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No me escuches, sino quieres mis pensamientos pesan más que la lluvia por eso me gané el

silencio. ¡Qué haremos con las mujeres! si son tantas, ay, si son tontas. Como gruesa de lápices
amarrada con cintas brillantes así somos las mujeres así somos las mujeres chinas. Yo crucé
Pekin en bicicleta saludé al verdulero en la carreta sus ansias sus silbidos su risa chefa.
Mirádme bien la cara que yo soy no tan igual, no tan igual. Los vestidos usualmente de chalís
barato de tul picado por polillas de verano no son mis vestidos. A mí me afectó la moda Beat
las narices argentinas yo nací en Perú y me arrepiento un poco

Pagína 35- 37

Menciones a la migración china

Qué es ser una mujer china en Perú

La infancia, la maternidad, la herencia, chepen, el pueblo norteño

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Poema sobre el mar, sobre Cabo Blanco dedicado a Heminway

Trampa para serpientes: des mitificar el amor romántico 53


Esas mujeres que recogen piedras del mar, delatan la neutralidad de mi cerebro. A querer
entender las sogas y los ébanos no he sido ni hombre ni mujer. Esas mujeres que recogen
piedras del mar, como mi hija y Magdalena, se dejan llevar por la pasión de mi piel hacia el sol,
no saben que no soy nadie. El aliento me viene de alguna gracia precaria, casi de una limosna:
no sé como volví, no sé cómo aún estoy tratando de escribir un testamento y solo puedo tener
sueño guardado, años enteros que no dormí por soñar con un espacio propio que solo
encontré en libros que escribieron otros. Mi gusto tan poco exquisito, mi corazón tan poco
educado; mis pies siempre salvajes y oscuros. Mis manos moviéndose más de la cuenta
queriendo hacer títeres de amigos y familia, para que purgasen el teatro de voces que me
seguía. Cómo he querido que alguien oyera el vacío y lo llenara por fin con alguna garrafa de
algo, con una piedra que se quedara en el fondo de mi pozo

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