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RAPHAEL SAMUEL, ed. HISTORIA POPULAR Y TEORIA SOCIALISTA RAPHAEL SAMUEL, PETER BURKE, STUART HALL, KEN WORPOLE, JERRY WHITE, STEPHEN YEO, PERRY ANDERSON, PETER WORSLEY, HANS MEDICK, MICHAEL IGNATIEFF, GARETH STEDMAN JONES, ALESSANDRO TRIULZI, BARBARA TAYLOR, SHEILA ROWBOTHAM, SALLY ALEXANDER, ANNA DAVIN, RICHARD JOHNSON, EDWARD P. THOMPSON Presentaci6n de JOSEP FONTANA EDITORIAL CRITICA Grupo editorial] Grijalbo BARCELONA Titulo original: PEOPLE'S HISTORY AND SOCIALIST THEORY Routledge and Kegan Paul, Londres Traduccién castellana de JORDI BELTRAN Cubierta: Enric Satué © 1981: History Workshop Journal, Londres © 1984 de la traduccién castellana para Espaiia y América: Editorial Critica, S. A., calle Pedrd de la Creu, 58, 08034 Barcelona ISBN: 84-7423-242-2 Depésito legal: B, 31.91.1984 Impreso en Espafia. 1984. — HUROPE, S, A., Recatedo, 2, 08005 Barcelona EL GRUPO DE HISTORY WORKSHOP Y LA «HISTORIA POPULAR» El grupo de History Workshop —o «taller de historia»x— sur- gid en 1966 en Ruskin College, en Oxford, en torno a Raphael Sa- muel, «tutor» en historia social y sociologia de aquella institucién universitaria, y con la participacién activa de un tipo peculiar de estudiantes del Ruskin College: hombres y mujeres procedentes de los sindicatos y del movimiento obrero, que no estaban, en princi- pio, destinados a completar unos estudios universitarios formales como los de la mayor parte de los estudiantes de Oxford. El grupo, constituido inicialmente como un seminario de trabajo —mal visto por las autoridades académicas— se proponia luchar contra el sis- tema tradicional de exdmenes y dar una participacién activa en el estudio de la historia a estos estudiantes de la clase obrera, rom- piendo con la idea de que la investigacién era una actividad supe- rior, reservada a quienes se bubiesen graduado regularmente, y con Ja pasividad que la préctica académica imponta para estudios de «ni- vel inferior» como eran éstos. Aftos después, en la introduccién a Village life and labour (1975. ), Samuel recordaria estos dificiles inicios: “El Workshop comenzé como un ataque contra el sistema de exémenes y contra las bumi- Haciones que imponia a los estudiantes adultos. Fue un intento de animar a los trabajadores y trabajadoras a escribir su propia histo- ria, en lugar de dejar que se perdiera o de aprenderla de segunda o de tercera mano; de ser productores, més que consumidores; y de utilizar su experiencia y su conocimiento en la interpretacién del pasado. Para muchos fue simplemente un ejercicio —el retorno-a las fuentes primarias—, pero para unos pocos se convirtid en una pasién, incluso en el inicio de una dedicacién para toda la vida, No 8 HISTORIA POPULAR Y TEOR{A SOCIALISTA habia becas que les facilitasen el trabajo: un estudiante se pagd su investigacion limpiando en los talleres de la Leyland en Cowley; otro, vendiendo su coche; un tercero, viviendo a base de comer ba- bichuelas cocidas; la mayor parte de ellos, pasando estrecbeces. En los primeros aftos, cuando esta actividad de investigacién no estaba autorizada —era incluso clandestina, desde el punto de vista de sus expedientes— no tentan ni el reconocimiento ni el apoyo de su pro- pio college. Lo unico que les sostenia era la seriedad de su empeiio, y el orgullo que nace del hecho de aprender un oficio por st mismo». De esa actividad surgieron en primer lugar, entre 1970 y 1974, una serie de panfletos, y después, desde 1976, la revista Histoty Workshop Journal, que comenzé con et subtitulo de «una revista de historiadores socialistas», modificado desde 1982 como «una re- vista de historiadores socialistas y feministas». En el editorial se es- pecificaban los propésitos de la nueva publicacién: «Pretendemos evar las fronteras de la historia mds cerca de las vidas de la gen- te». Sefidlaban la pérdida de influencia social de la historia y su re- tirada de la «batalla de las ideas». Ello no se debia a que en Ia so- ciedad faltase interés por lo bistérico, como lo probaba la existen- cia de una demanda que solia ser atendida por vulgarizadores 0 por los programas de televisién, mientras la «historia serian quedaba sélo para el