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de manifiesto, dentro de la produccién dra- mitica de Antén Pavlovich Chéjov (1861- 1904), unos contenidos sociales y filoséficos a los que el tiempo ha hecho cobrar una sugestiva dimen- sién y que nos ha parecido debian ser, por ello, convenientemente revalorizados, aspecto primordial de toda lectura en profundidad y que puede decir- se apenas es tomado en cuenta en los textos al uso de que tenemos noticia sobre el autor y su obra, particularmente por lo que se refiere a su labor como dramaturgo. aleance conceptual de nuestro trabajo viene explicitado de modo inequivoco en el enunciado del mismo. Es decir, que se trataré de los personajes y del mundo particular del teatro de Chéjov desde ‘una perspectiva insobornablemente vinculada a la realidad social de la que dicho teatro y dichos per- sonajes son reflejo directo, casi fotogréfico, con es especial hincapié en su pathos vital, condicionado por el sino inexorable de Ja alienacién y la frustra~ cién, doble negatividad, dirfamos, dentro de los Peculiares matices que una y otra comportan, sien- do Ia alienacién un concepto de amplio espectro que involucra no solamente a determinados sujetos y si, ante todo, a la condicién moral de una sociedad en su totalidad, enajenada de sf fisma, encallada en Ia supersticién, el servilismo y el ocio —en de- finitiva: totalmente ajena respecto de sus naturales y legitimos cométidos. Atmésfera de espiritual con- suncién y de ruines apetencias que provocaré, a su ver, en los hombres de talento y sensibilidad, y tras, el naufragio de sus més elevadas aspiraciones, un | objeto del presente estudio es intentar poner Alienacion y frustracién en el teatro de Chéjov O Raul Teixids profundo desengafio por la vida (frustracién) que conforme transcurren los afios, no pareceré sino estar Hamada a ser la antitesis de todo lo noble y hermoso que un dia aquellas gentes sofiaron para sf y para los demés. ‘La produccién dramatica de Antén Chéjoy com- prende 7 obras largas —que constituyen el micleo més importante de su aportacién para la escena—; hay que mencionar, asimismo, la existencia de nu- ‘merosas piezas en un acto denominadas por su autor “estudios draméticos” o “‘juguetes cémicos”, segin el talante de cada cual, escritas para escenarios de provincias y que en ms de una oportunidad resul- tan ser ilustraciones dialogadas de algunos de sus cuentos, Si bien permiten formarnos una idea de su habilidad para plantear y resolver situaciones pro- piamente teatrales, podemos considerarlas al mar- gen de nuestro propésito concreto. Ej conjunto de su obra dramética abarca un pe- iodo de 24 afios en la vida del autor, segin el si- Buiente esquem Platanov (1881) Toanov (1889) El esptritu del bosque (Leschy, 1890) La gaviota (Chaika, 1896) Tio Vania (Dyadya’ Vania, 1897) Tres hermanas (Tri siostry, 1901) El jardin de los cerezos (Vyshniovy sad, 1904). Para nuestro examen hemos adoptado un crite- rio rigurosamente cronolégico, tanto més apropindo en el caso de Chéjov, donde se veré que determi- nados planteamientos de su recorrido dramitico _ (ideas y situaciones) derivan de otros tantos in- mediatamente precedentes, opcién que entendemos Contribuiré en gran medida a la inteligibilidad de nuestro propésito. Platonov, primera obra extensa de Chéjov para Ja escena, por temprana acaso la més melodramé- tica (se dijo de ella que revelaba la influencia del peor teatro de la época), pone en evidencia ya, no dbstante, la predileccién del autor por las situa~ ‘ciones conflictivas a la par que su don casi natural de conferir un notable verismo psicolégico al traza~ do de sus caracteres. ‘Miguel Platonov, maestro de provincias y espi- ritu de raras cualidades, destaca por encima de la grisura y ausencia de talento del comin de sus famistades y vecinos y posee ademés un indudable carisma con respecto a las mujeres. Estando ya casado, en aquellos momentos se interesa sin em- bargo por Soffa Egorovna, quien tampoco es libre y que se resiste a sus insinuaciones cada vez con menos conviceién. Marfa Grekova, una joven casa- dera y terrateniente, se manifiesta, por el contra~ rio, abiertamente y Miguel se ve obligado a recha- zarla, ofendiendo el orgullo de la muchacha, que promete vengarse. Por otra parte, Ana Petrovna, viuda joven y asimismo propietaria de considerables bienes, ama también a Miguel Platonoy y, harta de Ja actitud respetuosa y protocolaria de éste, le pide que “deje de engafiarse a s{ mismo” y la considere, por encima de todo, una mujer de verdad, abando- nando su falsa modestia y sus evasivas para deci- dirse a “vivir intensamente” (con ella, claro). Pese a un requerimiento tan explicito, el voluble Plata- nov, olvidando sus deberes conyugales, se decidiré por Sofia Egorovna, cuyas defensas ya’ han cedido, viviendo con ésta extramaritalmente; lo cual no im- pide que la vinda Petrovna —desconociendo este {iltimo extremo— contintie su asedio a Miguel, ofre- ciéndole a cambio ocuparse de su salud y de su mente, pues el aspecto del profesor decae dia a dia. A todo esto, Sascha, la esposa legitima de Miguel, enterada de que éste, ademés de haber tomado una amante, no reprime por ello sus devaneos con Ana Petrovna, “ya no es digno de respeto”, se dice do- lidamente ¢ intenta un fallido suicidio. Soffa Ego- rovna, la elegida de Platanov, confiesa a su marido su infidelidad y le pide la deje libre, recibiendo una rotunda negativa; como para complicar més las cosas, la propia Sofia, ignorando los sentimientos de Ana Petrovna con relacién a Miguel, pediré a ésta nada menos que convencerle, en nombre de su antigua amistad con el profesor, a fin de que Platanov decida de una vez partir con ella (Sofia) e iniciar una vida diferente lejos de todo aquel em- brollo. Entretanto, Maria Grekova, In despechada te- rrateniente, ha conseguido, a través de su queja al Director de las Escuelas Nacionales, el cese de Pla- tanov en su cargo, pero se arrepiente muy pronto de su accién al recibir por escrito las excusas de Miguel, renaciendo entonces su pasién por el con- flictivo profesor... Tras su dramética decisién, Sascha se ha salvado de milagro y el suegro de Miguel, en vista de lo ocurrido, le ruega se apinde de su “pobre esposa” que estuvo a punto de morir intoxicada por causa de sus frivolidades, pero he ahi que la viuda Petrovna, pese a conocer ya toda la verdad, no se resigna a perder a Miguel a tiem- po que la'casadera Marla Grekova deplora haberse comportado tan impulsivamente y confiesa a Pl tanov que lo ama. “jQué embrollo! jDeberia tarme!”, exclama el pobre Miguel y, sintiéndose sin fuerzas, se recuesta en un divén, Mientras, todos —en especial las mujeres— disputan y argumentan, pues cada una se siente Iamada a cuidar de él en lo venidero, Miguel] Platanov vive, en verdad, antes que una vida normal, un caos sentimental producido por su personal ausencia de critica, por sucumbir con de- masiada facilidad al encanto de los sentimientos que, a menudo nos ponen de espaldas a toda res- ponsabilidad—, configurando un caso patético de indefensién ante la vida por exceso de sensibilidad, Interrogado en determinadas circunstancias sobre a quién busca, Miguel Platanov responderé, incom- prensiblemente para su