico aquí. —Lo froto con más fuerza y jadea. —
Sus pollas son demasiado pequeñas. ¿Chicas? —pregunto mirando a Ruby, Poppy y
Stella que me miran con una mezcla de orgullo y sorpresa en sus rostros.
—Harley, espera... —Comienza Rich cuando doy un paso hacia atrás.
—Si me sigues, te la arranco de una maldita mordida —advierto.
Levanto la mirada hacia Kyle mientras retrocedo, con una sonrisa de satisfacción
en los labios mientras él sacude la cabeza, con ira en sus ojos.
Justo antes de que me vea obligada a darme la vuelta, le enseño el dedo medio
con ambas manos esta vez y después desaparezco al dar la vuelta en la esquina.
—Chica, ¿qué demonios fue eso? —Stella exclama con entusiasmo—. Dije que
entraras ahí y le demostraras que no tienes miedo, no que hicieras que Rich casi se
viniera en sus pantalones.
Me encojo de hombros como si no fuera gran cosa. En realidad, me tiemblan las
manos y el corazón me late más rápido que nunca.
—¿Viste su cara? Era su cara de “estoy a punto de venirme” —Ruby se ríe.
—Ugh, es como un perro —se queja Poppy—. Todos lo son. —Todas volteamos
a verla—. ¿Qué? Zayn solía ser igual de malo. No voy a justificar su comportamiento
antes de que estuviéramos juntos.
—Kyle se veía como si se le fuera a reventar un vaso sanguíneo. ¿Viste cómo casi
se le salen los ojos de la cabeza cuando le tocaste la polla a Rich? —Ruby pregunta
mientras seguimos caminando por el pasillo sin rumbo fijo.
—Vaya, qué bien me sentí —admito.
—Te das cuenta de que ahora estás en serios problemas, ¿verdad? —dice Poppy.
—¿Por qué?
—Bueno, en primer lugar, Zayn va a enloquecer contra Rich por devolverte el
beso. Seg…
—Estuvo horrible, en caso de que quieran saberlo.
Ruby y Stella se ríen mientras Poppy continúa.
—En segundo lugar, probablemente va a acabar con Kyle por la forma en que
te habló.
—¿Y ese es mi problema porque… ? El desgraciado se lo merece.
—En tercer lugar, lo único que estás provocando es que Kyle te busque por ese
numerito.
—Ella tiene razón. Puede que le hayas demostrado que no tienes miedo, pero has
subido la apuesta.
—Sí, bueno, puede irse a la mierda. No volveré a acercarme a él otra vez.
—¡Otra vez! —chilla Poppy, rociando acertadamente a Ruby con un chorro de
agua que intentaba beber.
—¿No se lo dijiste? —pregunta Ruby con una mueca en su rostro.
—No, puede que no te hayas dado cuenta, pero no quería hablar de ello.
—Ups, perdón.
—¿Qué pasó, Har?
Miro hacia el techo de mierda del pasillo en el que nos detenemos, intentando
encontrar las palabras adecuadas.
—Él tiene razón, no pasó nada con Nathan...
—Porque... —Ruby me anima emocionada como si estuviera a punto de explotar.
—Porque pasó con él.
—¿Te acostaste con él? —Poppy grita demasiado fuerte para un pasillo en la
escuela.
—No, no lo hice. Él también estaba en lo correcto con eso. Soy virgen. Aunque
pasaron ...cosas.
—Pero lo odias.
—Sí bueno, le debía una, así que.
—Le diste una mamada para compensarlo por enviarlo al reformatorio. Har, eso
está muy mal.
Volteo hacia Stella que está parada en silencio a nuestro lado probablemente
corrompiéndose más a cada segundo.
—Lo siento. Si quieres huir ahora, te liberaré de todo el asunto de ser amigas.
—No, no. Por favor, continúa. Estoy disfrutando esto.
—Genial. Me alegro de que alguien lo haga.
—Oh vamos, Harley. No es para tanto. Así que se la mamaste, asumo que tú
también recibiste lo tuyo —dice, escandalizándome, siempre pensé que era tan buena
chica.
Mi cara arde con la verdad.
—Um... en realidad yo salí ganando —confieso en voz baja haciendo que las tres
suelten una carcajada.
—¿Y qué pasó con Nathan? La última vez que te vi, estabas pegada a él —
cuestiona Poppy.
—Err... —Dudo, avergonzada por la respuesta a esa pregunta.
—Díselo o lo haré yo.
—Ohhh... ¿esto se pone aún más jugoso? —anima Stella—. ¿Dónde demonios
estaba yo cuando todo esto estaba pasando?
—¿Besando a un desconocido? —señalo, esperando quitar algo de la atención de
mí.
—Oooh... ¿a quién estabas besando? —inquiere Ruby, olvidando
momentáneamente que estaba a punto de confesar mi vergonzoso secreto.
—No sé. Pero era sexy. Rudo. —Mueve sus cejas con entusiasmo.
—Har, estabas diciendo... —insta Poppy.
—Oh, um... Nathan estaba dormido en el sofá —susurro.
—¿En la misma habitación? —Vuelve a chillar.
—Sí.
Afortunadamente suena el timbre poniendo fin a esta humillante conversación.
—¿Cuál es tu última clase? —pregunta Ruby.
—Matemáticas —gimo. Lo último que necesito es al señor Wilson respirándome
en la nuca e indagando por mis sesiones de tutoría.
—Voy en esa dirección. ¿Me acompañas? —añade Stella, indicando el camino
con un gesto de su cabeza.
—Claro.
—Esto no ha terminado —advierte Poppy.
—No creí que fuera a tener tanta suerte —me burlo—. Hablamos luego, ¿sí?
—Puedes apostar que sí.
Nos separamos y nos dirigimos a clase.
—Creo que me equivoqué —admite Stella cuando nos detenemos frente a mi
clase—. Creo que ser amiga de ustedes podría valer la pena simplemente por el
entretenimiento.
—Confía en mí, chica. No suele ser tan malo. —Me río, preguntándome si eso es
realmente cierto cuando pienso en los acontecimientos de este año solamente. Poppy
y Zayn, Ruby y Ash. Sí, puede que el drama de chicos se esté convirtiendo en algo
normal para nosotras. Y eso solo puede significar una cosa... nos estamos convirtiendo
en estudiantes de último año.
—Lo creeré cuando lo vea.
—¿Quieres que salgamos después de la escuela un día de esta semana?
—Sí, me gustaría.
—Te mando un mensaje más tarde.
Se despide con la mano mientras se aleja para ir a su clase y una sonrisa se dibuja
en mis labios. Puede que todo esté un poco jodido en este momento, pero que Stella
se una a nuestro pequeño trío es algo bueno. Por no mencionar que es soltera y me
dará apoyo frente a las dos parejas felices que casi siempre hacen que me den ganas
de vomitar.
Sigo sonriendo cuando entro a clase, aunque pronto se me pasa cuando los ojos
preocupados del señor Wilson se posan en mí.
Qué bien. ¿Y ahora qué?
La clase es... tan difícil como siempre.
Tomo todos los apuntes, escucho todo lo que dice, incluso acierto en algunas
respuestas, pero en cuanto lo entiendo todo, vuelvo a olvidarlo y todo se va al carajo.
Se me llenan los ojos de lágrimas mientras miro la página llena de números. No
debería ser tan difícil. Soy inteligente. Estoy aprobando todas mis otras materias, pero
Matemáticas, argh.
Aprieto el lápiz con tanta fuerza que me preocupa que esté a punto de partirse en
dos cuando el señor Wilson da por terminada la clase segundos antes de que suene
el timbre.
—Harley, ¿podrías esperar, por favor? —pide mientras los demás empiezan a
dirigirse a la puerta.
Exhalo un suspiro mientras el miedo se apodera de mi estómago.
—¿Qué pasa, señor?
—¿Ya tuviste tu primera sesión de tutoría?
Me acuerdo de cuando fui a casa de Kyle la semana pasada.
—Sí.
—¿Y cómo estuvo?
—Fue... señor —digo, cambiando de táctica—. Realmente no creo que sea
necesario.
—Harley —advierte—. El examen que hicimos la semana pasada. —Temblando,
lo tomo de sus manos y al ver la enorme F en la parte superior de la página, las lágrimas
que ya me amenazaban llenan mis ojos.
—Lo siento mucho —gimoteo.
—Harley, no hace falta que te disculpes y, por favor, no te angusties. Vamos a
hacer que esto mejore. Voy a programar algunas sesiones durante el almuerzo y, con
la ayuda de Kyle, mejorarás. El resto de tus calificaciones son fantásticas, Harley.
Solo tenemos que encontrar la manera de ayudarte a entender los números.
—M… me parece bien —balbuceo.
—Todo saldrá bien, Harley. Te ayudaremos.
—G… gracias —susurro, secándome los ojos y alejándome de él.
Odio esto. Odio sentir que estoy fracasando en algo cuando me estoy esforzando
tanto.
—Hey, ¿qué pasa? —pregunta Ruby en cuanto salgo del aula.
—Es Matemáticas. ¿Qué no pasa?
—Ven aquí. —Me estrecha en sus brazos para consolarme. Es un movimiento que
está sucediendo con demasiada frecuencia en este momento.
—Estoy bien —digo, enderezando los hombros y pasando un dedo por debajo de
mis ojos para limpiarme las lágrimas y el maquillaje.
Un movimiento por encima de su hombro llama mi atención, sin embargo, no
tengo oportunidad de levantar la vista para ver qué ocurre porque Ruby pasa su brazo
por debajo del mío y empieza a caminar por el pasillo.
—Chelsea quiere vernos.
—Oh, ¿por qué?
—Supongo que para hablar del año que viene. La verdad es que no estoy segura.
Tomadas del brazo, caminamos hasta el gimnasio antes de deslizarnos por el
pasillo oculto hasta el despacho de la señorita Kelly. Para sorpresa de ambas, nuestra
escurridiza entrenadora está sentada detrás de su escritorio.
—Buenas tardes, chicas —saluda cuando entramos y nos sentamos junto a
Chelsea, que se frota la panza mientras habla con la señorita Kelly—. Harley, ¿todo
está bien? —pregunta cuando ve las lágrimas que quedan en mis ojos.
—Sí. Todo está bien.
—Bien, de acuerdo. Tomen asiento. Tenemos que hablar del futuro del escuadrón
y tengo la sensación de que las dos querrán ser parte de esto.
Ambas tomamos asiento con impaciencia y nos disponemos a escuchar sus planes,
lo que de por sí resulta cómico teniendo en cuenta que nunca está aquí.
—Sé que quieren hacerse a cargo, y creo que probablemente lo conseguirán.
Haremos votaciones en cuanto terminen las audiciones, pero mientras tanto, necesito
que ambas se aseguren de que sus calificaciones sean sobresalientes y su
comportamiento sea intachable. —La señorita Kelly me mira y se me revuelve el
estómago. No solo estoy reprobando Matemáticas sino que mi comportamiento en la
cafetería no fue precisamente ejemplar.
—Delo por hecho —asiente Ruby por ambas.
—Maravilloso. Las veré a todas aquí mañana después de clase y empezaremos a
formar el escuadrón de campeonas del año que viene.
Ruby y yo asentimos con la cabeza antes de seguir a Chelsea a la salida y en
dirección a los vestidores.
—Cualquiera pensaría que le importan las animadoras, aunque sea un poco, con
la manera en que acaba de hablar —se queja Chelsea una vez que estamos a salvo
dentro de la habitación vacía.
—Es algo gracioso —señala Ruby, dejándose caer en la banca donde Chelsea ha
dejado algunas de sus cosas.
—Ustedes dos tendrán mucho que asumir, lo saben, ¿verdad? Ella no ayudará
como promete.
—Lo sabemos. Lo haremos.
—Estaré por aquí, me tomaré un año sabático con este, así que si necesitan algo
cuenten conmigo, ayudaré en lo que pueda. Ustedes dos solo tienen que concentrarse
en sus calificaciones. —Me mira a mí—. Vi las tuyas, Harley. ¿Las Matemáticas serán
un problema?
—No, estoy trabajando en ello.
—Bien. Como dije, estoy aquí para lo que sea, aunque las Matemáticas no son
exactamente mi punto fuerte. Shane es bastante bueno, pero...
—Lo tengo bajo control.
—Bien. Confío en ti, Harley. Confío en ambas. Sé que mi escuadrón estará en
buenas manos. —Saca su teléfono del bolsillo y mira la pantalla—. Me tengo que ir.
Las veré mañana, ¿sí?
—Claro. —Ruby asiente—. Yo también tengo que irme. ¿Estás bien? —me
pregunta.
—Sí, voy al baño y luego me voy a casa.
—Bien. Llámame más tarde, ¿sí?
—Lo haré. —Las miro salir antes de apartarme de la pared en la que estaba
apoyada y dirigirme al baño.
Me siento y levanto la cabeza hacia el techo. Hoy ha sido un completo desastre.
Me arrepiento de lo que hice en el almuerzo. Quería demostrar algo, pero creo
que quizá fui demasiado lejos.
Dejo caer la cabeza entre mis manos mientras la imagen de esa F en mi examen
de Matemáticas me persigue. Tengo que hacer algo. No puedo poner en peligro mi
puesto en las animadoras por una estúpida calificación.
—¡Argh! —grito en el espacio vacío que me rodea, pero no me hace sentir mejor.
Me lavo las manos antes de mirarme desganada en el espejo. Las lágrimas siguen
llenando mis ojos mientras pienso en mi realidad. Si no arreglo esa calificación, la
señorita Kelly me echará del escuadrón y nunca podré estar al lado de Ruby como
su ayudante de capitana.
Respiro entrecortadamente antes de secarme las manos y volver a los casilleros
para tomar mi bolso e irme a casa, a hacer algo de tarea de Matemáticas.
No miro por dónde voy, estoy demasiado absorta en mis pensamientos, no
obstante, eso desaparece rápidamente cuando choco contra un sólido y cálido muro
de músculos.
—¿K …Kyle?
—Gatita, qué curioso encontrarte aquí.
CAPÍTULO DIECISIETE
KYLE

—S í, es curioso, ya que este es el vestidor de las chicas y supongo que me


viste entrar aquí —se burla, haciendo que mi polla se endurezca mientras
reduzco el ya limitado espacio entre nosotros.
Mis dedos encuentran su garganta y la empujo hacia atrás hasta que choca contra
los casilleros.
—Intentar hacerte la simpática no te va a servir de nada ahora —advierto con mis
ojos clavados en los suyos.
—No me hago la simpática —protesta—. Suéltame. —Jala mi brazo con todas
sus fuerzas, pero no me muevo.
—Ese numerito que montaste en la cafetería... ¿creíste que te dejaría salirte con
la tuya?
—Realmente me importa un comino, Kyle. —Se retuerce en mi agarre,
desesperada por escapar, aunque no consigue nada.
—Lo besaste, carajo. —Me pongo justo frente a su cara. Mi nariz se presiona
contra la suya y nuestras respiraciones agitadas se mezclan mientras le aprieto más la
garganta y envuelvo su cintura con la otra mano—. Maldita sea, lo besaste —repito,
con la ira estallando en mi interior al recordar cómo su lengua se introdujo entre sus
labios. Cómo es que aún los conserva ahora mismo es un puto milagro.
—Tú empezaste.
—Solo dije la verdad, Gatita.
—Sí, y puede que lleve años muriéndome por besar a Rich.
Un gruñido retumba en mi garganta.
—Realmente no sabes mentir, Gatita.
—No. Me. Importa.
La miro fijamente mientras su pecho se agita, y su cuerpo tiembla bajo mis
caricias. Bajo mi mirada de la suya a sus labios y luego a su pecho. Tiene puesta una
camiseta de tirantes y una sudadera con cremallera, no es una prenda muy sexy, pero
maldita sea, me dan ganas de arrancársela y acostarla sobre la banca.
Mi polla se hincha contra su cadera, es imposible que no sienta lo que su actitud
desafiante me está provocando ahora mismo.
—¿Por qué estabas llorando? —pregunto, con mi voz más suave que antes.
Puede que las lágrimas hayan desaparecido, pero puedo ver el enrojecimiento de
sus ojos. Sin mencionar que la estaba esperando después de su clase de Matemáticas
y la vi salir alterada.
—¿Por qué? ¿También quieres gritar sobre eso por toda la cafetería para
avergonzarme?
—No hay nada vergonzoso en ser virgen, Gatita.
—Lo sé. Si me molestara ya se la habría dado a Rich.
—Que ni se te ocurra —gruño, acercándome tanto a ella que nuestros labios se
rozan. Se me hace agua la boca al saber que podría tomarla ahora mismo si quisiera.
No me cabe duda de que accedería a pesar de su enojo.
—¿Por qué estabas llorando? —Vuelvo a intentarlo, retiro la mano de su cintura
y paso mi pulgar por la parte inferior de su pecho.
—No es asunto tuyo.
Se me escapa una risa sin gracia.
—Verás, ahí es donde te equivocas. ¿Recuerdas lo que me dijiste el sábado por
la noche?
—No, he bloqueado todo lo ocurrido de mi mente. No tiene sentido recordarlo.
Mis cejas se levantan cuando sus palabras golpean donde pretendían.
—Ummm. —Me acerco y rozo su oreja con mis labios—. Así que no recuerdas
haber gritado mi nombre repetidamente mientras te hice venir una y otra y otra vez.
—Nop.
—¿Y no recuerdas haberme dicho que me perteneces? —Bajo la mano y le
acaricio el coño por encima de la tela de sus jeans, y ella jadea.
—No. Estaba borracha y, conociéndote, probablemente drogada.
—Cuidado, Gatita. Hacer acusaciones no te ayudará.
—Tengo derecho a sospechar, tienes historial.
—Lo único que te di esa noche fue vodka puro en una botella que tomaste
voluntariamente. —Retrocedo para mirarla, esperando que pueda ver la verdad en mis
ojos—. Nunca te drogaría, Harley. No soy un maldito monstruo.
Se ríe como una loca, echando la cabeza hacia atrás y mostrándome su cuello.
Incapaz de resistirme, bajo mi mano y chupo su piel con mi boca.
—¡Kyle! —gime, su garganta flexionándose bajo mis labios.
Me da un manotazo en el hombro intentando apartarme, pero lo único que hago
es chupar con más fuerza, dejando más evidencias de que estuve aquí.
—Dime, Gatita. Dime por qué llorabas.
—¡Vete a la mierda! —Sigo inmerso en su sabor cuando levanta la rodilla. Debería
esperármelo, después de todo, ya lo ha hecho antes.
Consigo moverme antes de que logre golpearme, no obstante, el sobresalto es
suficiente para que la suelte y ella salga corriendo hacia el otro lado de los vestidores,
de espaldas a la puerta por la que está a punto de escapar.
—Estás jugando a un juego peligroso, Gatita.
—Maldita sea, Kyle, déjame en paz. Este jueguito al que crees que estamos
jugando... nunca accedí a hacerlo. Estoy harta. Tan jodidamente har…ta. —Su voz se
quiebra al pronunciar la última palabra y yo me vuelvo a erguir y doy un paso hacia
ella—. ¡No! —Levanta la mano mientras sus ojos se llenan de lágrimas y su labio
inferior tiembla—. No. Se acabó.
Me quedo inmóvil mientras ella huye de la habitación, dejándome solo con nada
más que el aroma del perfume de mujer llenándome la nariz.
—¡Mierda! ¡MIERDA! —bramo, estampando mi puño contra uno de los
casilleros rojos a mi lado. La puerta se dobla bajo mi fuerza, pero no me hace sentir
mejor.
—¡Caraaajo! —me quejo, dirigiendo mi cara hacia el techo y respirando
lentamente.
Sé que debería irme antes de que me descubran, pero cuando mis piernas se
mueven, no es hacia la puerta, sino hacia una de las bancas. Apoyo mis codos en
las rodillas y la cabeza en mis manos. Mantengo mis ojos cerrados durante un rato,
tratando de obligarme a calmarme. Si no lo hago, la tentación de ir y causar algún
daño, especialmente a la cara de Rich, será más fuerte de lo que puedo controlar.
Cuando por fin abro los ojos, encuentro un trozo de papel a mis pies. Lo agarro,
le doy la vuelta y veo que es una boleta de calificaciones. De Harley, para ser más
específico.
Recorro las asignaturas con la mirada, fijándome en las buenas calificaciones,
hasta que llego a una.
Matemáticas.
Reprobada.
Dejo caer pesadamente mis hombros. Por eso estaba llorando.
El sentimiento de culpa me revuelve el estómago porque debería estar ayudándola
con esto.
—¡Mierda! —murmuro, levantándome y guardando el trozo de papel en mi
bolsillo.
Consigo salir del vestidor de chicas sin ser visto y me dirijo a mi auto.

EN CUANTO ME detengo en nuestra calle, desearía haberme quedado más tiempo


en la escuela o, mejor aún, haber ido a buscar a Harley, porque la persona que me
espera apoyada en el porche es alguien a quien esperaba no tener que volver a ver.
Gray está de pie, con la bota apoyada en el primer escalón, vestido completamente
de negro, como yo, y agachado mientras mira fijamente su teléfono. Desde aquí puedo
ver la tinta que adorna sus dedos y que antes no tenía.
Nunca le tuve miedo a Gray, aunque muchos chicos sí. Es el menor de cinco
hermanos. Cinco hermanos que le enseñaron a cuidar de sí mismo desde muy
pequeño.
No levanta la vista, pero no soy tan estúpido como para pensar que no sabe que
estoy aquí, así que, tras tomar aire, me bajo del auto para descubrir qué me tiene
preparado.
Le hice perder mucho dinero. No creo que haya venido a charlar para ponerse al
día. Agradezco que haya esperado una semana.
En cuanto la puerta del auto se cierra detrás de mí, guarda su celular y levanta
la vista.
Me doy cuenta al instante de que la tinta en sus manos no es la única novedad,
porque también tiene algo al lado del ojo.
—Gray —pronuncio acercándome a él. Me estudia en silencio durante unos
segundos, probablemente para ver si puede inquietarme, pero debería conocerme
mejor. Hemos pasado por demasiadas cosas, hemos hecho demasiadas cosas juntos.
Un año de ausencia no cambiará nada de eso.
—Legend —responde finalmente asintiendo con la cabeza.
Paso junto a él, me siento en el columpio, apoyo los codos en las rodillas y lo
miro. De ninguna maldita manera voy a invitarlo a pasar. Aunque estoy seguro de que
no esperaría a que lo invitaran si quisiera entrar.
—¿Qué quieres, Gray?
—Esa sí que es una buena pregunta —murmura, casi para sí mismo—. ¿Cómo
estuvo tu... pequeño descanso? —Una sonrisa burlona aparece en sus labios y mis
puños se aprietan al sentir la necesidad de borrarla. No sería la primera vez que nos
peleamos, y tampoco sería la primera vez que gano.
—¡Vete a la mierda!
—Legend, eso no es agradable.
—¿No es agradable? ¿De verdad quieres hablar de lo que no es jodidamente
agradable? —pregunto, mi ira sacando lo peor de mí mientras me levanto una vez
más—. No es agradable que me hayan arrestado con tu maldita droga llenando mis
bolsillos. No es agradable que me registraran para asegurarse de que no estuviera
escondiendo nada más. No es agradable estar encerrado en una puta habitación
diminuta durante horas, sin tener a nadie con quien hablar, solamente gente que quiere
darte una paliza. No es nada agradable no ver a la única mujer que se preocupaba por
mí antes de morir y tener que ir a su funeral esposado, hijo de puta. —Le cae saliva
en la cara ante mi arrebato, pero no reacciona.
—¿Sabes lo que realmente no va a ser agradable?
Me acerco, con los puños dispuestos a romperle la puta nariz.
—¿Qué? —escupo.
—Lo que pasará cuando no pagues tu deuda.
—Púdrete, Gray. No te debo nada. Ya habrás recuperado todo multiplicado por
diez.
—Esa no es la cuestión. Perdiste mi mercancía. Tú. Me. Debes.
—No tengo nada. —Doy un paso atrás y extiendo los brazos—. No tengo nada,
Gray. Todo se ha ido. ¿Qué carajo podrías quitarme?
Se queda pensativo un momento y algo en la expresión de su rostro me hiela la
sangre.
—Harley Hunter se ve muy guapa últimamente, ¿eh?
Me rechinan los dientes, se me desencaja la mandíbula a pesar de que no quiero
reaccionar ante este hijo de puta.
—Vamos, Legend. No finjas que no te has dado cuenta. —Se inclina hacia mí
—. Porque sé que lo has hecho. La has deseado durante más tiempo del que jamás
admitirías. Esa noche... esa noche simplemente te estaba ayudando. Dándote el
empujoncito que necesitabas.
Antes de darme cuenta de que me he movido, lo tengo agarrado de la sudadera y
presionado contra la barandilla del porche.
—La drogaste, Gray. Estás jodidamente enfermo.
—No parecías tan molesto cuando ella se preparaba para revolcarse sobre tu polla.
—¡Jódete! —me enfurezco, golpeándolo contra la madera.
—Solo estás enojado porque yo también quería jugar. A ella le habría encantado,
y lo sabes. Podrías haber estado metido hasta el fondo en su coño mientras ella se
ahogaba... —Mi puño vuela, su nariz cruje bajo la fuerza de mi golpe. Su sangre nos
cubre a ambos y una sonrisa malvada se dibuja en sus labios.
—Sí, justo lo que pensaba.
Todo mi cuerpo se tensa, listo para que se defienda, pero en lugar de eso, se limita
a caminar hacia atrás, hacia los escalones, escupiendo un puñado de sangre al hacerlo.
—Deberías vigilarla de cerca, Legend. No me gustaría que se convirtiera en el
pago.
—¡Maldita sea, no te atrevas a tocarla! —advierto, aunque es demasiado tarde,
ya está dentro de su auto.
Veo cómo se limpia la nariz con la manga antes de arrancar el auto calle abajo.
—¡Hijo de puta! —grito siguiéndolo antes de sacar mi teléfono del bolsillo y abrir
la conversación entre Harley y yo.
Quiero advertirle. Quiero decirle que él acaba de amenazarla. Pero si solo está
jugando conmigo...
«Gray no juega».
Pero, ¿sería tan estúpido como para meterse con Harley sabiendo que no
solamente se enfrentará a mí, sino también a Kane y Zayn?
—¡Carajo! —bramo en la calle vacía que se extiende más allá.
Me quito la gorra de la cabeza y echo mi cabello hacia atrás, jalándolo hasta que
me duele.
—Mierda.
Saco mi llave, abro la puerta principal y entro furioso.
Camino de un lado a otro por la sala con mi teléfono aún en la mano, intentando
averiguar qué debo hacer.
Pienso en sus ojos llenos de lágrimas mientras huía de los vestidores hace un rato
y luego en la boleta de calificaciones que tengo en el bolsillo.
Sin pensarlo mucho, me dirijo a mi habitación, abro el libro de texto en la página
en la que estábamos trabajando la última vez y le envío la página y el número del
ejercicio.
CAPÍTULO DIECIOCHO
HARLEY

C ierro de un portazo mi habitación después de subir las escaleras corriendo más


rápido de lo que mis piernas querían llevarme.
No quiero ver a nadie. Tan solo quiero esconderme de él, de las
Matemáticas, de la vida.
—¡Te odio, maldito Kyle Legend! —exclamo en mi habitación vacía.
Las lágrimas vuelven a quemarme los ojos cuando pienso en todo lo que me ha
pasado hoy.
El recuerdo de besar a Rich me revuelve el estómago. Nada de él me atrae,
únicamente había amenazado con hacer algo con él para molestar a mi hermano. Pero
ahora lo besé, y toqué su pene. Ew. Mis labios se fruncen de asco, aunque no hacia él,
sino hacia mí misma. Fue una estupidez. Sin embargo, eso es lo que él me provoca.
Me vuelve completamente estúpida y me vuelve loca.
Su olor aún me inunda la nariz de cuando estuvo tan cerca de mí en el vestidor.
Su cuerpo firme y esculpido estaba pegado al mío, su miembro duro clavándose en
mi cadera, recordándome su sabor del sábado por la noche, su aspecto cuando perdió
el control y lo que sentí cuando se vino en mi boca.
Mi cuerpo se calienta al recordarlo y me molesta aún más.
Irritada conmigo misma por permitir que me afecte incluso después de haberme
alejado de él, me aparto de la puerta, subo el volumen de las bocinas y me dejo caer
en la cama.
Tengo trabajo que hacer y, seguir posponiéndolo, no me llevará a ninguna parte.
Saco mi libro de Matemáticas y lo abro.
Lo miro durante unos segundos sin poder entender nada, porque mi cerebro me
dice que ni me moleste en intentarlo. No obstante, sé que tengo que ignorarlo. Si
quiero estar en el equipo en mi último año, tengo que hacerlo. Demonios, si quiero
graduarme, tengo que hacerlo.
—De acuerdo, puedo hacerlo —me digo a mí misma, inclinándome y leyendo el
ejercicio en el que debería estar trabajando.
Estoy a mitad de la tarea cuando mi teléfono suena. Está boca abajo sobre las
sábanas y sé que debería ignorarlo.
Debe de ser Ruby o Poppy checando cómo estoy, pueden esperar.
Pero por mucho que me lo diga, no tardo ni dos segundos en levantarlo y darle
la vuelta.
Gimo en cuanto veo de quién se trata.
IMBÉCIL: Ve a la página 154 y empieza con el ejercicio 3a.

—¿QUÉ? —resoplo.

HARLEY: ¿Qué demonios?


Imbécil: No discutas, Gatita. Dime cómo solucionarlo. Muéstrame cómo lo
resuelves.

MIRO FIJAMENTE LA PANTALLA, tentada de apagarlo y desterrarlo de mi vida


durante unas horas, pero entonces recuerdo cómo me explicó las cosas durante nuestra
primera sesión de tutoría, una vez que hicimos una tregua, y me encuentro tecleando.
Escribo la suma en la página, le digo cómo creo que debería resolverse y luego le
doy mi respuesta una vez que he hecho la ecuación.
Está mal. Es evidente. Pero entonces comienza a explicarme por qué y, aunque
no está aquí, es como si pudiera escuchar su voz en mi cabeza mientras me lo explica
de una forma que solamente he experimentado con él.

IMBÉCIL: Ahora haz el siguiente. Exactamente igual.

SIGO sus instrucciones con entusiasmo y pronto descubro que mi siguiente respuesta
es correcta.
Siento un pequeño escalofrío cuando me devuelve el mensaje para confirmarme
lo que ya sé.

IMBÉCIL: Ahora haz el resto. Tú puedes, Gatita.

SIENTO mariposas en el estómago cuando miro el sobrenombre que me ha puesto


y que suelo odiar.
Acaba de ayudarme. ¿Por qué?
Sacudo la cabeza al comprender que no voy a entenderlo tan fácilmente.
Repaso rápidamente el resto de ejercicios de la página y le envío una lista con mis
respuestas que, para mi asombro, son todas correctas.
Una sonrisa de satisfacción se dibuja en mis labios. Tal vez pueda lograrlo, pero
poco a poco.
Miro fijamente su último mensaje e intento decidir cómo responderle. Hay un
millón de cosas que quiero decirle, preguntarle, cuando no está lleno de ira y en busca
de venganza, pero incluso ahora, me abstengo.
HARLEY: Gracias.
Imbécil: ¿Para qué están los tutores? ¿Qué sigue?
Harley: Un trabajo de Inglés. ¿Y tú?
Imbécil: Lo mismo.

NOS MANDAMOS mensajes durante las tres horas siguientes. Es agradable. Raro.
Aunque no puedo negar que siento una pequeña emoción cada vez que suena mi
teléfono y veo su nombre en mi pantalla.
Es cuando me dice que terminó por esta noche y que se va a duchar cuando me
doy cuenta de que podría tener un problema porque casi exijo que cambiemos a
videollamada solo para poder ir con él.
Al final, opto por algo menos desesperado.

HARLEY: Gracias. Haré un poco más de Matemáticas antes de acostarme.

LO LEE, pero no responde, y mi corazón se desploma un poco al darme cuenta de


que no se estaba dejando llevar tanto por nuestra interacción como yo.
Dejo mi teléfono a un lado y, después de tomar una merienda y una bebida, vuelvo
a poner mi libro de Matemáticas sobre mis rodillas y lo intento un poco más.
El miércoles tengo otro examen; estoy decidida a no reprobarlo.

EN CUANTO ENTRO a clase a la mañana siguiente, sus ojos se posan en mí desde


la parte trasera del aula. Su rostro es inexpresivo y totalmente ilegible. No sé si sigue
enojado como en el vestidor o si nuestros mensajes de anoche lo han calmado.
Los dedos de Ruby se entrelazan con los míos mientras nos dirigimos a nuestros
asientos. No le he contado lo que pasó después de que Chelsea y ella se marcharan y,
desde luego, no le he hablado de nuestra sesión improvisada de tutoría.
—Ignóralo —susurra, viendo claramente quién retiene mi atención.
Mi temperatura se pone al rojo vivo cuando sus ojos recorren todo mi cuerpo
a medida que nos acercamos. Por suerte, nuestros asientos están lo suficientemente
lejos como para que no podamos hablar porque, después de todo lo que pasó ayer, no
tengo idea de qué decirle, o por dónde empezar.
Incluso mucho después de darle la espalda para sentarme, sigo sintiendo su mirada
clavada en mí. Siento un cosquilleo en la piel y un hormigueo que me recorre la
espalda.
Espero que esta sea la única clase que compartimos hoy, porque ya me está
volviendo loca.
Consigo escaparme de él y no es hasta que estoy de pie junto a mi casillero antes
del almuerzo, previo a dirigirme a la cafetería, que lo percibo.
Cada músculo de mi cuerpo me grita que me dé la vuelta y lo mire, pero me
mantengo firme y en su lugar permanezco mirando fijamente el fondo de mi casillero,
esperando que se vaya, o que me equivoque y no esté allí en absoluto.
Por desgracia, eso no es lo que ocurre.
Mi cuerpo se sobresalta cuando su enorme y cálida mano se posa en mi estómago
y su cuerpo se presiona contra mi espalda. Apenas consigo reprimir el gemido que
amenaza con retumbar en mi garganta ante su presencia.
—¿Tengo que encerrarte en algún lugar durante el almuerzo o podrás mantener
tus manos quietas, Gatita?
Me quedo sin aliento, incapaz de encontrar una respuesta tan rápido como me
gustaría.
—¿Qué pasa, te comió la lengua el gato?
Su mano se desliza bajo mi camiseta y su caricia quema mi piel ya acalorada.
—Tengo que irme, Rich me está esperando —miento, sabiendo que eso lo hará
enfurecer—. Ha sido el mejor beso que me han dado en mucho tiempo.
—Harley —gruñe en mi oído, erizándome la piel—. Te advertí que no me
mintieras.
—Pero ¿lo estoy haciendo? —pregunto, luchando contra una sonrisa—. Disculpa.
—Sorprendentemente, cuando me zafo de su agarre, me suelta.
Cierro de golpe mi casillero y me dirijo a la cafetería, con mi estómago rugiendo
a cada paso que doy, por ser martes de tacos.
Ruby, Poppy y Stella me esperan en la entrada y juntas nos formamos en la fila.
—¿A qué demonios está jugando? —protesta Poppy, mirando por encima de mi
hombro en dirección a nuestras mesas.
No tengo que darme la vuelta para saber que se refiere a Kyle. Me doy cuenta por
sus expresiones de enojo mientras observan lo que sea que esté sucediendo.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. A pesar de saber que probablemente no sea nada
bueno ya que mis amigas están conmigo y no con sus teléfonos, lo saco.

IMBÉCIL: ¿Quieres ver cómo se hace realmente? Date la vuelta.

ME RESISTO, de verdad, maldición. Sin embargo, cuando las tres jadean, mi cuerpo
se mueve sin que mi cerebro se lo ordene.
En cuanto levanto la vista, mis ojos se posan en Kyle, que tiene a Aria sobre su
regazo, sus manos metidas bajo su falda y los labios de ella en su cuello mientras me
mira fijamente, con una sonrisa de satisfacción en los labios.
—¿Vas a permitirlo? —Ruby me pregunta.
—Eh... sí. ¿Por qué no habría de hacerlo? —Intento con todas mis fuerzas que el
dolor que siento no se refleje en mi voz. Pero cuando sus ojos se suavizan en señal
de simpatía, no estoy segura de haberlo conseguido—. Él no es nada para mí. Puede
hacer lo que quiera.
—¿De verdad crees eso? —insiste Poppy.
—Sí, de verdad lo creo. Simplemente está intentando que reaccione y no lo
conseguirá. No me importa —replico, girándome de nuevo hacia él y asegurándome
de que pueda leerme los labios.
Tomo mi bandeja de la barandilla una vez que pagamos y nos dirigimos hacia la
mesa. Intento no mirar mientras nos acercamos, aunque es imposible ignorar el hecho
de que Aria está sentada ahora junto a Kyle con su mano apoyada en lo alto de su
muslo mientras lo mira como si acabara de colgar la luna.
—Te está mirando —me susurra Stella cuando pasamos. No necesito que me lo
diga, lo puedo sentir.
La ignoro, saco una silla y me siento haciendo lo mejor que puedo para fingir que
me importa un carajo lo que está haciendo detrás de mí.
En cuanto terminamos de comer, Stella y yo nos escapamos a... bueno, a cualquier
otro sitio que no sea la cafetería, y dejamos a todo el mundo, incluidos Kyle y su
nueva zorra animadora, atrás.
—Eso fue brutal.
—No fue nada —musito, tratando de disimular que no me dolió.
—No necesitas hacer eso, ¿sabes?
—¿Hacer qué? —Obligo a poner en mi tono una ligereza que en realidad no siento
mientras permitimos que un par de chicas salgan del baño antes de que entremos.
—Fingir que no te molesta.
—No me molesta. Puede hacer lo que quiera.
Me observa fijamente durante un instante antes de desaparecer en uno de los
cubículos mientras yo saco mi bolsa de maquillaje con la esperanza de poder ocultar
la verdad que estoy segura de que ella puede leer en mi rostro.
Cuando sale, ya tengo una nueva capa de confianza en mí misma.
—Solo para que lo sepas, mi padre tiene un armario lleno de armas y soy bastante
buena disparando. —La seriedad con la que lo dice me hace soltar una carcajada.
—Dios mío, hablas en serio, ¿verdad?
—A muerte. Estoy segura de que podríamos enterrar el cuerpo y salirnos con la
nuestra.
—Lo tendré en cuenta.
—Bueno, pero si no, también tiene unos amigos temibles que seguramente me
harían un favor si se los pidiera con dulzura.
—¿Quién demonios es tu papá, la maldita mafia?
—Sinceramente, no tengo idea. Es muy reservado, no obstante, sé que lo que hace
no es totalmente legal. Por favor, no le digas a nadie que dije eso.
—Por supuesto que no. Tu secreto está a salvo conmigo. —Guiño un ojo, meto
mi bolsa de maquillaje en mi cartera y me preparo para ir a clase.
Nos separamos al salir del baño. Stella hacia su clase de Español y yo hacia la
de Historia.
—Hola, ¿cómo estás? —pregunta Carl, dejándose caer en su asiento a mi lado.
Ambos hemos ocupado este escritorio en la parte trasera del aula durante todo el año.
—Bien. ¿Y tú?
—Nada mal. —Carl está en el equipo de béisbol, así que no se entera de los
rumores que rodean al equipo de fútbol americano. Es un chico con el que es fácil
hablar y que tampoco está nada mal. Además, lleva enamorado de su novia desde que
tengo uso de razón, lo que hace que sea aún más fácil hablar con él—. Pero ya quiero
que termine esta semana.
—Apenas es martes —agrego, aunque tal y como está yendo mi semana, me
inclinaría a darle la razón.
—Sí, bueno. Misty y yo tenemos la casa para nosotros solos este fin de semana
así que...
—No digas más. —Le guiño un ojo—. Espero que tengas muchas cosas
románticas planeadas.
—Hago lo que puedo. —Empieza a contarme algunas de sus ideas, la mayoría de
las cuales me hacen suspirar. Aunque en cuanto me doy cuenta de que son el tipo de
cosas que Nathan habría hecho, se me revuelve horriblemente el estómago.
Tuve al chico dulce justo aquí, haciendo todas las maniobras correctas y diciendo
todas las cosas correctas, ¿y qué hice yo? Lo eché todo a perder. Lo arruiné todo por
completo.
El volumen de la charla que llena el aula disminuye de repente y, suponiendo
que nuestro profesor acaba de entrar para empezar la clase, ambos miramos hacia el
frente, pero no tengo oportunidad de mirar tan lejos porque mis ojos se clavan en un
par muy enfadados que miran fijamente a Carl.
—Muévete —ordena Kyle, con una voz tajante que no deja lugar a discusiones.
—Ignóralo —indico, poniendo la mano en el hombro de Carl sin pensarlo.
Un gruñido retumba en la garganta de Kyle en cuanto establezco contacto con él.
—Dije. Muévete.
—Kyle, deja de comportarte como un imbécil —reviro—. Hay como un millón
de asientos más aquí. Siéntate en uno de esos.
Ladea la cabeza un momento, como si estuviera considerando mis palabras, antes
de que una palabra salga de sus labios.
—No.
—Está bien, de verdad. Yo solo... —Carl empieza a recoger sus cosas.
—No, no está bien. Aquí es donde te sientas.
—Lo sé, pero... —Lanza una mirada de preocupación hacia Kyle y entonces me
doy cuenta de que está asustado. Maravilloso. Absolutamente maravilloso.
Carl desaparece al otro lado del salón dejando el espacio que Kyle claramente
quería, para poder sentarse a mi lado.
—Hola, Gatita.
—Jódete. O mejor aún, ve a cogerte a Aria, si es que no lo has hecho aún.
—Cuidado, Gatita. Suenas un poco celosa.
Resoplo una carcajada.
—Cuidado, imbécil. Suenas aún más arrogante que de costumbre.
Se ríe de mí y desliza su silla para que esté lo más cerca posible de la mía.
—¿Qué demonios...?
—Buenas tardes a todos. ¿Listos para empezar? —dice el señor Anderson,
haciendo que todo el salón de clases guarde silencio mientras cierra la puerta detrás
de mí.
—Hmmm... Estoy más que listo para empezar. ¿Qué dices, Gatita? —Kyle respira
en mi oreja, haciendo que me estremezca mientras se reclina en su silla y apoya sus
brazos sobre el respaldo de los míos, con sus dedos rozando mi hombro.
—¡Quítame las manos de encima! —exijo, sentándome hacia adelante y poniendo
todo el espacio que puedo entre nosotros.
—¿Qué te dije sobre mentir? Sé que estás más que lista —susurra, mientras sus
dedos recorren mi espalda hasta que pasan por la piel que queda al descubierto entre
mi camiseta y mis jeans—. ¿Estás mojada por mí, Gatita?
Le lanzo una mirada mordaz.
—Pensé que querías graduarte.
Una sonrisa irritantemente impresionante se curva en sus labios y algo dentro de
mi estómago se contrae.
Sus ojos se apartan de los míos para posarse en mis labios. Se mete el inferior en
su boca y lo único que se me ocurre es hacerle exactamente lo mismo.
Maldito sea.
Me obligo a imaginarme a Aria en su regazo hace apenas una hora.
—Sí, y lo haré. Pero ahora tengo asuntos más importantes.
Sus dedos vuelven a subir por mi espalda y rozan mi cuello, casi masajeándolo
durante unos segundos. Se me cierran los ojos de lo bien que se siente antes de que
envuelva la tela en su puño y la use para jalarme hacia atrás contra mi asiento, el
escote clavándose en mi piel.
—¿Me...? —Mis palabras se desvanecen cuando su mirada oscura se clava en la
mía.
Vuelve a sonreír y consigo salir del trance en el que me tenía sumida.
—Señorita Hunter, señor Legend, ¿están escuchando?
Ambos volteamos hacia el profesor, pero su agarre de mi camiseta no disminuye.
Gracias a Dios que estamos atrás para que nadie pueda ver lo que hace.
—S… sí, señor —tartamudeo y me sonrojo por la vergüenza de que nos haya
sorprendido.
—Bien, entonces ambos saben exactamente lo que les acabo de pedir que debatan
y serán capaces de explicar sus conclusiones a la clase.
—P… por supuesto. —Le sonrío dulcemente. Nunca antes en mi vida había estado
tan distraída en clase.
Siempre he sido la buena estudiante, la que siempre cumple con las entregas y a
menudo hace trabajo extra, Matemáticas es la excepción a la regla, supongo que me
imaginé que si me esforzaba lo suficiente en otras materias entonces nadie se daría
cuenta. Fallé.
—Bien, estupendo. Tienen veinte minutos para discutir y argumentar en parejas.
Los estudiantes comienzan a charlar en el aula mientras se concentran en la tarea
que tienen entre manos. Yo, sin embargo, me quedo congelada mirando la pizarra con
las instrucciones mientras la mirada de Kyle se clava en un costado de mi cara.
Se gira un poco hacia mí, como si fuéramos a hablar de algo importante, y se
inclina hacia mí. Su aroma inunda mi nariz mientras su rodilla roza mi muslo. Es
un simple roce que no debería provocarme una reacción tan fuerte, pero no puedo
evitarlo.
— ¿Q… qué e… estás ha… haciendo?
Desliza el libro de texto en el escritorio entre nosotros, asumo que está abierto en
la página correcta porque no puedo concentrarme en él.
Mi pecho se agita mientras intento luchar contra las sensaciones que recorren mi
cuerpo ante su cercanía, ante la opresión que me rodea la garganta y su calor contra
mi piel.
—¿En qué piensas, Gatita? —pregunta.
Mi espalda permanece rígida mientras una imagen tras otra asalta mi mente: él
empujándome contra la pared, rodeándome la garganta con su mano.
Mi cuerpo arde solo de pensarlo y sé que se me nota en la cara.
—Tenemos que ponernos a trabajar —respondo a la fuerza y, por suerte, su agarre
en mi cuello disminuye hasta desaparecer por completo.
—Sí, supongo que sí —murmura.
Respiro aliviada cuando me suelta y voltea hacia el libro, bolígrafo en mano,
dispuesto a tomar nota de lo que sea que se supone que tenemos que debatir. No
obstante, en cuanto hago lo mismo, su mano caliente se posa en mi muslo bajo la
mesa. Sube hasta que su meñique roza la costura que hay entre mis muslos.
—Así que estaba pensando... —Empieza como si realmente hubiera escuchado
lo que se supone que debemos hacer—. ¿Y si el resultado de esta reunión fuera al
revés...? —Empuja sus dedos entre mis muslos y los separa a la fuerza.
—¿Qué diablos? —siseo a punto de romperle la muñeca para detenerlo, pero
entonces él empuja con más fuerza contra mi centro—. Oh, Dios. —Jadeo, mi cuerpo
se descontrola con una simple caricia suya.
Sé que esto no debería estar pasando. No debería permitirlo. Apenas hace un rato
tenía a Aria besándolo en la cafetería, pero maldición, no estoy segura de poder parar.
CAPÍTULO DIECINUEVE
KYLE

U na sonrisa se dibuja en mis labios mientras la miro discretamente.

