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Primera edici6n: 2011 © Francisco José Ferrandiz Martin, 2011 © Anthropos Editorial. Narino, S.L., 2011 Edita: Anthropos Editorial. Barcelona www.anthropos-editorial.com En coedici6n con la Divisi6n de Cie! s Sociales y Humanidades. Universidad Auténoma Metropolitana-Iztapalapa, México ISBN: 978-84-7658-994-6 Depésito legal: M. 42.238-2011 Disefio, realizaci6n y coordinacién: Anthropos Editorial (Narifio, S.L.), Barcelona. Tel.: 93 697 22 96 / Fax: 93 587 26 61 Impresi6n: Top Printer Plus, $.L.L. Madrid Impreso en Espatia - Printed in Spain Todos los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacién de informacién, en ninguna forma por ningtin medio, sea mecénico, fotoquimico, electrénico, magnético, electroéptico, por foto copia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. Para Feli, luz de tantos ojos Hui del campamento con los pocos hombres que me eran fieles. En el desierto los perdi, entre los remolinos de arena y la vasta noche. Una flecha cretense me laceré. Varios dias erré sin encontrar agua, o un solo enorme dia multiplicado por el sol, por la sed y por el temor de la sed. Dejé el camino al arbitrio de mi caballo. En el alba, la le- jania se erizé de piramides y de torres. Insoporta- blemente sofié con un exiguo y nitido laberinto: en el centro habfa un cantaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo vefan, pero tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabia que iba a morir antes de alcanzarlo. J.L. BorG! «El inmortal», en El aleph 2 LOS METODOS CIENTIFICO Y HERMENEUTICO EN ANTROPOLOGIA El aforismo de Eric Wolf, «la antropologia es la mas huma- nista de las ciencias, y la mas cientifica de las humanidades» (1964), refleja una tensién metodoldégica que recorre nuestra dis- ciplina desde sus origenes, a pesar de las mutaciones que ha su- frido, de la evolucion de los debates y de los contextos histéricos y politicos —de colonial a poscolonial—, o de la Ilegada de nue- vas formas de pensar la produccién cientifica que han modifica- do los términos en los que la expresamos. En general, y de forma esquematica, hablamos de dos métodos de produccién de cono- cimiento que han tenido repercusiones en las formas de hacer antropologia a través de los afios: el cientifico y el hermenéutico. Aunque es importante distinguir estos métodos, como se hace a continuacién, también lo es no considerarlos como opuestos 0 incompatibles. Por un lado, generan una tensiédn epistemoldgica que es imprescindible para la critica sostenida y el perfecciona- miento continuo de la investigacidén antropolégica. Por otro lado, como sefiala Schweizer (1998), es mas rentable para la disciplina explorar sus posibles fertilizaciones recfprocas que sus diferen- cias insalvables. Aurora Gonzalez Echevarria (2003) aboga con claridad por este entendimiento integrador de ambas propues- tas. Para esta autora, hist6ricamente ha habido un «desarrollo emparejado de los métodos cientifico y hermenéutico en antro- pologia, donde el segundo trata de desvelar la raz6n de algunos de los escollos que encuentra la aplicacién del primero». En esta légica la antropologia seria, por su propio objeto de estudio, ne- cesariamente interpretativa, al menos en sus descripciones, in- cluso en la etapa clasica de la disciplina, entre mediados del siglo 15 XIX y mediados del siglo xx. Autores como Morgan, Boas, Goode- nough, e incluso Geertz, serfan ejemplos de este entrelazamiento. Incluso los autores mds interpretativos como el propio Geertz y su conocida «descripcién densa», «no se limitan a interpretar culturas sino que también ofrecen explicaciones tedricas». Esta propuesta del trenzado de estilos y paradigmas metodolégicos se basa ademas en que, segtin Gonzaélez Echevarria, el presumible enfrentamiento entre ambos modelos esta basado en un entendi- miento deficiente del modelo cientifico, segtin el cual las metodo- logias interpretativas estarfian reaccionando ante el modelo de ciencia caracteristico de la antropologia clasica, sin incorporar las profundas transformaciones que ha sufrido a lo largo del siglo XX, especialmente en su segunda mitad (2002 y 2003). Distintos autores han planteado formas diferentes de organi- zar esta discusion entre modelos epistemol6gicos. Por ejemplo, Hammersley y Atkinson (1994) distinguen entre tres posturas: 1) El positivismo, en el que el modelo de la investigacién so- cial es la ciencia natural, en términos de la l6gica del experimen- to, y donde se priorizan los métodos cuantitativos, la busqueda de leyes universales, de unos procedimientos estandares de re- coleccién de datos, y de un lenguaje de observaci6n neutral, eli- minando el efecto del observador. 