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“EL CosTuMBRE”* por ROBERTO WILLIAMS GARCIA ‘A Roberto J. Weitlaner, etnélogo, en sus ochenta afios. “Cordialmente. La oportunidad de presenciar una ceremonia broté de inmediato en la primera noche de mi estancia en la comunidad, el 11 de febrero de 1952. Isidro, el Juez Auxiliar, hab{a lefdo en la tarde mi oficio de pre- sentacién como étndlogo, consultando la palabra en su diccionario; en Ja noche ya se habia roto la desconfianza y me invit6 al costumbre, Imagino la asociacién que hizo con el significado de etnélogo: estudioso de las costumbres, Emprendimos la caminata, y a media hora topamos una choza con la puerta abierta y las luces ocres fugdndose por las rendi- jas. Un nativo de calz6n, de pie ante un altar, rezaba, rezaba y sahu- maba, y en el recinto, débilmente alumbrado por un candil, se veian unos cuantos hombres y mujeres. En esos momentos, desconocia sus nombres y mds todavia, la causa de sus actos. Isidro atisbaba desde la puerta y las rendijas. Medio satisfizo mi curiosidad: “Reza por todos los hijos del pueblo, para que no falte nada, para que si alguien se port mal no le pase nada, para que no falte agua, que no falte nada”, El re- zador dirigiése a un rincén goteando un liquido en la lumbre, donde preparaban café dos sefioras sentadas en el suelo, y repitié el acto a la entrada de la choza. El ambiente me envolvié en un hilito misterioso e Isidro me dijo que al dia siguiente empezaba EJ Costumbre, al cual concurri sin imaginar el enorme tiempo que se tomaba y, menos ain, su complejidad. La anotacién pormenorizada de todos los actos cuyos significados entonces no entend{a, la continuidad de la ceremonia y, so- bre todo, mi aislada permanencia dentro de un extrafio recinto, horas y mds horas en actitud reverente, sentado en un rincdn, al lado de los miisicos, me produjo tan enorme tensién que al abandonar el recinto minutos antes del epilogo ritual, me sentia desorientado, perdida la no- cién de tiempo y espacio, la que recuperé al legar a Ia plaza y conversa con los maestros de Ja escuela; al ponerme en contacto con gente de mi °F del libro Lor Tepebua, présimo 1 publicarse en Cuadernos do la Fecul- tad de Polis, Lairas 9 Choncan, UV. a = Feat: 67 mismo idioma, Pero al lector, la siguiente sintesis lo guiard en la com- prensién del rito tepehua y sdlo menciono mi experiencia porque estuve colocado de improviso ante unas formas de ceremonial, cuyas intencio- nes no comprendia entonces, Solamente los propios habitantes de la comunidad podian sentir lo intenso de la comunicacién divina que esta- blecfan los oficiantes, Yo era un agnéstico observador, sin traspunte, peto interesado intensamente en captar Ja significacién del culto al Agua, Preludio En el curso del dia y hasta las horas iniciales de la noche, los adi- vinos sentados en un petate, enfrente del altar, recortan mufecos* mien- tras dos misicos de violin y guitarra interpretan sin cesar sones sagrados, sentados en un rincén, en una banca vecina al altar, Los recortadores, rodeados de pliegos de papel, consumen horas y horas, regando refino con frecuencia y contando los mufecos, que vuelven a contar cuantas veces sean necesarias hasta completar la cantidad requerida. Proceden a otdenatlos en camas* llamadas de limpia y de semilla; ocuparin las primeras de inmediato; las otras, al amanecer. La noche sorprende a Jos adivinos cuando apenas estin arreglando su equipo de trabajo que dejan sobre unas hojas de papatla, al pie del altar, en donde las image- nes confeccionadas “estan descansando”. Llegan mujeres que, de pie en el umbral, doblan las rodillas al uni- sono de reverencias a derecha e izquierda; avanzan y se vuelven mirando hacia el patio, dedicindolas a la cruz. Otra vez se vuelven adelantin- dose hacia el centro del altar donde repiten su movimiento dos veces, pasan a la derecha, pasan a la izquierda, y terminan la sumisién en el centro del mismo. En vista del personal que se congrega, por comodidad descriptiva, clasificamos como sacerdotes A y B a los adivinos Agustin Téllez y Martin Madero, y las mismas letras para sus consortes. Recepcién a las deidades ‘Las