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Crítica de La Razón Pura
Crítica de La Razón Pura
Estética trascendental.
Condiciones a priori del conocimiento son los juicios sintéticos a priori (lo que hace un
conocimiento válido).
Se lleva a cabo un análisis de la estructura del sujeto para encontrar las condiciones a priori
que hagan posible el conocimiento.
¿ cuáles son los elementos a priori que se dan a nivel sensible? ¿ cuál es la condición para
que se dé el conocimiento sensible? El tiempo y el espacio.
Las ordenas.
No hay representación en sí mismo por qué no hay sensación. No son realidades en sí.
Todo fenómeno se ubica y se ordena en el tiempo y espacio por lo que el tiempo y espacio
dan universalidad y necesidad. El tiempo y el espacio son a priori para que se pueda dar el
fenómeno.
Los elementos a priori, dentro del sujeto son lo a priori, por lo que el tiempo y el espacio
son la condición de posibilidad para la experiencia sensible.
Tiempo y espacio no son cosas Ensi, falta el elemento sintético, el cual es el contenido por
el cual se puede pensar.
La sensaciones sin tiempo y espacio son incomprensibles y viceversa.
El tiempo y el espacio son intuiciones puras puesto que no tendrán ningún contenido en sí
mismo.
Introducción.
1. Distinción entre el conocimiento puro y el empírico.
Todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. En el orden temporal,
ningún conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con
ella. Aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso
procede todo el de la experiencia.
Podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de
lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de
conocer produce a partir de sí misma. Por eso se abre una cuestión: saber si existe
semejante conocimiento independiente de la experiencia e incluso, de las
impresiones de los sentidos. Tal conocimiento se llama a priori y se distingue del
empírico que tiene fuentes a posteriori, es decir, en la experiencia. Entenderemos
como conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda
experiencia. Entre los conocimientos a priori reciben el nombre de puros aquellos a
los que no se añadido nada empírico.
2. Estamos en posesión de determinados cto. A priori que se hallan incluso en el
entendimiento común.
Hay que averiguar el criterio para distinguir el conocimiento puro del conocimiento
empírico. Si algo al ser pensado es necesario, tenemos un juicio a priori. Si además
no deriva de otra que no sea válida, como proposición necesaria, entonces es una
proposición absolutamente a priori. 2. La experiencia nunca otorga sus juicios una
universalidad verdadera o estricta, hasta el momento no hay excepción en etc
(hume). Por lo que si se piensa en un juicio con estricta universalidad, es decir, de
modo que no admita ninguna posible excepción es válido absolutamente a priori.
Necesidad y universalidad estricta son, criterios seguros de un conocimiento a priori
se hayan inseparable mente ligados entre sí.
Se puede demostrar que existen los principios a priori en el conocimiento puestos
que son indispensables para que la experiencia exista. Pues¿ de dónde sacaría la
misma experiencia su certezas y todas las reglas conforme a las cuales avanzar
fueran empíricas y, por tanto, contingentes? Pero no solamente encontramos un
origen a priori entre juicios, sino incluso entre algunos conceptos. Aunque
elimináramos de un cuerpo todas sus características empíricas siempre quedaría el
espacio. No podemos eliminar este espacio. Si suprimimos todas las propiedades
que nos enseña la experiencia, no podemos quitarle aquella mediante la cual
pensamos dicho objeto como sustancia. El concepto sustancia por la necesidad con
la que se nos impone se asienta nuestra facultad de conocer a priori.
3. La filosofía necesita una ciencia que determine la posibilidad, los principios y
la extensión de todos los conocimientos a priori. ayuda con este parágrafo.
Algunos conocimientos abandonan el ámbito de la experiencia y extienden nuestros
juicios por medio de conceptos a los que ningún objeto empírico puede
corresponder. Y es precisamente en estos conocimientos que consideramos de
finalidad más relevante que todo cuanto pueda prender el entendimiento en el
campo fenoménico. Metafísica ¿? . Abandonada la experiencia deberíamos
plantearnos la cuestión relativa a cómo puede el entendimiento adquirir todos esos
conocimientos a priori y a cuales sean la extensión, la legitimidad y el valor de los
mismos. ( esto de la pág 46 no lo entiendo bien y ahora viene el ejemplo de la
paloma) El ejemplo de la paloma viene a decir que se necesita el mundo empírico
como base donde sostenerse para investigar El resto de contenidos del conocimiento
(estoy casi segura de que viene a decir esto) . Al investigar el a priori lo que nos
avala es que una buena parte de las tareas de nuestra razón consiste en analizar los
conceptos que ya poseemos de los objetos.