2) El «naturalismo», el cual consideran una reaccién de la etnografia cualitativa ante el modelo anterior, y que asocian al interaccionismo simbédlico, a la fenomenologia y a la hermenéu- tica. E] naturalismo sostiene que los fenémenos sociales son dife- rentes de los fisicos y que las acciones humanas estan inducidas por significados sociales. La investigacién tiene que ajustarse a la realidad estudiada y no a unos principios metodolégicos inmuta- bles. Ademas, la realidad social debe ser estudiada en su entorno natural, no contaminado por el investigador. Para los naturalis- tas, segtin estos autores, es muy importante acceder a los signifi- cados asociados a la accién social, y eso s6lo puede hacerse apren- diendo la cultura que se investiga. La etnografia utilizaria, por lo tanto, la capacidad de los actores sociales para aprender —y lue- go «desaprender»— culturas diferentes. Los naturalistas no bus- can leyes universales sino «descripciones densas». 3) El «antirrealismo», finalmente, ha venido a cuestionar desde el constructivismo social y el relativismo cultural las principales 16 premisas de las dos posturas anteriores, negando la posibilidad de que haya una representacion literal de la realidad 0 que los rela- tos que se hacen reflejen sin mas la naturaleza de los fenémenos estudiados. El lenguaje usado por los etnégrafos no refleja sino que construye realidades, es decir, no puede ser transparente sino producto de una serie de retéricas con unos condicionantes culturales, politicos e histéricos determinados. En este contexto, se ha cuestionado la pretendida neutralidad de los valores, asi como la posibilidad de la objetividad, y se han planteado posturas que apuntan mas bien hacia un tipo de investigacién militante y trans- formadora de la realidad. Esta postura propugna la optimizacién de la presencia del investigador en el campo en un marco de inves- tigaci6n reflexivo e intersubjetivo, al que ya nos hemos referido al discutir nuestra concepcion de la etnografia. Por otro lado, Schweizer (1998) ha propuesto diferenciar entre marcos cientificos y humanistas, englobando en este ultimo a la antropologia interpretativa y a la posmoderna o «constructivista radical», Estas iltimas son consideradas por algunos como ver siones extremas de la hermenéutica y de la antropologia inter- pretativa y, por otros, como alternativas metodolégicas, en si mismas, alos modelos preexistentes. Aunque existen diferencias claras, sostiene este autor, se trata de métodos complementa- rios, que hay que entender en su «fertilizacién reciproca», y no opuestos. Ademas, a pesar de las discusiones y la variedad de agendas y procedimientos de investigacién, puede afirmarse que la prioridad de las técnicas de campo ha actuado como un factor unificador de los marcos metodolégicos rivales. Se difiere, y mucho, sobre procedimientos especificos, pero hay un consenso general sobre la importancia de recoger informacion sobre el terreno y presentar los datos sobre los actores en su contexto histérico y cultural. Incluso tras las duras criticas a las politicas del trabajo de campo, a la construcci6n de la autoridad etnogréfi- ca oala propia escritura etnografica clasica —crisis de represen- tacién— que discutiremos mas delante, que pusieron en cues- tién en algtin momento la centralidad de este procedimiento de investigaci6n en nuestra disciplina, el campo sigue bien vivo, aunque en los tltimos afios se haya diversificado mucho el re- pertorio de modalidades y escenarios de investigaci6n etnografi- ca y se lleve a cabo frecuentemente en marcos reflexivos. Ade- 17 mas, todas las escuelas antropolégicas han estado de alguna manera interesadas en la comparacién de casos etnograficos o, en el caso de los posmodernistas, en el propio (des)encuentro etnografico como espacio de alteridad. A continuaci6n seguire- mos partes del esquema proporcionado por Schweizer (1998), con algunas modificaciones, comentarios y afiadidos. Para este autor, la aproximaci6n cientifica asociada a las di- ferentes variedades del positivismo propone una metodologia unificada para todas las ciencias y las humanidades. Su fin ulti- mo es el descubrimiento de leyes generales (generalizaciones coherentes légicamente que han sobrevivido a intentos de refu- tacién sélidos). Estas leyes gobiernan la naturaleza, la sociedad y la cultura y pueden ser utilizadas en explicaciones cientificas. Para ello propone como procedimiento general para la génesis y validacién del conocimiento cientifico la formulaci6n y puesta a prueba de hipétesis. El modelo de avance cientifico es el de la acumulaci6én de conocimiento. El método cientifico se basa en algunos criterios minimos necesarios: la claridad del lenguaje (las definiciones y los conceptos