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A UN AMOR

Él, es el veneno que quema y corre por mis venas; sin él, estaría perdida; sin
él, mi vida seguiría vacía; sin él, de nuevo me cubriría con esa coraza negra y
pesada con la cual me encontró y pacientemente me la está despojando.

Estoy entre sus brazos, lo contemplo en su total desnudez de arriba abajo, sus
labios se adueñan de mi cuerpo, tengo su calor, su fogosidad, su virilidad; está
llenando mi copa vacía con su vino que me quema, me devora y yo ahí estoy
extasiada, embelesada, sollozando por compartirlo en mi lecho y él está
recibiendo mi total entrega una y otra vez, rogando que el tiempo se perennice
y que no rompa el momento.

Observo la imagen de su falo viviente, de su virilidad, -la escultura más


hermosa que pueda existir-, estaba en todo su exuberante y envidiable apogeo
y esplendor; estaba altivamente en su máxime cúspide, en toda su
efervescencia y ebullición a punto de explosionar, al borde de eclosionar en
el vacío, y yo quedé observándolo extasiada, asombrada, admirando cada
parte de él.

¿Cuántas veces lo he esculpido con mis manos, y mis labios?, ¿cuántas veces
lo he deleitado y lo he enloquecido con mi fellatio lujurioso y desesperado?.

Él es mi hombre, el tiempo lo ha perfeccionado para ser el amante perfecto,


sabe besar, conoce el preciso instante para apoderarse del alma de una mujer.

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