Tiene los párpados cerrados y los labios entreabiertos, no obstante, aprieta


la mandíbula casi con frustración. Quiere detenerme. Cree que sería lo correcto.
Aunque también creo que sabe que no es ella quien tiene el control. Soy yo quien
lo tiene.
Mis dedos siguen moviéndose contra ella mientras escribo algunas notas, porque
sé que el profesor va a cumplir su palabra de obligarnos a dar un comentario y, por
supuesto, que voy a tener uno.
Casi me río cuando se relaja un poco en la silla y abre un poco más las piernas.
Es tan jodidamente fácil jugar con ella. Pero sé exactamente por qué, porque yo
también lo he sentido las pocas veces que me ha tocado.
Impotencia.
Totalmente impotente.
Sigo trabajando mientras su respiración empieza a aumentar. Volteo a verla una
vez más, sin embargo, la mesa oculta lo que le estoy haciendo.
—¿Por qué no te pusiste falda esta mañana? —pregunto tan seriamente como si
hablara del trabajo.
Sus ojos llenos de lujuria se vuelven hacia mí y su mano me rodea el brazo, sus
uñas clavándose en mi piel.
—Eres un cretino —arremete.
—Y aun así me dejas tocarte.
Sus uñas se clavan con más fuerza hasta que me convenzo de que me habrá sacado
sangre cuando me suelte, aunque me importa un carajo. La idea de tener su marca en
mí solo me excita más.
—Y vas a dejar que yo haga que te vengas, ¿verdad, Gatita?
—No —suelta, un poco fuerte.
—Harley, ¿todo en orden? —pregunta nuestro profesor.
—Um... sí... realmente necesito ir al baño.
«Oh, Gatita. ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?».
—Date prisa —refunfuña, ya molesto con nosotros.
En cuanto se va, saco mi teléfono del bolsillo y envío un mensaje.
No han pasado ni cuatro minutos cuando tocan la puerta de nuestro salón y una
cabeza conocida se asoma al interior.
—Lo siento, señor. Necesito que me preste a Kyle Legend unos minutos por orden
del entrenador.
—Bien —gruñe, mirándome y señalando la puerta con la cabeza, sin darse cuenta
de que yo lo preparé todo.
Dejo mis libros sobre el escritorio, empujo mi silla y me dirijo a la puerta,
cerrándola a mi espalda.
—Gracias, hombre. Te lo agradezco.
—¿Me dirás por qué necesitabas salir? —curiosea Ash, frunciendo el ceño. En
cuanto vio mi mensaje, supe que lo entendería. Ash y yo somos iguales, crecimos
igual y tenemos una forma de pensar parecida, por eso me sorprende siquiera que me
haga esta pregunta.
—¿Por qué crees, hombre? —Le doy una palmada en el hombro mientras me alejo
—. Te debo una —digo mientras me dirijo al baño más cercano.
La habitación está en silencio cuando empujo la puerta y entro. Solo uno de los
cubículos está en uso, y en cuanto apoyo mi trasero contra el lavabo, la cadena se
acciona.
Mis dedos se doblan sobre el mostrador mientras el corazón me late con fuerza
en el pecho. Si no es ella, podría tener un problema entre manos.
Sin embargo, algo me dice que sí lo es. No habría corrido muy lejos porque no
esperaba que yo la siguiera.
La cerradura de la puerta se mueve y espero a que se abra.
En cuanto lo hace, sé que es ella. Reconozco el esmalte de uñas morado oscuro
que se clavaba en mi piel hace apenas unos minutos.
No se da cuenta de mi presencia, está demasiado ocupada mirando al suelo.
Me muevo de mi lugar y avanzo hacia ella, totalmente desapercibida durante dos
segundos. Pero mis zapatos deportivos rechinan en el suelo y ella levanta la cabeza,
aunque yo soy más rápido.
Mi mano rodea su garganta y la dirijo hacia atrás hasta que está contra la pared.
—¡Sorpresa! —Avanzo hasta que nuestras narices casi se rozan.
—¿Qué demonios?
—¿Qué? ¿De verdad pensaste que te dejaría escapar? Creí que me conocías mejor,
Gatita.
—N… necesitamos volver a clase. El señor Anderson se va a enfadar.
—Al señor Anderson no le importa nada o no nos habría dejado salir a ambos —
gruño, mis labios rozando los suyos mientras mi cuerpo la aprieta contra los azulejos
a su espalda.
—Kyle —advierte mientras mi mano se posa en su cintura y se desliza bajo su
camiseta.
—Gatita.
Nuestras miradas se sostienen, nuestras respiraciones se entremezclan y nuestro
pecho se agita mientras esperamos a ver qué va a hacer el otro.
Finalmente, sus labios se abren, y por mucho que quiera besarla, ensuciarla antes
de que se vea obligada a volver a clase, estoy demasiado intrigado por lo que dirá
como para hacer uso de su boca abierta.
—Te odio —protesta—. ¿Por qué no me dejas en paz?
—Oh, Gatita. —Me río—. Ojalá pudiera.
—¿Qué quieres de mí? ¿Una disculpa? Lamento haber llamado a la policía y que
te hayan encerrado —dice con total falta de sinceridad, extendiendo los brazos a los
lados.
—Oh, sí, porque lo dices de corazón.
—Tú y Gray... —La sola mención de su nombre me hiela la sangre—. Ustedes
iban a...
—¿Íbamos a hacer qué? —insto, necesitando saber qué cree que pasó esa noche.
—Iban a...
—¿Qué demonios? Harley, ¿estás bien? —dice una voz detrás de mí y me quedo
paralizado.
—S… sí. Kyle estaba a punto de volver a clase, ¿verdad? —Me sonríe, pero no
hay amabilidad en su sonrisa, está llena de odio y amargura.
—Vamos a hablar de esto, Gatita —gruño, lo suficientemente bajo como para que
nuestra pequeña audiencia de una sola mujer no pueda escucharme.
—Entonces quizá deberías dejar de comportarte como un imbécil —sugiere.
—Me encantaría, pero tú lo sacas a relucir en mí. —Flexiono mi cintura,
asegurándome de que mi longitud presione su cadera.
—¡Quítate de encima, imbécil! —Me golpea el pecho con las manos, me apiado
de ella y retrocedo asegurándome de que se dé cuenta cuando dejo caer mi mano para
reacomodarme en mis jeans. Sus ojos se fijan en mi movimiento y se oscurecen de
lujuria.
Le lanzo un beso antes de salir de la habitación. En el último segundo, miro a
la chica que nos interrumpió. Sus ojos azules se entrecierran y muestra los dientes
con rabia.
—Tranquila, chica, tú también puedes tener tu turno si quieres.
—¡Vete a la mierda, cerdo! —brama, para mi diversión, mientras la puerta se
cierra detrás de mí.
El pasillo está vacío mientras vuelvo a clase y tomo asiento.
El señor Anderson observa cada uno de mis movimientos, siento su atención
puesta en mí, pero en ningún momento levanto la vista hacia él. Mejor, aprovecho el
tiempo que tengo hasta que ella regresa para escribir algunas notas.
Al cabo de unos minutos, empiezo a pensar que no va a volver, mas cuando miro
al suelo, descubro que, con las prisas por alejarse de mí, dejó su bolso.
Sonrío y me acomodo en el asiento justo cuando se abre la puerta y ella entra al
salón, todavía con cara de nerviosismo e incomodidad.
—¿Todo bien, señorita Hunter?
—Sí, gracias, señor.
Le hace un gesto con la cabeza mientras ella aleja su silla todo lo que puede de
mí y vuelve a tomar asiento.
La miro con una sonrisa divertida en los labios.
—No lo hagas —advierte—. No digas nada, no hagas nada a menos que quieras
que te clave el extremo de este bolígrafo en tu pene.
—Me encanta cuando me hablas sucio.
Un gruñido retumba en su garganta cuando el señor Anderson anuncia que
tenemos dos minutos para concluir nuestros argumentos y prepararnos para presentar.
El odio que cubría su rostro se transforma en pánico al darse cuenta de que vamos
a tener que dar nuestra opinión al respecto, dado que ya hemos sido advertidos y ella
ni siquiera ha pensado sobre el tema.
—Espero que estés lista. —Me alejo de ella y miro al profesor que tiene sus ojos
puestos en nosotros dos.
Oh sí, definitivamente seremos los primeros.
—Bien. Se acabó el tiempo. Señorita Hunter, señor Legend, ¿por qué no empiezan
ustedes?
Le sonrío. Es tan predecible.
—Vamos, puedes empezar tú —animo, dándole un codazo en el brazo a Harley.
—Harley... —dice el señor Anderson.
Dudando, se levanta. Su silla raspa el piso de azulejos viejos y hace que todos los
presentes volteen hacia ella.
Se queda mirando al profesor antes de mirarme a mí. Tiene los ojos muy abiertos
y aprieta los puños.
—Yo... um... —Las cejas del señor Anderson se levantan mientras su paciencia
comienza a desvanecerse—. Err... —Me mira como si fuera a ayudarla, pero me limito
a sonreírle tan dulcemente como puedo—. Entonces... lo que pensamos fue que...
Sus ojos se desvían hacia el pizarrón detrás del señor Anderson como si se hubiera
olvidado de lo que se suponía que teníamos que discutir, suponiendo que lo supiera
en primer lugar.
—¿Señorita Hunter? —cuestiona él, cruzando los brazos sobre el pecho mientras
las risitas empiezan a recorrer el salón mientras ella se mueve de un pie a otro.
Lucho por mantener mi trasero en la silla mientras ella reza para que el suelo se
la trague, pero no puedo hacerlo. Quizá piense que soy un imbécil, y lo soy, hasta
cierto punto.
Aparto mi silla detrás de mí y me paro a su lado. Me mira, probablemente
esperando que empeore la situación, aunque, para su sorpresa, no es eso lo que ocurre.
—Lo que Harley intenta decir es que pensamos que si la decisión hubiera sido la
contraria, la Guerra Civil habría empezado mucho más tarde, pero la intensidad de
los combates habría sido mucho mayor. También que el número de muertes habría
superado con creces lo que ocurrió en la realidad.
Incluso mientras hablo, no me pierdo el enorme suspiro de alivio que deja escapar
al ver que acabo de sacarnos del apuro.
—Interesante punto de vista, Kyle —felicita y continúa interrogándome y yo le
respondo como si hubiéramos estado hablando de este tema todo el tiempo.
Me sonríe antes de dirigirse de nuevo a Harley.
—Bueno, parece que el señor Legend la ha salvado de una tarde de castigo. Ambos
pueden sentarse.
Mientras nuestros traseros caen en las sillas, empieza a interrogar a otra pareja.
—¿Cómo hiciste eso? —susurra Harley—. ¿Cómo supiste qué decir?
—No soy solo una cara bonita, Gatita. —Le guiño un ojo y ella pone los ojos en
blanco.
En cuanto suena el timbre, mete todas sus pertenencias en el bolso y sale corriendo
por la puerta.
Me quedo atrás mientras los estudiantes se van y el señor Anderson limpia el
pizarrón y recoge los libros de texto.
No es hasta que me levanto y estoy a punto de echarme la mochila al hombro
cuando habla.
—Sé que en Creek High las cosas se hacen de una forma distinta, pero aquí no
toleramos que nuestros alumnos intenten sabotear a los demás.
Asiento con la cabeza, no queriendo entrar en una discusión sobre Harley.
—Entendido, señor —murmuro mientras atravieso la puerta y me uno a la
multitud de estudiantes que se dirigen a las salidas para dar por terminada la tarde.
Me dirijo en dirección contraria a la mayoría, hacia los vestidores para una sesión
de acondicionamiento.
Sacando mi teléfono no me resisto a enviarle un mensaje más.

KYLE: ¡De nada!

SU RESPUESTA ES INSTANTÁNEA, no hay palabras, solo un emoji de una mano


con el dedo medio levantado.
Sigo sonriendo cuando entro en los vestidores. En cuanto levanto la vista, me
encuentro con un hombre parado frente al equipo al que hasta ahora solo había visto
de lejos.
—Legend —dice el entrenador cuando me detengo junto a Ash—. El entrenador
West me ha hablado muy bien de ti.
Le hago un gesto con la cabeza, feliz de que algo bueno haya surgido de mis pocos
años en Creek High.
—Contigo, Fury, y algunos miembros de nuestro equipo JV, este año, puede que
tengamos la oportunidad de estar a la altura del éxito de este año. Voy a estar
observándolos a todos en las próximas semanas, Jake y los de último año también. No
solo quiero buenos jugadores, quiero seres humanos decentes en mi equipo, carajo.
Así que cuiden sus espaldas, señoritas —acentúa mirándonos directamente a mí, a
Ash y a los otros que sé que son Juniors—. Si juegan bien sus cartas, es posible que
en los próximos meses puedan llamarse a sí mismos Bears de Rosewood.
Una charla entusiasta vibra por todo el grupo antes de que el entrenador le haga
un gesto con la cabeza a Jake, que pasa al frente de la multitud.
—No crean que será fácil, todos ustedes tienen una reputación que mantener.
Cámbiense y salgan al campo, queremos ver de qué están hechos, cabrones.
—¿Qué tan competitivo era tu antiguo equipo? —me pregunta Ash una vez que
nos separamos del grupo para cambiarnos.
—Sus principales prioridades eran drogarse y conseguir coños —respondo con
sinceridad—. Nunca íbamos a ganar nada, mierda, a menos que cuentes coleccionar
enfermedades de transmisión sexual.
Ash suelta una carcajada mientras abre su casillero y se quita la camiseta por
encima de la cabeza.
—¿Y el tuyo?
—Igual. Mi antigua escuela era una maldita jungla. Estoy ansioso por tomarme
esto un poco más en serio.
—¿Quieres ser capitán? —cuestiono, sabiendo que ocupó ese puesto en su antiguo
equipo.
—Tal vez —dice, pero una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios—. Ya veremos.
¿Por qué? ¿Quieres ser mi ayudante?
Pienso un momento. Kane era capitán en Harrow Creek High. Yo no estuve allí
el tiempo suficiente para tener siquiera una oportunidad. ¿Quiero seguir sus pasos y
tomar el mando con Ash?
—Demonios, claro que quiero.
—Muy bien, carajo. Este equipo es nuestro, hombre. —Extiendo el puño y él lo
choca antes de darse la vuelta para ponerse un par de shorts.
CAPÍTULO VEINTE
HARLEY

L a ira se apodera de mí como una tormenta de fuego durante nuestro primer


entrenamiento de animadoras. Aunque en realidad no practicamos mucho
porque pasamos la mayor parte del tiempo escuchando a Chelsea y,
sorprendentemente, a la señorita Kelly, explicar lo que sucederá a continuación y el
proceso de selección de nuestro nuevo equipo Varsity.
Me encuentro perdiendo la concentración más rápido que nunca gracias a él y a
lo que hizo en Historia.
«¿Quería que me tocara?». Puedo decirme a mí misma que la respuesta es no
hasta que se me ponga la cara azul, pero en realidad, cada vez que sus dedos rozan mi
piel, me siento viva de una forma que solamente he sentido unas pocas veces en mi
vida. Y todas ellas tienen que ver con él, aunque en una de ellas creí que iba a morir.
Ruby y Stella me miran con curiosidad, mas yo mantengo la boca cerrada.
Probablemente piensen que todavía estoy afectada por el hecho de que dejó que Aria
lo besara en el almuerzo. Y supongo que lo estoy un poco. Sin embargo, ha pasado
tanto desde ese momento que casi es un recuerdo lejano. Casi.
—¿Vamos a Aces? —Alguien pregunta en cuanto volvemos a los vestidores.
—Solo si va el equipo de fútbol americano —agrega Aria.
—Puta —murmura Ruby a mi lado—. Iremos a Aces.
—Eh... yo no voy. No quiero mirar cómo se revuelca sobre Kyle.
Tanto Ruby como Stella me miran con simpatía en su mirada. Sobre todo Stella
después de lo que vio antes.
Intentó hacerme hablar, pero después de todo eso, no estaba de humor. Intenté
convencerla de que estaba bien y que lo olvidara, aunque puedo ver que tengo el
tiempo contado.
—Pero...
—Nada de peros, Rubes. Yo no iré. Que se lo quede ella. —Mantengo una
expresión relajada, no obstante, por dentro todo me da asco—. Vamos a mi casa,
pediremos pizza.
Se miran, el resto del escuadrón sigue discutiendo sobre el equipo, antes de
aceptar.
Una hora más tarde, Poppy se nos une y pasamos el rato en mi cama con dos
pizzas gigantes entre las cuatro. Probablemente deberíamos estar haciendo tarea, sé
que yo debería estar estudiando Matemáticas, pero se siente bien relajarse después
del día que he tenido.
—Así que, ¿en cuántas escuelas has estado exactamente? —pregunta Ruby a
Stella.
Ella suspira.
—Esta es mi quinta.
—¿La quinta? —repetimos las tres.
—Dos en primer año —dice, levantando los dedos para contar—. Una en segundo,
y luego otra antes de entrar a Rosewood.
—Jesucristo. ¿Y por todo el país?
—Sí, New York, Michigan, Colorado, Washington, aquí. Y eso es solo la
preparatoria. He perdido la cuenta del número de escuelas antes del noveno grado.
—Maldita sea, es increíble que sepas tu propio nombre después de eso —acredito
alrededor de un bocado de pizza de pepperoni.
—¿De dónde eres en realidad? —indaga Ruby.
—Bueno, no lo recuerdo, pero al parecer nací en Inglaterra. Mi padre nos trajo
aquí antes de que yo cumpliera un año.
—¿Y qué hay de tu mamá?
Se encoge de hombros, con una expresión triste.
—Murió. Creo que por eso se mudó. No podía estar allí sin ella.
—Mierda.
—Meh —agrega encogiéndose de hombros de nuevo, agarrando una rebanada de
pizza—. Así son las cosas, tengo que sacar lo mejor de la situación, supongo.
—Bueno, te admiro —elogia Poppy con sinceridad.
—¿Y todavía no sabes a dónde irás después?
—Nop. Solamente que se acerca. Papá no ha dicho más, pero puedo sentirlo.
Conozco sus señales. Se está preparando para mudarse.
—Te vamos a echar de menos.
—Yo también. Creo que Rosewood puede ser mi lugar favorito de todos mis
hogares. Podría verme viviendo aquí.
—Es una pena que no puedas elegir.
—Quizá vuelva algún día. Cuando termine la universidad, me buscaré un hogar
y me quedaré allí mucho tiempo.
—No te culpo.
Sintiendo lástima por Stella teniendo que revivir todas sus mudanzas, desvío la
conversación lejos de ella y de nuevo hacia las animadoras, para regocijo de Poppy
si su dramático gesto de poner los ojos en blanco sirve como evidencia.
—Será mejor que te acostumbres —dice Stella, notando claramente su
movimiento—. Si estas dos consiguen ser capitana y asistente, es de lo único que van
a hablar.
—Está bien —replica Poppy con indiferencia—. Puedo ir al otro lado del pasillo
y acostarme con el hermano de la ayudante.
—Oh, no acabas de decir eso. —Le lanzo un cojín a la cabeza y ambas nos reímos
a carcajadas.
Se siente bien. Tan bien, demonios. Sin embargo, todo se viene abajo cuando mi
teléfono suena en mi bolsillo.
El corazón me salta a la garganta. Sé quién es sin mirarlo. Puedo sentirlo.
—¿Vas a contestar? —me pregunta Ruby cuando vuelve a sonar unos minutos
después.
—Um... —De mala gana, lo saco de mi bolsillo trasero y encuentro exactamente
lo que esperaba.
IMBÉCIL: Página 162, ejercicio 1a. Dame las respuestas.

CLARAMENTE NO DISIMULO mis sentimientos al ver sus palabras en mi pantalla


porque mientras sigo leyendo Ruby pregunta quién es.
—Solo mi tutor de Matemáticas. Quiere que me ponga a estudiar.
—Podemos marcharnos —ofrece.
—No, no. Está bien. Él tendrá que esperar.
—¿Quién es? —curiosea Poppy. Sabía que iba a preguntar, pero aún así, no tengo
una respuesta decente.
—Un nerd que juro que nunca había visto por la escuela.
—¿Es bueno?
Mi cabeza vuelve inmediatamente a la habitación de huéspedes de Justin con la
cabeza de Kyle entre mis piernas.
Mis mejillas se sonrojan mientras miro sus palabras en mi teléfono.
—Ugh, sí, es bueno.
Probablemente unos quince minutos después llega otro mensaje.

IMBÉCIL: No me hagas ir para allá.

LA AMENAZA HACE que el corazón me dé un vuelco.


—¿Otra vez él? —pregunta Poppy.
—Sí —replico de mala gana.
—Deberíamos irnos. Sabemos lo importante que es esto.
No tengo oportunidad de discutir, ni creo que me lo permitieran, porque recogen
las cajas de pizza y las latas de refresco vacías que cubren mi habitación y se dirigen
a la puerta.
—Nos vemos mañana —comenta Ruby mientras Stella y ella salen de mi
habitación.
—Llámame si me necesitas. Voy a hacer algo de tarea —añade Poppy antes de
seguirlas y dejarme sola con mi celular en la mano.
Vuelve a sonar.

IMBÉCIL: Tienes cinco minutos para responder o esto se pondrá feo, Gatita.

PONGO los ojos en blanco y empiezo a escribir.

HARLEY: Estaba ocupada, IMBÉCIL. ¿QUÉ QUIERES?


Imbécil: Te di mis instrucciones, ahora... quiero respuestas.
Harley: Eres tan exigente como mi madre.
Imbécil: Oh, Gatita, NO soy para nada como tu madre...

MI CUERPO se acalora al pensar en lo que podría querer decir y me muerdo el labio


inferior cuando los recuerdos vuelven a invadirme.
Maldito sea.

IMBÉCIL: Estoy esperando.

—POR EL AMOR DE DIOS.


Me inclino sobre la cama, tomo mi bolso y saco mi libro de texto, mi cuaderno
de ejercicios y un lapicero.
Abro la página que me indicó y me quejo al ver el ejercicio.
Sigo los pasos que me enseñó anoche y le envío mis respuestas.

IMBÉCIL: La primera es correcta. Las otras no. ¿Necesitas que repasemos de


nuevo el procedimiento?

ME TUMBO en la cama y mis ojos se llenan de lágrimas más rápido de lo que puedo
controlar.
Pensé que lo había entendido. Pensé que lo había resuelto con sus instrucciones
de anoche.
Sin querer admitir mi derrota, respondo.

HARLEY: Déjame intentarlo otra vez.

RESOPLO, paso a una página en blanco y vuelvo a empezar. Hago todo lo que me
dijo anoche. Esta vez obtengo respuestas diferentes, pero no sé si eso es bueno o no.
Probablemente sigan siendo incorrectas.
Le envío las nuevas respuestas.

IMBÉCIL: ¡Sí! Ahora, haz el resto del ejercicio.

REPITO el proceso una y otra vez y cada vez me confirma que acerté.
Sonrío al recibir el último “bien hecho”, y mi confianza empieza a crecer. Quizá
pueda lograrlo. Quizá no esté condenada a ser una idiota en Matemáticas para siempre.

IMBÉCIL: Lista para más...

JESUCRISTO. ¿Por qué sus mensajes sobre Matemáticas me mandan la cabeza a


otra parte?

HARLEY: Dale.
Imbécil: Preferiría no hacerlo. Aunque se me ocurre otra cosa que me
gustaría hacer...
Harley: Concéntrate. A menos que ya tengas a Aria encima de ti en este
momento.
Imbécil: No, Gatita. Soy todo tuyo.

UN REVOLOTEO de excitación me recorre ante sus palabras.


—Concéntrate, Harley. Lo odias, recuérdalo —me repito mientras miro el
siguiente ejercicio. Me trago un gemido cuando veo que se pone más difícil. Mi
corazón comienza a acelerarse y la confianza que había empezado a construir se viene
abajo.
Kyle me explica el siguiente paso del proceso, y parece bastante sencillo. Ya he
demostrado que puedo hacer la primera parte.
Pongo manos a la obra y rápidamente encuentro algunas respuestas.
Se las envío con la esperanza de haber acertado.
Lee mi mensaje inmediatamente y comienza a escribir. Mi corazón late con fuerza
mientras espero su respuesta. Tengo un buen presentimiento, una parte de mí piensa
que si puedo con esto, puedo con todo.
Los puntitos rebotan durante mucho tiempo y empiezo a preguntarme si me estará
escribiendo un ensayo.
Mi esperanza se esfuma cuando me doy cuenta de que, si fueran correctas, ya me
lo habría dicho.
Se me hace un nudo en la garganta y siento presión en los ojos.
Quizá simplemente debería apagar mi teléfono y evitar lo inevitable. Sin embargo,
justo cuando considero esa opción, el teléfono suena.

IMBÉCIL: Lo siento, Gatita. Pero creo que sé dónde te equivocaste.

—¡MIERDA! —grito en mi habitación, tirándome de espaldas en la cama, frustrada.


De verdad creí que lo había logrado.
Antes de que tenga oportunidad de decir algo más, le envío un mensaje.

HARLEY: No puedo más. Siento haberte hecho perder el tiempo.

TENGO mi pulgar sobre el botón de apagado, pero antes de oprimirlo para poner fin
a todo esto, recibo una llamada.
Una videollamada.
Me tiembla la mano mientras miro fijamente su nombre.
No puedo contestar. Tengo lágrimas corriendo por mis mejillas, y seguramente
maquillaje por toda la cara.
No puedo contestar. Mi dedo se desliza por la pantalla a pesar de lo que me dice
mi cerebro y la llamada se conecta.
—Gatita —resopla cuando me mira por primera vez—. Estuviste muy cerca. Por
favor, no llores.
Un sollozo me desgarra la garganta ante la suavidad de su voz y me salen más
lágrimas.
—Creí que querías hacerme llorar —musito, intentando que esto no sea un fracaso
total.
Sus cejas se fruncen mientras me mira fijamente, con simpatía cubriendo sus
rasgos. De esa forma se parece mucho al chico que recuerdo y eso hace que se me
parta el corazón.
Puede que no pretendiera el desenlace de aquella noche, puede que él estuviera
involucrado, sin embargo, no fue el principal responsable de intentar arruinarme la
vida aquella noche, pero aun así, el peso de lo que le ocurrió recae sobre mis hombros.
La razón por la que esta es la primera vez que veo al antiguo Kyle, el chico inteligente
y divertido que tenía el mundo a sus pies, soy yo.
—No de esta manera, Harley. —La sinceridad de su voz me corta la respiración.
Nos miramos en silencio, con el único sonido de mi respiración agitada
llenándome los oídos. No nos decimos nada, no obstante, siento que estamos trazando
una línea.
—Lo... lo siento, Ky.
Me sonríe y levanta un brazo para pasar sus dedos por lo que ahora veo que es
su cabello húmedo. En cuanto baja la mano, su cabello cae sobre su frente y sonrío,
gustándome verlo sin la gorra de béisbol que siempre tiene puesta en la cabeza.
Sus ojos azules como el hielo se clavan en los míos y juro que no respiro mientras
espero a que diga algo.
—Yo también, Gatita. Yo también. Entonces... —incita—. ¿Quieres intentarlo
otra vez?
Su pregunta casi me provoca un latigazo. Estaba tan perdida en sus ojos y en mis
recuerdos.
—Eh... la verdad no. —Me río.
—Pues es una verdadera lástima, porque no voy a colgar hasta que lo resuelvas.
—Sabes que podría colgarte, ¿verdad?
—Sí, aunque no lo harás —afirma con seguridad.
—¿Es eso cierto?
—Síp. A menos que me quieras allí en persona. —Levanta una ceja y se inclina
más hacia la cámara, lo que me hace preguntarme si eso es exactamente lo que quiero.
—¡Nunca! —escupo, esperando que suene como si lo dijera en serio.
—No parecías tan preocupada la última vez que estuve allí.
—Así que, Matemáticas —digo, haciendo que se ría entre dientes. Una sonrisa
suave se dibuja en sus labios y siento el impulso de hacer una captura de pantalla
porque es tan hermosa y tan opuesta a la ira a la que me he acostumbrado desde que
apareció.
—Apoya tu teléfono en alguna parte y comencemos.
Me doy la vuelta, agarro el soporte que hay en mi mesa de noche y lo coloco
sobre la cama.
—Harley —gruñe en cuanto coloco el teléfono en el soporte y lo apunto hacia mí
—. ¿Qué demonios traes puesto?
Me miro y se me calientan las mejillas. Mierda.
—Um... tuvimos entrenamiento. Aún no me he bañado —admito con una mueca.
Apenas hicimos algo de entrenamiento, así que no me molesté en cambiarme después,
solo me puse una sudadera con capucha por encima de mis shorts y mi sostén
deportivo. Ruby y Stella tenían la misma ropa, así que cuando estaba con ellas no le
di importancia.
Sin embargo, ahora, con sus ojos clavados en mi cuerpo apenas cubierto, me estoy
arrepintiendo, mierda.
—B… bien —balbucea, aclarándose la garganta mientras suelto el soporte y me
pongo la sudadera con capucha para cubrirme—. No sientas que tienes que hacerlo.
—Esto es una sesión de tutoría, Kyle, no... —Cierro la boca.
—¿No qué? —pregunta, con diversión bailando en sus ojos azules.
—No es otra cosa. Entonces, en este ejercicio, dijiste que creías saber qué había
hecho mal. —Nunca pensé que estaría tan dispuesta a entablar una conversación sobre
Matemáticas, pero aquí estamos.
Pongo mi cuaderno de ejercicios y mi bolígrafo sobre mis piernas mientras Kyle
empieza a explicarme el proceso.
En cuestión de segundos, me doy cuenta del error que cometí y me siento un poco
mejor.
—Muy bien, entonces haz el siguiente ejercicio. Yo solo iré por algo de beber.
—De acuerdo —respondo sin siquiera mirar la pantalla mientras suena un ruido
seco en el lugar donde debe haber dejado su teléfono antes de que sus pasos se alejen.
Me apresuro a repasar cada ejercicio y, para cuando vuelve, ya tengo todas las
respuestas frente a mí.
—¿Terminaste? —pregunta, recostándose contra su cabecera y mirándome a
través de la pantalla.
—Síp. —Levanto el cuaderno para que lo vea. Se queda callado mientras supongo
que mira las respuestas y cuanto más tiempo pasa sin decir nada, más mariposas siento
en el estómago.
No quiero volver a fallar.
—Lo lograste —dice por fin y suelto el cuaderno para poder verlo.
—¿De verdad? —pregunto con una amplia sonrisa en la cara.
—Sí. Hagamos un ejercicio más y luego podemos celebrarlo.
—¿Celebrar? —inquiero, insegura de si me gusta o no cómo suena eso.
—Sí, ¿quieres divertirte conmigo, Gatita? —Su voz es grave y áspera y me
provoca cosas raras por dentro, por no hablar de lo que pasa entre mis muslos.
—Um... probablemente sea mejor que no lo haga. Divertirse contigo no siempre
acaba siendo tan... placentero —acentúo esa palabra y tengo que reprimir una
carcajada cuando sus ojos se abren de golpe.
—¿Ah, no? Creo recordar que las cosas fueron muy placenteras cuando nos
divertimos.
—Eso es porque tu idea de diversión es... —Dudo, intentando encontrar la palabra
adecuada—. Más como tortura.
—¿Tortura? —Casi escupe el sorbo de refresco que aún no había tragado—. Oh,
Gatita, no recuerdo que te quejaras.
Mi cuerpo se calienta a temperaturas incómodas al recordar con cuánto gusto me
metí entre sus piernas en casa de Justin.
Dios, esa noche fui una maldita zorra.
El alcohol. Fue el alcohol.
—Con tu mano alrededor de mi garganta, es un poco difícil decir algo.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe. No era la reacción que esperaba, pero el sonido
de su risa lo compensa.
—¿Harley? —pronuncia, moviendo su cabeza hacia adelante y manteniendo mis
ojos cautivos a través de la pantalla.
—¿S… sí? —La palabra tartamudeada no sale más que como un susurro.
—Quítate la sudadera.
—Um... Realmente no creo...
—Harley —gruñe y me recorre un escalofrío por la espalda—. Sé una buena chica
y haz lo que te digo.
Le sostengo la mirada, la necesidad de negarme está en la punta de mi lengua.
Sin embargo, en lugar de abrir la boca para hacer eso, me quito la sudadera como
me exigió.
Aparta sus ojos de los míos y los baja por mi torso. Mi sostén deportivo es
pequeño. No tengo mucho que controlar, así que puedo salirme con la mía con unos
pequeños y bonitos.
—Adelante, continúa. Quiero el resto de las respuestas.
—¿Y qué hay de ti? —Inclino la cabeza hacia un lado y dejo caer mis ojos hacia
la parte inferior de la pantalla, pero no puedo ver nada más allá de su cuello.
—Si aciertas las respuestas, puede que sea tu día de suerte, Gatita.
—¡Maldición! —murmuro, miro el cuaderno de ejercicios que tengo en el regazo
y tomo el bolígrafo.
«¿Cómo demonios acabé aquí?».
—Nada bueno me pasa cuando estoy cerca de ti —digo en voz baja, insegura de
si lo escuchará, no es que importe si lo hace.
—¿En serio? Supongo que entonces es bueno que no estés cerca de mí en este
momento.
—¿Te importa? Estoy ocupada trabajando.
—Claro, continúa. Yo solo disfrutaré de la vista.
Sus palabras hacen que levante la mirada y en cuanto lo hago me encuentro con
sus brillantes ojos azules y grises.
Sacudiendo la cabeza, vuelvo a bajar la vista e intento concentrarme en lo que
debería estar haciendo.
Él guarda silencio mientras yo resuelvo cada una de las preguntas, aunque puedo
sentir su mirada a pesar de que es a través de una pantalla.
Es mejor así. Puede que sea exasperante, pero es más fácil manejarlo cuando hay
espacio entre nosotros. Su presencia es menos sofocante.
—¿Terminaste? —pregunta cuando enderezo la espalda y suelto el bolígrafo.
—Síp.
—¿Y estás muy segura?
—Hmm... No lo sé. Supongo que depende de lo que obtenga a cambio.
Se queda pensativo por un momento.
—Yo te enseño lo mío si tú me enseñas lo tuyo. —Mueve sus cejas lentamente
y yo suelto una carcajada ante su locura.
Es agradable reír y bromear como si las cosas entre nosotros estuvieran bien. Sin
embargo, no soy tan estúpida como para pensar que es nuestra realidad. En cuanto lo
vea mañana en la escuela, sé que volverá a fruncir el ceño y me mirará como si quisiera
matarme. Parece que es lo nuestro, como si esto fuera nuestro pequeño secreto.
Y odio que me guste tanto como me gusta.
—Hablas en serio, ¿verdad?
No he olvidado que mientras me tuvo completamente desnuda el sábado por la
noche apenas me enseñó algo de piel y estoy tremendamente desesperada por ver esos
músculos que he recorrido con las manos, y que he trazado con mis dedos.
—Nunca bromeo con desnudarme, Gatita.
—¡Oh, vete a la mierda! Todo lo del sábado por la noche fue un juego y lo sabes.
—¿Juego? No. Venganza, Gatita. Todo se trata de venganza.
—Y qué hay de esto ahora mismo. ¿Cómo sé que no usarás esto en mi contra de
alguna manera? Avergonzarme delante de toda la escuela por mis actividades
extracurriculares con mi tutor de Matemáticas.
Sus ojos se endurecen mientras piensa en mis palabras.
—¿Crees que permitiría que cualquier otro cabrón te viera como yo te veo?
Me encojo de hombros porque, sinceramente, no tengo idea. Está claro que tiene
un plan. Este tira y afloja entre nosotros. Esta necesidad de venganza mezclada con
el chico dulce que recuerdo, está manipulándome. No hay otra excusa.
—No lo sé, Ky. Tú dímelo.
Se sienta y levanta la pantalla, todo lo que puedo ver es su cara y sus ojos
cautivadores.
—Nunca —dice lentamente—. Esto que hay entre nosotros. Es exactamente eso.
Solo entre nosotros.
—Por eso tenías a Aria restregándose en tu polla antes, ¿no? —Sé que no debería
decirlo, sé que lo único que voy a conseguir es enfurecerlo y arruinar las bromas que
estábamos teniendo, pero las palabras se escapan de mis labios sin permiso.
—Y por qué besaste a Rich y casi haces que se venga en los pantalones en la
cafetería.
—Eres un cretino. Tú empezaste todo esto.
—Si cuentas que yo me acerqué a ti aquella noche hace un año, como que yo
empecé esto, entonces sí, de acuerdo, soy culpable.
Me trago la emoción que esa noche amenaza con sacar.
—T… tú i… ibas a...
—¡Mentira! —brama, haciendo que me sobresalte—. De verdad no crees que nada
de eso tuviera que ver conmigo, ¿verdad?
Me encojo de hombros, incapaz de hablar por el nudo que se me hace en la
garganta.
—Aquella noche solo te deseaba, Gatita. Te deseaba desde hacía mucho tiempo
—admite, pero por el pequeño grito ahogado que se oye después, no creo que fuera
su intención.
—¿Me… me deseabas antes de esa noche? —Frunzo el ceño, confundida—. Pero
tú nunca...
—¿Cómo podría? Zayn me habría destripado vivo si te hubiera tocado.
—Entonces, ¿qué fue distinto esa noche?
Se encoge de hombros.
—Él no estaba allí. Tú sí, y mi control se esfumó.
—¿Fuiste tras de mí sabiendo lo que él había hecho? ¿Sabías cómo iba a acabar
la noche?
Se ríe y deja caer su cabeza en su mano, frotando sus dedos contra su mandíbula.
Cuando sus ojos me miran de nuevo, son casi plateados.
—No, Gatita. Si lo hubiera sabido, te habría sacado de allí. Ojalá lo hubiera hecho.
No tengo palabras mientras lo miro fijamente después de esa confesión. En el
fondo sabía que Kyle no tenía nada que ver con lo que pasó aquella noche. Por eso
nunca dije que había sido él, por eso no acabó en una situación más grave de la que ya
estaba. Gray era el traficante, el que tenía los contactos, todos lo sabíamos. Incluso si
Kyle me hubiera dado algo, habría venido de Gray, sin duda, pero realmente quería
creer que no lo hizo.
Puede que no me sacara de allí lo bastante rápido, puede que se emborrachara
demasiado y dejara que las cosas se salieran de control, sin embargo, nunca me
abandonó y por eso acabó donde acabó.
Exhalo un largo suspiro, sabiendo que estoy a punto de meterme en un gran lío. Si
hace lo que acaba de prometer que no haría y Zayn ve esto. La idea es casi suficiente
para detenerme. Casi.
Cruzo los brazos delante de mí, sujeto la parte inferior de mi sostén deportivo con
los dedos y lo subo por mi cuerpo.
—Harley, qué estás... mierda. —Su voz es tan deliciosamente grave que hace
estallar el calor entre mis piernas.
—Te toca a ti —provoco con descaro, intentando mantener a raya la vergüenza y
parecer tan segura de mi cuerpo como quisiera ser.
CAPÍTULO VEINTIUNO
KYLE

—¡M ierda! —gruño, dejando caer mi teléfono en el momento en que la veo


quitarse el top por encima de la cabeza mostrándome sus senos.
Estaba bromeando cuando la reté. Bueno, al menos eso creo.
—Tu turno. —La escucho decir desde mi teléfono donde aterrizó sobre las
sábanas.
Lo levanto y le doy la vuelta a la cámara mientras bajo las piernas de la cama.
Apunto con la cámara hacia el espejo que tengo en la puerta cerrada frente a mí.
Su grito ahogado de asombro no alivia la erección que tengo desde que la vi por
primera vez a través de la pantalla.
Sabía que se estaba desesperando por fracasar en Matemáticas y en el momento
en que me dijo que ya no podía más, supe que no era así. No si yo tenía algo que
decir al respecto.
Había presionado llamar antes de darme cuenta de la acción, pero me alegré
mucho de haberlo hecho. En cuanto vi las lágrimas en sus mejillas, supe que había
hecho lo correcto.
¿Tenía razón, quería hacerla llorar? Claro que sí, sin embargo, esperaba que esas
lágrimas fueran por tener mi polla en su boca, no porque no pudiera hacer una
ecuación matemática.
Nunca quise que se sintiera inútil, simplemente quería que entendiera por lo que
yo había pasado a causa de lo que ella hizo. Aunque en el fondo sé que hizo lo correcto.
Solamente me enfurece que el tipo equivocado cayera esa noche. Y aún más, que
todavía esté merodeando y amenazándola.
—Maldita sea, Kyle. —Jadea mientras sus ojos recorren mi cuerpo.
Tenía puestos mis bóxers, durante todo este tiempo, solo que no dejé que ella lo
viera.
—¿Sí? —replico, pasándome la mano por los abdominales, un patético intento de
ocultar la cicatriz para evitar las preguntas sobre el tema.
Quizá hayan pasado muchas cosas en el reformatorio. Me metí en demasiadas
peleas y me castigaron por ellas con demasiada frecuencia. No obstante, la cantidad de
tiempo que tuve que hacer ejercicio no es algo de lo que me pueda arrepentir cuando
me mira como lo está haciendo en este momento.
Siempre fui demasiado flaco. Demasiado delgado para el tipo de fútbol que quería
jugar, así como mi hermano mayor. Pero era rápido, y por eso siempre me elegían
para el equipo. Aumentar en volumen siempre fue mi misión y el reformatorio me
ayudó con eso.
—Te ves... realmente bien.
—Tú tampoco estás tan mal.
Sonríe tímidamente, dándome ganas de subirme a mi auto ahora mismo y conducir
hasta su casa. Mis dedos aprietan mi celular cuando la tentación casi se apodera de mí.
Dejo caer mi mano sobre mi miembro, que está abultando mis bóxers, y ella lo
nota.
—Tócate para mí, Gatita.
—Um...mm —titubea.
—Es demasiado tarde para ser tímida. Después de todo, tú empezaste.
—Eh... no. Yo no empecé...
—Tú te quitaste el top primero.
—En realidad, me parece que tú estabas medio desnudo primero.
—No es culpa mía que no pidieras ver más abajo. —Le guiño un ojo y pone los
ojos en blanco.
—No estaba pensando lo mismo que tú.
—Mentirosa.
—¿Qué? Yo no...
—Lo eres. Te tiembla el ojo cuando me mientes.
—No es cierto.
—¿Quieres que te lo demuestre?
—¿Cómo estás...?
—¿Quieres que vaya para allá ahora?
—¿Qué? ¡No! —chilla, con un temblor en el ojo.
—Claro. Entonces, ¿no quieres que me escabulla en tu habitación, que te abra las
piernas y te devore como hice el sábado por la noche? —Toda su cara se sonroja de
vergüenza mientras su ojo sigue temblando.
—No.
—¿Estás mojada por mí?
—No. —Temblor.
—¿Te gustan las Matemáticas?
—No, las odio. —Ningún temblor.
Me río de ella mientras me mira como si me hubiera vuelto loco.
—Ves, tengo razón.
—¿Y eso lo demuestra?
—Créeme, Gatita. Lo confirma. Ahora, ¿qué tal un poco más de evidencia?
—Depende de lo que sea.
—Recuéstate.
Le doy la vuelta a la cámara y hago lo mismo, manteniéndola lo más apartada
posible de mí para que pueda verme hasta la cintura.
Sus ojos me observan a través de la pantalla y no me pierdo su grito de asombro
cuando descubre la piel áspera y levantada de mi cicatriz.
—Ahora no —gruño, sabiendo que va a darle más importancia de la necesaria.
Me mira fijamente durante un instante y creo que está a punto de ignorarme y
preguntarme cuando se mueve.
La miro mientras se acomoda contra las almohadas. Es absolutamente perfecta.
Su rostro no tiene imperfecciones, ni siquiera con las manchas de maquillaje que tiene
alrededor de los ojos por haber estado llorando. Su cuello largo y delgado provoca
que se me haga agua la boca y quiera clavarle mis dientes ahí y en sus senos. Puede
que sean pequeños, pero carajo. Son redondos, carnosos, perfectamente manejables.
Aprieto los puños, sabiendo que no puedo tocarlos en este momento.
Esta fue una idea verdaderamente estúpida.
—¿Y ahora qué?
—Tócate, Gatita. Déjame mirarte.
Una risa de sorpresa sale de sus labios ante mi petición.
—Eso no va a pasar.
—¿Por qué? Yo lo haré. —Muevo la cámara para que pueda ver mi mano dentro
de mis bóxers, con mis dedos alrededor de mi polla.
—Kyle. —Jadea, con la voz llena de lujuria.
—No seas tímida, Gatita. Ya he probado cada parte de ti.
—Eso no… mierda, Ky.
—Me encanta cuando dices mi nombre.
—Estás hablando en serio ¿verdad?
No le contesto con palabras, sino que levanto la cintura y me bajo la ropa interior.
—Por Dios.
—¿Así de impresionante?
—Bueno, no he... —Aprieta sus labios y una sonrisa se dibuja en los míos.
—¿No has hecho qué, exactamente, Gatita?
—¿De verdad tenemos que hacer esto? ¿No podemos volver a las Matemáticas?
—¿Preferirías estar estudiando Matemáticas ahora mismo?
Su ojo tiembla mientras se prepara para decir algo.
—Prefieres hacer Matemáticas que masturbarte mientras escuchas mi voz
sabiendo que me voy a venir por ti.
—Eres perverso.
—Tienes toda la puta razón, Gatita. Sé perversa conmigo.
Se detiene un segundo antes de que su mano roce su estómago y sus dedos
desaparezcan dentro de sus shorts.
—Te mentí —admite.
—Lo sé, Gatita. Estás completamente empapada por mí, ¿verdad?
Sus ojos se cierran y sus labios se entreabren mientras se toca. Un pequeño jadeo
de placer suena al otro lado del teléfono y casi me vengo con solo escucharlo.
—Sí —gime.
—Mierda. Mi pequeña y sucia Gatita.
—Kyle, tienes visita. —La voz de mi hermano retumba por toda la casa. Es tan
fuerte que los ojos de Harley se abren llenos de pánico.
—No pasa nada, no está en la habitación —informo riendo, aunque no puedo
negar que el corazón me late tan fuerte como para partirme una costilla.
—¿Olvidaste tu reunión con Bea? —grita al no obtener respuesta.
—¡Carajo! ¡MIERDA! —bramo—. Mi maldita trabajadora social está aquí.
Harley suelta una carcajada.
—Te lo mereces por intentar corromperme —musita.
—Oh, Gatita, te corrompí durante el fin de semana y aún queda más por venir. Te
llamaré más tarde, tengo que ocuparme de mi erección antes de que esta bruja la vea.
—Ella reprime una carcajada antes de que cuelgue de mala gana—. ¡Ya voy!
Respiro, deseando que mi pene se calme mientras me pongo algo de ropa, jeans,
no pantalones deportivos, y salgo a reunirme con Bea.
—Kyle, me alegro de verte —dice dulcemente desde su posición en la mesa del
comedor.
—Sí, yo también —miento.
Kane me observa mientras me acerco.
—¿Estás bien? ¿Tienes una chica ahí dentro o algo así?
—¡No! —espeto, aborreciendo lo jodidamente perspicaz que es.
Sus ojos no se apartan de mí mientras saco un refresco del refrigerador y tomo
asiento frente a Bea.
—El director Hartmann me ha hablado muy bien de ti. —Empieza—. Sabía que
ese lugar sería una buena opción para ti.
—¿Me necesitas? —pregunta Kane cuando ella hace una pausa.
—No, esto es simplemente para ponernos al día de manera informal —le explica
y retoma su diálogo conmigo—. En unos días cumples dieciocho años y puedo dejarte
libre. Puede que seas mi caso más corto.
—Y el más fácil, espero —murmuro.
—Bueno, si te refieres a una vez que llegaste aquí. Lo que pasó mientras estabas
en el reformatorio no fue tan sencillo.
—De acuerdo, bueno... voy a... —Kane señala por encima de su hombro antes de
desaparecer hacia su habitación.
—Tienes mucha suerte, ¿sabes? —continúa Bea en cuanto se cierra la puerta del
cuarto de Kane y ya no puede escuchar la conversación.
—Lo sé.
—Habría desatado el mismo infierno para traerte aquí. Casi lo hizo.
Le sonrío sabiendo hasta dónde es capaz de llegar Kane para conseguir lo que
quiere.
—No me sorprende. Es un tipo con el que siempre hay que tener cuidado.
—Sé que no lo necesitas, pero él cuidará bien de ti.
—Nos cuidamos mutuamente. Siempre ha sido así.
—Tienen suerte de tenerse el uno al otro —repite—. En fin, solo quería venir a
asegurarme de que todo estaba bien y felicitarte por tu cumpleaños.
—Realmente aprecio todo lo que han hecho por mí. Sé que otorgarle la tutela a
Kane, aunque sea por unos días, no debe haber sido nada fácil. Él no es exactamente...
—¿Un ciudadano modelo? —Ofrece.
—Sí, algo así. —Pienso en algunas de las tonterías en las que estuvo involucrado
en Harrow Creek y no puedo evitar preguntarme si todavía tiene algo que ver con
todo eso. Seguro que está metido en algo con todo el tiempo que pasa fuera de casa.
Bea se queda veinte minutos charlando. Habla de mi futuro, de las opciones para
la universidad. La escucho, pero no le doy importancia. Aún no estoy listo para tomar
ese tipo de decisiones. Apenas me estoy acostumbrando a estar de vuelta en el mundo
real, el futuro me parece muy lejano en estos momentos. Tengo cosas más graves de
que preocuparme, como cuándo reaparecerá Gray y adónde va Kane casi todos los
días.
—Sé que se nos acaba el tiempo —agrega Bea mientras se para en la puerta lista
para irse—. Pero si necesitan algo, cualquiera de los dos, tienen mi número.
—Gracias, sin embargo, creo que lo tenemos todo bajo control.
—Espero grandes cosas de ti, Kyle.
—Veremos lo que nos depara el futuro.
Cierro la puerta y me dirijo a mi habitación. Me dejo caer en la cama, que rechina
con mi peso.
Cierro los ojos durante unos segundos mientras pienso en todo lo que Bea me dijo
sobre el futuro y, de repente, está oscuro y se escuchan voces en la cocina.
—Demonios —murmuro, sentándome y frotándome el sueño de los ojos.
Me levanto de la cama y abro la puerta de mi habitación para ver quién está aquí,
pero me arrepiento al instante.
—Maldita sea, hermano. No vives aquí solo —reviro, encontrándolo con una
chica pegada a la pared a pocos pasos de mi puerta. La tiene con la falda subida hasta
la cintura y el trasero a la vista.
—Hola, encanto. —Me guiña un ojo después de apartar la cara del cuello de Kane
—. K, ¿quién es este, cariño?
Su voz es tan enfermizamente dulce que me revuelve el estómago.
Kane estira la mano y le agarra la barbilla.
—Mi hermano menor. Quítale los ojos de encima.
—Aww, estoy segura de que podríamos divertirnos.
—Por muy tentador que sea, esta vez voy a tener que pasar, gracias —murmuro,
incapaz de pensar en algo peor que acercarme a ella, carajo.
Kane tiene un gusto jodidamente raro cuando se trata de mujeres. Yo estoy a favor
de disfrutarlas, pero ese cabrón no tiene ningún estándar.
Por suerte, antes de que cierre la puerta del baño, la aparta de la pared y se la lleva
a su habitación.
Maldito perro.
Me preparo la cena con el sonido de mi hermano follándose a su puta antes de
regresar a mi recámara. No obstante, a pesar de que hay un baño entre nosotros y de
la música puesta, puedo oír todos y cada uno de sus gemidos y gritos de placer.
Miro fijamente al techo intentando convencerme de no moverme y cuando suena
el zumbido de mi teléfono a mi lado, espero que sea Harley para distraerme, pero al
acercar la pantalla frente a mí, se me hiela la sangre.

DESCONOCIDO: Es hora de pagar tus deudas.

DEBAJO DEL MENSAJE hay una foto y es esa imagen la que me aterra más que
sus palabras porque es una foto de Harley... en su casa.
—¡Carajo! —Me levanto tan rápido que la cabeza me da vueltas. Mi corazón se
acelera cuando encuentro su número y llamo. Suena y suena, pero nunca contesta—.
¡Mierda!
CAPÍTULO VEINTIDÓS
HARLEY

E n cuanto cuelga, la realidad me golpea como un balde de agua helada.

Estiro la mano, tomo mi sudadera con capucha y me la pongo.


¿En qué demonios estaba pensando al dejar que me convenciera?
Aunque, en realidad, no tuvo que convencerme de nada, ¿verdad? Lo hice
voluntariamente.
—Maldición, maldición. —«Qué idiota eres, Harley Hunter».
Cierro de golpe mi libro de Matemáticas, irritada conmigo misma por lo loca que
él me pone.
Quería matarlo hace un rato en la escuela cuando se comportó como un imbécil,
pero luego, por teléfono, fue tan dulce. Es el chico que recuerdo y, ¡gah!, no puedo
evitar aferrarme a eso y olvidar toda la demás mierda que nos rodea.
—¡Harley, cenamos en treinta minutos! —vocifera mamá desde las escaleras.
—De acuerdo. Allí estaré.
Mamá y yo aún no hemos hablado como es debido, pero cada día que pasa la
tensión disminuye. Sin embargo, sé que tenemos que dialogar. Es hora de conversar
de aquella noche, de que saque todo a la luz e intente seguir adelante. He retenido
esto dentro de mí demasiado tiempo. Literalmente retuvo a Kyle y es hora de dejarlo
en el pasado, donde pertenece.
Tiene un futuro demasiado brillante para la ira que alberga en su interior. Si quiere
venganza, dejaré que tome lo que necesite para que ambos podamos seguir adelante.
Ya es tiempo.
Tomo un cambio de ropa y me dirijo al baño para ducharme antes de bajar a
buscar a mamá. No sé si los demás están aquí, pero si es así, podemos hablar después.
Diablos, probablemente debería decir lo que tengo que decir delante de ellos, también
se merecen la verdad, sobre todo Zayn.
Cuando bajo a la cocina, un poco más de media hora después, me encuentro a
mamá sola con tres platos de lasaña en el mostrador.
—Hola, cariño, esta noche solo estamos tú, Poppy y yo —indica mamá mientras
tomo asiento.
—¿Dónde está Zayn?
—Creo que salió con el equipo.
Poppy se nos une unos minutos después y las tres nos sentamos durante unos
minutos rodeadas de un silencio incómodo.
—Mamá, ¿podemos hablar? —pregunto, mientras las palabras me carcomen por
dentro.
—Claro.
—¿Quieres que me vaya? —Ofrece Poppy.
—No. —Volteo y la miro a los ojos—. Ahora somos hermanas. —Le sonrío.
—Mamá, me decepcionó que no me contaras lo de Kyle... —Abre la boca para
discutir, pero me le adelanto—. Sin embargo, lo comprendo. Sé lo importante que
es para ti tu trabajo y lo mucho que quieres ayudar a los que lo necesitan. Confío en
que pensaste que era lo mejor para mí. También sé que nunca conté toda la verdad
sobre aquella noche.
Mamá me mira con los ojos entrecerrados.
—Continúa.
—Kyle hizo más de lo que yo dije aquella noche.
Sus cejas se levantan para que continúe.
—Fue Gray quien me drogó, de eso estoy segura, pero no creo que Kyle se diera
cuenta durante un buen rato. Las cosas fueron más lejos de lo que admití.
—Lo sé —dice en voz baja.
—¿Qué quieres decir con que lo sabes?
—Sé lo que pasó esa noche, cariño.
—Pero... ¿por qué no dijiste nada?
—Es tu historia, Harley. Confiaba en que me la contarías cuando estuvieras lista.
—¿Zayn lo sabe? —inquiero, aunque creo que el hecho de que aún no le haya
roto la nariz a Kyle indica que la respuesta es no.
—Es tu historia —repite mamá.
El silencio vuelve a invadirnos, mientras mi mente se remonta a aquella noche.
Quisiera que Letty no me hubiera obligado a ir, aunque cuanto más pienso en ello,
en el tiempo que pasé con Kyle antes de que la droga que me pusieron entrara en
acción, más me pregunto si valió la pena. Al menos para mí. Sin embargo, nada de
esa noche valió la pena para que enviaran a Kyle al reformatorio.
Respiro lentamente.
—Todo saldrá bien, cariño. ¿Ya hablaron sobre lo que pasó esa noche?
Poppy resopla a mi lado, pero intenta disimularlo tosiendo.
—No, no hemos hablado mucho. —Mamá levanta una ceja en señal de sospecha.
—Claro, bueno... puedo sugerirte que encuentres algo de tiempo para hacerlo. Y
también que hables con tu hermano. Si lo que pasó esa noche es importante, querrá
que tú se lo cuentes.
—Igual que él lo hizo cuando decidió acosta… andar con mi mejor amiga.
—El pasado pertenece al pasado, Harley. No podemos cambiarlo, lo único que
podemos hacer es intentar hacerlo mejor en el futuro y únicamente tú tienes el poder
de tomar las decisiones correctas. —Asiento con la cabeza, mientras pienso en lo
que me está diciendo—. Puedes contar conmigo siempre que me necesites. Si quieres
hablar de aquella noche, soy toda oídos, pero, Harley, confío en que tú tomarás la
decisión correcta. Confío en que saben qué es lo mejor para ustedes y sus futuros.
Deja su plato vacío en el fregadero y se dirige a la puerta.
—¿Has sabido algo de Letty últimamente? —pregunta antes de irse.
—Um... —Pienso en la última vez que hablé con mi hermana. Por lo menos han
pasado semanas—. No. ¿Todo está bien?
—Estoy segura de que simplemente esté ocupada con sus clases. Si sabes algo de
ella, hazle saber que sigo viva, ¿sí?
Me río entre dientes.
—Lo haré. —Casi se ha ido cuando la llamo—: ¿Mamá?
—Sí, cariño.
—Gracias.
—De nada. —Me sonríe antes de desaparecer por la puerta.
—Así que... —Poppy comienza una vez que estamos solas—. ¿Qué pasó
realmente esa noche?