especialista. Para obviar este problema habia que rom- per la compartimentacién del saber académico y acabar con el es- trechamiento de sus enfoques. Habia que incitar a los historiadores a que trabajaran en los temas y problemas que preocupan a los hombres de hoy, y habia que llevar el resultado de su labor a la gen- te comin, de una manera abierta, estimulando su critica. Clarificaban también el término «socialista» utilizedo en el sub- titulo. Los redactores definian su socialismo como «ni profético, ni exclusive y, por desconiado, nada dogmético». Era lo que determi- naba su preocupacién «por la gente comin del pasado, su vida y su trabajo, su pensamiento y su individualidad, ala vez que por el con- texto y las causas que conformaron su experiencia de clase». Enten- dian también como propios de esta actitud la exigencia de que se discutiesen cuestiones tedricas en relacién con la historia y su re- chazo de «aquellos tipos de investigacién bistérica y sociolégica que tienden a reforzar las estructuras de poder y la desigualdad en nues- tra sociedad». EL GRUPO DE «HISTORY WORKSHOP» 9 No era la primera experiencia de una «historia socialistas en Gran Bretatia. El mindsculo Partido Comunista briténico habia con- tado con un valioso grupo de historiadores que publicéd una colec- cién de panfletos, «Our history», pero su difusién era muy limi- tada. Por otra parte, Past and Present, aparecida en 1952, quiso ser un punto de encuentro entre bistoriadores marxistas y no near- xistas y ha Uegado a alcanzar un elevadisimo nivel de calidad, aun- que con los afios se haya convertido cada vez mds en una excelente revista académica, mas abierta y preocupada por los problemas ted- ricos que la mayoria, pero alejada de posiciones de combate en te- mas que no sean estrictamente «cientificos». History Workshop que- ria ser algo mas que una buena revista de izquierdas destinada a un péblico especializado, sin caer tampoco en la trampa de convertirse en una revista de divulgacién, 0, lo que es peor, de adoctrinamien- to politico. Querta ser un lugar donde colaborasen historiadores preocupados por los problemas de la sociedad actual —«politiza- dos», para decirlo con la palabra que el historiador académico suele emplear para condenarlos, como si no fuera politizacién la defensa del orden establecido— y sectores del movimiento obrero y de otros movimientos populares, como el feminismo, deseosos de enriquecer su contprensién del presente con los resultados de una investigacién histérica en euya elaboracién participarian activamente. No es ne- cesario, sin embargo, que me extienda en los postulados defendidos por el grupo ni en el significado de lo que ellos entendian como una «historia popular», porque los trabajos de Rapbael Samuel reu- nidos en este mismo volumen la expresan claramente. Como ha recordado el propio Samuel: «La revista se fundd en una época de reflujo del movimiento obrero, de recortes en los pre- supuestos para educacién y bibliotecas, y en momentos en gue, como hoy puede verse, muchos jévenes marxistas comenzaban @ encerrar- se en st mismos y a dedicarse a discusiones cada vez més esotérices. Se resistid a estas tendencias, y mantuvo una actitud de esperanza, cuando tantos se retiraban al pesimismo o a la abstraccién. No qui- simos admitir que lo académico y lo no académico, lo marxista y lo no marxista, lo cientifico y lo politico, fuesen alternativas entre las que bubiese que escoger». Al propio tiempo comenzaron a publicar una serie de volime- nes, en su mayorta colectivos, dedicados a estudios sobre la vida y iv HISTORIA POPULAR Y TEORIA SOCIALISTA el trabajo de los obreros —en el campo, en las minas, en las ciu- dades— 0 a cuestiones tedricas relacionadas con la historia. De uno de ellos se han tomado los trabajos traducidos en este volumen, Ha- bia mds de un motivo para efectuar esta version espafiola, El pri- mero es el interés y la calidad de todos y cada uno de los textos incluidos aqut. La publicacién de escritos de Raphael Samuel sobre historia popular, de Barbara Taylor y Sheila Rowbotham sobre fe- minismo e historia de la mujer, de Peter Burke sobre cultura popu- lor, de Hans Medick y Michael Ignatieff sobre la transicién del