You are on page 1of 59
PAUL RICHUR HISTORIA Y VERDAD a FONDO DE CULTURA ECONOMICA México - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPANA Estapos UNIDOs DE AMERICA - GUATEMALA - PERU - VENEZUELA Primera edicién en francés, 1955 Segunda edicién en francés, 1964 Tercera edicién en francés, 1967 Primera edicién en espafiol rc Argentina, 2015 Ss Ricoeur, Paul Historia y verdad. - 1a ed. - Ciudad Auténoma de Buenos Aires : Fondo de Cultura Econémica, 2015. 419 p. ; 21x14 cm, - (Filosofia) Traducido por: Vera Waskman ISBN 978-987-719-071-7 1. Filosofia de la historia. I. Waskman, Vera, trad. CDD 901 a eee Armado de tapa: Juan Balaguer Titulo original: Histoire et Vérité ISBN de la edicién original: 978-2-02-041094-6 © 1955, 1964, 1967, Editions du Seuil DR. © 2015, Fonpo pg CuLturA ECONOMICA DE ARGENTINA, S.A. El Salvador 5665; C1414BQE Buenos Aires, Argentina fondo@fce.com.ar / www.fce.com.ar Carr. Picacho Ajusco 227; 14738 México D.F. ISBN: 978-987-719-071-7 Comentarios y sugerencias: editorial@fce.com.ar Fotocopiar libros esta penado por la ley. Prohibida su reproducci6n total o parcial por cualquier medio de impresi6n o digital, en forma idéntica, extractada 0 modificada, en espafiol o en cualquier otro idioma, sin autorizacién expresa de la editorial. IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA Hecho el depésito que marca la ley 11723 I, PERSPECTIVAS CRITICAS OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD EN HISTORIA El problema propuesto es ante todo un problema de metodologia que permite retomar por la base las preguntas propiamente peda- gogicas de coordinacién de las ensefianzas; pero por detras de este problema pueden advertirse y retomarse filos6ficamente los “inte- reses” més importantes puestos en juego por el conocimiento his- térico. Tomo prestado de Kant el término interés: en el momento de resolver las antinomias de la razén —entre ellas, la de la causa- lidad necesaria y la causalidad libre—, se detiene para pesar los intereses puestos en la balanza por una u otra posici6n; se trata, desde luego, de intereses propiamente intelectuales 0, como dice Kant, “del interés de la raz6n en ese conflicto con ella misma”. Debemos proceder de la misma manera con la aparente alter- nativa que se nos propone; los intereses diversos estan representa- dos por estos dos términos: objetividad, subjetividad, expectativas de diferente calidad y de diferente orientacién. Esperamos de la historia una cierta objetividad, debemos partir de la objetividad que le conviene y no del otro término. Ahora bien, ,qué esperamos bajo ese titulo? Esto es cierto de las ciencias fisicas, de las ciencias bioldgicas; también es cierto de la historia. Esperamos, por consiguiente, de la historia que haga Eso no quiere decir que esa ob- jetividad sea la de la fisica o de la biologia: existen tantos niveles de objetividad como comportamientos metédicos. Esperamos, 29 30 VERDAD EN BL CONOCIMIENTO DELA HISTORIA entonces, que la historia afiada una nueva Provincia aj ih variado de la objetividad. Peri, subjetividad que sea i istorial nea la his! ' ssn e existe una enh una mala, pe we ante de la buena y la mala subjetividad por ae oe mismo del oficio de historiador. me ig Eso no es todo. Bajo el titulo de subjetividad esperamog m més grave que la buena subjetividad del historiador; esperam. que la historia sea una historia ao eos ¥ que esta hisi bres ayude al lector, instruido por la historia de Jo, - de los homl ere toriadores, a edificar una subjetividad de alto rango, la subjetiy i. ‘0 solo de mi mismo sino del hombre. Pero este interés od dad ni espera de un paso —POr la historia— de mi al hombre, yano exactamente epistemol6gica, sino filos6fica en sentido Propio a Por. que lo que esperamos de la lectura y de la meditaci6n sobre la obras del historiador es, por cierto, una subjetividad de reflexién, i interés ya no concierne al historiador que escribe la historia, sino al lector —en particular al lector filos6fico—, el lector en quien ter. mina todo libro, toda obra, por su cuenta y riesgo. Este sera nuestro recorrido de la objetividad de la historia al, subjetividad del historiador; de una y de otra a la subjetividad fi. loséfica (para emplear un término neutro que no prejuzga sobre el andlisis ulterior). El oficio de historiador y la objetividad en historia Esperamos de la historia una cierta objetividad, la objetividad que le conviene; la manera en que la historia nace y renace nos lo prueba; procede siempre de la rectificacién del ordenamiento ofc y pragmatico de su pasado por las sociedades tradicionales. Este PERSPECTIVAS CRITICAS 31 rectificacion corresponde al espfritu de la rectificacién que repre- senta la ciencia fisica respecto del primer ordenamiento de las apa- riencias en la percepcion y en las cosmologfas tributarias de ella.! Pero gquién nos diré qué es esta objetividad especifica? El fil6- sofo no tiene lecciones para darle al historiador; el ejercicio mismo de un oficio cientifico es lo que instruye al filésofo. Debemos escu- char, primero, al historiador cuando reflexiona acerca de su Oficio, pues éles la medida de la objetividad que conviene a la historia, del mismo modo que es ese oficio el que da la medida de la buena y lamala subjetividad que implica esa objetividad. “ “Oficio de historiador”: todo el mundo sabe que ese titulo es el que Marc Bloch afiadié a su Apologie pour l'histoire (Apologia para Ia historia). Este libro, por desgracia inconcluso, contiene sin em- bargo todo lo necesario para plantear los primeros cimientos de nuestra reflexién. Los titulos de los capitulos de método —obser- vacién hist6rica, critica, andlisis histérico— no nos dejan duda: marcan las etapas de una objetividad que se construye. Hay que estar agradecido a Marc Bloch por haber llamado “observacién” al acercamiento al pasado por parte del historiador: retomando la palabra de Simiand, que denominaba a la historia un “conocimiento por las huellas”, muestra que esa aparente servi- dumbre de no estar nunca ante su objeto pasado, sino ante su hue- lla, no descalifica de ningtin modo a la historia en tanto ciencia: la aprehensi6n del pasado en sus huellas documentales es una obser- vacién en el sentido fuerte de la palabra; porque observar no signi- fica nunca registrar un hecho bruto. Reconstituir un aconteci- miento 0, mejor, una serie de acontecimientos, 0 una situaci6n, o una institucién, a partir de documentos, es elaborar una conducta de objetividad de un tipo propio, pero irrecusable: pues esta re- 1 Se ha demostrado en tiempos recientes que Tucidides —distinguiéndose de Herédoto— esté animado por la misma pasién de causalidad rigurosa que Anaxégoras, Leucipo y Demécrito, por la misma biisqueda del principio de movimiento que la fisica presocratica. Este principio de movimiento lo busca en las sociedades humanas, del mismo modo que los fisicos en las cosas de la naturaleza. 32 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA Histo STORIA Constitucién supone que el documento sea interroga Q hablar; que el historiador vaya al encuentro de st gene dy jando una hipétesis de trabajo; esta investigacién deg ! ‘ a la dignidad de documento significativo y eleva oe} Pasa la dignidad de hecho historico. El documento no era q Tho 4 antes de que el historiador haya pensado en hacerle ving ny y, de esa misma manera, el historiador instituye, Por asi is Bun, documento hacia atras y a partir de su observacign: Scie, Un, modo, instituye hechos histéricos. En este sentido, e] nee le te rico no difiere en lo fundamental de los otros hechos cientig, los que Canguilhem decia, en una confrontacié6n Patecida « “E] hecho cientifico es lo que la ciencia hace al hacerse”, ne &Sta; objetividad: una obra de la actividad metédica. Por es es dad lleva el bello nombre de “critica”. Hay que estar agradecido, en segundo lugar, a Mare Bloch haber Ilamado “anilisis”, y no ante todo sintesis, a la actividad > historiador que busca explicar. Tiene mil veces razén al Negar ‘i el historiador tenga como tarea “restituir las cosas tal como ae rrieron”. La historia no tiene la ambici6n de hacer reviviy, sino de re-componer, re-constituir, es decir, de componer, de constituir uy encadenamiento retrospectivo. La objetividad de la historia con- siste, precisamente, en esa renuncia a coincidir, a revivir, en esa ambicién de elaborar encadenamientos de hechos al nivel de una inteligencia historiadora. Y Marc Bloch subraya qué enorme por- ci6n de abstraccién supone un trabajo semejante; pues no hay ex- plicacién sin constitucion de “series” de fendémenos: serie econé- mica, serie politica, serie cultural, etc.; en efecto, si se pudiera identificar, reconocer una misma funci6n en los acontecimientos otros, no habria nada que comprender; solo hay historia porque ciertos “fenémenos” contintian: “En la medida en que su determi- naci6n se opera de lo mas antiguo a lo mas reciente, los fendémenos