gt undid 9a necrtblid de gt
‘obras, que contienen- en ‘if mimes tone. profundic
mayor que la del pozo de Demécrito.
Pat GLanviLt)
Hiabjamos alcanzado la cumbre del despefiadero: més
elevado. Durante algunos mi
masiado fatigado para hablar
—Hasta no hace mucho
el anciano parecié de-
El «pequefio a
ido a descan
jos cimientos de aquella
intes de que pr
dente. para se
—Debe. ust
sesenta y ocho grados de
de Nordland, y en el
montafia cuya cima acebamos de e
Nebulosa. Enderécese usted un poco..
jente mateado.
inica, cuyas aguas tenian un color tan parecido «
Frinta que me recordaron la descripcién que hace el140
Edgar Allan Poe
rafo nubio del Mare Tenebrarum. Ninguna imaginacién
jumana podria coneebit panorama més lamentablemente
desolado.‘A derecha e izquierda, y hasta donde
como murallas del
Teuya cima nos hallébamos, y a unas cinco 0 seis,
dentro del mar, advertiase una pequefia isla de aspecto
desét
quizd sea més adecuado decir que su posicién
se adivinaba gracias a las salvajes rompientes que la en-
> volvi
esque
Inas dos millas més cerca alzdbase otra isla més
hhorriblemente escarpada ye
il, rodeada en
varias partes por amoatonamientos de oscuras rocas,
En ef espacio comprendido entre la mayor de las islas
y Ia costa, el
te fuera de Jo comin, En equel
que navegaba mar afueta se mant
Hizos en la vela mayor, mientras la
sno ptesentabs un aspecto completamen-
jomento soplaba un
que un bergantin
cada momento hasta perderse de vistas no obstante, el
que los noruegos Hl
‘espacio a que he aludido no mostraba nada que semejara
un oleaje embravecido, sino tan sélo un breve, répido y
farioso embate del agua en todas ditecciones, tanto fren
10co se advertia
espuma, salvo en Ia proximidad inmediata de las rocas.
iano— es le
Varrgh. Le que se halla a mited
de camino es Moskoe. A una milla al norte veré la de
oo Ambaaren. Més alld se encuentran Islesca, Hotholm,
=> Moskoe y’ Vurrgh— estén
bbres?{No lo’ sé,
‘Llevabamos ya unos diez rainutos
Keildhelm, Suarven y Buckholm. Ain mi
ttetholm, Flimen, Sandtle-
sen y Stockholm. Tales son los verdaderos nombres de
estos sitios; pero... gqué necesidad haba de darles nom-
supongo que usted tampoco... 2
alguisa cosa? ¢Nota alggin cambio en el agui
seggen, al cual habamos ascendido viniendo desde el in
é —entre
‘To alto del Hel
Un descenso al Macltrim 1a
terior de Lofoden, de modo que no habiamos visto ni una
sola vez el mar basta que se presentd de golpe al artibar
aa cima, Mientras el anciano me hablaba, percibf un so:
nido potente y que crecfa por momentos, algo como el
‘mugir de un enorme rebafio de biifalos en una pradera
americana; y en el mismo momento reparé en que el es:
tado del océano a nuestros pies, que correspondia a lo que
Jos marinos llaman picado, sc estaba transformando ré&
pidamente en una cortiente orientada hacia el este. Mien
tias la segufa mi
velocidad m
cesatada impet
después, todo el mar hasta Vurrgh hervia de oélera in-
pero donde esa rabie alcamzaba su dpice era
ioe y 1 costes Alli, le vasta supericie del agua
se abria y trazaba en mil canales antegdnicos, reventabs
‘ruscamente en una convulsién frenétice —encrespaindo-
Ibando— y giraba en gigantescos €
tices, y todo aquello se atorbellinabs y corria
hacia el este con una rapidez que el agua no adq
ninguna otre parte, como no sea el cact en un pr
apatecié en escena, La superficie del agua se fue nivelan-
do.un tanto y Jos remolinos desaparccieron uno tras otro,
mientras prodigiosas fajas de cspuma surgian alli donde
¥ luego de dispersarse a
ibinaron unas con
wrio de Tos des-
foto més vasto. De pront
mié una realidad” clata y_ defi
‘aujo difietro pasaba de
ling @staba representado por tna ancha faja de resplande-
lente espuma; pero ni la menor particula de ésta resbe
ve al interior del espantoso embudo, cuyo tubo, haste
‘arte y tencbrosa pared de agua,
‘& cuarenta y cinco grados con ‘elacién al horizonte, y
to
asx giraba y giraba vertiginosamente, con un movi144
Edgar Allan Poe
cteer— las anéedotas sobre ballenas y osos, cuando re-
sulta evidi
fe que los mis grandes buques actuales, so-
influencia de aquelle mortal atracciéa, sexian
cl equivalente de una pluma frente al huracén y desapare-
cetian instanténeamente,
Las tentativas de explicar el fenémeno —que, en par
te, segtin recuerdo, me habfan parecido suficientemente
plausibl esentaban ahora un cardcter
io. La idea predominante con
ual que otros tres mas peque-
Fertoe, ano tiene otra causa
» que se alzan y rompen, en el
autrecife de rocas y bancos de
flujo y reflajo, contra un
arena, el cual encietra las aguas al punto que
cipitan como una caterate; asf, cuanto mis
ta sea la
‘area, mis profunda seré la caida, y el resultado es un
rer igioso poder de succién es
femente_conocido por. experian
menor escala». Tales son los término:
la Encyclopaedia Britannica, Kirche
imaginen que
cen el centro del canal del Maelstrém hay un abismo que
penetra en el globo terrestre y que vuelve a salir en algu.
