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Cómo percibimos

María Elena Colombo


Índice

Introducción

La perspectiva cognitiva del procesamiento de la información

La perspectiva de J. Gibson: percepción ecológica

La perspectiva del New Look

La perspectiva vigotskyana

La perspectiva de la Teoría Autopoiética de H. Maturana

El estudio de los sistemas dinámicos de percepción-acción

Neuronas espejo y los aportes de la psicología del desarrollo de la


intersubjetividad

Consideraciones finales
Introducción

A pesar de las muchos años que han pasado desde el inicio de la


psicología científica aún se sigue debatiendo si la percepción es un proceso
directo o indirecto, mediado por procesos y representaciones o bien una
experiencia directa no representacional; un problema fundamental que debe
enfrentar cualquier teoría de la percepción es el de dar cuenta cómo se vincula el
perceptor con su ambiente y cuál es en definitiva el estatuto de realidad que
sostienen. Lo cierto es que la psicología no dispone de una concepción unificada
acerca de la función de la percepción aunque sí aparece una tendencia hacia la
integración (Reales Avilés, 1997). Estos avatares de la psicología de la percepción
muestran los diferentes modos de concebir la naturaleza humana y, en definitiva,
los sistemas conceptuales que se crean ponen de manifiesto cómo entendemos la
actividad mental.

Tradicionalmente la percepción fue entendida como una función pasiva que


informaba al sujeto de un mundo fuera de él. Los estímulos provenientes del
entorno afectaban sus receptores y proyectaban esas sensaciones elementales en
la corteza cerebral donde se integraban. La percepción era, así, una vía aferente
por excelencia separada y no vinculada con la acción de un organismo que se
mueve y cambia en el espacio y en el tiempo; como tampoco se vinculaba con las
emociones, que son también percepciones, y pueden ser estudiadas de este modo
aunque presenten circuiterías neurales bien diferentes.

En este trabajo me propongo presentar algunos modelos relevantes,


actuales y pioneros, que aparecen en las discusiones planteadas. Comenzaré
presentando el debate entre la postura que defiende la concepción de la
percepción mediada por representaciones, la psicología cognitiva del
procesamiento de la información, y la percepción ecológica, que entiende la
percepción como directa; me referiré a los estudios que analizan la percepción en
su vinculación con los valores e intereses del sujeto percipiente, el New Look, que
plantean que una teoría de la percepción no puede dejar de considerar la
importancia del sujeto en la cultura. A continuación, presentaré las perspectivas
sistémicas que defienden el estudio genético de la percepción en relación con
otras funciones y en relación con su ambiente, comenzando por el enfoque
pionero vigotskyano; continuaré con el trabajo del biólogo Maturana y su
concepción autopoiética en percepción.

Seguidamente, introduciré una propuesta de vinculación teórica para el


estudio de la percepción como un sistema dinámico en co-evolución con la acción;
este planteo, que se presenta como un enfoque crítico de la concepción
mecanicista del procesamiento de la información, sostiene que la garantía de
ajuste de nuestro conocimiento del mundo pasa por ejercer el movimiento y
establecer las invariancias en nuestro aparato perceptivo; y esto es así porque el
vínculo entre percepción y acción cambia temporal y espacialmente en su relación
con el ambiente físico y social. De acuerdo con esta afirmación no se puede
explicar la percepción a partir de los inputs informativos y las representaciones
internas.

Finalmente, me referiré a los aportes de la psicología del desarrollo de la


intersubjetividad, en especial los conceptos de percepción amodal, de Meltzoff &
Borton y Meltzoff & Moore y los afectos de la vitalidad de Daniel Stern, en
consonancia con los desarrollos de Trevarthen. Vincularé estos desarrollos con el
descubrimiento relativamente reciente de las neuronas espejo. El estudio de estas
neuronas es muy actual y se siguen descubriendo nuevas áreas corticales en las
que se encuentran neuronas espejo; estas investigaciones han enriquecido el
conocimiento que teníamos en diversos dominios, básicamente el de la cognición
social, el lenguaje, la empatía, la imitación y han generado hipótesis sobre la
génesis del síndrome autista. Su estudio puede favorecer el conocimiento
neuropsicológico sobre las relaciones entre percepción, motricidad y emociones y
la génesis de las vinculaciones sociales y la intersubjetividad.
La perspectiva cognitiva del procesamiento de la información

Desde esta perspectiva (García-Albea, 1999) se asume que la percepción


es una función representacional, es decir cognitiva, a la que se le atribuye
capacidades para detectar, discriminar, comparar, reconocer, e identificar
estímulos. Queda claro que, situados ya en este punto, tenemos un sujeto más o
menos activo, por una parte, y un mundo poblado de objetos que serán
detectados, discriminados, y demás, siendo la percepción una función que los
vincula de alguna manera, finalmente cognitiva. García Albea (1999, p.180)
caracteriza la percepción como: “una relación intencional de carácter predicativo,
en la que se sustentan las llamadas creencias perceptivas y que, como es propio
de todo estado cognitivo, son susceptibles de ser evaluadas en términos de
verdad o falsedad. Por otra parte, y a diferencia del resto de las funciones
cognitivas, la relación perceptiva presenta la característica distintiva de tener su
origen en la interacción física que se da entre el medio y el organismo a través de
los sentidos”.

Con esta caracterización se quiere establecer que la función de la


percepción es fundamentalmente una función mediada por los sentidos; este
principio descarta toda forma de percepción que no sea sensorial, como por
ejemplo la percepción extrasensorial; asimismo se entiende que la percepción se
basa directamente en la interacción física con alguna forma de energía por la cual
esta función es el punto de encuentro entre lo físico y lo mental. Por lo dicho
anteriormente, la percepción sería “el origen y la base de todo nuestro
conocimiento del mundo (incluido el de uno mismo), del que se alimentan las
demás funciones cognitivas y del que llegan a depender, en buena parte, las
emociones, sentimientos y afectos que promueven la conducta” (García Albea,
1999, p.181).

Esta concepción de la percepción señala también la relación intencional que


“es […] el fundamento de la distinción misma entre sujeto y objeto, como términos
de una relación de alteridad que empieza a establecerse desde la propia
percepción” (García Albea, 1999, p.180). Asimismo se considera que esa relación
es de carácter predicativo y por lo tanto, susceptible de ser evaluada en términos
de verdad o falsedad1. Como la relación que se establece entre sujeto y objeto es
la base de nuestras creencias perceptivas, éstas pueden ser evaluadas como
verdaderas o falsas. Por lo tanto, según esta postura cabe establecer desde el
inicio la diferenciación entre la dimensión material del objeto, física, que

1
Nota de la autora: Los enunciados constatativos, es decir, aquellos que dan cuenta de un estado
de cosas del mundo, tienen la propiedad de ser verdaderos o falsos; es decir que lo que se predica
tiene la propiedad de ser evaluado empíricamente como verdadero o falso.
corresponde a que se percibe “algo” del mundo, de su dimensión significativa que
corresponde a cómo se percibe. Se podría aclarar que esta distinción abre la
brecha entre el sujeto y el mundo pues el “qué se percibe” correspondería a cómo
es el mundo, a diferencia del “cómo se percibe” que correspondería a la
perspectiva del sujeto percipiente.

En función de lo señalado hasta ahora García Albea define la percepción


como (1999, p.182): “la actividad cognitiva del organismo provocada por la
presencia física del objeto y que se efectúa a través de los sentidos”. Nótese que
en esta definición se afirma el carácter interno y mediado de la función perceptual.

¿Cómo se explica este proceso?

Tomemos el ejemplo de partida que propone García Albea (1999, p.183)


“¿En qué consiste ver un árbol, reconocer una melodía o descubrir el olor del
azahar? En último término, se trata de saber cómo se las arregla el organismo
para obtener información (conocimiento) acerca del mundo (objetos, propiedades,
eventos, etc.) a partir del patrón de energía que incide sobre (y al que reaccionan)
los sentidos corporales”. Nótese que en este planteo se trata de un intercambio de
“algo” que se mete dentro del organismo y le permite tomar conocimiento de cómo
es el mundo; la vía reggia son los sentidos. Para comenzar este análisis y fiel a la
tradición sensista que viene del siglo XVIII, García Albea señala como punto de
partida la distinción entre el estímulo proximal y el estímulo distal.

El estímulo proximal es el patrón concreto de energía que actúa sobre el/los


receptor/es sensorial/les; este produce un efecto físico/químico en el receptor. En
cambio el estímulo distal es aquel aspecto de la realidad circundante (objeto,
propiedad, etc.) que participa de alguna manera en la génesis de la estimulación
proximal sin que actúe necesariamente sobre el receptor. García Albea señala que
cuando vemos un árbol, este es el estímulo distal, y la luz que refracta en él y
estimula nuestros receptores es el estímulo proximal. Reconociendo algún mérito
a J. Gibson (que veremos en otro apartado), afirma que “vemos en todo caso por
medio de la luz, pero lo que finalmente vemos no es la luz en sí misma, ni tan
siquiera el efecto que ésta produce en nuestra retina; vemos lugares, eventos y,
en general, las propiedades invariantes2 que subyacen al flujo cambiante del
patrón óptico” (cit. en García Albea, 1999, p.184).

Establecida esta distinción, ahora el organismo tiene que hallar el estímulo


distal a partir del proximal. ¿Cómo lo hace según este enfoque? Como señala

2
El remarcado de las palabras es de la autora.
García Albea (1991, p.32) se recurre “a las operaciones cognitivas del organismo,
por las que, a partir de la entrada sensorial y a través de toda una serie de
operaciones de cálculo se van haciendo explícitas propiedades que, si se quiere,
estaban potencialmente en el estímulo, pero que no son efectivas hasta que no las
formaliza el sistema y las utiliza, junto a otra información de la que ya dispone, en
la construcción de una representación fiable del medio que le rodea”.

Como puede apreciarse según la afirmación arriba citada, el primer


problema que debe enfrentar este modelo es el de dar cuenta de la correlación
entre ambas estimulaciones y lo que finalmente termina percibiendo el organismo;
para ello debe postular que la percepción resulta de un proceso de cálculo, de un
proceso inferencial3 como mantiene el programa clásico en percepción, a partir de
determinadas entradas de información al sistema. Señalo el programa clásico
pues mucho antes de von Helmholtz4, al menos desde el siglo XVII, se han venido
sosteniendo dos supuestos teóricos que sostienen este programa y que la
psicología del procesamiento de la información continua; el primero corresponde a
la distinción entre sensación y percepción: por una parte, los sentidos como
canales pasivos que son afectados por el medio, y por otra parte, la percepción
activa, derivada de la sensación, como procesamiento cognitivo. El segundo
supuesto es la teoría causal de la percepción según la cual habría una cadena
causal unilineal desde el mundo físico a las percepciones mentales, o si se quiere,
desde los estados fisiológicos o cerebrales a los estados mentales; este segundo

3
Nota de la autora: von Helmholtz postulaba un proceso de inferencia inconsciente que no es lo
mismo que un proceso de cálculo que aporta D. Marr o un proceso de cómputo como plantean los
modelos computacionales. Para una ampliación de este tema se puede consultar a Reales Avilés
(1997, pp.175-176).
4
Von Helmholtz, H. (1821-1894). Físico alemán que experimenta la influencia del empirismo inglés
por el cual cree necesario partir de la averiguación de los orígenes dando a su investigación un
sentido genético que no hace sino poner en evidencia la necesidad de justificar en la experiencia
todo conocimiento posible. Tres temas ocupan su atención, pues parecen contradecir la tesis
empirista del origen sensorial de toda experiencia psíquica: el contraste cromático, los fenómenos
de constancia y las llamadas ilusiones de los sentidos. El rasgo común a estos tres grupos de
hechos consiste en la discrepancia que muestran entre la constelación sensible y los contenidos
perceptivos; entre la imagen retiniana y lo percibido por el sujeto. En otras palabras, estos hechos
muestran que en la percepción se presenta como dato algo que no está presente en el estímulo.
Resulta, por tanto, que toda verdadera consideración del fenómeno perceptivo debe aludir a dos
distintos estratos: el de lo dado por los estímulos; y el que integra la percepción, pero que no tiene
su correspondencia en los estímulos. Estos tres fenómenos requieren para su explicación de la
existencia de lo Helmholtz llama conclusiones o inferencias inconscientes. Es decir, formas no
conscientes que actualizan la experiencia pasada del sujeto y la adicionan a la constelación de
estímulos para integrar la percepción. El fenómeno perceptivo es, así, esencialmente dual y
cualquier explicación que no tenga en cuenta esa dualidad está condenada al fracaso. (García de
Onrubia, 1979)
supuesto entraña un dualismo mente-cuerpo y un funcionalismo fuerte. Además
de estos dos supuestos teóricos, este programa clásico tiene dos supuestos
metodológicos, el primero es el método analítico-atomista que presupone que todo
lo que existe puede ser considerado como constituido por elementos simples
articulados y organizados por mecanismos inferenciales dando lugar a entidades
complejas, siendo von Helmholtz uno de los defensores pioneros de este método.
El otro supuesto metodológico es enunciativista que implica la suposición de que
todo mecanismo de procesamiento sigue el modelo lógico-inferencial en virtud del
cual se combinan símbolos elementales para constituir unidades similares a
enunciados que pueden combinarse como conocimientos (Sanchez Navarro,
1991).

García Albea (1999) asume la postura clásica y señala que la sensación es


la causa de la percepción además de mantener entre ambas una conexión
informativa, tal que la sensación corresponde al input perceptivo y la percepción al
output. Así la sensación constituiría la implementación física de la percepción, y
agrego, mantendrían entre ambas un completo dualismo. García Albea (1999) se
propone asumir “una aproximación naturalista a la percepción”, según él (p.193),
evitando la postura mantenida por Gibson, que analizaremos a continuación de
este tema, que niega la conexión informativa, y por lo tanto el concepto de
transducción funcional, que permite conectar informativamente el mundo físico y
mental.

Analicemos cómo presenta García Albea (1999) este proceso: el primer


paso es la conversión de la energía física del estímulo proximal en señales
eléctricas del sistema nervioso; este proceso se denomina transducción sensorial.
El segundo paso que postula este modelo y que se señala como necesario para
que la codificación neural tenga efectos perceptivos es un nuevo tipo de
codificación, ya no neural, que tiene dos características: “a) que los eventos
neurales acaben constituyendo símbolos o representaciones de primer orden con
respecto a las propiedades relevantes de la estimulación; y b) que dichas
representaciones primarias sean utilizadas como la gran base de datos sobre las
que actúen los procesos perceptivos propiamente dichos” (p.193).

