You are on page 1of 20
9, VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO PUBLICO! ESPACIO POBLICO Y ORDEN URBANO Para entender la metrépoli contempordnea, no se puede no pasar por una re- flexién en torno a la llamada crisis del espacio piiblico moderno, un tema que desde los afios noventa se ha convertido en una preocupacién generalizada para los estudiosos de las grandes ciudades.* La evolucién experimentada por los espa- cios ptiblicos urbanos durante los iiltimos decenios del siglo xx y lo que va del presente, constituye uno de los grandes ejes del debate actual en torno a la ciudad contemporinea. Se trata de un ¢je que tiende a condensar, por medio de la invo- cacién de lo piblico y su crisis, la conviccién generalizada, entre los estudiosos de la ciudad, de que las transformaciones experimentadas por ésta durante los tiltimos decenios del siglo xx habrian implicado un franco retroceso en la vida urbana. Predomina en estas lecturas la idea de pérdida de calidad de los espacios piiblicos por efecto de procesos de abandono, deterioro, privatizacién, segregacin. La preocupacion es grande en la medida en que la crisis def los espacios pitblicos es vista entre lineas como una amenaza para la existencia misma de la ciudad como ‘sinténimo de civitas, es decir de lugar asociado histéricamenté al surgimiento de la democracia como forma de gobierno (Weber, 1944; Mumford, 1961). Al hablar de crisis del espacio puiblico, es oportuno decirlo desde ahora, se esté evocando -en formas no siempre explicitas- el fantasma de la desintegracién urbana, la imposi- bilidad de “Vivir juntos" en las grandes ciudades y la disolucién de lo urbano como lugar de enicuentio y de intercambio. En las paginas de este capitulo expondremos nuestra vision en torno a la crisis del espacio ptiblico, y propondremos una lectu- ra que pretende matizar el escenario catastréfico propuesto por quienes anuncian la muerte del espacio piiblico urbano, para proponer una lectura de la condi actual de los espacios ptiblicos -y su crisis- que tome en cuenta algunas de las transformaciones de amplio alcance que han afectado en los tiltimos decenios las metrépolis contemporaneas. 4 el de un famoso libro de Jane Jacobs (1961) a quien de- "El titulo de este capitulo parafrase: 1 Paerda renal pectos precursor de los procesos que afectan hoy en dia la demos un anilisis agudo y en muchos as} evolucién de las grandes ciudades. i fa crisis 2 Una resefia exhaustiva de lo que se ha escrito en los tiltimos decenios en torno a la crisis y a Jas transform: os espacios puiblicos en las ciudades contemporaneas, no es el objetivo de he cap aon nea onsen en orden cronlogico, slo algunos autores ene low mls im- Portantes que han tratado estos temas y que hemos tomado en cuenta en la elaboracion He nurs texto: Jacobs, 1961; Sennett, 1974, 1990; Harvey, 1989, 2000; Augé, 1992; Sorkin, ce 2: Davis 1298 Mc Kenzie, 1994; Ascher, 1995; Joseph, 1998; Garcia Canclini, 199% Caldeira, 2000; Soja, 2000; Amendola, 2000; Ghorra-Gobin, 2001 y Bourdin, 2005. i (45) ORY MUERTE DE Esc 1 : Cn Un conocido texto de Jiirgen I my Abermas (1961) inaugura hac, Fines de senta la reflexién contemporinea sobre la esfera puiblion entendida come Hs bito en el cual la sociedad civil, constituida precisamente en hiiblica, ge Lan. : pa co, Se i debate, se constituye en opinién piiblica y arriba eventualmerta inform; 4 consensos gy © dar cuenta de, XVII en Euro, icipan, via la opi. tomo a asuntos de interés general. El propésito de Habermas fix Proceso y las circunstancias en las que, durante los siglos xvit y se constituye una esfera no estatal en la que los ciudadanos parti nin y el debate abiertos, en asuntos previamente considerados come de interé exclusivo del Estado y por consiguiente reservados a la autoridad estatal, En ese Fecuento, la referencia a lugares concretos, por ejemplo los cafés, que adquieren popularidad precisamente como lugares de encuentro en los cuales se ventilan estos asuntos, no est asociada a ningtin interés especifico en relacién con lor pacios priblicos entendidos en un sentido fisico y espacial y su papel en la formacién de una esfera