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FELIPE ALLIENDE FELIPE ALUEWDE _ De puro ~ caballero que soy "No fubo caso, Me dijo que ys lahabia contrazado, ‘Traté de subirme 2 la cabina, pero la encontcé tan asquerosa, que prefer vigjar en Japarte de atrés. ¥ esa fue mi perdiciGn, Apenas parti6 la porquerfa de ccamioneta, me empezaron a llega: gases tricos de toda clase. |Y yo que habfa ido a Chilos para purificar mis pulmones! No hay derecho!" Qué le sucede al paps de Xi? Le gusta tanto ‘escuchar los relatos de don Albelarco que acepta viajar en su destartalada camioneta que se averia cen el recorrido. Al parecer, sus historias son anny cntretenidas. i | i i FELIPE ALLIENDE GONZALEZ x el conocido autor de Mi amigo ef Negro, obra sgmnadora del Concurso de Literatura Marcela Pa el afio 1986. Es miembro de la Acadernia Chi dela Lengua y comespondierte dela Real Acadaria Expafola, Felipe Alliende tambien escribié varios libros en coautoria con su esposa, Mabel Concemarin, sobre el tema de la educacisn, paticularmente en el fomento y comprensiin de 1a Jectur en los colegios. Ambos sean destacado en promover el agrado por la lecture. MINEDUC FF vcessee LLL, a De poco caballo que oy LA FOTOCOPIA | Feure ALLENDE De puro caballero que soy LOM PALABKA DE LA LENGUA YAMANA QUE SICNIFICA SOL FFrure ALAne © LOM Bdiciones Primera ediciin, 2004, : Registro de Propid Intcloeiual N°: (37,705 SBN: 956-782-621-X Motiv de la cubierta:Iustracin de Santiago Grasso Disefo, Composicidn y Diagramscion: Eaiorial LOM. Concha y Toro 23, Santiago Fono:($6-2) 688 5273 Fax: (56-2) 696 63 88 Snmpreso en Lo talleres de LOM Mavurana 9, Santiago Fono: (56-2) 672 22.36 Fan: (S6-2) 673 09 15 web: weew.lomel email: lomalomel En Buenos Aires Batoras Independtones (Foxx) aldomero Feerdndsz Moreno 1217 Fono: 5411-44322840, editresindependerces@)vurai.cor Impreso en Santiago de Chile |. Las historias de don Abelardo Salida de Quemchi o hay casocon mi padre. Una nose pue- de descuidar ni un momento. Me alejé unos pocos metros, y cuando Iegué me cncontré con el pastel. Mi papa se estaba su- biendo a una camioneta destartalada manejada por un vetcrano malacatoso. La habia contrata- do para hacer el viaje de Quemchi a Daleahue. Le pedf que se bajara y Ie dije: . Papa, no creo que sca una buena idea subir- nos a esta camioneta. Nos puede pasar cualquier cosa, Estoy segura de que ese veterano debe ma- nejar pésimo. No hubo caso. Me dijo que ya la habfa con- tratado. Traté de subirme a la cabina, pero la encontré tan asquerosa, que preferf viajar en la parte de atrds. Y esa fue mi perdicién. Apenas partié la porqueria de camioneta, me empezaron fa llegar gases t6xicos de toda clase.";¥ yo que habia ido a Chiloé para purificar mis pulmones! iNo hay derecho! ‘A la salida de Quemchi, mientras avanzaba- mos a saltos y resoplidos, vi a una sefiora rubia, joven, con un nifio en los brazos, que evidente- ‘mente esperaba que alguien la levara. wn SSSEEE= Sentf que mi papé le decta, casi gritando, al veterano: ~iPare, don Abelardo, pare! Pero en lugar de parar, el veterano aceleré, eccace Il. De puro caballero que soy fgame una cosa, don Abelardo, —D {por qué no se detuvo para llevar a la sefiora? {No vio usted que estaba ahf, junto al camino, tiritando de frio y con un nifio pequefio mas encima? Si, la vi, sefior. La veo siempre y nunca me detengo. —Pero, {por qué, don Abelardo? ,Por qué? ~Es una historia larga, sefior. Todo comenz6 con la vuelta de mi hermano. Nosotros, sefior, los Mancilla, fuimos once. Somos‘once, pero ya no sabemos los unos de los otros. Nes fuimos repartiendo por el mundo. A los 18 afios yo tomé mi guitarra y parti para Argentina, Abf estuve cinco afios, y sin trabajarle un dia a nadie. ~.