interlocutor: “Busco, mis bien, evitarme a mi mismo”. Y mds adelante, cuan- do la situacién se ha tornado insostenible ante la muy grande acumulacién de absurdos y contradic- ciones que acabamos de resefiar, todavia se lamen- taré: “Amo a todos los seres humanos... No qui- 2 Platanov; acto I, ese. XU. 2 EE siera hacer mal a nadie... y se lo hago a todo el mundo”? Considerando el ritmo sentimental tan ver- tiginoso de su vida, su final es hasta cierto punto previsible: cuando descansa, en presencia de todos y en medio de una borrascosa escena de reproches y amenazas pricticamente generalizada entre todos los personajes que no disimulan su reciproca ani- madversién, un imprevisto paro cardfaco le leva a encontrar, sin sobresaltos, la salida a su existencia absurda, en tanto zumba a su alrededor el parloteo de sus huéspedes, que se despachan a su agrado en la creencia de que el incomprendido Miguel, vencido por la fatiga y los nervios, se ha tendido tan s6lo unos momentos para descansar. Ivanov guarda bastante similitud con la anterior obra: “especie de copia corregida y aumentada”, escribié alguno, sobre todo si reparamos en el desdichado fin ‘de su protagonista, victima a su vex de caprichos inextricables de la suerte que desarman su voluntad y le precipitan en la deses- peracién, “Peor que la historia de una caida, es Ia de una decrepitud”, apunté Ritzen: Nikolai Ale- xeievich Ivanov, burécrata, aquejado por deudas que no puede pagar, de salud precaria y talante crecientemente neurético, tras cinco afos de ma- trimonio con Ana Petrovna, se pereata de que ha dejado de amarla; ésta, enferma actualmente de tisis (aunque, por el momento, lo ignora) le re~ procha a diario no ser el mismo de antes y por marcharse con frecuencia de casa en busca de en- tretenimiento. Konstantin Lvov, joven médico que a asiste, sintiéndose atrafdo ‘por ella, reprocha asimismo a Ivanov su escasa atencién para con la enferma. Ivanov, incierto y mortificado, frecuenta Ja casa de hacienda de los Lebedev, cuya hija, Sas- cha, enamorada en secreto de él y que admira su superioridad intelectual, un dia le confiesa su amor, afiadiendo que Ivanov no debiera sentirse en ab- soluto culpable por no amar ya a su esposa, pala~ bras que le infunden nuevos nimos. Ana Petrovna no tarda en sospechar la verdad y le abruma con sus airadas protestas, al punto que Ivanov, en un acceso de célera, Ie revela la proxi- midad de su fin, luego de lo cual se sentiré todavia 2 Op. cit, acto ML, ese. XIX. 22 més indigno y deprimido. Ana Petrovna fallece y cuando, transcurrido un tiempo su boda con Sascha Lebedev parece una pronta realidad, le asaltan eseriipulos (diferencia de edad, si es licito intentar ser feliz nuevamente, etc.), bien que intenta sobre- ponerse a ellos. Pero su destino tomard desquite: Konstantin Lvov médico de la difunta, Petrovna mortificado por el odio y la envidia, le increpa duramente, acusindole en piblico de haber “mata- do” a su esposa, en una escena de fuerte tensién dramética, Amargado por los ataques recibidos a causa de su pretendida crueldad y falta de carifio hacia su fallecida consorte, zarandeado por los tu- multuosos sentimientos de la joven Sascha que, tras una inicial vacilacién, quiere verle convertido, a costa de Io que sea, en su marido, en una mano su propio anbelo de felicidad y en la otra la con- tradictoria e insobornable realidad, “Es hora de pararme...., ide terminar!”, exclamaré Ivanov fue- ra de sf, huyendo luego, como quien se fuga de un manicomio, hacia la seguridad de un suicidio consolador. Leschy y Tio Vania comparten un tronco co- min; personajes, situaciones, incluso sus patroni- micos, con alguna infima variacién, resultando a la postre, sin embargo, dos dramas muy distintos pese a la similitud de planteamiento y estructura, mas perfecto y de merecida fama como tal el segundo, pero que poseen identidad propia al situarse el én- fasis de las acciones en el caso de Leschy (tradu- cida, por lo general, como El espiritu del bosque) a. en un solo personaje, el médico y terrateniente Mijail Lvovich Khrischov, y en Tio Vania en dos: la réplica del ya citado Khrischov, apellidado en este caso Astrov (conservando e] patronimico y el nombre de pila) y muy especialmente la figura de Ivin Petrovich Voinitzki, el administrador rural (Vania) que, por contra, en Leschy le tenemos en un segundo plano, cediendo en dimensién dramé- tica a la del inspirado Krischov. En ambas obras apareceré ante nosotros un niicleo de personas con su atencién puesta en el decrépito Alexander Vladimirovich Serebriakov y su esposa, la muy bella Elena Andreyevna, de ape- nas veintisiete afios, y cuya languida hermosura y recalcitrante fidelidad son motivo, muy razonable, de comentario. Elena Andreyevna, por su parte, se mueve un poco a pesar suyo entre los reproches de su iracundo marido —que no cesa de lamen- tarse por sus continuas crisis de gota y amenazar a cuantos le rodean con librarles muy pronto de su molesta presencia, acusindoles de pensar sola- mente en divertirse— y los embates sentimentales de Mijail Lvovich Khrischov (Astrov, en Tio Va- nia) y Egor Petrovich Voinitzki (Ivén, en la se- gunda obra) quienes, a su turno y en cuanto la oportunidad se les presenta, no tienen reparo en manifestar a Elena su admiracién y su amor, des- concertados ante el hecho de que una criatura co- mo ella malogre y desperdicie su juventud junto a aquella vieja gloria de la cétedra, grufiona y farfullante, de Serebriakov, Una nueva crisis dolorosa determina que la fa- milia recurra a un médico amigo de la casa (Mi- jail L. Khrischov) a quien Serebriakov aborrece y se niega a recibir, pues opina que todos los pro- fesionales de la medicina son unos charlatanes (y mucho més atin Khrischov-Astrov). Voinitzki, el administrado: de la finca propiedad del catedréti- €0, no oculta a su vez su desprecio por éste, pues estima que Serebriakov es injusto y desconsidera- do al no reparar en los afios de fiel servicio que en tal cometido ha pasado Voinitzki, sin abandonar nunca su puesto, en un destierro rural que siente, por lo demas, ha contribuido en mucho a media- tizar su auténtico talento. Por su parte, la joven Sonia, hija de un primer matrimonio de Serebriakov, no disimula sus senti- mientos por Mijail L, Khniischov, cuya preocupa- cién y amor por la naturaleza revelan, segiin ella, a un espiritu superior, legando a confiar su secreto a su madrastra, la atractiva Elena Andreyevna. En Tio Vania esta situacién viene enriquecida en dre matismo por algunos detalles, v.gr., la fealdad fi- sica de Sonia, cuyas cualidades la gente reconoce por doquier, afiadiendo siempre “Listima que sea tan fea”, lo cual la distancia seriamente de sus pre- tensiones con respecto al atareado y algo entrado en afios Khrisschov-Astrov. El tradicional cortejo de huéspedes y ociosos (por Jo general, ambas cosas a la vez) completan el cua- dro famfiliar que va a verse gravemente afectado, como por un movimiento de tierra, al ser todos con: vocados cierto dfa por el viejo Serebriakov, con Ia intencién de darles a conocer algunos proyectos re- lativos al porvenir de la finea, proyectos que no se harén realidad a menos que Sean objeto de uné- nime aprobacién, advertencia que por desgracia