priblica civil en la sociedad moderma.3 Lo significativo en cuanto a la relacién entre esfera priblica y espacias publics es que tanto la reflexién como los atributos atribuidos a la primera en la filosofia politica y la teoria social contemporaneas, resultaron trasladados a los segundos, bajo la forma de la construccién de una suerte de tipo ideal que remite a un con. junto de atributos propios de los espacios priblicos de la ciudad moderna, a saber espacios asignados al uso del priblico, es decir no reservados a nadie en particular (esto es a individuos especificos o pertenecientes a una determinada categoria, estamento o clase social); de libre acceso -sea irrestricto como en el caso de los parques y las calles priblicas, sea sujeto a la satisfaccion de ciertas condiciones, como el pago de una cuota de entrada (estadios, teatros, cines)-; donde se admite y ademés se presenta como rasgo dominante, la copresencia de extrafios y por con- siguiente todos y cada uno de los copresentes gozan legitimamente del anonimato, es decir del hecho de ser uno mas entre un conglomerado de individuos que per manecen juntos en un lugar o transitan al mismo tiempo por él por razones cir cunstanciales, razones que sélo atafien a cada quien; donde impera la condicién de iguales en Ia diferencia, es decir, donde todos tienen derecho a estar presentes ¥ a ser respetados en su integridad, intimidad y anonimato independientemente de sus caracteristicas individuales, incluidas edad, sexo, pertenencia étnica, aparienca, etc.; y que, por todo lo anterior, funcionan como lugares donde el citadino ude dano hace la experiencia de convivir pacffica e igualitariamente con los otros - ferentes, e incluso esta en la predisposicién de disfrutar el eventual encuentro co" un extraiio o la ocurrencia de lo inesperado.t nt * Tras el camino abierto por Habermas, otros estudiosos continuaron. reflexionanto | mer yendo evidencias en torno a la constitucién de tal esfera en general. Entre otras E a epetnikoh cionarse Cohen y Arato, 1992, y para el contexto de América Latina a Guerra, 1998, ¥ 2005. : iva < La enumeracién de este conjunto de rasgos constituye una sintess propia de une ae uore sobre los espacios piiblicos de la ciudad modema que es compartida por gran niimero OS Moy, Entre otros véase Jacobs, 1961; Sennettt, 1974; Young, 1990; Caldeira, 2000; Ghorra Sabatier, 2002. VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO PUBLIC 47 Desde luego, mis all de los cuestionamientos que, como veremos un poco mis adelante, pueden hacerse a este tipo ideal, es claro que la posibilidad siquiera de ginarlo, depende de un conjunto de condiciones y circunstancias que, efecti- yamente, s6lo se hicieron presentes con el advenimiento de la sociedad y la ciudad modernas. Entre estas condiciones cabe recordar la de la igualdad, si no de dere- chos politicos, si de derechos civiles bisicos, garantizados por un poder ptiblico que detenta el monopolio de la violencia fisica en nombre de todos; la climinacién de derechos atribuidos en forma exclusiva a determinados grupos (derechos esta- mentarios, por ejemplo); la constitucién de un conjunto de bienes y espacios ur- banos asignados juridicamente al uso de todos (mobiliario urbano, calles, parques, plazas, paseos, medios de transporte) (Sabatier, 2002); y la difusién de estableci- mientos y locales, destinados a servir a un piiblico anénimo (tiendas, restaurantes, cafés, teatros, salas cinematograficas, estadios, etcétera). Todas estas condiciones fueron dandose progresivamente y con ritmos diferenciados, pero se puede afirmar que alcanzaron su madurez en las principales ciudades europeas y de los Estados Unidos, entre la segunda mitad del siglo x1x y la primera mitad del siglo xx. Un interesante recuento hist6rico realizado para el caso de Hartford, capital del estado de New Haven, Estados Unidos, entre 1850 y 1930 (Baldwin, 1999), registra tanto las ideas y las concepciones morales y técnico-funcionales, como los disposi- tivos progresivamente desarrollados que condujeron a lo que el autor llama (y es titulo de su libro) la domesticacién de la calle creacién y reglamentacién del uso