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Danilo Manera Los hermanos de la costa Las sirenas de Monte Cristi El4 de enero de 1493, Cristébal Col6n anoté en su diario que habfa avistado un promontorio aislado con forma de tienda de campaiia, cubierto de aloe y lentisco, que bautiz6 como Monte Cristi. Después descubzié unos islotes areno- sos en cfrculo, una gran bahia arqueada y un rio navegable con oro en polvo y pepitas en sus orillas, que se quedaba in- cluso entre las duelas de los barriles llenos de agua dulce. Las tortugas ponian sus huevos entre los cactus y del oleaje asomaban las sirenas, es decir los manaties, que sin embargo no eran tan bellas como se las pintaba, pues para nada te- nian un semblante humano, Esa isla era la mas poblada de las Antillas, la que tenia las cordilleras més elevadas y fron- dosas, profundos valles, fértiles llanuras, costas horadadas de fragosas grutas y orladas de islotes y manglares. El almi- tante la comparaba con Andalucia por su aire suave como el de abril en Sevilla, por los arboles verdes cargados de frutas y las tierras cultivadas como la campifia de Cérdoba. Fue la primera tierra que coloniz6, donde decidié vivir y donde, se- iin la tradicién, esta enterrado. Més atin que una nueva ruta comercial hacia las Indias, tanto él como el resto perseguian quiza el parafso terrenal descrito por los poetas medievales o en las novelas de caba- llerfas: un paraiso anterior a la civilizacién, a la teologia y al 229 destino, un territorio de beatitud y abundancia eternamente joven, de clima templado, de colores vivos, de riquezas ina gotabies y de desbordante sensualidad, donde todo fuera to- davia posible, Tuvieron una suerte descarada y casi siempre reaccionaron de la peor forma: incapaces de asimilar el mi- agro, se pusieron a desteuirlo con ahinco y lo primero que hicieron fue reducir a la nada a sus habitantes. Los tainos, poblacién de lengua arahuaca que era origi naria de las regiones del Amazonas y del Orinoco, fueron Jos primeros que entraron en contacto con los europeos y su mansedumbre dio o:igen al mito del «buen salvaje». Colén escribi6 a los Reyes Catélicos que eran la mejor gente del mundo y que vivian en una tierra tan fértil y placentera que se inclinaba por bautizarla Hispaniola, es decir «pequefia Espafia». Los tainos la llamaban Quisqueya, dando a enten- der con ese nombre que era la tierra més grande, el centro del todo, 0 si no Haiti, por sus abruptas montafias, o tam= bién s6lo Bohio, que significa «casa. Cayeron victimas del primer genocidio causado por ese choque de ciyilizaciones. Su cultura, que habia florecido a partir del siglo 1X, fue brus- camente borrada. Se calcula que en 1492 habia entre uno y tres millones y que en 1568 quedaban s6lo trece. A la vuelta de una generacién habian desaparecido por los estragos causados por los conquistadores, por lz desnutricién y su explotacién como esclavos en los campos y en las minas, por las epidemias de enfermedades contra las que no tenfan anticuerpos y también por autosupresi6n, pues rehusaban / procrear y se suicidaban desesperados ante un trauma para ellos insuperable. Tres décadas después del desembarco de Colén, el oro se habia agotado ya, Mientras la conquista se dirigia en el con- tinente hacia otras metas, fueron llegando cada vez mas nu- ‘merosamente los esclavos de Africa, que acabarian determi- nando la futura composicién étnica de la Hispaniola. Desde la cima del Morro de Monte Cristi, con forma de trapecio o de animalote dormido, entre los espinosos arbus- 230 tos y las especies autéctonas de salvia y croton, todavia se domina la amplia bahia donde destellan las salinas, y a lo le- jos se dibuja el pequeiio archipiélago de los Cayos Siete Hermanos, redondeados islotes deshabitados cubiertos de conchas, fragmentos de coral y plantas grasas, donde en pri- mavera una miriada de gaviotas pone sus huevos transfor- mando el archipiélago en siete manchas abigarradas de alas a ras del agua. En ef lado abierto hacia el Atléntico hay un escarpado acantilado y un farallén parecido a un zapato, después arenales y una maraiia de manglares sobrevolados por garzas y en cuyos canales todavia nada algiin manati, mansa morsa tropical. En las profundidades de todas estas aguas yacen los restos de galeones y de bajeles