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SALVADOR MUNOZ IGLESIAS Salvador Muiioz Iglesias, Ca- tedritico Emérito de Biblia en la Facultad Teol6gica «San Daimaso» de Madrid y Vice- director Espiritual del Conse~ jo Nacional de la Adoracin LA ESPIRITUALIDAD Nocturna Espatiola, ofrece es- tas reflexiones sobre La espi- ritualidad de los Salmos alos _ ~ ‘doraoresnoctamos esp DE LOS SALMOS les que desde su fundacién en 1877 cubren sus Vigilias con el rezo de las Horas, y a las iiiltiples asociaciones y fieles particulares que, a partir sobre todo del Concilio Vaticano I, rezan el Oficio de Jas Horas 0 alguna de sus partes. El conocimiento de los géneros literarios de estas 150 piezas de poética hebrea, el estudio de sus contenidos y la relectura cristiana de los mismos, el empleo que de ellos hicieron Jestis, los Apéstoles y la Iglesia de todos yyudarén a los hombres y mujeres de hoy itarlos con mayor provecho. ih) vr 6,00 eras. 808 El 58 co-t10 Libros de Salvador Mutioz Iglesias SALVADOR MUNOZ IGLESIAS publicados en esta Editorial — MI ORACION DE CADA DIA (Meditaciones sobre textos de la Sagrada Escritura) — UN NINO NOS HA NACIDO (Meditaciones para el tempo de Adviento y Navidad) — EL ESPIRITU SANTO, SEROR Y DADOR DE VIDA, (Lo que dice la Sagrada Eseritura) — COMENTARIO AL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO. Especialmente ttl para ef Ciclo litairgico A) — pabne oF e308 raDRE NUESTRO | LA ESPIRITUALIDAD Scns aon DE LOS SALMOS (Reflexiones para el afi 2000) — CON VOSOTROS ME QUEDO (La respuesta de Jess a los discipulos de Emaés) EDITORIAL DE ESPIRITUALIDAD Triana, 9- 28016 MADRID NINH OBSTAT Enrique Somavila Censor IMPRIMASE Joaquin Inesta Vicario General LA FSPIRITUALIDAD DE LOS SALMOS © By Editorial de Fspirtalidad Mack, 2001 ISBN: 84.7068-286.0, Depésito legal M, 8 507-2001, Impreso en Espana - Printed i Spain Fotocomposicén eimpresidn: Cosas-Orcoyen, 8. L PoligonoTgarsa, Paracvells 6 Jarama (Madrid) Confiamos que los que rezan el oficio divino. se conformen cada dia mas... a imitacion de aque os ejemplos de santidad que resplandecen tan excel- samente en los salmos, y se sientan movides a fomentar yalimentar aquellos sentimientos de amor divino, de animasa fortaleza y de piadoso arrepen: timiento a que et Espira Santo les invita en la le. tra de tas salmos, Plo XI, Motu Proprio i covidianis precibus, sobre el empleo de la nueva versién latina de los salmos, de 24 marzo 1945, 1 LOS SALMOS, ORACION OFICIAL DE LA IGLESIA Los primeros cristianos oraban en comin La oracién privada y personal es cosa buena, recomendada por Jestis: «Cuando oréis, no sedis, ‘como los hipécritas, que gustan de orar en las sina- gogas y en las esquinas de las avenidas bien plan- tados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Ti, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que esta alli en lo escondido; y tu Padre, que ve en Io escondido, te recompensarar (Mt 6,5-6). Este claro pasaje de Jestis no condena la oracién comunitaria, sino ta ostentacién hipécrita de los fariseos. De hecho, Jestis, que ha querido salvarnos en comunidad, recomienda también claramente la oracién comunitaria: «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguiran de mi Padre que esté en los cielos. Porque, donde 10 La espritualidad de los salmas estén dos o tres reunidos en mi nombre, alli estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,19-20). Asi, cuando hos ensefié eémo tenfamos que orar, formulé en plural las peticiones del Padrenuestro. Y comunitaria fue la oracién de los cristianos des- de el principio. Cuando se preparaban a la venida del Espiritu Santo «todos ellos perseveraban en la oracién con un mismo espiritu» (Heh 1,14). De manera habitual «se mantenian constantes en la ensefanza de los apéstoles, en Ia comunién, en la fraceién del pan yen las oraciones» (Hch 2,42). Cuando Pedro y Juan salen libres del sanedrin, hay una accién de gracias comunitaria (Hch 4,24-30). Cuando Pedro fue encarcelado, «la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios» (Hh 12,5). ¥ cuando, liberado por el Angel, se presenta en casa de Maria, la madre de Juan Marcos, halla a «muchos reunidos en oracién» (Heh 12,12). Oraban cantando salmos San Pablo recomendaba a los Colosenses: «En- sefiaos y amonestaos mutuamente con toda sabidu- ria; cantad en vuestros corazones a Dios con toda gratitud, salmos, himnos y cénticos espirituales. Y todo lo que hagais de palabra o de obra, hacedlo en nombre del Sefor Jestis, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3,16-17). Y a los Efesios: «Recitad entre vosotros salmos, himnos y canticos espirituales, cantando y salmo- 1, Los salmos, oracién oficial de la Iglesia "1 diando de todo vuestro corazén al Senor, dando constantemente gracias por todo, en nombre de nuestro Sefior Jesucristo, a Dios Padre» (Ef 5 19-20). Se sentian invitados a hacerlo continuamente Jestis habfa propuesto la parabola del juez inicuo y de la viuda importuna «para inculearies que era preciso orar siempre sin desfallecer» (Le 18,1). Y Pablo lo recomienda reiteradamente. Escribia a los de Tesalénica: «Orad sin interrupcién, Dad gracias en toda ocasi6n, pues esto es lo que Dios desea de vosotros en Cristo Jestis» (1Tes 5,17 ss). A los Romanos les aconsejaba «vivir constantes en la oracién» (Rom 12,12). A los Colosenses decia: «Perseverad en la oracién, velando en ella con aceién de gracias» (Col 4,2). Y a los Efesios: «Con toda clase de oraciones y sGplicas, orad en toda oca- sidn en el Espiritu, y velad unanimemente con toda constancia y siplica por todo el pueblo santo» (Ef 6, 18). Y clogia a la verdadera viuda «que se dedica a las stiplicas y oraciones noche y dia» (1Tim 5,5) El autor de la carta a los Hebreos e: medio de él ofrezcamos sin cesar a Dios un sacri de alabanza» (Heb 12,12), De hecho, los piadosos istaelitas oraban «por la tarde, en Ja manana, al mediodia» (Sal 54,18). De Daniel se dice que «tres veces al dia se arrodillaba para orar y dar gracias a Dios, como habia hecho 2 La espritualidad de los slmos siempre» (Dn 6,11). El salmo 4 parece una oracién vespertina: «Reflexionad en el silencio de la noche» (v. 5); «en paz me acuesto y en seguida me duermo» (v. 9). ¥ el salmo 5 se presenta claramente como facién de la mafana: «Por la mafana escucharas voz, por la maftana te expongo mi causa, y me quedo aguardando> (¥. 3). Asi lo segufan haciendo en tiempo de los apé toles: ‘A la hora de tercia estaban reunidos los Doce el dia de Pentecostés (Heh 2,13-15). En Jope san Pedro «subié a la terraza sobre la hora sexta para hacer oracién» (Heh 10,9). ¥ en Jerusalén «Pedro y Juan subian al templo para fa oracién de la hora ona» (seguramente la hora del sacrificio de la tar- de) (Heh 3 1). Pablo y Silas, en la cércel de Filipos, «alrededor de la media noche, puestos en oraci6n, cantaban himnos a Dios» (Heh 16,25). La liturgia de las horas La Iglesia termin6 concretando su oracién comu- nitaria en el oficio divino o liturgia de las horas «Por una tradicién cris esté estructurado de tal manera que la Dios consagra el curso entero del dia y de la noche» (Concitio Vaticano TI, Constitucién Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, n. 84) Y lo hace en buena medida empleando los sal- mos: «En Ia liturgia de las horas la Iglesia ora sir- 1. Los sabmos, oracién oficial de la Iglesia 3 viéndose en buena medida de aquellos cénticos insignes, que, bajo la inspiracién del Espiritu Santo, compusieron los autores sagrados en el antiguo Tes- tamento. Pues por su origen tienen la virtud de ele- var hacia Dios la mente de los hombres, excitan en ellos sentimientos santos y piadosos, los ayudan de un modo admirable a dar gracias en los momentos de alegrfa, y les proporcionan consuelo y firmeza de espiritu en la adversidad» (Ordenacién General de la Liturgia de las Horas, n. 100). «Con las palabras de los salmos podemos orar con mayor facilidad y fervor, ya se trate de alabar y dar gracias a Dios en el jabilo, ya de invocarlo desde lo profundo de la angustia» (ibid., n. 105). «Aunque tales cnticos traigan su origen de hom- bres del antiguo Oriente que vivieron hace bastantes siglos, expresan, sin embargo, adecuadamente el dolor y la esperanza, la miseria y la confianza de los hombres de todo tiempo y lugar, y cantan sobre todo la fe en Dios, la revelacion y la redencién» (ibid, n. 107). La Iglesia nos advierte que los salmos son piezas para oracién comunitaria: «Quien recita los salmos cn la fiturgia de las horas no lo hace tanto en nom- bre propio como en nombre de todo el cuerpo mis- tico de Cristo, e incluso en nombre del mismo C to. Teniendo esto presente, se desvanecen las difi- cultades que surgen cuando alguien, al recitar un salmo, advierte tal vez que los sentimientos de su corazon difieren de los expresados en aquél (por ejemplo, si el que esta triste y afligido se encuentra “4 La espiritualidad de los salmos con un salmo de jabilo, 0, por el contrario, si sin tiéndose alegre, se encuentra con un salmo de lamentaci6n). Esto se evita facilmente cuando se trata de la oracién privada, en ta que se da la posi- bilidad de elegir el salmo mas adaptado al propio estado de dnimo, Pero en el oficio divino se recorre toda la cadena de los salmos, no a titulo privado, sino en nombre de a Iglesia, incluso cuando alguien hubiera de recitar las horas individualmente. Sin embargo, quien recita los salmos en nombre de la Iglesia siempre puede encontrar un motivo de ale- aria o de tristeza, porque también aqui tiene su apli- cacién aquel dicho del Apéstol: «Con los que estad alegres; con los que Horan, lorad> (Rom 12, 15), y asf la fragilidad humana, enferma por el amor propio, se sana por la caridad, que hace concordar el corazén y ta voz del que recita el salmo> (ibid., nn 108). diferencia fundamental entre la oracién indi- vidual y la oracién comunitaria es que ésta se hace con formulas dadas, cosa que en el caso de los sa ‘mos para la liturgia de las horas entraia numerosas, ventajas: — En primer lugar, se trata de textos inspirados por el Espiritu Santo, que sabe mejor que nosotros, cémo debemos orar (Rom 8,26ss). — Hay que pensar, cuando los reeitamos, que estan detras de nosotros los justos del antiguo Tes- tamento y los santos del Nuevo que los emplearon a través de los siglos. 