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ARTE Y TIEMPO

TERROR SOBRE LA POSTMODERNIDAD


Comentario sobre el primer capítulo: Elaboración de una Cuestión

Lo rimbombante siempre me produce cierta repulsión, y aunque la introducción de un


determinado tema que un autor considere atractivo, apasionante y sobre todo relevante
amerita la reflexión y una entrada profunda, pienso al respecto que se entremezclan, por
momentos, términos rebuscados -en cuanto a una lectura comprensible- pero
innecesarios si acaso el deseo es una comunicación eficaz. Esto es, la elaboración de la
cuestión, como bien se titula el apartado, se pierde a ratos a través de aclaraciones cuya
relevancia considero que bien podrían estar citadas en las notas al pie de página y no
como un relleno elocuentemente aversivo encerrados entre paréntesis o entrecomillados.

Bien. Asumida esta cuestión sobre la cuestión -vaya jugarreta- entremos en el terreno.
Leído y releído la elaboración o intento de éste, comprendemos que la posmodernidad
como periodo político y estético -que de algún modo guardan distancias- es una etapa
que empieza a encaminarse tras el fin de la arquitectura moderna en 1972, y que,
estallaría sobre todo su inicio con la caída del Muro de Berlín. Sin embargo duraría sólo
diez años y ya no por lo menos treinta, como nos asegura Feliz Duque, debido a los
atentados terroristas del 11-S (New York) y del 11-M (Madrid) que desviaron el curso
de la historia dramáticamente.

Le parece significativo, así, que estas explosiones constituyan los límites de la


postmodernidad. De cualquier modo, me parece a mí, que lo real significativo estriba no
ya en las explosiones propiciadas por el terrorismo islámico, sino en las explosiones
revoltosas y encubiertas que, tras los atentados, se generó a modo de "justicia"; pues
bien perfectamente podría encajar en aquello que se pretende "ocultar", que más
adelante el propio Felix Duque defiende con sumo empeño.

Menciona también a Guy Debord y a su lúcida "La sociedad del espectáculo". Señala,
asimismo, que durante la postmodernidad apenas ha habido expresiones genuinas
artísticas del terror, entendida esta, pues, como el sentimiento angustioso surgido de la
combinación, inesperada y súbita, de lo sublime y lo siniestro".

Pasa, luego, a distinguir entre el miedo (temor cotidiano y significativo debido a una
amenaza determinada dentro del propio mundo u hogar) y la angustia (temor
radicalmente indeterminado; lo otro, lo inimaginable, lo no representado) para
simplemente hablar de su característica más notable: la confluencia de lo sublime y lo
siniestro.

Y, entonces, después de contextualizar lo que para Kant fuese lo sublime - o sea aquello
significativamente atractivo, que se mide con la propia naturaleza a través de la técnica
del hombre racional- acata que se ha de repasar lo sublime en el sentido que le diese
Adorno y de Lyotard, lo cual recae en una idea refugiada en el arte no figurativo.
Luego, no se puede hablar del terror sin su otro componente, lo siniestro. Ese aspecto
desarraigado propio de la angustia, el cual, por otra parte, desarrollaría más
profundamente el señor Freud: Lo siniestro como el encuentro del deseo reprimido en el
propio hogar" Esto es, lo conocido se torna extraño, y lo que extraño se vuelve familiar.

Ultimando, pues, el terror consiste ya no en la manifestación propia del mismo, sino del
ocultamiento de éste, lo que, por consiguiente, nos llevaría al horror.

En ese sentido Duque sostiene que la época postmoderna se ha caracterizado por una
sobreabundancia de representaciones horrendas y muy pocas genuinamente
terroríficas, lo que con otras palabras podemos concluir que existe hoy en día un arte
fácilmente interpretable, cuyo tema es la predominancia por el horror, y no así por el
terror, puesto que pocos representan lo reprimido, esa ocultación de lo siniestro como
terror mismo.

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