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. Icisin. como Mas PENSAR'EL ENSAYO ta tugar a una Targa vaciones que ver en vaturaleza y culiin d organico y lo ino be de Liliana Weinberg if ae fl sihfaad {¢ 2 sobre todo revels (if tae é mente heteronon ho ii ye Yea” lk f aM a interpretacién qu dedica al Prometeo « esiro smbito cultur: 2rOpiv Con su nueva \ Con! esion de Promet« » se acerca a la vision « J tvo Prometeo se mail |” by saci’ Glee SS ag “3 Ley ge ais z & & 8 iliana Weinberg es ensayista, critica li- teraria y estudiosa de Ia literatura en su telacién con problemas de estética, cultura e historia intelectual en America Latina. Titu- lada en antropologia por la Universidad de Buenos Aires, obtuvo su doctorado en Le- tras Hispanicas por El Colegio de México. En la actualidad es académica de! Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, de la Universidad Nacional Auto- noma de México y profesora de la Facultad de Filosofia y Letras de la misma casa de altos estudios. Es autora de los libros Eze- quiel Martinez Estrada y la interpretacién del “Martin Fierro” (1992), El ensayo: entre el paraiso y el infierno (2001), Literatura latinoamericana: descolonizar la imagina- cin (2004), Umbrales del ensayo (2004) y Situacién del ensayo (2006), asi como de numerosos trabajos criticos sobre literatu- ra latinoamericana, teoria y critica literaria, produccién simbdlica, discurso social e historia intelectual, y particularmente en- ‘sayo latinoamericano de los siglos xix y xx. En 1995 recibié la Distincion Universidad Nacional para Jovenes Académicos en el area de Investigacion en Humanidades de la unam, y en 1996 obtuvo el Premio Anual de Ensayo Literario Hispanoamericano Lya Kostakowsky otorgado por la Fundacion Cardoza y Aragon. En 2007 se hizo acree- dora del Cuarto Premio Intemacional de Ensayo otorgado por Siglo XX Editores, la Universidad Autonoma de Sinaloa y El Co- legio de Sinaloa. lingiistica y teoria literaria PENSAR EL ENSAYO por LILIANA WEINBERG Premio Internacional de Ensayo 2006 EL COLEGIO SINALOA siglo veintiuno mao ame cecn editores siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS 04310, MEXICO, DF. siglo xxi editores, s.a. GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA siglo xxi de espafia editores, s.a. MENENDEZ PIDAL 3 BIS, 28036, MADRID, ESPANA PN4500 w45 2007 Weinberg, Liliana Pensar el ensayo / por Liliana Weinberg. — México : Siglo XXI : 2007. 225 p. — (Lingiiistica y teoria literaria) Premio Internacional de Ensayo 2006 ISBN-13: 978-968-23-2718-6, Ss 1. Ensayo. I. t II. Ser. primera edicién, 2007 primera reimpresién, 2009 © siglo xxi editores, s.a. de c.v isbn 978-968-23-2718-6 derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico impreso en encuadernacién dominguez 5 de febrero, lote 8 col. centro, ixtapaluca edo. de méxico, cp. 56530 septiembre de 2009 A Félix Weinberg, en busca de la memoria compartida INTRODUCCION: LOS MOTIVOS DE PROMETEO En 1946, apenas concluida la segunda guerra mundial y ante una Europa sumida en la miseria moral y material, Albert Camus escribe su ensayo “Prometeo en los infiernos”, donde se pregunta por el signifi- cado y el destino de ese personaje rebelde levantado contra los dioses, a la luz de una etapa de convulsién historica como la suya: “:Qué sig- nifica Prometeo para el hombre de hoy? Se podria decir sin duda que este rebelde que se dirige contra los dioses es el modelo del hombre contemporaneo...” ! Pero afirma ademas, con desencanto y de mane- ra paraddjica, que si ese Prometeo, héroe del conocimiento al mismo tiempo que de la libertad, de la técnica a la vez que del arte, retornase en nuestros dias, “los hombres de hoy harian lo que los dioses de entonces: lo clavarian en la roca, en nombre mismo de este humanis- mo cuyo primer simbolo es él”. Camus, el ensayista, reabre el poderoso mito, lo reinterpreta desde la experiencia de posguerra y redescubre en esa figura las cua- tro dimensiones que preocupan al hombre contemporaneo: episté- mica, técnica, ética y estética. La interpretacién de Camus incluye un ingrediente fundamental: precisamente aquel necesario para la aper- tura de un mito: la historia. “El hombre de hoy, sin embargo, ha ele- gido la historia y no podia ni debia apartarse de ella. Pero en lugar de sojuzgarla, consiente todos los dias un poco mis en ser su esclavo. Es aqui donde traiciona a Prometeo, este hijo ‘de pensamientos atre- vidos y de coraz6n ligero’. Es aqui donde vuelve a la miseria de los hombres que Prometeo quiso salvar.? Albert Camus, “Prometeo en los infiernos”, en Ensayos, trad. y prél. de Julio Lago Alonso, Madrid, Aguilar, 1981, pp. 868-869. Leemos en el original: “Que signifie Promét- hée pour Vhomme d'aujourd’hui? On pourrait dire sans doute que ce révolté dressé contre les dieux est le modéle de Uhomme contemporain [...]. Prométhée, lui, est ce héros qui aima assez les hom- mes pour leur donner en méme temps le feu et la liberté, les techniques et les arts”, Albert Camus, “Prométhée aux Enfers”, en L'Eté, Paris, Gallimard, 1946, p. 79-80. 2 les hommes d'aujourd hui feraient comme les dieux d'alors: ils le cloweraient au rocher, au nom méme de cet humanisme dont il est le premier symbole” (p. 81). 5 “Lhomme d'aujourd’hui a choisi Uhistoire cependant et il ne pouvait ni ne devait s’en détourner: Mais au liew de se Vasservir, il consent tous les jours un peu plus d en étre Vesclave. [9] 10 LOS MOTIVOS DE PRONETES El mito es contemplado ahora desde la historia: Camus vuelve aly tarea de la critica, esa tarea que surge ya en el mundo griego yen ky edad ateniense, en la cual, como ha dicho Alfonso Reyes, “la palabra vaen busca de la palabra’, Pero a su vez, el recurso a lati tiempo largo del mito no nos debe hacer olvidar que a partir del romanticismo, como mas tarde de Nietsche y Kafka, el tema prome- teico dara lugar a una larga linea de reinterpretaciones que ven en él tuna tension entre naturaleza y cultura, entre el ambito de lo orgini- co y lo inorginico, entre el orbe de lo mitico y lo hist6rieo, y que sobre todo revelan su caracter basicamente heterénomo: tal es el ‘caso de la interpretacién que Theodor Adorno dedica al Prometen de Kafka.’ En nuestro émbito cultural, Max Aub hard lo propio con su nueva version de una *Confesion de Prometeo” que en mucho se acerca a la vision de Camus.* EI nuevo Prometeo se manifiesta asi como uno de Jos grandes mitos contemporaneos: la relacién del hombre con la historia, la cultura y el sentido. Si abundantes son las interpretaciones de la forma del ensayo que la asimilan a la figura de Proteo en su aspecto cambiante, inasible, movedizo, en su extrema plasticidad, en su permanente capacidad de transformacién,* queremos aqui, a partir de la lectura de distinios autores, ver al ensayo sobre todo en su cardcter prometeico, o, para decirlo con Antonio Machado, en su esencial heterogeneidad, en st capacidad mediadora entre mundos y articuladora de experiencias. EI Prometeo encadenado es permanente remisién a un tiempo pre- sente que, lejos de disolverse en el eterno acontecer ahistorico del mito, pone en evidencia el problemitico, el dramitico acontecer anclado en la historicidad de la experiencia social: del mismo modo (Cost ik gu taht Prodi cr fils “aux pensrs hardis et au coeur lige’. Ceti qut ous neta mise des hams que Prométhe voulutsauver” (pp. 8-84) 4 Sobre la interpretacin de la obra katkianna por Blumenberg y la ertica de dor ‘no véase Christoph Menke, The soveignity of art; aesthetic negativity in Adarao and Der- dda, Cambridge y Londres, The mrt Press, 1998, esp, “On the concept of beau” Max Aub, "Confesién de Prometeo”, en Cuadernos Americanos ran 6 ( S454 * Los ejemplos van desde las reflexiones de Ezequiel Martinez Estrada sobre caricter proteico de la obra de Montaigne y desde exe temprano ensayo sobre el ens yo que es “Binding Proteus’, de T. H. Hardison, hasta