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ENTREVISTA: ANTONIO LÓPEZ - Artista

"Ha sido doloroso hacerme a mí mismo"


Á NGELES GA RCÍA - Ma dr id - 1 7 /0 6 /2 0 1 1

El paso del tiempo, sí, el mismo tiempo que lleva décadas empeñado en detener con sus pinceles, sienta
bien a Antonio López. Luce a sus 75 años una mirada tan viva como fresca. Como si envejeciese
conservada en el formol de la pasión por la luz y el detalle. También retiene su legendaria minuciosidad.
La misma que ayer sacó a pasear por las salas del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Se acercaba por
primera vez a supervisar el montaje de la más ambiciosa retrospectiva nunca dedicada a su obra. La
muestra está comisariada por su hija María y el conservador jefe del museo, Guillermo Solana. López se
movía en un bosque de cajas de madera y obras cuidadosamente apoyadas en las paredes. Esperaban
pacientemente su destino vertical. Y al artista, que parecía dialogar con paciencia con cada una de las 130
piezas de la exposición.

Un par de días antes, en su casa de Madrid, esa que inmortalizó para la historia de la pausa Víctor Erice en
El sol del membrillo, explicó que está dispuesto a dar un nuevo rumbo a su trabajo para volver a las
personas. "Soy más libre que cuando era joven. Me ha costado mucho llegar a algo parecido a la estima
por la vida y por mí mismo. El camino ha sido complicado. Hacerme a mí mismo ha sido doloroso".

Un conmovedor relato de las vueltas de ese camino espera a los visitantes a la exposición Antonio López,
que el 28 de junio se abre al público en el Museo Thyssen. Será, sin duda, el acontecimiento artístico del
verano. La selección hiperrealista del pintor de Tomelloso se centra en sus últimas pinturas, dibujos y
esculturas, con incursiones en un pasado por el que desfilan los "amores de toda una vida": Madrid,
Tomelloso, los frutales, los retratos de su entorno familiar y, en especial, un homenaje de gran hondura a
la escultura griega. Este tributo toma la forma de cuatro figuras, copias exactas de dos parejas de piezas
rescatadas de las fauces del tiempo en el templo de Olimpia.

Pregunta. Esta exposición se anunció como pequeña... ¿Qué ha sucedido entretanto?

Respuesta. El proyecto nació al recibir el Premio Velázquez, que conlleva una exposición en el Reina
Sofía. Desde la antológica que el museo me dedicó en 1993, no había mucha más obra terminada.
Guillermo Solana [conservador jefe del Thyssen] me propuso hace más de tres años hacer la muestra con
obra nueva, pero con saltos en el tiempo. De hecho, hay dos cuadros de 1953, dos trabajos inspirados en
Tomelloso. Si no hubiera sido así, la exposición sería muy pequeña... A lo mejor no habría estado mal...
Cuando las cosas se programan con tanta antelación, me equivoco siempre. Creí que iba a tener más obra
reciente para mostrar.

P. Lo más reciente son sus siete vistas de la Gran Vía...

R. Están inacabadas. Va a ser como si la gente entrara en un estudio con unas cuantas cosas en marcha.
Me parece muy interesante para ciertas miradas. Es una oportunidad para conocer mis procesos. Si la
exposición fuera solo de obra comenzada, podría tener quinientas cosas. Empezar no me cuesta. Una vez
tengo la idea clara, ponerlo en marcha es cuestión de una semana como mucho. Después entras en un
laberinto complicadísimo.

P. ¿En qué fase están las cabezas de Delibes y de Ferlosio?

R. Empezada solo está la de Ferlosio. Dibujos, fotografías y las medidas tomadas tengo de Tàpies,
Palazuelo, Delibes... Ahí están, a la espera de poder empezarlas junto con otras cosas más. Me está
volviendo el interés por la figura humana. No por el mero retrato, sino por la descripción de la vida que
hace la gente: afeitarse, lavarse... Esa parte de la historia que la pintura tiene olvidada y solo está viva en
el cine, en la literatura, en la fotografía.

P. ¿Qué ha ocurrido para retomar ese interés?


R. Últimamente vivo mejor entre la gente.

P. ¿Este nuevo momento suyo acelerará el final del cuadro de la familia real? Ha pasado tanto tiempo que
hay quien piensa ya en el famoso relato de Balzac, La obra maestra desconocida.

R. ¿Cómo puede dudar? Claro que lo acabaré. Lo he tenido que dejar para trabajar en cosas de la
exposición. Tuve que elegir entre todo lo demás y el retrato.

P. Da que pensar que no estén los Reyes en el Thyssen, ni siquiera en la parte dedicada a cuadros
inacabados.

R. No, claro. El acuerdo que tengo es que entrego el cuadro a Patrimonio en su destino, en el palacio de
Aranjuez. Antes no se puede ver.

P. Fije el hilo conductor de la exposición.

R. No hay orden cronológico. Está dividida en dos espacios: en uno predomina un orden estético con
obras esenciales que son mis amores y mi sustento. En el otro confluyen paisajes urbanos, frutales,
retratos...

P. La muestra se antoja un autorretrato humano y artístico.

R. No podría hacer otra cosa. En la pintura o en los dibujos vas dejando una sustancia que es lo más
íntimo de tu ser. Decirlo da apuro, pero no puede ser otra cosa.

P. No se autorretrata usted mucho en su pintura.

R. Hay una pintura, una pareja, que somos Mari [María Moreno, su esposa] y yo. La empecé, pero no me
salió. Me harté y me impacienté porque entonces tenía menos paciencia que ahora. Le dije a mi mujer que
utilizara la tela. Ella pintó un paisaje de Ávila nevado que tampoco le salió. La tela ha rodado por casa
durante muchísimo tiempo. Hace como un año cogí una cuchilla y empecé rascar el paisaje de Mari y ha
aparecido el cuadro que yo hice y que está en la exposición.

P. Será emocionante reencontrarse con tanta obra.

R. Es el mayor privilegio, si lo puedes resistir.

P. ¿Qué le inspira lo que ocurre en la calle, la ocupación de las plazas por los indignados, la desaparición
de la izquierda?

R. Me inspiran una reflexión que compartirá muchísima gente: si es posible el camino lógico hacia el
socialismo y más allá, se ha roto por la torpeza de estos personajes que ha habido. El hombre va a tener
que encontrar una solución que no tenga que ver con bonitas palabras como bondad y generosidad y sí
con el sentido común. La cosa se va a poner seria. Habría que escuchar a los hombres de ciencia más que
a los banqueros. Así debe de ser por el bien de todos. También hay que hacer una llamada a encontrar el
placer en las cosas básicas y renunciar a lo innecesario. La sociedad respondería a ese mensaje. En una
especie de acto de justicia misterioso. Esta gran equivocación va a afectar también a los poderosos. O nos
salvamos todos, o nos vamos todos al traste.

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