Para que emerjan estas características en la codificación se hace necesario


postular otro concepto, la transducción funcional, que sería responsable del pasaje
de la codificación neural a la simbólica o representacional permitiendo que se
comiencen a realizar operaciones cognitivas. La transducción funcional sería la
proyección de la transducción sensorial que tiene lugar en los órganos receptores.
Este mecanismo o función se entiende como en sí mismo de origen físico pero
que tiene efectos simbólicos y representa las propiedades proximales del estímulo.
A partir del funcionamiento de la transducción funcional, entonces, emerge
la representación proximal del estímulo. Esta representación es entendida como el
input del sistema perceptivo propiamente dicho. Sobre ella se realizarán
operaciones cognitivas que finalmente generarán la representación distal que nos
remitirá al objeto percibido. Así, afirma García-Albea (1999), la percepción opera
de manera mediada por representaciones poniendo en correspondencia la
información proveniente del estimulo proximal y la del distal y resolviendo un
problema presente en este modelo que es la no igualdad entre ambos tipos de
estimulación. Lo que percibimos no es pues el resultado de una captación directa
sino de procesos de inferencia y por lo tanto la percepción se revela como una
actividad cognitiva propiamente dicha. A diferencia de esta postura tradicional, la
perspectiva ecológica no aceptará esta mediación representacional.

Creencias perceptivas

Sistema Cognitivo General


Experiencia fenoménica

Representación Distal

Análisis Perceptivo

Representación Proximal

Transducción Funcional

Estímulo proximal

Estímulo distal

Componentes principales del procesamiento perceptivo (García Albea, 1999, p.197)

Como puede apreciarse en el cuadro, el procesamiento perceptivo,


secuencial y discreto, según es presentado por García-Albea, continúa con la
interacción con el sistema cognitivo general. En este punto es necesario
discriminar las fases iniciales del proceso, que culminan en la representación
distal, del procesamiento interactivo con todo el sistema cognitivo. En psicología
cognitiva se denomina a las primeras etapas de procesamiento de la información
como proceso guiado por los datos (o botton-up); estas formas iniciales del
procesamiento son inconscientes, y por lo tanto, rápidas y automáticas; en cambio
las formas más profundas de procesamiento, aquellas que interactúan con los
conceptos y creencias del sistema cognitivo general, son llamados procesos
guiados por el contenido (o top-down). En estos últimos procesos participa mucho
más la conciencia y la atención, son más lentos y pueden ser controlados
conscientemente. De acuerdo con el modelo perceptivo presentado por García-
Albea (1999), los procesos botton-up operan en las primeras fases del
procesamiento y a medida que comienza el trabajo interactivo con la información
ya almacenada en el sistema comienzan a trabajar los procesos top-down.

La diferenciación de estas dos formas de procesamiento lleva al planteo de


otro problema que corresponde a lo que se denomina impenetrabilidad cognitiva;
esto quiere significar que mientras operan los procesos rápidos hay
encapsulamiento informativo, aunque más no sea de manera relativa. Este
principio se basa en la convicción mecanicista por la cual un proceso es tanto más
rápido cuanto más automatizado e inconsciente y viceversa. Por lo tanto es de
suponer que en el procesamiento de la representación distal habría cierta
impenetrabilidad cognitiva y no así en las fases finales; esta manera de entender
el proceso, con la introducción de la impenetrabilidad cognitiva resultante de los
procesos botton up, garantizaría la veracidad de la percepción.

En este punto se pueden destacar las investigaciones del New Look en


percepción que, contradiciendo lo antes expuesto, afirmaron que ya en las fases
iniciales “algo se filtra por la mirilla” y es el significado.
La perspectiva de J. Gibson: percepción ecológica

La teoría de J. Gibson (EE.UU. 1904-1979), desarrollada a partir de la


década del sesenta del siglo XX, produjo una discusión muy acalorada que
despertó profundas aceptaciones y rechazos. Analizaré qué propone Gibson en el
estudio de la percepción y el porqué de esta confrontación apasionada.

Gibson sostiene en su trabajo The ecological approach to visual perception,


de 1979, que en él se han abandonado las teorías tradicionales de la percepción
que defienden los conceptos de constancias perceptivas e imágenes retinianas
fijas, como también se rechaza la interpretación de que los inputs sensoriales
están sometidos a procesamientos cognitivos. Para Gibson hay demasiadas
confusiones en la teoría de la percepción. Él va a trabajar básicamente en el
dominio de la percepción visual pues fue la que más investigó además de
permitirle diferenciar mucho mejor su enfoque ecológico de otras perspectivas
teóricas (Lillo Jover, 1987).

El primer problema que tiene que afrontar cualquier teoría de la percepción


es resolver la relación entre el mundo y el organismo. En términos cognitivos sería
entre el estímulo distal y el proximal, como lo he presentado anteriormente.
Tradicionalmente se ha considerado que esta relación no tiene un grado de
adecuación al cien por ciento sino que es débil pues un estímulo distal puede
producir varios estímulos proximales. Por ello un estímulo proximal no es
suficiente para producir un estímulo distal y la perspectiva cognitiva introduce aquí
el trabajo inferencial cognitivo sobre representaciones a partir del mecanismo de
transducción funcional. Esta manera de entender el proceso es fiel a la tradición
decimonónica y se lo puede entender con los siguientes ejemplos (Lillo Jover,
1987, pp.25-26): “Tradicionalmente se ha llamado la atención sobre el hecho de
que percibimos como constante la forma que posee un objeto a pesar de las
variaciones que se producen en su proyección en nuestra retina; a este fenómeno
se le ha denominado constancia de forma y se le considera como uno de los
logros fundamentales de nuestro sistema perceptivo. Si un cuadrado puede
proyectar infinitas formas en nuestra retina, ¿cómo es posible que percibamos
como constante la forma del mismo y no la confundamos con la de otros objetos
(por ejemplo un trapecio) que, en determinadas condiciones, pueden producir
proyecciones retinianas idénticas? La solución tradicional ha sido la de considerar
que el sistema perceptivo combina la información de la forma retiniana con la
información referida a la distancia relativa entre las distintas partes de la superficie
a percibir y el observador. Otra de las constancias usuales en los textos sobre
percepción es la constancia de tamaño. Usualmente percibimos como constante el
tamaño de un objeto a pesar de las variaciones de tamaño de su proyección
retiniana. Para poder conseguir este logro perceptivo se ha considerado que
nuestro sistema visual debe combinar la ambigua información retiniana de tamaño
con algún tipo de información que sirva para determinar la distancia a la que se
encuentra el objeto. Sólo a partir de la combinación de la información del tamaño
retiniano con algún tipo de información referida a la distancia, el sistema visual
podrá realizar una inferencia adecuada sobre el tamaño real del objeto. Sin
embargo, la obtención de información sobre la distancia, necesaria para la
obtención de las constancias de forma y tamaño, representa un problema que el
sistema sólo podrá resolver indirectamente […] mediante la utilización combinada
de una serie de ʹclavesʹ o indicios de profundidad que permiten al sistema inferir la
distancia a la que se encuentra situado el objeto. El último tipo de situación […] es
la percepción del movimiento (el ejemplo clásico es el del desplazamiento lateral
de un objeto). Dado que la proyección de un objeto en la retina puede desplazarse
en forma similar debido a desplazamientos reales del objeto en cuestión o a los
desplazamientos oculares (o espaciales) del sujeto. ¿Cómo se las arregla nuestro
sistema visual para percibir adecuadamente el movimiento real y no confundirlo
con otras situaciones que también producen desplazamientos retinianos? La
respuesta tradicional, en sus distintas variedades, implica la combinación de la
ambigua información retiniana con algún tipo de información referida a los
movimientos de los ojos de los sujetos y, en las formulaciones más avanzadas,
con los desplazamientos espaciales del sujeto”.

Como podemos apreciar en estos ejemplos las concepciones tradicionales


tienen en común tres cualidades en la percepción visual: 1) se considera que la
imagen retiniana es el estímulo proximal, 2) como el estímulo proximal no posee
información específica sino ambigua necesita información adicional para
especificar el estímulo distal, y 3) la necesidad de otra información, señalada en
punto 2, lleva al estudio de los mecanismos compensatorios para el logro de una
percepción adecuada (Lillo Jover, 1987).

El punto esencial de la discusión entre Gibson y las otras teorías es el papel


desempeñado por la inferencia en la percepción (Reales Avilés, 1997). Si
tradicionalmente se ha considerado que la percepción parte de la información
ambigua del estímulo proximal, y que la imagen retiniana es el punto de partida del
análisis, Gibson plantea que la información es específica y la sitúa en el patrón
óptico.

Para Gibson el estímulo de la percepción visual es el patrón óptico de la luz


ambiental en un punto de observación. Ese patrón se transforma conforme el
observador se mueve y esto hace que la disposición óptica ambiental se
transforme en un flujo óptico; este es un patrón de luz fluctuante que llega hasta el
observador que se mueve. Si se considera que la información de que dispone el
sistema visual es específica porque contiene los invariantes que especifican las
propiedades del medio, entonces la tarea del observador será la de detectar o
resonar esas propiedades, así la formación de una imagen retiniana sería un
mecanismo que permitiría muestrear la información disponible en el patrón óptico
y sus transformaciones (Lillo Jover, 1987).

Para Gibson todos los sistemas perceptivos son simultáneamente


exteroceptores y propioceptores, contrastando con las concepciones tradicionales,
por lo cual permiten que el sujeto obtenga algún tipo de información sobre el
mundo externo y sobre sí mismo. Asimismo sostiene que la percepción puede ser
considerada como una forma de acción en progreso o la modulación de un
movimiento. Así, las alteraciones que se producen en el patrón óptico derivadas
de los movimientos del sujeto especifican, no sólo la ordenación de las superficies
del entorno, sino también, y esto es lo importante, la forma en que se mueve el
observador (Travieso García, 2007; Lillo Jover, 1987). Queda claro entonces el
carácter temporal de la información del patrón óptico; las propiedades del patrón
óptico sólo surgen a partir de sus transformaciones y están ausentes en cada uno
de los patrones estáticos en los que se pueda pretender dividir el flujo estimular
constante que llega al sujeto. Por esto Gibson rechaza la idea tradicional de la
imagen retiniana fija.

El concepto de patrón óptico se enriquece con otro término importante que


Gibson introdujo, affordance, que es un neologismo derivado del verbo inglés “to
afford”; este significa ofrecer o permitir, para afirmar que percibimos lo que ofrece
el ambiente al sujeto, percibimos las affordances del entorno o posibilidades
funcionales que tiene un animal de obtener información. Las teorías tradicionales
de la percepción han estado muy influidas por la física que ha hecho sus
descripciones del entorno de manera suficientemente abstracta sin interesarse por
quién percibe ese entorno. Sin embargo según Gibson cualquier ser vivo obtiene
información del entorno en términos no abstractos, percibe lo que es relevante
para sí mismo, las affordances del entorno. La pregunta de Gibson sería: ¿le
interesa a un animal estimar la “distancia” a la que está un objeto o, más bien, su
accesibilidad? Para toda la ecología perceptiva carece de sentido preguntarse
acerca de cómo percibe un organismo una propiedad abstracta; más bien se
plantean que el sistema perceptivo tiene que haberse especializado en la
detección de las propiedades funcionales del ambiente respecto del animal por
necesidad de supervivencia, y muchas de estas propiedades están especificadas
en el patrón óptico (Lillo Jover, 1987).
Analicemos la siguiente figura para entender mejor las affordances del
entorno (Lillo Jover, 1987, p. 33); ésta “es una representación de la forma en que
podrían proyectarse en la retina de un observador una serie de estacas idénticas
clavadas en una superficie plana. La sucesiva disminución en el tamaño
proyectado […] podría tomarse como ejemplo de la supuesta ambigüedad de la
información retiniana: objetos de tamaño idéntico proyectan diferentes tamaños
retinianos. Sin embargo si se analizan más cuidadosamente las proyecciones, es
obvio que hay algo invariante en todas ellas; la línea del horizonte intersecciona a
todas y cada una de las estacas a la mitad de la altura de su proyección. Esta
proporcionalidad en la intersección no sólo especifica la igualdad de tamaño entre
distintas estacas, también nos especifica que su altura duplica la que tiene el
observador”.

E3
E2
E1

Invariante tamaño-horizonte. Proyección de estacas idénticas situadas a distintas distancias:


E1=estaca 1, E2=estaca 2, E3=estaca 3

¿Por qué el nivel de corte de la línea del horizonte es capaz de especificar


el tamaño de cada una de las estacas respecto al observador?

O H

E1 E2 E3
Invariante tamaño-horizonte: causa de la producción de la invariante. E1, E2, E3= estacas 1, 2 y 3.
S=superficie de apoyo. H=plano de proyección de la línea del horizonte. O=punto de observación
La razón, según Lillo Jover (1987, p. 34), “es que, por razones físicas fáciles
de comprender, las radiaciones luminosas correspondientes a la línea del
horizonte se desplazan en un plano paralelo (H) a la superficie de apoyo, siendo la
altura del plano igual a la que posea el punto de observación. Por ello, este plano
interseccionará a nuestras estacas a la misma altura, la altura de los ojos del
observador, siendo las proyecciones retinianas de cada una de las estacas
dividida en la misma proporción por la línea del horizonte. Si las estacas tienen
una altura doble a aquella en la que se encuentran los ojos del observador, la
proyección de la línea del horizonte debe interseccionarlas exactamente a la mitad
de su altura. Lo importante, desde el punto de vista ecológico, es que esta
invariante especifica el tamaño de cada una de las estacas respecto de la altura
del observador. La información que permite obtener no es del tipo ʹesta estaca
mide 3 metros 20 centímetros, sino del tipo ʹesta estaca es el doble de alta que
yoʹ. No es la altura relativa de los físicos, es la altura relativa que interesa al
animal”.

Las aseveraciones de Gibson han consistido en entender que a partir de


extraer, detectar o resonar ante las invariantes de la estimulación que el patrón
óptico y sus transformaciones ofrece, no es posible aceptar, para una teoría de la
percepción, la ambigüedad ni los mecanismos compensatorios; la percepción es
tan directa que no tiene sentido hablar de representaciones ni de procesamientos
internos. Estas afirmaciones se contraponen con toda la tradición del siglo XIX en
adelante, y por esto es obvio que ha producido tanto rechazo.