sonajas empiezan a temblar en las manos de las doncellas for- madas a un lado del altar. Afuera, cerca de cien vecinos hablan en voz baja y acechan por las rendijas. El sacerdote A pone copal en el sahu- mador. Penetran parteras al templo haciendo genuflexiones incompletas en puerta y altar, Los misicos tocan el son en que las muchachas piden petmiso para bailar, y éstas agitan ritmicamente sus sonajas y una de ellas baila con un sahumador, que le fue entregado por el sacerdote A, * Figuras riuales antropomorfas, de papel comercial. * Bspecie de cuaderno entre cuyas hojas intercalan figuras rituales, 68 dibujando con el incensario compases de cuatro tiempos. De repente se escucha el repique nervioso de una campanilla que agita la adivina A. “Tocan la campana porque Iegaron los musiccos, Ilegd el padre de la mazorca; se baila de gusto pa’ que Ienen los jilotes”. Los misicos tocan sin interrupci6n; cerca de ellos el sacerdote A agita su campanita sin mo- verse de su sitio al lado izquierdo del altar; de vez.en cuando toca un silbato, En a fade cone ‘su esposa y las doncellas mueven sus cuer- pos casi sin los pies y sin abandonar el sitio jue parecen prodigar un recibimiento, Luego, cada doncella se decurode desde su niicleo hacia el altar y sin interrumpir su baile logra la reverencia pecu- liar; el quiebre de 1a cintura con Jas rodillas flexionadas. Los misicos se silencian un instante, suficiente para pasar al son de La Virgen, cayo nombre identifica la deidad del Agua. Los mismos adivinos que implo- raron a las deidades 1a noche anterior, las reciben ahora, Al compas del son de La Virgen, el adivino A y su esposa dibujan equis con sendos in- censarios, y las doncellas se mueven hacia adelante y hacia atris en su propio sitio; pasan ante el altar de dos en dos, reverenciandolo; se reinte- gran al micleo y el grupo canturrea. Prosigue otro son y mientras las doncellas contintian bailando, los sacerdotes y las adivinas abandonan el templo. Limpia general En el patio, los vestidos blanquean la obscuridad. Los rostros de los nativos solamente son reconocibles al acuclillarse en los puestos de los oficiantes donde hay velas encendidas. Sentados en el suelo, de espal- das a la iglesia, colocados en hileras se encuentran: Ia adivina B, los sacetdotes B y A, y cuatro parteras; la adivina A sélo de vez en vez, au- xilia a su esposo porque esti pendiente del baile que las doncellas man- tienen en el altar. Asisten autoridades y vecinos para que se les libre de los malos vien- tos, Adivinos y parteras ruegan a la Tierra que perdone los pecados cometidos. Los sacerdotes emplean camas con muftecos de limpia y des- pués de usados se entierran, y se Ievan al arroyo cercano. Una cama com muhecos de cruz queda en el sitio donde esta clavado el simbolo cris- tiano, Las parteras se encargan de lavar las manos de los creyentes, quie- nes a su vez lavan terrones y mazorcas; ninguno de los presentes se exime del lavado, aunque sea forastero. Las parteras hacen envoltorios y los padrinos del templo se encargan de arrojat al monte los desechos. Para acompafiar estos actos los misicos tocan sones de limpia sin salir del templo, El patio vuelve a quedar despejado de los enseres de los ofi- 69 ciantes que penctran al recinto sagrado; la gente permanece fuera y pau latinamente se retira. La limpia y la bendicién del sacerdote A, para “que no se enfermen los pobres”, finaliza cerca de medianoche. Atenciones para con las deidades y culto a los ancestros EI sacerdote A hace un buche con refino, y rocia a su colega y con- sorte, y cada esquina de la mesa del altar, as{ como el suelo, en tanto que Ja musica termina de tocar el ultimo son para hacer limpia. En esa forma, el sacerdote simboliza que personas y objetos han quedado puri- ficados de nuevo para proseguir el ritual. A continuacién riega refino en la mesa arrimada poco antes a un lado del altar, lo que indica Ia ini- ciaci6n de dos actos simultineos: uno, el cuidado de las deidades; otro, el de los difuntos, Al oir el son “para el viento” una partera se acomoda a la entrada, mientras las cocineras entregan tazas con café al sacerdote B, quien las pone en la plataforma