feu- dalismo al capitalismzo, o del debate en torno a Miseria de Sa teorfa, con la brillante defensa de E. P. Thompson, para poner tan sélo unos ejemplos, estd sin duda mas que justificada por st misma. Pero ha habido mas: el deseo de dar a conocer a los lectores de lengua es- paftola las ovientaciones y el trabajo del grupo, demasiado ignora- dos entre nosotros, y de aprender de su experiencia lo que pueda resultar util en nuestro contexto. Entre nosotros, donde las aventuras intelectuales de izquierdas no fueron demasiado serias y donde muchos de sus protagonistas no han ido @ parar, como en Gran Bretafta, al desencanto y a la abs- traccién, sino al acomodamiento en el orden establecido —y uno se siente tentado a pensar que buena parte de los «renuncio-a-Sata- nds» con que ahora justifican su defeccién de viejas posiciones de- ben verse sobre todo como muestra de la precarieded del arraigo de unas ideas que eran mis invocadas que comprendidas— tal vez re- sulte especialmente util recordar que una «historia socialista» no es sélo una moda para el uso de jévenes intelectuales inguietos, sino una herramienta para la accién y la supervivencia de las clases ex- plotadas; que el trabajo del historiador puede ser algo més que ma- teria de libros y programas académicos, o tema de discusién en en- sayos filoséficos, cuando se entreteje con la experiencia y los pro- blemas de amplios sectores de la sociedad. Por eso el empefio de History Workshop puede ser legitimamen- te definido como «historia popular», y no simplemente «populista», que es lo més que hemos alcanzado por estos pagos. Por ello, con fodas sus posibles limitaciones y pese al nzenosprecio de ciertos sec- tores académicos cuyas revistas no leen mds que lectores «profesio- nales», History Workshop se ba ido definiendo como uno de estos lugares nuevos de trabajo para los historiadores socialistas cuya crea- EL GRUPO DE «HISTORY WORKSHOP» 11 cién reclamaba E. P. Thopson: «Lugares donde nadie trabaje para que le concedan titulos o cdtedras, sino para la transformacién de la sociedad; donde la critica y la autocritica sean duras, pero donde haya también ayuda mutua e intercambio de conocimientos tedricos y précticos: lugares que prefiguren, en cierto modo, la sociedad del futuro». Josep FonTaNa Barcelona, agosto de 1984 HISTORIA POPULAR, CULTURA POPULAR RAPHAEL SAMUEL * HISTORIA POPULAR, HISTORIA DEL PUEBLO La expresién «historia popular» que viene uséndose desde hace mucho tiempo, abarca diversos tipos de escritos. A algunos los infor- ma la idea del progreso; a otros, el pesimismo cultural o el humanis- mo tecnoldgico, como en aquellas historias de «cosas cotidianas» que tan populares eran en la Inglaterra del decenio de 1930. La materia de que se ocupa la «historia popular» también es variable, aunque Jo que se pretende es siempre «acercar los limites de la historia a los de la vida de las personas». A veces la atencién se centra princi- palmente en las herramientas y !a tecnologia; otras veces en los mo- vimientos sociales o en la vida familiar. La «historia popular» ha tenido distintos nombres: «historia industrial» en el decenio de 1900 y en los afios de Ja Plebs League: «historia natural» en las et- nologias compatativas que surgieron como consecuencia de Darwin (al primer volumen de E/ capital Marx lo Ilamé «una “historia natu- tal” de la produccién capitalista»); Kulturgeschichte (historia cul- tural) en los estudios de las costumbres tradicionales que se hicieron en las postrimetias del siglo xmx y a cuyos temas ha vuelto reciente- mente Ja «nueva» historia social. Hoy en dia la «historia popular» suele subordinar lo polftico a lo cultural y Io social. Pero en una de sus primeras versiones, representada en este pafs por la New and impartial history of England (1796), de John Baxter —la esplén- dida obra de 830 p4ginas esctita por un artesano radical de Shore- * Raphael Samuel es uno de los directores de History Workshop Journal y ha sido tutor en el Ruskin College de Oxford desde 1964. 