corsarios, Al sur de Monte Cristi, la localidad mas calurosa y seca de la Repiiblica Dominicana, un puente atraviesa el mayor rio dominicano, el Yaque del Norte, que riega el valle del Ci- bao. Una carretera en Iinea recta leva luego a la frontera con Haiti, en medio de una inmensa y érida vegetacion de cactus con forma de candelabro llamados cayucos. En la costa sin embargo se suceden las lagunas y cafiaverales don- de al declinar la tarde se retinen bandadas y bandadas de fla- mencos. Bucaneros y consejeros ‘Monte Cristi fue fandada en 1533 por colonos de Cana- rias que, con el paso del tiempo, empezaron a dedicarse, co- ‘mo ya sucedia en otros pequeiios centros de la costa septen- trional, no sélo a fa agricultura y a la cria de ganado, sino también al contrabando de pieles, azticar y maderas con pi- ratas, negreros y barcos ingleses, holandeses, franceses y portugueses. Esto iba en contra de los intereses de la Corona espafiola, que se reservaba el monopolio del cometcio a tra~ vés del puerto tinico de Santo Domingo. Ademés, la Iglesia catélica temia que penetrara el protestantismo. Asi las co- sas, alrededor de 1605, el gobernador Antonio Osorio asolé 231 y despoblo toda la :ranja norte de la Hispaniola, trasladan- do al sur a sus habitantes. Fue un gesto insensato de feuda- lismo burocrético y de fanatismo religioso contra el pueblo llano que preparé el terreno para el asentamiento de extran- jeros y el declive econémico de la colonia espaiiola. De hecho, la isla de la ‘Tortuga se convirtié a lo largo del siglo Xviten la guarida fortificada de los filibusteros france- ses, Como en la regién habia quedado en libertad una gran cantidad de ganadc que se multiplicaba, se establecieron en “tierra firme los bucaneros, cazadores de reses, caballos y cerdos salvajes de los que vendian las pieles y la carne ahu- mada a corsarios y mercaderes a cambio de ropas y pélvora. Aparecieron también los cultivadores sedentarios de hortali- zas y tabaco que explotaban las tierras ya roturadas. La his- toria de la colonia francesa de St. Domingue comenz6 con la obra de organizacién y sometimiento a Francia llevada a ca- bo por gobernadores como Bertrand Ogeron, que murié en 1676 y que fue enterrado en la parroquia parisina de St. Sé- verin bajo un blaséa con tres flamencos de la Tortuga. En las novelas de pirateria que lefa cuando era un mu- chacho, a los que abastecian los veleros de los filibusteros y llevaban las posadas, donde contramaestres tuertos y¢spa- dachines con la paca de palo se emborrachaban después de sus corterias, se les llamaba «los hermanos de la costa». ‘Yo desembarco en la Repiblica Dominicana como un ex- tranjero que también quiere llevarse un tesoro hecho de his- torias que ayuden a entender a un pueblo, para lo que me dirijo a los hermaros de la costa, voy a su encuentro, pido agua de palabras para mis barriles, esperando que entre sus duelas se prenda un poco del oro de los suefios.. El punto de parsida no puede ser otro que el barrio colo- nial de Santo Domingo, concretamente la calle Arzobispo Metifio, donde se encuentra la Casa de Teatro, el extraordi- nario centro cultural que ha sido un libre y luminoso punto de referencia incluso en las épocas mas oscuras, donde tie- nen lugar exposiciones, espectculos, lecturas o sencillamen- 232 te se bebe y se chatla en buena compaiifa. Ahi conozco a dos personas de coraz6n generoso: a su explosivo fundador Freddy Ginebra, que entre otras cosas ha creado un presti- gioso premio anual con secciones de poesfa, teatro, cuento y novela, y al metédico e incansable José Rafael Lantigua, que desarrolla un trabajo cardinal de informacion y critica mili- tante en el suplemento literario dominical «Biblioteca», an- tes en Ultima Hora, y después en el Listin Diario, y que ha presidido la Feria Internacional del Libro de Santo Domin- 0, que teniendo como base un proyecto suyo ha desarrolla- do un programa de bibliotecas méviles y ferias provinciales para promover la lectura. Freddy Ginebra pone a mi dispo- sicién la coleccién completa de cuentos premiados por la Casa de Teatro en veinte afios y José Rafael Lantigua me in- dica una lista impresionante de autores que han cultivado este género, agil ¢ incisivo, desde la fecha clave de 1933, cuando salié la primera coleccién de Juan Bosch. La lectura