En palabras de Lillo Jover (1987, p.38) y en consonancia con David Marr


(cit. en Lillo Jover, 1987, p.37) los logros más importantes de la ecología
perceptiva serían los siguientes: “Realizar, por primera vez, una descripción
adecuada de la estimulación que alcanza al sujeto y de su relación con el entorno
que la produce. Llamar la atención sobre la esterilidad de seguir estudiando a la
percepción sin atender al valor funcional de la misma. Mostrar la capacidad de
todos los sistemas perceptivos para obtener, simultáneamente, información
exteroespecífica y propioespecífica”. Indudablemente que algunos investigadores
cognitivos, si bien pueden llegar a reconocer estos logros, no por ello dejan de
considerar que Gibson descuidó el procesamiento computacional necesario para
la extracción de información, sobre todo, aquella que compromete los significados.
En este punto se abren las polémicas acerca de la viabilidad de integración entre
la teoría ecológica y la del procesamiento de la información; algunos sostienen su
imposibilidad, mientras que otros se plantean la necesidad de revisar su viabilidad.
La perspectiva del New Look

En la historia tradicional del estudio de la funciones psicológicas, la


investigación de la percepción siempre ha aparecido como una función entre las
tantas funciones del ser humano; así la voluntad daba cuenta de la relación activa
o conativa de un individuo con su medio circundante, la afectividad daba cuenta de
la relación pática o de afectación del medio sobre el organismo y la percepción se
concebía como el primer escalón de la relación representativa o cognitiva del
ambiente sobre el sujeto. Desde la psicología decimonónica siempre fue un
problema entender las relaciones entre funciones, cómo se afectan mutuamente, y
en general esos entrecruzamientos se fueron resolviendo en términos de fallas o
interferencias como, por ejemplo, la emoción que turba el pensamiento o dificulta
la percepción objetiva, las creencias deforman la percepción y el recuerdo preciso.
También fue un problema el entender cómo se mantienen perceptivamente
constantes la forma, el color o el tamaño de un objeto a pesar de su variabilidad
en el espacio-tiempo.

La organización del mundo percibido siempre fue un misterio a develar para


los investigadores desde los trabajos pioneros de los psicofísicos, como Weber,
Fechner, Helmholtz y Mach en el siglo XIX, y la psicología cognitiva en el siglo XX.
Cuando Jerome Bruner (EE.UU. 1915-) ingresa en la escena académica en la
década del cuarenta, el tema de las constancias perceptivas seguía en primer
plano; ¿Cómo se sigue manteniendo la estimación del tamaño del objeto a pesar
de que este está ahora más lejos?, por ejemplo. ¿Cómo se las arregla la
percepción para organizar un mundo de experiencias estable? Ya he presentado
la solución al problema desde la psicología cognitiva del procesamiento de la
información; ellos proponen la decodificación de energía química en
representaciones mentales por medio del mecanismo de la transducción funcional.
Un poco antes de estos trabajos cognitivos, en 1946, aparece una publicación de
Jerome Bruner y Leo Postman, en EE.UU. con el título: La confiabilidad de los
errores constantes en la medición psicofísica. Parece ser que este trabajo venía a
desafiar lo que los psicólogos clásicos cuidaban celosamente (Bruner, 1983): la
ley de Weber-Fechner.

Esta ley, que se suele presentar como la ley fundacional de la psicología


científica aparece en el contexto de las investigaciones que estaba realizando
Weber acerca de la sensibilidad relativa de los sentidos cutáneo y muscular. El
problema que formuló era ¿Hasta qué punto el sentido muscular interviene en la
disminución de los pesos? La primera respuesta que obtuvo fue que las
diferencias de peso se advierten con mayor precisión cuando intervienen
activamente los músculos estriados, es decir, cuando el sujeto levanta el objeto.
La segunda respuesta que obtuvo y que llamó poderosamente la atención de
Fechner, formulándose la ley con esto, fue el hallazgo de una correlación entre el
mundo físico y mental, una función logarítmica entre ambos. Lo explico con
detenimiento: el descubrimiento señalaba que no había una simple relación directa
entre la sensación y la percepción de una propiedad del objeto, sino que había
una relación entre la magnitud de una diferencia y la posibilidad de percibirla. Si en
la mano del sujeto se deposita un peso de 30 onzas y se le pide que compare ese
peso con otros que se van depositando sucesivamente en la otra mano, la tarea
es que el sujeto informe cuándo percibe una diferencia. El resultado del
experimento fue que el sujeto sólo podía informar que notaba una diferencia de
peso cuando esta diferencia superaba el treinta por ciento entre ambas manos. Es
una función logarítmica pues implica una razón entre ambos pesos donde la
diferencia debe superar el 30%: sobre 30 onzas al agregar 8 o 9 onzas ya se
percibía, y si el peso es de 4 onzas sólo se comienza a percibir la diferencia
añadiendo 1 onza. El asombro de Fechner fue comprobar que era posible
expresar en un campo sensorial dado la diferencia mínima apreciable en términos
de una relación constante. Tenemos con esto la fundación de la psicofísica
clásica.

El trabajo de Bruner y Postman, si bien era un austero documento


metodológico, hacía referencia a una investigación que estaban realizando y que
pronto aparecería publicada, El valor y la necesidad como factores organizadores
de la percepción (1947). En palabras de Bruner: este trabajo “resultó ser un
catalizador, como uno de aquellos aviones que regaban las nubes con hielo.
Produjo el New Look y, en menos que canta un gallo, habían llovido mil artículos y
libros”. […] era psicofísica, de acuerdo, pero era psicofísica en el mercado, y no en
el laboratorio cerrado donde ordinariamente se hacían esas cosas. En lugar de
hacer que nuestros ʹsujetosʹ juzgaran la magnitud de los ʹestímulosʹ controlados y
neutrales, les planteábamos la tarea de estimar los tamaños de las monedas, de
monedas de Estados Unidos que yo sacaba de mi bolsillo. Y en lugar de
ʹobservadores preparadosʹ como sujetos, empleábamos niños de escuela, de diez
años. Su labor consistía en ajustar una mancha de luz para que fuese del mismo
tamaño de una moneda de níquel, de un dime, de un cuarto y de medio dólar. Eso
era todo. La mitad de los chicos procedían de barrios ricos de Boston; los otros, de
los barrios bajos de la ciudad. […] Los resultados mostraron una dimensión casi
dickensiana. Cuanto más valiera la moneda, mayor era la sobreestimación de su
tamaño. Y los niños más pobres exageraban el valor más que los ricos” (1983,
pp.118-119).

En la investigación comentada aparecían errores constantes que en la


psicofísica eran molestias constantes. Esos errores constantes siempre fueron
considerados errores de juicio: errores de juicio sobre el tamaño, sobre el brillo o
sobre el color, que no se adecuaban a la famosa ley logarítmica y, entonces, lo
resolvían asignándole la calificación de error de juicio pues no respondían al
realismo de los sentidos. Bruner y Postman lo expresaron en el trabajo de 1946
del siguiente modo (1983, p.117): “A ojos de Fechner, esas variaciones eran, ante
todo, errores que le causaron ʹembarazoʹ, antes que fenómenos de interés
psicológico. En su búsqueda de una ley matemática que estableciera las
relaciones últimas entre lo físico y lo psíquico, Fechner llegó a considerar estos
errores como impurezas que había que eliminar. Durante largo tiempo, los
psicofísicos avanzaron por el camino señalado por Fechner. La cuantificación de
los errores constantes sólo tenía importancia si nos daba la certeza de que su
presencia estaba ʹcontroladaʹ, y por tanto se ʹeliminabaʹ. Como pintorescamente lo
dijo una vez Wundt (otro de los padres fundadores que había cambiando de
chaqueta), ʹcon la eliminación de esos errores psicológicamente condicionados,
eliminaron la psicología misma”.

Pero hubo otro hallazgo que contradecía otra ley que da cuenta de un rasgo
profundo y conservador del juicio humano, la ley de tendencia central, que refiere
que dada una serie de magnitudes, de tamaño, de brillo, etc., los observadores
humanos juzgan las magnitudes mayores de la serie como más pequeñas y las
más pequeñas como más grandes. Los niños de Bruner y Postman no estimaron
así el tamaño de las monedas sino que sobreestimaron las más grandes, de
cuarto y medio dólar, y subestimaron las más pequeñas, las de níquel. ¿Qué se
preguntaron, entonces, estos investigadores?: “¿Estaba actuando el valor de las
monedas para poner de cabeza la consagrada ley de tendencia central? ¿Pueden
los errores constantes acentuar así mismo el valor? ¡Habíamos puesto un gato
entre las palomas de los psicofísicos!” (Bruner, 1983, p.119)

En el contexto de estos descubrimientos Bruner (1983) reflexionaba acerca


de las ideas de un zoólogo alemán, von Uexkϋll (1864-1944), que se planteaba el
siguiente interrogante: ¿No podía la supervivencia de cualquier especie ser tan
dependiente de un modo de experimentar el medio, como de un repertorio de
reacciones específicas heredadas a tal medio? La tesis de von Uexkϋll era que
cada especie tenía un Umwelt, un mundo subjetivo específico de la especie, que
seleccionaba y acentuaba los aspectos del mundo geográfico que eran cruciales
para su supervivencia. Estas ideas que serían retomadas por Konrad Lorenz y
Nikkolaas Tinbergen, fundadores de la etología, giraban en la cabeza de Bruner
dentro del marco de la universidad de Harvard dominado por una vertiente fiel a la
psicología fundacional del siglo XIX. En este contexto reflexionaba, en continuidad
con las ideas de von Uexkϋll, que “la estructura de la apariencia se formaba de
dentro afuera, y no de fuera adentro, a partir de ʹdatos sensorialesʹ para
convertirlos en experiencia” (1983, p.123).

Con sus interrogantes y devaneos, las exigencias de la psicología oficial de


Boring en Harvard que exigía rigurosidad científica, y la presencia de Gordon
Allport que se interesaba por la significación social en el marco de preguntas
“embarazosas” acerca de las mismas preocupaciones que se formulaba Bruner,
este avanza junto a Postman en otro bastión de la psicofísica: la técnica fundadora
de la psicología que estudia los umbrales. Los umbrales, originariamente, se
referían a umbrales de conciencia, pero rápidamente se dejó de lado el problema
de la conciencia y sólo los trataron estadísticamente: ¿Cuánto se requiere, en
promedio, para ver o sentir algo? A Bruner y Postman les pareció que utilizar esta
técnica sería la manera ideal de entrar en el tema de la selectividad de la
percepción.

Así comienzan a planear un experimento donde trabajarían con estímulos


significativos como cuadros o palabras, queriendo averiguar cuánta exposición
necesitan las personas para verlos. Diseñaron un taquitoscopio con luz constante
para poder pasar los estímulos. Bruner (1983, pp.133-134) comenta que “este
experimento fue inspirado por C. G. Jung, discípulo rebelde de Freud, en particular
por su célebre estudio de la asociación de palabras. No se podía inventar mejor
manera de colocar el gato salvaje de la personalidad entre las palomas de la
percepción. Jung había descubierto que si se pedía a los pacientes hacer la
primera asociación que les viniera a la cabeza al presentarles palabras-estímulos
ordinarias, tendían a responder, ya anormalmente rápido, ya anormalmente lento a
las palabras que representaban momentos difíciles de sus vidas. […] El sentido
común psicoanalítico del descubrimiento estuvo en que las reacciones asociativas
lentas fueron producidas por represiones, y las rápidas por una preparada
reacción defensiva”.

Bruner y Postman (1983) tradujeron el experimento de Jung en términos de


umbrales perceptuales y se plantearon que las palabras que provocaban angustia
también serían más difíciles de ver. Es decir que transformaron el problema inicial
de asociación en un problema de percepción. El diseño del experimento consistió
en elegir cien palabras de cinco letras incluyendo palabras que probablemente
desencadenarían angustia a sus sujetos que fueron estudiantes de la licenciatura
de psicología. Se leyeron las palabras, una por una, a cada sujeto pidiéndoles que
respondieran con la palabra que primero viniera a la mente. Se anotó no sólo la
palabra asociada sino también el tiempo de reacción para asociarse con ella.
Luego de haber hecho esto, Bruner y Postman eligieron las seis palabras-estímulo
que produjeron reacciones asociativas más lentas, las seis que produjeron
reacciones medias y las seis que produjeron reacciones más rápidas para cada
sujeto. A las pocas semanas hicieron volver a los sujetos-experimentales y les
presentaron a cada uno sus dieciocho palabras en el taquitoscopio,
preguntándose ahora: ¿Cuánto tiempo de exposición era necesario para
reconocerlas? Y la respuesta fue que “el tiempo necesario para ver una palabra se
podía predecir habitualmente en razón del tiempo que había necesitado el sujeto
para asociarse libremente con ella” (p.135). Los investigadores afirmaron:
“concluimos con gran desenfado que podía haber dos formas en que las personas
tienden a percibir las cosas que pudieran amenazarla emocionalmente:
ʹvigilantementeʹ o ʹdefensivamenteʹ. Y así lanzamos la ʹdefensa perceptualʹ. Era
reconocimiento retardado. La vigilancia era reconocimiento ultrarrápido. La
defensa perceptual sería la bandera roja de la siguiente década. No hay de qué
sorprenderse. Pues ¿cómo podía saber la gente que algo era potencialmente
amenazador, a menos que pudiera verlo antes?” (p.135).

Con estos resultados e interpretaciones, los investigadores reformularon el


experimento (Bruner, 1951, 1983), pero ahora no en términos de defensas y
represión, sino de intereses y valores; utilizaron una prueba para la medición de
valores humanos de Allport-Vernon que mide el compromiso personal con seis
valores “clave”: religiosos, políticos, económicos, estéticos, sociales y teóricos. El
diseño consistió en elegir seis palabras comunes para cada uno de los valores
clave, en total fueron treinta y seis palabras-estímulo de igual longitud y
familiaridad, y se fueron presentando a veinticinco sujetos sucesivamente por el
taquitoscopio. Previamente se había establecido el puntaje que cada sujeto
mostraba en las distintas áreas de valor de la prueba Allport-Vernon. La pregunta
experimental era: “Los sujetos que sentían un poderoso compromiso hacia un
valor dado, ¿reconocerían más rápidamente las palabras asociadas a tal valor que
las palabras asociadas a valores hacia los que sentían menor compromiso?”
(Bruner, 1983, p.137). Los resultados mostraron que “se necesitaron cerca de 75
milisegundos de exposición para reconocer una palabra que representara el más
poderoso compromiso de valor de cada quien, cerca de 100 milisegundos para la
más débil, y el resto quedó en el medio […] ¿Qué estaba tomando su tiempo?” se
preguntaba Bruner (1983, p.137).