nombra conereta-
contemplado la esce-
mi guia me sorprendié oitle
le esa
al socaire, para que no nos moleste el ruido del agua,
contaré un relato que lo convencers de que conozco’ al
guna cosa sobre el Moskoe-strim.
Me ubiqué como Io deseaba y comenz6.
Un descenso al Mzestrém
<—Mis dos hermanos y yo éramos duefios de un queche
apatejado como una goleta, de unas sctenta toneladas,
con el cual pescdbamos. entre las islas situadas més alli
de Moskoe y casi hasta Vurrgh. Aprovechando las opor-
tunidades, siempre te
Jas marcas bravas, si se tiene el coraje de enfrent
de todos Jos habitantes de la costa de Lofoden, nosotros
tres éramos los tinicos que navegibamos regularmente en
la regis de las islas. Las zonas usuales de pesca se hallan
‘mucho mas al sur. Alli se puede pescar a cualquier hora,
sin demasiado riesgo, y por eso son lugares preferidos.
Pero los sitios escogidos que pueden encontrarse aqut,
entre las rocas, no sdlo ofrecen Ia variedad més grande,
tno una abundancia mucho mayor, de modo que con
frecuencia pescébamos en un solo dia lo que ottos més
los consegnian apenas en una semana. La verdad es
que haciamos de esto un lance temererio, cambiando el
de trabajo por el riesgo de Ja vida, y sustituyendo
de las aguas para atravesat
cipal de Moskoe-striim, mucho mas arriba del rem
y anclar luego en cualquier parte cerca de Otterham o
Sandilesen, donde las mareas no son tan violentas. Nos
guedibamos allf hasta
intervalo de cal:
uestro puerto. Ja
sénero sin tener un buen viento de lado tanto pat
como para el. retorno —un viento del que estuviéramos
Seguros que no nos abandonaria a la vuclta—, y era rato
que nuestros eleulos erratan. Dos veces, en seis afios,
tos vimos precisados a pasar la noche al ancla @ causa
4 una calma chiche, Jo cual es cosa muy tara en estos
parajes;_y une vex tuvimos que quedarnos cet
sewana donde estébamos, muriéndonos de int
stlpx de una borrasca que se desat6 poco de
aeestro arribo, y que embravecié el canal en tal formaUn descenso al Maelstrom “7
setvar, era més abundante ese dia que en ninguna ocasién,
anterior. A las siete —por mi reloj— levamos anclas
2arpamos, a fin de atravesar lo peor del Striim en el mo-
mento de Ie calm, que sein sabjames iba « producese
2 las ocho.
entrando: sa una fe aera corrientes gntags »Partimos con una buena brisa de estribor y al prin-
nics que hoy estén all y tanana desaparceen, le eeal | et ecb yielnt pensar eal cl pclae
nos atvastr6 Rasta el sefugio de Fimen, donde, por suet oer oadea pan feces ee
te, pudimos detenernos. to, sentimos que se nos oponia
»No podria contarle ni la vigésima parte de las dificul- Telseggen. Esto era muy yns6-
tades que et tbamos en nuestro campo de pesca antes, y yo empoce a senr
—que es mal sitio para navegar aun con buen tiempo ‘exactamente por qué. Enlil
Riza tiempre nor arreglamos pare burar cl destio del cl viento, pero los remansos no nos
Moskoe-sttém sin accidentes, aunque muchas veces tuve 2 proponet que volvicramoy al
el corazon en Ia boca cuando nos atasdbamos o nos ade | punto donde hablamcs causls soclde east
Tnntsbamos en un minuto al memento de calma. En oct | Eatis pope vimos eee tele a] hee a lear
i te como babfamos pen- | por una extraiia aube del color del cohre que se levan.