¥ de qué vivia, don Abelardo? —De invitado, sefior. Formé un conjunto. Yo tocaba la guitarra y cantaba. Nos sobraban los ma- trimonios, los cumpleafios, los aniversarios, las fiestas de los colegios. Todos querian ofmos y ver- nos aciuar. ;Y éramos realmente buenos, sefior! {De lo mejorcito que se ha conocido! Entonades, enircienidos, simpaticos y con un lindo reperto- rio. gSe acuerda usted de “El Corralero"? Lo pedian siempre. Casi todos loraban con eso de: Laaasaa w ¥ Ww w w ¢Cémo pretenden que yo, que lo crié de porrillo, clave en su pecho un cuchillo, porque el patron le ordend? Después, me fui a Espaiiay trabajé en muc- bles. Muebles normandos, sefior. {No quicre usted que Je haga una mesa, un velador, una bi- blicteca? Lo que usted quicra, sefor. Tengo modelos. Alcmanes, {sabe usted? Y Ie hago un precio. No se preocupe, que después nos arre- glamos. También estuve en una mucblerfa en Dinamarca. jAhi si que hace {rfo! Pero, los da- nesas. No quicro ni acordarime. jEsas si que eran mujeres! Después tuve muchas aventuras. Hasta, por asf decirlo, me casé. Pero esa es otra historia. Ya se la contaré, El hecho es que terminé por volver ala vieja casa de mis padres. Esti aqui cerquita, entre Quemehi y Dalcahue; pero usted no la va a ver, porque esté alejada del camino con una lin- da vista al mar, Volvf y me reunf con los pocos hermanos que aun permanecfan en Ja casa. Nos repartimos las tierras. A mi me tocaron unos pe- dazos de bosque como a diez cuadras de distancia. Y todos terminaron por irsc, incnos yo. Me dejaron solo, pero no me imports, Seguf en la casa, trabajando en mi banca de carpintero, Mevando la vaquilla a los pastos, mariscando con la marea baja y, a las perdidas, trabajando en las salmoneras. Cuando el billete sc hizo poco, me converti en transportista con esta camioneta. Buen vehiculo, sefior, de los que ya no se ven. =Y asf estaba yo, rumiundo mis recuerdos, g0- yando la soledad, esperando los afios que venian, cuando un dia, sin aviso ni nada, regresé mi her- mano, el motorista, conductor de camiones. El es meciinico total, como si fuera ingéniero. Vive arriba de los camiones, siempre al lado de los motores y recorre tedo Brasil. Y gsabe qué mas? Volvid casado. —{Con ella? —Usted lo ha dicho, caballero. Exaclamente. Nada menos que con ella. Es alemana ,sabe? Jo- voncila, siacaba de cumplir los veintiuno. ¥ usted la viera, mi sefior, Rubia, blanca, de buen cuer~ po, con todo en su lugar, como corresponde. ;¥ esos ojos azules, tranquilos, que lo miran a uno hasta adentro! ‘Asi llegé ella. Embarazada de tres meses. Im- pecable. Bien vestida, Buen gusto, seflor. Se nota que es persona. Y conun pelo, mi caballero, como el agua tranquila en un dia de sol. jAy, sefior! Llegé a la casay yo la recibf sin estar prepa rado para nada, Me dio vergtionza do esa cocina sucia, de Jos mueblcs con polvo, de la cama sin hacer, del patio Neno de barro, de las casitas féti das veinte metros de la casa. Pero llegé, seftor, y mi hermano la instal6, Habfa tanta pieza aban- donada, La cuidé quince