de parques ptiblicos, reglamentacién de los horarios y las condiciones para el desa- rrollo de ciertos trabajos -como la venta de periédicos— por parte de nifios y nifias; regulacién de la prostitucién y creacién de una zona de tolerancia; ordenamiento de los coches de alquiler y del comercio en la via ptiblica; ordenamiento y creaci6n de un sistema de trafico vehicular, entre otras cosas. El uso del término domesticacién no es casual, sino que remite a que los valores que atraviesan las diversas propues- tas de reforma y, en gran medida, la moralizacién de la vida urbana fueron, en el caso estudiado, los valores domésticos, correspondientes a los individuos “ilustrados” pertenecientes a una clase media profesional y empresarial, y en particular al uni- verso privado en el que reinaban las mujeres pertenecientes a dichas clases. Es decir, se trata segtin este autor de la proyeccién a la esfera del espacio piiblico urbano, de valores morales y, con ello, del disciplinamiento y la organizacién de Ia calle y de sus usuarios pertenecientes a las clases populares, de acuerdo con dichos valores. Un planteamiento semejante es el que formula L. Lofland (1973), apuntando ala cuestién de la emergencia en el contexto de la ciudad preindustrial tardia y los inicios de la ciudad industrial, de una pequefia burguesia y unas clases medias que se vieron en la necesidad de coexistir en el espacio piiblico con las entonces lamadas “clases peligrosas”, conformadas no por los que podemos considerar como “pobres trabajadores" de la época, sino con aquellos que no estaban todavia afiliados en organizaciones. Una poblacién flotante numerosa, que posteriormen- te seria absorbida y gestionada mediante la insercién laboral y diversos dispositivos de encuadramiento y control. En tanto que las élites ~los verdaderamente ricos y VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO pe BLicg Licg, tacto con esta poblacién, por medio de Ultima instancia evitacién de determinados lugares), éste no ern el caso clases medias. Por ello, de acuerdo con esta autora, mas bien debe atribuirse aj crecimiento numérico y en poder de estas clases medias, el surgimiente onten espacial a través de dispositivos como la segregaci6n de actividades, Ix zonif. cacion, la policia, las organizaciones humanitarias (Lofland, 1973: 65). De este modo, el surgimiento de un cierto orden espacial o, de modo mas general, un orden urbano que supusiera la domesticaci6n de la calle, ya sea por la influencis de las nuevas clases medias, sea como producto de reformas urbanas decididas desde arriba,” no fue el resultado de la voluntad de crear un espacio priblico democriticy, sino de la voluntad de producir un cierto orden que suponia lograr disciplinay 4 las clases subalternas y en particular a las entonces llamadas “clases peligrosas” Sin embargo, en los pafses industrializados, la propia democratizacién de las Sociedades modernas en tanto sociedades capitalistas, al posibilitar la afiliacién 'aboral ¢ institucional de virtualmente toda la poblacién, mejorar la condiciSn econémico-social de la clase obrera y generar una tendencia para que la mayoria de la poblaci6n contara con ingresos situados en el centro del espectro socioecond. mico, y para que las posibilidades y habitos de consumo fueran semejantes para la mayorfa de la poblacién, democratizé los espacios piiblicos. Fueron la relative homogeneizacién de la sociedad, la afiliacién laboral e institucional generalizada de la poblacién (pleno empleo, escolarizacién, seguridad social) y el que Ia perte- nencia a la-clase obrera ya no equivaliera a vivir en condicién de pobreza, los Procesos que hicieron posible en buena medida que las caracteristicas del tipo ideal espacio piiblico de la ciudad moderna se hicieran realidad. Pero en condiciones en que la copresencia del otre, la aceptacién de Ia diversidad y la diferencia yde la situacién de mutuo anonimato, supusieron una diversidad y unas diferencias limitadas alos muy semejantes entre si. Tal como lo sefiala Donzelot (2004: 16), entre los afios cincuenta y setenta del siglo xx la partida parece ganada, La ciudad del mundo industrializado