sado al zarpar y el queche recorria una distanc taba con la més asombrosa rapidez.
de lo que desedbamos, sin que pudiéramos got »Entretanto, la brisa que nos habfa impulsado acababa
. Mi herm: wainar por completo y estibamos en une calma total,
derivando hacia todos los rumbos, Pero esto no duré
bastante como para darnos tiempo a reflexionar. En me-
ros de un minuto nos cayé encime la tormenta, y en
menos de dos el cielo quedé cubierto por coms
esto, y con Ja espuma de las olas que nos env
‘trapo
105 alcanzara; pero, a su primer
volaron por ia borda como si los
2 ¥ uno de I evs consigo
hermano mayor, que se ha ara mayor se-
luestra embarcacién se convirtié en la més liviana
que jamés floté en el agua. El queche tenfa un
svente totalmente cerrado, con sélo una pequefia esco-
tla cerca de proa, que acostumbrébamos cerrar y ascgu-
hermanos y yo— cruzamos hacis
las islas a las dos de la tarde y no tardamos en llenar ef
queche con una excelente pesca que, como pudimes ob130 Edgar Allen Poe
durante una borrasca las olas dan Ja impresién de resba-
+ debajo del casco, Jo cual siempre resulta extraiio
hombre de tierra firme; a eso se le llama cabalgar
‘csc momento habiamos cabalgado sin dificultad
olas; pero de ioe ronto una gigantesca masa de
wvedilla y nos
- como si ascendiéramos al cielo,
inubiera'ereido que una ola podia
te altura. Y entonces empezamos a caer, con una carre-
"3 un desfzanieno y una zambulida que me prodjeron
sr
‘como si estuviera desplomandome en
en el momen-
vuna ojeada
montafi
to en que aleanzamos la cresta, pude
alrededor.:. y lo que vi foe més. que
instante comprobé nuestra exacta posici
‘Moskoestrim se hallaba a un cuarto de milla Welenes
pero ese véttice se parccia tanto al de todos los dias
como el que esté viendo usted a un remolino en una
charca. Sino hubiera sabido dénde estibamos y Jo
tenfamos que esperar, no hubicse reconocido en
ague! sitio. Tal como lo vi, me obligé a cerrar in
Hiamente lor ojos de expento, Mis plrpados se apreteron
mo tiempo Ia presién de sus calderas. Nos hallabamos
ahora en el cinturdn de Ja resaca que rodea’ siempre el
remolino, y pensé que un segundo més tarde nos preci-
smos al abismo, cuyo interior vefamos borrosamente
de la asombrosa velocidad con la cual nos movie-
. El queche no dabe la impresién de flotar en el agua,
sino de flotar como una burbuja sobre la superficie de It
Un doscenso al Macltim wt
10, me senti mas tranquilo
céndonos # él. Decidido a no
de una buena par-
Jo que templs mis
pero lo que le digo
| vez piense usted que me 3
sobre lo magnifico
cs la verdad: Empecé a reflexi
que era morit de
ti
rofundidades aon a precio del
, ¥ la pena més grande que
Fantasias en un hombre colocado
en semejante s con frecuencia he pensado que
del barco on del vértice pudo trastor-
cabeza,132 gar Allan Poe
aquellas molestias... asi como los criminales condenados
4 muerte se ven favorecidos con eh
se les negaban antes de que se ‘ror ira la sent
»Imposible es decir cudntas veces dimos la vuel a al
cireuito. Corrimos y corrimos, una hora quizé, volando
mis que flotando, y entrando cada vez mds hacia el cen.