1. Los salmos, oracién oficial de la Iglesia 15 — Cristo mismo rezé6 con ellos en la sinagoga cada sabado y en la cruz, cuando por su pasién nos estaba redimiendo, Los salmos, piezas de poesia hebrea La Ordenacién General de la Liturgia de las Horas nos recuerda que «los salmos no son lecturas, ni preces compuestas en prosa, sino composiciones poéticas de alabanza» (n. 103), Para interpretar debidamente los salmos que reci tamos, es preciso conocer las caracteristicas propias de la poesfa hebrea La poesia hebrea no se rige por la cantidad de las silabas como en latin y griego; ni por la tima y el namero de silabas, como en las lenguas moder- nas. Su ley suprema es el paralelismo de los miem- bros, consistente en repetir en dos esticos la misma idea con ligeras variantes. Es una especie de rima de ideas Este paralelismo puede ser de tres clases: — Sindnimo, cuando repite la misma idea en ambos esticos, de forma positiva en ambos, 0 de forma negativa en los dos, 0 de forma positiva en uno y negativa en otro: «Librame de mis enemigos, Dios mio, protégeme de mis agresore Mbrame de los malhes dlvame de los hombres sanguinarios» (Sal 58,2-3) 16 La espiritualidad de los salmas «Que no canten victoria mis enemigos traidores, que no hagan guifios a mi costa Tos que me odian sin razdn» (Sal 34,19). «Le has concedido el deseo de su eorazén, no Te has negado lo que pedian sus labios» (Sal 203). «Todo fue hecho por él (el Verbo) yssin él no fue hecho nada de cuanto existe» (Gn 13), — Antitético, cuando el segundo miembro dice, en el mismo orden de cosas, lo contrario que el primero: «1 hijo sabio es la gloria de su padre, el hijo necio, la tristeza de su madre» (Prov 10,1). «A Jos hambrientos los colm6 de bienes, y allos ricos los despidi6 vacios» (Le 1,53). — Sintético, en el que no se da mera repeticién uoposicién, sino que el segundo miembro desarrolla la idea del primero aftadiendo la causa, el efecto, el modo, ete, «Si grito invocando al Sefior, GI me escucha desde su monte santo» (Sal 3,5). Lo normal es que el paralelismo se establezca entre dos miembros 0 esticos de! mismo versiculo, Pero a veces juegan tres y hasta cuatro 0 més: 1. Los salmos, oracién oficial de la felesia 7 — Tres miembros: «Como el vinagre a los dientes, y el humo a los ojos, as el haragdn para quien le manda» (Prov 10,26). «E1 latigo para el caballo, cabezada para el asno, y la vara pata las espaldas del necio» (Prov 26,3), Cuando el paralelismo abarca cuatro se dan todas las combinaciones posibles: -mbros, «No te exasperes por los malvados, ro envidies a los que obran el mal; se secarn pronto, como la hierba; como el césped verde, se agostarin» (Sal 36,12). 1-3,2-4: «Si el Seftor no construye la casa, cen vano se cansan los albailes; siel Seftor no guarda la ciudad, cen vano vigilan los centinelas» (Sal 126,1), «Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha; que se me pegue la lengua al paladar, sino me acuerdo de ti» (Sal 136,5-6). Esta Giltima construccién, Yamada jidstica —por- que dispone los cuatro esticos cruzados en forma de ji griega , 0 cruz de san Andrés— recurre a veces también en el paralelismo de dos miembros, cuando en uno el sujeto precede al predicado, y en el otro 18 La espritualidad de los salmos le sigue. Asi en este versfculo traducido directamen- te del hebreo: «Los cielos pregonan la gloria de Dios, las hazahas de sus manos anuneian el firmamento» (Gal 18,2) La importancia de esta ley poética del paralelis- mo es extraordinaria, tanto para la critica textual que ahora no nos interesa, como para la mejor inte- ligencia de un versiculo, en el que interpretaremos adecuadamente un estico oscuro, si el otro es claro: ‘Veamos un ejemplo: «La palabra del Sefor hizo el cielo, cl aliento de su boca, sus ejércitos» (Sal 32.6), La llamada Vulgata latina emplea por «palabra» y «aliento» los términos «Verbo» y «Espiritu», que pudieran hacer pensar en alusién a la segunda y tercera persona de la Santisima Trinidad. Sin embargo, el paralelismo nos ayuda a entender que no se trata de dos personas, ni siquiera de dos cosas distintas, sino de una sola y misma cosa: la palabra creadora de Dios. En el segundo estico, antropo- mérficamente se sustituye por el aliento de su boca que en los hombres suele acompafar la pronuncia- ci6n de la palabra, La mayoria de las composiciones poéticas hebreas son unitarias; aunque no faltan indicios de composicién en estrofas. ri parr cnceneninti einen 1. Los sabnos, oracién oficial de la Iglesia 19 Aveces, esta divisidn estréfica viene impuesta por el contenido, como en el salmo 1, donde se con- traponen: «el camino de los justos» (wv. 1-3) y «el de los impios» (wv. 4-6), 0 como en el salmo 2, donde se suceden: la actitud de los enemigos del Mesias (w 1-3), la reaccién de Yahvé en el cielo (wv. 4-6), la intervencién personal del Mesfas (w. 7-9) y la conclusién del salmista (vw. 10-12). Otras veces se podria deducir la divisién en estro- fas por la indicacién pausa (que puede significar cambio de coro en el canto), y que suele coincidir on cambio de direccidn en las ideas o sentimientos expresados por el autor. En ocasiones, como en el salmo 41,6 y 12, y 42.5 posiblemente se trata de un tinico salmo—, se repite un estribillo: «dPor qué te acongojas, alma mia, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverds a alabarlo: salud de mi rostro, Dios mio.» Podriamos hallarnos ante un indicio de pluralidad de estrofas, pero también pudiera ser un afadido posterior, por razones litirgicas, cuando los salmos ‘empezaron a usarse en el culto y hubo que distribuir sus partes para que las cantaran alternativamente el pueblo y el coro de los levitas. No parece que pueda esgrimirse como argumento en favor del estrofismo hebreo el procedimiento acréstico. De hecho, a veces comienza con la letra 20 ‘La espirtuaidad de tos salmos correlativa del alefato hebreo cada estico, como en los salmos 110 y 111; otras veces, las distintas letras encabezan cada versiculo como en los salmos 24, 33 y 144, 0 en cada dos versiculos como en los sal- mos 9, 10 y 36. Mais atin: en el salmo 118 el cambio de letra inicial comienza cada ocho versfculos, sin que se perciba la mas leve variacién de contenido dentro de la insistente monotonia con que se canta la ley divina, expresada siempre en cada versiculo por alguno de los miltiples sin6nimos: ley, manda- tos, preceptos, caminos, justos juicios, ordenanzas, decretos, dictamenes.. Némero y numeracién de los salmos El concilio de Trento incluye en fos libros ins- pirados de la Biblia «el salterio davidico de 150 sal- mos». Pero es sabido que con ello no quiso definir que ése sea el niimero exacto de salmos, ni que todos hayan sido eseritos por David Los 150 salmos de que habla Trento apare integros tanto en los eddices que transmitieron el texto hebreo original, como en los manuscritos de la antigua versi6n griega llamada de los S y en la versi6n Vulgata latina, Pero los Setenta y la Vulgata presentan una numeracion distinta de la que aparece en el texto hebreo original. Del Lal 8 la numeracién es igual. EI salmo que aparece con el ntimero 9 en los Setenta y Vulgata se encuentra partido en dos (9 1. Los salmos, oracién oficial de la Iglesia 21 y 10) en el texto hebreo. A partir de ahi, la nume- racidn en el texto hebreo es una ciffa mayor que en las versiones hasta el 112 (en hebreo, 113). De nuevo el que seria 113 en las versiones es partido en dos por el texto hebreo (114 y 115), con lo cual la numeracién se diferenciaria en dos cifras. Afor- tunadamente los que serian 114 y 115 en las ver- siones aparecen agrupados en uno por el texto hebreo, con lo que practicamente la diferencia de numeracién sigue siendo de una sola cifra hasta que, al reunir el texto hebreo en un solo salmo (147) los que en los Setenta y Vulgata eran 146 y 147, la numeracién corre idéntica en los salmos 148-150, El inconveniente de esta doble numeracién (Se~ tenta y Vulgata, de una parte, texto hebreo, de otra) aparece cuando se quieren comprobar las citas de los salmos en los diversos autores. La mayoria de las ediciones de la Biblia los numeran segiin el texto hebreo, En este modesto libro nuestro, adoptamos la eracion de los Setenta y Vulgata, por ser la que horas (aitadiendo una cifra entre encontraran el respet tivo salmo en cualquier edicién moderna de la Biblia), Aparte de estos agrupamientos y divisiones, hay algunas curiosas repeticiones: el salmo 13 esta dupli- cado en ef 52; el 69 repite dos w. 14-18 del 39; el 56,8-12 reaparece en 107,1-6, y el 59,7-14 en el 1177-14, EI ndimero de salmos no pasa, por tanto, de 146. 