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MINISTERIO DE EDUCACION Y JUSTICIA DIRECCION GENERAL DE CULTURA DEL INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIONES FOLKLORICAS REPUBLICA ARGENTINA BEPUBLICA ARGENTINA Prestdente de la Nacion Exemo. Dr. ARTURO FEONDIZI MINISTERIO DE EDUCACION ¥ JUSTICIA DE LA NACION ARGENTINA Ministro de Educacién y Justicia Exemo. Dr. LUIS R. MAC KAY DIRECCION GENERAL DE CULTURA Director General de Cultura Prof. HECTOR BLAS GONZALEZ INSTITUTO NACIONAL DE INVESTIGACIONES FOLKLORICAS Director JULIAN CACERES FREYRE Secretarlo BRUNO C. JACOVELLA Secolén Folklore Jefe SUSANA CHERTUDI Investigadores JESUS MARIA CARRIZO - GUILLERMO PERKINS HIDALGO JOSE AUGUSTO RODRIGUEZ Auniliares de Investigacion CARLOS DELLEPIANE CALCENA - OFELIA B. ESPEL OLGA FERNANDEZ LATOUR Secelém Lingitistica Tnvestigador RICARDO L. J. NARDI Adseriptos honorarios HORACIO JORGE BECCO - AUGUSTO RAUL CORTAZAR. JORGE M. FURT - ANTONIO PAGES LARRAYA VESTIMENTA ARGENTINA Por Maria Detta MintAn DE Pauavecino Para un estudio cronolégico de la indumentaria que estuvo en uso en nues- tro suelo, se han debido investigar fuentes de tres é¢pocas: prehispinica; las erénicas y las noticias histéricas y etnogréficas, abarcando desde los cor 1z08, del siglo xvr hasta el fin de Ja colonia; y finalmente desde el periodo de la independencia hasta el tiempo actual. Epoca pREHISPANICA Para ordenar los datos mas antiguos, los correspondientes a los tiempos arqueolégicos, se ha contado con los ajuares funerarios, o fragmentos de ropajes. Sobre la base del andlisis, pueden ser determinados los tipos del tejido, de los textiles, los colores y algunos otros rasgos tipicos. Las pictograffas constituyen un legado de informacién objetiva, destacando diversos aspectos de la vestimenta y de las costumbres de vida de los pueblos que realizaron esas pinturas historiogrificas. Se registran escenas ceremonia- les, guerreras, cacerfas; donde aparecen formas especiales de la vestimenta y del adorno personal. Desde el extremo de Jujuy a Patagonia se encuentran numerosas grutas como las de Carahuasi en Salta y Cerro Colorado, en Cérdoba. Diferentes en un todo, de la indumentaria que puede ser ordenada, repre- sentaciones de las pictografias, pero correspondiendo también a ese tiempo ar- queolégico, ofrecen documentacién clara las estatuitas vestidas. Son estatuas de gran riqueza plistiea, euyas ropas, por su disposicién sobre el cuerpo, por sus abrochados 0 cierres, y por sus formas en la decoracién y en trenzados, per- miten inferir el uso del cuero como elemento para pollerines, cinturones, pe- quefias manteletas, bandas terciadas en banderola, El instrumental de hueso, consistente en agujas, punzones y alisadores, corroboraria la hipétesis de que, durante un perfodo de la vida de esos pueblos (atin no fechado en su antigiie- dad por los prehistoriadores y por lo tanto no fijado en el tiempo) corrobo- rarfa, digo, que el euero fué la materia prima a le que se recurrié mas frecuen- temente para las vestimentas. El tocado y el peinado figuran notablemente cuidados, més que la pin- tura y el tatuaje facial. Usaron, —aunque en muy pocos casos—, algunos tipos de redes, de tée- nica muy simple, redecillas para el tocado, y otras mas gruesas como bolsas de transporte, estas ‘iltimas tal como hoy las usan los indios chaquenses. 95 Las estatuitas modeladas, cuyos hallazgos estén marcados en el 4rea central del pais, cuentan con una copiosa bibliografia; pero nunca fué abordado su es- tudio en el sentido del andlisis de una indumentaria antigua. De acuerdo con esta ordenacidu cronolégica y de distribucién geogréfica para los tipos y elementos integrantes de la indumentaria prehispénica, queda establecido que en el extremo uoroeste el vestido estaba integrado por prendas de lana tejida, consistentes en una tinica de lineas rectas, que las mujeres usa- ban mas larga, bajando hasta los tobillos, una manta colocada sobre los hom- bros, una faja para cefiir la ténica, hecha con menudos dibujos y en ciertos colores y adornos trenzados, tejidos, 0 de plumas que, a modo de tocado, servian de distintivo regional. La manta y la camiseta (como le llaman los espafioles) eran casi siempre de color tostado, el color natural del guanaco y la vicufia, lana de la cual estaban hechas, casi sin excepeién, dichas prendas. El calzado consistia en ushutas (sandalias) de euero. Muy en boga estaba el adorno con- sistente en penachos de plumas, vinchas y collares de piedras pequefias, de lépizlazuli, chaquiras y malaquita, nueces silvestres, huesos, valvas, adornos labrados. Con oro, plata, y més tarde bronce, labrados, se trabajaban pulseras, pla- cas, pectorales y también discos metalicos para ser cosidos a las vestiduras. Mientras tanto, los antecedentes arqueolégicos reunidos para el estudio de Ja indumentaria en la mesopotamia, contrastan por su carencia de elementos del vestido y el conocimiento apenas rudimentario en la manufactura de redes, con y sin nudo. Se registra ademas como un elemento para el vestido, el uso del cuero trabajado en lonjas trenzadas. Periopo COLONIAL La segunda informacién extractada de las noticias histéricas dadas por los primeros Viajeros y cronistas, a partir del siglo xvt, son las fuentes escritas que contribuyen a coordinar y confirmar aspectos ya revisados en las colec- ciones arqueolégicas, enriqueciéndose con datos precisos el uso particular de los trajes de los indigenas. Forma parte de esa documentacién escrita —que abarca mis de dos si- glos— las memorias y cartas de los misioneros religiosos, dirigidas a sus Provinciales. El conjunto de documentos civiles, religiosos, legislaci6n, Actas de los Ca- bildos, listas de importacién y exportaci6n, son valiosos aportes para la cons- truccién més clara del cuadro de los elementos que integran la vestimenta criolla: trasuntan lo que es s6lo comin de uso en las ciudades, los estilos que visten los pueblos misioneros y el desarrollo de una industria textil incipiente dirigida con experiencia. La carta de Luis Ramirez de 1528 dirigida al Rey testimonia la exigiiidad con que cubrian su desnudez los habitantes de la zona oriental: ‘‘Todo su tejido y vestido se reduce a pequefios pafietes de algodén