humanos se ordenan ante todo por cadenas de fenédmenos seme jantes; clasificarlos por géneros es, entonces, poner al desnudo I neas de fuerza de una eficacia capital” (p. 74). Solo hay sintess histérica porque, en primer lugar, la historia es un anilisis y noun 7a lap tm do mic“ll 0 esta activi, PERSPECTIVAS CRITICAS 33 idencia emocional. Como todo otro sabio, el historiador busca Jas relaciones entre los fendmenos que ha distinguido. Se insistira todo lo que sea necesario a partir de allf sobre la necesidad de com- srender los conjuntos, los lazos orgénicos que exceden toda causa- lidad analitica; se opondra, entonces, tanto como sea necesario, comprender y explicar. Sin embargo, no se puede hacer de esta distincién la clave de la metodologia hist6rica; como dice Marc Bloch: “Este trabajo de recomposicién no podria venir sino des- pués del andlisis. Digamoslo mejor: no es mas que la prolongacién del andlisis como su razon de ser. En el andlisis primitivo, contem- plado antes que observado, {cémo se habrian discernido las rela- ciones, puesto que nada estaba distinguido?” (p. 78). La comprensi6n no es pues lo opuesto de la explicacién, a lo sumo es el complemento y la contraparte. Lleva la marca del ana- lisis —de los andlisis— que la ha hecho posible. Y conserva esa marca hasta el final: la conciencia de época que el historiador, en sus sintesis mas vastas, procurard reconstituir se alimenta de todas las interacciones, de todas las relaciones en todos los sentidos que el historiador ha conquistado por medio del anilisis. El hecho histé- rico total, el “pasado integral”, es propiamente la idea reguladora de este esfuerzo. No es algo inmediato; nada es mas mediato que una totalidad: es el producto de una concepcion ordenadora que ex- presa el esfuerzo més alto de puesta en orden de la historia por el historiador; es, para hablar otro idioma (mas cientifico), el fruto de la “teoria”, en el sentido en que se habla de la “teoria fisica”. En consecuencia, ninguna “concepcién ordenadora” abarcara toda la historia: una época sigue siendo un producto de anilisis; la historia no propondré nunca a nuestra comprensi6n sino “par- tes totales” (para hablar como Leibniz), es decir, “sintesis analiti- cas” (para retomar una expresién audaz de la Deduccién trascen- dental de Kant). Asi, de un lado al otro, la historia es fiel a su etimologia: es una “investigacion”, iotogia. No es, en primer lugar, una interrogacién ansiosa sobre nuestra desalentadora historicidad, sobre nuestra manera de vivir y de fluir en el tiempo, sino una réplica a esa con- coine Ry VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA dicién “histrica”: una réplica por la eleccién de Iq histor, eleccién de un cierto conocimiento, de una voluntad de cor WY Por la racionalmente, de edificar aquello que Fustel de Coulee maba la “ciencia de las sociedades humanas” y eile Nges lle llama una “empresa razonada de anilisis”. are Bloch Esta intencidn de objetividad no esta limitada a la crt mental, como lo cree un positivismo estrecho; anima inelig grandes sintesis; su racionalismo aproximado es de la on Ve lag ue el de la moderna ciencia fisica, y la historia no tiene ‘ A lejo de inferiori Por que gun complejo dle inferioridad, taza tener respecto de él nin, La objetividad de la historia y la subjetividad del historiadoy En relacién con este oficio de historiador —y por tanto, en relacién con esta intencién y con esta empresa de objetividad— debemogs ahora situar la critica contempordnea que, desde hace medio siglo, viene insistiendo en el rol de la subjetividad del historiador eal elaboracién de la historia. En efecto, me parece que no se puede considerar esta subjeti- vidad en si misma sin conocer en primer lugar lo que hace: a saber, precisamente una empresa razonada de anilisis. La prudencia quiere, entonces, que procedamos a la manera de la tradicién re- flexiva, es decir, que busquemos esa subjetividad en su intencién, en su empresa, en sus obras. No hay tampoco fisica sin fisicos, es decir, sin ensayos y errores, tanteos, abandonos, encuentros singu- lares. La revolucién copernicana de Kant no consistié en una apo- teosis de la subjetividad de los sabios, sino en el descubrimiento de esa subjetividad que hace que haya objetos. Reflexionar sobre la subjetividad del historiador es buscar de la misma manera qué sub- jetividad se pone en practica en el oficio de historiador. Pero si existe un problema propio del historiador, este cores” ponde a los rasgos de la objetividad que todavia no hemos mer- cionado y que hacen de la objetividad hist6rica una objetividad incompleta comparada con la que se alcanza, al menos de manera PERSPECTIVAS CRITICAS 35 aproximada, en las otras ciencias. Presentaré estos rasgos sin inten- tar atenuar, al mismo tiempo, los contrastes aparentes entre esta nueva etapa de la reflexion y la precedente. 1. El primer rasgo se refiere a la nocién de eleccién hist6rica; de ninguna manera hemos agotado el sentido al decir que el historia- dor elige la racionalidad misma de la historia. Esta eleccién de la racionalidad implica otra eleccién, en el trabajo mismo del histo- riador; esta otra suerte de elecci6n se vincula con eso que podria llamarse el juicio de importancia, que rige la seleccién de aconteci- mientos y factores. La historia a través del historiador solo retiene, analiza y relaciona los acontecimientos importantes. Aqui es donde la subjetividad del historiador interviene en un sentido ori- ginal respecto de la del fisico, bajo la forma de esquemas interpre- tativos. Por consiguiente, es aqui donde la calidad del interroga- dor interesa en la selecci6n misma de los documentos interrogados. Mas aun, el juicio sobre la importancia, al eliminar lo accesorio, crea una continuidad: lo vivido esta descosido, lacerado de insig- nificancia; el relato esta ligado, es significante por su continuidad. Asi, la racionalidad misma de la historia depende de este juicio de importancia que carece, sin embargo, de un criterio seguro. Tiene razon Raymond Aron sobre este punto cuando dice que la “teoria precede a la historia”. 2. Ademiés, la historia es tributaria en grados diversos de una con- cepcion vulgar de la causalidad, segiin la cual la causa designa a veces “el fendmeno que ocurrié en ultimo lugar, el menos permanente, el mas excepcional en el orden general del mundo” (Marc Bloch); otras veces, una constelacién de fuerzas de evoluci6n lenta; otras, una estructura permanente. En este sentido, la obra de Braudel —E] Mediterraneo y el mundo mediterrdneo en la época de Felipe II—* marca una fecha desde el.punto de vista del método, por su esfuerzo por * Fernand Braudel, El Mediterraneo y el mundo mediterrdaneo en la época de Fe- lipe II, 2 vols., México, Fondo de Cultura Econémica, 1953. [N. de la T.] 38 VERDAD EN BL CONOCIMIENTO DE LA Higteyg, 4. Por fin, tiltimo rasgo, pero no menor, ultimo T8880 do: at y comprender en Ultima that CItiy i 1 a | nos alejamos es el Pasado hu Neig 4 I entonces, esa distancia ‘ % historia quiere explic hombres. El pasado del que i i ral se afade, distancia temporal se ¢ corresponde al hecho de que el otro es otto hombre, Volvemos 4 encontrar aqui el problema de| Pasad ivieron es, ‘ e los otros hombres vi es, Precisamente, hy tuir por la totalidad de la fed de : Te Ng, *Pecitic, A pues lo qu ceare teat s aartador pre s ae pues, lo que ee = ae a Comprensiéy, inte es el caracter humano inagotable Mee to Ue inten, rarse en una reconstruccion siempre mas articulada, en a analiticas siempre més diferenciadas y més ordenadas, es la vei dad absoluta de lo vivido por los seres humanos en e| Pasay ‘Ahora bien, hemos dicho que ese pasado integral de oa bres de otro tiempo era una idea, el limite de una APrOXimae;. intelectual. Hay que decir también que es el térming antici por un esfuerzo de simpatia que es mucho mas que el simple lado imaginativo a otro presente, que es un verdadero traslady otra vida de hombre. Esta simpatia esta en el comienzo yenel final de la aproximacion intelectual de la que hablamos; inicia el traj.: del historiador a la manera de una primera inmediatez; opera en. tonces como una afinidad solicita respecto del objeto estudiado, renace como una tltima inmediatez al término de un largo andi. sis; el andlisis razonado es como la etapa metédica entre una sim. patia inculta y una simpatia instruida. Por esa raz6n, una voluntad de encuentro asi como una volun- tad de explicacién animan la historia. El historiador va a los hom- bres del pasado con su experiencia humana propia. El momentoen que la subjetividad del historiador toma un relieve sobrecogedor es aquel en que, més alla de toda cronologia critica, la historia hace surgir los valores de vida de los hombres de otros tiempos. Esta evocaci6n de los valores, en definitiva, la tinica evocacién de los hombres accesible para nosotros, que no podemos revivit lo que ellos vivieron, no es posible si el