de estos voltimenes, inencontrables fuera de-aqui, es una sorpresa por su nivel de calidad y la variedad de enfoques, temas y estilos. Enseguida me doy cuenta de lo arduo que se~ 14 elegir, porque muchisimas voces despiertan mi interés, desde las ya consagradas de Didgenes Valdés, Arturo Rodri- guez Fernindez, Rafael Garcia Romero, Efraim Castillo, Avelino Stanley 0 Ricardo Rivera Aybar, a las mas jévenes de Pedro Antonio Valdez, Frank Martinez, Aurora Arias, Pastor de Moya, Maximo Vega o Luis R. Santos. Mis con- sejeros me animan: siempre se tienen limitaciones al aunar el equipaje de un libro colectivo, pero lo importante es hacer la primera travesfa, abrir la ruta. Marcio Veloz Maggiolo Un nombre que no puede faltar de ninguna manera es el de Marcio Veloz Maggiolo, arquedlogo y antropélogo de ascendencia italiana, muy conocido por sus trabajos sobre el Caribe precolombino. Desde hace mas de cuarenta afios 233, cribe de todo: poesia y teatro, libros para nifios y articulos de opinién, crénices y divulgacién; pero sobre todo es nove- lista y ensayista. Ha sido director de revistas, fundador de museos, docente en muchas universidades, conferenciante y embajador. Ha recbido una serie impresionante de premios literarios y de reconocimientos cientificos en su pais y en el extranjero, es miembro de varias academias y asociaciones y su curriculum est formado por decenas de paginas. En con- creto ha pintado un gran fresco mitico-folelérico de armo- niosa riqueza lingtistica en la novela La biografia difusa de Sombra Castaneda y ha ambientado una trilogia de novelas (Materia prima, Ritos de cabaret y la reciente Uiia y carne) en un barrio de la capital, Villa Francisca, a lo largo del siglo Xx, por donde desiilan una serie de personajes descritos con una polifénica y a:rolladora empatia, en un intento de sal- var la memoria profunda y plural en contra del embruteci- miento y el olvido del poder y el engafio. ‘Me aproximo a él con la cautelosa admiracién con la que uno se disige a un auténtico maestro, pero su célida e,infor- mal cordialidad me invita a abandonarme a la impétuosa corriente de su conversacién siempre intrigante y densa. en conocimientos ¢ inquietudes. ‘Nos vemos en la libreria La Trinitaria, dedicada a la edi- cién y difusién de obras dominicanas. Obviamente habla- mos de las antiguas poblaciones caribefias, sobre todo de los tainos y de su cultura: las copiosas pinturas rupestres y graf- fiti que han quedado en las cuevas de la isla, las costumbres comunitarias, los juegos, el ritual alucinatorio, sus comple- jas creencias animistas centradas en el culto a los cemies 0 fi- guras talladas, efigies parecidas a los lares. Pero su herencia hoy sélo la podemos encontrar en algunos alimentos y en la toponimia. La identidad dominicana se ha ido formando en- tre la apertura a las influencias, adoptando elementos exter- nos, y un substrato resistente, derivado del mestizaje de las lineas hispanicas y africanas. ~ s«Se-tiende a considerar la identidad como-un hecho con~ solidado, mientras que se trata, al contrario, de un fenéme- 234 no coyuntural, no ideolégico o filoséfico, sino vital y cam- biante», dice Marcio Veloz Maggiolo. «Para los dominica- nos ha sido determinante la frontera. Trujillo fund6 su na- cionalidad en clave antihaitiana, sobre la base de las luchas independentistas. Pero, aunque vivimos casi de espaldas a Haiti, no podemos prescindir los unos de los otros: somos como gemelos siameses. Claro esta que la relacién con la Iengua constituye una diferencia importante. En Haiti s6lo un grupo reducido aprende francés, los demas hablan creol. La tradicién hispanica de esta parte'de la isla estaba firme- mente enraizada desde tiempos remotos, mientras que la francesa no era asimilada por los esclavos, que duraban po- cos afios: no habia interaccién entre clase dominante y clase dominada. Desde que en 1697 se decreta la division de la is- la, la lucha por la frontera viene a representar el enfrenta- thiento de dos sociedades y dos economias: por un lado, las plantaciones francesas de corte capitalista, con explotacién intensiva de la mano de obra esclavizada y una neta separa- cidn entre blancos y negros; y por otro, la tradicional gana- deria espafiola con una mayor mezcla racial: blancos po- bres, mulatos libres y