dias y me la dejé. Ast no mas fue; me la dej6. ¥ ahi quedamos los dos ch la casa, Solos, Oyéndonos, oliéndonos, mi- rindonos - ‘Yo empecé a cambiar. Con decirle que hasta me bafié y iambign lavé mi ropa. Y arreglé la cusa, Viera usted. Compré un mator elécirico, 333332 SEESEEE ow hn cid i i ten cc dd eae BE —Porque apenas legaba a una isla, a Llingua, a Linlin, a Mechuque, a la que fuera, empezuba a preguntar con mucho interés sobre la gente, y, como que no quiere la cosa, se andaba informan- do de quién andaba con quién, que de dénde habia salido el Gltimo guachito y quiénes estaban vi- viendo arrejuntados. Y cuando ya estaba informado de todo, ahf comenzaba el peligro. {Buen dar con el cura maniobrero! ¥ todo con la complicidad de las mujeres y porque unos ton- tos por ahf andaban diciendo: —Con usted me caso al tiro, mijita; en cuanto tenga plata pa’ la fiesta. Ahi nos casamos jHabrase visto imprudencia! Seguros de que la plata no legarfa. ¥ cra gente con hijos ya creci- dos. ZY qué cree usted que hace falta pa’ una fiesta? Trago, musica, comida. ;Entiende ahora? Si, pero la plata para qué la queria’ —Para cl cordero, sefior. Para cl cordero, por supuesto. Las papas, los mariscos y Lodo lo que usted necesita para el comedero, sale de ahf mis mo, sefior. Pero un cordero es otra cosa. Hay que pagarlo. Usted lo paga, las mujeres se alborotan pa’ callao y van preparando las cosas. Y cl novio ni las rocha, Pero un dia, por la tardecita, cuando std trabajando en cl monte o en la playa, lo man- dan a Hamar, y en cuanto llega a su casa, sc enciende el metor, se prenden las luces, que eso se me olvid6 decir que también andaba trayen- do, y de una casa vecina traen el asado. Y cl hombre no se alcanza ni a lavar las manos, nia ponerse la tcrnada del domingo. Ahi mismo, con ropa de trabajo y antes que sc dé‘cuenta del todo, me lo dejun cusado de una vez y para siempre, con fiesta y todo, con hijos bautizados y Enira- dos cn los libros. {No cree usted que eso es lo que sc Hama scr bandido? ;Miren que hacerle a uno una cosa como ésal Todo fue en cl ditimo aio que fui a Llingua. ‘A trabajar, digo. porque después volvi, como usted sabe, pero en atru condicién. Yo algo an- daba maliciando, pero no supe lo cerca que estuve del peligro. : . Ese df, cuando terming de ensacar mis na- vajuclas, me interné un poco por el monte porque estaba un poco urgido, usted me entiende, necesi- dades naturales. ;Y no voy sintiendo olor aasado! Mc pongo a investigar y veo un cuero de cor- doro, sungrundo todavia; recién descucrado. Echo una mirada para cl muelle y ahf estaba la lancha del cura, Me hice el demorado. Al rato, llegé el padre Leonardo hasta la casa. Mirando para todos Jados para que yo no Jas rochara. ;Cuando se ibaa imaginar que yo lo estaba aguaitando! Me arras- iré por deirds de la pampa. Como culebra me arrastré, scfior, pero llegué hasta cerquita de la playa sin que nadie me vicra. ¥ ya me andaban buscando, El hijo de ella; el del marido difunto ~{Que se quede casd con el mucrtito! -dije yo~. Ella ticne que saber que c] matrimonio es para siempre. Con cl matrimonio no se juega. Corrf hasta la playa y me metf en Ja arena. Estaba blanda, sefior. Me hunds hasta las rodi- Has. Abi no mas quedaron las botas que nos daba don Ricardo. Pero Megué a la lancha del cura. Mojado, cn calcetines, medio muerto. No se veia a nadie por la playa. Mis sacos de