historiador no esta vitalmente interesado en esos valores y no tiene una profunda afinidad con *Clon, PERSPECTIVAS CRITICAS 39 ellos; no se trata de que el historiador deba compartir la fe de sus héroes; rara vez harfa historia sino una apologética, casi una hagio- grafia; pero debe ser capaz de admitir de manera hipotética su fe, Jo que es una manera de entrar en lo problematico de esa fe al tiempo que se la “suspende”, que se la “neutraliza” como fe profe- sada de hecho. Esta adopcién suspendida, neutralizada, de la creencia de los hombres de otra época es la simpatia propia del historiador; lleva a su maxima expresién lo que Hamabamos mas arriba la imagina- cién de otro presente por transferencia temporal; esa transferencia temporal es también un traslado a otra subjetividad, adoptada como centro de perspectiva. Esta necesidad atafie a la situacién radical del historiador: el historiador forma parte de la historia, no solo en el sentido banal de que el pasado es el pasado de su pre- sente, sino en el sentido de que los hombres del pasado forman parte de la misma humanidad. La historia es entonces una de las maneras en que los hombres “repiten” su pertenencia a la misma humanidad; es un sector de la comunicaci6n de las conciencias, un sector escindido por la etapa metodolégica de la huella y del docu- mento, por tanto, un sector distinto del didlogo en que el otro res- ponde, pero no un sector por completo escindido de la intersubjeti- vidad total, la cual permanece siempre abierta y en debate. Tocamos aqui esa otra frontera donde la objetividad de la his- toria hace aflorar la subjetividad misma de la historia y ya no tan solo la subjetividad del historiador. Antes de dar este nuevo paso, miremos hacia atrés y hagamos un balance. Estas consideraciones echan a perder nuestro primer ciclo de andlisis sobre la objetividad histérica? ;Esta intrusion de la subje- tividad del historiador marca, tal como se pretendi6, “la disoluci6n del objeto”? De ninguna manera: solo especificamos el tipo de ob- jetividad que surge del oficio de historiador, la objetividad hist6- rica entre todas las objetividades; procedimos, en suma, a la consti- tucién de la objetividad histérica como correlato de la subjetividad historiadora. 40 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA, HISTOR . A Por esa raz6n, como contrapartida, la Subjetivida juego noes una subjetividad cualquiera, sino Precisameny, Westy f tividad del historiador: el juicio de importancia, 6] compl la Sib quemas de causalidad, la transferencia a otro Presente itn © dees la simpatia por otros hombres, por otros valores y, finalm, Binads capacidad de encontrarse con view de otro tiempo, todo egy fiere a la subjetividad del historiador una mayor riqueza q Con. nicos de la que implica, por ejemplo, la subjetividad del fii a esa subjetividad no es sin embargo una subjetividad q la dee Pery No se dijo nada cuando se dijo que la historia ea tala historiador, Porque gquién es el historiador? Asi como e| bi Va al cibido es relativo a lo que Husserl llama el cuerpo Srtodaeaseet decir, a una sensorialidad normal, el objeto cientifico es mice relativo a un espiritu recto; esa relatividad no tiene nada aie con cualquier forma de relativismo, con un subjetivismo del Ci rer-vivir, de voluntad de poder o de lo que sea. La subjetivida historiador, como toda subjetividad cientifica, representa |g ria de una buena subjetividad sobre una mala subjetividad, Después del gran trabajo de la critica filos6fica que aleanzs a punto extremo con el libro de Raymond Aron, es necesario quiz plantear ahora la pregunta: gcual es la buena y la mala subjetivi. dad? Tal como lo reconoce Henri Marrou, que acoge sin embargo ampliamente a la escuela critica, en un nivel superior —en el nivel de esa “historia a la vez ampliada y llevada en profundidad’—se vuelven a encontrar los valores a los que el positivismo atribufa un sentido estrecho pero auténtico: “El progreso (en el método cienti- fico) se efecttia por la superacién y no por reaccién: solo en apa- riencia refutamos la validez de los axiomas del método positivista; siguen siendo validos, a su nivel, pero la discusi6n se sittia un paso més adelante: cambiamos de espira”.? El positivismo no superaba dde Victo- ? Henri-Irénée Marrou, “De la logique de ’histoire a une éthique de histo rien’, en Revue de Métaplysique et de Morale, afto 54, nim. 3-4, 1949, p25” Manifiesto aqui mi acuerdo sustancial con el libro de Henri-Irénée Martou, De |a connaissance historique, Parfs, Seuil, 1954 [trad. esp.: El conacimiento hist Barcelona, Idea Books, 1999]. PERSPECTIVAS CRITICAS aM el nivel de la critica documental; su modelo fisico por otro lad " Fy sa , ado, era pobre y sin demasiada relacién con la fisica de los fisicos. P , 2 ¢ mas alla de su fetichismo del hecho — iz ya falso en la fisica, donde tampoco existen hechos que salten a la vista—, el Positivismo nos recuerda que ni el juicio de importancia, ni la teoria, ni la imagina- cién temporal, ni mucho menos la simpatia dejan librada la histo- ria a cualquier locura subjetiva; esas disposiciones subjetivas son dimensiones de la objetividad histérica misma. Después de haber dicho, y bien dicho, que la historia refleja la subjetividad del historiador, hay que decir que el oficio de histo- riador educa la subjetividad del historiador. La historia hace al historiador tanto como el historiador hace la historia. Mejor: el oficio de historiador hace la historia y al historiador. En otra €poca se oponia la raz6n al sentimiento, a la imaginaci6n: hoy en dia los reintroducimos de una cierta manera en la racionalidad, pero como contrapartida, la racionalidad por la que opté el historiador hace que la fractura pase al corazén mismo del sentimiento y de la imaginacion, escindiendo lo que llamaria un yo de investigacién de un yo patético: el yo de los resentimientos, de los odios, de los requisitorios. Escuchemos una ultima vez a Marc Bloch: “Com- prender no es juzgar”. El viejo adagio: sine ira nec studio no vale solo en el nivel de la critica documental; el sentido se vuelve solo mas sutil y mds precioso en el nivel de la sintesis mds alta. Por otra parte, no hay que dejar de sefialar que ese yo patético no es nece- sariamente el que fulmina; también puede ser la aparente “apa- tia” de la hipercritica, que denigra toda grandeza reputada y de- precia todos los valores que encuentra; esa rabia intelectual pertenece al yo patético del mismo modo que la pasién politica desviada del combate politico contemporaneo y remitida hacia el pasado. No hay, pues, historia sin una é70x1 de la subjetividad coti- diana, sin la intuicion de ese yo de investigacién del que la historia saca su bello nombre. Porque la iotogia es, precisamente, esa “dis- ponibilidad”, esa “sumisi6n a lo inesperado”, esa “apertura a otro”, en la que es superada la mala subjetividad. » VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA, HistoR, = A Asf se termina este primer ciclo de teflexiones. lana nos habia aparecido en primer lugar como la intencién jet, la historia; ahora marca la distancia entre una beter Clen a subjetividad del historiador: la definicién de la objetivig. mu sado de ser "|6gica” a ser “6tica”. ad ha = La historia y la subjetividad filoséfica jUna reflexién acerca a la subjetividad en historia caso ta por estas consideraciones acerca dela subjetividad d dor, por esa separacin, en el itemadiiag corismDy de unas, de investigacién y de una subjetividad pasional? Recordemos nuestro punto de partida y los “intereseg” mil ples comprometidos en la etme todavia esperamos de la tilly ria que haga aparecer otra subjetividad ademas de la del histori. dor que hace la historia, una subjetividad que seria aquella misma de la historia, que seria la historia misma. Pero quizd ya no corresponde al oficio de historiador, sino al trabajo del lector de historia, del amante de la historia como somos todos y que el fildsofo tiene razones particulares para ser, Pues |, historia del historiador es una obra escrita 0 enseitada que, como toda obra escrita y ensefiada, no se termina sino en el lector, enel alumno, en el puiblico. Esta “recuperacién”, por parte del lector fil6- sofo, de la historia tal como esté escrita por el historiador plantea los problemas que vamos a transitar a continuaci6n. Dejaré por completo de lado el uso de la historia como entrete- nimiento, como placer de escuchar y leer cosas “singulares”, como un exotismo en el tiempo; aun cuando, lo hemos visto, ese movir miento de distancia de si pertenezca a la conciencia histérica y se en este sentido, la etapa necesaria de un uso més filos6fico, por¥® si la historia no nos produjera un extrafiamiento, zc6mo encontr riamos por medio de ella una subjetividad menos egoista, més m= diata y, en una palabra, mas humana? Tampoco, menos atin, de la historia como fuente de preceptos: incluso cuando la toma de Bo. lel Nistor. ubjetividay