2 La espritualidad de los salmos En el mismo salterio se atribuyen a David 73 sal- mos segtin el texto hebreo, y unos 88 segtin los Setenta y la Vulgata, Expresamente se atribuyen 12 a Asaf, 11 a los hijos de Coré, 1 a Moisés, otro a Salomon y otro a Btdn ezraita, sin contar con que los Setenta y la Vulgata atribuyen otro a Jeremias y 4a Ageo y Zacarias (den colaboracién?). Es un tema que interesa poco. Para nosotros, lo impor- tante es que, sea cual fuere su autor humano, todos han sido inspirados por el Espiritu Santo. Pricticamente, todos son empleados a lo largo de cada cuatro semanas. Sobre los que nunca se emplean (57, 82, 108) y los versfculos que de algunos otros se omiten, hablaremos més adelante ', Muchos de ellos fueron directamente compuestos para el culto, Otros, que tal vez se escribieron como expresién individual de sentimientos religiosos, se emplearon luego en la liturgia, mediante el simple cambio del singular por el plural. Ello nos indica ya la legitimidad det traspaso que nosotros podemos hacer hoy de los salmos a las condiciones de la Tgle- sia en que vivimos. Las anotaciones que preceden a la mayoria de los salmos son, sin duda, afiadiduras posteriores. Aparte del presunto autor de cada salmo, dan adver- tencias de tipo litiirgico y musical cuyo alcance hoy no conocemos. Las referencias histéricas —que en 13 de ellos, todos atribuidos a David, parecen indi- * Vease 86s 1. Los salmos, oracién oficial de la Iglesia 23 car la circunstancia que les dio origen segin 1 y 2 de Samuel— probablemente sugieren la actitud espiritual que deben adoptar los piadosos israelitas al recitarlos. Géneros literarios de los salmos La Ordenacién General de la Liturgia de las Horas nos advierte que «el que recita salmos abre su cora- z6n a los sentimientos que esos salmos inspiran, segiin el peculiar género literario de cada uno» (n. 106). El conocimiento de estos géneros nos ayu- dard a identificarnos adecuadamente con los sen- timientos del autor inspirado. Estos son los principales: Lamentaciones individuales” y piiblicas * y salmos de confianza* Se abren con una invocacién a Dios. Sigue la des cripcién de la desgracia (individual 0 colectiva), en Ja que se mezclan alusiones € imprecaciones a los enemigos, gritos de desesperacién retérica, confe- siones de la propia debilidad y afirmaciones de con- fianza en Dios, a quien se reconoce como tinico Tales son los salmos: 6-7, 12, 16, 21, 25-27, 30, 34, 37-38, 41, 50, 53-56, 58, 60, 63, 68°70, 85, 87, 101, 108, 119, 129, 139-142, Sobresale por sus resonancias mes © Asi son: 43, 57,59, 73, 76, 78:79, BL * Salmos de coniianza son: 3, 10, “40,62, 130. m4 La espritualiddad de los salmos posible auxiliador. Por diltimo, en la conclusién se expres la seguridad de ser escuchados, hasta el extremo de prorrumpir en anticipadas acciones de gracias. EI predominio de la conclusién confiada sobre la descripcisn de los males constituye la tinica dife- rencia de los que hemos llamado salmos de confian- za. Los motivos en que ésta se funda suelen ser muy variados: la gloria del nombre de Dios, su poder y bondad, el recuerdo de su actuacién en el pasado, la inocencia y debilidad reconocida por el orante, Ja humilde fe del protagonista, etc. 2. Himnos$ Son considerados la parte més noble del salterio, al que por eso los judios lamaban «Libro de las alabanzas». El esquema habitual consta de: una introdu que siempre es una invitacién a alabar a Dios con designacién de los invitados: «Alabad al Senor, todas las gentes», o la expresién de un propésito, individual © colectivo, de hacerlo: «Te alabaré, Sefior»; la motivacién de esta alabanza, que se intro- duce con la conjuncién porque 0 con una propo- sici6n relativa o participial en aposicién con el nom- bre de Dios, y que suele consistir en la enumeracin 5 Himnos son los salmos: 8,18, 28, 32, 64, 67, 84,99, 102-108, 110, 112-113, 116, 134-135, 145-150. 4. Los salmos, oracién oficial de la Iglesia 25 de los atributos divinos 0 en la descripcién de sus maravillas en la naturaleza y a través de la historia, y, finalmente, una conclusién, que repite la invita- ccién inicial, © expresa una bendicién 0 un deseo, cerrando frecuentemente con una formula liténica: «Aleluyay, «Asi sea», «Por siempre jamis», que refleja la participacién del pueblo en el canto litur- gico del coro. Por el objeto de su motivacién, hay dos clases de himmos: césmicos, si cantan las mara- villas de Dios en la naturaleza, 0 psicolégicos, si cele- bran los beneficios recibidos por el hombre *, 3. Salmos de accidn de gracias” Participan de los dos géneros anteriores. La introduccién o invitacién a dar gracias es pare- ida a la de los himnos, y se dirige, como en ellos, ‘unas veces a Dios, otras veces a la comunidad. Lo ‘mismo ocurre frecuentemente con la conclusién. El desarrollo, en cambio, sigue la linea de las lamen- taciones 0 stiplicas, describiendo las calamidades por cuya liberacién se dan las gracias, 0 proclaman- do, segtin los casos, Ia debilidad o la inocencia del orante. Lo propio de estos salmos es que la inter- vyencién salvadora de Dios, que constituye el motivo de la accién de gracias, no se pide como algo que Casmicos serian: 18, 28, 32, 64, 103, L13A, 187-150. ¥ psie col6gicas pueden considerarse: 8 84, 99, 103, 12, 116, 134-135, 145-146, 149. * Unos son individuales: 4, 17, 29, 31, 33, 39, 65466, 91, 105, 114-115, 117, 137, y otros colectivos: 123, 129. » La espritualidad de fos salmos confiadamente se esper: ya ha sucedido, describe como algo que 4. Salmos de ta realeza Tratan del reinado de Dios, de la monarquia hebrea y de Sién o Jerusalén, sede de la misma. En la base estd el concepto teocriitico del monar- ca como vicario de Dios, y la promesa de un Mesias heredero de David. El reinado de Dios sobre el mundo tenia un vicario actual en el rey, y una en naci6n futura en el Mesias. Asi pues, unos salmos exaltan el reinado de Dios sobre el mundo, y en particular sobre su pueblo otros piden por el rey o celebran sus victorias ®; otros, en fin, cantan la gloria de Jerusalén, capital del reino ", ‘ar 5. Salmos sapienciales Todos los salmos pero algunos son sélo eso. Reflejan los gustos lite- rarios de los sabios o escribas: las excelencias de la ley (1 y 118); las lecciones de la historia de Israel (77, 80, 94, 104-105); la humillacién y desgracia de * Del reinado de Dios tratan: 46, 74, 92, 95.98, » Se refieren al rey: 2, 19-20, 44, 71, 88, 100, 109, 131, 143, Celebran a Sin o Jerusalén: 23,45, 47, 75, 83, 86, 121, 136, 1. Los sabmos, oracién oficial de la Iglesia 27 los impfos (9, 11, 13, 35-36, 51-52, 90, 93); la suerte de los buenos (14, 111, 126-127); el problema de la retribucién (36, 48, 72). Frecuentemente, la temética abundante de un salmo hace que no se le pueda encasillar en un solo género de los que acabamos de estudiar. meena 2 JESUS Y LOS SALMOS Jestis en la sinagoga, a cuyos actos acudfa todos los sabados, recité frecuentemente los salmos (Le 4, 16), Ello ha hecho que la Iglesia, siguiendo su ejem- plo, los haya incorporado a su liturgia, y 1os emplee asiduamente en la celebracién de la cucaristia, en Ja administracién de los sacramentos y en el oficio divino, Se comprende que a los fieles cristianos les emocione emplear las mismas formulas de alabanza, aceién de gracias y oracién que saben emples Jest. Nos hubiera gustado estar en el interior de Jestis, para ver cémo personalizaba o hacia suyos los sen- timientos de los salmistas. Porque, aparte de aceptar —como Dios— fas alabanzas y peticiones de los autores de los salmos, los recitaba sin duda haciendo suyas —como hombre— las actitudes del piadoso judio orante. Las situaciones del salmista, que se siente perseguido por los malvados, 0 que se ve abrumado por sus miserias como si Dios le hubiese abandonado justamente, pero que siempre confia en la bondad de Dios, se correspondia con lo que 30 La espiritualidad de los salmos Jestis va a pasar en su vida mortal, como responsable ante el Padre de los pecados de la humanidad lentificado con los acentos, liricos unas veces y trdgicos otras, del salterio, como si de élse tratara o en él hubieran pensado los respectivos autores. Y es que las expresiones inspiradas por el Espiritu Santo a los salmistas reflejaban maravillo- samente y traducian