4. Distinción entre los juicios analíticos y sintéticos.
El juicio analítico se da en el caso cuando nos amplio conocimiento, y el juicio
analítico Es cuando el predicado amplía la información del sujeto. Los juicios
analíticos son aquellos que se piensan mediante lazos entre predicado y sujeto
mediante la identidad, aquellos que se piensan sin identidad se llamarán sintéticos.
También podemos decir que los analíticos son explicativos y los sintéticos
extensivos. Los juicios de experiencia son todos sintéticos. ( El cuerpo extenso es
un predicado analítico pero cuando decimos que el cuerpo es pesado es un
predicado sintético) ¿ en que me apoyo y qué es lo que hace posible la síntesis si
quiero ir más allá del concepto a para reconocer que otro concepto B se haya ligado
al primero ,puesto que en este caso no tengo la ventaja de acudir a la experiencia
para verlo?
5. Todas las ciencias teóricas de la razón contienen juicios sintéticos a priori como
principios.
1. Los juicios matemáticos son todo sintéticos. Al advertirse que todas las
conclusiones de los matemáticos se desarrollaban de acuerdo con el principio de
contradicción, se Supuso que las proposiciones básica se conocían igualmente a
partir de dicho principio. Pero se equivocaron, ya que es una proposición sintética
puede ser entendida, efectivamente, de acuerdo con el principio de contradicción,
pero no por sí misma, sino solo en la medida en que se presupone otra proposición
sintética de la cual puede derivarse. Hay que tener en cuenta que las proposiciones
verdaderamente matemáticas son siempre juicios a priori, ya que con llevan
necesidad, cosa que no puede ser tomada de la experiencia. (Ejemplo de 7+5=12)
Ningún principio de la geometría pura es analítico.
2. La ciencia natural(física) contiene juicios sintéticos a priori como principios. Sus
necesidades a priori y son sintéticas. Las proposiciones son sintéticas a priori, lo
mismo ocurre en el resto de las proposiciones pertenecientes a la parte pura de la
ciencia natural.
3. En la metafísica deben contenerse conocimientos sintéticos a priori.
Hay dos formas puras de la intuición sensible como principios del conocimiento a priori,
espacio y tiempo.
1) El espacio
Por medio del sentido externo (propiedad de nuestra mente) No representamos
objetos como exteriores a nosotros y como estado todo en el espacio, dentro del cual
son determinadas o determinable su figura, su magnitud y sus relaciones mutuas. El
sentido interno por medio del cual la mente se intuye así misma o su estado interno
no suministra intuición alguna del alma misma como objeto. Hay solo una forma
determinada bajo la que es posible la intuición de un estado interno, cuánto
pertenece a las determinaciones internas es representado en relaciones de tiempo.
¿ que son espacio y tiempo?¿ son solo determinaciones de las cosas o también
relaciones de estas? ¿ Los son acaso en cuando pertenecientes a las cosas incluso en
el caso de no ser intuidas O lo son solo en cuanto inherentes a la forma de la
intuición y, por consiguiente, en cuanto inherentes a la condición subjetiva de
nuestra mente, condición sin la cual no podrían atribuirse esos predicados a ninguna
cosa?
Primero se va a exponer el concepto de espacio.
1. El espacio no es un concepto empírico extraído de experiencias externas. Para
poner ciertas sensaciones en relación con algo exterior a mí debo presuponer de
antemano la representación del espacio. La representación del espacio no puede
estar tomada de la relaciones del fenómeno externo a través de la experiencia, sino
que, si esta experiencia externa misma es posible, no es solamente a través de dicha
representación.
2. El espacio es una necesaria representación a priori que sirve de base a todas las
intuiciones externas, el espacio es considerado como condición de posibilidad de los
fenómenos, y es una representación a priori en la que se basan necesariamente los
fenómenos externos.