navajuelas eeceee abandonados; eso no més. ;Menos mal que ¢s- taba el bidén de la bencina! ;|Era muy confiado ese padre Leonardo! Hic partir la lancha y al ruido del motor, se abrié la puerta de la casa. Y aparecié cl mismfsimo padre Leonardo, ;Reves- tido, sefior! jRevestida! ¥ con el agua bendita en la mano. Y¥-al lado, jni que la reconozco!, la Rosalba con vestido blanco y con un velo cn la cabeza. Puse el motor a todo lo que daba. Me- nos mal que estaba lejos de Ja playa, la de no me chisporrotea con agua bendita ¢] cura ésc. Y partf hacia Quinchao, micntras cl cura, la Ro- salba, los vecinos y los nifios me miraban con los crespos hechos. Y asi Hegué hasta Achao; en lancha robada, mojado hasta los tuétanos, sin botas, en puros caleetines y habiendo perdido cl trabajo, pero jsoltero por la gracia de Dios! Dice que conocié a un doctor aleman Cuando partimos de nuevo, cl vejete se puso acontar unas historias sobre un doctor alemén, y sobre Schiller y Bismarck y no sé cudntas ton- teras mas. A ratos se relamia, como si estuviera saborcando algo muy sabroso. A ratos agitaba Jos brazos y dejaba de mancjar. Yo sentia que cn cualquier momento nos fbamos a matar. Este viejo es incorregible. Habla de una ni- ita de 13 afios y le sale libido por todos tos dientes. No lo voy a dejar ni que se me acerquc. Y el famoso doctor alemén del que esta ha- blando, parece que no curaba a nadie y que cra de su mismo club: el de los insoportablcs. VI. Esa si que fue curacién sted conocié al doctor Fresse? — l =No, don Abelardo, no 0 co- G roof. Era mi vecino, fijése. Es fa~ llecido, sefior. ,¥ crecré usted que me enemisté con el finado y que murié enojado conmigo? = por qué se fue a enojar con él? No con- viene pelear con los doctores. —Bs que él no era doctor de enfermos; cra de otra cosa. Letrero de doctor tenfa. Lo recuerdo clarito; pero nunca se supo que fuera doctor, lo que se llama doctor. Para mf, que como era ex- tranjeto, no sabfa usar muy bien las palabras. El era de Alemania, zsabe? Y estuvo en la guerra, . on una bien antigua, de all4 por los comienzos de siglo. Lleg6 por acd por los afios treinta y li- gerito se fue para arriba. Usted viera. Se hizo una casa de dos pisos, con corral para los chan- chos, con lecherfa, con un gallinero para patos. Y viera la huerta que tenfa, con unos maices extranjeros que daban unos tremendos chocles. Y mientras nosotros estabamos en rucos toda- via, él ya lomaba su té en el comedor, con unas tacitas bluncas que se quebraban solas de lo puro importadas que eran. Y sabe @ quién tenfa al Jado cuando se murié? seaaaa geese. 35 wg eee {A quién, don Abelardo? —A Ia sefiorita Soffa. Fue I dnica enferma que le conocimos y Ia curé de lo mas bien. A lo mejor usicd la conoci. No, don Abelurdo. ¢Quién era la s Soffa? —La hija de don Alberto, pues. El caballero abogado que tenia unas tierras mas abajo. Bi tam- bién era de los que se van para arriba. Pero tent su trabajo en Rio Bueno y solo a lus perdidas venia a visitar sus tierras. Viera usted. All en Rfo Bueno, don Alberto cra de todo: profesor del Liceo, oficial del Civil, notario, juez y todo lo que se le ofrezca, Era un caballero de lo mis completo. Claro que los trabajadores que tenia no le hacian el peso, sefior Eran muy diablazos 0 muy fMojos. Por eso iba més lento que el doctor Frosse. -Pero usted me estaba hablando de la seho- rita Soffa. Como le dije, era