son instrumentos de comunica- cién), y la validacién de las formulaciones de verdad cientifica mediante los procedimientos racionales de investigacién légica yempirica. Schweizer pone un énfasis especial en sefialar que el positivismo no es homogéneo internamente, sino mas bien di- verso, por lo que es conveniente no caricaturizarlo, Aunque en la mente de algunos autores «positivismo» pueda ser un término desprestigiado asociado de forma negativa a aproximaciones muy restringidas a la realidad social basadas en la recoleccién de da- tos, el amor por los nimeros, y la aceptaci6n del statu quo, ésta no era su significaci6n en el XIx, cuando fue establecido por cien- tificos y reformistas sociales europeos, especialmente Auguste Comte, como reaccién ante la metaffsica. En aquella época, «po- sitivo» significaba recoger y validar conocimiento sobre los he- chos frente a las corrientes metafisicas. Asi, siguiendo la argu- mentacién de Schweizer, en origen, el positivismo no era en ab- soluto una doctrina conservadora o politicamente neutral. Su descrédito Ileg6 después cuando result6 que su critica estaba basada en el credo metafisico del progreso. De forma mas 0 menos explicita, el positivismo influyé en autores como Tylor, Boas, Lowie, Kroeber, Murdock, Radcliffe- Brown y otros, y esta en la base del evolucionismo, del funciona- 18 lismo, del materialismo cultural y del estructuralismo. De he- cho, como sefiala Gonzalez Echevarria (2003), muchos de los antropologos de la etapa cldsica de la antropologia, que acota desde mediados del XIx a mediados del Xx, se adherfan explici- tamente a este marco cientifico, aunque implicitamente practi- caban algtin tipo de interpretacién, al menos en lo que atafifa a la descripci6n etnografica de los «otros». Como veremos, la lle- gada de la hermenéutica en la década de 1960 abrira una nueva via dentro de la disciplina, ampliandose el debate. En este con- texto, la aportacién metodolégica de Tylor es citada como uno de los momentos algidos y pioneros del método cientffico en la disciplina. Su famosa publicacién de 1889, en la que hacia una comparaci6n con base estadistica de varios cientos de socieda- des para el establecimiento de leyes de matrimonio y descenden- cia es incluso, para Marvin Harris, el articulo mas importante del siglo xIx, y pionero directo de los Human Relations Area Files (2002).! Las formulaciones estructural-funcionalistas de A.R. Radcliffe-Brown (1975), en las que este autor define la antropo- logia como una «ciencia natural de la sociedad» que tiene como objetivo la formulacién de leyes socioculturales, pueden, por su lado, ser consideradas paradigmaticas de la afirmaci6n desde la antropologia de un método unico para las ciencias. Muy brevemente: en el contexto del método hermenéutico o interpretativo, por otro lado, no se aceptan los criterios del mé- todo cientifico, y se considera necesario desarrollar una meto- dologia especifica para entender la significacién en las ciencias sociales y humanas. El modelo a seguir es la interpretaci6n de textos, y su objetivo es la exploracién de los significados en tradi- ciones culturales hist6ricamente situadas. Para la hermenéuti- ca, segtin Schweizer, los cientificos naturales slo estan interesa- dos en los aspectos invariables y ahistéricos de sus objetos de estudio. Frente a esto, frente a la biisqueda de leyes generales de las ciencias naturales mediante experimentos y observaciones desde el exterior, la hermenéutica debe preocuparse de lo especi- fico y proceder metodolé6gicamente siguiendo las pautas de la interpretaci6n de textos y el conocimiento empatico (verstehen). Un autor clave en la traduccion de las estrategias metodolégicas hermenéuticas a la antropologia es Clifford Geertz que propone, 1. Véase http:/Awww.yale.edu/hraf/ 19 junto a algunos de sus seguidores, la antropologia interpretati- va. Una de las declaraciones mas conocidas de Geertz es que «el hombre es un animal atrapado en redes de significaci6n que él mismo se ha tejido» (1987a). Si la cultura son esas redes de significacién, entonces el andlisis de la cultura no puede llevarse a cabo mediante una ciencia experimental en busca de leyes uni- versales sino mediante una disciplina interpretativa en busca de sentido. Aunque a veces Geertz utiliza el modelo textual en un sen- tido restringido (los etnégrafos se basan en notas de campo y en las transcripciones de las historias que les cuentan los informan- tes para llegar a la interpretaci6n y sintesis antropolégica), en general lo utiliza de manera metaforica para referirse a la cultu- ra, un conjunto de significados compartidos socialmente produ- cidos que puede entenderse como una coleccién de textos. En este punto, quisiera