Frente a estos resultados apareció la certeza de que había una filtración


semántica en el proceso perceptual temprano. Como los investigadores alentaban
a los sujetos a hacer conjeturas antes de estar completamente seguros de qué
palabra era, observaron que la exposición a palabras de alto valor producían lo
que llamaron hipótesis de prerreconocimiento covaluante, por ejemplo, Pascua
producía Sagrada para un sujeto religioso; las palabras de escaso valor parecían
producir antónimos o hipótesis contravaluantes como, por ejemplo, servicial
(helpful) produjo desdeñoso (scornful) y bendito (blessed) condujo a venganza
(revenge). Si bien la percepción era una experiencia inmediata en sentido
cotidiano para cualquiera de nosotros, había un proceso que se tomaba su tiempo
en el que se producía la filtración semántica.

Los investigadores señalaron tres mecanismos principales operantes en el


proceso perceptual (Bruner, 1951; Veron, 1995): la sensibilización selectiva por la
cual los estímulos aceptables (palabra cuyo valor es más elevado para la persona)
reducen el umbral perceptivo y, por tanto, son reconocidas en menor tiempo;
defensa perceptual por la cual los estímulos inaceptables (palabras cuyo valor es
bajo para el sujeto) elevan el umbral, y en consecuencia el sujeto tarda más en
reconocerlas; y resonancia valorativa por la cual el sujeto, sea cual fuere el valor
correspondiente a la palabra proyectada, tiende a formular palabras que reflejan
su orientación valorativa.

El desarrollo del New Look llegó a ser una nueva manera de pensar los
problemas de la psicología social y del estudio de la dinámica personal al
considerar que las acciones humanas pueden comprenderse mejor como
adaptación a lo que un actor está experimentando, antes que como una respuesta
a un estímulo del mundo exterior; esto significaba una reacción muy tardía al
conductismo radical. La clave de este pensamiento es que no vemos cosas sin
buscarlas, no oímos sin escucharlas. Y esta direccionalidad de la percepción
puede ser pensada como una hipótesis que el sujeto se hace en sintonía con el
objeto, evento o situación.

Si definimos el proceso perceptual como formular hipótesis, entonces en la


sintonización se podrá confirmar o no la misma. En el segundo caso habría que
reformular la hipótesis hasta establecer un satisfactorio apareamiento con el
mundo, donde este mundo no aporta sensaciones sino alimento para nuestras
hipótesis (Bruner, 1983) y ese alimento, en el contexto de la revolución cognitiva,
se denominaría información. “sin darnos cuenta por completo, nos habíamos
liberado de las sensaciones y de sus concomitantes percepciones interpretativas”,
afirma Bruner (1983, p.163).

“La metáfora del New Look no cambió las teorías de la percepción, por
mucho que allanara el camino del cambio. La ʹRevolución cognoscitivaʹ las
cambió, particularmente la respetada metáfora de las computadoras autómatas
procesadoras de información. Traducir la mirilla 5 al lenguaje del almacenamiento
amortiguador fue tanto como limpiar un dinero sospechoso, depositándolo en una

5
Nota de la autora: por mirilla se refiere Bruner a la filtración semántica en el proceso perceptual.
cuenta bancaria suiza sin número. La verdad sea dicha, probablemente
necesitamos un New Look más o menos cada dos décadas: un renacer de la
preocupación por saber cómo, en detalle, la percepción responde a las
necesidades, a los deseos, a las expectativas; qué papel desempeña en la
producción de estilos de pensamiento y pautas de personalidad” (Bruner, 1983,
p.174).
La perspectiva vigotskyana

La psicología histórico-cultural se propone estudiar la percepción desde


puntos de vista muy diferentes a los de la psicología del siglo XIX que, como ya lo
he mencionado, mantenía una concepción por la cual las sensaciones elementales
de los receptores periféricos se proyectaban en puntos fijos de la corteza donde se
integraban. Si bien la posición vigotskyana acepta la concepción estructural de la
psicología de la Gestalt, que es una psicología contemporánea a Vigotsky, al
entender que la percepción es integral y no una suma de sensaciones, la pregunta
que se formula es “¿Cómo se plantea en la nueva teoría estructural de la
percepción la cuestión relativa a los cambios y al desarrollo de la percepción en la
edad infantil?” (Vigotsky, 1932, p.353).

Esta pregunta inicial es un punto de partida coherente con la manera de


entender la actividad psicológica en la perspectiva vigotskyana; ésta se considera
a partir de las dos líneas de desarrollo, biológica y cultural, que se entrecruzan en
la ontogenia del ser humano. En el proceso de mediación instrumental con otros
humanos emergen las formaciones nuevas de funcionamiento psicológico que en
sus reorganizaciones sucesivas dan lugar a estructuras diferentes de la conciencia
de los otros, del mundo y del propio sujeto. El concepto de sistema psicológico
propuesto por Vigotsky sirve para comprender estos cambios que ahora aplica al
estudio de la percepción desde una perspectiva genética, o de desarrollo, desde la
edad infantil.

Para comenzar su análisis enfrenta el clásico problema de las constancias


perceptivas (forma, color, tamaño) que en época de Vigotsky se llamaba
percepción ortoscópica o correcta, pero desde el interrogante que señalé
anteriormente; la percepción ortoscópica se refiere a la percepción de rasgos
estables de los objetos a pesar de las variaciones en las condiciones de la
percepción. En este tema se plantea Vigotsky un camino para el estudio de la
percepción cuando afirma (1932, p.357) “Considero que este problema de la
aparición de la percepción ordenada, estable, puede expresar la serie de
preguntas que se plantean en la cuestión del desarrollo de la percepción y que
señalan el camino que sigue la evolución de la percepción infantil allí donde las
escuelas asociacionista y estructural cerraron la puerta a los investigadores”.
Recupera a Von Helmholtz de manera más que interesante, y diferente a como lo
hicieron los cognitivos, cuando reflexiona sobre cómo explicaba la percepción
ortoscópica. Según Vigotsky (1932), Helmholtz apoyaba el punto de vista de que
la percepción ortoscópica no era primaria, sino que surgía en el desarrollo y
explicó las propiedades permanentes de los objetos que percibimos mediante una
inferencia inconsciente, como se explicó más arriba. Lo interesante es cómo
piensa Vigotsky este mecanismo que viene a añadirse a la percepción directa de
la cosa actuando como corrector; si bien Helmholtz es inconsistente, afirma
Vigotsky, en la explicación de la sensación inmediata, “sin embargo, la idea o
mejor dicho la orientación dada por él es acertada. […] Esta orientación consiste
en no considerar el carácter ortoscópico de la percepción como algo dado desde
el mismo comienzo, sino en considerarlo en primer lugar como producto del
desarrollo. En segundo lugar, hay que saber comprender: la constancia de la
percepción nace no de la variación de la composición y de las propiedades
internas de la propia percepción, sino de que ésta comienza a actuar en el sistema
de otras funciones” (1932, p.357). Así Vigotsky entiende que las constancias de la
percepción se organizan en el desarrollo al formarse una percepción generalizada
por medio de la vinculación con otras funciones que permiten una corrección
ortoscópica por acción de la memoria (Vigotsky, 1933). Más adelante haré notar
que Vigotsky va deslizando la idea de constancias perceptivas a la permanencia
objetal y del mundo.

En el contexto de estudio de los sistemas psicológicos en la infancia


temprana, Vigotsky plantea dos problemas (1932): el problema de la génesis de la
atribución de sentido en la percepción o percepción semántica, y el problema de la
auténtica percepción categorial.

¿Cómo aborda el primer problema? En la vida adulta las percepciones son


ortoscópicas y tienen sentido. Tiene investigaciones que refuerzan la idea de que
la interpretación de la cosa y su denominación se dan junto con la percepción, por
lo cual la propia percepción de aspectos objetivos aislados de ese objeto depende
del sentido que acompaña a la percepción. Cita los experimentos pioneros de A.
Binet (1857-1911) con manchas de tinta que se sorprendía cuando al mostrarlas a
los niños, nunca las percibían sin sentido; también cita los trabajos de H.
Rorschach6 (1884-1922) que consistían en mostrar a niños una serie de manchas
simétricas de colores sin sentido y que sólo en estado demencial podían ser
percibidas como algo carente de sentido. Este problema le permite a Vigotsky
preguntarse “por qué no veo una forma, un peso, una magnitud determinada, pero
al mismo tiempo sé que tengo ante mí una silla o una mesa?” (p.359) Para él este
era un profundo problema que conduce al problema experimental de la atribución
de sentido en la percepción.

Para avanzar en la solución del primer problema, Vigotsky analiza la ilusión


de Charpant, dentro del dominio de las investigaciones sobre ilusiones
sensoriales, que consiste en determinar simultánea o sucesivamente la gravidez

6
H. Rorschach fue el creador del famoso test proyectivo de psicodiagnóstico que lleva su nombre.
de dos cilindros de igual peso, forma y aspecto, pero uno de los cuales es mayor;
el resultado es que parecerá, y esa es la ilusión, que el menor de los dos objetos
es más pesado, inclusive habiendo sido pesados previamente y mostrado que
pesan lo mismo; cuando se toman los objetos en las manos la ilusión se mantiene.
Lo más interesante de los resultados de la investigación, para Vigotsky, “consiste
en que, a pesar de que cada una de las personas adultas percibe siempre el
cilindro menor como más pesado y al cerrar los ojos percibe los dos como de igual
peso, los ciegos de nacimiento también padecen la ilusión de Charpant, es decir,
que los ciegos que en el momento del experimento no ven los cilindros, pero los
palpan, perciben el menor de ellos como más pesado. Es evidente que se trata de
una percepción con sentido, en la que la sensación directa de gravidez se
compara con el volumen del objeto. […] Los niños sordomudos, a pesar de que
ven no están sujetos a la ilusión de Charpant. Investigaciones sucesivas han
puesto de manifiesto que esta ilusión tiene un valor diagnóstico importantísimo.
[…] En los niños muy retrasados, la ilusión de Charpant no se produce, su
percepción permanece sin sentido y para ellos el cilindro menor no parece más
pesado. […] Claparède7 (1873-1940) expuso la idea de que las ilusiones pueden
constituir un magnífico síntoma del desarrollo de la percepción infantil, y las
investigaciones han puesto de manifiesto que en los niños normales,
aproximadamente hasta la edad de cinco años, la ilusión de Charpant no produce
efecto” (p.361).

De la exposición de los resultados de las investigaciones concluye Vigotsky


que la atribución de sentido aparece en el adulto y no en el niño pequeño, que
surge en el desarrollo, y que no está dada desde el nacimiento. También concluye
que las constancias perceptivas son producto de la fusión de dos procesos, las
imágenes o pensamiento visual y las percepciones directas como se señaló más
arriba.

El segundo problema que enfrenta Vigotsky es el de la auténtica percepción


categorial o generalizada. Numerosas investigaciones en la percepción de dibujos
que se muestran a niños de diferentes edades brindan la posibilidad de juzgar un
desarrollo de las percepciones en fases regulares. Muchos concuerdan que al
comienzo los pequeños se fijan en la percepción de datos aislados, luego
comienzan a nombran los objetos y a señalar los actos que se realizan con ellos,
seguidamente pasan a señalar los rasgos de los objetos que perciben, y
finalmente describen el dibujo como un conjunto. Sin embargo, subraya Vigotsky,
esta confirmación que ha pasado a ser una ley de la percepción infantil con
sentido entra en contradicción con lo que ha propuesto la psicología de la Gestalt

7
E. Claparède: psicólogo suizo, maestro de Jean Piaget.
a partir de otras investigaciones; parece difícil sostener que los niños partan de
percepciones aisladas y terminen en percepciones organizadas, más bien sería lo
contrario desde esta otra perspectiva, así la percepción de conjunto sería primaria
respecto de la de las partes. Inclusive, sostiene Vigotsky, hay suficiente evidencia
que confirma que la percepción de acciones y movimientos es mucho más
temprana que la de objetos.

Frente a las evidencias de fases sucesivas de la percepción de objetos,


acciones, rasgos y conjuntos que muchas investigaciones confirman, por una
parte, y las contradicciones que aparecen con otras investigaciones más recientes,
por otra parte, Vigotsky se pregunta ¿por qué hay tanta evidencia experimental
que muestra que los niños primero describen dibujos aislados, destacando sólo
objetos, y cuando son mayores destacan acciones, rasgos y totalidades? Nuevas
investigaciones tomaron esta pregunta, entre ellos Jean Piaget8 (1896-1980) que
concluyó que el niño pequeño tiene una percepción sincrética, es decir, perciben
como un todo objetos no diferenciados entre sí. Nuevamente se interroga Vigotsky
(1932) “¿Por qué el niño pequeño sigue en la descripción de los dibujos el camino
opuesto al camino real de desarrollo de sus restantes percepciones? En otras
palabras se plantea el siguiente problema: ¿cómo explicar el hecho de que el niño
pase en la percepción del todo a las partes y que en la de los dibujos lo haga de
las partes al todo?” (p.363).

Vigotsky se responde a este interrogante afirmando que esa sucesión de


fases que se había atribuido a la percepción infantil, fases del objeto, de la acción,
de las propiedades, y de las relaciones de conjunto, corresponden, en realidad, a
las fases del lenguaje infantil, sustantivos, verbos que se combinan con
sustantivos, adjetivos con objetos, y oraciones. Este hecho lo comprobaron
Vigotsky con su equipo; en los experimentos diferenciaban dos consignas: 1) les
pedían a los niños que contaran lo que estaba dibujado, y 2) les pedían a los niños
que realizaran el juego representado en el dibujo. Los niños nunca jugaban a los
objetos aislados en el dibujo.

Según Vigotsky en los casos de la percepción ortoscópica, la percepción


con sentido y la percepción y el lenguaje concluye que aparece un hecho de gran
importancia teórica, y es que en el proceso de desarrollo infantil se observan
cambios de conexiones o relaciones interfuncionales, es decir, sistemas

8
Jean Piaget diferencia entre el acto perceptivo en ocasión de la focalización en un punto del
campo perceptual y la actividad perceptiva que es una de las raíces de la inteligencia senso-motriz
junto con el movimiento. Con esta distinción quiere explicar que el problema de las correcciones y
de las constancias se resuelve en el desarrollo por acción de la inteligencia. Para una ampliación
de este tema se puede consultar: Psicología de la Inteligencia, cap. 3.
psicológicos. Señala que “a lo largo del desarrollo del niño emergen
constantemente nuevos sistemas, dentro de los cuales actúa la percepción.
Dentro de estos sistemas, y sólo en ellos, la percepción adquiere nuevas
características que no son inherentes a ella al margen del sistema de desarrollo”
(1932, p.366).

