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Vida Cultural Hacia 1900
Vida Cultural Hacia 1900
Los años corridos desde la terminación de la guerra hasta los albores del nuevo siglo no fueron
fecundos en el campo de las letras. Los intelectuales de ese tiempo, tuvieron que dedicar de
preferencia sus energías a la satisfacción de las más apremiantes necesidades de la República.
Machaín, Aceval, Centurión, Decoud, Caminos, Collar y sus contemporáneos se vieron
absorbidos por la función administrativa, la magistratura judicial, la cátedra, el periodismo y el
quehacer político. Pocas eran las horas libres que podían dedicar a la creación literaria a la
investigación científica o a discutir sobre problemas de diversa índole y poner por escrito los
resultados de sus reflexiones.
Para 1900, sin embargo, se observaba un notable incremento cultural. El Instituto Paraguayo
había abierto su tribuna y las páginas de su revista a Cecilio Báez, Manuel Domíguez, Manuel
Gondra, Fulgencio R. Moreno, Guido Boggiani y otros muchos, Zubizarreta, Jordán, Olascoaga,
Abente Lago y los sabios Hassler, Bottrell y Elmassian se sumaban a ellos en el menester de
enseñar, clasificar la flora, la fauna y el reino mineral, estudiar las parcialidades indígenas,
debatir temas económicos y sociales, y comenzar a buscar la realidad del pasado en sus fuentes
documentales, sin perjuicio de componer poesía y colaborar en la prensa.
En esos años de transición de un siglo a otro, Báez y Domínguez se habían constituido en las
luminarias del pensamiento paraguayo, en tanto que a Gondra se le reconocía su calidad de
maestro de la juventud. Junto a ellos, Moreno, Audibert, Emeterio González y López Decoud, así
como los ya recordados médicos, Insfrán, Velázquez, Duarte y Peña, sostenían la vida cultural.
Más jóvenes, pero comenzando ya a destacarse en la prensa, la cátedra, la judicatura y la
política, cabe mencionar a Juan Cancio Flecha; Antolín Irala, Francisco C. Chaves, Antonio
Sosa, Adolfo R. Soler, Eusebio Ayala y Manuel Franco, reformador éste de los planes de la
enseñanza media. Más o menos contemporáneos de los mencionados, Juan E. O’Leary e Ignacio
A. Pane eran poetas que surgían y escritores de pluma polémica.
En Villarrica también se desarrollaba notable actividad cultural. Se editaban periódicos. Desde
1890, funcionaba un Colegio Nacional y eran sus catedráticos los pedagogos Simeón Carísimo,
Atanasio Riera y Ramón I. Cardozo y el gramático Delfín Chamorro.. Extranjeros cultos, como
los doctores Nicolás Sardi y Enrique Bottrell, completaban el ambiente intelectual, y también
moraba allí Gregorio Benítez, dedicado a sus trabajos históricos.
LA REVOLUCION DE 1904
La revolución liberal de 1904, a la que se sumaron prominentes colorados, como Manuel
Domínguez y Arsenio López Decoud, y que terminó con el “Pacto de Pilcomayo”, en virtud del
cual se reconocía la conservación de las carteras del Interior y de Justicia al gobierno derrocado
y se respetaba la integridad del Parlamento, en el que aquél tenía la mayoría, determinó el
ascenso a la primera fila de la vida pública de una nueva generación.
Llegan a la responsabilidad directa de la conducción superior de la sociedad Adolfo Riquelme,
fundador de “El Diario”, Félix Paiva, tratadista de Derecho Constitucional, Teodosio González,
autor del Código Penal, Cleto J. Sánchez, educador y promotor del Instituto Paraguayo, Ramón
Lara Castro y Belisario Rivarola, periodistas estos dos últimos, y los poetas Ricardo Marrero
Marengo, Francisco Luís Bareiro, Liberato Rojas y Alejandro Guanes, todos ellos menores de
treinta y cinco años. Se afirma el magisterio de Gondra, en tanto que Domínguez y Moreno
entran a integrar el personal de la Cancillería para la atención de la cuestión de límites con
Bolivia, y O’Leary se define como el reivindicador de la figura histórica del Mariscal López.