destacar tres aspectos del trabajo de Geertz que han sido especialmente influyentes en la consolidacién de la antropologia interpretativa: la nocion del «juego profundo», la distinci6n entre «experiencia pr6xima» y «experiencia distan- te», y otro de sus conceptos estrella, la «descripcidn densa». La tarea del antropélogo no es sélo descifrar la significaci6n de los mensajes escritos y verbales que ha recogido en el campo, sino también entender qué significan determinadas escenas cul- turales y, finalmente, la totalidad cultural. En su libro La inter- pretacion de las culturas Geertz ofrece un magnifico ejemplo de cémo interpretar estas escenas culturales en su conocido anali- sis de la pelea de gallos en Bali (1987b). La antropologia inter pretativa tiene que descifrar el «juego profundo», es decir, aque- llo que est en juego mas alla de lo explicito. En el caso de la pelea de gallos, lo importante no son los elementos inmediata- mente accesibles al observador —las apuestas, los montos de las ganancias 0 pérdidas, etc.—, sino toda una sutil trama de presti- gio social que esta trenzada en el universo simbédlico balinés y se despliega en estas peleas. De hecho, lo que Geertz denomina la «puesta en juego de la significaci6én» es tan importante que justi- fica con mucho los gastos de organizar una pelea y arriesgar en las apuestas. En la pelea se hacen explicitos complejos campos de tensién social en una situaci6n controlada. Hay una transfe- rencia de percepciones entre la rifia y el estatus social. De este modo la pelea de gallos, como otras escenas etnograficas seme- jantes, proporciona un comentario metasocial sobre la cuesti6n 20 de la clasificacién de los hombres en rangos jerarquicos fijos. Nos encontramos con la emocién usada con fines cognitivos. Por tanto, Geertz concluye que las sociedades contienen en si mismas sus propias interpretaciones. Para conseguir el conocimiento empatico, Geertz propone un debate sobre cémo acceder al «punto de vista nativo», y cua- les son los limites de ese acceso (1983). Segtin Geertz, es un de- bate que plantea la propia «voz de ultratumba de Malinowski», ya que su texto surge en respuesta a la aparicién del diario de campo de este famoso antropdlogo y a la demolicién del mito que se habia construido en torno a él. Une a esto otro debate que considera menos desarrollado: la supuesta habilidad del antro- pologo para poder acercarse al punto de vista nativo, esa «capa- cidad casi sobrenatural de ver, sentir y percibir como un nativo». Basandose en conceptos formulados por el psicoanalista Heinz Kohut, Geertz utiliza la distinci6n entre «experiencia pr6éxima» y «experiencia distante». La primera es aquella que alguien, un paciente o un informante, por ejemplo, puede emplear de mane- ra cotidiana y sin esfuerzo para definir lo que él y sus préjimos ven, sienten, piensan e imaginan. La experiencia distante es el tipo de experiencia que los especialistas (etndégrafos, psiquiatras) asumen para impulsar sus propositos cientificos, filosdficos o practicos. Geertz sugiere que la diferencia es de grado, no se trata de una mera oposicion entre dos polos. ¢C6émo se posicio- na ante esto el etndégrafo? Si se queda en la experiencia proxima, se empantana en lo local, en lo vernaculo. Si se queda en la expe- riencia distante, se aisla de la significacién nativa, encallado en abstracciones y asfixiado en la jerga académica y disciplinaria. La cuestién que plantea Geertz en su conocido texto sobre el punto de vista nativo es cémo desplegar simultaneamente ambos tipos de experiencia para producir conocimiento antropolégico. Para que, en sus propias palabras, «la interpretacién de una for- ma de vida no sea prisionera de los horizontes mentales de sus protagonistas, ni se mantenga totalmente ajena a las tonalidades distintivas de la experiencia». Esto supone desplazar el debate. En lugar de plantear la supuesta constitucién psfquica que nece- sitan tener los antropdlogos para ser competentes en su profe- sion, el debate deriva hacia el rumbo de la interpretaci6n antro- poldégica. Por supuesto, eso no se pone en duda, el antropdlogo necesita seguir siendo muy sagaz en el campo, y tratar de «meter- 21 se en el estado de Animo» de los actores sociales con los que con- vive. La clave estaria en que hay que comprender muy bien la experiencia proxima para ponerla de manera significativa en re- lacidn con la distante. Es decir, se trata de proceder al descifra- miento de la significacién de los nativos para conectarla con ca- tegorias de andlisis relevantes. Para Geertz, no hace falta tener capacidades paranormales para introducirse en el «otro», sino que basta con desarrollar un método y una habilidad para «cons- truir sus modos de expresi6n» (sus