tejido y cuerdas y algunaa redes’’. Condicen las noticias con restos de antiguas alfarerias. Schmidel (1535) dice que algunos grupos riberefios del Parand, los Chana por ejemplo, tienen algan indumento y que las mujeres timba Hevan un cierto pafio de algodén que les cubre del ombligo a las rodillas. Habla también de la hamaca de red. 96 Otros grupos, como los Xarajes, han sustituido el vestide por tatuaje o pintura corporal, con la cual cubren la mayor parte de su cuerpo; y realiza- das con tal precision y seguridad como si estuvieran hechas sobre la base de un patrén. Brazos, piernas, pecho y espalda son artisticamente cubiertos con sus tipicos dibujos. Las usan hombres y mujeres. Todos los grupos que vivieron en las zonas riberefias del Parané o del Uruguay, hasta el limite brasileiio usaron la hamaca de red. Las tejfan ellos mismos, 0 como en algunas prendas muy sumarias de algodén, las obtenfan por trueques de otros grupos de la zona del Chaco Paraguayo. Schmidel, de cuyo itinerario estin extractadas y ordenadas estas notas, sefiala el uso del tipoy de algodén, la tipiea prenda de estilo amazénico, te- jido por las mismas mujeres entre el grupo amazénico instalado en el norte y hacia los bordes orientales cordilleranos. En todas las referencias hist6ricas del siglo xv1 y xvm se advierte clara- mente que las erénicas remarean el fuerte contraste de los pueblos; vestimenta rica del oeste, en oposicién a la ‘‘gente desnuda’ como Uamaban a los habi- tantes del drea oriental y surefia. Sobre aquella vieja imagen de la vestimenta arqueolégica, més tarde des- eripte por los primeros viajeros, se superpone otra coincidente por el tema y en el mismo fmbito: la indumentaria usada por los conquistadores y primeros colonizadores. “La tradicién considera al conquistador como un héroe de leyenda y creo que lo es, en caravanas minimas de tropas fatigadas y polvorientas, despla- z4ndose cansadamente por el desierto o por territorios de tribus hostiles, siem- pre con la espada al aleance de la mano, siempre con el arcabuz listo, teniendo que mirar cada dia por el sustento, lejos de todo socorro y sin otra espe- ranza que la del propio esfuerzo, rodeados del mayor silencio, pero bien vigi- lados por los indigenas, ocuparon tierras cuya extensién hoy, todavia, nos asombra”’. Los aborigenes veian pasar aquellos grupos de hombres que vestian arma- auras, caseos, sombreros emplumados, calzas, rodela y espada, cruces, condeco- raciones, figuras ecuestres con los arreos propios del siglo xv y XVI. Un alto del camino est indicando la fundacién de una poblacién en el habitat de juries, diaguitas, puncfios, guaranies y guaranizados; el fuerte, la ciudad y el curato fueron las etapas de esa progresiva instalacién y dominio del medio, que penetrando la masa india con su modelo de cultura forjaba una sociedad; entre muchos otros rasgos particulares ocupa un alto lugar el de la vestimenta, Asf se jalonaron durante el siglo xvt las fundaciones de fuertes, ciudades, reducciones, pueblos, encomiendas, mercedes y feudos. (Sancti-Spiritus, 1527; Buenos Aires, 1536-1580; Corpus Cristi, 1536; El Barco, 1350; Cafiete, 1560; Santiago del Estero, 1553; Mendoza, 1562; Nuestra Sefiora de Talavera, 1567; Cérdoba, 1573; San Luis 1593; La Rioja, 1591; Jujuy, 1593; Salta. 1582). Estas conocidas referencias histéricas nos sefialan a partir de entonces el uso generalizado del traje y la adopcién de rasgos de la moda espafiole. Paralela- mente con la organizacién civil, politica y religiosa se estructuran la vida de Jas comunidades, en toda América; desde los primeros tiempos se desarrolla el comereio local y de exportaci6n en torno a los tejidos y prendas del vestuario, como uno de los renglos principales. 97 La extraordinaria obra evangelizadora comenzada por los jesuitas en la segunda mitad del siglo xvr fué de una importancia vital para la introduceién de la civilizacién espafiola en América. Las estancias jesuitas constituian distritos cerrados en los que los indios evangelizados aprendian un oficio. ‘‘Habia en la distancia de 700 leguas mas de 500 jesuftas repartidos en 12 colegios, una Casa de residencia, mas de 50 es- tancias y obrajes que son otros tantos colegios y lugares formados de crecido nimero de esclavos sirvientes”’. El obraje se lamé al taller en el que los telares eran manejados por los indios, tejiendo cordellate, bastilla, paiiete, estamefia y lienzo, En algunas estaneias un foso rodeaba el limite de ésta, para impedir que el ganado se alejara y para poder resguardar mejor al ganado del corral, las ovejas que proveian la lana. En la ciudad de Esteco habfa instalados 20 telares y habfa mas de 200 hi- landeras de lana y algodén. En los puestos de las estancias ‘‘de arrimo’’ al Parana, se hilaba algodén; en Yapeya, en 1628 ‘‘se han asentado dos telares de lienzo de algodén que tienen de cosecha y tejen en ellos muchas varas con que se van cubriendo la desnudez los indios’’. En el oeste cordobés y La Rioja (1628) en las misiones rurales ‘‘estancias que llaman ‘‘pueblos de los algarrobales’’ donde hay pastores y obraje de pafio, en beneficio de nuestra lana’’. En la zona cuyana, en Guanacache (1643) en los telares del obraje se ha- cfan tejidos de lana y algodén, como ser estamefia, cordellate, lienzo. Otras no- tieias dan cuenta de ia eseasez de telas importadas: ‘‘no suele haber en la tierra de que se puedan vestir los nuestros, ni pafio alguno y asi se visten de ordinario lienzo de algodén teiiido, y la tinta es dificultosa de dar y con facilidad se deslustra”. Se percibe la fabrica y el obraje tanto en las misiones jesuiticas como en las reducciones eiviles, y se comprueba que durante el siglo xv y hasta me- diar el siglo xvii era una de las principales actividades el arte textil indigena y de cardcter espaiiol. Cuando en la carta de un cronista se lee que en los obrajes se hacen ‘‘pa- fios, frazadas, sayales y bayetas, sombreros, cordohanes y suelas, hacense paiios de arte, reposteros y alfombras””, se nos esté hablando de tipicos tejidos espa- fioles del siglo xv1. En los obrajes se tejfan telas para trajes de espafioles, de sacerdotes, de indios, para ornamentos religiosos, ajuar del hogar; se mencionan las telas di- chas y manteles, frazadas, alfombras. Verdad es que pronto hubieron de necesitar los espafioles en tierra ame- ricana telas que no podian proveerse desde la peninsula por dificultades de una importacién regular y stificiente; y con géneros criollos debieron reempla- zarlos para sus trajes. Durante el siglo xvi debe sefialarse otro hecho muy interesante y de ca- racter particular en Ja historia de la indumentaria argentina: el otorgamiento —por parte del conquistador— del traje europeo entre los indigenas, para ser usado en determinadas ceremonias; la legislacién prohibitive para los indigenas de determinadas prendas del vestido espafiol; y por otra parte, los indios de- terminados en algunos casos a copiar las modas espafiolas y en otros @ volver a sus antiguas ropas como acto de rebelién. 