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V._ Sobre la definicién de economia politica, y sobre el método de investigacién mas adecuado para la misma Desde una visién superficial de la naturaleza y objeti- vos de las definiciones cabria imaginar que la definicion de una ciencia ocuparia en el orden cronolégico el mis- mo lugar que normalmente ocupa en el didéctico. Ast como un tratado sobre cualquier ciencia habitualmente comienza con un intento de expresar en una férmula breve lo que la ciencia es y en qué difiere de otras cien- cias, podria suponerse que el disefio de una formula de naturalmente precede al cultivo fructifero de dicha ciencia. Pero las cosas no han sido asi ni de lejos. Casi inva- riablemente la definicién de una ciencia no ha precedido ala creacién de la misma sino que ha venido después. Como las murallas de una ciudad, no ha sido normal- mente erigida como receptaculo de edificios que podrian ser construidos en el futuro sino para circunseribir un conjunto ya existente. Los seres humanos no midieron el terreno del cultivo intelectual antes de empezar a sem- 144 i re ee Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economfa politica 145 brarlo; no dividieron primero el campo de la investiga cién humana en compartimentos regulares y pasaron después a recolectar verdades con objeto de depositarlas en cada uno de ellos; procedieron de modo menos si tematico, A medida que se fueron acopiando los descui~ brimientos, bien de a uno o bien en grupos resultantes, de la continuada prosecucién de un curso de investiga- cién uniforme, las verdades sucesivamente acumuladas, se cohesionaron y aglomeraron conforme a sus afinida- des individuales. Sin ninguna clasificacién intencionada, los hechos se clasificaron a si mismos. Llegaron a ser asociados en la mente de acuerdo a sus semejanzas ge- nerales y evidentes; y los agregados asi constituidos, como debian ser a menudo referidos como agregados, acabaron por ser denotados con un nombre comin. Cualquier cuerpo de verdades que ha adquirido de tal manera una denominaciGn colectiva fue amado ciencia. ‘Transcurrié mucho tiempo hasta que se pens6 que esa clasificacién fortuita no era suficientemente precisa. En un estadio mas avanzado del progreso del conocimiento las personas percibieron la ventaja de discernir si los, hechos que habfan sido agrupados de esa forma se dis- tinguian de todos los demas hechos merced a algurtas, propiedades comunes, y cuales eran éstas. Los primeros intentos de responder a dicho interrogante fueron nor malmente muy torpes y las definiciones consiguientes extremadamente imperfectas. Y lo cierto es que casi no hay indagacién en todo el cuerpo de una ciencia que requiera un grado tan elevado de analisis y abstraccién como la investigacién de lo que la propia ciencia es; en otras palabras, cuales son las pro- piedades comunes a todas las verdades que la componen y qué distingue a tales verdades de todas las demas. E consecuencia, muchas personas profundamente versa- das en los detalles de una ciencia quedarian perplejas si 146 John Stuart Mill debieran presentar una definicién de la ciencia misma {que no fuera susceptible de fundadas objeciones l6gicas, No cabe exceptuar de esta observacién a los autores de Jos tratados cientificos elementales. Las definiciones que caas obras incluyen acerca de las ciencias en-su mayoria ho son ajustadas —algunas resultan demasiado amplias, tras demasiado estrechas— 0 no son suficientemente profundas y se limitan a definir la ciencia por lo acci- Fental, no por lo esencial, por alguna de sus propiedades, (que quizé pueda ciertamente servir de sello distintivo, eto que es demasiado insignificante como para haber Conducido por si misma a los seres humanos a conferir a la ciencia un nombre y una jerarquia en tanto que obje- to de estudio independiente. La definicién de una ciencia debe ser situada en la clase de verdades sobre las que Dugald Stewart pensaba Cuando advirtié que los primeros principios de todas las ciencias pertenecen a la filosofia de la mente huma- na“, Su comentario es justo: los primeros principios de las ciencias, y sus definiciones, han compartido hasta el presente la vaguedad e incertidumbre que han permea- Go esa rama del conocimiento, la mas dificil ¢ inestable de todas. Si abrimos cualquier libro, incluso de mate- maticas 0 de filosofia natural, es imposible no quedar impactado por la nebulosidad de lo que se nos presenta como nociones preliminares y basicas, y por la forma su- mamente insuficiente en la que estan razonadas las pro- posiciones que se nos exhiben como primeros princi- * Dugald Stewart (1753-1828), economista y moralista escocés, ¢a- tedratico de filosofia moral en la U airided de Be ee ae de Adam Ferguson y amigo y primer biégrafo de Adam Smith. Sus tra- tSjos ans importantes son Elements of the philosophy of the buman mind, en tves vokimenes publicados en 1792, 1815 y 1826, y Outlines of moral philosophy, de 1793. Aqui ‘Mill alude al primer volumen de los Elements. (Nota del Editor.) Ensayos sobre algunas cuestiones disputadas en economia politica 147 pios, en marcado contraste con la lucidez de las expli- caciones y lo concluyente de las pruebas una vez que el autor entra en los detalles de su tema. ¢De dénde pro- viene esta anomalia? ¢Por qué la certeza reconocida de los resultados de esas ciencias no se ve perjudicada por Ia falta de solidez de sus premisas?

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