al mismo tiempo que creaba espacios separados (para el caso francés: ciudad central, grandes conjuntos de vivienda social, periferia de vi- vienda unifamiliar) creé también espacios comunes. De modo que, si bien ciertas ideas y dispositivos asociados centralmente a la ciudad moderna y sus espacios Piiblicos tuvieron su origen en la biisqueda de racionalizacién y control del espacio urbano y de disciplinamiento y regulaci6n de los usos de la ciudad por parte de las clases subalternas (Salcedo Hansen, 2002), esto no es contradictorio con el hecho de que lo que ahora podemos considerar como ciudad moderna tardia, es decir la ciudad europea de la etapa de la industria fordista y el Estado Benefactor, €n particular entre la segunda posguerra e inicios de los afios setenta del siglo XX, de las de un ” Es-el caso de la famosa renovacin haussmaniana de Paris durante la segunda mitad de! see Xbb ovientada entre otras cosas a facilitar la circulacién y el control de las calles por las fue rn Policfacas y el ejército y abrir el camino Para la inversién inmobiliaria y nuevas residencias para lites y las clases medias en las reas “clareadas” por la apertura de los famosos bulevares. VIp\ Y MUERTE DEL ESPACIO PUBLICO 49 se convitticra en un complejo dispositive de inclusién con base en ta conformacién vienda priblica o “social”, sistemas ptiblicos de salud y educacién, sistemas piiblicos de transporte colectivo, sistemas de pen- siones y de subsidios aplicados de acuerdo con diversas condiciones y circunstan- as, equipamientos recreativos localmente gestionados- y la expansi6n y extension del consumo privado. Mas all de las dificultades para establecer una vinculacién univoca entre la constitucién y evolucién de una esfera publica y los espacios piblicos, es indudable que estos tiltimos, en tanto lugares de libre acceso y cuyo uso es compartido por todos bajos condiciones genéricamente igualitarias, han formado parte en la historia de la ciudad moderna, del proceso de constitucidn de dicha esfera. Y esto en varios sentidos. En primer término en cuanto conjunto de espacios y artefactos urbanos bajo dominio del poder piiblico y asignado al uso de todos. En segundo lugar, en cuanto parte 0 componente del conjunto de bienes y servicios ptiblicos cuya ex- pansin a partir del siglo x1x, pero sobre todo durante gran parte del siglo xx, se desarrollaron en asociacién con las funciones econémicas y sociales del Estado, dando lugar en ciertos casos al conjunto de instituciones y programas conocidos como Estado Benefactor, Estado del Bienestar o Estado Social. En tercer término, en cuanto dmbito, junto con diversas instituciones como la escuela ptiblica, de socializaci6n en valores y habitos mayoritariamente compartidos y de contacto, copresencia e interaccién pacifica, civilizada y, hasta cierto punto igualitaria, entre diferentes grupos y clases sociales. Es por ello que los espacios piiblicos pueden ser considerados al mismo tiempo expresién y vehiculo de la democratizacién de Ja vida social. Simétricamente, la pérdida, en diversos grados, de accesibilidad e inclusividad de los espacios ptblicos, indica una evolucién en sentido contrario. Cuando se asiste a su creciente segmentacién social, a una restriccién creciente de sus grados de apertura (tanto material como simbélica) y resultan sujetos a diver- sas formas de interdiccién y exclusi6n y cuando la jurisdiccién publica democrati- camente regulada y acotada es sustituida por corporaciones privadas 0 grupos de ciudadanos en tanto propietarios privados, sin duda la publicidad de los espacios de uso colectivo retrocede en la misma medida. En el mundo industrializado, los Estados Unidos y sus zonas metropolitanas se Presentan como un modelo alternativo al europeo, apoyado en mucha mayor medida en el consumo privado, la suburbanizacién extensiva basada en la vivienda Propia adquirida con crédito hipotecario subsidiado y a largo plazo, el automévil Privado, programas federales de vialidades rapidas y confinadas (highways) que Permitieron vincular los suburbios con las ciudades centrales y los correspondien- tes centros de trabajo (Hayden, 2006). Se traté