98 Los veeinos feudatarios y las reduceiones estaban organizadas. ‘Cada pue- blo era como una estancia de hoy. La masa indigena no era ya pura, ni salvaje, sino criollos 0 indios acriollados, indios con disciplina, actividades y costum- bres un tanto peninsulares, Vestian muchos como los espafioles aunque, como eran pobres, andaban con los pies desealzos y en la cabeza s6lo una montera. Pero algunos como en Gastona, Tucumén, norte argentino, por ejemplo, no sélo querian hablar castellano, sino también andar vestidos con medias, zapatos, sombreros y capas, como los hidalgos espafioles””. Este tipo de hecho fué interpretado por los espafioles como abuso y un atentado al orden social, en enya defensa se dictaron diversas ordenanzas que reglamentaban los tipos de vestimenta correspondientes a indios, mestizos y negros. En los Libros Canitulares (1691) del Archivo Provincial de la Provineia de Catamarca dice: “cme muchos indios se habfan introdueido a espafioles y a mestizos libres, vistiéndose con el traie de los espafioles, es decir con capa, cuellos, medias y zanntos, cavendo cl cabello hasta la cintura, siendo asf que sus traies son el cahallo al hombro v mantas o canas sin cnellos: desealzos de pie y piernas..."? “Fn enya consideracién se manda ane Jos indias estantes y habitantes de esta cindad y su inrisdiceién se corten el cabello y ane los aur estuviesen calzados de pie y pierna se desealeen y corten los cuellos de las canas y visten cl traic ala usanza de los indios, dentro del tercer dia de la Publicacién de este anto. bajo nena de cinenenta azotes que inviolnblemente serdn aplicados en Ia plaza por la omisién y desobediencia. No se permitia a los esclavos ni afin a los libres con mezela de negros usar otras ronas ame la trabaiada en el pais, ane era bastante erosera. Acarctte, en el afio 1657 dice del traic de negro y de indios: ‘Tes est prohibido usar el traie espafiol, siendo oblieados a vestirse de manera diferente. con nna tiiniea eefiida, sin mangas, que Tevan sobre Ia camisa...; sus pantalones son anchos abajo, a la moda francesa; van desnndos de nie y piernas. Los negros y mula- tos, estando al servicio de los expafioles, se visten seaiin a moda espafiola. En la zona vecina. casi en Ia misma época. el falso inca Bohorcmez, inci- tando a los indios a la rebelién, en el gran alzamiento de los calchaquies, a fines del siglo xvi “ha mandado a los indios que se suban a los cerros y dejan erecer el pelo y vistan sus corrapichueles y anden desealzos, que vistan sus camisetas y sus mantas”’. Conesloreorvo dice: ‘No permiten a los esclavos y atin a los libres que tengan mezela de negros, que usen otra ropa aie la que se trabaja en el pais que es bastante grosera... cierta mulatilla de Cérdoba. muy adornada. a auien enviaron a decir las sefioras cue vistiese segvin su calidad y no habiendo hecho caso de esta reconvencién la dejaron desenidar y Naméndola una de ellas a su casa, con otro pretexto, hizo aue sus criadas la desnudasen, azotasen, cuema- sen a su vista las galas y le vistiesen Ins que corresnondian por su nacimiento...”” (muchas veces negros criollos de las Temporalidades; fines del siglo xvmt). “En la jurisdiccién de Cérdoba y La Rioja se trabajaban lienzos de al- godén de inferior calidad y que s6lo se podfan dedicar a los esclavos y se ven- dian a tres reales la vara”, siendo industria de las gentes del campo. Por lo que tan estrechamente relacionado esta con el tema de la indumen- deben sefialarse, aunque ahora sumariamente, algunos aspectos del co- taris 99 mercio interno, externo y de ultramar, sustentando en buena parte por las prendas tejidas y las materias textiles. “Bl comereio del Paraguay, Rio de la Plata y Tucuméu tenia establecido relacién estrecha con el Pera y el intercambio que favorecia a ambos se resintié eon la guerra de los calchaquies; no se podian enviar ni hacienda, ni lienzv que se tejfa aqui y sin poder recibir tampoco los géneros que se tenian por valor de doscientos cincuenta mil pesos de tributos”’. Llegé a faltar la moneda, que fué sustituida por dos productos eriollos con uno espaiol, originandose una forma de trueque. Ios valores eriollos fue- ron la yerba mate, lienzo de algodén (aunque en todas las dreas se producian como la guaranitica), valido en todos los centros comerciales. El ‘‘lienzo de la tierra’’ representa el tejido de mayor difusién en toda América, en todos los lugares donde estaban establecidos los obrajes; lienzo de Cochabamba, lienzo de Quito, pero lo més comin para designar el tejido de las misiones y tejido con el algodén cosechado es el mencionado en Jos documentos con la desig- naei6n de ‘‘lienzo de Ia tierra’’. E] produeto espafiol que sirvié de moneda incluye toda Ja ferreteria y metal ‘itil para la labranza, construecién, ete. Tn paquete de clavos, una cazuela, son de valor inapreciable. Ya desde mucho tiempo atras, més de dos siglos, consta su equivalencia en la Declaracién de Don Juan de Garay —Santa Fe— 1583. Hay tanto ganado que la vaca vale un peso y medio arriba de la moneda de la tierra. El ganado se aumenta aunque los precios van menoscabando. Una becerra de un aiio se vende a dos varas de lienzo (4 reales); 1 potranca 1 vara o ‘‘lienzo de algodén. (dos o 3 reales) 1 cabra 1 vara (1 real); 1 oveja, 2 y media varas (5 reales) Matz, 1 vara lienzo’’. Superada esta etapa de escasez de moneda, en la que las varas de lienzo actfian como unidades de valor en los trueques y que en realidad