superior. Sigue el son para dar café, y las donce- Mevando el ritmo, con las sonajas, bailan en su sitio casi sin mo- verse. El sacerdote también recibe pedazos de pan recortado y, previa sahumacién, pone uno sobre cada taza. Tocan el breve son del agua, Oras tazas van a 1a mesita “para los mufiecos que se hicieron”, Mientras se desartolla la ofrenda, la partera del umbral, de espaldas al altar, sentada en el suelo ante un cajén cubierto con mufecos y flores reza y habla a los ancestros de los oficiantes y de todo el vecindario. Por ‘su parte, el sacerdote B, acuclillado, reza mirando la cama de mufecos colocados en el suelo, bajo la mesica, Suena el som de pedir perdén, y el sacerdote ora mientras sostiene inclinado su sahumador, en tanto su es- posa, danzando, inciensa el altar; luego se arrodilla al son de la cruz y describe equis en el aire con el humo sagrado. Traen dos bordones que se recargan en la plataforma superior y repiten el som de la cruz, Estos bastones son las insignias del rayo y, por lo tanto, se escucha el son deb sereno, Las doncellas ejecutan un baile de brinquitos y giros; entre tanto, dos de ellas mueven sus sonajas, La adivina B sahima todas las partes del altar, los concurrentes y la puerta. Repentinamente entra el son de pedir perdén las parteras, y la misma danza con el incensario elevandose en el recinto denso y aromatico humo. Interpretan el son del maiz, y una partera, cuidadora de los cajones, sin desprenderse el puro de Ja boca, baila acompafiada de las doncellas ‘© madrinas, hermosas adolescentes cubiertas con sus trajes autéctonos. Cuatro parteras bailan con sus sahumadores. Una de ellas se santigua 70 €n él altar, ante los misicos y el sacerdote B, dandoles la mano, Sus com- pteeke ie Ggena exile odie sin Comat ding, yeiehy a maizoaa la Con el saludo al sacerdote, las parteras y las madrinas testimonian que la recepcién se ha brindado a los dioses y a quienes estin relacio- nados con ellos, como son los adivinos y los miisicos. Prosigue el son de Jas muhecas, bailado y canturteado por la adivina A y las doncellas, mien- tras “la mero jefe y partera”, la del puro, sahima el altar. Se hace un intermedio, 1a miisica deja de tocar; una partera limpia a los concurren- tes con un pollito que les pasa por el cuerpo. La partera que realiza esta limpia es la misma que en el umbral esti “pidiendo perdén a los que no viven”, En el intermedio obsequian refino a los misicos, y los concu- rrentes platican y, de vez en cuando, rien con naturalidad, congregados cerca del fuego, donde preparan café. Son aproximadamente las dos de Ja mafiana. Se reanudan las ceremonias. Los misicos de pie tocan los sones del perdén del sereno, y bailan frente al altar escenificando en Ja tierra la creencia de que los misicos difuntos residen en el Cerro de Oro, tocando cerca de las deidades. Mientras lo hacen, las cocineras ponen pan y café en el cajén de Ia entrada, Se sientan los miusicos y tocan el som para limpiar, La partera prin- cipal y las doncellas no bailan, permanecen en su sitio. Aquélla tinica- mente mueve el sahumador. El son simboliza el acto de la limpia que no se realiza porque tuvo efecto en el intermedio. Se inicia otra fase del rito que concierne al uso de los mufiecos recortados. Las doncellas danzan al son para hacer muftecos, haciendo giros fren- te al altar y moviendo el sahumador de arriba abajo. La partera principal inciensa el cajén de la entrada, reverenciando cada esquina y, a la vez, se pone un plato con tortillas y carne. Las doncellas y su matrona continéan bailando el son de la Virgen frente al altar, y una de ellas sahima. La partera principal danza en el cajén de Ia entrada, donde se congregan parteras y adivinas, Estas ponen ramos y “piden perdén”, los levantan y se reverencian entre si con los ramos, Se acuclillan en torno del cajén y se prometen mutuo respeto; ¢s decir, procuran estar libres de cualquier ofensa entre ellas mismas, Bailan las doncellas en su sitio el son Azucena, haciendo sonar una campanilla. La partera de Ja entrada pinta las mufecas; hace con el ma- terial empleado un envoltorio que arrojan al monte inmediato. Retiran el cajén y Ja partera se levanta, Ha terminado la fase de homenaje a los difuntos. A continuacién, se tenderin las figuras de papel. 