Todos tenemos uno o varios dones que hemos recibido de Dios.
Los dones que recibimos son para dar los demás, para edificación de la iglesia. Debemos servir y ministrar a otros como buenos administradores. Los dones que Dios nos da son regalos de su gracia, no los merecemos.
Al mismo tiempo, necesitamos entender que servir es un estilo de vida. No solo
servimos en la iglesia, sino que en todas las esferas de nuestra vida debemos tener un espíritu de servicio. Servir trae una satisfacción personal de saber que estamos haciendo lo que el Señor quiere, y Él ve cada vaso de agua fría que ofreces a un niño en su nombre.
Hay que señalar que el mejor modelo es el de nuestro Señor:
“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:28).”
“Jesús se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres. Se humilló a sí mismo y fue a la cruz. El Dios santo, creador del universo, el rey de reyes, ¡se hace siervo! Por amor a nosotros y para salvarnos (Fil. 2:5-8).”