exactamente los sentimientos que en determinadas circunstancias de su actuacién redentora Cristo habia de vivir. ‘Afortunadamente, llegados esos momentos, Jestis se iba a hacer eco de lo que habia sentido en la recitacién asidua de los salmos, expresdndose con las palabras de los cantores sagrados de Israel. El nuevo Testamento nos ha conservado por lo menos No es de extrafar, por consiguiente, que el Resu- citado invite a sus seguidores a descubrir los rasgos, del Siervo de Yahvé en los salmos. En la tarde de a Pascua echd en cara a los discipulos de Emauis su ceguera para entender las Escrituras y les impar- tid durante el camino una sabrosa leccidn de exé- gesis biblica: «iOh necios y tardos de corazén para reer todo lo que dijeron los profetas! {No era nece- sario que el Cristo padeciera eso para entrar asi en su gloria? Y, empezando por Moisés, y continuando por todos los profetas, es explicé lo que habia sobre Glen todas las Escrituras» (Le 24,25-27) Y en su aparicién a los apéstoles en Jerusalén afadié: «Estas son aquellas palabras mias que os dije cuando todavia estaba con vosotros: Es nece- 2. Jestisy los salmos a sario que se cumpla todo lo que esti escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos acerca de mi» (Le 24,44), Veremos a continuacién: — Cémo el mismo Jestis se vio representado en Jos salmos. — Cémo le vieron prefigurado en ellos los apés- toles, — Cémo éstos, en sus escritos, emplearon los sal- ‘mos para ilustrar ciertos datos historicos y el men- saje doctrinal del nuevo Testament. Salmo 39,7-9 El autor de la carta a los Hebreos dice que Jesis «al entrar en este mundo —es decir, al ser conce- bido en el seno de la Virgen— dijo: «Ti no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; ‘no aceptas holocaustos ni vietimas expiatorias, Entonces yo dije lo que esta escrito en el libro: ‘Aqui estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.» Dice primero: No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos, ni victimas expiatorias “en segiin la Ley—. Después afiade: estoy para hacer tu voluntad. Niega lo pri- ‘mero para afirmar lo segundo» (Heb 10,5-9). El Apéstol emplea la versi6n griega de los Setenta que traduce por «me has formado un cuerpo», lo 2 La espiritualidad de ts salmas que el texto hebreo original suena: «me abriste el idom, EL pasaje de Hebreos reproduce el salmo 39,7-9: «Tu no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el ofdo; no pides sacrificio expiatorio; entonces yo digo: Aqui estoy como esté escrito en mi Libro— para hacer tu voluntad. Dios mio, lo quiero yllevo tu ley en las entrafas.» El alcance, tanto del salmo como de su aplicacién a Cristo, es muy claro, Lo gue agrada al Sefior no son los sacrificios, sino la obediencia que se traduce en cumplimiento de su voluntad. Cuando Saiil y los suyos, a quienes el Sefior mands pelear contra los amalecitas y reducir anatema todas sus posesiones, se reservaron lo mejor del ganado con el pretexto de ofrecerlo en sacrificio a Yahvé, Samuel hizo saber al rey: ««iAcaso se complace Yahvé en los holocaustos y [sacrificios tanto como en la obediencia ala paltbra de Yahve? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor Ia docilidad que la grasa’ de los carneros» (USam 15,22) El salmista se hace eco de esta ensefianza Y el autor de la carta a los Hebreos asegura que Jesis hizo lo mismo. 2. Jestis y los salmos 33 Los sactificios del antiguo Testamento no pro- ducfan la salvaci Cristo, en cambio, nos fa ha merecido por su obe- diencia «hasta la muerte» (Fip 2,8). La versién del salmo 39,7, que recoge Hebr 10,5: «me has formado un cuerpo», resalta la redencién Itevadi a cabo en Ja humanidad asumida por el Verbo. Pero el texto original del salmo 39,7, «me abriste el ofdo» se avie- ne mejor con el concepto de obediencia que prima en el pasaje. Y concuerda con el tercer canto del vo de Yahvé, donde el futuro Mesfas dice: «EI Sefior Yahvé... temprano despierta mi ofdo para escuchar igual que los discipulos. El Seftor Yahveé me ha abierto el ofdo, y yo no me resist, ni me hice atris. Ofreci mis espaldas a los que me golpeaban, is mejillas a los que mesaban mi barba, Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos» (Is 504-6). Lo que el autor de la carta a los Hebreos dice que Jestis hizo al entrar en el mundo fue su ocu- pacida permanente a lo largo de toda su vida mortal Asi lo firma san Juan en numerosos pasajes de su ‘evangelio: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado» (In 4,34) —dijo a los apdstoles, jumto al pozo de Jacob—. «No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 5,30). «He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (In 6,38). 34 La espiritualidad de los salmos «Yo hago siempre lo que le agrada a él» (Jn 8,29) «Ha de saber el mundo que amo al Padre y, segtin el mandato que me ha dado mi Padre, asf obro» (Jn 14,31). «Por eso me ama el Padre, porque doy la para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita: yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo. Esa es Ia orden {que he recibido de mi Padre» (In 10,17ss). Los evangelistas sindpticos, a su vez, recogen el supremo acto de obediencia de Jestis en el huerto de los olivos: «Padre, si este céliz no puede pasar sin que yo lo beba, hagase tu voluntad> (Mt 26,42). Y es que, segiin san Pablo, entra en los planes de Dios que «asi como por la desobediencia de un hombre todos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo todos fueran constituidos justos» (Rom, 5,19). El primer Adan nos perdié por la desobediencia que nos acarreé la muerte; quiso Dios que la obediencia hasta la muerte del segundo Adan nos devolviera la vida. Hm 9011-12 El episodio de las tentaciones de Jesis en el desierto se resuelve, en los tres asaltos, con el recut so del Maestro a la palabra inspirada por Dios en el antiguo Testamento. El demonio, en la segunda tentaci6n segiin san Mateo 3,5-6 (tercera segtin san Lucas 4,9-11), recurre habilmente al mismo proce- dimiento. 2. Jestisy los salmos 35 «Le llev6 después a Jerusalén —escribe san Lucas—, le puso sobre el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tirate de aqui abajo, porque esté escrito: “A sus dingeles te encomendarii para que te guarden, ¥y en sus manos te llevaran, para que no tropiece tu pic en piedra alguna”» El tentador esta citando el salmo 90: Véase mas adelante, pp. 745, 32 La espiriualidad de los salmos taciones, de las acusaciones calumniosas que los adversarios profieren contra el j Cuando Jesiis se aplica el texto que aparece repe- tido en ambos salmos —34 y 68— («me odian sin raz6n»), lo hace para que se cumpla una vez mas en él lo que del justo paciente dijeron en diversas ocasiones los salmistas. Imo 21,2 La referencia mas dramatica de Jestis a los salmos sla que hace clavado en la cruz, pronunciando per- sonalmente el comienzo de salmo 21, que san Mateo nos ha conservado, tal como el Seftor lo dijo, en arameo: «Alrededor de la hora nona, clamé Jestis con fuerte voz: i, Eli, {lema sabactant?, es decir —Dios mio, Dios mio, épor qué me has aban- donado? Al oirlo, algunos de los que estaban alli decian: —A Blias llama éste. Y en seguida uno de ellos fue corriendo a tomar ‘una esponja, la empapé en vinagre y, sujeténdola en una caita, le ofrecié de beber. Pero los otros dijeron: —Deja, vamos a ver si viene Elias a salvarloy (Mt 27,4649). Nos hallamos ante uno de los salmos claramente os. Aungue muchas de las cosas que dice 2, Jest y los salmos 53 reflejan los sentimientos de cualquier piadoso paciente, hay expresiones que s6lo se cumplen exac- tamente en Cristo. Cuando lo recit6 en ta cruz, Jestis no tamaba a Elias. Se dirigia a su Padre, quejéndose amorosa- mente con las palabras del salmista, que en este caso se dice ser David. Y es que Jests era verdadero Dios; pero era también verdadero hombre, Su alma na quiso experimentar la dolorosa angustia de ¢ abandonado por Dios, que tantas veces ate~ naza al espiritu-humano. Y ello para ensenarnos emo tenemos que reaccionar en esas circunstan- cias, Todo hace pensar —como aseguran los santos Padres— que, aunque sélo el primer versiculo fue pronunciado en voz alta, Jestis musité en voz baja —ino tenia ya fuerzas para mas!