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Horror (del latin horror): Movimiento del alma causado por tuna cosa teribleyespantosa, y ‘ordinariamente acompanado de estremecimiento y de temor! "DichonartoFncypA® Mie Hsia intrado, espasa-Calpe, Madrid, 1999, pig Ah _— Todos hemos experimentado la sensacién de horror. Efectiva- mente, es un “movimiento del alma”, una emocion dolorosa e in- tensa que provoca que literalmente se nos paren los pelos de punta. Miedo, terror, excitacion, aversion, suftimiento, hastio, feal- dad, maldad, aborrecimiento, fastidio, estremecimiento, repugnan- cia, aberracién, indignacion, son algunos de los sentimientos que podemos asociar al horror. 4Quién no ha sentido esto alguna vez en su vida? Desafortunadamente, creo que lo sentimos con demasiada fre- cuencia en todas las esferas de nuestra vida. Y en a esfera tera péutica nos puede pasar también. Partamos de la suposicion de que yo soy una persona que ne- cesita viajar y estoy buscando un chofer y un vehiculo para llegar ami destino. Me imagino en diferentes situaciones, afortunadas unas, des- afortunadas otras: iNo lo puedo creer! He encontrado a un conductor que me ha resultado simpatico, confiable y agradable. Creo que sabe conducir bastante bien, ya que al solicitarle su licencia de conducir me la ha mostrado, ademas de que me expres que su experiencia con- duciendo vehiculos es muy amplia. Ademas me ha ensefiado su vehiculo: se ve aparentemente seguro y en buen estado, Me ima- gino sentada ahi comodamente, to cual me resulta importante, ya que no sé si el tiempo que dure el recorrido va a ser muy largo. es horrores del terapeuta 1415 A este respecto pienso que levar unas botellas con agua no me vendria mal. Desde pequefia aprendi que en los viajes este I= quido precioso es compafiero inseparable. Claro, todo esto por $1 el trayecto es largo. Por mi mente pasa la posibilidad de imprevistos en la carre~ tera que ni él ni yo tenemos contemplados: un neumatico puede reventar, un congestionamiento vehicular puede retrasar nues- to viaje, podria llover demasiado e inundarse el camino por donde circulamos, algiin vehiculo puede embestimnos, en fin, muchas emergencias pueden surgir y espero que mi conductor sea capaz. de libratlas. Doy por hecho que el auto cuenta con la caja de herramientas necesarias, incluyendo la lanta de refac= cion en buen estado. Sigo imaginando que, si todo marcha bien, el conductor sabra acelerar o frenar cuando sea necesario. También pienso que 15 petara mi necesidad de intimidad, por lo que espero conversar con. él, siempre y cuando sea yo quien lo aborde. Y si quiero detenerme en el camino por unos momentos, o inclusive cancelar el viaje, confio en que él pueda respetar mi decisién. Yo no sé, 2Qué tal que se me ocurre cambiar de destino? Igualmente esperaria que él me conduciera al nuevo lugar escogido, Pero también me imagino, y me horroriza, una situacion des afortunada: cy sia medio camino me doy cuenta de que el conduc tor no tiene la experiencia que decia tener, no conoce bien el ca mino, cambia de carril cada dos minutos de tal manera que ya me trae mareada, se ve cansao y agotado, ya veces percibo que esta bostezando, o peor aun, que cabecea al volante? cio, seria que personal no calificado realice entrevistas conjuntas Sin los conocimientos y supervision necesarios. Si no esta entrenado, seria preferible evitar este tipo de sesiones y realizar sesiones indivi- duales, para correr menos el riesgo de dafiar y ser dafiado. Hay una linea delgada que separa lo placentero, agradable, bello y afortunado de lo displicente, desagradable, feo y des afortunado. Es relativamente facil traspasarla aun sin damos cuenta, sin haberlo planeado y sin desearlo. Los horrores tienen que ver con perder la linea, perder el eje, perder el pivote, salirse de la carretera, no s6lo para estacionarse y ver el paisaje, sino al derrapar y destruir