3. El espacio no es un concepto discursivo sino una intuición pura. Es un espacio
único.Esas partes tampoco pueden preceder al espacio único y omnicomprensivo
como si fueran elementos de los que se compondría, sino que solamente pueden ser
pensadas dentro de él. El espacio es esencialmente uno. Su multiplicidad y también
el concepto universal de espacio, Surge tan solo a limitarlo. De ahí se sigue que
todos los conceptos del espacio tienen como va a ser una intuición a priori, no una
empírica.
4. El espacio se representa como una magnitud dada infinita. La Originaria
representación del espacio es una intuición a priori, no un concepto.
Y que esos conocimientos solo sean posibles suponiendo una forma de explicación
de dicho concepto.
Por lo tanto el espacio es una intuición, puesto que de un concepto no se puede
extraer proposiciones que vayan más allá del mismo concepto. Esta intuición se
tiene que hallar en nosotros a priori, Y por lo tanto es una intuición pura.
¿Cómo puede hallarse en nuestra mente una intuición externa que precede a los
mismos objetos y en la que podemos determinar a priori el concepto de esos
objetos? Solo podríamos en la medida que esta intuición se establece en el sujeto
como propiedad Formal de este de ser afectado por objetos y de recibir por este
medio, una representación inmediata de los mismos, es decir, una intuición. Por
consiguiente, solo en cuanto forma del sentido externo en general. Por este
planteamiento podríamos entender la posibilidad de la geometría como un
conocimiento sintético a priori.
Dado que la receptividad del sujeto precede necesariamente a toda intuición de sus
objetos, es posible entender como la forma de todos los fenómenos puede darse en
la mente con anterioridad a toda percepción real, es decir, a priori, y como puede
ella contener previamente a toda experiencia, principios que regulan la relaciones de
esos objetos.
Hay una necesidad de que el sujeto sea afectado por los objetos externos para la
representación del espacio. La forma constante de esa receptividad por parte del
sujeto que llamamos sensibilidad es condición necesaria de todas las relaciones en
las que incluimos objetos como exteriores o nosotros y, si se abstrae de Tales
objetos, tenemos una intuición pura que lleva el nombre de espacio. No podemos
considerar las especiales condiciones de la sensibilidad como condiciones de
posibilidad De las cosas, sino solo de sus fenómenos. Por ello podemos decir que el
espacio abarca todas las cosas que se nos puede manifestar exteriormente, pero no
todas las cosas en sí mismas, sean incluidas o no y sea quien sea que nos intuyo. Si
añadimos el concepto del sujeto la limitación de un juicio, este pues entonces
validez absoluta. La proposición “ todas las cosas se hallan yuxtapuestas en el
espacio” es válida si la limitamos de forma que esas cosas sean entendidas como
objetos de nuestra intuición sensible. Si añado ahora la condición al concepto y digo
“ todas las cosas, en cuanto fenómenos externos, se hallan yuxtapuestas en el
espacio”, entonces la regla es universal mente válida y sin restricción.
Con esto se afirma la realidad empírica del espacio, pero a la vez se sostiene la
idealidad trascendental del mismo, de manera que afirmamos que no existe si
prescindimos de la condición de posibilidad de toda experiencia y lo consideramos
como algo subyacente a las cosas en sí mismas. Exceptuando al espacio, no hay
ninguna representación subjetiva y referente algo exterior que pudiera llamarse a
priori objetiva.
Lo que percibimos a través de la sensaciones no puede ser considerado
determinaciones, y mucho menos fenómenos. El espacio pertenece necesariamente,
en cuanto condición de los objetos externos, al fenómeno o intuición de estos puntos
se hallan ligados al fenómeno como efectos, producidos de forma puramente
accidental. El espacio solo hace referencia a la forma pura de la intuición.
2. El tiempo es una representación necesaria que sirve de base a todas las intui-
ciones. Con respecto a los fenómenos en general, no se puede eliminar el tiempo
mismo. Sí se pueden eliminar, en cambio, los fenómenos del tiempo. Este viene,
pues, dado a priori. Sólo en él es posible la realidad de los fenómenos. Estos
pueden desaparecer todos, pero el tiempo mismo (en cuanto condición general
de su posibilidad)1 no puede ser suprimido.