— el salmo 21, com- pleto. Y el salmo es, con la descripcién angustiosa del suftimiento més atroz, la expresi6n mas absoluta de confianza en ese Dios que no abandona. El grito dolorido del comienzo es efecto de la sensacién mas angustiosa de abandono aparente de Dios: «Dios mio, Dios mio, 2por qué me has abando- [nado?; 4 pesar de mis gritos, mi oraci6n no te aleanza. Dios mio, de dia grito, y no me respondes; de noche, y no me haces caso» (Sal 21,2-3), Pero inmediato contrapunto de esa angustia es la firme profesién de fe en la bondad divina, que expresan los versiculos siguientes: 54 La espirtalidad de tos salmos «Ti habitas en el santuario, esperanza de Isracl, En ti confiaban nuestros padres contiaban, y los pontas a salvo; atigritaban, y quedaban libres; cn ticonfiaban, y no los defraudaste» (wv. 4-6) Sigue la descripcién de su estado de abandono, ante la indiferencia y el desprecio de los hombres, y ante el sarcasmo de sus enemigos que se gozan de su fracaso: «Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergiicnza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mi, hacen visajes, mencan la cabeza: “Acudié al Sefior, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere”» (wv. 7-9. Exactamente lo que decian sus adversarios en el Calvario: «Ha puesto su confianza en Dios; que lo salve ahora si es que de verdad lo quiere» (Mt 27.43) Pero en seguida, en el salmo la reaccién de con- fianza: «Ti eres quien me sacs del vientre, ‘me tenfas confiado en los pechos de mi madres desde el seno pasé a tus manos, desde el vientre materno tt eres mi Dios. * Vease mis adelant 2. Jestis y lox sabmos 55 No te quedes lejos, que el peligro esta cerca y nadie me socorre» (w. 10-12). Contintia el rosario de sus terribles sufrimientos, escritos por el salmista varios siglos antes de que sucediesen, pero con verismo apenas superado por los evangelist «Me acorrala un tropel de novillos, me cercan toros de Basan; abren contra mi las fauces Jeones que descuartizan y rugen. Estoy como cera derramada, tengo los huesos descoyuntados; se derrite en mis entrafas; ‘mi garganta esta seca como una tej Ja Jengua se me pega al paladar; me aprietas contra el poivo de la muerte. Me acorrala una jauria de mastines, me cetea una banda de malhechores; puedo contar mis huesos Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi tinica» (Ww. 15-19) {Quién no ve en esta descripcién la figura real del Crucificado (Le 29,3), que se queja de sed (In 18,28), y cuyas vestiduras se rifan los soldados? (Mt 27,35) © Vease mis adelante, pp. 72-74. 56 La espirtualidad de las salmos Pero el cuadro sombrio se cierra, en el salmo, con una peticin hecha de esperanza: «Pero t6, Sefior, no te quedes lejos: fuerza mia, ven corriendo a ayudarme, Librame a mi de la espada ya mi tinica vida, de la garra del mastin; ‘lvame de las fauces del leon; aeste pobre, de los cuernos del bufalo» (wv. 20-22). La confianza es tal, que se convierte en seguridad, y le hace prorrumpir en una accidn de gracias anti- cipada, que invita a todo el pueblo a alabar al Seftor: «Yo hablaré de tu nombre a mis hermanos, cen medio de la asamblea te alabaré, Bendecir al Seftor, sus servidores; rendidle vasallaje, estirpe de Jacob; temblad en su presencia, linaje de Israel, Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no Je ha escondido su rostro: cuando pidid auxilio, le escuchs» (wv. 23-25). Y hasta anuncia la inmediata conversin de todos, los pueblos a Yahv Lo recordaran y volveran al Seior hhasta de los confines del orbes con su presencia se postrardn las familias de los pueblos. Me haré vivir para él, mi descendencia le serv (wv. 28-31), y 2. Jestis y los salmos 37 Haciendo suyos los sentimientos del salmo 21 en la cruz, Jesis proporciona enseftanza y consuelo a Jos que en sus suftimientos se sienten abandonados de Dios, no s6lo por haber querido compartir su situaci6n, sino por haberla superado. La superé en su espiritu con su esperanza confiada, Y la super en el hecho de su resurreceién glorios El cristiano sabe, Sefior, que, como la tuya, su muerte es una muerte para resucitar. Lo que pasa €$ que a nosotros nos come la prisa. Bien lo sabi el Espiritu Santo cuando inspir6 al profeta: «Si se retrasa, espérale; porque vendra y no ha de tardar» (Hab 2,3). Pero el corazén humano dificilmente per- dona a Dios que se retrase. Le exigimos mayor pun- twalidad que a los trenes o autobuses de linea, Nues- tra perseverancia en la oracién suele ser corta. Si Dios no despacha nuestras peticiones. pronto, en seguida cesamos de pedir: iDios no me escucha! iNada le importo! iNo se ocupa de mi! Sefior, que yo recuerde siempre el salmo 21. Salmo 21,16 Escribe san Juan: «Sabiendo Jesiis que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed» (In 19,28). Y afade: «Habia allf una vasija lena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empa- pada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando Jess tomé el vinagre, dijo: Todo esta cumplido» (Jn 19,29). 58 La espiritualidad de los salmas La expresién «tengo sed» no recurre literalmente asi en ningtin pasaje del antiguo Testamento. Pero le hemos ofdo manifestar su sed corporal al recitar el salmo 21 (wv. 10-12), Muchas de estas frases son citadas a menudo en el nuevo Testamento, Los versiculos 1 y 2 son empleados por la comu- nidad cristiana de Jerusalén en su oracién de aecin de gracias por la liberacién de Pedro y Juan, que habian comparecido ante el sanedrin: «Ti dijiste por el Espiritu Santo por boca de nuestro padre David. “2Por qué se agitan las naciones, y los pueblos maquinan vanos proyectos? Se han congregado los reyes de la tierra, y los jefes se han aliado contra el Seftor y contra su Ungido” Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y 66 La espiritualidad de los salmos los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesiis, a quien ta has ungido, para realizar lo que tu poder y tu voluntad habjan predeterminado que sucedie- a» (Heh 4,25-28), La afirmacién de Yabvé en el versiculo 7: «Té eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», recurre numerosas veces Segin Le 3,22, cuando el bautismo de Jesis en el Jordan, ésa es la voz del ciclo que se oye («Ti eres mi Hijo: hoy te he engendrado», mientras que segin Mt 3,17 y Me 1,11 lo que se oy6 fue: «Ta eres mi Hijo amado, en ti me complazco»). No sabriamos qué elegir: tal vez la tradicién recogida por san Lucas quiso recordar el anuncio claramente mesinico del salmo 2, si lo que se oy6 realmente fue lo que refieren san Mateo y san Marcos; 0 tal vez éstos retocaron la expresi6n del salmo para que nadie pensara que Jestis empez6 a ser Hijo de Dios en el bautismo. Porque lo cierto es que la voz divina en el Jordan proclamé para conocimiento de los presentes lo que Jesiis era dese toda la eternidad en cuanto Dios, y desde el instante de su concepeién en cuanto hombre. La cita de este versiculo 7 del salmo 2, que san Pablo hace en su discurso de Antioquia de Pisidia, es entendida equivocadamente por algunos, como si fuera un anuncio profético de la resurreccién de Cristo. San Pablo dice que la promesa hecha a los Padres «Dios la hha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jestis, como esté escrito en los salmos: 3. Los salmos en los escrites apostélicos 67 ‘Hijo. mio eres ta: yo te he engendrado hoy"» (Heh 13,33). Pero el verbo que se traduce por resu- citar significa en nuestro caso «suscitar, como en la version griega de Dt 18,13 (dos veces citado en Heh 3,32 y 7,37), donde Dios promete a Moisés que suseitaré (enviar) un profeta semejante a él. De la resurreceién de Cristo habla san Pablo a renglén seguido en el mismo discurso de Antioquia de Pisi- dia, aduciendo el pasaje del salmo 15,10, como vere- mos en su lugar! El autor de la carta a los Hebreos aduce nuestro pasaje en dos ocasiones distintas. Para probar la supremacia de Jestis sobre los angeles, dice: «En efecto, 6a qué angel dijo (Dios) alguna vez: Hijo mio eres ti: yo te he engendrado hoy?» (Heb 1,5). Para cl autor inspirado, en el texto del salmo se afirma la generacin eterna del Unigénito de Dios. En otro lugar de la misma carta a los Hebreo: el pasaje es aducido —junto con el salmo 109,4— para explicar que «nadie se arroga la dignidad (de sumo sacerdote), si no es llamado por Dios, lo mi mo que Aarén. De igual mado, tampoco Cristo se atribuy6 el honor de ser sumo sacerdote, sino que Jo recibi6 de quien le dijo: Hijo mio eres ti: yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: “Ta eres sacerdote para la eternidad, a la manera de Melquisedec”» (Heb 5,4-6)?, Efectiva- mente, por ser Hijo de Dios, Jestis hombre es el linico Mediador entre Dios y los hombres (Tim 2, Véase mis adelante, p. 71 \Vease mas adelante, pp. 75-78, 68 La espirtualidad de los salmos 5). Como en Heb 1,5, también aqui el autor de la carta a los Hebreos entiende el salmo 2,7 de la gene- racin eterna del Unigénito de Dios. Por tiltimo, el mismo convencimiento de que el salmo 2 es directamente mesiinico hace que el autor del Apocalipsis aplique a Cristo la frase del ver- fculo 9, en el que el Mesias asegura que Yahvé le ha concedido el dominio sobre los conjurado: ‘Te daré en herencia las naciones. Los gobernaras con cetro de hierro, los quebrards como jarro de loza.» Asi, en la carta a los de Tiatira, Jesis promete: «Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre tas naciones; las regira con cetro de hierro como se quebrantan las piezas de arclla, Yo también lo he recibido de mi Padre» (Ap 2, 26-28). En la visién de la famosa mujer del capitulo 12 escribe: «La mujer dio a luz un hijo varén, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12,5). Y en el primer combate escatolégico del capi- tulo 19, dice que aquel cuyo nombre es Palabra de Dios (v. 13) «regird (a los paganos) con cetro de hierro» (v. 15). 