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Raquel

Silvetti

PINGÜICHÍS

con ilustraciones de Lourdes Medina


Silvetti, Raquel
Pingüichís / Raquel Silvetti. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de
Buenos Aires : Universidad de la Defensa Nacional, 2023.
18 p. ; 21 x 30 cm.

ISBN 978-631-90236-2-6

1. Antártida. 2. Educación. I. Título.


CDD U863.9282

Coordinación editorial: Martín H. Bertone


Correción: UNDEF Libros
Diseño de tapas, maquetación y retoque de imágenes: María Cordini

ISBN 978-631-90236-2-6

Publicado en el mes de julio de 2023.

Hecho el depósito que indica la ley 11.723


Impreso en Argentina.
Ninguna parte de esta publicación, inclusive el diseño de cubierta,
puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna
ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de
grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
Antártida y niñez, donde anida la aventura
La fascinación por lo apenas vislumbrado es, como diría Juan José Saer, el
lugar perfecto para que la imaginación infantil despliegue sus alas, el espacio
perfecto para que se entrelacen conocimientos, amor y voluntad. Esa enorme
página en blanco, salpicada aquí y allá por cosas indistinguibles en la lejanía.
Con la publicación colaborativa de esta primera serie de cuentos infantiles
ilustrados, la Universidad de la Defensa Nacional aceptó el desafío de acercar estos
dos mundos con la esperanza de contribuir a la construcción de un futuro mejor para
la humanidad. Un mundo que haga del respeto por el prójimo y el ambiente su brújula.
Esta propuesta busca ser una herramienta para la labor didáctica cotidiana de nuestros
docentes, pero también la voz cálida y entrañable que sosiega antes del sueño y garabatea en el aire un fractal de
historias emocionantes, escritas en espera.
En este presente en que nuestra niñez está llena, como dijo Eduardo Galeano, “de plástico y ruido”, nuestra Antártida
es el ejemplo programático de la paz y el silencio, donde la experiencia simple de producir el agua que tomamos nos
da otro registro del tiempo, donde la vida en comunión nos permite enfrentar los más increíbles desafíos con los que se
pone a prueba la ciencia y donde, al fin, los ojos reflejen auroras australes.
Resguardar esa promesa en el futuro será responsabilidad de quienes hoy transiten estas lecturas, que por esa misma
razón son necesarias y oportunas.
A disfrutarlas.
¡Crac… crac… crash!
—Ya nació, por fin nació —dijo papá pingüino emocionado, después de haber
incubado al huevo durante sesenta días.
—Ya voy, ya estoy ahí —respondió mamá pingüino, acercándose tan rápido como
sus torpes patas le permitían caminar. Venía de cazar para alimentar a su pequeño.
Los dos lo miraron con ternura…
—¡Atchís… atchís!
—¿Atchís? —exclamaron sus padres.
Aunque no lo creas, el bebé pingüino estaba resfriado. Claro, sus padres desconocían
esa palabra tan rara que decía su hijo.
—Bueno, se llamará Pingüichís —dijo orgulloso papá.
Pingüichís pronto se hizo personaje en la Antártida, su hogar, ya que era el único
pingüino que decía “atchís”.
El pequeño polluelo paseaba cabalgando sobre las patas de su madre, abrigadas
por los pliegues de la tibia piel de la pancita de mamá.
—Pingüichís, ¿quieres venir a jugar? —preguntaban otros pingüinos.
—No puedo, aún soy pequeño y mamá no me deja —respondía apenas asomando
la cabeza.
Sus padres se sentían orgullosos porque pronto entraría al jardín de infantes “Los
Pingüis”. Así, papá y mamá podrían ir juntos de pesca, sabiendo que el pequeño
quedaría en buen cuidado.
—Pingüichis, hoy comenzás el jardín. A portarse bien, hacele caso a la maestra —
dijo su mamá mientras le daba un beso pico.
—Qué lindo —dijo Pingüichis—, ahora voy a tener amigos y vamos a hacer muchas
travesuras.
Pero no fue como él lo pensaba, su maestra enseñaba muuuuchas cosas, para que
pudieran defenderse contra algún enemigo.
—Pequeños, escuchen con atención —dijo la maestra y empezó a armar tremenda
lista:
1) Al ir a nadar, tenemos que observar que no venga el leopardo marino, porque es
nuestro enemigo.
2) En tierra, si vemos un ave llamada skúa, hay que correr a refugiarse, porque se
come a los polluelos.
3) Nunca hay que acercarse a la aldea del animal que camina como nosotros y vuela
pájaros gigantes. No sabemos si es nuestro amigo.
Pingüichís bostezaba. Él soñaba con volar como esas maravillosas aves gigantes, que
había visto en el cielo. Hacía intentos subiéndose a una montaña de nieve lanzándose
al vacío, pero… ¡PLASH! Caía de panza en el hielo.
—¿Qué comerán esas grandotas para tener semejantes músculos? —se preguntaba
el pequeño.
Una mañana, sabiendo que todavía no estaba preparado para nadar, se fue con
Foquis, su amiga foca, a darse un chapuzón. Cuando menos lo esperaban, un leopardo
marino se acercó a ellos dispuesto a darse un banquete.
—Comidaaaaaaaaaa —gritó.