3. En esa necesidad a priori se basa igualmente la posibilidad de formular prin-
cipios apodícticos sobre las relaciones temporales o axiomas del tiempo en
general. Este no posee más que una dimensión: tiempos diferentes no son
simultáneos, sino sucesivos (al igual que espacios distintos no son sucesivos,
sino simultáneos). Tales principios no pueden extraerse de la experiencia, ya
que ésta no suministraría ni universalidad estricta ni certeza apodíctica. Sólo nos
permitiría decir: así lo enseña la percepción común; pero no esto otro: así tiene
que ser. Estos principios tienen validez como reglas bajo las cuales es posible la
experiencia y nos informan con anterioridad a ésta última, no a través de ella.
4. El tiempo no es un concepto discursivo o, como se dice, universal, sino una
forma pura de la intuición sensible. Tiempos diferentes son sólo partes de un
mismo tiempo. La representación que sólo puede darse a través de un objeto
único es una intui- ción. La proposición que sostiene que diferentes tiempos no
pueden ser simultáneos no puede tampoco derivarse de un concepto universal.
La proposición es sintética y no puede derivar de simples conceptos. Se halla,
pues, contenida inmediatamente en la intuición y en la representación del
tiempo.
5. La infinitud del tiempo quiere decir simplemente que cada magnitud temporal
determinada sólo es posible introduciendo limitaciones en un tiempo único que
sirve de base. La originaria representación tiempo debe estar, pues, dada como
ilimitada. Pero cuando las mismas partes y cada magnitud de un objeto sólo
pueden representarse por medio de limitaciones, entonces la representación
entera no puede estar dada mediante conceptos (ya que éstos contienen sólo
representaciones parciales)1, sino que debe2 basarse en una intuición inmediata.
el concepto de cambio, y con él el de movimiento (como cambio de lugar), sólo es posible en la representación del tiempo
y a través de ella; igualmente, que si esta representación no fuese intuición (interna) a priori, no habría concepto alguno,
fuese el que fuese, que hiciera comprensible la posibilidad de un cambio,
suce- sivamente, pueden hallarse en una cosa las dos determinaciones contradictoriamente opuestas. Nuestro concepto de
4
tiempo explica, pues, la posibilidad de tantos conoci- mientos sintéticos a priori como ofrece la teoría general del
movimiento,
a) El tiempo no es algo que exista por sí mismo o que inhiera en las cosas como determinación objetiva, es decir, algo que
subsista una vez hecha abstracción de todas las condiciones subjetivas de su intuición. En efecto, en el primer caso sería
algo que poseería realidad a pesar de no ser un objeto real. Por lo que se refiere al segundo caso, el tiempo, en cuanto
determinación o disposición inherente a las cosas mismas, no podría preceder a los objetos como condición de los mismos
1
y ser conocido e intuido a priori mediante proposiciones sintéticas. Sin embargo, esto último se verifica perfectamente si
el tiempo no es más que la condición subjetiva bajo la cual pueden tener lugar en noso- tros todas las intuiciones. En
efecto, entonces podemos representarnos esta forma en la intuición interna previamente a los objetos y, por tanto, a priori.
b) El tiempo no es otra cosa que la forma del sentido interno, esto es, del intuir- nos a nosotros mismos y nuestro estado
interno. Pues el tiempo no puede ser una deter- minación de fenómenos externos. No se refiere ni a una figura ni a una
posición, etc., sino que determina la relación entre las representaciones existentes en nuestro estado interior. Debido
precisamente al hecho de que esta intuición interna no nos ofrece figura alguna, intentamos enjugar tal déficit por medio
de analogías y nos representamos la secuencia temporal acudiendo a una línea que progresa hasta el infinito, una línea en
la que la multiplicidad forma una serie unidimensional. De ella deducimos todas las pro- piedades del tiempo, excepto
una, a saber, que las partes de la línea son simultáneas, mientras que las del tiempo son siempre sucesivas. De ello se
desprende igualmente con claridad que la misma representación del tiempo es una intuición, ya que todas sus relaciones
pueden expresarse en una intuición externa.