no constitu- yen més que un episodio transitorio en el ambiente comercial de la colonia; se abre en el siglo xvm un perfodo mmevo en la vida econémica de esta parte de América. Es el perfodo de la explotacién intensiva del ganudo cimarrén; y es la época de gran desarrollo organizado de la vaqueria y del trénsito comercial a través de la zona central del pais, El ganado alzado de los primeros tiempos de la conquista, libre de enemigos naturales y en el apropiado suelo de las di- Jatadas pampas, procrea millares dle cabezas de ganado cimarrén, constituyendo uma cantidad tal de rebafios que ningiin europeo pido jamas sofiar. A fines del siglo xvm, se calenla en 43 millones las cabezas de ganado vacuno aduefiado de Jas Hanuras en el periodo de su expansién maxima. La apertura del Rio de la Plata al comercio directo con Europa, determiné una explotacién destructiva por la matanza indiseriminada de vacunos para la extraceién del cuero y del sebo. Los hombres dedicados a la tarea de la caza (vaquear, vaquerias) y faena- miento del ganado constituian un niicleo muy importante y caracteristico. Azara establece ya distintamente dos categorias sociales en el uso de las prendas: “La gente campesina ocupada en la poca agricultura, principalmente en el pastoreo, aunque los mas sean espafioles, no reparan en servir de jornaleros ala par de los indios, pardos 0 esclavos, ya por ser gente més sencilla y de menos ventolera o vanidad, ya porque los trabajos del campo tienen menos 100 testigos que puedan ocasionar venganzas, o ya porque sus tareas son conformes a sus preocupaciones 0 caprichos, que repugnan geueralmente servir a la mano o inmediatamente. Los que son acomodados usan chupa o chamarra, chaleco, cal- zones, calzoneillos, sombrero, calzado y un poncho, que es un pedazo de tela de Tana 0 algodén fabrieado en las provincias de arriba, ancho siete cuartas, largo doce y con una raja en medio para sacar la cabeza, y los peones o jornaleros y gente pobre no gastan zapatos; los mas no tienen chaleco, chupa, ni camisa y calzones, cifiéndose a los rifiones una jerga que Haman chirip4; y si tienen algo de lo dicho, es sin remuda y andrajos, pero nunea les faltan los ealzon- cillos blancos, sombrero, poncho para taparse y tinas botas de medio pie saca- das de las piernas de los caballos y vacas"” “Por supuesto que las mujeres van descalzas y andrajosas, asemejandose en_un todo a sus padres y maridos, sin coser ni hilar nada”. ‘Tos hombres andan vagos y desnudos corriendo tras las fieras y toros...’” Relacionado con el medio ecolégico fuertemente determinado con el trabajo campero y en el lapso que comprende desde el siglo xvi hasta después de la’ independencia, hacen su aparicién dos tipos de indumento maseulino de uso conriin entre campesinos espafioles. Uno de los trajes usados en la penin- sula, es el que Mevan los pastores de Extremadura, integrado por prendas eon- feccionadas con cuero; el otro traje se ubica hasta ahora en las Tslas Canarias y es en wn todo semejante al conocido traje del gaucho. Ambas vestimentas son adecuadas para las tareas #anaderas, se difundieron aqui, en las zonas de Jas Nanuras, donde la equitacién constituye Ia forma aliada imprescindible para cumplir las labores a grandes distancias. El primero mencionado, el traje de cuero (en uso vigente) estd eonstituido por varias prendas que pueden ser levadas integrando wn conjunto o en forma aislada. Estas diferencias se basan en las distintas tareas a cumplirse de a ca- ballo, en el corral, ‘‘correr el monte’’ o ‘‘campear’’. A continuacién las enu- mero y deseribo sumariamente. Ellas son: caleto, sombrero retobado, quarda- caleén, pernera, culero, bota « ojota. El coleto, es un saco de forma rastica, hecho con el cuero casi entero del vacuno, recortado apenas lo correspondiente a los remos y conservando todo el vuelo para el espaldar facilita los movimientos del jinete; a caballo le Mega més abajo de las rodillas; por delante cierra con botones de cuero o atadura de tiento; las mangas son muy largas y caen sobre el dorso de la mano, cu- briéndola. El jinete las sujeta juntamente con las riendas, sobre sus palmas. El sombrero esté retobado, vale decir que al fieltro de a copa se le ha dado un forro exterior de enero, Crando el sombrero esté hecho, copa y ala, todo de enero, se le lama casca. Guardacaleén 0 caracantina es la especie de delantal abierto al centro, mediante un corte longitudinal, que llega desde el ruedo hasta cerca de la cin- tura; cae hasta cerea de los tobillos; en su borde inferior est tajeado, for- mando como flecos del mismo enero. Polaina 0 pernera es semejante al guardacalzén, aunque més sencillo y cefiido; hacia la mitad de la longitud de cada pernera Leva tientos para ser ajustados a la pierna, La protecein del hombre contra el medio del bosque espinudo le obliga a una vestimenta defensiva. El caballo también tiene un equipo protector, el 101 Dibujo 1.—Vestimenta de cuero. Sombrero retobado en cuero; coleto; delantal y guardacalzén. 102 guardamonte, que es un par de inmensas solapas cortadas en cuero crudo, sin pelar y calzadas en el arzén delantero, cubre los costados del caballo, como también Ja parte inferior del cuerpo del jinete hasta la altura de la cintura. Ciertamente el guardamonte no es prenda del atuendo personal mismo, pero si integra un conjunto que da al jinete y cabalgadura una silueta caracteristica. Este traje fué usado por criollos y aceptado de inmediato por los grupos indigenas que poblaban las Hanuras del sur; lo sobrevaloraron con manufac- tura labrada; por el conjunto de los datos, sus nombres y destino del uso, re- sulta evidente su adaptacién entre grupos indigenas. El indumento de cuero es de definido carécter; las causas que determi- naban su uso son bien claras a través de los documentos que desde fines del siglo xvi, resultan eslabones que demuestran las cireunstaneias en las cuales era levado por tropas de vaqueadores o de indios acriollados, y por las que persiste aun hoy. La adopeién del traje de cuero entre los indigenas est& claramente defi- nida en esta nota del Archivo de Sevilla: ‘'y se an echo a ora poco tiempo a “esta parte de armas que no an ssido del usso de las de su nacién’’ (se refiere a indios