hija de don Alberto y cuan- do tenfa algo as{ como unos catorce afivs, tuvo un problema esa sefiorita, bien gravo. Se apulmon6, sefior. LY sabe’ lo que le recomendaron? Que sc fuera al campo a descansar, con buena alimenta- cién y con buen aire. ¥ como en las tierras de don Alberto la casa cra un puro proyecto en ese enton- ces, se Jes ocurrié mandarla a la casa de don Fresse que cra casado en ese tiempo. Para alli me ka man- daron. Bien recomendada. Y cl doctor Presse le dijo a.don Alberto que no se preocupara. ¥ Hegé la se- florita Soffa. Debilucha y bicn necesitada de descanso. Un dfa antes, don Fresse despidid a un trabajador que tenfa. prital a ee Alegando se fue cl hombre, pero no tenia ai contrato y harto mal que le pagaban. Yo, como que no quiere la cosa, no me alejaba de la casa de don Frese. Estaba seguro que me iba a dar el trabajo. Y harlo que Jo necesitaba, porque eso fue después de volver de la Argentina, donde me las arteglaba tocando Ja guitarra y aqui nadie paga cl guitarreo. Pero cl doctor Fresse nunca me dio el trabajo. El primer dja solo se dedicaron a comer. Gen- tc fina, sefior. Tenfan crema, mantequilla, queso resco, leche cortada y unos choclos recién co- sechados de la hucrta. Y no vaya a creer que dejaban las corontas en los platos. No, sefior. El que terminaba de comer su choclo, agarraba la coronta de una punta y lo tiraba pa’ afuera, don- de estaba cl corral de los chanchos. Y esos animales, sefior, parece que sabjan. Esperaban con las trompas al aire y coronta que tiraban, coronta que peloteaban en medio de una tremen- da gritadera. Y asi tcrminaban con los platos limpios, sin una coronta, sefior. Gente fina, scfior, No como nosotros, los po- bres, que no sabemos qué hacer con las corontas masticadas. ,¥ sabe lo que pas6 después que co- micron? Don Fresse le fue mostrando todo a la sefio- Sofia Aqui estiin los chanchos —le decfa~. Ade- més de las corontas, comen papas chancheras, harinilla y el suero de los quesos y de la leche cqrtada. Acd estan 10s patos, los gansos y las ga- inas. Esos se alimentan casi solos, pero también hay que darles harinilla y algo de maiz de voz en cuando. Y esa casita que est all4, es la lecheria {Conoce usted la lecherfa? Yo tengo buena le- cherfa. Con descremadora, batidora y marcos para queso. ;¥ le gusta a usted andar a caballo? —No mucho; doctor Fresse —le contesté la se- forita Sofia~. Me da un poco de miedo y cada ver, que me subo aun caballo, quedo toda adolorida. No se preocupe, Sofiita. Yo le voy a ensc- fiar. Vamos a buscar al Chiler. Es un caballo bien manso. {Usted sabe ensillar un caballo? -No, doctor Fresse. No tengo la menor idea. -No se preacupe, que yo le voy a cnsefiar. GY ve ese camino que va por el bosque? Si, sf. ;Qué lindo es! —Por ahi se va a Ja pampa, Sofiita. Ahi estan los animales: dos vaquillas, ocho vacas y un toro. Pero no se asuste. Es un animal muy manso tam- bién. En la mafana se Hleva a Jas vacas y en la tarde me las trae, ,Y ve esc cstanque, Sofiita? Es el estanque del agua. Y ésta es la bomba del os- tanque. Con cuatrocientos bombazos usted lena el estanque y alcanza para un dia. ;Y sabe otra cosa, Sofiita? Ese pan que comimos al almucr- 20, se hace en casa, Es una reccta que mi sefiora trajo de Alemania, Pero no se vaya a asustar, no hay que amasarlo. Solo se prepara la levadura, se mezcla bien con Ia harina, con leche y con agua, y