parece caer en saco roto por las contrariedades que Jevanta la propuesta de Serebriakov: vender In ha- cienda, en vista de su salud precaria y de lo in- aguantable de la vida en el campo, para comprar con ese dinero un lugar de reposo, pues vivir en Ja ciudad resultarfa prohibitivo por las eargas eco- némicas que comporta. A partir de aqui se dan en ambos dramas matices dignos de realzar en el primero de ellos (Leschy o El espiritu del bosque) Ja situacién se resuelve por la via répida: Egor Petrovich Voinitzki, el administrador, acusa preci- samente el golpe y se deshace en furibundos repro- ches contra la ingratitud de Serebriakov, poniendo de manifiesto su honrada y diligente gestién, los sacrificios realizados y el dafio que ello supuso para sus personales ambiciones; todo para verse final- mente “arrojado”, segiin dice, de la finea, tras ma- lograr toda su existencia, “iEres mi peor enemigo!” le espetard a Serebriakov, abandonando la estancia en plena crisis nerviosa para suicidarse pocos minu- tos més tarde. Khrischov legaré en medio de la refriega a pedir a Elena Andreyevna obtenga que su marido (Serebriakov) revoque una reciente ven- ta de terreno boscoso que el nuevo propietario in- tenta talar de modo criminal y a lo cual Khrischov, celoso defensor del medio ambiente, se opone con todas sus fuerzas, Debido al critico momento que 23 ee atraviesa Ia familia, es mal recibido y peor despe- dido, sufriendo sus relaciones amistosas una larga congelacién. Sin embargo, los encontraremos reuni- dos algtin tiempo después en la casa del bosque ‘que Khrischov termina arrendando para vivir fiel a sus principios de amante de la naturaleza y be- nefactor del projimo; allf se reconciliaré con Sonia, aceptando unir en adelante sus vidas. En Tio Vania, por el contrario, el desenlace es més complejo y pleno de rigor dramatico, de ri- queza de matices: Elena Andreyevna, enterada de Jos sentimientos de su hijastra Sonia con respecto a Mijail Lvovich Astrov (ya dijimos que represen- ta una réplica del antedicho Khrischov) promete a ésta indagar cerca del médico a fin de asegurarse si son correspondidos, Astrov, naturalmente, no se da por aludido e interpretando la maniobra de Ele- na Andreyevna, como si estuviese dirigida a deve- lar sus sentimientos con respecto a la propia Elena, le confiesa violentamente que la ama, a ella, Elena Andreyevna, y a ninguna mujer més'en el mundo, instante en que aparece Ivan Voinitzki con un ramo de rosas otofiales para Elena, en sefal de reconci- liacién por el enfado que ésta manifiestara horas antes frente a los requerimientos igualmente tem- pestuosos del administrador. Elena, sofocada, pide a Voinitzki que persuada a su marido para marchar- se inmediatamente de la casa sin dejarle entrever el verdadero motivo, esto es, la actitud tanto de Mijail L. Astrov como del propio Voinitzki respecto a ella. De tal forma que la reunién a la que con- vocara el viejo Serebriakov con idéntico propésito al ya explicado en Leschy, sorprende a todos en profunda indisposicién de énimo. La discusién esta- lla y entre Serebriakoy y Voinitzki se cruzan duros términos, segin lo resefiado en nuestra glosa de Leschy; Voinitzki abandona igualmente la habita- cin furibundo y desencajado, pero es para retornar minutos después y agredir a Serebriakov mediante un fallido pistoletazo que provoca la excitacién y el panico generales. ‘Pasadas las horas iracundas, se decide la mar- cha de Serebriakov y su joven esposa Elena, de- biendo quedar las cosas como antes en la tinea. Voinitzki lamenta haber errado el disparo y su abo- rrecimiento por Serebriakov no remite un dpice, pese a los términos cordiales de la despedida, pues considera al catedrético la causa directa de la mal- versacién de su talento personal, de su actual pos- tracién y vacio, vegetando en aquel oscuro rincén de la provincia en tanto Serebriakov cosechaba en los salones inmerecidas recompensas. Voinitzki se repite obsesivamente: “trabajar, trabajar”, como ‘inico recurso para paliar su fracaso, el amor no vivido... la vida. Mijail L. Astrov, el médico y botdnico, se marcha asimismo por una larga tem- porada y se despide de la resignada Sonia. Esta vuelve a sentarse junto a su tio (Voinitzki) y le ayuda a poner en orden las facturas acumuladas; el didlogo de estos dos seres vencidos por la vida que cierra el drama es del més puro lirismo que haya escrito nuestro autor. Pese a todo, Sonia arran- card de su alma, para si y para su infeliz tio Vania, bellas palabras de consuelo que recita con el alma transida por el dolor, como en una revelacién, en tanto el borrachin y ‘arruinado terrateniente Tele- guin, huésped perpetuo de la casa, tafie distraida- mente su vieja guitarra, La gaviota nos brinda uno de los personajes fe- meninos més felizmente conseguidos del repertorio chejoviano, Nina Sarechnaia, de profesién actriz (y desdichada) destaca con luz propia en este drama crepuscular y exquisito, Desheredada (huérfana de madre, su padre hace testamento en favor de su segunda esposa, desairéndola de ese modo pese a su calidad de hija legitima), romantica irremedia- ble, esta mujer cargard su vida sobre si misma igual que se lleva una cruz que terminard aceptando. En cuanto mujer, la gran pasién de su época juvenil, el motivo supremo de sus entusiasmos de ave tem- prana e inexperta, los enearnaré el escritor medio- cre Boris Alexeievich Trigorin, a quien Nina se uniré por encima de toda consideracién social, sa- crificando prestigio personal y afectos familiares. ‘Trigorin acabaré, empero, decepcionéndola, murien- do, ademés, el tinico hijo resultante de dicha unién. Por otra parte, su talento —sin duda sobrestimado por ella misma— no consigue remontarla hasta los papeles estelares con los que sueiia; al cabo de los afios, continuaré efectuando giras en provincia, sin salir de la penumbra, pero haciendo gala de un te- sén y una voluntad encomiables, insuficientes, por desgracia, para suplir su inexistente genialidad Lejos aquellos dias cuando, durante una improvi- sw sada funcién de aficionados, en el jardin de la casa, Nina recitaba versos del joven Konstantin Gavrilo- vich Treplev, o aquel otro, en que el mismo Treplev, volviendo del pantano con una gaviota muerta, Ia puso a sus pies manifestando haberla matado por error. La soledad del lugar era propicia y el joven Konstantin Gavrilovich le declara su amor —que Nina no comparte—. Ella, Nina Sarachnaia, que “ha pasado toda su vida junto al lago, del que conoce hasta la dltima islita”, a la vista de aquel desdicha- do animalito, se siente un poco como el ave solitaria que un dia, cualquiera, sin proponérselo, abate por tierra, No imagina que acaso hubiera sido feliz ‘ini- camente junto a su devoto admirador, el incom- prendido Treplev, victima de la tacafieria de su madre (que dispone de buenas sumas para com- prarse trajes de fiesta, més no para vestir a su hijo con decencia ni mucho menos pagarle un viaje a la capital), menospreciado por literatos de salén, como Trigorin, pero de fondo sensible y generoso que alimenta toda su vida una fiel y limpia pasién por Nina. Resulta patético que Nina no se decida a ser feliz a Treplev, que la ama y asi se lo confiesa desde el primer momento y que, por su