En este proceso de formación de nuevas unidades, la percepción se


emancipa, se independiza, de las conexiones iniciales con la motricidad. Vigotsky
se basa en los experimentos de Kurt Lewin9 (1890-1947) que corroboran estas
relaciones iniciales; y también considera los trabajos de investigación de la
psicología de Leipzig, como los de Félix Krϋger (1874-1948) que han demostrado
que, en el desarrollo, la percepción se libera de su conexión con el afecto o
emoción inmediata.

Según Lewin, el niño hasta los dos años no aporta a la situación presente
conocimientos previos (no habría inferencia inconsciente según Helmholtz) por lo
que su actividad perceptiva se adapta exclusivamente a la organización de la
situación actual. En este contexto los objetos ejercen una “fuerza coercitiva”; así,
cada objeto tiene un afecto que incita a la acción, la orienta como atracción o
rechazo. En un experimento, Lewin mostró como se hace difícil para un niño
pequeño la tarea de sentarse sobre un objeto que se halla fuera de su campo
visual. “El experimento se hacía con una piedra de gran tamaño; el niño daba
vueltas en torno a ella, la tocaba, etc. Debía volverse de espaldas a ella para
sentarse y en ese momento la perdía de vista. Para lograr su propósito, el niño
sujetaba la piedra y se volvía para sentarse. […] Un niño […] salva la dificultad de
un modo muy original: se inclina, mira por entre las piernas para al encontrarse, de
espaldas a la piedra, no perderla del campo visual. Entonces consigue sentarse.
Otros niños se ayudan poniendo la mano sobre la piedra. En ocasiones es el
propio experimentador quien coloca la mano del niño sobre la piedra y el niño
acaba sentándose sobre su propia mano, porque no tiene la sensación de que el
pedazo de piedra que cubre con su mano sea toda la piedra” (Vigotsky, 1933,
p.342). Vigotsky interpreta estos resultados entendiendo que la dependencia del
niño del campo visual-directo indica la peculiar actividad de la conciencia del niño
en la situación dada.

En otro experimento, realizado por L. S. Slávina, discípula de Vigotsky, se


muestra esta dependencia del campo actual (Vigotsky, 1933). El objetivo era
observar como el niño en una situación libre podía en sus palabras apartarse de la
situación, y nombrar lo que no ve ante sí. Trabajaron con cuarenta niños de dos

9
Psicólogo polaco que contribuyó al desarrollo de la psicología de la Gestalt.
años con el método de repetición de oraciones. Los resultados mostraron que los
niños no tenían dificultad en repetir “la gallina anda, o el perro corre”, pero sí
presentaban dificultades en repetir “Tania camina” cuando ella está sentada; en
vez de eso decían “Tania estar sentada”. Interpretaron los resultados
considerando que en tanto el niño depende de lo que ve, sus palabras no pueden
expresar lo que no es real; así esta etapa inicial del desarrollo se caracteriza por
una unidad senso-motora y afectiva en la cual la organización de la conciencia
está dirigida por la percepción.

Está unidad está demostrada por los experimentos de la escuela de Leipzig,


también, como mencioné más arriba. En un experimento de Krϋger y Volkelt se
mostró como el afecto y la percepción no están diferenciados en la infancia
temprana; por esto señala Vigotsky que nosotros aprendemos a percibir
independientemente de la emoción que moviliza a la acción, pero en la infancia
temprana es el carácter afectivo de la percepción el que origina la unidad con la
acción. En esta etapa se elabora lo percibido a partir de los afectos y no a través
de la atención, la memoria o el pensamiento que aún no están diferenciados y se
encuentran subordinados a esa unidad senso-motora10.

En el desarrollo, la percepción se irá “emancipando” de la motricidad y


adquirirá nuevas relaciones funcionales, ahora con el lenguaje, en la dirección de
la percepción con atribución de sentido o percepción semántica; así aparece una
nueva organización o situación social de desarrollo.

El desarrollo del lenguaje y su relación con la percepción permite explicar el


problema de la percepción con atribución de sentido o percepción semántica a la
vez que permite explicar, también, la percepción categorial, sostiene Vigotsky
(1933). El lenguaje, como función comunicativa con los otros y con uno mismo,
posibilita el desarrollo de la generalización aunque el niño pequeño primero
comprende el lenguaje y luego generaliza, pues hay una evolución de los
significados. Por ejemplo, cuando un niño pequeño dice perro se refiere al perro
que ve, más adelante en su desarrollo, la palabra perro se referirá a todos los
perros posibles por generalización.

10
Nota de la autora: estas ideas pioneras de las vinculaciones entre las emociones, la percepción y
la motricidad aparecen investigadas desde hace unas décadas por los psicólogos del desarrollo en
el dominio de la intersubjetividad temprana: Meltzoff, Trevarthen y Stern, entre otros. Este último
diferencia las emociones darwinianas o espaciales de las temporales que llama afectos de la
vitalidad; propone también el concepto de entonamiento para considerar la sintonía del bebé con
su cuidador por medio de las emociones y los movimientos. Estos desarrollos se están vinculando
con el descubrimiento reciente de las neuronas espejo (Iacoboni, 2001).
A partir de la semantización de la percepción, los objetos pueden ser vistos
como formando parte de diferentes organizaciones perceptuales; esto es así pues
en la percepción con atribución de sentido se combina la organización visible y la
organización imaginada. Ahora los objetos pueden ser percibidos en diversas
estructuras y analizados desde diversos puntos de vista.

¿Cuál sería entonces la diferencia entre la percepción de un bebé y de un


niño más grande, según Vigotsky? La respuesta que da él (1933) es que toda
percepción es global, de acuerdo con la concepción gestáltica: por lo tanto
ninguna percepción es aislada ni es suma de sensaciones aisladas. Toda
percepción es la resultante de una organización del campo, pero en el comienzo
del desarrollo la percepción sólo se organiza en función del campo actual, en
cambio con el desarrollo de la generalización, y al semantizarse la percepción se
establecen nuevas relaciones que coordinan la organización del campo actual con
el campo semántico, el de los significados, el imaginado, que sigue el curso de la
descontextualización dominado por la memoria y más tarde por el pensamiento.

De acuerdo con lo expuesto, la organización constante de la percepción no


es primaria, para Vigotsky, sino que aparece en el desarrollo. La inquietud de
Vigotsky en este punto se aleja de los interrogantes de los psicofísicos, que
quieren explicar las constancias de las propiedades de forma, color, tamaño, etc.,
de los objetos aislados, sino que se instala en las de un psicólogo del desarrollo,
pues piensa esas percepciones estables en el sentido de la estabilidad o
permanencia del mundo y sus objetos; esta permanencia objetal se organiza en la
comunicación con los adultos por medio del desarrollo de los significados y sus
generalizaciones.

De este modo Vigotsky comprende que en la infancia temprana tenemos


una percepción inmediata en conexión con la motricidad, senso-motricidad, y con
las emociones, y sólo en el desarrollo estas conexiones se disolverán en función
de las nuevas relaciones que se irán estableciendo en el desarrollo histórico de las
funciones psicológicas. También comprende que en los inicios del desarrollo no
encontramos funciones aisladas sino unidades no diferenciadas muy complejas; y
es en el desarrollo que se irá produciendo la diferenciación funcional a la par de
las relaciones interfuncionales.

Para finalizar este tema señalaré que cuando se hace mención a constancia
de las propiedades de los objetos y permanencia objetal, se están presentando
conceptos diferentes que remiten a problemas diferentes o a formas diferentes
para abordar el problema del conocimiento del mundo; tal vez se podría aventurar
que estos problemas son formulados desde pensamientos diferentes, los primeros
más ligados a la psicofísica, y los segundos a la psicología del desarrollo. Así,
serán explicados de diferentes maneras según los fundamentos de los que partan
los investigadores y de acuerdo con los experimentos que realicen. Y como
moraleja, de acuerdo a la hegemonía de los modelos en la comunidad científica
(que no es unitaria), tendremos unos discursos más instalados que otros.
Perspectiva de la Teoría Autopoiética de H. Maturana

En esta perspectiva se podrá analizar el problema de la vinculación del


perceptor y su ambiente y de su análisis se deducirán importantes planteos
epistemológicos y científicos que podrán afectar la investigación futura.

El biólogo y epistemólogo chileno H. Maturana (1928-1998) trabajó en el


laboratorio de neurofisiología del Departamento de Ingeniería Eléctrica del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT) interesándose por el problema del
conocimiento, junto a importantes investigadores que compartieron el surgimiento
de un nuevo campo de conocimiento interdisciplinario que son las ciencias
cognitivas. En este dominio la noción de sistema, surgida en la biología con von
Bertalanffy11, se había constituido en una teoría general aplicable a múltiples áreas
de conocimiento como la teoría de la comunicación y el estudio de las redes
neuronales del sistema nervioso bajo el supuesto de que las funciones cognitivas
serían propiedades emergentes del funcionamiento de las redes neurales. Su
teoría autopoiética de la organización de los seres vivos emerge en colaboración
con F. Varela aunque fue surgiendo a lo largo de sus trabajos anteriores
(Maturana & Varela, 1994). Sucintamente mencionaré que ellos entienden a los
seres vivos como sistemas autopoiéticos12, esto quiere decir que el mantenimiento
y la evolución de un sistema dependen de su capacidad de cambio; entonces, los
sistemas autopoiéticos tienen la capacidad de reproducir sus propios elementos o
componentes, manteniendo así la unidad y coherencia del sistema. A continuación
haré referencia a un trabajo realizado por Maturana, en colaboración, para
presentar su pensamiento en el tema de la percepción.

11
Ludwig von Bertalanffy (Viena, 1901-1972, biólogo). Realizó una revisión crítica para resolver la
cuestión crucial de si las categorías de la biología son diferentes de las físicas, o si una reducción
absoluta del dominio biológico es posible. Resolvió este enigma con la teoría orgánica del sistema
que asigna a los sistemas biológicos una dinámica de auto-organización. Desarrolló la Teoría
cinética de los sistemas fijos abiertos y la Teoría General de los Sistemas.
12
Maturana narra la siguiente historia de la palabra autopoiesis: “[…] “se necesitaba una palabra
más evocadora de la organización de lo vivo que la expresión ʹorganización circularʹ que yo usaba
desde 1965. Así un día que yo visitaba a un amigo, José María Bulnes, filósofo, mientras el me
hablaba del dilema del caballero Quejana (después del Quijote de la Mancha) en la duda de si
seguir el camino de las armas, esto es el camino de la praxis, o el camino de las letras, esto es el
camino de la poiesis, me percaté de que la palabra que necesitaba era autopoiesis si lo que quería
era una expresión que captase plenamente lo que yo connotaba cuando hablaba de la
organización circular de lo vivo. […] Lo que nos define como la clase particular de sistemas
autopoiéticos que somos, esto es, lo que nos define como seres vivos, es que somos sistemas
autopoiéticos moleculares”. (1994, pp.17-18).
Uno de los experimentos favoritos de Maturana, realizado en 1959 por
Lettvin, Maturana, McCulloch y Pitts en el Instituto Tecnológico de Massachussets,
titulado: What the frogʹs eye tells the frogʹs brain (Lo que el ojo de la rana le dice al
cerebro de la rana), permitirá comprender su posición respecto de la función
perceptual en el marco de su interés por entender la organización de los sistemas
vivientes; en él se propone estudiar las relaciones entre el sistema nervioso, la
percepción y la conducta, utilizando una rana por la enorme capacidad de
regeneración de su cuerpo.

“Todas las variedades de sapos se alimentan de animales pequeños como


gusanos y polillas y su conducta alimenticia es siempre parecida: el animal se
orienta a la presa, tira la lengua larga y pegajosa y, al retraerla con la presa
adherida a ella, la engulle con rapidez” (Maturana & Varela, 1984, p.83). En
función de estas particularidades realizan el siguiente experimento narrado como
sigue:

“Se puede tomar un renacuajo o larva de sapo y, con pulso de cirujano,


cortar el borde del ojo –respetando su nervio óptico- y rotarlo 180°. Al animal así
operado, se lo deja completar su desarrollo larval y metamorfosis hasta convertirse
en adulto. Tomamos ahora nuestro sapo-experimento y le mostramos un gusano
cuidando de cubrir su ojo rotado. La lengua sale y vemos que hace un blanco
perfecto. Ahora repetimos el experimento, esta vez cubriendo el ojo normal. En
este caso, vemos que el animal tira la lengua con una desviación exacta de 180°.
Es decir, si la presa está abajo y al frente del animal, como sus ojos miran un poco
hacia el lado, éste gira y tira la lengua a lo que era atrás y arriba. Cada vez que
repetimos la prueba comete el mismo error […] El animal lanza su lengua como si
la zona de la retina donde se forma la imagen de la presa estuviese en su posición
normal” (Maturana & Varela, 1984, p.84).

Los autores formularon inicialmente la hipótesis de que la rana tenía


incorporados a su neurofisiología detectores de rasgos que respondían
selectivamente ante determinados sucesos del medio, como por ejemplo: color,
forma, el movimiento de la presa y del enemigo. Esta hipótesis se apoyaba en la
premisa de que existe una realidad o medio objetivo fuera del animal, del cual el
animal traza un modelo o representación en su interior (Espinosa y Gómez, 2008);
esta premisa se basaba en la concepción tradicional imperante en la psicología de
la percepción, desde su fundación, remozada en los modelos cognitivos. Se
pensaba que la percepción consistía en correlacionar los sucesos del medio
externo con los sucesos neurales internos y de este modo dar una respuesta al
problema de la relación entre el estímulo distal y el estímulo proximal.
Ante los resultados obtenidos, los investigadores avanzaron en una
convicción radical: no hay un mundo exterior en la percepción. Ellos comentan:
“Este experimento revela de una manera muy dramática que para el animal no
existe, como para el observador que lo estudia, el arriba y abajo, el adelante o
atrás referidos al mundo exterior a él. Lo que hay es una correlación interna entre
el lugar donde la retina recibe una perturbación determinada, y las contracciones
musculares que mueven la lengua, la boca, el cuello y, en último término, todo el
cuerpo del sapo. […] Este experimento puede ser visto como evidencia directa de
que el operar del sistema nervioso es expresión de su conectividad o estructura de
conexiones, y que la conducta surge según el modo como se establecen en él sus
relaciones de actividad internas” (Maturana & Varela, 1984, p. 84).