71 Sacrificio al amanecer Enfrente del altar y sobre el suelo ponen un mantel previamente incensado, El sacerdote A, auxiliado por su colega, coge la cama del maiz; separa los tendidos sosteniéndolos encima del incensario para que reci- ban el humo sagrado, antes de extenderlos en el albo tapiz. Toma una segunda cama con muiecos de viento, maiz y sombra (de persona), y contintia con ottas para irlas colocando. Se toca el son con que piden perdén los muisicos, Reparten café y refino, escuchandose las conversa- ciones y las risas de las mujeres que estan en el rincén opuesto, donde arde el fuego y aguardan las doncellas. El refino no se prodiga, apenas se da lo correspondiente a una copa para mantener los animos despiertos. Se escucha otro son. Los adivinos siguen colocando mutiecos de color como si se tratase de las cartas de una baraja. El cuadro que se forma ‘ocupa una superficie aproximada de dos metros, y mientras lo hace, el sacerdote riega refino en las cuatro esquinas, imitindolo su compafiero y Jas adivinas. Estas tafien campanillas y agitan incensarios, en tanto que suena la misica. El tafido, que sigue el ritmo de los sones, indica la cor- porizacién de los musiecos a los que el sacerdote B habia rezado momen- tos antes. Las cinco de la mafiana, El sacerdote A observa a cuatro hombres que bailan frente al altar, cargando cada uno de ellos un pollo y levando el compas con sus pies. La adivina A baila a un lado, y envuelve de humo todo el altar. Hay atisbos de silencio: Ningtin paso, ni coro, ni so- naja, ni tintineo. Sélo la misica y el piar descontento de las aves. La partera principal limpia a cada una, cabeza y patas, secindolas con un trapo para que las reciba puras la semilla del maiz: “Se van a dar al papé de la familia del mafz”. Repite Ia limpieza de las aves, sostenidas por los hombres, y la hace extensiva a ramos, sahumadotes, y a cada ‘objeto del recinto; lava en especial las manos de los presentes. Cesa la misica. Uno de los hombres, el pasado mayordomo, entrega su ave al sacerdote A, quien la pasa a su colega. Este la balancea sobre 1a cabeza del mayordomo, devolviéndola a su colega, quien la sahima. Acto conti- nuo, el sacerdote B sostiene al ave, de patas y cabeza, sobre el vasto ten- dido, y A le introduce la tijera en el pescuezo, cortindoselo, La sangre gotea profusamente sobre los mufiecos, y el sacerdote sale de prisa con el ave, arrojindola al patio desde la puerta. Repite la operacién con los restantes pollos. La escena absorbe la atencién de los presentes y el sacer- dove A lava su tijera; riega refino en los cajones y se acuclilla frente al tendido, donde permanece rezando un buen rato. Se escucha el son Cerro de Oro que alude a la morada del sol. La luz del astro asoma por la puer- ta principal. La claridad atraviesa las rendijas y Mena el recinto. 72 Ofrenda a las deidades Ponen una mesa en el centro de la choza. Aqui, la partera principal “va a entregar, a pedir perdén a las estrellas”. Es el sitio en que desta- cara Ja siplica al Agua, donde posteriormente se concentraran los patti- cipantes, sin que eso signifique un culto separado del altar. Para el ser- vicio de esta mesa legan dos misicos mas, y Ia partera prepara sus utiles. Varias mujeres muclen en los metates cercanos al fuego y preparan la ofrenda del altar; otra, atiende el comal, mientras las doncellas, los sacerdotes y las adivinas descansan. Suena la misica. El.sacerdote A y su mujer, la adivina, danzan en torno de la mesa, Hevando el compas con sus pies. Ella suena la peque- fia campana que concita a las deidades. La partera pide perdén, miseri- cordial para todos los campesinos, y en esos instantes llegan cuatro hom- bres con sendos pollos; la partera recibe uno, lo sostiene sobre su mesa y lo levanta en acto de entrega, torciéndole a continuacién el pescuezo. Igual tratamiento recibe el resto. Un joven ha dejado tomates en 1a mesa. Se escucha el son de pedir perdén todo mundo y penetran los pa- drinos, provistos de trapos; restregan el tomate suavemente en todo sitio, secando