c) El tiempo es la condición formal a priori de todos los fenómenos. El espacio, en cuanto forma pura de toda intuición
externa, se refiere sólo, como condición a priori, a los fenómenos externos. Por el contrario, toda representación, tenga o
no por objeto cosas externas, corresponde en sí misma, como determinación del psiquismo, al estado interno. Ahora bien,
éste se halla bajo la condición formal de la intuición interna y, consiguientemente, pertenece al tiempo. En consecuencia,
el tiempo constituye una condición a priori de todos los fenómenos en general, a saber, la condición inmediata de los
internos (de nuestras almas) y, por ello mismo, también la condición mediata de los externos. Si puedo afirmar a priori
que todos los fenómenos externos se hallan en el espacio y están determinados a priori según las relaciones espaciales,
puedo igualmente afirmar en sentido completamente universal, partiendo del principio del sentido interno, que
absolutamente todos los fenómenos, es decir, todos los objetos de los sentidos, se hallan en el tiempo y poseen
necesariamente relaciones temporales.
Consiguientemente, el tiempo no es más que una condición subjetiva de nuestra (humana) intuición (que es siempre
sensible, es decir, en la medida en que somos afectados por objetos) y en sí mismo, fuera del sujeto, no es nada. Sin
embargo, es necesariamente objetivo en rela- ción con todos los fenómenos y, por tanto, en relación con todas las cosas
que pueden presentarse en nuestra experiencia. No podemos decir que todas las cosas estén en el tiempo, ya que el
concepto de cosas en general prescinde de cómo sean intuidas. Ahora bien, la forma de ser intuidas es precisamente la
condición bajo la cual entra el tiempo en la representación de los objetos. Si se incluye en el concepto tal condición y se
afirma que todas las cosas, en cuanto fenómenos (en cuanto objetos de la intuición sensible) están en el tiempo, el
principio es, a priori, objetivamente correcto y universal.
Sostenemos, pues, la realidad empírica del tiempo, es decir, su validez objetiva en relación con todos los objetos que
puedan ofrecerse a nuestros sentidos. Al ser siem- pre sensible nuestra intuición, no puede darse en nuestra experiencia
ningún objeto que no esté sometido a la condición del tiempo. Negamos, en cambio, a éste toda pretensión de realidad
1
absoluta, es decir, que pertenezca a las cosas como condición o propiedad de las mismas, independientemente de su
referencia a la forma de nuestra intuición sensible. Las propiedades pertenecientes a las cosas en sí nunca pueden sernos
dadas a través de los sentidos. En ello consiste, pues, la idealidad trascendental del tiempo. Según esta idealidad, el
tiempo no es nada prescindiendo de las condiciones subjetivas de la intuición sensible y no puede ser atribuido a los
objetos en sí mismos (indepen- dientemente de su relación con nuestra intuición), ni en calidad de subsistente, ni en la de
inherente. Sin embargo, no hay que comparar tal idealidad, como tampoco la del espacio, con las subrepciones de la
sensibilidad, ya que en este último caso se supone que el mismo fenómeno en el que esos predicados inhieren tiene
realidad objetiva. Esta realidad no se da en el caso del tiempo, salvo en la medida en que es empírico, es decir, salvo en la
medida en que se considera el objeto mismo, como mero fenómeno. Sobre esta cuestión puede verse la observación
anterior, en la primera sección.
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Se ha pretendido afirmar que las intuiciones no son más que representaciones fenoménicas;
que las cosas en sí mismas no son en sí mismas tal como las intuimos, ni sus relaciones
tienen en sí mismas el carácter con que se nos manifiestan; pero si suprimimos el carácter
subjetivo de los sentidos en general, todo el carácter de los objetos, todas sus relaciones
espaciales y temporales, incluso el espacio del tiempo mismos, desaparecerían. Éstos
fenómenos solo pueden existir en nosotros.
