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LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVI

Luis Bagué Quílez


Curso 2022-2023

Práctica 6. Cervantes y El Quijote

1. ¿Qué facetas de la personalidad de don Quijote se destacan en los siguientes poemas?


¿Con qué pasajes de la novela cervantina podrían vincularse?

En el primer poema se describe a Don Quijote como un héroe caballeroso que se rebela contra
todo. En tercera estrofa se ve la aristocracia de los hombres con un tipo de juego de palabras
llamado paronomasia, y al ser quijote el caballero el autor se considera a él mismo como el
aprendiz de Cervantes y como él, aun sin conocerlo, nos rodea su figura.
Cervantes aparece por todos los sitios y se le compara con Orfeo, dios del arte y de la poesía.
También compara el caballo de Don Quijote con un Pegaso, un caballo mitológico único.
Define a los que ruega, que sería la sociedad en general, como seres desvitalizados con almas
oscuras y sin fe, sin camino por el que ir y padeciendo una enfermedad conocida de la época,
Mal del siglo, que es el sentimiento de hastío y decadencia. Y como aparece quijote para
cambiar ese horizonte que tiene toda la sociedad.
Se identifica la “rosa” con la idea de la belleza y la ilusión; el laurel con la de los poetas.
Segismundo en este poema se representa como el vago y el desmotivado y Hamlet como el
que aportará una diferencia.
En la siguiente estofa se nombran elementos que describen una letanía constante. Dice que
no hay un flujo vital y remite a ese horizonte desmotivado, y vincula a Sancho con la sensatez.
Seguidamente dice que es Don Quijote quien debe liberarnos de la enfermedad y que el
superhombre es Cervantes y los cantos áfonos con la poesía para librarnos de una academia
elitista y monótona. También librarnos de los que pretenden conseguir poder de forma mala,
predica vivir de forma honorable.
Las dos últimas estrofas son semánticamente iguales a los dos primeros, donde lo único que
cambia es el paralelismo de cristo con Don Quijote. Dice que don quijote debe volver para
revivirnos por la situación en la que se encuentra la sociedad. Una idea generalizada de
mediocridad. La imaginación es el poder que tiene Cervantes y es lo que contribuye a viralizar
y ensalzar la imagen de Don Quijote.

En el segundo poema se parece a una oda a un caballero. Es una especie de oración con
peticiones y repeticiones. “rey de los hidalgos”, remite a su condición social; “señor de los
tristes, remite a Cristo, con lo que pretende acercarse a la imagen de Quijote. Las
características de ensueño, fantasía e ilusión con la imaginación y una locura en estado lucido
además del corazón que se asocia con la bondad.
Se describe físicamente a Don Quijote. Cuando se refiere a comedias bárbaras se refiere a
una visón excéntrica de Don Quijote, una especie de caricatura del personaje.
Lo que hará es trazar un paralelismo entre la figura de Quijote y Cervantes.
“dios ibero, ideal de una Hispania fecunda” es una de las frases de Rubén Darío, que utiliza
para hacer chocar ese paralelismo.
En la segunda estrofa habla de la fama y la repercusión que tenía la imagen de Quijote en
España.
En la tercera estrofa vemos el paralelismo con los adjetivos “pobre” y “lelo”; también se
mezcla la figura de Cervantes con la de Sancho, para decirle que es un necio.
En la cuarta estrofa, vemos su caricaturización, la falta de empatía del autor con el personaje
de Quijote.
En la última estrofa vemos como Vilas hace ver a Cervantes y a Quijote como se les describe,
es decir, como gente picara y locos.

En el tercer poema nos situamos antes de encontrarse Quijote con Sancho, más precisamente,
cuando el personaje principal decide adoptar la imagen de Don quijote. Es una parte de la
historia que más que acciones vemos una parte más psicológica.
Se le asocia el adjetivo “locura”, “lunático” y asocia el concepto “vagamundo” con viajar, ya
que ha recorrido España. Cuando dice “ojival” se refiere a algo ovalado, es decir, la delgadez
de Don Quijote.
Don Quijote funciona como ilusión de Quijano, y nos cuneta la confusión que tuvo Quijote
con los gigantes.
También apela a los lectores buscando complicidad, en la tercera estrofa.
Cuenta el destino de Quijote, lo que quería y lo que consiguió al final.
Cuando dice “que ilustre marioneta…” aparece como una figura que es movida a la voluntad
del autor.
No se trata de una exaltación del personaje si no todo lo contrario ya que se le desmitifica,
desde el punto de vista compasivo.
Respecto a la forma del poema, es un soneto particular ya que, al ser los versos alejandrinos
en vez de endecasílabos, permite ser un poco más extenso en la descripción que con la forma
original.

