CAPITULO II
LA CONCEPCION DEL MUNDO
DE LOS PENSADORES GRIEGOS
Con Ferécides de Siros, que vivié en el siglo VI antes de
., aparece una personalidad en la vida espiritual e
jectual de Grecia en quien se puede observar el naci-
iento de lo que en las siguientes Iineas llamaremos
‘oncepto del Mundo y de la Vida”. Lo que Ferécides
\s ha de decir sobre los problemas del mundo atin se
rece, por un lado, a los relatos mitico-simbélicos de
‘a época anterior a la de la btisqueda del concepto cien-
tifico del mundo y, por otro lado, su representacién con-
mediante pensamientos. Ferécides todavia se representa la
Tierra con la imagen de un roble alado que Zeus envuel-
ve con las tierras, océanos y rios de la superficie, como si
fueran una especie de tejido. Considera al mundo
impregnado por la actividad de entidades espirituales de
las que habla la Mitologia griega.
Sin embargo, Ferécides habla también de los res prin-
cipios del mundo: de Cronos, de Zeus y de Ctonia. A lo
largo de la historia de la filosoffa se ha discutido mucho
sobre lo que tendrfa que entenderse con esos tres princi-
pios. Y como las fuentes histéricas relativas a lo que
Ferécides queria decir en su Heptamycos son contradic-
torias, se comprende que las opiniones actuales tampoco
estén de acuerdo. Si reflexionamos sobre lo que tradicio-
nalmente se halla escrito sobre Ferécides, nos produce la
impresién de que en él podemos observar realmente el
aninicio del pensamiento filos6fico, pero que dicha obser-
vacién es dificil, porque sus palabras han de tomarse en
un sentido muy alejado de los habitos mentales del pre-
sente y cuyo significado todavia ha de investigarse.
Ferécides llega a su concepcién del mundo de modo
distinto al de sus predecesores. Lo importante es que él
siente al hombre como una entidad dotada de alma de un
modo distinto al de épocas anteriores. Para la concepcién
del mundo anterior a él, la palabra “alma” carecia todavia
del significado que se le atribuy6 en posteriores concep-
ciones de la vida; tampoco tuvo Ferécides la idea del alma
que predomina en pensadores posteriores. El sencilla-
mente siente el elemento animico del hombre, mientras
que los pensadores més tardios quieren hablar de él con
claridad (en forma de pensamiento) y tratan de caracteri-
zarlo en términos intelectuales. Los hombres de épocas
anteriores no separan todavia su propia vivencia animica
humana de la vida de la naturaleza. No se sittian como
una entidad particular que corre paralela a la naturaleza.
Lo que hacen es vivenciarse a sf mismos en el seno de la
naturaleza, igual como experimentan en ella el rayo y el
trueno, la formacién de las nubes, el curso de los astros 0
el crecimiento de las plantas. Lo que mueve la mano del
hombre en su cuerpo, lo que le sitéa el pie sobre el suelo
y le hace andar, pertenece, segtin el hombre prehistérico,
a la misma esfera de fuerzas cOsmicas que produce tam-
bién el rayo, las formaciones nubosas y todos los demas
acontecimientos externos. Lo que el hombre sentia en esa
etapa podria expresarse diciendo: “Algo produce el rayo,
el trueno, la Iuvia, mueve mi mano, hace que el pie dé un
paso, mueve el aire que tengo en mi interior, me hace vol-
ver la cabeza.” Si uno expresa lo que experimenta de esa
forma, tiene que utilizar palabras que, a primera vista,
parecen exageradas. Pero solamente con estas palabras
podremos captar plenamente los verdaderos hechos.
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1 hombre que posee tal imagen del mundo vivencia
a Iluvia que cae a la tierra, la accion de una fuerza que
tros en nuestra época habriamos de llamar “espiri-
¥y que él la siente de la misma indole que la poten-
que se experimenta cuando vamos a ejercer cualquier
0 de actividad personal. Es de gran interés descubrir
este tipo de representacién podemos hallarlo de
evo en Goethe en sus afios juveniles, si bien con la
izacién natural que tiene que asumir como persona-
d del siglo XVII. En el ensayo de Goethe, “La
turaleza”, podemos leer:
“Ella me ha situado en la vida. También ella me con-
Juciré fuera de la vida. A ella totalmente me conffo. Ella
ede hacer lo que quiera conmigo. No odiard su traba-
io. No fui yo quien habl6 de ella,no; lo que es cierto y lo
es falso, todo, ha sido hablado por ella. Todo es culpa
suya, todo es su mérito.”
ara hablar como lo hace aqui Goethe es necesario sen-
irse uno mismo, en su propio ser, sumergido en la natu-
raleza como un todo y luego expresar esta sensaci6n en
una reflexion mental. Del mismo modo que pensaba
Goethe, sentia el hombre de la época antigua, aunque sin
transformar su experiencia animica en pensamiento; en
lugar del pensamiento, se configuraba en su alma la ima-
gen simbélica. Si observamos la evolucién de la humani-
dad, legaremos a un periodo en que las vivencias pro-
pias del pensar todavia no habian nacido; y cuando con-
templaba los acontecimientos del mundo, surgia en el
alma del hombre la imagen simbélica. La vida del pensa-
miento nace en el hombre en una época determinada,
produciendo la extincién de la anterior vivencia del
mundo en imagenes.