PERSPECTIVAS CRITICAS 43 conciencia de la que vamos a hablar sea una recuperaci6n de los valores surgidos a lo largo de la historia y sirva de alguna manera para instruirnos, 0 si no reducimos el uso principal de la historia a esa preocupacion didactica. La historia nos instruye mds bien de manera suplementaria, cuando la tomamos como corresponde. Consideraré aqui, entonces, exclusivamente el uso que el fil6- sofo puede hacer de la historia de los historiadores; el filésofo tiene una manera propia de terminar en si mismo el trabajo del historia- dor; esa manera propia consiste en hacer coincidir su propia “toma” de conciencia con un “retomar” o “recuperar” la historia. No oculto que esta reflexién no concuerda con todas las con- cepciones de la filosofia; creo sin embargo que vale para todo el grupo de filosofias que pueden Ilamarse de manera amplia reflexi- vas, ya sea que tengan su punto de partida en Sécrates, en Descar- tes, en Kant o en Husserl. Todas esas filosofias estan a la btisqueda de la verdadera subjetividad, del verdadero acto de conciencia. Lo que debemos descubrir y redescubrir sin cesar es que el itinerario del mi al yo? —que llamaremos toma de conciencia— pasa por una cierta meditacién acerca de la historia y que ese desvio de la re- flexion por la historia es una de las maneras, la manera filos6fica, de concluir en el lector el trabajo del historiador. Esta culminacién de la historia de los historiadores en el acto filos6fico puede ser continuada en dos direcciones: en direccién de una “légica de la filosofia’” por la btisqueda de un sentido coherente a través de la historia; en direccién de un “didlogo” cada vez singu- lar y cada vez exclusivo, con filésofos y filosofias individualizadas. 1. La historia como “advenimiento” de un sentido Sigamos la primera pista, la de Comte, de Hegel, de Brunschvicg, de Husserl al final de su vida, de Eric Weil; a pesar de las diferencias 3 Al Yo y al Nosotros. Pero es lo mismo, porque se trata de la primera per- sona: en singular y en plural. - “x FL. CONOCIMIE! G 44 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA HISTORY, eparan su interpretacion de la raz6n os estos pensadores tienen en consign ‘ yo busco sobre mi mismo nes a sa enormes que st Ja historia, tod viecion: la claridad que toria de la concien camino “largo” de la historia de la conciencia coinciden to. ey historia para salir de mi subjetividad privada y sentir rr “So de mi mismo el ser hombre, el Menschsein, a M™ ign, mejor conozco, es en este sentido notable: tt sador, subjetivo por excelencia, fue conminado por lo Me Pen. mientos a interpretarse de manera hist6rica; fue neces, Onto nazismo incrimine a toda la filosofia socratica y insult “ved que el profesor de Friburgo busque respaldarse en la waiae fia reflexiva y reconozca en ella el sentido de Cogn de la filoso: c Esa es la gran palabra: el sentido. Por la historia, busco; Ne, onciencia. 0 JUstificay el sentido de la historia de “la” c No vayamos demasiado rapido a los obstaculos que seo a semejante pretension. Intentemos en primer lugar eotieaes espera de ese modo de proceder y lo aa | Mist, de A cia. El camino “corto” del conocimi, Por, % ien y mas alla Husserl, el que bien lo que el fildsofo pone verdadero para emprenderlo. El fildsofo espera que una cierta coincidencia del camin, 10 “corto” del conocimiento de si y del camino “largo” de la historia lo justifique. Entonces, es porque el filésofo es amenazado, que- brado —hasta humillado— en lo mas profundo de si mismo que invoca la historia; al dudar de si mismo, quiere reconquistar su pro- pio sentido reconquistando el sentido de la historia en el origen de su propia conciencia. Y entonces el fil6sofo escribe, él también, una historia, hace historia, la historia del motivo trascendental, la histo- via del Cogito. Lo que el filésofo espera de esta historia de la con- Gencia es, pues, una justificacién. Digamosiahora lo que presupone esa expectativa: presupone oo cena del sentido de mi conciencia y del sentido de eee : eee da crédito auna cierta teleologia de la histo eleded teens si a? como flujo de los acontecimier tao e ese flujo advenga el hombre, que" sea mediatizado. PERSPECTIVAS CRITICAS 45 Se ve, entonces, que esta suposicién es doble: del lado de la razon, del lado de la historia; del lado de la raz6n: el fil6sofo su- pone que la raz6n desarrolla una historia porque es del orden de la exigencia, de la tarea, del deber ser, de la idea reguladora, y que una tarea solo se realiza en la historia; del lado de la historia: el fi- l6sofo supone que la historia recibe su calificaci6n propiamente humana por una cierta emergencia y promocién de valores que el fildsofo puede retomar y comprender como un desarrollo de la conciencia. Esa es la doble suposici6n del fildsofo: es un doble cré- dito que el fildsofo da, por un lado, a la historicidad de la raz6n y, por otro, a la significacién de la historia. El nacimiento y el desa- rrollo de la filosofia en Grecia y en Occidente son para él el testi- monio y la garantia de que este doble crédito no se da en vano. La historia de la filosofia le parece el lazo de sutura de la historicidad de la razon y de la significaci6n de la historia. He aqui pues lo que el fil6sofo —al menos el fil6sofo socratico trascendental, reflexivo— espera de la historia y lo que supone en su expectativa. Adivino con qué desconfianza el historiador de ofi- cio considera una empresa semejante; y sus reservas deben ayu- darnos a medir el alcance y los limites de un uso filos6fico de la historia. Por empezar, el historiador de oficio se negara categérica- mente a identificar la historia con la historia de la filosofia, incluso de manera mas amplia con la historia de la conciencia y, por ultimo, con un advenimiento cualquiera. Dird, sin duda, que el sentido de la historia, la teleologia de la historia, se le escapa por completo, que esa no es una verdadera pregunta del “oficio de historiador” y que la suposicién de algtin sentido no es ni siquiera necesaria para una “apologia a favor de la historia”. La ampliacién y la profundiza- cién que ambiciona para la historia no las busca por el lado de un sentido racional, sino mas bien por el lado de la complejidad, de la riqueza de conexiones entre lo geografico, lo econémico, lo social, lo cultural, etc. Para él la humanidad se diversifica sin fin en su realidad de hecho, mucho mas de lo que se unifica en su sentido de derecho. A fin de cuentas, el historiador desconfiaré de la filosofia 46 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA, y, sobre todo, de la filosofia de u feiss, Temerg que eg aplaste a la historia bajo el espiritu kn a ee historia. Opondra, entonces, la al ad que habrg Conguy ‘]6sofo quisiera a sor! 4 k cual . cores y estos rechazos del historiadoy tamente legitimos y NOS revelan el verdadero sentido ie the, ria de la conciencia. El filosofo sy tiene que Pedirsel aial hist to. y sila pide al historiador, este tiene aaa & negarsela, Pore historia de la conciencia es una obra de flésoto) de histotiadge la filosofia, si se quiere: pero la historia de la filosofia €5 tng de presa de fildsofo. : ’ &m. {Por qué? Porque es el filésofo quien compone esa ie, una operacion de segundo grado, Por operacién de “ Por cin”. El filésofo le planteé a la historia (a la de log historia as uncierto tipo de pregunta que manifiesta la “elecci6n del flésoge en el sentido en que hace un momento hablabamos de la “elects, del historiador”. Estas preguntas se refierena la emergencia aly valores de conocimiento, de accién, de vida y de existencia i del tiempo de las sociedades humanas. Al haber decidido pets giar esa lectura, permanece fiel a ese proyecto en su ejecucién, Y como él también tiene una subjetividad limitada y aborda este sen. tido de la historia con un preconcepto de lo que debe buscarse (pero quien no busca nada tampoco encuentra nada), el fil6sofo ¢ quien reencuentra en la historia el sentido que presiente; jcfrculo vicioso, se diré? De ninguna manera; porque justamente ese sen- tido seguira siendo del orden del presentimiento hasta tanto una historia ofrezca su mediacién para elevar ese presentimiento de sentido a una verdadera comprensi6n distinta y articulada. Siem- pre se pueden criticar las diferentes historias de la conciencia—¢! Curso de filosofia positiva de Auguste Comte, la Fenomenologia de espiritu de Hegel, el Progreso de la conciencia en la filosofia ocidenal de Brunschvicg, la Crisis de las ciencias europeas de Husser, la Ligit de la filosofia de Eric Weil—: la tinica manera de criticarlas & Poniendo otra historia de la conciencia mejor que la de ellos. Ok Mate ting PERSPECTIVAS CRITICAS 47 decir, a la vez mas vasta y mas coherente, o hacer algo muy dife- rente, como se dira mas adelante. Pero una vez que se ha compren- dido que esa historia es una composicién de segundo grado, que es un acto de responsabilidad filos6fica y no un dato de