UN PAR DE HORAS DESPUÉS, estoy acurrucada en la cama a oscuras con la


bocina a mi lado sonando suavemente. Se avecina una tormenta, la lluvia azota mi
ventana y el viento empieza a soplar al lado de la casa.
Me encanta ver la lluvia caer y, si no estuviera tan cómoda, bajaría al porche y
me acurrucaría en el columpio.
Es tarde, debería estar durmiendo, pero no puedo desconectarme. Mi cabeza sigue
atrapada en esa videollamada con Kyle. Si no le hubieran llamado, ¿hasta dónde
habría llegado?
Me gustaría decir que le habría puesto fin antes de que fuera demasiado lejos, pero
ya había pasado ese punto.
Estaba sin camiseta en una videollamada con la mano en mi...
Jesucristo, ¿en qué estaba pensando?
Ruedo sobre mi espalda, preguntándome si debería haberle enviado otro mensaje
después de que colgara.
Esperaba que quisiera que siguiéramos donde nos habíamos quedado. Desde
luego, parecía que estaba interesado. Una parte de mí está decepcionada porque no lo
hizo. La otra parte sabe que fue lo correcto.
Por fin, mi cuerpo comienza a sentirse más pesado y empiezo a quedarme
dormida, no obstante, eso termina bruscamente cuando un lado del colchón se
comprime y una mano cálida me tapa la boca.
Intento gritar, mi cuerpo se agita, mis brazos intentan golpear a quienquiera que
sea, pero aunque hago contacto, no se mueve.
Sin embargo, en mi pánico puedo distinguir la figura, con las lágrimas llenándome
los ojos y la oscuridad rodeándonos, no puedo distinguir ningún rasgo.
El corazón me late como si estuviera a punto de salirse de mis costillas mientras
sigo intentando luchar, aunque es inútil.
Quienquiera que sea puede que no haya hecho nada, pero podría. Está claro que
es más fuerte que yo.
Intento gritar de nuevo mientras la figura se cierne sobre mí.
—Cálmate, Gatita. Solo soy yo.
Cada parte de mi cuerpo se relaja durante un segundo mientras la voz de Kyle
me inunda.
Entonces me invade la ira.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —siseo.
Parpadeo hasta que se me pasan las lágrimas y lo veo con más claridad. Está frente
a mí, su nariz casi roza la mía y me mira fijamente a los ojos.
Su intensidad es abrumadora y siento que se me seca la boca.
No se mueve durante unos segundos, pero cuando lo hace, mi mundo vuelve a
girar.
Sus dedos me agarran la barbilla con un doloroso apretón y sus labios se estrellan
contra los míos.
Me resisto más de lo que él quiere.
—Gatita —gruñe contra mis labios. Su mano se desliza bajo las sábanas y me
pellizca el pezón a través de la camiseta. Jadeo, exactamente como él pretendía, y me
mete la lengua en la boca.
Me retuerzo contra él, sin embargo, se sube a la cama y aprieta todo su cuerpo
contra el mío, manteniéndome quieta.
—Cuidado, Gatita. Empezaré a pensar que no me quieres aquí —murmura en
nuestro beso antes de continuar sin que tenga oportunidad de responder.
Inmovilizada en la cama, con mis brazos libres y Kyle besándome como si lo
necesitara para vivir, hago lo único que puedo.
Le devuelvo el beso.
Su lengua lame profundamente mi boca, retorciéndose con la mía. Su agarre de
mi barbilla se afloja a medida que nuestro beso continúa para envolver sus dedos
alrededor de mi cuello.
Trago saliva contra su agarre, me encanta cómo me hace sentir.
Levanto las manos y le quito la gorra de la cabeza, dejando que caiga sobre la
cama antes de enredar mis dedos en su cabello.
—¡Mierda, Harley! —gime, besándome a lo largo de la mandíbula hasta que me
muerde la oreja, haciéndome chillar de emoción y logrando que el calor me suba por
entre los muslos.
—¿Qué haces aquí, Ky? —susurro, arqueando la espalda cuando vuelve a
encontrar mi pecho bajo las sábanas.
—Terminando lo que empezamos, Gatita. Estoy tan jodidamente excitado por ti
—me gruñe al oído, haciendo que se me ericen todos los pelos del cuerpo.
—¡Oh, Dios!
—No me digas que no estabas aquí acostada pensando en lo de antes, en lo mucho
que deseabas que estuviera en la misma habitación que tú. Besándote, tocándote,
dándote todo lo que necesitabas.
—Kyle. —Intenté decirlo como una advertencia, pero cuando su nombre sale de
mis labios no es más que una súplica.
Levantando su peso de mí, me quita las sábanas del cuerpo, dejándome cubierta
con nada más que mi camiseta y mis pantalones cortos de dormir.
Puede que esté demasiado oscuro para verlo, pero no me pierdo la forma en que
sus ojos recorren mi cuerpo. Lo noto, siento el calor de su mirada al contacto con
mi piel.
Se incorpora antes de quitarse la sudadera por la cabeza y dejarla caer al suelo.
Cuando vuelve hacia mí, el fuego de su pecho desnudo casi me quema.
—No podía pensar en otra cosa —admite, segundos antes de aferrarse a la piel de
mi cuello y chupar hasta que me duele. Mi mano encuentra su hombro y mis uñas se
clavan mientras él continúa—. Intenta lastimarme todo lo que quieras, Gatita. Eso no
me detendrá —advierte, rozándome la clavícula con los labios y bajando la tela de mi
camiseta para tener acceso a mis senos.
—¡Oh, Dios! —gimo cuando sus dientes se hunden en mi piel sensible.
—Shhh —agrega—. No quiero tener que lidiar con tu hermano en este momento.
Me tapo la boca con la mano mientras él me chupa el pezón, rodeando la punta con
la lengua antes de morderlo, lo que hace que un rayo de placer se dispare directamente
a mis entrañas.
—Te gusta morderme. —No es una pregunta. Eso es evidente.
—Quiero hacerte daño, Gatita. Quiero lastimarte tanto, carajo. —Sus ojos
encuentran los míos, el color plateado se refleja en la escasa luz de la habitación y
un escalofrío me recorre.
Lo dice en serio.
Debería. Lo condené a un año en el infierno.
Sin embargo, no debería desearlo tanto.
—Arruinaste mi vida —continúa, moviéndose hacia el otro lado—. Tienes que
pagar.
—¡Oh Dios! —Sus caricias, sus palabras, son como leña en mi ya ardiente fuego.
Se levanta, agarra mi camiseta con las dos manos y, de repente, el ruido de la tela
al rasgarse me llega a los oídos antes de que caiga a mi lado. Me incorporo tan rápido
que la cabeza me da vueltas.
—Dios mío, ¿acabas de...?
—No puedes esconderte de mí, Gatita. Ni ahora ni nunca.
—¡Mierda! —suspiro mientras empieza a bajar por mi vientre, besando y
mordiendo cada pedacito de piel que puede. Cada mordisco me provoca una descarga
eléctrica y cada beso es como un bálsamo para la piel.
Es verdaderamente adictivo.
En cuanto llega a mi cadera, sus dedos envuelven la pretina de mis shorts y los
baja por mis piernas, dejándome desnuda ante él.
—¿Estás mojada por mí, Harley? —pregunta abriéndome los muslos y soplando
aire sobre mi piel caliente.
—Sí.
—Buena chica. Sabes que odio que me mientas.
Se me agita el pecho y mis dedos se enroscan en la sábana mientras espero que
haga algo, que me toque, cualquier cosa, pero se queda inmóvil.
Ojalá pudiera verlo bien, leer la expresión de su rostro y apreciar cada detalle de
su cuerpo. No obstante, está envuelto en la oscuridad, casi como si fuera producto de
mi imaginación. Pero sé que no lo es. Sus caricias queman demasiado, sus mordiscos
duelen demasiado.
Tras largos segundos, por fin se mueve, aunque no en la dirección que yo esperaba.
Se levanta de la cama, se pone las manos sobre la cabeza y se pasea de un lado
a otro por la habitación.
—¿Qué ocurre? —inquiero, observando sus movimientos en las sombras.
Una parte de mí quiere encender la luz, pero a la otra le encanta la oscuridad.
Se detiene frente a la ventana y se queda mirando fijamente, sin embargo, no tengo
idea de lo que está tratando de encontrar. Está completamente oscuro y la luna está
cubierta por una espesa capa de nubes de lluvia.
—Kyle, ¿qué...?
Al oír mis palabras, se da la vuelta y deja caer sus manos alrededor de su pantalón,
jalando de la tela hasta que cae de su cadera.
«Oh Dios, esto va a pasar».
Cada músculo de mi cuerpo se contrae cuando él se acerca a mí.
Sin decir nada más, se arrodilla al final de la cama, me agarra por los tobillos y me
arrastra hacia él, poniendo mis piernas sobre sus hombros y succionando mi clítoris
con su boca.
—Oh, Di... —Aprieto fuertemente los labios, busco una almohada para taparme
la cara y él continúa con su delicioso ataque a mi cuerpo.
Mi espalda se arquea, mi cadera se levanta, mis talones se clavan en su espalda,
mis dedos se aferran a su cabello, pero él no cede. Ni siquiera un segundo.
Su ataque es brutal. Cada movimiento de su lengua y cada roce de sus dientes me
acercan a una intensa liberación que está casi a mi alcance.
—¡Kyle, Kyle, Kyle! —repito mientras desliza un dedo dentro de mí, aumentando
las sensaciones que ya me están volviendo loca—. ¡Dios mío!, ¡Dios mío!
Esto es mucho mejor que la última vez, y pensé que eso había sido bueno.
—Vente para mí, Gatita —gruñe contra mi clítoris y no puedo hacer otra cosa
que obedecer.
Mi cuerpo se estremece cuando un placer que nunca había experimentado me
invade con oleadas de un éxtasis exquisito.
No se detiene hasta que me recupero, e incluso entonces tan solo se mueve hasta
el interior de mi muslo, donde me muerde con tanta fuerza que no dudo que me hace
sangrar.
—¡Oh, mierda! —gimo, mientras el dolor desencadena réplicas de placer.
Espero de verdad que esto no haya terminado aún, porque sé que necesito más.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
KYLE

M i boca se llena de un sabor metálico, pero no me detengo. Necesito que quede


el recuerdo de que estuve aquí, después de salir por su puerta.
¿Debería haber venido aquí a mitad de la noche e irrumpir en su casa?
No, probablemente no. Pero realmente me importa un carajo.
Ver esa foto en mi teléfono. Saber que Gray está cerca de ella. Me puso furioso,
y necesitaba saber que Harley estaba a salvo.
Quisiera decir que mis primeras intenciones eran meramente inocentes.
Asegurarme de que estaba a salvo e irme. Sin embargo, estoy bastante seguro de que
estaría mintiendo.
Después de la forma en que nos vimos obligados a terminar las cosas antes. Esto
tenía que pasar.
Suelto el agarre de su muslo y paso mi lengua por la marca del mordisco mientras
ella se estremece debajo de mí.
—¿Kyle? —Su voz es nerviosa e insegura, pero es profunda y áspera gracias al
orgasmo del que ha salido hace solo unos segundos, y me encanta.
Trepando, envuelvo sus piernas alrededor de mi cintura y caigo sobre ella,
apretando sus labios contra los míos y permitiéndole saborearse en mí.
La beso como si fuera a morir sin ella, y me doy cuenta de que, en realidad, es
posible. He deseado esto durante tanto tiempo. Maldición, he soñado con esto durante
tanto tiempo.
Todo sobre Harley Hunter, incluso cuando éramos niños, me afectaba a otro nivel.
No era solamente porque Zayn era mi mejor amigo, que básicamente vivía en su
remolque mientras crecíamos. Tenía que estar allí. Entonces, cuando entró en esa
fiesta hace un año luciendo como cada una de mis fantasías y su hermano mayor no
estaba por ningún lado, supe que era mi oportunidad.
Si tan solo las cosas hubieran sucedido de otra manera.
Me pregunto dónde estaríamos ahora.
Mi mano recorre su muslo hasta que agarro su trasero, frotando mi erección contra
su ardiente coño.
—Eres mía, Harley Hunter. Me perteneces —murmuro contra su mejilla.
—¡Sí, Ky, sí!
Mierda.
Mi pecho se hincha ante sus palabras mientras me estiro entre nosotros y agarro
mi polla con la mano para encontrar su entrada.
La acaricio únicamente con la punta y ella intenta succionarme con avidez. Está
tan mojada, tan jodidamente caliente, que necesito todo el control que tengo para no
hundirme en ella.
—¿Quieres mi polla, Gatita? —pregunto, casi esperando que se asuste porque sé
que es virgen.
Pero cuando abre los ojos y fija su mirada en la mía, la única palabra que sale
de su boca es:
—Sí.
Mis labios chocan contra los suyos mientras mi mano libre pasa por su cuerpo
hasta encontrar su garganta. Su pulso retumba bajo la punta de mis dedos y su coño
se humedece al sentir la presión de mi apretón.
Pequeña Gatita pervertida.
Me aparto y contemplo sus ojos oscuros y adictivos.
—¿Tomas anticonceptivos? —Se mete el labio inferior en la boca y asiente con
la cabeza—. ¿Recuerdas que dije que quería hacerte daño? —Vuelve a asentir—.
Prepárate.
Empujo hacia adelante, llenándola todo lo que puedo en esta posición.
—¡Maldi...! —Mi mano se levanta de su garganta para taparle la boca. Esta no es
la posición adecuada en la que Zayn nos pueda encontrar. Sé que merezco una paliza
por esto, y la aceptaré, pero no es el momento.
Se queda quieta debajo de mí y me rechinan los dientes mientras me obligo a
permanecer inmóvil dentro de ella mientras se acostumbra a mi invasión.
Tras largos segundos, sus párpados se abren por fin y retiro mi mano de su boca.
Algo crepita entre nosotros mientras el único sonido que se escucha es la leve
música de su bocina y nuestras respiraciones agitadas.
—Estoy bien —susurra finalmente, levantando la mano y rodeándome la nuca
para acercarme a sus labios.
Mi lengua se hunde en su boca mientras me muevo y su coño se estremece
alrededor de mi longitud de la forma más increíble.
Esto... esto es por lo que no me acosté con nadie más después de salir.
—Carajo, Harley.
—Haz que se sienta bien, Ky —suplica, claramente adolorida.
Dejo caer mi frente sobre la suya mientras lucho por contenerme.
Quiero cogérmela. Quiero follármela tan fuerte hasta que sus ojos se desorbiten
y quede grabado en su alma para siempre.
Pero no puedo. Todavía no.
La próxima vez.
Sonrío al darme cuenta de que esta es la primera de muchas veces que voy a
conseguirlo.
Puede que ella piense lo contrario, sin embargo, yo sé quién va a ganar.
Con mis dedos nuevamente alrededor de su garganta, donde pertenecen, acerco
mis labios a los suyos al mismo tiempo que flexiono lentamente mi cadera.
Su beso no se interrumpe mientras sigo moviéndome, así que lo tomo como una
señal de que está bien y me pierdo en ella.
—Gatita —gruño en su boca—. Estás tan apretada, maldita sea.
Jadea mientras empujo un poco más dentro de ella.
—Ky —gime cuando suelto su garganta y bajo la mano por su cuerpo para
pellizcar su clítoris hinchado—. ¡Ay, mierda!
—¿Se siente bien?
—Yo... creo que sí. —Me río contra su cuello.
—Mejor que bien, Gatita.
Se lo hago hasta que su piel está empapada de sudor y sus piernas tiemblan
alrededor de mi cintura.
—Te vas a venir en mi polla, Gatita.
—Yo... Yo...
—Déjate llevar —le exijo al oído antes de morderla y girar la cadera de una forma
que he descubierto que la hace ronronear.
—¡Oh Dios!, ¡oh Dios!, ¡ay, mierda! —Se tapa la boca con la mano mientras
su coño se aprieta a mi alrededor. Su espalda se arquea mientras todo su cuerpo se
convulsiona debajo de mí.
Incluso en la oscuridad, es jodidamente impresionante.
—Carajo, eres sexy, Gatita. —Empujo dos veces más antes de perder el control y
mi miembro se sacude violentamente dentro de ella—. Harley —gimo en su cuello.
Todavía dentro de ella, le agarro la barbilla y la obligo a mirarme antes de reclamar
de nuevo sus labios.
Cuando la dejo respirar, sus ojos están casi cerrados por el cansancio y mi polla
está completamente dura y lista para otra ronda. Pero sé que no puedo hacerlo.
—Tengo tanto sueño —musita, acurrucándose a mi lado como si ese fuera su
lugar.
Mi corazón late con fuerza, ella se aprieta contra mi pecho y yo la abrazo por la
cintura.
Se siente... bien.
Alzo la mano, enredo mis dedos en su cabello e inclino un poco su cabeza hacia
atrás para poder presionar mis labios contra su cabeza.
—Gracias —susurro, sabiendo que ya se ha quedado dormida.
La abrazo durante mucho tiempo. Sería tan fácil quedarme dormido y luego volver
a cogérmela a primera hora por la mañana. Sin embargo, esto no es así y ambos lo
sabemos.
No sé cuánto tiempo pasa, pero al final consigo convencerme de que tengo que
moverme.
Sin despertarla, me muevo y me levanto antes de recoger las sábanas del suelo
para taparla, pero algo me golpea en el pie y, cuando miro hacia abajo para ver qué
es, se me ocurre una idea perversa que no puedo ignorar.
Le tapo los pies con las sábanas, rodeo suavemente con la mano la parte posterior
de su rodilla, dejando al descubierto la marca del mordisco que le dejé en el muslo,
y pongo manos a la obra.
Pocos minutos después, estoy vestido y con la mano en la manija de su puerta,
listo para irme.
Mi cuerpo me suplica que me quede, que me desnude y vuelva a meterme bajo
las sábanas con ella. No obstante, mi cabeza me dice que me vaya. Se va a arrepentir
de esto por la mañana, lo sé, y no quiero estar aquí para presenciarlo.
Vuelvo a mirarla mientras duerme plácidamente en la oscuridad y salgo de su
habitación y poco después de su casa.
Es una decisión de la que me arrepiento en cuanto me quito la ropa y me meto en
mi cama fría. Puede que me haya duchado al llegar, pero todavía puedo olerla, sentir
su cuerpo caliente apretado contra el mío y escuchar los ruiditos que hacía cuando
estaba dentro de ella.
Mi polla abulta las sábanas, burlándose de mí y diciéndome que debería haberme
quedado.
—¡Carajo! —siseo en la noche mientras me doy la vuelta e intento dormir un poco.
Ya sé que será inútil. Si duermo, será con imágenes de ella desnuda debajo de mí.

SÉ que la casa no está vacía como de costumbre mucho antes de abrir la puerta de mi
habitación. No solo me desperté con el sonido de los irritantes chillidos sexuales de
esa mujer, sino que además ambos están ahora haciendo ruido en la cocina.
Deambulo inseguro desde mi recámara hacia la cocina. Puede que lleve ausente
un año, pero no me imagino que Kane desayune habitualmente con sus conquistas.
—Buenos días, cariño —canturrea en cuanto me ve, recorriendo mi cuerpo con la
mirada como si quisiera devorarme como desayuno.
—Buenos días.
—Hermano —gruñe Kane cuando se voltea desde su lugar en la estufa donde está
cocinando el puto tocino.
—¿Estás cocinando... para ella? —pregunto como si fuera la cosa más loca que
haya dicho en mi vida.
—Sí. ¿Algún problema?
—No. Por favor, continúa. Me iré en un rato.
—Hay de sobra. —Me ofrece. Miro de él a la mujer.
—No, está bien. Ya he tenido suficiente. —Hago un gesto con la cabeza hacia su
amiga y Kane suelta una carcajada.
—Sabes que me gusta cuando gritan. —Guiña un ojo antes de centrarse de nuevo
en el tocino.
—También sé que eres un perro.
No me molesto en quedarme ni en tomar algo de comer; en cuanto uso el baño,
agarro mi mochila y salgo volando de la casa.
Llegué muy temprano a la escuela, así que después de estacionarme, me dirijo a
los vestidores y al gimnasio que está al lado.
Los pasillos están silenciosos y los vestidores, al igual que el gimnasio, están
vacíos.
Me coloco los audífonos, presiono el botón de reproducción de una lista de
canciones para correr que hice la otra noche y me pongo a trabajar.
Al cabo de un rato, algunos se me unen. Chicos que reconozco de nuestros
entrenamientos de acondicionamiento, pero nadie se para a hablar conmigo. Me
parece bien.
Tengo la camiseta empapada y el cabello mojado cuando me detengo y saco mi
teléfono del bolsillo.
En cuanto veo un mensaje suyo en la pantalla, se me dibuja una sonrisa en los
labios y el corazón me late a mil por hora. Sin embargo, cuando leo lo que me envió,
no puedo evitar soltar una carcajada.
—¿Qué… whoa, amigo. Tú hiciste eso? —cuestiona Ash, deteniéndose detrás de
mí y mirando mi teléfono por encima de mi hombro.
—Debes reclamar lo que te pertenece, ¿no? —digo, apagando la pantalla antes
de que vea más.
—¿Es quien creo que es?
—Yo no beso y lo cuento, hombre.
—No parecía que estuvieras besándola, hermano. ¿Eres en secreto un maldito
vampiro o qué?
Me meto el labio inferior en la boca al recordar el sabor de su sangre en mi lengua
anoche.
Me río.
—Sí, puede que lo sea.
—¿Vas a ducharte antes de clase? Apestas.
—Púdrete. —Me río, atravesando el gimnasio y dirigiéndome a las regaderas.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
HARLEY

L os músculos de mis muslos se contraen cuando me doy la vuelta y me duele todo


allí abajo. Frunzo el ceño un segundo antes de que todo me pegue y se me abran
los ojos y me siente de golpe, apretando las sábanas contra mi pecho desnudo.
«¿Él sigue aquí?».
Miro a mi alrededor sin saber cuál quiero que sea la respuesta a esa pregunta, pero
cuando veo que el otro lado de mi cama está vacío y frío y que no hay rastro de que
esté aquí, me invade un sentimiento de decepción.
Quería que estuviera aquí.
Mierda.
Dejo caer mi cabeza entre mis manos. ¿Qué demonios hice anoche? ¿Por qué
estaba aquí?
¿Alguien lo dejó entrar? ¿Sabe alguien que estuvo aquí?
Un millón de preguntas me rondan la cabeza mientras mi alarma vuelve a sonar.
—Está bien, está bien —murmuro, apagando la alarma y levantándome de la
cama, con mis músculos protestando a cada movimiento.
Tomo mi bata y me envuelvo con ella antes de ir al baño. Tengo que quitarme su
olor de encima y, con suerte, los recuerdos de mi memoria, porque sé que si pienso
demasiado en ello, querré repetirlo.
Debería arrepentirme de haberle dado mi virginidad a un tipo que apenas soporta
verme, pero no es así.
Dejo a un lado los recuerdos del Kyle despiadado y me concentro en el chico
dulce que me deja entrever cuando estamos solos. Cuando estamos jugando a nuestro
pequeño juego de tutorías y nos olvidamos de nuestra realidad.
Después de lavarme los dientes, abro la ducha, me quito la bata y me meto bajo
el torrente de agua.
No es hasta que estoy parada frotándome el cuerpo con la esponja cuando me doy
cuenta de que algo está mal.
Levanto la pierna y casi se me salen los ojos de la cabeza al ver lo que encuentro
en la parte interior de mi muslo.
Recuerdo que me mordió, recuerdo el dolor mientras miro fijamente la marca
como si estuviera sucediendo ahora mismo, y maldita sea, se me calienta el cuerpo
de pensarlo. Maldita sea, no recuerdo que hiciera nada más.
Paso mi dedo por la tinta negra en mi piel, pero no se quita, carajo.
Propiedad de Legend.
—Maldito... —Aprieto los dientes mientras miro fijamente su letra.
Me doy una ducha rápida y, después de envolverme el cuerpo con una toalla, me
pongo delante del espejo y lo limpio rápidamente del vapor que lo cubre. En cuanto
mis ojos se posan en mi cuello y mi pecho, doy un grito ahogado.
Es imposible que pueda ocultar todo esto.
Levanto la mano sin pensar y recorro con la punta de mis dedos todas y cada una
de las marcas que me dejó y, de pronto, siento el impulso de no ocultar ninguna de
ellas. A una parte de mí le gustan.
Dios, estoy jodida.
Tardo más de lo normal en decidir qué ponerme para ir a la escuela, mi necesidad
de cubrir casi cada parte de mi cuerpo lo convierte en un reto. Se hace tan tarde que
Zayn acaba tocando mi puerta para asegurarse de que estoy viva y que iré a la escuela.
—Sí, ya voy —respondo antes de que abra la puerta. Cuanto menos me mire hoy,
mejor.
No tengo tiempo de pensar en lo que necesito para la práctica de animadoras
después de clase, así que meto un atuendo en mi bolso y lo cuelgo sobre mi hombro
en mi afán por no llegar tarde.
Para cuando llego abajo, Zayn y Poppy ya se han ido y no tengo tiempo de comer
nada, así que me veo obligada a tomar un café en un vaso portátil y una barrita de
cereal.
El pasillo está abarrotado mientras me dirijo a mi casillero, agachando la cabeza
por miedo a que todos me miren y sepan exactamente lo que intento ocultar.
Cambio mis libros y saco lo que necesito para mi primera clase antes de dirigirme
en esa dirección. Por desgracia, para llegar a Literatura Inglesa tengo que pasar por
los casilleros del equipo.
Respiro con fuerza antes de dar la vuelta a la esquina. Los veo al instante, es
imposible no hacerlo con su imponente presencia.
—¡Me alegro de que hayas llegado! —vocifera Zayn cuando me ve dirigiéndome
hacia su grupo.
Levanto la mano y le enseño el dedo medio.
—Cuidado, la hermanita está muy sensible hoy. Rich, deberías ir a animarla.
Todos sabemos lo mucho que le gusta tu pequeño pene. —Insta Ethan, riéndose de su
propio y espantoso chiste. Pero ni siquiera me molesto en mirarlo, estoy demasiado
ocupada intentando no mirar a la persona que está parada al lado de Zayn con una
sonrisa burlona en los labios.
Que se vaya a la mierda.
Mis niveles de irritación crecen al saber que me está afectando sin hacer
literalmente nada más que respirar.
—¿Tienes frío o algo así, hermanita? —pregunta Zayn, con su mirada fija en la
bufanda que tengo alrededor del cuello.
No necesito mirar a Kyle para saber que su sonrisa se ha vuelto más grande ante
el comentario de mi hermano.
—Sí —digo lentamente, asintiendo con la cabeza. Entonces aparto mis ojos de
los suyos y los clavo en los azules como el hielo de Kyle—. Tenemos que hablar.
Los ojos curiosos de Zayn pasan de uno a otro mientras nos miramos fijamente.
Me arde la cara cada vez que me mira.
—¿Por qué? ¿Quieres comparar el tamaño de mi polla con la de Rich?
Una ronda de abucheos y comentarios sucios suenan detrás de mí.
—Váyanse a la mierda, mi hermanita no se va a acercar a la polla de este hijo de
puta, ¿no es así, hermano? —le cuestiona a Kyle.
—Así es, carajo. —Los ojos de Kyle me recorren todo el cuerpo—. ¿Por qué iba
a hacerlo si mi hermano trae mujeres a casa todas las noches?
—¡Eso, hermano! —grita alguien, probablemente Rich, y lucho contra el dolor
que amenaza con burbujear en mi interior.
Quiero decir que miente. Pasó la noche conmigo. Pero no toda la noche.
«Harley Hunter, eres una zorra estúpida e ingenua».
Te dijo que quería hacerte daño y tú se lo permitiste.
—Genial, bueno ya aclaramos eso. —Pongo toda la insolencia posible en mis
palabras mientras miro a Kyle a los ojos esperando que no vea lo rápido que me estoy
desmoronando por dentro.
—No tengo nada que decirte —escupe como si lo de anoche no hubiera pasado.
Imbécil.
—Hermano, te dije que no la toques, no que la insultes —murmura Zayn en un
intento de suavizar el golpe—. Sé que ustedes tienen problemas, pero carajo.
—Como sea. De todas formas no era importante. —Les hago un gesto con la
mano y continúo caminando hacia mi primera clase, con mi corazón en la garganta y
lágrimas ardiendo en mis ojos durante todo el camino.
Por suerte, el timbre no ha sonado y cuando entro en mi clase, soy la única que
está en ella.
Me siento al fondo del aula y respiro entrecortadamente.
Lo de anoche no cambió nada y detesto haberme comportado como una chiquilla,
pensando que hoy podría haberme tratado de una manera diferente.
Cuando empiezan a llegar los demás, he conseguido controlar un poco mis
emociones.
—Buenos días. —Saluda Ruby, dejándose caer en su asiento junto al mío—. ¿Qué
tal…? ¿Qué pasa? —interroga en cuanto me mira a la cara.
Maldita sea.
—Nada, todo bien —miento, y la culpa de decir eso a una de mis mejores amigas
amenaza con devorarme por completo. Sin embargo, no puedo admitir lo que pasó
anoche, lo estúpida que fui. Me creí cada una de sus palabras y todo fue mentira.
Cada caricia, cada beso, cada palabra susurrada. Todo era mentira.
La presión vuelve a acumularse detrás de mis ojos, pero por suerte llega nuestro
profesor y Ruby se ve obligada a desviar la mirada mientras él le hace una pregunta.
La puerta se abre detrás de él y la única persona a la que no quiero tener que mirar
entra a la clase.
Mantiene la cabeza erguida mientras se dirige a su asiento. Justo antes de sentarse,
me observa. Todo mi cuerpo se estremece ante sus ojos, pero estoy demasiado
sorprendida y esa mirada es demasiado breve para descifrar lo que intenta decirme.
Sigo mirándole la nuca cuando Ruby vuelve a centrar su atención en mí.
—¿Pasó algo? Le estás lanzando más odio que de costumbre.
—No quiero hablar de ello.
—Entonces, lo tomaré como un sí —dice suavemente—. Ya sabes dónde estoy.
—Me pone la mano en el brazo y aprieta en señal de apoyo mientras el profesor
empieza la clase.
Mi celular vibra en mi bolsillo, sé exactamente quién es, lo he estado observando
teclear durante los últimos segundos. Sabía que pasaría, pero eso no impide que mi
ritmo cardíaco aumente a niveles peligrosos en cuanto lo noto. Saber que sus palabras
están ahí esperando casi me vence. Sobre todo cuando me envía otros tres que tampoco
leo.
No obstante, en ningún momento intenta darse la vuelta para mirarme. Lo sé
porque, mientras nuestro profesor habla, mis ojos están clavados en él y mi cabeza
sigue inmersa en los acontecimientos de anoche.
Respiro aliviada en cuanto suena el timbre y todo el mundo a mi alrededor empieza
a recoger sus cosas y a dirigirse a la puerta. Esta es la única clase que tengo hoy con
él. Si evito la cafetería a la hora del almuerzo, con un poco de suerte no tendré que
volver a verlo.
Sale de la clase antes de que me levante de mi silla. Es bueno saber que no quiere
hablar conmigo.
—¿Estás segura de que estás bien? —inquiere Ruby cuando por fin salimos y nos
dirigimos a la siguiente clase que, por suerte, compartimos.
—Sí, estoy bien. —Mi voz me delata porque suena quebrada incluso para mis
propios oídos.
—¿Quieres faltar a clase e ir por un helado?
Me río, es eso o voy a llorar.
—No puedo. Si mamá se enterara...
—¿Y si no lo hace?
—No puedo. —Niego con la cabeza. Tengo tantas ganas de decir que sí y dejarme
llevar, sin embargo, no puedo. No soy ese tipo de chica. O de estudiante. Además,
luego tengo Matemáticas y todos sabemos que tengo que estar presente en esa clase.
La segunda hora transcurre sin incidentes, aunque me he pasado toda la clase con
la cabeza en las nubes mientras el corazón me sigue doliendo dentro del pecho.
Anoche le di demasiado. Le di cosas que no puedo recuperar y empiezo a
preguntarme si es algo de lo que me voy a arrepentir después de no sentirme así en
lo más mínimo esta mañana.
Sabía que hoy no iba a ser todo corazones y flores. Pero la realidad fue mucho
peor que cualquier cosa que pudiera haber imaginado.
—¿Qué escondes? —cuestiona Stella en cuanto me reúno con ella en nuestra clase
de arte.
—Um...
—Vamos, nunca te pones bufandas. —Levanta una ceja con complicidad.
—¿De verdad tenemos que hacer esto?
—Claro que sí, chica.
Ambas tomamos los cuadros que empezamos la última vez y nos sentamos
mientras alguien pone música y nuestra profesora ni siquiera se molesta en levantarse
de la silla. Me parece bien.
—Enséñame. —Intenta quitarme la bufanda y yo mantengo las manos a los lados
para que me vea el cuello.
—Whoa, chica. Alguien pasó una noche divertida.
—No tienes ni idea —musito, dejando caer mi cabeza entre mis manos.
—Cuéntamelo todo.
Así que lo hago, para su deleite. Me siento mal por no habérselo confesado antes a
Ruby y haberle confiado a Stella los sucesos de anoche, pero como ella no pertenece
a nuestro círculo y, lo que es más importante, no es cercana a Zayn, me siento más
segura al hablar de ello.
—Se apareció en medio de la noche y... —Mueve las cejas—. Eso es muy
excitante, Harley. ¿Tiene algún amigo que esté dispuesto a hacer lo mismo, pero ya
sabes, en mi casa?
Hago ademán de jadear de asombro.
—Stella Doukas, ¿eres secretamente una pequeña zorra? —susurro.
Se encoge de hombros e intenta parecer inocente, pero dado que ha expresado su
deseo de que un chico malo se meta en su habitación bajo el manto de la oscuridad,
fracasa rotundamente.
—No me juzgues —pide suavemente—. He conocido a muchos... chicos
diferentes a lo largo de los años.
—Bien, creo que podría ser el momento de cambiar el rumbo de esta conversación.
Cuéntamelo todo —animo, dejando caer mi pincel en el recipiente de agua que hay
entre nosotras y apoyándome hacia adelante con el codo en la mesa y la barbilla en
la mano, lista para escuchar su historia.
—Dios, ¿por dónde empiezo?
—Bueno, esto mejora a cada segundo —bromeo, contenta de poder concentrarme
por un rato en las malas decisiones de otra persona.
Stella y yo acabamos quedándonos en el aula de arte durante el almuerzo,
continuando nuestra fascinante conversación sobre sus conquistas del pasado y
trabajando lentamente en nuestros cuadros. En cierto momento, ella se escapa para
traernos algo de comer a las dos, comprendiendo totalmente mi necesidad de
permanecer oculta y, cuando llego a Matemáticas, lo hago sin verlo.
Empiezo a creer que estoy triunfando hasta que las primeras palabras del señor
Wilson a la clase son:
—Examen sorpresa.
Gimo mientras saco mis bolígrafos y espero a que coloque el examen en mi
escritorio.
—Tú puedes, Harley —me anima al pasar.
Pongo los ojos en blanco, sabiendo que es imposible que eso sea cierto. Pero
entonces miro las preguntas que tengo ante mí y encuentro ecuaciones exactamente
iguales a las que Kyle y yo estábamos haciendo anoche.
Golpeo suavemente mi bolígrafo contra el escritorio durante un par de segundos
mientras recuerdo todo lo que me dijo mientras estábamos en videollamada y me
pongo a trabajar, sintiéndome realmente segura sobre un examen de Matemáticas por
primera vez en... bueno, en mi vida.
—Bien, ¡se acabó el tiempo! —exclama el señor Wilson justo cuando estoy
terminando la última pregunta de la hoja—. Tomen un lapicero de otro color, vamos
a autocalificarlas. Aquí están las respuestas...
Proyecta las respuestas en la pantalla y en cuanto me doy cuenta de que la primera
es exactamente la misma que tengo escrita en mi hoja de papel, no puedo evitar
sonreír.
«¡Maldita sea, lo logré!».
Me río antes de taparme la boca con la mano para que nadie se dé cuenta de mi
pequeño arrebato.
Reviso el resto de las respuestas y las lágrimas de esta mañana reaparecen, pero
esta vez con alegría.
«Lo logré. Lo logré, carajo».
Al notar que algo no está bien, el señor Wilson se acerca.
—¿Todo bien, Harley?
Lo miro con los ojos llenos de lágrimas. Parece que estoy al borde de un ataque
de nervios.
—Las tengo todas bien —susurro, sin poder creerlo a pesar de haberlas marcado
yo misma.
—Estupendo, Harley. Bien hecho. —Me sonríe y mi pecho casi estalla de orgullo
hacia mí misma.
Se dirige a otro alumno mientras yo celebro internamente.
En un momento de locura, tomo mi teléfono y, antes de darme cuenta, estoy
mirando los mensajes de Kyle que he ignorado todo el día.
—Mierda —musito entre dientes, sintiéndome estúpida por mi repentina
necesidad de decirle que lo logré.
No le importará.
Consiguió lo que quería.
Me lastimó.
Dejo escapar un suspiro mientras miro fijamente sus palabras de hace rato.

IMBÉCIL: Lo siento.
Imbécil: Háblame.
Imbécil: Gatita.

PUEDO ESCUCHAR su gruñido de frustración en ese último y se me eriza la piel.


Cuando empiezo a escribir un segundo después, no es a Kyle, sino a Stella.

HARLEY: ¿Quieres hacer algo esta noche después de la práctica de animadoras?

ELLA NO VE el mensaje enseguida, es lógico, ya que también está en clase, después


de todo, así que guardo mi teléfono en el bolsillo e intento obligarme a no sentirme
mal por ignorar a Kyle.
Me paso el resto de la clase atenta a cada palabra del señor Wilson mientras nos
explica lo que vamos a hacer a continuación, con la confianza en mí misma por las
nubes y preparada para afrontar el próximo reto que se me presente.
Antes de darme cuenta, termina la clase y me dirijo al pasillo repleto de gente,
lista para la práctica de animadoras.
—Hola, perdona que no te haya contestado. La señorita Ash estuvo encima de
nosotros toda la clase —explica Stella mientras entramos juntas a los vestidores.
—No te preocupes. ¿Te apuntas?
—Sí, aunque primero tengo que ir a casa.
—Claro, me parece bien.
—¿Tengo la sensación de que quieres evitar irte a casa?
—¿Qué podría darte esa impresión? —pregunto inocentemente.
—Él estaba en mi última clase. Parecía molesto.
—Bien, debería estarlo. Solo piensa con la polla.
—¿Quieres decir que te gusta cómo piensa? —bromea mientras dejamos las
mochilas en la banca y empezamos a cambiarnos.
Las otras se nos unen y, después de unos minutos, Ruby y Chelsea se acercan.
Miro a Ruby mientras escucha lo que dice Chelsea.
Sonrío al verlas, estoy muy orgullosa de mi amiga. Está a punto de ser una capitana
increíble.
—¡Harley Hunter! —Jadea Stella—. No me habías contado nada sobre eso. —
Casi se le salen los ojos mientras mira fijamente mi muslo.
Estiro la mano y cubro la marca del mordisco y lo que está escrito.
—Oh no, no-no. —Me aparta la mano y se queda mirándome la piel—. Maldición,
te marcó. Eso es muy sexy.
—Me hizo sangrar, Stel. Y luego escribió sobre mí.
—Sabes por qué, ¿no?
—¿Para hacerme enojar? —sugiero.
—No, te está reclamando. Ese chico te desea, Har. Te desea muchísimo.
—Oh sí, y por eso actuó como lo hizo esta mañana.
—Los chicos son idiotas, Har. Hacen todo tipo de estupideces delante de sus
amigos… delante del hermano de la chica que se está cogiendo.
—No me lo estoy cogiendo —siseo en voz baja, tratando de discutir con ella.
—Las pruebas indican lo contrario. —Señala mi muslo con la cabeza y levanta
una ceja en señal de complicidad.
—Vamos a cambiarnos, ¿eh?
Stella se ríe de mí mientras saco unos shorts de mi bolso y los miro horrorizada.
Creí que había metido unos pantalones de yoga en el bolso esta mañana.
—Mierda.
—Toma, intercambiemos. —Me ofrece Stella, agarrando mis shorts y pasándome
sus pantalones.
—Gracias. Estoy segura de que encontraré la manera de pagarte. —Me guiña un
ojo y me apresuro a ponerme la tela para cubrir la evidencia de anoche, esperando
que la sudadera con capucha por la que opté haga el trabajo en mi parte superior.

—WOW, tu casa es preciosa —digo saliendo del auto tras seguir a Stella hasta aquí
después de la escuela.
—Gracias —murmura cerrando de golpe la puerta de su Porsche y acercándose
a mí.
Sabía que era adinerada, bastaba con ver su coche, su ropa y la forma en que viste
para darse cuenta, aunque no me esperaba esto, ni que viviera tan lejos de la ciudad.
Pero es genial. Perfecto, en realidad. Kyle nunca me encontrará aquí.
Nos lleva a un pasillo enorme. Las paredes son blancas, las baldosas del suelo son
blancas… probablemente de algún tipo de mármol costoso o algo así… y todos los
accesorios son de color negro mate. Es realmente increíble.
—De acuerdo, wow. Esto es... wow.
—A mi padre le gusta el diseño de interiores.
—Bueno, ciertamente tiene buen ojo para ello.
Me lleva a su cocina, que es similar al pasillo, con los gabinetes blancos, encimera,
azulejos y manijas negras. Incluso el grifo es negro.
—¿A qué dijiste que se dedicaba tu papá? —pregunto, mirando a mi alrededor
y asimilándolo todo. Hay un enorme lienzo al otro lado del comedor que también es
blanco y negro, pero parece muy costoso.
Se encoge de hombros y abre una de las puertas para dejar al descubierto el
refrigerador que hay detrás.
—Ni idea. ¿Quieres un refresco?
—Por favor. —Me pasa uno antes de tomar una bolsa de papas fritas y ponerlas
en un tazón—. ¿De verdad no sabes a qué se dedica?
—Algún tipo de seguridad, pero eso es todo lo que sé.
—¿Y no le preguntas? —inquiero, encontrando extraño que realmente no tenga
idea.
—Solía hacerlo. Me rendí después de un tiempo porque no me decía nada.
Aparentemente, es mejor que no lo sepa. Da igual. —Se mete una papa frita en la
boca y mastica—. Entonces, ¿qué quieres hacer? Probablemente tengamos la casa
para nosotras solas. Hay una piscina, un jacuzzi y un sauna en el sótano, si te animas.
Me quedo boquiabierta, aunque no sé por qué me sorprendo. La casa de Ethan es
parecida, aunque menos moderna. Supongo que no pensé que hubiera otras casas en
los alrededores de Rosewood tan... grandes. Sin embargo, después de conducir por
el largo camino de entrada que permite que este lugar se oculte entre los árboles, no
debería sorprenderme.
—Claro, si tienes un traje de baño que me puedas prestar.
—De acuerdo. ¿Vamos? —indica agarrando su refresco y el tazón y dirigiéndose
a la puerta.
Mi celular empieza a zumbar casi al instante en que lo coloco sobre la mesita de
noche en la habitación de Stella, que tiene una especie de sala en un extremo de su
enorme cuarto. Es una locura.
—¿Es él? —curiosea, mirando hacia donde está el teléfono parpadeando.
—Claro que sí.
—¿Vas a responder?
—Nop. —Lo agarro, entro en los ajustes y desactivo la vibración, porque tengo la
sensación de que no se va a conformar con unos pocos mensajes.
—Va a matarte por eso.
—Me gustaría ver que lo intente.
—Chica, te marcó en tu primera vez. No dudará en darte unas nalgadas por
ignorarlo. —No puedo negar que me acaloro ante sus palabras y la imagen que evocan
—. O… oh, ¿ese es tu plan?
—¿Qué? No. No tengo ningún plan, aparte de demostrarle que no puede darme
órdenes y hablarme como si fuera una basura y esperar que lo acepte. Yo no soy así.
—Por supuesto que no, chica —replica, chasqueando sus dedos y mostrando toda
su actitud antes de dejarse llevar por un ataque de risa—. De acuerdo, esto es para ti.
—Me da un diminuto traje de baño rojo fuego.
—El baño está por ahí. —Señala una puerta cerrada y me llevo el pedazo de tela
para cambiarme.
A diferencia del resto de la casa, la habitación y el baño de Stella son de color
crema y dorado. Es impresionante y mucho más suave que el blanco y negro del resto
de la casa.
En pocos minutos intento que el traje de baño cubra parte de mi piel con marcas,
pero pronto me doy cuenta de que es inútil intentarlo.
—Wow, creo que ese traje fue hecho para ti —dice Stella cuando salgo. Durante
mi ausencia, se puso un traje plateado que le queda como anillo al dedo—. ¿Quieres
que le envíe una foto para enseñarle lo que se está perdiendo?
—¡No! —respondo asustada mientras ella se acerca hacia dónde está mi teléfono.
Se ríe de mí mientras agarra su refresco.
—Vamos a relajarnos. Creo que lo necesitas.
CAPÍTULO VEINTICINCO
KYLE

M iro fijamente mi celular y aprieto los dientes.

Normalmente, no me importaría lo más mínimo que una chica no me


devolviera un mensaje.
Sin embargo, Gray está al acecho y la sola idea de que le ponga las manos encima
hace que me vuelva completamente loco.

KYLE: ¿Dónde estás?

SÉ que gritarle probablemente no me consiga el resultado que quiero. Pero necesito


saber que está a salvo.
Veinte minutos después, aún no obtengo respuesta. Ni siquiera ha leído el maldito
mensaje.
Arrojo el libro de mi regazo, salto de la cama y meto los pies en mis zapatos
deportivos.
—¿Adónde vas? —indaga Kane cuando paso furioso junto a él, que está
acurrucado con Alana, la misma mujer de ayer. Es raro verlo aquí, y más aún verlo
con una mujer.
—¡Voy a salir! —reviro, abro la puerta bruscamente y salgo a la lluvia.
Llego a casa de los Hunter en un tiempo récord, pero a diferencia de anoche, las
luces están encendidas y me temo que no voy a tener tanto éxito entrando a hurtadillas.
Su auto no está aquí, lo que debería decirme todo lo que necesito saber, pero no me
arriesgaré a averiguarlo con certeza.
Abro la puerta y asomo la cabeza. El pasillo está vacío, pero se escucha música.
Corro hacia las escaleras, las subo de dos en dos y atravieso la puerta de su
habitación.
No necesito levantar la vista, sé que no está aquí. La falta de respuesta a mi
irrupción me lo dice todo.
Echo un vistazo a la habitación, la encuentro ordenada como si ella ni siquiera
hubiera vuelto aquí y me retumba el corazón.
Si ese hijo de puta la tiene, lo voy a matar, maldita sea.
Parpadeo y vuelvo a ver las imágenes que tengo de aquella noche de las manos
de Gray sobre el cuerpo de ella, y aprieto los puños con rabia.
Como necesito salir de la casa antes de que me descubran, vuelvo a escabullirme
y bajo las escaleras.
—Kyle, ¿estás buscando a Zayn? —inquiere Jada, asustándome al doblar la
esquina.
Mi mano se levanta para cubrir mi corazón palpitante mientras me da vueltas la
cabeza.
—Eh... ¿sí? —No es mi intención decirlo como una pregunta, y por la forma en
que Jada levanta la ceja me temo que a ella no se le escapó.
Con nerviosismo, miro detrás de mí hacia las escaleras. ¿Sabe que acabo de
regresar de la habitación de Harley?
—Está abajo, en su guarida. —Se hace a un lado y me deja bajar hacia la
habitación.
—Um... Supongo que debería haber intentado allí primero, ¿eh?
Me observa, pero no dice nada cuando paso junto a ella hacia la guarida.
No quiero bajar. Pero él podría saber dónde está...
—Hola, amigo. ¿Cómo te va? —expone Zayn en cuanto entro en la habitación.
Encuentro a los otros chicos de último año descansando en los sofás,
sorprendentemente sin ninguna chica en sus regazos para variar.
—Sí, bien. ¿Todo bien? —pregunto, levantando la barbilla a modo de saludo.
—¿Te unes a nosotros o qué? —Zayn cuestiona cuando me quedo en la puerta
—. Estoy seguro de que Jake quiere hablar contigo sobre el próximo año —señala,
mirando hacia su capitán.
—Eh... en realidad, ¿has visto a Harley?
—¿Harley? —pregunta, con los ojos abiertos de par en par.
—Sí. —Tengo una excusa para hablar con ella, pero me la guardo y espero a ver
qué me responde.
—No, no desde esta mañana. Probablemente esté con Ruby y Poppy. ¿Todo bien?
— indica, con la mirada entrecerrada hacia mí.
—Por supuesto.
—Genial, ahora quédate un rato con nosotros. —Me señala con la cabeza hacia un
asiento vacío y, aparte de darme vuelta y abandonarlos, no siento que tenga muchas
opciones.
Su conversación anterior continúa a mi alrededor mientras tomo asiento y abro el
refresco que me lanza Zayn.
—Bueno, los Harrier. —Empieza Jake, inclinándose hacia adelante y apoyando
los codos en las rodillas—. Tu antiguo equipo no tiene precisamente una buena
reputación. ¿Eres bueno? —interroga, aunque por lo que ha dicho antes, conoce bien
mis habilidades.
Puede que haya aguantado sus sesiones de acondicionamiento, pero aún no me
ha visto jugar fútbol americano realmente. Y conozco perfectamente la reputación de
mi antiguo equipo.
—Sí —afirmo con seguridad—. Lo soy.
—Bueno. —Se reclina una vez más—. Espero que estés tan seguro de tus
habilidades como de tu confianza.
—No tienes que preocuparte por mí.
—Estoy a punto de dejar a mi equipo en manos de otra persona. Estoy muy
preocupado.
—Lo olvidarás todo en cuanto te integres a tu equipo universitario.
El silencio se extiende por la habitación ante mis palabras y temo haber dicho
algo que no debía.
—Sí, estoy seguro de que tienes razón —agrega finalmente tras aclararse la
garganta.
—¡Legend, acompáñame a buscar más bebidas! —exclama Zayn mientras se
levanta y recoge unos cuantos envases vacíos.
—Seguro.
Por la postura de sus hombros mientras avanza delante de mí, me doy cuenta de
que está a punto de interrogarme sobre Harley.
—¿Qué está pasando? —inquiere en cuanto estamos en la cocina y fuera del
alcance de los demás.
—Nada —miento—. Solo tenía una pregunta sobre nuestra tarea de Literatura
Inglesa. No sabía a quién más preguntarle.
—Mentira, Ky. ¿Quieres intentar decirme la verdad?
Se me hace un nudo en el estómago. No puedo decirle que Gray está amenazando
con hacerle algo a ella para llegar a mí. El hijo de puta impulsivo se subirá a su
auto y conducirá directamente a Harrow Creek para encontrarlo. Probablemente acabe
consiguiendo que lo maten.
—Esa es la verdad. Cielos, ¿puedes dejar de portarte como todo un hermano
mayor? — Intento que parezca que lo digo bromeando, pero estoy seguro de que no
lo consigo.
—Ni siquiera querías verla esta mañana, y ahora quieres su ayuda. Si descubro
que me estás mintiendo, te mato, Ky.
Levanto las manos en señal de sumisión.
—Solo necesito usar tu baño.
Salgo de la habitación con él observando cada uno de mis movimientos. En cuanto
estoy fuera de su vista, saco mi celular y busco el número de Ash.
Me contesta en cuanto cierro la puerta del baño.
—Hola, ¿qué tal?
—¿Está Harley con Ruby? —murmuro gritando, saltándome cualquier
formalidad.
—Um... no. Ruby está conmigo, ¿por qué?
—¿Puedes preguntarle si sabe dónde está Harley?
—S… seguro. —Se escucha un movimiento antes de que haga lo que le pido—.
No, no lo sabe.
—¡Llámala! —ordeno.
—¿Qué demonios está pasando? —pregunta Ash.
—Ponme en altavoz. —Se mueve y hace lo que le pido—. Ruby, por favor,
¿puedes llamar a Harley y averiguar dónde está? —Hay una dureza en mi voz que
tiene el efecto deseado.
—De acuerdo, ahora la llamo. ¿Está todo bien? —curiosea en un tono mucho más
suave que el de Ash, aunque puedo escuchar la preocupación en él.
—Sí, probablemente.
—No para de sonar. Le mandaré un mensaje y te avisaré cuando lo averigüe.
Suelto un largo suspiro.
—Estupendo, gracias.
—¿Vas a decirnos cuál es el gran drama ahora?
—Simplemente se fue, y quería asegurarme de que está bien.
—¿Qué le hiciste? —gruñe Ruby a través de la línea.
—N… nada. —Todos sabemos que es mentira, pero lo digo de todas formas. No
sé si Harley les confesó a sus amigas lo que pasó anoche. El hecho de que Ruby no me
haya gritado en este momento por ello me hace pensar que tal vez no lo haya hecho.
Sin duda quería ocultar las evidencias, si nos guiamos por la bufanda de esta mañana.
—Claaaro. Bueno, si decides que quieres decirnos la verdad, estamos en casa.
Pero te avisaremos si nos enteramos de algo —responde Ruby en voz baja, aunque no
se me escapa el tono molesto de su voz. Es comprensible, lastimé a su amiga. Estoy
seguro de que tampoco será la última vez.
Colgamos y me veo obligado a reunirme con Zayn para llevar las latas a la guarida
y pasar la noche hablando de fútbol mientras espero a que suene mi teléfono.
Pasan casi tres horas cuando por fin suena.
Me disculpo y salgo al pasillo.
—Sí.
—Yo también me alegro de escucharte —refunfuña Ash.
—¿Sabes dónde está?
—Sí, se quedará en casa de Stella esta noche.
El aliento que no sabía que estaba reteniendo sale precipitadamente de mí.
—Muy bien, gracias, te lo agradezco, hombre.
—¿Ya me vas a decir de qué se trata todo esto?
—No es nada. Yo... yo solo estaba preocupado.
—De acuerdo entonces... te veré mañana.
En cuanto regreso después de esa llamada, me disculpo y salgo de la casa de los
Hunter.