el muy conocido prilogo de John Skirius a su Antologia del ensayo hspanoamericana, México, ect, 1982, 0 al mit reciente estudio de Pierre Glaudes y Jean-Francois Louette, Lessa, Paris, Hachette 1999, quienes también emplean la expresién “genre protéiforme”. PP LOS MOTIVOS DE PROMETEO. u hay en el ensayo una representaci6n, una auténtica performacién del acto de pensar, de la experiencia intelectual, de la biisqueda de enlace entre lo particular y lo universal, entre la situacién concreta y el sentido general. Desde ese presente que a la vez corresponde al tiempo de la enunciaci6n y al tiempo de la interpretacién, al tiempo del pensar y al tiempo del predicar, comienzan las expansiones del ensayo y se actualiza su capacidad de establecer vinculos, genealo- gias, tradiciones, por é! nombradas y redisefiadas, y de inscribirse en diversas esferas, ya que el ensayo traduce y reactualiza las tensiones entre los distintos campos, particularmente entre el literario y el inte- lectual Para tomar una expresién de Montaigne, el ensayo se “enrolla” y “desenrolla” continuamente, cerrandose en su propio afin de auto- nomia a la vez que abriéndose al mundo, en permanente dialéctica entre opacidad y transparencia, transitividad e intransitividad. Poner un excesivo énfasis en el carécter proteico del ensayo nos puede Ilevar a olvidar que hay en él una organizaci6n de sentido y una configuracién articulada y articuladora de mundos que lo acer can también a la figura de Prometeo: esencialmente heterénomo, vinculador, mediador y articulador de mundos. Si repensamos la propuesta de Camus y la trasladamos a nuestra época y a nuestro clima cultural, coincidiremos con él en cuanto a este Prometeo cuyas dotes tienen que ver con el conocimiento tebri- co y con la prictica, con la ética y la estética. Como Prometeo, el ensayo se mueve entre los mundos de la necesidad y del azar. Y es a partir de esta intuici6n como pensamos en ciertos rasgos que hacen del ensayo, el cuarto género, un género prometeico: su terceridad, su. carcter interpretative, su capacidad de erigirse como prosa mediadora entre la prosa, como discurso articulador de discursos, atenazado hoy por nuevos desafios: cémo establecer un vinculo entre los ambitos crecientemente diferenciados y compartimentados del conocimiento cientifico y el humanistico, la reelitizacién cel campo literario, la falsa democracia de la cultura de masas y la polarizacién entre los nuevos ricos de la especulacién financiera que quieren comprar el paraiso de los dioses y la creciente masa de pobres y des- plazados, que han perdido ya el derecho a la tierra, al aire, al fuego y al agua, que han perdido ya la esperanza de acceso a ta ciudadania politica y del conocimiento prometida por un proceso dle moderni- zacién y racionalizacién incompleto que acabé sepultado por un orden cada vez mas injusto y excluyente. 2 LOS MOTIVOS DE PROM TE Quienes escribimos desde Ia experiencia latinoamericana, sabe. mos que en los ensayos clave de José Carlos Mariategui, Pedro Hen, riquez Ureiia y Alfonso Reyes es posible encontrar este afin prome tecico por excelencia, que consiste en ingresar al ambito de la “ciudad letrada” para apoderarse de los saberes atesorados en manos de unos pocos y Hevarlos a las manos de muchos. En América Latina ee héroe Hamado Prometeo asume una mas de sus inntimeras facetas: ingresa en las bibliotecas cerradas de la élite y se dedica a abrir ly libros para las mayorias, hace del libro un simbolo por excelenc, vinculador de mundos: en América Latina, Prometeo se vuelve ta. bien educador y editor. ‘A partir de esta intuici6n inicial, esto €s, la intuicién de que ensayo es un género antes prometeico que proteico, intentaremos repensar algunos de sus rasgos caracteristicos e introducienos en algunas de sus claves de sentido. Entre las muchas y admirables interpretaciones y reinterpretacio. nes del Prometeo queremos recordar las paiginas que Cornelius Cas toriadis dedica a la confrontacién entre el Prometeo encadenado de Esquilo yla Antigona de Sofoctes.” Con muy pocos afios de diferencia, dos dramaturgos griegos ofrecen diferentes visiones de la experien- cia humana, El Prometeo de Esquilo es el que ha arrebatado los be- res a los dioses para entregarlos a los humanos, y es castigado por ello, La antropogenia se presenta asi en este caso como obra de Pro- meteo, En el caso de Sofocles, en cambio, el hombre es ya capaz de ensefiarse a si mismo, de convertirse en su propio maestro y de este modo el hombre se asocia a un proceso de autocreacién. Un siglo después Aristiteles definira al hombre como ser viviente provisto de logosy como ser viviente politico, que se ensefia a si mismo la lengua el pensamiento y la voluntad para volverse, en palabras de Castorir dis, instituyente de instituciones. En pocos aiios el imaginario ligado al anthropos ha transitado de una vision cerrada a una visién abierta, de una vision centrada en el respeto de la tradicién a una vision que defiende -aun a riesgo de incertidumbre~ la libertad, Nos interesa repensar aqui el caracter complejo, tragicamente heterogéneo, del héroe rebelde, que es mucho mas que un mete personaje mediador. Prometeo es responsable de sus actos y sabe, 3 diferencia de Hermes, que el secreto que tendra que conducir debe * Cornelius Castoriadis, “Antopogenia y autocreacién”, en Figueras de lo pmsl Leseneruciidas de labia 1 (Va, ed en francés, 1900), trad, Jacques Alga ree. Cést Guelerman, México, Fer, 2001, pp. 1388 a LOS MOTIVOS DE FROMETEO. 13 ser averiguado por él, porque en ello radica su ejercicio de respons bilidad: todo acto con sentido es un acto con destino, todo acto que tiene destino es un acto con sentido, La elecei6n es la contraparte de la libertad, Estamos asi muy cerca y muy lejos del Prometeo clisico, como lo est Camus cuando reinterpreta el mito desde un presente tenso que es.a si ver traduceién de un momento decisivo de la historia. Camus toma entonces un simbolo y para emplear una primorosa imagen de Lotman= lo abre, reactualiza, se pregunta por el significado del héroe para el hombre de hoy y lo reinterpreta a la luz de los proble- mas de la rebeldia y la libertad, para a su vez volver a entregarlo a las generaciones que lo sucederan y que por su parte Hevariin a cabo nuevas interpretaciones. La propia tarea que se abre a ne también algo de pro- meteica: repensar un género que se enfrenta actualmente a diversos desafios. Amenazado el terreno que le era propio, el del espacio piiblico compartido, atraviesan hoy al ensayo fuerzas en apariencia contrapuestas: el peligro de una nueva forma de elitizacién y el peli- gro de la banalizacién, el riesgo de la cristalizacién y el riesgo de la pérdida de limites. Atendamos entonces a este posible sentido prometeico: por estetizar los procesos sociales ¢ histéricos llevé a José Enrique Rodé a plantear los Motivas de Proto, una vision social € historica de lo estético nos Neva hoy a preguntarnos, para pensar el ensayo, por los motivos de Prometeo, CONFINES DEL TEXTO Sin dejar de afirmar la singularidad y la especificidad propias de todo ensayo, procuraremos atender al mismo, no como un texto proteica- mente inasible ni tampoco como una formacién cristalizada resul- tante de una suma de procedimientos aislados, sino como una confi- guracion de sentido que establece prometeicamente inntimeras relaciones con distintas esferas y érbitas sin por ello disolverse en. otra cosa y sin nunca perder su caracter francamente vinculante y articulador, para mostrar que, en efecto, es necesario atender a aque- lo que lamaremos un més acd y un mas allé del texto, En el primer caso, esto es, su mds acé, atender a su propia inscrip- u LOS MOTIVOS DE FROME cién en la lengua de! mundo, en la prosa del mundo, en una formacién yen una textura discursiva epocal, asf como su eapacidad de mediacién centre discursos, de