Las consecuencias de las interpretaciones realizadas a los resultados


experimentales exigían un cambio epistemológico y un nuevo paradigma. Estos
neurobiólogos ya tenían algunas formulaciones básicas, en principio consideraban
que todo organismo multicelular dotado de sistema nervioso es capaz de
comportarse de manera muy variada y compleja porque su sistema nervioso opera
en el organismo contribuyendo, momento a momento, a su determinación
estructural. Estas contribuciones son “posibilitadas tanto por la estructura misma
como porque el resultado de su operar (por ejemplo: el lenguaje) formará parte del
medio que, instante a instante, operará como selector en la deriva estructural del
organismo que conserva allí su identidad. El ser vivo, por lo tanto, opera siempre
en su presente estructural” (Maturana & Varela, 1984, p.82). Las consecuencias
de esta afirmación llevaron a Maturana y Varela a aceptar que el sistema nervioso
es autónomo y que la percepción no está determinada por el medio externo sino
que es producto del sistema nervioso interno del organismo.

Según Maturana & Varela (1984) “el sistema nervioso puede definirse, en
cuanto a su organización, como teniendo una clausura operacional. Esto es, el
sistema nervioso está constituido de tal manera que, cualesquiera que sean sus
cambios, éstos generan otros cambios dentro de él mismo, y su operar consiste en
mantener ciertas relaciones entre sus componentes invariantes frente a las
continuas perturbaciones que generan en él tanto la dinámica interna como las
interacciones del organismo que integra. En otras palabras, el sistema nervioso
opera como una red cerrada de cambios de relaciones de actividad entre sus
componentes” (p.111).

El cambio de rumbo científico se diferenció profundamente de aquel que


tradicionalmente había dominado en neurofisiología y psicología. Maturana (2006)
señala que “corrientemente se habla […] como si el fenómeno connotado con la
palabra percepción consistiese en la computación de objetos ambientales hecha
por un sistema nervioso a partir de información captada por los órganos
sensoriales del organismo en su interacción con el medio. En este proceso el
sistema nervioso construiría una representación del medio que le permitiría
generar conductas adecuadas a las distintas circunstancias de interacción del
organismo. Al mismo tiempo se habla como si las habilidades cognoscitivas del
observador quedasen explicadas de la misma manera”. (pp.60-61). Maturana
(2006) señala que esta concepción tiene una postura epistemológica implícita por
la cual se entiende que existe una realidad constitutivamente independiente del
observador; el observador puede conocer esa realidad en sus interacciones con
ella; y las categorías descriptivas que se usan, tales como objetos, relaciones,
estructura, pertenecen a tal realidad y no sólo al observador que las usa.

Desde la perspectiva corriente, el experimento presentado puede ser


interpretado como que el animal se equivoca y se puede preguntar si aprende a
corregir su error. Esta interpretación “implica el supuesto de que el animal apunta
a una presa externa a él, y que se equivoca porque su mecanismo de captación
de información y computación está alterado. Entonces, si al alterar la estructura
del organismo alteramos la percepción, ¿en qué consiste el fenómeno que
connotamos al hablar de percepción? Si la captación de información depende del
instrumento, ¿qué fundamento tenemos para afirmar que lo que éste muestra es
algo que, podemos decir, es una característica de un objeto independientemente
de él? Maturana piensa que […] este paradigma explicativo es biológica y
epistemológicamente inadecuado porque asume que los cambios que el
organismo sufre en sus interacciones son determinados por el medio” (Maturana,
2006, p.61) En cambio, él asume que los seres vivos, entendidos como sistemas
determinados estructuralmente, se comportan de acuerdo a cómo se establecen
en ellos sus relaciones de actividad internas.

¿Cómo explica, entonces el fenómeno de la percepción? ¿Cómo se


configura el objeto que se dice que la percepción percibe?, se pregunta Maturana
(2006, p.63).

Maturana entiende que la conducta de todo organismo es una descripción


que el observador realiza de una secuencia de cambios posturales (estructurales)
en relación con el medio. Estos cambios observados son expresión de la dinámica
estructural del organismo con participación de su sistema nervioso. Lo que el
observador distingue, entonces, es una regularidad conductual que el organismo
exhibe como un sistema que se mueve en un medio en correspondencia
estructural con él. “Sólo a través de los cambios conductuales que el observador
distingue en un organismo, en contingencia de una perturbación dada, es que el
observador puede caracterizar tal contingencia como objeto perturbante y
describirla como un objeto para el organismo. Finalmente, es esa asociación que
el observador hace entre el objeto perturbante caracterizado por la conducta del
organismo que lo configura, y tal conducta distinguida por él de manera
independiente, lo que constituye el fenómeno que en el vivir cotidiano se connota
con la palabra percepción” (2006, p.63).

La armonía entre el organismo y el medio que rescata Maturana (2006,


p.64) con el término percepción “es propia de este fluir de cambios estructurales
del organismo en conservación de la adaptación […] El estudio de los fenómenos
perceptuales como fenómenos cognoscitivos es, por tanto, el estudio de distintos
momentos recurrentes del fluir estructural del organismo acoplado al fluir
estructural del medio, como momentos de una historia de interacciones que
implica la conservación de la correspondencia estructural entre organismo y
medio”. Así entiende que los objetos perceptuales se configuran por las
conductas del organismo en convivencia con otros organismos, incluyendo al
observador, en la comunidad del vivir.

En este análisis somero del pensamiento de Maturana y Varela que he


realizado sobre cómo percibe un organismo se pudo apreciar que ellos desechan,
con argumentos y experimentos contundentes, la visión tradicional proveniente del
pensamiento moderno, que, como ya he mostrado, se basaba en el papel pasivo
de la percepción como copia de un mundo independiente del perceptor; lejos de
esto, la percepción es entendida como un tipo de perturbación para la dinámica
del organismo, disparada (gatillada), aunque no originada, por el ambiente y
determinada por las acciones del organismo.
El estudio de los sistemas dinámicos de percepción-acción

En el contexto de las investigaciones actuales (Blanco, 1995; Blanco &


Travieso, 1999; Cubero, 2005; Travieso & Blanco, 1999; Travieso, 2005; Travieso,
2007; Travieso y Fernandez, 2007) se vienen recuperando algunos puntos de vista
no hegemónicos que intentan superar las explicaciones simplistas que ha
producido la psicología de la percepción. Uno de los temas que se destacan,
considerando la complejidad de los fenómenos perceptivos, es el vínculo de la
percepción con la acción del ser humano, en su evolución en el tiempo,
considerando que esas vinculaciones cambian, en su relación con el ambiente
físico y social, temporal y espacialmente.

Este tema no es una novedad, como hemos podido advertir a lo largo de


este trabajo; el mismo fue investigado desde el siglo XIX, por la escuela de
Leipzig, la psicología de la Gestalt, la escuela de Moscú, la psicología genética de
Jean Piaget (aunque no fue presentado en este escrito), entre otras, y más
recientemente, por la teoría ecológica de Gibson, la teoría autopoiética de
Maturana y Varela, y el Embodied mind. Lo cierto es que no hubo continuidad en
la línea dominante de investigación posterior en psicología de la percepción, la
cual siguió más afín a los interrogantes psicofísicos remozados por el modelo
computacional. Blanco y Travieso (1999, p.263) afirman que en el dominio de la
percepción visual, aunque también es válido para otras modalidades perceptivas,
“la adopción de la metáfora mecanicista en la psicología de la percepción visual ha
tenido y tiene algunas implicaciones que conviene señalar:

a) La idea de que el sistema visual funciona con reglas fijas, o que, en todo
caso, los fenómenos que contravienen el funcionamiento reglado son la
excepción y no merecen la atención de los científicos.
b) La idea de que las explicaciones evolutivas o funcionales son relativamente
secundarias. Lo que importa más bien es definir las condiciones internas
(definidas como reglas de cálculo) que permiten convertir la energía
lumínica en información manejable por el sistema.
c) La concepción de las condiciones biológicas (estructuras y procesos
neurológicos) como mero plano de implementación. Es decir, la descripción
biológica del sistema visual no es utilizada como estrategia para explicar,
sino como estrategia para localizar, para situar, funciones definidas en un
plano generalmente lógico-matemático, computacional.
d) La atribución de un papel relativamente secundario a las condiciones
biológico-evolutivas lleva a trabajar implícitamente con una imagen
idealizada del sistema visual. Una imagen que no recoge adecuadamente el
desarrollo ontogenético de la función visual, ni saca el partido necesario del
análisis de sus alteraciones.
e) […] La idea de que la función visual puede ser descrita con relativa
independencia respecto de otras funciones psicológicas. Esta idea ha
alcanzado su expresión filosófica más depurada con la hipótesis de la
modularidad recogida de la tradición y difundida en los últimos tiempos por
Fodor13. Por más que se insista habitualmente (y con una insistencia tal vez
sospechosa) en el carácter activo del procesamiento de información visual,
la visión ha sido tradicionalmente desligada tanto teórica como
metodológicamente del plano de la acción”.

En el estudio actual de la relación entre percepción y acción se destacan


tres desarrollos relevantes (Travieso, 2005): la teoría histórico-cultural, la teoría
ecológica y la teoría autopoiética para el estudio de lo que denominan actos
perceptivos; de la primera se considera el hecho de abordar el estudio de la
percepción en tanto sistemas que se desarrollan y cambian en sus relaciones con
otras funciones; asimismo, su dinámica no puede estudiarse al margen de las
formas sociales de las actividades humanas, es decir, que no pueden estudiarse
como capacidades biológicas independientemente de las relaciones sociales y
culturales que co-determinan sus formas definitivas. La segunda tradición ha
señalado con suficiente claridad las relaciones inseparables entre la percepción y
la acción considerando que el producto final del proceso perceptivo no es una
representación, como lo sostiene el enfoque computacional, sino “la modulación
de una forma de acción”; el concepto de affordance que propone Gibson señala la
íntima relación entre percepción, acción y ambiente al destacar que el mismo
indica lo que un organismo puede hacer con una cosa. La última tradición
posibilita un abordaje de las funciones psicológicas como sistemas dinámicos
cuyos componentes son el cuerpo, el sistema nervioso y el entorno, y sus
relaciones que co-evolucionan en el tiempo.

En el planteo tradicional se entiende que los formatos básicos de


organización de los contactos del organismo humano con el medio se caracterizan
por dos procesos diferentes, la percepción y la acción. El primero daría cuenta de
los procesos mediante los cuales accedemos al conocimiento de las propiedades

13
Fodor, Jerry (EE.UU. 1935-) Es un filósofo de la mente que propone entender la arquitectura de
la mente como un modelo de procesamiento de la información, discriminando los Sistemas de
Entrada de la Información que son modulares, es decir cerrados computacionalmente, y el Sistema
Central no modular de creencias y conceptos. Los módulos son mecanismos de procesamiento
especializados en la recepción y tratamiento de información específica: el módulo del lenguaje y el
de la percepción; luego de procesada la información en los módulos se trasvasa la misma al
procesador central. Una de sus obras que recoge este planteamiento es La modularidad de la
mente.
del medio, el segundo describiría nuestra conducta observable; estos dos
procesos serían controlados por el sistema cognitivo para organizar los contenidos
sensoriales y utilizarlos para la planificación de la acción motora dirigida a metas
(Travieso, 2005, 2007). Se destaca que estos planteos han tenido problemas para
una definición monista de la estructura de la acción, lo que ha producido la
ausencia completa de referencias en los manuales de psicología cognitiva y de
introducción a la psicología; como también ha generado una paradoja en el
estudio de la percepción, pues la garantía de veracidad de la misma ha quedado
en manos de los algoritmos de procesamiento del sistema cognitivo (Blanco,
1995).

La propuesta alternativa que sostienen (Blanco, 1995; Blanco & Travieso,


1999; Travieso & Blanco, 1999; Travieso, 2005; Travieso, 2007; Travieso y
Fernandez, 2007) “es considerar ambos procesos como formando un único
sistema dinámico de percepción-acción, en que la regla básica de funcionamiento
es el establecimiento de las coordinaciones sensorio-motoras. La idea básica es
que los sistemas sensoriales están montados sobre el aparato motor y tienen
como especialización la detección de distintos tipos energéticos (energía
electromagnética en el caso de la visión, presión del aire para la audición, agentes
mecánicos, térmicos, químicos y eléctricos en el caso del tacto, etc.). La garantía
de ajuste de nuestro conocimiento del mundo pasa por ejercer el movimiento y
establecer las invariancias en nuestro aparato perceptivo” (Travieso, 2005, p.6).

El siguiente ejemplo dado por Travieso (2005, p.7) esclarece esta forma de
abordaje: “Cuando un ser humano avanza hacia un objeto, puede detectar el
mismo por medio, por ejemplo, de la visión y la audición. Sin embargo, las reglas
sensomotoras en uno u otro caso son diferentes. Así, en la visión acercarse a un
objeto significa que éste aumentará el área que ocupa su proyección en la retina.
De la misma forma que un giro de la cabeza hacia la derecha, producirá un
desplazamiento de esa proyección a la izquierda en la retina, siendo estos
cambios relativos siempre a la velocidad del movimiento. Sin embargo, en la
audición, al acercarse un ser humano a una fuente sonora lo que aumentará será
la intensidad del sonido, y un giro de la cabeza a la derecha hará que el sonido
llegue antes al oído izquierdo que al derecho, hará variar el patrón temporal y no el
patrón espacial como en la visión. En resumen, las reglas predominantes en la
descripción de las coordinaciones sensorio-motoras en la visión son descriptibles
por la óptica ecológica, mientras la descripción de las coordinaciones sensorio-
motoras auditivas se rige por la mecánica ondulatoria y la posición de los
receptores. Lo que es más importante, sólo un movimiento relativo del observador
permite el reconocimiento de la fuente de la perturbación perceptiva, de forma que
percepción y acción forman un único sistema dinámico en co-evolución”.
La visión ha sido y es una de las áreas de investigación privilegiadas por el
enfoque del procesamiento de la información, no así otras áreas como la
percepción háptica. En las últimas dos décadas se vienen realizando
investigaciones buscando ampliar las áreas de investigación en percepción y
acción. El caso del sistema háptico es un dominio interesante para la investigación
pues en él confluyen los subsistemas cutáneos y propioceptivos que funcionan de
manera conjunta (Travieso, 2007). El equipo de investigación neogibsoniano de M.
Turvey, en la década del noventa del siglo XX, inició un proyecto sobre tacto
dinámico o percepción háptica y demostró que no percibimos propiedades
primarias de los objetos sino propiedades relacionales descriptas en la mecánica.
Travieso (2007, p.126) brinda el siguiente ejemplo: “Tome una lapicera entre los
dedos índice y pulgar. Comience por un extremo de la lapicera, cierre los ojos y
muévala. Luego tómela del medio. Sentirá la diferencia y, aunque no pueda ver la
longitud de la lapicera, podrá sentir el tamaño, al menos hasta el punto de poder
sentir la diferencia entre tomarla de un extremo o tomarla del medio”. Si al tomarla
de un extremo, se la mantiene firme sin moverla, lo esperable es que no se sienta
ni la longitud ni el peso; hay que moverla para sentirlos. Son nuestros movimientos
los que nos permiten percibir las propiedades relacionales de los objetos; si se
necesita mayor fuerza para levantar la lapicera, esto depende de la masa del
objeto. Así, sostienen que no habría un acceso a patrones discretos de
información sino que “son los cambios en las propiedades espaciales y temporales
de la relación entre la lapicera y la mano con variaciones temporales de fuerzas y
posiciones espaciales” los que nos permiten percibir el mundo. De este modo, “el
acto de la percepción es el reconocimiento de diferentes estados conectados a los
parámetros de la situación. […] Y la estabilidad perceptual del mundo está
establecida a través de nuestros movimientos” (p.127).