esclavos rabadanes, En Haiti ser criollo es una condicién étnica, aqui es una condicién social, una nueva visién de la vida que no es ya ni espafiola ni afri- cana.» Entre los anaqueles, extrayendo y comentando un libro tras otro, en especial los trabajos de los historiadores Frank Moya Pons y Carlos Esteban Deive, recorremos las vicisitu- des dominicanas partiendo de las repercusiones locales de la Revolucién francesa, que produce la cesién de la parte espa- fiola a Francia en 1795 y la independencia de la repiblica de Haiti, negra y antiesclavista, en 1804, tras la derrota del cuerpo expedicionario napoleénico, diezmado por la fiebre amarilla. En 1809, con-el apoyo inglés, Espaiia recupera la colonia, que luego seria ocupada en 1822 por los haitianos del presidente Boyer, contra los que se batieron los rebeldes de La Trinitaria, guiados por Juan Pablo Duarte. En 1844 se proclama la independencia dominicana pero, periddicamen- 235 te, se repiten, con cuentas batallas, intentos de invasién por parte de los haitianos. El hombre fuerte de ese momento, el general Pedro Santana, consigue, en 1861, volver a anexio- narse a Espafia. No tardard en estallar una larga guerra de restauracién, con més de cien enfrentamientos y miles de muertos por enfermedades entre las filas espafiolas, que lle- vari a la independencia definitiva en 1865. Se sucedern después los golpes de estado y las revueltas, breves gobiernos constitucionales y generales elegidos presi dentes, de forma més o menos regular, que gestionan el po- der de manera autoritaria y despotica enviando a sus rivales al exilio. A golpe de manifiestos y constituciones se extiende la rivalidad entre liberales y conservadores, entre la cindad y el campo, entre el norte y el sur del pais. El Congreso de Es- tados Unidos deniega una propuesta de anexién defendida por dos presidentes, Baez y Grant, pero de todas maneras el poderoso vecino intensifica su injerencia en la economfa do- minicana hasta condicionarla a través de la deuda externa y Ja gestién de las aduanas. El siglo XIX se cierra con el totali- tarismo del general Ulises Heureaux, que como los anterio- res est caracterizado por persecuciones, negocios privados y frauds electorales, El siglo XX se abre con nuevas conspi- raciones y turbulencias que culminan con la ocupacién esta dounidense, que dura de 1916 a 1924 y es muy impopular a pesar de un relativo bienestas, y sienta las bases para la subi- da al poder del comandante de la policia nacional Rafael Trujillo, Habiéndose enriquecido r4pidamente con los encargos del cjército, Trujillo se instala-en el poder con un golpe de estado en 1930 e instaura un régimen sanguinario de terro- rismo politico y violencia militar que dura, entre asesinatos, robos, abusos de todo tipo, severa censura y desmedido lu. cro personal gracias a los monopolios, hasta 1961, cuando el tirano cae en un atentado. El desarrollo capitalista beneficia sobre todo a la familia del dictador y a sus feles, que llegaron a controlar cerca del 80% de la: producciéa industrial del pais y a dar trabajo di- 236 rectamente o a través del estado al 60% de sus habitantes. El mnecanismo represivo sé basa en el partido tinico, un tupido tejido de espionaje y el culto a la personalidad del caudillo patriarca, grotescamente megalémano. Las elecciones son amaiiadas, los adversarios eliminados, los disidentes casti- gados u obligados al exilio, las instituciones militarizada los medios de informacién férreamente controlados. La ideologfa trujillista esté compuesta en un principio de ideas fascistas, luego de anticomunismo, mito de la hispanidad, catolicismo acritico y racismo antihaitiano; de hecho, en 1937, se llega incluso a desencadenar una masacre de miles y miles de haitianos para «limpiar y dominicanizar» la fronte- ra. A la caida de Trujillo, en 1962, se queda en el poder su colaborador mas cercano y, a la saz6n, presidente «titere», Joaquin Balaguer, enseguida derrocado por las protestas, El escritor Juan Bosch gana a finales de aquel afio las primeras elecciones libres en cuatro décadas. Sin embargo, una coali- cién de fuerzas reaccionarias compuesta por los sectores mas pudientes, jerarquias eclesidsticas y militares trujillistas, apoyados por los Estados Unidos, lo dertoca con un nuevo golpe de estado en 1963. Entre