asuncion de la palabra a wavés de la responsabilidad yyla responsividad por ella en el espacio piiblico y en la vida social, nos levardn a pensarlo ala luz de una prictica significativa y de la necesidad de reforzar, desde la pragmatica, su vinculo con las condiciones concre. tas de produccidn discursiva, en cuanto somete a interpretacién una materia fuertemente personalizada, y como tal abre la posibilidad de firma de un determinado contrato de inteleccién que refuerza el lugar simbélico del ensayista y su texto en el campo literario, intelectual, filo s6fico, etc. El ensayo retrabaja conceptos y simbolos tomados de distin. tasesferas del quehacer cultural; reexamina valores; recrea las “palabras de Ia wibu’; repiensa términos neutralizados y vuelve a dotarlos de valencia: hace de todo segmento de significacién un vector de sentido, Lejos de trabajar s6lo en el plano del significado, el ensayo enlaza en su trabajo interpretativo el uso y el sentido, Es por todo ello por lo que pos tulamos que el ensayo obedece tanto a un complejo proceso de inscrip- cién del texto en el espacio piiblico como a la traduceién de un acto de pensamiento en un texto legible e incluso a trabajos de lectura y edi- ‘i6n que enlazan el texto especifico con el campo literario de su época. La interpretacién que lleva a cabo el ensayo nos conduce a la ver a su més allé, en cuanto representa una poética del pensar y se inscri- be en un horizonte de valores, en una determinada vision de mundo, €n un continuo acto intexpretativo sin cuya consideracién resultaia imposible su comprensién como dotaci6n de sentido. Esto nos con- duce a pensar entonces en la necesidad de poner en relacién el enst- yo con el horizonte en que se inscribe el proceso interpretativo que se lleva a cabo a través de él, a la ver que los propios valores en que se apoya dicho proceso. A ello se refiere Lukacs cuando habla del ensa- yo como un juicio que extrae de si sus propios valores juzgadores, y Benjamin cuando piensa en el vinculo entre lo poético y lo poetiza- do, en una relacion complejay de doble implicaci6n: s6lo a partir de existencia historica concreta es posible descubrir aquella oper i6n que en rigor precede al texto y que consiste en una poética del pensar que el lector debera desentrafiar después de escrito éste, aun {que se encuentre antes que él y s6lo podamos ser conscientes de ella « partir de la propia existencia del texto. Estas ideas se pueden enlse zar con las planteadas por Derrida cuando contempla la existencia de una Ley que esta detras de la ley fundadora del género. De alli que por mi parte, desde mi perspectiva, considere necesatio 10S MOTIVOS DE FROMETEO 15 emprender una relectura del ensayo apoyada en la posibilidad de superar el nivel de anzlisis que es el que frecuentemente preocupa a la critica: el texto en si mismo, el nivel que algunos especialistas Haman el de la “descripeidn” del texto (y al que atienden fundamentalmente las lecturas de contenido, asi como las estructuralistas, formalistas 0 r ricas), para asomarnos a su “inseripcién” en un mundo social de senti- do. Desde mi punto de vista, y sin dejar de reconocer que hay en el ‘ensayo una organizacién artistica de la prosa, una configuracion, un jercicio de coherencia intelectual, existe a la ver una cues! que se relaciona con el més ally el mas acd del texto, dado por la poé- tica del pensar propia del ensayo y por la inscripeién del texto en un mundo social de sentido, Ese mas alldy ese mis acd del texto se encien- tran a su vez, paraddjicamente, fuera y dentro de él: son su punto de partida, su punto de referencia, su modo de inscripcion el mundo de sentido, a la vez que aparecen representados en él. En rigor, entonces, ese més adi y ese més allé no estin divorciados sino que, muy por el contrario, insistimos, se enlazan a través del uso. del lenguaje y del proceso interpretative mismo que el ensayo desen- cadena, De alli la riqueza y complejidad que el ensayo evidencia en el azo de genealogias y en su misma propuesta de inseripcion en una determinada tradicin de pensamiento, que se da también en el pre- sente activo desplegado en el texto. Bien sabemos que no es posible reducir la serie literaria a otras series: autores como Borges nos mos traron que todo escritor raza sus genealogias y tradiciones a partir del texto, Pero también sabemos, a partir de criticos como Said, que en el propio texto es posible presenciar el complejo paso de una filia- Gi6n a una afiliacion, en cuanto el escritor lo convierte en teatro de 9 quehacer genealdgico. De este modo, el texto no puede » que, desde su propia especi- wuevas formas de articulacién con él, y es éste otro ingrediente fundamental para comprender la representacion de toda toma de posicion artistica ¢ intelectual que conlleva. Prometeo es el héroe mediador, a la vez que el articulador, de la iencia cultural; es el héroe que vincula mundos a la vez que bles sus diferencias. Otro tanto logra hacer el ensayo en su constante tarea de poner en relacién Srbitas que parecian aparta- das a la vez que deslindar aquello que parecia unido, siempre desde st propia especificidad. El ensayo -ese género “atrapa todo” tal como lo earacteriza Marielle Macé~ puede pensarse a la vez como el cuarto género coordinado con los otros miembros de la familia literaria, i 1L08 MOTIVOS DE FROME pero ala vez, y en consideracién a su cardcter abierto, critico e inter pretativo, prometcicamente vinculado a las otras formas del discuro social, cuya sorprendente variedad y variabilidad advirtié ya Mijai Bajtin, yen general como una de las formas més altas aleanzadas poy Ia aventura del pensamiento, el ensayista es un especialista en ea actividad humana por excelencia que es el acto de entender el mundo, dotarlo de sentido, ponerlo en valor. ENSAWAR FL ENSAYO Ensayar el ensayo: interpretar una interpretaci6n; representar una representacion; presentar una operacién que se desenvuelve en el pre sente, Desde una perspectiva esencialista y ahistérica, el ensayo no puede verse sino como género impuro, impropio, mixto, marginal, ambiguo, inestable, impreciso, fuera de lugar, e incluso, en una mire da extrema, como “género degenerado”, dado que su posibilidad de pertenencia a la familia literaria resultarfa siempre incomoda en ‘cuanto estarfa amenazada por el prosafsmo y “contaminada” por la ideologia. Otro tanto sucede a la hora de pensarlo como forma arti+ tica, debido a su extrema apertura tematica y libertad compositiva En nuestros ‘08 como Mare Angenot se plantean si es posible seguir considerando al ensayo como un tipo artistico defini: do oi es necesario referirse, siempre en plural, a ensayos.* Algunos autores afirman que constituye un cuarto género con su propia leg timidad en la familia literaria, mientras que otros prefieren enfatizar su relacién con la dinamica del pensar y considerarlo como interpre tar activo, como representaci6n literaria de un ejercicio de la intel gencia. El caso mas notable es el de uno de los mas recientes ¢ intel gentes estudios sobre el ensayo, escrito por Pierre Glaudes y Jeat Frangois Louette, que se abre con un intento por definir este tipo de textos a partir de su tratamiento como “prosa no ficcional” pero s€ cietra, paraddjicamente, con una apertura a su consideracién come proceso de pensamiento.? Mientras que Julien Benda propone examinar al ensayo como Marc Angenot, La poe pampan, Paris, Payot, 198 "Vease Perr Glades y Jean-Francois Louette, Lissa, op. ot LOS MOTIVOS DE PROMETEO 7 literatura de ideas, aios después, a partir del sello que le imp! Sartre, se prefiere pensarlo como “discurso intelectual”. Mientras que su primer gran estudioso, Lukacs, se plantea la posibilidad de pensar “el ensayo como forma”, conforme avance la concepcién del ‘ensayo como vinculado con el interpretar activo y el discurso critico, Adorno afirmara que la mas intima ley