de un modelo en que los espacios Piiblicos cercanos al tipo ideal espacio priblico moderno correspondieron fundamen- lalmente a ciertas areas de las ciudades centrales, pero severamente limitados en Su cardcter inclusivo e igualitario por los mecanismos de segregacién racial y la Conformacién de guetos, es decir enclaves de las ciudades centrales habitados por minorias raciales excluidas de los derechos propios de la mayoria blanca. Por lo dems, tanto en el imaginario como en Ia realidad estadunidenses, la ciudad mo- de una esfera socializada de consumo = = 5 VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO pint y Ico, derna es desde muy pronto en el siglo Xx, una c iudad concebida como Y carac rizada por la generalizaciGn de la cireulacién en automévil, el centro comercial modalidades de zonificacibn orientadas a segregar el uso residencial de cualesquig ra ottos sos. Las siguientes reflexiones en torno a “caminar", expresadas 4 cn mienzos de los aiios setenta, por la socidloga estadunidense antes citada, en ¢) contexto de un anilisis especializado y por lo demas, de indudable calidad, acereg de la cuestién del orden y la interaccién en los espacios puiblicos urbanos, result, sumamente ilustrativa de esta temprana evolucién: Finalmente, alguna observacién debe hacerse acerca de la reducida necesidad de caminar en Ja ciudad modema. Esta particular actividad contintia siendo legal (sic), pero el grado en que ¢s aprobada ser cuestionable. Como otras necesidades hist6ricas (por ejemplo, cocinar sobre una fogata) se ha convertido en el mundo modemo en una actividad fundamentalmente recreativa, en la cual se complacen ciertos masoquistas que la cultivan. Aquellas personas que todavia la realizan para ganarse la vida, como carteros, policfas de a pie y serenos noctumos, frecuentemente son castigados con un bajo estatus, paga reducida y la continua amenaza de ser atacados por perros y gente inamistosa (Lofland, 1973: 73, traduccién nuestra). Resulta obvio que un parrafo como el anterior s6lo pudo haber sido escrito por un individuo cuya socializacién como citadino se produjo en contextos donde por ejemplo, la combinacién de uso de transporte puiblico / desplazamientos a pie (para llegar al trabajo, hacer alguna compra, ir a un restaurante) o en el espacio de proximidad de la vivienda, se ha convertido cn algo totalmente inusual, a pesar de que incluso en ciertas ciudades centrales de los Estados Unidos, como Man- hattan en Nueva York, contimia siendo algo comin todavia hoy. Ahora bien, fuera del mundo industrializado y limitandonos s6lo a la ciudad latinoamericana, el tipo ideal sélo se realizé en alguna medida en unos pocos casos en los cuales llegaron a constituirse, hasta cierto punto, las condiciones propias de la ciudad industrial. Buenos Aires se presenta a este respecto probablemente como el caso paradigmatico de conformacién de una metropoli en la cual, hacia media- dos del siglo xx, las clases medias y una clase obrera sindicalizada y con salarios relativamente elevados, pasaron a ocupar el centro de la escena social y urbana (Mongin, 2004: 190-192), En una medida probablemente menor, también otras metropolis latinoamericanas, como Sao Paulo y Ciudad de México, llegaron a co” nocer la emergencia de unas clases medias en ascenso numérico y social, asi como 4a conformacién de una clase obrera industrial socio-econémicamente integrada ¥ia el proceso de industrializacién. Pero en muchos otros casos, probablemente Ia mayoria, las condiciones de metrépoli / ciudad moderna y conformaci6n de un “pacio piiblico urbano democratizado, probablemente nunca Ilegaron a cristal rn ae de los afios setenta, la misma Lofland (1973) seitalaba pene ] entre Ciudad de Guatemala -capital de un pais que nunca leg & esPerimentar un proceso de industrializaci6n via la sustitucién de importacioness ni la conformacién de un auténtico sistema ptiblico de bienestar social- y Ia tem™ prana ciudad industrial europea: VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO PUBLICO Un visitante reciente de Ciudad de G jemala (donde ~como en ta histéricamente c industrial temprana- un mimero masivo de inmi