huelgas y redadas policialés, Bosch y otros miembros de la oposicién preparan desde el exilio la revancha y, el 25 de abril de 1965, en las calles de Santo Domingo estalla la guerra civil, En tres dias las mili- cias populares de los constitucionalistas, con el coronel Francisco Alberto Caamaiio al frente, toman ventaja, pero el presidente de los Estados Unidos Johnson, para evitar una segunda Cuba y ocultar el incremento militar en Vietnam tras una cortina de humo, envia un imponente despliegue de tropas que, en vez de separar a los contendientes, apoya la vuelta al poder del continuista Balaguer. Bosch retoma el ca- mino del exilio y durante doce afios Balaguer domina la es- cena entre homicidios de estado, corrupci6n generalizada y violacién sistematica de los derechos humanos, En 1973 Caamafio vuelve desde Cuba con la intencién de crear un foco guerrillero cheguevarista, pero fracasa. A par- 237 tir de 1978 resultan elegidos presidentes del PDR, la princi- pal fuerza de la oposicién, que, sin embargo, no consiguen evitar los errores de una geétién personal, de tal manera que en 1986 el anciano y ciego Balaguer puede volver a instalar- se en el poder y permanecer con los consabidos métodos du- ante otra década. En 1996 alcanza el gobierno el PLD, un partido fundado por Juan Bosch que imprime a los diltimos afios del siglo un llamativo viraje que continda tras la victo- ria electoral del PRD en el afio 2000. «Si las inyasiones de los marines generaron en el pasado el rechazo y el antagonismo a los Estados Unidos», concluye Marcio Veloz Maggiolo, «las cosas han cambiado con el de- sarrollo de una potente colonia dominicana en Nueva York, que se formé originariamente con el exilio y que hoy cuenta con un millén de personas, concentradas sobre todo en ‘Washington Heights. Es una especie de vicecapital en la que se producen discos de merengue y se retransmiten las noti- cias de aqui y de donde viene un flujo constante de visitas ¢ inversiones, pero quie atrae inexorablemente muchas fuerzas valiosas. El futuro permanece incierto, puesto que depende- mos de los envios de los emigrantes, de las zonas francas y del turismo, que no puede crecer indefinidamente, entre otras cosas por motivos ecolégicos. Todo dependera mucho de lo que seamos capaces de apostar en-educacién>, Angela Hernandez Nuiiez Angela Hernandez Niifiez se persona sonriente en la puerta de la cafeteria El Conde, con unos vaqueros y un li- gero chal, leno de flecos, sobre la camiseta. «El primer libro que publiqué se llamaba Las mariposas no les temen a los cactus. Recopilaba crénicas militantes que habjan salido en un periddico. Me encontraba en una época de transicién entre la absoluta racionalidad politica y académica, soy ingeniera quimica, y mi verdadera vocacién, que era algo mucho més abierto e intangible, menos previsi- 238 ble. En aquella época iba a menudo al sur y en el libro con- taba historias de mujeres fuertes que vivian una cotidiani- dad durisima (un pequefioburgués se habria suicidado por menos}, y sin embargo no se quejaban; es més, me contaban situaciones terribles entre risas. Fue entonces cuando tomé la decisi6n de escucharme a mi misma, En el sus, tierra alu- cinada, en ciertas épocas del afio se ven inmensos enjambres de mariposas balanceandose como hojas en las carreteras, chocan contra las ventanillas de los autobuses, invaden los pueblos y sobrevuelan las extensiones de cactus.» Los reflejos de las farolas juegan entre sus rizos negros y tupidos, mas alld de los cuales se dibuja, en la templada tar- de, la silueta de la més antigua catedral de América. Angela Hernandez. Niiiez trabaja como asesora de entidades comu- nitarias y organismos de cooperacién internacional, y entre sus escritos se encuentran ensayos, pioneros sobre la escritu- ra de mujeres. «Es una cuestién que aburre de tanto girar anodinamen- te sobre lo mismo. Aqui, sin embargo, nos ha costado mu- cho abrirnos un camino. Si organizabamos una lectura de nuestros textos, habia siempre hombres cuchicheando y riendo al fondo de la sala, Muchos admitian la existencia de alguna mujer-excepcién. Pretender mas seria ofensa. Otro factor de freno ha sido la critica literaria basada tradicional- mente en criterios androcéntricos, En manuales de historia literaria y antologias, casi no aparecen