No conocemos los objetos en sí, sino nuestro modo de percibirlos. El espacio del tiempo
son sus formas puras; la sensaciones su materia. Las primeras podemos conocerla solo a
priori, previamente a toda percepción efectiva, y por ello se llaman intuiciones puras. A la
segunda lo conocemos a posteriori, A través de la intuición empírica
Por lo tanto diríamos que nuestra sensibilidad es una confusa representación de las cosas,
esta representación contiene lo que pertenece a las cosas en sí mismas, pero en una masa de
características y representaciones parciales que no distinguimos conscientemente. La
diferencia entre una representación clara y otra confusa es puramente lógica y no afecta su
contenido. El concepto de derecho, del que el entendimiento sano hace uso, contiene
indudablemente todo lo que la especulación más sutil es capaz de desarrollar a partir de el,
Pero en el uso común y práctico no se tiene conciencia de las diversas representaciones
incluidas en este pensamiento.
Por ello no puede decirse que el concepto común sea sensible ni que contenga un mero
fenómeno, ya que el derecho no puede manifestarse, sino que tenemos su concepto en el
entendimiento y representa una propiedad de las acciones, una propiedad que pertenece a
estas en sí mismas. La representación de un cuerpo en la intuición no contiene
absolutamente nada que pueda pertenecer a un objeto en sí mismo, sino simplemente el
fenómeno de algo y el modo según el cual ese algo nos afecta.
[1:28 p. m., 29/4/2022] Carmen🌱: Establecemos en los fenómenos una perfecta distinción
entre lo que es esencialmente inherente a su intuición y es válido para todo sentido humano,
y lo que pertenece a la intuición solo de modo accidental y no es válido en relación con la
sensibilidad en general, sino en relación con una especial estructura. Decimos de la
primera forma de conocimiento que representa al objeto en sí mismo; de la segunda
decimos que representa tan solo el fenómeno del objeto en sí mismo. Pero tal diferencias
puramente empírica. Entonces pensamos conocer cosas en sí mismas, a pesar de que en
ningún lugar del mundo de los sentidos nos ocupamos más que de fenómenos. (Ej arcoíris)
Con el fin de que esta certeza se haga plenamente convincente, queremos elegir algún caso
cuya validez salta a la vista.
Lo que se pretende con la estética trascendental es que sea cierta e inequívoca. Si se supone
que el espacio y tiempo son objetivos y que estos componen condiciones de posibilidad de
las cosas en sí mismas, y entonces veremos que resultan muchas proposiciones a priori
apodícticas y sintéticas. Pero esto se puede ver mejor en el caso del espacio, en que se pone
de ejemplo las proposiciones geométricas que son sintéticas a priori y tienen certeza
apodíctica. Pero la cuestión es, ¿de donde se sacan estas proposiciones? Las proposiciones
se sacan de conceptos o intuiciones de los podemos llegar a esas verdades necesarias y
universalmente validas a través del entendimiento. Estos conceptos o intuiciones pueden ser
a priori o a posteriori.
El espacio y el tiempo al ser una forma de nuestra intuición que posee las condiciones a
priori que nos hacen posible el percibir los objetos exteriores, son lo que hace posible el
establecer cosas sintéticamente a priori sobre los objetos exteriores.
Por lo tanto, el espacio y tiempo son condiciones necesarias en toda experiencia. los objetos
son fenómenos en relación con estas condiciones. Por ello mismo se pueden establecer a
priori muchas cosas en referencia a la forma de los fenómenos.
Kant hace la siguiente observación que ayuda a confirmar la teoría de que todos los objetos
de los sentidos puros son fenómenos. Y es que los elementos de nuestro conocimiento
referidos a la intuición posen solo relaciones de lugar en una intuición. Pero lo solo por
estas relaciones no se puede conocer la cosa en sí misma. Cuando se nos dan algo más que
representación de relación mediante el sentido externo, este sentido solo es capaz de poseer
en su representación la relación de un objeto con el sujeto, no lo que pertenece al objeto en
sí mismo.