la historia de los historiadores, y mucho menos una realidad absoluta, una his- toria en si, no se ve qué objecién puede hacer todavia el historiador de oficio a una empresa de este tipo. En el lenguaje de Eric Weil, diré que la historia de los historiadores hace aparecer “actitudes” humanas; el fildsofo, por su acto especifico de recuperar, eleva las “actitudes” al rango de “categorias” y busca un orden coherente de las categorias en un “discurso coherente”; pero entonces esa histo- ria del espiritu ya es una “légica de la filosofia” y no una historia de historiador. Me parece que esta puntualizacién atentia particularmente la enormidad y él escandalo que representa para el historiador la pre- tensién de los filésofos de tratar la historia como el advenimiento de un sentido. Dado que es por medio de un acto especifico de “recupera- cién” que este sentido aparece, la distancia entre acontecimiento y advenimiento sigue estando presente. La historia de los historiado- res no es engullida dentro de esa historia significante. Por el con- trario, esta siempre presupuesta como la gran matriz de las actitu- des que el filésofo recupera. Mas atin, no conforme con alimentar la historia de la filosofia, la historia de los historiadores es una advertencia permanente contra los riesgos de una empresa de este tipo: esta ahi para recordarle al filésofo racionalista la importancia de lo que deja de lado, de lo que renuncia a tematizar en raz6n misma de su “eleccién de filésofo” racionalista; la historia de los historiadores le recuerda al fil6sofo de qué sinsentido se extrae todo sentido. Y sin embargo, ese espectaculo de locuras, de fraca- sos, de rapifias que despliega la historia real no hard tambalear al filésofo, pues él sabe que su historia no es encontrada, sino reen- contrada a partir de las tareas de la raz6n. Pero debemos ir mas lejos: esta historia de la conciencia no deja de lado solamente el sinsentido (al menos desde el punto de 48 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE LA rarg T vista de la raz6n filos6fica); deja de lado también | ; no sistematizable, lo excepcional. El caracter singsi, Indiv; dy ble de cada filosofia no es acaso un aspecto de la a incom? to; Ita, portante como la racionalidad del movimiento de con tia yun, 2. La historia como sector de intersubjetividad Nos vemos asi Ilevados a la otra lectura filoséfica q ela hig lugar de buscar la amplitud y el sistema, el fildsofo hise puede buscar la intimidad y la singularidad; puede one doy cia una filosofia particular y buscar cémo se enlazan enellay problematica de una época, todas las influencias de] Pasado, lugar de volver a poner a esa filosofia en el Movimiento de y ie toria, consideraré todo el pasado de esa filosofia como J at cién que pesa sobre ella y que ella engloba; en suma, la Hit lugar de desarrollarse como un movimiento, va a enlazarse ae sonas y obras; el filésofo-historiador procuraré, entonces, accede, a la pregunta que solo el otro fildsofo encontré y plante6, la rs gunta viva con la cual se identifica el pensador; esa larga frecuen. tacion de un autor o de un pequefio numero de autores tiende ha. cia el género de relacion estrecha, exclusiva, que un hombre Puede tener con sus amigos. La profundidad de la relacién excluye que esa especie de comunicacién pueda extenderse a todos los fildso- fos, a todos los pensadores, a todos los hombres. Esta manera filos6fica de hacer historia no es mas chocante para el historiador de oficio que la anterior. De este modo, el histo- tiador que reflexiona sobre su propia situaci6n en el campo total de la humanidad se ve llevado a representarse la historia que él prac- tica como incluida en la comunicaci6n total de las conciencias; el sector que la historia recorta en esa totalidad intersubjetiva se de fine solo metodolégicamente por la condicién de un conocimiento por huellas, por tanto, por el rol inicial del documento. Por ese motivo, el encuentro en historia nunca es un didlogo, pues la co™ dicion primera del didlogo es que el otro responda: la historia es PERSPECTIVAS CRITICAS 49 sector de la comunicaci6n sin reciprocidad, Pero, bajo la condicién de este limite, es una especie de amistad unilateral, a la manera de esos amores nunca correspondidos. zSera la elecci6n de los grandes filésofos como tema de interés lo que le choca al historiador? Pero el historiador de la filosofia no pretende que la historia culmine en algunos Benios filos6ficos; solo ha hecho una elecci6n diferente a la del historiador Btopiantonis dicho: la elecci6n a favor de los seres excepcionales y su obra, por cuanto esa obra es una obra singular, irreductible a generalidades, a tipos identificables (realismo, empirismo, racionalismo, etc.); a eleccion de esta lectura implica que lo econémico, lo social, lo po- litico no son considerados mds que como influencia, situaci6n, fa- cilitacion respecto de la emergencia de tal creador de Pensamien- tos, de tal obra singular. Ese creador y esa obra son, entonces, el centro de gravedad, el receptaculo, el portador tinico de todas las influencias sufridas y de todas las influencias ejercidas. La historia se comprende asi como una serie de emergencias discontinuas, cada una de las cuales exige en cada ocasi6n un encuentro nuevo, en cada ocasi6n totalmente abnegado. Quise llevar a cabo de manera paralela estas dos lecturas de la historia por los filésofos. La historia de los historiadores es preci- samente tal que puede y debe ser “recuperada” por la filosofia en estos dos estilos diferentes, que son dos maneras distintas de hacer aflorar la subjetividad de la historia: una primera vez como unica conciencia humana cuyo sentido esta en marcha como serie conti- nua de momentos légicos; una segunda vez como emergencia multiple, como serie continua de surgimientos, cada uno con un sentido propio. El filésofo mas hegeliano, el mds decidido a leer la historia como regreso a si del espiritu, no puede impedir que el surgimiento de un Descartes, de un Hume, de un Kant sea un acontecimiento irreductible al advenimiento de la razon a través del discurso parcial que cada uno constituye en el discurso total. Esta doble posibilidad de lectura filos6fica es quizds instructiva para el historiador de oficio, porque saca a la luz una paradoja la- 50 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE A Bit TOR, A tente en toda historia, a cuando solo Salga a fea esta recuperacion de la ston general en ; rs; Por ciencia o de las conciencias. La Paradoja latente es Orig fs iby blamos de la historia, la historia en singular, Porque QSip,. A un sentido humano wnifidue ¥ Vuelva razonable gg Peta de la humanidad; el filésofo tacionalista que Sede Histon % laconciencia intenta explicitar esta apuesta- Pero tai hig de los hombres, de los hombres en plural, Y defin: conta como la ciencia de los hombres del pasado, Porque oe la Wage las personas surjan como focos tadicalmente mitip Peta. dad: es esa sospecha la que revela el fildsofo existeng, dedica a las obras singulares, en las que se reo, ledor de un centro excepcional de existencia Cog, mei nosotros, los hombres, la historia es vine, © Peni discontinua: continua como tinico sentido en marcha ‘te, como constelacién de personas. Y de este modo llega i Ontinys nerse, en la toma de conciencia filoséfica de la historia, ae dad virtual y su historicidad virtual. Seria f4¢j most, desdoblamiento afecta no solo nuestra Tepresentacién eae ete cuya estructura se revela antin6émica al nivel de la toma de tiempo cia filos6fica de la historia, sino nuestra Tepresentaci6n live dad. Porque la antinomia del tiempo histérico no es a antnong, del sentido y del sinsentido, como si el sentido solo estuviera dew, lado, sino la antinomia del sentido mismo de la historia, La odin de sentido no se agota por la de desarrollo, de encadenami i nudos de la historia que son los acontecimientos NO son en abs luto focos de irracionalidad, sino centros organizadores y, en este sentido, centros de significacién. Contrariamente a la primera lec. tura, se puede decir, con P. Thévenaz, que el acontecimiento mis real es el que més se impone a la conciencia como un centro or nizador del devenir histérico. Su fuerza de irrupci6n es su misma Proyeccién, que ordena la historia para nosotros jae significacién para nosotros. En efecto, son los eam subiele fie Than Ga nbc acticte tat hinicwia/esepte SOP racionalidad y le dan su sentido. La significaci6n de la histona PERSPECTIVAS CRITICAS 51 esta por fuera de los acontecimientos, y si la historia tiene un sen- tido, es porque uno varios acontecimientos centrales (por su- puesto, siempre imbricados en una conciencia de historicidad) le dan un sentido, es porque el acontecimiento es desde el primer momento el sentido mismo... (“Evénement et historicité”, en L’homme et l'histoire, pp. 223 y 224).