parte, tam- poco éste consigna serlo por cuenta propia, indi- ferente —lo mismo que Nina con respecto a él— a los sentimientos de Mascha, hija de los adminis tradores de la finca, a quien aflige con su negativa ¥ que finalmente se desposa con el maestro de es- cuela Semién Medvedenko, en un matrimonio ca- racteristicamente abiilico y rutinarioy una vez disi- padas las primeras e ilusorias impresiones, ‘Nina Sarechania prefiere poner su vida a dis- posicién del frivolizado Trigorin, por quien se siente “capturada” y muerta, como la gaviota de Treplev; asi se lo hace saber el mismo dia en que aquél (Trigorin) parte para Moscit, Ella también se pro- pone ir alli para iniciar sus estudios artisticos: es donde vivird su consiguiente desengafio, Transcurre el tiempo y puede decirse que la vida personal de Nina es un “completo fracaso”, y en cuanto a la escena “parece que la cosa es todavia peor”, en pa- labras de su fiel Konstantin Gavrilovich Treplev que no la ha perdido de vista, Iegando incluso a establecerse una esporadica correspondencia entre ambos. Pese a todo lo cual, Treplev atin espera una tiempos y sinsabores que debieran determinarla de una vez por todas a elegir un puerto seguro. En vista de su mal comportamiento (su aven- tura con Trigorin acabé siendo de dominio piblico) Ja familia le ha vedado el regreso a casa, de modo que Nina, por aquellos dfas de paso en la ciudad, hard una visita furtiva a la mansién, lo cual pro- Porciona al suftido Treplev oportunidad para jugar su iiltima carta, pues asimismo él se siente frac sado como hombre y como literato y tiene la ab- soluta certidumbre de que tan sélo junto a Nina podré volver alguna vez a creer en la vida. Pero Nina, en su obstinado extravio, insiste en realizar Sus suefios de ser una gran actriz, y tras darle un, abrazo cordial, se marcha. Treplev, solo y desespe~ ado, sin ninguna opeién ya, rampe sus manuscritos, los arroja a la basura y se pega un tiro, en tanto en el salén contiguo su madre y los habituales de la casa juegan a la loteria en el largo creptisculo de otofo que, hace unos minutos y sin que lo su- pieran, se ha levado, esta vez para siempre y como si fuese una sombra més del atardecer, la liviana silueta de Nina Sarechnaia, quien en los iltimos tiempos, fiel a su desorbitado romanticismo, firma- ba Gaviota en sus sus cartas al infeliz Treplev, Tres hermanas es, de] mismo modo, la crénica de otros tantos suefios contradichos, destrozados, por la realidad. Olga e Irina Prosorov’ viven solamente ‘con la ilusién puesta en el dia en que podrdn re- gresar a su Mosc natal, recordado con inmenso sentimiento, y de donde las circunstancias las han mantenido alejadas durante los iiltimos afios, obli- indolas al ostracismo de la vida rural, Los desti- nos de los diferentes personajes involucrados en su trama sutil, son altamente significativos: el herma- no menor de las Prosorov —Andrei— se casa, para su desdicha, con Natalia Ivanovna y sus anhelos de Megara convertirse en profesor de la Universidad se desvanecen ante la envolvente servidumbre y mediocridad a la que se ve abocada su nueva vida, En consecuencia, Andrei se siente “extrafio” y “‘so- litario” —pese a'ser vecino del lugar— y se entrega al juego y a las pérdidas incontroladas de dinero, ‘comprometiendo a la par Ia situacién econémica de sus hermana: sess De la misma guisa, Mascha Prosorov, la menor de las hermanas, sincerndose con el oficial Ale- xander Verschinin, amigo de la casa, le cuenta las calamidades de su‘unién con el profesor de escuela Fedor Ilich Kuliguin, quien antes le haba parecido “terriblemente sabio, inteligente e importante”, pe- ro que luego resulté “distinto”, esto es, mediocre y rutinario, Verschinin, a su turno, esté casado con una mujer histérica y caprichosa que lo martiriza constantemente con sus crisis de celos y sus ten- tativas de suicidio (aseguréndose que siempre lle- guen a tiempo para socorrerla) siendo asi que él —Alexander Verschinin— podria ser muy feliz con Mascha, naciendo entre ambos una pasién tan tar- dia como initil. Irina Prosorov, por lo que respecta a su futuro, cree que en su afiorado Mosc las co- sas marcharan por cauces muy distintos y fundén- dose en esta esperanza, rechaza las proposiciones amorosas del capitin Vasili Soliony; éste, ofendi- do en su orgullo, declara ostentosamente que dard muerte a cualquier otro pretendiente de Irina, Olga, la mayor, piensa tan sdlo en la préxima pri- mavera, por entonces ya estardn en Mosc, y la fuerza de ese anhelo parece suficiente para sobre- ponerla a tanto entredicho casero, a tanta miseria y vulgaridad, a tanto ser patético y desgraciado rumiando de un lado para otro sus extravios y sus nostalgias. Empero, este suefio no se hard realidad: Andrei pierde fuertes sumas, la casa es hipotecada sin el consentimiento de sus hermanas (copropietarias del inmueble) y Natalia Ivanovna, su esposa, va adue- fidndose poco a poco de todo y entablando, de paso, virtual estado de beligerancia entre los habitantes de] lugar (incluido Andrei), incapaz de reaccionar ante el creciente despotismo de la nueva propieta- ria, Ast las cosas, el futuro se presenta sombrio. Irina Prosorov, requerida por el barn Nikolai Lvo- vich Tusenbach —sin amarlo verdaderamente— da su conformided para casarse con él, en vista de su noble fondo humano y de que su fortuna le asegu- ra, de paso, vivir en Moscti. No obstante, el capitén Vasily Soliony, asaltado por los celos, cumpliré su promesa: provoca al barén a causa de su inminente enlace con Irina y éste, hombre de honor, accede al reto aun sabiendo que lleva todas las de perder. Tusenbach, de visita en casa, no revela su tremendo 26 seereto ni el dia mismo de tener que batirse y se despide carifiosamente de Irina prometiéndole fe- licidad; incluso tiene el detalle de recomerdar le preparen una taza de café para su regreso... Tu senbach, como era de esperar, muere en el duelo la vispera del dia de la boda y la finca hipotecada va definitivamente a manos de la desaprensiva Na- talia Ivanovna, que representa la contrapartida de los dulces sentimientos y la armonia de ideales en Olga e Irina; vacia y petulante, buena dama de sociedad, por tanto, despreciativa y orgullosa, pro- yecta en seguida derribar los hermosos abedules —que aborrece— y convertir el bello y apacible bosque delante del porche, de tantos recuerdos, en un lugar cursi e impersonal. Irina, desaparecida la inica posibilidad de cumplir sus deseos, deberd se- guir aferrada a su trabajo burocratico, a tiempo que Olga es nombrada directora de un colegio, lejos de la finca —y mucho més lejos todavia, natural- mente— de su idolatrado Mosca Pese a todo, un estremecimiento profundo, un signo consolador, como el de una vela que se divisa en la inmensidad del azul, pondrd en el alma de ambas mujeres una razén de vida que las ayudaré a soportar el fracaso de sus ideales: el trabajo hon- rado y constante como tinica alternativa contra el frfo y la soledad de sus existencias malogradas, in- clusive contra la sombra de sus propios suefios des- vanecidos, y que se prometen en adelante empren- der, cada cual desde dentro de su propia jaula de fragiles y desdichados pjaros para quienes el volar —la felicidad> sera por siempre tan sdlo