del ensayo es la herejfa, la continua ruptura con cualquier posibilidad de certidumbre, la posi- cién disruptora y antirretérica por excelencia. Mientras que el pri- mer Roland Barthes, ligado a las polémicas intelectuales, tiende sobre todo a lecturas de contenido y busca marcas ideolégicas en el texto, el segundo Barthes planteara que el ensayo es ante todo ticti- ca escritural emancipada de todo lastre de contenido, ligada, como aiade Glaudes, a un espesor cuasi corporal de los significantes, a la posibilidad de dar forma a la cosa ausente evocada."” El propio Bar- thes propondra también que en el caso del ensayo se trata de una novela sin nombres propios y en esta linea se lo podré contemplar como Bildungsroman, novela de aprendizaje 0 autoconstruccién del yo. Sin embargo, el ensayo no parece instituir un universo ficticio de la misma naturaleza que el que encontramos en la novela ni tampoco proponer un pacto fiecional que autorice al lector a tratar al texto como tin puro producto de la imaginacién. AA diferencia de las posturas tradicionales que lo contemplan como discurso que ticne por solo origen la subjetividad del ensayista, Bense, Musil o Foucault haran de él progresivamente antes un terreno de ‘experimentaci6n del yo y los temas del mundo que una forma estable demasiado vinculada a la intencionalidad del autor: asi, Foucault lo define como una “prueba modificadora de si en el juego de la verdad”, Para K. Korhonen, el ensayo es “un discurso mimético que describe el proceso de pensamiento humano” y Pierre Glaudes se refiere a él como Suna aventura intelectual que confiere a la imaginacién una funeién heuristica y la convierte en una modalidad del conocimiento” (p. xxv) En nuestros dias, as corrientes de la nueva retorica, la pragmatica y la semiosis social se preocupan por el tipo de contrato de intelec- cién y de veridicci6n que el ensayista establece con el lector a través de un texto que se adscribe antes al orden explicativo-argumentativo que al narrativo, y que pertenece ~para tomar la clasificacion de Genette~ a los géneros de diccién antes que a los de ficcién. Pierre Gla verstares dt Mi coord, Lai: méamorphoss d'un grr, Toulouse, Presses Uni ‘2002, p. xx. gg eee 18 LOS MOTIVOS DE prow, En cuanto a suadscripcién genérica, mientras que algunos city como Auerbach sentaron las bases para pensar una posible memory del género radicada en una actitud critica y antirretética bisa yapre sente en cl propio Montaigne, y mientras muchos estudiosos dscite, ain su legitimidad como forma, en nuestros dias propuestas tan aud ces para pensar el asunto como las de Bourdieu o Derrida conmec nan toda la discusion y replantean el problema de las clasiicacione: Bourdieu hace del género un “efecto del campo” y Derrida se pregun ta por la Ley que actia detras de la ley del género, como principio actuante a la vez fuera y dentro de todo texto concreto. Existen por lo tanto muy pocas caracterfsticas minimas en las les suelen coincidir los estudiosos: escrito dedicado a ofrecer & punto de vista de un autor respecto de alguna cuestién; vinculo cn la prosa; carfeter no ficeional; perspectiva personal ostensible; aper- tura a un amplio espectro de temas y formas de tratamiento; con sion; contundencia; voluntad de estilo. Pero a despecho de esos ocos puntos biisicos de acuerdo, es mucho mayor la variedad quel Coincidencia en las distintas caracterizaciones y definiciones. Muchos son ademas quienes prefieren mostrar su cardcter “abierto”, “ines ble’, “ambiguo", “excéntrico”, “hibrido”, “mestizo”, y referine al ensayo como “literatura en potencia”, “antigénero", “género degene rado”, ete, De este modo, mientras unos se preocupan por la dificuk tad de su pertenencia genérica, otros prefieren pensarlo como diver so, camaleénico, inasible. Quienes insisten en el cardeter mixto 0 incluso ambiguo del ensayo watan de apoyar sus enfoques en la com sideracin de su perteneneia a varios simbitos a la vez. (poesta y filo sofia, imagen y concepto, didaetica y literatura, por ejemplo), sues tuto inestable, su adscripcién a esferas diversas, etc. Como ya se dij por nuestra parte insistiremos en superar estas consideraciones “pro teicas” en favor de las “prometeicas” y propondremos pensar lens yo como interpretacién En buena medida las diferencias en el tratamiento del ensayo no se deben atribuir s6lo a la complejidad intrinseca del mismo, sino también a la perspectiva de andlisis y linea te6rica adoptadas, que lle van a considerarlo como un género, una clase o tipo de textos, unt forma discursiva, pero también como una modalidad enunciatvs una actividad intelectual, una poética del pensar, un estilo del dec: De este modo, encontraremos quienes lo aborden como un géne'®, un tipo particular de discurso, una configuracién peculiar de prost, una clase de textos, una forma enunciativa, pero tambié™ LOS MOTIVOS DE PROMETEO 19 como una operacion del espiritu, un estilo del pensar, un estilo del decir, una clase de textos o bien una determinada forma de simboli- zar la relacién con los lectores y la comunidad hermenéutica. No deja de resultar sintomatico, como se dijo, que los ya citados Glaudes y Louette abran su estudio con una primera caracterizaci6n del ensa- yo como “prosa no ficcional” y lo cierren con su consideracién como “aventura del espiritu’ El ensayo puede asi conducirnos al acto mismo de ensayar: una operacién del espiritu, una actividad, y manifestarse como un acon- tecimiento discursivol! que traduce el proceso de pensar y, més ain, una verdadera poética del pensar articuladora de esos niveles que, siguiendo a Benjamin, llamaremos lo poético y lo poetizado. El acto de entender 0 de juzgar sobre algiin estado de cosas lleva a un per- manente enlace dador de sentido entre lenguaje y mundo. El ensa- yista resulta de este modo un “especialista” del entender y del decir sobre su entender, que ofrece, como producto de su acto intelectivo, no s6lo un conjunto de opiniones sino una obra nueva y organizada que apoya a su vez, desde su especificidad, aquello por él juzgado. El ensayo resulta entonces el despliegue de la inteligencia a través de una poética del pensar y la puesta en prictica de nuestra capacidad de entender y dar un juicio sobre la realidad desde una perspectiva personal. El ensayo corresponde también a una forma enunciativa particu- Jar, con fuertes marcas tensivas: un predicar sobre el mundo desde ef punto de vista del autor que resulta al mismo tiempo el punto de par tida de la reflexion, siempre referida a un presente del pensar y del decir: esta puesta en perspectiva en tiempo presente deja su inscrip- cién en la textura del ensayo, y mediante ella se nos participa de una interpretacién sobre alguna cuestién o estado de cosas y se nos ofre- ce una explicacion argumentada sobre el mismo a través de un dis- curso generalizante, singularizante o ejemplarizante de la interpreta- cién que se ha llevado a cabo.!2 El ensayo puede pensarse también como una determinada confic 4 Vease Evodio Escalante, “La metifora como aproximacién a la verdad. Ensayo acerca del ensayo”, en Adtian S. Gimate Welsh, comp, sents. Semiien de la cultura, Oaxaca, Universidad Aunoma Benito Judrez de Oaxaca, 1994. Oua edicion, Las imatioras deta ertice, México, Joaquin Mortiz, 1998, pp. 289-309. Se adopta el término “ejemplarizante” en et sentido que le atribuye Nelson Goodman: woda obra de arte es ejemplo de sf misma. El ensayo es asi ejemplo de si ‘mismo pero también la propia interpretacion que leva a cabo. 20 LOS MOTIVOS DE FROMETEO, guracién de la prosa, que no silo la emplea de manera instrumental como vehiculo de transm leas sino que se relaciona intima. ‘mente con sus potencialidades artisticas y comunicativas. A partir de un detonante inicial, el ensayista lleva al despliegue de una cor racion del entender, en la que se evidencia una dominante explicati- va y