mujeres y, si embar- g0, si se busca, se hallan, incluso en el pasado, luminosas fi- guras de educadoras, escritoras, pintoras, pioneras en todo. Hay un recorrido paralelo por descubrir y lo estamos ha- ciendo. En el iltimo cuarto de siglo el ntimero de mujeres que ha accedido a la educacién superior ha crecido constan- temente y ahora supera al de los hombres. También en los cursos cortos, como los de informatica o idiomas, o en las reas rurales, en los de formacién y actualizaci6n, son las mujeres las que se adelantan, con una marcada avidez de sa- ber, de salir-de una larga penumbra histérica. Cierto es que en la escritura hace falta sobre todo tiempo y disciplina, El 239 tiempo de las mujeres es hoy la cosa més caética que existe, tenemos que estirernos como elsticos en distintos escena- tios aplicdndonos en todo al maximo. Tanto més aqui, pues- to que la participacién de los hombres en las tareas domésti- cas y en el cuidadc de los hijos es todavia bajisima en todas las clases sociales. A menudo no asumen ni siquiera sus res- ponsabilidades econémicas, no digamos ya las afectivas 0 educativas.» : Su voz, segura, est sostenida por los gestos de sus manos que deshacen las volutas de humo del cargado y caliente ca- é, Entre las mesitas de la terraza a menudo pasan conocidos suyos y Ilueven gestos de saludos la cafeteria El Conde es un lugar de encuentro de artistas. Hay un fantasma que exorei- zar: la virilidad ostentada por el poder. «Parte de la imagen del caudillo es el ser macho. Trujillo y sus hijos y parientes practicaban un terrorismo sexual que obligaba a los padres a esconder a las hijas agraciadas. La voluntad de estupro y humillacién de la mujer es un aspecto oscuro radicado en nuestra tradicién patriarcal y no habra verdaderas reformas politicas si no se produce el paso de la centralizacién autoritaria a una extendida participacién de- mocratica. Sin embargo, gracias a Dios, nuestra cultura no es slo esto. Es unz cultura vivaz, esponténea y animada por caracterfsticas propias que espero no sé pierdan por el sen- dero de un desarrollo demasiado calcado de modelos aje- nos.» ‘Nos encaminamos hacia las ruinas del monasterio de San Francisco baiiadas por la luna. De las puertas y ventanas abiertas salen baladas que arcancan lagrimas y ritmos ma- chacones, alguna cue otra pareja baila por la calle. Delante de Santa Barbara hay corrillos de nifios enfrascados en sus juegos. La infanciaes una fuerte presencia en las historias de Angela Hernandez Niifiez, prestas a elevarse en un vuelo,ha- cia lo onfrico y lo poético. «Yo pasé mi nitiez en buena medida en la cordillera, en medio de una naturaleza apabullante. No quiero idealizarla, pero es una edad en la que casi todo es o parece posible. A 240 pesar de su crneldad es fabulosa porque no réfrena la imagi- naci6n. Mientras que los adultos buscan enseguida, temero- 508, una rigida direccién por la que encauzarse, los nifios perciben en cada momento una fascinante multiplicidad de destinos. Para mi la creacién es una opcién de libertad, un explorar siempre nuevas y sorprendentes dimensiones de la vida.» Pedro Peix , Pedro Peix, él también con origenes italianos en la fami- Jia materna, los Pellerano, es un dandy inc6modo, intempe- ante y con la genialidad del artista maldito, viajero empe- dernido y asiduo de la noche. De sangre ardiente tanto en la polémica intelectual como en lo carnal, se declara consagra- do a explorar hasta el fondo la existencia; elitista y heroico, de mil oficios y ninguno, aparte de la escritura, que es para 41 como un irrenunciable reto amoroso: Las ‘inicas seiias de identidad que reconoce son las del honor, imperiosas y pu- 1a, mientras que considera la dignidad poco menos que fa- chada y artificio burgués. «Aqui los escritores hacen otras cosas, les falta agallas para saltar al vacio, arriesgarse a romper las naves y profun- dizar completamente en la literatura a través de la vida. No se puede describir un burdel sin haber ido nunca, sin haber- se peleado con las putas o haberse pillado una gonorrea. Las palabras deben fermentar en las cicatrices.»> Su lenguaje es siempre fastuoso, hiperretérico, barroco y desencajado hasta el delirio y posee una impresionante ca- pacidad de manipulacién verbal. En sus textos aparecen a menudo anexos espurios, como en el caso de Pormenores de una servidumbre, al que acompaiian sellos conmemorativos del dictador e informes de los servicios secretos con fotogra- fias y negativos no revelados. 