una pa- labra, El jardin de los cerezos, iiltima obra teatral de Chejov, tiene, como todas las anteriores, puntos de contacto y direcciones que se bifurcan hacia nuevas sugerencias, Acaso la urdimbre no sea tan prieta, el micleo dramatico de menor densidad y, por ende, menor también la riqueza de tonos psicolgicos que en ocasiones anteriores resultaba magistral. El jardin y la casa de Liubov Andreyevna Ra- nevskaia han sido puestos en subasta y sus dos hi- jas, a su retorno de un viaje a Parfs, tienen que enfrentarse con la realidad, El comerciante Lopajin propone parcelar el jardin y la casa para la cons- truccién de estancias veraniegas, lo que enjugaria sobradamente las deudas, arrojando, ademés, una buena ganancia, La Ranevskaia rechaza este extre- mo debido a sus vinculos sentimentales con la casa solariega y confia en que un préstamo de su madre cubziré sobradamente lo adeudado, ignorando el valor real de las hipotecas, Lopajin insiste en ul- timar la transaccién conforme a su plan, pues la Ranevskaia se ha quedado sin dinero: un marido inescrupuloso se encargé de despilfarrarlo y le es- cribe ahora desde Paris alegando encontrarse en- ferme, situacién de insolvencia que no impide a la frivola propietaria dar propinas a diestra y sinies- tra y mantener el “buen tono social” ofreciendo fiestas en casa con cierta frecuencia. Finalmente, la subasta tiene lugar y Lopajin, sin mas rodeos, se adjudica el jardin y ia casa en calidad de mejor postor, contrariando las pretensiones del terrate- niente Deriganov y orgulloso de haber sido capaz de comprar la propiedad en que su abuelo y su padre fueron siervos en otros tiempos. El dinero que la madre de la Ranevskaia habfa proporciona- do servird tinicamente para que ésta regrese a Paris y se reconcilie con su marido; entretanto, los hijos de Andreyevna Ranavskaia (Ania y Gaev) la es- perarén, estudiando y preparandose para un futuro mejor. Lopajin, nuevo propietario, tendré un gesto de consideracién final para con la ex-propietaria y amiga: aguardaré a que Liubov Andreyevna esté ausente para iniciar la tala de los cerezos, con lo que dar comienzo a sus proyectos de transforma- cién de la finea. Los golpes de hacha sobre los arboles sefialarén un doble fin: el real drama en cuestién y el simbélico, el de un tiempo irreversi- blemente superado, del que ain es testimonio la figura de Firs, el viejo lacayo que, cabizbajo y que- jumbroso, suspira sin comprender cuanto ocurre a su alrededor. El dramatismo de otras ocasiones no domina pues esta vez el cuadro; un sentimiento esperan- zador —a cargo de los personajes més jévenes— atraviesa la escena. Las vidas de la familia no ten- derdn en esta oportunidad a precipitarse en la no- che de su desgracia, como en tantas otras circuns- tancias, al faltarles ‘una razén para vivir o perder aquello que ha venido representando para todos, de algtin modo, la seguridad, e] afecto, la confian- za de lo familiar y conocido frente a la inminencia de un cambio que trastrueca costumbres y apeten- cias, La familia se marcha de Ja finca con la certi- dumbre de obtener algo mejor de ese imperative traslado, excepto 1a Ranevskaia, razonablemente condolida por la pérdida de su ‘propiedad. “Una nueva vida empieza ahora” le diré empero, su hi- ja Ania, prometiendo recibirla a su retorno del extranjero, pues el paso del tiempo no puede sino aproximarlos més y més a una vida mejor: “Leere- mos muchos libros y un mundo nuevo y maravi- oso se revelard a nuestros ojos”.* Los jévenes con- ffan, pues, inequivocamente, en que la instruecién y el trabajo les pondrén a salvo, para siempre, de Jas extraiias emanaciones de la vida sin objeto, de a existencia rudimentaria y sin estimulos de’ las regiones rurales, de donde ellos tienen la suerte de emigrar, rumbo a la ciudad... O, més exacta- mente en este caso, rumbo al mafiana, Los personajes de Chejov son seres crepuscula- res, abiilicos, fatalistas y resignados, a menudo inep- tos para una accién desinteresada 0 generosa, por obra precisamente de las condicionantes que’ gra- vitan sobre sus vidas. Muchos de ellos, desde el punto de vista de su intercambiabilidad de roles, se repiten en cada obra, afirmando ast lo tantas veces expresado: el teatro de Chejov constituye un cuadro rural de impecables contrastes donde todos son, al mismo tiempo cada uno en particular pero ‘con todas sus consecuencias, esto es, inseparables del estrato social del que provienen y cuyo con- flicto vital se trata, en tltimo término, de refle} En Chejov interesa pues sobremanera’el cariz $0- ciolégico de sus planteamientos, con preferencia sobre lo personal o caracteristico (e] modo de los héroes del romanticismo), bien que apreciados perficialmente sus dramas pudiera concluirse, en buena légica, que describen tragedias “individua- les”, lo cual equivaldrfa, sin embargo, a comprender sélo'a medias el verdadero aleance de los mismos. Junto a los roles “destacados”, que difieren poco entre si (Nikolai Alexeievich’ Ivanov es un burécrata; Mijail Lvovich Khriischev —Leschy— terrateniente y médico; Ivin Petrovich Voinitzki, administrador de fincas, Miguel Platanov, maestro) se mueve una constelacién de figuras suplementa- © 1 jardin de los eerez0s; acto IV, esc. Wl 4 Tbidem. 27 _—————————K—K———————————umemii i i rias: propietarios arruinados, militares en retiro, usureros, damas de sociedad venidas a menos y un variado repertorio de vastagos de hacendados © funcionarios gubernamentales, sin olvidar, des- contando el personal de servicio —ayas, lacayos— los impzescindibles comparsas de la vida de ocio, bebedores empedernidos, jugadores de azar y, en general, cualquier tipo de maniéticos inofensivos que enriquecen de modo insospechado el universo sofioliento y otofial de Ja dramaturgia chejoviana, diéfano y como suspendido en el tiempo, definiti- vamente el margen de las veleidades estéticas de presentes o futuros artesanos. A través de ellos, nos aproximamos a un momento cualquiera de esas tantas vidas —tan parecidas unas a otras, a la pos- tre—, no obligatoriamente brillante ni sugestivo y sujeto, por lo demés, a una particular discontinui- dad en lo tocante a su dimensién temporal, que el autor se limita a precisar sélo en contadas ocasio- nes (entre el III y IV actos de Ivanov, cerca de un afio; entre el IIT y IV actos de Le Gaviota, 2 afios, y en otos casos no especificados —Leschy— en los que se deja al contexto de los propios acon- tecimientos proporcionarnos una idea aproximada), igual que si fuésemos pasando, de rato en rato, paginas en el libro de aquellas existencias polvo. ntas y mediatizadas, para encontrarlas mds ade- lante incurriendo en las mismas actitudes, mascu- lando idénticas razones, a la vuelta de un nuevo enfado o de una reciente reconciliacién. Todo segiin conviene al afan tan cardcteristico de nuestro autor por darnos las cosas como a través de un velo que las propias circunstancias a medias revelan y a me- dias envuelven y donde todo —incluso la muerte— posee el cardcter de pequefio acontecer. De estos eventos, decisivos para la marcha del drama, a me- nudo nos enteramos, no sin cierta sorpresa, en me- dio de una conversacién trivial que tan pronto se refiere a un aspecto de capital importancia —para el