3. Los salmos en los escrtos apostélicos 0 Salmo 15 La primitiva comunidad cristiana creyé ver un anuncio profético de la resurreccién de Cristo en el salmo 15, atribuido a David. Tal vez la circunstancia histérica reflejada en el salmo sea la que refiere 1Sam 26,19, donde David, perseguido por Sail en el desierto de Zif al sur de Hebron, tras haber perdonado la vida al rey en una incursién nocturna a su campamento, y ante la idea de verse obligado a refugiarse en el pais de los filis- teos, dice de los que incitaban a Sail contra su per- sona: «Malditos sean ante el Sefor, porque me expulsan hoy para que no participe en la heredad del Seftor, diciéndose: Que vaya a servir a otros dioses.» David no lo va a hacer. Aunque viva en pais de paganos, no se inclinaré ante sus idolos, sino que seguiré fiel a su Dios, que es su nico bien: «Protégeme, Dios mio, que me refugio en ti yo digo al Sefior: “TU eres mi bien” Los dioses y sefiores de la tierra no me satislacen, Multiplican las estatuas de dinses extrafios; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios» (Sal 15,1-4) Esté donde esté, se siente feliz de que le haya tocado en suerte, por don gratuito de Dios, per- 7” La espirtualidad de los salmos tenecer a sus seguidores, y esta con su ayuda permanente: uro de contar «El Sefior ¢s cl lote de mi heredad y mi copa; mi suerte est en tu mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad Bendeciré al Sefior, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. ‘Tengo siempre presente al Seftor, con él a mi derecha no vacilaré, Por eso se me alegra el corazon, se gozan mis entrafias, y mi carne descansa serena» (wv. 5-9) El piadoso futuro rey confia sobrevivir ala prueba del destierro que esté padeciendo, y volver a vivir en el pais que Yahvé se escogis como heredad: «Porque no me entregards a la muerte, ni dejaras a tu fiel conocer la corrupcién, Me ensefaris el sendero de la vida, iards de ozo en tu presencia, 4 perpetua a tu derecha» (vv. 10-11), En el salmo 20, atribuido a Dai to para pedir por el rey, se dice: pero compues- «cLe has concedido el deseo de su corazén, no le has negado lo que pedian sus labios. Te pidi vida, y se Ia has concedido, afios que se prolongan sin término» (Sal 20,3 y 5). 3. Los salmos en los escritos apostélicos n Pero la formulacién de esta esperanza por parte del autor del versiculo 10 del salmo 15 en términos que superan la vida terrena y parecen describir la vida eterna, hizo que los apéstoles entendieran dicho pasaje como referido a la resurreccién de Cristo. ‘Asi san Pedro, en su di costés, hablando de la resurreceién de Jestis, y tras los versiculos 8 al 11 de nuestro salmo 15, comenta: «Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza que el patriarca David murié y fue sepultado, y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente. Pero como él era profeta y sabia que Dios le habia asegurado con juramento que se asentaria en su trono uno de su linaje, vio el futuro y hablo de la resurreccién de Cristo, que ni fue aban- donado en cl hades, ni su carne experimenté la corrupcian. A este Jestis, Dios le resucit6, de lo cual todos nosotros somos testigos» (Hch 2,29-32). Por su parte, san Pablo en Antioquia de Pisidia, hablando igualmente de la resurreccién de Jestis de entre los muertos, cita el versiculo 10b: «No per mitirds que tu santo experimente la corrupcisn.» Y afiade: «Ahora bien, David, después de haber cum- plido en sus dias la voluntad de Dios, muri, se reu- nid con sus padres y experiment6 la corrupcién cambio, aquel a quien Dios resucité no experiment6 la corrupcién» (Heh 13,35-37). surso el dia de Pente- n La espiriualidad de los salmos Imo 21 Mas arriba hemos visto? cémo Jestis en la cruz pronuncié el versiculo 2 del salmo 21, cuyo con- tenido total parece un relato de testigo presencial de la pasiGn, y que probablemente Jestis recit6 ente- ro en vor baja Dado que el salmo es evidentemente mesinico, es normal que los evangelistas hayan visto cumpli- dos en Cristo diversos pasajes del mismo. El justo paciente del salmo se quejaba de las bur- las de sus enemigos: «Al verme, se burlan de mi, hacen visajes y mencan la cabeza: ‘Acuiié al Sefior, que lo ponga a salvo: que lo libre si tanto fo quiere”» (Sal 21 9), Los evangelistas sinépticos ven cumplido al pie de la letra este pasaje en el Calvario. Tras la cru- cifixién, dice san Mateo que «los que pasaban por allf le insultaban mencando la cabeza... Igualmente los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: “Ha puesto su confianza en Dios: que lo salve ahora si es que de verdad lo quicre”» (Mt 2739.41.43), San Marcos coincide al referir que «los que pasaban por alli le insultaban meneando la cabeza» (Mc 15,29). * Vease mas arriba, p. 22s 3. Los salmos en los escritos apostélicos B tre las angustias y lamentaciones del autor del salmo hay una que sdlo se entiende en el caso de Cristo: «Me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi tinica» (wv. 17-19), Era costumbre romana que los soldados encar- gados de crucificar a un reo hicieran lotes de sus vestiduras y se las repartieran por suertes. Y asi sucedié en la crucifixién de Cristo, segdn los cuatro evangelistas: «Una vez que lo crucifica- ron, se repartieron sus vestidos echando a suerte» (Mt 27,35). «Lo crucificaron, y se repartieron sus vestidos, echando a suerte a ver qué se Hevaba cada uno» (Me 15,24). «Se reparticron sus vestidos, echando a suerte» (Le 23,34). San Mateo y san Marcos advierten que los sol- dados de Pilato le habian despojado de sus vesti- duras y le haban cubierto con un manto de purpura para burlarse de él; pero antes de salir del pretorio camino del Calvario, «le quitaron el manto, le pusie- ron sus ropas y le llevaron a crucificarle» (Mt 27, 28 y 31; Me 15,17 y 20). Pero ninguno de los tres sinépticos aduce el pasa- je del salmo, cuyo cumplimiento debié parecerles evidente para cualquier lector conocedor del salt tio, " La espritualidad de fos salmos Juan, en cambio, muestra especial interés en demostrar que en lo que hacian los soldados se cum- plia al pie de la letra lo anunciado en el salmo: «Los soldados, después que crucificaron a Jesis, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes —uno para cada soldado— y la tinica. La tinica era sin costura (sorprendentemente como la del_ sumo sacerdote), tejida de una pieza de arriba abajo. Por es0 se dijeron: No la rompamos, sino echemos a suerte a ver a quién le toca. Para que se cumpliera la Escritura: ‘Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi tunica.” Y esto es lo que hicieron los soldados» (In 19, 23-24), Literariamente, los dos esticos del versiculo del salmo vienen a decir lo mismo, en estricto parale- liso; pero el testigo presencial certifica lo que real- mente aconteci6, Salmo 68 También el Salmo 68, cuyo versiculo 5 probable- mente fue citado por Jestis en Jn 15,25, fue emplea- do repetidamente en el nuevo Testamento, como vvimos mas arriba * + Vease mas arriba, pp. 50-52. 3. Los salmnos en los escritos apostélicos 6B A los pasajes allf aducidos habria que afadir el versiculo 26, que dice: « Véase mis ariba, p. 4358. 16 La espirtuaidad de los salmos {a carta a los Hebreos, que —como es sabido— se centra en el sumo sacerdocio de Cristo, aduce cl pasaje a propésito de que Jestis «no se atribuyé el honor de ser sumo sacerdote, sino que Io recibié del que dij Ti eres sacerdote para la eternidad a la manera de Melquisedee» (Heb 5,5-6; 7.17.21). Segin el libro del Génesis, Melquisedec es un personaje extrait, introducido ex abrupto en la his toria de Abran, cuando éste volvia victorioso de su campafa contra los cuatro reyes. Sin hacer referen- cia a su genealogia, el autor Sagrado eseribe: «Mel- quisedec, rey de Salem, present6 pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altisimo, y ie bendijo. bran le dio el diezmo de todo» (Gn 14,18-20), El autor de la carta a los Hebreos pormenoriza las semejanzas de este caso con el sacerdocio de Jess y pondera la superioridad del mismo sobre el sacerdocio aaronitico. Por de pronto, Jestis no podia ser sacerdote en la Ley mosaica, pues no pertenecia a la tribu de Levi, ni menos atin era descendiente de Aarén. «Aquel de quien se dicen estas cosas pertenece a una tribu, de la cual nadie sirvié al altar. Es bien manifiesto que nuestro Seftor procede de Juda, una tribu que no menciona Moisés al hablar del sacer- docio» (Heb 7,13-14), El sacerdocio de Cristo, a la manera del de Mel- quisedec, es superior al sacerdocio aaronitico. El 3. Los salmos en los eseritos apostélicos 7 diezmo de Abrin a Melquisedec y la bendici6n de éste al patriarca muestran la superioridad del sacer- docio del rey de Salem sobre el de Aardn, que es descendiente de Abran, y en la persona de éste pags diezmo a Melquisedee. Por otra parte, el sacerdocio de Cristo es desig- nacién de Dios con juramento: «Los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, mientras que éste lo fue bajo juramento de aquel que le dijo: Td eres sacerddote para la eternidad”» (Heb 7,20-21). Y es un sacerdocio eterno: «Aquellos sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedia per- durar. Pero éste posce un sacerdocio intransferible, porque permanece para la eternidad. De ahi que pueda también salvar definitivamente a los que por él se Hegan a Dios, ya que esta siempre vivo para interceder en su favor» (Heb 7,23-25). Basta que, como eterno, lo presente el salmo 109. Pero el autor de la carta a los Hebreos, con un procedimiento claramente rabinico, Hega a ver un tipo de esa perpetuidad en el hecho de que el relato del Génesis sobre Melquisedec Io introduzea «sin padre, ni madre, ni genealogia, sin comienzo de dias, y sin fin de vida, asemejado al Hijo de Dios sacer- dote para siempre» (Heb 7,3). En consecuencia, «no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada dia, como aquellos sumos sacerdo- ® La espirtualtad de los salmos tes, primero por sus propios pecados, Iuego por los del pueblo; esto lo realizé de una vez para siempre ofreciéndose a si mismo» (Heb 7,27). Sorprende el hecho de que Melquisedec hiciera una ofrenda de pan y vino (Gn 14,18). El autor de la carta a los Hebreos lo pasa por alto, pero muchos santos Padres vieron en ello una semejanza con el sacrificio eucaristico, Salmo 129 Una dltima referencia importantisima de los sal- ‘mos en ef nuevo Testament. El salmo 129, de cardcter penitencial, termina confesando: «Del Seftor viene la misericordia, la redencién copiosa: y él redimiré a Israel de toxlos sus delitos» (Sal 129,7-8). Cuando en el evangelio de san Mateo, el angel tranquiliza a José por el embarazo de Maria, le dice: «Dard a luz un hijo, y td le pondras por nombre Jes porque él redimira a su pueblo de todlos sus pecados» (Mt 1,21). No cita san Mateo el salmo, pero la coincidencia es asombrosa, 3. Los salinos en los escritos apostélicos 9 Y teolégicamente importantisima, Tenian razén los escribas y fariseos para pensar que nadie «puede perdonar pecados, sino sélo Dios» (Me 2,7; Le 5,21). En todo el antiguo Tes- tamento, a pesar de que los tiempos mesianicos se caracterizan por el perdén de los pecados, jams se dice que el Mesias vaya a hacerlo personalmente. Pero Jestis se arroga este poder: en la curacién del paralitico de Cafarnaum (Mt 9,1-8 y par), a la peca- dora en casa de Simén el fariseo (Le 7,48), en la cruz al buen ladrén (Le 23,43) y cuando transmite ese poder a los apéstoles después de resucitado (Jn 20,23). San Pablo lo afirma repetidas veces: «En €1 tenemos, por medio de su sangre, la redencién, el perdén de los pecados» (Ef 1,7). «En él tenemos la redencién, el perdén de los pecados» (Col 1,14). En las palabras del Angel a san José esta clara la divinidad de Jesis, puesto que se afirma de él expresamente lo mismo que el salmo 129 presentaba como exclusivo de Dios. 4 RELECTURA CRISTIANA DE LOS SALMOS, Nos advierte la Ordenacién General de la Liturgia de las Horas que «los salmos no son mas que una sombra de aquella plenitud de los tiempos que se revela en Cristo Sefor, y de la que recibe toda su fuerza la oracién de la Iglesia; por lo cual puede ocurrir que, a pesar de la suma estima de los salmos, en la que se muestran conformes todos los cristia- nos, surja a veces alguna dificultad, cuando alguien, al orar, intente hacer suyos tan venerables poemas» (n. 101). Saborear la espiritualidad maravillosa de los sal- ‘mos no puede hacernos olvidar que se trata de una espiritualidad necesariamente imperfecta, puesto que responde a un estadio incompleto de fa reve lacién divina, anterior en varios siglos a ta plena manifestacién de Dios en Cristo. ‘Abundan en el orden natural y en la especial pro- videncia de Dios en favor de su pueblo elegido prus bas evidentes del amor del Creador al hombre. Pero cuando escribian los salmistas, todavia no habia ” La espirtualidad de tos salmos muerto por nosotros el Verbo de Dios hecho hom- bre, que, con razén, pudo decir: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos» (In 15, 13). Ellos no sabian que «de tal manera am6 Dios al mundo, que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). ‘Tenia razén Moisés para preguntarse si «habia alguna naci6n tan grande que tuviera sus dioses tan cercanos como lo esté el Seftor nuestro Dios» (Dr 4,7). Pero todavia no habia dicho el Verbo de Dios hecho care: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en éb» (Jn 6, 36). Asi las cosas, para que el cristiano, al recitar los. salmos, no sea inducido a error, 0 sufra escéndalo en determinados momentos, conviene que previa- ‘mente tome conciencia de esas imperfeccion la espiritualidad de los salmistas, y las excuse, que escribian a la luz de una revelacién que to no habia sido Hlevada por Cristo a su plenitud. Por via de ejemplo, a continuacién nos fijaremos en algunos aspectos, que consideramos especial mente importantes. Los autores de los realmente hijos de mos no se supieron El salmista ve y canta que Dios nos quiere como un padre carifioso, pero todavia desconoce —por- 4. Relectura cristiana de los salmos 33 que no habia sido revelado todavia— que somos realmente hijos adoptivos de Dios, por la partici- pacién de la misma vida divina, a través de nuestra incorporacién a Cristo mediante el bautismo. Nosotros sabemos —pero él no lo sabia— que «a los que recibimos a Cristo creyendo en su nom- bre, se nos da la posibilidad de ser hijos de Dios» (Jn 1,12), y de «renacer por el agua y el Espiritu» (In 3,3 y 5), legando a ser «participes de la natu- raleza divinay (2Pe 1,4). El salmista sabia que los hombres somos hechura de Dios y que Dios nos quiere como si fuera nuestro padre; ahora sabemos que por el bautismo somos realmente hijos de Dios: «Ved qué amor nos ha tenido el Padre —escribe san Juan— que nos Hamamos y somos hijos de Dios» (Jn 3,1), Nunca en el salterio se dice que los simples hom- bres sean hijos de Dios. El término, que se emplea en Sal 28,1; 81,6 y 88,7, asf como en otros pasajes del antiguo Testamento (Gn 6,1-4; Job 1,6; 2,1; 38,7) designa en general a seres superiores al hombre, que forman la corte divina y que razonablemente identifican con los Angeles. Sélo en el salmo 81,6 se dirige a los principes y jueces de la tierra, a los cuales se daba el titulo para indicar que la autoridad y la administracién de justicia s6lo se ejercen en nombre de Dios. El salmista pone en boca de Yah- «Yo declaro: “Aunque sedis dioses, C hijos del Alisimo todos, & La espiritualidad de tos salmos moriréis como cualquier hombre, caeréis, principes, como uno de tantos”» el pasaje famoso del salmo 2,7 el futuro esias pone en boca del Sefor dirigiéndose a él: «Ti eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.» Se trata de una formula, muy usada en el antiguo Oriente, en virtud de la cual la consagracién de un hombre como rey era considerada como una espe~ cial adopcién del mismo por parte de la divinidad, En Israel se acepts la f6rmula soto en sentido meta- f6rico. Asi en el salmo 88,27 Yahvé dice, refirién- dose a la consagracién de David: «EL me invocara: “Ti eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora’’ y yo lo nombraré mi primogénito, fexcelso entre los reyes de la tierra» (Sal 88,2758) Et mismo alcance original tiene el titulo, aplicado a Salomén en 2Sam 7,14: «Yo seré para él un padre, y él sera para mi hijo» (eft. 1Cr 17,13). Por supuesto, cuando en el nuevo Testamento se aplica a Cristo el pasaje del Salmo 2,7 (en la voz gue vino del cielo tras el bautismo de Jestis segtin "Jessen Iuan 10,343 it el primer entico de este pasa ra defenders, con na angumentacion de tipo eabinied con fra los gue le scusaban de blasemar por decararse hijo de Bios 4. Relectura cristiana de los salmos 85 Le 3,2; en labios de Pablo hablando a los judios de Antioquia de Pisidia segtin Hechos 13,33, y en Heb 1,5; 5,5) tiene un significado real mucho mas profundo. La revelacién de Jess, recogida en los escritos apostalicos, afirma repetidas veces la condicisn de hijos adoptivas de Dios que el bautismo nos con- fiere, al incorporarnos al Unigénito de Dios, Cristo Jesis, Mucho mas que una simple ficcién de dere- cho. San Pablo, eseribiendo a los Efesios, asegura que Dios «nos ha elegido... de antemano para ser hijos adoptivos por medio de Jesucristo» (EF 14-5), ‘«.. para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29), «los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios» (Jn 1,13). Jestis nos rescats de la esclavitud del pecado y de la muerte con fa forma mas hermosa de reden- cién la del que compraba un esclavo para adop- tarlo por hijo—. Y asf escribfa san Pablo a los Gala- tas: «Al Ilegar la plenitud de los tiempos, envié Dios a su Hijo, nacido de mujer... para que recibiéramos la condicién de hijos. Y prueba de que sois hijos es que Dios envié a nuestros corazones el Espiritu de su Hijo que clama: iAbbé, Padre! De modo que ya no etes esclavo, sino hijo, y si hijo, también here- dero por voluntad de Dios» (Gal 4,4-7) EL Espiritu que recibimos de Cristo es el principio de esa vida propiamente divina que nos hace hijos de Dios. Escribe san Pablo: «Vosotros no recibisteis 86 La espritualidad de los salmos un espiritu que os haga esclavos y 0s lleve