CUANDO VUELVO, mi casa está vacía de nuevo y respiro con alivio porque no
tendré que escuchar a Kane y Alana haciéndolo toda la noche.
Saco un refresco del refrigerador y me dejo caer en la cama.
Tengo un montón de tarea que hacer, pero no puedo concentrarme en nada. En vez
de eso, miro al techo, preguntándome qué estará haciendo y rezando por que esté bien.
Justo antes de decidir acostarme e intentar dormir un poco, suena mi teléfono. El
corazón me da un vuelco pensando que podría ser ella, pero en el fondo sé que no lo es.

DESCONOCIDO: Nuestra chica se ve bien de rojo.

ME TIEMBLA la mano mientras miro fijamente sus palabras. Su amenaza.


Si le toca un maldito pelo de su cabeza, yo...
Mis pensamientos se interrumpen mientras pienso si ya estoy demasiado
involucrado en esto.
Me digo que es porque no quiero que le hagan daño por mí. Puede que la culpe,
que quiera hacerle daño por lo que me hizo. No obstante, quiero ser yo quien lo haga.
Además, no le desearía ese hijo de puta a nadie.
Cierro su mensaje, sin querer darle alguna pista de que me está afectando. Ya es
bastante malo que sepa que lo leí.
Pongo el teléfono en silencio, lo tiro al otro lado de la cama, frustrado, y cierro
los ojos, aunque no creo que pueda conciliar el sueño pronto. Y menos cuando él está
ahí afuera vigilándola.
«Nuestra chica se ve bien de rojo».
Se refiere a su cabello, ¿no?

CASI HABÍA SALIDO el sol cuando me quedé dormido, pero mientras pensaba en
un millón de cosas que Gray podría hacerle a Harley, me negué a mirar mi teléfono.
Si encontraba otra foto de él mirándola y no sabía dónde estaba, me volvería loco.
Decidí que era mejor no saberlo y confiar en que estaba a salvo con Stella.
Cuando suena mi alarma, mi cuerpo se niega a despertarse, está tan pesado por el
sueño, sin embargo, sé que no tengo elección.
En cuanto abro los ojos, busco mi celular, mi autocontrol desaparece por
completo.
Se me revuelve el estómago cuando encuentro un mensaje de otro número
desconocido. Pero cuando miro más de cerca, veo que es otro número.
Intrigado, abro la pantalla.

DESCONOCIDO: ¡De nada!

ME QUEDO boquiabierto mientras me desplazo hacia arriba y amplío la imagen que


me han enviado.
—Mierda. —Siento que se me hincha la polla al contemplar la imagen de Harley
con el traje de baño rojo más pequeño que jamás haya visto...
Rojo.
Carajo. Está vestida de rojo.
Sin pensarlo, presiono “Llamar” en el número.
—Buenos días —alardea una voz familiar—. ¿Te gustó tu regalito?
—¿Dónde está? —interrogo, ignorando totalmente su pregunta.
—Um... en la ducha. ¿No me digas que quieres que me escabulla y tome otra?
Ella me matará cuando se dé cuenta de que envié esa, y más aún...
—No. Simplemente quiero saber que está a salvo.
—Claro que está a salvo, está conmigo. ¿Por qué no iba a estarlo?
—Por nada. No le digas que llamé ni le digas nada de esto.
—Créeme, yo...
Cuelgo antes de que pueda terminar la frase y suelto un suspiro de alivio.
Está a salvo... por ahora.
—Maldición.
Tengo que pensar qué haré y cómo quitarle a Gray de encima.
Me gustaría decir que podría encontrar un montón de dinero y que eso hará que
desaparezca, pero algo me dice que eso no sería suficiente. Quiere mi sangre, no mi
dinero.
Me aparto el cabello de la frente, jalando los mechones hasta sentir que me quema
el dolor. Dolor que merezco por toda esta mierda. Por ponerla en peligro.
Vuelvo a estar en el estacionamiento mucho antes que el resto de la escuela. No
sé cuál es la primera clase de Harley, así que decido quedarme aquí sentado hasta que
aparezca su auto.
Sin embargo, nunca aparece y no tengo la menor idea de qué auto conduce Stella.
Suena el timbre y me veo obligado a entrar o a faltar.
Opto por lo primero y me bajo del auto para ir a mi clase de Estadística.
No veo ni rastros de ella, y para cuando llega el almuerzo, estoy a punto de perder
la cabeza.
Le he enviado mensajes una y otra vez, pero se niega a leerlos.
Mis labios se tuercen cuando pienso en ponerle las manos encima y mostrarle lo
exasperante que es desafiarme.
—Kyle, ¿escuchaste lo que dije? —pregunta la señorita Harper.
—Um... sí.
—Bien, entonces sabrás exactamente en qué consiste la tarea.
—Por supuesto. No se preocupe. —Le doy mi mejor sonrisa y, tras sonrojarse un
poco, se da la vuelta para aterrorizar a otra persona.
Suena el timbre y todos nos ponemos en acción listos para ir a averiguar qué ofrece
hoy la cafetería, solo que cuando salgo al pasillo, algo… o alguien más… llama mi
atención.
Hay un destello rojo más adelante que solamente puede pertenecer a Harley
Hunter mientras intenta escapar.
Mientras todos los demás se dirigen hacia la cafetería, yo me voy hacia ella.
Ella mantiene la cabeza agachada mientras se mueve tan rápido como sus piernas
se lo permiten. Es tierno que piense que puede escaparse de mí. Ya debería saber que
al final siempre la atraparé.
La alcanzo justo delante de la puerta de un aula. Un aula que pido a Dios que
esté vacía.
Le tapo la boca con una mano y le rodeo la cintura con la otra, la levanto del suelo
y los dos atravesamos la puerta y entramos en el salón, que, por suerte, está desierto.
Y no solo está desierto, sino que las persianas están cerradas y está oscuro. Bingo.
Le doy la vuelta y la acorralo contra la pared, pero mantengo mi mano sobre su
boca.
Me inclino hacia ella, tan cerca que nuestras narices se rozan.
—Buen intento, Hunter.
Su mandíbula se flexiona mientras se prepara para decir algo, pero mi mano se
tensa alrededor de su boca, deteniéndola.
—Te envié mensajes. Te llamé —me enfurezco—. Y me ignoraste, carajo. —
Su nariz se ensancha ante la necesidad de discutir conmigo—. Eso es de muy mala
educación. ¿No crees? —No reacciona, así que la hago asentir con la cabeza, para su
disgusto, a juzgar por sus ojos entrecerrados—. Ahora la pregunta es... ¿qué debería
hacer al respecto? ¿Cómo debo castigarte por pensar que puedes ignorarme?
Su mandíbula vuelve a flexionarse, pero no aflojo.
La rodeo con la mano, le quito el bolso del hombro y lo tiro al otro lado de la
habitación antes de meter la mano en el bolsillo trasero de su falda de mezclilla,
sabiendo que su teléfono estará allí.
Todo su cuerpo se estremece cuando entro en contacto con ella, y tengo que luchar
contra la sonrisa que amenaza con dibujarse en mis labios.
—Oh, mira —digo, prendiendo y mostrándole la pantalla que está llena de
notificaciones de mis mensajes—. Funciona. La próxima vez que intente ponerme en
contacto contigo, me contestarás. ¿Entendiste?
Finalmente, retiro mi mano de su boca, descubriendo sus labios fruncidos por la
ira.
—Vete a la mierda, Kyle. VETE. A. LA. MIERDA. —Agarro su barbilla con mis
dedos y aprieto mi cuerpo contra el suyo—. Te odio.
—Oh, lo sé. Se siente jodidamente bien, ¿verdad?
Bajo mi mano hasta su garganta y mi movimiento brusco la hace jadear,
exactamente lo que esperaba cuando meto mi lengua en su boca y acaricio la suya.
Levanta sus manos hacia mi pecho e intenta empujarme inútilmente.
Se resiste a besarme hasta el punto de morderme la lengua, pero en cuanto cambio
la jugada, le chupo el labio inferior y lo muerdo, su cuerpo empieza a relajarse. Sus
uñas, con las que intentaba arrancarme la piel a arañazos, desaparecen de repente y
en cambio agarra mi camisa con sus pequeñas manos para aferrarse a mí.
—¿Ves? —susurro en su boca—. Puedes hacer lo que te digo.
—¡Jódete!
—Sí, Gatita. Estaba pensando lo mismo.
Dejo caer mis manos sobre sus muslos, le subo la falda por la cintura y la levanto
para que no tenga más remedio que rodearme la cintura con sus piernas.
Me froto contra ella obligándola a gemir cuando mi longitud se alinea
perfectamente con su centro.
—¿Lo sientes, Gatita? —Ella asiente—. Tú me provocas eso, carajo.
—Kyle —gime mientras la rodeo con la mano, le quito las bragas y paso un dedo
por su coño.
—Estás tan mojada, Gatita.
—¡Oh, Dios! —Jadea mientras empujo un dedo dentro de ella.
—¿Quieres que te coja aquí mismo, en este salón de clases? —Acerco mis labios
a su oreja—. ¿Donde cualquiera podría entrar y ver que me perteneces?
Sigo acariciándola, sabiendo que ya no puede negarse a nada de lo que le diga.
Sus jugos corren por mis dedos mientras piensa en mis palabras.
—Te gusta pertenecerme, ¿verdad, Gatita?
—No —argumenta. No necesito mirarla para saber que le tiembla el ojo al decirlo.
—Pues parece que tu coño no está de acuerdo contigo.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
HARLEY

—¡A y,sacarlos
mierda, Kyle! —grito mientras mete sus dedos dentro de mí antes de
y dejarme sintiéndome vacía sin él.
No debería estar haciendo esto.
No deberíamos estar haciendo esto.
Me dije a mí misma que la próxima vez que lo viera le daría una paliza y me
alejaría de él por ser un cretino arrogante y exigente. Sin embargo, me puso las manos
encima y me olvidé de todo menos de cómo me siento cuando me toca.
Me baja, con una mano agarrando mi trasero mientras la otra levanta la tela de
su camiseta.
—Vamos, hazlo —anima, señalando hacia su cintura con la cabeza.
—Ky, ¿no hablarás en serio? —pregunto. No puede estar sugiriendo que hagamos
esto... aquí.
—Lo digo jodidamente en serio, Gatita.
Miro fijamente sus brillantes ojos plateados, el azul se desvaneció por su deseo.
Sus abdominales se estremecen cuando mis nudillos los rozan mientras le desabrocho
el botón y le ayudo a bajarse los pantalones por su cadera.
En un segundo tiene su miembro en la mano y al siguiente me levanta contra la
pared a mi espalda y lo siento presionando mi entrada.
Me preparo para su invasión, sabiendo que probablemente me dolerá como la
última vez, aunque espero que no tanto.
—Relájate, Gatita. Soy yo —dice suavemente, con su mano en mi mejilla y su
pulgar acariciándome la piel. Es completamente opuesto a su actitud de hace unos
momentos. Supongo que estar a punto de tener sexo le provoca eso a un chico.
Respiro hondo y deslizo mis dedos por su cabello, tirando su gorra al suelo.
Sus labios encuentran los míos al mismo tiempo que me deja caer sobre él.
Me duele, aunque no tanto como recordaba.
Un gemido retumba en el fondo de la garganta de Kyle, el sonido es tan sexy,
demonios, y mezclado con el hecho de saber que soy yo quien lo causó me ayuda a
olvidar el intenso dolor cuando sale de mí.
—¿Estás bien? —pregunta apretando los dientes, y no puedo evitar derretirme.
Le gusta aparentar que es despiadado y exigente, pero una vez que quita esa
cáscara dura, no es más que el chico dulce que recuerdo. El que siempre compartía
su chocolate conmigo cuando mi hermano se burlaba y me dejaba sin nada.
—Sí. —Mis dedos se enredan en su cabello y arrastro sus labios a los míos
mientras empieza a cogerme.
Es más duro que la última vez, mis hombros duelen al golpearse contra la áspera
pared que tengo detrás, pero sentir cómo se mueve dentro de mí, escuchar los
silenciosos gemidos de placer que retumban en su garganta, lo es todo, maldita sea.
—¡Oh, Dios!, ¡Kyle! —gimo, inclinando la cabeza hacia atrás mientras empiezo
sentir cómo me acerco al éxtasis. Sus labios atacan mi cuello, chupando y mordiendo,
el dolor solamente aumentando el placer que se dispara por todo mi cuerpo.
—Vente, Gatita. Déjame oírte gritar mi nombre.
—Oh, mierda.
Desliza su mano entre nosotros y me pellizca el clítoris, esa sensación extra es
exactamente lo que necesito para salir volando por los aires.
Segundos después, deja caer su cabeza en mi cuello antes de que su miembro se
sacuda violentamente dentro de mí.
Su aliento caliente me recorre la clavícula y me eriza la piel.
—Ven a mi casa después de clases. Tendremos tu próxima sesión de tutoría.
—¿Quieres que vaya a tu casa para estudiar Matemáticas? —pregunto incrédula.
—Eso, entre otras cosas.
—Debería decir que no —expreso con sinceridad.
—Sí, probablemente deberías. Demonios, puedes si quieres, pero aun así vas a
terminar en mi habitación después de clase, con tu ropa en mi piso.
—Jesucristo, Ky.
—¡Vamos! —me desafía—. Dime que no. Dime que no quieres eso.
—Yo... um... —Su mano envuelve mi garganta una vez más y tengo que luchar
para no suspirar de placer. Es jodido, pero nunca me he sentido más segura que cuando
estoy así, en sus manos.
Sus ojos se abren de par en par y sus cejas se levantan mientras espera.
—Ayer aprobé un examen de Matemáticas —suelto sin poder contener mi sonrisa.
—Bueno, vaya. No era lo que esperaba, pero... bien hecho.
—Yo... no podría haberlo hecho sin ti —admito—. El señor Wilson me puso las
preguntas enfrente y fue como si pudiera escucharte diciéndome cómo hacerlo.
—¿Sí? —añade, su propia sonrisa empezando a asomarse.
—Sí, así que... gracias.
De repente, el silencio que nos rodea se interrumpe con el sonido de un grupo de
chicos que pasan por delante de la puerta del aula y es como si nos tiraran una cubeta
de agua helada encima.
Kyle me baja al suelo antes de subirse los pantalones y tomar su gorra.
—Deberíamos ir a comer —digo, consciente de que aún no le he contestado lo de
después de clase. Una parte de mí no quiere hacerlo, simplemente para ver qué hará.
Caminamos juntos hacia la cafetería, uno al lado del otro. No hablamos, pero
supongo que es una mejoría con respecto a la mayor parte del tiempo que hemos
pasado juntos bajo este techo, así que lo acepto. Me espera cuando me desvío al baño
para asearme y me dedica una sonrisa mortal que hace que el deseo me invada por
dentro cuando salgo.
Tomamos una bandeja cada uno y nos servimos algo de comer antes de sentarnos
en lados opuestos de la mesa del equipo.
—Entonces, ¿por fin la encontraste? —cuestiona Zayn a Kyle, lo que
inmediatamente despierta mi interés.
—¿Me estabas buscando? —interrumpo, esperando que se ponga nervioso bajo el
escrutinio de mi hermano. ¿Malvada? Tal vez. Pero me importa un comino. Sin duda
él me ha hecho cosas peores—. ¿Qué? —le siseo a Ruby cuando me da un codazo
para llamar mi atención.
Mi mirada se cruza con la suya, pero no dice nada, sino que me mira al cuello
antes de cubrirse el suyo con la mano.
Arrugo las cejas, confundida. Pero entonces recuerdo a Kyle chupándome el
cuello hace unos minutos en el salón de clases e inmediatamente imito su movimiento,
cubriéndome el cuello.
Me alejo un poco más de Zayn antes de llevarme mi comida a la boca.
—Sí —dice finalmente—. Necesitaba averiguar algo sobre ese trabajo de
Literatura Inglesa que nos encargaron.
—Ah, sí, ¿qué era?
Una sonrisa de complicidad se dibuja en sus labios. Sabe exactamente lo que estoy
haciendo.
—Está bien. Encontré a alguien más a quien preguntarle. Yo... eh... no recuerdo
su nombre, pero esa rubia realmente sexy que se sienta al frente de la clase. Estaba
más que dispuesta a ayudar.
Le sonrío, esperando que mis verdaderos sentimientos no se reflejen en mi cara
mientras digo:
—Oh, sí. Apuesto a que sí. —Y pongo los ojos en blanco con tanta fuerza que
me duelen.
Juro que todos los que están sentados a la mesa contienen la respiración mientras
esperan a que él responda algo.
—Sí, realmente tenía apretado el… Ouch —se queja, metiendo la mano por debajo
de la mesa para sobarse algo; por la sonrisa de Ruby, supongo que fue su zapato—.
Iba a decir conocimiento de lo que teníamos que hacer.
—Claro que sí. —Pongo los ojos en blanco y me giro hacia Ruby, rompiendo
nuestra conexión. Al menos por ahora.
Estar sentada tan lejos de él durante el resto del almuerzo, pero sentir su mirada
clavada en mí, hace que el tiempo se alargue. No es diferente cuando me siento en
Química y veo a Ruby y Ash coqueteando delante de mí sabiendo que tengo Historia
con él en la siguiente hora.
Sé que me va a insistir para que vaya a su casa después de clases y, aunque sé
que va a pasar, y me he hecho a la idea de que no voy a poder negarme, no tiene por
qué saberlo.
Ya está en su asiento esperándome cuando por fin llego al otro lado de la escuela,
a nuestra clase de Historia.
—Pensé que me ibas a abandonar —susurra cuando el señor Anderson empieza
la clase.
—Lo consideré.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Me gusta jugar a las escondidas. —Abro mi libro lista para comenzar,
negándome a mirarlo a pesar de que sé que me está observando.
Su mano roza mi espalda antes de que sus dedos se metan bajo mi falda, el calor
de su piel quemándome.
Se inclina y su aliento me hace cosquillas en el cuello.
—Parece que olvidas que siempre gano.
—¿Quién dijo que esa no era mi intención?
Su gruñido me produce un hormigueo en todo el cuerpo.
—Oh, Gatita, vamos a divertirnos mucho esta noche.
—Tengo práctica de animadoras. —Mi argumento es débil, lo sé, pero es todo
lo que tengo.
—Y yo tengo una sesión de acondicionamiento. Es como el destino.
—Sí, si crees en esas tonterías.
—¿Tú no? —pregunta, sorprendiéndome tanto que volteo a mirarlo.
—¿Tú sí?
—Tal vez. Tendremos que esperar y ver si el destino te deja caer en mi regazo
más tarde.
—¡Demonios! —murmuro, tratando de no mostrar lo mucho que me gustan las
bromas entre nosotros cuando no estamos tratando de matarnos el uno al otro.
—Entonces... esta noche, en mi cama, ¿te apuntas?
—Vas a tener que hacer que suene un poco más tentador que eso.
—Hmmm... de acuerdo. —Mueve su silla un poco más cerca, para poder
susurrarme al oído y su mano se desliza para agarrar mi cadera—. Mi cama, yo
desnudo, tú viniéndote... una y otra y otra vez.
Santo cielo.
Mis muslos se aprietan cuando gruñe esas palabras tan bruscamente que se me
eriza la piel.
—Lo pensaré.
Se ríe entre dientes y vuelve a sentarse antes de que nos descubran y acabemos
castigados en lugar de en su cama.

—TIENES QUE DAR ALGUNAS EXPLICACIONES. La bufanda de ayer y luego


lo de hoy en el almuerzo —refunfuña Ruby, señalando la mordida de amor en
cuestión, por si acaso Stella o cualquier otro miembro del equipo se preocupa de
escucharnos mientras se preparan para el entrenamiento.
—¿De verdad tenemos que hacer esto ahora?
—¡Solo dime que fue él! —Ruby levanta una ceja con complicidad. No necesita
que le diga la respuesta, ya lo sabe.
—Sí. Fue él.
—¡Dios mío! —chilla y empieza a aplaudir como una foca bebé—. Esto es tan
emocionante. Se volvió loco cuando no pudo encontrarte ayer.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunto, con el ceño fruncido.
—Ni idea, no me lo quiso decir.
—¡Vamos, señoritas! ¡Muévanse! —exclama Chelsea cuando entra y nos ve de
pie chismeando.
Ruby me guiña un ojo antes de darse la vuelta para cambiarse diciéndome que
esto es apenas el comienzo de esta discusión.
Por suerte, desde que quedamos subcampeonas en las Nacionales hace unas
semanas, Chelsea ha reducido los entrenamientos y estamos dedicando nuestro tiempo
a perfeccionar nuevas rutinas y movimientos. Todavía faltan algunos días para las
pruebas y para dar la bienvenida a los nuevos miembros al equipo, así que nos estamos
divirtiendo.
—¿Aces ?—propone Ruby, esperanzada, cuando volvemos a los vestidores para
ducharnos y vestirnos.
—Umm… yo … no puedo. Tengo una sesión de tutoría.
—Ah, claro, ¿así es como lo llamamos estos días? —bromea, ahogando una
carcajada.
—Bueno, no, en realidad Kyle es mi tutor.
—De acuerdo, ¿cuándo pasó esto?
—La semana pasada, simplemente no te lo confesé.
—Harley Hunter, ¿me has estado ocultando secretos?
La culpa cubre mi rostro y mi temperatura sube mientras ella me mira fijamente.
—Un poco —musito, levantando la mano y separando un poco el pulgar y el
índice.
Ella se pone la mano en la cadera y hace todo lo posible por parecer enfadada,
pero solo dura unos segundos antes de soltar una carcajada.
—¿Vas a contármelo todo antes de salir para reunirte con él?
—No —respondo con una sonrisa—. Pero debes saber que... probablemente estoy
cometiendo un gran error.
—Bueno —dice, sumida en sus pensamientos—. Al menos vas a hacerlo con los
ojos abiertos.
—Sí, aunque tengo la sensación de que aún estoy a punto de estrellarme contra
un muro.
—Puede que no. Míranos a Ash y a mí. Seguramente muchos dirían que estamos
cometiendo un gran error.
—Creo que tus padres probablemente todavía lo hacen —afirmo.
—Oh, cállate.—Se ríe—. Pero, en serio, sabes que estoy aquí para ti ¿verdad?
Para lo que necesites.
—Gracias. Y tengo buenas noticias, aprobé un examen de Matemáticas.
A Ruby se le ilumina la cara, igual que a mí cuando me di cuenta de que lo había
logrado.
—¡Oh, Dios mío! Eso es increíble. ¿Ves? Puede que todo esto salga bien. Cosas
más locas han pasado.
—Sí, ya veremos.
—¡Rubes!, ¿puedes venir? —vocifera Chelsea, terminando con nuestra
conversación.
—Ya voy, jefa. Llámame, ¿sí? —Los ojos de Rubí se ensanchan con su demanda.
—Si puedo.
—Pensándolo bien, no lo hagas. Simplemente disfrútalo y dame todos los detalles
más tarde. —Ella guiña un ojo antes de caminar hacia Chelsea.
Saber que Kyle está con el equipo en este momento significa que no tengo prisa
por estar lista. Terminamos temprano esta noche, así que sé que voy a tener que
esperarlo.
—¿Vienes conmigo a recoger tu auto o irás directamente a su casa? —pregunta
Stella.
—Directamente allí. ¿Está bien si recojo mi auto mañana tal vez?
—Por supuesto.
—Gracias. No esperaba ir a su casa.
—¿En serio? —pregunta riendo.
—Esperaba poder poner más resistencia.
—Chica, a veces no vale la pena. Aprovecha la recompensa por tener que
soportarlo.
—Estás loca —replico, poniéndome la falda.
—Es la única manera de ser. —Sacudo la cabeza ante su locura. Quién soy yo
para juzgar cómo se las ingenia después de verse obligada a mudarse tanto—. ¿Ya
averiguaste por qué se puso tan histérico por no saber dónde estabas ayer?
—¿Aparte de que es un imbécil controlador? —señalo.
—Sí, aparte de eso.
—No. Solo estaba siendo... Kyle. —Me encojo de hombros, sin darle más vueltas.
—Bien. ¿Lista para salir? —La mayoría de las chicas ya se han ido, gracias a mi
lentitud, pero Stella se quedó conmigo. Para alguien que dice no hacer amigas, es
bastante buena.
—Sí, vamos.
Un par de chicos del equipo se nos adelantan por el pasillo y no puedo evitar mirar
por encima de mi hombro para ver si Kyle está a punto de acercarse por sorpresa en
cualquier momento. Aunque nunca lo hace.
Pero en cuanto llegamos al estacionamiento, sé que sigue aquí porque su coche
es uno de los únicos que quedan.
—¿Quieres que espere contigo? —Ofrece Stella.
—No, tú vete. Seguro que no tarda.
—¿Segura?
—Sí, adelante.
—Nos vemos mañana.
Me despido de ella con la mano y la veo caminar hacia su auto. Yo hago lo mismo,
pero hacia el Volkswagen de Kyle.
Me siento en el capó y saco mi teléfono.
Estoy navegando por Instagram cuando me llama la atención un movimiento entre
los árboles a mi derecha. Casi espero que Kyle salte y me pegue un susto tremendo.
Pero mientras sigo observando la arboleda, no veo nada ni a nadie.
Sintiéndome ridícula, probablemente solo fue un gato o algo así, vuelvo a
concentrarme en el post que estaba leyendo y me olvido de que el mundo a mi
alrededor existe.
Los otros pocos autos que estaban por aquí se han ido hace rato, dejándome sola
con el auto de Kyle y lo que asumo es la motocicleta de Ash.
Puede que no esté mirando hacia arriba cuando los dos salen del edificio, pero no
hace falta. Puedo sentirlo.
Se me eriza la piel y se me revuelve el estómago por la emoción.
Al levantar la mirada de mi celular, lo encuentro mirándome fijamente mientras
camina hacia acá. Ashton está hablando con él, pero tengo la sensación de que Kyle
no lo está escuchando.
Cuando llegan a la motocicleta de Ash, este le da una palmada en el hombro a
Kyle y le dice algo. Kyle asiente con la cabeza, pero sus pasos no se detienen mientras
sigue cerrando el espacio entre nosotros.
—Hmm... tú sobre el capó de mi auto. Qué agradable sorpresa.
—Me gusta complacerlo, señor Legend.
Un gruñido retumba en su garganta cuando separa mis rodillas y se coloca entre
ellas, deslizando mi trasero por el cofre para acercarnos.
—Carajo, Gatita. ¿Qué voy a hacer contigo?
CAPÍTULO VEINTISIETE
KYLE

—¡M ierda! —Jadeo en cuanto abro la puerta y Ash y yo salimos hacia el


estacionamiento.
—¿Qué...? Uuuh, ¿hay algo que quieras decirme, hombre?
—¿Hay algo con ella esperándome así que no me delate ya?
—Eres un suertudo hijo de puta.
—Eh... ¿has visto a tu chica?
—Sí, y preferiría que tú no la vieras.
—¡Oh, vete a la mierda! Está buenísima y eso te encanta.
—Sí, hombre. Me encanta. ¿Ahora vas a ir allí a sacudir su maldito mundo?, ¿o
qué?
—Tenemos una sesión de tutoría.
No lo miro, tengo los ojos clavados en Harley, pero sé que se ríe.
—Seguro que sí. ¿Por qué tengo la sensación de que lo único que vas a estudiar
esta noche es su cuerpo?
—Porque necesita no reprobar Matemáticas.
—Maldita sea amigo, hablas en serio, ¿no? —pregunta como si me hubiera
brotado una nueva cabeza.
No puedo mantener la compostura y suelto una carcajada.
—En parte. Haremos lo de Matemáticas cuando estemos descansando.
—Claro que sí, hombre. —Me da una palmada en el hombro y se dirige a su
motocicleta—. Que pases buenas noches. No hagas nada que yo no haría.
—Lo cual significa jodidamente nada, así que estoy a salvo.
—Ouch, hermano, eso duele.
—Pero es la puta verdad, ¿no?
—Meh. —Murmura algo en voz baja mientras me alejo, pero con Harley
esperándome como está, realmente no me importa lo que diga.
En cuanto estoy frente a ella, la obligo a separar las rodillas y la deslizo por el
capó hasta que sus piernas envuelven mi cintura.
—Zayn ya se fue —susurra mientras miro fijamente sus ojos oscuros.
—No me importa.
Una de mis manos se desliza por su cabello y mis dedos se enredan en su longitud
mientras jalo su cabeza hacia atrás y atrapo sus labios con los míos.
«Mierda, es demasiado adictiva».
Mi polla se endurece contra ella mientras meto mi lengua en su boca.
No debería hacerlo aquí, al descubierto. Puede que esté vacía, pero en una escuela
siempre hay ojos esperando a difundir el próximo rumor, pero no puedo contenerme.
La beso hasta que ambos nos quedamos sin aliento y mi necesidad de arrancarle
las bragas y tomarla aquí mismo es casi demasiado fuerte como para ignorarla.
Retiro mis labios de ella y los deslizo por su mandíbula y su cuello, chupando el
mismo pedazo de piel que hace un rato, reviviendo mi marca.
—Hueles a fresas —susurro en su garganta.
Se flexiona mientras traga.
—Es mi gel de ducha.
Me retiro y la miro. Tiene los ojos llenos de lujuria, las mejillas brillantes y los
labios hinchados por mi beso.
—¿Quieres ver mi habitación? —pregunto con una sonrisa.
—No soy ese tipo de chica —bromea. Se apoya sobre sus manos y recorre mi
cuerpo con la mirada hasta encontrar el bulto de mis pantalones. Se mete el labio
inferior en la boca y lo muerde.
—Te tengo noticias, Harley Hunter. Eres ese tipo de chica y estás a punto de hacer
cosas perversas para darme la razón.
Sus labios se separan una vez más, aunque no dice nada.
—Entra al auto antes de que te folle aquí mismo.
Apenas he terminado de pronunciar las palabras y ya se está bajando del capó y
corriendo hacia la puerta del pasajero.
—¿Tan mala es la posibilidad?
—¿Quieres que alguien nos mire?
—Mientras sea yo quien esté dentro de ti, me importa una mierda, Gatita.
Baja la barbilla como si estuviera a punto de discutir, pero debe de cambiar de
opinión porque al final lo único que hace es abrir la puerta y dejarse caer en el asiento.
Me quedo mirándola un momento, apreciando lo bien que se ve en mi coche.
—¿Lista? —inquiero una vez que me uno a ella.
—¿Sinceramente? No, creo que no.
Me río de ella mientras arranco el auto.
—Pues lamento decírtelo, pero ya es demasiado tarde para echarse para atrás. —
Presiono el botón para cerrar las puertas, mostrándole lo en serio que hablo.
—Estoy segura de que esto se puede considerar un secuestro.
—No, Gatita. Vas a disfrutar demasiado para que sea eso. —Sonrío, arranco el
motor y salgo del lugar.

—ESTO ESTÁ... um... vacío —dice Harley mientras entra a mi habitación antes que
yo. Por suerte, no hay nadie, pero no tengo intención de quedarme en la sala en caso
de que Kane regrese. Puede que le parezca bien alardear de sus conquistas, pero a
Harley no la va a mirar de ninguna maldita manera.
—Sí, bueno, no todos nos convertimos en la princesa del castillo —murmuro,
cerrando la puerta de una patada y acercándome a ella.
Ahora que la he vuelto a tener, soy un maldito adicto.
Un año mirando únicamente a chicos y necesito volver a enterrarme dentro de ella
más de lo que necesito mi próximo aliento.
Apartándole el cabello, presiono mis labios contra la piel donde su cuello se une
a su hombro y sonrío cuando un escalofrío la recorre.
—No me refería a eso. No estoy juzgando.
—Claro que no —suspiro, subiendo por su suave cuello.
Pero ella se tensa y sé que está a punto de separarse de mí.
—No lo hago —protesta, llevándose las manos a la cintura mientras su cadera
se levanta—. No me importa dónde vivas, Ky. Crecimos en remolques de mierda,
húmedos y fríos. Esto es como un maldito castillo comparado con eso. Y, ¿qué?, vivo
en una casa enorme. No cambia quién soy. Soy la chica de Harrow Creek. Siempre
seré la chica de Harrow Creek, igual que tú siempre serás el chico de… mierda. —
Jadea mientras mi cuerpo choca contra el suyo y ambos nos tambaleamos hasta que
su espalda choca contra la pared.
Mis labios encuentran los suyos mientras envuelvo sus piernas alrededor de mi
cintura.
—Te equivocas —susurro, con el corazón latiéndome tan fuerte en el pecho que
me preocupa que esté a punto de salirse—. No eres una simple chica de Creek. Eres mi
maldita chica de Creek. —Miro fijamente sus ojos muy abiertos mientras mis palabras
se asientan alrededor de los dos—. Maldición, te necesito ahora.
Con una mano en su trasero para sostenerla, con la otra la sujeto por el cabello y la
llevo hasta mi cama, con mi boca pegada a ella todo el tiempo, demasiado temeroso
de apartarme de nuevo por si alguna otra mierda aterradora sale de mis labios.
Su espalda choca contra el colchón y envuelvo con mis manos la parte inferior de
su sudadera con capucha, tirando de la tela hacia arriba por su cuerpo, despegando
sus labios de los míos por un breve instante, mientras la prenda pasa entre nosotros.
En cuanto la dejo caer al suelo, deslizo una mano por su espalda para quitarle el
sujetador y desprenderlo también de su cuerpo.
Un gemido le sube por la garganta mientras lo hago.
—Maldita sea, Harley. Eres tan sexy.
—Ky —gime mientras beso y chupo la piel de su cuello antes de rozar con mis
dientes su clavícula y abrirme paso hasta sus pechos para meter sus pezones en mi
boca.
—¿Te gusta, Gatita? —gruño cuando su espalda se arquea sobre la cama. La beso
hasta llegar al otro lado y le doy el mismo tratamiento.
—Kyle. —Vuelve a gemir—. Necesito...
—Sé lo que necesitas. ¿Confías en mí?
La miro y mis ojos se cruzan con los suyos. Algo crepita entre nosotros, pero no
me da ninguna pista sobre qué tipo de respuesta esperar.
—¿Qué si c… confío en ti? —pregunta entre jadeos.
—Sí, Gatita. ¿Confías en mí?
Me mira a los ojos como si fuera a encontrar en ellos la respuesta que necesita.
Espero con los labios sobre su pecho, mi aliento jugueteando con ella y
manteniendo su pezón erecto para mí.
—S… sí —susurra finalmente.
—¿Sí? —confirmo, con una sonrisa en los labios.
—No debería. Pero sí.
—Respuesta correcta, Gatita. —En lugar de volver a su pecho, le beso el vientre,
le desabrocho el botón y le bajo la falda y las bragas por las piernas hasta dejarla
desnuda ante mí—. Eres tan hermosa.
Levanta los brazos como si fuera a intentar esconderse de mí, pero en cuanto
nuestras miradas se cruzan, debe de haber leído mi advertencia, porque vuelve a
dejarlos caer sobre la cama.
—¿Por qué estoy desnuda y tú estás completamente vestido? —Levanta una ceja
mientras sus ojos se posan en mi cuerpo cubierto.
—Buena pregunta. ¿Qué vas a hacer al respecto? —La observo fijamente,
desafiándola a que se mueva, y lo hace en un abrir y cerrar de ojos.
Sus manos tocan la parte inferior de mi sudadera, tirando de ella hacia arriba y
dejando al descubierto mi torso desnudo. Sus dedos me rozan la piel, recorren mis
abdominales antes de encontrar la cicatriz en mi costado. Mis músculos se tensan
cuando roza el bulto.
—¿C… cómo te hiciste esto?
—Por iniciación en el reformatorio. No fue nada.
Sus ojos brillan cargados de culpa y sus labios se contraen en una delgada línea
mientras la mira fijamente.
—¿Te hicieron daño?
—Gatita —susurro, acercándome a ella y sujetándole la barbilla, levantándole la
cara para que no tenga más remedio que mirarme—. Aquel lugar era como una jungla.
Tienes que hacer lo que tengas que hacer para sobrevivir.
—Ky, estoy tan, tan...
—¡No! —bramo—. No vamos a hacer esto ahora. —Se le llenan los ojos de
lágrimas ante mi tono agresivo, pero las aleja rápidamente—. Ahora, estabas a punto
de hacer algo —le recuerdo, moviendo mi cadera para llamar su atención.
Me mete la mano en la bragueta y me baja la tela por la cadera, liberando mi polla.
—¡Carajo, gatita! —exclamo cuando la sensación de su mano envolviéndome me
detiene en seco.
—¿Te gusta? —indaga, igual que yo antes.
—Como no te imaginas. —Me quito rápidamente los zapatos deportivos antes de
deshacerme de los pantalones.
—Gatita —gruño, y mi mano se posa en su nuca mientras me mete profundamente
en su boca.
Me lleva hasta el tope, hasta que siento el fondo de su garganta en la punta.
—¡Ay, mierda! —Agarro su cabello con fuerza mientras el placer se dispara a
través de mí.
Me lo hace como una profesional, su boca húmeda y caliente es mejor de lo que
jamás hubiera imaginado. Le salen las lágrimas de sus ojos mientras lucha contra sus
arcadas hasta que me vengo en su garganta.
—¿Cómo eres tan jodidamente perfecta? —adulo, empujándola hacia atrás en la
cama y arrastrándome sobre ella, limpiándole las lágrimas de las mejillas una vez que
se ha acomodado.
Se limpia la boca con el dorso de la mano y me sonríe tímidamente.
—Creo que ambos sabemos que estoy lejos de serlo.
—No pienses en eso —exijo, sin ganas de pensar en el pasado en este momento.
Tenemos mucho de qué hablar. Lo más urgente es la verdad sobre las amenazas de
Gray que le estoy ocultando. Sin embargo, ahora mismo, simplemente quiero disfrutar
de esto porque no me cabe duda de que muy pronto algo lo va a joder.
—Pero nosotros... —La interrumpo con un beso. No me interesa hablar ahora, eso
puede venir después, mucho, mucho después.
—PROBABLEMENTE PODRÍA CONCENTRARME mejor en esto si me dejaras
vestirme —se queja Harley desde su sitio en mi cama. Tiene su libro de Matemáticas
sobre los muslos y nada más. Como debe ser—. Y tengo frío.
—Yo puedo calentarte, Gatita.
Me clava una mirada.
—Vamos a hacer esto. —Señala el libro que tiene en el regazo—. Nada, y me
refiero a nada más, va a pasar hasta que haya dominado esto.
—Preferiría cogerte a ti.
—Ya lo hiciste. Dos veces —me recuerda.
—Sí, bueno. No lo estoy haciendo en este momento. —Me enfurruño.
Sus ojos se entrecierran mientras piensa y mi estómago se aprieta. No me va a
gustar lo que está a punto de decir.
—Escúpelo, Gatita. —Insto cuando guarda silencio.
—Pensé que me odiabas —confiesa antes de que sus ojos se abran de par en par,
como si no hubiera querido decir esas palabras.
—Sí, bueno... resulta que me gusta más cogerte que odiarte.
—¿Así que me sigues odiando y el que me cojas suaviza el golpe?
Hace la pregunta tan en serio que no puedo evitar reírme.
—Sí, Gatita. Algo así.
—Hazlo otra vez.
—¿Hacer qué otra vez? —Frunzo el ceño ante su petición, sin saber qué acabo
de hacer.
—Ríete otra vez.
—Oblígame.
Tira el libro al otro extremo de la cama y se lanza sobre mí, sus uñas rojas se
clavan en mis costados antes de empezar a hacerme cosquillas.
Me río, no porque ella me lo haya exigido, sino porque no puedo evitarlo.
Justo esto. Esto lo es todo, carajo.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
HARLEY