descriptiva sobre la narrativa, o bien teje una red analégica de ‘Nisiones” y “asociaciones” culturales y artisticas @ través de las cuales, observa, interpreta y representa artisticamente el mundo. La prosa del ensayo acuta ademis como mediadora entre otras formas de la prosa del mundo, veetores tematicos, conceptos y sim- bolos preformados culturalmente, los pone en relacién y los enlaza cen nuevas configuraciones de sentido. El ensayo logra asi articular saberes, decires, tradiciones, discusiones, y captar no s6lo conceptos sino estructuras de sentimiento que se dan en el seno de la vida de ‘una cultura o en un campo literario o intelectual espectfico. Recor demos que el ensayista observa el mundo, pero también escucha las voces del mundo, tan articuladas o tan libres como puedan estarlo, centre el discurso de alto nivel de formalizacién y el rumor de la calle. Yentre esos extremos, el infinito registro de discursos y practicas. El ensayo es también, ala ver, un estilo del pensar, del decir y del irar que se coloca fundamentalmente en la dimensién explicativa e interpretativa, aun cuando ~a diferencia de otras formas en prosa que pueden hacer un empleo meramente instrumental de las pala- bbras-lleve a cabo un trabajo artistico sobre el lenguaje que le otorga opacidad, y logre construir una representacion del mundo con su propia legalidad y organizacién, a la ver que él mismo pueda apoyar- se en operaciones propias de la narrativa, la poesia, el didlogo dra- Imatico, y citar ejemplos provenientes de otros ambitos de la expe- riencia. Mientras que cl “estilo del pensar” nos conduce al peculiar modo de inteleccién del ensayista, quien retoma a su ver las ideas de su época y las conduce a nuevas cotas de sentido, el “estilo del decir” ‘nos lleva a un particular modo de inscribir la experiencia creativa, la voz individual, en la institucion de la literatura. El “estilo del mirar”, por fin, atiende a la perspectiva fuertemente personalizada y peculiar de cada ensayista. Al decir ensayo nos referimos tambié una cierta clase de textos (para algunos, un género literario y para otros un determinado tipo ' Maria Ferrecchia, “ll saggo come seituta eatin" em 1! agi cme frm ete rari, Lecce, Prensa Multimedia, 200. Los MOTIVOS DE PROMETEO, 21 © forma discursiva) que agrupa aquellas formac por una serie dle reglas formativas (“el que piensa escribe"), que reac twalizan a su ver una cierta memoria del género, y que en distintos momentos histéricos se distingue con autonomia relativa de otras familias textuales en prosa. Y esto nos conduce tanto a la cuestion de los géneros literarios como a la de los géneros discursivos (Bajtin) En efecto, el ensayo entra en relacién tanto con formas dotadas de tuna cierta especificidad artistica y literaria (el poema en prosa 0 la rosa postica, por ejemplo) como con la familia de la prosa de ideas (tratado filosético, discurso didaetico, etc.), o con otras formas per- tenecientes a la prosa del mundo (pensemos, por ejemplo, en los Ambitos retérico, juridico o politico). Pero, mas atin, el ensayo entra en didlogo con otros géneros como la narrativa, la poesia, el teatro. “Es éste un libro de buena fe, lector”, declara Montaigne en las palabras de advertencia con que se abre su obra." Descle una pers- pectiva pragmatica, esta declaracién refuerza la idea de que nos ‘encontramos ante un contrato de sinceridad y honradez en el decir, al que el ensayista Carlos Piera afiade otro ingrediente fundamental: él ensayo lleva una firma, yes por lo tanto un ejercicio radical de res- ponsabilidad por lo dicho y por el modo de decirlo,"® El ensayo representa ademas un acuerdo de inteleccién y un con- trato de veridiccién con el lector, en cuanto su remision al mundo es predominantemente no ficcional, y asi se entiende que consiste, para decirlo con Genette, en enunciados de realidad 0 “ilocuciones serias de estatus pragmatico sin misterio’, 0, para decirlo con Glaudes y Louette, en un “balance perpetuo entre la conviecién fundadora y la duda reguladora’, entre la seguridad y la tentativa Las frecuentes dificultades para ofrecer definiciones acertadas del ensayo se deben atribuir entonces no s6lo a cuestiones intrinse- cas del género y al complejo modo de articulacién que establece ' Entce las principales ediciones de la obra del gran ensaista cto Michel de Mon taigne, Esais (1580-), texto establecido y anotado por Albert Thibaud, Paris, Nowse- le Revue Francaise, 1989, en dos volimenes; Cuore comps, rexto establecido por Abert Thibaudet y Maurice Rat, Pais, Gallimard, 1962 (Bidiochigue de lo iad, 14); Essais (1580}), cronol ¢ introd. de Alexandre Micha, Paris, Fammarion, 1979, en tres volimenes. Entre las traducciones menciono Miguel de Montaigne, Ensayo (1580), trad. de Constantino Rom y Salamero, Buenos Aires, Aguilar, 1962 (ediciin corregi dda por Ricardo Siene Hayes) y Ens ediion y aduceion de Dolores Picazoy Alm dena Montojo, Madrid, Citedra, 1985, en wes solmenes. "© Carlos Piera, “La conveniencia de la rosa", en Revista de Occidente (Maid), ‘dim. 116 (1981), pp. 1324 22 LOS MOTIVOS DEFROMETEO. entre distintas 6rbitas (la tension entre opacidad y transparencia, subjetividad y objetividad, totalidad y fragmento, certeza y duda, ética y estética, etc.), sino también a los diversos modos de lectura e interpretacin a que ha sido sometido asf como a las diversas modal dades de lectura. En el caso del ensayo se trata de atender a la vez a un texto yauna operacién; a un estilo del pensar ya un estilo del decir; a una confi guracién que remite al mundo y a un modo de ver el mundo que Temite a la perspectiva adoptada: se debe asi transitar umbrales entre una y otra instancias y niveles, y se debe atender entonces al mas alld yal més acé del texto. El ensayo se coloca fundamentalmente en la dimensi6n explica va e interpretativa, aun cuando -a diferencia de otras formas en prosa que pueden apoyarse en un empleo meramente instrumental del lenguaje 0 en la consideracién de un yo neutral como generador del discurso- leve a cabo un trabajo artistico sobre el lenguaje, ponga fuerte énfasis en el yo enunciativo, vincule la voluntad genera- lizadora y la voluntad singularizadora y logre construir una represen- taci6n del mundo con su propia legalidad y organizacién a la vez que 4 mismo pueda apoyarse en operaciones caracteristicas de otros géneros. Asi, no obstante el predominio de la dimensién interpreta- tiva, el ensayo incluye frecuentemente en su entramado elementos y operaciones que lo ligan a la narrativa y la lirica, Mas atin, en cuanto performacion del acto de entender y en cuanto representacién del acto de representar, despliega también mecanismos teatrales: hay una puesta en escena del pensar en la que muchas veces se hace evi- dente el caracter conversacional, dial6gico y participative del mismo. El ensayo nos ofrece, en palabras de un critico, una perspectiva para ver. El punto de vista del ensayo es también un punto de partida. Es imposible pensar el género en un mundo de neutralidad y es necesario a la vez insistir en su caracter incoativo. El ensayo hace siempre ostensible Ia existencia de una perspectiva sobre el mundo que habra de interpretar. El ensayo es un viaje intelectual por un mundo de significados y valores cuyo punto de partida es decisivo en cuanto a partir de él se sientan las bases del texto asi como de su puesta en didlogo y contexto. El ensayo es un diélogo intelectual sobre el mundo cuya interpretaci6n se va desplegando a través del texto. Ese punto de vista, que es a la vez un punto de partida del sen- tido, se encuentra antes y después del texto, esta fuera y dentro de él, en una relacién de doble implicacién. Y como en todo viaje, y como LOS MOTIVOS DE PROMETEO 23 en todo didlogo intelectual, la decision primera es anticipacién de un recorrido y conjetura de un horizonte de legada. Desde que Michel de