Si no fuera por una Ballena Azul que andaba de paseo y lo asustó con su enorme
tamaño, Pingüichís y Foquis no contaban la historia.
—Y te quedarás sin una posta de pescado hasta mañana —dijo furioso el papá
pingüino. Dejando caer una lágrima congelada por la mejilla, el polluelo se fue a
dormir.
Pingüichís era muy juguetón y curioso…
—Foquis, ¿me acompañas a la aldea de las aves raras? Quiero saber qué comen
para ser tan fuertes y volar.
—¡Nooo! No debemos ir, quizás nos quieren comer.
—Qué miedosa. Voy solo, qué me importa —respondió Pingüichís mientras se
deslizaba por una montaña de hielo camino hacia la gran aventura.
—Voy a comer lo mismo que el ave gigante y volaré como ella, ya vas a ver que vendré
volando —decía patinando por el hielo.
De pronto…
—Qué despacio caminas, si volaras llegarías más rápido.
—Y tú, ¿quién eres? —preguntó el pingüino.
—¿No ves? Soy un ave y estoy dispuesta a enseñarte a volar. Claro, si te animas.
—Tienes toda la apariencia de ser una skúa. Mi maestra nos dijo que te comes
a los polluelos, por lo tanto… ¡fuera!
—Te equivocas —decía el skúa—. Si fuera así, no te enseñaría a volar. Sigue tu camino,
pájaro bobo.
—Pájaro bobo ¿yo? Para que sepas, soy un pingüino emperador, pronto aprenderé a
volar mejor que tú, gaviota fea.
La skúa ofendida estaba dispuesta a lanzarse sobre el polluelo para comerlo, cuando
escuchó un ruido ensordecedor, que hizo que huyera.
Era una avioneta que pasaba por encima de sus cabezas despertando la admiración
del pequeño pingüino.
—Espera, espera, quiero ir contigo —decía Pingüichís entre tropiezos.
Pingüichís no podía creer que había llegado a la aldea y mucho menos que estaba
cerca de las aves gigantes. ¿Lo querrían comer?
—Oye, soy Pingüichís, un ave como tú. Me gustaría saber que comes para ser tan fuerte
y volar. Pero, ¿por qué no me miras ni me hablas? —decía el polluelo.
Al costado, encontró un tanque con líquido de olor muy fuerte, seguramente era lo que
comía el ave gigante.
—Probaré un poquito, tiene mucho —dijo metiendo la cabeza dentro del tanque.
Pingüichís cayó al piso desmayado.
Entonces salió de la base antártica “Gral. Artigas”, que así se llamaba la aldea, el dueño
del ave gigante.
Lo tomó en brazos y lo llevó dentro. Allí había un médico que se hizo cargo del paciente
inesperado.
Cuando Pingüichís despertó, se encontró rodeado por aquellos animales raros,
que se llaman seres humanos y que le salvaron la vida. El médico, dándole trocitos
de pescado, le decía que nunca más volviera a comer alimentos desconocidos.
—Bueno, pequeño —le dijo el aviador dueño del ave gigante—. Ahora que estás bien
te llevaré a tu hogar, estoy seguro de que tu familia estará muy preocupada.
Los padres de Pingüichís ya se habían organizado para salir a buscarlo cuando…
Cuando apareció el ave gigante, de la cual bajó sonriente Pingüichís, con una gorra
de lana que le habían regalado.
—¿No te dije, Foquis, que vendría volando? —exclamó nuestro amigo corriendo
hacia sus padres, quienes entre piquitos y algún rezongo lo abrazaron.
Pingüichís comprendió que nunca podría volar, porque los pingüinos no vuelan.
Pero se conformaba con pasear de vez en cuando en la avioneta de su nuevo amigo
el aviador, que lo llevaba a recorrer los cielos antárticos.
Autora
Me llamo Raquel Silvetti. Nací en Uruguay. Soy escritora y
narradora oral escénica de cuentos infantiles desde el año
1999. Tengo publicados 10 libros y 34 publicaciones. Algunos
abordan temas como el bullying, las drogas en la infancia,
el reciclaje o el medio ambiente. Trabajo en la Biblioteca
Nacional de Uruguay, donde cumplo tareas en Secretaría,
Gestión Territorial y Visitas Guiadas a Instituciones Escolares. Hace
poco me sumé al equipo de trabajo internacional “Proyecto Antártico
Latinoamericano de literatura infantil” con la participación de Argentina, Chile, Brasil
y Uruguay.
Ilustradora
Me llamo Lourdes Medina. Nací en Bahía Blanca,
Argentina. Me formé como ilustradora en la Escuela
de Artes Visuales “Lino Enea Spilimbergo”, de la que
egresé en el año 2011. Tres años después, me fui a vivir a
Uruguay, en donde comencé a trabajar ilustrando libros
álbumes infantiles con reconocidas editoriales y autores
del país. Actualmente, me encuentro estudiando Psicología
en la Universidad de la República y trabajando de manera
independiente en proyectos artísticos personales.
ESCANEÁ EL QR
Y DESCUBRÍ COSAS
NUEVAS
La maestra del jardín les explicó varias cosas a los polluelos:
1) Al ir a nadar hay que tener cuidado con los leopardos
marinos.
2) En tierra, si ven una skúa, hay que esconderse, porque se
come a los polluelos.
3) Nunca se acerquen a la aldea del animal que camina
como los pingüinos y vuela en pájaros gigantes, porque no
sabemos si es amigo.

Pingüichis bostezaba. Él quería comer lo mismo que el ave


gigante y volar como ella. Así que se deslizó por el hielo hacia
la gran aventura.

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