lector— como prosigue su distrafdo curso diva- gatorio, tan propio de Ia “tertulia” teatral chejo- viana® rompiendo de este modo (y en otro orden de cosas) todo convencional crescendo que acaso explica en buena medida el escaso éxito temprano y la incomprensién que, a diferentes niveles, fue- ron objeto més tarde estas obras “‘sin accidn ni argumento”.' A este respecto cabe afirmar que el tiempo se encargs de demostrar cuén profunda- mente equivocados estaban todos aquelles que, con fundiedo accién con simple movimiento echaban de menos en Chejov los tépicos de las decadentes férmulas en uso: “No es cierto que en las obras de Chejoy no pase nada; al contrario, ocurren mu- chas cosas” serdn siempre y en todo caso una apre- ciacién estimable por su verdad y sencillez. EI escenario vendré pues a resultar, antes que un mirador privilegiado de una serie’ de ac- ciones pensadas y resueltas a priori (al gusto de la dramaturgia convencional en su vertiente me- lodramética y granguifiolesca), un “lugar de paso” donde se gestan y desarrollan series de sucesos referidos a una colectividad de acusado comin de- nominador social —la pequeiia burguesfa rural finisecular— época y ambiente muy precisos, por lo tanto, y en el que la “conversacién” como medio de sugestién dramética (la aludida “tertulia”) po- see un alto valor significative que solamente una muy sabia mise en scéne es capaz de aprovechar fa) 9 el de Nikolal Alexeievich Ivanov, en Ia obra homénima, ne tienen Tugar en el escenario y, ademis, se nos informa de lio siempre a través do terceras’ personas. St blen es clerto que esto octrrio en particular con al- gunas de llas, el estreno de las piezas de Chéjov no tuvo faricter de sisteméties fracaso, no obstante sus detractores Recuérdese que, peso a todo, Chéjov contd con la envidiable cireunstancia de tener como’ responsables de aquellos monta- es nada ‘menos que al gran Stanislavski asi como a Nemiro- Yich-Danchenko, directores. estelares, ya por entonces del Teatro ‘de Are" de Mowe Frage de uno, de los protagonists de Js, peliula de Kexystotf Zanussi, La estructus con holgura, Por consiguiente, la escena 0 decorado sobre el que tienen lugar los hechos permaneceré indisolublemente unida al contexto social y huma- no de los mismos, con un minimo de variaciones de acuerdo con las necesidades de cada uno de los dramas (ya que no de los “temas”, pues bien pue- de afirmarse que, en Chéjov, el’ tema es tinico, desplegado en una constante de posibilidades dra- maticas trabajadas sobre una entidad bisica uni- taria —el aludido niicleo sociolégico— en calidad de “materia prima” inamovible). En efecto, un jardin en la casa de campo o ha- cienda, perteneciente a tal o cual familia seré el Ambito comin del I acto de cinco de sus dramas y el IV de uno de ellos; cualquiera de los salones de la finca lo serin del mismo modo respecto de Jos acontecimientos que tienen lugar en el curso de recepciones, festejos familiares o visitas de ami- gos en horas de la noche 0 cuando el tiempo es desapacible (dos de cuatro actos en igual niimero de dramas y uno —el III—en otros dos distintos que- dando “repartido” el resto de los cuadros en esce- narios préximos 0 muy poco disimiles una casa en el bosque, un despacho, biblioteca 0 recibidor de la finea; un comedor, la terraza, ete.) Ast como la identidad sociolégica de sus per- sonajes y lo absolutamente inalterable de su en- torno material (escenario) coincide y se repite en una larga secuencia durante pricticamente toda endadura dramitica de Chejov, se dan también —cémo no— peculiares motivaciones morales y fi- oséficas en sus protagonistas, por medio de las que éstos acceden a su dimensién dramética proplamen- te dicha; son, en general, los puntos de vista de quienes se ven obligados ‘a desenvolverse en una sociedad que neutraliza las aspiraciones de sus miembros més idéneos y se burla y aborrece la in- teligencia y los sanos principios, precisamente por su falta de valores que cada uno, si vale para ello, tiene que buscarlos en el fondo de s{ mismo. A menudo, en una misma obra se apuntarén varios aspectos de lo que en verdad constituye una sola problemitica: pérdida de ilusiones, ausencia de in- centivos, talento desperdiciado por causa de un am- biente de estancamiento e indiferencia, inmoralidad y falsas apariencias y, como secucla, sentimiento general de frustracién que correra casi parejo —ya 29 eS en la madurez del autor— con un final atisbo de redencién moral y social por el camino, tan menos- preciado, del trabajo y el estudio, La vida no es, dentro de este considerando, so- lamente lo que pudo ser, sino también —y por en- cima de todo— lo que realmente resultd siendo para cada una de aquellas personas: desgaste, amargura, escepticismo, cafiamazo magistral sobre el que se ira asomando paulatinamente, orillando todo ese vacio y desesperacién, el leit-motiv che- joviano por excelencia: el de Ia redencién por el trabajo y la esperanza de construir en el futuro un mundo més humanizado, redimido por el esfuer- z0 comin y el sabio aprovechamiento de las fuer- zas espirituales y naturales de los individuos y del mundo en derredor, en consonancia con la nobleza de sentimientos y el servicio denodado a una idea grande y unificadora, Esto dltimo serd, por des- gracia, més bien una hipétesis para nuestro autor, que no vivié para ver confirmadas sus intuiciones; un suefio que unos pocos de sus personajes, pese a su contaminacién, a su estado moral critica, a su irrecuperabilidad personal y generacional, se atre- verdn a expresar desde lo més recéndito de su amar- gura, en sus momentos de lucidez, al borde del Tanto o de la muerte® No obstante, este aspecto que comentamos no ser4 perceptible en sus pri- meras obras, en las que dominan los tonos deci- didamente sombrios y en las que el autor no Hega a la formulacién explicita e inequfvoca de su pen- samiento —como acontece més adelante— o, cuando menos, de la totalidad de su pensamiento, que conoceremos al distenderse al maximo el haz de sus preocupaciones sociales. Asi, pues, Miguel Pla- tanov diré: (...) Ti no tienes idea del infierno en que yo vivo, un infierno de trivialidades y de fracasos rotun- dos... ,Ti no has odiado nunca a quien es como un fantasma de tu propio pasado? {Odiarlo por traer fa tu memoria los dias de juventud y de esperanza, fen que sofiabas con los sublimes ideales? Cuando ® Aludiendo al protagonista del segundo de sus dramas, cescribia Chejov a Alexis S, Suvorin, editor de sus obras ¥ amigo, el 30° de diciembre de 1888: "Personas como Ivanov no pueden’ resolver los problemas; sucumben bajo su peso”. (BI ‘subrayado es nuestro, conforme ocurrirh en lo sucesive con relaciin a las diferentes citas que se traigan al texto), 30 uno es joven, eso no tiene importancia, porque, so- bre todo, tienes juventud, cuerpo sano, mente lim- pia, honradez inefable, valor y un amor por la li- bertad, la verdad y la grandeza. Opuestos a ti se hallan'la pedanteria, la corrupcién, la suciedad y la miseria (...) Tiempo alegre, bebidas, bailes, ena- moramiento..., cideales? {Puf! Se desvanecen ante ‘una forma de vida como esta (...)