no se olvide de ponerle un poco de sal y una cucharadita de azticar. Después se deja tapa~ do; se le ponen semillas de amapola y sc lo pinta con un poquito de huevo batido; ahora usted lo pone al horno y, listo. No da ningtin trabajo. Asi no més fue, caballero. Yo creo que la se- florita Soffa se fue a acostar harto cansada de puro saber todas las cosas que habfa en esa casa, ¥ ademas que la pobre estaba apulmonada. Y cran hartas, hartas las cosas que le habfan mos- trado. No le digo yo, que el doctor Fresse era de Jos que se van para arriba. No pudo dormir mu- cho la nifa Soffa. A las scis de la mafiana fue cl doctor a despertarla, —jArriba, Sofiita —le dijo-. Dormir mucho nunca es bueno, Y sabe una cosa Sofiita? Nos guedamos sin agua. gPor qué no va y nos llena el estangue? Usted ya sabe. Son cuatrocientos bombazos. Hasta que el agua chorea. No tiene para qué contarlos. Asi vaa entrar en calor, por- que hace mucho frie. ¥ pasar frio nunca es bueno. iY vicra usted a ese pobre pajarito! Si era jovencita. Tiritando de frfo, muerta de suefio. Se Ie llegaban a enredar los bracitos pechando con la bomba, que no cra de las m4s livianas. A mi me daban ganas de ir a echarle una manito. Us-, ted ya sabe que yo soy un caballero. Pero el gringo me correteaba cada vez que me metfa a sus ticrras. Decfa que yo iba alld para robarle las gallinas. {Cudndo, sefior! Yo nunca he sido la; Gr6n de gallinas. Claro que las que se me iban pa’ mis tierras, en mi puro derecho me las co- mia. Y no crea que yo se las apalabtaba, como deefa él. Yo les daba maiz a las mias y las Mama- ba. Y sc venian las de él, jpor su gusto serfa! Si una vez hasta Ilamé carabineros por el asunto de las famosas gallinas. Pero no sac6 nada, porque ya me las habia comido y asf jcudndo iban aen- contrar gallinas de é] entre las mias! Solo por it da bab nil ies eso no le ayudé a la niffa, y tuve que dejarla que dicra los cuatrocientos bombazos hasta que cho- rre6 el agua del estanque. {Miren que hacerle eso aun nifiita con brazos de palillo! 2 ¥ sabe lo que pas6 después de] desayuno? Me ta Ilev6 i la fe cherfa y me la puso en la descremadora. Vuelta y vuelta a la rueda y cuando ya erefa que habia terminade, llegaba él con leche fresca. Porque el gringo no era flojo. Todo lo contrario. Era de lo més trabajador. El mismo lechaba las vacus. La gringa, no. Ella cra sefiora no mas. Ni cl pan ha- cfa, Cocinaba, cso si, y lavaba la loza. A veces, yo la vefa barrer y hacer las camas, Y no crea que yo cra curioso, sefior. Lo gue pasa es que éramos vecinos. ¥ desde mi rancha a mi no se me escapuba nada. Asf que cuando un chanchito nuevo se metfa para cl bosque, no volvia. Si, se- for, En cl sure no hay ladrone: pero lo que se pierde no se encuentra. iY son tan ricos los chanchitos nuevos! Y Viera usted, sefor eémo sufri cuando a csa pobre criatura me la pusieron a mancjar la batidora. Si parceia que cra clla la batida. Si son unos golpa- zos tremendos, sefior. Hasta a un hombre como yo le remecen las entretelas. Golpe y golpe, sc- fior, durante horas, hasta tener toda Ta leche convertida en mantequilla. Entonces yo me dije: ~Abclardo, ni te suefies que te vas a quedar con el trabajo. El gringo ya encon6 trabajador. Y asf no més fue. Si daba pena veria part trote, toda aporreada de las asentaderas, a Hevar las vacas a la pampa. Y hasta se cayé del Chiler una vez. No era nada de manso ese