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Antes solo te mataban, ahora se quieren quedar con tus ideas.

Lo que hace falta en el mundo actual es el valor. Es animarse. Primero animarse a pensar, luego
animarse a disentir, después animarse a hablar y por último, animarse a actuar. La pesadumbre
anímica e intelectual en la que estamos sumidos se asemeja a una pesadilla de la que es cada día
más difícil despertar. Eso se debe a que las formas de dominación han sido diseñadas desde hace
muchos años para ser aplicadas gradualmente sin descanso. Ya no es el cuerpo el destinatario de la
violencia ejercida para torcer la voluntad, sino la mente y el espíritu. Todos los días sufrimos
bombardeos a nuestra conciencia y una vez que estallan dejan en el aire una densa neblina de
pensamiento débil que afecta a generaciones enteras.

Tenemos todos los medios a nuestro alcance pero no tenemos los fines. Ni siquiera podemos
rebelarnos y luchar, porque no sabemos contra quien pelear o lo que es aún peor: ¿para qué?

Se ha cumplido el sueño de aquellos viejos esclavistas que se complacían cuando sus esclavos los
llamaban "amos" y les agradecían por tirarles las sobras de la mesa. Aquellos eran sus esclavos
predilectos, los que no les hacían gastar energía, ni les causaban dolores de cabeza, los que les
facilitaban su tarea diaria, e incluso si alguno de ellos quería escaparse o quedarse con algo más que
las sobras, lo delataban para que sea castigado.

-¿Por qué no serán todos como ellos?- se preguntaba pensativo el amo, viendo como uno de sus
esclavos azotaba a otro hasta dejarle la espalda en carne viva, deseoso, quizás, de que algún día el
mundo en su totalidad pudiese ser de esa manera.

La raza humana corre peligro. No solo su integridad física, hablamos de la posibilidad de abolir
para siempre el plano espiritual de la existencia humana. La negación definitiva y pemanente del
alma. Aquel aspecto inmaterial que nos hace seres con voluntad y libre albedrío.

Del racionalismo ilustrado de la modernidad utilitarista pasamos al irracionalismo relativista de la


posmodernidad líquida. Primero separaron la fe de la razón, luego idolatraron la razón para destruir
la fe, luego destruyeron la razón y recién ahí tuvieron el camino libre para que la construcción de la
verdad quedara en manos del más fuerte. Así es como la modernidad se dirige rápidamente hacia un
retorno a la esclavitud de la antiguedad.

Las nuevas generaciones vienen cada vez más condicionadas por las generaciones anteriores, y
ahora no solo corre peligro su integridad física sino también espiritual. Cada vez se ven más
amenazadas por los avances tecnológicos y científicos que hoy en día muestran su cara más feroz
explicitando las intenciones de quienes direccionan estas innovaciónes hacia el dominio de todos
los aspectos de la vida humana. Hablamos de la abolición del ser humano.

El fantasma de la esclavitud se cierne sobre nosotros y quienes nos dedicamos al arte y a las ideas
debemos tener en claro este panorama para no ayudar a cavar lo surcos que lleven a la humanidad
por el camino de su propio aniquilamiento.

Ellos tienen los medios de difusión y pueden estar todos los días del año junto a los jóvenes para
controlar lo que piensan y lo que sienten, incluso si ellos desearan rebelarse, también les ofrecen las
consignas por las cuales protestar sin causarles molestias. No saben que están cavando su propia
tumba y la de todos los que vienen detrás nuestro.

Es el momento de hablar fuerte y claro: o somos parte de la solución o somos parte del problema.
Caminamos sobre la posmodernidad, que no es otra cosa que el cadáver en descomposición de la
modernidad tras el fracaso de las falsas premisas que arrojaron al hombre al mundo más desigual
del que se tenga memoria y que hoy amenaza con devorarlo.

No buscamos la verdad por curiosidad, la buscamos porque la mentira nos lastima el alma y solo la
verdad es capaz de sanar esa herida. La tragedia de nuestro tiempo es que nunca antes los seres
humanos han descansado tan plácidamente sobre la mentira sin que esto les genere ninguna
incomodidad.

Nosotros somos los encargados de que la llama no se apague. Nuestra tarea es revivir
espiritualmente a los hombres para evitar que se destruyan a sí mismos. Debemos allanar el camino
a las próximas generaciones y brindarles las armas para defenderse, porque ellos continuarán y
profundizarán la resistencia contra este nuevo orden que pretende exterminarnos.

Luchamos porque amamos a la persona humana en todos sus aspectos y deseamos que en el futuro
todos puedan disfrutar de las maravillas de la creación en una comunidad organizada que se
edifique sobre el amor y la justicia.

Cuando los griegos cayeron en el relativismo, a causa de que sus dioses solo eran conocidos a través
de los mitos y no establecían un dogma claro que indique los valores comunes sobre los cuales
edificar la ley de una comunidad, en ese momento llegó la filosofía a salvarlos. Cuando los sofistas
enseñaban elocuencia y oratoria a los hijos de los ricos atenienses para que participaran en la
política, llegó Socrátes y la academia platónica, para iluminarles el camino a la luz de la ética y la
metafísica. Quizás nos encontremos en este punto crítico de confusión que anuncia la llegada de
algo más grande.

Asumimos nuestra tarea con humildad e hidalguía porque todo lo que sabemos lo debemos a
quienes antes vinieron y nos debemos a los que vengan después. Es nuestro deber y por eso vamos a
luchar.

Santiago Baglione

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