sistemas simbélicos). Para él, no es necesaria la empatia total, sino llegar lo suficientemente cerca como para ser capaces de entender sus refranes, su humor, su significacién. Distinguir sus «tics» de sus «guifios». Este cono- cimiento sobre los procesos subjetivos locales siempre sera in- completo. Se trata sélo de una aproximacién. Hay tres razones por las que no es posible que el entendimiento del «otro» sea pleno: 1) tenemos que traducir entre dos lenguajes, y esto conlle- va distorsiones: la traduccién es siempre diferente del original; 2) solemos utilizar un medio escrito para reflejar testimonios ora- les y el significado de la oralidad cambia en la escritura; y 3) es imposible que el antropélogo se convierta en un «otro». Volviendo al caso del «juego profundo», los fines de la antro- pologia interpretativa no deben restringirse al entendimiento de la significacion en sucesos particulares. El propésito de la antro- pologia interpretativa es entender el conjunto de toda la socie- dad y toda la trama de textos culturales que la componen. Para conseguir este efecto, Geertz propone el concepto de «descrip- cién densa», que se ha convertido en emblematico de su apor- tacion a la antropologia contemporanea (1987c). A pesar de la estrategia de proximidad, no podemos conformarnos con inter- pretar «vifietas» de casos concretos, a pesar de que sean paradig- miaticas de ciertas tendencias o predisposiciones de esa cultura y se le ofrezcan al lector como «tfpicas» y reveladoras de las carac- teristicas esenciales de ese grupo cultural. Nos encontramos en- tonces con el problema de la generalizacién. La teorfa, segin Geertz, ha de permanecer muy cerca del terreno estudiado, y por eso aboga por una «descripci6n microscépica», que sea ca- paz de pasar de la verdad local a la visidn general. Aunque esta descripcion densa brota necesariamente de los contextos confi- nados en los que se investiga, el estudio de lo concreto debe ser capaz de revelar hechos culturales mas generales. Para Geertz, 22 la libertad de la teorfa para forjarse en conformidad con su légi- ca interna es muy limitada. La secuencia de progreso de una disciplina como la antropologia no es una curva ascendente acu- mulativa, sino un proceso discontinuo, que fluye a borbotones. El andlisis cultural parte siempre de un nuevo comienzo, no se empieza donde otro lo dejé. Su canal de expresi6n mas id6neo es el ensayo. Y no se trata tanto de generalizar desde los particu- lares sino de generalizar dentro de los particulares. La antropo- logia, siguiendo esta linea de Geertz, debe dar cuenta de esta «estructura jerarquizada de significaciones». Frente a la antro- pologia cientifica, la antropologia interpretativa no es predictiva si bien el marco teorico en el que se insertan las interpretaciones debe seguir siendo capaz de continuar dando explicaciones de- fendibles a medida que ocurren nuevos fenémenos sociales. La ciencia progresa mediante el perfeccionamiento del consenso y el refinamiento del debate. Su tarea principal, a la postre, es «am- pliar el universo del discurso humano». Hasta aqui, un resumen del razonamiento de Geertz. Volva- mos por un momento a Schweizer (1998). La hermenéutica en- tendida como interpretaci6n de textos es menos comun ahora de lo que era en la década de los afios setenta. Desde mediados de los afios ochenta, el posmodernismo ha desestabilizado en bue- na parte este enfoque desarrollado de manera preferente, como hemos visto, a partir del trabajo de Clifford Geertz (Marcus y Fischer, 1986; Clifford, 1988; Reynoso, comp., 1992). Para los autores vinculados a esta corriente posterior, aunque la antropo- logia interpretativa puede mostrase muy sensible con la com- prension del «otro», acaba por silenciar su voz. En la antropolo- gia interpretativa, las experiencias parciales, inacabadas y multi- formes del trabajo de campo se traducen finalmente en monélogos abstractos y totalizadores en los articulos y libros que se escri- ben. Frente a ello, el posmodernismo, del mismo modo que el «antirrealismo» de Hammersley y Atkinson (1994), cuestiona cualquier tipo de aproximaci6n sistematica a la produccién de conocimiento acumulativo y, desde el relativismo, enfatiza el po- der creativo de los investigadores para «inventar» la realidad. Enfatiza la relatividad histérica del conocimiento, pero también su parcialidad y su fragmentaci6n, y por ello pone en duda la validez de los sistemas de conocimiento establecidos, en general, y de la racionalidad occidental en particular. En la antropologia 23 norteamericana, este debate se plasm6 desde la década de los afios ochenta en libros como los publicados por Clifford y Mar- cus (eds., 1991), Marcus y Fischer (eds., 1986), Clifford (1988), Rosaldo (1989), Manganaro (ed., 1990), o Behar y Gordon (1995), entre otros. Su impacto en la antropologia ha sido importante, pero su capacidad de renovacion, e incluso de experimentacién, se ha probado limitada, aunque auguraba un camino sin retor- no, y no ha resistido la tentaci6én de crear ortodoxias a medio y largo plazo y sucumbir a la ruleta comercial de las modas acadé- micas (Reynoso, 2000). Una de las formas que tom6 esta critica posmodernista de la antropologia esta relacionada con la criti- ca literaria. Este es un tema que ya habia anticipado en esta mis- ma tradici6n el propio Clifford Geertz, y en su influyente libro El antrop6logo como autor (1989), preludiado a su vez por un ar- ticulo llamado «Blurred Genres» (1980) y basado en unas confe- rencias que dicté en 1983 en la Universidad de Stanford, exami- naba con su habitual sutileza el trabajo de Lévi-Strauss, Evans- Pritchard, Malinowski y Benedict, analizando los aspectos estilisticos de su escritura etnografica. Geertz popularizé la ex- presion «estar alli», la «puesta en escena literaria» del contacto directo con el «otro», como fruto de unas estrategias retéricas muy difundidas en la disciplina mediante las que se establecia la «autoridad etnografica» sobre el conocimiento producido. En la introduccion al muy influyente libro de Clifford y Mar- cus (eds., 1991), Clifford (1986) sintetizaba las bases de esa aproxi- macion critica a la antropologia clasica. Por una parte, desecha- ba la idea de que fuera posible la transparencia de la representa- cin en antropologia, mediante la cual se pasaria sin mayores conflictos desde la experiencia de campo y los cuadernos de no- tas directamente al texto final. La poética y la politica son inse- parables. La ciencia esta en, y no por encima de, los procesos hist6ricos y lingitisticos. La etnografia esta situada ademas en- tre poderosos sistemas de representacién, como pueden ser los discursos coloniales, los académicos, las voces subalternas, etc. La etnografia codifica y descodifica los limites entre culturas, civilizaciones, clases y géneros. Clifford propone entender la et- nografia como una forma de literatura. Segtin su interpretacién, desde el siglo xvi, la «ciencia» habia excluido ciertos modos ex- presivos de su lenguaje: la ret6rica (en nombre del lenguaje claro y la significaci6n transparente), la ficcidn (en nombre de los he- 24 chos) y la subjetividad (por la objetividad). Pero para Clifford, las etnografias son ficciones. Eso si, «ficciones verdaderas» o «verdades parciales». Como dice explicitamente en el titulo a la introduccién de su libro The Predicament of Culture, «los pro- ductos puros se han vuelto locos» (1988). Basdndose en las reflexiones de Foucault (1979) sobre la re- lacién entre conocimiento y poder, Clifford denuncia también la alianza entre la antropologia clasica y el colonialismo. La etno- grafia escenifica relaciones de poder, por lo que sus resultados hay que entenderlos necesariamente en términos de «politicas de la representacién». Una vez desenmascarada, la antropologia ya no puede seguir hablando con superioridad de los «otros» culturales como «objetos de estudio». Ya no puede seguir recla- mando el monopolio legitimo de su representacion. Los discur- sos caracteristicos de Occidente, especialmente la «raz6n», es- tan, segtin Clifford, desprestigiados. Es importante tener en cuen- ta que las realidades de la etnograffa son de hecho negociadas en el campo entre sujetos con distintos grados de acceso al poder. A partir de ahf, es preciso ir mas alla de la relaci6n jerarquica cien- tifico/informante. La antropologia necesitaria, por lo tanto, una fase de reflexividad y experimentacién para mirar criticamente su historia, evaluar las retéricas que se han establecido como sentido comin a lo largo del tiempo en la disciplina, y encontrar nuevos formatos experimentales mas fragmentados, abiertos, dialécticos y polifénicos donde expresar el conocimiento que producimos. Este tipo de razonamientos, como sefialan también Marcus y Fischer (eds., 1986), no podian sino provocar una «cri- sis de representaci6n» en la antropologia, que entronca con las tesis de Lyotard sobre la condicién posmoderna (1998). Es decir, con la incredulidad respecto a las metanarrativas que previa- mente legitimaban las reglas del método cientifico. Lyotard anun- ciaba una «crisis de las grandes narrativas», que se difuminarian en una multiplicidad de «juegos de lenguaje». Marcus y Fischer también propugnan la necesidad de una aproximacion reflexiva al conocimiento antropolégico, como el que propuso Rabinow en su memoria sobre su trabajo de campo en Marruecos, que tendremos tiempo de discutir después con mayor detalle (1992). El