—E sta vez no escaparás, Hunter —dice Ruby cuando ella, Poppy y Stella
se acercan a mí en la cafetería a la mañana siguiente—. Ya sabemos
que anoche no dormiste en tu propia cama. —Mira a Poppy, delatándola
por haberme descubierto—. Y sabemos que no te quedaste en casa de Stella como le
hiciste creer a tu madre. —Mira a Stella.
Sacudo la cabeza hacia las tres.
—Parece que me han descubierto —admito. No es que tuviera mucho en qué
apoyarme.
Con la mayor parte del equipo en otra parte y el escuadrón teniendo su
acostumbrada reunión de zorras en nuestra mesa habitual, encontramos otra mesa solo
para nosotras cuatro, así que afortunadamente podemos tener esta conversación en
privado.
—Así que... —Empieza Ruby, que parece demasiado entusiasmada con lo que le
voy a decir—. ¿Ustedes están ... juntos ahora?
—¿Qué? No. Estoy bastante segura de que todavía me odia.
—Pero pasaste la noche con él. —Sus palabras me obligan a recordar la noche
anterior, cuando básicamente él me dijo que me inmovilizaría físicamente a su cama
para evitar que me fuera. También recuerdo cómo me desperté varias veces por la
noche, y esta mañana con él dormido a mi espalda con su brazo protector sobre mi
cintura.
Me sentí bien. No. Mejor que bien. Fue increíble.
Sin embargo, no soy estúpida. Sé que esto no es más que él tomando lo que cree
que le debo. Y justo cuando me permita creer que podría ser más, me obligará a verlo
darme la espalda, a nosotros, y sonreír mientras me ahogo.
Alejo ese pensamiento deprimente porque no va a ocurrir. No me voy a enamorar
de él y no me va a romper el corazón.
No va a ocurrir.
—No tiene por qué gustarle para cogérsela, pensé que tú mejor que nadie lo sabrías
—dice Poppy, lanzándole a Ruby una mirada cómplice.
—Lo sé, pero...
—No hay ningún pero, igual que no hay ningún nosotros. Me está ayudando con
las Matemáticas y tomando lo que cree que le debo después de esa noche.
—Sí y sobre eso. ¿Cuándo nos vas a contar lo que pasó esa noche?
—Ummm... —Miro a Poppy, consciente de que ya lo sabe y agradecida de que
no se lo haya dicho a Ruby—. Bien —resoplo, realmente no queriendo volver a eso,
pero sabiendo que se me está acabando el tiempo—. Fui a una fiesta a la que Letty me
arrastró. Hacía años que no volvía a Harrow Creek, ya que estaba en la universidad,
y quería ver a unos viejos amigos. Yo no quería ir. Ella había tenido algunos...
problemas, digamos, con Kane, el hermano mayor de Kyle, y yo tenía la sensación de
que él estaría allí a pesar de sus protestas de que no sería así. Bueno, no había pasado
ni una hora en la fiesta y ambos aparecieron. Kyle ya estaba borracho y se dirigió
hacia mí. Zayn no estaba allí, así que supongo que pensó que tenía el camino libre.
No me quejé. Siempre me había gustado.
—Y con justa razón —añade Stella con un movimiento de cabeza, haciendo que
levante la vista hacia ella—. ¿Qué? Está buenísimo.
—Sí, como sea. Estábamos bebiendo, una cosa llevó a la otra y...
—Y... —anima Ruby.
—Nos besamos y otras cosas.
—Y otras cosas.
—Sí, nos tocamos un poco. Nada loco. En fin, el resto de su pandilla estaba allí,
Kane y Letty habían desaparecido, Dios sabrá adónde, y yo estaba disfrutando de la
vida. Pero después de un rato, las cosas empezaron a ponerse un poco confusas. Sabía
que estaba borracha, aunque no había bebido tanto, ¿sabes?
»Pero entonces Gray, el amigo de Kyle, se nos unió, y me refiero a que... se nos
unió. Kyle parecía dispuesto. Estaba totalmente ebrio. Así que le seguí la corriente.
Me sentía segura con Kyle, así que no me preocupé demasiado. Sabía que Gray era
diferente... peligroso, mas la mayoría de los chicos de Creek lo son, no era nada nuevo
para mí. Sin embargo, las cosas empezaron a ponerse más intensas, sus caricias eran
más insistentes, las cosas que me susurraba al oído me producían escalofríos y me
di cuenta de lo que había hecho. Apenas recuerdo la llamada. Demonios, hasta que
apareció la policía ni siquiera sabía realmente si la llamé o si les había importado.
Desde luego, que no iba a acercarme el teléfono a la oreja para que lo viera. Lo único
que sabía era que tenía que salir de aquella situación antes de que pasara algo
realmente malo, porque una mirada a los ojos de Gray y sabía qué se avecinaba. Me
drogó por una razón. No iba a detenerse.
—¡Jesucristo! —murmura Ruby. Se inclina hacia adelante con los codos sobre la
mesa y la barbilla apoyada en sus nudillos, totalmente absorta en mi historia.
—¿Y qué pasó después? —pregunta Stella, con un tic en la mandíbula como si
quisiera herir físicamente a alguien… a Gray… por esto. No voy a decírselo, pero
desde que vi su casa y escuché sus amenazas anteriores, tengo un poco de miedo de
que ella realmente tenga ganas de hacerlo también.
—Las cosas se volvieron muy confusas. Recuerdo que me apoyé en Kyle,
pidiéndole que me ayudara, y luego me desmayé. Evoco vagamente la conmoción del
lugar vaciándose, supongo que en el momento en que descubrieron que había llegado
la policía. Luego recuerdo a un oficial hablándome. Kyle estaba allí, sosteniéndome
la mano y eso me hizo sentir segura. Cuando volví en mí, él ya no estaba, y yo me
encontraba en el hospital.
—¿Te hizo daño? —inquiere Poppy.
—No. Y no había evidencias de que Gray realmente hubiera hecho algo. Sabía que
fue él quien lo hizo, y por mucho que quisiera creer que Kyle no estaba involucrado,
no podía estar segura. Eran mejores amigos. Hubiera sido lógico que él lo supiera.
—¿Lo sabía? —Stella casi gruñe.
—No lo creo. Se quedó mientras todos los demás huían a pesar de que sus bolsillos
estaban llenos de la mercancía de Gray.
—Pero estaba borracho —argumenta.
—No tan borracho como para sentarse a mi lado y sostener mi mano. Algo me
dice que se le pasó la borrachera rápidamente cuando la realidad se le vino encima.
—Entonces... —Poppy empieza, totalmente confundida—. Si fue él quien te
ayudó, ¿por qué lo odias?
Me río entre dientes.
—Lo culpé por permitir que sucediera, y hasta que apareció aquí y actuó como lo
ha hecho, me convencí de que él formaba parte del plan.
—Pero ¿no lo sabes?
Sacudo la cabeza.
—No, sé que no estaba involucrado.
—¿Él te lo dijo? —pregunta Ruby.
—No, aunque no hace falta.
—Dios, de acuerdo. Así que este tipo Gray... —Stella discretamente hace crujir
sus nudillos debajo de la mesa como si estuviera preparándose para una pelea, lo cual
es muy gracioso porque ella es una pequeña chica rubia que parece tan aterradora
como un oso de peluche.
Me encojo de hombros.
—Muerto, espero.
Ruby jadea sorprendida.
—¿Qué? Me habría violado esa noche, no me cabe duda. No merece respirar el
mismo aire que nosotros.
—Cierto.
—¿Así que desapareció? —Stella interroga con el ceño fruncido.
—Es decir, supongo. No he sabido nada de él ni lo he visto desde aquella noche,
así que...
—Bien —replica, sumida en sus pensamientos.
—¿Qué? ¿En qué estás pensando? —pregunto.
—Dijiste que Kyle fue arrestado por las drogas de Gray. Supongo que se las
incautaron.
—Sí, supongo.
—Gray va a querer un pago por la pérdida de sus ganancias.
—Uh... um... ¿quién eres?
Ella se ríe.
—Probablemente he visto demasiadas películas —argumenta, pero no me la creo.
—¿Así que crees que vendrá por Kyle? —Ruby agrega las palabras que me
asustan.
—No lo sé, pero seguro que todas han visto las películas.
El silencio se apodera de nuestra mesa durante unos segundos mientras se me hace
un nudo incómodo en el estómago. No quiero estar cerca de él nunca más, y desde
luego no quiero que esté cerca de Kyle. Ya lo ha metido en suficientes líos.
—¿Irás a su fiesta de cumpleaños esta noche? —Ruby pregunta de repente.
—¿De quién?
—De Kyle. —Pone los ojos en blanco como si fuera obvio.
—¿Es su cumpleaños? —exclamo, horrorizada por no saberlo. Me desperté en su
cama esta mañana y no lo sabía.
—Sí, su hermano le organizó una fiesta en su casa. Todas vamos a ir, ¿verdad?
—Uh... —¿Por qué no me lo dijo? Demonios, ¿por qué no me invitó?
—Iremos —afirma Stella, poniendo fin a lo que yo iba a decir. Eso y el hecho
de que suena el timbre.
—Todas nos arreglaremos en casa de Harley —anuncia Poppy, todavía incapaz
de reclamar nuestra casa como suya.
—Tengo algunas cosas que hacer después de clase —indica Stella—. Pero allí
estaré.
Recogemos las bandejas y nos dirigimos a nuestras clases.
Ruby se excusa para reunirse con Ash y yo me voy sola, cruzando a otro edificio
para ir a nuestra clase de Literatura Inglesa.
Casi estoy allí cuando la puerta de un armario se abre a mi lado y alguien me
agarra del brazo y me arrastra al interior.
—¿Qué demonios estás haciendo? —siseo mientras Kyle me aprieta contra la
pared. Hay una bombilla sucia colgando que emite la luz suficiente para vernos. Su
mano roza mi cuerpo antes de encontrar su hogar alrededor de mi garganta.
El corazón me retumba en el pecho, pero debo admitir que empiezo a
acostumbrarme a que me “secuestre” cuando menos me lo espero. Es más, empiezo
a disfrutarlo.
—Necesitaba algo.
—Ah, sí. Qué casualidad, porque yo también necesito algo.
—¿Sí? —gruñe, apretándome más contra la pared—. ¡Ouch!, ¿por qué fue eso?
—pregunta, frotándose el lado de la cabeza donde lo golpeé suavemente.
—Es tu maldito cumpleaños. ¿Por qué no me lo dijiste?
Se encoge de hombros.
—No tiene importancia.
—Ky, cumples dieciocho años. Es muy importante —reprocho.
Sacude la cabeza, con una suave sonrisa en los labios.
—Conseguí despertarme y hundirme dentro de ti, ¿qué podría ser más importante
que eso? —murmura.
—Oh, no sé, ¿qué tal ... decirme lo de tu fiesta? —Le clavo una mirada.
—¿Cómo te ...? Ruby —Adivina correctamente.
—Sí, ¿entonces no estoy invitada o qué?
—No sé lo que Kane tiene planeado y no quería... —Se detiene.
—¿Qué tal si me dejas decidir a mí?
—Asumo que ha invitado al grupo de Creek y...
—¿Aun así pensaste que estaba bien decidir por mí?
La verdad es que no tengo ninguna intención de juntarme con sus amigos de Creek.
Después de esa noche, le di la espalda a ese lugar, aparte de visitar a mi padre.
Me sonríe y maldito sea porque hace que me derrita por dentro.
—Gatita. —Respira, haciendo que mis entrañas se estremezcan—. ¿Te gustaría
venir a mi fiesta?
—Creo que esta noche voy a estar ocupada, pero gracias por la invitación —
respondo inexpresiva y él se ríe echando la cabeza hacia atrás. Su mirada es tan intensa
cuando vuelve a mirarme que me da un vuelco el corazón, lo juro—. D… deberíamos
ir a clase.
—Sí, en un minuto.
Sus labios encuentran los míos y su mano se desliza bajo mi camiseta para rodear
mi cintura contra la suya, piel con piel.
En el momento en que su lengua se desliza en mi boca, me hundo en su abrazo,
agradecida de que me sostenga.
—Tengo muchas ganas de follarte —admite después de besarme la mandíbula y
rozarme las orejas con los labios.
—P… pero Inglés —digo a la fuerza, provocando que se ría.
—Lo sé, Gatita. ¿Hay algo que pueda hacer para que te escapes conmigo?
Me pasan por la cabeza un millón de cosas que podría decir para hacerme aceptar,
pero no digo ninguna porque sé que no puedo permitirlo.
—Nop.
—Todos los demás piensan que eres una buena chica, ¿verdad?
—Ky —advierto, su voz grave y sus palabras llenas de deseo hacen que mi
negativa a quedarme encerrada aquí durante toda nuestra clase sea cada vez más difícil
de mantener.
Literatura Inglesa fue un infierno después de que finalmente logré escabullirme
de Kyle y escapar del armario.
No puedo negar que me habría encantado quedarme allí todo el rato, pero no puedo
arriesgarme a faltar a clase y, desde luego, a que mamá se entere. Puede que nos deje
salirnos con la nuestra cuando se trata de fiestas y alcohol, sin embargo, la escuela es
otro asunto completamente distinto.
No es tonta, sabe por experiencia el tipo de crianza que tuvimos en Creek, y sabe
las cosas que hicimos mucho antes de tener edad para hacerlas. Diablos, ella es una
chica Creek. Pero también logró salir, y la educación es la única manera de lograrlo.
Y quiere lo mejor para nosotros. Lo entiendo perfectamente.
Kyle apenas deja de tocarme durante toda la clase mientras intenta demostrarme
que lo que hice estuvo mal.
Siento un hormigueo en la piel, con las bragas todavía húmedas por su beso.
Sé que probablemente tomé la decisión equivocada, pero ya es demasiado tarde
para dar marcha atrás.
—Ven a casa conmigo ahora —me gruñe al oído mientras se queda de pie
demasiado cerca de mí, junto a mi casillero, mientras el resto de los estudiantes se
dirigen a la salida para empezar sus planes de fin de semana—. Podemos empezar
la fiesta temprano.
—Tienes una sesión de acondicionamiento —señalo, dándole un golpe en el pecho
un poco más fuerte de lo necesario—. Y les prometí a las chicas que me arreglaría
con ellas.
—¿Qué te vas a poner?
—No sé —digo sinceramente porque ni siquiera he pensado en ello.
—Respuesta equivocada, Gatita.
—De acuerdo. —Hago una pausa intentando dar con la respuesta correcta—.
¿Algo sexy?
—Bingo.
—¿Asumo que Zayn irá?
—Jodeeer. Tendré que decirle que me estoy acostando con su hermana, que está
buenísima —musita encogiéndose de hombros y a mí se me acelera el pulso.
—¿Y que te dé una paliza el día de tu cumpleaños?
—Ouch —me quejo cuando estira la mano y me retuerce el pezón a través de la
camiseta—. Puedo con tu hermano, Gatita.
—Claaaro. Por supuesto.
Me mira con el ceño fruncido.
—De acuerdo, bien. Pero no esta noche. Se supone que debes divertirte.
—Exacto, lo que significa que necesito un pase libre a tu coño.
—Jesucristo, ¿siempre fuiste tan insoportable?
—Sí, solo que nunca lo notaste.
—No sé cómo, porque pasé mucho tiempo mirando —musito, pero me arrepiento
al instante cuando una sonrisa de intriga ilumina su rostro.
—¿Ah, sí? Cuéntame más.
—Me encantaría —respondo, mirando por encima del hombro y encontrando la
excusa perfecta por la que no puedo—. Pero creo que tu nuevo equipo ha venido a
buscarte. —Asiento con la cabeza hacia ellos y él voltea para encontrar a Jake, Ethan,
Mason y Zayn dirigiéndose hacia acá.
—¿Tienes más problemas con tu tarea, Legend? —cuestiona Zayn con
desconfianza, sus ojos mirándonos a los dos.
—Sí —murmura Kyle—. Algo así.
—Bueno, a pesar de lo divertido que ha sido esto. Tenemos un lugar al que ir —
señala Jake—. Y solo porque sea tu cumpleaños, no creas que eso significa que voy
a ser blando contigo. Tienes una reputación que mantener, Legend —advierte.
Entrecierro los ojos y miro a Kyle.
¿Acaso era la única que no sabía que era su cumpleaños?
—Entonces, vámonos. Parece que tengo que recordarte lo bueno que soy.
—Tan arrogante —murmuro, sintiendo los ojos de Kyle sobre mí mientras miro
hacia mi casillero para sacar mis libros.
—Sabes que te encanta. —No necesito mirar por encima de mi hombro para saber
que tiene una enorme sonrisa en su rostro.
—Vamos, idiota —reclama Zayn—. Antes de que hagas que quiera arrancarte los
ojos más de lo que ya lo desea.
Una sonrisa se dibuja en mis labios ante la esperanza en esa afirmación. Mi
hermano no es estúpido, sabe que aquí está pasando algo. Simplemente espero que
sea lo suficientemente feliz como para vivir en la negación por un tiempo más. No
estoy preparada para el escándalo que se armará cuando descubra la verdad.
Con suerte, para cuando eso ocurra, Kyle ya se habrá divertido y todos podremos
volver a nuestra vida normal, en la que él me odia y apenas puede mirarme, y yo podré
seguir fingiendo que quiero acostarme con cualquier otro miembro del equipo solo
para hacer enojar a mi hermano.
El estómago se me retuerce dolorosamente, recordándome que mi cabeza y mi
corazón ya están en guerra con esta situación.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
KYLE

—W hoa, tápense sus pollas diminutas chicos, hay una dama en la casa —
brama Ethan mientras todos nos vestimos después de la brutal sesión
de Jake.
Al levantar la vista después de abrocharme los pantalones, veo a Stella caminando
por el vestidor de los chicos como si nada. Sus ojos pasan alrededor de todos los
chicos en la habitación, con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Buenas tardes, chicos. Me alegro mucho de verlos —bromea.
Una vez satisfecha, sus ojos se posan en mí.
—Tú y yo tenemos que hablar —dice con naturalidad.
—¿Ah, sí?
—Sí —confirma—. Arréglate rápido.
—¡Parece que Legend va a recibir un regalo de cumpleaños! —vocifera alguien
detrás de mí.
—¡Woohoo, metete ahí, chico! —se mofa alguien más.
Les hago una seña con el dedo medio por encima de mi hombro porque a pesar
de lo que parece, sé que no es por eso por lo que Stella está aquí.
—Él desearía ser tan afortunado —se burla, echándose el cabello rubio por encima
del hombro y moviendo sus pestañas. Después de otro segundo, sus ojos me
encuentran de nuevo—. Estaré afuera. No me hagas esperar mucho. —Dicho esto, se
da la vuelta y sale tan rápido como entró.
—¿Qué carajo fue eso? —pregunta Zayn mientras los ojos curiosos de Ash se
clavan en el costado de mi cabeza.
—No tengo ni puta idea, pero creo que estoy a punto de averiguarlo.
—¿Necesitas que te acompañe? —propone Ash—. Hay algo un poco aterrador
en ella.
—Estoy bastante seguro de que puedo manejarla.
—¡Ojalá yo pudiera manejarla, carajo! —grita alguien.
Sacudo la cabeza, riéndome. Puede que ahora esté en una mejor zona del país,
pero las bromas en los vestidores de los chicos nunca cambian.
—Nos vemos luego, ¿sí? —les digo a Ash y Zayn.
—De acuerdo, amigo. —Acepta Zayn—. Vamos a festejar como si fuéramos
basura de parque de remolques —bromea.
No he invitado al resto del equipo, aunque tengo mis sospechas de que de todas
maneras aparecerán.
Supongo que Kane habrá invitado a algunos de nuestros viejos amigos y no estoy
del todo seguro de cómo me sentiré si mi pasado y mi presente se mezclan. Sin
mencionar que los Harriers son algo así como rivales de los Bears. Digo algo así
porque los Bears aplastarían a los Harriers incluso dormidos, así que no son
exactamente una amenaza para el éxito de los Bears.
Después de meter todo en mi mochila, me la echo al hombro y me dirijo a ver
qué quiere Stella.
—¿Todo bien? —La saludo con la cabeza mientras me acerco.
—Supongo que todo depende de lo que tengas que decirme.
—Um...
—¿Vamos a tu auto?
—Eh... claro.
Se aparta de la pared contra la que estaba apoyada y marcha hacia la salida,
obligándome a seguirla.
Los chicos tenían razón. Tiene un cuerpazo, aunque no me atrae. En cambio, la
chica de la que sospecho que ha venido a hablarme sí que lo hace.
Elimino la vocecilla de mi cabeza que intenta decirme que no se trata solo de la
venganza por la que todo empezó, porque no estoy listo para lidiar con nada de eso.
Tan solo voy a saciarme de ella. Sacarla de mi sistema y esperar que pueda seguir
adelante con mi vida.
Ha estado en mi cabeza desde aquella noche, y no por las razones correctas, es
hora de volver a sacarla.
Presiono el botón para abrir el coche y Stella no pierde tiempo y se sienta en el
asiento del pasajero, después de dejar mis cosas en el maletero, me le uno.
—Así que, ¿a qué debo este placer?
—Gray —dice, y se me hiela la sangre cuando sus ojos azules se clavan en los
míos.
—¿Q… qué pasa con él?
—Harley nos contó lo que pasó esa noche. Dijo que las drogas con las que te
arrestaron eran suyas.
—Cierto...
—Él es la razón por la que estabas como loco por no saber dónde estaba Harley
la otra noche, ¿no? —Mi barbilla baja, sin embargo, no encuentro las palabras para
confirmar sus sospechas—. Sí, eso pensé. Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Qué harás al
respecto con ese hijo de puta?
Mis labios se abren como los de un maldito pez mientras mi cabeza da vueltas.
—¿Quién eres? —Es la pregunta que finalmente sale de mis labios cuando consigo
formar algunas palabras.
—Una chica que está preocupada por su amiga. Tú estás preocupado, lo que
significa que ella debería estar preocupada, pero, por lo que veo, ella no tiene ni la
más mínima idea de que él es una amenaza. ¿Por qué?
—No quiero preocuparla.
—Bien, lo entiendo. De verdad. Pero ella necesita saberlo. Si crees que él es una
amenaza tan grande como parece, entonces, ¿no crees que ella merece estar al tanto
para que pueda estar atenta, y mantenerse a salvo?
—¿Y si él está fanfarroneando? Entonces la asustaré por nada.
—¿Está fanfarroneando?
Exhalo un largo suspiro, me retuerzo en el asiento y reclino la cabeza hacia atrás.
—No lo sé —admito en voz baja.
Tan solo pronunciar esas palabras me hace sentir físicamente enfermo. La idea de
que la encuentre y la obligue a pagar mi deuda.
Se me revuelve el estómago.
—¿Qué harás al respecto? —Su mirada se clava en mi rostro mientras mantengo
los ojos fijos en la matrícula del auto que tenemos enfrente.
—Umm...
Ella gime frustrada.
—Umm no es una respuesta, Kyle. No si ella está en peligro, lo cual supongo que
es así.
—No sé qué hacer, ¿está bien? —grito con frustración—. No quiero asustarla. No
quiero que piense que la estoy poniendo en peligro. No quiero que él se acerque a ella.
—Huh —dice, sentándose y mirando por el parabrisas.
—¿Huh, qué? —inquiero, más curioso por ese pequeño sonido que por cualquier
otra cosa que haya dicho durante esta extraña conversación.
—De verdad te gusta. —No es una pregunta. Está afirmando un hecho y eso hace
que se me acelere el corazón y me suden las palmas de las manos.
—N… no —tartamudeo.
—Claro. ¿De verdad vas a decirme que todo esto es solo para vengarte de ella
por lo que pasó? Si de verdad quisieras que creyera que solo quieres vengarte, no te
preocuparías tanto por esto. No te importaría lo que él pudiera tener reservado para
ella.
Mis labios se separan para responder, sin embargo, pronto me doy cuenta de que
no tengo palabras.
El silencio en el auto es casi ensordecedor mientras la sangre me pasa por los
oídos tan rápido que la cabeza me da vueltas.
Me estoy dando cuenta rápidamente de que Harley se está abriendo camino más
profundamente de lo que yo quisiera, pero era fácil de bloquear cuando solo eran mis
propios pensamientos locos.
No obstante, ser tan obvio que otros se están dando cuenta de mis sentimientos,
esa mierda asusta.
—No puedo dejar que él llegue a ella, Stella. No puedo. Lo que iba a hacer esa
noche, no... —Un escalofrío me recorre al pensarlo—. No puede ocurrir.
—Estoy de acuerdo. No obstante, lo que necesito saber es qué vas a hacer al
respecto. Te ayudaré con lo que necesites, pero... oh, no me mires así, soy más capaz
de lo que crees.
—¿Estás a punto de decirme que eres cinta negra en algún arte marcial que jamás
he oído o algo así?
—O algo así. —Se ríe—. Mira. —Se voltea hacia mí—. Cualquier cosa que
necesites para hacer que esto desaparezca, solo dímelo. Tengo... contactos que pueden
ayudar. —Entrecierro mis ojos hacia ella, cada vez más confundido a medida que la
conversación avanza—. ¿El vendrá esta noche?
—Espero que no, maldición.
—Si lo hace, indícame dónde está. —Se da la vuelta y agarra la manija—. Ah,
¿y Kyle?
—¿Sí? —replico, sin saber qué podría añadir.
—Dile lo que realmente sientes.
Antes de que pueda responder, sale del coche y la puerta se cierra tras ella.
—Vaya. —Suspiro, echando la cabeza hacia atrás, cerrando los párpados.
El rugido de un motor me hace vibrar y, cuando abro los ojos, veo a Stella pasando
a mi lado a toda velocidad conduciendo un Porsche 911 negro mate.

—NO CREÍ QUE FUERAS A VOLVER —murmura Kane desde su lugar en la


cocina, donde está acomodando botellas de alcohol.
—Tomé el camino más largo para volver a casa —respondo, agarrando una de las
botellas de cerveza y quitándole la tapa de golpe.
La verdad es que solo conduje. No tenía ningún destino en mente. Solo necesitaba
despejarme y la mejor forma de hacerlo era subir el volumen de la música, bajar las
ventanillas y pisar el acelerador. Antes de darme cuenta, estaba al otro lado de la
ciudad por carreteras por las que nunca había conducido.
—¿Estás listo para esta noche?
—Es solo una fiesta. —«He estado en muchas».
—Tal vez, pero no todos los días se cumplen dieciocho años.
—¿Por qué le das tanta importancia?
—Porque, hermanito, hemos tenido doce meses terribles y es hora de dejar todo
atrás y mirar hacia el futuro. Ahora eres un hombre y estás aquí. Todo lo que he
luchado para que estuvieras aquí ha valido la pena y ahora podemos hacer lo que
queramos sin trabajadores sociales que nos vigilen. Es el momento de vivir, hermano.
Es hora de disfrutar. Toma —dice, poniendo fin a su pequeño discurso y
entregándome una pequeña caja envuelta.
—No tenías que hacer esto.
—Sí tenía —insiste—. Vamos, ábrela.
Rasgo el papel con impaciencia. Suponía que no abriría nada este año, así que es
una agradable sorpresa.
—¡Carajo! —Jadeo cuando veo el logotipo en la caja de cuero que tengo en la
mano—. Dime que es falso.
—Solo ábrelo.
Lo hago, y me encuentro con el reloj más impresionante que haya visto jamás.
—Kane. Dime que es falso.
—Hermano, no te voy a engañar con un Rolex falso. ¿Sigue siendo el que querías?
Se me sube un nudo a la garganta al recordar que lo señalaba de niño y le decía
que algún día tendría uno. Que saldría de Creek y haría algo de mi vida.
—¿Cómo...? No merezco...
—Basta, Kyle. La palabra que buscas es gracias. —Levanta las cejas y doy un
paso adelante hasta chocar contra él. Compartimos un breve abrazo fraternal antes de
retirarme y volver a mirar el reloj.
—No lo puedo creer. Muchas gracias.
—Te ayudará a conseguir sexo esta noche, ¿no crees? —pregunta mientras saco
el reloj de su caja y lo miro con incredulidad.
—Dale la vuelta —dice, olvidando claramente que he ignorado su última
pregunta.
Propiedad de Legend.
No puedo evitarlo, suelto una carcajada.
—¿Qué es tan gracioso?
—Nada, no es nada. En serio, hermano, esto lo es todo. No puedo creer...
—Las cosas van a mejorar para nosotros de aquí en adelante. Tengo un buen
presentimiento.
—Realmente espero que tengas razón.
—Bueno, seamos honestos, no tenemos mucho que perder.
—Supongo que tienes razón. —Pero mientras digo esas palabras, el miedo que
sentí mientras hablaba con Stella no hace tanto sobre Gray, reaparece.
De repente, siento que podría tener más que perder que nunca antes sabiendo que
él tiene la intención de ir tras Harley.
Pienso en la exigencia de Stella de saber cuál era mi plan. Ojalá tuviera uno.
—Toma, llévate esto y ve a arreglarte. Ellos llegarán pronto. —Kane me pasa un
cigarrillo ya enrollado—. Es de los buenos —añade con un guiño.
—¿Quiénes son ellos? —inquiero, necesitando saber si Gray ha sido invitado.
—Solo algunos de nuestros viejos amigos, los decentes —añade—. Y los que tú
has invitado de la escuela. No será nada muy alocado. —Me sonríe, pero, por
desgracia, no creo ni una sola palabra de lo que dice. Cada vez que ha tenido una
“pequeña” fiesta, básicamente se ha convertido en una noche descabellada de
desinhibiciones y desenfreno.
—Sí, ya veremos —murmuro mientras le doy la espalda y me llevo el cigarro, la
cerveza y mi reloj nuevo a mi habitación.
Sentado en el borde de la cama, miro fijamente mi regalo y se me dibuja una
sonrisa en los labios.
«No puedo creer que lo haya hecho».
Me vienen a la cabeza pensamientos sobre cómo pudo costearlo, pero los
ahuyento. Está claro que no quiere que sepa lo que se trae entre manos, o ya me lo
habría dicho. Supongo que lo único que tengo que hacer es confiar en él.
Lo dejo en su sitio, bebo mi cerveza y me dirijo al baño.
CAPÍTULO TREINTA
HARLEY

—¡A h-ja, por fin! —grito, sintiendo ya el efecto del vodka que Ruby trajo
consigo cuando Stella finalmente se nos une en mi habitación para
prepararse para la fiesta de esta noche.
—Lo siento, pero tengo esto. —Me enseña una botella de Grey Goose y me dirijo
hacia ella—. Parece que ya has bebido bastante —dice, observando cómo me balanceo
un poco.
—La pizza está en camino, lo absorberá. Además, voy a una fiesta potencialmente
llena de chicos de Creek. Lo necesito.
—Me parece justo. —Me da la botella y me mira mientras le quito el tapón y
bebo un trago.
No miento. La idea de entrar a una fiesta con algunas de las mismas personas
de esa noche, me asusta. Probablemente debería dejar el alcohol e ir con la cabeza
despejada, sin embargo, estoy demasiado nerviosa para eso. Además, tendré a mis
chicas a mi lado y confío en ellas para que la noche no acabe como aquella.
Suenan unos golpes en la puerta y Stella se da la vuelta para abrir.
—Entrega —murmura Zayn, entregándole un montón de cajas de pizza.
—Gracias, hermano.
—Deja el vodka, Har. En realidad quiero disfrutar de esta noche, y no tener que
arrastrar tu patético trasero a casa antes de tiempo.
—Oooh qué delicado —me mofo, poniendo los ojos en blanco ante su actuación
de hermano mayor.
Stella le da un portazo en la cara y yo aúllo de risa al ver la cara que pone cuando
se cierra de golpe.
—¡Comida, dame comida! —grita Poppy, saltando de la cama y tomando la caja
superior de manos de Stella.
Ella también se tambalea y se balancea un poco.
—Sé que llegué tarde, pero ¿cuánto han bebido ustedes tres?
—Suficiente para ponernos de humor —replica Ruby—. Ahora ven con nosotras.
Comemos y nos arreglamos. Tenemos que asegurarnos de que Harley esté guapísima
para su chico.
Mi estómago se retuerce dolorosamente ante sus palabras.
—No es mi chico. Y mi hermano va a estar allí, así que nada va a pasar.
—Solo díselo —me anima Poppy—. No será tan malo. Él ya sospecha.
—¿Le has dicho algo? —Le clavo una mirada, esperando que no haya roto el
código de chicas y le haya contado todos mis secretos a mi hermano, también conocido
como su novio.
—¿Qué? No, no se lo diría. Pero no es idiota y ha visto las miradas entre ustedes.
—Mierda —murmuro—. No quiero que se peleen por nada.
—No sería por nada, sería por ti —señala Ruby.
—Es lo mismo. No quiero que ocurra. Especialmente cuando esto entre nosotros
realmente no es nada.
—¿No lo es? —Stella añade, sentándose en mi cama con nosotras y abriendo la
última caja de pizza.
—No, no lo es. Puede que ya se haya aburrido de mí y se enrede con otra chica
esta noche.
Me duele el pecho al pensarlo, pero casi se me desgarra al forzarme a decir las
palabras.
—¿Y tú estarías de acuerdo con eso? —curiosea Ruby.
—Por supuesto —miento—. Sé lo que hay entre nosotros. Me metí en esto con
los ojos abiertos. Demonios, puede que incluso no vaya esta noche.
Las tres me miran como si de repente me hubiera salido una cabeza de más.
—¿Qué? —reviro, metiéndome un trozo de pizza en la boca.
—Él te invitó. Quiere que vayas.
—No le dejé muchas opciones —musito con la boca llena de comida.
—Créeme, te quiere allí. —Mis ojos se entrecierran en Stella preguntándome
cómo suena tan segura de ese comentario.
—¡Eso es todo! —declaro—. A partir de ahora está prohibido hablar de chicos.
—¿De qué demonios vamos a hablar entonces? —replica Ruby.
—Umm... —Me levanto de un brinco y abro mi armario—. ¿Qué vestido me
pongo?

LA CALLE donde vive Kyle está llena de autos cuando llegamos casi tres horas
después.
La fiesta está en pleno apogeo y llegamos elegantemente tarde.
También estoy convenientemente borracha y casi preparada para lo que sea que
estemos a punto de encontrarnos. O al menos eso me digo a mí misma.
La realidad podría ser muy distinta.
La música retumba en la casa mientras pasamos junto al auto de Kyle y nos unimos
a la multitud de gente que merodea, bebe y fuma en el porche.
Hay caras que reconozco de Creek, y más de uno me saluda con la cabeza mientras
nos dirigimos a la puerta principal.
—Ya no estamos en Kansas —murmura Poppy detrás de mí cuando pasamos junto
a una pareja que está prácticamente haciéndolo contra la pared lateral de la casa.
Ethan y los chicos organizan algunas fiestas salvajes, pero sin siquiera poner un
pie dentro de esta casa, ya se siente diferente. Más sombría. Más peligrosa.
Un escalofrío me recorre la espalda al recordar mi última fiesta en Creek y una
cara en particular.
«No estará aquí» , me aseguro.
Puede que esté pecando de ingenua, pero me alegra creer que Kyle ha roto los
lazos con Gray después de aquella noche. Pero sé que la realidad de la situación es
probablemente muy diferente. En este momento, simplemente prefiero meter la
cabeza en la arena que considerar las alternativas.
Abro la puerta de un empujón y veo que el lugar está lleno de gente.
Hay cuerpos que se agitan y se mueven al ritmo del potente bajo, el aire está
cargado de humo y el olor a nicotina, marihuana y cualquier otra cosa que se inhale,
es tan intenso que me quema los pulmones.
Nos abrimos paso entre la multitud e inmediatamente mis ojos se posan en Kyle,
que está sentado en el sofá, pero no está solo.
—¿Qué demonios? —Stella brama lo suficientemente fuerte como para
escucharse por encima de la música mientras viene a ponerse a mi lado y mira
fijamente en la misma dirección—. ¿Acaso tiene deseos de morir?
Me quedo completamente paralizada mientras observo a una chica morena en el
regazo de Kyle. Tiene sus labios pegados a su cuello mientras él se bebe una botella
de cerveza.
Mis puños se aprietan mientras el dolor se arremolina alrededor de mi corazón.
No debería doler. No debería importarme.
No obstante, me importa. Y me odio por ello.
Las lágrimas me queman detrás de los ojos mientras veo su mano recorrer
tranquilamente su espalda.
La bilis me sube por la garganta y, durante unos segundos, me pregunto si
realmente estoy a punto de cubrir el piso de su sala con el vodka y la pizza de esta
noche.
Ruby y Poppy aparecen delante de mí con vasos desechables en las manos.
—Qué... ay, mierda. —Jadea Ruby cuando descubre lo que tenemos enfrente—.
Ese hijo de puta...
—Déjalo —gruño, estirando una mano para agarrarla del brazo cuando parece
que está a punto de dirigirse hacia allá.
—Pero él es...
—Es totalmente libre de hacerlo. Dame eso. —Le arrebato la bebida de la mano y
me la bebo de un trago. Necesito el alcohol extra en mi sistema si voy a lidiar con esto.
Mi corazón me dice que me vaya, que evite que lo maltraten más de lo que ya está.
Pero mi cerebro alcoholizado me dice que me quede y juegue con él a su propio juego.
Ash, Zayn y algunos de los otros chicos aparecen, uniéndose a nuestro círculo
antes de que Poppy y Ruby sean arrastradas a bailar con ellos.
Ni Rich ni Justin ocultan el hecho de que nos están observando a Stella y a mí
mientras bajan sus miradas por nuestros cuerpos escasamente vestidos.
—¿Bailamos? —le pregunto a Rich, cuya cara se ilumina como un maldito árbol
de navidad. Cualquier chico sensato me mandaría al demonio después de lo que pasó
en la cafetería a principios de semana. Pero Rich no es un tipo sensato y solamente
piensa con su pene, sobre todo después de unas copas y un par de cigarros de
marihuana.
—¿Qué demonios estás haciendo? —me sisea Stella al oído.
—Disfrutando de la fiesta. Te sugiero que te animes tú también. Justin es un buen
bailarín. —Le hago un gesto con la cabeza mientras Stella niega con la cabeza.
—Estás jugando con fuego, chica.
—¡Y lo que me gusta quemarme! —respondo gritando, acercándome al cuerpo
de Rich y pasando mi mano libre por su pecho hasta rodearle la nuca.
Cuando miro sus ojos enrojecidos, me doy cuenta de lo ido que está.
—Estás muy sexy, Har —gime en mi oído mientras sus dos manos se posan en
mi trasero, apretándome tanto contra su cuerpo que no tengo más remedio que sentir
su dura longitud presionándome el estómago.
No siento nada. Absolutamente nada sobre el hecho de que lo estoy excitando.
No hay hormigueo. Ni emoción. Ni deseo de más.
Lo único que quiero es volver arrastrándome a casa, acurrucarme en la cama y
olvidar que esta noche existe.
Pero no puedo hacerlo.
Estoy aquí ahora y me niego a demostrarle a ese hijo de puta que me afecta de
alguna manera.
Sabía que esto iba a pasar.
Ahora solo tengo que afrontarlo.
Me llevo el vaso a los labios y descubro que está vacío.
Diablos. Necesito más alcohol para esto.
Pierdo la noción del tiempo, aunque Stella me sirve dos tragos más, me niego a
aceptar alcohol de alguien que no sea una de mis chicas.
Las manos de Rich se vuelven cada vez más aventureras y desesperadas a medida
que cambian las canciones y el alcohol sigue bajando mis inhibiciones, probablemente
lo animo demasiado, pero no puedo evitar la esperanza de que en algún momento
Kyle me vea y tenga algo que decir sobre esto.
Aunque la realidad es que probablemente ya me haya visto y no le importe en
absoluto. Parecía más que entretenido con la morena.
Todo es... casi soportable hasta que escucho una voz que me produce un violento
escalofrío. Es una voz que podría vivir feliz el resto de mi vida sin volver a escuchar.
—Bebé Hunter, tanto tiempo sin verte.
Mis ojos se clavan en los de Rich con la esperanza de que pueda leer el miedo
que hay en ellos, sin embargo, pronto me doy cuenta de que está demasiado ido para
saber siquiera su propio nombre en este momento, y mucho menos que necesito que
me ayude.
Un cuerpo duro y cálido me aprieta la espalda y lucho contra la necesidad de
clavarle el codo en las costillas.
Necesito ver cómo quiere jugar a esto antes de dejarle ver que le tengo miedo.
Sus dedos rozan mi cuello y me sobresalto al contacto mientras me aparta el
cabello.
—Te eché de menos, chica —susurra mientras la bilis me quema la garganta y la
presión se me acumula detrás de los ojos. Nunca he odiado a nadie con tanta intensidad
como a él.
Por las cosas que me hizo, o pretendía hacerme, aquella noche.
Por cómo arruinó la vida de Kyle dejándolo cargar con la culpa.
Por la forma en que se pasea por Harrow Creek como si fuera el dueño del lugar,
cuando lo único que es un imbécil engreído ávido de dinero, poder y respeto. Puede
que haya conseguido algo de los dos primeros, pero lo último nunca lo conseguirá.
—¿Qué quieres, Gray? Estoy ocupada. —Me aprieto más a Rich con la esperanza
de crear algo de espacio entre el diablo en persona y yo, pero él avanza conmigo.
—A ti —me gruñe al oído. Cada músculo de mi cuerpo se paraliza ante la
advertencia que contienen esas palabras.
Su mano desciende por mi cuerpo y, una vez más, el vodka que se agita en mi
estómago amenaza con reaparecer.
—Bueno, llegas tarde. Estoy bailando con Rich.
—Estoy más que dispuesto a compartir, princesa. Creí que ya lo sabías.
—Harley, está todo... tú. —Stella le clava una mirada a Gray—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
Mi barbilla cae.
—¿Conoces a este imbécil? —pregunto, levantando la barbilla del suelo.
—Sí, lo conocí en la fiesta de Justin. Es el tipo del que te conté.
—Oh, no. No, no, no. —Sacudo la cabeza.
Gray estuvo en casa de Justin. Besó a Stella.
¿Por qué?
Esas palabras dan vueltas en mi cabeza mientras mis manos tiemblan contra la
cintura de Rich.
¿Por qué está cerca de mí, y más aún intentando meterse en mi vida?
Los siguientes segundos suceden tan rápido que casi empiezo a preguntarme si
me los estoy imaginando. En un segundo, mi frente se pega contra Rich, y al siguiente
estoy dándome la vuelta para mirar a Gray.
Cierro los ojos con fuerza, porque no quiero mirar sus malvados abismos de
oscuridad, pero en cuanto su mano me rodea la garganta y aprieta lo suficiente como
para impedirme respirar, los abro de golpe.
—Tenemos asuntos pendientes, Harley Hunter. —Me levanta con esa mano y mis
pies abandonan el suelo mientras me mira con el ceño fruncido.
—No. —Intento gritar, sin embargo, su agarre me impide respirar y mucho menos
emitir sonido alguno.
Todo a mi alrededor se vuelve borroso, la música parece subir de volumen y él
me hace retroceder hacia algún lugar, hacia la puerta quizá, no tengo idea.
Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, todo vuelve a cambiar.
Sus dedos me sueltan la garganta sin ningún aviso y caigo al suelo con fuerza
sobre mi trasero, con un dolor que me recorre la espalda.
—¿Qué dem...? —Respiro, me llevo la mano a mi garganta adolorida mientras
mi visión se aclara.
Las chicas gritan y los chicos piden más, superando el ritmo de la música mientras
contemplo la escena.
—¡Kyle, no! —exclamo, intentando ponerme de pie cuando Gray le da un
puñetazo en la cara a Kyle.
No importa que Gray ya esté cubierto de sangre, la visión de sus puños golpeando
la mejilla de Kyle quedará grabada de forma permanente en mi cerebro.
Corro hacia ellos para intentar detenerlos antes de que Kyle acabe herido, pero un
par de brazos firmes me rodean la cintura y me empujan contra un pecho macizo.
—Puede arreglárselas solo —me dice Ash al oído.
Por suerte, tiene razón y, tras recibir ese único golpe, Kyle empieza a dominar a
Gray. Tiene una ventaja aún mayor cuando mi hermano se mete en la pelea.
Puede que nunca le haya confesado toda la verdad sobre aquella noche, pero en el
fondo, él lo sabe. Siempre lo supo. Sería estúpida si pensara que los rumores de Creek
sobre aquella noche no le hubieran llegado, aunque yo nunca quise hablar de ello.
A pesar del hecho de que ahora son dos contra uno, Gray no desiste y en poco
tiempo Zayn también está sangrando, con el labio y la ceja partidos.
—¡No! —grito una vez más cuando la rodilla de Gray aterriza en el estómago de
mi hermano, forzándolo a tirarse al suelo para darle una patada con su bota.
Forcejeo contra el fuerte agarre de Ash, mi necesidad de ir a ayudarlos es lo único
en lo que puedo pensar a pesar del hecho de que probablemente sería yo quien moriría
si corriera en medio de la masacre en este momento.
Zayn se pone de pie una vez que Gray dirige su atención hacia Kyle y logra rodear
con sus brazos el torso de Gray, inmovilizando sus brazos a los costados para
permitirle a Kyle un golpe libre.
La furia que Kyle desata me asusta mientras sus puños golpean una y otra vez el
rostro ensangrentado de Gray.
No es hasta que empieza a gritarle que me doy cuenta de que alguien apagó la
música.
—¡Te voy a matar, hijo de puta! —brama mientras los chicos empiezan a moverse
para permitir que otra persona corra hacia el centro del círculo que se formó en la sala
de los Legend para poder ver la pelea.
En cuanto Kane entra, un gran silencio recorre la multitud.
—Ky. —Es lo único que dice, y es suficiente porque Kyle baja el puño y da un
paso hacia atrás, aunque sus ojos siguen clavados en Gray, que apenas se mantiene
de pie. Si no fuera por Zayn, ahora estaría tirado en el suelo.
Kyle da otro paso hacia atrás mientras Kane da uno hacia adelante para estar casi
nariz con nariz con Gray.
—Eres un estúpido hijo de puta por venir aquí. Ahora lárgate. De. Una. Puta. Vez.
De. Mi. Casa. —Estira el brazo hacia atrás y le da un golpe tan fuerte que el cuerpo
de Gray se queda inerte en los brazos de Zayn. Aunque ya este no lo sostiene y lo deja
caer al suelo—. ¡Que alguien saque a ese cabrón de aquí! —ordena Kane sin dirigirse
a alguien en particular, pero al instante tres tipos salen corriendo de entre la multitud
para acatar las órdenes.
Poppy se acerca a Zayn y le suelta unas cuantas palabras antes de que ambos
desaparezcan entre la multitud mientras todos los demás deciden que el espectáculo
terminó porque vuelven a la fiesta a continuar con su velada.
Kyle se da la vuelta y sus ojos encuentran los míos de inmediato.
Están tan oscuros y su mandíbula se aprieta dolorosamente cuando algo estalla
entre nosotros.
Los brazos de Ash se aflojan alrededor de mi cintura, pero no me muevo.
—¡Todo el mundo fuera de mi maldita casa! —Kane retumba, y los chicos
inmediatamente comienzan a moverse a mi alrededor.
Sin embargo, ni Kyle ni yo parpadeamos y nos quedamos observándonos
fijamente.
Tiene la mejilla ensangrentada por un corte en la ceja, el ojo derecho hinchado
y el labio partido.
Está hecho un desastre, pero no puedo apartar la mirada de la devastación.
La conmoción a nuestro alrededor empieza a disminuir. Pero aun así,
permanecemos inmóviles.
—Poppy se llevó a Zayn a casa —me susurra Ruby al oído—. Ash puede
llevarnos. ¿Vienes?
—Yo... um...
Al parecer, el susurro de Ruby no fue lo suficientemente bajo porque Kyle contesta
por mí.
—No. Ella no irá a ninguna parte —expone, hablando por primera vez en lo que
parece una eternidad. Su voz áspera y profunda vibra a través de mí y me afecta más
que todo lo que Rich me hizo antes.
Maldito sea.
—Realmente no creo...
—Me importa una mierda lo que creas.
—¡No le hables así! —suelto, mi propia ira apoderándose de mí. Los ojos de Kyle
siguen sosteniendo los míos, ni siquiera le dirige a Ruby una mirada para disculparse
por su tono—. Está bien, Rubes. Ustedes váyanse. Kyle y yo tenemos que hablar. —
Me estremezco al escuchar mi voz ininteligible. Ojalá sonara más fuerte y con más
control en este momento.
—¿Estás segura? —susurra, esta vez más bajo para que solo yo pueda oírla.
—Sí, no pasa nada. Kane está aquí para impedir que lo mate —digo lo bastante
fuerte como para que me escuche quienquiera que quede en la casa.
Una sonrisa se dibuja en los labios de Kyle, pero me niego a notarla o a
devolvérsela.
Estoy demasiado furiosa. Aunque ahora mismo me cuesta poner mi rabia y mis
pensamientos en un orden sensato y no sé qué me tiene más furiosa.
—Está bien. —Respira Ruby. Duda a mi lado un par de segundos, pero enseguida
desaparece.
—Llámame si necesitas algo —dice Ash a Kyle antes de que desaparezcan de la
casa, dejándome sola con los dos hermanos Legend.
La mayoría podrían sentirse intimidados. Ellos son mucho más que una fuerza
con la que se debe tener cuidado. Aunque los conozco bien como para acobardarme
ante ellos.
—Kane —gruñe Kyle.
—¿Qué? Quiero verla intentar cumplir su amenaza —bromea.
—Kane —repite, con voz grave e inquietante.
—Bien. ¿Por qué no me arruinas la fiesta y también toda la diversión? —murmura,
tomando un par de cervezas antes de atravesar la puerta principal y cerrarla de un
portazo.
—Y entonces quedaron dos —reflexiona Kyle.
—No te hagas el gracioso. ¿Qué demonios fue eso? —pregunto moviendo el brazo
por la habitación a mi espalda. No tengo idea de a qué parte específica del desastre de
esta noche me estoy refiriendo, ni siquiera me importa realmente por dónde empiece,
simplemente necesito que me dé unas malditas explicaciones.
—No sabía que él iba a venir.
—¡Maldición!, en verdad espero que no. Kyle, ese maldito arruinó tu vida, casi
me vio... —Me detengo, no quiero decir las palabras, lo hace parecer demasiado real
y prefiero vivir en la ignorancia tanto como pueda—. Deberías haberme avisado. No
habría venido. —Da un paso hacia adelante y el aroma a alcohol y marihuana que lo
envuelve como una neblina llena mi nariz—. No lo hagas —advierto, interponiendo
una mano entre nosotros. No puedo dejar que se me acerque. Y menos aún que me
toque. Incluso estando sobria hago cosas que no debería cuando eso ocurre—.
Deberías habérmelo dicho —repito.
—Pero quería que estuvieras aquí.
—¿Por qué? ¿Para que él me hiciera eso? ¡Ohhh! —explico, una idea me golpea
tan fuerte que hace que mi cabeza dé vueltas—. ¿Tú también querías que se repitiera?
Sé que la jodí aquella noche, pero ¿has estado mintiéndome todo este tiempo?
¿Estabas involucrado y querías llegar hasta el final? Cogerme al mismo tiempo que él.
—No —niega, acercándose—. Jamás. Maldita sea, tú eres mía, Harley. No de ese
cabrón ni de ningún otro.
—Claro —me mofo, con una carcajada maníaca saliendo de mis labios—. Soy
tan tuya que tenías a otra tipa revolcándose encima de ti cuando llegué hace un rato.
Me extrañaste, ¿no?
—Sabes que sí, maldición. Pero no la quería.
—Ciertamente parecía que sí cuando la estabas tocando. Cuando dejaste que te
tocara. Que te besara.
—¿Estás celosa, Gatita? ¿Querías ser tú la que estuviera frotándose contra mi
polla?
—¡Jódete! —reviro, furiosa, dando un paso hacia él, con los puños apretados a
los lados, lista para darle mi propio puñetazo en su cara irritantemente bonita.
—Quería demostrarle que no significabas nada para mí. Quería que se largara de
una puta vez —gruñe, haciéndome fruncir el ceño.
—¿Por qué? ¿Por qué quieres eso?
—P… porque... ¡mierda! —brama, llevándose las manos a su cabello y jalándolo.
Cuando lo vi por primera vez esta noche tenía puesta su gorra de béisbol habitual,
pero desapareció en algún momento durante la pelea, probablemente en un momento
similar a cuando se le rasgó la camisa por el cuello.
—¿Qué? ¿Qué no me estás contando, Kyle?
—Nada.
—Eso es una mentira —suelto—. Dímelo, Kyle. Dime qué demonios está
pasando. Merezco saberlo.
—¿Lo mereces? No eres más que una maldita soplona. Todo esto es tu culpa.
Todo.
—¿En serio? —pregunto incrédula—. ¿De verdad crees eso? Porque, aunque
puede que me culpe por lo que te pasó, creo que ambos sabemos quién tiene la
responsabilidad en todo esto, y no es de ninguno de nosotros. Es culpa de ese maldito
desgraciado. ¿Por qué estaba en tu fiesta de cumpleaños, Kyle?
Su pecho se agita, sus fosas nasales se ensanchan mientras me mira fijamente,
luchando con las palabras que tiene en la punta de la lengua.
—¡Carajo!
Su pecho choca contra el mío antes de que me dé cuenta de que se ha movido.
Vuelvo a chocar contra la pared, pero no me golpeó la cabeza como esperaba, porque
en el último momento me sujeta la nuca con la mano.
Sus labios colisionan contra los míos en un beso contundente del que no tengo
ninguna posibilidad de apartarme.
Mis manos empujan contra su pecho, no obstante, mis esfuerzos son inútiles. Es
demasiado fuerte. Y, si soy sincera conmigo misma, no quiero que pare.
Quiero que me reclame. Que me demuestre con hechos que lo que pasó antes con
esa morena no fue nada.
Quiero que me demuestre que habla en serio. Que soy suya.
Mis dedos se retuercen en su camisa, sujetándolo contra mí mientras su lengua
devora mi boca como si fuera a morir sin mi beso. El sabor metálico de su labio partido
me llena la boca, pero eso solo me anima y le chupo la lengua con fuerza, haciéndolo
gemir y que su cadera se mueva contra mí.
—Kyle. —Jadeo cuando por fin se aparta—. Dime... —Me esfuerzo por decirlo
entre jadeos—. Dime la verdad —exijo.
—¡Maldita sea, Harley! —Golpea la pared con la mano.
—¿Qué? Tengo derecho a saberlo. ¿Quién era la chica? ¿Por qué estaba Gray
aquí?
—Yo... maldición. —Se aparta de mí y retrocede hasta estar al otro lado de la
habitación.
—Bien. Vete al infierno, Kyle. Si no puedes decirme la verdad, entonces
terminamos. —Sus ojos se abren de golpe, pero me importa un comino. Me niego a
permitir que me mienta—. Me voy.
—No puedes irte —dice apresuradamente, corriendo hacia mí, pero yo soy más
rápida y estoy en la puerta en un santiamén.
—Obsérvame. —Empujo la puerta, golpeando la mosquitera contra el costado de
la casa con mi fuerza.
—¿Qué demonios? —Kane se levanta del asiento del columpio y camina hacia
mí antes de que yo llegue a las escaleras.
—Ella piensa que va a irse —Kyle le espeta a su hermano.
—No pienso nada, imbécil. ¡Me voy!
Haciéndole una seña con el dedo medio, bajo los escalones tambaleándome.
—¡Espera! —grita Kane—. Deja que te lleve.
—¿Qué? —brama Kyle—. Ella no se irá, ¡maldita sea!
Kane fulmina a su hermano con la mirada.
—Ella no se quedará. —Kane me lanza las llaves de su auto—. Sube a mi auto,
Harley.
En cuanto las tengo en la mano, me pongo en marcha. Necesito alejarme de Kyle
lo antes posible. Cuanto más me ruega, más me enfurece, pero no puedo negar que
estoy perdiendo el control.
Incluso cuando lo odio, lo deseo.
Imbécil.
—Has estado bebiendo, no puedes llevarla a casa.
—Kyle, entra a la casa antes de que te obligue.
—Me gustaría verte intentarlo, carajo.
Cierro la puerta del pasajero y observo por la ventanilla del conductor cómo ambos
hermanos se miran fijamente.
Me preparo, esperando a ver quién lanza el primer golpe. No sería la primera vez
que los dos se pelean. Pero antes de que eso ocurra, Kyle se da la vuelta y azota la
puerta con tanta fuerza que imagino que la casa entera se sacude, y desaparece de
mi vista.
—Lo siento —agrega Kane con tranquilidad mientras se sube al asiento del
conductor.
—No hace falta que me lleves. Puedo irme caminando. —Ofrezco. Sé que lo
último que Kane Legend quiere hacer esta noche es servirme de taxi.
—No.
Arranca el motor y sale en reversa de la entrada. Ninguno de los dos decimos
nada más.
Un millón de preguntas dan vueltas en mi cabeza mientras el silencio se alarga.
Quiero preguntarle sobre Kyle, sobre Gray, sobre esta noche y tantas otras cosas sobre
su vida, pero más que nada, quiero preguntarle sobre Letty, pero incluso con la
cantidad de vodka que corre por mis venas, no soy tan estúpida. Así que mantengo la
boca cerrada mientras él atraviesa las calles de Rosewood hasta que se detiene frente
a mi casa.
Todos están en casa y la única luz que se ve es la de la habitación de Zayn, donde
probablemente Poppy le está curando las heridas, entre otras cosas.
Casi me dan náuseas de solo pensarlo.
—¿Estarás bien? —Lo miro sorprendida al escuchar la preocupación en su voz.
Es tan diferente de la ira y la tensión que suele desprender en oleadas.
—No estaré cerca de ninguno de ustedes dos, estoy segura de que estaré bien.
Kane no responde, aunque siento que su mirada se clava en mi rostro.
Reprimo las preguntas que tengo de nuevo en la punta de la lengua y abro la puerta
de un empujón.
—Gracias —digo antes de cerrarla de golpe y dirigirme a la casa.
La puerta principal está sin llave. Probablemente Zayn la dejó así sabiendo que
yo los seguiría poco después.
Tomo unas pastillas y un vaso de agua de la cocina, con la certeza de que por la
mañana me va a doler mucho la cabeza, y subo a mi habitación.
En cuanto entro, me quito los zapatos de una patada, dejo que el vestido se deslice
por mi cuerpo y lo tiro al suelo mientras me dirijo a la cama. Encuentro una camiseta
de tirantes que me pongo para dormir antes de acurrucarme bajo las sábanas y desear
que el alcohol me sumerja.
Sin embargo, mientras estoy allí acostada, solo puedo imaginarme una cosa.
Kyle con esa morena estrujándose en su regazo.
Sé que todo esto es un simple juego de venganza para él. Esto es lo que quiere,
que yo sufra y me arrepienta de lo que le hice.
No debería doler tanto. Pero sé que no tengo el poder para detenerlo.
Porque me enamoré. Y él ya está destrozando mi corazón.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
HARLEY

F inalmente, me quedo dormida con los acontecimientos de la noche


reproduciéndose en mi mente. Las exigencias de Kyle de que me quedara y su
estado me hacen preguntarme si hice lo correcto.
«¿Debería haberme quedado y haberlo curado?» Después de todo, estaba
peleando por mí.
Mi sueño es agitado y entrecortado, pero sé que es mi mente la que no me deja
dormir del todo.
Hasta que me despierto de nuevo y escucho el roce de un zapato en la alfombra.
Abro los ojos de golpe, con el corazón en la garganta al saber que ha venido a
buscarme. Debería haberme imaginado que no me dejaría escapar fácilmente.
Una parte de mí se alegra de que se haya escabullido para buscarme de nuevo,
aunque sé que debería seguir enfadada con él. No obstante, también sé que en cuanto
me toque, mis barreras caerán, porque como siempre no puedo resistir mucho tiempo
cuando su tacto me quema por dentro.
El lado de la cama se hunde y me preparo para mirar sus ojos azules y someterme
a lo que sea que haya venido a arrebatarme.
Sin embargo, cuando una mano me tapa la boca y un par de ojos se clavan en los
míos, no son azules y me doy cuenta de mi error. Su otra mano me rodea la cadera,
me sujeta a la cama y me impide moverme para quitármelo de encima.
No es Kyle el que viene a demostrarme lo bien que se siente cuando estamos
juntos.
Un grito me desgarra la garganta, pero con su mano gigante cubriéndome la mitad
de la cara, ningún sonido sale de mí.
El corazón me golpea contra las costillas mientras el pánico empieza a apoderarse
de mí.
¿Por qué está aquí? ¿Por qué está Gray en mi habitación?
Abro mucho los ojos cuando él cierra el espacio que nos separa y su nariz choca
contra la mía.
Tiene la cara hinchada y aún cubierta de sangre y no puedo evitar desear que sea
tan doloroso como parece.
—Eres una maldita zorra estúpida, Harley.
Intento sacudir la cabeza, pero apenas se mueve bajo su doloroso agarre.
—Él no te protegerá esta vez. —Respira en mi oído, haciendo que la piel se me
erice. Incapaz de ocultar mi reacción al tenerlo tan cerca, mi cuerpo tiembla contra su
agarre—. Eres toda mía. Toda. La noche. La vamos a pasar muy bien, princesa.
—¡Vete a la mierda! —gruño contra su mano. No hay forma de que haya podido
descifrar las palabras, pero estoy segura de que podría adivinar lo que quiero decirle.
De todos modos, sus dedos me aprietan la mandíbula como castigo.
Como si no pesara más que una pluma, me levanta de la cama y me estrecha contra
su cuerpo, mi espalda contra su frente.
Lucho contra él. Mis codos vuelan, intentando hacer contacto con sus costillas ya
magulladas y rotas.
—Podemos hacerlo por las malas, Harley, o por las muy jodidamente malas.
Un gemido de frustración me desgarra la garganta mientras sigo intentando luchar
contra él, pero no soy rival para su tamaño y su fuerza, y para cuando mis músculos
empiezan a cansarse, ya me ha cargado escaleras abajo y me ha sacado por la puerta
principal.
Hay una camioneta negra estacionada en la acera. Nos lleva hasta donde está y
abre el maletero.
—No, no. ¡Noooo! —grito detrás de su mano mientras me golpea contra el coche,
inmovilizándome allí con su peso, y saca un rollo de cinta adhesiva antes de arrancar
un trozo.
—Tienes que aprender cuál es tu lugar, princesa —brama, soltando
momentáneamente su mano de mi boca y remplazándola con la cinta adhesiva.
Mi grito atraviesa el aire durante menos de un segundo antes de ser silenciado
de nuevo.
Lo observo con los ojos entrecerrados mientras me gira para que lo vea, intentando
demostrarle con la mirada cuánto lo desprecio.
«No te saldrás con la tuya, hijo de puta».
Puede que tenga razón. Puede que Kyle no luche por mí. Pero Zayn lo hará. Y en
cuanto descubra que no estoy en mi cama, donde debería estar, hará todo lo posible
por recuperarme.
Se inclina hacia mí y aparto la cara, no quiero mirarlo ni un segundo más.
Me agarra por la barbilla y me vuelve a atraer hacia él.
Mis dientes se aprietan por la necesidad que tengo de hacerle daño, pero con su
cuerpo oprimiéndome contra el auto y únicamente mis brazos libres, dudo que consiga
mucho. Levanto uno, en un breve momento de confianza, sin embargo, él lo ve venir
y su mano me agarra la muñeca, llevándomela a la espalda.
—¡Qué ni se te ocurra! —arremete, sus ojos rebotan entre los míos antes de bajar
a mi pecho—. No podría pedir más. —Levanta la mano que tiene libre y me pellizca
el pezón con sus dedos hasta que me arde de dolor. Ni siquiera me inmuto, mientras
la bilis se me revuelve en el estómago al tener sus asquerosas manos sobre mí—. Nos
vamos a divertir mucho. —Vuelve a prometer, dándome ganas de voltear la cabeza y
vomitar en el suelo. Se inclina sobre mí y su asqueroso aliento recorre mi cara.
Me da la vuelta y me aprieta tan fuerte contra la parte trasera de la camioneta
que me oprime el estómago. Antes de atarme los brazos a la espalda, me rodea las
muñecas con una soga.
—Súbete.
No hago ningún intento por moverme, lo que hace que la vena de su frente palpite
con irritación, pero supongo que mientras más tiempo pueda permanecer de pie en la
calle con la cinta adhesiva en la boca, más probabilidades tendré de que esto acabe
pronto.
Lamentablemente, no es así porque, al cabo de un segundo, me levanta una vez
más y me arroja al maletero como si no fuera más que un pedazo de basura.
Mi hombro duele al golpear primero contra el suelo, seguido rápidamente por mi
cabeza. El golpe me produce un destello luminoso detrás de los ojos, un instante antes
de que se apaguen todas las luces.
—¡Hijo de puta! —reviro contra la cinta mientras el motor retumba bajo mis pies.
Me arden los ojos, las lágrimas amenazan con salir, sin embargo, no tengo idea
de cuánto tiempo voy a estar aquí dentro y no tengo intención de que él me vea llorar.
Cierro los ojos, intentando mantenerlas a raya, y pienso en Kyle.
Él se dará cuenta de que he desaparecido y me buscará, ¿verdad?