Montaigne inaugura el género, una de las, notas fundamentales del ensayo sera el caracter ostensible y definito- rio de la adopci6n de un punto de vista. No es casual que la obra de Montaigne aparezca por los mismos afios en que los grandes pintores renacentistas estin preocupados por el tema de la perspectiva y la representacién, ni es tampoco casual la abundancia de imagenes visuales y particularmente cinéticas en su obra. El ensayo representa una mirada que observa a la ver que evaliia, en un esfuerzo tensivo que se tiende como puente desde y hacia un mundo valorado. La del ensayo se apoya en ese punto de vista que es anterior ¥ posterior a la organizacin del texto. El ensayo remite al observae dor a la ver que al objeto mirado a través de una configuracién del lenguaje que supone la consolidacién de una nueva forma en prosa. Una de las grandes claves para repensar el ensayo es hacerlo desde su consideracién desde la perspectiva del enunciar activo. Gérard Genette fue uno de los primeros en ofrecer una salida post ble a esta cuestién, al poner en relaci6n el texto con el acto enuncia- tivo que lo funda. Si seguimos la linea de Genette y pensamos, con Luz Aurora Pimentel, que el acto de narrar es una estructura de mediacién fundamental en todo relato verbal, podemos afirmar que en el caso del ensayo estamos en presencia del acto mismo de pensar, estructura de mediacién fundamental a su ver para esa otra forma discursiva fundamental que corresponde a la dimensién explicativa, intelectiva, propia del discurso del saber, “caracterizado por el dis- curso argumentative 0 generalizante, enunciado en el presente intemporal de la reflexién filosofica y de la enunciacién de leyes, y que aparece también en la narracién como el discurso por medio del cual el narrador expresa sus opiniones, hace reflexiones y generaliza- ciones sobre el mundo, incluyendo aquel que su narracién va cons- truyendo”.!® En el caso del ensayo es también fundamental el empleo del tiem- po presente (un rasgo que ha pasado inadvertido para buena parte de la critica), y esa continua remisi6n al momento de la enunciacién. y la interpretacién constituye, en nuestra opinién, la “clave” del mismo, en cuanto por una parte apunta a la situacién de despliegue coherencia Cf, Luz Aurora Pimentel, “Sobre el relato, Algunas consideraciones", en Emilia 1a Togno, coord., Antolagia de texts tteraros en inglés, México, Facultad de Filoso- NAM, 2007, pp. 15-36. Ral fay Leas, LOS MOTIVOS DE PROMETE 24 ar y por Ia otra conduce @ representacion; esto FY Dore gecimiento singular con explicicion oe ‘de sentido del ensayo esti tir del momento de la enun- del acto de pens: permite asi vincul iment feneralizadora, El “encadenamnici'e Sado por un “desencadenamiento” 2 Pat c GGucion, y las distintas transformaciones ¥ articulaciones que s fate detonante inicial van tejiendo un ‘entramado en el cual el orden Ge sucesion temporal, causal y jerarquic® © de subordinacién se ion enmzon respecto del orden de coincidencia sinerGnico, sn, que toca al lector por su parte volver a encuentt: analégico 0 de coordin: poner en movimiento."” : Tra am paginas que eiguen nos proponemos abril mame Davin: do de la lectura de algunos textos fundamentales asi como del didlo- igo.con algunos grandes ensayistas que reflexion tO sobre el propio fgenero al que dedicaron su prictica, Em Wit segunda seccion nos Benere emes a pensar el ensayo, est0 ¢, a reflexionar sobre los que cee ar camos raagos basicos del género, determinados a partir de un Graloge implicito con algunos de sus mas grandes representan’es y cee ‘El orden escogido no es azaroso: consideramos necesario coaacnvar nuestra indagacién por una lectura atenta de los textos y aportar luego a la mesa de discusidn las reflexiones que no s6lo los aPeldiosos eno muchos de los propios autores ban hecho desde el evyador de la practica ensayistica: su consideraci6n como una poét- ta del pensar, como un viaje intelectual, como un arte de la interpre facion, y rellexionamos en particular sobre este género paradgjico que a lo largo del tiempo no ha hecho sino indagar a la vez que supe” ir sus propios limites ~muchos de los cuales han quedado al margen de la discusion critica y a los que consideramos necesario asomarnos para repensarlo, Anticipamos que nos estamos refiriendo a su aper- fara al tiempo presente, a su posibilidad de mostrarse como repre- sentacin y elaboraci6n artistica del acto de pensar, de los modos de hablar, de las formas de citar propias de su época, a su cardcter inter- pretativo, a su capacidad de establecer un enlace siempre dinmico bntre situacién y sentido, a su relacién con la prosa y a su capacidad de mediacién entre distintas formas discursivas. Insistiremos en su vinculo con la poética del pensar, en su caricter de viaje o aventura intelectual, en su dificil equilibrio entre la tendencia a cerrarse ¥ ‘organizarse como forma estable y la tendencia a abrirse a la fluidez He desarrollo de manera pormenorizaa el tema en el capitulo “Presente del ensayo", en Situaciin del ensayo, México CCyDEL-UNAM, 2006, pp. 57-150. LOS MOTIVOS DE PROMETEO 5 de los discuss, y muy particularmente a modo en quel ens vuelve escritura de una lecturay lecturade una eerie, EI presente texto se cierra con tuna tercera seccion, dedicat reconoces algunas de las posiblesfronteas del nse com a lectura de minentes ejemplos proveninte del capo latinas: ot le io Paz y de Jorge Luis Borges, dos gras: gra de Octo Fa le Jog as Borges ds dest mis ae ABRIR EL ENSAYO “YMI HONDA ES LA DE DAVID, ‘Tomo en préstamo esta maravillosa imagen de Marti para comenzar a reflexionar sobre el despliegue del ensayo ¢ intentar una caracteriza- cién operativa del mismo.! David (el sagaz personaje biblico, la magna creaci6n renacentista de Miguel Angel, el héroe de la imagen martia- na) representa ante todo la mirada inteligente y el gesto certero de la mano que, desde la situacién del hombre débil pero atrevido, se agu- zan para superar el peso de la materia y alcanzar su blanco ante la vasta amenaza de un peligro que adquiere proporciones de desafio sublime. Es también una forma: el ejemplo de la inteligencia. En el arco de tiempo que va de 1504, cuando se muestra por primera ver al mundo Ia obra de Miguel Angel, a 1580, cuando se publican los primeros Ensa- _yos de Montaigne, se ha producido un desplazamiento gigantesco de la atenci6n hacia el individuo, la experiencia, la capacidad de juzgar: David es pequefio ante un mundo que lo trasciende y amenaza pero grande ante un mundo que puede evaluar, conocer y transformar. El triunfo de David ante el monstruo es el triunfo de la mirada y la estra- tegia sagaz ante una relaci6n desigual de fuerzas, que se traduce, a su vez, en forma, Es ademas el triunfo de una relacion tensiva con el mundo. También el ensayo surge como la explicitacion de la posibili- dad de conocer y juzgar del mundo desde la propia situacién. La aper- tura de la expresin de Marti nos permite ademds recordar que la interpretacion del escritor no surge de Ia nada, sino que, a la vez que descubre un punto de insercién, esta ya inserta en un mundo de sent do previo, El ensayo es la honda de David. Ruego al lector que atienda por un momento a lo que yo misma acabo de hacer. Al equiparar el ensayo con la mirada, la mano y la honda de David, he anticipado mi estrategia interpretativa, y me apoyo en una sintesis de orden cognoscitivo, ético y estético a la ver: tomo una posicién respecto de la relacién entre el hombre y el 1 Se trata de tn recordado pasaje de la carta a st amigo Manuel Mercado escrita desde el campamento de Dos Rios, el 18 de mayo de 1895: "Vivi en el monstruo, y te ‘conozco las entraiias y mi honda es la de David..." 