de nuevo al temor, sino que recibisteis un Espiritu que os hace hijos adoptivos, en virtud del cual clamamos: iAbba, Padre! El Espiritu mismo da testimonio a nuestro 1u de que somos hijos de Dios. Y si hijos, tam- herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rom 8,15-17). Con este convencimiento, cuando los cristianos celebramos en los salmos la bondad de Dios para con los hombres, 0 cuando le expresamos nuestra correspondencia agradecida, sentimos algo que no percibieron los salmistas, ni los primeros destina- tarios del salterio. Los salmos no conocen el amor a los enemigos No hay que esperar en la pluma de los salmistas, expresiones que promuevan la obligacién de amar a los enemigos. Este es uno de los temas absolu- tamente novedosos en la ensefanza de Cristo: «Ha- béis odo que se dijo: “Amards a tu projimo y od rs a tu enemigo”. Pero yo os digo: “Amad a vue tros enemigos y rogad por los que os persiguen’ (Mt 543-44). «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os mal- digan y orad por los que os difamen» (Le 6,27-28). No Se encuentra en todo el antiguo Testamento la frase textual «y odiarés a tu enemigo.» Pero en los salmos es frecuente encontrar imprecaciones durisimas contra los enemigos del justo 0 del pueblo 4. Relectura cristiana de los salmos 87 elegido, que son considerados, por eso mismo, ene- migos de Dios. Por eso, algunos salmos o partes de ellos no se emplean en la liturgia de las horas: «En el curso del salterio se omiten los salmos 57,82 y 108, en los que predomina el cardcter imprecatorio. Asimis- ‘mo, se han pasado por alto algunos versos de ciertos salmos , como se indica al comienzo de cada uno de ellos» (Ordenacién General de la Liturgia de las Horas, n. 131). La imprecacién contra los enemigos de Israel, que en virtud de la Alianza deben ser tenidos por enemigos de Dios, es un tema frecuente en la lite- ratura profética * Cuando el salmista expresa esos sentimientos, piensa que esté obrando a imitacién de Dios, del que dice en una ocasién: «Ti no eres Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped, ni el arrogante se mantiene en tu presencia. Detestas a los malhechores, 2 No se leen en of offcio: $,115 209-13; 27,4-5; 30,18-19; 34,3.48.20.21.24-26: 39,15-162_ $3.7: $4.16; '58,6-9.12-16% ao 12 682828, P6651; 136.79; 1381822; 138,102; 141. * Fsriben duramente contra Eeipto: Is 19,1-15; Jer 45,2-28: Ez 29,30, 31 y 32; contra Astra: Is 10,5-19, 1424-27; 30,37 3149: contra Ninive: todo Nahum: contr Babilonia 1s 13,1 211-10, 43,14-15; 46 y 47; Jer 50 y 51; contra Tiro: Is 23,1-13; Ez 26,27 y28; Amés 1,9-10; contra Edom: Is 2111-12: 341-17: Jer 49,3-22; Ez 25,12-14; 35; Amés 1,11-12; contra Moab Jet 448; Ez 25 8-11; Amés 21-3; Sot 2.811, contra Amon: Jee 4941-6; Bz 25,1-7; Amés 1.1315; Sof 281, 88 La espiritualidad de los salmos destruyes a los mentirosos; al hombre sanguinario y traicionero Ie aborrece el Seftor» (Sal 5,5-7). «El Sefior tiene una copa en la mano, un vaso Ileno de vino drogado: Jo da a beber hasta las heces ‘a todos los malvados de la tierra» (Sal 74,9) Se comprende que el salmista haga lo mismo: «Detesto las bandas de malhechores, ‘no tomo asiento con los impios» (Sal 25,5). «Aborrezeo al que obra mal, ‘no se juntard conmigo» (Sal 100.3). Y en uno de esos pasajes que no se leen en la Titurgia de las horas «iNo odio, Seftor, a los que te odian? No me asquean los que se alzan contra ti? Los odio en el colmo del odio, los tengo por enemigos» (Sal 136,21-22). Pero Jesiis vino a decirnos que tenemos que amar ‘a los enemigos precisamente para parecernos @ Dios: «Para que sedis hijos de vuestro Padre ccles- tial, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y llueve sobre justos e injustos» (Mt 545). «Vuestra recompensa Sera grande, y seréis hijos del Altisimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los per- versos» (Le 6,35). 4. Relectura evistiana de los salmos 89 Asi lo practicé el mismo Jesis en su habitual misericordia con los pecadores, y al pedit por sus asesinos en la cruz: «Padre, perdénalos, porque no saben lo que hacen» (Le 23,34), nos ensei a pedir «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a Ios que nos ofenden» (Mt 6,12; Le 11,4). ¥ es la tinica peticién del Padrenuestro que comenté a renglén seguido: «Porque si vosotros perdonais a los hombres sus ofensas, os perdonara también a vosotros vuestro Padre del cielo; pero si no perdonais a los hombres, tampoco vuestro Padre Perdonara vuestras ofensas» (Mt 6,14ss): cosa que repite al final de la parabola del siervo sin entraitas (Mt 18,35). Los salmistas no tenfan conoci de la retribucién en la otra vida iento En tiempos de los salmistas la revelacién sobre la suerte del hombre més alld de la muerte era muy deficient «pervivencia» de los muertos en el sheol era una especie de vida umbritil, comtin a bue- ‘nos y malos, sin pena ni gloria Esta oscuridad impedia que los creyentes encon- traran solucién definitiva al problema de los pade- cimientos del justo y de la aparente felicidad del malvado a quien todo parece sucederle bien en esta vida. El problema del mal y del dolor puede plantearse y, de hecho, se ha planteado desde tres perspectiva ” La espiriualidad de los salmos distintas. Filosdficamente, desde un punto de vista teorico, la pregunta mas acuciante se interesa por su origen: «De dénde proviene el mal y el dolor en el orden fisico y en el orden moral? Pricticamente —y sea cual fuera la respuesta a fa pregunta te6- rica— ceual debe ser nuestra actitud ante el mal y el dolor? éSe puede hacer algo por evitarlos? Y si ‘no, Equé postura adoptar ante ellos? Y religiosamen- te, supuesta la fe en la existencia de un Dios personal bueno y justo, écémo compaginar con esa bon y justicia divinas la desigual y aparentemente injusta distribucién del dolor y del mal en el mundo? ‘A Ja primera cuestion respondid Zaratustra, en Persia, admitiendo un doble principio eterno, causa respectivamente del bien (Ahura Mazda) y del mal (Anra Mainyu), en lucha perpetua hasta la futura victoria del bien sobre ef mal. Pricticamente, al hombre le interesa ponerse de parte del futuro ven~ cedor. Contempordneamente, en la India, a Buda le preocupa exclusivamente el aspecto practico, aunque para ello opina teéricamente que el mal consiste en el desco de felicidad, Si el hombre logra matar el deseo de vivir, se pierde definitivamente en el nirvana, donde no existe el yo, sujeto del sufrimiento. Para el pueblo hebreo, el origen teérico del mal y del dolor estaba revelado en los primeros capstulos del Génesis. El hombre fue creado para la felicidad, pero, por instigacién del diablo, pec6, y en castigo Gel pecado entré el sufrimiento en el mundo. Tam- poco es problema la postura préctica del hombre 4. Relectura cristiana de los salmos o1 ante el dolor: si éste es castigo divino por el pecado, el hombre debe aceptarlo resignadamente y procu. rar, por el arrepentimiento, la vuelta a Dios. El mal ‘moral, causa del mal fisico, se evita cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios. En cambio, por su concepcién eminentemente religiosa de la vida, al pueblo hebreo le preocupé algo que habia escapado a las preocupaciones de Zaratustra y de Buda: la conciliacién del mal y del oe tal como experimentalmente aparecen dis- ribuidos en el mundo— con la sant tnbuides en el mundo con I justia y I santidad Escribe Jeremi «Ti eres justo, Sefor, por mas que yo pretends litigar contigo; J, sin embargo, te quiero hacer una pregunta: Por qué la vida de los impios es préspera ¥ gozan de paz todas los desleale: ‘Ti os plantas y echan raic recen y Hlegan hasta dar fruto» (Jer 12,1- Y el Eclesiastés comprobaba repetidamente la aparente injusticia: «Todo lo que he visto durante mi vida es esto: Hay el justo que va a la ruina con su justicia, y hay el malvado que resiste largamente en sti malicia» (Eel 7.15). «Hlay otra vanidad sobre la tierra, y es que existen justos a los cuales acaece lo que corresponderia a las obras de los malvados, y hay malvados a los cuales acaece lo que corres. ponderfa a las obras de los justos» (Ecl 8,14) « Todo a todos sucede de la misma manera: una misma es 2 La espirituaidad de los salmos Ia suerte que corre el justo y el impio, el bueno y el malo, el puro y el impuro, el que sacrifica y ‘el que no ofrece sacrificios; como el hombre de bien, el malhechor; como el que jura, el que aborrece el juramento» (Eel 9,2 En el salterio se aborda el tema expresamente tres veces: salmos 36, 48 y 72. 1 salmo 36, que se atribuye a David, pero que es de época sapiencial, con 22 estrofas encabezadas respectivamente por las letras del alefato, se dirige a los que se escandalizan por la suerte de los mal- vados, y les recomienda fiarse de Yahvé, asegurdn- doles que los impios acabarin pronto, y que los jus- tos triunfaran: «No te exasperes por os malvados, no envidies a los que obran el mal; se secaran pronto, como ls hietba, como el césped verde se agostaran» ( 1 361-2). Por tres veces volver sobre el tema:

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