NO SÉ CUÁNTO TIEMPO PASA, me quedo dormida, o inconsciente, no estoy


segura, pero por fin el auto se detiene y solo unos segundos después se abre el
maletero.
Se posa sobre mí una figura oscura frente al cielo de la madrugada. Debería ser
la señal de un nuevo día, de incógnitas emocionantes, pero creo que nunca he estado
menos emocionada y más aterrorizada en mi vida.
—Es hora de jugar, princesa.
Mete la mano, me agarra el brazo con tanta fuerza que no dudo que me dejará
moretones y me saca. Mis pies descalzos caen sobre la grava afilada y hago una mueca
de dolor.
Gray cierra el maletero bruscamente y me arrastra hacia un edificio oscuro de
aspecto siniestro.
Quiero llorar a cada paso que doy, es como caminar sobre fragmentos de vidrio,
y cuando me arrastra hasta la puerta y el suelo de cemento, casi suspiro de alivio.
La puerta no está cerrada y me tira al interior.
Lo primero que noto es el olor. Es rancio. No me sorprendería encontrar algún
tipo de animal pudriéndose en un rincón.
Se me revuelve el estómago y tengo arcadas mientras me adentra en el espacio
oscuro y húmedo.
Hay botellas esparcidas por todas partes, junto con agujas sucias y demás material
para consumir drogas. Está claro que no es solamente un almacén abandonado.
Los chicos de Creek solían hacer fiestas en edificios viejos casi todos los fines
de semana, o siempre que encontraban un lugar nuevo. Me pregunto si este es uno
de esos lugares. Tal vez ese olor sea de algún fiestero que llevó las cosas demasiado
lejos y se quedó en la oscuridad.
Un violento escalofrío me recorre cuando me detiene junto a una cosa gigante
parecida a un gancho que hay en el suelo.
—Bienvenida a tu nuevo hogar. Lo preparé bonito y cómodo para ti.
Miro fijamente la sábana delgada que cubre el cemento frío al otro lado del gancho
y cualquier lucha que hubiera tenido en mí parece desvanecerse.
No saldré de esto. Y si tiene razón y a Kyle no le importa, entonces existe la
posibilidad de que nadie me encuentre, al menos no hasta que sea demasiado tarde.
Jala con fuerza la cuerda que cuelga de mis muñecas y tropiezo con el suelo, el
piso áspero me raspa las rodillas mientras avanzo para evitar que me arrastre.
No necesito mirar por encima de mi hombro para saber que me está atando al
gancho.
—Perfecto —murmura, dando un paso atrás para apreciar su obra. Se agacha y
me mira fijamente a los ojos. Los suyos están casi negros de ira y odio—. He esperado
mucho tiempo para esto, princesa.
En un movimiento inesperado, estira la mano y me arranca la cinta de la boca. Me
duele muchísimo, casi como si me hubiera arrancado varias capas de piel, y aprieto
los dientes, impidiéndome gritar.
—¡Jódete! —escupo.
—Todo a su tiempo.
—Eres un maldito monstruo. Kyle debería haberte matado cuando tuvo la
oportunidad.
Se ríe como si la idea de que Kyle pudiera hacerlo le divirtiera.
Su rostro se vuelve serio una vez más antes de ponerse de pie y comenzar a
caminar de un lado a otro frente a mí.
—Él realmente te tiene lavado tu maldito cerebro, ¿no es así? Ese cabrón no es
capaz de nada. Ni siquiera pudo mantener a salvo mi maldita mercancía.
—¿Así que esto es por dinero? —pregunto, las piezas comenzando a encajar.
Todo lo que Kyle tenía consigo esa noche habría sido confiscado. Gray quiere
vengarse. Pero, ¿por qué yo?
—Puedo conseguirte dinero si es lo que quieres. —Ofrezco, aunque es
completamente mentira. No le voy a dar nada a este maldito.
Se ríe una vez más, con una sonrisa maníaca curvándole los labios, abriendo los
cortes una vez más y dejando que un hilillo de sangre le corra por la barbilla.
—No quiero el maldito dinero, Hunter, sin embargo, Kyle me debe y es hora de
que aprenda que estoy hablando en serio.
—Yo no le importo. Tú mismo dijiste que no iba a rescatarme, así que ¿qué sentido
tiene esto?
—Quizá me equivoqué. O tal vez no y simplemente voy a pasar los próximos días
dándote una lección para mi propia diversión.
—Estás enfermo. Él me encontrará y te matará, maldita sea. —Pongo toda la
convicción posible en mis palabras, pero, en el fondo, temo que tenga razón.
Kyle quería venganza. Puede que no sea él quien la imparta en este momento,
pero ¿siempre fue así como todo estaba destinado a terminar?
Me observa unos segundos más antes de desaparecer entre las sombras.
Puede que el sol esté comenzando a salir, pero en medio de este enorme espacio
apenas se nota por las grietas de luz que salen de las ventanas entabladas que rodean
el edificio.
Se tambalea un poco antes de reaparecer, pero al verlo con una botella de agua
en la mano me tiembla todo el cuerpo.
—¡No! —grito, suponiendo lo que ha disuelto en ese líquido.
—Lo siento, princesa, pero creo que te darás cuenta de que ya no puedes opinar.
Se deja caer frente a mí y me agarra la barbilla entre sus dedos. Mi piel ya está
muy sensible desde la última vez que me sujetó así y él lo sabe, hundiendo aún más
sus dedos.
—Bebe.
Aprieto los labios con toda la fuerza de la que soy capaz y sus ojos brillan de ira.
Sé que no debería provocarlo, no obstante, de ninguna manera beberé
voluntariamente lo que me dé.
—Maldita zorra estúpida. Ni siquiera sé por qué él quería follarte esa noche. No
eres nada especial.
—Tú parecías tener muchas ganas. Recuerdo lo dura que estaba tu polla mientras
la frotabas contra mi trasero.
No veo que mueve el brazo hasta que es demasiado tarde. El sonido de piel contra
piel resuena en el silencioso espacio que nos rodea un instante antes de que sienta
cómo me quema la mejilla.
—Ahora. Bebe. Maldita sea. —Aun así, mantengo mis labios cerrados cuando me
acerca la botella a la boca, deslizando el agua por mi barbilla y sobre mi camiseta de
tirantes—. Pareces una puta barata de mierda.
—Entonces es bueno que no me importe lo que pienses, ¿no?
Aprovecha que tengo la boca abierta y mete su pulgar en mi boca, lo que le permite
mantener mis labios entreabiertos para poder verter el agua adentro.
Expulso toda la que puedo, pero hay demasiada como para no tragarla. Espero
que no sea suficiente para que me afecte.
—Duerme un poco, zorra. La diversión comenzará en unas horas. —Con esas
palabras, se da la vuelta y desaparece entre las sombras.
Una vez que se ha ido, me rindo ante el llanto, aunque me niego a hacer ruido.
Me siento allí con las lágrimas cayendo en cascada por mis mejillas, con mi cuerpo
temblando por el frío y rezando para que no esté a punto de desmayarme,
permitiéndole hacer cualquier porquería enfermiza y retorcida que estoy segura que
ha ideado.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
KYLE

—¿Q uéllevarse
demonios fue eso? —le grito a Kane cuando vuelve a la casa después de
a Harley—. ¡Creía que estabas de mi lado, maldición! —Golpeo
su pecho con mis manos, pero ni siquiera da un paso atrás.
—Siempre estoy de tu maldito lado, Ky —gruñe, con la voz peligrosamente grave.
—¿Entonces por qué te la llevaste? Y borracho, carajo.
—No tengo que responderte, pero no estoy borracho. Me tomé dos putas cervezas
porque supe en el momento en que ese cabrón asomó la cara que alguien tendría que
poner orden, demonios.
—Y para empezar, ¿por qué no lo echaste? —Me enfurezco.
—Porque claramente tuvo las pelotas de aparecer después de...
—¿Después de? —pregunto, desesperado por saber si ha pasado algo entre ellos
desde que me fui.
—No, nada. No debería haber estado aquí. Pero como le pareció buena idea, quise
ver a qué estaba jugando.
—¿Y cómo te funcionó?
—Meh —replica, encogiéndose de hombros.
—Tenía sus manos sobre ella, Kane. No debería estar cerca de Harley, y mucho
menos tocarla. Ya ha amenazado...
—¿Ha hablado contigo?
Trago saliva con nerviosismo. No quería admitirlo. No quiero meter a Kane en
este lío más de lo que ya está. Ya ha hecho bastante por mí.
—Sí. Amenazó a Harley.
—¿Y no se te ocurrió contármelo? —brama.
—¿Qué habrías hecho? No puedes arriesgarte a matarlo y acabar encerrado tú
también.
Aprieta los dientes mientras piensa en todas las formas en las que probablemente
quisiera acabar con Gray por aquella jugarreta de hace un año.
Se lleva las manos al cabello y da unos pasos hacia atrás alejándose de mí,
tranquilizándose un poco.
—¿Sabes?, te dije que te alejaras de ella por una razón. —Casi susurra.
—Sí, bueno, no pude. Demándame, mierda.
—Ella significa todo para ti, ¿eh?
Abro los labios para decir que sí, pero me callo en el último momento.
—La estamos pasando bien por ahora.
—Kyle. —Respira—. Miéntete a ti mismo todo lo que quieras, demonios,
miéntele a ella. Pero ¿a mí? No, hermano. Nunca me mientas, ¿entendido?
Nos miramos fijamente en silencio.
—No podemos dejar que se acerque a ella. Quiere hacerme pagar y quiere darme
donde más me duela.
—¡No me digas! Es una de las razones por las que te dije que te mantuvieras
alejado. Sabía que volverías a enamorarte de ella.
—Yo nunca... no me... —Me clava una mirada de complicidad—. Esas chicas
Hunter son como la maldita kriptonita, ¿verdad? —digo, dándole la vuelta a la
situación.
—No lo hagas —suelta—. No me metas en esto. No tiene nada que ver conmigo.
—Tú nos trajiste aquí. Si pensabas que esto iba a pasar, ¿por qué no nos mudaste
al otro lado del país?
—Porque... porque no podía.
Entrecierro los ojos ante su respuesta llena de misterio, pero no intento averiguar
nada más. Conozco a mi hermano y sé que esta noche no voy a sacarle ningún secreto.
—¿Por qué te la llevaste? ¿Por qué si sabes que la necesito?
—Porque —suspira, sus hombros caen y la lucha lo abandona—. Era lo correcto.
Ella no necesita ser testigo de tu estado de ánimo.
—Créeme, sería mucho mejor si ella estuviera aquí.
—¿Por qué? ¿Porque la habrías usado para sentirte mejor? No lo olvides,
hermanito, te vi hace un rato con Zoe en tu regazo. No parecían importarte tanto los
sentimientos de Harley mientras sus labios estaban pegados a tu cuello.
—¡Eso fue por él! —bramo, levantando las manos con desesperación—. No
quería que viera lo mucho que la quería. —Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando
confieso mis sentimientos, pero él no dice nada—. Pensé que, si me veía con otra,
pensaría que Harley no me importa y se marcharía.
—Eres un maldito idiota, Ky. En cuanto se te pase la resaca, tienes que ir allí y
hablarlo con ella. Dile la maldita verdad. Déjala lidiar con todo esto junto contigo,
no la mantengas a oscuras. Las chicas Hunter no son débiles y las ofenderás si las
tratas como tales.
—Lo dice un experto —bromeo.
Se le desencaja la mandíbula de frustración y me recorre un pequeño escalofrío
al ver que no soy el único al que le tiemblan las rodillas con solo mencionar a una
de las Hunter.
—Esto no se trata de mí.
—No ahora, pero debemos encontrar el momento para hablar de ti.
—No hay nada de qué hablar.
—Claro.
Da un paso hacia mí, sin embargo, si cree que me voy a sentir amenazado por su
postura entonces está muy equivocado.
—Vete a la cama y descansa esta noche. Mañana a primera hora, ve a casa de los
Hunter y habla con ella.
—Hasta aquí llegó el querer que me mantuviera alejado de ella.
—A veces hay que aceptarlo en lugar de luchar.
Entrecierro los ojos.
—¿Eso es lo que estás haciendo?
—Vete a dormir, carajo. Puedes arreglar este desastre después de haberte
humillado ante ella para salir de esta mierda.
Antes de que pueda decir algo más, se marcha por el pasillo y desaparece en su
habitación.
La casa está destrozada, pero estoy demasiado furioso, borracho, drogado y
excitado para que me importe. Dándole la espalda, sigo órdenes y caigo de cabeza
en mi cama.
Antes de sucumbir al cansancio, busco su contacto en mi teléfono y la llamo.
Suena y suena.
No debería sorprenderme, probablemente lleva mucho tiempo dormida o me está
ignorando. O quizá ambas cosas.

ME DESPIERTO cuando mi celular comienza a vibrar en mi mano, al parecer, me


quedé dormido todavía sujetándolo.
—¿Harley? —pregunto, acercándomelo a la oreja sin mirar la pantalla. Me duele
toda la cara al hablar recordándome la noche anterior.
—No, Stella —dice la voz—. Pero hablando de ella, supongo que por tu saludo
no está contigo.
Me apoyo en la cabecera, la cabeza me da vueltas por el alcohol de la noche
anterior.
—N… no, ella no está aquí. Kane la llevó a su casa después de que las cosas
se pusieron un poco... ¿Por qué?, ¿qué pasa? —inquiero, dándome cuenta de que
probablemente todo esto no le importe en este momento.
—Habíamos planeado vernos para desayunar, sin embargo, ella no apareció y su
celular no deja de sonar.
—Probablemente sigue durmiendo o apuñalando a un muñequito vudú mío.
—Anoche lo arruinaste —confirma, no es que necesitara escucharlo—. Entonces
iré a su casa, si no está contigo.
—Estaré allí después de ducharme. Tengo que humillarme ante ella.
—Lleva comida, podría endulzar la disculpa.
—Hablas en serio, ¿no?
—Claro que sí. La forma de llegar al corazón de una mujer, es tener un pene
grande, un montón de orgasmos, y buena comida.
—Gracias por eso. —Me obligo a decir a través de la impresión—. Mándame un
mensaje cuando la encuentres.
—Lo haré. Hasta luego.
Termina la llamada antes de que pueda despedirme. Me río mientras me quito el
teléfono de la oreja. Quien tenga la suerte de atraparla se va a divertir mucho.
Inclino mi cara hacia el techo y me doy dos minutos antes de levantarme de la
cama y dirigirme a la ducha para bañarme.
Al mirarme al espejo, recuerdo todo lo que preferiría olvidar de la noche anterior.
Puede que nosotros hayamos ganado la pelea, pero aún tengo las pruebas de lo que
ocurrió, y estoy seguro de que Zayn también.
Mi ojo tiene un tono morado y apenas se abre, y la herida de mi labio ha vuelto
a partirse gracias a mi conversación con Stella.
Levanto la mano para limpiarme una gota de sangre y hago una mueca de dolor.
Hijo de puta.
Ni siquiera debería haber estado aquí, y mucho menos haberle puesto las manos
encima a mi chica.
«Mi chica».
Demonios, claro que sí. Creo que Kane tiene razón y es hora de poner las cartas
sobre la mesa.
Me ducho, me visto, tomo una bebida energética del refrigerador y dejo atrás el
caos que es nuestra casa. Por lo que sé, Kane sigue en su habitación. Aunque sabiendo
cómo se comporta desde que regresé, no me extrañaría que ya se hubiera escapado.
Llego a casa de Harley en un tiempo récord, el trayecto se me hace borroso, mi
atención se centra únicamente en lo que tengo que decirle. Las verdades que tengo
que confesarle.
Abro la puerta de mi auto después de estacionarme en la entrada y cuando salgo,
Stella baja corriendo los escalones de la casa, seguida rápidamente por Zayn.
—¿Qué pasa? —indago, las miradas de desconcierto en sus rostros hacen que se
me revuelva el estómago.
—Ella no está aquí —responde Stella. Su voz es fría y tranquila, aunque sus ojos
delatan sus verdaderos sentimientos.
—Pero estuvo. La escuché llegar a casa —añade Zayn—. Nadie la ha visto. No
está con nadie que conozcamos.
—¡Mierda! —Respiro, llevándome la mano al cabello, irritado cuando encuentro
mi gorra.
—Él no lo haría. ¿Verdad? —pregunta Zayn, reflejando mi preocupación.
—Espero que no, carajo.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo y lo saco.
El número desconocido que aparece en mi pantalla hace que se me retuerza el
estómago.
—¿Qué pasa? —cuestiona Stella al ver mi reacción.
—N… no lo sé.
Se pone a mi lado y mira cómo abro el mensaje.
—¡Maldita sea! —bramo mientras Stella jadea a mi lado—. ¡Maldito cabrón!
—¿Qué...? —Zayn me quita el teléfono de la mano, sus ojos se abren de par en
par mientras mira la foto de su hermana.
Su hermana, atada, amordazada, apenas vestida y desmayada.

—¡KANE! —grito, corriendo por la casa con Zayn pisándome los talones. No me
molesto en tocar, atravieso la puerta de su habitación. Por suerte, sigue dormido en
la cama, aunque se levanta rápidamente cuando entramos a su habitación—. ¡Él la
tiene! ¡Gray la tiene!
—¿Q… qué? —pregunta, incorporándose lentamente y quitándose el cabello de
los ojos.
—Gray tiene a Harley —replico con mucha más calma de la que siento—. Tienes
que levantarte ya.
Las palabras tardan dos segundos en llegar a su cabeza antes de que grite:
—¡Mierda! —Tira las sábanas y se levanta.
—¿Dónde están?
—Ni idea, pero me envió esto.
Le paso mi celular y lo estudia en silencio durante unos segundos.
—Sé dónde es esto.
—¿Cómo? —cuestiono con total incredulidad—. ¿Cómo es posible que lo sepas?
Está bien, no analicé cada parte de la imagen, mis ojos estaban fijos en Harley,
pero no vi nada que pudiera delatar su ubicación.
—Simplemente lo sé. Nos vemos en mi auto —exige, tomando unos pantalones
deportivos del suelo y poniéndoselos mientras salimos.
—Pero...
—¿De verdad quieres discutir ahora? —Me clava una mirada que me hace
recapacitar.
—No. Deprisa —respondo por encima de mi hombro mientras salgo corriendo de
la casa, empujando a Zayn por delante de mí.
Tomo las llaves del auto de Kane y entramos. Yo adelante y Zayn atrás.
Cada músculo de mi cuerpo se tensa mientras me concentro en esa imagen que
tengo grabada en mis retinas.
Parece tan débil, tan destrozada, tan vulnerable.
Si ese hijo de puta la toca e intenta tomarla… un violento escalofrío recorre todo
mi cuerpo, una mezcla de rabia y devastación por haber dejado que esto ocurriera.
—Date prisa, maldita sea —murmuro en voz baja sin dirigirme a nadie.
—Espero que sepas que en cuanto la salvemos, te voy a matar —amenaza Zayn
en voz baja desde atrás.
Abro la boca para mandarlo a la mierda, pero me trago mis palabras, porque tiene
razón.
—Como deberías.
—Te la estás cogiendo, ¿verdad?
—Sí, hermano.
—Si la has tratado como a un pedazo de basura, juro por Dios que... —Me retuerzo
en el asiento para mirarlo, con mis ojos entrecerrados por la curiosidad—. Maldito
imbécil —gruñe, la lucha abandona su voz mientras Kane se deja caer en el asiento
del conductor y acelera el motor.
—¿Listos para acabar con este cabrón de una vez por todas?
—Menos palabras y más acción, hermano.
No necesito mirarlo para saber que acaba de poner los ojos en blanco.
Atraviesa nuestra calle y gira hacia Harrow Creek.
Todo el trayecto hasta nuestra ciudad natal es silencioso y tenso.
Sigo sin entender cómo Kane sabe dónde está con tan solo ver una foto oscura,
pero no voy a cuestionarlo. Solo espero que tenga razón, porque si llegamos allí y ella
no está, no sé qué diablos voy a hacer.
Me muevo en el asiento, frotándome los muslos con las manos por la necesidad
de hacer algo.
—Cálmate. Te necesito preparado.
—¿Preparado para qué?
—Para recuperar a tu chica.
Un gruñido grave retumba en la parte trasera del coche, aunque ambos lo
ignoramos. Sabía que Zayn se pondría furioso cuando descubriera que había estado
detrás de su hermana menor. Pero en este momento, su opinión me importa una
mierda. Solo necesitamos encontrarla. Podemos discutirlo más tarde.
Murmuro una especie de acuerdo mientras aprieto los puños una y otra vez, viendo
cómo se abren las grietas de mis nudillos y recordando lo bien que me sentí al golpear
a ese imbécil anoche.
Gracias a la imprudente forma de conducir de Kane, llegamos a Creek en un
tiempo récord y nos dirigimos hacia un almacén abandonado en el que nunca había
estado, al otro lado de la ciudad donde crecimos.
Sé que Gray tiene bajo su control a Harrow Creek High y los parques de remolques
de los alrededores, sin embargo, no sabía que su alcance llegara tan lejos. Está claro
que las cosas han cambiado en mi año de ausencia.
No tengo la oportunidad de pensar demasiado en ello, no es que realmente me
importe si está en el territorio de otra persona, solo significa que hay más posibilidades
de que muera esta noche.
—Bingo —dice Kane al doblar una esquina y encontrar el auto de Gray
estacionado a medio camino entre los arbustos. Si está tratando de ocultarlo entonces
está haciendo un pésimo trabajo.
—Bueno, ¿cuál es el plan? —agrega Zayn.
—Entramos ahí y le arrancamos la maldita cabeza —anuncio.
—Oh, ¿y cómo vas a hacer eso, hermano? ¿Estás armado?
—Bueno, no, pero...
—Maldita sea. Yo me encargo, sígueme y no hagas nada a menos que yo te lo diga.
Sale del vehículo antes de que alguno de nosotros acepte, y nos apresuramos a
alcanzarlo cuando empieza a caminar hacia el almacén.
El lugar está en silencio, únicamente se escucha el lejano canto de los pájaros y
el movimiento de los árboles que danzan con el viento.
Kane se acerca a una puerta y se asoma al interior mientras Zayn y yo compartimos
una mirada. Puede que esté furioso conmigo, pero su preocupación por su hermana
brilla más en sus ojos.
—La recuperaremos —aseguro. Asiente con la cabeza, pero sé que mis palabras
no son de mucha ayuda. Todos sabemos de lo que es capaz Gray, así que sabemos
lo arriesgado que es esto.
En un segundo Kane está parado justo ahí, y al siguiente se ha ido, desaparecido
en la oscuridad dentro del edificio.
—Mierda —respiro, corriendo tras él.
El lugar está oscuro y huele a muerte, lo que no ayuda a aliviar el pavor que siento
en el estómago.
Una sola luz ilumina un lugar en el suelo cuando llego detrás de Kane y, en cuanto
me hago a un lado para ver la escena que tenemos enfrente, se me hiela la sangre.
—¡Déjala en paz, carajo! —reviro antes de darme cuenta de que he hablado.
Kane gruñe frustrado porque acabo de alertarle de nuestra presencia, pero
enseguida lo ahoga el zumbido que me pasa por los oídos.
Ese hijo de puta está encima de mi chica.
Aprieto los puños y muevo la pierna para correr hacia adelante.
Kane extiende el brazo y me detiene.
—Espera —ordena, y yo obedezco de inmediato, suponiendo que sabe más que
yo.
Y tiene razón, porque, al cabo de un momento, se levanta, se mueve detrás de ella
y arrastra su cuerpo inerte desde el suelo, con el cuchillo en su otra mano brillando
bajo el foco que apunta a Harley.
Mis ojos se posan en ella y me arde el pecho del dolor. Todo su cuerpo y la poca
ropa que la cubre están sucios, su piel está cubierta de cortes y rasguños.
Apenas consigue levantar la cabeza y sus ojos se clavan en los míos.
—Kyle —musita, pero está demasiado débil para emitir un sonido.
—¡No te muevas, maldita sea! —brama Kane una vez más mientras Gray presiona
su cuchillo contra su garganta.
—Muévete y la mato aquí mismo —advierte mientras Harley se queja.
—Dispárale, carajo —le murmuro a mi hermano, sabiendo que no se metió en
esto desarmado como lo hice yo.
—No me arriesgaré, aún no. Se moverá más rápido.
—Mierda.
El tiempo parece detenerse mientras todos permanecemos inmóviles mirándonos
unos a otros.
Hasta que se escuchan tres pisadas detrás de nosotros. Algo me pasa por la oreja
y Gray grita, tambaleándose hacia atrás y soltando a Harley.
Corro hacia ella sin siquiera pensarlo, con la necesidad de atraparla antes de que
caiga al suelo duro mientras Gray gime de dolor.
—Te tengo —digo en voz baja—. Te tengo. No pasa nada.
Subo su frágil cuerpo a mi regazo y la abrazo con fuerza mientras tiembla y solloza
en mis brazos.
—Kyle —solloza, y el dolor me desgarra el pecho al escuchar la tristeza de su voz.
La abrazo con más fuerza, esperando que pueda tomar algo de fuerza de mí
mientras se escuchan más pasos.
—¡Maldición, Stella! —Jadeo. Me quedo boquiabierto cuando sale de entre las
sombras con una pistola colgando y un silenciador en el extremo.
Recorre la escena con la mirada antes de posar sus ojos en Harley, que está en
mis brazos.
Entreabre los labios para decir algo, pero alguien se le adelanta.
—Buen tiro, nena —dice un hombre mayor mientras le rodea el hombro con el
brazo y le besa el cabello.
Mientras miro fijamente a ambos, unos cuantos tipos más entran corriendo y van
directamente hacia Gray, lo levantan del suelo, ignorando sus gritos de dolor, y lo
sacan a rastras del almacén.
—¿Qué carajo está pasando aquí? —grita Kane, mirando entre Stella, el hombre
que supongo que es su padre, Harley y yo.
—¿Cómo supiste dónde estábamos?
—Lo seguí anoche después de que lo echaran de la fiesta. Sus chicos lo trajeron
de vuelta a Harrow Creek y lo dejaron en su remolque. Puse un rastreador en su auto.
—Pusiste un... claro, por supuesto que lo hiciste —murmuro.
—Entonces, cuando te fuiste y me dejaste desconsideradamente en la entrada de
la casa de los Hunter, tomé cartas en el asunto. Y ¿no te alegras de que lo hiciera?
—Pero... ¿cómo...?, ¿quién eres? —tartamudea Kane, para diversión de Stella y
su padre.
—Nadie de quien tengas que preocuparte, hijo —agrega el hombre.
Me enfoco en él. Tiene puesto un elegante traje negro, camisa y corbata. Su cabello
es casi igual de oscuro, con algunas canas a los lados. Pero su rostro es una máscara
sepulcral. Me da un escalofrío de miedo. Sea quien sea, no querrás estar en su contra,
lo sé a ciencia cierta.
—Voy a encargarme de ese desgraciado. ¿Estás bien? —le pregunta a Stella.
—Sí, estamos bien.
Asiente con la cabeza una vez, le aprieta el hombro y se marcha.
Todos nos quedamos en silencio mientras él desaparece en la oscuridad y nadie
habla hasta que sus pasos se desvanecen y un coche se aleja a toda velocidad.
—De acuerdo, ¿qué carajo acaba de pasar? —cuestiona Zayn.
—La salvé de ese maldito enfermo. Ahora larguémonos de este basurero, ¿sí?
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
HARLEY

M e retuerzo, intentando quitarme sus manos de encima. Sus dedos son como
pequeñas navajas contra mi piel, y desearía que me la arrancara
completamente para no tener que sentirlas.
Perdí la noción del tiempo instantes después de que me abandonara en aquel
espacio oscuro sin saber cuándo iba a reaparecer.
Quería mantenerme despierta, alerta, pero era imposible luchar contra la oscuridad
que me invadía.
Entraba y salía de la realidad, cada vez que me despertaba, me encontraba más
aterrorizada que la anterior.
—¡No! —grito cuando vuelvo a despertarme y él está allí, cerniéndose sobre mí
con una expresión macabra cubriéndole el rostro.
—Es hora de jugar, zorra.
—¡NOOOO! —exclamo.
—Gatita, no pasa nada. Solo soy yo. —Me tranquiliza una voz conocida al oído.
Continúo unos segundos más hasta que mi cerebro narcotizado registra de quién
se trata.
—¿Kyle? —resuello, todo mi cuerpo se relaja en su abrazo. Intento acurrucarme
sobre su regazo para detener el frío que asalta mis huesos.
—Toma, envuélvela con esto —agrega otra voz familiar.
—¿Z… Zayn?
—No pasa nada, hermanita —dice suavemente mientras una tela cálida y suave
me envuelve.
Los brazos de Kyle me rodean con más fuerza y sucumbo al agotamiento que
intenta reclamar mi cuerpo.
Ahora estoy a salvo. Puedo relajarme.
Lo siguiente que recuerdo es que me sacan del auto, aún en brazos de Kyle.
Mientras esté aquí, sé que nadie podrá hacerme daño y ni siquiera me molesto en
abrir los ojos.
Sé que estamos en nuestra casa en cuanto atravesamos la puerta principal; el olor
familiar de las velas favoritas de mamá casi me hace suspirar de alivio.
—Mamá —pronuncio apresuradamente. No puede verme así.
—No pasa nada, no está aquí, Har —indica Zayn mientras Kyle me lleva en brazos
escaleras arriba.
—Iré a preparar un baño —avisa Stella, con sus pequeños pasos avanzando
delante de nosotros.
No abro los ojos ni siquiera cuando Kyle nos lleva a mi habitación. No quiero
mirar mi cama.
Este es un lugar en el que debería sentirme segura, pero saber que llegó a mí tan
fácilmente me hace sentir todo lo contrario.
¿Y si vuelve?
¿Y si esto no ha terminado?
—Todo terminó, Harley —señala Stella en voz baja, haciéndome comprender que
debo de haber dicho esos pensamientos en voz alta—. Mi padre lo tiene. No volverá
a atacarte.
Al escuchar sus palabras, abro los ojos de golpe y mi mirada se posa en ella. Sus
ojos se suavizan mientras se agacha al lado de donde estoy sobre el regazo de Kyle
en el borde de mi cama.
—Pero...
—No tienes por qué preocuparte. No volverá por ti —asegura, con los ojos
suplicándome que le crea.
—B… bien —suspiro, necesitando confiar en ella.
—Te preparé un baño, Harley. ¿Quieres que...?
—No, Kyle puede hacerlo. —Un gruñido retumba al otro lado de la habitación y,
cuando miro, me encuentro a Zayn en la puerta, con una expresión homicida en su
rostro y a Poppy, que parece preocupada, entre sus brazos. Tiene los labios apretados
y una vena que estoy segura de no haber visto nunca palpitándole en la sien.
—Está bien, Z.
—No, no lo está, Har. De verdad que no, maldición. —Echa humo antes de darnos
la espalda y marcharse. Sus pasos llenos de ira bajan las escaleras dejando atrás a
Poppy.
—Estará bien. Preocúpate por ti —expresa, acercándose, sentándose a nuestro
lado y tomando mi mano—. Deja que Kyle te cuide, yo me ocuparé de Zayn —
promete mi amiga.
—G… gracias.
—No hace falta que me lo agradezcas, Har. —Se inclina hacia mí y me da un beso
en la frente—. Es lo que hacen las hermanas.
Un sollozo retumba en mi garganta ante sus palabras.
—Sí.
Me aprieta un poco la mano.
—Iré a buscarlo. Probablemente se esté desquitando con la casita del árbol.
—Esperando el momento oportuno hasta que pueda golpearme la cara.
—Sí —murmura Poppy—. Tal vez te convenga cuidarte la espalda.
—Aceptaré lo que venga. Me lo merezco. —Kyle se encoge de hombros mientras
Poppy se va.
—¿Dónde está Kane? —inquiero, notando su ausencia por primera vez.
—No lo sé. Se largó en cuanto nos dejó.
—Har, ¿quieres que me quede? —pregunta Stella tras unos minutos de silencio.
—Umm... —Dudo.
—No pasa nada. Puedo quedarme un rato abajo. Ruby y Ash vienen para acá.
—De… de acuerdo. Gracias, Stella. Ni siquiera...
—Shhh. —Me tranquiliza—. No tienes que agradecérmelo, chica.
—Ni siquiera...
—Está bien. Hablaremos más tarde, ¿sí?
Me aparta un mechón de cabello de la cara antes de levantarse y salir de la
habitación, dejándonos solos por primera vez.
—Lo siento muchísimo, Har.
Suelto un sollozo y esta vez no puedo contener las lágrimas. Me acurruco en su
pecho y lloro deseando que las lágrimas borren para siempre los recuerdos de esta
noche de mi cabeza.
—Vamos a asearte y luego podrás dormir —susurra mientras se levanta, conmigo
aún en brazos, y camina hacia el baño.
El aroma de mis burbujas favoritas llena el aire y suspiro, necesitando sumergirme
en el agua caliente y quitarme la suciedad.
—Voy a bajarte, ¿está bien? —Asiento con la cabeza y Kyle deja caer mis pies
al suelo.
Siento las piernas débiles e inestables, pero consigo mantenerme en pie con el
apoyo del inodoro mientras él me quita la camiseta estropeada y me baja las bragas
por las piernas.
Observo cómo sus ojos recorren todos los cortes y rasguños. Ninguno es grave,
pero su aspecto es bastante horrible.
—¿Él te...? —Kyle se detiene—. Lo siento. No contestes. —Sus ojos azules
buscan los míos y jadeo cuando los encuentro llenos de lágrimas sin derramar.
Se levanta y su pecho roza mis pezones desnudos, provocando que una chispa de
lujuria recorra mi cuerpo. Es una sensación agradable después de la desesperanza de
las últimas horas.
Estaba segura de que lo único que sentiría sería la lenta y dolorosa muerte que
Gray me hubiera concedido.
Sus manos me acarician las mejillas y sus pulgares apartan las lágrimas silenciosas
que siguen recorriéndome las mejillas.
—Maldita sea, Harley. Pensé...
—Calla, ahora no, ¿está bien? Solo necesito... necesito que me abraces.
—B… bueno. —Su voz se quiebra con esa única palabra y una lágrima cae por
fin de sus ojos.
Mi corazón se rompe al verla.
Mi pobre chico destrozado.
—Estoy bien —aseguro, rodeando su nuca con mi mano, acercándome y
apretando mi frente contra la suya—. Estoy bien. Me salvaste.
—Dios, Gatita. Nunca debiste... —Presiono sus labios con dos dedos,
interrumpiendo sus palabras.
—Desvístete —ordeno, bajando la mano una vez más y jalando su camiseta.
—¿Estás segura? —Lo miro un segundo y arqueo una ceja—. De... acuerdo.
Me levanta del suelo y me lleva a la bañera. En cuanto el agua caliente envuelve
mi piel, jadeo de alivio.
—¿Se siente bien? —pregunta, con la primera pizca del humor que tanto me gusta
de él en sus palabras.
—Como no te imaginas.
Me baja hasta el fondo, el agua y las burbujas envuelven mi cuerpo roto y
maltratado.
Puede que Gray no me haya tenido cautiva por mucho tiempo, pero sin duda me
dejó sus huellas.
Me rodeo las rodillas con los brazos y apoyo la barbilla encima mientras veo a
Kyle desnudarse.
Su cuerpo está en un estado similar al mío después de la pelea de anoche. Tiene la
cara hecha un desastre y las costillas llenas de moretones. Sin embargo, sigue siendo
el hombre más guapo que he visto en mi vida. Sus músculos se ondulan cuando se
mueve, ofreciéndome un bonito espectáculo que me hace olvidar la realidad durante
unos segundos.
—Muévete hacia adelante, Gatita.
Hago lo que me dice y, en cuestión de segundos, se hunde detrás de mí y vuelve
a estrecharme entre sus brazos.
Sus labios se acercan a mi cabeza y presionan mientras me abraza con fuerza.
—No puedo perderte, Har. No puedo, carajo.
Sus palabras resuenan en mi cabeza durante mucho tiempo. Quiero
corresponderle, pero tengo la cabeza demasiado confusa para hablar de algo tan serio
como eso ahora mismo. No he olvidado lo que pasó anoche ni a la chica.
Pero en este momento, lo necesito. Necesito estar entre sus brazos y empaparme
de su fuerza. Después me preocuparé del resto y de lo que nos espera.
Nos desliza hacia atrás, me aprisiona el cuerpo con las piernas y rodea mi pecho
con sus brazos, tan fuerte que me cuesta respirar, aunque no se lo voy a decir.
Después, toma mi esponja, agrega una tonelada de gel de ducha y empieza a
enjabonarme la piel.
La sensación es increíble mientras limpia toda la suciedad de mis horas
inolvidables.
Gimo, me inclino hacia él con más fuerza y siento su longitud presionarme la
parte baja de la espalda.
Mis dedos se clavan en sus muslos mientras él sigue recorriendo mi cuerpo,
incendiando mi piel con su suave tacto.
—Ky —gimo cuando me roza los pechos.
—No me provoques, Gatita.
—Hazme olvidar, Ky.
—Gatita —gruñe, claramente insatisfecho con mi petición—. Acabas de pasar
por el mismo infierno.
—¿Cierto? Pues llévame al cielo.
—Maldita sea, Har.
Deja la esponja a un lado de la bañera y desliza sus dedos por mi vientre, separando
mi centro y encontrando mi clítoris.
—¡Oh, Dios! —gimo cuando sus dedos bajan hasta mi entrada mientras su pulgar
rodea mi clítoris.
—Disfrútalo, Gatita. Es todo lo que vas a conseguir hasta que te recuperes —
advierte, aunque su miembro, que me golpea en la espalda, dice lo contrario.
Si no estuviera tan agotada, me lo tomaría como un reto para ver lo rápido que
puedo doblegarlo.
Su otra mano se acerca a mi pecho, me pellizca y tira del pezón, aumentando el
placer que asalta mi cuerpo.
—Vente para mí, Gatita. Muéstrame lo bien que se sienten mis dedos dentro de
tu coño.
—¡Kyle, mierda! ¡Kyle! —exclamo mientras caigo al vacío. Todo se desvanece
a medida que el placer absorbe el miedo y la desesperación que me consumieron la
noche anterior.
Continúa acariciándome hasta que mi cuerpo deja de palpitar alrededor de sus
dedos antes de sacarlos y apoyar posesivamente su mano sobre mi vientre mientras
mi pecho se agita y mi ritmo cardíaco empieza a volver a la normalidad.
El silencio vuelve junto con mis recuerdos y me estremezco contra él.
—El agua se está enfriando, deberíamos salir.
Me trago mi decepción. Aún no estoy lista para que esto termine.
—¿Me... me puedes lavar el cabello? —pregunto casi nerviosa.
—Lo que tú quieras, Gatita.
Me agacho y dejo que me moje el pelo antes de que empiece a masajearme el
cuero cabelludo con champú.
La sensación es increíble y casi le exijo que continúe cuando me anima a echar la
cabeza hacia atrás para que pueda quitarme las burbujas.
—Vamos, es hora de salir.
Me siento hacia adelante, dejando que salga de la bañera primero y observo su
trasero mientras camina hacia el estante de las toallas.
Su erección es evidente incluso con la toalla alrededor de su cintura.
Se da cuenta de lo que capta mi atención mientras se acerca a mí, desliza sus
manos por debajo de mis brazos y me levanta para ponerme de pie.
—Deja que te cuide, Gatita.
Se inclina hacia adelante y roza sus labios con los míos en el beso más dulce que
creo haber recibido en mi vida, y justo cuando estoy lista para que lo intensifique, se
aparta, me levanta y me envuelve en una toalla tibia.
Después de levantarme de nuevo, me lleva a mi habitación y se dispone a secarme
y vestirme para acostarme antes de animarme a meterme bajo las sábanas.
—No me dejes —demando aterrada, tratando de agarrarle la mano cuando se
dirige hacia la puerta.
—Solo voy a devolver las toallas y recoger mi ropa.
—B… bien —susurro, sintiéndome tonta, pero sin querer que me deje sola.
—Hay comida y algo de beber si lo necesitas. —Me señala la mesita de noche y
encuentro un pequeño picnic esperándome. No sé quién lo preparó mientras
estábamos en la bañera, pero nunca había agradecido tanto ver un vaso de agua—.
Probablemente debería haberlo pensado antes, ¿eh?
—Lo has sido todo, Ky —respondo con sinceridad.
—Ahora vuelvo —promete, y menos de dos minutos después se está metiendo en
la cama conmigo, estrechándome entre sus brazos y animándome a dormir.
Segundos después, hago exactamente lo que me dice y dejo que el sueño me
reclame.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
KYLE

D eslizándome desde debajo de Harley, que está dormida, me siento en el borde


de la cama y la observo durante unos segundos, asegurándome de que no va a
despertarse con mi movimiento. Recorro con la mirada los moretones y cortes
que tiene en la cara y aprieto los puños con la necesidad de encontrar el lugar al que
se llevaron a ese cabrón y acabar con él de una vez por todas. Una bala en el hombro
no es suficiente.
Contento de que esté profundamente dormida, me pongo la ropa y salgo de la
habitación.
—¿Cómo está? —Stella y Poppy preguntan simultáneamente cuando entro en la
cocina de los Hunter.
—Durmiendo. Gracias por la comida.
—Era lo menos que podíamos hacer —destaca Poppy en voz baja, la compasión
por su amiga rebosando en sus ojos.
—Eso fue realmente impresionante de tu parte —halago, clavándole una mirada
a Stella.
—No fue nada. —Se encoge de hombros.
—¿Cuándo aprendiste a disparar así?
—Mi padre me hizo practicar mi puntería cuando apenas podía levantar un arma.
Es un gran aficionado a la defensa personal.
—¿Quién es exactamente tu padre?
—No conozco todas las respuestas, pero sé que sus hombres se asegurarán de que
Gray se arrepienta de haber respirado el mismo aire que Harley, y mucho más de
haberle puesto las manos encima.
—¿Lo matarán? —indago, necesitando saber que va a ser borrado del planeta.
—No serán tan generosos.
Mis ojos se entrecierran sobre ella, sin embargo, se limita a negar con la cabeza,
diciéndome que eso es todo lo que voy a sacarle.
No me creo su respuesta ni por un segundo. Sabe exactamente lo que hace su
padre. Es imposible que tuviera acceso a armas y rastreadores con tanta facilidad si
no lo supiera.
—¿Anda Zayn por aquí?
—¿Tienes ganas de morir? —pregunta Poppy, forzando una carcajada.
—No lo sé, por lo que he escuchado, se libró muy fácilmente de tu hermano, así
que no puede ser muy duro conmigo.
—Sí, continúa diciéndote eso —murmura—. Está en el jardín.
—De acuerdo, deséame suerte.
—Ten, llévale un café como ofrenda de paz. —Ofrece Poppy, saltando y
preparándole una taza.
—¿Me das uno?
—Por supuesto.
Con dos tazas de intenso café negro en la mano, me dirijo hacia la parte trasera
de la casa.
Sé dónde está antes de verlo, el humo que flota desde el otro lado del camastro lo
delata, y el amargo aroma de la marihuana también.
—Toma —digo, dejando las tazas sobre la mesa, entre su camastro y otro vacío.
No dice nada, pero noto que todo su cuerpo se tensa al escuchar mi voz.
Cuando lo miro, veo que me observa con una mirada severa y que el mismo
músculo de la sien le palpita hasta tal punto que me preocupa que esté a punto de
sufrir un infarto.
Parpadeo y ya no está recostado con su cigarro entre los labios, sino justo delante
de mí, con su nariz rozando la mía y mi camiseta agarrada con su puño.
Su aliento me cubre la cara mientras sus ojos oscuros y furiosos me miran.
—Vamos —incito, extendiendo las manos a los lados—. Pégame. Haz lo que
creas que mejorará las cosas.
—Se suponía que ella estaba prohibida, hombre —arremete, apretando con más
fuerza mi camiseta.
—Lo sé, y créeme, me contuve durante mucho tiempo.
—Aquella noche. Estaba contigo, ¿verdad? —pregunta, pero sé que ya sabe la
respuesta—. ¿Te la follaste?
—N… no. Solo nos besamos. —Gruñe en señal de advertencia, pero continúo,
ya es hora de que todo esto salga a la luz—. Aunque quería hacerlo y pensé que por
fin era nuestro momento. La había observado, y deseado desde lejos durante mucho
tiempo. Pero allí estaba ella, y tú no y... ella estaba tan interesada como yo. Ojalá me
la hubiera llevado más pronto. Si la hubiera sacado de allí esa noche entonces...
Él asiente.
—¡Lo odio, carajo!
—Somos dos. Si no hubiera sido porque Har llamó a la policía, me da miedo
pensar en lo que habría pasado esa noche.
—¡Mierda! —brama, soltándome y frotándose las manos sobre su cabello corto,
con una mueca en el rostro como si sintiera dolor físico.
—Realmente quiero hacerte daño, maldita sea —admite, dándome la espalda.
—Tienes el camino libre. Me lo merezco.
Mira por encima de su hombro, sus ojos se clavan en los míos. El saber lo que
podría haberle pasado a Harley esa noche, junto con lo que casi le pasó anoche, los
oscurece aún más de lo normal y, antes de que me dé cuenta, su puño no vuela hacia
mi cara, sino que me abraza, con sus puños cerrados golpeándome la espalda.
—Más te vale que la cuides, carajo. Si la lastimas...
—No lo haré —prometo, con la voz llena de una confianza en mí mismo que no
siento.
Creo que él también lo sabe, porque una carcajada vibra en su pecho.
—Qué gran mentira —agrega riendo mientras se aparta de mí—. Los dos somos
chicos de Harrow Creek, está en nuestro puto ADN.
—No sé —digo, dejándome caer de nuevo en el camastro junto al que él está ahora
—. Parece que estás haciendo un buen trabajo con Poppy.
Se ríe.
—¿Conoces a su hermano, verdad? Mi vida no valdría la pena.
—Conozco ese sentimiento —bromeo.
—Aún estoy a tiempo de golpearte, ¿sabes?
—Sí, y estoy seguro de que algún día lo harás.
Se queda en silencio unos segundos.
—¿Quién era la chica de anoche?
—Ni puta idea. Fue una forma estúpida de hacer que Gray pensara que no quería
a Har. Se dio cuenta de la jugada perfectamente.
—Espero que sepas que ya la estás jodiendo antes de empezar.
—Lo sé. Debería haberle dicho la verdad sobre él. Pensé que la estaba
protegiendo. Fue ingenuo de mi parte pensar que ella necesitaba eso.
—Así es, maldición. Harley no necesita protección de nada. Aparte de Poppy, es
la chica más fuerte que conozco. No seas condescendiente con ella haciéndole creer
que subestimas su fuerza.
Le hago un gesto con la cabeza, aceptando el cigarro cuando me lo ofrece.
—¿Cómo se encuentra?
—Durmiendo.
—¿Él...? —Se interrumpe, sin querer decir las palabras que yo tampoco quiero
escuchar.
—No, creo que no. Sin embargo, realmente pienso que lo habría hecho si no
hubiéramos llegado cuando lo hicimos.
Asiente con la cabeza y se me revuelve el estómago al saber que está de acuerdo
conmigo. No es ninguna sorpresa. Sabemos que es un monstruo. Solo odio que
formara parte de nuestras vidas, que fuera nuestro amigo durante tanto tiempo.
El silencio se apodera de nosotros dejándonos allí sentados con tan solo el sonido
del canto de los pájaros llenando nuestros oídos.
Hay mucho más que ambos queremos decir, pero ninguno de los dos lo hace. Es
demasiado doloroso.
—Voy a cancelar mi viaje de esta semana. Ella me necesita aquí —confiesa,
mirando a lo lejos.
—Creo que ambos sabemos que te odiaría por hacer eso.
—Realmente me importa una mierda lo que ella piense. La secuestraron y casi
la... otra vez. No voy a dejarla una semana para ir a una fiesta de borrachera con los
del equipo del último año.
La novia de Jake, Amalie, alquiló una casa enorme para sus vacaciones de
invierno, y casi todo el equipo Varsity se dirigen allí con sus novias para celebrar la
temporada.
—Ella no querrá que la cuides. Solo ve, Z.
—Para que puedas quedarte aquí y cuidarla tú.
—No, esa no es mi intención. —Aunque no puedo negar que parece una idea
fantástica.
—Deberías ir, te invitaron junto con Ash y Ruby para que puedas hablar de
estrategias con Jake toda la semana.
—No voy a colarme en su fiesta.
—Serás una parte importante del equipo que vamos a dejar aquí, tienes todo el
derecho a estar allí.
—¿Para alejarme de Harley? —reviro, girándome hacia él.
—No, yo... —Exhala un largo suspiro y voltea a verme—. ¿La... la amas?
El corazón me da un vuelco en el pecho cuando sus ojos se clavan en los míos,
exigiéndome una respuesta.
—Yo... um... creo que quizá sea un poco pronto para eso —murmuro, intentando
librarme de responder de verdad. Quiero tener esta conversación con Harley primero,
no con su hermano mayor.
—Mentira. Acabas de decirme que la quieres desde hace mucho tiempo. Sabes
exactamente lo que sientes por ella. —Sus cejas se levantan y le da un sorbo a su café
mientras espera a que encuentre mis cojones.
—Bien. Sí, sí, la amo. ¿Ya estás contento?
—De ninguna maldita manera, hombre. Ahora tienes que ir y decírselo. —Su voz
no deja lugar a discusión y, al cabo de un momento, me levanto del camastro con la
intención de hacerlo.
La cocina está en silencio cuando dejo mi taza y, al subir las escaleras, me doy
cuenta del porqué.
—Hola —digo, entrando en la habitación de Harley, de donde proviene toda esa
charla. —¿Cómo te sientes? —pregunto, fijándome en Harley, que está sentada contra
la cabecera de la cama con las sábanas subidas hasta el cuello.
En cuanto sus ojos se cruzan con los míos, sé que algo está mal.
El corazón me late un poco más deprisa mientras mantenemos la conexión, pero
ya sé lo que va a ocurrir antes de que ella abra la boca. Lo presiento.
—Necesito que te vayas —entona con frialdad, sus facciones duras e
inquebrantables, como si realmente creyera esas palabras.
Me duele el pecho al pensar en las palabras que pensaba decirle cuando llegué
aquí.
—Podemos hablar, ¿por favor? A solas.
—No. Se acabó y tienes que irte.
—Pero... —Ante mi protesta, hay un movimiento en el extremo de la cama y Stella
viene a pararse frente a mí.
—Está en estado de shock. Dale algo de tiempo.
—Pero yo...
—Lo sé, Kyle. Lo sé. —Me tranquiliza—. Sin embargo, necesita un poco de
espacio para asimilarlo todo.
Me mira a los ojos, rogándome en silencio que haga lo que Harley desea y que no
lo complique más, y el corazón se me parte en pedazos.
—Bien —reviro, apretando los dientes y alejándome de ellas antes de cometer el
error de demostrarles lo mucho que me duele todo esto.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
HARLEY