® Y e] mismo Platanov, mas adelante: En le Universidad profetizaron una gran carrera pa- ra Miguel Platanov... y mirelo ahora: vulgar maes- tro de escuela de pueblo... Mis afios dorados se fueron para siempre... {Yo lo he enterrado todo, excepto mi inétil cuerpo!!® A su turno, Nikolai Alexeievich Ivanov, en el drama homénimo escrito siete afios después, expre- mek: (...) A los veinte afios nos tenemos por héroes, ca- paces de emprenderlo todo, de poderlo todo... iy ‘a los treinta estamos cansados y no servimos para nada!" (...) {No quiero seguir Horando y entristeciendo ‘a los demas! ;No quiero reconocer que la energia de mi vida se ha gastado para siempre! {Que mi tiem- po pasé, que me he oxidado, que mi voluntad es débil y que estoy hundido hasta el cuello en esta miserable melancolfa!! (...) Hubo un tiempo en que fui joven, impulsivo, sincero e inteligente... Amaba, detestaba y creia, pero con fe distinta de la de los demés. Trabajaba y aspiraba a luchar con molinos de viento (...) {He aqui, sin embargo, el modo cruel con que ahora la vida, por Ia que asi luché, se venga de mi! {Tengo Ja sensacién de haberme’ quedado tullido! {A los treinta afios, soy un viejo que se ha calzado las za- patillas! ;Con la cabeza pesada, el alma perezosa, cansado, molido, quebrantado, sin fe, sin amor, sin objetivo..., vago entre las gentes como una sombra, sin saber quién soy, para qué vivo, ni lo que quiero! iY ya empieza a antojérseme el amor, tonteria; el carifio, empalago; el trabajo, algo sin sentido y las ® Platanov; acto I, esc. XIV. 30 Op. eit, acto T, ese. XXV. 31 Ivanov, ‘acto TI, exe. V. | : canciones y las disertaciones, cosas vulgares y vie~ jast jA todas partes me acompafia el frio aburri- miento, el descontento y la repugnancia a Ia vidal iEstoy perdido sin remedio!'* (...) i¥a tengo veintitrés afiost Hace mucho que trabajo y siento que mi cerebro se esti secando. jHe adelgazado, me he envejecido, me he afeado y rezco de toda satisfaccién! Y mientras tanto, el tiem. po pasa y se le figura a una que se aparta de la verdadera, maravillosa vida y se va lejos, lejos... hacia un precipicio... (Estoy desesperada y no com- prendo eémo todavia sigo viva y no me he matado!”* De esta guisa se Iamenta Irina Prosorov con un sentimiento que no va a la zaga del de su hermano ‘Andrei, que expresa, a su turno, estas frases des- corazonadas: ‘Oh, idénde se fueron los tiempos aquellos en los que era joven, alegre, inteligente..., cuando tenia el pensamiento Ueno de delicadezas ¥ el presente y 1 porvenir iluminados por la esperanza! {Por qué, apenas hemos empezado a vivir, nos volvemos ya aburridos, grises, carentes de interés, perezosos, apé~ ticos, iniitiles, desgraciados? (...)'® Al diablo todos! AI diablo! {Creen que porque soy médico puedo curar cualquier enfermedad? Pe- ro... ji yo ya no sé absolutamente nada! —chill Ivan Romanovich Chebutikin en media de su borra- chera— jSi se me ha olvidado todo lo que sabia! (..) Hard cosa de veinticinco afios sabia un poco, pero ahora ya no me acuerdo de nada... {De nada! iQuién sabe si no soy ni siquiera un hombre! {Si sélo lo aparento, porque tengo unos brazos, unas pier- nas, una cabeza! {Si no existo, y no hago més que andar, comer, dormir! Ah, jsi no existieral (...)'* (..) En toda la regién no habré habido més que dos hombres inteligentes y honrados: ti y yo... Sélo que, en cosa de diez afios, Ia vida despreciable, Ja vida cotidiana, nos absorbié con sus putrefactas emanaciones, nos’ envenené la sangre, y nos volvi- mos tan cinicos como los demés'? 38 Op. cit, acto IV, ese. X. M4 Tres hermanas; seta II, ese. V. 35 Op. cits acto TV, oe, HV. 38 Op. cit acto TH, ese. TV 1 Plo Venies acto TV, exe, TL. reconoce con crudeza Mijail Lvovich Astrov, e Ivan Petrovich Voinitzki, sincerdndose con la vieja no- driza: Si, En diez aiios me he vuelto otro hombre. iY por qué causa? Porque trabajo demasiado, ama, No conozco el descanso (...) y ash gquién no va a envejecer? Ademés, la vida de por s{ es aburrida, tonta, sucia... Eso también influye mucho, A tu alrededor no ves més que gentes absurdas, y cuan- do levas viviendo con ellas dos o tres afios, tt mis~ 8 poco y sin darte cuenta, te vas volviend también absurdo... (Es un destino inevitable! (...)!8 “(Hasta el aire rezuma aburrimiento!” " excl: ma_en cierta ocasién una de aquellas criaturas; “;Podra haber algo més aburrido que este grato aburrimiento campestre? {Todo es quietud, ociosi- dad y filosofia!", manifiesta, a su vez, otra cual- quiera™; “|De dia y de noche permanezco ocioso!”™ clama un tercero, como en un acto de contricelén, Tlusiones perdidas, desengafio, que derivan en abulia y hastio de vivir, pues el talento —cuando existe— no encuentra su. medio de cultivo, Ia inte- ligencia el modo de aplicarse, ni el espfritu ereador un lenguaje para expresarse haciéndose inteligible y atrayente para todos, De tal sociedad, tales indi- viduos. Porque si Miguel Platanov fue un estudio- so de brillante porvenir antes de que su vida se convirtiese en un melodrama Ileno de ruido y de insensateces; si Nikolai Alexeievich Ivanov sonrefa ante la vida antes de ser atrapado en la pendiente y sentir que “sin causa visible” se inicia su declinar hacia la melancolfa, la irritacién y la vulgaridad; si las hermanas Prosorov experimentan, en plena juventud, e! peso de unos afios vividos en vano que las alejan, conforme incursionan en el tiempo de sus propias vidas, del verdadero comienzo de una existencia més digna, es precisamente porque su entorno social constituye la fuente de contagio, el pozo de todos los males; la vida misma, una espe- cie de corriente contaminada de la que unos y otros recogen su. parte de miasmas, aquellos horribles estigmas, sin siquiera percatarse. “Todo en este 28 Op. eit, acto T, ese. 1. 38 Fenn, acto T, ee. aL a mundo es vil, inmoral y sucio"? y son sus emana~ ciones ponzofiosas las que se infiliran en las almas, envileciéndolas, (...) iNuestra ciudad tiene doscientos afios de exis~ teneia y cien mil habitantes, y sin embargo no hay uno solo entre ellos que sea distinto de los demas! {Ni uno solo que, ni antes ni ahora, haya sobresa~ lido en algo! iNi un sabio, ni un artista, ni una persona de alguna notabilidad, capaz de despertar Ia envidia o el deseo apasionado de la emulacién! Todos se limitan a comer, a beber, a dormir... para luego terminar muriendo! {Los que nacen des- pués, también comen, beben, duermen y, para im~ pedir que el aburrimiento Megue a embotarles, in- troducen, como variante en su vida, los chismes, el vodka, los naipes, los pleitos! {Las mujeres engafian a sus maridos, los maridos mienten y hacen como si no vieran ni oyeran nada; una influencla irremisi- blemente perniciosa oprime a los nifios que, apa~ gindose en ellos la chispa divina, se convierten en tan lamentables caddveres, semejantes entre si, co- mo lo fueron su padre y st madre!” (...) Por qué callarlo? {Vivimos en un atraso de, por lo menos, doscientos afios! {No tenemos absolu- tamente nada! {No existe con el pasado una rela cién definida! {No hacemos més que filosofar, lamen- tarnos de nuestras tristezas 0 beber vodka! (...)