bordes y sefialamientos del acotamiento, Pero los horrores también tienen que ver con seguir rigida~ mente la misma linea, convencido de tener “la razén’, haciendo caso omiso de cualquier sefial en el camino. Consisten en atrope liar, frenar con brusquedad y provocar accidentes, llevando a una persona por un camino por donde no quiere ir. Tienen que ver con abuso de la fuerza -no s6lo fisica, sino moral y psicoldgica-, del poder, de la posicion. En general, los horrores tienen que ver con situaciones extremas, con los excesos, e! mal gusto, faltas a los c= ‘loro Nardone, comuniencin personal cre aller"Medos panios y foblas, México, ar, 2008" lias i al 150 cap 4. Los horroes el terapeuta digos éticos, aberraciones, contradicciones severas, rigidez y so- bre todo con la incongruencia Por desgracia hemos escuchado historias de horrores terapéu- ticos. Basten algunos ejemplos. ** Elterapeuta que aprovecha la relacién terapéutica para esta- blecer vinculos eréticos con los consultantes, incluyendo el ‘caso de menores de edad ‘+ El terapeuta que aprovecha la situacion politica, economica © social del consultante, para su propio beneficio, como pe- dirle dinero prestado o pedir u otorgar favores de tipo pol co 0 econémico. + El terapeuta que mantiene a un consultante en tratamien- to para satisfacer sus necesidades personales econ6micas © para obtener gratificaciones narcisistas, aun cuando ya no estuviera indicada una terapia; asi, ejerce presion sobre el consultante, abusa del poder y evita que el consultante pue- da terminar un tratamiento. El terapeuta que viola la conhidencialidad y proporciona in- formacién obtenida en psicoterapia a terceros que no debe- rian poseerla. El terapeuta que constantemente invalida, descalifica y no cree las historias del consultante. “Cuantos clientes nos ex- presan su decepcién sobre las redefiniciones que han vivido en sus procesos terapéuticos, con una especie de sensacion de que el terapeuta no les cree” (Pérez Alarcon, 11, 2002) * El que “se dice terapeuta” y sin la formacion y el entrena- miento adecuados, ofrece servicios a la poblacion anuncian- dose como “sanador’. El terapeuta que con el propésito de incrementar su clientela ofrece un tipo de tratamiento para el que no esta calificado, por ejemplo, dar medicamentos sin ser médico, atender fa~ millias y parejas sin haber recibido el entrenamiento corres- pondiente, presentarse como “psicoanalista” sin serlo. Elterapeuta que quiere “colonizar’ al consultante, imponién- dole de modo sutil su ideologia y sus valores. El terapeuta cuya vida personal contradice lo que implici- tamente el consultante percibe que se espera de él en el proceso terapéutico, como el autocuidado, autonomia, li- bre expresion de ideas y sentimientos, enfrentamiento de los conflictos, congruencia personal, etcetera 151 EL DESGASTE DEL TERAPEUTA. Uno de los horrores en el proceso terapéutico se refiere al des gaste del terapeuta, Usamos este término en espanol para refe- rimos al inglés burnout, acufiado por Herbert Freudenberg (159, 1974). En los afios 70 del siglo xx, Freudenberg trabajaba en la ciudad de Nueva York con pacientes adictos, a quienes se les calificaba a menudo como burnouts, definiéndolos como personas desmotiva- das e incapaces, cuyo nico interés era la droga. A Freudenberg s¢ le ocurri6 aplicar este mismo término a los profesionales que tra bajaban con los pacientes adictos y que experimentaban un agota- miento emocional y fisico extremo debido a una demanda excesi- va de energia, atribuida a la tension que provoca el trabajar con gente emocionalmente necesitada y demandante. Séderfeld y sus colaboradores (1995) revisaron la bibliografla sobre este término y encontraron ciertas palabras que describian el burnout como fatiga, frustracion, estrés, impotencia, desesperan- za, cinismo y el sentirse emocionalmente drenado, exhausto y re basado. Para estos autores, el