16 HISTORIA POPULAR ¥ TEORfA SOCIALISTA ditch y dedicada a sus amigos en la cércel—, cl tema principal era la lucha por los derechos constitucionales. En I actualidad la expresién «historia popular» podrfa aplicarse a toda una serie de iniciativas culturales que son principalmente, aunque no de modo exclusivo, ajenas a las instituciones de la ense- jianza superior o estén en las mdrgenes de las mistas, La han adop- tado con entusiasmo proyectos editoriales basados en la comunidad como el denominado «People’s autobiography of Hackney», cuya labor comentan en estas p4ginas Ken Worpole, Jerry White y Ste- phen Yeo. En este caso se hace hincapié —como en el History Workshop— en democratizar la produccién de historia, ampliando Ja lista de los que la esctiben y aplicando la experiencia presente a la interpretacién del pasado. Buena parte de la historia oral entra en el mismo 4mbito. «Historia popular» es también una expresién que cabria aplicar retrospectivamente a los diversos intentos de escribir una «historia desde abajo», basada en los archivos, intentos que han desempefiado un papel muy importante en el reciente despertar de la historia social inglesa. El movimiento empezé fuera de Jas univer- sidades, Uno de los textos clave —La formacidén histérica de la clase obrera (1963)— tuvo su origen en las clases de la WEA! en el West Riding. «Historia sobre el terreno», el movimiento que pre- cedié de manera inmediata a la «historia desde abajo» —representa- do por libros tan excelentes como Lost villages of England (1954), de Maurice Beresford, y Making of the English landscape (1955), de Hoskin— hallé su dmbito natural de reclutamiento entre los «his- toriadores aficionados» del decenio de 1950; lo mismo cabe decir del reciente y andlogo entusiasmo por la denominada «arqueologia industrial». Sin embargo, la «historia desde abajo» ha encontrado una resonancia cada vez mayor en los seminarios de investigacién y se advierte un desplazamiento gravitatorio del interés, puesto que del estudio a escala nacional se esté pasando al local, del de las ins- tituciones publicas, al de la vida doméstica; del estudio del arte de gobernar, al de la cultura popular. Al parecer, se estén produciendo desplazamientos paralelos en otros pafses de Europa, como se des- prende de varios de los trabajos incluidos en el presente volumen. En Francia, donde la vie privée y la vie quotidienne (esto es, Ja his- 1. Workers’ Educational Association: Asociacién de Ensefianza Obrera. (N. del t.) ELISTORIA POPULAR, HISTORIA DEL PUEBLO. 17 toria"de las cosas cotidianas) cuentan desde hace mucho con nume- tosos léctores, y donde la historia social goza desde hace tiempo de un prestigio intelectual muy superior al que ha edquirido en Ingia- terra, el cambio es menos evidente. Pese a ello, desde Ja revuelta estudiantil de 1968, se nota en la escuela de los Avnales un aleja- gmiento de la «historia sin personas» —una historia edificada sobre Jos factores determinantes impersoneles: el clima, el suelo y los ci clos de cambio seculares— para acercarse al tipo de etnohistoria que sé ocupa de la experiencia individual en un momento y un lugar de- terminados y que est4 representada por Montaillou y Carnival, de Le Roy Ladurie; por una atencién insélita a los grupos excluides de la sociedad (los «marginados» y los «desviados»); y dltimamente (como ha sefialado Paul Thompson)? por un reconocimiento since- to, aunque un poco tardio, de las pretensiones de Ia historia oral. La historia popular representa siempte un intento de ensanchar la base de Ja historia, de aumentar su materia de estudio, de utilizar nuevas materias primas y ofrecer nuevos mapas de conocimiento. De modo implicito o explicito, es oposicional,"na alternativa a la eru- dicién «phimbea» y a Ja historia tal como se ensefia en las escuelas, Pero los términos de esta oposicién son necesatiamente distintos se- gin las épocas y las maneras de trabajar. Para J. R. Green, escri- biendo en el decenio de 1870, el principal enemigo era lo que é! Ile- maba la historia «de tambor y trompeta»: esto es, la que prestaba Ja mdxima atencién a guerras y conquistas. Contra este tipo de his- totia su Short history of the English people (1877) oponia la histo- tia de la civilizacién inglesa, una historia de la sociedad més que del estado, Como escribi6 en su famoso prefacio: El objetivo de Ja obta siguiente lo define su titulo; no es una historia de los reyes ingleses y las conquistas inglesas, sino del pueblo inglés... He preferido tratar muy por encima los detalles de Jas guetras y la diplomacia extetior, las aventuras personales de reyes y nobles, la pompa de las cortes y las intrigas de los fa voritos, para explicar por extenso Jos incidentes de ese avance constitucional, intelectual y social, en el cual leemos la historia de la nacién misma. Es con este propésito que he dedicado més 2. «The new oral history in France», en R. Samuel, ed., People’s History and Socialist Theory, History Workshop Series, Routledge and Kegan Paul, Londres, 1981. 