pampas) “porque sus armas fueron vola de piedra que de a cavallo tiravan y que aora ademés de las dichas volas usan lanza y adarga y tienen armas defensivas como son pettos de cuero y colettos’’... p. 94, Arch. Cér- doba 1680. ‘*...y conosido de muchos afios a esta parte a los dhos Indios pam- pas andas armados con coletas de cuero de toro...’ p. 99 Rev. Arch. Hist. 1944 afio 1680, eseritura consegnida por Cap. Don José de Cabrera y Velazeo, hijo de Don Gerénimo Luis de Cabrera. Su uso, segin las versiones documentadas, pertenece a los Ambitos boscosos © montuosos, donde se cumplen labores relacionadas con la ganaderia; su apa- ricién en América corresponde al ciclo ecuestre y la etapa de desarrollo cultural ganadero. Desbordando el 4mbito de nuestro territorio sobre otras reas boscosas y en un estilo de vida semejante a la del ‘‘melero’’ y del ‘‘fronterizo” de la Ar- gentina, también el atuendo de cuero es indispensable y se repite nuevamente en el Chaco boliviano y en el ‘‘sertao’’ brasilefio. Bl vestuario del ‘‘sertenajo’? del Ceara (Brasil), compuesto por sombrero ae cuero, botas altas, guardacalzén, casaca (tipo coleto), enya figura se expone en el Museo de Rio de Janeiro, confirma la dispersion de un sustrato heredado de otros pueblos ganaderos: los de la peninsula ibérica. Si emprendiésemos una biisueda acerca de los origenes de esta vestimenta que parece surgir en América, alli donde hay monte, podemos ahorrarnos infi- nitas conjeturas con la transeripcién de los siguientes parrafos de la folklo- rista Nieves de Hoyos Sancho, que en su estudio “El traje regional de Extre- madura”, dice: En algunos pueblos ganaderos de Extremadura ‘‘usan la zamarra, prenda efensiva de cuero con una amplia aldeta, como un delantal, por delante, y un poco mas corta por detrés, puesta sobre el traje’’. “En La Serena (Extremadura) el traje de pastor es conocido con el nom- bre de ‘‘traje de estezao’’; su nombre viene del verbo estezar, que significa curtir las pieles. Este traje, que ha pasado a ser de gala, esti hecho sobre la ‘base de uno de paiio Ilevando sobrepuesto el cuero estezao’’. 103 El uso de la vestimenta de cuero como recurso defensivo del pastor en medio de una naturaleze vegetal hirsuta y hostil, es de origen peninsular. Se trata, pues, de una respuesta cultural condicionada por el ambiente. INDUMENTARIA DEL GAUCHO EI segundo de los indumentos mencionados es también masculino. La bi- bliografia existente sobre la vestimenta del gaucho es abrumadora, con ensayos deseriptivos parciales; pero las bases con fundamento histérico, fechando su introduecién, vocabularios regionales, resultan insuficientes para trazar el cua- dro del origen y difusién de esta moda americana. No podemos decir con certeza absoluta cuando nacié la indumentaria del gaucho, pero no es nada improbable que se haya originado ya en el mismo si- glo xv1, cuando bajo el doble impulso de la escasez de prendas de vestir curo- peas y la libertad de movimientos requerida por el violento ejercicio de la vida rural americana, oblig6 a los espafioles del campo a improvisar calzado, adop- tar prendas del vestido indi y a crear, en stma, un equipo cémodo, barato y fécil de reemplazar. Los résticos dibujos del P. Paucke, realizados cuatro décadas antes que Azara deseribiera tan objetivamente al antecesor de nuestro gaucho de boy, muestran a los espafioles-americanos, como él los llama, con vestimenta espa- fiola de la época més el agregado de la bota de potro y el poncho (p. 130). Dice que los soldados ‘‘no vestian ningiin uniforme, todo su vestuario cra una ca- misa; sobre ella un rojo corpifio de franela que ellos Haman chaleco, un par de ropas interiores que ellos Haman calzoncillos, no tenfan en los pies un cal- zado, s6lo tenian un par de botines sin taco, hechos de euero de buey, de tigre © de gama”. Frente al vestido de las culturas americanas y la curopes, el vestido usual de la Argentina representa en conjunto una creacién completamente coherente con el nuevo modo de vivir que la abundancia de ganado cimarrén origina en las pampas de nuestra patria. Analiticamente, he aqui una breve resefia de lax prendas principales de la vestimenta gatichesca: Poxcno.— El poncho es una pieza rectangular, con una abertura longi- tudinal o rasa al centro, destinada a pasar la cabeza. El poncho puede ser liso, listado de colores o con franjas sobre ambos lados y en colores contrastantes. Su contorno esté guarnecido con flecos cortos, lisos y del mismo color de las franjas; otras veces, en vez de flecos leva un ribete o vincha en el contorno. Un galén angosto y tejido aparte y aplicado rodea la boca del poncho, termi- nando sobre los extremos en forma de T. ‘A esta prenda se dedica un andilisis especial al final de esta seccién. Ex oumipk.—E] chiripé es la tela cuadrilonge doblada por entre las piernas y que se repliega y cifle a la cintura por medio de una faja o cinto de enero. Su faetura casera le impidié figurar como prenda de venta en los comer- cios; comimmente estaba hecho de bayeta o de jerga, en colores arena, gris 104 liso, 0 en colores listados. En Birmingham y Manchester, las fabricas de tejidos exportaron para la Argentina telas que reemplazaron, ventajosamente, los chiripas de telar criollo. Para los dias de fiesta fué preferido el chiripé oscuro, negro, azul o rayado, En el interior y litoral del pais he ofdo a tejedoras men- cionar las tintas que usaban y la clase de lana que seleccionaban para tejer los chiripds que los eriollos usaron hasta fines del siglo xrx. El chirip4 figura en la literatura folklérica brasilefia y oriental. En Chile, sélo los araticanos tisan una prenda semejante, que en su lengua se llama Chamal. En sn origen, el chirip§ es indudablemente una prenda aborigen desarro- Nada de la faja perineal o calembé, difundida por la América meridional y que con su forma caracteristicamente criolla es usada en la actualidad por una de las tribus indies del Perit Oriental. Catzonci10 ortpapo. — Merece particular atencién el pantalén bajo o zoncillo eribado. Se designé con el nombre de calzoncillo cribado 0 calzoncillo con fleco cn nuestro pais, al substitnto del pantalén sastreado; estaba hecho de lienzo y formaba, juntamente con el chiripé, un conjunto. El