pingo. Habia sido caballo de esos que saltan pa’ la gento. Asi Seer gue, cerco que vera, cereo que saltaba y asi fue como voltéé u ta Sofiita. Y menos mal que no fuc en cl potrero de las vacas, porque el Bismar, el toro ese que tenfa el doctor, cra de los resabia- dos, mi caballero. No Ie gustaba que nadie se meticra con sus vacas. Y cuando la Sofiita aca- rreaba los buldes de suero pa los chanchos, parecfa yue use Cucipeeito se aiqueaba. Y apul- monada, seffor. Yo crefa que se moria. No paraba, sefior, no paraba. Amasaba, acarreaba, bombea. ba, daba vuelta los quesos, scparaba las papas, laceaba al Chiler y lo ensillaba, trabajaba cn la huerta, segaba pasto con guadajia cuando no ha bfa nada que hacer y cuando no, estaba acarreando lefta desde el bosque ala casa. Y fue- ron quince dias, sefior. Llegué a quedar cansado de ver cémo trabajaba ese angelito. Y alos quince dias, liegé don Alberto en ese aulo que tenfa, Buen auto pa’ tirarlo con bueyes. Era como verlo que por ahi iba a quedar atasca- do. ¥ eso que era un Doche, uno de esos autos buenos de antes. Como esia camioneta; de esos que ya no se ven. Asf que cuando sabfamos que venia don Alberto, no nos demorabamos na’ en enyugar una pareja de bueyes. ¥ él era un caba- lero generoso; nunca dejatba sin pago los favores desinteresados. Como le digo, a los quince dias legé don Alberto buscar a su hija, Bl que He- ga, y me la ve montada en cl Chiler arreando las vacus y las vaquillas. gY sabe qué mas? Ya no estaba ms apulmonada. Molida de asentaderas, eso sf, pero apulmonada, no. Y ;quién lo iba a creer? Don Alberto estaba de lo mas agradecido. Y don Fresse le deca: wy o w uv w w wv wv Nt ~Ya ve, don Alberto, qué bien Ie hizo el aire de campo a Sofiita, Cuando quiera, me la manda, Asf fue, mi caballero. La nifia Sofiita fuc la tinica enferma que tuvo cl doctor Frese, y aun- que usted no lo crea, jésa sf que fue curacién! Una vuelta de tuerca La famosa camioneta de don Abelardo tiene todas las panas del mundo. gSaben lo que pas6 ‘ahora? Se le soltaron las ruedas de atras y hay que apretar las tuercas, pero don Abelardo anda sin la lave que se necesita para cso. Qui: to tiempo vamos @ tener que estar como tontos en la mitad del camino esperando que por mila- gro aparezca la famosa herramienta. -No se preocupe, sefiorita—me dijo cl carca- mal con la mejor de sus sonrisas~. Agus tode c} mundo anda con Have de perros. El proximo ve- hiculo que pase, nos vaa dejar la camioncta como nueva. Un apretoncito de tuereas y seguimos c! viaje. Esta es Ja mia -me dije-. Cuando pase un auto, convenzo ami pap4 de que no sigamos con don Abelardo. Pero no pass ningtin auto. Aparecié un ca- mi6n cargado de papas y con una familia entera metida en la cabina. No habja ninguna posibili- dad de que nos Hevaran. Menos mal que le prestaron la Ilave de perros al vejetc, apretaron las tuercas y estuvimes listos para seguir e} viaje en la misma camioncta desastrosa —;Buen dar con Ja mala suerte! -pensé VII. ;Fue mucha su mala-suerte! omo le iba diciendo, déspués del —( guitarreo por Argentina y antes volvera Chiloé, yo me compré un campito cerca del Lago Ranco. Era de esas tie- rras que invent6 cl finado don Carlos Ibdfiez del Campo, que en paz descanse. Les decfamos las tierras de la Caja. —{La Caja Nacional de Colonizacién Agri- cola? —Usted Jo ha dicho, sefior. Esa era la Caja. Y a.uno no le pedian nada. Ganas