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que está diciendo Pablo en este versículo. El dice que el
dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos,
para que no les brille la luz del evangelio de la gloria de
Cristo. El diablo no desea que el potencial creyente y el
incrédulo en general sean iluminados con el mensaje o
buenas noticias concernientes a la gloria de Cristo. Sí, el
diablo no quiere que usted entienda el mensaje o buenas
noticias de la GLORIA DE CRISTO. —¡Específicamente
esto! ¿Y qué es la gloria de Cristo? Desgraciadamente aún
millones tienen ideas confusas sobre lo que es el evangelio
de la gloria de Cristo.
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incredulidad. A otros les ha hecho creer que el mensaje del
reino en la tierra es muy mundano y poco espiritual. El ha
logrado también propagar falsos evangelios que no se
parecen en nada al evangelio original de Jesús y sus
apóstoles. Hoy se habla del “evangelio social”, o del
“evangelio de la prosperidad”, o del “evangelio de Cristo”, o
simplemente “el evangelio”, pero el verdadero evangelio
del reino de Dios es omitido en casi todos las prédicas de
las iglesias contemporáneas.
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de la gloria de Cristo no significa “el evangelio de la Deidad
de Cristo”. Muchos andan proclamando que Cristo es Dios y
que es necesario aceptar su Deidad para ser salvos. Sin
embargo, la verdad es que la voluntad del Padre es que
creamos en Su Hijo, en su evangelio del Reino o el
evangelio de su gloria, pero no que creamos que él es el
único Dios verdadero de una supuesta Santa Trinidad. Lo
que Dios desea, entre otras cosas, es que creamos en Su
Hijo, en el Hijo de Dios—¡no en Dios el Hijo! Debemos
creerle a él, o a su mensaje, pues Dios Padre envió a Su Hijo
con un propósito— el de anunciar el evangelio del Reino de
Dios (Lucas 4:43). Muchos desgraciadamente creen en
Cristo, pero no a Cristo. Es decir, creen que él es el Hijo de
Dios, pero les resulta difícil aceptar su mensaje de un reino
restaurado en la tierra de Israel que traerá grandes
bendiciones a la humanidad.
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El Odio de Satán contra el Pueblo Original de Dios
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o espiritual. Al contrario, después de que ellos estuvieron
con Jesús durante los 40 días de entrenamiento privado
para saber más sobre aquel reino (Hechos 1:3), enseguida
los discípulos procedieron a preguntarle a Jesús lo siguiente:
“Entonces los que se habían reunido le preguntaron,
diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este
tiempo?” (Hechos 1:6). Aquí se hace más que evidente
que los creyentes primitivos, los discípulos más próximos a
Jesús, estaban anhelando la restauración del reino davídico
en y a Israel. Ellos no estaban pensando en un reino
espiritual en una esfera supramundana, o fuera de este
mundo (el tercer cielo), tal como muchos “cristianos” hoy
están pensando. Ellos no se habían apartado de la
esperanza de Israel, o de la consolación que tendría Israel
finalmente (Lucas 2:25). Pues bien, ante esta pregunta
Jesús no muestra su sorpresa, ni intenta corregir una
supuesta falsa esperanza, o falsa comprensión por parte de
sus discípulos, tal como algunos teólogos han insinuado.
¡Jamás! Por el contrario, Jesús sólo les dice lo siguiente:
“No os toca a vosotros saber los tiempos o las
sazones, que el Padre puso en su sola potestad”. En
buena cuenta, Jesús no los reprocha por un supuesto mal
entendido por parte de sus discípulos sobre su reino. Lo que
les dice es que a ellos no les corresponde saber los tiempos
o las sazones que Dios puso en su sola potestad. Jesús
estaba validando la pregunta, pero no les pudo dar el
tiempo exacto para tal anhelada restauración del reino
ancestral porque él mismo lo ignoraba.
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Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y
les dijo: Negociad entre tanto que vengo. 14 Pero
sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él
una embajada, diciendo: No queremos que éste reine
sobre nosotros. 15 Aconteció que vuelto él, después
de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos
siervos a los cuales había dado el dinero, para saber
lo que había negociado cada uno. 16 Vino el primero,
diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. 17 El
le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco
has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez
ciudades. 18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha
producido cinco minas. 19 Y también a éste dijo: Tú
también sé sobre cinco ciudades. 20 Vino otro,
diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido
guardada en un pañuelo; 21 porque tuve miedo de ti,
por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no
pusiste, y siegas lo que no sembraste. 22 Entonces
él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo.
Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que
no puse, y que siego lo que no sembré; 23 ¿por qué,
pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al
volver yo, lo hubiera recibido con los intereses? 24 Y
dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y
dadla al que tiene las diez minas. 25 Ellos le dijeron:
Señor, tiene diez minas. 26 Pues yo os digo que a
todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará.27 Y también a
aquellos mis enemigos que no querían que yo
reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos
delante de mí”. Acá, en esta parábola, podemos descubrir
que los discípulos pensaron que Jesucristo inauguraría ya su
reino porque lo veían entrar en Jerusalén, la sede al antiguo
reino Davídico. A continuación esperaríamos encontrar a
Jesús corrigiéndolos por tal creencia si en efecto ellos
estaban equivocados. Pero no, ¡Jesús tampoco los corrige
acá! Simplemente les dice que primero el hombre noble, el
príncipe, tiene que ir al cielo para recibir la autoridad de Su
Padre y luego volver para repartir la tierra entre sus
seguidores leales e inaugurar su reinado milenario
esperado. Pero aquellos de sus enemigos que no querían
que él sea rey sobre ellos serán castigados duramente con
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sus vidas. Así que es muy serio rechazar el reinado de
Cristo, ya que significará la muerte.
Doctrinas de demonios