trabajo de campo es un complejo didlogo y los datos que se obtienen no son sélo subjetivos sino «intersubjetivos», producto de largas interacciones. En la secci6n sobre la escritura etnogra- 25 fica volveremos a lo que Marcus y Fischer denominaban el «mo- mento experimental» de la antropologia. Rosaldo, por su parte, publicé en 1989 un conocido libro que algunos consideran que anticipa los principales temas de la an- tropologia posmoderna y los llamados «estudios culturales» (Rey- noso, 2000). Rescatamos algunos puntos de interés de la argu- mentaci6n de este autor. En la antropologfa, sostenfa, se estaba produciendo una erosi6n de las normas clasicas a medida que se exploraban los espacios de hibridacion y diferencia entre y en el interior de las culturas. Era importante denunciar los contextos de poder politico y econdédmico en los que se producia la etnogra- fia, y que quedaban subsumidos bajo lo que denomin6 «nostal- gia imperialista», es decir, una forma de duelo por el «otro» que se desvanecia bajo el impacto de nuestra propia cultura. Rosal- do esta de acuerdo en el paradigma interpretativo de la «descrip- cién densa», pero le reprocha que excluya estas relaciones de poder, en especial la caracterizacién de la subordinacion de los sujetos mas tradicionales de estudio en nuestra disciplina. Cues- tionar el objetivismo significaba para Rosaldo la oportunidad de explorar cuestiones éticas en un espacio —el proceso etnografi- co— que antes se consideraba libre de valores, permitiendo al analista convertirse en un critico del poder y la cultura. La cultu- ra, destaca en su libro, no es ni homogénea ni uniforme ni es experimentada del mismo modo por todos los agentes sociales. Como parte de ello, plantea la exploracién de los «cruces de fron- tera» que nos permitan localizar nuevas experiencias culturales, acceder a espacios de invisibilidad cultural (siendo el de la auto- ria uno de ellos) y cuestionar los conceptos clasicos de «pureza» y «autenticidad» culturales. Estos autores anclaban las criticas de los afios ochenta del siglo Xx en algunos textos experimentales y criticos que queda- ron en el olvido 0 encuadrados en la heterodoxia —como el Na- ven de Bateson (1936, ya citado por Geertz en 1989)—, en los experimentos y afinidades etnografico-surrealistas de algunos antrop6logos franceses como Marcel Griaule 0 Michel Leiris (Clif- ford, 1988), o incluso en el trabajo de cineastas y antropdlogos visuales como Rouch (particularmente sus «etnoficciones», Feld, 1989; Stoller, 1992) o incluso Tierra sin pan de Bufiuel, que se convirtié en aquel momento en paradigma de la reflexividad cri- tica de la representacion realista (Nichols, 1997). 26 3 HISTORIA DE LOS METODOS DE CAMPO Y ALGUNOS EJEMPLOS CLASICOS Hemos defendido ya que la etnograffia, como proceso meto- dolégico global de la antropologia, tiene como una de sus fases fundamentales el trabajo de campo. Pero lo mismo que etno- grafia, el término trabajo de campo puede significar muchas cosas diferentes para distintos investigadores, y tampoco es un método que sea exclusivo de los antropélogos sociales. Como sehiala Bernard (1998), los métodos no «pertenecen» a las dis- ciplinas, y es comun encontrar haciendo investigaci6n de cam- po a socidlogos, politélogos, psicélogos sociales, epidemidlo- gos, enfermeros, pedagogos, etc. El trabajo de campo es un método que, especialmente, la antropologia comparte con un tipo de sociologia cualitativa de mucho recorrido que tiene sus antecedentes en las investigaciones de la Escuela de Chicago entre 1915 y 1935 (Bryman, 2001a). Dentro de cada disciplina, e independientemente de los cruces de métodos y técnicas que puedan darse en determinados momentos histéricos, el traba- jo de campo ha tenido ademas significados heterogéneos y cam- biantes, se ha hecho en primera persona o se ha delegado en otros actores sociales o se llevado a cabo siguiendo criterios y grados de implicacién sobre el terreno diferentes. En suma, el trabajo de campo no es lo mismo para todos los investigadores sociales, ni para todos los antropdlogos contemporaneos, ni lo fue tampoco en distintos momentos histéricos. En este capitu- lo me centraré en la emergencia del trabajo de campo desde los origenes de la disciplina hasta la formulacién clasica de Mali- nowski, y luego discutiré algunos ejemplos de monografias que me parecen importantes en la consolidacion y el desarrollo del 27 método, o se refieren a algunos debates metodolégicos valiosos en la disciplina. Adam Kuper sostiene que Bronislaw Malinowski contribuy6 muy conscientemente a crear su propio mito como fundador del trabajo de campo antropolégico tal como qued6 establecido en la antropologia durante décadas (1973). Aunque este