* En consecuencia, la historia puede ser leida como desarrollo extensivo del sentido y como irra- diacién de sentido a partir de una multiplicidad de focos organiza- dores, sin que ningtin hombre inmerso en la historia pueda orde- nar el sentido total de esos sentidos irradiados. Todo relato participa de los dos aspectos del sentido; como unidad de compo- sici6n, apuesta por el orden total en el que se unifican los aconteci- mientos; como narracién dramatizada, corre de nudo en nudo, de rugosidad en rugosidad. Por tiltimo, esta antinomia del tiempo histérico es el secreto de nuestra vacilaci6n entre dos “humores” fundamentales de los hu- manos respecto de su propia historia: mientras que la lectura de la historia como advenimiento de la conciencia inclina a un optimismo de la idea, la lectura de la historia como brote de focos de conciencia conduce més bien a una visi6n tragica de la ambigiiedad del hom- bre, que recomienza siempre y que siempre puede desertar. Corresponde quizas a la esencia de toda historia prestarse a esta doble lectura y a esta vacilacién fundamental, aunque solo la recuperaci6n de la historia como historia filos6fica de la subjetivi- dad haga madurar y estallar el divorcio latente. Al menos ese divor- cio, en el nivel de una reflexién acerca de la historia, aclara retros- pectivamente, justifica las incomodidades del historiador, atrapado entre el aspecto acontecimental** y el aspecto estructural de la his- toria, entre los personajes que pasan y las fuerzas de evolucién * Pierre Thévenaz, “Evénement et historicité”, en L’homme et l'histoire. Actes du VI Congrés des Sociétés Philosophiques de Langue Frangaise, Paris, pur, 1952. [N. dela T] “* Traducimos histoire événementielle, de acontecimientos, por historia aconte- cimental, neologismo en uso desde hace algunos afios para referirse a este as- Pecto de la teoria. [N. de la T.] 52 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO Dg LA 2 ELA High Ory, lenta, inclusive las formas estables del] entorng ocuparse de todo al mismo tiempo, pues trabaja Rta vision entre dos historias de la subjetividad; niet Mas aca " a historia de la subjetividad sino una historia etna exc todos sus aspectos, econdémico, social, politi co, aa jes filos6ficos son posteriores a la eleccién dey fil6sog al. Le gi cesidad de esos clivajes explica retrospectivamente 0. P, a ogi istori n i metodolégicas del historiador Que ja, "e modidades Son fundade Sings pesar de sus escrtipulos, debe ocuparse al mismo tiem» We historia acontecimental y de una historia estructura] T™PO de te, Este no es el tinico beneficio que el historiadoy pit 4 vez, de la recuperacion filos6fica de su Propio taba © Sacay fl echa luz de manera retrospectiva sobre ambigii edie no SOl0 5 a su empresa, sino también sobre su intencié6n fundamen, efecto, el acto filos6fico hizo surgir al hombre como con tal, como subjetividad; este acto tiene valor de recordatorig len ia, en ocasiones, de despertador para el historiador. Le Racet : , toriador que la justificaci6n de su empresa es el hombre, lh we y los valores que descubre 0 elabora en sus civilizaciones, recordatorio suena algunas veces como un despertador cents historiador siente la tentacién de renegar de su intencién aa mental y de ceder a la fascinacion de una falsa objetividad: ja de una historia en la que ya no habria nada mas que estructuras, fuerzas, instituciones y ya no hombres y valores humanos. Asi, el acto fio. s6fico hace aparecer, in extremis, la divisi6n entre una verdaderay una falsa objetividad, de buen grado diria entre la objetividad y el objetivismo que omite al hombre. Nos habia parecido que el oficio de historiador bastaba para discernir la buena y la mala subjetividad del historiador; la respon- sabilidad de la reflexién filos6fica seria quiza discernir la buenay|a mala objetividad de la historia; porque es la reflexién la quesin cess! nos asegura que el objeto de la historia es el sujeto humano mismo. LA HISTORIA DE LA FILOSOF{A Y LA UNIDAD DE LO VERDADERO Quo magis res singulares intelligimus eo magis Deum intelligimus. SPINOZA Quien ensefia Ia historia de la filosofia —o simplemente la estudia como disciplina de formaci6n filos6fica— se encuentra con el pro- blema de la significaci6n filoséfica de la historia de la filosofia. Esta cuestién concierne al sentido mismo de la actividad del historia- dor de la filosofia, pero concierne también al filésofo original, quiero decir a aquel que, asumiendo los riesgos, busca por su pro- pia cuenta, sin preocuparse por dar cuenta del pasado: pues él sabe bien que si la filosofia continua es porque hay filésofos, por- que la historia de la filosofia contintia haciéndolos presentes para nosotros y poniéndonos a nosotros mismos en su entorno. El fil6- sofo mas autodidacta no puede eludir a Sécrates, Platon, Descar- tes, Kant; la historia debe tener un sentido para la busqueda misma de la verdad. 2Qué significa esto? {Que la filosofia no existe y no sigue exis- tiendo sino a través de una historia que /os fildsofos hacen y que no nos es accesible sino a través de una historia que cuentan los histo- riadores de la filosofia? No intentaré construir sistematicamente la respuesta a esta pregunta a partir de una tesis dogmitica. Preferiré proceder por una serie de aproximaciones, donde la solucién alcan- zada en un nivel anterior ser corregida por una nueva puesta en cuesti6n del problema inicial. 53 5 “IMIENT 54 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO pr LAH, ISTO, RIA E Ohne punto de partida sera una aporia, una aie: tido profundizaremos de manera eitaeit t dificultag ti Esta aporia surge en cuanto confrontamos la ay de ta la filosofia con la idea de verdad tal como, iTuacion hists sf primera aproximaci6n, se nos impone. B * Sm Vista, en un nada, la verdad se nos presenta como una idea OFMa menos rp tarea de unificar el conocimiento del lado del tary como y del lado de los sujetos —la tarea, por tanto, de v eto, de unica, de nuestro campo de conocimiento y las Stiles. Wahi nes—. Es esta idea de verdad la que, por efecto a ay Opinio- un malestar en nuestra condici6n histérica, la hace = i aaa tante y desalentadora y nos hace aspirar a una Bciss a saber en a unidad y la inmutabilidad. Creo que es anes esta aporia, 2 incluso de su forma menos pulida, como aid * at ws IN al problema. Por un lado, las filosofias dest és a... y hacen que la verdad parext ae : % peat es, entonces, una leccion de ae or 0 pecs conamio a una verdad cuyo criten® sane: eee seria el acuerdo de los espiritus; si toa vate eae un escepticismo minimo, toda pretensi® de wiaibhiakerncee un dogmatismo minimo: en ultima instancia, # is a més que una historia de los errores Y Ja verdae cane de la historia. ; tines sae hay que tomar en serio esta primet@ 7 existe un lay no sacdrsela de encima demasiado pro" historiador de la filosofia que no haya sido acechac? tak twas ' que no hay’ eae tampa? ‘momento de depresién por ese vértigo de la variacion a" existe un filésofo 8 momen” a que no se haya sentido tentado en 8 4, pes dashictr Por ese imperialismo de la verdad a pes” 0 5 se eae ea nso jae extravios de la historia y rechazab@? adil! historia de lo que habian sido arrancados Po lav’ se habia hundido ion de la au tras la gran subversion de la en PERSPECTIVAS CRITICAS 55 No solo hay que tomar en serio esta primera aproximacién al problema sino también proteger esta aporia de la historia y dela verdad contra las resoluciones prematuras. La més mediocre es la del eclecticismo; la mas tentadora, la de una légica inmanente de la historia. El eclecticismo no merece un largo examen, aunque sea una escapatoria tentadora y una solucién econémica —la de la chachara filos6fica—. Los grandes sistemas, proclama el eclecticismo, dicen finalmente todos lo mismo, al menos si se sabe distinguir lo esencial de lo accesorio. La verdad es entonces la adicién de las verdades dispersas y concordantes. En realidad, la historia de la filosofia, se- gun el eclecticismo, se salva por una filosofia vergonzosa; el eclecti- cismo va a buscar en la historia los miembros dispersos de una filo- sofia sin genio. Los genios convergen hacia el talento ecléctico. Pero bajo esta forma vulgar sorprendemos el vicio de todas las historias de la filosofia que son inconfesadas filosofias de la historia: una fi- losofia —la filosofia personal del historiador— es privilegiada y ubicada al cabo de la historia como el término hacia el cual aspiran todos los efectos pasados. La historia marcha hacia mj; yo soy el fin de la historia; la ley de construccién de la historia de la filosofia es el sentido mismo de mi filosofia. Este vicio muy visible en el eclecticismo es el del hegelianismo. Habria una historia interna de la filosofia, porque una unidad de intencién se manifestaria en un desarrollo. Seria posible, entonces, encontrar la ley de ese progreso interior y considerar los desvios y los aparentes callejones sin salida de la reflexién filos6fica como una suerte de “astucia” de la raz6n, como