Bastante más jóvenes, en torno todos ellos de los veinte años, pero desde entonces en la vida
política y cultural del país, cabe recordar a Gomes Freire Esteves y Carlos García, periodista
fogosos, enfrentados en 1906 en un duelo fatal para el segundo de ellos, y a Modesto y José P.
Guggiari, Eligio Ayala, Juan León Mallorquín. Eduardo López Moreira. José P Montero, Luís A.
Riart, Eladio Velázquez, Isidro Ramírez y varios otros que hacen política, profundizan el estudio
de las ciencias jurídicas y sociales, forman parte del Poder Judicial y se dedican al periodismo,
sin perjuicio sic incursionar algunos de ellos en la poesía.
Muy poco después, Eloy Fariña Núñez se da a conocer como poeta.
Por entonces también, se incorporan a la vida cultural el insigne polígrafo español Viriato Díaz
Pérez (1875-1958). Animador de todas las actividades del espíritu, el ensayista y revolucionario
Rafael Barret, el economista ruso Rodolfo Ritter y el periodista argentino José Rodríguez Alcalá.
De la misma época es Herib Campos Cervera (1879-1922).
Dos diplomáticos extranjeros, el peruano Carlos Rey de Castro y el boliviano Emeterio Cano,
también participan del quehacer intelectual paraguayo.
Todos ellos contribuyeron a dar impulso a la cultura paraguaya.
Adolfo Posada y Vicente Blasco Ibánez, que visitaron el. Paraguay en esa época, pudieron
percatarse del notable adelanto cu1tural.
EL INSTITUTO PARAGUAYO
Fundado en 1895, en las circunstancias que hemos referido, el Instituto Paraguayo agrupaba al
mundo intelectual de la época graduados universitarios, bachilleres, periodistas, extranjeros
ilustrados y promovía actividades culturales.
Su tribuna de conferencias fue ocupada por los paraguayos y extranjeros de mayor relevancia.
Desde 1896 hasta 1909, apareció la “Revista del Instituto Paraguayo”, al frente de la cual se
sucedieron Manuel Gondra. Cleto J. Sánchez, Guido Boggiani, Belisario Rivarola y Viriato Díaz
Pérez. Ha sido ésta la más trascendente de las realizaciones en su género en nuestra patria. En
sus páginas es posible hallar casi toda la producción científica y humanística del Paraguay de
fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Colaboraban allí Decoud, Godoi, Centurión, Domínguez, Báez, Gondra, Moreno, López Decoud
y los extranjeros que se incorporaban a nuestra vida cultural, como Boggiani, Hassler Bertoni y
Rey de Castro. Hasta Ricardo Palma, desde el Perú le hizo llegar la primicia de algunas
“Tradiciones” aún inéditas. También se dieron a conocer poemas de Guanes, Pane y O’Leary.
La revista publicó, por entregas sucesivas o en tirada aparte, obras extensas y completas, entre
las que cabe recordar los “Comentarios” de Alvar Núñez Cabeza de Vaca; “Los pájaros del
Paraguay”, de Félix de Azara; “Veinte años en un calabozo” de Ramón Gil Navarro, con prólogo
de Manuel Domínguez; “Los límites del Paraguay”, de Juan León Mallorquín; “Cartas polémicas
sobre la guerra del Paraguay”, cruzadas entre Bartolomé Mitre y Juan Carlos Gómez; “La
cuestión monetaria en el Paraguay”, de Rodolfo Ritter; y la ya mencionada “Colección Garay” de
documentos históricos, así como también, capítulos sueltos de “El evangelio de los pueblos
libres”, de José Segundo Decoud.
También se exhumó “Camire”, novela nacional que habría sido traducida del francés en 1811, y
se dieron a conocer crónicas y documentos antiguos sobre la campaña militar de los comuneros
de 1724, los estudiantes paraguayos en la Universidad de Córdoba, el célebre informe del
gobernador Pinedo acerca de la pobreza de la provincia y la opresión de los indios, las actas del
Congreso Nacional de 1841, la nomenclatura urbana en 1849, las “Cartas históricas” de Peña, las
protestas de las Repúblicas del Pacífico con motivo de la publicación del tratado secreto de la
triple alianza y muchas otras fuentes históricas de similar interés.