Lo mismo ocurre con la intuición inter- na. No se trata sólo de que en esta última las representaciones de los sentidos
externos constituyan la verdadera materia con la que ocupamos nuestro psiquismo, sino que el tiempo en el que situamos
dichas representaciones —tiempo que, a su vez, precede a la conciencia de las mismas en la experiencia y les sirve de
base en cuanto condición formal de nuestro modo de situarlas en el psiquismo— contiene ya relaciones de suce- sión, de
simultaneidad y de aquello que coexiste con lo sucesivo (lo permanente). Ahora bien, lo que puede preceder, como
representación, a todo acto de pensar algo es una intuición y, si ésta no contiene más que relaciones, es la forma de la
intuición, forma que, al no representar más que lo puesto en el psiquismo, no puede ser otra cosa que la manera según la
cual el psiquismo es afectado por su propia actividad, es decir, por el acto de poner su representación y,
consiguientemente, por sí mismo. Esto es, se trata de un sentido que, por su forma, es interno. Todo lo que es representado
por un sentido es, en esa misma medida, siempre fenómeno. Por consiguiente, o bien habría que rechazar la existencia de
un sentido interno, o bien el sujeto que es objeto de dicho sentido úni- camente podría ser representado por éste como
fenómeno, no como el sujeto juzgaría de sí mismo si su intuición fuera simple actividad espontánea, es decir, si su
intuición fuera intelectual. Toda la dificultad reside sólo en saber cómo puede un sujeto intuirse inte- riormente a sí
mismo. Ahora bien, esta dificultad es común a toda teoría. La conciencia de sí mismo (apercepción) es la representación
simple del yo y si, por medio de ella sola, toda la diversidad existente en el sujeto fuera dada por la actividad espontánea,
la intuición interna sería intelectual. Esa conciencia exige en el hombre la interna percep- ción de la diversidad
previamente dada en el sujeto, y el modo según el cual se da en el psiquismo tal diversidad de forma no espontánea tiene
que llamarse, habida cuenta de esta diferencia, sensibilidad. Si la capacidad de adquirir conciencia de sí tiene que bus- car
(aprehender) lo que se halla en el psiquismo, dicha capacidad tiene que afectar a éste último, y sólo así puede dar lugar a
una intuición de sí mismo. Pero la forma de tal intuición, que se halla previamente en el psiquismo, establece, en la
representación del tiempo, el modo de estar reunido lo diverso en el psiquismo, ya que entonces éste se intuye, no como se
representaría inmediatamente con su actividad propia, sino del modo según el cual es afectado interiormente y, por tanto,
no tal como él es, sino tal como se manifiesta a sí mismo.
Por lo que hay que tomar como conclusión que desde el momento en que se nos dan a
través de los sentidos externos más que representaciones de relación, este sentido se lo
puede contener en su representación la relación de un objeto con el sujeto, no lo interno, lo
que pertenece al objeto en sí mismo. Lo mismo ocurre con la intuición interna.
Ahora bien, lo que puede preceder, como representación, a todo acto de pensar algo es una
intuición y, si esta no contiene más que relaciones, es la forma de la intuición, forma que, al
no representar más que lo puesto en la mente, no puede ser otra cosa que la manera según la
cual la mente afectada por su propia actividad, por el acto de poner su representación y
consiguientemente por sí misma.
Se trata de un sentido que por su forma es interno. Todo lo que he representado por un
sentido es siempre fenómeno.
[1:39 p. m., 29/4/2022] Carmen🌱: El sujeto es el objeto de dicho sentido interno que
únicamente podría ser representado por este como fenómeno, la dificultad se encuentra solo
en saber cómo puede un sujeto incluirse interiormente asimismo.
[1:42 p. m., 29/4/2022] Carmen🌱: Al decir que tanto la intuición de los objetos externos
como la auto intuición de la mente representan ambas cosas en el espacio y en el tiempo no
pretendo afirmar que estos objetos sean pura apariencia. En efecto, en el fenómeno, los
objetos incluso las propiedades que les asignamos, son siempre considerados como algo
realmente dado. En la medida en que en la relación del objeto dado con el sujeto, Tales
propiedades dependen únicamente del modo de intuición del sujeto, establecemos una
distinción entre dicho objeto en cuanto fenómeno y ese mismo objeto en cuanto objeto
Ensi.Pero no sucede tal cosa según nuestro principio de la idealidad de todas nuestras
intuiciones sensibles. Al contrario, es imposible evitar que todo quede convertido en mera
apariencia cuando se atribuye realidad objetiva esas formas de representación. Si
consideramos espacio-tiempo, propiedades que, de ser posibles, tienen que hallarse en
cosas en sí y Pensamos en los absurdos en que nos enredamos entonces no podemos
censurar al bueno de Berkeley por haber reducido los cuerpos a mera apariencia.