los residuos con sus servilletas; incluso untan el frutillo en los instrumentos musicales cuando los musicos estan tocando, y también a todas Jas personas, Ejecutan su tarea precipitadamente, parecen hormigas en su constante ir y venir, impelidos por el mismo ritmo alegre del son. Restablecida la calma, llevan pan y café a la plataforma superior para continuar la ofrenda a la deidad suprema. También comen Jos mi- sicos y asistentes en una mesa que se coloca en el patio. Alli sirven fri- joles, tortilla y café. Los mésicos penetran y tocan el son de la limpia, y los jévenes vuelven a emplear los tomates; mientras el resto espera a que terminen su labor. La intencién es la de mantener inmaculado el recinto, que se ha convertido en la mansién de los dioses. Solamente la partera sigue en su mesa pidiendo perdén “al viento, para que no eche abajo las milpas”; para que haya maiz y fructifique todo. Se establece un intermedio. La ofrenda prosigue en el altar. No se ha entregado de improviso; implica un largo proceso, porque a las deidades se les sirve la comida conforme Ja preparan. Aqui se refleja una usanza local: a los invitados se les brinda café en las chozas, mientras esperan los alimentos. Ahora, en la plataforma superior, ponen dos pollos, y lo mismo en el tendido. Suena el son de Dios, El sacerdote A cabecea mientras la partera, en su mesa, sigue orando. Vuelve la accién. La adivina A tafie su campanita frente del altar; su esposo se acuclilla en el tendido y reza ensimisma- 73 damente, con las dos manos en la frente; riega tefino y jerez. Las don- cellas bailan guiadas por otra matrona, El sacerdote B también repite el acto de su compafiero. Este enciende una vela que pone en una estaca clavada frente al altar. Ahi prende cigarros de dos en dos; pone un par en la mesita que esta junto al ara, y otro sobre el tendido, en la creen- cia de que las deidades también fuman después de Ja opipara comida. En esos momentos, los hombres se unen al baile. La ofrenda ha sido para Ja Tierra y la deidad suprema: el Sol, Descanso, charlas. Luego, corresponde a la adivina A demostrar la entrega de Ia ofrenda, Toca su campanita y danza para después atrodi- llarse frente al altar. Arrodillada, con los gliteos descansando sobre sus talones, mueve la cabeza a derecha e izquierda, dos veces; y levanta sus brazos, con las palmas de sus manos vueltas hacia arriba. Entre tanto, intervienen cuatro hombres con sendos bastones, bailando frente al altar, Los sacerdotes suenan las campanitas. Los dos hombres de en medio sos- tienen bordones del Rayo, y estan custodiados por los otros dos, que tic- nen bordones de fiscal. La adivina arrodillada prensa entre sus manos una botella de jerez, luego riega, coge su incensario, se pone de pie y danza; sostiene el sahumerio un breve instante sobre la plataforma superior, lo baja hasta un cajén, y vuelve a ponerlo en la parte superior. Espera a que termine el son San Antonio y deja el sahumerio sobre la mesita del altar, Se repite el son y 1a misma adivina con las manos cruzadas en su pecho, entre ellas el sahumerio, baila y gira; sostiene el recipiente con los dedos, y lo sube y lo baja hasta su pelvis repetidas veces. Ahora corresponde a los misicos continuar Ja ofrenda de pollos que iniciara el sacerdote A; mientras las cocineras ponen café en la mesa de Ja partera, quien sigue orando, Tocan el son de Laguna, Los sacerdotes suenan campanitas. Todos bailan, Los miisicos se ponen de pie sin dejar de tocar, bailando y ha- ciendo reverencias; entran a la fila de dos tayos, seguidos por los fiscales; se les agregan los sacerdotes y las adivinas. La otra musica para servicio de Ia mesa permanece en su sitio, tocando. Los misicos Ilegan a esta mesa y alli dan vuelta, seguidos por los demas y haciendo reverencias; regresan tocando y pasan frente al altar, donde contintan la misica y las reverencias, hasta quedar de pie en su sitio; los bastoneros y los demas les presentan sus respetos. Mesa de la sirena Al tiempo que los misicos estin terminando de danzar, la partera, desde su mesa, llega a sahumar el tendido; regresa a su sitio, danzando 74 garbosa, para volver al tendido. Los