La revista desapareció en 1909 porque sus promotores y redactores no pudieron seguir
dedicándole su tiempo debido a que habían llegado a las más altas funciones en la conducción
de la sociedad paraguaya en todos les órdenes.
El Instituto Paraguayo no se limitó a su revista y a su tribuna de conferencias. Organizó una
sección esgrima y gimnasia, con sala de armas y otras instalaciones. Habilitó una biblioteca y
archivo histórico, y mantuvo activo canje con publicaciones y entidades culturales de todo el
mundo. Para la sección de música, fue contratado el maestro Miguel Morosoli, se organizaron
cursos del más alto nivel y se llegó a contar con orquesta y estudiantina. En sus clases de dibujo
y pintura se formaron muchos artistas plásticos. Se dietaron también cursos de otras
especialidades de innegable utilidad social, tales como telegrafía, fotografía, contabilidad y
lenguas vivas (inglés, francés e italiano). La promoción y orientación de estas actividades, que
no fueron todas simultáneas, corrió en gran medida a cargo de Cleto J. Sánchez (1867-1938) y
Juan Francisco Pérez Acosta (1873-1968).
Desde 1905, el Instituto desenvolvió su acción en un edificio de su propiedad, cedidole por el
Estado, y por espacio de cuarenta años ejerció efectiva influencia en el desarrollo de la vida
cultural, hasta que en 1933 se fusionó con el Gimnasio Paraguayo para dar nacimiento a una
nueva asociación, el Ateneo Paraguayo.
EL PERIODISMO
Durante el primer tercio de nuestro siglo, hasta la guerra del Chaco, las más diversas tendencias
políticas y sociales hallan su medio de expresión en la prensa. Desde ‘Germinal”, de orientación
anarquista, hasta “Los Principios”, hoja católica; desde “El Diario”, que aparece por espacio de
treinta y seis años, hasta el semanario que muere al primer número, vasta es la variedad de
ideologías y modalidades que hallamos en el periodismo paraguayo, nutrido con el talento de los
hombres más significativos de ese tiempo.
Centurión anota ida nombres de ciento sesenta y dos diarios y semanarios, de diversa duración e
importancia, que aparecieron en Asunción y en las principales poblaciones del interior, de 1900
a 1936.
En la primera década, entre otros periódicos, se publicaron “La Democracia” fundada en 1881 y
desaparecida en 1904.
“EÍ Cívico”, dirigido por Adolfo R. Soler, hasta 1908, y “El País”, de Francisco C. Chaves, de 1901
a 1905. En 1900; Enrique Solano López, con la cooperación de Juan E. O’Leary e Ignacio A.
Pane, editó “La Patria”.
El 1º de junio de 1904 comenzó a aparecer “El Diario”, integraban el núcleo fundador Adolfo
Riquelme, Félix Paiva, Ramón Lara Castro, Cleto J. Sánchez, Eduardo Schaerer, Juan F. Pérez
Acosta, Adolfo Aponte y Gualberto Cardús Huerta, y el primero de ellos tuvo a su cargo la
dirección. Esta hoja subsistió hasta 1940. Por largos años le correspondió el decanato de la
prensa diaria y alcanzó una posición muy destacada en la misma.
Tuvo “El Diario” el servicio telegráfico más completo y el sistema de impresión más rápido y
moderno, habiendo sido sus talleres los primeros que contaron con linotipos en el país. En sus
páginas se publicaban varias secciones permanentes y entre sus redactores figuraban el poeta
Alejandro Guanes, José Rodríguez Alcalá y el francés Jean Paul Casabianca. Su edición
dominical contenía habitualmente colaboraciones de mérito y promovió “El Diario” numerosas
iniciativas de interés general, entre las cuales cabe recordar la fundación de la Liga Paraguaya de
Fútbol.