engrosando el de los desempleados) reporta qu calles sin estar sujeto a un flujo continuo de ofertas para lavar su auto, bolear sus zapatos, cuidar su auto, y asi sucesi- ango fa imposible c: vamente; ¢ aalmente de un continuo flujo de solicitudes de dinero. Agrega que pronto se encontré sintiéndose irritado por todo este “asalto” a su persona y descando simplemen- te tener el derecho a ser dejado tranquilo (comunicacién personal). La orgullosa pero in- defensa clase media de un periodo anterior (la temprana ciudad industrial europea) debe haber sentido en gran medida algo semejante (Lofland, 1973: 64, traduccién nuestra). En suma, se puede afirmar que la aproximacién al tipo ideal “espacio ptiblico moderno”, ha dependido historicamente de la convergencia de_un_conjunto de condiciones y no ha sido en sus orfgenes el producto de un_proyecto de espacio piiblico inclusivo y democratico (Salcedo Hansen, 2002; Harvey, 2006). En lo que respecta a las dimensiones especificamente urbanas, debe destacarse la cuestién ‘del Biatuio juridico-formal del espacio piblico. Nos referimos @ la constitucién ‘gradual de una esfera o dominio de lo priblico wbano (Sabatier, 2002) ¥, junto con alla, la conformacion de 1o que podemos denominar un orden reglamentario urbano @uhau y Giglia, 2004), como conjunto de reglamentos formales, que supuso co- dificar y reglamentar los"u80s légilimos de los espacios puiblicos, lo que implicé ¢s- iablecer horarios, separar usos y en muchos casos simplemente prohibir ciertas ac- ividades en determinados lugares, ya sea confindndolas a otras o simplemente eliminandolas. En el origen.del espacio piblico urbano encontramos una cuestién que sigue siendo central: la cuestiOn del orden, es decir, de las formas de reglamentacién de los “Wos de la ciudad. El espacio puiblico, aunque nos guste pensarlo como wn espacio abierto y libre, en 1 efecto esta marcado én su esencia no sdlo_por la cuestion de eee yee Ano sélo 4 ‘coniitvencia de sujetos heterogéncos, sino en partictlar por la cuestin de Tas novmias in de las normas, Sean Glas explicias o > implicit for das o flexibles. Ahora bien, ts : pordneas en torno a la privatizacin, sogegici, los espacios-piblicos sin duda esté marcada por cl gran-medida de de modo implicito, enire Tos rasgo mn a partir a partir de un t un pe id ik I, al all espacio prdblico de la ciudad moderna y la evolici jon cone jos puiblicos. Pero esta evoltictin ino puede ser estuidiiida sin enfocar la mirada sobre los figs Tos sos sie “dichos epacios y s0 normas ~explicitas o implicita prohiben dichos usos y que le is del espacio pi pblco | im vi jas transformaciones nornvativas (juridicas « formaciones funcionales y el de las representaciones simbal ral ae tiempo toil eco el el de las trans- simismo, los * Como veremos mejor mis adelante, a lo largo de nuestro andlisly hetnos trataclo de tomar en cuenta estos tres niveles y sus Imbricaclones, 52 VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO PUBLIeg cambios en los espacios piiblicos pueden ser leidos como el r cesos que sultado de los pro. fectan al orden urbano, Este concepto indica para nosotros el conjunts de normas y reglas tanto formales (pertenecientes a algiin nivel del orden juridico) como convencionales, a los que los habitantes de la ciudad recurren, explicita 9 \acitamente, en el desarrollo de las pricticas relacionadas con los usos y las formas de apropiacién de los espacios y bienes ptiblicos o de uso colectivo que, mas all, de la vivienda, son los elementos constitutivos de la ciudad. Este orden esta siendo afectado por transformaciones importantes tanto en el nivel formal (el del orden reglamentario urbano) como en el plano general de los distintos érdenes urbanos que componen la metrépoli contemporinea. LOS ESPACIOS POBLICOS ANTES Y DESPUES DE LA CRISIS Desde 1951, el VIII Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, reunido en la ciudad inglesa de Hoddesdon, dedicado precisamente al espacio ptiblico, enton- ces denominado en Europa como espacio “civico” 0 colectivo, anunciaba ya su crisis. Desde entonces ha transcurrido medio siglo durante el cual no se ha cesado de recordarnos