bastoneros se sientan cerca de la puerta, donde hay una banca. Suena el son de Ja Sirena y la partera sahéma el tendido. Hace lo mismo con todos los presentes para dejarlos divinamente putificados. Las cuatro aves que sacrificé se ponen en su mesa mientras danza. “Estos pollos son para las virgenes”, pues pedirén perdén “al dueio de Ja mazorca”, o sea el Agua. En este sitio rendiran los bastoneros y adivi- nos el “gran perdén a la Sirena”, La partera acuclillada reza en su sitio, y los musicos tocan el son Sierra de San Pedro; las doncellas bailan en el lado derecho del altar con Jos ramos que les han entregado. La partera prosigue en su tarea de hablar con la deidad del Agua, para lo cual desmenuza pedazos de pan y carne de pollo, echindolos al fuego de su sahumerio, Reparten ramos a. bastoneros, sacerdotes y adivinas, La accién se vuelca en torno de esta mesa, donde el sacerdote A y su esposa oran y riegan refino. Bailan los bastoneros al iniciarse el son de? Sereno, Guiados por el sacerdote A, todos giran en torno de la mesa, salvo las doncellas que, manteniendo sus ramos, suenan las sonajas. Cesan de bailar e inician el intercambio de sus ramos; hablan en voz baja y se los devuelven entre si, Los sacerdotes y las adivinas sdlo se los intercambian con los rayos, Jos fiscales y sus esposas, La forma de hacerlo consiste en que uno saluda al otro, dandole la mano, tocindole los dedos; luego, se cambian los ra- mos; los enlazan en sus manos y, por tiltimo, se los devuelven. Termina el acto en la mesa. Epilogo Con sendos ramos, de pie frente al altar, el sacerdote A y su esposa imploran. “Piden perdén al dios; que haga el maiz, fruta; perdén para que no asolee mucho, no ventee mucho; se hace recuerdo a La Laguna porque alla vive Siena”. Es decir, una wiltima invocacidn general para Ja obtencién de buenas cosechas y salud. Las doncellas rezan, mientras estin terminando de reverenciar las esquinas de la mesa de la partera, antes de pasar a despeditse del altar y de los oficiantes. ‘Ahora, el intercambio de ramos tiene efecto en el altar. Un “rayo” y el sacerdote se estrechan las manos, entre las cuales brotan los ramos. Hablan en voz baja y se reverencian en actitud de despedida, “para que no se acuerde mal uno del otro; recordarse bien, Ilevarse bien; no se anden provocando, hay que ser como amigo, como debe ser”. Muchos minutos transcurren en este acto porque cada protagonista habla con los 75 demas; cada uno se despide formalmente ante el altar y la obscuridad empieza en el recinto. Al empezar el acto anterior, las esposas de los bastoneros reciben simultineamente los pollos de la mesa, y bailan frente al altar en acti- tud de oftendarlos, regresando al sitio original, Suena el son Jas muftecas, y la partera empieza a levantar sus enseres. La obscuridad avanza queriendo devorar la choza. El sacerdote A, auxiliado por su colega, recoge los mufiecos, haciendo envoltorios que pone entre las horquetas de un Arbol del patio, Los cuatro pollos van a los canastos de cada pareja de adivinos. Termina el costumbre. Los con- currentes salen uno tras otro, y cierran Jas puertas, Periodo de costumbres Ademéas de la ceremonia especial ya descrita, celebran en el mes de febrero, cada tres afios, la correspondiente al cambio de autoridades; pero Ja més importante tiene lugar a medio afio, generalmente en junio. Re- Tatan que el afio pasado, ocho dfas antes de la fiesta de San Pedro fue celebrada con gran pompa por el adivino don Vicente ayudado por Agus- tin Téllez y su esposa. Danzaron dos noches seguidas en el lacachinchin y luego fueron a un cerro situado entre la comunidad y San Pedro, En la cumbre oftendaron guajolotes y dejaron musiecos para el viento. Al ter- minar el rito, acompafiaron con misica a don Vicente hasta su casa, en San Pedro Tzilzacuapan. Otras veces, los adivinos van al pueblo ancestral. Agustin Téllez y su esposa informan que fueron a San Pedro y bailaron dos noches para pedir que lloviera, Efectuaron la ceremonia en el templo del lugar, donde oficia don Vicente, Imploraron al “Sefior San Pedro, Maria Santisima, Sefior San José”. 76

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