Después del la guerra civil de 1904, a los periódicos que acabamos de mencionar se sumaron
“Alon”, a cargo de Carlos García, y “El Liberal”, de Gomes Freire Esteves, cuyos respectivos
directores sostuvieron una polémica de trágicas consecuencias “La Ley”, de Alejandro Audibert,
y “Los Sucesos”, de Eugenio A. Garay, eran hojas opositoras. Desde 1908 y por diez años, el
sacerdote Heriberto Gamarra publicó “Los Principios”.
Entre 1910 y 1920, de. los muchos diarios y semanarios que comenzaron a publicarse entonces,
cabe recordar a “El Nacional”, a “El Tiempo”, de Antonio Sosa, a “General Caballero”, que dirigía
Juan Manuel Frutos, y a “Colorado”, a cargo de Eugenio A. Garay, todos ellos de oposición.
Durante las luchas cívicas de, 1911, de enfrentamiento contra el régimen militar de coronel Jara,
cupo un rol sobresaliente a “El Diario”, cuyo redactor responsable era Ramón Lara Castro, y a
“El Nacional”, dirigido entonces por Gomes Freire Esteves. El grupo fundador de este último
periódico comprendía a intelectuales de diversa militancia política, aunque más tarde se definió
en el orden partidario al asumir su dirección Carlos Luís Isasi.
Algo posteriores, pero de esta misma década, fueron “Patria”, en cuya dirección se sucedieron
Telémaco Silvera e Ignacio A. Pane, “La Prensa”, de Antonio Sosa. “La Reacción”, de Federico
García y Tomás Ayala, y “La Tribuna” redactada por Alejandro Guanes.
En la década del 20 al 30 y hasta a guerra del Chaco, los periódicos paraguayos perfeccionan sus
servicios informativos, refuerzan ‘sus plantillas de redacción, modernizan sus equipos
impresores y entran en una puja para aumentar sus respectivos tirajes y el número de sus
lectores, al propio tiempo que conceden mayor importancia a la publicidad como fuente de
recursos.
“El Diario”, decano ya de todos ellos, se mantiene a la cabeza en materia de .innovaciones. El
elenco fundador se ha alejado, pasando la hoja a ser propiedad de Eliseo Da Rosa. A Guanes, se
suman Pablo Max Ynsfrán, Anselmo Jover Peralta y Roque Gaona, en el consejo de redacción.
Desde 121, aparece “El Liberal”, de los hermanos Manuel y Eduardo Peña; y en 193, “El Orden”,
fundado por Gualberto Cardús Huerta, que en 1935, al adquirirlo Poli carpo Artaza, se
convertirá “El País” y con esta denominación ha de perdurar hasta nuestros días. El 31 de
diciembre de 1925, Eduardo Schaerer comienza a editar,”La Tribuna”, único diario paraguayo
que ha logrado aparecer por espacie de cuarenta años sin .interrupciones. Todos los periódicos
mencionados en este párrafo responden entonces a diversas tendencias del Partido Liberal.
Desde 1926, la Liga Nacional independiente, grupo apartidista cuyos principales orientadores
son Juan Stefanich y Adriano Irala, publica “La Nación” que se convertirá pronto en órgano
definidamente opositor.
En los años finales de la década, “La Opinión”‘y “La Unión”, representan las dos tendencias que
por entonces se manifiestan en el Partido Colorado, y sigue apareciendo “La Prensa”.
Numerosos periódicos, casi todos ellos de corta duración y de reducido tiraje, han aparecido en
Villarrica, Concepción, Pilar y otras poblaciones del interior. Para no recargar indebidamente la
presente reseña, recordaremos del período que aquí estudiamos a “El Orden”, editado en
Villarrica en 1916, y a “El Surco”, que aparece allí desde 1924 y es hoy el decano de la prensa
campesina. “Correo del Norte”, de Concepción, fundado en 1921, subsistió por espacio de
muchos años, y de la década anterior fueron “El Municipio”, “El Nacional” y “La Constitución”
figuraron entre las manifestaciones de la prensa pilarense.
Bibliografía
Justo Pastor Benítez, “El solar guaraní”
Benítez, “Algunos aspectos de la literatura paraguaya”
Gomes Freite Esteves, “Historia contemporánea del Paraguay”
Efraín Cardozo, “Paraguay Independiente”