mito sin duda se tambaleé tras la publicacién de sus diarios personales (1989) y el reconocimiento de algunos antecedentes que habian quedado minimizados por la hegemonia del relato fundador, hay un importante consenso en la disciplina en otorgarle a este autor un papel decisorio en el establecimiento del trabajo de campo en el corazon metodoldgico de nuestra disciplina, mds alla de sus limitaciones o de su propia neurosis, tal como se expresa en sus diarios privados. Por todo ello es importante recordar que aunque Malinowski plasm6 esta forma de investigar con espe- cial fortuna en su conocida introduccién a Los argonautas del Pacifico Occidental (1979), tanto en la antropologfa americana como en la inglesa habia habido en los afios anteriores una evo- lucién clara hacia la valoracién del trabajo de campo como es- trategia de investigaci6n preferente en la incipiente disciplina (Urry, 1984 y 2001; Stocking, 2001). Se ha convertido en un lu- gar comun, por ejemplo, criticar que los primeros materiales de campo que llegaron a manos de antrop6logos evolucionistas no fueran, en su mayor parte, de primera mano, que no hubiera criterios definidos sobre las técnicas de recoleccién y registro, que su calidad fuera baja, o que fueran recogidos por personas sin entrenamiento antropoldégico alguno, como funcionarios co- loniales, viajeros, misioneros, etc. (Harris, 2002). Estas alegaciones son ciertas, como lo es también que algu- nos precursores del trabajo de campo sistematico como Mor- gan, Haddon o Rivers habfan abonado el terreno para la valora- cién metodolégica de este método en la construcci6n del conoci- miento antropol6égico, y habian promovido el desarrollo de técnicas y cuestionarios para incrementar progresivamente la calidad de los datos recogidos y su valor comparativo. El propio Marvin Harris, con cuyo Desarrollo de la teoria antropoldgica se han formados generaciones de antropdlogos, niega que los auto- res del entorno de Franz Boas y los antropologos sociales britaé- nicos introdujeran «abruptamente» normas y criterios etnogra- ficos radicalmente mejorados. Estas mejoras se acumularon pau- 28 latinamente durante el siglo XIx y es mejor pensar en una «lfnea continua de crecimiento gradual del rigor de las normas etno- graficas» (2002). Creo que merece la pena, por lo tanto, hacer un seguimiento algo mas detallado de cuales fueron las iniciativas y los debates previos que crearon las condiciones para que investi- gadores como el antropélogo polaco Malinowski pudieran for- mular sus modelos de investigacion de campo con la sofistica- cién con la que lo hicieron. Para ello me baso en los textos de Urry, Stocking y Harris ya mencionados, y también en Bernard (ed., 1998) y Bryman (2001a y 20010). La llegada del trabajo de campo a la disciplina puede conside- rarse entonces como un proceso gradual, relacionado con el desa- rrollo de una perspectiva cada vez mas critica sobre la validez de los datos y las fuentes etnograficas, con la evolucién de los mo- delos teéricos, con el incremento de la profesionalizacién de la disciplina, y con el desarrollo de las comunicaciones que facilité los desplazamientos hacia el «otro». La mayor parte de la infor- maci6n que llega a Occidente entre el XVI y el XIX es, salvo excep- ciones, poco sistematica, profundamente etnocéntrica, y de baja calidad. Se empiezan a recoger datos de forma mas metdédica en las ciencias naturales, especialmente en la botanica, desde media- dos del xvi. Junto a los especimenes botanicos llegaron informes y datos sobre los grupos culturales con los que se encontraban los expedicionarios, que reflejaban las costumbres mas exoticas y lla- mativas. Por ejemplo, la expedicién naval de Baudin (1800-1803) —dque sigue una pauta comun en aquellos viajes— pide apoyo an- tes de salir a la primera sociedad antropoldgica conocida, la So- ciété des Observateurs de l’'Homme. Desde esta institucién les pro- porcionaron técnicas para recoger datos anat6micos e instruccio- nes para recoger costumbres, elaboradas en este iltimo caso por Joseph Marie Degérando. Segtin Urry, Degérando les Ilama la aten- cién a los organizadores de la expedicién sobre las dificultades de la recolecci6n de datos y las principales cualidades que necesita- rfa un investigador para llevar a cabo este tipo de trabajo. Les proporciona ademas una serie de preguntas para guiar su investi- gacion, y las categorias de informacion que considera relevantes. La expedicion regres6 a puerto sin hacer uso de las instrucciones de Degérando, pero éstas sentaron un precedente y acabaron a la postre influyendo en los cuestionarios que fueron utilizados mas adelante en la etnografia del xIx. 29

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