una pedagogia del espiritu. Esta soluci6n resulta muy tentadora porque permite reconci- liar historia y raz6n confiriendo un sentido a la historia y un movi- miento a la raz6n; al mismo tiempo, parece la tnica capaz de dar un significado a la expresi6n misma de historia de la filosofia, la unica filosoffa que aparece como ese movimiento tinico que atraviesa to- das las filosofias; mas atin, ella confiere su autonomia, en el flujo social del pensar y del actuar, a la “serie filos6fica”: al ligar cada fase de la historia de la filosofia con la precedente, la filosofia de la 56 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO Dé 1. i “HISTORIA historia desliga el conjunto de la serie filos6ficg (econémica, religiosa, lingiiistica, etc.). De ahi . que esta " muy tentadora. Creo, sin embargo, que hay Ke tens Sol ing privarse de ella y de hacer historia de la filosofia sin ina COTaj ria. En efecto, si se salva a Ia filosofia como tinico q de la higy, pierden las filosofias, por dos razones: 1. Lo que se incu ke pués de todo, la originalidad profunda, la intencién a dy visi6n tinica de lo real que una filosofia nos propone. Fs ntl que cada filésofo se acomode en su fila, que contintie ae cesores y prepare a sus sucesores; es necesario que pase ion tro absoluto de meditacién a momento relativo de una ialéctica lugar de pasaje de un desarrollo, como esos organismos indivi ie les de los que Bergson dice que son los lugares de paso de la co triente de vida. 2. De manera mas grave, quizés, el filésofo que pone en perspectiva la historia de la filosofia ejerce sobre todos os autores una suerte de imperialismo que es lo contrario de la actitud recta del historiador: este, me parece, acepta desde el comienzo’e- trafiarse”, ubicarse bajo la ley de otro y conducir su investigacion como un ejercicio de comunicacién y, me atrevo a decir, de caridad, Ahora bien, los fil6sofos que hacen historia de la filosoffa comof lésofos de la historia no solo no respetan las intenciones distintas¢ irreductibles de los grandes fildsofos, sino que le imponen “a historia que culmine en ellos. Las grandiosas filosofias de i ria estén afectadas por el mismo mal que los miserables & mos: detienen la historia en el iltimo filsofo de la histon® La dificultad permanece pues integra: hay un@ entre la tarea de una unica verdad y la historia 4 filosofias. de las Otras Se ti I . anos dela Quizéshabria que poner en cuestion los érmincy def cién para elevarla desde el nivel del dilema mor! if doja viva. Accedemos a una segunda aproximact p PERSPECTIVAS CRITICAS 57 profundizando nuestra idea de la historia de la filosofia —luegoa una tercera aproximaci6n corrigiendo simétricamente nuestra idea de la verdad—. Adecir verdad, la historia de la filosofia solo es una leccién de escepticismo si se ven en ella una serie de soluciones variables a problemas inmutables, esos que se llaman problemas eternos (li- bertad, raz6n, realidad, alma, Dios, etc.). Silos problemas perma- necen y las soluciones varian, la contradicci6n de los sistemas tiene como condicién la medida comin de un problema idéntico. Esta primera suposici6n esta ligada a una segunda: las respuestas va- tiables a problemas fijos son respuestas tipicas: realismo, idea- lismo, materialismo, espiritualismo. Ahora bien, es esa interpretacién de las filosofias como res- puestas tipicas a problemas anénimos abstractos —que pasarian de mano en mano— lo que debe ponerse en cuestién. Es preciso hacer un desvio por una pregunta previa: ; Qué es comprender una filosofia? Partiré de las observaciones de Bréhier en los dos primeros ca- pitulos de su libro La philosophie et son passé [La filosoffa y su pa- sado] principalmente en “La casualité en histoire de la philosophie” [La causalidad en historia de la filosofia]. Bréhier distingue tres niveles de trabajo del historiador de la filosofia: la historia externa no ve en una filosofia sino un hecho cultural, un conjunto de repre- sentaciones susceptibles de ser explicadas por la sociologia, la psi- cologia, incluso el psicoandlisis 0 la economia. Desde este punto de vista, una filosofia no es mas que un efecto social o psicolégico en- tre otros; el lazo de la filosofia con el fildsofo se afloja en provecho del contexto histérico. La filosofia no es mas que un sintoma. Este Punto de vista es legitimo en el marco de una investigaci6n objetiva de las sociedades y del psiquismo; no obstante, se le escapa el cora- z6n de la intenci6n filos6fica. La historia de la filosofia, vista por un no filésofo, se reduce a una historia de las ideas, a una sociologia del conocimiento. Ahora bien, la historia de la filosofia es en ciertos aspectos una actividad filoséfica (volveremos mas abajo sobre esto al corregir nuestra idea de verdad). En un segundo nivel se sittia la 58 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DELA Histo RI historia critica; se mantiene mds cerca de |a int mismo, busca las fuentes; notemos ya este término: n, las fuentes, es decir, las influencias que fueron no sino asumidas y en ciertos aspectos elegidas. Pe, tica, que est siempre por hacer y que es la par historiador de la filosofia, no se basta a si misma, Porque mien, busca el origen de tal 0 cual teoria, se desmantela els ye restituir a los cuatro vientos del pasado los restos del Sistema, soe duce la unidad de la intencién a la pluralidad de las fuentes; Clin més se explica por las fuentes, menos se comprende el sistema (ent tima instancia, ya no habria filosofia, puesto que cada sistema debe. ria padecer ese mismo proceso de descomposicién: no quedarian més que fibras de pensamientos que se anudarian y desanudariansin que sobrevenga nunca una nueva creacién); digo que esta historia critica no se basta a si misma porque no puede dar cuenta de la uri dad orgénica, del principio organizador que constituye la coherer cia de una filosofia. El verdadero historiador da crédito a su autory juega hasta el final la carta de la coherencia; comprender es a prender por la unidad; la comprensién opone asi un one centrfpeto de marcha hacia la intuicién central al movimiento fugo de la explicaci6n por las fuentes. En el lenguaje oi problema de la historia de la filosofia es el problema . e son com? cién de las influencias en “esas intuiciones personales 4 os, ent el absoluto de la historia de la filosofia” (p. 109). Nos vem ces, llevados a buscar en las diferentes filosofias ew d e irreductibles” (p. 105). El parentesco de estas ona cons de Bergson en La intuicién filoséfica es manifiesto, a5! ¢ Jaspers, a quien cita varias veces. jong Heaquiahora en qué direccién pocdemos P* P's pectivas para transformar nuestra aporia inicial do: primer” ye la verdad. Fl escepticismo, deciamos, estaba SE is” reduccién de las filosofias a soluciones tipicas (105"" ion los manuales); segundo, a la confrontacion de e9°" pus cas con preguntas inmutables. Consideremos manera sucesiva. Encion dey fi 0 las ca sal Solo pa en TO esta historia te de erudicign 5 istema Parg estos PERSPECTIVAS CRITICAS 59 1. Comprender una filosofia es captar la intencién central, la direccién de desarrollo, la ligaz6n organica o la organizaci6n siste- mitica. La tipologia permanece en el plano del pensamiento clasifi- catorio; tiene sin duda una funci6n pedagdégica, en el sentido de que orienta la mente de quien se inicia hacia una esfera de proble- mas y de soluciones: crea una expectativa dirigida en un cierto sen- tido, segtin el hilo conductor de una Weltanschauung mas 0 menos impersonal y anénima; en suma, sirve para identificar una filosofia en una primera aproximaci6n, situéndola en un grupo familiar (el racionalismo, el empirismo, etc.). Pero la comprensién histérica au- téntica comienza precisamente alli donde esa identificacién se de- tiene: falta pasar del tipo racionalista, realista, etc., a una filosofia singular. La unidad de una filosofia es una unidad singular. No es, diré en un lenguaje espinozista, un género comin, sino una esencia singular. Ahora bien, este pasaje del tipo, del género, a la esencia singu- lar opera una verdadera revoluci6n en la comprensi6n; en el mo- mento en que el pensamiento de Platén expulsa el realismo y el idealismo de las clasificaciones usuales, en el momento en que Ber- keley también los ahuyenta, pero en otra direccién por completo ori- ginal, es entonces cuando me acerco a la singularidad de sus filoso- fias. No es que las filosofias mas singulares no se presten de ninguna manera a tales ejercicios de clasificaci6n: precisamente, es inevitable que vuelvan a caer en ellos por si mismas, por toda la cuota de ano- nimato que circulaba en la conciencia de la época y que las filosofias no han hecho mis que repetir sin convertirla integralmente en su propia singularidad; de este modo, el esquema de las tres hipdstasis era para toda la filosoffa alejandrina una Selbstverstdndlichkeit, una manera comin de distribuir a los seres, que se encuentra también