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ANTONIO MACHADO (Sevilla, 1875 - Colliure, Francia, 1939) El poeta profesa, mds 0 menos conscientemente, una metafisica exis- tencialista, en la cual el tiempo alcanza un valor absoluto. Inquietud, angustia, temores, resignaci6n, esperinza, impaciencia gue el potta can- fa, son signos del tiempo, y al par, revelaciones del ser en Ia conciencia humana. («Poética», en Paesta espafiola. Antologta (1915-1931), 1932) Antonio Machado Ruiz siempre se refiri6 a si mismo en términos que mez- claban la melancolfa (se vefa como — en sus dignfsimos articulos sobre el curso de la guerra civil y su defensa de la cau- sa republicana. Sintié aquella contienda como una nueva guerra de la indepen- dencia contra ambiciones extranjeras y como una pelea entre el liberalismo laicis- ta y el tradicionalismo més apolillado, pero su visién del pueblo en armas tuvo siempre un noble lastre de populismo decimonénico, més cercana a la disponibi- lidad generosa que a la militancia revolucionaria. Consumé hasta el final su sacri- ficio, y sus poemas belicistas 0 su clegia a la muerte de Lorca tienen mucho de sabiamente ret6rico; siendo admirable su compromiso, es inevitable sentir mas ur- gentes y cercanos sus punzantes recuerdos de Guiomar desde Valencia, o aquel verso final que se hallé en un bolsillo de su gabén, a su muerte, Decfa simple- mente «Estos dias azules y este sol de la infancia», Y reanudaba asi su pertinaz conversacién de su sensibilidad con su memoria: su tema de siempre. Su compromiso civico venia, sin embargo, de lejos. Tenia que ver con su educacién y su ambiente familiar, pero, sobre todo, se fragué en la crisis personal y en las circunstancias politicas que siguicron a la muerte de su mujer, su salida de Soria y las repercusiones de la guerra europea de 1914-1918. En este periodo rebrotaron su radicalismo politico, su laicismo, su desprecio por la mentalidad conservadora rural y sus exigencias al mundo intelectual. Se sintié mas cerca de 59 los mas, j6venes y mejor preparados, como Ortega y Gasset, sin dejar de tributar admiracién a los espiritus como Unamuno 0 a las sensibilidades como Azorin y Baroja, a quienes vefa un poco de otra época. Redactada la primera version de Campos de Castilla, con’sus poemas castellanistas un poco engolados y un mucho regeneracionistas, habia pensado escribir un libro, Hombres de Espaita, que teco- gicra semblanzas de sus contempordneos escritores. Acabé por ser una seccién de «Elogios» en las ediciones posteriores, luego continuados con algtin otro poema del mismo disefio, en Nuevas canciones. Hay que advertir que, al lado de los bre- ves «Proverbios y canciones», de tono gnémico o metafisico, muy sobrevalorados, estas semblanzas en verso condensaron la alianza que siempre sofié de poesia y meditaci6n. El epitafio que dedicé a la muerte de su maestro Francisco Giner de Jos Rios, e] poema zumbén «al joven meditador> Ortega, los sonetos dedicados a Valle-Inclén, Pérez de Ayala o Baroja, son muestras de la mejor critica literaria y de un manejo muy sutil de la ironfa como forma de elogio. Para saber més: Pedro Cerezo Galin, Palabra en el tiempo. Poesta y filosofia en Anto- nio Machado, Madrid, 1975; José Angeles, ed., Estudios sabre Antonio Machado, Barcelona, 1977; Tan Gibson, Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado, Madrid, 2006; Ricardo Gu- llén, Una pottica para Antonio Machado, Madrid, 1970; Antonio Sanchez Barbudo, Los poe- mas de Antonio Machado. Los temas, el sentimiento y la expresién, Barcelona, 1967; José Maria Valverde, Antonia Machado, Madrid, 1975. 60

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