V er a Kyle darme la espalda y marcharse como le acabo de pedir es lo más


doloroso que he experimentado en mi vida.
Una parte de mí esperaba que luchara. Que me dijera que estaba equivocada
y me obligara a cambiar de opinión. Aunque no lo hizo.
Se dio la vuelta y se marchó, arrancándome el corazón y llevándoselo con él como
si nada.
—¡Dios mío! —sollozo en cuanto sé que no puede escucharme.
Stella y Poppy se acercan inmediatamente, envolviéndome con sus brazos y
abrazándome con fuerza. Unos segundos después, se abre la puerta de mi habitación.
Al principio me asusto, pensando que ha vuelto y está a punto de presenciar mi crisis,
hasta que veo a Ruby corriendo a toda velocidad hacia mi cama y uniéndose al
montón.
Lloro hasta que me arden los ojos y siento que no tengo más lágrimas que
derramar.
Mi cuerpo está débil y exhausto, y lo único que quiero es meterme bajo las sábanas
y esconderme del mundo.
Cuando por fin me aparto, tres pares de ojos compasivos buscan los míos.
—¿Estás segura de que hiciste lo correcto? —susurra Poppy, probablemente
esperando que arremeta contra su pregunta. Si tuviera fuerzas, lo haría.
—Me mintió. Si me hubiera dicho la verdad en lugar de jugar a estos estúpidos
juegos, nada de esto habría pasado.
—Intentaba protegerte —añade Ruby inútilmente.
—Sí, ¿y cómo le funcionó eso? —reviro, señalándome la cara—. Estoy cansada.
Se acabó, estoy harta de él, de todo. Nunca debió mudarse aquí.
Otra lágrima cae sobre mi mejilla al imaginar que no volverá a mi vida, pero no
puedo permitir que eso me consuma. Todo ha salido mal desde que llegó a Rosewood.
Lo único que quiero es recuperar mi antigua vida. No esta en la que siento que
apenas puedo respirar con el dolor punzante de mi corazón.
—Tienes que comer —incita Stella, siempre tan sensata—. ¿Qué se te antoja?,
para pedírtelo.
—Gracias —agradezco. No sé si Poppy y Ruby conocen todos los detalles de lo
que ocurrió en aquel almacén hace apenas unas horas. Pero tengo la sensación de que
le debo mi vida a esta chica. Y estoy completamente segura de que tengo un millón
de preguntas que hacerle sobre cómo sucedió todo aquello.
Stella me aprieta la mano en señal de aceptación.
Las tres apenas me dejan en todo el fin de semana, deben de haber elaborado algún
tipo de horario mientras dormía, porque parecen ir y venir como por arte de magia,
asegurándose de que nunca esté sola.
Pedimos toda la comida chatarra que podemos conseguir y vemos comedias
románticas empalagosas una detrás de otra, si no fuera por la realidad de la situación,
sería un fin de semana bastante agradable. Pero tal y como están las cosas,
probablemente sea uno de los peores de mi vida.
Zayn viene a verme con frecuencia e intercepta a mamá cuando reaparece tras su
viaje de negocios para evitar que tenga que volver a contarle todo.
Cuando por fin entra en mi habitación, las chicas se van por primera vez desde
que llegaron y mamá me estrecha entre sus brazos.
—Ojalá me hubieras llamado —me susurra al oído, con la voz entrecortada por
la emoción.
—Estoy bien. Zayn y las chicas me han estado cuidando.
—Lo sé, pero...
—Está bien, mamá.
Exhala un largo suspiro.
—Lo siento mucho, Harley. Todo esto es culpa mía. Nunca debí haberme ofrecido
a ayudar a Kane. Yo provoqué esto.
Sacudo la cabeza.
—No, mamá. Esto no es culpa tuya.
—Pero... —Me aparto de su abrazo y la inmovilizo con una mirada que detiene lo
que estaba a punto de decir—. Está bien. —Acepta, viendo claramente que no quiero
hablar de esto ahora—. Me tomaré la noche libre, ¿qué te gustaría hacer?

POPPY Y ZAYN están sentados en mi cama conmigo cuando Ruby aparece a la


mañana siguiente, con una mirada sombría. Sé que tanto ella como Poppy se sienten
culpables por irse una semana mientras yo sigo aquí recuperándome, pero me negué
rotundamente a que se perdieran esta escapada. Ambas se merecen el descanso, y yo
estaré bien aquí con mamá y Stella.
Sobre todo, me alegro de no haber tenido que ir a la escuela esta mañana y
enfrentarme al resto de la clase con este aspecto.
—De verdad que no tenemos que ir.
—Basta, por favor, se los ruego. Vayan y diviértanse.
—Deberías venir —sugiere Zayn. Pero al igual que todas las otras veces que lo
ha propuesto, lo rechazo—. Vamos, él ni siquiera estará allí.
—No te quejes tanto, hermano. No te queda.
Tardo diez minutos, sin embargo, finalmente los convenzo a todos de que voy a
estar bien. Tengo a mamá y a Stella para que me hagan compañía, pero sobre todo
pienso encerrarme en mi habitación a hacer la tarea y esconderme del mundo real.
Me asomo a la ventana de mi habitación y veo cómo los cuatro cargan el auto de
Zayn antes de desaparecer para emprender el viaje.
Me duele el corazón. Claro que quiero estar allí. Sin embargo, sé que no estoy de
humor para estar rodeada de gente, y sé que en el momento en que el equipo me vea,
se pondrán insoportablemente sobreprotectores y querrán vengarse en mi nombre. Y,
aunque agradezco su apoyo, no es necesario.
—Hola, chica, tu mamá me dijo que subiera —dice Stella más de una hora
después, con los brazos llenos de libros. Cuando le dije que me trajera mi tarea,
accedió encantada.
—Claro, pasa, siéntete como en casa. —Coloca los libros sobre mi escritorio y
deja caer un par de bolsos al suelo.
—¿Te quedarás toda la semana? —comento.
—Si me necesitas.
—¿Tu papá no querrá que estés en casa?
Ella niega con la cabeza.
—Estará fuera de la ciudad toda la semana.
—¿Y viniste aquí? ¿No deberíamos estar en tu casa con la piscina y el jacuzzi?
—Podemos si quieres —agrega con tristeza, lo que me hace preguntarme si en
realidad ella no quiere estar allí.
—Soy fácil de complacer. Simplemente no tenemos la clase de lujos que tú tienes.
—Tal vez no, pero este lugar se siente como un hogar. —Abro la boca para
responder, no obstante, me quedo sin palabras y no puedo discutir. Por increíble que
sea su casa, sé exactamente a qué se refiere.
Se acomoda con un par de libros de texto al otro lado de la cama para empezar,
aunque yo tengo otra idea.
—¿Ya estás lista para comenzar a hablar? —pregunto, abordando el tema.
—Yo... um...
—No tienes que contarme nada que no quieras compartir, Stel.
—Todo lo que te he contado es cierto. Mas es solo la punta del iceberg. Papá
trabaja con gente muy mala.
—¿Como mafia? —inquiero.
—Sí, ese tipo de cosas. Él y yo prácticamente tenemos acceso a cualquier cosa que
podamos querer o necesitar a cualquier hora del día. Pero, por desgracia, eso significa
que no lo veo muy a menudo. Siempre está de viaje, probablemente buscando nuestra
próxima ubicación, no sé —murmura encogiéndose de hombros.
—Eso apesta. —Mamá trabaja mucho, pero al menos está en casa la mayor parte
del tiempo—. Debe ser muy solitario.
—Sí, y luego añádele el miedo a hacer amigos porque sé que los terminaré dejando
en unos meses. Realmente apesta.
—Deberíamos hacer algo divertido esta semana —sugiero.
—Pensé que querías hacer la tarea.
—Sí, pero suena demasiado deprimente después de todo, ¿no crees?
—Sí, déjamelo a mí.
Saca su teléfono del bolso y empieza a teclear.
—Necesito ir a hablar con tu mamá —informa Stella, se levanta de un salto y
sale corriendo de mi habitación antes de que tenga la oportunidad de preguntarle qué
diablos está pasando.
Solo pasan diez minutos antes de que vuelva corriendo.
—Muy bien, todo arreglado —indica, saltando de nuevo en mi cama como si nada
hubiera pasado.
—Uh... ¿te importaría explicarme?
—Nop. Es una sorpresa.
—Hmm. No me parece justo. —Cruzo los brazos sobre el pecho y hago un
puchero.
—Valdrá la pena, lo prometo.
—Espero que tengas razón.
—¿No confías en mí?
—¿La chica que es bastante buena con una pistola? ¿Puedo decir algo más aparte
de sí en este momento?
Ella suelta una carcajada y vuelve a poner el libro de texto sobre su regazo.
—Haz todo lo que puedas, después de hoy, quedan prohibidas las tareas.
—Me parece un plan aceptable.
Con música de fondo, pasamos el día trabajando, parando a tomar algo y comer un
bocadillo durante un par de horas. Mamá viene a ver cómo estamos esporádicamente
y nos trae más comida. En general, es un buen día. Digo, no estoy en una mansión en
las montañas con mis amigas, pero soy feliz. Más o menos.
—Ugh, odio esto —me quejo, lanzando mi pluma al otro lado de la habitación
con frustración.
—¿Puedo ayudarte? —pregunta Stella, mirando el libro que tengo sobre las
rodillas y haciendo una mueca cuando ve mis ecuaciones matemáticas.
Suspiro.
—Está bien. Es que me vuelven loca. —Me abstengo de señalar que, por alguna
estúpida razón, la única persona que quiero que me ayude con las Matemáticas es
Kyle, pero después de echarlo ayer, estoy bastante segura de que puse fin a todo eso.
—¿Echas de menos a tu tutor? —señala, con una sonrisa en los labios al ver que
ha encontrado la manera de hacerme hablar de él sin volver a mencionar su nombre.
Hace un rato la detuve cuando lo intentó.
—¡No! —escupo demasiado rápido para ser verdad.
—Está bien, ¿sabes? Puedes extrañarlo.
—Pues no lo extraño. Me mintió y por eso acabé en las garras de ese monstruo.
Por mí, que se pudra en el infierno. —Me mira fijamente, sus ojos se ablandan cuando
se me quiebra la voz y parpadeo para contener las lágrimas que amenazan con salir.
—Harley, de verdad creo...
—No —interrumpo levantando mi mano a lo que sea que ella sienta la necesidad
de decir—. No quiero escucharlo. Hemos terminado. Para empezar, lo nuestro no fue
más que una mala decisión.
—Realmente no crees eso, ¿verdad?
—Sí, de hecho, lo creo. Nunca debí haberme acercado a él, y mucho menos
permitir que se metiera en mi cama. ¿En qué estaba pensando? Todo fue un juego de
venganza para él. No le importo, nunca le importé.
—Harley. —Respira—. ¿Has visto cómo te mira? Ese chico siente más que cariño
por ti, y creo que siempre lo ha sentido.
—No, no —digo, negando con la cabeza, rehusándome a permitir que sus palabras
entren en mi cerebro, de lo contrario simplemente se agudizarán y harán que empiece
a dudar de mí misma.
—Está bien —acepta antes de dejar a un lado su tarea e insistir en ayudarme con
la mía. Es una buena tutora, aunque no tan hábil como Kyle, pero aceptaré toda la
ayuda que pueda recibir en este momento.
Es casi medianoche cuando por fin se levanta para irse.
—Podrías quedarte a dormir —propongo.
—De todas formas, tengo que ir a casa a empacar, así que mejor me voy ahora.
—¿Empacar? Pensé que te quedarías en Rosewood toda la semana —cuestiono,
intentando no sonar demasiado decepcionada porque la idea de quedarme sola me
aterra. Sé que me prometió que su papá se había encargado de Gray, y le creo, aunque
eso no impedirá que me mantenga alerta por un tiempo esperando que reaparezca.
—Lo sé, no obstante, hice otros planes.
—Oh... bueno. ¿Algo divertido?
—Supongo que lo descubriremos mañana —revela con una sonrisa pícara.
—¿Nosotras?
—Sí, empaca tu maleta, chica. Nos iremos de la ciudad por unos días.
—Dios mío, ¿hablas en serio? —pregunto, la posibilidad de dejar atrás este lugar
es prácticamente algo que deseo demasiado.
—Sí. Solo tú, yo y nada más. Estoy casi segura de que no hay señal móvil ni nada,
así que tendremos paz total.
—Eso suena increíble.
—Me alegra que estés de acuerdo. Volveré a las ocho de la mañana. Asegúrate
de estar lista.
Asiento con impaciencia.
—¿Necesito empacar algo en especial?
—Tu traje de baño.
—¡Hecho! —exclamo—. Estoy tan emocionada. Gracias.
—No hay de qué. Necesito esto casi tanto como tú.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
KYLE

—E ntra al maldito auto, Ky.

—¡No! —Me mantengo firme en el porche de mi casa mientras estoy


discutiendo con Ashton y Zayn.
—Deja de comportarte como un imbécil, hombre. —Ash me empuja con el
hombro, irrumpiendo en la casa y poco después en mi habitación.
—¿Qué carajo? —exclamo. Para cuando llego hasta él, ya está metiendo algo de
ropa en mi bolso de viaje.
—Vas a venir. Necesitas salir de la ciudad y sacártela de la cabeza unos días.
—Ella no está en mi... —Se gira y me clava una mirada—. Eres una molestia,
Fury.
—Sí, sí. Me lo agradecerás cuando metas tu trasero en el jacuzzi que vi en las fotos.
—Sí, bueno, estoy seguro de que te hundirás en algo más que en el jacuzzi este
fin de semana.
Una sonrisa arrogante cubre su rostro y no puedo evitar poner los ojos en blanco.
—Lo siento, amigo. Esto es exactamente por lo que deberías venir.
—¿Para que pueda ver cómo lo hacen todas las parejas? Oh sí, suena como un
buen plan —respondo malhumorado.
—No todo el mundo estará en pareja —argumenta—. Tienes que relajarte,
hombre. Vamos, acepta de una vez. No estoy de humor para un secuestro.
Se me cae la cara ante sus palabras.
—Mierda, no. No quise decir... carajo.
—No pasa nada. Olvídalo.
Sabiendo que no tengo ninguna posibilidad de ganar esta discusión con Ash y
Zayn en el equipo contrario, me hago cargo de mi propia maleta y en menos de cinco
minutos, me la estoy echando al hombro y saliendo a grandes pasos de la habitación,
para regocijo de Ash.
—No hagas que me arrepienta de esto —le murmuro a Zayn, quien de forma
irritante se limita a sonreírme complacido.
—¿Yo? Jamás —agrega inocentemente.
Lo miro fijamente un instante, notando la tensión que todavía se percibe en sus
facciones. Aún quiere hacerme daño por ir detrás de Harley. Y lo entiendo. Yo
también quiero hacerme daño por ello, y por eso estaba más que dispuesto a quedarme
solo esta semana y ahogarme en mi propia miseria mientras esperaba que ella me
buscara, aunque en el fondo sabía que no lo haría.
Parpadea, rompiendo nuestra conversación silenciosa, y arrojo mi bolso en su
cajuela antes de abrir la puerta trasera y sentarme antes de cambiar de opinión.
—¿Todo bien? —le pregunto a Ruby, que ha esperado pacientemente todo este
tiempo en el asiento de en medio—. Poppy. —Le hago un gesto con la cabeza a la
chica de Zayn cuando encuentro sus ojos puestos en mí por el espejo.
Ambas chicas me observan fijamente, emanando tensión.
—Lo sien... —Mi disculpa se interrumpe cuando las puertas se abren una vez más
y tanto Ash como Zayn se suben—. ¿A dónde vamos exactamente? —indago una
vez que salimos de Rosewood, el ambiente en el vehículo haciéndose más pesado a
cada segundo.
Es obvio que fue idea de los chicos que yo los acompañara, porque claramente las
chicas siguen firmemente del lado de Harley y me arrojarían del auto en movimiento
en cualquier momento.
—Las montañas.
—Eso está a muchas horas de camino, maldición.
—Sí. Ponte cómodo, hombre. —Los ojos de Zayn buscan los míos un instante
antes de volver a mirar a la carretera.
«Estupendo».
Zayn y Poppy se encargan de la música mientras la pareja a mi lado se susurran
quién sabe qué. Lo único que sé es que la mano de Ash ha ido subiendo más y más
por la falda de Ruby cuanto más tiempo llevamos aquí sentados.
—¡Ash! —Jadea Ruby, su mano envuelve su muñeca para detenerlo—. Kyle está
aquí.
—Kyle tampoco está sordo —murmuro, moviéndome para que haya el mayor
espacio posible entre Ruby y yo.
—¿Estás celoso, hombre?
—¡Vete a la mierda! —refunfuño, preguntándome por qué dejé que me forzaran
a esto.
Por suerte, capta la indirecta y no dice nada más. Por desgracia, es porque está
ocupado metiéndole la lengua hasta el fondo de la garganta a Ruby. El sonido de sus
besuqueos es más fuerte que la música que suena en los altavoces.
Su mano sube más y ella se retuerce.
—Simplemente móntate en su regazo y deja que te coja. Nos librará a todos más
rápido de nuestra miseria —sugiero cuando un gemido sale de la garganta de Ruby.
—Nada de joder en mi coche —replica Zayn—. La única chica que puede joder
aquí es Poppy.
—Maldita sea —murmuro, apartándome de la excitada pareja que tengo a mi lado
y dejando que sigan haciendo lo suyo. No parece que vayan a parar pronto.
Miro fijamente el paisaje mientras continúan los gemidos, y siento que la polla se
me pone dura al imaginarme aquí mismo con Harley.
Me muevo en el asiento, saco mi teléfono del bolsillo y busco nuestra
conversación.
No es la primera vez desde que me echó que le envío un mensaje. Reviso mis
disculpas no leídas.
Exhalo un suspiro y mi pecho se desinfla por la decepción.
No estoy decepcionado con ella. Está actuando como debería. Me está sacando de
su vida como debe ser. Estoy decepcionado conmigo mismo por pensar que la mejor
manera de manejar a Gray era mantener sus amenazas en secreto.
No sé qué más decirle para demostrarle cuánto lo lamento. Decirle cómo me siento
realmente y cuánto me está destrozando todo esto.
Odio que nos estemos alejando cada vez más de ella, y sería imposible detener mi
necesidad obsesiva de conducir hasta su casa y exigirle que me hable.
Supongo que esa era la intención de Zayn. Llevarme con ellos y mantenerme lejos
de ella.
No puedo culparlo. Si yo tuviera una hermana menor, también la querría lejos
de mí.
Paramos un par de veces y cada una de ellas salgo corriendo del auto como si me
estuviera quemando el trasero en mi necesidad de alejarme por unos minutos de las
parejas felices y el ambiente tenso.
Mi celular vibra en mi bolsillo mientras salgo del baño de hombres. El corazón
me salta a la garganta pensando que podría ser Harley, aunque sé que no es así.
La decepción aún me inunda cuando miro la pantalla, aunque no puedo negar que
el nombre de la persona que aparece ante mí es lo más cercano a ella que tengo en
este momento.
—¿Cómo está ella?
—Está bien. Triste.
El dolor se apodera de mi pecho ante sus palabras. Herir a Harley era lo último
que quería hacer.
—Le mandé mensajes.
—Se niega a revisar su teléfono. —Esto no me sorprende, ya que no ha leído
ninguno de los textos.
—¿Puedes intentar hacer que los lea?
—No puedo prometerte nada, Ky.
—Lo sé.
—Ky, yo... —dice, pero rápidamente se detiene.
—Sí, ¿qué pasa?
—No... no es nada. Olvídalo.
—No, Stella. No importa lo que sea, lo haré. Cualquier cosa que pueda hacer para
mejorar esto, soy todo oídos.
—¿Zayn y Ash te convencieron de ir con ellos? —pregunta, su cambio de tema
provocándome vértigo.
—Sí, ahora mismo estamos... —Miro a mi alrededor, a la gasolinera en la que
paramos—. Carajo, quién sabe dónde.
Se ríe entre dientes.
—Intenta divertirte, ¿sí? Yo cuidaré a tu chica. No tienes que preocuparte por ella.
—Ni me digas, ella tiene a la pequeña señorita Rambo como su escolta personal.
—Solo tienes miedo de que pueda darte una paliza.
—Eh... sí, eso es —murmuro, pero temo que pueda tener razón.
—En fin... te llamaré si algo cambia.
—¿Qué puede cambiar? Ella está bien, ¿verdad? Las drogas que le dio están...
—Sí, Kyle. Ella está bien. Admitió que no había tomado mucho. Ya deben haber
salido de su sistema, y sí, se están encargando de él, te lo prometo.
—De acuerdo.
—Por favor, intenta divertirte.
—Es poco probable.
—Bueno, inténtalo. Hablamos pronto.
Me cuelga antes de que pueda despedirme y me quito el teléfono de la oreja y lo
miro con incredulidad.
—¿Todo bien? —inquiere Ruby, por fin despegándose del lado de Ash.
—Sí. ¿Cuánto sabes acerca de Stella?
—Su nombre —contesta.
—Creo que tiene una historia interesante.
—¿Tú crees? —agrega Ruby con sarcasmo, mirándome y levantando una ceja—.
Dudo que lleguemos a averiguarlo. Se irá antes de que tengamos la oportunidad de
indagar demasiado.
—¿Ella se irá?
—Eso creo. Como todo lo demás, no lo sé realmente. Vamos, los chicos están
esperando.
—Oh qué bien, de vuelta al asiento de primera fila de mi propia porno —musito,
caminando detrás de ella.
—No somos tan malos.
—Supongo que me merezco la tortura después de todo.
—¿Por lastimar a mi chica? Claro que sí, maldita sea. —Me clava una mirada que
me dice que aún no está muy contenta de que esté aquí.
Le lanzo la mejor sonrisa que tengo antes de subirnos al auto para emprender el
último tramo de nuestro largo viaje. Espero que este lugar valga la pena.
Han pasado casi tres horas, gracias a que Zayn se equivocó de camino, cuando
por fin llegamos a una enorme cabaña.
Parece sacada de una postal. Y es, por mucho, el lugar más costoso en el que jamás
haya estado, y más aún en el que me haya hospedado.
—Esto es hermoso —respira Poppy cuando el coche se detiene.
—Hace que el viaje casi valga la pena —observo.
—Oh, valió mucho la pena.
—Lo dice el que pasó la mayor parte del tiempo con el dedo metido dentro del
coñ…
—B… bien —interrumpe Zayn, apagando el motor y abriendo la puerta.
Cuando lo sigo, la puerta principal de la cabaña se abre y salen Jake, Mason y
Ethan, todos vestidos con shorts y con cara de estar borrachos.
—¡Ya era hora, hijos de puta! —vocifera Ethan.
—¡Culpa al conductor! —exclama Ruby mientras ayuda a Ash a sacar las maletas
de la cajuela.
—¡No es mi maldita culpa! —clama Zayn.
—Todos te dijimos que giraras a la izquierda.
—No vi la desviación. —Arrastra sus maletas y las de Poppy desde la entrada de
grava, se las echa al hombro y camina hacia la cabaña.
—Probablemente debería ir a levantarle el ánimo.
—Estoy seguro de que no te costará mucho —dice Ash sugestivamente.
—Muéstrame el camino hacia una habitación vacía, necesito un poco de paz —
le digo a Amalie cuando sale.
—Sígueme —ordena con una risita.
—Rubes, ¿tú también quieres ver tu habitación?
—Claro que queremos.
—Maldito adicto al sexo —gruño, lo bastante alto para que me escuche.
—Aw, el pequeño Legend está celoso.
—¡Déjenlo en paz! —suelta Amalie, clavándole una mirada amenazante.
Es fácil pensar que Amalie podría ser vulnerable y débil con su cuerpo alto y
esbelto y su suave acento británico, pero desafío a cualquiera a enfrentarse a la mujer
que ha domado a Jake Thorn. No puede haber nada débil en ella. Puede que no conozca
muy bien a Jake, aunque sé lo suficiente como para saber qué hace falta una mujer
muy fuerte para mantenerlo a raya.
—Jake —dice, dándose la vuelta y caminando hacia la puerta principal—. ¿Vienes
a mostrarles a los chicos sus habitaciones?
—Eh... iba a... —Ella levanta una ceja—. ¿Otra vez? —pregunta él, el deleite es
evidente en su tono—. Ya voy.
Me río de la pareja mientras él la levanta del suelo y corre con ella escaleras arriba.
—Legend —indica, señalando otro par de escaleras. Justo arriba, la última puerta
a la izquierda.
—Ruby, tú y Fury se quedarán ahí —ordena, señalando una puerta en este piso.
Gracias a Dios—. Si necesitan algo, pídanselo a los demás, vamos a estar ocupados
un rato. —Desaparecen por otra puerta antes de que el chillido de Amalie atraviese
el aire.
Genial, justo lo que me temía. Una casa llena de parejas enamoradas y excitadas.
Esta semana será bastante frustrante.
Siguiendo las instrucciones, encuentro una pequeña habitación con una cama
doble en el piso superior de la casa. La cama está metida en el ático y casi tengo que
agacharme para meterme en ella sin arrancarme la cabeza, pero al menos es un lugar
tranquilo.
Me quito los zapatos deportivos de una patada y me arrastro hasta ella,
desesperado por unas horas de paz antes de ir a buscar a los demás.

—DIME que trajiste algunas chicas solteras —comenta Rich cuando atravieso la sala
más tarde esa noche con una cerveza en la mano.
—Lo siento, estuve atrapado en el coche con Ash que estaba metiéndole el dedo
a Ruby todo el camino hasta aquí.
Los chicos sueltan una carcajada mientras a Ash se le ilumina el rostro con placer.
—Sí, ¿y qué? No me digas que no te estabas excitando escuchando cómo se venía
mi chica.
—Nada de lo que haces me la pone dura, Fury. —Le hago un gesto obsceno antes
de tumbarme en uno de los enormes sofás de cuero desgastado y acercarme la botella
a los labios.
—Esto apesta —se queja Rich, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos
en las rodillas—. ¿De quién fue la idea de no invitar al resto del maldito equipo de
animadoras?
—Mía —anuncia Chelsea mientras entra caminando pesadamente en la habitación
con la mano en su enorme vientre—. Estas vacaciones no son una maldita orgía. —
Lanza una mirada fulminante entre Justin y Rich—. Estamos aquí para disfrutar y
relajarnos.
—Podríamos disfrutar perfectamente con Aria y Marissa aquí.
—Eres un perro.
—Lo dice la capitana de las animadoras que está embarazada.
Shane se mueve hacia el borde del sofá en el que está sentado, listo para saltar a
defender a su chica, pero parece que no es necesario. Supongo que Chelsea no tiene
la reputación que tiene por nada.
—Por lo menos yo estoy teniendo algo de acción.
—¡Oh, eso duele! —arremete Ethan.
A pesar de las quejas casi constantes de Justin y Rich sobre la falta de chicas,
pasamos una noche bastante agradable.
La casa está llena de todo lo que podamos necesitar durante la semana y, por
mucho que odie admitirlo, creo que Zayn y Ash tenían razón en lo de salir de
Rosewood y despejar mi mente.
Nos pasamos los días entrenando en el gimnasio de última generación del sótano
y pasando el rato con las chicas alrededor de la piscina. Incluso los chicos dejan de
gimotear, finalmente hartos de sus quejas.
Ash y yo nos sentamos con Jake para hablar del año que viene, parece que Jake
ha elegido a Ash como capitán para el próximo año y me habla como si yo fuera a
estar en posición de preocuparme por esta mierda. Pero hace tiempo que aprendí a no
dar nada por hecho, así que me tomaré cada día como venga y seguiré la corriente.
Pasar el rato con estos chicos hace que sea fácil olvidar de dónde vengo o por
lo que he pasado, pero la realidad es que tengo antecedentes penales y un agente
de libertad condicional que vigila todo lo que hago. Mi vida es muy distinta a los
privilegios que conocen la mayoría de estos chicos.
Stella me informa a diario que Harley está bien. Pero cada día que pasa mi
esperanza de poder salvar algo entre nosotros disminuye, ya que ella sigue negándose
a leer mis mensajes.
Mis sentimientos al respecto deben ser obvios porque incluso Poppy y Ruby
empiezan a ser amables conmigo al tercer día de estar en la cabaña. Sé que parezco
un infeliz hijo de puta, pero el hecho de que se apiaden de mí después de lo que hice
me dice que podría ser peor de lo que pensaba.
—Realmente te gusta, ¿verdad? —pregunta Ruby cuando nos quedamos solos en
la sala.
Me restriego la mano por la cara y paso mis dedos por mi cabello antes de volver
a colocarme la gorra en la cabeza.
—¿Tan evidente es?
—Un poquito. La extrañas. —Esta vez no es una interrogante. No tiene caso.
—Sí. Aunque estoy bastante acostumbrado. Siempre he estado apartado de ella.
Me mantuve alejado por Zayn y luego... bueno... —Me detengo porque sé que ellas
saben la verdad acerca de todo—. Estúpidamente pensé que esa noche era mi
oportunidad. Si hubiera sabido lo mucho que lo iba a joder todo, quizá habría actuado
de otra manera.
—No tenías manera de saberlo.
—Supongo que no. Pero, aun así, me culparé durante el resto de mi vida por lo
que pasó aquella noche. Debería haber sabido lo que él había hecho. Debería haberla
sacado de allí antes de que la situación se saliera de control.
Se acerca y me aprieta suavemente el brazo.
—No fue culpa tuya. Dale tiempo. Algo me dice que ella recapacitará.
—¿En serio? —inquiero, sonando demasiado esperanzado.
—Ky —suspira—. Estoy segura de que no necesito decirte que mi mejor amiga
puede ser tan terca como una cabra cuando quiere. Espera tu momento. El momento
perfecto para decirle lo que realmente sientes se presentará. Y puede que sea antes
de lo que crees. —Mientras dice esas palabras, veo el sentimiento de culpa pasar por
su cara.
—¿Qué estás ocultando? —pregunto, sin querer andarme con rodeos cuando se
trata de Harley.
—N… nada —tartamudea, mirando a cualquier parte menos a mis ojos.
—¿Ella vendrá aquí? —Se me acelera el corazón al pensar en verla entrar por la
puerta para reunirse con sus amigas.
—No. Olvida lo que te dije. —Antes de que pueda empezar a suplicarle que me
dé más información, se levanta y sale de la habitación.
Saco mi teléfono del bolsillo y le envío un mensaje a Stella antes de volver a
metérmelo en mis pantalones. Dejé de enviarle mensajes a Harley. Cada mensaje se
queda sin leer, así que he decidido que, hasta que me deje hablar con ella cara a cara,
voy a guardarme todo lo que quiero decirle.
Más tarde, esa misma noche, estamos todos sentados en la sala charlando, pero
mientras los demás parecen relajados y disfrutando, yo estoy tenso como un maldito
resorte.
No puedo evitar pensar que todos saben algo que yo ignoro. No es solamente que
Ruby no deja de lanzarme miradas raras, sino que Ash, Zayn, Poppy e incluso Amalie
y las demás chicas hacen lo mismo, por no mencionar que cuando alguien va a la
cocina por bebidas, ningún cabrón me trae una.
Comienzo a pensar que, o han decidido que ya no soy bienvenido, o está pasando
algo que ignoro.
Estoy a punto de levantarme para ir a buscar una maldita cerveza cuando se abre
de golpe la puerta principal.
Varios pares de ojos se dirigen a mí antes de que todos miren hacia la puerta.
Tengo el corazón en la garganta mientras espero a que aparezca quienquiera que
sea.
El ruido de unos tacones contra el suelo de madera pulida hace que casi me venza
la necesidad de levantarme y descubrir la verdad por mí mismo.
Estoy en el borde de mi asiento con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho
cuando una sombra cae sobre la puerta y entonces aparece un cuerpo que me resulta
familiar.
El aliento que no sabía que estaba conteniendo se me escapa al cruzar la mirada
con un par de ojos azules que no esperaba.
—¿Stella? ¿Ella está aquí? —cuestiono, sin importarme lo que piensen todos a mi
alrededor sobre mi desesperación por mi chica.
—¡Sí, carajo!, ¡ven trae tu trasero aquí, nena! —grita Rich, extendiendo los brazos
y haciendo gestos de agarrarla con las manos.
Stella aparta sus ojos de los míos y le clava una mirada que realmente debería
asustarlo.
—Probablemente te partiría tu pequeña polla por la mitad, chico —se burla Stella
mientras todos los presentes, excepto Rich y yo, se ríen a carcajadas.
—En realidad no es pequeña. Chels, diles —se queja.
Una oleada de tensión recorre la habitación mientras Shane aprieta los puños a
los lados, pero lo único que hace Chelsea es echar la cabeza hacia atrás y reírse con
más fuerza durante unos segundos.
—Le estás pidiendo a la chica equivocada que salga en tu defensa, chiquitín. —
Le guiña un ojo, separando el índice y el pulgar un par de centímetros—. Si necesitas
que te aconseje sobre cuál de los chicos solteros te hará pasar un buen rato, ven a
verme, chica. —Le sonríe a Stella antes de plantarle los labios a Shane para intentar
calmarlo. Está claro que funciona porque ni dos segundos después se relaja con su
beso y sus manos se deslizan bajo su camiseta.
Sacudo la cabeza al verlos y vuelvo a mirar a Stella.
—¿Vamos? —indica, con los ojos clavados en los míos durante un instante antes
de darse la vuelta y desaparecer de mi vista.
Miro a Ruby, con la necesidad de saber si esto era de lo que hablaba antes, pero
lo único que hace es sonreír dulcemente mientras atravieso la habitación.
Stella está apoyada contra el mostrador con una botella de agua en la mano,
sintiéndose como en casa, cuando la encuentro unos segundos después en la cocina.
—¿Qué demonios está pasando?
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
HARLEY