Este ejemplo permite reflexionar sobre la pregunta que se plantean


(Travieso, 2007) ¿Cuáles son los estímulos proximales, los receptores o el
proceso de transducción y la representación que nos permiten detectar las
dimensiones de peso o longitud de la lapicera? Es una buena pregunta; según
Turvey (cit. en Travieso, 2007, p.127) somos capaces de detectar la longitud y el
peso del objeto porque cuando “el sujeto toma la lapicera está detectando el
esfuerzo muscular en oposición a la gravedad que, al mismo tiempo, depende de
la distribución de la masa del objeto y la distancia de dicha distribución desde el
punto de rotación”. Por esto se vuelve innecesario utilizar modelos que expliquen
el proceso en términos inputs y representaciones.

Travieso (2007) ofrece un ejemplo, tomado de Gibson, en el dominio de la


visión por el cual intenta hacer más convincente la necesidad de considerar un
modelo alternativo al enfoque tradicional sostenido por D. Marr14. Gibson mostró
que los seres humanos cometen errores al estimar distancias, sin embargo parece
ser que nuestra visión en 3D (tridimensional) es muy precisa a la hora de estimar
el tiempo de contacto con un objeto o colisión. Existen índices temporales en el
flujo óptico que especifican los cambios en las relaciones espaciales entre el
observador y los patrones en el medio óptico que permiten explicar esta
estimación. “Cuando se pide a un sujeto que atrape un objeto en una situación
experimental o que se detenga ante una barrera, podrá controlar las acciones
como una función directa de este índice temporal.

Tiempo de Contacto (Travieso, 2007, p.127)

En la figura se puede observar cómo el índice Tiempo de Contacto describe


cuán exactas son las estimaciones del tiempo de contacto o colisión sin necesidad
de conocer la velocidad de acercamiento, el tamaño de los objetos o cuán lejos
están. Pueden hacerse estimaciones sobre el tiempo que falta para entrar en
contacto con el objeto que se aproxima sólo teniendo en cuenta un parámetro de
flujo óptico, tiempo de contacto, que es la razón del tamaño angular dividido por la
derivada temporal, es decir, el índice de expansión óptica. No es necesario
percibir la profundidad (la distancia entre el objeto y el observador) para detectar la
colisión con precisión” (Travieso, 2007, p.127). Cuando se señala que no es
necesario percibir la profundidad se está refutando la concepción tradicional que
explica esta estimación en función del cálculo de la distancia, la velocidad de los
objetos y la perspectiva.

Según parece, cada vez aparecen más modelos formales que permiten
explicar este tipo de fenómenos perceptivos desde la perspectiva de los sistemas
dinámicos; por lo cual ya no parecería adecuado seguir sosteniendo un modelo
fotográfico de la visión, en el que el producto final de la percepción es la
representación estática; el control visual del movimiento de un organismo en un

14
D. Marr (1945-1980). Neurólogo y psicólogo británico, fundador de la Neurología Computacional.
Investigó la visión humana describiendo su proceso en términos de tres etapas: esbozo primitivo
en el que se extraen los rasgos de las escenas; un esbozo en dos dimensiones y media (2,5D), en
el que se reconocen sombras, texturas, etc.; y un modelo continuo de la escena en tres
dimensiones (3D). Sus trabajos fueron publicados en el libro La visión después de su muerte.
ambiente cambiante puede explicarse mejor sin recurrir a la actualización de
representaciones para la planificación y ejecución de la acción (Travieso, 2007).

Travieso & Fernandez (2007, pp.211-213) explican que: “El uso en


psicología de la teoría de sistemas dinámicos se basa en la concepción de que
todo proceso psicológico se da en las dimensiones espacial y temporal. Esta
asunción asegura de partida el monismo y también permite entender los procesos
psicológicos, no como sustancias o facultades, sino como descripciones
funcionales de formas de movimiento con dinámicas específicas cuya descripción-
explicación se convierte en el objetivo científico principal.

El desarrollo matemático que permite la modelización del tiempo como


variable continua por parte de esta teoría, posibilita la descripción formal de la
aparición de nuevos sistemas a partir de la evolución de formas anteriores, esto
es, la morfogénesis.

La adopción de esta teoría en psicología tiene fuertes implicaciones como la


negación de la metáfora computacional, ya que ésta postula un acceso en
términos de conocimiento tanto del cuerpo como del entorno por una entidad
privilegiada que es el procesador, mientras que la teoría de los sistemas
dinámicos no privilegia a ninguno de los elementos del sistema, sino que, al
contrario, define cada uno de ellos por el conjunto de relaciones que establece con
el resto. Los tres componentes esenciales de los sistemas dinámicos aplicados en
psicología son el cuerpo, el sistema nervioso y el entorno, y sus formas de relación
son las formas concretas de co-evolución en el tiempo. Este tipo de asunción, en
la línea del enactivismo de Maturana y Varela, supone que no cabe introducir en la
descripción la transmisión de información entre los elementos, ni lo que estos
autores denominan las perturbaciones instructivas, esto es, aquellas
perturbaciones producidas por el medio que contienen en sí mismas los efectos de
la perturbación en el elemento perturbado. De hecho, esto implica la imposibilidad
de entender la percepción en términos informacionales ya que supone que lo
determinante en la percepción del objeto es el estado y la actividad del propio
sujeto. Así, las descripciones realizadas desde la aproximación dinámica
conforman un tipo particular de explicaciones, que no son habituales en la
psicología. En lugar de descripciones de propiedades estables de una facultad, o
de los diagramas de flujo clásicos de la teoría de procesamiento de información, el
tipo de descripción que proporciona la teoría de sistemas dinámicos es una
estructura de cambio en que los elementos o parámetros se influencian y definen
de manera mutua y simultánea. Dado que dicha estructura de cambio se produce
en las coordenadas espacio-temporales, el sistema se define por estados
numéricos que evolucionan en el tiempo de acuerdo con reglas. Frente a la
pregunta clásica de qué elementos son necesarios para definir un proceso
psicológico determinado, esta aproximación oferta una alternativa metodológica
rigurosa. Dicha definición no puede ser contestada a priori, sino que ha de serlo en
el plano empírico. Así, formarán parte de un sistema aquellos aspectos del mundo
que co-evolucionan, esto es, que interactúan y en que el cambio en su estado
varía en función del otro. El sistema queda cerrado cuando sabemos que las
posiciones futuras de los elementos del sistema solamente están afectadas por los
elementos y parámetros considerados, y el sistema está determinado cuando un
estado actual determina un único estado posterior (o conducta) y, por tanto, los
estados anteriores son irrelevantes (sólo son relevantes para el estado actual)”.

Travieso (2007) considera que este tipo de explicación que incluye la auto-
organización y la dinámica temporal para dar cuenta del desarrollo de la
percepción y el movimiento puede ser útil para explicar los procesos de
socialización y culturalización. Si tenemos en cuenta que la cultura ofrece los
objetos físicos con nuevas propiedades funcionales y los objetos artificiales que se
incorporan a la acción, puede entenderse que emerjan nuevas capacidades
funcionales que transforman el equilibrio dinámico de los sistemas; así,
aparecerán nuevas estabilidades o inestabilidades, pero no facultades, aparecerán
en co-evolución, y no como formas finales del desarrollo.

El planteo de Travieso retoma los desarrollos de la neuropsicología de


Luria, inspirada en Vigotsky, por considerarla de suficiente actualidad; Luria
considera que las funciones psicológicas se desarrollan en la ontogenia como
sistemas funcionales complejos que resultan de su mediación con elementos
externos al cerebro como el habla social. Por esto es imposible entender los
sistemas funcionales ignorando estas relaciones con elementos externos que en el
desarrollo cambian las formas de relaciones haciendo emerger nuevas formas de
actividad consciente. Travieso destaca que Luria entendía que la actividad
cerebral estaba dirigida al futuro, y no sólo a actualizar la experiencia pasada; por
ello el cerebro es capaz de formular planes y objetivos que determinan la acción.
Esta actividad organizada en sistemas funcionales, siempre incluye impulsos
aferentes y eferentes, y no está localizada en un área específica sino que resulta
de la coordinación de diversas zonas que antes no lo estaban, y que en el
desarrollo se vinculan en la mediación con instrumentos culturales. Así define la
función (Luria, 1974, p.28), en tanto sistema, como “La presencia de una tarea
constante (invariable) ejecutada por mecanismos variables (variable), que llevan al
proceso a un resultado constante (invariable). La concepción de Luria de función
se vuelve más que actual al entender que las funciones psicológicas no pueden
considerarse como “facultades” aisladas.
El modelo de Luria utilizaba el concepto de auto-regulación o bucle de
retroalimentación para describir el funcionamiento de los sistemas funcionales que
incluyen los elementos aferentes y eferentes. Es por esto que la actividad mental,
en el modelo luriano, tiene un carácter activo y complejo. Según Travieso (2007) la
metáfora del sistema auto-regulado de Luria, y también de Vigotsky, que plantea la
interiorización de las formas originalmente sociales como funciones auto-
reguladas, es compatible con la teoría dinámica aplicada a los sistemas de
percepción-acción.

Si bien se señala la compatibilidad de los modelos explicativos (Travieso,


2007, p.134) se plantea un interrogante, más que interesante a la luz de un
enfoque de sistemas dinámicos, “Si los sistemas funcionales consisten en bucles
activos de elementos motores y perceptivos, ¿qué es lo que se interioriza?
Podrían ser sólo nuevas regularidades que resultan de los encuentros con el
mundo físico (tanto natural como artificial), o patrones de conducta gobernados
por reglas sociales. Nuestro punto de vista es que la concepción dinámica del
individuo viviente presenta una alternativa interesante. Socializar significa que la
dinámica descripta hasta ahora cambia o evoluciona en estados más complejos en
los que el sistema posee nuevas propiedades de coordinación y donde las
variables colectivas cambian enormemente. Cuando un sistema así ingresa en
nuevas estabilidades, nunca más retornará a un estado estable previo. El
concepto de internalización es simplemente innecesario, a menos que se lo utilice
en un sentido metafórico. El sistema funcional cambia, no porque incorpore un
nuevo elemento interno, sino porque evoluciona en una nueva dinámica estable
conectada con nuevas variables intervinientes”.

Para finalizar la presentación de esta perspectiva quisiera agregar que uno


de los motivos por los cuales incluí esta temática fue que me interesó sobre todo
poder acercar a los alumnos de psicología nueva maneras de pensar los
problemas tradicionales de la percepción formulando preguntas que se corren de
los parámetros más instalados o cristalizados. Probablemente estos desarrollos
sean hoy de difícil asimilación por parte de la comunidad científica aunque ellos
sean muy renovadores y planteen una revisión de modelos fuertemente instalados
en la psicología de la percepción. Lo que es muy importante tener en claro es que
el desarrollo del conocimiento científico se basa justamente en este movimiento de
enfrentamientos, crisis y aceptaciones pues no tenemos verdades sino modelos
explicativos provisorios para dar cuenta de algo que permanentemente se nos
sigue escapando. En este punto recuerdo un epígrafe que utilicé en otra
oportunidad que quiero compartir, es de Bertolt Brecht, de su obra Vida de Galileo
Galilei, y expresa: “El propósito de la ciencia no es abrir la puerta a la sabiduría
eterna sino establecer un límite al error perpetuo”.
Neuronas espejo y los aportes de la psicología del desarrollo de la
intersubjetividad

En este trabajo hemos podido ir comprendiendo que la percepción y la


acción nos vinculan con el mundo que es físico pero que, principalmente, para
nosotros es social. Cuando se presenta el tema de la percepción en psicología
general, como ya lo he señalado, siempre se comienza por el estudio de las
sensaciones y las percepciones, de formas, objetos, movimientos, sonidos, etc., y
en general, las investigaciones provienen de sujetos adultos. Como planteé
anteriormente, la psicología de la percepción tomó el camino de las preguntas de
los psicofísicos clásicos y descuidó la investigación genética. Los enfoques
sistémicos que he presentado muestran que otras formas de abordaje
enriquecedoras pueden ser posibles; y ahora, entonces, me interesa también
mostrar que los cambios de paradigmas experimentales en la investigación con
bebés, a partir de la década del setenta del siglo XX, han permitido enriquecer lo
que sabíamos acerca de cómo los bebés conocen el mundo.