fos acercaba progresivamente 4
ior. Durante todo este tiempo no
ee la Ee me sostenia. Mi hermano,
estaba en la popa, indose aun pequefio batril vacio,
sélidamente atado bajo el compartimento de le Loved,
a nica cosa a bordo que la borrasca no habia
lo al mar. Cuando ya nos acercébamos al borde
del pozo, solté su asidero y se precipits hacia la armella
de Ia nla agonia de su terror, de desprender
mis manos, ya que no era bastante grande para proporcio-
nar a ambos un sostén seguro, Jamas he sentido ‘pena més
grande que cuando lo vi hacer eso, aunque comprendi
que su proceder era el de un insano, a quien
ha vuelto loco furioso, De todos modos, no hice ni
esfuerzo para oponcrme. Sabia que ya no importabe quién
de Jos dos se afecrara de la armella, de modo que se la
cedf y pasé a popa, donde estaba el barti No me costs
mucho hacerlo, porque el queche corria
bastante estabilidad, séla balancedndose
sas oscilaciones y conmociones del remolino.
habia afirmado en mi nueva posicidn, cuando: dimos us
brusco bandazo a estribor y nos precipitamos de pros
en el abismo. Murmuré presurotamente una plegaria a
Un descenso at Macistrém 153,
inclinada. Junté coraje y otra vez miré lo que me rodeaba,
»Nunea alvidaré Ia sensacién de pavor, espanto y ad-
niraci6n gue senti al contemplar aquella escena. Fl que-
che parecia cstar colgando, como por arte de magia, a
nitad de camino en el interior de un embudo de vaste
circunferencia y prodigiosa profandidad, cuyas paredes,
perfectamente lisas, hubieren podido creerse de ébano, 4
fo ser por Ta asombrosa velocidad con que giraban, y'el
livido resplandor que despedian bajo los tayos de la luna,
gue, en el centro de aquella abertura circular entre las
fmubes a que he aludido antes, se derramaban en un dilu
vio gloriosamente dureo a lo largo de las negras patedes
y se perdian en las remotas profundidades del abismo.
»Al principio me sent{
habfa soltado la
der observar nada con preci
era ese estallido general de espantosa grandeza. Pero, al
tecobrarme un tanto, mis ojos miraron instintivamente
hacia
jo, Tenfa una vista completa en esa direccidn,
la forma en que ef queche colgaba de la superficie
ada del vértice. Su quilla estaba perfectamente nive-
ale decir que el puente se hallaba en un plano. pa
al del agua, pero esta whtima se tendia formando
uun dngulo de més de cuarenta y cinco grados, de modo
gue parecia como si estuviésemos ladeados, No pude de.
itr de observar, sin embargo, pesar de esta situa
én, no me era mucho més dificil mantenerme aferrado
1 mi puesto que si el barco hubiese estado a nivel; pre
sumo que se debfa 2 Ia velocidad con que girdbamos
Los rayos de la lune parecian querer alcancar el foo-
do mismo del profundo abismo, pero atin ast no pude
ver nada con suficiente clatidad a causa de la espesa nie-
bla-que lo envalvia todo y sobre Ia cual se ceria un
magnifico ar
ite que, segtin los mi
‘empo'y Ia Eternidad. Aquella
‘cia sin duda por ef choque de las enormes paredes
‘nbudo cuando se encontraba en el fondo; pero no
que brotaba del abismo
ivamente me afetré con més fuerza al batril y cerré
los ojos. Durante algunos segundos no me atrevi a abrir.
los, esperando mi aniquilacién inmediata y me maravillé
de no estar sufriendo ya las agonfas de la lucha final com
el agua, Pero el tiempo seguta pasando. Y yo estaba.
La sensacién de cafda habia cesado y cl movimiento = °
1s embarcacion se parecfa al de antes, cuando estabam de describir cl a
en el cinturén de espuma, salvo que ahora se hallaba my. i ibir hasta elTOLLE Lt eee
wt Un descenso sl Maclstriim
antes que aparecfan cn
ia por Ia pendiente; bian sido’ tragados -y devi
ién del descenso no guardaba strém, La gran mayorfa de
Una y otra ver dimos la vuelta, no con un | da dela manera més extr
iban a veces a unos cuantos tun montén de astillas y esquit
ue supusiera que los
do en e
abrazo del remolino. Tanto Por-encima como por debajo f bien, iIgun:
de nosotros se velan f gmentos de embareaiones, gta: | neg eset sonar
men de construcc
flujo, segin fuera Me
ambos casos, que hi
otra vez al
que me iba acercando a
ible destino parecfa como si esa curios
»Al mismo tiempo hice tres observ.