de trabajar y ca- pacidad para irse a vivir por esos lados. Y algo de eso tenia yo. Habia que ser de lo mejorcito, porque ahi todo era murra, barrial y pals que- mados. “Palos Quemados”, asf mismo se llamaba la propiedad del doctor Fresse, que estaba al lado de la mfa. : Yo entonces era joven, pero valiente, igual que ahora, asi que fui, me inscribf y parti insta- Iarme en mi parcela. Ni caminos habfa, puras huellas. -Y de dénde sacé plata para comprar esas tierras, don Abelardo? ahi estaba la gracia; de un principio no cobraban nada. Usted, eso sf, se comprometia a trabajar la tierra y a pagar la primera cucta un afio después. Eran cinco mil pesos. & eeeeese sini dala ch bh hl Acad i iat ne mae —De alguna parte suldrd la plata -me dije yo Con Jo poco y nada que tenia, me compré unas poeas tablas y me hice una rancha Y ahi me las arreglé para vivir en medio de la lluvia, los barriales y cl fifo. Lo peor eran las sanguijuclas, sefior. Como no tenia bolas, me chupaban la sangre de las piernas. Me fui instalando de a poco. Como estaba ins- talado, la Caja me dio una platita, Compré unas cuantas pilehas y con un animulito sin duefio y otro que me encontré, logré tener unas pocas ove- jas. Y no me pregunte cémo, pero también me fagencié una vaca y unos cuantos chanchitos. as{ fui tirando hasta que se cumplis cl aio De vivir, habia vivido, sefior, pero de ganar plata, no seflor. ¥ aht me Ilegé el cobro de la primera letra. Cinco mil pesos, gse du cucntu? {De dénde iba a sacar yo cinco mil pesos, si la plata ni la vefa? —Es mucha injusticia ~dije yo-. Un aio ta- bajando y pasdndolo mal y lucgo le vienen a uno a pedir cinco mil peso Era mucha injusticia, sefior. iY qué hizo usied, cntonces, don Abelardo? ~Parti a Rio Bucno a ver si podiu arreglar algo. No estaba yo para vender mi vaca para po der quedarme con mi campo. Sia la vaca, mi vida habia sido muy otra. Usted no sabe, seftor, lo que es una vaca en la vida del campo. Sf, pero gqué hizo usted en Rio Bueno? —Ahi estuvo mi suerte, sefior. gConoce usted El Heraldo de Riv Bueno? Es cl diario del puc- blo. Harto malo, pero fue mi salvacién. Encontré un ndmero atrasado por ahi y me puse a le porque lo que es a mi, la cultura siempre me ha importado. z¥ sabe lo que vi? Un aviso con una manito, Deef Alberto Gonzalez Wilson ~~ Abogado Se atiende toda clase de asuntos.|; Cunsultas gratis. San Martin 1290, ~Esta cs la mia —dije yo-. Ese caballero debe ser medio gringo, de esos de Inglaterra, y a esos gringos yo me los manejo. Jo ve que los habfa conocido en Argenti- na? Y parti para San Martin 1290, aht cerquita de la plaza vieja. Resulté que don Alberto era un caballero har- to chileno, sin nada de gringo, pero lo mas buena persona. Y para mas remate era mi vecino, el pap& dela Sofiita, ,¥ cudndo iba pensar yo que él era abogado? ‘Al principio me asusté con él. Me eché una clevada por flojo, por poco advertide, por no sa- ber guardar la plata y hasta de borracho me acuss. ‘A ini, que hacfa un afio que no tomaba ni un tra- go. No por falta de ganas, sino por la completa falta de plata. —Bueno pero no me dijo que don Alberto era muy buena persona? Sf, sf, porque después de la rociada se puso de Jo mas comprensivo. Partié conmigo a la aja. Conversé mas de dos horas con la gente. De todo hablaba, menos de lo mio, pero al final w w vy w "

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