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A Tu Salud

Es innegable que existe una influencia recíproca entre nuestra salud y nuestra actitud mental. Una
actitud positiva, un alto grado de motivación y entusiasmo crean las condiciones apropiadas para el
desarrollo de una buena salud, una buena digestión y el desarrollo normal de los procesos
metabólicos del cuerpo.
Lo cierto es que pensar es practicar química cerebral. Nuestra calidad de vida es el resultado de
nuestros hábitos y estos a su vez, son el producto de nuestras acciones. Sin embargo, toda acción
va precedida por un pensamiento y una de las consecuencias de los pensamientos que
albergamos en nuestra mente es la secreción de hormonas desde glándulas como el hipotálamo y
la pituitaria. Estas hormonas se encargan de transmitir mensajes a otras partes del cuerpo. Por
ejemplo, pensamientos hostiles y de enojo aceleran los latidos del corazón, suben la presión
arterial y sonrojan la cara. Los sentimientos de ira, enemistad, resentimiento, depresión y tristeza,
debilitan el sistema inmunológico del cuerpo y suelen favorecer la aparición de las llamadas
enfermedades psicosomáticas.
Del mismo modo, pensamientos positivos como el entusiasmo, el amor, la amistad, la paz, la
tranquilidad y muchos otros, producen un flujo de neurotransmisores y hormonas en el sistema
nervioso central, que estimula, provee energía al cuerpo y crea las circunstancias propicias para el
mantenimiento o restauración de una buena salud. Cada uno de nosotros es hasta cierto punto,
responsable por el nivel de salud del cual estemos disfrutando.
¿Se ha dado cuenta cómo aquellas personas que constantemente se quejan por todo, son
generalmente las mismas que suelen enfermarse con mayor frecuencia? Martín Seligman, profesor
de la universidad de Pennsylvania, asevera que el sistema inmunológico de la persona pesimista y
negativa no responde tan bien como el de la persona optimista y positiva.
Una actitud triunfadora y perseverante no sólo nos puede ayudar a alcanzar nuestras metas, sino
que en muchas ocasiones puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Un grupo de
investigadores del hospital King´s College de Londres, realizó un estudio con 57 pacientes que
sufrían de cáncer del seno y quienes habían recibido una masectomía. Siete de cada diez mujeres
de aquellas que poseían lo que los doctores llamaban un “espíritu de lucha”, diez años más tarde
aún tenían vidas normales, mientras que cuatro de cada cinco de aquellas personas que en
opinión de los doctores “habían perdido la esperanza y se habían resignado a lo peor” poco tiempo
después de haber oído su diagnóstico, habían muerto.
En otro estudio realizado con treinta pacientes que sufrían de cáncer del colon o de tumores
malignos, se les pidió que visualizaran enormes células anticancerosas, navegando a través del
sistema sanguíneo y devorando las células enfermas o el tumor existente. El propósito era cambiar
la actitud derrotista y las creencias negativas que muchos de ellos tenían. Los resultados fueron
igualmente sorprendentes. Los pacientes que tomaron el curso mostraron un incremento en el
número de las células que normalmente protegen el cuerpo contra el crecimiento de tumores
malignos.
La buena noticia es que usted puede cambiar su actitud y el efecto negativo que ésta ejerza sobre
su salud física. Empiece por modificar la clase de pensamientos que mantiene en su mente. Sea
optimista, su vida puede depender de ello.

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