en otros autores neoplaténicos ademas de Plotino. Asi, toda filosofia es apta para la tipologia por toda la cuota de anonimato que ella implica. A lo cual es preciso aftadir que la rela- cién polémica con otras filosofias acelera un proceso de esclerosis que inicia una caida en lo tipico. Una filosofia no solamente asume algo an6nimo, sino que engendra algo anénimo; esto es tan cierto que la mayor parte de las palabras de la tipologia ha sido catego- 60 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO DE 1.4 Bes) oS STORIA rias infamantes en las cuales los adversarios . Procur, como en un recinto abstracto en e| aN sus rivales, , : que debj. "eerra, inanicién. La tipologia no es pues solo un Procedim; ae Morir 4, gico inocente, que prepara el encuentro de una Grin te eas, hacia la regi6n, hacia el lugar vago, en el que beeuaa Orientan, dad de atraparla: también desvia hacia el lado de las i Portun, morales que abundan en la historia de las ideas. Ep te filosoffas singulares, no conoce mds que su cdscara a teza socializada. : Con todo, es preciso entender el sentido de esas singularid filos6ficas; nos equivocarfamos por completo si las erie la subjetividad de los fil6sofos mismos. Eso seria recaer en la ms oo literaria, en la psicografia o en el psicoanilisis de las filoso- fias: lo que interesa a la historia de la filosofia es que la subjetividad de Platén o de Spinoza se haya superado en una obra, en un cor- junto de significaciones, donde la biografia del autor se ha expre sado uocultado, pero en un “sentido” ha sido abolida. La singula ridad en cuesti6n es la del sentido de la obra y no la de la vivencia propia del autor, Aun cuando sea cierto que la Etica es el proyecto existencial de Spinoza, al historiador de la filosofia solo le impot# que el hombre Spinoza haya realizado su proyecto en ta Bticnde8 modo diferente que en su vida. Es el sentido de su obra, el = fema” de Spinoza que es la esencia singular a la que el histor desea aproximarse. $ 2. Ahora podemos atacar directamente la idea de P' e ene) de problemas inmutables; si se toma un4 aa totalidad concreta, el problema o los problemas que Pipe ae perm el autor los toma de una tradicién antigua, ag des? MADE ular idad; llegan a ser vinicos como él goer ee an fl” pre con cualquier otra. Mas a pteiof a vuelve a tallar oe conmueve la problematic oi manera mds ee mnesnalencon™ a e Pregunta. El I que el hombre que responde, aes 8ran filésofo es quien por primer gene una una maner, de ser en el mundo y ese asombro inaug™ Clones T de lag SU Cop. PERSPECTIVAS CRITICAS 61 manera de filosofar —una pregunta que es alguien—; la razon fi- los6fica en él es ante todo la elaboracién bajo una forma universal de su pregunta fundamental: problema cartesiano de la certidum- bre, problema kantiano de los juicios sintéticos a priori. Si se aborda una filosofia nueva por sus preguntas mds que por sus respuestas, se tiene mas chances de aproximarse a ese centro en el que se con- centran las influencias; las filosofias anteriores ya no son causas objetivas sino aspectos de su situacién fundamental, aspectos de una motivaci6n filos6fica —de un Umwelt por completo motiva- dor—; una filosofia ya no es el efecto de un conjunto de causas, sino mas bien aquello que las engloba y, en cierta medida, la eleccién de sus propios motivos histéricos. Llegados a este punto, nuestro escepticismo inicial se disipa; a menos que, como vamos a ver, no se metamorfosee. Cuando se ha superado la tipologia de los sistemas, se han singularizado las filo- sofias, se han reunido las soluciones con los problemas, estas filoso- fias llegan a ser inconmensurables. Dos problematicas comprendidas en su raiz resultan incomparables; de una filosofia a la otra existe una discontinuidad radical, mas alla de la continuidad de las in- fluencias, de los temas, del lenguaje. Uno se siente, entonces, ten- tado de decir que cada filosofia es verdadera por cuanto responde integramente a la constelacién de problemas que ha abierto. La adecuacién del pensamiento a la realidad —por medio de lo cual se define clasicamente la verdad— toma aqui la forma de la ade- cuaci6n de las respuestas a las preguntas, de las soluciones a los problemas; y el gran filésofo es aquel que, por una parte, renové la problematica y que, por otra, mantuvo su propia apuesta, dio la solucién més coherente y mas amplia a la problematica planteada. De forma més contundente, si se pasa de la verdad-adecuaci6n a la verdad-descubrimiento, la verdad de una gran filosofia es algo mas que la concordancia interna de sus respuestas y sus preguntas; €s el descubrimiento del sentido de su situacién, tal como se le aparecia problematicamente en forma de pregunta. Detengamonos en este punto: eliminamos un escepticismo de Primer grado, el que descansa en la comparacién de las soluciones 62 VERDAD EN EL CONOCIMIENTO Dg LA} IST ¢ IRIA entre si, a la medida de los problemas eternos; ese socavado con sus propios supuestos. ;No lo hasu més sutil? En primer lugar, hay filosofias, pero ésigue habi ria de la filosofia? Estamos frente a una serie disco; dades singulares. De ate a Cara €s necesario dar un Salto: Bey pudo decir que si Spinoza hubiera nacido en otro tiempo, aa : bria escrito una sola linea de lo que escribié, pero habria habitoy, espinozismo idéntico al que conocemos. Y Bréhier, que lo cita y ny lo critica, tiende a hacer de cada filosofia una esencia: “E] fil6sofy tiene una historia, dice, pero la filosofia, no” (p. 115). Solo hay una historia porque las filosofias anteriores forman parte de la memo tia y de la situaci6n del nuevo fildsofo; pero cada uno engloba de alguna manera la historia pasada en él, en un momento histori que es una suerte de absoluto. Yal mismo tiempo que la historia como serie, como desartolo se anula, también la verdad mis bien se anula a fuerza de mult plicarse. Cuando se las considera juntas, las filosofias n0 verdaderas ni falsas, sino diferentes. La alteridad esta aq" a mas alla de lo verdadero y de lo falso. El gran ee filosofia, como Delbos, vuelve invulnerable, irrefutable, a que reconstituye a partir de su centro o al menos en ate que centro: a partir de ese momento, es; Spinoza es; Kant decimos no es te6rico sino que describe con exactitud e a filoso® mento del auténtico historiador; para él, el pasaJ° ag snagi 4 otra supone un esfuerzo sucesivo de simpatia, ah énox!l de ica que constituye una suerte de susper'sio"” verdad, Seep tic ISI f Cedido acay. $0 Oty endo ting bit, ntinua de toy) in acta Zt ee aes dela verda®’ El dilema inicial de la historia variable - historia on od a y ries ble toma ahora una forma mAs sutil: se une @ saosnol tet neutra; a la biisqueda de la verdad, el comp ee onde nui equivocarse. Y sabemos bien que esta oposicion net comp ci6n real: una vez que se ha emprendido Ja tarea Se Spinoza en si mismo, ya no se pregunta sies Ve" orda ¢l oficio de historiador, se entré en el ciclo de PERSPECTIVAS CRITICAS 63 tica, de una verdad sin creencia. Y asi la historia puede siempre llegar a ser una suerte de coartada para la busqueda de la verdad; siempre es posible camuflarse detras de la historia para no afirmar nada uno mismo. A su vez, el verdadero filésofo se compromete de manera tan total en su filosofia que en ultima instancia se vuelve incapaz de leer a los otros fildsofos. Se sabe hasta qué punto los grandes filésofos se confundieron respecto de sus precursores y sus contempordaneos; inclusive algunos, a partir de un determi- nado momento ni siquiera leen a los otros y de alguna manera se enquistan en su sistema. El progreso de un filésofo en su propio sistema lo vuelve cada vez mas ciego a la historia, no disponible para otro. Esta incompatibilidad del fildsofo historiador de la filo- sofia y del filésofo sistematico tiene a la vez algo irrisorio y drama- tico... En definitiva, la historia “escéptica” no busca mas nada. El filésofo “dogmatico” ya solo tiene enemigos 0 discipulos, pero no tiene amigos. I 2Estamos en un nuevo callején sin salida? No lo creo: si volvemos a poner en cuestién el otro término de la antitesis, quizds el reco- rrido anterior no habré sido en vano. Consideramos la idea de verdad como una abstraccién a la vez intemporal e impersonal; esa es, en una primera aproximaci6n, la idea de verdad. Pero solo toma ese sentido abstracto porque es la idea limite correlativa de una tarea que se propone a sujetos concretos; es el horizonte, el sentido final abstracto, intemporal, impersonal, de una tarea concreta, temporal y personal; la idea de verdad no se sostiene sino por el deber de pensar. En consecuencia, el otro término de la confrontacién con la historia no es la idea de verdad, sino mi investigacién personal cuyo horizonte es la idea de verdad, el correlato al que se aspira. {Qué es, pues, buscar la verdad? Quizé la respuesta a esta pre- gunta permitird englobar la historia de la filosoffa no ya como el

You might also like