calzoncillo era de confeceién casera; los sastres, que Iegaron tardfa- mente, debicron ocuparse en las ciudades de la demanda hecha por las clases pudientes. Se ntiliz6 el lienzo de algodén hilado a mano, de fabricacién criolla, tejido eu los obrajes de la zona litoralefia, “pohobi”’, en Tucumén, Mendoza, Cordoba y atin la tela traida de Quito y Cochabamba, o las telas de algodén importadas que se expendian en el comercio, como ser “‘telillas”’, ‘‘rnan de fardo”’, ““pontibi’, ete. El calzoncillo est& cortado sobre el modelo del pantalén de pafio y con- serva su forma, ensanchéndose desde las rodillas hasta el borde del ruedo, largo al ras del suelo; Iuciendo en los bajos su adorno caracteristico, cribado 0 de fleeos. La literatura y Ia iconografia registran dos tipos de calzoncillos con fleco © calzoncillo cribado, Por mi parte he podido distingnir tres tipos que corres- ponden a la moda en esta prenda. Con el nombre general de cribas se distinguen dos adornos bien distintos, a) eribado 0 calado, trabajado en la misma tela, también Namados ‘“‘afiasgados’? © “afiejados””. Se aman asf los dibujos hechos con aguja sobre pequefias por- ciones de Ia tela deshilada previamente; b) las puntilles de hilo, labradas aparte como ser bolillos, randas de punta. La randa es la malla de ojo rectangular con dibujos geométricos superpuestos. Ambos, bolillos y randas, fueron arte popular importada y difundida desde los primeros tiempos de 1a colonia; ¢) el tercer tipo de adorno para el calzoncillo es el fleco corto, liso y tupido, tejido en el flequero; dos vueltas colocadas una junto a la otra, amplian el gracioso movimiento de los flecos. Las variantes, como en las labores artesanas fueron numerosas, no habia dos iguales. Habia calados desde Ia rodilla hasta abajo, en bandas horizontales y_terminando sobre el ruedo en puntas. Constituian un verdadero Injo. He visto randas de casi 40 em de ancho, que fueron de uso comtin en las estan- cigs del Sur de Buenos Aires hasta fines del siglo pasado. * En Io que respecta a los dibujos simétricos de los eribados, es interesante Aestacur, que todos ellos reciben nombres de vegetales u otros elementos, por 105 ejemplo rosa de los esteros, arroz, cadena, etc. Durante la época federal estu- vieron de moda los lemas polfticos labrados sobre un deshilado en cnadricula. De todos modos, sea por influencia espafiola, o por un mayor desarrollo local. hay una acentuada preferencia de los tipos de adorno para calzoncillos criba- dos en la zona del noroeste y en la del litoral. En el rea del centro y noroeste tuvo mayor incremento la randa_y los afiejados; en el litoral fué mayor el desarrollo de las puntillas hechas al bolillo y calados abiertos. Lia observacién fué hecha ya por D’Orbigny cuando dice de Corrientes que los calzoncillos “‘Nevan en el borde de las piernas, flecos; pero en Buenos Aires este adorno semeja aquellos calados que evan en Ia ca- misa. Es decir, ‘domicados”. Algunas de las cribas que antiguamente se hacfan para los calzoncillos son labor de aguja aue todavia recuerdan criollas de la actualidad y que cons- tittyen una fuente de economia doméstica, pero, en todos los casos son artesa- nfas de herencia espafiola. Rastra.—La rastra es el broche central que sostiene un cinto de cuero que cifie Ia cintura. La rastra esti constitufda generalmente por un medallén central del cual parten cinco u ocho cadenitas cortas, terminando cada una de ellas en un pe- quefio botén o moneda con el cual es asegurada al tirador o cinturén, Puede ser de cuero liso y cosido o trenzado o de crin trenzada, pero generalmente es de plata y en el caso de ser muy Injosas son de placas con aplicaciones de oro de libras esterlinas. En los extremos de las cadenas se repite, casi siempre, si bien en menor tamafio, el tema que occupa el medallén central de la rastra. Consti- tnyendo pues un detalle especial para Incir en el attendo masenlino, es objeto de un cuidadoso trabaio de plateria. Tos temas para su decoracién consisten en formas estilizadas de flores, estrellas, monogramas. Pertenecen a las formas més divuleadas de este adorno Ia flor de cardo, el cora7én, el pensamiento, el eserido rgentino y el de las provincias; también son temas preferidos las figuras de jinetes, caballos y otras. Ultimamente ha estado en boga la rastra en forma de herradura como simbolo de tarea campestre mas, en verdad, no ha figurado nunea en los dibujos preferidos del paisano mismo, Estos modelos descriptos son de vigencia hasta casi la actualidad, pero con anterioridad a éstos los motivos ornamentales de las rastras fueron mucho més modestos. Consistia la rastra antigua en un par de gemelos hechos con monedas © de pequefios discos de tiento trenzados. Anarte de las formas de plata ¥ es- pecialmente traténdose de los gemelos mencionados, estaban hechos de cuero y unidos los botones por medio de un tiento trenzado. Tmapor. — Es Ja pieza de cuero que rodea la cintura en forma de cinto, pero que se diferencia de aquel por ser més grande y levar bolsillos aplicados. El tirador va sujeto y cefiido a la cintura por medio de Ja rastra. El tirador, usado atin por los paisanos era de diversos materiales: cuero de lagarto y de tigre, de charol, de baqueta sobada y pespunteada y ribeteada por trencilla de cuero més delgado. El tirador leva cuatro bolsillos, dos pequeiios adelante para las monedas y dos més grandes hacia los costados. 106 El tirador prestaba doble utilidad para la vestimenta del gaucho, porque cefifa el chiripa y sobre todo porque tenia bolsillos, elemento desconocido en las prendas de género del gaucho. En la iconografia costumbrista de los siglos xvi y xix puede constatarse el lujo de los tiradores; algunos estan totalmente cubiertos de monedas de plata (chilenas, bolivianas, espafiolas y argentinas) ; las monedas paraguayas y bra- siledas son més escasas. La necesidad, el habito de poner las monedas cosidas al cuero, era la forma de llevar el dinero consigo durante el viaje. El traje del gaucho, rico o pobre, fué enriquecido con esta costumbre, ad- quiriendo valor decorativo. Bora pE potro.