7) 38 ABRIRELENSAN) mundo que no encuentro expresada de mejor modo que a través det esto inteligente de David. La piedra no es nada sin el impulso de Ia honda y ésta no es nada sin la aguda mirada del héroe, la decisién inteligente y el impulso certero de la mano. He apelado pues a una ‘operacién poética, he establecido una analogia, para referirme act vvamente al ensayo. Desde mi propia situacién decido poner en movi- miento y proponer, a partir de mi acervo de referencias culturales y experiencias estéticas previas, una mencién que servira de apoyo a mi acto interpretativo. Gonocia de mucho tiempo atris el pasaje biblico (referente bisico de mi cultura); podfa evocar la impresién que caus6 en mi la mirada del David de Miguel Angel (un dato de mi propia experiencia como visitante de museos) y las palabras de Marti, entraiiables, me persiguen desde hace mucho tiempo, marti ando insistentemente en mi memoria, cada vez que pienso en la desproporcién entre el hombre solo, el ciudadano solo, y el comple- {jo estado de cosas que hoy vivimos y nos deja de manera unilateral, ‘como una representacion hegemsnica, la sensacién de que estamos atrapados sin sida segura Apelar a la honda de David me ha permitido entonces tanto con- figurar y desplegar mi intuicién como intuir una forma de interpre~ tacién: ha resultado asi una imagen fundante de una propuesta fun- dadora de otro modo de ver el ensayo. Detonante de algo que, una ver formulado, sera consecuencia ya su vez causa ce ella misma (ser a lavver su madre y su hija), puesto que debo explicitar ef sentido que atribuyo, en mi caso, desde mi propia experiencia y mi yoluntad de dar sentido (un sentido con-formado), ala imagen escogida para dar ‘cuenta, disparar y acompaiiar la trayectoria de mi propio proceso de interpretacién. Apelo pues a esta imagen, apoyada en una operacién metaférica y metonimica, que ¢s a la vez enlace con ustedes, mis lec- (ores, vinculados por nuestra parte, ustedes y yo, por metifora y ‘metonimia, a una comunidad de lectura, en cuanto compartimos tuna buena proporcién de referencias culturales y operaciones dado- ras de sentido (entre ellas, metafora y metonimia) y podemos enton- ces participar de esta misma representacién de una representacion que se acaba de hacer y quedara para siempre desplegada. La elec- n no es gratuita ni neutral, puesto que es una toma de posicién respecto de los valores atribuidos a estas referencias culturales, a los, que repienso desde mi propia situacién en el mundo, y he abierto asi una espiral interpretativa que parte de la referencia biblica para ser abarcada por la reinterpretacion renacentista de dicha referencia, y a ABRIR EL ENSAYO 2 su vex por la reinterpretacién martiana ~esto es, para mi, latinoame- Ficana, y revestida de caricter ideolégico~ de dicho simbolo. Asi, ésta, mi propia interpretacion, puede eausar polémica (x. gr, entre aquellos que consideren que la gradacién que va del héroe biblico al héroe martiano no puede ser una ampliacién sino una restriceién de sus sentidos): mi interpretacién se coloca pues en el ambito de la dis- cusiGn, y se obliga a si misma a no quedar cerrada sino abiert cio de los otros, Hay ademas un esfuerzo de representaci semidtica, politica: he tomado la palabra y debo ahora quehacer con la responsabilidad y responsividad por la representa- Gin que me he arrogado el derecho de hacer respecto de aquellos quienes interese reflexionar sobre el ensayo. Representacién que se apoya en una operacién no literal sino metaférica, y siempre someti- daa juicio por los otros: siempre obligacta a justificarse como tal a trae vés del requisito de resultar convineente y seductora, esto es, capaz de ser traducida a una superestructura argumentativa y de mostrarse al mismo tiempo como un ejemplo con contundencia poéti Desde mi perspectiva, si algo engloba todas estas posiilidades es el impulso que permite dar un paso hacia el acto de interpretacion, que ¢es.ala vez una forma de inteleccién del mundo y de participacién en y de ese acto de inteleccién, Se trata ademas de un enunciar, un hacer diciendo, un decir haciendo, arraigado en el presente, en el acto de cenlazarsituacién y situacién enunciativa con enunciado y sentido. Se necesitaron muchos afios para que diversas manifestaciones literarias, atisticas y flosOficas lograran ir progresivamente haciendo. explicita esta poderosa intuicién de Montaigne y de su tiempo: e6mo hacer visible el acto de enunciacién, como representar el acto de representacién. Invoco s6lo dos nombres, tal el caso de Conrad y la narrativa del siglo Xx, con la genial inclusion de la narracién del acto dle narrar; Picasso y sus retratos del artista, varios de los cuales exhi- ben ostensibles marcas en la tela que conducen al acto mismo de pin- tar. Pero recuerdo a la vez que estos dos grandes del siglo Xx retoma- ron un camino abierto desde el Renacimiento: el Quijote y las -Meninas, re-presentados y re-creados por lo demas en inniimeras oca- siones por los artistas contemporaneos. En el caso de Montaigne y del ensayo se trata ademas de como representar, en su propio hacer- se, el acto de inteleccién, a la vez dejar que se representen el acto de representar ¢l mundo y ¢l mundo representado. Solo en nuestros dias, a partir del avance de distintas disciplinas, ‘contamos con las herramientas para dar ewenta del modo en que el 30 ABRIR EL ENSAN0, pensar y el predicar activo del ensayo logran aleanzar una configura. textual De alli que se haga necesario apelar a algunos de los ins. trumentos proporcionados por la teoria del discurso, la semiética social y la pragmitica, sin dejar de evocat, en primerisimo lugar, un antecedente primordial: la obra de Bajtin y sus nociones de enun do, género discursivo y evaluacién social. He aqui la que considero ley fundamental del ensayo y base de un contrato de inteleceién: el que piensa esl. Cuando el lector comiin lee lun texto para saber cul es la opinidn responsable de tn determinado autor sobre cierta cuestin, esti ya atendiendo de manera sintética a todos estos elementos: sabe que leera sobre ese determinado tema a través de la version responsible que sobre el mismo le brinde su autor. El ensayo lleva la firma que avala ala ver la buena fe, la responsabilidad de quien escribe y la responsividad por su discurso, ya que éste se pien- sa como respuesta implicita en la caclena infinita de un posible dialogo del cual ese texto en particular constituye un eslab6n: cuando damos nuestra opinién estamos reactivando ¢ instalando en un didilogo tacito aun inscaurando sobre nuevas bases un nuevo dialog que de todos 'modos no sera sino la parte de un gran didlogo ya empezado, ya sien- do. Un ensayista puede asf retomar una cuestiOn, una afirmacion, un tema, ya muy debatidos y estudiados, para ofrecer su propio punto de vista, para seguir la discusin, para renovarla o incluso para revolucio- narla, o puede también poner sobre la mesa un problema novedoso para el campo simbslico de debates en el que desea incidir, y que en muchos casos ya estaba latente, implicito (aunque todavia innombra- do) en su comunidad. Se trata de esa amplia gama de conceptos pre- formados culturalmente a que se refiere Adorno y que el texto del ‘ensayo retoma, actualiza y reinterpreta. Para dar un ejemplo de esto ‘iltimo, si Ricardo Piglia escribe un ensayo sobre Borges esté reabrien- do desde un nuevo punto de vista la discusién, esta ofreciendo una toma de posicién responsable y responsiva respecto de un autor al cual se han dedicado ya inniimeros ensayos critcos. Si se dedica en cambio ala cuestion de la relacion entre la literatura, el dinero y el complot, tal vez esté instaurando un tema de discusién implicito en su sociedad pero que aiin no habia sido nombrado como tal, de modo que a partir de él surge un nuevo tema de debate que a su vez sera retomado por otros autores * Véase Ricardo Pig, Critica y fin, Barcelona, Anagrama, 1986, ABRIREL ENSANO 31 Este acto de inteleccién no resulta por lo tanto, como vemos, de escasas consecuencias: en