* (...) Una vida ociosa no puede ser limpida... Amo a la vida en general, pero la nuestra, la de Ja provincia, la rusa, 1a burguesa ... me resulta inso- portable y Ia desprecio con toda mi alma, (...) Los campesinos son muy monétonos, no estin desarro~ Iados mentalmente, viven entre Ia suciedad, y en cuanto a los intelectuales, con ellos es dificil man- tener la buena armonfa... jCansan! Todos ellos —buenos conocidos nuestros— piensan y_sienten mezquinamente, sin ver més alld de su propia nariz. Son sencillamente necios. Otros més inteligentes, de mayor valor, son seres histéricos, recomidos por el andlisis y los reflejos... Se lamentan, aborrecen, ca= lumnian enfermizamente (...)"% Inteligentzia abocada a un individualismo secan- te que mal podia constituir un punto de partida 22 Platonov; acto TI, ese. X. Tres hermanae: acto TV, me, 1. 24 EL jardin de los cerezod; ncto Tl, ese. V. 2 Tio’ Vania; acto Tl, ese. 32 vélido para combatir los males que aquel corro de mostrencos se ocupaba, pedantemente, en deplorar. Las palabras de! estudiante Piotr Sergueievich Tro- fimov a este respecto, no tienen desperdicio: (...) Entre nosotros, en Rusia, pocos son los que tra~ bajan. La enorme mayoria de los intelectuales que conozco no buscan nada, ni hacen nada, ni estén ca~ pacitados para el trabajo. Se califican a si mismos de intelectuales, Haman de ti a la servidumbre, tratan a los campesinos como a animales, estudian mal, no Teen nada en serio, viven en la ociosidad, de la ciencia solo hablan y de arte entienden poco. Todos gon graves, tienen caras severas... Todos discuten temas importantes, filosofan, y entre tanto la enor- me mayoria de nosotros, el noventa por ciento, vive como los salvajes... Por nada tienen una rifia; dicen palabrotas, co- men de un modo asqueroso, duermen en medio de Ja suciedad, en una atmésfera sofocante, y por todas partes hay chinches, pestilencia, basura moral... Sin duda, todas nuestras buenas palabras no tienen més objeto que apartar Ia vista de uno mismo y de los demés... Muéstrenme dénde estén las Casas-cuna, las bibliotecas populares... Sélo se habla de ellas en las novelas, En la realidad no existen. {Lo tinico aque hay es mugre, vulgaridad... ansiedad en suma! G2) Paralelamente, nuestro autor denuncia una “pau- latina y real” degeneracién del medio ambiente, secuela directa de la existencia vegetativa y para- sitaria de las clases acomodadas, carentes de la més remota idea de un aprovechamiento racional de los recursos naturales, abocados, por consiguiente, a un criminal deterioro. (...) Me diré usted que esto es influencia de la cul tura, ya que la vieja vida ha de ceder su sitio a la nueva —razona Mijail Lvovich Astrov—. Lo com- prendo, si..., pero solo en el caso de que, en lugar de estos bosques exterminados, existieran carreteras, ferrocarriles... Si hubieran fabricas, escuelas... Si Ia gente estuviera més sana, fuese més rica y mis inteligente. Pero aqui no ocurre nada parecido. En Ia regién siguen subsistiendo los mismos pantanos, Jos mismos mosquitos... Sigue habiendo la misma 26 BL jardin de los cerezos; acto I, ese. IV. oo falta de caminos y hay, como antes, pobreza, tifus, difteria, incendios... Se trata, pues, de una’ dege- neracién producto de una lucha infructuosa por la existencla; degeneracién debida a la rutina, a la ignorancia, a la ausencia total de conciencia... El hombre enfermo, hambriento y con frio, para salvar los restos de su vida, para salvar a sus hijos, se aferra instintivamente a cuanto pueda ayudarle a calmar el hambre, a calentarse, y lo destruye todo ssin pensar en el dia de mafiana... {Ya ha sido des- truida casi la totalidad (de los bosques) yen su lugar ain no se ha ereado nada! (...)?" ‘Puede extn Ia neces de tla os bases xo ya es hora de que cese el destruirloe! —provia’ Tis, a sa turno, Mijail Lvovich Khruschoy, defenser en solitario de la naturaleza depauperada— jTam- Eién los maravillosos palsajes se plerden para lems pre y todo porque la pereza quita el sentido al hombre y le impide agacharse a la tierra para extraer de ella el combustible! jEs preciso ser un birbaro sin juicio para quemar en la estufa toda esta belle Para echar abajo lo que nosotros somos incapa~ ces de crear! {El juicio y la capacidad creadora han Sido dados al hombre para. que multiplique lo, que tiene, pero éste, hasta ahora, lejos de crear, lo tinico que ha hecho ha sido derribar! {Cada dia ‘es menor el niimero de bosques! jLos rios se secan, desapare- cen las aves, el clima se estropea y la tierra se em- pobrece y afea por momentos! (. ‘Una evidencia tan contundente que ni unos ni otros tienen reparo en reconocer: “{Mi hacienda va de mal en peor, mis bosques crujen bajo el ha- cha, la tierra me ‘mira como una huérfana!”™ se desespera Nikolai Alexeievich Ivanov, embriagado de autoconmiseracién, pero con una total indiferen- cia respecto de los tremendos males de fondo que no Je da escripulos admitir. ‘Como bajo una fuerza invisible —la maldicién de una vida frustrada en una sociedad por completo extrafia a todo sentimiento de grandeza— los perso- najes chejovianos deambulan por los compartimien- tos de la gran celda de sus destinos, disparatando, peleando entre s{ 0 emborrachandose, enlodados en intimos conflictos que les exacerban hasta la néu- sea, empujados a morir mas de una vez, como hemos 31 Tio Vania; acto TI, ese. I. 38 EL espiritu del bosque (Leschy); acto I, ese, VIL 29 Teanov; acto II, ese. VI visto, de modo absurdo y sin provecho. Y todo porque, cuanto a su alzededor encuentra un espi- ritu sensible —como puede serlo cualquiera de estas criaturas dignas de mejor suerte— lejos de estimu- Jar sus sentimientos y orientarlos hacia el amor de sus semejantes, al trabajo y a la verdad, a la naturaleza y al pais natal, les condena, por él con trario, a una amarga rutina que coneluiré aniqui- lando sus valores més genuinos, Este vacio vital, como ya dijimos, representa un escollo insalvable, al menos para todos cuantos han visto pasar de Indo su juventud, derrochada ¢ irre- cuperable ya bajo todos los conceptos. Asf, Ivin Voinitzki diré con un profundo estremecimiento entre ligrimas: iOh, Dios mio! Tengo cuarenta y siete afios y, suponiendo que viva hasta los sesenta, json todavia trece los que me quedan! jEs mucho! {Cémo vivir estos trece avios? {Qué hacer? ,Cémo Henarlos? Oh, si pudiera vivir el resto de mi vida de una manera nueva! jDespertarme en una tranquila y clara ma- fiana sintiendo que empezaba a vivir otra vez y con todo el pasado olvidado y disuelto como el humo! iEmpezar una vida nueva! jDime cémo empezar! iCon qué empezar!*° Y Miguel (..) Tengo treinta y dos afios... Viviré otros trein- ta... {Qué porvenir me espera? Una existencia sin objeto, indiferencia hacia todo... y al final, la muer= muerte como término de wna vida que nunca he vividol (...)"* atanov, a su vez: Horrible espantosa sociedad cuyos hombres en su segunda juventud “tiemblan ante el mafiana’ viéndose obligados a contemplar, con terror, la pers- pectiva de vivir todavfa unos afios mds, recomidos ya por el morbo de su absoluta falta de fe en el préjimo y en todo cuanto Ia vida —la tinica que conocen y con respecto a cuyas expectativas estén dolorosamente en lo cierto— saben que no les otor- gar jamés, como no sea un creciente desprecio de si mismos y una total apatia por la suerte de la sociedad. 90 Tio Vania; acto IV, esc I. 81 Platanov; acto 1, ese. XXV.

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