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SOBRE LOS CUERPOS

GLORIFICADOS DE LOS SANTOS


RESUCITADOS
Por Mario A Olcese

El cuerpo espiritual de la Resurrección

El apóstol Pablo escribió lo suficiente para saber acerca del


cuerpo que Dios ha preparado para sus hijos en la
resurrección. En 1 Corintios 15:42-45 leemos: “Así
también es la resurrección de los muertos. Se
siembra en corrupción, resucitará en
incorrupción. 43 Se siembra en deshonra, resucitará
en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en
poder. 44 Se siembra cuerpo animal, resucitará
cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo
espiritual. 45 Así también está escrito: Fue hecho el
primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán,
espíritu vivificante”. Aquí Pablo nos dice que tendremos
un cuerpo espiritual cuando Cristo nos resucite. Este cuerpo
espiritual no es un espíritu como lo entendemos todos, sin
carne y sin huesos (Luc.24:39). Aquí Pablo está hablando de
un cuerpo glorioso, poderoso, e incorruptible, un cuerpo
capaz de hacer cosas increíbles y de nunca morir.

La Resurrección de Jesucristo

Es de vital importancia indagar cómo era el cuerpo de


nuestro Señor después de resucitar del sepulcro. Esto es
importante, porque él no sólo es primicia de los que
durmieron, sino también porque nosotros mismos también
seremos semejantes a él en la resurrección. En Romanos
6:5 Pablo dice: “Porque si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su
resurrección”. Observemos que los cristianos seremos
resucitados de la misma forma o semejanza como Cristo
resucitó. Jesús resucitó con un cuerpo glorioso, poderoso, e

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inmortal. Un cuerpo que podía ser visto, tocado, y hasta
capaz de hacer maravillas.

Jesús resucitó con un cuerpo que tenía carne y


huesos pero sin sangre

Las Escrituras nos cuentan que Cristo derramó su sangre en


la cruz del calvario (Col. 1:20, Heb. 9:12,22). El cordero
pascual, como símbolo de Cristo, era sacrificado para que
derramase toda su sangre como agua sobre la tierra,
porque no le era permitido al pueblo comer de ella, sino
sólo su carne. De igual modo, Jesús al morir como el
Cordero de Dios, derramó toda su sangre en la cruz del
Calvario para salvarnos del castigo por nuestros delitos y
pecados. Es por esta razón que al presentarse a sus
discípulos ya resucitado, él pudo mostrar sus heridas en sus
manos y pies, pero limpias de sangre. Esto es evidente
porque el Señor resucitado les había dicho claramente a sus
discípulos: Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo
soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne
ni huesos, como veis que yo tengo. (Lucas 24:39).
Notemos que Cristo no les dijo: “Mirad mis manos y mis
pies…porque un espíritu no tiene carne y sangre,
como veis que yo tengo”, sino “carne y huesos”. El Jesús
resucitado que estaba con ellos no tenía ni una gota de
sangre. Su vida dependía del Espíritu de Dios que moraba
en él.

Carne y sangre no pueden heredar el Reino de Dios

La razón por la cual Jesús ya no tenía sangre en su cuerpo


resucitado es que un cuerpo de carne y sangre es un
cuerpo corruptible y en tales condiciones no puede heredar
el reino de Dios. Por lo tanto, se requiere una
transformación para recibir un cuerpo espiritual de carne y
huesos, pero sin sangre. En 1 Corintios 15:50 Pablo es muy
claro cuando dice: “Pero esto digo, hermanos: que la
carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. 51 He
aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos;
pero todos seremos transformados, 52 en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final

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trompeta; porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros
seremos transformados.53 Porque es necesario que
esto corruptible se vista de incorrupción, y esto
mortal se vista de inmortalidad. 54 Y cuando esto
corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la
muerte en victoria. En la resurrección, los muertos
cristianos resucitarán a la semejaza de Cristo en su
resurrección y se presentarán vivos con cuerpos de carne y
huesos, pero sin sangre. Al no tener sangre, ya no podrá
transmitir o transportar enfermedades que nos puedan
matar. Hoy, la vida está en la sangre…y también las
mortales enfermedades. Sin sangre, el hombre podrá vivir
por el Espíritu de Dios, el santo Espíritu de Dios que lo
habrá vivificado en la resurrección. Dice Pablo, así: “Y si el
Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús
mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
(Romanos 8:11).

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