burnout debe ser considerado como. un sindrome multidimensional caracterizado por un profundo des gaste y una “hemorragia del self” (Skovholt, 107, 2001). Christine Maslach (1981, 1997), psicbloga investigadora de este sindrome, llegé a la siguiente definicion, que parece muy ils trativa: “El burnout es el indice de dislocacién entre lo que la gente es y lo que tiene que hacer. Representa una erosion en valores, dignidad, espiritu y voluntad -una erosion del alma human: (Skovholt, 108, 2001). El sindrome del burnout también ha sido descrito por otros autores como un sindrome indistinguible de la neurosis depresiva, caracterizado por fatiga, frustracion, desilusion, pérdida progresi- va de idealismo, de interés y de emoci6n hacia las personas para las que se trabaja, "tratandolos de forma apartada o aun deshu manizada" (Rodriguez Pimentel et al., 319, 2003) ‘Skovholt (2001) hace una diferencia entre dos tipos de burn ‘out que nos parece interesante citar: por pérdida del significado (o sentido) 0 por exceso de involucramiento en el cuidado del con sultante, En el primer caso, el terapeuta ya no encuentra el senti- doy el proposito suficiente en su trabajo de ayudar a los otros en. su proceso dle desarrollo y crecimiento. En el segundo, hay un ex- ceso de involucramiento emocional del terapeuta con sus pa- 152 cap.4. Los horrors del terapeuta cientes que lo conduce hasta el desgaste. Ambos constituyen realidades destructivas en cuanto significan el fin del involucra- miento activo y de la competencia practica.? ‘Ante este fendmeno surgen ciettos cuestionamientos: + ttia_ muchas veces como el "salvador", el “mediador’, el "coneilla- dor’, el "hijo parental’, el “desviador del contlicto”, el “vocero", el rio", por mencionar algunos de los “emergente” 0 eee 154 Cap 4.tos horrors del terapeuta papeles desempeiiados por nifios y adolescentes sensibles y empa- ticos,"? 4COmo se va formando esta representacin interna de “salvador’? Una manera de verlo seria de acuerdo con la teoria de las relaciones objetales. Slipp (91-113, 1984) describe en ciertas familias un estilo de relacion que él denomina “patron simbidtico de supervivencia’ el cual propicia los papeles de “intermediario" (objeto bueno), “chivo expiatorio” (objeto malo), “salvador” (sujeto bueno) y “vengador” (su- jeto malo). En este tipo de familias, caracterizadas por la escision (imposibilidad de integrar las representaciones buenas con las ma- Jas), cada uno de los miembros necesita controlar la conducta del otto y se siente controlado por la responsabilidad que tiene por la supervivencia de los dems. El sistema usa recursos magicos, infan- tiles y omnipotentes para controlar los pensamientos, sentimientos y conductas de los demés. Como los padres se necesitan uno al ott para regular su equilibrio narcisista y no han logrado integrar su pro- pia ambivalencia para individuarse y separarse, no pueden manejar abiertamente sus diferencias y su hostilidad en la pareja. La posibili- dad de diloyo y de resolucién de problemas entre ellos es minima. Necesitan entonces de terceras personas sobre las cuales proyectar intrayectos escindidos del self‘ del objeto, buenos o malos. Otra manera de verlo parte de las historias que el terapeuta se cuenta a si mismo y el “relato dominante’, en el que el terapeuta se vive efectivamente como “salvador” de los demas. "Esas historias determinan no sélo la significacién que las personas dan a su expe- riencia sino que también determinan en gran medida qué aspectos de la experiencia las personas eligen expresar’ (White, 31, 1994), Hasta este momento nada de lo mencionado parece un “horror” que pudiese conducir al burnout del terapeuta. ZY si esta premisa cognitiva de “salvar o sanar a los demds' se reifica (en términos de Gregory Bateson), se petrifica, de tal manera que se convierte en una creencia rigida?

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