— La bota de potro esta hecha de cuero crudo y sobado. Se caracteriza por ser de cuero muy blando sin armaz6n alguna; por no tener puntera cerrada, de modo que los dedos del pie quedan al descubierto. En algan caso el extremo correspondiente a los dedos del pie puede ser cerrado mediante una ligadura ‘‘bota de medio pie’, no lleva taco ni plantilla. La catia puede ser recta, cefiida con atadera, liga o tientos, pero también puede ser, en la parte alta de la cafia, voleada hacia afuera. La bota llegé a ser una prenda de elegancia y lujo en la indumentaria del gaucho hasta el extremo de que si era necesario se sacrificaban dos animales para obtener un par de botas de idéntico color. Segiin los distintos tipos de botas de potro tuvieron el nombre de ‘media bota”’, Ia que Hega hasta un poco mas abajo de la rodilla y sin vuelta de la cafia; ‘‘bota con delantal””, Ia que tenia manchas blaneas y “bota de potro con ventana” a de pie abierto en la punta. La bota se saca del cuero de la extremidad posterior que corresponde al muslo y se extiende hasta el garrén. El tubo de cuero obtenido tiene dos en- tradas: una mas ancha, y otra angosta. El eje de este tubo presenta un dngulo obtuso correspondiente al garrén, Descarnar, limpiar, sobar y embotar son as- peetos generales de la preparacién de este calzado campestre. Lo bota de potro ha Ilegado a ser término corriente para designar el cal- zado del gaucho, aun cuando no estuviere hecho de potro, sino de vaca, ternera, © fueran, como dice Mansilla ‘‘botas de potro hechas con cuero de gato”. ‘Azara pedia que se prohibiera el uso de las botas ‘‘que hacen sacando de las piernas de las vacas y yeguas, matando para esto treinta mil reses anua- les...” “Hasta el afio 1875 el gauchaje de la campafia (del litoral) mataba a destajo vacas y terneros, para sacarle la piel...’” por lo cual ese aio resolvié el Cabildo prohibir rigurosamente el uso de bota de vaca y de ternera ‘“pro- cediéndose a ser quemadas todas las botas de potro que se hallaran en los co- mercios. Con ese motivo se trajeron grandes cargas de ese articulo a la ciudad, con cuyas pieles se hizo un auto de fe, queméndoles en extramuros’’. Esa pro- hibicién trajo como consecuencia una’ mayor intensidad en el uso de la bota de potro. En cuanto a los grupos del Sur, Dobrizhoffer nos informa refiriéndose a los habitantes de los campos, también Mamados serranos: ‘‘E] caballo, fuera del cual estos naturales no levan nada consigo, les da alimentos, vestimentas, casa, lecho, armas, medicina, hilo y sepa Dios cudntas cosas més... Del cuero caba- Nar hacen su lecho, su vestimenta, botas, toldos, recados. ..”” 107 Los résticos dibujos del P. Paucke muestran a los espafioles —americanos— como él los lama, con vestimenta espaiiola de la época, més el agregado de la bota de potro y el poncho... Dice que los soldados ‘no vestian ningin uni- forme, todo su vestuario era una camisa, sobre ella un rojo corpifio de franela que ellos Ilaman chaleco, un par de ropas interiores que ellos Haman ealzon- cillos, no tenfan en los pies un calzado, s6lo tenian un par de botines sin taco hechas de cuero de buey, de tigre o de gama... SompreRo x cupecapeza.— Entre las mercaderias importadas desde el si- glo xvi a América, figuran sombreros de fieltro y paja: ‘‘Sombreros abatidos, de fieltro, negros y de colores”, finos y ordinarios, de castor, gorros de hilo, lana o algodén. Los modelos Uegados de Europa no alcanzaban a cubrir las nevesidades de las ciudades, pero este inconveniente se subsana con los que se fabriean no s6lo en la Argentina, sino también en distintos lugares de Sudamérica. Durante la colonia, junto al obraje de pafio y de lienzo se establecen con otras manu- facturas, la fabricacién de sombreros. Dada la intensidad con que se desarrolla la nueva industria que compro- mete intereses peninsulares, aparece la Real Orden del 6 de diciembre de 1784: “EI Rey se halla con noticias positivas del uso que se hace en esos Reynos de lana de vicufie, especialmente en la capital de Lima, donde se emplea en la F&brica de Sombreros que se ha establecido en ella, contrariando a lo dispuesto por las leyes, y en grave perjuicio de la Fabrica de Espafia”. La ieonografia gauchesea muestra muy variadas formas de sombreros. En el lapso comprendido desde 1778 hasta las postrimerias del siglo pasado, las formas més comunes son: cénica o de embudo, de copa redonda con ala grande y flexible, redondo y de ala breve, el gorro frigio y el-eono truncado o ‘‘panza de burro”, Son de fieltro o afieltrados y también de cuero o de picl. El Namado panza de burro tiene forma de cono truncado, ‘‘como su nombre lo indica, se fabricaba con el euero sacado de ese lugar del animal. Mojado, dejando el pelo hacia afuera, se modelaba en un poste, déndosele esa forma, Colgado al aire libre, a la accién del rocio se endureeia. Lo sujetaban con tiras de cuero anu- dadas bajo el menté6n o en la nuca’’, es decir con el barbiji Entre los gauchos del centro y del noroeste fué conocido principalmente el bonete eénico que Vidal describe entre los gauchos de Tucumén: ‘‘Estin vestidos con un género de un dibujo especial, industria de su propia provincia, un sombrero redondo y punteagudo de piel color de ciervo y usan el cabello largo y lacio”. El gorro de manga o catalan, o frigio, se destaca hacia mediados del ocho- cientos. ‘‘Un gran nimero de gauchos, tanto en la Banda Oriental como en Buenos Aires, llevan un bonete frigio, rojo, doblado y volteado, adornado con cintas tricolor en la extremidad’’. También Willser describe el mismo en Carmen del Rio Negro, dice: ‘‘los gauchos usaban sobre la cabeza un gorro cénico, rojo, rematado con una borla””. Estos son los tipos mas comunes de sombreros y son también los que suce- dieron a la vincha angosta y de pafiuelo colocado en forma triangular sobre la frente 0 envolviendo la cabeza. En la indumentaria Iujosa del gaucho, usada por los estancieros, se sefiala el uso frecuente del sombrero de copa redonda, con ala ancha y Ia galera o ga- 108 leréu de copa alta, cilindrica 0 semicéucava; naturalmente, este dltimo tipo es de importacién europea. El uso de la galera llegé hasta fines del siglo x1x. El paimelo serenero atado bajo Ia barba con Ia galera sobre el mismo estuvo de moda havia mediados de 1800. Estos pafiuelos eran de diversas telas y colores. Durante la época rosista el sombrero ostenté