M e despierto tras haber dormido la que probablemente haya sido la mejor noche
de mi vida. No tengo idea de qué hora es, pero la habitación sigue totalmente
oscura y la cabaña está completamente en silencio.
Se puede decir que me puse como loca cuando ella comenzó a dirigirse hacia las
montañas.
Sin embargo, como prometió, no nos dirigimos hacia donde estaba el equipo.
Aunque he intentado ignorar mi teléfono o, más bien, los mensajes de Kyle, he
caído en la tentación de mirar Instagram, aunque me arrepentí en cuanto lo hice porque
descubrí que, aunque yo había rechazado la invitación a acompañarlos a su gigantesca
cabaña, Kyle no lo había hecho porque, mientras yo me sentía miserable y lo extrañaba
más de lo que jamás podría admitir, él estaba allí divirtiéndose. Estaba sonriendo en
cada una de las fotos que encontré de él y eso hacía que mi corazón me doliera más
con cada imagen que veía.
Quiero que él sea feliz, claro que sí. Aunque no estoy segura de querer que
encuentre esa felicidad con mi grupo de amigos cuando a mí me han dejado a un lado.
Exhalo lentamente.
No sé dónde está su cabaña, me he contenido de investigar qué tan cerca podemos
estar de ellos en este momento. No necesito ese tipo de tentación.
Tomo mi teléfono, lo activo y reviso la hora.
Ya pasó la hora del almuerzo. Jesucristo.
Los dos días que llevamos aquí han sido más que perfectos.
No tengo idea de cómo se las arregló, pero la cocina estaba completamente surtida
con toda la comida y bebidas que pudiéramos necesitar y en la sala la chimenea con
leña ya estaba ardiendo cuando llegamos.
Este lugar es realmente un paraíso, con sus enormes sofás, su gran porche con
hamaca y su jacuzzi de hidromasaje con vistas al bosque.
Cuando bajo, me encuentro con que, a pesar del silencio, Stella ya está despierta
y leyendo en su Kindle frente al fuego con una taza de café.
—Buenos días, dormilona —dice cuando me dejo caer en el sofá frente a ella—.
¿Cómo te sientes?
—Mucho mejor. —Las heridas de mi terrible experiencia siguen ahí y seguirán
estándolo unos días más, pero se están curando y el cuerpo me duele menos cada día
que pasa. Incluso mi cabeza comienza a sentirse un poco más estable gracias a Stella.
—Bien, me alegro. —Me sonríe suavemente y vuelvo a recordar lo agradecida que
estoy de que me haya dado una oportunidad cuando normalmente evita hacer amigos.
—Es este lugar. Es como si tuviera poderes curativos mágicos.
—¿Sí? —pregunta, una mirada esperanzada apareciendo en sus preciosos ojos
azules.
—¿Cómo no podría? Ya lo viste. —Hago un gesto alrededor del acogedor interior.
—Sí, no quiero irme jamás.
—Ya somos dos. ¿Quieres otro café?
—Por favor.
Tomo su taza antes de pasar a la cocina y prepararnos uno a cada una.
—¿Cuál es el plan para hoy? —curioseo cuando regreso. No sé por qué lo
pregunto, en el camino acordamos que no íbamos a hacer absolutamente nada, y eso
me pareció más que perfecto.
—Tengo que salir, casi nos hemos quedado sin leña. —Dirige una mirada al fuego.
Cuando llegamos, la alcoba de al lado estaba llena de leña, pero ya casi se agota.
—Pensé que habías dicho que había suficiente para toda nuestra estancia —señalo.
Lo había organizado todo tan bien que me sorprende que se haya acabado.
—Hay más afuera, pero está húmeda. En el paquete de bienvenida hay una
dirección de un lugar para comprar leña seca. Pensé en ir a ver.
—De acuerdo. Puedo acompañarte.
—Nop. Te quedarás aquí.
Abro la boca para discutir, no obstante, Stella me clava una de sus miradas y mis
labios se cierran al instante.
—Puedes cocinar. Tenemos ingredientes en el refrigerador para hacer lasaña.
—Está bien, puedo prepararla —acepto, aunque no estoy muy contenta.
Pasan varias horas y Stella por fin se dispone a salir de la cabaña. Insistió en darse
un baño y maquillarse por completo antes de salir por la puerta principal. Comencé
a preguntarme si se estaba escapando para tener una cita romántica y no solamente
para ir a comprar leña.
—Dejaré la puerta abierta —comunica cuando se detiene en la sala.
—De acuerdo. Quizás me meta en el jacuzzi cuando termine de preparar la cena.
—No tardaré mucho.
Unos minutos después, ella se ha ido y la cabaña se vuelve aún más silenciosa.
Tomo mis AirPods de la mesa, presiono el botón de mi lista de reproducción
favorita y empiezo a preparar la lasaña.
Muevo la cadera al ritmo de la música y canto a todo pulmón, sintiéndome más
ligera de lo que me he sentido en mucho tiempo.
Una vez que la lasaña está lista y solo falta meterla en el horno, limpio la cocina
y sigo bailando al ritmo de la música antes de ir a mi habitación a ponerme mi traje
de baño para meterme al jacuzzi.
Yo no me organicé tanto como Stella, en parte porque no sabía adónde iríamos,
así que no tengo mi Kindle, pero encontré una buena cantidad de libros de romance en
el librero del comedor, así que agarro el que estoy por terminar junto con mi celular
y me dirijo hacia el porche para ver la puesta de sol detrás de los árboles.
Miro el reloj de pared al pasar por la cocina y me doy cuenta de cuánto tiempo
ha pasado desde que Stella se marchó.
La preocupación me invade y reviso mi teléfono para ver si ha intentado llamarme.
Al no encontrar nada, la llamo.
—Hola —contesta inmediatamente—. Volveré pronto. Me perdí y luego me puse
a charlar con el chico de la tienda.
—Stell, ¿te conseguiste un hombre de la montaña? —bromeo.
—No llevo tanto tiempo afuera.
—El tiempo suficiente —murmuro en broma—. En serio, si está buenísimo,
quédate más tiempo. Estoy bien aquí.
—Te lo agradezco, pero en serio, llegaré pronto. ¿Ya está la cena?
—Sí, a la espera de las comensales. Estoy a punto de meterme al jacuzzi.
—Pues cuelga el teléfono y ve a disfrutar.
—Bien, de acuerdo, ya voy. Nos vemos pronto.
Estoy a punto de colgar cuando ella me detiene.
—¿Har?
—¿Sí?
—Eh... nada. Te veo pronto.
Frunzo el ceño mientras repito mentalmente nuestra breve conversación. Hay algo
que no me gusta.
Me digo a mí misma que estoy exagerando, abro el refrigerador y tomo un
refresco.
Casi estoy en la puerta cuando me doy cuenta de que el fuego casi se ha apagado.
Dejo todo a un lado y me dirijo a encender un par de troncos más.
Sigo atizando las brasas, intentando que prendan, cuando los neumáticos de un
automóvil crujen contra la grava de la parte delantera de la cabaña.
—Vamos, maldito —me quejo ante el fuego.
Desde que llegamos, Stella se ha encargado de la mayor parte del trabajo y hace
que mantenerlo encendido parezca muy fácil, pero creo que esa podría ser otra de sus
habilidades ocultas, porque está claro que no es tan sencillo.
La puerta principal se abre y se escuchan pasos que se dirigen hacia mí, aunque
estoy demasiado distraída para darme cuenta de que no suenan igual que los que se
fueron hace unas horas.
—¿Cómo mantienes esta maldita cosa encendida? Juro que me odia.
Como no me contesta, me levanto del suelo y me doy la vuelta para ver qué pasa.
Jadeo de asombro cuando no encuentro a Stella mirándome, sino a la única
persona que he estado luchando por sacar de mi cabeza.
—¿Qué haces aquí? —espeto, apretando mis puños a los lados. Sin embargo, no
puedo negar el calor que inunda mi cuerpo mientras lo miro fijamente. Como siempre,
tiene la gorra puesta y su rostro afilado aún muestra los signos de la pelea, aunque son
sus ojos los que me cautivan. Son de su azul claro habitual, pero detrás de ellos hay
sombras, quizá de arrepentimiento, y parece que no ha dormido desde que lo eché.
Sacudo la cabeza y alejo todos esos pensamientos. Nada bueno puede salir de
pensar en aquella noche.
Sus labios se entreabren para responder, sin embargo, no sale ninguna palabra.
—Stella me tendió una trampa, ¿verdad? —reviro, sintiendo cómo me invade un
sentimiento de incredulidad. Maldita sea, confié en ella.
—Sí, pero no te enojes con ella. Está intentando ayudar.
—¿Dónde está? —inquiero, poniendo por delante mi preocupación por mi amiga.
—Está en la cabaña con los chicos. Nos hemos intercambiado.
Me apresuro hacia la ventana y miro hacia la entrada, encontrando el Porsche de
Stella estacionado exactamente donde estaba antes.
—Ella... Tú... ¡Mierda! —Me mira con cautela mientras me muevo por la sala
—. Kyle, yo...
—No —dice, acercándose a mí y obligándome a que deje de caminar. Intento
alejarme, pero él me agarra por los brazos—. Necesito que me escuches.
—No, no tengo que hacerlo. Ya te lo dije, hemos terminado. No deberías estar
aquí. Deberías volver a la cabaña. No te quiero aquí.
—Mientes —argumenta, acercándose hasta que el calor de su cuerpo se filtra a
través de la bata que tengo holgadamente atada a la cintura—. Te lo dije, Gatita,
siempre sé cuándo mientes. —Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—No esta vez.
Me mira fijamente, con la tensión crepitando entre nosotros. Mi cuerpo está
desesperado por sentir su calor, sus caricias. Pero me resisto.
Se ríe y lo único que consigue es aumentar mi nivel de irritación.
Trago saliva y me tomo un par de segundos para ordenar mis pensamientos. Con
él tan cerca y su olor impregnándome la nariz, me resulta difícil pensar, por no decir
inventar un argumento.
Me suelta el brazo antes de que pueda decir algo y, por un breve instante, me
pregunto si va a ceder.
Debería saber que no es así.
—Te tiembla el ojo —indica en voz baja, presionándome el borde del ojo con la
punta de un dedo.
Me estremezco ante su roce ardiente e intento dar un paso atrás, pero sus dedos
me aprietan el brazo y me detienen.
Su dedo recorre mi mejilla hasta rozarme el labio inferior. Quiero alejarme, no
obstante, con la forma en que me mira, no encuentro las fuerzas para hacerlo.
—Te extrañé tanto, carajo —susurra.
—Solo han sido un par de días —me burlo, obligándome a ignorar el hecho de
que siento exactamente lo mismo al respecto.
Un gruñido sale de su boca al escuchar mis palabras. Me suelta el brazo, aunque
por solo un instante, porque no me deja ir.
Me rodea la garganta con sus dedos y me obliga a retroceder.
—¡Ky! —Jadeo, mientras mi espalda choca contra la pared. Se acerca a mí y la
intensidad de sus ojos me hace sentir un violento escalofrío.
—Una hora sería demasiado tiempo, Har.
Su pecho se agita, su aliento con olor a menta me recorre la cara mientras nuestros
ojos mantienen una batalla de dominación.
Quiere que me someta, que admita mis sentimientos y que me arriesgue a entregar
mi corazón por él.
No obstante, después de todo lo que ha pasado, ¿soy lo bastante fuerte para
hacerlo?
Mi pulso retumba bajo su suave agarre, y él lo nota porque su pulgar comienza a
acariciar el punto en el que sé que late contra mi piel.
—Lo siento muchísimo, Gatita. Pensé que estaba haciendo lo correcto al no
decírtelo. Pensé que te estaba protegiendo.
—Pensaste mal —gruño, los recuerdos de lo que sus mentiras provocaron
golpeándome con fuerza una vez más.
Se me revuelve el estómago al recordar el olor putrefacto de aquel almacén, las
caricias repugnantes de Gray, sus promesas mortales y sus oscuras intenciones.
—Me dejaste desarmada y le permitiste llegar hasta mí. —La culpa oscurece sus
ojos, el dolor se filtra en ellos. Lo siento, lo siento como si fuera el mío propio. Pero
¿es suficiente?—. Me mentiste, Kyle.
—Lo sé, y lo siento. Pensé que podría mantenerlo alejado de ti. Pensé que si
intentaba demostrarle que no te quería... —Pienso en esa chica morena contoneándose
en su regazo. Mi pecho se hace añicos al imaginar sus manos sobre su cuerpo—. Pensé
que así sería más seguro.
—¿Por qué estaba allí? ¿Tú lo invitaste?
—Quién demonios sabe. No quería verlo de nuevo después de esa noche. —Traga
saliva y mis ojos se posan en su garganta mientras los músculos se tensan y su
manzana de Adán se mueve. Se me hace agua la boca, quiero saborear su piel,
mantener la aspereza de su mandíbula contra mis labios. Maldito sea—. Lo único que
quería era protegerte, Har. —Se acerca más, aplastando mi cuerpo contra la pared de
la forma más deliciosa—. Tú eres la única a la que siempre he querido.
—Ky, yo... —Intento discutir, pero presiona dos dedos en mis labios para
detenerme.
Me mira fijamente con tanta emoción nadando en sus ojos que me cuesta respirar.
—Shhh... Estoy hablando —susurra, rozando su nariz contra la mía y haciendo
que mi cuerpo se acelere. Baja la mano y me abraza posesivamente alrededor de las
costillas—. Lo siento, Har. Por todo. Por no sacarte de allí aquella noche, por estar
tan borracho que lo dejé continuar demasiado tiempo. Por la manera en que te traté
cuando regresé. Pasé un año encerrado y tú eras lo único en lo que podía pensar. Te
deseaba, te odiaba. Estaba hecho un maldito desastre. Luego te volví a ver, y carajo.
Me aniquilaste, Gatita. Eras todo lo que no quería recordar, pero por lo que estaba
desesperado.
»Siento haberte ocultado cosas cuando debí haber confiado en ti. Siento no haberte
protegido como tenía que hacerlo, y siento haberte lastimado, y más aún lamento que
él tuviera la oportunidad de hacerlo. Pero, sobre todo, siento no haberte dicho esto
antes. —Su mano suelta mi garganta para ponerla en mi mejilla—. Yo... —Duda, sus
ojos se llenan de lágrimas—. Te amo, Harley.
—Kyle —suspiro, con el ceño fruncido.
—Shhh. —Me tranquiliza—. No espero que digas algo. Solo... necesitaba que lo
supieras.
Sus ojos llorosos me suplican que le dé una oportunidad, que le diga que lo
intentaré.
Sin embargo, mi cabeza y mi corazón están en guerra.
Siento que mi corazón está a punto de estallar, como si ya no cupiera en mi pecho
después de ver cómo se desgarra por mí. Pero mi cabeza... mi cabeza quiere
protegerme de aún más dolor.
—Quiero compensártelo, Gatita. Déjame demostrarte lo que siento, qué tan en
serio lo digo.
—Pero...
—Créeme, Har, conozco todos los peros. Conozco todas las razones por las que
deberías decir que no y rechazarme. Pero te lo ruego, por favor, no lo hagas. He sufrido
un año sin ti, ahora es nuestro momento.
Mis labios se entreabren, mas me doy cuenta de que no puedo encontrar una
respuesta mientras mi cuerpo continúa luchando en silencio.
—Te amo, Gatita. Te amo muchísimo, carajo. —Baja su mano, la desliza dentro
de mi bata y la presiona sobre mi corazón—. Sé que tú también sientes algo.
Es imposible que no sienta lo fuerte que late mi corazón bajo su palma y mis
mejillas se ruborizan porque sabe lo mucho que estoy luchando por mantener la
cordura en este momento.
—¿Q… qué harás si digo que no? —titubeo, forzando las palabras a salir más allá
de la gigantesca bola de emociones que me obstruye la garganta.
El dolor atraviesa sus ojos, pero me mantengo firme.
—Entonces daré media vuelta, me iré por donde vine y mandaré a Stella de
regreso.
—¿Así de fácil?
—Quiero ser lo que necesitas, Har. Y si no soy yo, tendré que aceptarlo.
Apoya su brazo contra la pared detrás de mí, acorralándome. Aunque sé que soy
libre de huir si lo deseo.
—Y... ¿y si digo que sí?
Sus ojos se iluminan por un instante antes de recomponer su expresión e inclinarse
hacia mí hasta que nuestros labios se rozan.
Una lujuria líquida me inunda el cuerpo y me calienta hasta los huesos.
—Entonces nunca volvería a dejar que te vayas.
Me apoyo contra la pared, la convicción de sus palabras hace que me tiemblen
las rodillas.
—Bien —musito en voz tan baja que ni siquiera estoy segura de haber
pronunciado la palabra, hasta el momento en que la comisura de su labio se levanta
en el comienzo de una sonrisa.
—Harley —advierte como si le preocupara que estuviera jugando con él.
—Yo... —Me muerdo el labio inferior, aún luchando contra el argumento, aunque
sabiendo que al final ganará mi corazón.
¿Cómo no iba a hacerlo si se está desangrando frente a mí?
—Sí —suspiro—. Sí, Ky. Quiero... —Mis palabras se interrumpen cuando sus
labios se posan sobre los míos e introduce su lengua en mi boca.
Su beso me consume por completo y me roba todo el aliento de mis pulmones
mientras me devora.
Sus manos se deslizan hasta mis mejillas para inclinar mi cabeza y profundizar
el beso.
Se me encogen los dedos de los pies por el deseo, y el corazón me da un vuelco
cuando por fin le permito tomar el control total de la situación.
Derribo mis muros y me dejo caer con fuerza y rapidez mientras él me consume,
me reclama.
Sus dedos se enredan en mi cabello y me levanta la cabeza, separando mis labios
de los suyos para besarme por la mandíbula y el cuello.
—Ky, yo… —Jadeo, intentando controlar mi respiración para poder decir las
palabras—. Yo... creo que también te amo.
Hace una pausa con sus labios apretados contra mi garganta y me entra el pánico.
«¿No debí haber dicho eso?».
Pero entonces siento que mueve los labios y sé que está sonriendo.
—¡Mírame! —exijo, sabiendo que no puedo perderme este momento.
Duda un segundo, sin embargo, la espera vale la pena cuando por fin se mueve
y me mira a los ojos.
Las lágrimas nadan en sus profundidades azul plateado y tiene una sonrisa de lo
más tonta en su cara.
No puedo evitar soltar una carcajada al ver lo ridículamente feliz que parece. Es
un espectáculo increíble y se me hincha el pecho al saber lo mucho que necesita este
tipo de felicidad en su vida después de todo lo que ha pasado.
—No puedo ofrecerte mucho, Har. Vengo acompañado de un agente de libertad
condicional y antecedentes, pero, demonios, prometo ponerte siempre en primer lugar
y hacer todo lo posible para que seas la mujer más feliz del planeta.
—Oh, Ky, no necesito nada aparte de ti. Podemos construir el resto juntos.
—¡Mierda! —gruñe, golpeando sus labios contra los míos una vez más—. Te
necesito tanto, Gatita.
—Sin duda, el sentimiento es mutuo.
Sus dedos se apresuran a deshacer el lazo que me rodea la cintura y, en cuestión
de segundos, la bata cae a mis pies.
—¡Santo cielo! —Jadea cuando ve mi traje de baño dorado—. Stella es
heterosexual, ¿verdad? —pregunta con un tono muy serio.
Echo la cabeza hacia atrás y me río.
—Eres un idiota.
—Eso parece. —Su cara se retuerce de arrepentimiento.
—Oye, no hagas eso —objeto, tomando sus mejillas ásperas y acercándolo a mí
de nuevo.
—Tenemos tanto de qué hablar, tengo mucho más por qué disculparme.
—Puede que sea cierto, aunque en este momento no estoy de humor para hablar
y revivir todo eso.
Sus ojos se iluminan mientras se acerca a mi cuerpo una vez más. Su ropa hace
cosquillas en mi piel desnuda y la rugosidad de sus pantalones cubriendo su erección,
me araña el estómago.
—¿Qué tenías pensado, Gatita? —cuestiona con la cabeza inclinada para que
nuestros labios queden a un suspiro de distancia.
—Yo... me dirigía al jacuzzi. ¿Me acompañas?
—Claro que sí, carajo.
Mis dedos agarran la parte inferior de su camiseta y la subo por su cuerpo. Él me
ayuda cuando se le queda atascada en la cabeza.
Deslizo mis dedos por su pecho y me detengo en una zona de piel lastimada en
sus costillas.
—¿Todavía te duele?
—No —responde. Sospecho que miente cuando me agarra por los muslos y me
levanta contra la pared, apretando los labios como si le doliera. Mis piernas rodean
automáticamente su cintura, mi centro se alinea con su dura longitud, imaginando que
no lo haría si le doliera demasiado.
—Ky —gimo, flexionando mi cadera contra él.
—Mierda.
Sus labios encuentran los míos mientras me aparta de la pared y me carga por la
habitación.
El lado derecho de mi cuerpo se calienta mientras me baja y, cuando miro,
encuentro mi fuego ardiendo mientras mi espalda aterriza en la alfombra ante él.
—Tu fuego me parece perfecto, Gatita —dice, mirándome como si yo fuera lo
más preciado del mundo.
—Te extrañé —admito, necesitando que sepa que todo lo que él sintió desde que
lo eché no fue algo unilateral.
—¿Por qué lo hiciste? —inquiere frotándome los muslos con sus manos, y sus
pulgares acercándose peligrosamente a la parte inferior húmeda de mi traje de baño.
—P… porque me lastimaste.
—Mierda, desearía no haberlo hecho.
—Yo también. ¿Puedes prometerme algo?
—Lo que sea. —La sinceridad que brilla en sus ojos me indica que lo dice en serio.
—Nunca vuelvas a mentirme...
—Nun... —Levanto la mano y presiono mis dedos contra sus labios, impidiendo
que hable.
—No he terminado. —Él asiente con la cabeza y yo continúo—. Nunca vuelvas a
mentirme y nunca pienses que no puedo soportar la verdad. Soy una chica de Harrow
Creek, puedo con todo.
—Lo sé, Har. Eres tan fuerte, demonios. Lo siento mucho.
—Demuéstramelo.
Sus manos caen a ambos lados de mi cabeza, sus dedos se clavan en la alfombra
lanuda debajo de mí mientras baja sus labios a los míos y mueve su cadera de una
manera que me hace gemir.
—Maldita sea, Har. Eres tan jodidamente sexy —gruñe contra mis labios—.
Nunca voy a tener suficiente de ti.
—Espero que no.
Mis uñas arañan su espalda hasta que encuentro la pretina de sus pantalones y
deslizo mis dedos por debajo de ellos y de su bóxer, agarrando su trasero y apretándolo
más contra mí.
Me besa como si fuera el aire que necesita para respirar, y sé sin duda que tomé
la decisión correcta. Mi corazón no podría soportar verlo alejarse de mí otra vez.
—Kyle. —Jadeo cuando aparta el pequeño triángulo de tela y me pellizca el
pezón. Mi espalda se arquea sobre la alfombra por mi necesidad de más.
Retira sus labios de los míos y me recorre el cuello y el pecho con besos húmedos
y empalagosos hasta que saca mi otro pecho y succiona la punta endurecida dentro
de su boca caliente.
—¡Oh, Dios! —gimo mientras su lengua me lame.
—Te extrañé. Te extrañé tanto —murmura contra mi piel mientras desciende por
mi vientre y jala la cinta de mi cadera.
La tela cae y sus manos presionan el interior de mis muslos mientras baja hasta
quedar sobre su estómago. Mueve su cara hacia adelante, pero no se detiene donde
yo quiero. En lugar de eso, se aferra a la suave piel de mi muslo y chupa hasta que
juro que la piel está a punto de rasgarse, volviéndome a marcar como suya.
—Tan jodidamente perfecta —susurra, la punta de su dedo traza su marca, su
aliento caliente hace que un escalofrío de deseo recorra mi piel.
—Kyle —gimo, acercándome a él.
Le quito la gorra de su cabeza y enredo mis dedos en sus largos mechones,
jalándolo hacia donde lo necesito.
—¿Estás excitada, Gatita?
—¡Sí, Kyle! —exclamo, esperando que eso lo anime a dejar de provocarme—.
Por favor.
—Será un placer.
Se inclina hacia adelante y chupa con fuerza mi clítoris.
—¡Dios mío! —chillo, retorciéndome sobre la alfombra.
Me suelta al cabo de un segundo y su lengua se pone a trabajar para hacerme
perder la maldita cabeza.
—¡Sí!, ¡sí! —grito cuando mi orgasmo empieza a alcanzar su punto culminante.
Uno de sus dedos rodea mi entrada y mis músculos se contraen, desesperados por
que él lo meta hasta el fondo.
Jalo su cabello con más fuerza, intentando decirle lo que necesito sin encontrar
las palabras.
Mi cabeza da vueltas, mi cuerpo vuela y mi pecho se agita mientras subo más y
más.
Finalmente, introduce dos dedos en mi interior y los curva de la forma más
perfecta que me hace estallar.
—¡Kyle! —vocifero mientras mi cuerpo se rompe en mil pedazos.
Una oleada tras otra de placer al rojo vivo recorre mi cuerpo, dejándome sin aliento
y con las extremidades pesadas por el cansancio.
No se retira hasta haberme exprimido hasta la última gota de éxtasis.
Sentándose, sus labios muestran una sonrisa de satisfacción mientras su barbilla
brilla con la evidencia de mi orgasmo.
Cada músculo al sur de mi cintura se contrae con la vista, hasta el punto de que
casi vuelvo a empujarlo para que lo haga de nuevo.
Claramente capaz de leerme la mente, se ríe y se pasa el dorso de la mano por la
cara antes de levantarse.
Por un momento me aterra la idea de que esté a punto de marcharse, pero entonces
sus manos se posan en su bragueta, se desabrocha el pantalón y se baja el bóxer por
los muslos.
—¡Oh, Dios! —gimo cuando su miembro duro se libera.
Me sonríe mientras se quita la tela de las piernas y deja caer su mano sobre su
longitud, acariciándolo un par de veces mientras recorre mi cuerpo con sus ojos.
Su mirada quema cada lugar que toca hasta que vuelvo a retorcerme de deseo.
—Ky —advierto, con la esperanza de sacarlo de su trance.
Al escuchar mi voz, se arrodilla entre mis muslos separados y frota la cabeza de
su polla en mi sexo, bañándose en mi humedad.
Nos miramos a la par que nos hacemos promesas en silencio.
—¡Te amo! —clama, bajando más y empujando la punta dentro de mí.
Mi cuerpo se tensa ante la invasión, pero en cuanto su mano sube por mi cuerpo
y se detiene alrededor de mi garganta, me relajo.
Apoyándose sobre el codo junto a mi cabeza, empuja hasta el fondo y su lengua
separa mis labios, acariciando la mía con la misma delicadeza.
—¡Kyle! —gimo, el placer me recorre mientras las lágrimas me queman los ojos.
—Lo siento mucho. Lo siento mucho —repite entre besos mientras me hace el
amor.
—Ky. —Levanto su cabeza para que pueda mirarme a los ojos—. Está bien. Lo
comprendo. Lo hecho, hecho está.
Me mira fijamente durante un rato, su cuerpo se detiene.
—Yo... —Comienza, mas enseguida niega con la cabeza antes de volver a acercar
sus labios a los míos para darme un beso que me cambia la vida.
Me aferro a él, arañándole la espalda mientras aumenta su ritmo. Me rodea el
muslo con una mano y lo aprieta contra mi pecho, lo que le permite penetrarme más
profundo y dar en el punto perfecto con cada embestida.
—Te sientes increíble —murmura cuando se ve obligado a romper el beso para
respirar profundamente—. Estás tan apretada, demonios.
—Kyle, me voy a...
—Lo sé, Gatita. Puedo sentirlo. —Baja sus dedos entre nuestros cuerpos y me
pellizca el clítoris—. Déjate llevar, nena. Córrete en mi polla.
—¡Ky! —grito mientras hago exactamente lo que me dice gracias a otro pellizco
y una fuerte arremetida.
Mi cuerpo se estremece y mi centro lo succiona más fuerte un segundo antes de
que él eche la cabeza hacia atrás y lance un rugido de placer.
Los músculos de su cuello, pecho y estómago se ondulan y se tensan, y el
espectáculo hace que las réplicas recorran todo mi cuerpo.
Dejo caer mi pierna y golpeo su pecho con fuerza. No se lo espera y, como yo
planeé, se cae hacia atrás, permitiéndome sentarme en su regazo.
—Hola, Gatita. —Sonríe, sus ojos brillan de placer mientras desciende de su
éxtasis.
—Hola.
—Creo que tengo que hacerlo otra vez —admite, pero no es necesario, ya puedo
sentir cómo se pone duro contra mí.
—¿Quieres llevar esto al jacuzzi? —pregunto mientras sus manos suben por mi
espalda hasta desabrocharme la parte de arriba del traje de baño para que caiga de
mi cuerpo.
—Hmm... No se me ocurre nada que me apetezca más. —Hace una bola con el
pedazo de tela y lo lanza al otro lado de la habitación.
—De acuerdo, aunque voy a necesitar eso. —Mis ojos siguen la trayectoria de la
parte de arriba de mi traje de baño.
—Claro que no, maldición.
Se levanta conmigo en brazos como si no pesara nada y me lleva hacia la puerta
por la que entró.
—No podemos meternos des...
—¿Quién lo dice, Gatita?
—El paquete de bienvenida —admito, con mis mejillas sonrojadas por mi forma
de seguir las reglas.
—A la mierda el paquete de bienvenida, no volverás a ponerte ropa hasta que nos
veamos obligados a abandonar este lugar. —Sus manos me aprietan el trasero hasta
que el mordisco del dolor se mezcla con mi deseo y mi centro se inunda de calor—.
Carajo, puedo sentirlo.
—Sí, entonces será mejor que hagas algo al respecto.
Antes de darme cuenta de que me ha soltado, estoy de pie, con la mitad superior
del cuerpo inclinada sobre el jacuzzi.
Me da una fuerte nalgada y yo chillo de asombro, con el calor dirigiéndose a mi
coño.
—A mi chica le gusta un poco brusco, ¿eh? —Su mano sube por mi espalda, se
enreda en mi cabello y me levanta la cabeza, obligándome a arquear la espalda—.
¿Lista?
—¡Sí, maldita sea! —exclamo mientras me penetra con cada embestida—. Ay,
mierda. —Ha desaparecido el tierno amante que había junto al fuego y en su lugar
está el chico malo y apasionado que conozco tan bien—. ¡Kyle! —grito en el bosque
silencioso mientras me penetra con tanta fuerza que mis pies empiezan a levantarse
del suelo.
Me agarra el cabello con fuerza, el dolor es jodidamente adictivo mientras me
empuja cada vez más cerca de otro orgasmo.
—Dámelo, Gatita. ¡Dámelo todo!
—¡Kyle! —vocifero con pasión, mi cuerpo estremeciéndose con la fuerza de mi
orgasmo.
—¿A quién perteneces, Gatita? —Insta entre potentes embestidas mientras
persigue su propio orgasmo.
—A ti, Kyle. Solamente a ti.
—¡Sí, carajo! —afirma mientras su polla se sacude violentamente dentro de mí.
Cae hacia adelante, con su pecho caliente apretado contra mi espalda cubierta de
sudor.
Me rodea el cuello con una mano y la cintura con la otra y me abraza con fuerza.
—No lo olvides nunca, carajo —me susurra al oído—. Iré hasta el fin del mundo
para encontrarte, Gatita.
Asiento con la cabeza, demasiado abrumada por él y mi intenso orgasmo, como
para responder.
—Te amo. Te amo tanto, maldición.
Se levanta, me atrae hacia él y baja su mano por mi estómago hasta encontrar mi
sexo hinchado.
Quiero decirle que no siga, pero pasa por alto mi clítoris y se dirige directamente
a mi entrada, hundiendo su dedo en la evidencia de nuestros múltiples orgasmos que
empiezo a sentir correr por mis muslos.
—Tú y yo, Gatita. Tú y yo. —Sus labios se posan en mi cuello y los mantiene
presionados durante un largo rato mientras el aire fresco del atardecer enfría nuestra
piel acalorada—. ¿Lista para relajarte? —susurra en mi oído cuando me estremezco
entre sus brazos.
—Probablemente debería ir a asearme primero.
—Date prisa.
Me da una palmada en el trasero mientras me alejo, mi piel hormiguea con su
atención hasta que desaparezco dentro de la cabaña y casi corro al baño para poder
volver más rápidamente con él.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
KYLE

N o puedo contener la sonrisa que se me dibuja en la cara al verla entrar a la


cabaña.
Sabía que seguir el plan descabellado de Stella era arriesgado y, durante el
trayecto, me repetí una y otra vez que lo más probable era que me volviera a echar.
Pero incluso repitiéndome eso en la cabeza, no pude evitar que mis esperanzas
aumentaran.
Stella pensó que ella estaba lista para hablar, para aclarar las cosas y considerar
el futuro. Tenía que confiar en que tenía razón.
En el momento en que los ojos sorprendidos y enfurecidos de Harley se posaron
en los míos, mi corazón se desplomó y supe que Stella estaba equivocada.
No sé cómo lo conseguí, sin embargo, estaré eternamente agradecido poder lograr
que ella cambiara de opinión.
Incapaz de borrar la sonrisa de mi rostro, abro la tapa del jacuzzi y entro, dejando
que el agua caliente me relaje los músculos.
Me reclino hacia atrás, contemplando el mar de árboles que tengo frente a mí,
y apoyo mi cabeza en el respaldo, preguntándome cómo habré conseguido terminar
aquí.
«Eres un hijo de puta con suerte», dice una vocecita en mi cabeza cuando escucho
pasos que se dirigen hacia mí.
Al mirar a un lado, encuentro a mi chica, aún completamente desnuda y con dos
botellas de cerveza en ambas manos.
—Me morí y estoy en el cielo —añado, mientras mis ojos se deleitan con su piel
bronceada y hermosa.
—Este lugar es una locura.
—No estoy hablando del lugar, Gatita. Podrías estar caminando hacia mí así en
mi viejo remolque y yo seguiría en el paraíso. —Una tímida sonrisa se dibuja en sus
labios—. Es demasiado tarde para eso, Gatita. Ya te hice mía dos veces esta noche,
y puedo decirte ahora que aún hay más por venir.
—Ah, ¿sí? —El fuego arde en sus ojos oscuros cuando se acerca al jacuzzi y dirige
su mirada hacia mi cuerpo. El agua lo oculta, pero estoy seguro de que ve lo suficiente
para saber que estoy erecto otra vez.
Introduzco una mano y, envolviendo mi polla con los dedos, comienzo a
masturbarme.
Sus dientes se hunden en su labio inferior mientras observa mis movimientos.
—Eres insaciable.
—Llevo mucho tiempo esperándote, Harley.
—Han pasado unos cuantos días —musita, colocando las cervezas en los
portavasos y metiéndose al agua conmigo.
—Harley —indico con una sonrisa, arrastrándola hacia mí sujetándola por la
cadera y sentándola en mi regazo—. Te he deseado desde que tengo memoria. Fuiste
la primera chica a la que vi de verdad. Ninguna otra se ha comparado contigo.
—Ky —suspira, acurrucándose a mi lado mientras la rodeo con mis brazos y la
abrazo con fuerza.
—Siempre has sido tú, Gatita. —Se queda callada en mis brazos, probablemente
recordando todas las cosas que he hecho para demostrar que las palabras que acabo
de decir no son ciertas. Sin embargo, ninguna de mis acciones fueron porque no la
quería—. Siempre pensé que te merecías algo mejor —susurro, respondiendo a sus
preguntas silenciosas—. Siempre supe que algún día saldrías de Creek y tendrías una
vida mejor. Sabía que, si pasaba algo entre nosotros, yo siempre te retendría. Y, por
supuesto, siempre hubo ese pequeño problema de que Zayn me cavara una tumba
antes de tiempo si te miraba un poco más de la cuenta. —Se tensa contra mí cuando
menciono a su hermano—. Está bien, Har. Él lo sabe todo.
—¿Y sigues con vida?
—Se está acostando con una de tus mejores amigas. Realmente no tiene un
argumento en qué apoyarse.
—Es verdad, pero no pensé que dejaría que eso se interpusiera en su camino.
—Lo convencí. Tengo facilidad de palabra.
—Parece que sí, porque cuando te vi llegar hace un rato, quería apuñalarte con
un cuchillo sin filo y mírame ahora.
Se mueve sobre mi regazo y yo gimo con frustración.
La giro en mis brazos para que se siente a horcajadas sobre mi regazo y pueda
mirarla a los ojos.
—Todo lo que te dije fue en serio, lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé.
—¿Pero? —inquiero cuando vuelve a perderse en sus pensamientos.
—Aun así me lastimaste, Kyle. El hecho de que haya aceptado tus disculpas no
significa que lo haya olvidado.
—Lo sé, Gatita —afirmo acercándome y acariciando su mejilla. Se inclina hacia
mí y es todo lo que necesito para saber que realmente hay un futuro para nosotros de
aquí en adelante—. No espero que lo olvides así como así, aunque no sé cómo decirte
lo mucho que aprecio que me des otra oportunidad. —Asiente con la cabeza y se mete
el labio inferior en la boca—. Escúpelo, Har. No más secretos, ¿recuerdas?
—Precisamente eso —dice casi nerviosa—. ¿Hay algo más que necesite saber?
—No, lo único que ocultaba era Gr… —Su mano se posa sobre mi boca y niega
con la cabeza—. Está bien —acepto, sin decir su nombre en voz alta.
—Tú no... no estás... involucrado con nada relacionado con Creek, ¿verdad? —
pregunta titubeando.
—No, Gatita. La otra noche fue la primera vez que regresé allí. Tampoco tengo
intención de volver a hacerlo.
Ella asiente, aceptando mi respuesta.
—¿Y Kane?
La mención de mi hermano me produce inquietud. Aún no hemos tenido una
conversación decente sobre cómo supo dónde estaba ella tan rápidamente porque
apenas ha estado en casa desde entonces. Ya tenía mis sospechas sobre lo que está
haciendo y esto no ha hecho más que empeorarlas.
Sé con quién estaba relacionado antes de que me ausentara y me aterroriza pensar
que se haya metido más a fondo desde que me fui y perdió a la abuela.
—No... no lo sé. No quiere decirme nada, pero para ser honesto... tengo miedo.
—Mierda —murmura—. Necesita dejar todo eso atrás.
—No podría estar más de acuerdo. Pero sabes tan bien como yo que es más fácil
decirlo que hacerlo si lo que ambos pensamos es cierto.
—Tenemos que ayudarlo. Tenemos que hacer algo. Necesitamos...
—Har —interrumpo sus palabras—. Estoy de acuerdo, claro que lo estoy. Pero
no podemos involucrarnos. Kane hará lo que quiera, no importa lo que pensemos o
hagamos al respecto. E interferir solo hará que lo que esté haciendo sea más peligroso.
Tenemos que dejarlo tranquilo y confiar en que sabe lo que hace. En el fondo es una
buena persona. Tenemos que creer que eso ganará al final.
Ambos nos quedamos en silencio, solamente los sonidos de nuestra respiración y
de los chorros debajo de nosotros llenan mis oídos.
—¿Letty sabe que estamos en Rosewood? —pregunto, necesitando romper el
silencio y la preocupación que se desprende de ella en oleadas. No creo que mi
pregunta alivie nada de eso.
—No que yo sepa. Hace semanas que no hablo con ella y sé que mamá tampoco
lo ha hecho. Estoy preocupada por mi hermana —admite.
—Estoy seguro de que se encuentra bien. Está en la universidad divirtiéndose.
¿No se supone que lo que tienes que hacer es olvidarte de tu casa y de tu familia?
Se encoge de hombros y se deja caer sobre mi pecho.
—Todo estará bien, Har. Te lo prometo. —Desde luego, es una promesa muy
ambiciosa, pero con ella a mi lado, confío en poder cumplirla. Y en última instancia,
la vida de nuestros hermanos no tiene nada que ver con nosotros en realidad. Dentro
de poco nos iremos a la universidad y nos embarcaremos en el comienzo del resto de
nuestras vidas. Es mejor que nos enfoquemos en eso que en cosas sobre las que no
tenemos ningún control.

EL RESTO de nuestra estancia en la cabaña fue más de lo que podría haber deseado.
Pasamos horas hablando de nuestra infancia, confesando lo que sentíamos el uno
por el otro y hemos discutido lo que pasará a partir de ahora.
No soy estúpido, sé que todavía estoy en problemas y que tengo muchas cosas
que arreglar, pero tengo toda la intención de hacerlo.
Después de salir del jacuzzi esa primera noche, me quedé. Harley llamó a Stella
y la regañó por su treta. Apenas pude contenerme mientras fingía estar enojada con
su amiga. Hay que reconocer que es mejor actriz de lo que yo pensaba, hasta yo casi
me creí que seguía furiosa.
Cuando por fin fue sincera, apenas podía mantenerse de pie de lo mucho que se
reía. Ver la felicidad en su rostro mientras se reía a carcajadas me alegró el año entero.
La estreché entre mis brazos y la abracé con fuerza mientras lágrimas de alegría
recorrían su rostro.
Para cuando ambos nos subimos al Porsche de Stella para volver a Rosewood,
soy más feliz que nunca.
—Este es un auto increíble —comento, pisando el acelerador y arrojándonos a
ambos con fuerza contra nuestros asientos—. Hace que todo este viaje haya valido la
pena —continúo inexpresivamente.
—Sigue así, y será lo último que montes —se burla, deslizando su mano por mi
muslo hasta que me toca la entrepierna. Traza el contorno a través de mi pantalón
asegurándose de que esté completamente erecto en cuestión de segundos.
—Gatita —gruño—. Tenemos un largo viaje en auto, y a menos que tengas la
intención de seguir, te sugiero que te detengas.
—Prefiero no tener que rendirle cuentas a Stella por haber destrozado a su bebé
—bromea, apartando su mano de mí.
La tomo antes de que la deje caer en su regazo y la vuelvo a poner sobre mi muslo.
—Nunca dije que dejaras de tocarme. —La miro y le dirijo una de mis sonrisas
mortales que sé que harán que se retuerza en su asiento.
—No estoy lista para ir a casa —admite, cambiando de tema.
—¿Qué crees que dirá tu mamá?
Se encoge de hombros.
—Todo es culpa suya. No puede decir nada.
—Tienes que darle un respiro. Si no fuera por ella, esto no habría pasado —digo
entrelazando mis dedos con los suyos y llevándome su mano a los labios, besando
sus nudillos.
—No me molesta que lo hiciera, me molesta que no me lo dijera.
—Lo sé, pero como dijiste, ahora es el momento de enfocarnos en el futuro.
—Tienes razón —suspira.
Pasamos el viaje de regreso hablando de nuestro futuro, de las universidades a las
que nos gustaría ir y de las cosas que queremos de la vida. Es increíble.
No hace mucho, pensaba que no tenía ningún tipo de futuro por delante, ni siquiera
la oportunidad de ir a una universidad decente. No obstante, gracias a Jada, Kane, y
la increíble chica a mi lado, puede que consiga todo lo que siempre he querido.
Nos dirigimos directamente a la casa de los Hunter cuando finalmente regresamos
más tarde esa noche. Entramos con nuestras manos entrelazadas y grandes sonrisas
en nuestros rostros. Zayn ya está de vuelta, su auto estaba afuera, aunque no dejo que
eso me preocupe.
Dejamos las maletas en el pasillo y nos dirigimos a la guarida de Zayn, donde
nos están esperando.
Harley abre la puerta de un empujón y todas las miradas se dirigen hacia nosotros.
Atraigo a Harley entre mis brazos y beso sus labios, inclinándola hacia atrás como
si estuviéramos en una vieja película, haciendo ademán de reclamarla como mía.
Se escuchan silbidos y gritos por toda la habitación, pero pronto quedan ahogados
cuando vuelvo a levantarla y ella desliza su lengua en mi boca, profundizando el beso.
Soy incapaz de resistirme y hago lo mismo, manteniéndola pegada a mi cuerpo.
Hasta que algo suave me golpea la cabeza.
—De acuerdo. Solo porque dije que podías, no significa que me lo restriegues en
la cara, cabrón —gruñe Zayn.
—¿Qué? Como si tú no hicieras lo mismo con Poppy. —Harley fulmina a su
hermano con la mirada después de despegar sus labios de los míos.
—Muy bien niños, cálmense —dice Stella, tomando el control de la situación. Se
levanta del sofá en el que estaba sentada, se acerca y se lleva a Harley de mi lado,
envolviéndola en un abrazo.
—Gracias —le susurra Harley al oído.
—Siempre te apoyaré, chica. Además, me divertí con los chicos.
—Claro que se divirtió, carajo. Justin y Rich no supieron qué los golpeó —anuncia
Ash, haciendo que a Harley casi se le salten los ojos de la cabeza.
—Dime que no lo hiciste —le ruega a su amiga.
—Solo fue un poco de diversión. Aunque tienes razón sobre su polla. —Levanta
sus dedos, imitando el tamaño como hizo Chelsea mientras todos se ríen.
—Ven a sentarte —la anima Ruby, obligando a Ash a moverse en el sofá.
—¿Quieren un refresco? —pregunta Poppy, acercándose a la pequeña nevera que
hay aquí.
—Por favor —decimos al unísono mientras me dejo caer en el sofá y la subo a
mi regazo.
Los chicos nos ponen al día de todos los chismes que nos hemos perdido mientras
estábamos en nuestro rincón privado del paraíso y los nueve nos reímos y nos
divertimos.
En Creek, salía con un grupo de chicos a los que llamaba amigos, pero no fue
hasta que me encerraron cuando me di cuenta de lo poco que significábamos los unos
para los otros. Nunca se molestaron en contactarme o visitarme, y yo nunca los invité.
Sin embargo, esto… esto se siente diferente. Estas personas que me rodean me
hacen sentir que pertenezco a un lugar por primera vez en mi vida. Me demuestran
que las cosas pueden ser mejores y que no tengo por qué ser simplemente el chico
de Creek que acabó en el reformatorio. Sí, eso siempre será una parte de lo que soy,
pero es una parte muy pequeña.
Sonrío mientras me relajo y disfruto de las bromas entre las otras tres parejas y
Stella, que es más que capaz de defenderse sola.
Al final, alguien sugiere pedir pizza y, sin haberlo planeado, nos pasamos toda
la noche en la guarida de Zayn. Pero por muy divertido que sea, ya quiero pasar
tiempo a solas con mi chica. Esta semana me han consentido, me va a costar un poco
acostumbrarme a compartirla de nuevo.
—¿Quieres salir de aquí? —susurro en su oído mientras los demás están
distraídos.
—Claro. Ya nos vamos —anuncia a los demás sin preguntarme lo que tenía
pensado.
Se levanta de mi regazo y la tomo de la mano cuando me la ofrece.
Caminamos por el pasillo y cuando llegamos a las escaleras, ella se mueve como
si fuéramos a subir.
—Todavía no —murmuro en su oído, empujándola hacia la puerta principal.
—¿Adónde vamos? —pregunta mientras salimos de su entrada.
—Espera y verás.
No es un camino demasiado largo, aunque ha pasado más tiempo del que esperaba
cuando bajamos a la arena.
—¿Querías venir a la playa? —indaga, frunciendo el ceño.
—Sí, pensé que podría ser romántico.
—No hace falta que hagas gestos románticos para intentar convencerme de algo,
Ky —dice, mirándome.
—Lo sé, y esto no se trata de un gesto. Simplemente pensé que sería agradable.
Además, me estaba fastidiando tener que compartirte.
—Yyyy… ¡ahí está la verdad! —bromea.
—¿Qué quieres que te diga?, soy un tipo egoísta. —Me encojo de hombros como
si nada y ella se ríe de mí.
—Tienes razón, esto es agradable.
Caminamos de la mano por la arena húmeda en silencio, perdidos en nuestros
propios pensamientos. Han cambiado muchas cosas para ambos en muy poco tiempo,
pero no me gustaría que hubiera sido de otra manera.
Incluso con el dolor y la tristeza, hemos llegado exactamente a donde debemos
estar.
Cuando estamos entre dos dunas y ocultos de los pocos lugareños que pasean al
atardecer, la detengo y la estrecho contra mi cuerpo.
—Hola —dice, mirándome con ojos llenos de amor y felicidad.
—Hola, Gatita.
—¿Qué pasa? —inquiere, presintiendo que quiero decirle algo importante.
—Solo quiero que sepas que volvería a pasar por todo eso una y otra vez si eso
significa que terminaré teniéndote entre mis brazos. —Una sonrisa divertida se curva
en sus labios—. Eres lo único que siempre he querido de verdad y lo único que sabía
que no podía tener. No sé qué hice para conseguir esta oportunidad contigo, pero te
prometo que nunca la arruinaré ni la daré por sentada.
—Oye —indica pasándome el pulgar por el labio inferior—. No necesitas...
—Sí necesito, Har. Todo lo que hablamos en la cabaña, lo dije en serio. Lo quiero
todo contigo, Harley Hunter. Siempre lo he querido.
—Kyle. —Se estremece.
—Te amo, Gatita.
—Yo también te amo.
Acerco mis labios a ella y la abrazo con fuerza mientras la beso como si fuera
nuestro primer y último beso.
—¿Como se siente? —agrego cuando por fin la suelto para que tome aire, nuestros
pechos se agitan y el deseo oscurece nuestras miradas.
—Cómo se siente ¿qué?
—Ser propiedad de Legend.
EPÍLOGO
HARLEY

Tres meses después…

—¿E stás decepcionado por no estar ahí arriba como deberías? —le pregunto a
Kyle mientras estamos sentados en las gradas de la escuela esperando a
que empiece la ceremonia de graduación.
Estoy sentada en medio de él y Ruby. No tengo idea de cómo ella y Ash
consiguieron entradas para hoy, pero están aquí apoyando a nuestros amigos que se
gradúan.
Me invade una sensación de tristeza al saber que muchas de las personas que
han formado parte de nuestra vida cotidiana durante tanto tiempo pronto se irán a la
universidad y nos dejarán atrás para sufrir otro año en Rosewood High.
—Nah. Si me estuviera graduando ahora, habría sido en Creek High, y nadie
quiere un diploma de esa escuela. Es mejor así —concluye, sonriéndome y
apretándome la mano.
Sé que dice la verdad, pero una parte de mí se pregunta cuánto odia tener que
cursar otro año.
—Además —añade—. Nunca podría negarme a pasar más tiempo contigo, aunque
eso signifique cursar otro año más en la escuela.
Me recorre un hormigueo al pensar en lo que va a implicar nuestro último año,
y no puedo evitar sonreír.
Como era de esperar, tanto Ruby como Ash han sido nombrados capitanes del
equipo de animadoras y del equipo de fútbol americano, y Kyle y yo seremos sus
ayudantes.
Puede que nuestro nuevo equipo de último año no esté a la altura de los que están
ahí abajo con la toga y el birrete puestos, pero con unos cuantos meses más de trabajo
duro, Ash y Kyle están seguros de que este año conseguirán triunfar y harán que Jake
y los chicos se sientan orgullosos.
Ruby y yo nos sentimos igual de optimistas en lo que respecta a nuestro nuevo
escuadrón.
Nos sorprendió el nivel de las chicas que se presentaron a las pruebas hace unas
semanas, incluso Chelsea se quedó boquiabierta.
Y a pesar de que ahora nos falta una de nuestras mejores chicas, confío en que
volveremos a participar en las Nacionales de nuevo.
Realmente lo espero, porque daría cualquier cosa por ver a Rubes levantar ese
trofeo. Demonios, ella ha trabajado muy duro para conseguirlo.
Saco mi teléfono del bolsillo, tomo rápidamente una foto de todos los graduados
sentados en las filas frente al escenario y se la envío a Stella.
Un par de semanas después de nuestro viaje a las montañas, se presentó en la
escuela con la noticia que todos temíamos.
Se marchaba.
Y esta vez no se iba simplemente al otro lado del país, sino que dejaba el país y
se dirigía a Inglaterra, como temía.
—¿Cómo está? —cuestiona Kyle, dándose cuenta de a quién le estoy enviando
mensajes.
—Está bien. Aburrida. No empieza en su nueva escuela hasta septiembre y está
empezando a volverse loca, creo.
—¿No puede volver durante el verano?
Abro la boca para responder, pero lo pienso mejor y le envío otro mensaje
haciéndole esa sugerencia, mas no llego a esperar a ver su respuesta porque el director
Hartmann sube al escenario para dar comienzo a la ceremonia.
Habla de los éxitos de la generación que se gradúa este año. Recuerda la increíble
temporada del equipo de fútbol americano, antes de hablar de otros equipos y otros
acontecimientos que merecen ser celebrados hasta que llega a nuestra impresionante
segunda oportunidad en las Nacionales del mes pasado.
Cuando empieza a invitar a los alumnos a subir a recoger sus diplomas y a
felicitarlos individualmente, empiezo a ponerme sentimental.
Kyle, que sabe leerme como a un libro, se gira hacia mí y me besa en la mejilla.
—Te amo muchísimo —me susurra al oído.
—Esto es ridículo —musito, secándome los ojos con una mano mientras veo a mi
hermano subir al escenario. Miro a Poppy, que está sentada junto a mamá, y me doy
cuenta de que no soy la única que llora.
Se da cuenta de mi mirada y me dedica una sonrisa triste.
Sé que Zayn irá a MKU, después de una larga discusión con mamá sobre su
cambio de planes, y que no está muy lejos, pero los dos se han acostumbrado a estar
juntos todo el tiempo. Va a ser otro gran cambio para Pops. Sin embargo, tengo plena
confianza en que podrá manejarlo. Incluso si eso significa que ella tome mi lugar
como el mal tercio del grupo. Tengo la sensación de que Zayn estará en casa siempre
que pueda, o la meterá a escondidas a su dormitorio en cada oportunidad posible.
Intentó convencer a mamá de que le consiguiera un departamento, pero ella no lo
aceptó, aunque no puedo evitar pensar que lo está postergando hasta que Poppy se
reúna con él dentro de un año, porque todos sabemos que eso es lo que hará.
—¿En qué estás pensando? —Kyle me susurra al oído.
—En el futuro.
—Ah, ¿y cómo se ve ese futuro?
Me encojo de hombros. Ambos dijimos que queremos ir a la universidad, pero no
hemos hablado mucho más del tema desde que volvimos de las montañas. Es algo
que tenemos que discutir cuando empiece el último año. No tengo grandes deseos de
ir a ningún lugar en particular, Letty y Zayn, no es que él esté siguiendo los suyos,
ya que encontró el amor, son los que soñaban con ir a la universidad, yo simplemente
estaría feliz de entrar después de mi dificultad con las Matemáticas.
—No estoy segura, más allá de que estaremos juntos.
—Claro que sí —afirma con una sonrisa, acercando mi mano a su boca.
Me preocupaba que la ceremonia se alargara, pero pronto los últimos graduados
suben al escenario y escuchamos a Hartmann cerrar el acto.
—No puedo creer que mi última bebé vaya a estar ahí arriba el año que viene —
comenta mamá mientras bajamos a buscar a los graduados.
—No te pongas en plan sentimental conmigo, mamá —bromeo, ganándome una
sonrisa divertida de Kyle. Ambos sabemos que era yo la que estaba luchando contra
mis emociones durante la última hora.
—No es así. Estoy bien —miente—. Estoy muy orgullosa de todos ustedes, lo
saben, ¿verdad? —prosigue, deteniéndome, obligando a los demás a rodearnos—. Sé
que he sido dura con todos ustedes con respecto a su educación y su futuro, pero es
únicamente porque quiero que tengan todas las opciones que su padre y yo no tuvimos.
—Papá se queda parado incómodamente detrás de nosotras, obviamente escuchando
las palabras de mamá.
—Lo sabemos, mamá, y te lo agradecemos. —Tomo su mano y la aprieto cuando
veo que se pone un poco triste.
Está preocupada por Letty, todos lo estamos después de su ausencia en las últimas
semanas. No es su estilo y cuanto más nos ignora, más me preocupo.
Era más que mi hermana cuando éramos niñas, era una de mis mejores amigas y
no puedo evitar sentirme abandonada. Es ridículo, lo sé. Probablemente esté viviendo
su mejor momento, no obstante, hay una pesadez en mi interior que me dice que no es
eso en absoluto. Su Instagram está vacío, mientras que antes estaba lleno de noches
de fiesta y de ella riéndose con sus nuevos amigos de la universidad.
Algo no está bien. Lo sé.
Volvemos a ponernos en marcha, buscando a Zayn entre la multitud.
Como era de esperar, Poppy es la primera en verlo y se abalanza sobre él. Él la
atrapa y la hace girar con una amplia sonrisa en su rostro antes de detenerse y poner
sus labios sobre los de ella.
—No van a soportarlo ¿verdad? —murmura mamá, claramente teniendo
pensamientos similares a los míos de hace un rato.
—Estarán bien. Además, es solo por unos meses y luego Poppy podrá reunirse
con él.
—¿Y qué pasa con ustedes dos?
—Iremos juntos —afirma Kyle, rodeando mi hombro con su brazo.
Ella sacude la cabeza y voltea a felicitar a Zayn.
Los demás nos rodean, todos los de último año tienen grandes sonrisas en la cara
mientras el equipo de fútbol americano y el escuadrón de animadoras se agrupan,
todos los chicos atrayendo a sus chicas hacia sus costados.
—¡Lo logramos, hijos de puta! —grita Jake por encima de nuestro grupo mientras
suena una ronda de gritos de alegría.
—¡Es hora de celebrarlo, carajo! —añade Ethan, apretando sus labios contra los
de Rae y estrechándola contra su cuerpo.
—¡Muy cierto, demonios! —Amalie es la siguiente en ser manoseada antes de
que Mason arrastre a Cami entre sus brazos, y Shane frote su mano cariñosamente
sobre el abultado estómago de Chelsea. Va a dar a luz en cualquier momento y juro
que nunca ha estado más hermosa.
Miro a mis amigos y se me hace un nudo en la garganta al pensar en pasar un año
aquí sin todos ellos. Miro a Justin y Rich que se están riendo, probablemente hasta
echaré de menos a esos idiotas.
—¿Estás bien, Gatita? —me pregunta Kyle, apretando su frente contra mi espalda
y rodeando mi cintura con sus brazos.
—Sí —replico a la fuerza mientras Ash y Ruby se unen a nosotros—. Es el fin
de una era, ¿sabes?
—Lo es —asiente Ruby—. Pero el año que viene es nuestro año.
—Claro que lo será —agrega Ash—. Lo tenemos ganado. Rosewood High no
sabe lo que le espera.
Observamos las celebraciones durante unos minutos más antes de que todo el
mundo empiece a marcharse a festejar con sus familias antes de la fiesta de esta noche
en casa de Ethan.
La emoción se apodera de mí cuando pienso en la noche salvaje que nos espera.
—Bien, ya lo tengo, vámonos —dice mamá, arrastrando a Zayn detrás de ella.
Nos dirigimos al restaurante favorito de Zayn para celebrar, como hicimos hace
dos años con Letty.
Miro la silla vacía, una pesadez a la que empiezo a acostumbrarme me oprime
por completo los hombros.
Debería haber estado aquí hoy y, aunque Zayn no ha dicho nada sobre su ausencia,
sé que le duele. Puedo verlo en sus ojos.
—¡Por Zayn! —dice mamá, sacándome de mis pensamientos y alzando su vaso
en señal de brindis—. Felicidades, cariño. Me muero de ganas de ver lo que te depara
el futuro.
Papá está sentado incómodamente en el otro extremo de la mesa sin decir una
palabra mientras Zayn se acerca y toma la mano de Poppy por debajo de la mesa.
—Gracias, mamá. Por todo. No podríamos haber hecho nada de esto sin ti.
—Siempre. —Ella asiente, con los ojos un poco aguados.
—Ahora, vamos a comer antes de que quieran irse a emborrachar. —Pone los ojos
en blanco fingiendo molestia.
La comida es increíble, y tanto Zayn como Kyle comen más de lo que yo creí
que fuera posible.
Nos despedimos de papá en el estacionamiento, todos prometiendo ir a visitarlo
pronto. Han pasado unas semanas desde que todos nos aventuramos a volver a Creek
y me siento mal por no verlo con más frecuencia, pero la verdad es que todos odiamos
ese lugar, y aparte de grandes eventos como este, se niega a salir. Eso hace que las
cosas sean muy incómodas.
El viaje de vuelta con mamá y Kyle transcurre en silencio. La tensión se desprende
de ella en oleadas que demuestran el gran esfuerzo que ha hecho para parecer tan
optimista y tranquila delante de mi padre.
Nunca lo admitiría, aunque estoy segura de que en el fondo aún lo ama. Dios sabe
que le rogó bastante para que empezara esta nueva vida con nosotros.
Kyle aprieta mi mano en señal de apoyo y le sonrío, contenta de que haya podido
acompañarme hoy.
Sin embargo, mi humor cambia al instante cuando mamá llega a casa y se detiene
junto a un coche que me parece no haber visto en mucho tiempo.
—Letty está aquí.
Salgo volando del auto y me dirijo a la casa mientras Zayn se estaciona detrás de
nosotros y frena en seco antes de bajarse también de un salto y seguirme.
Hay maletas en el pasillo y me dirijo hacia la cocina cuando escucho un ruido,
pero pronto me detengo en seco al ver a mi hermana mayor.
Tiene lágrimas cayendo a chorros por sus mejillas y, cuando bajo la mirada por
su cuerpo, la encuentro más delgada de lo que creo haber visto en toda mi vida.
—Letty. —Jadeo, corriendo hacia ella mientras mamá entra por la puerta.
—Scarlett, ¿qué pasa? —exclama mamá, llamándola por su nombre de pila.
—Lo siento mucho, mamá —solloza mientras mamá pasa junto a Zayn para
abrazar a su hija mayor—. Lo siento mucho, te he decepcionado totalmente.
Levantando la cabeza del hombro de Letty, Zayn y yo intercambiamos miradas de
preocupación mientras Kyle se acerca a su lado observando cómo Letty se derrumba
en nuestros brazos.
Un sentimiento de culpa cubre su rostro, pero de algún modo no creo que esto
tenga nada que ver con Kane. O al menos, eso espero.

¿Están listos para Kane?


Puedes leer GRATIS la precuela, The Mistakes You Make, de su historia y la de
Letty.
DESCÁRGALA AHORA
AGRADECIMIENTOS

No puedo creer que haya llegado este momento. ¡El fin de una era!
Esta serie significa tanto para mí. Fue totalmente inesperada, Jake y los chicos
fueron totalmente inesperados para mí. Sin embargo, cuando Jake apareció en mi
cabeza, no quiso marcharse, por mucho que se lo supliqué. Y me alegro mucho de
que se quedara.
Espero que hayan disfrutado del último libro de esta serie y que Harley por fin
haya conseguido su final feliz. Tuve su historia en mi cabeza durante mucho tiempo,
siempre supe que su chico no iba a ser Kane, lo siento por quienes estaban deseando
que fuera él.
Pero, como habrán adivinado, este no es el fin para Kane, ni para muchos de
nuestros chicos porque en tan solo unos meses, nos vamos a la Universidad de
Maddison Kings.
Voy a darles un montón de nuevos personajes que sé que les van a encantar junto
con algunos de los de Rosewood que ya conocen y adoran.
No puedo esperar para contarles estas historias.
Así que solo me queda decir una última cosa: GRACIAS por seguir aquí conmigo.
El hecho de que hayan leído toda esta serie y hayan incluido a mis chicos en sus vidas
significa todo para mí.
Brindo por lo que viene...
Tracy xo

P.D. No se preocupen, ¡puede que también tenga un plan para Stella!


ACERCA DEL AUTOR

Tracy Lorraine es una autora bestseller de novelas románticas contemporáneas para adultos del USA
Today y del Wall Street Journal. Tracy vive en el lindo pueblo de Cotswold en Inglaterra junto con su
esposo, su hija y su adorable, pero un poco loco springer spaniel. Habiendo sido siempre una adicta a
los libros con la cabeza metida en su Kindle, Tracy decidió probar suerte con la idea de una historia
que soñó y no ha mirado atrás desde entonces.
Sé el primero en enterarte de sus nuevos lanzamientos y ofertas. Suscríbete a su boletín aquí.
Si quieres saber lo que estoy haciendo, ver avances y fragmentos en los que estoy trabajando,
entonces debes de formar parte de mi grupo de Facebook. Únete a los Ángeles de Tracy aquí.
Mantente al día con los libros de Tracy en www.tracylorraine.com

You might also like