4E] Foro Piblico que aparece en ese cuento era la seccién del periédico del régimen en la que se recogian los rumores 241 y los soplos como instrumento de presién y chantaje, no s6- lo para pregonar la ignominiosa conducta de ciertos perso- najes cuando éstos caian en desgracia ante el Jefe, sino para comprobar si sabian agachar la cabeza bajo esa descarga de golpes sin reaccionar. Podian ser rehabilitados, pero queda- ba patente que sus vidas estaban a merced de los antojos de Trujillo. El texto s: transmitia también por radio y era re- dactado por un pufiado de reconocidos intelectuales, sacer- dotes de la maledicencia grosera y pérfida, a los que todavia hoy, vergonzosamente, quedan calles dedicadas. El Memp- bis era un acorazado de los marines que naufragé durante la invasién estadouinidense de principios de siglo. En las opéra- ciones de rescate murieron también dominicanos. El navio permanecié durante mucho tiempo delante de esta ciudad donde hasta el mares un callején sin salida.» ‘Melena densa y larga, bigotes muy cuidados, me recibe clegantemente vestido en un amplio salén de muebles y ob- jetos de gusto refinado, fumando puros y bebiendo un café tras otro. Sobre la mesa, una maquina de escribir Smith Co- rona de época con’ana hoja amarillenéa. «iste es un pais con una identidad fragil, invadido y ven- dido, donde enseguida se barrié a los indigenas, de manera ~ que no nos atreverios-a asumir nuestra condicién hibrida; de mulatos. Trujillo se alisaba el pelo a fuerza de gomina y se aclaraba la piel. Nos hizo blancos e hispdnicos por decre- to, ademas de catélicos, porque la Iglesia ha sido siempre aliada de las dictadaras. Todavia hoy, amparandose en la ig- norancia mojigata y en el alto indice de analfabetismo, la Iglesia arbitra inquisitorialmente en toda decisién colectiva importante.» Pedro Peix ha presentado junto con otros dos intelectua- les clave de la escena dominicana actual, el poeta y politico Tony Raful y el novelista y ensayista Andrés L. Mateo, un programa radiofénico de divulgacién cultural que ha hecho época: la Pefia de tres. Tiene muchas obras inéditas, novelas premiadas pero que no han salido, como EI clan de los boli- dos pesados; tambin tiene articulos cofrosivos, sarcésticos 242 onan. ¢ irreverentes que los periédicos no se atreveni a publicar, por ejemplo a favor del aborto o de la eutanasia, y que por tanto él mismo fotocopia y reparte gratuitamente en la cén- trica calle El Conde. Elogia la locura, reafirma el orgullo y la embriaguez de su deriva porque «no hay tierra firme» para sus suefios. Se define ), Testimonios y profanaciones (1978), Las mdscaras de la seduccién (1983, Premio nacional de cuetito, de donde se ha tomado «Luli o la metamorfosis»), La carne estremecida (1989, Premio nacional de cuento, de donde se ha tomado «Como una noche con las piernas “abiertas») y la antologia personal El sabor de lo probibido (Puerto Rico 1993). Entre sus ensayos destacan Antologia de Ja literatura dominicana (1972), Estudios de poesia domini- cana (1979), Narrativa y sociedad en Hispanoameérica (1984), Los escritores dominicanos y la cultura (1990), Dos siglos de literatura dominicana (XIX y XX). Poesia y Prosa (1996, en colaboracién con Manuel Rueda) y La aventura interior (1997), Armando Alméanzar Rodriguez (Santo Domingo 1935) ha publicado las colecciones de cuentos Limite (1967), Infancia 259 feliz (1978), Selva de agujeros negros para Chichi la Salsa (1985, de donde se ha tomado «Selva de agujeros negros pa- ra Chichi la Salsa»), Cuentos en cortometraje (1993), Mi cado por el mar (1995), El elefante y otros relatos extratios (1996), Arquimedes y el Jefe y otros cuentos de la Era (1999, de donde se han tomado «Papa ya'no me quiere como an- tes» y «El boicot»). Angela Hernandez Niiiez (Buena Vista, Jarabacoa, 1954) ha publicado los versos de Arca espejada (1994) y Telar de rebeldia (1998), las crénicas de Las mariposas no les temen a los cactus (1985), la novela Mudanza de los sentidos (2001) y las colecciones de cuentos Alétropos (1989, de don- de se ha tomado «Amo tres hombres»), Masticar una rosa (1993, de donde se ha