Para los hébitos mentales actuales parece aceptable
imaginar que el hombre, en periodos arcaicos, hubiera
observado los elementos naturales, el viento, las condi-
37ciones atmosféricas, el crecimiento de las semillas, el
curso de los astros, y luego hubiera inventado poética~
mente las entidades espirituales, consideréndolas las
activas creadoras de esos acontecimientos externos. Esta
muy lejos del modo de pensar contempordneo el recono-
cer que el hombre, en épocas antiguas, vivenciaba esas
imagenes de la misma manera como el hombre de épo-
cas posteriores vivenciaria el pensamiento, es decir, como
realidad animica.
Poco a poco se llegaré a reconocer que, en el transcur-
so de la evolucién de la humanidad, ha tenido lugar una
transformaci6n de la organizacién interna del hombre.
Hubo un tiempo en que los érganos sutiles de la natura-
leza humana, que hacen posible el desenvolvimiento de
una vida pensante interior y separada, todavia no se
habfan formado. En esa época, el hombre posefa, en su
lugar, érganos que le hacian surgir dentro de él, en
forma de imagenes, lo que vivenciaba al convivir con el
mundo.
A medida que esto vaya comprendiéndose, brillard
nueva luz sobre el significado de la Mitologia por una
parte, y sobre el de la produccién poética y de la vida
pensante, por otra. Cuando surgié la vivencia del pensar
interior independiente, se produjo la extincién de la
vivencia en imagenes. El pensamient nvirtid en el
instrumento de la verdad. En él sobrevivid, sin embargo,
s6lo una rama de Ja antigua vivencia imaginativa, que
habia hallado su expresién en el Mito. En otra rama con-
tinué viviendo, en las creaciones de la fantasia y de la
imaginacién poéticas, la vivencia imaginativa extingui-
ee sme uaa, como una palida sombra de su anterior
xistencia. La fantasia poética y la concepcién pensante
del mundo son las dos hijas de una misma madre: la anti-
gua vivencia en imagenes, que no debe confundirse con la
vivencia pottica.
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Lo esencial en todo esto es la transformacién de la mas
sutil organizacién interna del hombre, que originé el
comienzo de la vida del pensar. En el arte y la poesia, el
pensamiento no acttia como tal; en ambos la imagen con-
tinua ejerciendo su influencia, pero tiene en la actualidad
una relacién distinta con el alma humana, de la que tuvo
cuando desempefiaba su papel en la funcién cognosciti-
va. Como pensamiento mismo, la vivencia animica aparece
s6lo en Ia filosoffa que va emergiendo. Las otras ramas
vida humana se transforman a su vez, de un modo
into, cuando el pensamiento comienza a gobernar en
campo del conocimiento.
El progreso en la evolucién humana caracterizado por
este proceso se relaciona con el hecho de que el hombre,
ya desde el principio de la vivencia del pensar, tuvo que
sentirse a sf mismo de una manera muy distinta que antes,
como una entidad separada, como “alma”. En el Mito, la
imagen se vivenciaba de tal modo que uno la sentia en el
mundo exterior como si fuera una realidad con la que se
convivia y se estaba unido. Con el _pensamtiento y con la
imagen poética, el hombre se siente a si mismo separado
ie la naturaleza. En la vivencia del pensar el hombre se
te como algo en lo que la naturaleza no puede parti-
x del modo en que él lo vive. La sensacién definida
del contraste entre la naturaleza y el alma va naciendo
gradualmente.
En la civilizacién de los diferentes pueblos, esa transi-
cién de la antigua-vivencia imaginativa a la vivencia del
pensamiento tuvo lugar en perfodos distintos. En Grecia,
podemos observar con claridad esa transici6n si dirigi-
mos nuestra atencién a la personalidad de Ferécides de
Siros. Ferécides vive en un mundo de representaciones
en el que la vivencia de la imagen y la del pensamiento
se hallan en un cierto equilibrio. Sus tres ideas principa-
les, Zeus, Cronos y Ctonia, 0 Gea, son s6lo comprensibles si el
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