la cinta federal. ‘Ademés del comin sombrero de lana, el gaucho us6 el sombrero de paja. Este, de la misma forma que tenian los de cuero y fieltro, representa la adap- tacién de la vieja artesania aborigen costera en habiles manos mestizas. Los palmares y las lagunas proveian de palmas, juneo, pajilla, totora y haste “chahuar”’, materias primas con que se trabajaban. Hasta hace pocos afios, los sombreros de paja, de hechura casera, en Men- dova, San Juan, Corrientes, entre otras provincias, eran fuente de economia familiar. El método de hacer los sombreros de paja eu Cérdoba, se encuentra en esta nota: ‘'...sabfan hacer sombreros para hombres muy bonitos, de la hoja de la cortadera y que nace en pantanos y lagunas. Con las fibras se hace una trenza que luego se une con aguja”. Hacia fines del siglo x1x aparece el chambergo de ala corta, que tiene gran difusin entre los grupos gauchos y mestizos. Se marcan pequefias variaciones locales, copa plana en Buenos Aires; redondo con cuatro abolladuras en el li- toral; redondo hacia el Sur. Como ya dije, con la fabricacién local que imitaba las modas europeas aparecen rasgos que dan a la fabricacién del sombrero un cardcter particular. Se difunden tipos que, més tarde, acentuados, adquieren cardeter regional. ‘Actualmente tiene cardcter regional el sombrero de fieltro, con un filete de euero. En el N.O. se usa el ala més chica, blanda, retobada en cuero en la faena de los ganaderos de los montes espinudos, con barbijo en la zona cuyana; el litoralefio lo eva con ala corta y barbijo, ribeteado o no; el surefio lo lleva de copa plana y ala levantada. Los colores de los sombreros usados por gauchos y paisanos varian entre gris, tostado y negro para los de fieltro y color natural para los pajizos. Los sombreros de fieltro hechos de una manera rudimentaria son coman- mente Hamados de “‘lana”’, ovején y ovejuno. La industria doméstica de la fabricacién de sombreros nace en la época misionera; su factura, otrora muy difundida por los jesuitas ha quedado circunseripta a lugares donde la explo- tacién ganadera forma parte de la economia. Centros de fabricacién destacada y en donde hasta ahora se conserva como vestigio de industria familiar, son Corrientes, Puna de Atacama, Quebrada de Mumahuaca, Valles Calchaquies, Santiago del Estero y Cuyo. El proceso de fabricacién incluye en la primera etapa seleccién, cantidad, varillado. La lana tizada se coloca sobre las lajas calientes o planchas de metal y_se alterna con rociados. Apufiado (amasemiento), inmersién en agua hir- viendo, abatanado, horma, forma y recorte. La eleceién del color de la lana forma parte de la tavea clasificatoria para obtener el color y el tono requerido. El profesor A. R. Cortazar me ha informado del proceso registrado por él en los Valles Calchaquies, que coincide con los datos del naturalista Haencke y los recogidos por mi en Cérdobs, Tafi del Valle y Catamarci 109. En Corrientes, Santiago del Estero y Cuyo, los sombreros son preferente- mente hechos de paja. Se utilizan tipos de gramineas, cortadera o junco, palma o plantas acudticas, todas ellas susceptibles de ser convertidas en filamentos. El procedimiento tiene varias etapas que consiste en la seleccién, inmersién de las fibras durante 24 boras para conseguir flexibilidad. Trenzado de tres y de cuatro cabos, continuando con nuevas hebras al terminar cada unién eon costura de las trenzas. Se comienza por colocar el cabo de la trenza en el centro correspondiente a la futura copa, uniendo la espiral con aguja. Se trabaja sin molde, tanto la copa como el ala. El sombrero ‘‘panza de burro”, por la facilidad de su obtencién, estuvo muy difundido, desbordando su uso més alld de los limites argentinos, pues hay constancia de que se usé en el Brasil y en la Banda Oriental. Muy grafica es la deseripeién de Soble al referirse al “‘panza de burro”, sombrero de lana hilada, hecho en el pais, que se deforma al poco tiempo de usado, tomando la figura de un cirio, cono o apagavelas”’. Poncuo. — La definicién del poncho corresponde a la prenda tal como se la conoce en la América del Sur. En la América del Norte, los etndlogos como C. Wissler, Kroeber, Krickeberg, Collier, Quimby y Martin, utilizan la palabra poncho para designar prendas tejidas o de cuero, cuya forma no tiene de co- min con el poncho, otro rasgo que el tratarse de piezas con una abertura para pasar la cabeza. Fuera del continente americano, esta pieza de la vestimenta es conocida en Arabia con el nombre de al-tiba, siendo muy estimada por los beduinos; en Polinesia, donde es heeha de fibra batida; entre los esquimales quienes pre- paran de cueros este abrigo suplementario y en algunos puntos del Este de Asia. Para Indonesia, el antropdlogo Rivet, signiendo a Schmidt y Foy, men- ciona la existencia del poncho como un rasgo de analogia con América, aunque sin hacer el andlisis morfolégico ecrrespondiente. Montandon hace referencia a la etimologia incierta de la palabra poncho, dudando si es de origen espafiol o sudamerivano y ubica esta prenda en Poli- nesia, donde no es tejido sino de fibra batida o tapa, marcando su conexién eon el sudeste de Asia, donde es usado por algunas tribus de los Dayac de Borneo y también por tribus del centro de la Isla Formosa. En esas regiones, el poncho esté hecho de una piel de cabra, gato, tigre 0 ciervo. Segiin Montell, el poncho de Indonesia y Polinesia tienen un origen co- miin; destaeando que ha sido sefialado entre los diversos elementos culturales comunes de Polinesia y América del Sur. Segiin Schmidt el poncho seria uno de los elementos de la cultura polinesia e indonesia o efreulo cultural patriarcal libre, legados a América del Sur junto eon el hacha de cabo corvo, la pantalla para aventar el fuego, el bodoque para las orejas y el tatuaje de puntos. Rivet entre las pruebas que aduce de la presencia de elementos melanesios en América, en la serie del vestido y el adorno, incluye el poncho. Sin entrar a discutir el problema del origen del poncho y coneretando la ‘atencién al poncho sudamericano puede decirse hoy en dia difundido por toda la regién andina de la América del Sur, desde Colombia hasta Patagonia, sobre ilo

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