La primera fue que, por regla ge
laibeta te pect mayor tamatio descendian més répi
yelocidades en el descenso hacia la espuma del fondo
aheto —me of decir en un momento dado— seré el
au
thora se precipite hacia abajo y desaparezca’y y un a
om después me quedé decepcionado al ver que los rumafio, una de
restos de un navio mercante holandés se Te adelantaban fu primera
y cafan antes. Al fi pus de haber hecho numerosas | tud. Desde que escapé de mi
de equivocarme invariablemente | del dis
me indujo a una nueva reflexién, y entonces me eché a } ‘al
temblar como antes, y una vex mas latié pesadamente me
corazén,
»No era el espanto el que asf me afectaba, sino el no
imiento de una nueva y emocionante esperanza, Sut
de Ja memoria y, en parte, de las cbservacion:
— qui
176 cémo un
“Sietos flora
tino he podido hal
leza, y haber errado todas, ocu. | muchas veces sobre estos temas con un viejo preceptor
a él conozco ¢! uso de las pal
ssanaeae
135
ue acababa de bacet. Recordé la gran cantidad de restos
‘entre vertiginosos balanceos | tados, desgarrados, al punto que daban la impresin de
Pero al mismo tiempo
que habfan sido completamente absor-
habfan penetrado en el re-
més adelantado de le marea, 0
habfan descendido tan lentamente
que no habjen alcanzado a tocar
ice antes del cambio del flujo o del re-
-. La segunda,
4que entre dos masas de igual tamatio, una esférica y otra
forms, la mayor velocidad de descenso co-
que yo habia observado
‘ees era la consecuencia natural de las formas de
indro, flo-
ofrecta mayor resistencia a su suc
con mucha mayor dificultad que136, idger Allan Poe
cealouier otro objeto del mismo tamafo, cualquiera fu
»Hiabfa ademés un detalle sorprendente, que contribu
en gran medida a reformar estas observaciones y m
naba de deseos de verifcarlas: a cada revolucién de nu
‘ra barca sobrepasshamos algtin objeto, como ser_un ba-
tril, una verga oun méstil. Ahora bien, muchos de
aquellos restos, que al abrir yo por primera vez los ojos
para contemplar Ja maravilla del remolino, se encontra
ban a nuestro nivel, estaban shora mucho més arriba y
daban la impresién de heberse movido muy poco de st
posicién inical
»No vacilé entonces en Io que debia hacer: resolvi ase
gurarme fuertemente al batril del cual me tenia, soltar
y, precipitarme al agua. Llamé
yermano medi
ites que pas
hice todo lo que estaba en
poder para que compre
diera lo que me disponia a hacer. Me parecié que al fn
entendia mis intenciones,
cabeza con desespetacién,
dero 1
leno de amargura, lo abandoné
bari das. sujetado a la
ovedilla y me lancé con él al mar sin un segundo de
ia,
resultado fue exactamente el que esperaba. Puesto
smo Ie estoy haciendo este relato, por Jo cual
yya sabe usted que escapé sano y salvo, y ademds est
terado de cémo me las atreglé para escapar, abreviaré
fin de Ia historia. Habria transcurrido una hora 0 cos
asi desde que hiciera abandono del queche, cuando Io
‘gran profundidad, girar terriblemente tres 0 cuatro
ces en répida sucesién y ptecipitarse en linea recta en
‘aos de expuma del abismo, llevandose consigo « mi
rido hermano, El batril ab cual me habia atado desc
"Ver Arqutmedes, De Incidencibus in Pluido, Wb. 2
Un descento al Maclsttém 137
apenas algo més de Ia mitad de la distancia entre el fondo,
del remolino y el lugar desde donde me habia tirado al
2, ¥ entonces empezd a producirse un gran cambio en
aspecto del vértice. La pendiente de los lados del enor-
‘me embudo se fue haciendo menos y menos escarpada,
Las revoluciones del véttice disminuyeron gradualmente
su violencia. Poco a poco fue desapareciendo Ia espuma
y el arco iris, y parecié como si el fondo del
no habia viento y la luna Hlena resp
cuando me encontré en la superficie del océano, a
na vista de las costas de Lofoden y en el lugar donde
habia estado el remolino de Moskoe-stréim. Era la hora de
calms, peto el mar se encrespaba todavia en gigantes-
cas olas ‘por efectos del huracan. F
negro como ala de
auervo la vispera, estaba tan como lo ve usted
ahora. También se dice que la expresin de mi rostro ha
smbiado. Les conté mi histotia... y no me ereyeron. Se]
in mayor esperanza de que le
I que le concedieron los alegres pesca
dores de Lofoden.»