En el último poema vemos que la persona que narra es una mujer. Nos encontramos en el
momento antes de la muerte de Quijote. Dice que se encuentra en el momento en que esta
cuerdo y no esta engañado por su locura.
Se narra desde una perspectiva directa, como si fuera una carta. Hace alusión a la invención
de la vida de caballero, a la idea de Quijote como invencible, encantador y que dejara en su
legado solo ese momento de cordura.
En el último verso lo que nos dice es que en el momento en el que se va Quijote y se queda
Quijano, la imagen de Dulceida vuelve Alondra, que es la que narra el poema, y que es la
mujer de Quijano. Lo que vemos es que desaparece no solo el personaje de Don Quijote si no
que también la imagen que había creado de su mujer Dulceida y aparece la real, que es
Alondra. Además, vemos que ella también está triste por desaparecer esa imagen idealizada
que tenía su esposo de ella.
En este poema vemos la peculiaridad de la melancolía, diferente del tono virulento de los
otros y de que es una voz femenina la que habla.

LETANÍA DE NUESTRO SEÑOR DON QUIJOTE

Rey de los hidalgos, señor de los tristes,


que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón.

Noble peregrino de los peregrinos,


que santificaste todos los caminos
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias,
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

Caballero errante de los caballeros,


barón de varones, príncipe de fieros,
par entre los pares, maestro, ¡salud!
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los aplausos o entre los desdenes,
y entre las coronas y los parabienes
y las tonterías de la multitud!

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias


antiguas, y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Escucha, divino Rolando del sueño,


a un enamorado de tu Clavileño,
y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
escucha los versos de estas letanías,
hechas con las cosas de todos los días
y con otras que en lo misterioso vi.

¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,


con el alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de congojas y faltos de sol;
por advenedizas almas de manga ancha,
que ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser generoso y el ser español!

¡Ruega por nosotros, que necesitamos


las mágicas rosas, los sublimes ramos
de laurel! Pro nobis ora, gran señor.
(Tiemblan las florestas de laurel del mundo,
y antes que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una flor).

Ruega generoso, piadoso, orgulloso;


ruega, casto, puro, celeste, animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

De tantas tristezas, de dolores tantos,


de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias de horribles blasfemias
de las Academias,
¡líbranos, señor!

De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, señor!

Noble peregrino de los peregrinos,


que santificaste todos los caminos
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

¡Ora por nosotros, señor de los tristes,


que de fuerza alientas y de sueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!
(Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, 1905)

DON QUIJOTE

Señor de los tristes…


R. D.

Ese hombre que no fue un sueño sino larga pesadilla,


aliada de ridículo, deformidad, risa bárbara y lenta,
metáfora de España, y aquel otro que la trajo
del que tantas necedades dijeron falangistas en Academia,
confusión con un dios ibero, ideal de una Hispania fecunda.

No gusta cómo España alaba a sus muertos, sea el uno


o sea el otro, un sermón confuso, mohín del tiempo hipócrita;
que sea un menesteroso el hacedor de la inmortal fábula;
solo la muerte y los muchos siglos y el olvido de vida
y la mentira dan el museo de una historia repelente,
todo un pueblo a dos desconocidos reverenciando.

Y esos dos hombres, a cuál más pobre, a cuál más lelo:


el loco redimido de su gris naturaleza entre el populacho
que le ríe, el cuerdo que lo crea harto de la mitología
y deseoso de vulgar solaz hallar entre las páginas inútiles.

El loco antiguo, hambriento y cómico, serrín en la mollera,


un cincuentón célibe, honrado, indeseable, avariento
de gloria humana cuando esta es una criatura torpe y culpable.
Su fealdad me asusta, su pensamiento me corrompe,
su profundidad no la siento, y su comedia me fatiga.

El uno sin mano y en la cárcel, el otro por el desierto


de la Mancha sin seso y sin vergüenza.
Los dos ahítos de hambre, pobres, huraños de grandeza
en su hispánica celebridad de pícaros, locos, ateos y santos.
(Manuel Vilas, Las arenas de Libia, 1998)

PRIMERA SALIDA DE DON QUIJOTE

Lunático en su luna, vagamundo hechizado,


absorto en sus quimeras de endriagos y amadises,
su estampa reflejada, ojival, en los charcos,
en un rocín al trote, va el caballero triste.

Quijote en su impostura, Quijano alucinado,


mohosa la armadura, indigno el morrión (mochila) simple,
anda en busca de lances de corte sobrehumano:
leones y molinos, gigantes y merlines.

Qué frágil caballero, ¿verdad?, con su vesania


nacida del veneno verbal de las ficciones,
perdido en sus delirios de magia y de poder.

Qué destino tan alto y qué suerte tan mala.


Qué ilustre marioneta de los encantadores,
lanzado a los peligros del campo de Montiel.
(Felipe Benítez Reyes, en La poesía, señor hidalgo, 2005)

MORIRSE DE CORDURA
A Alonso Quijano el Bueno

Ya tienes juicio,
se agota tu ser
desencantado
de saberse mortal,
frágil y cuerdo.

Todo lo que creías


era solo extrañeza
de sombras familiares
transformada en invento.

Los libros fabricaban


el aliento inmortal
de los que habitan
en los encantamientos.

Y tú eras invencible
imaginando anhelos
en las palabras nuevas
de los miedos ajenos.
Ahora que la cordura
es tu epitafio
ya no podrá existir
lo que soñabas,
ya no podré vivir
en tu locura,
vestida de espejismo
cosido a tu mirada.
(Ana Merino, Compañera de celda, 2006)

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