que el espacio puiblico esté amenazado o incluso esté muerto (To- mas, 2001). Desde comienzos de los afios sesenta, atin sin plantear una reflexin general sobre los espacios pitblicos, el libro de Jane Jacobs (1961), Vida y muerte de las grandes ciudades americanas (Death and Life of Great American Cities), representa un grito de alarma y al mismo tiempo un ataque frontal contra los proyectos de Tenovaci6n funcionalista que entonces se presentaban, en las ciudades estaduni- denses, como la principal amenaza sobre los usos y la vitalidad de los espacios piiblicos tradicionales como calles, plazas y parques. Y, precisamente, el interés y la preocupacién contempordneos por los espacios piiblicos, se presenta asociado aun conjunto de circunstancias y procesos que han venido transformando el orden socio-espacial, en cuyo marco dichos espacios evolucionaron en un sentido inclu- sivo y se democratizaron, La literatura contempordnea sobre los espacios publicos se presenta atravesada por el contraste entre un antes, en el cual los espacios puiblicos habrian adquirido unos usos y significados correspondientes al tipo ideal al que hemos hecho refe- rencia, y un ahora en el cual se observarian diversos procesos que implicarian Precisamente la reduccién de su publicidad, es decir, de su cardcter de lugares no Solo asignados al uso de todos sino socialmente inclusivos y efectivamente utilizados y frecuentados por un piiblico socialmente heterogéneo y expresivo del conjunto de las clases y grupos sociales que componen la poblacién urbana. El anies puede ser presentado por ejemplo como sigue: Aunque existen diversos y a veces contradictorios recuentos de la modernidad en las a des occidentales, es ampliamente reconocido que la experiencia moderna de la vida bigs 2 ca urbana incluye la primacia y el cardcter abierto de las calles; la libre circulacién; los VIDA Y MUERTE DEL ESPACIO PUBLICO 53 nénimos de peatones; el disfrute y la congregacién espontineos is de extraccidn social diversa, paseando, obser encuentros impersonales : y Ia presencia de person . comprando, sentadas en los cafés, sumandose a mani- en calles y plaza yando a los dem festaciones politicas, apropiindose de las calles para sus festividades y celebraciones, y uti- lizando los espacios especialmente disefiados para la recreacién de las masas (paseos, parques, estadios, lugares de exhibicién) (Caldeira, 2000: 299, traduccidn nuestra). Caldeira, quien se apoya a su vez fundamentalmente en Jacobs (1961) y Young (1990), se preocupa en aclarar que se trata de una imagen que no se corresponde totalmente con ninguna ciudad y que las ciudades modernas siempre han estado marcadas por las desigualdades sociales y la segregaci6n espacial al mismo tiempo que han sido escenario de conflictos sociales y politicos muchas veces violentos. A pesar de lo cual, sostine que las ciudades occidentales inspiradas por este mode- Jo han mantenido siempre signos de apertura de la circulacién y el consumo, signos que dan sustento al valor positivo atribuido a un espacio piiblico moderno en el cual apertura, indeterminacién, fluidez y no eliminacién de las diferencias se presentan como una de las mejores expresiones de los ideales de la vida politi- ca democratica (Caldeira, 2000: 300-302). Pese a loé gritos de alarma y a las indudables sefiales de crisis, en Europa el espacio ptiblico no ha dejado de preocupar y ocupar, de ser renovado y desarro- lado, dando lugar incluso a experiencias que, como la de Barcelona en los afios ochenta, han devenido emblematicas a escala mundial (Borja y Mutxi, 2003; Tomas, 2001). Si algo salta a la vista para un observador externo proveniente de la Ciudad de México, es el extremo cuidado y la multitud de innovaciones de que son obje- to, en las ciudades europeas, los espacios ptiblicos, asi como de su variedad. Por otro lado, también resulta indudable la intensidad de su uso; una intensidad, que también desde la perspectiva de un observador externo, hace muy dificil legar a a conclusién de que ya no albergan la condicién de anonimato y de aprendizaje de la alteridad que los caracteriz6 en otro tiempo.

You might also like