efecto, la inteleceién decide evaluativae mente y recorta el asunto a tratar, lo anticipa para alguien, da sentido aaquello que a su yer le dara sentido, en un doble nivel de implica cin entre el juzgar y lo juzgado que para ser traducido requiere de tuna operacién paradéjica. “Antes entonces aiin de la regla y de la ley del ensayo tal como fue ron formulados por distintos criticos como Barthes o Adorno, existe ese acto de inteleccion instaurador de los distintos componentes acti- sayo, ese big bang del sentido que resumimos en el modesto vos del “yo opino”. Ahora bien: es valid preguntarse en qué consiste la diferencia identificable entre el ensayo y las tan diversas como plasticas formas desde el trae discursivas en las que se presenta también el "yo opis bajo escolar hasta la columna editorial de un periodico. O, para vol ver al caso de Pigla, sabemos que sus juicios sobre Borges 0 los que dedica a la relacidn entre literatura y dinero aparecen tanto en sus censayos como en las que él llamé “formas breves” 0 en los juicios siempre brillantes que vierte en distintas entrevistas, como las que ‘ocupan el libro Critica y ficcién, y aun estin implicitas en sus novelas. En Ia sociedad contemporinea, ademas, las crecientes formas de intercomunicacién hacen que los espacios para la eclosion del “yo opino” se multipliquen casi al infinito (pensemos en un foro de dis cusidn electronic, como el que albergé hace algunos aiios apasio- nantes debates entre el propio Piglia y Roberto Bolaito sobre la lite- ratura latinoamericana) ‘Otro tanto podria decirse de los “ten éstos viven su propia vida y se recombinan de manera incesante en distintos ambitos de la experiencia publica. Tomemos un nuevo ejemplo: la experiencia del “exilio” ha sido, antes que un tema del ‘ensayo, un ferndmeno vivido por hombres y mujeres de carne y hueso cen distintos momentos de la historia. Ysi existe una “familia” ensayis- tica con el tema del exilio también existe un largo debate intelectual sobre el mismo asunto, en buena proporcién protagonizado por los propios intelectuales que lo han vivido: asi, Max Aub, Marfa Zambra- no, Adolfo Sanchez Vazquez, Tomas Segovia, han escrito ensayos sobre e] asunto y han participado en mesas de debate, entrevistas, dis cusiones sobre el mismo. A su vez, cuando José Gaos propuso el neo- ogismo “transtierro” para repensar el destierro y el exilio, reavivo y reconfiguré buena parte de la polémica, y de este modo abrié una i del ensayo, en cuanto 32 ABRIRELENSA) \édita de discusién que dio a su ver. lugar a nuevos debates y nue. vos ensayos. Podria decirse en primer lugar con sencillez. que en el caso de ensayo no sélo importa qué se dice sino imo se dice: hay sin duda una voluntad de estilo, hay un bien decir que no necesariamente esta pre. sente en otro tipo de textos en prosa que manifiestan una opinién razonada. Pero esto no es todo. Hay también, como se vera, una voluntad de forma: el ensayo se constituye en ejemplificacién de si mismo. Es posible someter al ensayo a un andlisis que devele una organizacién, una configuracién, una estructura, ciertas reglas de funcionamiento, la existencia de recurrencias, regularidades y una correspondencia estructural entre los niveles sintiictico, seméntico e ideologico. Es posible ademas descubrir en el ensayo, como lo he sos tenido en distintas oportunidades, ciertas claves cronotépicas capa. ces de conducirnos a una especie de “caja negra” que contiene la propia ley formativa del texto dentro del texto y que en su propia intimidad no hace sino reconducirnos al mundo. Mas avin, en muchos casos, y precisamente cuando la respuesta por la forma pareceria estar exclusivamente en el propio texto, nos encontramos con que el autor del ensayo ha descubierto la clave ‘constructiva de su texto en la propia forma de darsele el mundo. Se trata, por decirlo asi, de la forma de un valor y del valor de una forma. Pensemos, por ejemplo, en un simple vaso de agua o en un simple par de zapatos de campesino: su propia forma nos dice, segin Ortega o segtin Heidegger, de la existencia de objetos utlitarios que deberian ser nitidamente distinguibles de aquellos que, como el nfora griega o los zapatos representados por Van Gogh, considera ‘mos bellos. La forma de ese vaso y de esos zapatos, que nos refiere desde la mirada de estos autores al conflicto entre lo iitil y lo bello, sera precisamente el detonante de dos de los mas recordados ensayos de Ortega y de Heidegger. Dicho de otro modo: en muchos as0s el autor descubre una forma de darsele el problema que él a su vez trae ducira en la forma del ensayo. Es asi frecuente la correspondencia centre forma del ensayo y forma del mundo, y es precisamente a tra vés de la especificidad del texto como el ensayista es capaz de antici par ya la vez justificar esa correspondencia por él intuida. Para citar otro ejemplo, "Nuestra América” de Marti es un ens por el que se sefiala y a la vez se reconoce explicitamente la existen- ‘ia de una entidad que nunca antes habia sido designada tan radical mente con ese nombre, pero que lo llevaba ya implicito en su propia ARTUR ELENSANO 33 historia, en su propia cultura, en su propio devenit, tal como a través del propio ensayo se muestra la interpretacion martiana es asi la bis queda de un sentido dado ya en un nombre, a la ver que la dotacion de un nombre para un nuevo sentido. Las corientes titerarias en a Amé- riea hispiniea de Pedro Henriquez Urea es una obra que apela a una metifora ligada a mares y rios para referirse al proceso de nuestra literatura, pero la imagen escogida no es meramente azarosa o efec- tista: la vision del desenvolvimiento de la historia y del tiempo como movimiento asociable a la eirculaci6n fluida, tranquila 0 tormentosa del agua es una forma de darsele al ensayista dominicano el mundo y ‘que resulta para él la herramienta més adecuada para interpretar ciertos procesos artisticos y culturales. “Nuestra América es un enst yo" de German Arciniegas propone un cierto ordenamiento de la historia intelectual, politica y literaria de América que se anuncia en el titulo a la vez como adelanto y conelusién de una interpretacion que ¢s ya, a la vez, un ensayo americano sobre ina América ensayist ca. En las “Tres guineas” de Virginia Woolf, el titulo se corresponde con Ia estructura tripartita del ensayo y cada una de sus secciones se corresponde a su ver con la recurrencia en varios niveles de sentido del niimero tres (los tres aiios, los tres puntos suspensivos, las tres razones, etc.),¥ €sto Conduce a su ver a la forma originaria de la pre- gunta que detoné su ensayo, con Ia evocacién casi musical de esa Cifra, La apelacién del ensayista a una forma del mundo que se da a su comprension afectiva e intelectual es muy frecuente y nos habla entonces de que los temas y problemas tratados por el ensayo no son s6lo unidades de contenido sino enlaces del mundo del texto con el texto del mundo. Por otra parte, cuando hablamos de algiin tipo de ensayo en par- ticular no nos referimos s6lo a elementos intrinsecamente pertene- ientes al texto, sino también al Ambito en que el ensayo se inscribe y cen el que espera ser leido y evaluado: campo literario, intelectual, filos6fico, politico, cientifico, académico u otro. Ello a su vex condur ce a la tradicion estética, filoséfica, critica, en la que el autor se ins- cribe a través del texto, y a la genealogia estética, filos6fica, critica, a la que desea aliliarse y en la cual procura ser reconocido. Todo ello deja ademas una serie de marcas en el texto e implica una serie de ‘compromisos de lectura y decodificacién especificos a diferencia entre el ensayo y otras formas de la prosa radica en que en el primero se hace ostensible una densidad significativa, una organizaci6n discursiva, una voluntad de forma, de trabajo sobre el

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