Según los resultados de muchos experimentos (Stern, 1985) se suscitaron


profundas dudas acerca de cómo los bebés organizan sus experiencias del
mundo. Stern15 (1985, p.68) afirma que “lo que estaba en juego era el antiguo
problema filosófico y psicológico de la unidad perceptual; el cómo llegamos a
saber que algo visto, oído y tocado puede ser, en realidad, la misma cosa”. Los
resultados confirmaron que los bebes poseen capacidades para transferir la
experiencia perceptual de una modalidad sensorial a otra. Este hecho significa que
desde el comienzo del desarrollo somos capaces de tener experiencias
intermodales en nuestra relación con el mundo; así un objeto que es explorado
con una modalidad sensorial puede ser reconocido luego por otra modalidad
sensorial, como, por ejemplo, se puede explorar un chupete con la sensibilidad
táctil y luego reconocerlo por la vía visual. Otros experimentos fueron mostrando
otras capacidades de equivalencia intermodal como la audiovisual, pero no sólo
esto, sino que también mostraron que los bebés reconocen las pautas temporales
en todas las modalidades sensoriales; así las propiedades temporales de
duración, pulsación y ritmo se perciben fácilmente. También se demostró que los
bebés reconocen correspondencias entre la configuración de un sonido oído y la
configuración de un movimiento de la boca, que produce ese sonido, visto. La
abrumadora información que han brindado estos experimentos permitieron
“extraer algunos principios generales sobre la percepción, la cognición y el afecto
del bebé […], esos principios son (Stern, 1985, p.62):
15
Daniel Stern (EE: UU., 1934-) Psicoanalista. Articuló en una teoría terapéutica propia los
desarrollos de la psicología cognitiva del desarrollo y reformuló conceptos de la teoría
psicoanalítica.
a) los infantes buscan la estimulación sensorial […];
b) tienen distintas tendencias o preferencias innatas con respecto a las
sensaciones que buscan y las percepciones que forman;
c) desde el nacimiento parece existir una tendencia central a dar forma y poner a
prueba hipótesis sobre lo que está ocurriendo en el mundo16. […] está claro
que esta tendencia central de la mente, de aplicación constante, rápidamente
categorizará el mundo social en pautas, hechos, conjuntos y experiencias
concordantes y contrastantes. El infante descubrirá rápidamente qué rasgos
de una experiencia son invariantes y cuáles varían –es decir, qué rasgos
pertenecen a la experiencia17-. Además aplicará estos mismos procesos a
todas las sensaciones y percepciones, desde las más simples hasta las más
complejas […]
d) los procesos cognitivos y afectivos no pueden separarse con facilidad. En una
tarea simple de aprendizaje, la activación aumenta y decrece. El aprendizaje
en sí es motivado y cargado de afecto. De modo análogo, en un momento
afectivo intenso, la percepción y la cognición continúan. Y finalmente, las
experiencias afectivas (por ejemplo, las múltiples ocasiones diferentes de
sorpresa) tienen sus propios rasgos invariantes y variables. Discriminarlos es
una tarea cognitiva tocante a la experiencia afectiva”.

La investigación de las capacidades transmodales18 ha puesto en primer


plano que la percepción de propiedades de personas y cosas, “como la forma, la
intensidad, el movimiento, el número y el ritmo, se vivencian directamente como
cualidades perceptuales globales, amodales […] también se viven directamente

16
Nota de la autora: Stern se basa en las teorías de Jerome Bruner, al que cita, sobre percepción
como formulación de hipótesis.
17
Nota de la autora: Stern cita los trabajos de J. Gibson y de E. Gibson.
18
Meltzoff y Borton, en 1979, realizaron el siguiente experimento: “vendaron los ojos de infantes de
tres semanas y les dieron para succionar uno de dos chupetes diferentes. Uno de los chupetes
tenía una tetilla esférica, y el otro presentaba protuberancias en diversos puntos de su superficie.
Después de que el bebé tuviera alguna experiencia tocando la tetilla con la boca solamente, se le
retiraba el chupete y se colocaba junto al otro. Al quitarle la venda de los ojos, y después de una
rápida comparación visual, el bebé miraba más la tetina que acababa de succionar. Estos
resultados parecían ir en contra de la corriente de las descripciones usuales […] Una descripción
piagetiana exigía que primero dieran forma a un esquema de cómo se sentía la tetilla táctilmente
(un esquema háptico), y un esquema de cómo se veía (un esquema visual); después los dos
esquemas deberían tener algún tipo de tráfico o interacción (la asimilación recíproca), de modo que
resultara un esquema visual-háptico coordinado […]. Era claro que los infantes no tuvieron que
pasar por esos pasos de la construcción. ʹSupieronʹ inmediatamente que lo que veían era lo que
antes habían tocado” (Stern, 1985, pp.68-69). Los investigadores concluyeron que los infantes
están pre-constituidos para realizar transferencias de información de una modalidad sensorial a
otra, en este caso de la información háptica a la visual.
como afectos categorías19 (cólera, tristeza, felicidad, etc.). Así, señala Stern (1985)
dos formas de tener experiencias por parte de los bebés, percepciones globales y
emociones primarias, a las que agrega una tercera “[…] que puede surgir
directamente del encuentro con la gente, una cualidad que envuelve afectos
energéticos” (p.75) o afectos de la vitalidad. Stern afirma que esta discriminación
es necesaria porque hay experiencias afectivas temporales, y no categoriales o
darwinianas, que corresponden a experiencias dinámicas y cinéticas que son
percibidas directamente por los bebés. Estos afectos son suscitados por los
cambios de estado, los apetitos y las tensiones motivacionales; el bebé
experimenta estas propiedades desde dentro y desde las conductas de las otras
personas. Están siempre presentes, aún en ausencia de las emociones primarias.
Un ejemplo de los muchos que da Stern, para entender estos afectos, es el de una
persona que se levanta de su silla con determinación pero sin ninguna emoción
darwiniana. ¿Qué sentimos al verla? ¿Vigor? Hay muchas formas de levantarse
de una silla, y si no lo creen, entonces pregunten a algún actor.

Hay muchas formas de vivir y sentir esta unidad de percepciones,


movimientos y emociones. “la danza abstracta y la música son ejemplos por
excelencia de la expresividad de los afectos de la vitalidad. La danza le revela
directamente al espectador-oyente múltiples afectos de la vitalidad, y sus
variaciones, sin recurrir a una trama ni a señales de afectos categorías que sirvan
como indicios. […] El infante cuando ve una conducta parental sin expresividad
intrínseca (esto es, sin una señal de afecto darwiniano) puede encontrarse en la
misma posición que el espectador de una danza abstracta o del oyente de música.
La manera en que el progenitor actúa, expresa un afecto vital, sea que el acto
exprese o no […] algún afecto categoría” (Stern, 1985, p.78).

Los afectos de la vitalidad, sostiene Stern, posibilitan la vinculación de


experiencias sensoriales diversas que comparten perfiles de activación similares,
como el perfil de un tono ascendente o descendente. En el siguiente ejemplo se
comprenderá mejor la idea de Stern (1985, pp.80-81): “[…] Para tratar de calmar al
infante, el progenitor puede decir ʹBueno, bueno, bueno…ʹ, poniendo más énfasis
y dando más amplitud a la primera parte de la palabra, y arrastrándola luego hacia
la sílaba final. Como alternativa, puede acariciar en silencio la cabeza o la espalda
del bebé, en una secuencia análoga a la de ʹBueno, bueno, bueno…ʹ, haciendo
más presión al principio de la caricia, y aligerándola al final. Si la duración de la
caricia perfilada y las pausas entre caricias tienen la misma duración absoluta y
relativa que las pautas de vocalización y pausa, el infante experimentará perfiles

19
Nota de la autora: Stern se refiere a las emociones primarias estudiadas por Darwin: miedo,
cólera, alegría, tristeza, sorpresa, asco.
de activación similares, sea cual fuere la técnica tranquilizadora que se ponga en
práctica. Las dos tranquilizaciones se sentirán igual […] y de ellas resultará la
misma experiencia de afecto de la vitalidad.” Así, la percepción amodal de los
afectos de la vitalidad y las capacidades de apareamiento transmodal de las
formas percibidas permite al bebé el conocimiento de sí mismo y el conocimiento
del otro.

El concepto de correspondencias transmodales que utiliza Stern, también


ha sido utilizado por otros teóricos de la intersubjetividad temprana como A
Meltzoff y C. Trevarthen; si bien no es mi intención desarrollar estas teorías, que
difieren en ciertos puntos respecto de la de Stern, sí quiero destacar que los tres
parten del mismo interrogante ¿Cómo puede percibir el infante el estado del otro?
Los tres coinciden en describir una capacidad para la percepción de la
intersubjetividad que para Meltzoff y Trevarthen es innata, y que para Stern
aparece en un proceso de desarrollo alrededor del noveno mes. (Beebe, Sorter,
Rustin, & Knoblauch, 2004; Stern, 1985)

Un reciente descubrimiento en el campo de la neurofisiología, las neuronas


espejo, brinda según Iacoboni (2008, p.15) “por primera vez en la historia, una
explicación neurofisiológica plausible de las formas complejas de cognición e
interacción sociales”. Este descubrimiento puede incrementar la comprensión de
cómo las correspondencias descritas por Stern, Meltzoff y Trevarthen pueden
funcionar a nivel neuronal.

Fue tan llamativo el descubrimiento que describiré sucintamente como


ocurrió. El equipo de investigadores de Giacomo Rizzolatti, de la universidad de
Parma, Italia, estaba investigando la zona F5 de la corteza pre-motora de los
monos macacos que tienen una correspondencia cerebral bastante alineada con
la corteza cerebral humana, por lo que permiten hacer inferencias sobre nuestro
funcionamiento cerebral. El área F5 en los macacos contiene neuronas que se
especializan en “codificar” un comportamiento motor específico: los movimientos
de la mano, asir, agarrar, rasgar, acercar objetos –alimentos- a la boca. Nosotros
realizamos, al igual que los macacos, muchísimos actos prensiles, y es por este
hecho que Rizzolatti estaba interesado en esa área. Un día de 1998, un
investigador del equipo, “Vittorio Gallese caminaba por el laboratorio durante una
pausa del experimento. Había un mono sentado, tranquilo, en la silla, esperando
que se le asignara la próxima tarea. De pronto, justo cuando Vittorio tomó algo con
la mano –no recuerda qué- oyó una descarga de actividad en la computadora que
estaba conectada a los electrodos implantados por vía quirúrgica en el cerebro del
mono. Al oído inexperto, tal descarga le hubiera sonado similar a estática; al oído
de un neurocientífico avezado, señaló una activación de la célula pertinente del
área F5”. (Iacobono, 2008, p.19) Esta fue la primera anécdota de la observación
de una neurona espejo, luego hubo muchas más. Señala Iacoboni (2008) que
ningún neurocientífico del mundo hubiera afirmado que una neurona motora
pudiera activarse sólo ante la percepción de las acciones de otras personas. Al
equipo de investigación le costó mucho creer lo que habían descubierto pero
finalmente superaron el marco tradicional de interpretación que discriminaba
compartimentos separados para las neuronas motoras, perceptivas y de
cognición. Esto les permitió construir un nuevo enfoque, que recuperaba la
fenomenología de Merleau-Ponty, Brentano y Husserl, de inspiración más
holística, al que denominaron fenomenología neurofisiológica. “Esta nueva actitud
fue el único medio de reconocer que la percepción y la acción constituyen un
proceso unificado en el cerebro” (Iacoboni, 2008, p.25).

Los patrones de activación de las neuronas espejo “contradicen los


modelos de compartimentos estancos: uno para la mano y otro para la boca. […]
Las neuronas que codifican movimientos tanto de las manos como de la boca son
perfectamente coherentes con las interpretaciones holísticas de las funciones
cerebrales, según las cuales las neuronas motoras se ocupan del objetivo de la
acción. De hecho, la mano lleva comida a la boca. En el área F4 las células se
activan sobre todo mientras el mono mueve el brazo, el cuello y el rostro. Tal era
lo que se pensaba […] Las células también se activan como respuesta a la
estimulación sensorial sola, sin que el mono realice ningún movimiento. Las
células también responden a la estimulación que generan sólo los objetos reales.
Las luces y sombras simples que se proyectan en una pantalla no generan
ninguna descarga. Además las células responden sólo cuando los objetos en
cuestión están bastante cerca del cuerpo del mono, y se activan con más
intensidad cuando los objetos se acercan con rapidez. Otra característica peculiar
de estas células es que responden a un simple contacto con el rostro, el cuello o el
brazo del mono. Conclusión: el ʹcampo receptor visualʹ (aquella parte del espacio
circundante en el que los estímulos visuales activan la célula) y el ʹcampo receptor
táctilʹ (aquella parte del cuerpo que, al ser tocada, activa la célula) están
relacionadas en estas neuronas del área F4. Las sorprendentes respuestas que
generan sugieren que crean un mapa del espacio que rodea al cuerpo: lo que
denominamos un mapa espacial peripersonal. Asimismo, activan el movimiento
del brazo del mono, digamos en ese espacio. Dos funciones totalmente diferentes
que se manifiestan en un solo grupo de células. Tales propiedades fisiológicas
indicarían que el mapa del espacio que rodea al cuerpo es un mapa de los
movimientos potenciales que realiza el cuerpo.” (Iacoboni, 2008, p.24)

El descubrimiento de las neuronas espejo puede considerarse como una


explicación neurofisiológica de lo que intuyeron Meltzoff, Trevarthen y Stern sobre
las correspondencias transmodales y de movimientos en el desarrollo temprano de
los bebés. Ellos sostuvieron, de diferentes maneras, que los infantes son capaces
de sentir los emparejamientos entre sus propias acciones y las acciones de los
otros al percibirlas. Sólo el camino de la investigación futura con bebés podrá
corroborar estas afirmaciones.
Consideraciones finales

Como ya habrán podido apreciar, el hilo conductor de este escrito fue el de


acercar al conocimiento del lector formulaciones teóricas y empíricas en la
dirección de la comprensión de la percepción como una actividad vinculada con el
movimiento y las emociones de un sujeto, situado, en su devenir temporal; estos
enfoques no hegemónicos resultan cuestionadores del paradigma del
procesamiento de la información en el estudio de la percepción.

Algunos trabajos desarrollados aquí han sido perdidos en la psicología de


la percepción como los aportes de la psicología de la Gestalt en el dominio de los
estudios evolutivos de Kurt Lewin, los desarrollos de la escuela de Leipzig, los
mismos trabajos de Vigotsky que fueron recuperados por Luria, aunque habría que
evaluar cuánta presencia tiene, en la formación neuropsicológica actual, la
neuropsicología clínica de Luria; también las investigaciones del New Look que
fueran desestimadas por los cognitivos tildándolas de estudios de la memoria. Sin
embargo resulta llamativo cómo en los resultados de las investigaciones actuales
se señalan conclusiones que ya estuvieron investigadas por muchos pioneros en
psicología.

Por lo que puede vislumbrarse en la actualidad, las concepciones


sistémicas y genéticas están aportando resultados convincentes en la dirección de
la comprensión de la actividad psicológica de forma más holística; esto se pudo
apreciar en los desarrollos de Maturana, Gibson, Travieso, y en los psicólogos del
desarrollo de la intersubjetividad. Llama la atención en los trabajos actuales,
inclusive, las referencias a la fenomenología, recuperada por el Embodied mind y
en las investigaciones del grupo de Rizzolatti. Parece ser que tendremos que
considerar con más seriedad las vinculaciones entre percepción, motricidad y
afectividad, como también el desarrollo de sus vinculaciones en la ontogenia de
cada ser humano.
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