tomado «Masticar una rosa» y «Ojos aguados») y Piedra de sacrificio (2000, Premio nacional de cuento).. Ligia Minaya Belliard (Moca 1941) ha publicado la selec cién de articulos Palabras de mujer (1997) y la coleccién de cuentos El callején de las flores (1999), que contiene los tex- tos «No lo hice por maldad> y «Donde crecen las guaya- bas». «El fuego sagrado del hogar» se ha tomado del volu- men que recoge a los finalistas del Premio Casa de Teatro por el cuento de 1996. La autora gané este premio en 1998 con «Un abuelo impropio» y «Llanto de cactus en una no- che interminable». Luis Martin Gomez (Santo Domingo 1962) ha publicado la coleccién de cuentos Dialecto (1999, Premio nacional de cuento), que contiene los tres textos que aqui se recogent «Ana, la Princesa», «No se suefie conmigo, mama» y «En transito». Pedro Peix (Santo Domingo 1952) ha publicado la novela, El placer esta en el sltimo piso (1974), las narraciones largas El Brigadier (1981) y Los despojos del Céndor (1983), las 260 poesias de El paraiso de la memoria (1983) y las colecciones de cuentos Las locas de Ja Plaza de los Almendros (1978, Premio nacional de cuento), La noche de los buzones blan- cos (1982), Pormenores de una servidumbre (1985, Premio Casa de Teatro de cuento) y El fantasma de la calle El Con- de (1998). Ha ganado el Premio Casa de Teatro de cuento también en 1992 con «La quimera de la muerte» y en 1994 con «Hombres y tormentos». «Por debajo de la noche» se ha tomado del volumen que recoge los cuentos ganadores y Jas menciones de honor del Premio Casa de Teatro de cuen- to de 1983 y «Los muchachos del Memphis» del volumen andlogo de 1986. Manuel Llibre Otero (Puerto Plata 1966) ha publicado la coleccién de cuentos Serie de senos (Santiago de los Caballe- ros 1997), que incluye los tres textos que se publican aqui: «La noche de la actriz», «Inexistencia» y «Flores de hojala- tar. Marcio Veloz Maggiolo (Santo Domingo 1936) ha publi- cado los libros de poesia El sol y las cosas (1957), Intus {1962, Premio nacional de poesia), La palabra reunida (1981), Apearse de la mascara (1986); los libros para nifios De donde vino la gente (1978) y El jefe iba descalzo (1998); las novelas Judas. El buen ladrén (1962, Premio nacional de novela), La vida no tiene nombre (1965), Los angeles de hueso (1967), De abril en adelante (1975), La biografia difu- sa de Sombra Castafieda (1981, Premio nacional de novela), Materia prima (1988, Premio nacional de novela), Ritos de cabaret (1991, Premio nacional de novela) y Ufia y carne (1999); las colecciones de cuentos La fértil agonia del amor (1982, Premio nacional de cuento, que contiene los tres tex- tos aqui publicados: «La fértil agonia del amor», «El coro- nel Buenrostro» y «gHombre o mujer?»), Cuentos, recuen- tos y casi cuentos (1986), y la antologia personal Cuentos ara otros milenios (2000). Obtuvo en 1996 el premio nacio- nal de literatura por el conjunto de su obra, que esta par- 261 cialmente traducida al italiano, inglés, francés y aleman. En- tre sus trabajos cientificos, criticos, memorias y de divulga- cidn destacan Cultura, teatro y relatos de Santo Domingo (1969), Arqueologia prehistérica de Santo Domingo (1972), Sobre cultura dominicana y otras culturas (197), Las socie- dades arcaicas de Sarto Domingo (1980), Sobre cultura y politica cultural en la Reptiblica Dominicana (1980), La ar- queologia de la vida cotidiana (1981), Panorama histérico del Caribe precolombino (1990), La isla de Santo Domingo antes de Colén (1993), Archeologia della scoperta colombia- na (Roma 1994), Trujillo, Villa Francisca y otros fantasmas (1996), Barril sin fondo, Antropologfa para curiosos (1996) y La memoria fermentada, Ensayos bioliterarios (2000). Danilo Manera (Alba 1957), escritor y critico italiano, es profesor de Literatura espafiola en la Universidad de Milan, Ha preparado ediciones italianas de numérosos autores es- paiioles, entre otros de Rafael Sanchez Ferlosio, Alvaro Cunqueiro o Ramén Gomez de la Serna, asi como antolo- gias de cuentos cubanos, vascos, canarios, ecuatorianos y colombianos. En el afio 2000, edité en Italia I cactus non te- ‘moro il vento. Recconti da Santo Domingo, versién italiana de esta antologia ‘Traduccién de Romana Baena Bradaschia. 262

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