2— SAMUEL 18 HISTORIA POPULAR ¥ TEORIA SOCIALISTA espacio a Chaucer que a Cressy, a Caxton que a las mezquinas querellas entre los York y los Lancaster, a la Ley de Pobres de Isabel que a su victoria en Cédiz, al renacer metodista que a la huida del Joven Pretendiente. Para Paul Lacombe (1839-1919), uno de los antepasados intelectua- les de Ia escuela de los Annales, los mayores enemigos eran !a idea de la contingencia histérica y la atencién que los historiadores pres- taban a personalidades y acontecimientos individuales. En contra de esta histoire événementielle, como darian en Mamarla los historiado- tes de la escuela de los Annales, Lacombe queria que la historia tu- viese una base cientifica y se ocupara de uniformidades causales; in- cluso al estudiar un tema concteto —-como en su propia obra sobre la familia en Ja Roma antigua—, el historiador tenia que dedicar sus principales esfuerzos a demostrar qué lugar ocupaba el tema en un esquema global del desarrollo. Thierry, esctibiendo en el decenio de 1820, se mostré no menos opuesto a las ortodoxias histéricas impe- rantes en sus tiempos, pero lo que les reprochaba era su razonamien- to abstracto, la «aridez calculada» de su filosoffa. La alternativa que él buscaba (bajo la fuerte influencia de las novelas y los poemas de sir Walter Scott) consistia en sumergirse en las baladas medieva- Jes y registrar minuciosamente los documentos en busca de detalles concretos, graficos. De hecho, fue uno de Jos primeros en cultivar lo que un autor reciente, en otro contexto, ha tachado desdeficsamente de «resurreccionismo»: esto es, tratar de resucitar el pasado escu- chando las voces de los muertos. Caracterfsticamente, la expresién «historia popular» se emplea hoy en dia para denotar una historia cuya escala es local, cuyo tema es la regién, el municipio o la parroquia: en el caso de Ia ciudad, la motfologia de un barrio o subutbio conctetos, o incluso de determi- nada casa o calle. Sin embargo, en el pasado se ocupaba més de las grandes lineas de Ja evolucién nacional. «El valor que puede tener este libro —escribe A. L. Morton en el prefacio de The people’s bis- tory of England, obra marxista que publicé por primera vez el Left Book Club en 1938— reside seguramente mds en Ia interpretacién que en la novedad de los hechos que presenta. ... Se propone dar al lector una idea general de las lineas principales del movimiento de nuestra historia.» Cabria decir m4s 0 menos lo mismo de la Short History de J. R. Green, que parte de las colectividades campesinas HISTORIA POPULAR, HISTORIA DEL PUEBLO 19 de la época anglosajona y avanza con movimientos mesurados a tra- vés de los siglos. De modo parecido, Michelet, en las historias po- pulistas como en los perfiles que escribié de su tiempo (Tableau de France y Le peuple) se ocupé de las grandes fuerzas colectivas que daban forma al destino de la nacién francesa. Los acontecimientos Je interesaban como ilustraciones de procesos sociales subyacentes; los individuos, como representantes de movimientos y grupos. Su concepto total de Ja sociedad era el de una unidad orgdnica resultante de la historia, y consideraba que la tarea de la historia popular era abarcar todas las facetas de la actividad humana, siguiendo (segtin escribi6) la industria y la religién, el derecho y el arte, como hilos interrelacionados. Los cultivadores de lo que en Alemania se llamé Kulturgeschich- te (historia cultural) y en otros paises recibié el nombre de «antro- pologia histérica», «sociologia cultural» o

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